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Teoría del Desarrollo Sostenible (PNUD) / Crecimiento Sostenible

La teoría desarrollista, se ha venido apartando de la visión puramente economicista,


para establecer una clara subordinación, del crecimiento económico, a los objetivos del
desarrollo, donde el crecimiento económico, no debe ser el fin, de las políticas de los
países, sino el medio, que facilite el desarrollo de los seres humanos. Además, con una
política adecuada, la incorporación de nuevas tecnologías y la mejora del capital
humano, se puede conseguir, que la protección del medio ambiente no tenga costos
agregados, en términos de crecimiento y empleo, en el corto plazo. Igualmente, la
protección del medio ambiente se convierte en un argumento, para potenciar, los
procesos de liberación y el incremento de la competencia, en los mercados de
productos y de capitales, así como, la flexibilización del mercado de trabajo,
procurando con ello, que las próximas generaciones, vivan en un mundo de continuo
crecimiento, cuyo desarrollo económico, se dé en un ambiente intacto, con calidad de
vida y cohesión social. Por lo que, debe establecerse un compromiso global desde
todos los niveles de la actuación social, a fin de trazar los lineamientos que permitan
configurar un cambio social, económico, político y ambiental.

En vista de esto y como consecuencia del desarrollo del conocimiento, del progreso
social y de la toma de conciencia en el ámbito internacional de las consecuencias, que
puede conllevar la explotación indiscriminada de los recursos naturales; se ha ido
generando, modificando e introduciendo en los académicos, y en los organismos
preocupados por el ambiente, nuevos conceptos de la economía, como una manera de
establecer vínculos entre crecimiento económico y desarrollo que sea sustentable y/o
sostenible en el tiempo.

Se observa claramente, que la sostenibilidad, es un determinante central del tipo de


desarrollo que el BID se propuso fomentar desde su creación, pues proporciona
beneficios económicos y sociales duraderos. Ahora bien, para lograr los objetivos
generales del Banco en cuanto a catalizar crecimiento económico, reducir la pobreza y
promover la equidad social, se requiere actuar de acuerdo con los principios de la
sostenibilidad. En relación a esto, el BID, reconoce tres dimensiones críticas de la
sostenibilidad: La sostenibilidad económica, la cual, se refiere a aquel desarrollo
económico, que se traduce en aumentos de largo plazo del bienestar financiero, y la
estabilidad económica, tanto a nivel de las empresas como de los hogares. La
sostenibilidad ambiental, la cual, comprende aquellas acciones humanas, que
mantienen la capacidad de los ecosistemas, para producir el rango de bienes y
servicios de los cuales dependen todas las formas de vida. La sostenibilidad social, la
cual, se relaciona con el desarrollo, que conduce a un mayor acceso e igualdad social,
al respeto por los derechos humanos, y a mejoras en materia de salud, educación,
oportunidades y otros aspectos no monetarios del bienestar. Además de destacar estas
tres dimensiones de la sostenibilidad internacionalmente reconocidas, el BID,
considera, que la rendición de cuentas, la transparencia y la integridad son
comportamientos institucionales tanto complementarios, como esenciales, para
garantizar la sostenibilidad de largo plazo, de su mandato en América Latina y el
Caribe.

Como se puede constatar, esta toma de conciencia en el ámbito internacional nace de


la necesidad, de hacer un uso cada vez más racional, de los recursos existentes en
nuestro planeta, en conjunción, con una distribución más equitativa de la riqueza
social, así como el evitar que la acción del hombre, deteriore el medio ambiente (hasta
niveles irreversibles), o que comprometan la existencia de las generaciones futuras. Lo
anterior ha motivado al PNUD, y a otros organismos como la unión europea (UE), y la
organización de cooperación para el desarrollo económico (OCDE), a retomar el
concepto de Desarrollo Sostenible, a través de la aplicación de una estrategia, que
trate de cubrir los aspectos económicos, sociales y medioambientales del crecimiento,
aplicables por igual, a todos los países, sean desarrollados o no. En este sentido, el
análisis de las condiciones económicas del desarrollo sostenible debe incluir tres
aspectos fuertemente relacionados: a) cómo lograr un crecimiento sostenible, b) cuáles
son las condiciones para el aumento de un crecimiento potencial, c) cuáles deben ser
las pautas para un comportamiento sostenible de los agentes económicos desde una
perspectiva de oferta y demanda.

En relación con esto, se puede señalar, que las condiciones para el desarrollo
sostenible, no sólo se definen por la acumulación de conocimiento y capital físico en un
territorio; que va más allá de eso, ya que trata de crear los instrumentos para gestionar
los procesos de ordenamiento social, y las instituciones y el marco regulatorio, que
permitan potencializar, las diferentes expresiones del capital en las regiones. Como
consecuencia de ello, la acumulación de capital físico, el conocimiento, las
potencialidades del territorio, y el marco institucional fortalecerán el desarrollo tanto
endógeno como exógeno, que se requiere para estimular la construcción de un tejido
social basado en los valores y en el desarrollo del ser humano.

De lo anterior se desprende que el Desarrollo Humano, es un concepto holista dado


que abarca múltiples dimensiones, en el entendido de que es el resultado de un
proceso complejo que incorpora factores sociales, económicos, demográficos, políticos,
ambientales y culturales, en el cual participan de manera activa y comprometida los
diferentes actores sociales; ya que es el producto de voluntades y corresponsabilidades
sociales que está soportado sobre cuatro pilares fundamentales: productividad,
equidad, sostenibilidad y potenciación, que dada la definición del Programa de
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Desarrollo Humano, "… no es una
medida de bienestar, ni tampoco de felicidad, es en cambio una medida de
potenciación", que propicia las oportunidades para las futuras generaciones, basado en
el respeto del ambiente.

El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y el Programa de Naciones Unidas (PNUD),


señalan que el concepto de desarrollo sostenible involucra los siguientes aspectos:

1) El desarrollo sostenible, implica que la calidad medioambiental mejora el crecimiento


económico, a través de varias formas: mejorando la salud de los trabajadores, creando
nuevos empleos en el sector medioambiental y creando empleos en el sector dedicado
a combatir la contaminación;

2) El desarrollo sostenible acepta que, de todos modos, deberán existir algunos trade –
offs si se contempla un concepto restringido de crecimiento económico, en donde se
destaca el hecho que el crecimiento, está en conflicto con el medio ambiente, porque
se pone poco esfuerzo en integrarlo dentro de las inversiones de capital y de otras
decisiones de producción. De ambas cuestiones se resalta el hecho que no se pretende
cuestionar si se crece o no, sino de cómo se crece. En este proceso, los economistas
neoclásicos, consideran, que, mediante la innovación tecnológica, se puede reducir el
consumo energético, o salvar recursos, al tiempo que continuar el proceso de
crecimiento.

De acuerdo con lo anterior, el desarrollo sostenible, modifica el enfoque del crecimiento


económico basado en las medidas y en los elementos tradicionales de la economía. De
igual manera, se critica la utilización del Producto Interno Bruto (PIB), como una
medida básica, para calcular el crecimiento económico, porque éste, tiende a desviarse
de uno de sus propósitos fundamentales, que sería reflejar el nivel de vida de la
población, lo que se consideraría como desarrollo económico el cual implica expandir o
realizar las potencialidades y llegar en forma gradual a un estado más completo, mayor
o mejor para toda la sociedad.

Teoría del centro-periferia.

La teoría del centro-periferia, teoría de la dependencia o del intercambio desigual es


“una versión ampliada de la tesis de la causalidad acumulativa” (Richardson, 1986,
pág. 117), y establece la estructura jerárquica de las regiones/países, define las
diferencias entre el centro y la periferia (las actividades más avanzadas se concentran
en el centro, el ambiente cultural es más favorable en el centro, la demanda creciente
de exportaciones es propia del centro y los rendimientos crecientes duraderos en el
tiempo son patrimonio del centro; sin embargo, las oportunidades de beneficio no son
percibidas ni utilizadas en la periferia, que a su vez es incapaz de adaptarse por falta
de mano de obra y de capital (Aydalot, 1985, págs. 147-148)), establece una relación
de dominación del centro (por su capacidad de innovación tecnológica e institucional)
sobre la periferia (no apta a la innovación), y concluye que las disparidades regionales
tienen su causa tanto en las relaciones interregionales como en la dinámica interna de
la periferia, incapaz de generar una dinámica propia de desarrollo (Prebisch, 1949;
Friedman, 1972; Lipietz, 1990).

La relación centro-periferia viene dado por un sistema colonial en el que los recursos
(trabajo, capital, materias primas y bienes intermedios) fluyen de la periferia al centro,
y en el que la tasa y la pauta de desarrollo de la periferia están controladas por el
centro con el fin de lograr sus objetivos económicos, políticos y sociales (Richardson,
1986, pág. 117), teniendo en cuenta que las regiones centro son subsistemas de la
sociedad organizados sobre una base territorial que tienen una gran capacidad para
generar y absorber cambios innovadores; mientras que las regiones periféricas son
subsistemas cuya senda de desarrollo está determinada fundamentalmente por las
instituciones de la región centro, con respecto a la cual se encuentran en una relación
básica de dependencia (Friedman, 1973, pág. 67).

El argumento de esta teoría está basado en la idea de que la periferia constituye, en sí


misma, un obstáculo para el crecimiento regional, ya que hace difícil acceder a los
mercados de inputs, a los mercados de productos, a la información y a los activos
innovadores. Si se identifica un centro dentro de un sistema interregional, la distancia
al mismo supondrá mayores costes y menores rentas. La contrastación de esta
hipótesis se encontrará sujeta a las tendencias opuestas de
concentración/descentralización que se produzcan en dicho territorio, además de al
azar.

Por lo anterior, la bipolaridad centro-periferia se produce en un doble sentido. En un


primer lugar, en la diferencia de renta per cápita, que tiende a crecer en el centro más
que la productividad del trabajo, ya que se beneficia de parte de los aumentos de
productividad verificados en la periferia, mientras que la renta per cápita de la periferia
tiende a crecer menos que la productividad, puesto que transfiere parte de los
incrementos de productividad a los centros. Y, en segundo lugar, en la diferenciación
de sus estructuras productivas y económicas que tiende a perdurar o, si se quiere, a
reproducirse bajo nuevas modalidades (Hounie et. al., 1999).

Ciudad compacta
Ciudad compacta se asocia, en muchos casos y de forma simplista, a ciudad vertical, a
ciudad construida con edificios altos (grandes o pequeños rascacielos). Siendo esta
asociación de ideas muy intuitiva y realidad en algunos casos, como el paradigma de
Nueva York, más exactamente Manhattan, no existe una relación obligada, unívoca,
entre compacidad y gran altura de la edificación. Ciudad compacta sí tiene una
referencia clara a un desarrollo urbano continuo y denso. Compacidad y densidad sí es
una asociación correcta y necesaria en la concepción de esta ciudad.

El concepto de ciudad compacta no sólo se refiere a la fábrica física, a la forma en que


está edificada, sino que implica una compacidad de funciones, una mezcla e
interrelación de actividades, favorecidas por la densidad, que comparten un mismo
tejido urbano, no segregadas por una zonificación unifuncional. La mezcla, la
hibridación, la proximidad de la vivienda, el comercio, el teatro, el parque, el colegio,
etc. son componentes inseparables de la ciudad compacta y una de sus cualidades
más positivas y garantía de una austeridad en el uso de las energías necesarias para
su funcionamiento.

Ciudad inteligente

La teoría dice que una ciudad inteligente es aquella que hace uso de los avances
tecnológicos para mejorar la calidad de vida de sus habitantes. La práctica, sin
embargo, sugiere que este concepto tiene múltiples matices e interpretaciones. "Una
ciudad inteligente es una urbe única que tiene un valor identitario", según Aina Calvo.
"En los tiempos que corren es una ciudad capaz de hacer mucho con menos. Es
necesario una buena gestión de los recursos para mantener la calidad de los servicios",
añadió la regidora de Palma de Mallorca.

Iñaki Azkuna advirtió del peligro de simplificar este concepto. Una ciudad inteligente,
bajo su prisma, no es Silicon Valley [área de California con alta concentración de
empresas tecnológicas] sino aquella donde la inteligencia "se pone al servicio del
ciudadano". El alcalde de Bilbao reflexionó también acerca del necesario equilibrio que
deben tener las urbes: "Si tenemos una ciudad para turistas, con un casco histórico
precioso, pero con la mayoría de sus barrios destrozados, esa ciudad no sirve para
nada. Hay que buscar un equilibrio y las tecnologías de la información deben de estar
al servicio de toda la ciudad".

Alberto Ruiz-Gallardón, por su parte, reivindicó el papel central de las ciudades. En su


opinión, la mayor transformación de la última década es el cambio de hegemonía de
los Estados a las ciudades. "Estas son las protagonistas del crecimiento económico y de
los cambios sociales. No existe ningún Estado capaz de liderar si no tiene espacios
urbanos para que ese liderazgo se produzca", argumentó. El problema que observa el
regidor madrileño es que los Estados no han comprendido la profundidad del cambio y
la necesidad de potenciar las urbes. "Una ciudad inteligente es aquella que aglutina
todas las características asociadas a este cambio organizativo. Desde el punto de vista
de las personas, es además una ciudad que se adapta a sus necesidades", aseguró
Gallardón.

En los espacios urbanos del futuro la colaboración público-privada se abre hueco para
reducir costes y mejorar la eficiencia. En este nuevo binomio Ferrovial ya tiene
experiencia. La compañía española firmó un contrato con el Ayuntamiento de
Birmingham en virtud del cual asume la gestión y el mantenimiento de las carreteras y
otras infraestructuras públicas de la ciudad británica. El acuerdo supone una inversión
de 2.700 millones de libras (3.200 millones de euros) en 25 años y tiene como objetivo
mejorar en un 30% la productividad y un 20% la eficiencia.
"Las ciudades las transforman los alcaldes, y las empresas servimos de catalizadores
para que se produzcan esos cambios. El sector privado puede ayudar a financiar a los
ayuntamientos y también puede contribuir a la gestión de la eficiencia. Las
administraciones deben dar un paso adelante aclarando el marco jurídico", reflexionó
Rafael del Pino. La compañía que preside ha alcanzado un acuerdo con el
Massachusetts Institute of Technology para impulsar iniciativas de ciudades
inteligentes por el que invertirá cinco millones de dólares (3,7 millones de euros)
durante los próximos cinco años.

Durante décadas las infraestructuras civiles han solucionado los problemas de las
ciudades y ahora parece que llega el momento de que la tecnología digital dote de más
eficiencia a las infraestructuras civiles. Pero, ¿cómo aplicar en la práctica los avances
tecnológicos? David del Val cree que el concepto de ciudad inteligente hay que
circunscribirlo al conocimiento en tiempo real de lo que ocurre en las ciudades,
interpretar los datos y dar el mejor servicio a los ciudadanos. "Para saber lo que ocurre
en una localidad lo que hacen falta son sensores que puedan medir determinados
parámetros (estado del tráfico, concentración de personas...) y enviar esa información
a centros de procesamiento de datos. En este sentido, para las empresas de
telecomunicaciones en el futuro va a ser más negocio la comunicación entre máquinas
que entre personas", indicó el directivo de Telefónica.

Del Val explicó que también funcionarán como sensores de lo que ocurre en la ciudad
los propios teléfonos móviles o la información que intercambian las personas a través
de las redes sociales. "Con todos estos instrumentos vamos a ser capaces de tener
información en tiempo real que servirá para mejorar la calidad de vida de los
ciudadanos", aseguró.

En el ámbito universitario también hay proyectos para la ciudad digital del futuro. Un
ejemplo es la Universidad de Alcalá. "Es necesario lograr una integración completa
entre los sensores que puedan existir en una ciudad inteligente y los sistemas de toma
de decisión. La aplicación de la tecnología servirá para lograr mejoras energéticas,
ecológicas...", describió Gutiérrez de Mesa, vicerrector de este centro.

En Bruselas preocupa el futuro de las ciudades y se estudia cómo los avances


tecnológicos pueden ayudar a resolver problemas. Mercé Griera, que trabaja para la
Comisión Europea, matizó durante el encuentro que una urbe avanzada no es aquella
que tiene muchos sensores, sino aquella que utiliza la tecnología con un propósito.
"Una ciudad inteligente debe reunir tres características. En primer lugar, contar con un
líder, un alcalde innovador y valiente que se atreva a tomar decisiones que a veces no
sean muy populares. El segundo rasgo es que esta localidad no dependa solo del poder
político, sino que exista un consenso, un acuerdo de colaboración, entre el sector
público y el privado. El tercer elemento para desarrollar una ciudad con este perfil es
que sus ciudadanos estén entusiasmados con el proyecto y lo respalden", señaló la
responsable de Tecnologías de la Información para el Crecimiento Sostenible.

Los expertos coinciden en que uno de los retos de la ciudad del futuro será aligerar la
burocracia y aumentar la transparencia en la toma de decisiones. "Debemos tener una
gestión transparente, que dé garantías jurídicas en la concesión de licencias", señaló
Calvo. "Cuanta más estructura generamos peor nos va. Es cierto que muchas veces las
administraciones locales asumimos competencias que no son nuestras, pero también
debemos entonar el mea culpa porque muchas veces somos los propios ayuntamientos
los que gestionamos de más o duplicamos servicios", añadió. Para la alcaldesa de
Palma de Mallorca otro de los aspectos clave será el civismo. "Es importante recuperar
el sentido de pertenencia, hacer corresponsables a los ciudadanos y alentar el
cumplimiento de las reglas del juego", comentó Calvo.

La teoría de los polos de desarrollo

El modelo fue presentado por Francois Perroux (“Los Polos de Desarrollo”) en 1955; seis
años más tarde fue adecuado a las te-orías de la economía espacial por Jaques
Boudeville (“Los Espacios Económicos”, 1966). En resumen, la teoría dice que si una
nueva industria se localiza en una región determinada, se producirán efectos
“negativos” y “positivos” tanto en la región propiamente dicha como en las que se
encuentran al otro lado de sus fronteras, pero que el resultado neto será positivo. Este
resultado neto de efectos positivos evitará que la nueva industria localizada conforme
un enclave y, por el contrario, se establezca un Polo de Desarrollo. La creación del polo
de desarrollo asume que la región es homogénea en sus recursos y potencialidades.
Los efectos positivos se concretan en el hecho de que la nueva industria transforma los
insumos locales y tener la capacidad de atender el mercado regional y también los
externos, sin olvidar los eslabonamientos hacia atrás y hacia delante a los que nos
referimos en el caso de Hirshman. Las tecnologías deberán ser intensivas en mano de
obra, para crear empleos y la población debe garantizar un nivel de demanda mínimo
para que la empresa siga su evolución natural. Sobre el particular, diremos que cuando
presentemos el modelo de Desarrollo Local para Bolivia, estas dos condiciones no serán
consideradas como necesarias. Lo que sí deberá quedar en claro es que deberá haber
un proceso continuo de reinversión por parte de las empresas, reinversión que no
necesariamente se orientarán a las actividades propias sino a la creación de otras
complementarias. La participación del Estado y de la población asentada en la región
debe ser fomentada y promovida. Según las nuevas perspectivas, las empresas
localizadas no tienen que ser forzosamente de tipo industrial, pues una de servicios
también puede lograr los efectos positivos deseados.

Teoría de la localización agrícola de Von Thünen

El inicio del estudio de temas de economía espacial es relativamente reciente, el cual


se da a partir de desarrollos apartados del cuerpo central de la teoría económica
tradicional.

El primer desarrollo teórico en la literatura, considerado cronológicamente, es del


alemán Johann Heinrich Von Thünen15, quien en su obra “El Estado Aislado” plantea, a
mediados del siglo XIX, un modelo de localización agrícola que parte del supuesto
elemental de un conjunto de consumidores rodeados por una gran llanura, sin
diferencias en la tierra y con idénticas posibilidades de transporte en todas direcciones,
es decir, un espacio totalmente homogéneo.

De manera concreta, Von Thünen construyó un modelo basado en los precios de la


tierra, la calidad de la misma y los costes de transporte; a partir de lo cual diseñó un
marco explicativo de la localización de los cultivos agrícolas en un espacio homogéneo,
en torno al mercado en el que se intercambiarían los productos, que para el autor
estaba representado por la ciudad.

En la economía espacial es necesario diferenciar dos categorías: el área de mercado,


entendida como la extensión de mercado de una unidad de producción que se localiza
en un punto del espacio geográfico, y el área de abastecimiento, constituida por un
conjunto de actividades productivas diseminadas en torno a un mercado central, al
cual abastecen. El modelo de Von Thünen centra el análisis en esta última.

Una característica de las actividades económicas que pueblan las áreas de


abastecimiento es el uso predominante del factor tierra. Esa condición las obliga a
dispersarse en el espacio geográfico y asumir mayores costos de transporte que elevan
el precio de mercado de los productos agrícolas; así, dado que la tierra es escasa, el
pago por el uso de ese factor asume un carácter de “renta económica”16, como se
expresa en el gráfico 1.

En coherencia con la idea neoclásica tradicional, en el planteamiento de Von Thünen


esa renta económica depende del Producto Marginal de la tierra y de su distancia al
mercado de distribución y consumo; a su vez, el producto marginal está determinado
por la fertilidad.

Cuando la distancia es un determinante esencial en la conformación de la renta, el


modelo de localización agrícola denomina a esa renta como “renta de localización”.

A partir de lo anterior, es claro que el análisis de Von Thünen sobre localización de las
actividades agrícolas en las de áreas de abastecimiento se basa en un juego de
oposición de contrarios. De un lado, se considera a la renta como el factor que presiona
la dispersión de las actividades económicas; y del otro, el costo de transporte como
aquel factor que presiona la concentración de actividades alrededor del mercado de
consumo.

El equilibrio final entre estas fuerzas deriva en una distribución de uso de la tierra, cuyo
estudio es el propósito central la teoría de la localización de Von Thünen. Una
Característica importante del modelo es el nivel de agregación del análisis propuesto,
lo cual conduce a definir la distribución global de un conjunto de actividades
competitivas en un área geográfica determinada.

Contrario a ello, los modelos posteriores de localización industrial focalizan el análisis


en una firma, con el propósito de responder ¿cuál es el mejor lugar en el que se debe
realizar la actividad? La teoría de localización agrícola busca, en cambio, explicar ¿qué
se debe producir en un lugar dado?

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