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Se suele decir que la fotografía construye su propia historia.

O lo que es lo mismo: cada fotógrafo


recorre un camino personal que sostiene su propia manera de asumir la fotografía como arte,
además de técnica. Y es que el concepto fotográfico — la idea que sostiene la imagen, lo sustenta
el mensaje que expresa — es quizás, la interpretación más profunda sobre el hecho de la imagen
como concepto artístico. Su capacidad para contar historias y, sobre todo, conceptualizar el
mundo que rodea al fotógrafo en símbolos personales y sensoriales reconocibles.

No obstante, de la fotografía como expresión estética no se suele hablar con frecuencia. Se


insiste en su habilidad para captar la realidad, para transformar la imagen en un testimonio veraz
e incluso, para sustentar la información y la vivencia como un elemento testimonial. No
obstante, como expresión artística por derecho propio, la fotografía parece caer en una zona
brumosa donde pocas veces, el fotógrafo se cuestiona. Y es que el arte como código y símbolo
subjetivo, parece construirse a partir de la percepción de la imagen no sólo como producto
técnico — que puede serlo — sino también, un genuino reflejo sobre la opinión, metáforas
privadas e ideas de su autor. Una estructura esencial que tiene por objetivo no sólo captar la
realidad — a pesar que puede hacerlo — sino también, reflexionar sobre lo subjetivo desde una
perspectiva esencial.

Así que, cabe preguntarse, ¿Por qué la mayoría de los fotógrafos no analizan su trabajo desde la
óptica artística? O mejor dicho ¿Cuáles son los errores más frecuentes que cometen los
creadores visuales al no concebir su obra como una expresión trascendente de ideas? ¿Cuánto
afecta a la integridad obra fotográfica concebirla únicamente como un recurso inmediato,
técnico y comercial? Luego de preguntar a varios fotógrafos sobre el tema, llegué a algunas
conclusiones que pueden resumirse de la siguiente manera:

Un fotógrafo no concibe su obra como artística cuando no se renueva, evoluciona, crece, se


transforma:

La fotografía, incluso la documental en estado puro y la esencialmente técnica, es un reflejo de


su autor. Cada decisión artística, conceptual y simbólica que toma el fotógrafo al captar una
imagen, crean una concepción única sobre la realidad. De manera que la fotografía, no sólo
refleja la manera de observar del fotógrafo, sino cómo mira. Como elabora e interpreta los
códigos y símbolos de lo que le rodea en un lenguaje visual consistente. Por ese motivo y a pesar
de su inmediatez, la fotografía no deja de ser una idea elemental y sobre todo, concreta sobre
cómo se construye una expresión artística personalísima. Todo fotógrafo medita sobre la
realidad desde su particular punto de vista, la transforma para crear una visión sobre el entorno
y, sobre todo, para construir una expresión válida sobre lo que considera es una idea
determinante en su trabajo.

Por ese motivo, la imagen necesaria es reflejo de su autor. De su evolución intelectual,


emocional e incluso espiritual. Evitar esa consecuente transformación de la idea fotográfica,
aferrarse a códigos por el mero hecho nos resultan sencillos y reconocibles, repetir esquemas
conceptuales incluso cuando ya no son capaces de reflejar nuestras ideas esenciales, condenan
a cualquier creación visual a perder ese poder para transmitir ideas. Y es que toda obra artística
crece en la medida que su autor es capaz de comprender sus propios matices intelectuales y
más allá, su interpretación sobre la manera en que elabora ideas artísticas.
Un fotógrafo no concibe su obra como artística, cuando se obsesiona con la perfección técnica
en lugar de la profundidad de las ideas que expresa:

Una vez leí, que la célebre Annie Leibovitz dejó de fotografiar con una cámara Hasselblad debido
a que la extraordinaria precisión del equipo restaba credibilidad a las imágenes. Con cierta
preocupación, explicó que la imagen resultante era tan impecable que menoscababa ese
elemento sustancial — y a menudo imperfecto — que permite definir una imagen. De manera
que volvió a utilizar un equipo fotográfico de inferior calidad pero que le permitió lograr esa
profundidad interpretativa que de alguna manera había perdido utilizando un equipo más
preciso.

La fotografía depende de una herramienta tecnológica para llevarse a cabo, pero sin duda es
algo más que la tecnología que sustenta al aparato. Cada fotografía es una combinación
profunda de ideas y percepciones de la realidad, que construyen un código visual coherente y
sobre todo, trascendente. La imagen que se transforma en idea. La idea que se construye sobre
la base de la percepción artística. Así que, aunque un equipo de última generación pueda hacer
mucho más sencillo la captura de la imagen y su procesamiento como elemento técnico, lo que
en realidad sostiene el poder visual de cualquier creación visual depende de las decisiones
artísticas e intelectuales de su autor. Una cámara no te hará un mejor fotógrafo, de la misma
manera que una herramienta técnica defectuosa no afectará tu lenguaje visual sino tu capacidad
para captarla de la manera que necesitas. El juego de la cámara y quien la sostiene, implica
comprender que la fotografía, es el resultado de una serie de análisis intuitivos sobre lo que la
crea y no, de la mera toma de decisiones técnicas que son el vehículo para expresar esas
complejas interrelaciones entre la imagen y la capacidad artística de su autor.

Un fotógrafo no concibe su obra como artística, cuando toma decisiones técnicas y conceptuales
basadas exclusivamente en la opinión del espectador.

Toda fotografía se crea para ser vista, o al menos es la idea esencial en la que suele insistir al
momento de reflexionar sobre el mundo fotográfico. Hay excepciones, por supuesto, como la
del trabajo fotográfico de Vivian Maier, fotógrafa de calle que durante toda su vida ocultó su
extraordinario trabajo visual. No obstante, la mayoría de los creadores visuales analizan el
resultado final de su trabajo con respecto al efecto que podría tener sobre un hipotético
observador, lo cual resulta lógico hasta cierto punto. Aún así, la comprensión fotográfica
evoluciona desde el punto de la fotografía como elemento creativo que se muestra hasta
convertirse en una idea artística sustentada en las necesidades artísticas de su autor. En otras
palabras, el fotógrafo deja de crear para otros y comienza a interesarse en esa interacción entre
lo subjetivo y lo reflexivo de toda obra artística.

Cuando un fotógrafo insiste en crear exclusivamente sólo para obtener la aprobación del posible
espectador, pierde la capacidad esencial para profundizar sobre los temas que le preocupan, le
obsesionan o le seducen. Y es que crear sólo para obtener reconocimiento, comprensión,
empatía e incluso, reflejar la simpatía de quien mira la fotografía, transforma la obra fotográfica
en una mera consecuencia de la interacción con un posible público y sobre todo, con esa idea
general que cualquier observador tiene sobre su obra

Un fotógrafo no concibe su obra como artística cuando únicamente imita, sin tomar riesgos
visuales y conceptuales personales:

La mayoría de los fotógrafos imitan a sus referentes inmediatos, lo cual no resulta criticable si el
ejercicio le permite perfeccionar los mecanismos que componen su obra y sustentar su idea
visual. No obstante, cuando imitar se transforma en el único medio de creación visual, el
fotógrafo transforma su obra en una repetición constante de códigos visuales que no sólo no le
pertenecen, sino que mucho menos reflejan la idea artística y conceptual en toda fotografía. Y
es que, aunque la imitación es un ejercicio de creación válido — en la medida que la fotografía
suele repetirse así misma en ciclos y estructuras visuales reconocibles — el hecho que el
fotógrafo sea incapaz de innovar, estructurar ideas y tomar decisiones artísticas basadas en
opiniones propias, transforman su obra fotográfica en un mero reflejo de algo más, en un re
interpretación de ideas que no sólo no considera propias, sino que mucho menos le identifican.
La imitación, además, limita la capacidad del fotógrafo para tomar decisiones elementales con
respecto a lo crea y más allá, en la manera como asume su propia creación visual.

Un fotógrafo no concibe su obra como artística cuando la resume exclusivamente a su relación


con el equipo que utiliza:

Comprender el funcionamiento y posibilidades de tu equipo técnico, siempre será la manera


más efectiva de evitar que la torpeza en el uso de los recursos tecnológicos interfieran con la
creación visual y conceptual. No obstante, insistir que la calidad técnica de una fotografía
depende exclusivamente de la potencia de la cámara que utiliza, es transformar a la fotografía
en un mero subproducto mecánico. La fotografía, como elemento artístico, comienza mucho
antes de la toma. Se trata de un proceso intelectual que implica no sólo el análisis de las ideas
sino también, la sensibilidad esencial del fotógrafo al momento de crear y construir un concepto
sobre lo que se mira fotográficamente. Una cámara puede permitirte mayor facilidad y precisión
en la toma, pero un buen concepto expresa ideas visuales complejas, a pesar incluso de un
equipo de menor calidad.

Un fotógrafo no concibe su obra como artística cuando no estimula su imaginación y creatividad:

Una vez, una de mis profesoras de fotografía me recomendó releer mis libros favoritos antes de
comenzar una serie de imágenes sobre la que había investigado durante meses. Me sorprendió
que su consejo no incluyera libros fotográficos, análisis sobre la teoría técnica o incluso,
conceptos visuales, sino únicamente mis libros favoritos. No muy convencida, acepté el consejo
y pasé un par de semanas disfrutando de mis autores favoritos. ¿El resultado? un
replanteamiento de origen sobre lo que deseaba construir fotográficamente y de hecho, toda
una nueva perspectiva de la idea esencial sobre la que había estado trabajando. Encontré que
había olvidado o menoscabado — toda una serie de conceptos y percepciones sobre mi opinión
sobre lo que creo como obra artística de enorme importancia al momento de expresar mis ideas
personales. Cuando regresé al proceso de investigación, descubrí que releer mis libros
favoritos y de hecho, analizar mis referencias, puntos de vista y reflexiones sobre un punto de
vista nuevo me permitieron crear un concepto fotográfico más sensorial y sobre todo, cercano
a lo que realmente deseaba comunicar a través de las imágenes.

Y es que la fotografía se nutre de la imaginación, capacidad intelectual, referencias inmediatas


y profundas del fotógrafo. Es un compendio infinito de ideas y percepciones que construyen una
perspectiva fotográfica concreta y sobre todo, rica en matices. Y es la curiosidad intelectual de
su autor, esa necesidad de comprender y asumir la fotografía como un concepto en perpetuo
crecimiento, lo que le brinda su rasgo distintivo e íntimo.

Un fotógrafo no concibe su obra cuando deja de asumir la necesidad del continuo aprendizaje:

La fotografía es un arte/técnica joven y por tanto, en constante crecimiento. Y no obstante, esa


no es la única razón por la cual el fotógrafo siempre aprenderá algo nuevo sobre la creación
visual y artística. La imagen es una mezcla de ideas y percepciones que elaboran un lenguaje
concreto, a medida que se relaciona con la realidad y, sobre todo, la percepción que el fotógrafo
tiene sobre las cualidades de la imagen para reflejar su entorno. Y es esa lenta comprensión
sobre las posibilidades de la imagen, la visión de la fotografía como una idea esencial que se
elabora por medio de decisiones artísticas lo que la hace consistente y sustanciosa. Aprender a
fotografiar no sólo se trata del manejo del equipo o la reflexión sobre los conceptos básicos que
sostienen su planteamiento, sino de la capacidad de la imagen para estructurar la complejidad
de lo subjetivo a través de metáforas visuales. Un fotógrafo construye ideas y sobre todo,
elabora planteamientos. De la misma manera que el lienzo es un reflejo de la imaginación del
pintor, una fotografía es el resultado del análisis continuo y sostenido del fotógrafo con respecto
a su lenguaje visual.

Una lista corta sin duda, pero que resume la capacidad de la fotografía para sostener un lenguaje
artístico por derecho propio y sobre todo, la capacidad de cada fotógrafo de crear una idea visual
a su medida. Después de todo, pienso mientras levanto la cámara y miro el mundo a través del
visor, toda fotografía es única, pero, sobre todo — y quizás es esa su característica más
importante — significativa.

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