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Después de una larga temporada bastante buena en la que no salió a jugar en ningún partido, llegó la final en la que se decidiría

si el equipo de su universidad ganaría o no. Ese día por la mañana, durante el entrenamiento, se le acercó el entrenador al
muchacho y le dijo muy bajito:
- Verás, chico, es un poco difícil de decir, pero… tu padre ha muerto esta mañana. Acaba de llegar un telegrama.
El chico trago saliva y comenzó a temblar. El entrenador le abrazó y le dijo:
- Hijo, tómate la tarde libre y no vengas al partido de esta tarde. Lo siento mucho.
Y se fue.

Por la tarde el equipo no jugó muy bien. Durante la primera parte del partido apenas encestaron, y el otro equipo era muy bueno.
Iban perdiendo por 40 puntos en el descanso, cuando de repente entró el chico en el vestuario y le dijo al entrenador que quería
salir a jugar. El entrenador le dijo que no, pues no quería que su peor jugador saliese al campo.
- Por favor, entrenador, déjeme salir una vez. No le defraudaré. Necesito jugar este partido.
El entrenador al final accedió, pues el muchacho le daba pena. "Seguro que aún está afectado por la muerte de su padre", pensó.

El chico salió y comenzó a hacer unos pases increíbles y a meter canastas imposibles. Todos los espectadores estaban
asombrados de ver al joven del banquillo, que jugaba como el mejor. Hasta el entrenador estaba admirado, pues no sabía de
donde sacaba semejantes fuerzas y ánimo para jugar de ese modo. Faltaban dos minutos para el final del partido, y el muchacho
sin ayuda de nadie había conseguido recuperar los puntos y empatar. En el último minuto, metió la canasta que les dio la victoria.
El público, los jugadores y el entrenador comenzaron a aplaudir a rabiar, y al muchacho se le vio feliz.

Al finalizar el partido, se fue a una esquina del vestuario, solo. El entrenador se le acercó y le felicitó diciendo:
- Has jugado estupendamente. ¿Cómo es que hoy hiciste todas esas canastas en el campo? Nunca habías jugado así.

- Usted sabía que mi padre había muerto esta mañana, pero, ¿sabía usted que era ciego? - dijo el muchacho levantando la vista-
. Cuando venía a los partidos lo hacía para alentarme, pero no me veía. Hoy era el primer día que podía verme jugar, y yo le quería
demostrar que podía hacerlo.
La historia de Mark Inglis

La historia de Mark Inglis es la historia de un hombre que siempre ha perseguido su sueño a pesar de las dificultades que se ha
encontrado por el camino. Y, en su caso, han sido muy grandes. La vida de este alpinista neozelandés quedó marcada para
siempre en 1982. Desde 1979, Inglis era miembro del equipo de rescate del Parque Natural de Monte Cook, uno de los principales
centros de montañismo del Hemisferio Sur y, por supuesto, el más alto y famoso de todo Nueva Zelanda. En noviembre del año
82, en medio de una operación de rescate, Inglis y su compañero, Philip Doole, se vieron sorprendidos por una tremenda tormenta
de nieve y quedaron atrapados en una cueva de hielo. Su rescate duró catorce días y se convirtió en un evento de máxima
audiencia en la televisión local. Las dos semanas que ambos montañistas se pasaron atrapados en el hielo les dejaron varias
secuelas. La más importante fue la congelación de sus piernas, lo que obligó al equipo médico que los atendió a tener que amputar
a Inglis ambas extremidades desde la rodilla hacia abajo.

A pesar de todo, el neozelandés no se dejó arrastrar por la tragedia y en los años venideros se dedicó a enseñar al mundo un
amplio abanico de habilidades que poseía. Se hizo guía de esquí y montañero sin piernas. Se graduó con matrícula de honor
comoBioquímico y se dedicó a investigar vías para identificar la leucemia. Después, dedicó su vida al mundo de los vinos y trabajó
en la bodega más grande de su país, los Vinos Montana. Tras diez años en los que consiguió que Montana elaborará vinos que
fueron aclamados internacionalmente, Inglis dio un nuevo giro a su vida. Adaptó una bicicleta con sus particulares necesidades y
comenzó a rodar con pasión y empeño. Su aventura culminó con una medalla de plata en los Juegos Paralímpicos de Sydney
2000. Desde entonces, las montañas han vuelto a centrar en exclusiva su vida.

En 2002 recibió un gran empujón a su carrera como escalador cuando le entregaron sus dos nuevas piernas artificiales hechas de
fibras de carbono y diseñadas especialmente para él. Con ellas, hizo cima en el Monte Cook en el 2002, lo que le valió recibir
la Orden de Mérito de Nueva Zelanda por sus servicios a las personas discapacitadas. Como dice él: "No tienen falta de habilidad,
sino que tienen una oportunidad diferente a las demás personas". En 2004 se convirtió en la primera persona con ambas piernas
amputadas que coronaba un ocho mil. En concreto, Inglis ascendió a lo más alto del Cho Oyu, de 8.201 metros y la sexta montaña
más alta del mundo.

En vista de los éxitos conseguidos con "sus" nuevas piernas de fibras de carbono, Inglis decidió afrontar su verdadero sueño.
Coronar la montaña más alta del mundo, elEverest. Por supuesto no fue una aventura fácil. Mientras se aclimataba a la altura, en
un campamento a unos 6.500 metros, se le rompió una de sus piernas por la mitad en un pequeño accidente. Lejos de desanimarse,
bajó a un campamento mayor donde le ayudaron a repararla con material muy simple. Al final, después de 40 días de sufirmiento,
el 15 de mayo de 2006, Inglis coronaba la cima del Everest, desde donde llamó a su mujer y sus tres hijos. Un bonito detalle.

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