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los propios carnpus se volvicron dur:rnte un tiempo semilleros cle conflic- a--enda la idea de una "ciencia de la litcratura", empresa quc lt los lrrr
to político, y este estalliclo de militancia coincidió a fines de los sesenta manistas les pareció tan grotescamente contradictoria como una <:it'ttr r,t
con el primcr brotc dc teoría Iiteraria. I-as pritneras obras seminales cle <Iel estornudo. I.,a confiarva del estructuralista en el análisis rigurr»so 1'
Jacques Derrida aparer.ieron prer isrrrncnte cuanclo los estudiantes fian- las leyes universales era apropiada para una época tecnológica, elev:trrtlrr
ceses se encaminal¡an a un enfrent:imierlto con el poder del Estado. Ya csa lógica científica al cnclave protegido clel propio espíritu human<»,
no era posible dar por senl.ado lo que crzr la liter:rtura, círrno lecrl¿r o a como en forma nr-r tanto similar lo había hecho Freud con el psico;ulii-
qué funciones sociales servía; tampoco era fácil dar por scntado el desin- lisis. Pero al hacerlo así ofrecía socavar uno rlc:
terés liberal de la propia academii.r en una época en que, sin olvidar la -contradictoriamente-
Ir>s sistemas de creencias rectores en esa sociedad, al que podría lla-
aventura de Vietnam, las propias universidades occidentales parecían rnarse humanista liberal y por ello era a la vez radical y tecnocrático. La
cadavez más relacionadas con estructuras de poder social, control idec> tcoría cle la recepción adoptó la más aparentemente natural y esPontá-
lógico y violencia rnilitar. En particular, las hurnanidades clepenrlen nca cle las actividades: leer un libro, y mostró cuántas operaciones apren-
decisivamente de algÍrn tár:ito conscnso de valor entre profesores y disci rlidas y suposiciones culturales discutibles implicaba.
pulos; y esto era cncla vez m¿is difícil de lograr. Mucha dc esta plétora teórica un tanto precipitada no tardaría en dis-
Lo qrte quizá estaba más cn cntrcdicho era la suposición de que la li- persarse. La teoría de esta índole cle comienzos de los setenta
tcratura cncarn¿rl>a rrn valor u,rr.i.ortrsal, y csta crisis intelectual cstuvo -maD(is-
ta, fcminista, estnlcturalista- era de inclinación totalizante, interesada
directaurente vinculacla con carnbios cn la composición social de las uni- cn p()ner en duda toda una fbrma de vida política en nombre de alguna
vcrsiclades mismas. Iror tradición sc hirbía esperirclo que lt'»s estucliirntes, rulternativa deseable. Todo Io demolía, por tanto, por su inspiración inte-
'.tl encontrar un tcxto literario, cc¡Dgelaran temporalmente sus historias
lcctual y su audacia, pcrtcneció a los radicalismos políticos insurgentes
particulares y lo.iuzearan desde la posiciírn aventajada de un sujeto uni dcl día. Fuc, para adaptar una frase de Louis Althusser, pugna política
vcrsal sin clase , sin eénero, sin :rclscripción étnica y sin interés propio. en el nivel de la tcoría; y su ambición se reflejó en el hecho de que 1o que
lrsta era una operncií»r rclativamente fácil cuanclo esas historias inclivi- muy prorrto estuvo en juego no sólo fueron distintas maneras de disecar
duales brotaban de un rnundo social muy seme'jante, pero iba volviéndo- la literatura, sino toda la definición y constitución del campo de estudio.
se mucho menos claro parzr quiencs tenían ol.ros alltecedentes étnicos o Los hiios de los scsenta y setenta también fueron los herederos de la lla-
eran de clase obrera, o para los rle grupos sexuales clesposeídos, qr,re rnada cultura popular, que fue parte cle lo que se les exigía dejar en sus-
csos valores supuestarnente universales fuesen, en algún sentido, los su- penso al cstudiar aJ2ure Austen. Pero el estructuralismo al parecer había
yos propios. Por tanto, nc¡ es de sorprender que los formalistas rusos, los revelado quc los rnismos códigos y convenciones atravesaban las culturas
estructuralistas fianceses y los teírricos alcmancs dc la recepción se pu- "alta" y "baja", prcstanclo poca atención a las clásicas distinciones de valor;
sieran súbitamente de moda, plrcs toclos estos enfoques "dcsnaturaliza- cntonces, ¿por qué no aprovechar el hecho de que, metodológicamente
ban" ciertos supuestos litcrarios tradicionales en fbrmas afines a los lrablarrdo, nadic szrbía bien dónde terminaba Corioktnoy dónde empeza-
recién llegados n la acadcmia. La doctrin¿r fbrmalista de la "enajena- ba Cotonutio'n Streety constmir todo un nuevo ámbito de investigación
ción", inventada para caracterizar los recursos peculiares de un poerna, (los "estudios culturales") que satisficiera la iconoclasia antielitista de los
pudieron extendcrse a una enajcnación crítica de las convenciones que actores del 68 y que, sin embargo, pareciera en perfecta armonía con
las instituciones académicas, con gran autocomplacencia, daban por Ios de scubrimicntos teóricos "cicntíficos"? A su manera academicista,
sentadas. El estructuralismo llevó este proyecto a límites aún más escan- lire la Írltima versión del tradicional proyecto vanguardista de saltar las
clalosos, insistiellclo en que tanto el yo como la sociedad eran sencilla- lrarreras puestas entre el arte y lzr sociedad, y que tenía que atraer a quit'
rnente construcciones residas por ciertas estructuras profundas que ne- nes clescubrían, como un aprendiz de chef que está Preparando su c¡rtt:t.
ccsariamente estaban ausentes cle nuestra conciencia. Asestó así un quc vinculaba el aula con el tiempo libre con maravillosa economía.l
golpe clemoleclor a la preocupación humanista por la conciencia, la ex-
pcriencia, el juicio deliberado, la vida sublime y la caliclacl moral, a todos I Para revisiones írtiles de estudios culturales, véase G. Turner, British Gtlhtnil '\ttt,l¡ t
los cuales colocó audazmente entle paréntesis. De pronto apareció en la An InLroduction (Lonclres, 1990) , y Antony Easthope y Kate McGowan (corn¡rs.) , ,'l t r rt
PoSI)ATA ']liI
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Lo que ocurrió en este caso no fue una derrota de ese proyecto, que de progreso histórico, una resistencia pluralista a lo doctrinal- se m('2.-
clan bastante bien con esa mentalidad liberal. En muchos aspectos, cl
en realidad ha estado cobrando desde entonces más fuerza institucional,
sino una derrota rle las fuerzas políticas en que sostenían originalmente postestructuralismo es un proyecto mucho más subversivo que eso; pcr() i
cle la agenda inte lectual por razones no difíciles de ver.3 De todas esas
enfrentarse a los crecientes problemas del capitalismo en severa crisis,
cedió su puesto a regímenes políticos de clara tendencia derechisia, cuyo corrientes teóricas, f'ue la única que se conectaba con la mayor profun-
objetivo no sólo era combatir los valores radicales, sino borrarlos de la didad y urgencia con las necesidades políticas y la experiencia de más
de la mitad de quienes en realidad estaban estudiando literatura. Las mu-
memoria viva. A l'inales de los setenta, el criticismo marxista iba rápida-
rnente perdiendo terreno, cuanclo el sistema capitalista mundial, de es- .ieres podían hacer ahora una interyención singular y distintiva en un
tema que siempre, en la práctica si no en la teoía, había sido en gran par-
paldas a la parecl económica descle la crisis del petróleo de comienzos cle
te suyo. La teoría l'eminista estableció ese inapreciable nexo entre la aca-
los setenta, se enl'rentaba agresivarnente al nacionalismo revolucionario
clemia y la socieclad, así como entre los problemas de identidad y los de
del Tercer Mundo en el exterior, y en el interior lanzaba una serie de vi-
rulentos ataques al movimiento laboral y a las fuerzas de izquierda, -jun- organización política, que era más y más difícil de lograr en una época
to con el pensamiento liberal o ilustrado en general. Como si todo esto caclavez más conseladora. Si produjo bastante emoción intelectual,
también dejó lugar a muchas cosas que una alta teoría dominada por los
no bastara, el Todopoderoso, eviclentemente disgustado por la teoría
varones había excluido rígidamerrte: el placer, la experiencia, la vida
cultural, intervino y se llevó sucesivamente a Roland Barthes, Michel
Foucault, Louis Althusser yJacques Lacan.
2 Para una colección considerable clc ensayos postestructuralistas del perioclo,
Lo que conservó el baluarte del criticismo político fue el feminismo, vi::rse Derek Attridgc d al. (comps.), Po.sb,\lrucluralism and lhc (lucslion of Hiskry (Cam-
que ya podía sostenerse por sí solo; y no es casualidad que ésta fuese bridge, 1987). La crítica más poderoszr del postestructt¡ralismo ftre la de Manfre<l
también la época de oro del posestructuralismo. Aunque el postestructu- Frank, ttVhal is N¿oslnt.du,nthsm ? (Minneapolis, 1984) .
:t
Cualquier selección del populoso campo del criticismo feminista es, inevitable-
ralismo tiene su ala radical, sus políticas han sido por lo común un tanto
rnente, un tanto arbitraria. Pero obras importantes del periodo incluyen NancyArm-
acalladas y oblicuas y, por ello, más en armonía con una época posradical. strong, I)tsire and, l)mutstir: Fir:tion (Oxforcl, 1987); Elaine Showalte r, 'lhe Fcnah Maktdy
Mantiene la energía disidente de r¡na época anterior, pero la combina (Lorrdres, l9B7) , y ,Srxtt,rtl Anarthy: (]enrl,er a,nrl Culture a.t the Fin ¡l,e Siiclc (Nueva York,
con un escepticismo ante deterrninadas verdades y significados que I090); Sandra M. Gilbert y Susan Gubar, No Man's Lan¡l:yol. l,'l'he War of thc Words
(Ncw Flaven, 1988) , vol. 2, Sex:hangcs (Ncw Haven, 1989); Patricia Parker, Litcrary l"nl
se funden razonablemente bien c()n una desilusionada sensibilidad li- Ludils (Londres. 1987); Rita Felski, Bqorul Fcminisl Aesthetits (Cambridge, Mass., 198{)) I
'l-«:resa de Lauretis, tllin l)ocsn'l: Feministn, Seniotics, Cincmu (Londres, 1984); Gisr:l:r
beral. De hecho, muchos de los énlasis postestructuralistas des-
-una
confianza del cierre semiótico y los Iundamentos metañsicos, un nervio- Ecker (comps.) , Ftmir¡i.sl Acslhcliar (Londres, 1985); Alice.fardine, Gyneis (lthaca, ll)ttl-r);
Ocrra Kaplan, Sc« Ohnn,ges: Oul¿urt u.rul Ftmin ism (Londres, 1986); Nancy K. Millc¡ , 77¿¿
sismo ante todo lo positivo o programático, un disgusto de las nociones hnli,t:s ol (irndzr (Nrrcv:r York, I986),.]ane Spencer, 'lht llisc of l,he Woman Nourlist
(Oxfbrcl, 1986). Antologías írtiles incluyen C. Belsey y.f . Moore (comps.) , 'l'fu l"unirr i.:t
iuil arul Cultural Thutry Readtr (Buckingh:rrn, 1992). Otras obras del mismo campo in- liarrlzr (Basingstoke y Londres, 1989); Mary Eagleton, Feminist Litcrary 'l'hutry: A llutltt
clrryen Tony Bennet rl al. (comps.) , I'oltular Culture arul So¡ial Rtlations (Milton (Oxlbrd, 1986), y ltuninisl Lilerary Criti.t:ism (Londres, 1991);G. Grccrrc y O. Kalrn
Keynes, 1986); R. Collins ¿¿ al. (comps.), M¿¡lia, Cultu¡e and Socie$: A Critical Rcad¿r
(r:omps.), Making t l)if lermr:e (Londres, 1985); Elaine Showalter (corn¡r.), 'l'ln Nrtt
(Londres, 1986); Dick Hebdige, Hiding in ttu l.ight (Londres, 1988); Collin MacCabe
Frminisl Critúism (Lonclres, 1986);.J. Newton y D. Rosenfelt (comps.), litninisl (h'ilit:istn
(r:omp.), High'l'h«»y/lnu Culturc (Manchester, 1986);Judith Williamson, Consuming
u.rul Social Change (Londres, 1988); Sara Mills et al. (comps.) , I\tminist llmrling:/l"t»ti-
I'ussions (Londres, 1986); Iain Chambers, l7lrukr Culturc: 'l'he Mclropolilan Exlnñenru
rti.tl,.s lilruling (Nueva York y Londre s, 1989); Linda Kauffman (cornp.) , Ouruln urul'l'hnry
(Lon<lres, 1986); Morag Shiach, l)isnx.¿r.st.s on Popular Culturu (Cambridge, 1987);.fohn
(Oxforcl, 1989); Robyn Warhol y f)iane Price Herndl (conrps.) , liruini.¡'m,s: Ar¡. Anl,lnLt
b'iske, Uruler.standin,g l\tlrukt,r Oulnrt (Londres, 1993); Lawrence Grossberg rl rzl.
(comps.), CulhtralSl,tulic.s (NuevaYork, 1992);.fim McGuigan, Culturalllltuüsm(l,c:n- !\ ol Litnary l'hutry unil On,tidsm (New Bnrnswick, 1991); Susan Scllers (t:orn¡r.) , l"t:ntiui.tt
O¡ilit:ism:'l'heory urul l)racLia (NtevaYork y Londres, 1991).
dres, 1992);JohnFrow, Ou,llurul Slu¡lics unrl OulluralValue (Oxford,7995). !
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262 POSDATA POSDATA 2(;:t
corporal, el inconsciente, lo afectivo, lo autobiográhco e interpersonal, peculiarmente dificil de seguir. Algunos debates e investigaciones cle los
las cuestiones de la subjetividad y la práctica cotidiana. Era la teoría que setenta acerca de la compatibilidad o incompatibilidad del marxismo y el
traía a casa la realidad vivida, a la que alavez desafiaba y respetaba; y feminismo acabaron casi siempre en el silencio. A mediados de los ochen-
como tal, prometía ofrecer una habitación bien plantada en la tierra a ta, ya no podía suponerse que una f'eminista, especialmente en los Esta-
temas tan aparentemente abstractos como el esencialismo y el conven- dos Unidos, tuviese mucho más conocimiento o simpatía por el proyecto
cionalismo, la constitución de identidades y la naturaleza del poder socialista que, digamos, una fenomenóloga. Aun así, el criticismo femi-
político. Pero también ofrecía una forma de radicalismo teórico y de rlista se ha establecido en el último decenio, poco más o menos, como el
compromiso político en un periodo cada vez más escéptico de las varie- más popular de todos los nuevos enfoques de la literatura, basándose en
dades más tradicionales de la política izquierdista, así como olvi- las teorías de tiempos anteriores para revisar todo el canon de la litera-
-sin
dar el caso de los Estados Unidos- de las sociedades con sólo un vago tura y abrir sus restrictivas fronteras.
recuerdo de socialismo. Al ser rechazadas inexorablemente las fuerzas Difícil sería decir lo mismo del criticismo marxista, que desde su apo-
de la izquierda socialista, la política sexual empezó a enriquecerlas y a Ia geo a mediados de los setenta ha languidecido un tanto.5 A este respec-
vez a desplazarlas. A comienzos de los setenta, se hablaba mucho de las re- to, es sintomático que la obra del teórico literario marxista más impor-
laciones entre sisnificados, socialismo y sexualidad; a principios r1e tante de Occidente, FredricJameson, aunque siempre de orientación
los ochenta, de las relaciones entre significandos y sexualidad; y cuan- resueltamente marxista, derivara cadavez más durante los ochenta ha-
do los ochenta pasaron a ser los noventa se habló mucho de sexualidad. cia los campos de la teoría cinematográfica y del posmodernismo.6 Este
La teoría había cambiado casi de la noche a la mañana de Lenin a Lacan, desvanecimiento del marxismo fue muy anterior a los grandes aconteci
de Benveniste al cuerpo; y si ésta fue una saludable extensión de la polí- mientos de finales de los ochenta en la Europa del Este, cuando el neo-
tica por áreas a las que antes no había llegado, también fue, en parte, el stalinismo, para alivio de todos los socialistas democráticos, finalmente
resultado de un estancamiento en otras clases de lucha política. fue clerrocado precisamente por el tipo de revoluciones populares que
A pesar de todo, la teoría feminista no dejó de ser afectada por la caí- el posmodernismo occidental hahía concluido, con gran complacencia,
da general de la política radical que tuvo lugar a finales de Ios setenta y que ya no eran posibles ni deseables. Puesto que las corrientes princi-
principios de los ochenta. A1 ser rechazado el movimiento de las muje- pales cle la izquierda marxista occiclental habían estado clamando por
res por una nueva derecha tradicionalista puritana, centrada en la fami- este acorltecimiento desde hacía setenta años, no puede decirse que fue-
lia, sufrió una serie de retrocesos políticos que dejaron su huella en la ra una súbita decepción del "socialismo en realidad existente" en el Este la
teoría misma. El apogeo de la teoría feminista ocurrió en los setenta, en que causara la decadencia del criticismo marxista en Occidente. La po-
un punto que ha quedado más de veinte años atrás. Desde entonces, pularidad men¡iuante del criticismo marxista desde los setenta fue él
este campo se ha enriquecido con incontables elaboraciones particula- resultado de acontecimientos ocurridos en el llamado Primer Mundo, no
res de la teoría, tanto en términos de temas generales como de autores en el Segundo. Se debió en parte a la crisis del capitalismo global que ya
específicos; pero l.ra habido pocos avances teóricos que puedan equipararse
con la obra trascenclente de los pioneros Moers, Millett, Showalter, Gil- !' flna valiosa antología es Francis Mrrlliern (comp.), Conlcmlnrary Murxisl LiLrxr,ry
()i.tit:ism (Lonclres y Nueva York, 1992). Aunque relativamente hubie se pasado <k:
bert y Gubar, Kristeva, Irigaray o Cixous, con sus fascinantes mezclas de
mocla, el criticis¡no rnarxista del periorlo logró producir obras como Peter Burger',
semiótica, lingüística, psicoanálisis, teoría política, sociología, estética y 'l'heory ol lhe Autnl Otr¡le (Manchester, 1984); Franco Moretti, I-he Way of t,fu Wuld
criticismo práctico. Esto no pretende sugerir que desde entonces no se (Lonclres, 1987);.fohn Frow, Marxi.sm u,nd. Lit,crary Histrtry (Oxford, 1986); Riryrnorrd
hala producido bastante obra crítica, por lo menos en el fértil campo del Williams, Writingin §or:irly (Londres, 1984) y'l-he l'ol:itics of Modem.ism (Londrcs, 1080);
Fre dric.fameson, Tlu: hlcologie.s ol 'l'hcory,2 vols. (Londres, 1988) y Lalc Mtnxi:m (Lorr-
feminismo y del psicoanálisis;a pero tomado en conjunto no puede com- dres, 1990), y Terry Eagleton, l-ht Furulü»t ol Critit:ism (Londres, 1984) y 'l'hr hluthp ol'
pararse con el fermento intelectual de los primeros años, que resultó lht: Aeslhclit: (Oxforrl, l99l). Una colección írtil de criticismo marxista ¡rrrc<lc t:n-
contrarse en C. Nelson y L. Grossberg (comps.), Marxism and tht Inlelnttatilm ol (iul-
lzrz: (Londres, 1988).
aVéaseenparticular.facquelineRose, SemtnkEinLhcFie.klrlVision(Londres, 1986), (iVéase
en particular s:tt Postmtxl¿rni.sm, or, lhc Culhtral Logir: of Lute Olltikttisrn (Lon-
nnan (cornp.) , l)ctzuctn Fetni'nism and I'sydnanzlysi.s (Londres, 1989)
y Tere sa Bre . clres, l99l), y Si¡¡nultr'rc.s ol lhe Visibh (Londres, 1992).
264 POSDATA I'()SI)A'IA 2{ if,
hemos contemplado, en parte a las críticas dirigidas conitra el marxismo tion, Margins of Phibsoph1), se han quedado como la labor pionera dc l¿rs
por las diversas "nuevas" corrientes políticas derechos de primeras feministas, un cuarto de siglo atrás. El propio Derrida contir)uó
los homosexuales, ecología, movimientos étnicos -feminismo,
y demás- que bro- produciendo muchos trabajos cintilantes en los ochenta y noventa, pero
taron en la secuela de una anterior militancia de clase obrera, insurrec- rrada que pudieqa rivalizar con la ambición y la profundidad de aquellas
ción nacionalista, derechos civiles y movimientos estudiantiles. casi obras seminales. Su escritura se ha vuelto en general menos programáti
todos estos proyectos anteriores se habían basado en Ia fe en una lucha ca y sinóptica, más variada y ecléctica. En manos de algunos de sus disci
entre la organización política de masas, por una parte, y un opresivo pulos anglosajones, la desconstrucción se redujo a una forma de inves-
poder del Estado, por Ia otra; casi todos ellos consideran en conjunto la tigación estrecharnente textual, dando un refuerzo al canon literario
transformación radical del capitalismo, el racismo o el imperialismo, que había ofrecido subvertir al merodear incesantemente sobre su con-
por ello pensaban en términos ambiciosamente ,.totalizadores,,. Alrede- tenido, desconstruyéndolo de paso y así manteniendo la industria crítica
dor de 1980, todo esto había llegado a parecer definitivame.,te passé. bien abastecida con refinados materiales nuevos. El propio Derrida in-
Como el poder del Estado había resultado demasiado fuerte para des- sistió siempre en el carácter político, histórico e institucional de su pro-
mantelarlo, el orden del día era ahora la llamada micropolítica. Las yecto; pero éste, trasplantado de París a Yale o a Cornell, tendió, como
teorías totalizadoras y la política de masas organizadas eran asociadas ciertos vinos franceses, a no viaiar bien, y esta audaz e iconoclasta forma
cada vez más a la razón dominativa del patriarcado o la Ilustración. y si de pensamiento resultó fácilmente asimilable para un paradigma for-
toda teoría era algunos lo sospechaban- inherentemente totali- malista. En conjunto, el postestructuralismo en general medró muy bien
-como
zad,ora, entonces los nuevos estilos de teoría debían ser una especie de cuando absorbió algún proyecto más vasto: feminismo, poscolonialismo,
antiteoría: local, sectorial, subjetiva, anecdótica, estetizada, autobiográfi- psicoanálisis. A finales de los ochenta, los desconstruccionistas declara-
ca, más que ob.jetivista y omnisciente. Al parecer, la teoría, habiendo dos parecían una especie en peligro de extinción, sobre todo después
clesconstruido casi todo lo demás, finalmente había logrado descons- clel llamado caso De Man de 1987, cuando se reveló que el sumo sacerdo-
truirse a sí misma. La idea de un agente humano transformador y con te cle la desconstrucción en los Estados Unidos, el crítico de Yale Paul de
autodeterminación fue rechazada como "humanista,, en favor de un Man, había contribuido con artícLrlos pronazis y antisemitas a ciertas pu-
sujeto fluido, móvil y descentrado. Ya no habría un sistema coherente o blicaciones colaboracionistas belgas durante la scgunda Guerra Mundial.T
una historia unificada a los cuales oponerse, sino sólo un conjunto dis- Las intensas pasiones engendradas por este escándalo se enredaron
continuo de poderes, discursos, prácticas y narrativas. La era de la re- inevitablemente con el destino del propio desconstruccionismo. No es
volución había cedido su lugar a la época del posmodernismo, y en lo difícil notar que algunos de los más exáticos apologistas de De Man en
sucesivo "revolución" sería un término estrictamente reservado a la publi- aquel tiempo, incluso el propio Derrida, reaccionaron tan apasiona-
cidad. Había nacido una nueva generación de estudiantes y teóricos de clamente como lo hicieron porque lo que estaba en juego no sólo era la
la literatura, fascinada por la sexualidad pero harta de clase social, atrai reputación de un reverenciado colega, sino la fortuna ya decadente de
da por la cultura popular pero ignoranre de la historia laboral, hipnoti- toda la teoría descorlstructiva. El caso De Man, como organizado por al-
zada por la otredad exótica pero apenas enterada del funcionamiento guna oculta mano cle la historia, coincidió extrañamente con una baja
del imperialismo. de la buena suerte de esos intelectuales, y al menos una parte de la ill-
Al acercarse a su fin los ochenta, Michel Foucault se emparejó con quina relacionada con el escándalo brotó de una corriente de teoría que
Karl Marx como decano de la teoría política, mientras Freud, enigmáti- sentía, cadavez más, que ahora estaba de espaldas a la pared. Con r¿rz(¡tt
camente interpretado porJacques Lacan, seguía en lo alto. La posición o sin ella, la desconstrucción fue acusada, entre otros pecados, clc ttrt
dcJacques Derrida y la desconstrucción resultó un tanto más ambigua. -lormalismo ahistórico; y durante los ochenta, sobre todo en los Iistados
Al publicarse por primera vez este libro, esa corriente seguía en boga; Unidos, había estado flotando e hinchándose una teoría litcraria qrrc
hoy, aunque aún ejerce aquí y allá una poderosa influencia, ya esrá me-
nos de moda. Las primeras obras de Derrida, pasmosamente originales 7 Véase Werner Hanlacher rl aL (cornps.), Iilslxm.vs: On, lltul dc Man.': Warlimc]our-
(Voice an,d Phenomenon, of Crrammatology, Writing and Difference, Dissemina- nulism (Lincoln, Nelrr., y Londres, 1989).
266 PoSDA'IA
POSI)ATA '.'t iI
volviendo a la misma herencia "me talisica" de la que tanto desconfiaba fuegos fatuos que, al tnrlstrar ideales imposibles ante nuestros ojos, Il()s
cl postestructuralismo, cn busca alavez de problemas y de soluciones clistraen del moclesto pcro eficaz- cambio político que pudiéramos l<r
que tal vez un tanto prematuramellte habían sido desconstruidos.l2 Al grar. Implican la le pcligr()sameDte absolutista de que nuestras variadas
mismo tiempo, un resurgimiento del interés en la obra del teórico ruso y contingentes formas dc virla y cle conocimiento puedarr fincarse erl al-
Miiail Baitin, en torno del cual brotó toda una industria crítica a finales gún solo principio, írltirrt¡ t: inatacal¡le: larazón o las leyes de la historia, la
de los ochenta, prometió unir las preocupaciones textuales, corporales o tecnología o los moclos clc ¡:rorluccióIl, la utoPía política o una natura-
discursivas de los postestructuralistas con una perspectiva más histórica, leza humana unil¡ersal. Para la poslnodernidad "antifundacionalistzr",
materialista o sociolóeica. l3 por corltraste, nuestras lbrmas de vicla son relativas, infundadas, autosu-
Hasta aquí, hemos tocado el término "posmodernismo" sin hacer ficientes, constituidas por simple convención y tradición culturales, sin
pausa para examinarlo. Sin embargo, no cabe duda de que es él término rringún origen iclentificable ni meta grandiosa; y la "teotía" ' al menos
más ampliamente cmpleaclo en lzr actual teoría de la cultura, el cual, para los tipos de credos más conser,¡aclores, es en su mayor parte sólo un
prometiendo abarcarlo toclo, descle Maclonna hasta la metanarrativa, rimbombante modo de racionalizar estos hábitos e instituciones hereda-
desde el posfordisrno hasta la literatura sensacionalista, amenaza con des- dos. No podemos fundar racionalmente nuestras actividades, no sólrr
plomarse en el sinsentidr>. Ante toclo, podemos distinguir el término más porque son racionalidades diferer)tes, discontinuas, tal vez inconmensu-
eeneral, histórico o filosófico, de "posmodernidad", del estrecho, más cul- rables, sino porque cualesqlliera razones que plarrteáramos estarán for-
tural o estético, cle "posmoclernisrno". Posmodernidad significa el fin de madas siemPre por algún contexto de poder prerracional, creencia, in-
la modernidad, er-r el sentido de esas grandiosas narrativas de verdad, ra- tcrés o deseo que jamás podrá ser su.ieto de demostración racional. No
zón, ciencia, progreso y emancipación universal que, supónese, caracte- hay una totalidad absoluta, ni racionalidad ni centro fiio de la vida huma-
rizan el pensamiento moderno a partir de la Ilustración.la Para la pos- na, no hay metalenguaje capaz de captar su infinita variedad, sólo hay
modernidad, esas bellas esperanzas no sólo han quedado históricamente r-rna pluralidad de culturas y de narrativas que no pueden ser jerárquica-
desacreditadas; sino que rlesde el principio fueron ilusiones peligrosas, lnente ordenadas o "privilegiadas", y que por tanto debe resPetar la invio-
pues metieron las ricas contingencias de la historia en una camisa de lable "otredad" dc modos de haccr las cosas que no son los propios. El
fuerza conceptual. Esos tiránicos esquemas operan sin tener en cuenta conocimiento es relativo a los corltextos culturales, de modo que afir-
las dificultades sobre la cornplejidad y multiplicidad de la historia real, mar que se conoce el mundo "tal como es" es simplemente una quimera:
erraclican brutalmente la cliferencia, reducen toda otredad a la monó- llo sólo porque nuestro entendimiellto es siempre un asunto de inter-
tona mismidad y a menudo desembocan en una política totalitaria. Son pretación parcial y partidista, sino Porque el mundo mismo no tiene r¡rr
moclo particular. La verdad es el producto de la interPretación, Ios ht:-
12
Véase, por ejemplo, Gillian Rose, Diabttic ol Nihilisn (Oxford, 1984); Peter Dews, chos son construcciorles del discurso, la objetividacl es cualquier irrt<'r
Logits of Di.sintegrntion (Londres, 1987); Howarrl Caygill, Art oJ.ludgement (Oxford, pretación discutible de las cosas que acabe de obtener el podcr, y t'l
1989); Andrew Bowie , Acsthd,ics and Sub'jtcli,uily: Frorn Kant h Ni¿tzschr (Manchester, sujeto humano es una licciírn como la realidad a la que contemplil' llll'r
1990);.I.M.Bernstein,'l-hcFattofArt(Oxford, 1992);PeterOsborne, T-hcPolitir:soJ
7)me (Londres, 1995). enticlad difusa, autodividicla sin naturaleza o esencia fija. En torlt» t'rll,
15 Para
Bajtin, r,éase Katerina y Michael Holquist, Mikhail Bakhtin (Cambridge, la posmoclernidacl cs ul)a especie dc extensa nota de pie de págirrrr ,r I'r
Mass., 1984), Tzvetan Todorov, Mikhail Bukhlin.: Thc Dialngir:ttl Priru:iplt (Manchester, filosofia de Friedrich Nietzsche, quien previó casi todas estas posir i,,tt, t
I 984), y Ken Hirschkop, Ilakhlin und Dontx:rar1.
14
Para la teoría general de la posmoclernidad, véase Hal Foster (comp.), T-hc Anti-
en la Europa del siglo xlx.
osLht:lic: Iissay.s on PosLmod,un ()^rllrzrr (Washington, 1983) ;.fean-Frangois Lyotard, 7'h¿ Así, el posmodernismo propiamcnte dicho puede consid¡r'l¡ s(' r I rlnrr
Po.stmodcm (itrulilion. (Manchester, 1984); David Harvey, 'fhc (hn¡lition of Postmtxlcmily la mejor forma de cultura que corresponde a esta cosmovisi(il).1" L,r lt¡'t' 'r
(Oxford, 1989) ;.f arnesort, Poshntilemisnt, ut, 'l'ht (htltural Itryu: ol Late Caliktli.sm. Para
ofros panora[ras generales, véase Christopher Norris, I-he (i¡nlcsl ol Famllic-s (Londres, tf'Para algunas revisiones generales, véase RobertVenluri d al., l't'rtttttt¡¡ lt'nr Lt+
1985), A. Kroker y D. Cook, 'l'hr Postmodnn.\'rznr (Nueva York, 1986), Ihab Hassan, 7)¿¿
Poslmodun Ttim (ColLrrnbus, 1987),.fonath:rn Arac (comp.), l)ostmodetnism an¡l I'olilit:.s Vr.gas (Canrbiidge, Mass., lg87) ;Christopher Butler, Afterthe W'alrr (()rlrrrrl lrlttttr
lhab Hassan, T'hi Dismtmbnmntt tf orltfuu..s (Nueva York, 1982); t,irrtlu I lttlr ltI¡tr ,,
|
(Manchester, 1986),.fohn Fekete (comp.),l,ifc (icrI'ostmo¡lcrnism (Londres, 1988) y
Alex Callinicos, Agt,nisl llt.slmtd,tmism (Cattbt idge, 1989). t:i,t.¡istü:Narra,titz(Waterloo, Ontario, I9S0) yA Pocticsol'I\tslmrxltrttt¡n¡ (Nttr'r't \r[] r
272 PoSDATA POSDATA 27:l
obra de arte posmoclernista es arbitraria, ecléctica, híbrida, descentrada, espectáculo estético. La impaciencia del posmodernismo contra los
fluida, discontinua, similar a un pastiche. Fiel a los lemas de la posmo- .juicios estéticos convencionales cobró forma tangible en los llamados
dernidad, desderia la profundidacl metafísica en favor de una especie de estudios culturales, que aumentaron conforme transcurrían los ochen-
forzada superficialidad, travesura y fálta de afecto, un arte de placeres, ta, y que a menudo se negaron a respetar las distinciones de valor entrc
superficies e intensidades efímeras. Desconfiando de todas las verdades el soneto y la "telenovela".
aseguradas y certidumbres, su forma es irónica y su epistemología es re- Los debates acerca del posmodernismo y la posmodernidad han
latiüsta y escéptica. Rechazando toclos los intentos de reflejar una realidad adoptado muchas formas. Por ejemplo, existe la pregunta de a qué pro-
estable más allá de sí misma, existe autoconscientemente en el nivel de fundidad llegan estos desarrollos, si son en realidad, por decirlo así, "de
forma o de lenguale. Sabiendo que sus propias ficciones son infundadas pared a pared", como la cultura dominante de nuestra época, o si son
y gratuitas, puede alcanzar una espe cie de negativa autenticidad tan sólo bastante más sectoriales y específicos que eso. ¿Es la posmodernidad la
exhibiendo su irónica conciencia de este hecho, señalando socarrona- filosofia apropiada para nuestro tiempo, o es la cosmoüsión de un gru-
mente su propio st¡ttus de artificio elaborado. Nerviosa ante toda identi- po fatigado de antiguos revolucionarios intelectuales de Occidente,
clad aislada y desconfiacla del coucepto de orígenes absolutos, llama la quienes con típica arrogancia la han proyectado sobre la historia con-
?rtención hacia su propia naturalcz;l "intertextual", sus reciclajes parócli- temporánea en su conjunto? ¿Qué signiñca posmodernismo en mali o
cos de otras obras que, a su vez, ro son más que tales reciclajes. Parte de err mayo? ¿Qué significapar^ sociedades que aún tienen que entrar en
lo que parodia es historia pasada, trna historia que ya no debe verse en la modernidad propiamente dicha? ¿Es descriptivo ese término de la so-
términos lineales como Ia cadena cle la causalidad que produjo el pre- ciedad consumista, o es la recomendación positiva de un cierto estilo de
sente, sino que existe en una especie de eterno presente como materia vida? ¿Es lo cree FredricJameson- la cultura del difunto capi-
tal
-como
penetración final de la forma de las mercancías en la cultura
prima arrancada de su contexto y aglutinada con lo contemporáneo.
-la o es, como lo proponen sus partidarios más radicales, un golpe
misma-
Por último, y tal vcz esto sea lo más típico de todo, la cultura posmoderna
vuelve su desagraclo de los límites y las categorías fijas contra Ia distin- subversivo a todas las élites, jerarquías, narrativas magistrales yverdades
cií"¡n tradicional cl)tre arte "cle altura" y arte "popular", desconstruyendo inmutables?
la línea divisoria elltre ellos al producir artefactos que son consciente- Las discusiones continuarán, sin duda, entre otras cosas porque el
mente populares o vernáculos, o que se ofrecen como artículos para posmodernismo es la más robusta de todas las teorías, arraigado en un
consumo placentero. El posmoclernismo, como la "reproducción mecá- conjunto concreto de prácticas e instituciones sociales. Es posible pasar
nica" de Walter Benjamin,l{i intenta desmantelar la imponente aura de por alto la fenomenología o la semiótica o la teoría de la recepción
la alta cultura moclcrnista con un iirte más demótico, amigo del usuario, hecho, la gran mayoría de la humanidad ha logrado hacerlo singular-
-de
desconfiando de todas las jerarquías de valor, como privilegiadas y eli- mente bien-, pero no el consumismo, los medios informativos, la políti-
tistas. No hay mefor ni peor, sólo diferente. Al tratar de saltar la barrera ca estetizada o la diferencia sexual. Pero las discusiones también con-
entre el arte y la vida común, el posmodernismo les ha parecido a al- tinuarán porque hay graves divergencias dentro de la propia teoría
gunos el resurgimiento en nuestra propia época de la vanguardia radi- posmoderna. Para sus partidarios más politizados, ideas tan confusas
cal, que tradicionalmente había buscado esta meta. En la publicidad, la como verdad, identidad, totalidad, universalidad, fundamentos, meta-
moda, el estilo de vida, el centro comercial y los medios de información narrativa o el tema revolucionario colectivo deben desecharse de tal
cle masas, finalmente se habían c<;mpenetrado la estética y la tecnología, modo que los proyectos radicales auténticamente eficaces tengan la vía
mientras que la vida política se había transformado en una especie de libre. Para sus apologistas más conseryadores, el rechazo de tales co¡l-
ceptos va de la mano con una defensa del statu quopolítico. Por ello, hay
Lorrdres, 1988); Brian McHale, Postmtrl.rntis! Firlion (Nueva York y Londres; 19U7); toda la diferencia del mundo entre Foucault y Stanley Fish, Derrida y
Patricia War"rgh , Mrtufi.ct.ion (Londres y Ntreva York; 1984), Lisa Appignanesi (comp.), Richard Rorty, aunque a los cuatro se les pudiera catalogar en general
l\tslmo¡lctnism: I (,A I )ot:u,men,ts 5 (Londrt:s, I 986).
f i Véase Walter Ben jamin, "The como posmodernistas. Para neopragmáticos estadunidenses como Rorty
Work of Art in the Age of Mechanical Reproduc-
tion", en Hannah Arent (comp.), Illumin,u,t,iltns (NuevaYork, 1969). y Fish, el desplome de los puntos de vista trascendentales señala, en
274 POSDATA POSDATA 27lt
efecto, el colapso de la posibilidad de una auténtica y activa crítica como el feminismo y el posmodernismo, y en contraste con la fenome-
política.17 Semejante crítica, dice el argumento, sólo podría hacerse des- nología o la teoría de la recepción, está directamente arraigada en los
de alguna posición metafisica privilegiada, mucho más allá de nuestras acontecimientos históricos. El desplome de los grandes imperios eurc>
actuales formas de vida; y como evidentemente no existe dicha posición peos; su remplazo por la heE;emonía económica mundial de los Estados
aun si existiera nos resultaría improcedente e ininteligible-, hasta Unidos; la continua erosión de la nación-Estado y de las fronteras geo-
-o
nuestras pretensiones más evidentemente revolucionarias siempre ch<> políticas tradicionales junto con las migraciones en masa y la creación
carían con los discursos del presente. En suma, siempre estamos firme- de las llamadas sociedades multiculturales; la intensificada explotación de
mente instalados en el interior de la cultura que esperamos criticar, tan
Eirupos étnicos dentro del Occidente y en las sociedades "periféricas"
íntegramente constituidos por sus intereses y creencias que cuestionar- por doquier; el formidable poder de las nuevas empresas transnaciona-
los de manera radical exigiría salirnos de nuestra piel. Mientras lo que les: todo esto se ha desarrollado a gran ritmo desde los sesenta, y con
expresemos sea inteligible cualquier crítica que no lo fuera sería sen- ello una verdadera revolución de nuestros conceptos de espacio, poder,
-y
cillamente inútil- entonces ya estamos en complicidad con la culcura idioma e identidad. Puesto que la cultura, en el sentido lato del térmi-
que tratamos de objetivar y, por ello, caemos en una especie de mala fe. no, se halla cerca del centro de algunas de estas cuestiones, no es sor-
Esta doctrina, que depende de una distinción eminentemente descons- prendente que durante las dos últimas décadas hayan dejado su huella
truible entre "dentro" y "fuera", está siendo hoy esgrimida por algunos en los sectores de las humanidades que tradicionalmente se han dedica-
para defender el modo de vida estadunidense, precisamente porque el do a la cultura en el sentido estrecho del término. Así como el predomi-
posmodernismo está incómodamente consciente de que ya no es posi- nio de los medios de información de masas impuso una reflexión sobre
ble ninguna crítica racional de ese modo de vida, o en realidad de nin- las fronteras clásicas dentro del estudio de Ia cultura, así también el
gún otro. Quitarle sus fundamentos bajo los pies al adversario es, inevi- "multiculturalismo", que corresponde al mismo periodo histórico, desa-
tablemente, quitárselos a uno mismo. Para evitar la ingrata conclusión fía la manera en que el Occidente ha concebido su identidad y la ha
de que no hayjustificación racional para el propio modo de vida, se debe articulado en un canon de obras artísticas. Ambas corrientes 6s¿1¡-
tratar de anular la idea misma de crítica como tal, tildándola necesaria- -l6s
dios culturales y el poscolonialismo- dan un paso decisivo más allá de
mente de "metafisica", "trascendente", "absoluta" o "fundacional". De las cuestiones del método teórico que habían predominado sobre una fase
manera semejante, si se puede desacreditar la idea de sistema o de totali anterior de la teoría literaria. Lo que hoy está en juego es la problemati-
dad,,entonces en realidad no existe cosa que se pueda llamar patriarca- zación de la "cultura" misma, que al desplazarse más allá de la obra de
do o "sistema capitalista" para criticarlo. Ycomo no hay totalidad de la arte aislada, invadiendo áreas de lenguaje, estilo de vida, valor social,
vida social, no hay lugar para ningún cambio general, ya que no hay sis- identidad de grupo, incvitablemente se interseca con cuestiones de
tema general que transformar. Se nos pide creer, con crasa inverosimili- poder político global.
tud, que el capitalismo multinacional es sólo una concurrencia aleatoria El resultado ha sido la apertura forzosa de un canon cultural occi-
de tal o cual práctica, técnica, relación social, sin ninguna lógica sistemáti- clental estrechamente concebido, con recuperación de las asediadas ctll-
ca; y todo esto se puede ofrecer como defensa "radical" del pluralismo turas de los grupos y pueblos "marginales". También ha significado co-
contra los terrores de la totalización. Éste es un dogma que tal vez se brar conciencia cle algunas cuestiones de "alta" teoría en la socicclird
pueda sostener más fácilmente en Ia Universidad de Columbia que en global contemporánea. Las cuestiones de "metanarrativa" no sólo alcc-
Colombia, la nación sudamericana. tan a las obras literarias, sino a los términos en que el Occidentc postc-
Si, a mediados de los noventa, el criticismo feminista ha demostrado
ser el más aceptado de los diversos enfoques literarios nuevos, entonces la obra fnndadora de la teoría poscolonial; véase también st Culturc uul lmlminlinn
(Londres, 1993). Otros textos influyentes son Benedict Anderson, l»utgimil ('atnmuni'
la teoría poscolonial lo sigue muy de cerca.ls La teoría poscolonial, lizs (Londres, 1983); Gayatri Chakravorty Spivak, In Olhe¡ Workls (Nttr:v:r York y LoIt-
I7 Véase Stanley Fish, Doing What (hmcs ctres; 1987); Robert Young, lWitc Mythoht§,ts (Londres, 1990); I Lrnri llhabha (r:orn¡r.),
NtLurally (Oxford, 1989), y Richard Rorty, Nalün. arul, Nanalloz (Londres y Nueva York; 1990) , y l'he l,outlion of Ortlluru (Lon«h cs,
(-tmtingmq, Irony, untl ,\olidnrity (Cambridge, 1989).
r8 ()rimtalism (Nueva York, 1979) de Edward Said, se considera generalmente como I994) . Para una crítica demoleclora de l:r tcoría poscolorriirl, vóasc Aiiaz AhInatl, /z
'l-h«try : Ckt sses, N¡t tions, l,itqahtres (Londrcs, I 992).
276 PC)SDATA POSDATA '¿77
rior a la Ilustración ha expresado tradicionalmente su propio proyecto tes y sus puntos ciegos. A veces ha implicado una romántica idealizaci<irr
imperial. La descentralización y desconstrucción de categorías e identi- del "otro" junto con una política simplista respecto a la reducciórl rlcl
dades cobra nueva urgencia en un contexto de racismo, conflictos ét- "otro" al "mismo" como raíz de todos los males políticos. Este tema p()s-
nicos y dominación neocolonial. El "otro" ya no sólo es un concepto moderno particular, el de la otredad y de la autoidentidad, hoy está
teórico sino grupos y pueblos excluidos de la historia, sometidos a Ia amenazando con volverse monótonamente idéntico a sí mismo. U¡ra
esclaütud, al insulto, la mistihcación y el genocidio. Las categorías psico- corriente distinta de pensamiento poscolonial, al desconstruir una
analíticas de "escisión" y proyección, negación y desautorización han oposición demasiado rígida entre el ego colonizador y el otro colonizado,
salido de los libros de texto freudianos para convertirse en modos de acaba por subrayar su mutua implicación y por ello se arriesga a mellar
analizar las relaciones psicopolíticas entre colonizadores y colonizados. el filo político de la crítica anticolonialista. Pese a todo su hincapié en la
Los debates entre "modernidad" y "posmodernidad', tienen especial diferencia, la teoría poscolonial a veces ha aglutinado demasiado pre-
encono en las culturas periféricas que se ven arrastradas cada vez más a cipitadamente sociedades muy distintas bajo el mismo rubro de "Iercer
la órbita del Occidente posmoderno sin haber pasado, para bien o para Mundo"; y su lenguaje muy a menudo ha revelado un enorme oscuran-
rnal, por una modernidad al estilo curopeo. y la situación de las mujeres tismo incongruentemente remoto de los pueblos a los que defiende.
en tales sociedades, obligadas como están a soportar muchas de sus peo- Parte de la teoría ha sido auténticamente innovadora, mientras que parte
res cargas, ha dado por resultado una alianza peculiarmente fructífera de ella ha hecho poco más que reflejar el culpable autoaborrecimiento de
entre el feminismo y el poscolonialismo. un liberalismo occidental que, en estos difíciles tiempos políticos, prefe-
La teoría poscolonial no sólo es producto del multiculturalismo y la riría ser cualquier cosa y no él mismo.
descolonización. También refleja un cambio histórico, pasando der na-
cionalismo revolucionario en el rercer Mundo, que se tambaleó duran- Entre los artículos más seductores que la sociedad posmoderna ofrece
te los setenta, a una condición "posrevolucionaria" en que la fuerza de está la propia teoría cultural. La teoría posmoderna es parte del merca-
las empresas multinacionales parece inquebrantabre. por consiguiente, do posmoderno, no sólo una reflexión sobre é1. Representa, entre otras
muchos escritos poscoloniales coinciden bien con las sospechas pos- cosas, una manera de amasar un valioso "capital cultural" en condicio-
modernas de la política de masas organizadas, y en cambio se centra en nes intelectuales cada vez más competitivas. La teoría, en parte por su
asuntos culturales. La cultura, segÍrn cualquier estimación, es importan- alto poder, esoterismo, actualidad, rarezay relativa novedad, ll^aalcanza-
te en un mundo neocolonial; pero no puede decirse que sea finalmente do gran prestigio en el mercado académico, aun si todavía provoca la
decisiva. En última instancia no son cuestiones de lenguaje, color de virulenta hostilidad de un humanismo liberal que teme ser desplazado
piel o identidad, sino de precios de los artículos, materias primas, mer- por ella. El postestructuralismo es más s¿x) que Philip Sidney, así como
cados laborales, alianzas militares y fuerzas políticas las que determinan los quarks son más atractivos que los cuadriláteros. La teoría ha sido un
las relaciones entre las naciones ricas y las pobres. En occiclente, sobre síntoma en nuestro tiempo de la cosificación de la propia vida intelec-
todo en los Estados unidos, las cuestiones de etnicidad han enriquecido tual, así como una moda conceptual usurpa a otra con tal rapidez como los
una política radical estrechamente fijada en la clase social, y en su cambios de estilo de peinado. Como el cuerpo humano con
propia y estrecha fljación en la diferencia, han ayrrdado a oscurecer las -junto
todo lo demás- se ha estetizado en nuestros días, también la teoría se
condiciones materiales de vida que diversos grupos étnicos tienen en ha r,rrelto una especie de forma de arte minoritario, juguetón, autoiróni-
común. En suma, el poscolonialismo ha sido entre otras cosas un ejemplo co y hedonista, el lugar al que hoy han emigrado los impulsos del arte
de "culturalismo" desenfrenado que recientemente ha invadido toda la supermodernista. Ha sido entre otras cosas el refugio de un desheredir-
teoría cultural de occidente, exagerando la dimensión cultural de la do intelecto occidental, separado, por la miseria de la historia moderna,
vida humana, en comprensible reacción s¡66siy¿- al ante- de sus galas humanísticas tradicionales , y por ello a la vez crédulo y rcli-
rior biologismo, humanismo o economismo. -también
Ese relativismo cultural es, nado, vivillo y desorientado. Con mucha frecuencia ha actuado c<¡mo cl
en su mayor parte, simple dominio imperial puesto de cabeza. sustituto de moda de la actiüdad política, en una época en que tal irctivi-
Así, como cualquier otra teoría, el discurso poscolonial tiene sus lími- dad ha sido en general dificil de encontrar; y habiendo comenzado <:n l;r
278 POSDATA POSDATA 279
11 clmo discipliua;
o s vi tar e
"" "
s
il:T
por ejemplo, ¿qué tienen en común la fenomenolo-
ffi::: oscurantista para el hombre de la calle no familiarizado con su idioma
crítico. El discurso de especialista de una persona es el lenguaje ordina-
gía y la simple teoría? y ninguno cle los métodos
agrupados como teoría rio de otra, como puede atestiguarlo cualquiera que esté familiarizado
lilc¡aria es peculiar del estudio de ra literatura;
en realidad, en su mayor con pediatras o con mecánicos.
parte germinaron en situados muy lejos de é1. Sin embargo, esta
:ampos Una batalla que la teoría cultural probablemente ha ganado es la
indeterminació, disciplinaria también señala una ruprura en lá tradi- afirmación de que no hay lectura neutral o inocente de una obra de arte.
cional división dcl trabajo intelectual, que de algún
Lodo esgrime la En estos días, hasta algunos críticos bastante conservadores son menos
p;rlabra "teoría". "Teoría" tambié, indici que nuestras
maneras clásicas dados a argüir que los teóricos radicales tienen ojos ideológicamenre
de dividir el conocimi,
sesgados mientras que ellos mismos ven la obra como en realidad es. Un
prorundas¿m.,r,"a"l"il.;,"ffiJ,i':X,lll;1.";',1Ti,""11:l:'jffi
esta descomposició, como una reconliguración
::;: tipo general de historicismo también se ha impuesto: quedan pocos for-
positiva de la disciplina. malistas de profesión. Si el autor no está precisamente muerto, ya no
EI surgimiento cle Ia teoría sugier" q.r", po, buenas
razones historicas, está de moda un biografismo ingenuo. La naturaleza arriesgada de los
lo q,e había llee¿rclo a conocerse
como humaniclades ya no podía seguir cánunes literarios, su dependencia de un marco de valor culturalmente
adelante en su fi>rma acostumbracla. Todo esto era
para bien, yu qr" lu, específico, es hoy generalmente reconocida, junto con la verdad de que
humanidades habían proclamacr. clemasiado a
Áenudo ,í ciertos grupos sociales han sido inlustamente excluidos de ellos. Yya no
desinterés, predicado unos valores "universales"
que eran demasiaáo "Jpr.io estamos precisamente seguros en dónde termina la alta cultura y err
es-
pecíficos socialmente, reprimido la base material de
esos valores, so_ dónde empieza la cultura popular.
brestimado absurdamente la importancia de Ia ,,cultura,,y
fo_errádo Aun así, algunas doctrinas humanistas tradicionales se niegan a mt>
una concepción celosamente elitista de ella. Era
para mal, yaque las hu_ rir, entre ellas la suposición de un valor universal. Si la literatura impor-
manidades tambié. habían mantenicro u.ro. valores
d"."rrt.r'y genero- ta hoy, es ante todo porque a muchos críticos convencionales les part:t:t:
sos bruscamente desdeñados por ra sociedad
cotidiana; habíaniJmenta- uno de los pocos lugares que queclan en que, en un mundo dividi<lo y
do fuese bajo una guisa idealista- una profunda crítica
-aunque de fragmentado, aún puede encarnar un sentido de valor universal; y rlorr-
,uestro actual modo cle vida; y al alimentar un elitismo espirituar
habían de, en un mundo sórdidamente materialista, aún se puede alcrnzar rul
visto, al menos, a través del falso igualitarismo
del mercado. raro atisbo de la trascendencia. De allí, sin duda, las pasioncs por l«> tlc-
La tarea de la teoría cultural, concebida en términos
generales, fue más inexplicablemente intensas y hasta virulentas que scmc.iuutt: l¡ris-
apartar la sabiduría recibida de ras humanidades
tradicionares. En esto, queda academicista y minoritaria que se presenta cr¡mr¡ tcorí:r litt'r:u ilr
podría afirmarse, ha teniclo éxito razonabre, en la teoría
si no en la prác- tiende a desencaclenar. Pues aun si ¿sl¿ enclave clcl art.c sobrcvivc
tica. Desde la primera aparición cle este libro, ha
habido po.u, ..rir"r_ precariamente- pudiera ser historizado, matcri:rlizado, -c¡rrc «lcscorrstntido,
tas convincentes a los diversos casos ranzados
por la teoría literaria. Mu- erltonces, ¿dónde vamos a encontrar, ert rcaliclirrl, virlor cn uu l-ltundo
cha hostilidad a la teoría ha sido poco más qr" .,ru
típica incomodidad clegradado? El raclical replicaría quc suponcr qtrc la vida social es uni-
POSDATA
Cnfucn TNGLESA