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Y AUTOAYUDA
“INTELIGENCIA EMOCIONAL”
(CÓMO SER EMOCIONALMENTE INTELIGENTES)
CURSO 03-04
TEMA DE ESTUDIO
SESIÓN CUARTA:
“INTELIGENCIA EMOCIONAL”
1. INTRODUCCIÓN
Hoy día son muchos los educadores, algunos de ellos muy eminentes, que piensan que
la inteligencia emocional es más importante que la meramente intelectual y es que, para
triunfar en la vida, no sólo hay que poseer una alta dosis de conocimientos de las
diversas ciencias que existen, sino que es de absoluta necesidad también, el tener
capacidad para relacionarse positivamente con los demás, el gozar de una notable
autoestima, el poseer ánimo para superar las dificultades, el valorar a las personas, el no
derrumbarse por los fracasos, el desarrollar la voluntad y el carácter, el saber afirmarse
emocionalmente respetando a los demás incluso en aquellas situaciones que son
conflictivas, etc.
Hay que desarrollar la afectividad y, por otro lado, saber manejar las propias emociones.
Una persona capaz de sentir emociones es una persona, se suele decir, “con corazón”. El
corazón ha simbolizado en la mayoría de las culturas, el centro de la persona, donde se
fusionan la complejidad de sus múltiples funciones: lo afectivo y lo racional, lo
instintivo y lo intelectual, lo espiritual y lo material... Una persona “con corazón” no
quiere decir que sea sensiblera, sino que ha alcanzado la madurez y el equilibrio que le
permiten ser, a la vez, objetiva y cordial, realista y positiva, sabe pensar y sabe sentir al
mismo tiempo.
Saber manejar lo emocional es tener una personalidad integrada. Sólo quien ha llegado a
una armonía, a un equilibrio consciente en el fondo de su ser, consigue alcanzar la
madurez y la unidad personales, consigue llegar a sabio. No es igual poseer ciencia a
poseer sabiduría. Lo primero, siendo importante, siempre es algo parcial. En cambio, la
sabiduría abarca la totalidad de la persona: el saber, el ser y el hacer y no hay sabiduría
más total que la de aquella persona que alcanza funcionar en su vida de una forma
íntegra y coherente. Hasta ahora, en nuestras universidades y colegios, se ha estado más
por la labor de promocionar y desarrollar científicos que sabios; quizás el resultado de
esto sea la sociedad que todos y cada uno estamos viendo y viviendo.
Sin duda que son muy importantes los conocimientos, la ciencia, el progreso, lo
técnico... Pero, al mismo tiempo, las emociones son esenciales para el ser humano ya
que a través de ellas damos sentido a las personas, a nosotros mismos y a las cosas. No
se debe de minusvalorar lo intelectual pero toda auténtica educación debe integrar a lo
emocional si no quiere limitarse a ser mera instrucción o aprendizaje. No se puede
educar ni siquiera formar a la persona si se deja fuera todo lo relacionado con el mundo
emocional.
Creo que es un error pensar que un alumno va a tener más éxito en la vida sólo porque
saque mejores notas en matemáticas; eso le podrá ayudar en algunos casos, pero no será
lo determinante en su existencia. La inteligencia se prueba no solamente en los
números, sino en la compleja variedad de situaciones y desafíos que nos presenta la
vida.
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Sin embargo la realidad nos sigue demostrando que muchos educadores y padres de
familia se preocupan más por los aprendizajes académicos de los hijos, lo que está bien,
que por un aprendizaje y desarrollo emocional, al que se le concede poco importancia;
solamente se preocupan cuando en el hijo aparecen ciertos comportamientos, que les
hace pensar que algo dentro de él no funciona adecuadamente. A los jóvenes se les
prepara más para rendir en los exámenes, para la consecución del título, pero no para la
vida, y así convertimos el medio en un fin, pues los exámenes son un medio, no un fin.
2. LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
El CE, cociente emocional, es más importante que el CI, cociente intelectual. Sobre esta
escueta afirmación se fundamentan las 521 páginas del libro de Daniel Goleman
“Inteligencia Emocional”. En su obra aborda de manera manifiesta un tema importante
y tal vez ha encontrado un punto vital de nuestra sociedad y de la época actual, ya que
apenas se pueden estimar las consecuencias positivas que conllevaría un mayor
desarrollo de la inteligencia emocional. Por ejemplo:
Hasta la fecha la psicología no se ha puesto de acuerdo para darnos una única definición
de lo que se entiende por inteligencia, aunque más o menos vienen a coincidir diciendo
que es “la capacidad para responder de la mejor manera posible a las exigencias que
el mundo nos presenta”.
El segundo gran paso de los test de inteligencia se produjo cuando Estados Unidos
participó en la primera guerra mundial. Tierra de inmigrantes, muchos de ellos sin
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dominar el inglés, lo que querían era tener un procedimiento que les permitiese saber de
manera rápida y asequible si un soldado estaba en condiciones de entender y cumplir las
instrucciones militares. Una vez más se orientó el test a la selección de los menos
dotados.
El psicólogo alemán William Stern aplicó una sencilla fórmula al grado de inteligencia
descubierto por Binet, por lo que Stern ha sido considerado el inventor del cociente de
inteligencia o CI; este, a lo largo del tiempo, se ha ido definiendo a partir de complejos
procedimientos matemáticos, pero el patrón básico ha permanecido.
Nos encontramos ante un largo camino. Es mucho más sencillo y factible establecer test
que ayuden a una persona a comprobar su inteligencia emocional y a ver cómo la
pueden desarrollar, porque estos tests nos pueden proporcionar sugerencias sobre los
aspectos que podemos mejorar para desarrollar nuestra inteligencia emocional.
Pero está muy claro que no disponemos de tiempo y calma para afrontar todos los
problemas que la vida nos plantea. Y las 50.000 generaciones anteriores a nosotros
todavía tuvieron menos tiempo que nosotros, pues un hombre de las cavernas cuando
vislumbraba una sombra, debía decidir en el plazo de milésimas de segundo si era una
presa que le iba a servir de comida o si la presa iba a ser él.
Para responder a esta solicitud mental la naturaleza nos ha provisto de un segundo tipo
de inteligencia en la que la expresión inteligencia emocional se empieza a imponer. Ésta
está marcada por
decisiones extremadamente rápidas y
decisiones confusas para nosotros mismos pero que se
muestran como absolutamente correctas.
Como ejemplo podemos usar de nuevo al hombre de las cavernas. Quien reflexiona
largamente sobre si encontrará una presa o si él mismo se verá amenazado arriesga su
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vida. Por eso resulta a menudo más inteligente tomar una decisión incorrecta que
cavilar largamente sobre lo que resulta más acertado.
Todavía hoy nos comportamos intelectualmente como los hombres de las cavernas, pues
seguimos analizando constantemente y sin darnos cuenta
A menudo tomamos decisiones que parecen totalmente correctas para aplicarlas a una
situación concreta. Pero posteriormente nos preguntamos demasiado a menudo: “¿Cómo
he podido hacerlo?” “¿Cómo he podido tan agresivo cuando hablaba con esta
persona?” “¿Cómo he prometido cien veces que no volvería a tener ese comportamiento
y a las primeras de cambio caigo de nuevo?” Y a veces decidimos cualquier cosa sin
tener en cuenta las circunstancias o factores que le rodean, damos opiniones sobre
muchas personas, circunstancias o cosas sin tener el suficiente conocimiento de causa
sobre ellas. Este es el momento para poner en marcha la inteligencia emocional.
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de Inteligencia emocional es reunir dentro de este nombre a varios rasgos de carácter
que son importantes para la persona y que le hacen discurrir por su vida de una forma
positiva y exitosa.
Otros autores han dado un concepto más simple de lo que entienden por inteligencia
emocional, pero a mi juicio incompleto porque dejan fuera otros elementos que sí están
contemplado dentro del término que nos ocupa; ellos la definen así: “La capacidad de
dominar las propias emociones pero también, sobre todo, para comprender las de los
demás”. Aunque dan un concepto de inteligencia emocional bastante simple, sin
embargo, dicen que el CI interviene sólo en un 20% en los factores que determina el
éxito; el 80% restante está vinculado a otros factores que se incluyen en lo que
denominamos inteligencia emocional.
Un tercer concepto de inteligencia emocional sería la que la define como “el conjunto
de necesidades emocionales, de impulsos y de valores verdaderos de la persona, que
rigen toda su conducta visible”.
Por último, y para terminar este apartado, daré otro concepto de inteligencia emocional
de otro grupo de autores que la definen como “La capacidad potencial de que
disponemos para aprender las habilidades prácticas basadas en uno de los
siguientes elementos que la componen: la conciencia de uno mismo, la motivación,
el autocontrol, la empatía y la capacidad de relación”.
3. ELEMENTOS PRINCIPALES DE LA
INTELIGENCIA EMOCIONAL
El mérito de Salovey y Mayer estriba en que concretaron qué es lo que de hecho integra
la inteligencia emocional, o dicho de otra forma, cuáles son los elementos que la
componen. A partir de ellos, otros muchos autores han hecho también esta clasificación
y aunque pueden diferir en los nombres, todos se asemejan en los contenidos. También
hay autores que hablan de habilidades y con este nombre nos vamos a quedar. La
clasificación es la siguiente:
Ser conscientes y dar nombre a las propias emociones es uno los pilares de la
inteligencia emocional, en el que se basan la mayoría de otras cualidades emocionales.
Sólo quien sabe por qué se siente y cómo se siente puede manejar sus emociones,
moderarlas y ordenarlas de manera consciente y constructiva para sí mismo.
Las personas que tienen las mayores seguridades sobre sus emociones son las que mejor
saben dirigir su vida. Desarrollar el conocimiento de uno mismo requiere llegar a
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conocer aquellos sentimientos que no somos conscientes de tenerlos, llamados muy
gráficamente “sentimientos de las entrañas”.
Es lo que otros autores llaman “gestión del humor”. Emociones como el miedo, la ira o
la tristeza son mecanismos de supervivencia que forman parte de nuestro bagaje
emocional. No podemos elegir nuestras emociones, no las podemos desconectar o
evitar, pero sí está en nuestras manos poder conducir nuestras reacciones emocionales
y la clave de nuestro equilibrio reside en muchas ocasiones precisamente en esto. No
nos puede extrañar esto, pues todos somos conscientes que cuando nos invade la
emoción tenemos poco control sobre nosotros. Disminuir los sentimientos de angustia,
de depresión, de ansiedad...., lo que hagamos con nuestras emociones, el hecho de
manejarlas de forma inteligente, depende de la inteligencia emocional.
3. Motivación.
Sí, empatía con mayúsculas, porque es una cualidad esencialísima para la satisfacción
personal y para unas buenas relaciones interpersonales. La empatía la podemos definir
como la aptitud para ponerse en el lugar del otro.
Los estudios sobre la comunicación parten de la base de que alrededor del 90 por 100 de
la comunicación emocional se produce sin palabras. La empatía ante otras personas
requiere la predisposición a admitir las emociones, escuchar con concentración y ser
capaz también de comprender pensamientos y sentimientos que no se hayan expresado
verbalmente.
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Otros autores le llaman con el ya consabido término de habilidades sociales; ambos
términos vienen a indicarnos lo mismo, que en todo contacto con otras personas entran
en juego las capacidades sociales: en el trato con la familia, las relaciones con todas las
personas que nos rodean en el trabajo, jefes y compañeros, en las discusiones con la
pareja, en los círculos sociales en los que cada uno se desenvuelve, etc. Que tengamos
un trato satisfactorio con las demás personas depende, entre otras cosas, de nuestra
capacidad de crear y cultivar las relaciones, de reconocer los conflictos y solucionarlos,
de encontrar el tono adecuado y de percibir los estados de ánimo del otro.
También podríamos decir que esto implica orientarse hacia las personas, no mirar la
vida como un espectador, no observar sólo a las personas sino hacer algo en común con
ellas, entenderse con los demás, sentir la alegría de estar entre la gente.
Hasta aquí los cinco elementos principales que componen la inteligencia emocional; hay
algún autor que cita otros elementos entre los que destaca el “control del impulso” que
vienen a definirlo como la capacidad para demorar el impulso en beneficio de un
objetivo marcado. Imaginemos una persona que decide hacer una dieta para adelgazar x
Kg. y en una fiesta, ante una bandeja de bombones su primer impulso le lleva a
satisfacerlo cogiendo uno o dos bombones, pero inmediatamente piensa en el objetivo
que se ha trazado de adelgazar y pasa de largo ante la bandeja. La capacidad para resistir
el impulso puede desarrollarse con la práctica, y a ello nos ayudará pensar en nuestro
objetivo a más o menos largo plazo. Todos sabemos que hay situaciones en la vida que
son, tal vez, más complejas que las golosinas.
Estos autores dicen que las personas que son capaces de controlar sus impulsos son
socialmente más competentes, están más seguros de sí mismos y soportan mejor la
frustración, y las personas que sucumben fácilmente a sus impulsos son más
susceptibles a estar estresados, a ser testarudos e indecisos en la adolescencia,
convirtiéndoseles estos comportamientos en una aprendizaje nocivo para su vida adulta.
4. NOTA ACLARATORIA.
El término emoción deriva del latín movere (mover) y el prefijo ex (hacia fuera). La x
fue eliminada por los latinos para una mayor elegancia verbal, ya que emovere se
pronuncia más fluidamente que exmovere.
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Qué es lo que se entiende por emoción? Nos vamos a basar en Goleman para aclarar el
concepto: Para él la emoción es “Un sentimiento que afecta a los propios pensamientos,
estados psicológicos y voluntad de acción”.
Con un ejemplo creo que quedará bastante claro. Siguiendo esta definición de Goleman
vemos que el sentimiento de los celos afectaría
EJERCICIOS
1. CUESTIONARIO
Señala con un círculo la letra que creas conveniente de cada uno de los items.
Debes hacerlo con celeridad, pues no se trata de señalar aquella cuestión que
tú creas que es mejor, sino lo que tú tiendes a hacer en la situación que te
plantea.
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d) Inicias una discusión.
2. Imagina que vas a pedir un aumento de sueldo y entregas a tu jefe:
a) Un memorando resumiendo el magnífico trabajo que has realizado en
el año.
b) Una lista verbal de por qué es realmente importante para ti.
c) Un estudio de sueldos publicado en el periódico.
d) Un ultimátum.
3. Cuando alguien a quien respetas te humilla pegándote una bronca delante de
otros por un error que has cometido, tu:
a) Te vas a casa y juras que jamás volverás a colocarte en una posición
tan vulnerable.
b) Replicas vivamente.
c) C)Te vas a casa y escribes una carta donde explicas que tú no
cometiste el error.
d) Le quitas importancia, si puedes, y luego, en privado, le dices a la
persona en cuestión cómo te has sentido.
4. Imagina que estás en una cena y la conversación cesa de pronto cuando un
amigo confiesa que toma antidepresivos. Tú:
a) Cambias de tema.
b) Comprensivo, cuentas que tú también últimamente te has sentido
deprimido.
c) Preguntas al amigo cómo se siente actualmente.
d) Le ofreces un buen libro sobre el tema.
5. Un empleado descontento irrumpe con una queja cuando tú estás trabajando
en tu despacho muy concentrado en otro asunto importante. Tú:
a) Pides que te haga un resumen detallado explicando el problema y
sigues con lo tuyo.
b) Mentalmente preparas tu respuesta mientras escuchas para que la
interrupción sea lo más breve posible.
c) Dejas lo que estás haciendo para mirar directamente a tu empleado y
preguntarle si es muy urgente.
d) Llamas a otro que está involucrado y delegas el problema.
6. Imagina que tu hijo llora muy fuerte por un golpe sin importancia, tú:
a) Dices “Debe de haberte dolido”, y dejas solo al niño.
b) Dices con voz tranquila: “No deberías hacer tanto ruido por un golpe
de nada”.
c) No dices nada y abrazas al niño hasta que deja de llorar.
d) Te ríes y dices.” Oh, vamos, los niños mayores no lloran”.
7. Cuando te sientes deprimido, tú:
a) Te preguntas si es un sentimiento que sientes con frecuencia.
b) Te preguntas por qué nadie parece darse cuenta.
c) Te preguntas dónde está la caja de los bombones y la tomas.
d) Te preguntas por qué te sientes infeliz cuando hay tanta gente peor
que tú.
8. Cuando necesitas concentrarte durante un período prolongado de tiempo, tú:
a) Descuelgas el teléfono para asegurarte de que nadie te molestará.
b) Te aseguras de que estás descansado y físicamente relajado.
c) Te tomas otra taza de café.
d) Realizas algún rompecabezas como calentamiento.
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9. Cuando estás enfermo pero cuentan con que aparezcas en algún sitio, ¿qué
haces?:
a) Apareces porque prometiste que lo harías.
b) Supones que encontrarán a otro que ocupe tu lugar cuando vean que
no llegas.
c) Pides ayuda.
d) Llamas e insistes en que puedes hacerlo aunque esperas que te digan
que no vayas.
10. Cuando estás enfadado, tú:
a) Te aseguras de que todo el mundo sepa cómo te sientes.
b) Experimentas tu ira en tu cuerpo antes de hacer cualquier cosa.
c) Intentas pensar en otra cosa.
d) Buscas una manera de calmarte.
11. Para saber si realmente estás enamorado/a, tú:
a) Repasas cómo va el resto de tu vida.
b) Pasas todo el tiempo que puedes con la persona amada.
c) Te comparas con tus amigos/as.
d) Supones que es amor ya que sexualmente te va bien.
12. Tienes la sensación de que es la gota que colma el vaso cuando alguien se te
cuela en tu despacho estando hasta arriba de trabajo, ante esto tú:
a) Te quejas amargamente.
b) Te quedas echando chispas sin decir nada.
c) Gritas al culpable y luego te siente mal cuando todo el mundo te
mira.
d) Te enfadas y educadamente haces saber a la persona en cuestión lo
mal que lo ha hecho.
13. Juraste que no volverías a dar dinero prestado al irresponsable de tu
hermano, pero ahora le tienes llorando al teléfono y tú:
a) Te niegas por cuestión de principios.
b) Cedes, porque sabes que no dejará de llorar hasta que lo hagas.
c) Te niegas, porque has sentido una profunda rabia cuando has
empezado a decir que sí.
d) Cedes, porque sabes que si no lo haces después te sentirás culpable.
14. Lo has intentado muchas veces, pero no consigues ser afectuoso con tu
compañero de trabajo que te cae mal, por lo tanto:
a) Decides relacionarte con él sólo cuando te apetezca.
b) Te estrujas el cerebro para encontrar algo que a él le guste.
c) Piensas en cómo podrías hacer que cambiara su modo de actuar.
d) Te desahogas haciendo bromas sobre él con tu mejor amigo/a.
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