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Catátstrofe y violencia
Acontecimiento histórico,
ft política y productividad cultural
en el mundo hispánico
Ltr
¿Hacia un mercado de la memoria sobre México?
Narcoturismo, narcocrónica, narconovela
Brigitte Adriaensen
Radboud University Nijmegen
no faltan las voces de los que argumentan que, sin los narcodólares
aparcados en las cuentas bancarias estadounidenses y europeas, la crisis
habría tomado unas dimensiones todavía considerablemente mayores
de las que tuvo. Antonio Maria Costa, el jefe de la Oficina de las Nacio-
nes Unidas contra la Droga y el Delito (UN Office on Drugs and Crime),
afirmó que “interbank loans were funded by money that originated
from the drug trade and other illegal activities” y que “there were signs
that some drugs were rescued that way” (Syal 2009).
En su libro Cruel Modernity, Jean Franco relaciona –sin usar estos térmi-
nos– la dimensión subjetiva con la sistémica de la violencia en México.
Al nivel de la violencia subjetiva, ella se enfoca en lo que llama la cruel-
dad extremada de los ‘crímenes expresivos’, “where the expressive use
of the cadaver has become common practice, a form of macabre theatre
addressed not only to rivals but also to the public” (Franco 2013: 15),
una práctica donde los cuerpos ilustran la lógica de los asesinos (Franco
2013: 21). Por otra parte, esta violencia subjetiva no se puede desconectar
de una violencia sistémica. En la misma línea, Jean Franco menciona las
dictaduras y las guerras civiles de los 70, 80 y 90 en América Latina,
apoyadas de manera más o menos implícita por los Estados Unidos, que
crearon un clima donde el estado de excepción se normalizó, y donde el
uso de la crueldad se naturalizó en el nombre de la seguridad del Estado
(Franco 2013: 6).
Sin embargo, es importante destacar una diferencia crucial: si en los 70 y
80, el contexto político de la guerra fría ofreció un pretexto para la vio-
lencia sistémica, en el caso de la violencia del narcotráfico en México, el
discurso que impera es económico: desde su inicio, los cárteles tienen un
objetivo económico, y no tanto político1. Jean Franco, entre otros críticos,
asoció el narcotráfico con la violencia sistémica en el sentido económico:
A showcase for neoliberal practices pasted onto a corrupt society in which insti-
tutions were already compromised and offered collusion rather than resistance to
the drug trade, it is now a showcase for disaster. (Franco 2013: 215)
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Para un análisis más detenido que compara la situación mexicana con la argentina, véase Adriaen-
sen (2015a).
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por los autores culichis o paisas que ella estudia? En su artículo «¿Cómo
hablar del silencio?», Diana Palaversich toma la posición siguiente:
la mayor parte de los novelistas que abordan el tema narco se muestran fasci-
nados no con las víctimas sino con los asesinos y perpetradores de la violencia.
[…] Es ésta una razón adicional por la cual la novela de Rascón Banda […] con-
trasta radicalmente con este mar de publicaciones que en el fenómeno narco no
leen claves de una tragedia nacional sino materia prima para una novela de ac-
ción. (web)
Hoy la droga es la bestia negra que para muchos detona lo que el sujeto racionali-
zado y disciplinado del Occidente no puede tolerar […]: desborde anímico, exce-
siva expansividad imaginante, desorden de la razón, resblandecimiento de las
categorías analíticas, merma de la voluntad propia. (Hopenhayn 2002: 7)
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Retomando la información que nos proporciona Diana Palaversich (2012), se trata de: Los señores
del narco (2010) de Anabel Hernández, 60.000 ejemplares vendidos; La reina del Pacífico (2008) de
Julio Scherer, 60.000 ejemplares vendidos; El cartel de Sinaloa (2011) de Diego Enrique Osorno, 30.000
ejemplares vendidos; Historias de muerte y corrupción (2011) de Julio Scherer, 12.000 ejemplares ven-
didos; y Confesión de un sicario (2011) de Juan Carlos Reyna, 10.000 ejemplares vendidos.
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no pocas ocasiones, por cierto, con el pasado azteca como prueba con-
clusiva de su primitividad.
Por otra parte, entre la producción ingente de crónicas y reportajes, tan-
to por parte de periodistas norteamericanos como mexicanos, más o
menos tradicionales, es llamativa la obsesión de distanciarse del ‘turis-
ta’. En la contraportada del libro Narco-América, que sigue la ruta de la
coca desde el sur hasta el norte, se especifica que “[s]us reportajes, he-
chos en el camino, y que conforman la materia prima de este libro, son
historias que muestran el lado no turístico del continente, los dramas
humanos resultado de la corrupción del poder por el dinero ilegal. Son
historias que rebautizan este territorio: bienvenidos a Narcoamérica”
(solapa). Los cronistas quieren reportear los hechos desde dentro: se
sumergen en los bajos fondos, intentan adentrarse en el mundo criminal.
El turista, en cambio, es la figura por excelencia de quien no participa,
del que está afuera, sin entender lo que realmente está pasando.
En su ensayo El hombre sin cabeza, Sergio González Rodríguez tematiza
esta oposición entre el cronista de la violencia narco y el turista despreo-
cupado. Si bien el texto se centra en el fenómeno de las decapitaciones
en el México de Felipe Calderón, el narrador se aleja con frecuencia de
este escenario para recordar en un estilo eminentemente literario sus
recuerdos infantiles en Acapulco:
Mucho tiempo atrás visitamos este hotel con nuestros padres. […] Cuando el
puerto de Acapulco inició su destino turístico medio siglo atrás, comenzó tam-
bién un espectáculo modesto, pero riesgoso, de clavadistas morenos de tanto sol,
la piel brillante por el aceite de coco. Se arrojaban en una caída libre de cuarenta
metros desde aquel peñasco hasta el mar afilado de olas en rebato perpetuo. […]
Los turistas aplaudían el lance y los ayudantes del clavadista en turno recogían
las monedas de regalo. […] El mirador luce muy distinto ahora. En las inmedia-
ciones de La Quebrada la violencia se ha instalado. […] desde tiempo atrás, Aca-
pulco ha dejado de ser un destino favorito de los extranjeros para convertirse en
un puerto al que vienen a disfrutar los viajeros de otros lugares del país. De
Michoacán, de Jalisco, de Colima, de Nayarit, de Sinaloa, o de otras partes en las
que el comercio, el trasiego, los negocios del tráfico de estupefacientes han mejo-
rado la economía. (González Rodríguez 2009: 10)
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En todos los periódicos del mundo hay malas noticias sobre México: cuerpos
mutilados, rostros rociados de ácido, cabezas sueltas, una mujer desnuda colgada
de un poste, pilas de cadáveres. Eso provoca pánico. Lo raro es que en lugares
tranquilos hay gente que quiere sentir eso. Están cansados de una vida sin sor-
presas. Si tú quieres, son unos perversos de mierda o son los mismos animales de
siempre. Lo importante es que necesitan la excitación de la cacería, ser persegui-
dos. Si sienten miedo eso significa que están vivos: quieren descansar sintiendo mie-
do. Lo que para nosotros es horrible para ellos es un lujo. El tercer mundo existe
para salvar del aburrimiento a los europeos. Aquí me tienes, dedicado a la para-
noia recreativa. (Villoro 2012: 63)
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Véase Adriaensen (2015b) para un análisis más detallado del narcoturismo así como del personaje
del turista en la narconovela.
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tación profunda de los mexicanos ante lo ocurrido, acusa una y otra vez
al Estado por poner en escena esta guerra, y dejar a los mexicanos en
una posición de espectadores de la violencia:
Por un lado, compara así a los mexicanos con turistas inocentes e incré-
dulos ante lo que ocurre en su propio país. Simultáneamente, la narra-
dora profundiza en la percepción de los narcos como héroes, la fascina-
ción de los mexicanos con ellos, y el papel de la imaginación mediática
en su idealización. Cuando se emite la captura del Güero Palma, un
narco famoso por sus múltiples labores de tortura, dice:
Eso nos pareció: que antes que cualquier otra cosa, el Güero era un hombre triste
que había visto morir a su familia y se sentía de algún modo enterrado con ellos.
Tal y como nos sucede a nosotros cuando perdemos a nuestros seres queridos.
Cuando nos los arrebatan brutalmente. Y que por eso era necesario, casi desespe-
rado, aprender a deducir qué pensaba, qué sentía, quién era. Porque eso tal vez,
eso ojalá, nos serviría para entendernos (uno a uno) a todos nosotros. (Bosch
2012)
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