Está en la página 1de 6

ESCUELA SUPERIOR POLITECNICA DE CHIMBORAZO

FACULTAD DE INFORMATICA Y ELECTRÓNICA

ESCUELA DE INGENIERIA ELECTRÓNICA EN TELECOMUNICACIONES Y REDES

MEDIO AMBIENTE

RESUMEN DE EL LIBRO

RAYUELA

NOMBRE: Marcelo Guzmán

CODIGO: 830
RESUMEN

Insipirado en los años 60 en la ciudad de Paris, Horacio Oliveira, un hombre duro de tallar, criado
por su tío al cuál admiraba enormemente, insensible y poco entendible en ese pequeño mundo de
su cerebro, hace del amor y la razón un concepto totalmente relacionado e incomprensible.
La Maga en un inicio de un amor incomprendido y algo extraño, solía esperar a Oliveira en el
Pont Des Arts, Oliveira creía que cada mujer parecida a ella se acumulaba y se derrumbaba como
un paraguas, como un paraguas que la Maga había encontrado en uno de los puentes de la ciudad,
hasta que después de tantas lluvias y vientos desequilibrantes, hubo que deshacerse, pero con el
recuerdo de ese mismo detrás. Amantes de la patafísica (surrealismo) y diferentes en otros
aspectos, Oliveira decide aceptarla en su vida, e incluso, aunque no se hablaba de él, aceptar a
Rocamadour en su vida. Era cómodo para él tenerlos a ambos, era irónico porque Oliveira amaba
su soledad, pero, aquella mujer, como si de un hechizo se tratara, hacia a Oliveira querer quedarse
ahí.
Oliveira pensaba muchas cosas de la Maga; como su facilidad de complicarse a sí misma, ver la
cartilla de lotería en la vitrina y al llegar a casa, que ese mismo número que había visto sea el
mismo ganador, pequeñas tragedias que la Maga consideraba imperdonables, su manía de buscar
alguna prenda de color rojo para evitar la mala suerte; pero al igual que ella, Horacio también
tenía sus pequeños rasgos, por ejemplo, cuando se le caía algo, tenía la necesidad de recogerlo de
inmediato o algún desorden conspirativo iría en su contra, según él eran desordenes que después
de un tiempo terminó aceptando. Oliveira se consideraba a sí mismo como un “vago consciente”
y a su sentimiento por la Maga como una forma de querer antagónica, como una pelota y una
pared, como alguien que ataca y alguien que se defiende, como el blanco y el negro, tal vez nunca
estaría tan cerca de su libertas como en esos días que se sentía como acorralado por lo que el
llamaba “El mundo Maga”
Oliveira era amante de la lectura, especialmente hacia la literatura de Morelli. Entre tantos
pensamientos que pasaban por la mente de Horacio, reflexionaba acerca de diferentes temas;
como las diferentes citas dentro de un simple mensaje, la importancia de saber contar las imágenes
más allá de simples imágenes, tomarlo como un signo y no como un sencillo tema de descripción,
también, le parecía tramposo y fácil mezclar problemas nacionales con problemas como el de la
acción de sus mandatarios o la misma renuncia de estos; tal vez reflexiones algo difíciles de
entender pero que de alguna forma podían ser ciertas en un tanto por ciento. Tan complicado
como sí mismo, un hombre capaz de cuestionar cualquier acto sin importar cuál sencillo sea este,
como el de ver un cuadro o solo mirarlo. Se sentía defectivo, es decir, sentía más como el
percibimiento de una pobreza intuitiva que como una simple falta de experiencia.
Lucía, a la cuál Horacio llama Maga, era una mujer sencilla a simple vista, sufrida al recordar el
oscuro sendero de su pasado, irremediablemente inentendida aún del hecho de ser madre, un
cúmulo de imperfecciones que la hacen tal vez una mujer pura y compleja al mismo tiempo. La
Maga era de Moteviedo, Uruguay, y Oliveira no parecía interesarse en lo que ella decía, ni de ella
ni de Rocadamour, y la Maga, sumisa e independiente, resistía sin queja alguna ni ofensa.

En la fría ciudad de Paris. Personas en busca de compañía y algo de soledad, en busca de literatura
y desahogo, en busca de algo que tuviera sentido en medio de tanto caos. Etienne, Ronald, Babs,
Gregorovius, Wong, Perico, Guy, Oliveira y la Maga, de alguna un otra forma implícita, forman
el Club de la Serpiente. El Club era un espacio de charla y vasos de Whiskey, sitio donde la charla
se basaba en diarios, familia, sapiencias, nostalgia, arte y literatura, pero en el que la Maga se
sentía excluida intelectualmente, se podía hablar de cualquier cosa, pero la Maga, inculta e
indecente rara vez entendía los temas que cruzaban entre todas las bocas de los que estaban ahí.
Etennie, y Oliveira podían pasar horas enteras hablando sobre literatura y su impacto a la sociedad
o el mero hecho de su afecto hacia las letras de sus obras favoritas, discutían sobre ideologías
artísticas como las de Klee o Mondrian, se sentía como si entre ambos se formara un círculo del
cuál la Maga quería formar parte. Tanto era así el querer conectar con Horacio en el Club, que
menciona un sueño, en el que hace referencia a su muerte siendo estrangulada “deliciosamente”
por Horacio, quién sabe, tal vez para así poder entrar a un frenesí de exaltación, sentirse más cerca
de él y que el Club de la Serpiente sea suyo hablando de forma literaria. Irónicamente, Horacio y
la Maga se conocieron en una librería de la ciudad, se sentía en aquel entonces como un amor
adolescente, como aquel que sientes al regresar la mirada mientras tus padres de llevan a fuerza
de la mano. Tal vez esas diferencias de las que Lucía hablaba les hacían atraerse y rechazarse
como si se quisiera que el amor termine.
Babs era ceramista, y su pareja Ronald, era músico, La mayoría de las veces el Club se reunía en
el taller de Babs para sus pláticas y reuniones. En una de sus rutinarias reuniones, Gregorovius
se deja seducir por la duda de la Maga, quién sabe, tal vez porque estaba enamorado de ella incluso
Horacio sabiéndolo, la intriga volaba por la mente de Gregorovius, si su nombre era Lucía, si era
de Uruguay (…) mientras el resto del club dispersado en el taller, disfruta de los discos que Ronald
coloca en el tocadiscos y de lo que independientemente hace cada uno; desde confundir a la Maga,
hasta hacer enojar a algún otro; se platica sobre Morelli y sus novelas, la abstracción de su
literatura así como el arte de la pintura. Oliveira se intriga por Wong al igual que Ronald, hablan
de su manera de escribir novelas e historias, muy chapada a la cultura china que se acostumbra
en Pekín. Wong presta unas fotos, de cierta magnitud grotesca y tortuosa para cualquiera que sea
sensible, no se sabía si en aquellas fotos se manifestaba tortura que terminara en violación o
incluso la muerte, a Wong le parecía normal, así solía ser la cultura, pero eran imágenes fuertes
para alguien como Ronald e incluso el frío Oliveira.
Al otro lado del taller, Gregovorius sigue muy intrigado por la Maga, decide insistir y la Maga
con cierto afán de persuadirlo, cede. Le cuenta que a sus 13 años, con un padre sin trabajo y muy
recto, viviendo en un convenio con un italiano, dos viejos y un negro (que era como ella se refería
a él), en uno de sus castigos, su padreo la golpeó con un cinturón hasta el punto de hacerla gritar
y en ese acto, el negro veía con cierto gozo y con la mano en entrepierna, horas después, sin su
padre en la casa en busca de algún bar y sola en el cuarto, el negro entró, y Lucía sin poder poner
resistencia por miedo a que la matara, no tuvo más remedio que dejar que el negro abusara de
ella. Todos escucharon la historia alrededor del taller, la noche se tornó algo incómoda para todos
mucho más para la Maga, que en el tiempo que estuvieron ahí, Horacio no se le acercó un por un
segundo. La Maga le decía a Gregorovius que Horacio era algo dolido, un dolor de muela podía
tenerle una tarde entera dándole vueltas a la situación, dentro de Horacio nada estaba en su sitio
y al mismo tiempo podían haber estrellas y pedazos de eternidad.
Horacio y la Maga vivían juntos, ella decía que así se ahorraba luz, se compraba un mismo
periódico, el agua no se desperdiciaba… Realmente a Horacio le daba lo mismo pero en el fondo
sabía que había algo de razón en un argumento tan simple o tal vez aceptaba porque debía dinero
al casero de su departamento. Para Horacio la estancia ahí era confusa, entre los discos de la
Maga, su pequeños libros e incluso Rocamadour, el cual aunque era apenas un chiquillo, entre el
mal humor y la paciencia insensata de Horacio, consideraba como “salvación” el que Rocamadour
esté cerca.
Rocamadour, apenas un bebé, enferma gravemente a ratos corto en periodos largos. Lo más
consiente hubiese sido llevarlo a un hospital, pero la Maga, en esa mentalidad algo retorcida y
terca llega a la conclusión de que en el hospital harán lo mismo que se hace en casa. Entre la poca
hierba de mate que se vendían en las droguerías y las aspirinas que la Maga le suministraba para
así aliviarlo de su fiebre, se mantenía a Rocamadour en cuna y con suerte, durmiendo.
Era complicada la relación que se llevaba entre la Maga y Horacio, un amor-odio entre el
resentimiento de Horacio y su desprecio hacia muchas de las cosas en las que la Maga era parte.
Ella decía tenerle lástima desde el momento en el que lo conoció, con lágrimas en los ojos y
apoyada en su pecho. Horacio era consciente de que tal vez él no la quería o dudaba de si aquel
carácter hacia Lucía ayudaba, pero ambos eran necios en un amor incomprensible.
Horacio decide irse, quién sabe, tal vez no volvería, o tal vez solo daría una vuelta. Llega a un
local del centro, en el dónde habría una presentación y al que decide entrar, una dama que tocaba
el piano, Berthe Trépat, llama la atención de Oliveira. A medida que pasaban los minutos, los
espectadores se iban, sin vergüenza alguna a pesar de haber pagado los boletos se fueron, hasta
que al terminar la noche, quedaron simplemente Oliveira y Berthe Trépat. Horacio, acercándose
a la muchacha devastada, por lo que acaba de suceder, se ofrece a llevarla a casa y ella cede. En
plena lluvia, sin paraguas y ella sosteniendo el hombro de Oliveira con fuerza, caminan por la
ciudad. Imágenes de la Maga y Rocamadour pasan por la mente de Oliveira, el cuál parece haberse
arrepentido de lo que acaba de hacer, pero al llegar a casa de la dama, decide irse sin intención
alguna de querer quedarse.
Gregorovius había llegado al departamento de la Maga, se formó una charla casual hasta el punto
en el que él se encontraba en el sillón, fumando, y con algunos libros en la mano mientras la Maga
cuidaba de Rocadamour con una fiebre por encima de 39ºC, mirándola, cuidando a su niño, se le
cruzó el sentimiento de ser parte de ahí, de ser padre de ese pequeño y esposo de esa dama. Una
vez ya dormido y arropado Rocamadour, la charla se enfundaba en diferentes aspectos que
hablaban de lo mismo, Horacio. Gregorovius aseguraba que cuando conoció a Horacio, cuando
apenas llegó al frío Paris, era más “fino”, cuál literatura italiana, pero desde que pasaron los días
y estaba con la Maga se había vuelto más bruto e irracional. Salió el nombre de Pola, un viejo
amor de Horacio, una chica realmente hermosa capaz de tocar las entrañas de un duro hombre
como Oliveira, un amor completo a comparación con la Maga; tal vez era porque Pola era más
estudiada a la literatura, hablaba de más cosas y se entendía mejor; la Maga menciona una muñea
verde, y unos alfileres, el cuál un día fue pisoteado por Horacio y el mismo día Pola fue llevada
al hospital por un severo dolor de estómago, quién sabe si la muñeca y Pola tenían algo que ver,
la Maga sentía que ella robaba espacio, dudaba de Horacio. El cuál se encontraba al otro lado de
la puerta del departamento, mientras Gregorovius y la Maga escuchaban música, el viejo de arriba
daba golpes, reclamando que se bajara el volumen interrumpiendo así el sueño de Rocamadour.
Oliveira habla con el viejo y parece detenerse el ruido. Ya los tres en el departamento, llegan los
miembros del club diciendo que Guy se había envenenado, tal vez accidente o tal vez intención,
pero lo había hecho. Esperaban en el departamento de la Maga, la llamada de que Guy estaría
bien o ha muerto. De entonces, el Club se acomodaba, Ronald se apoderaba de la música, Etennie
y Horacio discutían, y todo parecía normal como siempre, salvo que no lo era.
Horacio, se acerca a Rocamadour, que sorpresivamente ha dejado de llorar, lo palpa con la palma
de la mano y el pequeño estaba frío, el resto del grupo se acerca sorprendido y con la Maga
diciendo que era hora de su jarabe, todos eran conscientes de que Rocamadur no despertaría,
callados y perplejos mientras Lucía insistía en usar alcohol o colonia para poder despertarlo, pero
el pequeño, estaba muerto.
Quién sabe, Horacio ya no estaba, había abandonado a la Maga justo después de Rocamadour, se
sentía vacío, eso era todo, nada de amor para Horacio con su detestable actitud, y en ese lapso
hasta volver al departamento; Horacio había llegado a un hospital junto a Etennie, ambos habían
visto a un viejo en una camilla y la duda de reconocerlo se apoderaba de ellos, después de burlar
la seguridad llegaron a la habitación del viejo, que ni más ni menos era el mismo Morelli. El viejo
sin hacer escándalo aceptó que ambos se quedaran ahí y contó historias, un libro que había escrito
sobre un juego de ajedrez, que según él podías leerlo como te de la gana, que si te perdías o lo
entendías era signo de que habías captado la historia contada. En ese momento, Morelli, entrega
unas llaves a Etennie, que pide un favor, les da unos bocetos del libro de ajedrez y les pide que lo
dejaran en una bodega de su departamento, en un cajón específico, entre unas carpetas específicas.
Era extraño, no harías eso por cualquier extraño, pero Oliveira había estudiado analíticamente a
Morelli y tal vez por el respeto que le tenía, accedió; recuerdos de Pola; sueños que Oliveira
contaba a Etennie…
Oliveira había regresado al departamento que compartía con la Maga, y por sorpresa tal vez, se
encuentra a Gregorovius, este le explica a Oliveira que Lucía se había ido, había tomado todas
sus cosas, le había dejado el departamento a él y se había marchado sin dar explicaciones.
Oliveira, paseando por el departamento, se da cuenta de que en verdad se había ido, no había
nada, salvo una carta, una carta que la Maga había escrito a Rocamadour y que podía estremecer
hasta al más duro. La sorpresa fue de Gregorovius y tal vez de todo el club, que llevaban sin verlo
ya días, incluso, no había asistido al funeral de Rocamadour, siempre tan egoísta. Oliveira era un
hombre vacío, muerto, a punta de cigarro, vasos de Whiskey y varias palabras tercas que ahora
no cobraban ningún sentido. Tal vez Horacio echaba de menos a la Maga o tal vez no quería sentir
que nadie estaría ahí para incluso odiarlo. Ideas de Morelli cruzan y rezumban enseñanzas por la
mente de Horacio, Morelli no se consideraba a si mismo como alguien docto, más bien como
alguien sin ideas claras, ni siquiera ideas. Su sentir a la hora de hacer literatura era así como la de
el lomo de un gato bajo la caricia suave de quien lo controla o dice controlarlo.
Todo parece quebrado dentro de Oliveira, la Maga no estaba, el Club parecía no querer tener
relación alguna con él, de alguna forma el Club estaba atado a Oliveira y se barajaba la idea de
mandar a “parir” a todos los del grupo. Horacio, estaba perdido, tal vez buscándose a sí mismo,
en busca de la unidad, o en busca de la Maga, ya detenido por la policía junto a Emanuelle, una
anciana que había conocido súbitamente y la cuál era algo extraña. Decide volver a Buenos Aires
a casa de su amigo Manolo Traveler, un viejo amigo de la infancia.
Traveler y a su esposa, Talita Nightingale, esperaban que Horacio llegará, y deciden recibirlo en
el puerto para después hospedarlo en su hogar. Traveler decía que Horacio no había vuelto, que
más bien lo habían traído de regreso. Talita, rondaba por la mente de Oliveira desde el primer
rato, por su similitud a la Maga, y Traveler, no confiaba mucho en él por alguna razón. Horacio
como siempre era algo inexplicable, un día decidió tomar clavos torcidos y enderezarlos, quién
sabía para qué, solo quería hacerlo, más después explicó que los quería para poder construir un
puente que conectara todos los edificios y así poder cruzarlos. Traveler accedió a darle más clavos
y algo de yerba mate, pero todo parecía un indicio de locura sin importancia ya anticipada.
Traveler y Talita trabajaban en un circo, y Oliveira después de que su primer trabajo, vendiendo
telas, no funcionara, decide unirse también junto a ellos. Todo rondaba bien, al parecer y en
sentido figurado, hasta que el dueño del circo, el señor Ferraguto junto a su esposa a la cuál
llamaban la Cuca, decidieron vender el circo a un empresario, para así poder comprar un hospital
psiquiátrico. Algo loco, irónicamente. Pero se tomó la decisión de mantenerlos a los 3 trabajando
en el hospital, Traveler y Oliveira esperaban su puesto aún sin designar y Talita fue nombrada
farmacéutica de planta En ese momento se planeaba transferir la propiedad del hospital a un
doctor, el doctor Ovejero que sería el nuevo director y a su secretario, Remorino. Pero se
necesitaría de ciertas firmas de los pacientes y a Traveler, Horacio y Talita de testigos. Una vez
firmada, la propiedad había sido transferida y Remorino ubica a Oliveira y Traveler como
auxiliares y guardias de seguridad, mostrándoles así el hospital y su sótano.
Una noche, mientras Oliveira fumaba en la segunda planta del hospital, haciendo vigilancia, mira
de reojo la planta baja y ve a la Maga, saltando las casillas desde Tierra hasta el Cielo de la
Rayuela, se sorprende y cuando ella levanta la mirada, se percata que es Talita. No sería la primera
vez que Oliveira ve a la Maga donde no está, en su viaje de vuelta a Buenos Aires, había visto a
la Maga llevar unas bolsas de basura arrastrando por todo el pasillo del barco, pero no era ella,
podía ser cualquier persona excepto la Maga. Talita explicaba que no le gustaba jugar a ese tipo
de juegos como la rayuela, pero que por el simple hecho de verlo pintado en el suelo y que la luz
de la luna lo alumbrara, se animó. Uno de los pacientes, don Lopez, caracterizado por su silla y
principalmente por su paloma a la cuál solo acariciaba, salieron sin permiso de su habitación
debido al calor que hacía y Oliveira decidió devolverlo a su cuarto, y para asegurar que nadie
saliera, prometiéndole un vaso de limonada para refrescarse. Talita y Oliveira fueron al sótano a
cerrar bien las puertas y a beber una limonada o tal vez una cerveza. En ese momento, Oliveira
se dirijió a Talita como la Maga y le hablaba como si fuera la misma Lucía que tiempo atrás quiso.
Talita no entendía nada y le molestaba que la confundiera, pero Horacio sentía que la Maga estaba
ahí en ella, ese sentimiento de perderse y dejarse llevar, ver reflejado en ella el recuerdo de su
Maga. Horacio la sonreía sin razón alguna, como no era habitual en él y en ese acto, se acercó a
Talita con la intención de darle un beso, al cuál Talita rechaza y decide contarle a Traveler, el
mismo que dormía a esas horas de la madrugada.
Oliveira, trastornado a punto de locura, tiene la idea de que Traveler lo quiere matar, ni es para
menos, querer besar a su esposa era signo de que nada bueno podía pasar. Oliveira se encierra en
uno de los cuartos del segundo piso, abre la ventana que casualmente tenía vista a la rayuela en
la que había visto jugar a Talita, y se queda ahí, mientras Traveler trata de abrir la puerta. Oliveira
iba a saltar o tal vez no, tal vez era su deseo, al fin y al cabo, porque cuerdo era lo último que
podía estar. Traveler insisite en que no lo quiere matar pero que, si tirarse es lo que quiere, que lo
haga. Oliveira no salta, pero se ve clara la locura desatada en su mente, en aquel sitio y junto a
todos aquellos pacientes. Tal vez se dejó ayudar por todos ellos.
Pasando días se muestra en la tercera parte del libro, que Oliveira recupera la cordura y se queda
con Grekepten, tal vez siempre debió ser así.

También podría gustarte