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Temas de Exposicion
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2. CARACTERÍSTICAS O PRINCIPIOS.
concentra por la reunión de los tres elementos esenciales al mismo, que son el
juez y las partes demandante y demandada.
3. PROCEDIMIENTO.
prueba y para ello muchas de las veces necesitan algún tiempo para procurarse
los recursos necesarios para ello.
9. LA AUDIENCIA COMPLEMENTARIA.-
El parágrafo I, del artículo 84º de la Ley Nº 1715, regla: “Si la prueba no hubiere
sido totalmente recepcionada en la primera audiencia, en la misma se señalará
día y hora de audiencia complementaria, que se realizará dentro de los diez (10)
días siguientes. La audiencia no podrá suspenderse por ningún motivo ni dejará
de recepcionarse la prueba, ni aún por ausencia de alguna de las partes, excepto
en el único caso que el juez decida prorrogarla por razones de fuerza mayor.
La audiencia complementaria es una consecuencia de la primera audiencia, el
Juez Agroambiental debe señalarla a la conclusión de la misma, siempre y
cuando no se hubiere diligenciado en ésta toda la prueba.
La finalidad primordial de la audiencia complementaria, es la de recibir la prueba
no diligenciada en la primera audiencia: Por ejemplo, en esta audiencia se oirá
el informe pericial cuando se ha dispuesto esta prueba en la primera audiencia;
lo que sucede en la práctica es que una vez que se ha admitido la prueba pericial,
en el transcurso de la primera audiencia, se toma el juramento al perito, se le
hace conocer sobre qué puntos versará la pericia y se le otorga un plazo para su
informe, término que muchas veces es superior al tiempo en que debe realizarse
la primera audiencia (15 días computables desde el señalamiento de la misma),
resultando como consecuencia que el informe respectivo del técnico o
profesional designado deberá necesariamente ser presentado en la audiencia
complementaria. Actualmente quien hace el informe pericial es el Personal
Técnico de Juzgado, dicho trabajo se realiza normalmente de forma paralela a
la inspección judicial, lo que significa que hay que prorrogar la audiencia para su
consideración.
Otra circunstancia que se puede presentar es en el diligenciamiento de la
inspección judicial, cuando admitida ésta o señalada de oficio, por ejemplo, sea
11. CONCLUSIONES. -
11.1. El proceso oral agroambiental es un proceso mixto, con predominio de la
palabra hablada sobre los actos escritos. Luego de la demanda, reconvención y
la contestación a ambas, además de los recursos impugnatorios, que son
escritos, los demás actos se concentran y se realizan en la audiencia.
11.2. Plena vigencia del principio de inmediación, el juez mantiene un contacto
directo y personal con las partes, preside las audiencias y recibe por sí mismo
las pruebas; las partes de su lado están obligadas a asistir personalmente a las
audiencias.
11.3. Se elimina la dispersión de los actos procesales y, se verifica, por el
contrario, una concentración de los mismos en la audiencia.
11.4. El juez Agroambiental asume un papel protagónico en su condición de
director del proceso, ejercitado el principio dispositivo por las partes, el gobierno
del proceso corresponde al juez, ello sin perjuicio de los poderes que
corresponde a las partes; resultando responsable en caso de que el ejercicio de
sus poderes derive en perjuicio de los justiciables.
11.5. Existe una eficaz publicidad del proceso agroambiental, las audiencias son
abiertas al público, salvo los casos de excepción previstos por la ley, la moral, el
orden público y las buenas costumbres.
BIBLIOGRAFIA CONSULTADA
1 COUTURE, Eduardo J. Fundamentos de Derecho Procesal Civil, Pág. 199,
Buenos Aires, Ediciones Depalma. 1981.
2 VÉSCOVI, Enrique, Teoría General del Proceso, Bogotá, Editorial Temis, 1984,
Pág. 59.
3 PALACIOS ANTEZANA Alfredo, Lecciones de Derecho Procesal Civil, Tomo I,
Segunda Edición, Editorial Tupac Katari, pág. 39.
Sin duda el rol del juez, necesariamente, vendrá acompañada de una respuesta
acerca de los poderes que debe tener el juez en el desarrollo de la actividad
jurisdiccional. Es evidente que la aproximación que se haga a una interrogante
de este tipo no es necesariamente desinteresada, puesto que supone una opción
de política procesal de gran relevancia. Por ende, este tiene su sustento que
frente a los fines que debe intentar aproximarse el proceso agroambiental no
cabe otra figura que la de un juez activo, provisto de los poderes necesarios para
alcanzar una decisión justa -basada en la verdad-, en un tiempo razonable, con
estricta sujeción al procedimiento legalmente previsto y con el menor costo
posible para el Estado y el ciudadano.
Las próximas líneas están destinadas a sentar algunas ideas acerca del rol que
debería desempeñar el juez en el proceso agroambiental y, consecuentemente,
de los poderes que debería estar revestido en relación a esa función. Para tal
objetivo es necesario en primer lugar (1), precisar por qué es necesario
preguntarse por los fines del proceso agroambiental y describir las principales
concepciones que la doctrina ha construido para sistematizar sus fines y explicar
cómo la posición que se adopte entre los diversos modelos incide directamente
en el reconocimiento e intensidad de los poderes del juez. En segundo lugar (2),
se describe brevemente las grandes concepciones asentadas por la doctrina en
torno a la asignación de una finalidad al proceso agroambiental, justificando que
el proceso debe orientarse a la toma de decisiones justas. Luego (3) se pretende
demostrar que los poderes del juez (probatorios, ordenatorios y de aplicación del
Derecho) pueden justificarse en la consecución de los fines del proceso
agroambiental.
Los poderes del juez están en íntima conexión con el fin que se proponga del
proceso agroambiental; no obstante, la intensidad de esos poderes siempre es
posible situarla en una escala, donde algunos sistemas preferirán una mayor
participación del juez en la actividad procesal, mientras otros lo reducirán a lo
estrictamente necesario aun cuando tienen identidad de fines.
Una primera aproximación es la que brinda aquel modelo que otorga al proceso
la única finalidad de resolver conflictos jurídicamente relevantes. Para este
modelo el proceso agroambiental debe cumplir una función eminentemente
pragmática puesto que se destina a lograr la paz social mediante la extirpación
del conflicto. En este aspecto el proceso se orientaría básicamente a la obtención
de la certeza jurídica por medio de la cosa juzgada, no exigiendo a la decisión
ninguna condición especial, más allá de las estrictamente procesales (requisitos
formales y plazo de dictación). Así, la eficacia del proceso judicial estaría dada
por la eliminación definitiva de la incerteza en la titularidad de una relación
jurídico-material, y la composición pacífica de una controversia entre sujetos
particulares.
Esta primera concepción está unida a dos dogmas que condicionan la posición
y rol del juez en el proceso. El primero es la necesidad de proteger la
imparcialidad del juez. Esta concepción entiende que dotar al juez de poderes
en el ámbito probatorio implica despojarlo de su necesaria imparcialidad, de
manera que el legislador se debe reducir al mínimo la intervención del órgano
jurisdiccional en el ámbito de la prueba. Si el proceso se mira únicamente como
un procedimiento para solventar contiendas entonces es claro que el juez ningún
rol relevante puede jugar que no sea el de resolverla. Se rechaza, de igual forma,
que la verdad sea un fin u objetivo alcanzable por medio del proceso,
sustituyendo gnoseológicamente lo "verdadero" por lo "probable.
De lo dicho surgen dos interrogantes: ¿qué verdad intenta alcanzar este modelo?
¿A qué verdad se refiere? Desde luego que cuando se hace referencia a la
verdad como finalidad probatoria se debe descartar a la verdad absoluta, que
parece ser un concepto al que frecuentemente se recurre cuando se quiere
impugnar esta finalidad de la prueba. Este tipo de verdad supone que el
enunciado fáctico introducido por la parte debe ser necesariamente verdadero, lo
que es imposible determinarlo en un proceso judicial y aún fuera de él. Constituye
un error entender la relación entre prueba y verdad en términos de prueba y
verdad absoluta. Esta última no es posible alcanzarla en ninguna parcela del
conocimiento humano ni siquiera en las denominadas ciencias duras, como la
matemática o física, y parece estar entregada a los terrenos de la religión y la
metafísica.
Así entonces el juicio de hecho se concibe como una elección entre los
diferentes discursos narrativos racionalmente presentados por las partes y que
pueda sostenerse con mayores elementos de confirmación, esto es, no hay una
verdad absoluta sino una más probable.
Por otro lado, la complejidad actual de las relaciones jurídicas y sociales impide
mirar al fenómeno procesal de manera aislada suponiendo que únicamente
existe un interés interpartes en la solución de un conflicto. La realidad muestra
que los actores públicos y privados dirigen su mirada y se preocupan
constantemente por lo que resuelven nuestros tribunales de justicia, y que las
decisiones que ahí se toman suelen tener importantes repercusiones ejemplo
La pregunta por la eficiencia del proceso no puede contestarse sin recurrir a los
fines. Un proceso no puede ser considerado eficiente o ineficiente por sí solo,
sino en cuanto permite acercarse a un determinado objetivo que orienta la
actividad procesal. De ahí la importancia de adjudicar al proceso un determinado
fin, puesto solo así es posible medir su eficiencia. Sin una finalidad no es posible
medir la eficiencia y sin esta tampoco es posible alcanzar esa finalidad.
Se podrá apreciar que se trata de finalidades que pueden estar en pugna. Si una
o ambas partes no están dispuestas a solventar los gastos asociados a la
recolección y práctica de la prueba entonces la posibilidad de que la decisión
que se adopte en ese proceso se funde en la verdad es mucho menor. Por
añadidura si de lo que se trata es que el proceso articule la mayor cantidad de
etapas para ingresar -y, por ende, no excluir-todo tipo de material probatorio
relevante y útil, entonces la posibilidad de que ese proceso se torne lento y
engorroso es muy alta. Desde luego que ni el Estado ni el ciudadano común
están en condiciones de asumir íntegramente los costos del proceso, máxime
Desde esta perspectiva es razonable entender que la eficiencia del proceso está
definida por ese doble juego: por un lado, alcanzar la verdad como sustrato de
aplicación de la norma jurídica, y; por el otro, constituirse como un cauce racional
y económico que, sin olvidar su finalidad esencial, permita hacer frente a la
demanda de justicia. Lograr el justo equilibrio en esta relación es una tarea
compleja que exige un estándar elevado de justificación de la regla legal que se
aleja de un valor para aproximarse al otro.
Según esta idea es posible afirmar que las partes no asumen un papel
cooperativo para descubrir la verdad, y hacen un juego de sumatoria cero para
alcanzarla. Nada asegura que el choque libre de las fuerzas en litigio asegure la
obtención o el mejor acercamiento de la verdad. Las partes intentan satisfacer
los umbrales que impone la carga de la prueba y, por regla general, no asumirán
muchos riesgos en la actividad probatoria. En efecto, si desconocen el resultado
que puede ofrecer una determinada fuente de prueba lo más probable es que se
abstengan de ingresarla al proceso. Por ejemplo, si saben de la existencia de un
testigo pero ignoran qué declarará lo más razonable es que no asuman el riesgo
de citarlo a declarar. En simples palabras, merman la eficiencia del proceso.
Por otro lado, si las partes gozan de libertad para aportar los medios de prueba
que estimen convenientes porque son titulares de un derecho de defensa,
Desde esta perspectiva la tarea del juez en la recolección del material probatorio
es esencial. Y se puede visualizar dos motivos: en primer lugar, permite que se
ingresen al proceso todas aquellas fuentes de prueba que las partes, por uno u
otro motivo, han renunciado a aportar o que han aportado de manera incorrecta
cometiendo un yerro en la selección del medio idóneo para introducir una fuente
de prueba. El juez, a diferencia de las partes, no hace un ejercicio de valoración
hipotética del resultado de la fuente omitida, sino más bien pondera su utilidad y
pertinencia para los efectos del proceso. Le es indiferente si tal prueba
favorecerá a una u otra parte. Intenta corregir las exageraciones de la utilización
del método dialéctico en la recolección del material de conocimiento, puesto que
la actividad de las partes al ser eminentemente interesada (y está bien que así
sea), puede mitigar las posibilidades de alcanzar la verdad. En segundo lugar,
esta prueba sirve para enriquecer el material de conocimiento sobre el que
operará el juicio de hecho. Mientras más prueba exista mayor serán los datos
informativos utilizables para fundamentar la sentencia. La posibilidad resolver el
conflicto sin necesidad de recurrir a la carga de la prueba son mayores si el juez
cuenta con la posibilidad de aportar prueba.
Por cierto que determinar el momento procesal adecuado para dar al juez la
posibilidad de acordar prueba es una decisión que puede venir definida por
motivaciones de eficiencia. Parece ser que la posibilidad de adoptar medios de
prueba adicionales una vez que han tenido lugar y se ha observado la eficacia o
ineficacia de la prueba propuesta por las partes, presta un grado mayor de
eficiencia en la obtención de la verdad, puesto que solo así el juez está en
condiciones de evitar una decisión fundada en las reglas de la carga de la
prueba. Esta actividad probatoria opera en base a la existencia de hechos
dudosos, y tiende a excluir la duda en los resultados probatorios.
Los poderes procesales o de gobierno del proceso son aquellos que permiten al
órgano jurisdiccional gestionar y controlar, en todas las etapas del proceso, sus
aspectos formales, relativos al desarrollo procedimental, sin injerir el fondo de la
decisión. Dentro de este género es posible distinguir entre aquellos poderes que
se refieren al impulso procesal, y a los que se dirigen al control de la legalidad
de los actos y de los presupuestos procesales.
El segundo aspecto donde los poderes del juez juegan un papel relevante es en
el impulso procesal.
el juez pueda examinar la procedencia de una pretensión a la luz del marco legal,
por mucho que las partes hayan guardado silencio y no hayan discutido algunos
extremos netamente jurídicos de esa pretensión. El asunto es si esa libertad le
permite desvincularse de la calificación jurídica para acoger una pretensión con
base jurídica distinta a aquella que fue alegada.
Sin embargo, el poder del juzgador para aplicar el Derecho tampoco puede ser
absoluto. Existen límites que parecen no estar asumidas por la doctrina y
jurisprudencia. Cuando el litigio se desarrolla y resuelve en base a las
alegaciones jurídicas y calificaciones formuladas por las partes, no hay conflicto
de ningún tipo, y ahí es posible afirmar que el juez tiene una libertad absoluta
para la definición y aplicación de los materiales jurídicos. Pero, como muy bien
observa la doctrina, la desvinculación del juez a los puntos de vista jurídicos
sostenidos por las partes en el debate puede ocasionar reparos en relación al
derecho de defensa. Estos reparos se centran en lo novedoso y sorpresivo de la
calificación jurídica en que se sustenta la condena y respecto de la cual el
demandado nada ha podido alegar u objetar durante el proceso.
Bajo esta premisa encaja el segundo problema de la máxima iura no-vit curia y
que sí atañe a este trabajo: determinar si razones de eficiencia del proceso
permiten justificar la creación de alguna regla procesal que permita someter a la
contradicción de las partes una nueva calificación, de manera de evitar una
sentencia netamente jurídica que se limite a rechazar la demanda cuando los
materiales jurídicos han sido mal invocados. Se trata de hacer efectivo el derecho
de defensa de las partes en el debate estrictamente jurídico, con la finalidad de
facilitar la dictación de una sentencia que resuelva definitivamente la
controversia. Cuando el ordenamiento impide a las partes discutir y reconsiderar
los puntos de vista jurídicos iniciales el respeto por la contradicción desarrollada
es justificación suficiente para no reconocer una libertad al juez en la aplicación
del Derecho. Pero, al contrario, si se da la posibilidad a los litigantes de discutir
la tercera tesis o la modificación de la calificación jurídica de los hechos que
pretende hacer el juez, entonces no habría inconveniente en reconocer un poder
amplio del órgano en la utilización de los materiales jurídicos.
20-CONCLUSIONES
Con todo, el Estado tiene un interés en lograr una decisión justa basada en la
verdad, derivada de exigencias racionales en la valoración de la prueba y del
funcionamiento del Estado de Derecho. Es claro que cuando los tribunales
aciertan en sus decisiones adjudicando a quien efectivamente cumple con los
presupuestos de hecho de la norma jurídica, agrega un incentivo al cumplimiento
espontáneo del Derecho. Por el contrario, si nada asegura que el infractor de
una ley será efectivamente sancionado por ese hecho entonces decae
automáticamente el interés del justiciable de ajustar su conducta a la norma
jurídica. De igual modo, las decisiones judiciales se insertan en un escenario
general donde lo decidido en un proceso determinado puede tener implicancia
directa en otro ámbito; por ende, adjudicar correctamente es indispensable para
el correcto funcionamiento de un sistema interconectado.
Que debe realizar un juez o jueza en una audiencia? A pesar de lo sencilla que
parece esta pregunta, pareciera que no siempre se tiene claridad sobre su
respuesta. A primera vista se dirá que debe resolver las cuestiones que se les
presentan. Luego, ante una mayor reflexión se dirá que para ello debe además
administrar el debate a fin de poder comunicar su decisión con posterioridad. Así,
se dirá que en definitiva debe dirigir la audiencia, dando la palabra al solicitante,
luego dando traslado a la contraparte y finalmente emitir su decisión. Lo anterior
parece ser correcto. Resulta innegable que gran parte dela labor de una jueza o
un juez dentro de una audiencia radique en aquello. Sin embargo, ¿es eso todo
lo que hace o debe hacer en una audiencia?, ¿no existen acaso otras cosas que
debe realizar?, ¿no hay otras cosas que hace al mismo tiempo que administra el
debate y decide?
Sobre estos aspectos se tratará a lo cual se acudirá primero a las distintas
funciones que debe desarrollar una jueza o un juez dentro de una audiencia,
para posteriormente revisar que dichas funciones deben ser cumplidas con un
sentido estratégico.
1. Juez como autoridad que adopta decisiones
Esta es la primera función que surge al reflexionar acerca de qué debe hacer
toda jueza o juez. En efecto, todo el sistema judicial y buena parte del sistema
político gira en torno a la idea de que los tribunales deben resolver las distintas
cuestiones que se les plantean. Sin embargo, es necesario reflexionar un poco
más acerca de esta primera idea para ver cómo ésta se puede concretar en la
práctica en un sistema por audiencias. Para esto, es útil diseccionar el punto en
dos niveles: uno particular y otro general.
A nivel particular, se trata de analizar el trabajo que debe realizar la jueza o
juez para que esté efectivamente en condiciones de adoptar y comunicar una
decisión correcta en el contexto de una audiencia concreta.
Una primera cuestión a analizar en este nivel particular es cómo la jueza o el
juez logra asegurar un acceso razonable a información útil y suficiente para
adoptar su decisión. Esto se traduce a su vez en la necesidad de contar con un
método específico para la producción y depuración de la información requerida
paradecidir en la misma audiencia. Aquí lo relevante es entonces administrar el
debate ¿Pero cómo se hace?
En un sistema escrito, esto es algo mucho menos estresante para un juzgador.
Por lo general, basta la técnica del traslado: una persona hace una solicitud por
escrito, luego se da la posibilidad a que la contraria responda dicho
planteamiento también por escrito; y finalmente el tribunal analiza dichas
presentaciones en su escritorio, pudiendo tomarse el tiempo necesario para
afección por parte de la comunidada sus normas e instituciones y ayudar con ello
a construir una mayor seguridad jurídica y paz social.
En otra dimensión, alguien podría sostener que este planteamientoes en extremo
ingenuo y que no es mucho lo que en realidad un tribunal podrá aportar a dicho
loable objetivo. Sin embargo, piénsese lo poco que nuestras comunidades saben
sobre el sistema judicial; y cómo dicho ámbito ha estado por años y años excluido
de la formación escolar. El escaso conocimiento que en general la comunidad
detenta acerca del sistema judicial tiende a ser muy intuitivo y distorsionado en
relación a la justicia agroambiental. No obstante, ¿qué se sabe sobre los
requisitos para que proceda una acción reivindicatoria, o para pedir el
cumplimiento de una obligación, etc,?
Preguntas como estas pueden ser infinitas y en la medida que la comunidad vaya
conociendo sus respuestas, ello necesariamente va incidir en un espíritu cívico
más sólido. Por último, el impacto que puede tener que una jueza o un juez
señale de un modo directo y claro a una persona todas estas cuestiones, y en el
contexto de un conflicto preciso, es altísimo, mucho más si simplemente lo
escuchara por ahí.
distinguiendo, por una parte, la “gestión judicial del caso” y, por otra, lo que
llamaremos la “dimensión agenda” y la “dimensión caso”.
La gestión judicial del caso; La idea central de esto es que la respuesta judicial
tenga una flexibilidad tal que pueda adaptarse a las necesidades concretasde
cada uno de los casos.
De esta manera, la mayoría de los casos que ingresan al sistema judicial son
bastante sencillos en el sentido que la controversia entre las partes está muy
limitada o es de una resolución relativamente sencilla. En este universo, lo
central de la respuesta judicial debe ser su prontitud, identificando
tempranamente que se tratará de un caso que se podrá resolver a través de un
mecanismo alternativo de solución de conflictos o por medio de una forma
simplificada de juzgamiento. Esto permitirá evitar una “tramitación lineal del
caso”, en la que se deberá agotar todas y cada una de las etapas previstas en
la ley, normalmente para los casos más complejos, cuestión que lejos de
importar un valor agregado a la respuesta judicial, únicamente significará un
retraso en la resolución definitiva. De ordinario, esto también requerirá que el
tribunal realice un análisis preliminar en cuanto qué tipo de información,
específica, acotada y de fácil obtención, puede ser requerida a las partes o a
terceros, a fin de que esté disponible al momento de la realización de la primera
audiencia, de forma tal de asegurar que efectivamente se podrá resolver el
asunto en aquella sin necesidad de citar a una segunda audiencia de juicio.
En otro extremo están los casos más complejos que aunque numéricamente son
bastante excepcionales, una inadecuada respuesta judicial a su respecto
afectará de forma negativa al funcionamiento del sistema en su conjunto. Aquí
nuevamente es necesario que la jueza o juez logre prever las especiales
necesidades de estos casos y adaptar la respuesta judicial a éstas. Aquí lo
relevante puede ser en ocasiones establecer ciertas reglas de descubrimiento o
acceso judicial a la prueba como podría sucedercon un demandado que está en
la necesidad de revisar una gran cantidad de información contable o de otro tipo
que está en poder de la contraparte o de un tercero, o en establecer ciertos
acuerdos con las partes acerca de cómo se va a ofrecer y rendir un gran cúmulo
de prueba documental.
Como se puede apreciar, para que el sistema judicial esté en condiciones de
adaptar la respuesta procesal que entregará a los distintos tipos de casos, resulta
indispensable entregar a las juezas y a los jueces la responsabilidad sobre su
oportuna resolución, superando la visión tradicional de pasividad judicial en
cuanto al curso del procedimiento. En esta concepción la jueza o juez asume
una posición proactiva tanto en el control del curso procesal como en la
promoción del uso de métodos alternativos o abreviados, requiriéndose un
estudio preliminar y profundo acerca de las necesidades concretas de cada caso
Sólo una vez que ya se ha realizado todo este trabajo relativo a la gestión judicial
del caso, entran a jugar lo que hemos denominado como las dimensiones
agenda y caso; es decir, éstas últimas operan cuando ya se han adoptado por
parte del tribunal las decisiones fundamentales acerca de la tramitación del caso,
conforme a sus necesidades concretas. De esta manera, la audiencia respectiva
ya está agendada y ahora la jueza o juez debe anticipar su conducta específica
a desarrollar en ella.
Sin perjuicio de lo anterior, se cree adecuado relevar una circunstancia en
extremo importante. Este trabajo de pre-audiencias no se agota solo en los
hilo conductor de su relato. Para evitar esto, bastaría que la jueza o juez antes
de dar la palabra pidiera al litigante que señale con precisión su solicitud. Hecho
esto, conviene preguntar desde ya a la contraparte su posición al respecto, esto
es, si se va a oponer o si va a existir un allanamiento, sea total o parcial. Esto
presenta una doble ventaja: por un lado, permite maximizar el uso del tiempo
destinado a la audiencia, pues si existe un allanamiento total de la contraparte,
el tribunal probablemente estará en condicionesde decidir desde ya respecto de
la solicitud; por otro, si no existe un allanamiento total, aquello permitirá al tribunal
hacerse una idea inmediata y sencilla acerca de los términos del debate, cuestión
que también facilitará la labor de fundamentación delsolicitante y así centrar de
mejor manera la discusión.
Junto con identificar la cuestión precisa que requiere el pronunciamiento del
tribunal, es necesario además que la jueza o juez logre advertir si está ante un
contexto confrontacional, consensual o notarial.
Por confrontacional nos referimos a aquel en donde el tribunal debe ejercer
primordialmente su labor adjudicativa, esto es, escucharlos planteamientos de
las partes, identificar el conflicto y las normas jurídicas aplicables, advertir sobre
quién pesa la carga argumentativa y/o de la prueba; y por último decidir
amparando total o parcialmente el interés de alguna de las partes.
El contexto consensual, en cambio, sería aquel en que la labor del tribunal está
destinada a acercar posiciones entre las partes y persuadirlas acerca de la
conveniencia de lograr algún tipo de acuerdo. Aquí la jueza o juez no impone
una decisión, sino que busca resolver un conflicto o disputa a partir de la propia
voluntad de las partes. Por último, entendemos por contexto notarial a aquel
en que la función de la jueza o juez se limita a constatarla concurrencia de ciertos
supuestos legales a fin de emitir un determinado pronunciamiento, con
prescindencia de cuál pueda ser el interés concreto de las partes.
Distinguir los diferentes contextos es de importancia, pues permite al tribunal
adecuar su función de dirección de audiencia hacia la consecución de los
objetivos y a la vez resulta indispensable para adoptar una decisión correcta. Así,
por ejemplo, en el confrontacional, lo relevante será el interés particular de cada
parte y, en cambio, en el notarial de ordinario concurrirá un cierto interés
público que excede el de las partes y que impone al tribunal la obligación de
revisar el cumplimiento de ciertos supuestos antes de decidir. Pues bien, si el
tribunal no tiene esto claro, puede que, pensando que está en un contexto
confrontacional, acceda a una determinada petición por el solo hecho de no
existir oposición de la contraparte, pero sin realizar un estudio detenido acerca
de sisatisfacen las exigencias legales. Lo mismo sucedería si la jueza o el juez
intentara conciliar una materia que más bien corresponde a un ámbito notarial.
Por otra parte, si el tribunal tiene conciencia clara que está ante un contexto
consensual, deberá en la conducción de la audiencia generar las condiciones
para propiciar un acuerdo.
Se debe considerar además que no siempre será tan sencillo diferenciar dichos
contextos. Esto sucederá por ejemplo si estando en un contexto claramente
confrontacional, el tribunal advierte que existe espacio para generar acuerdos.
Ocurriendo aquello, la jueza o juez debiera tener la suficiente flexibilidad para
modificar su labor. Aquí se debe resaltar que el contexto consensual no se agota
en la sola conciliación ordenada por la ley. Muchas veces, el tribunal podrá
generar consensos importante en distintos momentosprocesales y respecto de
distintas materias. Piénsese por ejemplo, en cuestiones tales como que la causa
se pueda resolver por algún procedimiento más simplificado (allí donde la ley lo
permite), o bien en otras cuestiones, como relevar a ciertos hechos de prueba,
otros acuerdos sobre la utilización de los tiempos dentro de la audiencia o
cualquier otra circunstancia que atañe a la causa. Esta situación sería
particularmente importante en casos complejos, en donde se podría incluso
definir un verdadero itinerario procesal en cuestiones tales como el
descubrimiento o acceso judicial a la prueba, como ocurriría en un caso en el
que existiendo mucha prueba documental, se pudieran generar ciertos acuerdos
sobre los tiempos que tendrán las partes para examinar adecuadamente cada
uno de los documentos de la contraria y la forma concreta en que se realizará
dicho examen. Acuerdos de ese tipo, perfectamente podrían ser adoptados en
el marco de una audiencia preparatoria,o incluso antes, a fin de que las partes
estén realmente en condiciones de planificar sus estrategias procesales, sopesar
las ventajas y desventajas de ir a juicio y acotar el ámbito litigioso;todo lo cual
impactaría en simplificar la labor judicial.
3. Advertir la teoría del caso y/o interés de las partes, con desapego de lo
que puedan ser las propias creencias y evitandola precipitación o prejuicio.
Existen múltiples formas de entender a la teoría del caso. Así, se ha dicho que
corresponde al “…conjunto de actividades estratégicasque debe desarrollar un
litigante frente a un caso, que le permitirán determinar la versión de hechos que
sostendrá ante eltribunal, y la manera más eficiente y eficaz de presentar
persuasivamente,las argumentaciones y evidencias que la acreditan en un juicio
oral” También se ha caracterizado a la teoría del caso como un punto de vista y
como la idea básica y subyacente a toda la actividad realizada por el litigante,
que no sólo explica la teoría legal y los hechos de la causa, sino que además
vincula aquello con la evidencia en un todo coherente y creíble. Su importancia
es indiscutible si se considera que el procedimiento“…es estructuralmente, en
todos sus aspectos, un proceso <<entrepartes>>.” que trata de “…una situación
compleja en la que varias historias son construidas y contadas por diferentes
sujetos desde diferentes puntos de vista y de distintas maneras.”.
Con las citas anteriores se quiere relevar que el tribunal se aproxima a la realidad
de cada caso a partir de los relatos que realizan los litigantes, que a su vez están
basados sobre la prueba o sobre ciertos antecedentes y que además buscan
satisfacer una determinada teoría legal o interpretación jurídica. De esta forma,
cada jueza o juez debe ser capaz de distinguir dentro de la exposición que cada
parte realiza dentro de una audiencia aquello que constituye la petición concreta
que somete a decisión del tribunal, su base fáctica, la prueba o antecedentes
que la sustentan y la teoría jurídica que le subyace, como un requisito
indispensable a fin de adoptar decisiones acertadas y justas.
4. Desagregar el debate en tantos puntos como sea necesario para focalizar
el análisis de la cuestión y avanzar hacia su resolución, siguiendo para ello
un orden lógico conforme alos presupuestos de hecho y/o de derecho.
En el paso anterior, se pudo ver la importancia de desagregar el debate. Ahora
simplemente se quiere llamar la atención sobre las múltiples formas que existen
para desagregar el mismo. En el ejemplo, la desagregación fue realizada a partir
de los elementos jurídicos de la teoría legal. Sin embargo, las alternativas son
múltiples. Obviamente, el tribunal puede también desagregar el debate en torno
a los hechos o a la prueba. Por otra parte, no existe un único orden de
desagregación y cómo hacerlo es una cuestión que variará caso a caso y que
- Ayudas memográficas: Debido a que la memoria nos puede jugar una mala
pasada en medio de una intervención judicial, es importante tener a la mano
material gráfico (cuaderno de notas por ejemplo) que nos permita conocer cuáles
serán los puntos más importantes que serán tratados en la audiencia, así como
la idea central de los argumentos a esbozar. Lo anterior, nos permitirá tener un
discurso continuo y eficaz.