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En los evangelios se designa Jesús habitualmente a sí mismo con el título de Hijo del
hombre, expresión enigmática que sugería, aunque velándolo a la vez, el aspecto más
trascendente de su fisonomía. Para comprender su alcance hay que tener en cuenta sus
empleos en el AT y en el judaísmo.
AT
NT
I. LOS EVANGELIOS
En los evangelios la expresión «Hijo del hombre» (calco griego de un arameo que
hubiera debido traducirse «Hijo de hombre») se halla exclusivamente en labios de Jesús.
Se ha retenido como una de sus expresiones originales, pues la comunidad cristiana lo
designó con preferencia con otros títulos. Se da el caso de que Jesús no se identifique
explícitamente con el HdH Mt 16,27 24,30 p; pero otras veces resulta claro que habla de sí
mismo Mt 8,20 p 11.19 16.13 Jn 3,13s 12,34. Es posible que escogiera la expresión por razón de
su ambigüedad: susceptible de un sentido trivial («este hombre que soy»), contenía
también una alusión neta a la apocalíptica judía.
1. Los sinópticos.
c. En el rebajamiento de esta condición oculta Mt 8,20 p 11,19, que puede excusar las
blasfemias que se profieren contra él Mt 12,32 p, Jesús comienza, no obstante, a ejercer
algunos de los poderes del HdH: poder de perdonar los pecados Mt 9,6 p, señorío
del sábado Mt 12,8 p, anuncio de la palabra Mt 13,37. Esta manifestación de su dignidad
secreta anuncia en cierto modo la del último día.
2. El cuarto evangelio.
Los textos joánnicos sobre el HdH acusan a su manera todos los aspectos del tema
que hemos notado en los sinópticos. El aspecto glorioso: precisamente como HdH el Hijo
de Dios ejercerá el último día el poder de juzgar Jn 5,26-29. Entonces se verá a los ángeles
subir y bajar sobre él 1,51, y esta glorificación final manifestará su origen celestial 3,13,
puesto que «volverá a subir allí adonde estaba antes» 6,62. Pero antes de esto el HdH
debe pasar por un estado de humillación, en el que los hombres tendrán dificultad en
reconocerlo para creer en él 9,35. Para que puedan «comer su carne y beber su
sangre» 6,53 será preciso que su carne «sea dada por la vida del mundo» en sacrificio 6,51.
Sin embargo, en la perspectiva joánnica la cruz se confunde con el retorno al cielo del
HdH, para constituir su elevación. «Es preciso que sea elevado el Hijo del
hombre» 3,14s 12,34; esta elevación es paradójicamente su glorificación 12,2313,31, y por ella
se realiza la revelación completa de su misterio: «entonces sabréis que yo soy» 8,28. Se
comprende que, por anticipación de esta gloria final, el HdH ejerza desde ahora algunos
de sus poderes, particularmente el de juzgar y de vivificar a los hombres 5,21s.25ss por el
don de su carne 6,53, alimento que sólo él puede dar porque el Padre lo ha marcado con
su sello 6,27.
El recurso al síínbolo del HdH es muy raro en el resto del NT, si se exceptúan algunos
pasajes apocalípticos. Esteban ve a Jesús en gloria, a la diestra de Dios Sal 110,1, en la
situación del HdH Act 7,55s. Asimismo el vidente del Apocalipsis joánnico Ap 1,12-16, que
contempla por adelantado su parusía para la mies o recolección escatológica Ap 14,14ss.
Quizá también san Pablo recuerda el tema del I-IdH cuando describe a Jesús como
el Adán celestial, cuya imagen revestirán los hombres resucitados 1Cor 15,45-49.
Finalmente, aplicando a Jesús el Sal 8,5ss, la epístola a los Hebreos ve en Jesús al
«hombre», al «Hijo de hombre», rebajado antes de ser llamado a la gloria Heb 2,5-9.
Llegada a este punto la reflexión cristiana, establece el empalme entre el «hijo de Adán»
de los salmos, el Hijo de hombre de los apocalipsis y el nuevo Adán de san Pablo. Como
hijo de Adán compartió Jesús nuestra condición humillada y doliente. Pero, como desde
este momento era el Hijo de hombre de origen celestial, llamado a retornar para el juicio,
su pasión y su muerte le conducían a su gloria de resucitado, en calidad de nuevo Adán,
cabeza de la humanidad regenerada. Así, cuando sea manifestado el último día, nos
extrañaremos de haberlo ya encontrado, misteriosamente oculto en el más pequeño de
sus hermanos necesitados Mt 25,31 ss.