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Anexo digital

—sección iii—
Diseño: Gerardo Miño
Composición: Laura Bono

Edición: Primera. Enero de 2016

Tirada: 600 ejemplares

ISBN: 978-84-15295-96-9

Lugar de edición: Buenos Aires, Argentina

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Luis Cernuda y su auto-figuración


como crítico literario.
El caso de “El crítico, el amigo y el poeta.
Diálogo ejemplar” (1948)1

María Clara Lucifora


Universidad Nacional de Mar del Plata-CONICET

C uando un poeta se da a la tarea de expresar los presupuestos estéticos que


guían su obra, escribe lo que distintos críticos literarios llaman “poética
de autor” o “autopoética”. En estos textos, un autor pone en juego diversas
figuraciones de sí mismo, entre ellas, la de crítico literario. Éste es el caso
de Luis Cernuda, quien afirma que “Todo poeta es, o debe ser, un crítico; un
crítico silencioso y creador, no un charlatán estéril” (Cernuda, 1994, 623).
A pesar de tener muchos ejemplos de cómo Cernuda ejerce este oficio de
crítico, presentando sus análisis, consideraciones, interpretaciones, valora-
ciones de otros escritores (pasados o contemporáneos), en esta oportunidad,
nos centraremos en una autopoética muy singular, que nos permitirá observar
ver dos cuestiones: en primer lugar, cuál es la figura del “crítico erudito”
que Cernuda denuesta (lo cual nos permite inferir por contraposición el
modo en que él mismo entiende esta actividad);2 en segundo lugar, la fuerte
y sostenida polémica que estableció desde el inicio de su quehacer poético
con la crítica “erudita” en España y a la que alude reiteradamente en su obra
ensayística y particularmente en sus autopoéticas.
Esta polémica comenzó cuando Cernuda publicó su primer libro de poe-
mas, Perfil del Aire, en 1927, cuya recepción fue en su mayoría adversa,
tachándolo de ser una imitación de Guillén. A partir de ese momento, la
relación de Cernuda con el campo literario español, ya sea durante su perma-
nencia en el país, como luego en el exilio, se convirtió en una controversia. En
los textos del sevillano, los movimientos de ofensiva y defensiva dan cuenta

1 El presente trabajo fue escrito en el marco de una Beca de Perfeccionamiento (2013-2015),


otorgada por la UNMDP, dirigida por la Dra. Laura Scarano (UNMDP-CONICET) y el Dr. Arturo Casas
Vales (Universidad de Santiago de Compostela) y de la elaboración de la tesis doctoral titulada:
“Hablar ex persona: las autopoéticas como máscaras en Cernuda y Valente” (dirigida también por
la Dra. Scarano). Al momento de publicación de las actas, usufructo una beca de CONICET para la
finalización de mi doctorado.
2 Esta crítica erudita es definida por el mismo Cernuda como “[la que] antes de acercarnos a un
texto, nos lo separa, y antes de aclararlo lo oscurece” (citado en Rodríguez Puértolas, 2004, 65).
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de una herida nunca cerrada y de un sentimiento radical de incomprensión


y apartamiento no sólo como poeta sino también como crítico, tal como lo
expresa en la siguiente cita: “En realidad la crítica, como yo la entiendo, tal
vez sea cosa ajena a la mentalidad española” (“Entrevista con un poeta”,
Cernuda, 1994, 813).
El texto al que aludiremos en esta oportunidad, la entrevista apócrifa
titulada “El crítico, el amigo y el poeta. Diálogo ejemplar”, de 1948 (Cernuda,
1994, 607-624), pone de manifiesto, en tono irónico, este vínculo tormen-
toso.3 El carácter apócrifo de esta entrevista le permite a Cernuda crear un
espacio de diálogo donde defender la originalidad de sus primeros versos y
poner de manifiesto la mediocridad de toda la crítica española; cosa que en
una entrevista real no hubiera sido tan fácil de demostrar.
Los protagonistas del diálogo son dos: el Amigo (quien también asume
el rol de narrador) y el Crítico; ambos se refieren a un tercero in absentia:
el Poeta (el mismo Cernuda). El Amigo se convierte así en el alter ego del
poeta, pero el efecto es mucho más rotundo, pues este desdoblamiento pro-
duce un mayor efecto de objetividad en la defensa de sus argumentos: no es
el mismo poeta el que defiende sus ideas y su obra, sino que es un tercero.
Sin embargo, tenemos un guiño dentro del texto: “Mi amistad con Cernuda
me permite hablar de él como de otro yo” (Cernuda, 1994, 619). Además, el
final de la entrevista nos da la clave de la experiencia real que ha motivado
su creación: una escena ficcional, sobre la que volveremos al final de este
trabajo, encuentra sus coordenadas en la realidad, de modo que podremos
saber quiénes podrían ser los verdaderos sujetos de esta escena imposible.
Para construir la figura del crítico español, el texto está plagado de ironías
y guiños al lector, así como de comentarios sarcásticos. No haremos refe-
rencia a todos, porque como muestra basta el primer párrafo de este diálogo
ejemplar en el que el amigo describe el marco de la acción:

Estaba yo sentado a solas, cuando sonó a mi puerta un timbrazo imperioso.


Quien así llama, pensé, debe ser persona de autoridad. Y en efecto, al abrir
me hallé frente a un desconocido, cuyo continente no mostraba ninguna
de esas formas de la amenidad en el trato social acostumbradas (Cernuda,
1994, 607).

3 “Como dije antes, en abril de 1927 apareció el primer volumen de poesía de Luis Cernuda, Perfil
del aire, a instancias de Pedro Salinas. La recepción de los poemas, por parte de los críticos,
fue tibia o adversa, salvo excepciones, y la mayoría señaló la influencia de Jorge Guillén. Estos
comentarios dolieron a Cernuda, dejaron una herida abierta que no olvidó nunca y motivaron sus
duras respuestas, como el irónico diálogo ‘El crítico, el amigo y el poeta (Diálogo ejemplar)’, de
1948 o el poema ‘A sus paisanos’ de su libro de 1962, Desolación de la quimera” (Granata, 2003,
66).
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El aumentativo “timbrazo” implica ya una acción excesiva, desmesurada,


cuya interpretación, “quien así llama […] debe ser persona de autoridad”, se
convierte en una ironía, al leer la totalidad del texto y la consideración que
Cernuda tiene de esta clase de críticos literarios. Por último, la descripción de
la falta de “formas de amenidad” convierte a este señor que está a la puerta
en un inadaptado social que no advierte los modos adecuados del trato. Para
tratarse de un crítico, estas primeras notas no son menores.
A continuación, se inicia el diálogo cuyo núcleo temático será la valora-
ción del primer poemario de Cernuda, Perfil del Aire, y su negación rotunda
de la influencia guilleniana. Lo peculiar de este diálogo son las posiciones
que asume cada personaje. El Amigo, reticente a expresar juicios de valor
rotundos (y que en ocasiones parece un símil de Sócrates intentando aplicar
la mayéutica con un discípulo de pocas luces), nos remite una y otra vez al
tono y las palabras del propio Cernuda. El Crítico, que intenta obtener un
juicio simple y definitivo del poemario del sevillano para consignar en su
futura obra historiográfica, se debate entre las opiniones generalizadas y su
propia percepción de la obra y las palabras de su interlocutor.
Mientras hablan, como dice Granata, “las razones [de la no influencia de
Guillén en ese libro de poemas] se van desgranando” (aunque con algunos
blancos argumentativos como advierte la autora).4 Sin embargo, al mismo
tiempo se va conformando lo que podríamos llamar un “decálogo del crítico
profesional”, deducible de algunas frases y que nos servirá para entender
cuál es la figura de crítico que Cernuda desprecia:

“Opinar acerca de un escritor clásico es cosa fácil […]. Hay un estado de


opinión, un terreno sólido […]. No hay sino repetir lo que otros dijeron
[…]. Con ligeras variantes” (Cernuda, 1994, 608).
El Amigo respecto de la crítica de un escritor moderno o contemporáneo:
“¿Ha observado la prontitud con que se discierne la inmortalidad u olvido
a obras acerca de las cuales la opinión será bien diferente al cabo de algún
tiempo?” (608).
“No hace falta leer un libro para hablar de él” (609).
“Recuerde que se trata de un concurso oficial. Varias veces me han repro-
chado cierta presunción en mis juicios, con la tendencia a apartarme de lo
establecido” (610).

4 Dice Granata: “Las razones que se van desgranando a lo largo del diálogo, más allá del puntillismo
en las fechas y ediciones, dejan sin resolver cómo la crítica pudo hablar de la influencia de Guillén
si no se conocía su obra, como pretende Cernuda. Es cierto que Cántico apareció un año después
que Perfil del aire, pero también es cierto que Guillén era conocido como poeta mucho antes de
que se publicara Cántico”. (2003, 67). La autora afirma que, más allá de los esfuerzos de Cernuda
por demostrar lo contrario, la influencia de Guillén es clara en Perfil del Aire, sobre todo en lo que
se refiere a temas y métrica (66).
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“Entre nosotros las obras literarias no tienen sino actualidad; quiero decir
que sólo interesan, cuando interesan, una vez, que es a su aparición. Luego
pasan a manos de los eruditos, quienes las embalsaman y sepultan en sus
bibliotecas” (610).
“[La unidad temática y expresiva del libro] es una cuestión demasiado sutil
para que interese a nadie” (611).
“No me siento inclinado a escudriñar bibliotecas, y a través de publicaciones
viejas que nadie recuerda ahora” (614).
“Un crítico español para considerarse como tal, no necesita leer a todo
poeta extranjero” (617).
“Veo que no siente empacho en asentir a una proposición lógica, cosa que
le diferencia de la mayoría de sus compañeros en crítica” (611).
“Los críticos no estamos obligados, al hablar de un poeta compatriota
nuestro, a conocer todas sus concomitancias extranjeras” (619).

Estos principios le sirven a Cernuda como contrapartida de su propia


concepción acerca de la función y los modos que debe ostentar una buena
crítica literaria, la cual él practicará, a lo largo de este texto, respecto de su
propio poemario para argumentar en contra de la opinión generalizada que
afirma que su primer libro fue una imitación de Cántico, de Guillén.5
Esta contraposición entre ambas figuras de crítico queda zanjada en una
respuesta del propio Cernuda en una entrevista realizada por el Sr. Fernández
Figueroa en 1959 (Cernuda, 1994, 809-814):

…supongo en el crítico inteligencia y sensibilidad de lector experimentado,


gusto formado en el trato frecuente, durante años, con lo mejor que se haya
escrito y pensado, y que sea relevante para su trabajo, no ya en su tierra de
origen, sino en aquellas otras cuyas lenguas conozca; y el crítico debe por
lo menos leer dos lenguas además de la suya nativa (809-810).

Todas las características mencionadas son radicalmente opuestas a esa


especie de decálogo que armamos. Con esta entrevista apócrifa, pareciera
que 20 años después de aquel desprecio primero, Cernuda se ha dado a la

5 En este sentido, Utrera Torremocha afirma: “La implicación personal nunca desaparece de sus
estudios, pero estos responden rotundamente a una característica esencial de la labor crítica:
la determinación del valor de un texto. Más que buscar, como quieren algunos, la polémica,
Cernuda pretende examinar a literatura sin prejuicios, sin ideas preconcebidas; de ahí su carácter
desmitificador e independiente. En este sentido, se explica que Cernuda conciba la crítica literaria,
la crítica cultivada por él, como una reunión y exposición de los elementos decisivos de una obra”
(2002, 529). Y también: “Cernuda era consciente de los aspectos revolucionarios de su crítica, una
crítica de disidencia que le dificultaba enormemente encontrar editor para sus estudios. En este
sentido, en sus trabajos es apreciable la conciencia que tenía de ir muchas veces a contrapelo de
las ideas dominantes” (530).
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tarea de hacer una crítica adecuada de su texto, la que parece no haber hecho
nadie. Pero para eso, se inventa un personaje, que no es crítico literario, que
conoce bien sus versos y los de sus maestros y puede hacer un análisis sino
detallado, por lo menos, “justo” (según su parecer) de ese primer poemario.
El personaje del Amigo aduce que no es un libro perfecto, sino “mal enten-
dido” y eso es lo que pretende subsanar. Sumado a esto, el estilo de análisis
desarrollado por el Amigo nos recuerda bastante al realizado en los textos
de crítica literaria del propio Cernuda.
Pero además, inventa un segundo personaje, el Crítico, y con él ingresa
al texto la polémica que Cernuda establece con el campo literario español.
Los indicios de esa polémica se suceden uno tras otro: la mención de los
comentarios que por esa época (y en los años posteriores a Perfil del Aire)
se hacían de Cernuda en los ambientes literarios españoles; la reafirmación
de influencias extranjeras y de los clásicos españoles y la negación de la
influencia de Guillén tan mencionada entre la crítica; el uso de ironías y el
sarcasmo para mostrar la falsedad de ciertas afirmaciones generalizadas
entre sus colegas. También el reparo respecto de los “concursos oficiales”,
avalados por la academia, es patente y forma parte de este panorama del
circuito literario español.
El sarcasmo y la virulencia se acentúan hacia el final. El texto se cie-
rra con la escena en una Librería, el Amigo encuentra finalmente el libro
escrito por el Crítico, ganador del “Premio Nacional de Literatura”. Hasta
ese momentos tanto el personaje como los lectores tenemos la ilusión de
que, luego de la extensa charla, algo haya cambiado en la percepción del
Crítico; pero esa ilusión pronto desaparece con la cita textual de su valora-
ción: “Luis Cernuda es un cantor intelectual, grandemente influenciado por
Guillén, aunque su intelectualismo se complica con un escenario romántico”
(Cernuda, 1994, 624). Esta cita textual del libro real de Ángel del Río (que
Cernuda incorpora jocosamente en el libro del Crítico a quien llama A. De
Arroyo) da por tierra con cualquier esperanza de “razonamiento” por parte
de la crítica española y así la dureza de Cernuda llega al extremo de adjetivar
a su personaje (y por ende, a Del Río y a la academia que lo premió) como
“analfabeto letrado” (1994, 624).
Así este Amigo, alter ego cernudiano, cumple en la ficción el eterno
deseo insatisfecho del poeta sevillano: el de recibir no una favorable, sino
una justa valoración crítica de su primer poemario, en función de sus propias
prerrogativas como crítico, aquellas que él atiende en su propio ejercicio
y que exigen la inteligencia, la sensibilidad de lector experimentado, el
gusto por lo mejor de la literatura universal; una crítica que según Utrera
Torremocha, revolucionó la forma de hacer crítica para las generaciones
siguientes (2002, 530); una crítica cuyo papel trasciende la literatura para,
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como afirma el propio Cernuda, “hacer que el conocimiento del pasado,


histórico, literario, artístico, sin ser información, es decir, erudición, redima
la ignorancia natural del hombre y enriquezca su vida” (“Cervantes”, citado
por Rodríguez Puértolas, 2004, 66).

Bibliografía

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Cernuda. Granada: Atrio. tes de Madrid y en el paraninfo de la Uni-
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eds., 2002. 100 años de Luis Cernuda. Ac- Estudiantes, pp. 525-51.
tas del simposio internacional celebrado en

Resumen:
En su extensa producción ensayística, el poeta sevillano Luis Cernuda se consagra como
crítico literario, tal como sus estudiosos lo han advertido desde siempre. Considerando que en
los textos ensayísticos (fundamentalmente aquellos denominados “autopoéticas” o “poéticas
de autor”), el autor construye una figura autoral estrechamente ligada a su proyecto literario y
a su posición en el campo literario, este trabajo se propone estudiar cómo Cernuda selecciona
un modo de ser crítico literario, un “crítico silencioso”, en contraposición a su presentación
irónica del crítico profesional.

Palabras clave:
Luis Cernuda, crítico literario, autopoética, polémica.

Abstract:
In his extensive essay production, Sevillian poet Luis Cernuda is enshrined as a literary critic,
as his scholars have always noted. Considering that in the essayistic texts (primarily those
called “autopoetics” or “author poetics”), the author builds an authorial figure closely tied to
his literary project and his position in the literary field, this work intends to study how Cernuda
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selects a mode of being a literary critic, a “silent critic”, as opposed to his ironic presentation
of the professional critic.

Keywords:
Luis Cernuda, literary critic, autopoetics, controversy.

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