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LA TETERA

Revista de diversidad y disidencia sexual


31 AGOSTO, 20178:50 PM

WERNER SCHROETER EN
ARGENTINA: SEXUALIDAD Y
DICTADURA DURANTE LA
TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA
.

Por Emmanuel Theumer / En 1983, el cineasta Werner Schroeter


(1945-2010) visitó Buenos Aires invitado por el Instituto Goethe.
Schroeter —coronado en el under del nuevo cine alemán, objeto
de culto en las estanterías de cine homo-sensual y queer— brindó
un seminario y aprovechó su estancia para documentar la
temprana transición democrática. Entrevistó a militantes de
derechos humanos, familiares de víctimas, marginales,
sindicalistas, homosexuales y prostitutas, haciendo de cada uno de
estos relatos un conjunto de retazos de la incipiente apertura
democrática. Pero las amenazas no tardaron en llegar. Incluso a
finales de los años noventa pueden encontrarse informes de la
Comunidad de Homosexuales de Argentina (CHA) recordando el
episodio. Schroeter recibió fuertes amenazas por parte de un
Comando de Moralidad, lo que obligó su huida inmediata y un
posterior regreso en 1985, cuando el clima instalado por el Juicio a
las Juntas le permitió concluir su trabajo. Originalmente destinado
al público francés, este documental fue titulado De l´Argentine
(1986).

La cinta inicia con un registro de la visita oficial de Juan Pablo II,


en 1982, contrastándolo con una interpretación de La vida de
Galileo (1939), de Bertolt Brecht, a cargo de nuestra primera
actriz del drama, Cipe Lincovsky. Este inicio tenso, que involucra
devoción e inquisición, puede operar como una clave visual para
el resto del documental. Schroeter ofrece un encuadre singular,
en parte posible por la distancia que le otorga su extranjería, lo
que le permite abordar posiciones antagónicas presentes durante
la transición democrática argentina. Esto le aleja —como ha
subrayado la crítica del cine Paola Margullis—de la tendencia
dominante en su época: documentales de “tolerancia” que
tomaban a la democracia formal como punto de llegada glorioso o
redención republicana. Este conflicto que acentúa no atañe solo a
las demandas de juicio y castigo a los dictadores, sino también
habilita otros retazos de memoria. Hablamos de la participación
de la Iglesia en la legitimación de la última dictadura cívico-militar.
Nos referimos, por caso, a las razzias a homosexuales
perpetradas durante la visita de Juan Pablo II, cuyo recuerdo ha
sido transmitido en las memorias maricas de los ochenta por su
crueldad y ultranza. Conviene recordarlo: según el brazo punitivo
dictatorial, los argentinos eran derechos y humanos, lo que volvía
indispensable una regulación heterosexista del espacio público.

SE ALEJA DE LA TENDENCIA DOMINANTE EN SU ÉPOCA:


DOCUMENTALES DE “TOLERANCIA” QUE TOMABAN A LA
DEMOCRACIA FORMAL COMO PUNTO DE LLEGADA
GLORIOSO O REDENCIÓN REPUBLICANA.

En De l´Argentine, Gabriel, un niño de marcada condición


marginal, es elegido para recorrer una cartografía política-cultural
desgarrada por la última dictadura cívico-militar. Gabriel es
conducido desde su villa miseria a un balcón privado de hotel,
desde las tazas giratorias del Italpark a escenificaciones
fantasmagóricas y dramáticas. En una de estas, recibe la
aparición de Evita Perón (Libertad Leblanc). A diferencia de la
versión prostibularia-toxicomaníaca que imprimió Néstor
Perlongher (Evita vive, 1975), aquí el icono popular hace su
aparición mística-camp con todo su barroquismo excéntrico:
vestida con toda su lujuria. Pero lo suyo es una
descontextualización de clase, de algún modo: su exceso
hollywoodense alegoriza las condiciones de posibilidad de una
feminidad de alcance extensivo, un manto de Dior capaz de
proteger al pueblo, cuidar de los descamisados. Evita conversa
con uno de sus grasitas y le recuerda que siempre estará con
ellos, que nunca los abandonará. En otra secuencia, la aparición
de Evita posteriormente es suplantada por una representación de
la Patria entonando el Himno Nacional. Con pasos pesados, va
encontrándose con el niño, llevando al extremo su condición de
paria. El objetivo es hacer visible el propio contexto coyuntural, el
de una democracia que quizás podía ser para él, para tantos
otres como él. Gabriel, el cabezita negra, opera aquí como un
afuera de ese cuerpo nacional que parecía querer reelaborarse
tras un profundo dolor. Cuando, en una oportunidad, se le
pregunta qué es para él la libertad, titubea. Libertad de poder
robar, responde. También de salir a vender y ayudar a su madre,
agrega.
La introducción de la figura del niño, presuntamente asexuado,
permite seducir a través de su inocencia y frescura. El niño aquí
es la tabula rasa sobre la que podría inscribirse el futuro de la
democracia, un vagabundo escópico merodeando por los
conflictos políticos desatados en plena transición: la posibilidad de
una amnistía, la elaboración del informe de la CONADEP, las
amenazas desestabilizantes, los términos en que podrían
diagramarse el Terror de Estado y la figuración humanitaria de los
detenidos-desaparecidos. Aparecen también otros componentes:
de género, sexuales, clasistas. Una jerga setentista que aún se
respira. Característico de su cine, el desfase entre imagen-sonido
constituye un recurso expresivo llevado, podríamos afirmar, a los
cuerpos de la transición democrática. Tanto la introducción de la
comedia como el drama permiten salpicar sucesivos signos y
referentes que ponen a orbitar cómo contar ese pasado. Quienes
pueden contarlo. Y, más efervescente aún, de quién es esta
democracia.

SCHROETER CAPTURA CON SU CÁMARA A MARCELO


BENÍTEZ, Y RUTH MARY KELLY, LUCHADORA POR EL
RECONOCIMIENTO DEL TRABAJO SEXUAL. ESTA ÚLTIMA
OCUPA UN LUGAR DESTACABLE DENTRO DEL FILM Y NO
SE PRIVA DE INTRODUCIR SU BANDERA: LA REAFIRMACIÓN
POLÍTICA COMO PROFESIONAL DEL SEXO, DESDE UNA
MIRADA LABORALISTA Y ANTI-PATRIARCAL.

Schroeter captura con su cámara a Madres y Abuelas de Plaza


de Mayo – Hebe de Bonafini y Chicha Mariani —, a
representantes de la CONADEP – Graciela Meijide y Ernesto
Sabato –, al premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel, a la periodista
superstar Oriana Fallaci, a familiares de detenidos-desaparecidos
—como es el caso de las hijas e hijo de Rodolfo Walsh y Haroldo
Conti—, a figuras destacadas de la izquierda –Osvaldo Bayer,
Nahuel Moreno, Enrique Broquen—, a actrices y actores como
Norma Aleandro y Enrique Pinti, a artistas del under porteño – el
clown travesti Batato Barea y Fernando Noy— y a militantes:
Marcelo Benítez, del Frente de Liberación Homosexual, y Ruth
Mary Kelly, luchadora por el reconocimiento del trabajo sexual.
Esta última ocupa un lugar destacable dentro del film y no se
priva de introducir su bandera: la reafirmación política como
profesional del sexo, desde una mirada laboralista y anti-
patriarcal. «Quiero desmitificar la palabra prostituta. El patriarcado
nos ha dividido entre mujeres buenas y malas. Esa palabra tiene
que ser sacada del diccionario…y ponernos como profesionales
del sexo», afirma Ruth, al tiempo que no duda en sintetizar los
términos de esa dictadura reciente: «querían quitarnos el derecho
a pensar».
Quizás uno de los momentos de mayor obstrucción lo
encontramos cuando a uno de los entrevistados se le pregunta
por la sexualidad del represor. Esto le produce perplejidad. Vacila.
No sabe muy bien qué contestar. El “poder absoluto”, dictatorial,
como voluntad de sometimiento, incluido el sexual, parece ser
uno de los trazos que logra identificar este film. Schoreter en
cierto modo lo prefiguró. Las décadas del ochenta y noventa
estarán atravesadas por una reorganización de la protesta sexual
por parte de homosexuales, luego también lesbianas, travestis y
meretrices politizadas que disputaron los modos de habitar la
ciudad y combatir el poder policial (sus códigos de faltas y
contravenciones inconstitucionales), delimitando formas de
sexualidad reconocible, luchas inscriptas en términos de derechos
humanos. Habrá que esperar varios años más para que la
violación se introduzca como tópico en una reorganización
memorística y testimonial, siendo judicializada como una
modalidad de tortura dentro de los delitos de lesa humanidad
perpetrados por la última dictadura.

La visita de Schroeter no pasó inadvertida. Su afán por explorar la


sexualidad lo llevó al encuentro de los malos sujetos de la
democracia naciente: prostitutas y homosexuales. Este
acercamiento, que derivó en su expulsión del país, fue relatado
tanto en la revista Postdata, del efímero Grupo Federativo Gay
(1984), como en La homosexualidad en Argentina (1987), de
Carlos Jáuregui. En ambos casos, el interés de los activistas fue
ejemplificar el cruce entre sexualidad y represión, poniendo en
evidencia la existencia de un Comando ensañado en perseguir
homosexuales. Ponían así en evidencia el no-cierre de un
presente dictatorial inmediato.

De muy escasa circulación, De L´ Argentine constituye una pieza


única, un archivo de época registrado por una cámara extranjera,
una captura testimonial que reemerge una y otra vez en nuestro
presente. Un documental de la transición que, como tal, insiste en
problematizar los términos con los que podríamos contar un
pasado desgarrador.

Disponible online: https://latetera.com.ar/2017/08/31/werner-schroeter-en-argentina-


sexualidad-y-dictadura-durante-la-transicion-democratica/

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