Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Henry y June
ePub r1.1
SoporAeternus 24.02.15
Título original: Henry and June
Anaïs Nin, 1986
Diseño de portada: SoporAeternus
He transpuesto la sensualidad de
Drake a otro tipo de interés. Los
hombres necesitan otras cosas, además
de un receptor sexual. Necesitan que se
les consuele, arrulle, comprenda, ayude,
aliente y escuche. Haciendo todo esto
con ternura y cariño… bueno, encendió
la pipa y me dejó en paz. Lo observaba
como si fuera un toro.
Además, dado que es inteligente,
comprende que a aquellos que son como
yo no se les puede seducir sin ilusión. Y
él no puede molestarse en crear
ilusiones. Pues muy bien. Está un poco
enfadado, pero… escribirá un relato
sobre ello. Encuentra gracioso que le
diga que sé que no me ama. Pensaba que
sería lo bastante infantil para creer que
me quería. «Muy lista», dice. Me cuenta
sus preocupaciones.
He llegado a casa y me he
derrumbado en el sofá; me costaba
respirar. En respuesta a la súplica de
Eduardo, me he encontrado con él esta
mañana temprano. Había pasado dos
días celoso de Henry, consciente de que
él, el narcisista, era por fin poseído por
otro. «Cuánto bien hace abrirse. Llevo
dos días pensando continuamente en ti,
durmiendo mal, soñando que te pegaba
fuerte, tan fuerte que se te caía la cabeza
y yo la llevaba en brazos. Anaïs, voy a
tenerte conmigo todo el día. Me lo
prometiste. Todo el día». Lo que más
deseo es salir corriendo del café. Se lo
digo. Sus súplicas, dulzura e intensidad
despiertan vagamente mi antiguo amor y
compasión, el amor de Richmond Hill,
con sus vagas esperanzas, la vieja
costumbre de pensar «claro que quiero a
Eduardo».
Temo que vuelva a encerrarse en el
narcisismo porque se sienta incapaz de
soportar el dolor: «¡Pensar que he
llegado a adorar tus huesos, Anaïs!» Me
siento ligeramente conmovida; sin
embargo, lo que más deseo es escapar
de él. No sé por qué lo obedezco, lo
sigo.
Allendy es lo desconocido.
Eduardo, a quien le he contado todo
esto, se alegra de que me está acercando
a Allendy. Ambos odian a Henry.
Con todo, esta noche deseo a Henry,
mi amor, mi esposo, a quien pronto voy
a traicionar con tanta pena como sentí
cuando traicioné a Hugo. Ansío amar
con una entrega total, ser fiel. Me
encanta el surco por el que ha corrido
mi amor por Henry, sin embargo, unas
fuerzas diabólicas me apartan de todo
surco.
Allendy está ayudando y dando
mucha fuerza a Hugo. Está empezando a
quererle porque hay en él cierto
elemento de homosexualidad.
Allendy es ahora un dios demonio
que dirige todas nuestras vidas. Anoche,
mientras hablaba Hugo, observé la hábil
influencia de Allendy. Me reí
estrepitosamente cuando dijo que
Allendy le había dicho que yo
necesitaba ser dominada. Hugo
respondió: «Sí, pero eso es sencillo.
Anaïs es latina y por lo tanto dócil».
Allendy debió de sonreír. Luego Hugo
llega a casa y se lanza sobre mí con una
nueva furia, y yo disfruto, sí, disfruto.
Siento que en este momento tengo la
fortuna de contar con tres hombres
maravillosos y de ser capaz de amarlos
a los tres.
Supongo que es únicamente un
escrúpulo lo que me impide disfrutar de
ellos. Ojalá Allendy fuera más enérgico.
Se somete a las mujeres. Le gusta la
agresividad que demuestro en nuestros
juegos sexuales. Su primera experiencia
sexual fue pasiva y tuvo lugar a los
dieciséis años; una mujer mayor le hizo
el amor.