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Postmodernidad - José Luis Vélez PDF
Postmodernidad - José Luis Vélez PDF
Dicho fenómeno habría nacido, para luego extenderse, con un proceso de extinción
del capitalismo industrial moderno que cada vez más cede paso a una sociedad
postcapitalista (Drucker, 1994) y que no sería otra cosa que, en palabras de Jameson
(1992), una «lógica cultural del capitalismo avanzado» y que, continua su efecto
dominó en el estado actual de las artes, especialmente de la arquitectura y la literatura
(Oñate, 1987), y que supone la ausencia de fundamento.
Siguiendo con el efecto dominó, estos tres elementos van a impactar profundamente
en otros elementos de la cultura integral, tanto en lo social como en lo individual.
Trayendo consigo una serie de crisis, las cuales se describen a continuación:
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1. Crisis de la seguridad, la confianza y la certeza (Callinicos, 1994;
Lipovetsky, 1994, 2000; Lyotard, 1986, 1987; Pacheco, 2007, Baudrillard, 1990;
Lechner, 1995; Barrero y Ojeda, 2011).
¿Qué sentido asume la vida individual, el destino del hombre individual, el sentido y el
destino de la humanidad en un ambiente donde el «futuro no está garantizado», es
decir, que viajamos en una nave de la que no sabemos nada del puerto al que se
dirige?
«Las ciencias y la historia pueden enseñarnos que esta clase de creencia puede
convertirse en un gran peligro para quienes la comparten» (Heisemberg, 1958), pero
debido a la crisis de la razón y de los metarrelatos de la ciencia y de la historia
(Fukuyama, 2015), percibimos que estas clases de creencias pueden significar una
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amenaza y un peligro para quienes las asumen, (Heisemberg, 1958) pues esta
incertidumbre trae consigo un sufrimiento de angustia y ansiedad. (Roa, 1995).
3. Crisis de la estética
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Como se ha dicho anteriormente, el mismo término de «postmodernidad» nos lo
sugiere, ésta se relaciona, casi siempre, con la decadencia o extinción de los
paradigmas estéticos modernos y el desvanecimiento de la antigua frontera entre la
cultura de élite y la llamada cultura comercial o de masas. En efecto, lo que encanta a
los contemporáneos es un paisaje degradado, feo, banales series de televisión
convertidas en «realitys shows», de cultura en folletines de peluquería y sabores light.
(Jameson, 1992).
Hemos cambiado a Prometeo por Narciso, la razón por la emoción; la persona actual,
aburrida de las grandes historias épicas y racionales de la modernidad, se ha tornado
en un ser emocional, sentimental, que prefiere lo inconsciente, lo corporal el deseo y el
sentimiento (Lyotard, 1989). El individuo postmoderno no puede definirse a partir de la
categoría de las emociones, pues ésta es una dimensión inherente a todo ser humano,
sino como un ser que ha traslapado el sentimiento de emoción, a valor capital, colocar
los sentimiento en el ámbito axiológico, es establecerlos como fundamento que le
permiten guiarse en la búsqueda de su propósito. (Kundera, 1990).
6. La crisis de Prometeo
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La gran figura mitológica que mejor parece simbolizar el espíritu de nuestra época
es la de Narciso. El individuo narcisista es el que paulatinamente se va
desligando de la sociedad en la que vive por medio de fantasías personales de
grandeza. Pasa tanto tiempo reconociendo sus valores y virtudes que no le queda
nada para pensar en los demás o en el resto del mundo. A la vez que idealiza su
persona, menosprecia a los que les rodean. Los otros sólo cuentan si le son útiles.
Si le admiran o le alaban. Su necesidad de ser amado hace que la mayoría de las
relaciones con los demás sean interesadas. Utiliza a los amigos sin ningún tipo de
consideración. Cuando ya no le siguen el juego los abandona sin remordimiento.
El narcisista se caracteriza por su superficialidad. Mucha palabrería y poca
sustancia. Gran apariencia externa pero, por dentro, el vacío más desolador.
7. Crisis de género
Se ha vuelto cotidiano en todos los mass media, todos los días atestiguamos una crisis
en la identidad de género, que consiste en la idea que cada uno construye, en un
determinado momento, su autodefinición en un género u otro. Las crisis y los conflictos
se exteriorizan cuando el género al que una persona siente pertenecer no coincide con
el de su ser biológico, como si hubiera un nuevo gen diferente al XX y al XY, pero que,
como lo expresa Baudrillard (1990), no sólo tiene que ver con la sexualidad:
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diferencia. Hoy, la metonimia (la sustitución del conjunto y de los elementos simples, la
conmutación general de los términos) se instala en la desilusión de la metáfora.
La crisis del propósito se identifica más bien con la ausencia de sentido producida en
la postmodernidad, por el azar al que nos somete el principio de incertidumbre, a la
ausencia de mapas para encontrar el tesoro. La ausencia de libertad como fruto de
no poder elegir de forma consciente el rumbo de nuestra existencia, lo que
representa la primera causa de suicidios en el mundo, como reza la frase atribuida a
Goethe: «Una vida sin propósito es una muerte prematura».
9. La crisis en la moda
Tal vez parezca un tema superficial, pero no por ello la filosofía se ha abstraído de él
y, tal vez sea Lipovetsky (1987) el que más se ha ocupado de la cuestión y de su
impacto en la sociedad actual:
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formidable empuje de las existencias y aspiraciones individualistas. La disolución de
las identidades sociales, la diversificación de los gustos y la exigencia soberana de
ser uno mismo, dan pie a un impase de las relaciones y una crisis de la
comunicación sin igual. El intercambio «formal» estereotipado, convencional es cada
vez menos satisfactorio; se quiere una comunicación libre, sincera, personal, y se
quiere al mismo tiempo una renovación en nuestras relaciones. No padecemos
únicamente por el ritmo y la organización de la vida moderna, padecemos a causa de
nuestro apetito insaciable de realización privada, de comunicación y de la exigencia
sin fin que tenemos frente al otro. Cuanto más nos empeñamos en un intercambio
verdadero, auténtico y rico, más nos abocamos a la sensación de una comunicación
superficial; cuanto más se entregan las personas íntimamente y se abren a los
demás, más crece el sentimiento de futilidad de la comunicación intersubjetiva; y
cuanto más afirmamos nuestros deseos de independencia y de realización privada,
tanto más está condenada la intersubjetividad a la turbulencia y a la incomunicación.