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Ladislao Mlot – 29.982.

602

Universidad de Buenos Aires - Facultad de Filosofía y Letras

Departamento de Filosofía

Cátedra de Estética – Catedra: Schwarzböck

PRIMER PARCIAL DOMICILIARIO (primera parte)

Profesoras de Practico:
Abadi - katz

Ladislao Manuel Molina Mlot


29.982.602

Segundo Cuatrimestre de 2014

24 de septiembre

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Ladislao Mlot – 29.982.602

Preguntas:

1) Teniendo en cuenta los distintos tipos de juicios que presenta Kant el “Prólogo” y la

“Introducción”, ¿por qué se puede decir que con la Crítica del Juicio se funda la autonomía de la

estética? ¿Por qué sería de alcance limitado esa autonomía y cómo se refleja esa limitación en la

caracterización que da Kant del juicio de gusto en la “Analítica de lo bello”?

2) ¿Por qué resulta “extraño y anormal” que el juicio puro de gusto permita hablar de lo bello

“como si la belleza fuera una cualidad del objeto y el juicio fuera lógico”? Considere la relación que

se establece entre las facultades de conocimiento en la experiencia estética de lo bello, caracterizada

por Kant como de “libre juego”.

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En la Critica del Juicio, Kant señala la necesidad de unificar dentro de un sistema


coherente los resultados alcanzados en la Crítica de la Razón Pura, donde la facultad de
conocer ─o Razón Teórica─ deslinda su ámbito de estudio en los fenómenos de la
naturaleza produciendo síntesis conceptuales a partir del encuentro entre las intuiciones
sensibles y las estructuras a priori del entendimiento; y los de la Crítica de la razón
práctica, donde el análisis de la libertad como experiencia moral se asocia a la facultad
volitiva de los sujetos quienes se dan así leyes eticas que legisla la Razón. Kant, con la
Critica del Juicio, aspira a zanjar la separación producida entre ambas esferas demostrando
que el juicio estético permite el enlace entre el mundo de la necesidad y el mundo de la
libertad. Para ello reduce las facultades humanas a las tres siguiente: la facultad de
conocimiento, la facultad de desear y la facultad de sentir, cada una con un tipo de
particular de satisfacción. Si las dos primeras les había encontrado su fundamentación a
priori, Kant hará lo análogo con la tercera facultad.

En este proceso revela la autonomía de la estética a partir del examen de las


relaciones que los juicios mantienen entre sí. Explica que, cuando nos enfrentamos al
fenómeno bello ─fuese este natural o artístico─ no se produce una relación de
conocimiento ni de utilidad, debido a que no se está subsumiendo lo particular en lo general
dado como ocurriría en el Juicio determinante, propio de la facultad de conocer que
establece conforme a una finalidad objetiva los conceptos para los objetos específicos; ni
tampoco se lo está remitiendo a preceptos prácticos regidos por el interés de lo “bueno”1.
El fenómeno bello simplemente irrumpe como sentimiento inmediato y gratuito en cuya
base descansa el Juicio reflexionante2, el cual se caracteriza por ascender desde lo
particular dado hasta lo general ─esto es, el concepto del objeto que brindaría el
entendimiento─ pero sin encontrar tal concepto, sino solo la expectativa del sujeto resuelta
en la satisfacción placentera que la pura forma del objeto le brinda, sin importarle la
existencia material del mismo; vale decir, que le place desinteresadamente. En este caso

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Kant distingue entre lo bueno para algo, es decir, aquello que place en tanto medio y lo bueno en sí que
place por sí mismo. En todo caso, lo bueno se define por un saber sobre aquello que es el objeto.
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Por reflexión debe entenderse aquella la capacidad de comparar un conjunto de representaciones dadas
con un concepto posible. Reflexión que ocurre a nivel de la imaginación.

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estamos en presencia de lo que Kant denomina un Juicio estético reflexionante, el cual


tiene una finalidad y validez subjetiva que, no obstante, aspira a la universalidad; y que se
diferencia del Juicio teleológico porque este último, a pesar de tener también carácter
subjetivo, tiene pretensiones de universidad objetiva que implica una obstrucción de la
experiencia de lo bello que estriba en la modo en que el sujeto se figura al objeto sin ir más
allá de su propia representación.

En cualquier caso, Kant construye sobre la base del Juicio reflexionante la


autonomía Estética en cuanto que este tipo de juicio está asociado con la satisfacción sin
interés de la experiencia de lo bello, y cuya expresión acabada se encuentra moldeada en
los cuatros momentos que examina en la Analítica de lo Bello. Ahora bien, esta autonomía
queda restringida internamente a causa de que el juicio estético para lograr dicho status
debe estar tan distante y ajeno a todo tipo de intereses, teórico o práctico, que sea
completamente indiferente por la existencia del objeto, sobre el cual no puede ─ni debe─
reclamar ninguna jurisdicción especial (esto es, equivalente a objetivarlo); puesto que de
hacerlo rompería la distancia contemplativa por la cual la pura forma del objeto le despierta
placer al sujeto. De aquí que el juicio estético retorne sobre sí mismo para legislar sobre el
único dominio que le queda a su disposición: la subjetividad del sujeto ─esto es, la
heatutonomia─ intentado prolongar lo máximo posible la experiencia estética.

En la Analítica de lo Bello, al estudiar los momentos por los que se origina el placer
de lo bello, Kant intenta salvar la restricción antes mencionada cuya consecuencia, por una
parte, es el peligroso aislamiento de la experiencia estética por no estar determinada por
ningún tipo interés ─sea especulativo, practico, incluso afectivo─; y otra parte, el
subjetivismo al que podría aventurarse al remitir la belleza a la representación que el sujeto
realiza según su reflexión o intuición. De ahí que en la Analítica de lo Bello, se intente
relativizar tales condiciones atribuyéndole cierto grado de objetividad al juicio estético al
interpelarlo en cada uno de sus momentos por la relación que mantiene con el
entendimiento, quien deja de fijar directivas a la imaginación, para dar lugar a la irrupción
del sentimiento estético pero mediado en el libre juego de las facultades por el “sin”. De
esta manera, la experiencia de lo bello se resuelve en una satisfacción pero sin interés
(cualidad), en una finalidad pero sin fin (relación), en una universalidad pero sin concepto

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(cantidad), en una necesidad pero sin ley (modalidad); revelando que la autonomía de la
estética es de carácter negativo3 en la medida en que responde en última instancia a la
necesidad kantiana de sistematizar su filosofía y por la que se extrapola esquemas de
análisis aplicados al entendimiento para la Estética generando que esta quede con una
autonomía mediada por el “sin” por el hecho de la importancia que tiene el papel del
conocimiento en el sistema kantiano (conocimiento que le permite a los juicios estéticos ser
comunicables pero sin aportar saber objetico).

En la Critica del Juicio Kant contrapone dos aptitudes posibles frente al objeto: la primera,
ante la representación del mismo se busca determinar los predicados objetivos que le
corresponden, de manera que es la existencia del objeto el que moviliza al juico del sujeto:
aquí estamos en presencia de un juicio lógico o de conocimiento. La segunda posibilidad,
concierne a como una representación y la afección sentimental que suscita puede ser
referida al sujeto y por la que le atribuye al objeto un predicado de belleza: en este caso
hay un juicio estético. Ahora bien, según Kant este tipo de juicio no tiene un carácter
privado como lo puede tener el deleite4, sino que cada vez que se lo profiere (o para ser más
preciso se lo experimenta, puesto que su enunciación es en cierto grado conceptualizarlo) el

3
Digo negativo porque también me parece (expreso solo un parecer) que el territorio que el Juicio
Reflexionante conquista para la estética se alimenta de la frustración del entendimiento en conceptualizar la
totalidad de la naturaleza y de la resignación de la razón por postular fines finales de los cuales no tiene
certeza alguna. Así el Juicio Reflexionante viene a suplir los límites de las otras dos juicios al precio de su
empobrecimiento pues es tan amplio lo que los juicios reclaman para sus dominio que la experiencia
estética tiene que volverse tan aconceptual y desinteresada que, por un lado, pareciera ser una experiencia
de lo inefable y, por otro, queda limitada a sujetos excepcionales. (Quisiera indicar que la única visión que
tengo de la totalidad del sistema kantiano es la lectura de Carpio y que, evidentemente, es insuficiente para
llenar las lagunas que tengo sobre el pensamiento de Kant, de modo que lo más seguro que este errado en
las apreciaciones que vierto al respecto de autonomía negativa; además, se suma el hecho que haciendo el
parcial comprendí que no comprendí su Estética kantiana).
4
Kant diferencia tajantemente, entre los juicios estético al que se asocia pretensiones de universalidad
basado en un gusto por la reflexión el cual nunca puede tener la certeza objetiva de que todos los sujetos
asentirán tal juicio pero, sin embargo, aspira a todo tengan la misma satisfacción estética de quien lo emite,
y distingue los juicios de agrado que se fundan en el gusto por los sentido y son producto de la respuesta
inmediata a un estímulo externo manteniendo un carácter meramente privado, sin ninguna predisposición
a aspirar a la universalidad.

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sujeto adopta una aptitud que hace patente que el sentimiento que le despertó la
representación es algo que atañe objetivamente al objeto y que su juicio es completamente
comunicable y lógico, es decir, que es tan público que cualquier sujeto podría asentirlo.
Esto es consecuencia de que el fenómeno bello no está organizado en torno a interés
egoístas sino que es totalmente desinteresado, lo cual implica que quien juzga ha juzgado
no solo para sí mismo sino también para todos los demás en la medida en que lo “único que
se pone como universal y necesario en el juicio estético es el placer” (Deleuze, 1997:8p).
Vale decir, la génesis de toda experiencia de lo bello es la finalidad sin fin del objeto, que
pone en escena que la predicación estética es meramente formal en cuanto que no indica
como se realizara lo bello en todos los casos sino como se realizó en ese unico caso. De ahí
que la pretensión de validez universal del juicio estético al ser proferido sea como si fuera
un juicio lógico; pretensión que se apoya en que lo bello guarda relación con el
conocimiento en general en tanto un libre juego entre la imaginación y el entendimiento.

Por lo regular la función de la imaginación (emplazada entre la sensibilidad y el


entendimiento) es unificar una multiplicidad de datos sensoriales elaborando síntesis que, si
bien en sí mismos no aportan conocimiento por ser meramente formales, son
instrumentalizadas por el entendimiento para producir los conceptos con los cuales
determina a los objetos. Y que por otra parte al tener la imaginación una tendencia a captar
espontáneamente lo máximo posible del entorno circundante, el entendimiento gestiona la
trayectoria aprehensiva de la imaginación sobre la base de una necesidad de orden que
supone conceptos determinados para orientarla. Esto coloca al desnudo una tensión interna
entre ambas facultades, por responder cada una de ellas a tendencias opuestas. Ahora bien,
en el fenómeno de lo bello ocurre que la síntesis aprehensiva de la imaginación no opera
con un concepto determinado del entendimiento, sino que “se relaciona con el
entendimiento como facultad de los conceptos en general; se relaciona con un concepto
indeterminado del entendimiento”. (Deleuze, 1997:10p) ¿Qué quiere decir esto? Respuesta:
que hay otro género de vinculación donde la imaginación no es guiada por las directrices
del entendimiento ─como ocurriría en los Juicios determinante─ sino que se presenta un
libre juego de las facultad por la que el sujeto siente complacencia al sobrevenir un acuerdo
subjetivo donde el entendimiento no impone reglas a la imaginación la cual tampoco no
transgrede los límites que deja abierto el entendimiento (puesto que de hacer se estaría

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formulando un juicio sobre lo sublime, donde lo que se pone juego no la forma sino lo
informe); de este modo al sujeto le place su pura representación. Pues bien, ¿por qué la
pretensión de validez universal si el sujeto no mira más allá de su propia representación?
Porque en realidad lo que se comunica en el juicio estético es el estado de ánimo del sujeto
consecuencia de esa relación particular entre el entendimiento y la imaginación que es
susceptible de ocurrir en cualquier sujeto por contar con las mismas facultades y porque ese
“acuerdo subjetivo” es también condición de un posible conocimiento objetivo.

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BIBLIOGRAFÍA

Kant Immanuel (1991), Critica del juicio, México: Ed. Porrúa


Deleuze Gilles (1997) Filosofía critica de Kant, España: Ed. Teorema

Apuntes de teóricos y prácticos

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Universidad de Buenos Aires - Facultad de Filosofía y Letras

Departamento de Filosofía

Cátedra de Estética – Catedra: Schwarzböck

PRIMER PARCIAL DOMICILIARIO (segunda parte)

Profesoras de Practico:
Abadi - katz

Ladislao Manuel Molina Mlot


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Segundo Cuatrimestre de 2014

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3.b) Compare la caracterización burkeana de lo sublime con la kantiana. ¿Cuál considera que es el

alcance de la influencia burkeana en Kant? Fundamente teniendo en cuenta la referencia a Burke en

la Crítica del Juicio.

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3.b

Lo sublime en Burke se deriva por la condición negativa de ciertas ideas que producen “una
poderosa impresión en la mente5” ─las profundas que la mente es capaz de sentir6─ debido
a que se asocian a vivencias terribles, opresoras y angustiantes donde la autoconservación
del individuo se encuentra amenazada a tal punto que le causan un hondo horror, tal cual
sucede por ejemplo en el padecimiento de dolores prolongados o enfermedades pero, sobre
todo, ante la muerte que alimenta tácita o expresamente las emociones negativas más
intensas que el hombre puede vivenciar. También lo sublime puede derivarse de la
vulnerabilidad e indigencia que el individuo puede sentir frente a los informes y
desmedidos poderes de la naturaleza como por ejemplo paisajes de mares embravecidos
bajo tempestades de viento y truenos. Ahora bien, lo sublime en tanto fenómeno estético
tiene como condición necesaria para su aparición que "cuando el peligro o el dolor [o
cualquier otra afección negativa] aprietan demasiado, son incapaces de causar placer
alguno, son simplemente terribles, pero cuando están a cierta distancia, y con ciertas
modificaciones, pueden ser, y son, maravillosos". Dicho de otra manera, lo sublime acaece
cuando el individuo está en situación de espectador frente a escenas que le suscitan un
vértigo tal que suspende su capacidad reflexiva, esto es, se encuentra en un estado de
asombro que queda absorbido por la escena que observa. Si esto no sucediera y fuera
protagonista de tal escena, lo sublime sencillamente no advendría sino el sentimiento atroz
de la vivencia terrible.

Ahora bien, en la estética kantiana se busca un soporte a priori (o sea, previo a toda posible
experiencia y basado en la estructura interna de la razón) de lo sublime; lo cual implica que
una porción considerable de los delineamientos burkerianos dejan de circular en la noción
kantiana de lo sublime, sobre todo aquellos vinculados al criterio epistemológico sobre los
que se afirma la propuesta de Burke (el empirismo fisiológico) por ser incapaz de garantizar

5
Para Burke la mente normalmente se encuentra en un estado de indiferencia, la irrupción repentina de
algo (una melodía, un olor astringente) cambia ese estado generando placer o dolor. El placer estético es
siempre para Burke positivo no depende de un estado anterior de la mente, de ocurrir eso sería relativo.
6
Cabe señalar que Burke como filósofo empirista funda su estética sobre la base de concepciones
psicológicas y fisiológicas, debido a que considera que “los sentido se encuentran en el origen de nuestras
ideas” en general y al ser común a todos los hombres brinda un criterio seguro de universalidad. Por otro
lado, el fenómeno estético se mide por la cuantificación de la emoción que suscita, siendo las afecciones
negativas las que mayor intensidad tienen dentro de una escala de estados afectivos.

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según Kant la objetividad y universalidad que demanda una fundamentación de tipo


trascendental como la que proyecta para su filosofía en general y para la estética como
parte integrante de tal sistema.

Para Kant, lo sublime en cuanto fenómeno estético place por sí mismo por el hecho de en
que no está sometido a ningún tipo de interés, ni especulativo (sin referencia a concepto
determinado) ni practico (sin referencia a lo “bueno”) como tampoco a la sensación7, sino
que la satisfacción que produce es la mera representación de lo informe o deforme el cual
suscita un tipo placer negativo que adviene al sujeto por “la suspensión momentánea de las
facultades vitales” y el desbordamiento de las mismas8. Para comprender mejor el proceso
hay que remitir a la singular relación que se establece entre las facultades en fenómeno de
lo sublime. Ahí ocurre que la imaginación, cuya función es aprehender sucesivamente las
partes que constituyen un fenómeno conservando las precedentes a medida que avanza
hacia las consiguientes, generando en el proceso la comprehensión del fenómeno en tanto
síntesis de una multiplicidad de datos sensoriales que, si bien en sí mismos no aportan
conocimiento alguno por ser meramente formales, son instrumentalizadas por el
entendimiento para producir los conceptos con los cuales esté determina a los objetos; la
imaginación, como decía, realiza la aprehensión sucesiva (para la cual puede ir hasta lo
infinito), o bien de algo muy vasto o bien de algo informe, mientras simultáneamente la
comprehensión (que tiene límites) fracasa en el proceso de síntesis por la dificultad de
estimar y conservar las partes precedentes, sobreviniendo así la parálisis de la imaginación,
el desbordamiento del entendimiento y el sentimiento de displacer. En esta insuficiencia, la
imaginación entra en trato con la razón (facultad que piensa lo infinito como una totalidad)
debido a que busca tener acceso a dicho fenómeno sin importarle trasgredir el dominio del
entendimiento, descubriendo en el proceso un placer en el que se pone en juego el respeto
hacia la condición humana definida por la tensión de poder pensar lo infinito pero sin ser

7
Kant diferencia entre los juicios estéticos que se asocian a los juicios de reflexión que son según la cualidad
una satisfacción sin interés, según la relación una finalidad sin fin, según la cantidad una universalidad sin
concepto , según la modalidad una necesidad sin ley (aunque cambia su contenido si juicio de lo bello y de lo
sublime), y los juicios de agrado que se fundan en el gusto por los sentidos y son producto de la respuesta
inmediata a un estímulo externo manteniendo proceso un carácter meramente privado, sin ninguna
predisposición a aspirar a la universalidad como si ocurre en los juicios estéticos.
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En la Analítica de lo sublime es donde más se observa lo deudor que es Kant de ciertas ideas de Burke
como la de la infinitud y de suspensión, entre otras.

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capaz de conocer. Irrumpe así el sentimiento de lo sublime constituido por ambivalencia de


un displacer y un placer que ocurren simultáneamente.

Se puede decir de Burke con respecto a Kant (aunque con bastante modestia), que también
lo despertó de un sueño dogmático. Y así como anteriormente Kant produjo su Filosofía
crítica enfrentándose al empirismo y al racionalismo, ahora produce su estética
enfrentándose a la Burke aunque esto no significa que el propio Kant no reconozca la
influencia que ejercieron sobre él pensadores anteriores. Algunas porciones de las ideas de
Burke sobre los juicios estéticos son recuperadas por Kant, como por ejemplo la relación
entre la imaginación y el entendimiento, entre lo sublime y la naturaleza, etc., e integradas
con considerable modificaciones en el proyecto kantiano en una filosofía sistemática. En
este proceso se rechaza la base fisiológica sobre la que descansa la estética burkeniana
porque, según Kant, si el sentimiento de lo bello y lo sublime es explicado en términos de
estimulaciones corporales “entonces no se puede exigir a ninguna persona que esté de
acuerdo con el juicio estético que enúncianos, pues sobre eso, cada uno interroga, con
razón, solo su sentido privado”. Vale decir, la estética fisiológica no puede garantizar una
genuina universalidad debido a que los juicios estéticos se apoyan sobre los intereses
egoístas del sujeto y que dentro de la estética kantiana son meros juicios de agrado basado
en el gusto por las sensaciones. En cambio, para que lo juicios sobre lo bello y lo sublime
sean universales tienen que ser fundamentado con principios a priori que garantizan su
dominio público y comunicabilidad (ver respuesta 1), esto es, pluralistamente. Kant sin
embargo reconoce el mérito de las estéticas fisiológicas como la de Burke porque en última
instancia son un estímulo para “realizar una investigación más alta” sobre la cuestión: y
esto es lo que Kant pretendió.

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BIBLIOGRAFÍA

Burke Edmund (?), De lo sublime y de lo bello, (?): Ed. Altaya


Kant Immanuel (1991), Critica del juicio, México: Ed. Porrúa
Deleuze Gilles (1997) Filosofía critica de Kant, España: Ed. Teorema

Apuntes de teóricos y prácticos

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