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Si la música encierra infinidad de beneficios aplicables a la totalidad de individuos, ¿por

qué no tiene sentido aplicarla en aquellas con necesidades, problemas, intereses y


aspiraciones diferentes a las (que rigen y exigen) exigidas por la sociedad? ¿Acaso no es
un vehículo para la justicia y el equilibrio social, legitimadores de la igualdad real -de
aquella que habla de oportunidades-? Desde esta afirmación y reflexiones derivadas, parte
el proyecto que en las siguientes hojas del documento pretendo presentar y justificar. El
encuentro con la musicoterapia parece más que evidente, pero en cambio con respecto a
este término prefiero mantener cierta distancia.

Las instituciones residenciales son un servicio que presta atención a personas con una
serie de necesidades específicas, en las que en un entorno-comunidad se plantean una
serie de objetivos institucionales, específicos del grupo de atención e individuales, con
un claro componente dignificador, retentivo -temporal- y resolutorio -administrativo,
terapéutico, normalizador, reeducativo, sanitario, hacia la muerte, etc.- Los modelos son
tan diversos como las problemáticas o motivos por los que funcionan, así como el perfil
de los usuarios y usuarias que hacen uso, habiéndose mudado de las macroinstituciones
de acentuado carácter clínico a recintos menos herméticos, más humanizantes y
resocializadores. De todos modos aun hoy existen grandes residencias de personas que
cumpliendo -o no- con los objetivos con que fueron creados mantienen ese carácter
segregativo y de control-seguridad social ciudadana. De esta manera se pretende hacer
énfasis en la incesante creación de nuevas instituciones y modelos de atención, cada una
con sus objetivos particulares, recursos humanos y materiales, normas y personas en
atención; en las que, si se quiere participar como profesional, éste ha de adaptarse sin
conformarse.

Cada vez se tiende mas a la especificidad de los recursos que atiendan a perfiles mucho
más particulares y a la vez comunes. Esto plantea un inconveniente segregador, mientras
que es ahora cuando se apuesta por los modelos más inclusivos. Generar un cajón de
sastre es enriquecedor en tanto que todas las personas estarán obligadas a convivir por
siempre con personas tan diversas como las que se representa es su pequeña comunidad.
Pese a ello, es una complicación profesional, ya que esta clase de modelos implca un
mayor esfuerzo por generar actividades y estrategias adecuadas para toda la comunidad.
La educación social, como práxis de la pedagogía social, no está contemplada en muchas
de ellas -y aquí podríamos debatir en cuáles sí, en cuáles no o en todas-, pero en cambio,
de la que a continuación hablaremos la educadora o educador social es el profesional por
antonomasia: los centros residenciales de menores. Su terminología es muy variada y
fuertemente vinculada al objetivo con que …

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