monografías
En noviembre de 1917 triunfó la Re-
volución Bolchevique que, desde sus
mismos inicios, se convirtió en el azo-
te de la Iglesia. Una cruenta represión
y una sangrienta persecución había
comenzado. El archimandrita Hila-
rión, en el mes de marzo de 1919, fue
encarcelado durante tres meses. Al
año siguiente fue elegido al episcopa-
do y consagrado como obispo. Pero,
no gozó más de dos años en libertad,
había comenzado su camino hacia la
cruz. Tuvo gran autoridad entre el cle-
ro y sus hermanos obispos; ganando
gran respeto entre todos a causa de su
mente y �irmeza en la fe. Fue depor-
tado a la norteña ciudad de Arcángel.
Luego de un año regresó a San Pe-
tersburgo para convertirse en el más
cercano consejero del Patriarca Tijón
quien lo elevó al rango de arzobispo.
Así comenzó una jornada de trabajo,
ardua e inacabable: intervino en una
polémica abierta con Evgueny A. Tu-
chkok, el funcionario comunista que
atendía plenipotenciariamente los
asuntos eclesiásticos en la policía se-
creta soviética. Hilarión a�irmaba que
la vida eclesial sólo se puede organi-
zar sobre las bases de las leyes canó-
nicas. Así, se convirtió en una espina
encarnada en el costado de los Reno-
vacionistas, un grupo controlado por
la policía política del gobierno bolche-
vique para dividir la Iglesia rusa. Ante
tamañas irregularidades, Hilarión les
expulsó del Monasterio de Sretensky.
Al darse cuenta los Renovacionistas
de la autoridad intelectual y moral del
arzobispo Hilarión, utilizaron sus co-
nexiones con el gobierno bolchevique
para enviarlo una vez más al exilio. En
el mes de diciembre de 1923, el arzo-
bispo Hilarión fue sentenciado a tres
años en prisión, siendo enviado a una
de las islas del mar Blanco, al Monas-
terio de Solovetsky que ya había sido
convertido en un campo de prisione-
ros “políticos”. Allí, el arzobispo pre-
servó todas las buenas cualidades del
alma que él había ganado mediante
el ascetismo. Un testigo presencial ha
relatado que cuando el arzobispo era LA AURORA
llevado para trabajar como artesano
de aparejos pesqueros, él solía can-
FUENTES: 15 de mayo de 2019
Diario ABC, Madrid, España Monseñor Félix Ramos Castilla
tar. Fue uno de los prisioneros más
Revista Nadiezhda, Moscú.
populares dentro de aquel campo de
Thr Orthodox Observer; USA
Guillermo del Sol Pérez
trabajos forzados. Las posesiones per-
sonales no signi�icaban nada para él, Adrián del Sol
así que siempre las regalaba a quien
quiera que se las pidiese. Nunca mos- LA RELIGIÓN EN EL SOCIALISMO HISTÓRICO
tró enojo cuando le molestaban o le
insultaban, sino que permanecía cor-
dial con todos.
Durante el verano de 1925, el arzo-
bispo Hilarión fue trasladado a Yaros-
lav. Mientras permanecía en aquella
prisión fue contactado por la policía
política para que se juntara al cisma
gregoriano; algo que rechazó categó-
ricamente, valiéndole tres años más
de prisión. A causa de su posición fue
devuelto a las penurias del Monasterio
de Solovetsky. En diciembre de 1929
fue transferido a Alma-Ata en Asia
Central por otros tres años. Viajando
bajo fuerte custodia, arribó a Lenin-
grado, donde se le vio harapiento,
San Hilarión Troitsky, Obispo Orto- Padre Josef Toufar, sacerdote cató-
infectado con parásitos y contagiado doxo ruso, asesinado por los bol- lico romano, checoeslovaco, asesi-
con un fortísimo tifus que le fue ma-
cheviques. nado por la StB.
tando de a poco. Mientras estaba en la
prisión de Leningrado, donde los cri- Un Milagro Problemático
minales esperaban su restablecimien-
to para continuar el viaje, escribió: Se por Monseñor Félix Ramos Castilla
ha decidido mi destino. Soy incapaz de
sobrevivir… Cuando se le informó que Y Dios fue fusilado. Era una madru- la sala del juicio. Estaba repleta de
debía afeitársele la barba, contestó: gada grisácea de enero de 1918. proletarios- unos obligados, otros
Podéis hacer conmigo lo que queráis. 6:30 am. El termómetro estaba curiosos, aburridos, hambreados y
bajo cero y se dieron las órdenes: mal vestidos- que intentaban seguir
El 28 de diciembre de 1929, Hilarión, el hilo de toda aquella pantomima.
nuestro confesor de Cristo, murió a ¡Preparados! ¡Apunten! ¡Fuego! Ra-
Sentada en el banquillo de los acu-
causa de los maltratos que le prodiga- tatatá… Cinco ráfagas de ametralla-
sados, en representación de su Au-
ron los bolcheviques por el sólo hecho doras soviéticas agujerearon el cielo
tor, una Biblia de gran formato. El
de ser cristiano, cuando sólo contaba de Moscú.
abogado de la defensa alegó locura
con cuarenta y cuatro años de edad Unos días antes. Solemnes como e insanidad mental- por tanto, Dios
pasó a la morada del Padre. marionetas, los �iscales entraron a no era responsable de sus actos y
por ello pidió que se le con�inara, a
prisión, lejos de la gente. Sin embar-
go, ardientemente los �iscales expu-
sieron, con argumentos históricos,
que Dios había cometido crímenes
contra la humanidad. El tribunal no
aceptaría otra cosa que la pena de
muerte y Dios fue condenado.
Todo aquello no hubiese pasado de
ser una muestra del estrambótico
simbolismo soviético sino hubiese
sido porque con Dios siempre es con-
denada la razón.
Pero, no en vano en las páginas de
aquella misma Biblia encausada por
los “crímenes” de su Autor, se cuenta
que: Saulo, respirando aún amenazas
de muerte contra los discípulos del
Señor, se llegó al sumo sacerdote, pi-
diéndole cartas para las sinagogas de
Damasco, a �in de que si allí hallaba
quienes siguiesen este camino, hom-
bres o mujeres, los llevase atados a
Jerusalén… Estando ya cerca de Da-
masco, de repente se vio rodeado de
una luz del cielo; y cayendo a tierra,
oyó una voz que le decía: Saulo, Sau-
lo, ¿por qué me persigues? Él contestó:
¿Quién eres, Señor? Y Él: Yo soy Jesús,
a quien tú persigues... (Hechos 9:1-5).
Perseguir a los cristianos es perse-
guir a Dios y quien a Dios persigue no
dejará que los cristianos- por activa o
pasiva- vivan.
Después de aquel juicio soviético
contra Dios por sus “horrendos crí-
menes”, las autoridades comunistas
comenzaron a asesinar a miles de
sacerdotes y obispos, pastores evan-
gélicos y laicos de cualquier denomi-
nación que se resistiesen a pasar por
el tamiz del ateísmo o�icial.
La persecución, con la imposición
del socialismo soviético en Europa
del Este, se propagó por el mundo
entero, estuvo contagiando a España
(1930-1939) y llegó al punto de que
un humilde cura de las profundida-
des de Checoeslovaquia se convirtió
en el protagonista de una triste his-
toria.
En la parroquia del padre José Toufar,
en el pueblecito de Cihost, sucedió
un milagro. Era el once de diciem-
bre de 1949, el día de san Dámaso, y
mientras el sacerdote pronunciaba el
sermón, vio cómo los ojos de los feli-
greses se abrían desmesuradamente.
Los �ieles fueron testigos de un ex-
traordinario prodigio: el cruci�ijo del
altar mayor- sin que siquiera soplase
una leve brisa dentro del templo- os-
cilaba armónicamente con suavidad,
como el péndulo de un reloj. El cura
no podía verlo porque estaba de es-
paldas al altar pero lo vieron muchos
testigos de todas las edades y sexos;
y uno, de otro pueblo, quien decía de
sí mismo que casi no era creyente
aseguró que lo había visto. Según el
testimonio de aquellos no hubo nin-
gún tipo de sugestión ni ilusión ópti-
ca. Y para el padre Toufar fue un mi-
lagro que, aunque sucedió en el lugar
dónde él estaba, conoció de oídas.
Inmediatamente, cuando comenzó
a crecer el rumor del milagro, el pa-
dre Toufar fue detenido y torturado
por la policía política checoeslovaca;
por supuesto, como es lógico en es-
tos casos, intentaban que el sacerdo-
te renegara de la fe o que se sumara
al grupo de clérigos que, al servicio
del régimen, se dedicaban a espiar a
la Iglesia desde dentro. En aquellos
días aciagos fueron detenidos y con-
denados a campos de concentración
alrededor de seis mil sacerdotes y
religiosos, las escuelas comenzaron
un plan educativo antirreligioso y los
servicios de adoración tenían que ser
declarados y controlados por el Es-
tado. El o�icial a cargo del caso del
padre Toufar declaró que en la jefa-
tura le habían ordenado conseguir
la confesión del sacerdote de que él
mismo había armado la patraña y fal-
si�icado el milagro mediante un arti-
lugio mecánico. A�irmó aquel agente
que el cura se negó a prestarse para
aquella farsa. Al buen cura comenza-
ron a “ablandarlo”. Paliza tras paliza.
Le rompieron las piernas y todos los
dientes, le obligaron a tomar drogas
en brebajes intragables y le interro-
garon días y noches; y, a la usanza
de las perfectas sociedades socia-
listas, quisieron arrastrarlo hasta la
iglesia de Cihost para reconstruir la
“falsi�icación” ante las cámaras y así
La Muerte de un Santo Sabio
tomado de Cristianismo o Iglesia; Holy Trinity Monastery; Jordanville, N. Y.
Nacido como Vladimir Alexevevich
Troitsky el día 13 de septiembre de
1886; el futuro arzobispo fue un vo-
raz estudiante desde su más tempra-
na edad. Puesto que su madre falleció
cuando él era muy niño todavía, fue
educado por su tía materna, Nadezha.
Pasado el tiempo, entró en el semina-
rio local antes de ingresar en la Acade-
mia Teológica de Moscú.
Al obtener excelentes resultados en
su vida estudiantil, en el año de 1913,
hizo su compromiso radical con Cris-
to. Recibió la tonsura monacal en el
eremitorio del Paracleto de la Santa
Trinidad en la Laura de San Sergio; y
recibió el nombre de Hilarión. Dos
meses después, el día 2 de junio, fue
ordenado y se convirtió en sacerdote;
siendo elevado- un poco después- al
rango de archimandrita. En ese mis-
mo año, el archimandrita Hilarión fue
mostrar a los checoeslovacos has-
ta dónde llegaban los enemigos del
pueblo. Y se hizo la película. Pero, lo
que fue descubierto en 1989- entre-
vistando a los antiguos agentes de
la StB (Seguridad del Estado)- fue
más espeluznante. El padre Toufar,
a causa de los severos traumatismos
ocasionados por las palizas, no pudo
ser obligado a representar su papel y
fue sustituido por un doble porque a
esas alturas ya estaba muerto y ente-
rrado. Uno de los brebajes causó que
se le perforara la úlcera que padecía
el padre Toufar y, aunque intentaron
mantenerlo con vida, entre vómitos de
sangre, murió aquel inocente por no
negar un milagro que no había visto.
El mayor milagro- querían que se di-
jera- era el socialismo checoeslovaco.
designado como inspector de la Aca-
demia de Moscú y con�irmado como
Profesor de Sagradas Escrituras.
Sus obras teológicas fueron de una
riqueza extraordinaria, llegando a
formar parte inmediatamente del pa-
trimonio académico eclesiástico y sus
sermones resonaron como campanas
que llamaban al Pueblo de Dios a una
renovación de la fe y de la moralidad.
Durante el Concilio Local celebrado
entre 1917 y 1918, él, hizo un inspira-
dor alegato en favor de la restauración
del Patriarcado, haciendo notar que
la Iglesia de Rusia nunca estuvo des-
poseída de esta jerarquía hasta que
el decreto del zar Pedro I aboliera tal
posición. Después de la elección del
arzobispo Tijón como Patriarca, en-
contró en el archimandrita Hilarión a
uno de sus más fervientes apoyadores.