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La cumbre escarlata es una de las mejores películas que ha dirigido Guillermo del Toro.

Es una obra marcada en gran parte por el cine de terror y las


historias de fantasmas. Como si todas las virtudes del director se iluminaran juntas, La cumbre escarlata es un descomunal filme de terror gótico a
contracorriente de cualquier moda del género de horror actual. Un filme que se encuentra inmerso en el universo de fantasía que el realizador ha venido
creando a través de su vasta filmografía. Como director de género (y de culto), Guillermo Del Toro tiene la fórmula para encantar al espectador
haciéndolo partícipe de ambientes de ficción que muchas veces se tiñen de paranormales y misterioso. Por eso, los seres de otros planetas y los
fantasmas, entre otras características, son elementos recurrentes de su retórica fantástica. Con un título que traduce casi con fidelidad el nombre original
de la película, el filme parece transmitir un primer mensaje a viva voz. A través de un rico juego de operación metafórica, el color carmesí de la arcilla se
confunde fácilmente con la intensa tonalidad de la sangre. Interesante comparación que le da a toda la obra un extrañamiento particular que remite, de
forma recurrente, a toda aquella sangre que se verterá (y se vertió) como consecuencia del infortunio de dos hermanos aristocráticos en decadencia.
Pero la metáfora no está plasmada solamente de forma tan evidente.

Edith Cushing (protagonizada por Mia Wasikowska) es una joven que ha perdido a su madre en la infancia. Su vocación es ser escritora de historias de
fantasmas, aunque su condición de mujer parece complicarle el camino ya que estamos a finales del siglo XIX. Edith vive con su padre y su corazón se
debate entre el joven médico Alan McMichael (protagonizado por Charlie Hunnan) y un extraño que ha llegado desde Inglaterra, Sir Thomas Sharpe
(protagonizado por Tom Hiddleston), junto con su hermana Lady Lucille (protagonizada por Jessica Chastain). Del Toro crea una película de horror gótico
deslumbrante, cuya grandeza estética es sólo comparable con la pasión con la cual el director se aferra al género. No falta ni uno solo de los
ingredientes necesarios para que la película sea no solo el pico máximo de la filmografía del realizador mexicano, sino también la más grande película
gótica del siglo XXI. Del Toro conoce las historias de fantasmas, sabe como a medida que avanza la historia el tono cambia y la verdadera historia se da
a conocer. El horror gótico es, por supuesto, un género romántico. Y ahí se ve, en cada frase, en cada escena, en cada detalle, la presencia de Mary
Shelley, de Bram Stoker, de Edgar Allan Poe (la película podría ser un adaptación del autor, aunque no se base en ningún relato de él en particular),
Joseph Sheridan Le Fanu, Arthur Conan Doyle y demás contadores y cultores de las historias de fantasmas. También se dan cita en las referencias
Alfred Hitchcock, la casa Hammer (el apellido Cushing de la protagonista es todo un guiño), Roger Corman (y sus locas adaptaciones de Poe), Mario
Bava y una larga lista de góticos, amantes del terror, cultores del romanticismo. Un filme muy ambicioso que sin embargo jamás se vuelve pretencioso,
ni se debilita hacia el final, ni hace concesiones para el gran público. Lo mejor del siglo XIX en la literatura, lo mejor del cine de terror en el siglo XX,
combinados para que Guillermo Del Toro haga una reflexión sobre el tema de los fantasmas y su significado. Ningún otro director ha comprendido mejor
esta idea que él, y hoy nos presenta su mejor film. La dirección de arte, el vestuario, la fotografía, todo es tan extraordinario que es imposible borrar de la
memoria las imágenes de La cumbre escarlata , tan generosas como impactantes con el espectador. Ahora que el cine de terror ha optado por la
grabación en video y la cámara en mano como recurso estético casi permanente, el film de Guillermo del Toro es la apuesta estética opuesta. Barroca,
gigantesca, cuidada al milímetro, bella como pocas películas actuales. Acompañada por unos actores que entendieron completamente la búsqueda del
director.

«¿Qué es un fantasma? Un evento terrible condenado a repetirse una y otra vez, un instante de dolor quizás, algo muerto que parece por momentos
vivo aún, un sentimiento suspendido en el tiempo, como una fotografía borrosa, como un insecto atrapado en ámbar. Un fantasma, eso soy yo». “El
espinazo del diablo”, Guillermo del Toro.

Las historias de fantasmas son muchas y muy diferentes entre sí. A diferencia de los demonios –mucho más de moda en los últimos años- los fantasmas
no suelen ser los villanos de los filmes de fantasmas. La estructura dramática de una película de fantasmas se suele dividir en tres actos cuyo tono está
bien diferenciado. Podríamos decir que un film del género se divide en tres momentos: temor, terror y tristeza. El misterio da paso al horror y el horror
cede frente a la comprensión de que el fantasma es, casi siempre, una víctima. Hay fantasmas que buscan reparar un error de su pasado, hay otros que
buscan hacer justicia, otros intentan proteger a los vivos y otros deben simplemente tomar conciencia de su condición de fantasmas. El villano de estas
películas suele ser aquel que les hizo daño inicialmente o alguien que buscar hacerle daño a los vivos y que los fantasmas conocieron bien mientras
vivían. Un fantasma, después de todo, es alguien que no ha logrado terminar de entender su condición de tal o que no puede dejar el mundo al que ya
no pertenece. Por eso no es raro sentir una profunda emoción cuando al final nos enfrentamos a un último fantasma, el más triste, el más solitario, el
que por siempre y para siempre estará destinado a serlo. La cumbre escarlata no es la excepción, sino la confirmación de todo esto. Como otros
ejemplos más contemporáneos, como Sexto sentido o Los otros, la película va mostrando su juego poco a poco, con una estructura dramática tan
clásica y tan leal al terror gótico que genera admiración. Se hace imposible no pensar en esta película como una versión cinematográfica del universo de
Edgar Allan Poe. Esos hermanos, esa casa, con sus secretos y misterios. Lo que le hace daño a La cumbre escarlata no es tanto su concepción o su
materialización como la forma en la que a día de hoy afronta un espectador una película. Acostumbrados como estamos a pasar por relatos
audiovisuales cargados de giros de guión inesperados y cabriolas argumentales, se antoja un tanto sencilla en su planteamiento si bien es cierto que no
deja flecos y ata todos los cabos en la última imagen que se muestra en pantalla (atentos, que algún rezagado se lo perderá). Todo parece salido del
universo del autor de La caída de casa Usher. Todo parece como si fuese realmente vivido por el autor, su forma de reflejar los sentimientos es muy
detallada. La perfección de La cumbre escarlata se debe a lo que Guillermo del Toro realiza como concepto de detallismo y Del Toro se ve reflejado en
todo aspecto en esta película, al prestar atención de los detalles se observa que todo posee una intención concreta. Es su obra máxima y él es el
responsable final. Una obra maestra que sin lugar a dudas es imperdible.

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