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Ensayo-El Inombrable
Ensayo-El Inombrable
No hay una razón lógica para desentrañar los oscuros abismos de un personaje inexistente
ni tampoco pasiones elucubrantes en tres personajes que quizá no son ni están
cronotópicamente ubicados; sin embargo, lo que sí se pretende exponer en este escrito es la
síntesis de un “soliloquio fantasmagórico” que permea la experiencia fenomenológica y
mítica que de soslayo se ve en la obra El innombrable. Xabier Coronado en una publicación
de la revista La jornada semanal asume la siguiente reflexión realzando el carácter de lo
absurdo y lo contradictorio en la mente de un nóbel que quiso salirse de los esquemas
rutinarios y propugnar por un repliegue entre el héroe romántico clásico y el héroe
romántico trágico y escindido como se ha visto por medio de Rafael Argullol y Albert
Camus:
Para Samuel Beckett, la realidad es el mundo creado por un lenguaje que ya no puede
aportar sentido, la dialéctica de su obra busca la coherencia de ese sinsentido a través del
diálogo absurdo que desarrollan sus personajes, caracteres extremos fuera de lo común
pero, a la vez, tan sencillos y contradictorios como cualquiera de nosotros. Por eso nos
identificamos y no podemos dejar de leer esas historias absurdas que reflejan el desatino de
la realidad. Al igual que sus personajes –de Vladimir y Estragon al primitivo Murphy,
pasando por Hamm y Clov; Morán/Molloy, Malone, el innombrable y todos los que no
tienen nombre– nosotros también estamos esperando a Godot, que no es otro que la propia
muerte: “dormir hasta la muerte/ nos cura siempre/ ven a aliviar/ esta vida este mal.”
(“Canción”). Porque Beckett sabía que la muerte era la solución y nos dejó escritas, de
manera genial y terminante, escenas en donde sus personajes, forzados a cruzar “esos largos
umbrales movedizos”, recapitulan en voz alta antes de enfrentar el acto final.
Una posible conducta del sujeto beckettiano podría abordarse desde la Alegoría de la
caverna donde Platón sugiere que:
Estas cosas que digo, que voy a decir, si puedo, no están ya, o no están todavía, o no
estuvieron nunca, o no estarán nunca, o si estuvieron, o si están, o si estarán, no estuvieron
aquí, no están aquí, no estarán aquí, sino en otro sitio. Pero yo estoy aquí. Todavía, pues,
estoy obligado a añadir esto. Pero héme aquí, yo que estoy aquí, que no puedo hablar, que
no puedo pensar, y que debo hablar, por consiguiente pensar un poco tal vez, no puedo
1
(nacido c. 428 a.J.C.) Filósofo griego. Hermano de Platón; figura en el Parménides y en La república.
hacerlo sólo en relación conmigo que estoy aquí, en relación con aquí donde estoy, pero
puedo hacerlo un poco, bastante, no sé cómo —no se trata de eso—, en relación a mí que
estuve en otra parte, que estaré en otra parte, y en relación a esos lugares en donde estuve,
donde estaré. Pero no he estado nunca en otra parte, por incierto que sea el porvenir. (…)
No hay, pues, que tener miedo. Sin embargo, tengo miedo, miedo de lo que mis palabras
harán de mí, de mi escondite, una vez más. (…) La isla, estoy en la isla, no he abandonado
nunca la isla, pobre de mí. Creí entender que me pasaba la vida dando la vuelta al mundo,
en espiral. Error, donde no ceso de dar vueltas es en la isla. Lo único que conozco es la isla,
nada más. Y tampoco la conozco, pues nunca tuve fuerzas para mirarla. Cuando llego a la
orilla, me vuelvo, hacia el interior. Mi camino no es una espiral, también en esto me
engañé, sino giros irregulares, unas veces bruscos y breves, como valseando, otras de una
amplitud de parábola, abarcando turbas enteras, y otras entre las dos, en alguna parte, y
orientados invariablemente no importa cómo, según el pánico del momento. (…) Y veía a
las gentes subir hacia mí, a lo largo de mi sombra, seguidas de largas sombras temblorosas
y fieles. Pues tan pronto me confundo con mi sombra, como no. Y tan pronto no me
confundo con mi vasija, como sí. Eso depende de la disposición en que nos hallemos. Y con
frecuencia llegaba a no equivocarme, hasta el momento en que, al no estar ya, no me veía.
Pero puede saberse, sin estar, sin vivir, ellos llaman a eso vivir, la chispa está, para ellos, no
tiene más que brotar, con sólo predicar encima, acabará en antorcha viva, alaridos
comprendidos. Entonces podrán callarse, sin tener que temerle a un silencio molesto, de
muerte según se dice, por donde pasan los ángeles, una verdadera tortura (…) Como quiera
que sea, y sin entrar en estos detalles macabros, me equivoqué de medio a medio al suponer
que la muerte en sí misma constituía un indicio, o incluso una fuerte presunción, en favor de
una vida anterior. (…) Es que se trata de una cuestión de palabras, de voz, no hay que
olvidarlo, se ha de procurar no olvidarlo del todo, se trata de algo que hay que decir, por
ellos, por mí, esto no está claro, hay que preguntarse si todo este revoltijo de vida y de
muerte no les es perfectamente extraño, tanto como a mí. (El innombrable Ps. 64, 67, 82)
Presenta una sociedad automatizada, 'perfecta' pero a la vez idiotizada y deshumanizada por
la ingeniería genética, los medios de producción y una droga de la felicidad que mantenía
aletargados a los individuos, en esta obra Huxley describe un mundo consumista y
dominado por las multinacionales, a la vez que enfrentado por una guerra de dominación
suprema, que en definitiva no hace otra cosa que sumir al mundo en el caos. Pero esta vez,
en lugar la droga popular que garantiza una felicidad sin queja, Huxley muestra una
pequeña comunidad humanista que vive en una isla alejada del mundo, y que emplea un
hongo visionario que otorga el conocimiento trascendente y una paz de espíritu que está
ausente en el resto del planeta.
(…) o son los murmullos, van a ser los murmullos, conozco eso, incluso no, se habla de
murmullos, de gritos lejanos, hasta donde se puede hablar, se habla antes, se habla después,
son mentiras, será el silencio, pero que no perdura, donde se escucha, donde se espera, a
que se rompa, a que la voz lo rompa, quizá sea el único, no sé, no vale nada, es cuanto sé,
no soy yo, es cuanto sé, no es el mío, es el único que haya tenido, no es cierto, debí de tener
el otro, el que dura, pero no duró, no comprendo, lo que quiere decir que, si dura siempre,
yo estoy siempre ahí, me abandoné ahí, espero, no, no se espera ahí, no se escucha, no sé, se
trata de un sueño, quizá sea un sueño, lo que me sorprendería, voy a despertarme, en el
silencio, no dormirme más, seré yo (…) (El innombrable P. 102)
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Grupo de humanos sometidos a los mandatarios donde su único objetivo es la producción en masa. Un
mundo feliz. Aldous Huxley.
Bibliografía