Está en la página 1de 2

Ironía es producir frases comprensibles que conducen a lo incomprensible cuando las

consideramos más de cerca. Algunos lectores se quejaban de la especial incomprensibilidad de


sus fragmentos, pero Schlegel ya había escrito un ensayo acerca de este tema: Sobre la
incomprensibilidad. En él leemos:

“En verdad se apoderaría de vosotros el desasosiego si tal como exigís, el mundo entero
llegara alguna vez a hacerse comprensible en serio. Y él mismo, este mundo infinito, ¿no ha
salido gracias al entendimiento de lo incomprensible o del caos? ”

Por lo tanto, lo incomprensible es una fuerza viva que se menoscabaría si el entendimiento


pudiera sacarlo a la luz por completo. La ironía vigila la entrada sonriendo. Nietzsche asumirá
más tarde esta idea cuando hable del no saber como presupuesto de la vida. p.60

Friedrich Schlegel aspira al predominio del espíritu de la ironía, el sentido para lo


incomprensible, para lo infinito y para la reflexión inacabable. Poesía, filosofía, ciencia y
política han de fusionarse, y así habría de surgir la nueva forma de pensar, la “creadora, que
nace de la libertad y de la fe en ella y luego muestra cómo el espíritu humano imprime su ley
en todo y cómo el mundo es su obra de arte”.

Esta filosofía acaba de ver la luz del mundo. Era la de Fichte. p.65

El hombre vive en medio de posibilidades. La realidad se constituye en un horizonte de


posibilidad. Eso es la libertad. p.72

También esta idea puede ponerse en su debida luz con los comentarios de Novalis. Nuestro
conocimiento, escribe, es libre porque podemos equivocarnos. No seríamos libres si fuéramos
conducidos necesariamente a los fundamentos del “ser”. Sólo porque se nos escapa lo
“absoluto”, comoquiera que lo busquemos, “surge en nosotros la infinita actividad libre”. p.72

De forma aparatosa, Fichte elevó el yo al olimpo filosófico, tanto el activo como el observador,
y allí estaba ahora, como una figura de Caspar David Friedrich, con el mundo a sus pies:
¡espléndido panorama! A través de Fichte la palabra “yo” adquirió un volumen tremendo, sólo
comparable con aquella plenitud de significación que más tarde Nietzsche y Freud concederán
al “ello”. El Fichte popularizado se convirtió en testigo principal del espíritu del subjetivismo y
de la posibilidad ilimitada de actuar. Y el supuesto poder del actuar tenía un temple eufórico.
p.75

en torno a 1797, Holderlin, Hegel y Schelling se unen para desarrollar los esbozos de una
nueva mitología que es necesario “hacer”. ¿Dónde podría encontrarse semejante mitología?
Naturalmente, en uno mismo. p.75

Más tarde, el protocolo de esa alada vida común se tituló El primer programa del idealismo
alemán. En esta obra, impulsada por el espíritu de un hacer formador del mundo y por el
móvil del yo, leemos: “La primera idea es naturalmente la representación de mí mismo como
un ser absolutamente libre. Con el ser libre, consciente de sí mismo, brota a la vez de la nada
un mundo entero, la única creación verdadera y pensable desde la nada”. p.76

“El juego regular de ideas es la verdadera filosofía”, anota Novalis, y de acuerdo con ello la
poesía como “juego del estado de ánimo” p.76

Friedrich Schlegel escribe a Novalis: “Yo, fugitivo, no tengo casa, yo (el Caín del universo) fui
arrojado al infinito, y ahora tengo que construirme una con mi corazón y cabeza” p.77

sobre Novalis:

Su tío era frívolo y mundano, el padre era un devoto, y al final Novalis se entregó a una
devoción que tenía algo de frívola, ya que estaba radicada en o artístico y poético. p.102

Cuando Novalis usa los términos “ficción” y “poema” no habla en un tono peyorativo, en el
sentido de ilusión y autoengaño, sino que se refiere a la manifestación de una fuerza viva que
se llama “imaginación” (Einbildungs-Kraft) en el discurso filosófico de su época, sobre
todo en Kant y Fichte. p.105

La noche trae la gran transformación, pero es también una noche del origen; de ella brota el
ser. Es la oscuridad del reino de la tierra, donde germina la semilla, protegida todavía del sol.
El reino de las raíces es oscuro como la noche. p.111

También podría gustarte