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Realidades de este verano

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No, esta columna no trata del calor infernal que vamos sufriendo en Puerto Rico entre junio
y agosto, los meses del verano tropical, ni de la amenaza del paso de un nuevo huracán en
cualquiera de esos meses, o aún más allá. Converso más bien sobre algunas realidades
políticas que han quedado al desnudo, totalmente desveladas en el primer mes del verano
de 2019: junio.
Primeramente, ha quedado sin duda desnudado el comportamiento marrullero e insolente
del Gobernador Ricardo Rosselló, quien envía a sus acólitos del PNP, por ejemplo a Tata
Charbonier, a defender un proyecto de “libertad religiosa”, que admitido por él mismo, es un
proyecto de administración que envió él a la legislatura, pero cuando se evidencia la gran
oposición al proyecto, lo manda a retirar junto con el de las “terapias de conversión”, con la
excusa de que ambos proyectos generaron gran oposición. La marrullería politiquera radica
precisamente en que Rosselló ideó ambos proyectos para con ellos atraer votos para sí de
los grupos religiosos. Ahora que ve que los proyectos espantan más votos de los que
atraen, porque fomentan el odio, la discriminación y atentan contra una comunidad
crecientemente organizada en el País, la LGBTTIQ, y que tuvieron hasta la oposición de
líderes demócratas en Estados Unidos, entonces los retira con el rostro fresco de los que
hace tiempo engañan al Pueblo, sin sonrojarse. El Pueblo, sin embargo, tendrá que recordar
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que los proyectos de marras salieron de la iniciativa del Gobernador y del asesoramiento de
los también politiqueros asesores de Fortaleza del gobierno del PNP. No quedan en el
proceso totalmente limpios los Populares quienes se opusieron a los proyectos pero
hicieron una oposición bastante “monga”. Hace ya un tiempo que no tenemos una
oposición activa y contundente ante el gobierno de turno en Puerto Rico. Todo el mundo se
convirtió en “mongo” y “deja hacer” Somos el país de los mongos y estamos todos más
mongos durante el verano. Las consecuencias serán crecientemente nefastas para este país
y para la posibilidad de una democracia real y verdadera.

Este verano también nos ha develado otros asuntos que van quedando desnudados ante la
opinión pública, si es que existe tal cosa como “opinión pública” en este país o en cualquier
sociedad. También tiene que ver con el Gobernador y su jueguito “de pitcher y cátcher” con
la Junta de Supervisión Fiscal del Congreso. Hace un tiempo Rosselló viene haciendo el
teatro de que es el defensor del Pueblo y de las pensiones de los “más vulnerables”. Truena
contra la Junta y jura que no se afectarán las pensiones de los empleados públicos. No
obstante, deja que la Junta agarre la culpa de lo que suceda cuando esta le ofrece un
acuerdo a miles de empleados públicos que rebaja pensiones en mínima parte, a cambio de
un aseguramiento de que el sistema de pensiones públicas se mantendrá. Lo peor de todo
esto es que ni el Gobernador Rosselló, ni la Junta Fiscal, estudian las pensiones en el sector
público para descubrir cuántas de ellas son pensiones “Cadillac” por diversas razones, es
decir, pensiones excesivas que no comparan con las de los demás empleados públicos y
que debieran recortarse al menos en algo, con lo cual se reduciría la desigualdad entre los
jubilados del sector público.

Rosselló se pasa cacareando sobre la igualdad imposible de conseguir de una estadidad


federada diseñada según sus sueños, y contraria a la sociedad estadounidense, pero
cuando se trata de reducir desigualdades acá en el País, entre puertorriqueños, no mueve
un solo dedo con la excusa de que las pensiones no se pueden ni se deben “tocar”. En todo
caso que las toque la Junta, pero yo, Rosselló, no las toco. Ese es el discurso engañoso del
desgobierno actual del PNP. Pues sí que se deben tocar, las pensiones excesivas, las
realizadas a base de la politiquería partidista de mover a última hora a, digamos algunos
maestros políticamente bien conectados, del salón de clases a un cargo administrativo y
luego de pocos años en él, llevarse una pensión de lujo. No son uno ni dos los maestros que
han pasado por ese proceso logrando para ellos lo que no tienen los demás maestros, y ni
siquiera la mayoría de los profesores universitarios que se jubilan de la Universidad de
Puerto Rico. Las pensiones en el sector público deben analizarse para reducir solamente
aquellas que sean excesivas, o mayores de $3,000 mensuales y que se obtuvieron por
razones de conexiones políticas PPD o PNP y no por haber estado un tiempo razonable
haciendo un servicio administrativo de excelencia en el Departamento de Educación o en
cualquier otra agencia pública. Pero no, la Junta quiere reducir las pensiones, como dicen en

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EEUU, “across the board” , a todo el mundo, sin intentar siquiera deshacer los entuertos que
fabricó marrulleramente nuestra clase política. Y la impunidad en nuestra clase política
sigue de lo más campante.

Ya a la altura del verano de 2019 es palpable que la Junta llegó a Puerto Rico a hacer lo
mismo que hizo la Junta de Nueva York entre 1975 y 1992: bajar pensiones, reducir salarios
de empleados públicos, reducir gastos de servicios públicos al pueblo y otras estrategias
constrictivas de la economía, con tal de pagarles a los acreedores de Wall Street. La junta,
pues, queda al servicio de los ya millonarios de Estados Unidos a costa de una creciente
pobreza en el país. Y los que creyeron que la Junta venía a ajustarle los cinturones al
privilegio y la corrupción partidista de los políticos locales, se han dado la gran sorpresa ya
evidente en este verano: la Junta no reduce ni toca los contratos del gobierno de Rosselló
con empresas privadas estadounidenses o locales que cobran carísimo y luego podrían
llegar a ser donantes del partido de turno. Los barriles de tocino millonarios de los
legisladores han seguido existiendo como si tal cosa. Y el gobierno central interno de Puerto
Rico mueve millones con los cuales se enriquecen unos cuantos a costa de los crecientes
impuestos que se le imponen al pueblo, no sólo por ingresos, sino otros de todo tipo incluso
al consumo como las alzas estratosféricas en las tarifas de la luz eléctrica y del agua.
Mientras tanto, la Junta no mueve un solo dedo con los que hacen de la colonia un “free for
all”.

También en este verano nos hemos percatado de la verdadera razón por la cual blancos
demócratas de Estados Unidos se preocupan porque el acuerdo de la AEE pueda llegar a
tener como efecto un alza en los costos de la electricidad. No es por ser solidarios con las
familias de Puerto Rico. No. Para nada. Lo más que les preocupa a ellos son las inversiones
en Puerto Rico de empresas estadounidenses que, con costos más elevados en el pago de
la luz eléctrica, tendrían menores ganancias. Son las ganancias de los estadounidenses en
Puerto Rico lo que se busca proteger con eso de reducir más la deuda de la AEE para evitar
que un servicio muy elevado al pago de deudas redunde en un alza en el costo de
electricidad. Por supuesto, todos aquí nos preocupamos también por eso, ya que las
empresas de afuera proveen empleos a los de acá. No obstante, también nos enteramos
por un estudio económico del joven economista Caraballo Cueto de que a Puerto Rico, si de
empleos se trata, le conviene mucho más multiplicar las PYMES (pequeñas y medianas
empresas locales) que las empresas externas. Estas últimas, por ser menos intensivas en
mano de obra solo aumentan un empleo por cada aumento en negocios de más de
$200,000, mientras que las PYMES boricuas crean un empleo con cada aumento de
negocios por $100,000.

Todas estas son verdades que existen desde hace un tiempo, realidades que son parte
integrante de las contradicciones de la colonia en Puerto Rico. No obstante se han venido
develando con especial claridad junto con la canícula del verano.

Otra de las realidades develadas recientemente este verano es cómo los demócratas que
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parecían más pro igualdad y menos racistas —recordamos de Biden su amistad con Obama
— han sido delatados por la propia prensa de prestigio en Estados Unidos por haber sido
opositores del “busing” y de la igualdad racial en las escuelas públicas estadounidenses.
Ahora nos enteramos que cuando era más joven Biden, se opuso al transporte en guaguas
a estudiantes blancos porque al así hacerlo se condenaba a hijos de los blancos
estadounidenses a tener una educación inferior en escuelas que habían sido antes
mayoritariamente para negros e hispanos. No se preocupó Biden por una educación de
calidad mundial para todos, sino de que los hijos de los blancos no dieran un “bajón
educativo” en las escuelas inferiores de negros e hispanos. ¿Por qué no luchar más bien
porque todos en Estados Unidos, independientemente de raza y origen nacional pudieran
acceder a educación de calidad?

Esa es la sociedad a la cual Rosselló busca anexarnos, la misma que le niega la igualdad a
los que ya viven en sus estadidades federadas, si son de raza negra, o si provienen de
países hispanos, o si son puertorriqueños aunque teórica y vacuamente digan que somos
“ciudadanos estadounidenses”. Aún en el estado de la Florida, donde la población hispana
es grande y creciente, en la vida política y en el control sobre la economía y los mejores
negocios imperan siempre los estadounidenses anglos y de raza blanca, dejándose a los
negros e hispanos esquinados, en los márgenes de la sociedad o en los ghettos donde
residen. Muy pocos llegan a tener un cargo de verdadera influencia o poder político.

Por último, en este verano el discurso político de los demócratas liberales, o de la izquierda,
se ha modificado. Lo habitual fue que políticos como Alexandria Ocasio Cortéz, Bernie
Sanders y otros del ala más liberal del Partido Demócrata encontraban siempre la gran cosa
hacer un discurso político sobre la igualdad para los puertorriqueños… como ciudadanos
estadounidenses. Todos saben muy bien que la sociedad estadounidense no está
preparada ni inclinada a la tal igualdad, ni a la estadidad federada. Pero pensaban que
“sonaría bien a los oídos de los colonizados”. ¡Y claro que les sonaba bien a los líderes
políticos que se trepan en los cargos de gobierno a costa de las ilusiones de miles de
puertorriqueños estadistas! Aunque fuera una hipocresía de los políticos Demócratas. Esto
en parte prosperó por el éxito del PNP en hacerse escuchar entre las autoridades
estadounidenses con el discurso de que los puertorriqueños eran víctimas de ser tratados
como desiguales a pesar de ser ciudadanos estadounidenses. Los republicanos de la
extrema derecha siempre se han opuesto a la estadidad y no tienen empacho en enfrentar
a los boricuas con eso de que “a son de qué” se atreven a decir, “We Americans”, como le
ocurrió a Fortuño en Estados Unidos. Pero los liberales Demócratas acallan su mala
conciencia haciendo ver que favorecen la igualdad y la estadidad para Puerto Rico. No
pueden comprender las razones muy válidas por las cuales la mayoría de los
puertorriqueños rechazamos la estadidad federada. Todavía. Se vio en el plebiscito del
boicot donde solo el 22% de los electores inscritos participó. Todos los demás estuvimos
ausentes de esa consulta espuria. Bueno, pues al menos según las fuentes que he
consultado, muy de mi entero crédito, ha sido nada menos que Carmen Yulín Cruz Soto la
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alcaldesa de San Juan por el PPD quien ayudó a Alexandria Ocasio Cortez y a Bernie Sanders
a comprender que el caso de Puerto Rico es muy distinto al de Washington D.C. y que como
país invadido en 1898 y colonizado por Estados Unidos, Puerto Rico tiene un derecho
inalienable a su autodeterminación nacional, a autodeterminar su propio destino político en
alguna consulta que sea vinculante para los Estados Unidos.

Por fin, llegamos al punto más justo y veraz para tratar el caso colonial de Puerto Rico.
Dicho sea de paso, coincido con el amigo Dr. Aarón Gamaliel Ramos en que el asunto
colonial de Puerto Rico nunca se debió reducir a un asunto de “estatus”. Esa fue la estrategia
estadounidense para que aceptáramos nuestra inferioridad política ante ellos y su potencia
imperial. Y fue precisamente Muñoz Marín del PPD el que trajo a Puerto Rico el concepto de
estatus. De esa manera se oscureció una gran verdad: Puerto Rico es un pueblo o nación
distintiva y como tal le asiste el derecho a la autodeterminación nacional que reconoce la
ONU y el derecho internacional público a los pueblos que han pasado por experiencias de
colonialismo. Esto significa que la autodeterminación es siempre hacia una soberanía
propia, hacia realidades como la independencia política, o como mínimo, la libre asociación
soberana. Con el ELA territorial se nos hizo creer que acordamos una especie de libre
asociación, pero todos sabemos y palpamos hoy la gran verdad: la verdadera condición
política de Puerto Rico bajo el ELA territorial fue siempre la de territorio no incorporado
propiedad de Estados Unidos. Y ningún pueblo que es tomado como propiedad por una
gran potencia, las tiene fácil para ejercer de verdad su derecho a la autodeterminación.

El punto llegó al extremo que siempre percibí durante más de 39 años de servicio como
profesor de Ciencia Política en la UPR, Recinto de Río Piedras. Tanto en las discusiones de
clase como en las encuestas o entrevistas dirigidas por mí y otros profesores del
Departamento de Ciencias Políticas, siempre encontrábamos que hasta entre los jóvenes
independentistas circulaba la creencia de que la cuestión de la soberanía de Puerto Rico es
muy difícil de resolver porque el Congreso “tiene la última palabra sobre el destino político
de Puerto Rico”. Con ello, esos jóvenes estudiantes universitarios estaban demostrando su
falta de entendimiento del concepto de libre determinación de los pueblos. Es cierto que si
los puertorriqueños deseáramos por mayoría ya sea la estadidad federada o la libre
asociación con soberanía puertorriqueña, el Congreso tendría la última palabra, pues
ambas son condiciones políticas que requieren el apoyo concertado de las dos partes: la
metrópoli y la colonia. No es ese en modo alguno el caso con la independencia porque esta
es un derecho reconocido por la ONU y el derecho internacional como prioritario en todos
los Pueblos o países coloniales. Esa fue la gran conquista del movimiento descolonizador en
el mundo que se desarrolló con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial. Incluso
internacionalmente se llegó a considerar el colonialismo no solo como injusto y
antidemocrático, sino como una condición de inferioridad política y de subordinación de un
Pueblo por otro que había sido uno de los causantes principales de las guerras y los
levantamientos armados en el mundo. Por lo tanto, a raíz de la Segunda Guerra Mundial, la
descolonización se vio internacionalmente como un movimiento necesario para la
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preservación de la paz. En Puerto Rico en cambio se pretendió lograr paz mediante el
engaño y la alianza de los poderes que son en Estados Unidos con una clase política que
apoyó la colonia mientras se lucraba de ella.

Pero en este verano de 2019, al menos algunos dirigentes demócratas comienzan a


comprender que el caso de Puerto Rico no es como hacen ver los estadistas un problema
de derechos no reconocidos igualmente a los ciudadanos americanos de Puerto Rico. Antes
de ser ciudadanos de Estados Unidos por imposición de la metrópoli, Puerto Rico era un
Pueblo. Y todo pueblo, como señalan ahora Alexandria Ocasio Cortéz, Bernie Sanders y
hasta la congresista de origen boricua Nydia Velázquez, tiene un derecho inalienable a su
autodeterminación nacional.

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