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De la “Caverna” hacia los fenómenos.

Una visión de lo absurdo en El innombrable de Samuel Beckett

Sin embargo, en cuanto reflexionamos, caemos en extravíos y perplejidades.


Nos envolvemos en patentes incompatibilidades y hasta en contradicciones.
Estamos en constante peligro de caer en el escepticismo, o, mejor dicho,
en cualquiera de las diversas formas del escepticismo, cuya nota común,
por desgracia, es una y la misma: el contrasentido.
(Edmund Husserl)

Por Edwin de Jesús Sánchez Benjumea.

Los procesos de interpretación de la realidad humana llevan a considerar la compleja


estructura del cerebro, su adaptación, su vulnerabilidad y su subjetivismo visto desde
muchos ángulos de los fenómenos que acaecen en la persona. De esta manera, el escritor
Samuel Beckett en su texto El innombrable va a exponer de una manera imprecisa, drástica,
inconexa y hasta absurda, esas circunstancias en que el hombre propugna por una
enmarañada recreación de la tragedia psicológica, la misma que lo lleva a escindirse en un
plano cognitivo como si quisiera desenredar unas cadenas que lo atrapan dentro de la
conciencia y la inconciencia, de lo análogo y lo incoherente, de lo real y lo ficticio; y así
mismo, ponerlo de frente a su presencia viva sin desmeritar las posibilidades de angustia y
cuestionamiento de una sociedad que ha caído en la decadencia. Al respecto, se puede leer
en Argullol (1984) No pudiendo medir su conducta con la conducta moral de un mundo al
que juzga desprovisto de ella, el romántico somete toda escala de valores a su individual
juego de gozo y sufrimiento; es el mismo hombre trágico el que hace una “comedia” de su
vida al mejor estilo shakesperiano envolviéndose en un manto de silencio, de alucinaciones
y utopías de las que vagamente podría salir invicto; al fin y al cabo el mismo Beckett en
una de sus máximas afirma que Los filósofos y pensadores proponen una salida y yo sentía
que no la había. La solución es la muerte.

No hay una razón lógica para desentrañar los oscuros abismos de un personaje inexistente
ni tampoco pasiones elucubrantes en tres personajes que quizá no son ni están
cronotópicamente ubicados; sin embargo, lo que sí se pretende exponer en este escrito es la
síntesis de un “soliloquio fantasmagórico” que permea la experiencia fenomenológica y
mítica que de soslayo se ve en la obra El innombrable. Xabier Coronado en una publicación
de la revista La jornada semanal asume la siguiente reflexión realzando el carácter de lo
absurdo y lo contradictorio en la mente de un nóbel que quiso salirse de los esquemas
rutinarios y propugnar por un repliegue entre el héroe romántico clásico y el héroe
romántico trágico y escindido como se ha visto por medio de Rafael Argullol y Albert
Camus:

Para Samuel Beckett, la realidad es el mundo creado por un lenguaje que ya no puede
aportar sentido, la dialéctica de su obra busca la coherencia de ese sinsentido a través del
diálogo absurdo que desarrollan sus personajes, caracteres extremos fuera de lo común
pero, a la vez, tan sencillos y contradictorios como cualquiera de nosotros. Por eso nos
identificamos y no podemos dejar de leer esas historias absurdas que reflejan el desatino de
la realidad. Al igual que sus personajes –de Vladimir y Estragon al primitivo Murphy,
pasando por Hamm y Clov; Morán/Molloy, Malone, el innombrable y todos los que no
tienen nombre– nosotros también estamos esperando a Godot, que no es otro que la propia
muerte: “dormir hasta la muerte/ nos cura siempre/ ven a aliviar/ esta vida este mal.”
(“Canción”). Porque Beckett sabía que la muerte era la solución y nos dejó escritas, de
manera genial y terminante, escenas en donde sus personajes, forzados a cruzar “esos largos
umbrales movedizos”, recapitulan en voz alta antes de enfrentar el acto final.

Dicha coherencia del sinsentido por medio de la conducta dialógica no viene de un


porque sí o de un confuso pensamiento psiquiátrico, ha de considerarse la posibilidad de un
proceso fenomenológico en el que discurra la conciencia ocupada por lapsos de lucidez y la
búsqueda del nous desde la autorreflexión, la introspección relativizada desde la propia
contemplación; no obstante, esto debe exigir un alejamiento sistemático de toda postura
apolínea dejando a la “locura” existencial un gran camino para acceder a la “luz” que no se
quiere ver pero que al final se hace visible.

Una posible conducta del sujeto beckettiano podría abordarse desde la Alegoría de la
caverna donde Platón sugiere que:

Ésta es precisamente, mi querido Glaucón, la imagen de nuestra condición. La caverna


subterránea es el mundo visible. El fuego que la ilumina, es la luz del sol. Este prisionero
que sube a la región superior y contempla sus maravillas, es el alma que se eleva al mundo
inteligible. Esto es lo que yo pienso, ya que quieres conocerlo; sólo Dios sabe si es verdad.
En todo caso, yo creo que en los últimos límites del mundo inteligible está la idea del bien,
que percibimos con dificultad, pero que no podemos contemplar sin concluir que ella es la
causa de todo lo bello y bueno que existe. Que en el mundo visible es ella la que produce la
luz y el astro de la que procede.

Si el hombre de la caverna sale y emerge hacia el conocimiento, entonces empezará a


cuestionarse (solución a priori), quizá tarde mucho en dejar de preguntarse acerca de su
existencia y permanencia antes de indagar con otros, después de vencer los miedos, los
temores que atormentarán su alma vacía, hasta que culmine su proceso de sensibilización y
adaptación. Dichos procesos de percepción son complejos cuando la inestabilidad y el
“asco” por lo que lo rodea, por lo nuevo, por lo que causa temor, lo llevan a pensar
constantemente en la muerte. Platón en su diálogo con Glaucón1 propone que Todo el arte
consiste pues en buscar la manera más fácil y eficaz con que el alma pueda realizar la
conversión que debe hacer. No se trata de darle la facultad de ver, ya la tiene. Pero su
órgano no está dirigido en la buena dirección, no mira hacia donde debiera: esto es lo que
se debe corregir; así pues, no es ajeno a esta realidad y propone una estética de la vida y la
muerte insinuando que un mundo es el que captan los sentidos y otro el que proporciona la
razón porque las ideas o formas siempre serán la verdadera realidad y las sensaciones
siempre serán cambiantes.

Hay varios momentos en El innombrable en los que se puede observar la susodicha


hipótesis y que no han de quedar en lo estático platónico, sino que conllevan a sustentar la
posición fenomenológica de Husserl y la necesidad de transgredir lo objetivo en un mundo
cambiante, en una época de silencios literarios, de angustia paradigmática, de decadencia
moral y quebrantamiento legal. Los momentos angustiantes de “caverna” oscura podrían
ser para Beckett las reflexiones paradójicas de su actor principal que a la larga pareciera un
interlocutor más que su protagonista (pgs. 27, 28, 44, 53)

Estas cosas que digo, que voy a decir, si puedo, no están ya, o no están todavía, o no
estuvieron nunca, o no estarán nunca, o si estuvieron, o si están, o si estarán, no estuvieron
aquí, no están aquí, no estarán aquí, sino en otro sitio. Pero yo estoy aquí. Todavía, pues,
estoy obligado a añadir esto. Pero héme aquí, yo que estoy aquí, que no puedo hablar, que
no puedo pensar, y que debo hablar, por consiguiente pensar un poco tal vez, no puedo

1
(nacido c. 428 a.J.C.) Filósofo griego. Hermano de Platón; figura en el Parménides y en La república.
hacerlo sólo en relación conmigo que estoy aquí, en relación con aquí donde estoy, pero
puedo hacerlo un poco, bastante, no sé cómo —no se trata de eso—, en relación a mí que
estuve en otra parte, que estaré en otra parte, y en relación a esos lugares en donde estuve,
donde estaré. Pero no he estado nunca en otra parte, por incierto que sea el porvenir. (…)
No hay, pues, que tener miedo. Sin embargo, tengo miedo, miedo de lo que mis palabras
harán de mí, de mi escondite, una vez más. (…) La isla, estoy en la isla, no he abandonado
nunca la isla, pobre de mí. Creí entender que me pasaba la vida dando la vuelta al mundo,
en espiral. Error, donde no ceso de dar vueltas es en la isla. Lo único que conozco es la isla,
nada más. Y tampoco la conozco, pues nunca tuve fuerzas para mirarla. Cuando llego a la
orilla, me vuelvo, hacia el interior. Mi camino no es una espiral, también en esto me
engañé, sino giros irregulares, unas veces bruscos y breves, como valseando, otras de una
amplitud de parábola, abarcando turbas enteras, y otras entre las dos, en alguna parte, y
orientados invariablemente no importa cómo, según el pánico del momento. (…) Y veía a
las gentes subir hacia mí, a lo largo de mi sombra, seguidas de largas sombras temblorosas
y fieles. Pues tan pronto me confundo con mi sombra, como no. Y tan pronto no me
confundo con mi vasija, como sí. Eso depende de la disposición en que nos hallemos. Y con
frecuencia llegaba a no equivocarme, hasta el momento en que, al no estar ya, no me veía.

Aparentemente, los extractos expuestos, podrían catalogarse como acomodados a


conveniencia para justificar la hipótesis pero tras la compleja escritura y las
transmutaciones de personajes que pueden ser y no son, sus monólogos precisos y difusos
así como las dudas de no saber cómo ni cuándo ni dónde, permiten dar evidencia del héroe
silencioso y escindido, más aún, trágico y absurdo; el mismo sujeto que enfrascado en la
“caverna” de sus propios pensamientos y recuerdos no mira hacia donde debería mirar,
como bien dice Platón, sino que prefiere gozarse en el patíbulo de su tragedia, de su vida,
de lo que fue y de lo que pudo haber sido.

En esta misma línea, la fenomenología de Edmund Husserl presenta claros atisbos a lo


que Beckett quiere mostrar en su monólogo, a esa irascible contradicción entre lo objetivo y
lo subjetivo. Claramente la consecución de la consciencia de las cosas y del mismo ser se
vuelve caos cuando deja la naturaleza, el realismo y se preocupa por lo ilusorio de las cosas
que se presentan ente sus ojos, de sus memorias nefastas, de aquellas situaciones donde
prefiere la muerte a seguir aniquilando paulatinamente su cerebro pero que a la larga, a
través de secuencias existenciales, retorna al deseo de vivir:

Pero puede saberse, sin estar, sin vivir, ellos llaman a eso vivir, la chispa está, para ellos, no
tiene más que brotar, con sólo predicar encima, acabará en antorcha viva, alaridos
comprendidos. Entonces podrán callarse, sin tener que temerle a un silencio molesto, de
muerte según se dice, por donde pasan los ángeles, una verdadera tortura (…) Como quiera
que sea, y sin entrar en estos detalles macabros, me equivoqué de medio a medio al suponer
que la muerte en sí misma constituía un indicio, o incluso una fuerte presunción, en favor de
una vida anterior. (…) Es que se trata de una cuestión de palabras, de voz, no hay que
olvidarlo, se ha de procurar no olvidarlo del todo, se trata de algo que hay que decir, por
ellos, por mí, esto no está claro, hay que preguntarse si todo este revoltijo de vida y de
muerte no les es perfectamente extraño, tanto como a mí. (El innombrable Ps. 64, 67, 82)

Beckett, propone un olvido de sí mismo, un equívoco recreado en suposiciones tan reales


que pareciese un mundo pequeño donde converge el silencio, la mascarada y superposición
híbrida de varios elementos conductores en el plano existencial; sin embargo, no se aleja de
una sinceridad latente donde el aburrimiento, la vana satisfacción, la hartura de lo normal y
el gozo del destino abducen el justo medio para crear ese cosmos de posibilidades
incongruentes. A propósito, Husserl (2016) afirma que:

La posibilidad del conocimiento se convierte por dondequiera en un enigma. Si hacemos de


las ciencias naturales nuestra morada, en la medida en que están desarrolladas como
ciencias exactas todo lo encontramos claro y comprensible. Estamos seguros de hallarnos
en posesión de verdades objetivas, fundamentadas por métodos fidedignos, que realmente
alcanzan lo objetivo. Sin embargo, en cuanto reflexionamos, caemos en extravíos y
perplejidades.

Lo absurdo se convierte en tragicomedia presentando un yerro de la realidad pero que


está tangencialmente relacionado con la manera humana de vivir llena de desesperanza y
desequilibrio. Husserl, ha propugnado por demostrar que cada esencia humana no podrá
alcanzar eso que él llama nous si no se presta al desenfreno del extravío que por medio de
fenómenos vitales crea una idea real y tangible a pesar de sus contradicciones. Husserl
(1999) afirma que:

El conocimiento como vivencia es un hecho psicológico, individual, concreto; soy yo o eres


tú o es él quien piensa tal cosa determinada. La vivencia, por otro lado, tiene un sentido que
no se identifica con el momento psicológico real de aquella. La comunicación humana
supone, vaya por caso, que alguien entiende (o al menos puede entender) lo mismo que otro
le dijo, de tal manera que un mismo sentido se da en dos vivencias distintas.

Es un conjunto de contradicciones, entre falacias y tautologías, que moderan lo


inevitable en el sentido de reconocer la denuncia beckettiana de que la vida en este universo
es un absurdo cada vez más enigmático. Dicha imputación está presente como fenómeno en
la novela contemporánea vista desde la apropiación del mito clásico. En este caso, el mito
de Sísifo desde una apreciación de Albert Camus expone esa transgresión del hombre
común, adaptado a una subsistencia irracional en la cual sólo se vive para permanecer
impasible ante las contrariedades, eventos y hasta al interior de lo cronológico. El hombre
moderno y posmoderno ha entrado en una pasividad fortuita que lo lleva a la iniquidad, a la
quietud, a la fiesta de máscaras, a seguir girando esa Rueda de la Fortuna medieval que le
dirá hacia donde seguir. También Aldous Huxley en su libro La isla,

Presenta una sociedad automatizada, 'perfecta' pero a la vez idiotizada y deshumanizada por
la ingeniería genética, los medios de producción y una droga de la felicidad que mantenía
aletargados a los individuos, en esta obra Huxley describe un mundo consumista y
dominado por las multinacionales, a la vez que enfrentado por una guerra de dominación
suprema, que en definitiva no hace otra cosa que sumir al mundo en el caos. Pero esta vez,
en lugar la droga popular que garantiza una felicidad sin queja, Huxley muestra una
pequeña comunidad humanista que vive en una isla alejada del mundo, y que emplea un
hongo visionario que otorga el conocimiento trascendente y una paz de espíritu que está
ausente en el resto del planeta.

De cualquier manera, impresiona la categórica escritura de Beckett, su audacia para


describir una sociedad decadente, a un hombre escindido e imbuido en lo trágico, a alguien
que como Sísifo casi llega a la cumbre de sus ideales pero que debe retomar fríamente su
cotidianidad porque está sometido al sistema o que prefiere vivir así alejado de todo
problema, que se carcome en lo finito de su paso por el mundo y que se alimenta para no
morir de hambre. Un sueño donde lo redundante es más satisfactorio que dejar de ser un
Epsilón2 y que de una u otra forma se flagela sin encontrar respuesta a su ser y a su estar.

(…) o son los murmullos, van a ser los murmullos, conozco eso, incluso no, se habla de
murmullos, de gritos lejanos, hasta donde se puede hablar, se habla antes, se habla después,
son mentiras, será el silencio, pero que no perdura, donde se escucha, donde se espera, a
que se rompa, a que la voz lo rompa, quizá sea el único, no sé, no vale nada, es cuanto sé,
no soy yo, es cuanto sé, no es el mío, es el único que haya tenido, no es cierto, debí de tener
el otro, el que dura, pero no duró, no comprendo, lo que quiere decir que, si dura siempre,
yo estoy siempre ahí, me abandoné ahí, espero, no, no se espera ahí, no se escucha, no sé, se
trata de un sueño, quizá sea un sueño, lo que me sorprendería, voy a despertarme, en el
silencio, no dormirme más, seré yo (…) (El innombrable P. 102)

2
Grupo de humanos sometidos a los mandatarios donde su único objetivo es la producción en masa. Un
mundo feliz. Aldous Huxley.
Bibliografía

Argullol, Rafael (1984) El héroe y el único. Ed. Taurus. Madrid.


Beckett, Samuel (2007) El innombrable. Ed. Lumen. Barcelona.
Coronado, Xabier (2014) Samuel Beckett o la lucidez del absurdo. Revista la
Jornada Semanal. México. Recuperado de
http://semanal.jornada.com.mx/2016/08/20/samuel-beckett-o-la-lucidez-del-
absurdo-9854.html
Husserl, Edmund (1999) Investigaciones lógicas. Alianza editorial.
Husserl, Edmund (2016) La idea de la fenomenología. Greenbooks. Universidad de
Gotinga.
Platón (1992) República. Libro VII. Ed. Gredos. Madrid.

Apreciación acerca de La isla de Aldous Huxley. Recuperado de


https://www.muscaria.com/isla.htm

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