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PARA UN PROGRAMA

DE HISTORIA INTELECTUAL
y otros ensayos

por
Carlos Altamirano

)3KI
Siglo
veintiuno
editores
Argentina
Índice

Siglo veintiuno editores Argentina s. a.


TUCUMÁN 1621 r N (C1050AAG), BUENOS AIRES, REPÚBLICA ARGENTINA

Siglo veintiuno editores, s.a. de c.v.


CERRO DEL AGUA 248, DELEGACIÓN COYOACÁN, 04310, Iv EXICO, D F.

Presentación 9

1. Ideas para un programa de historia intelectual 13


Altamirano, Carlos
Para un programa de historia intelectual y otros ensayos -
ed. - Buenos Aires : Siglo XXI Editores Argentina, 2005. 2. Introducción al Facundo 25
136 p. ; 19x14 cm. (Mínima)
ISBN 987-1220-27-8 3. Intelectuales y pueblo 63
1. Ensayo Argentino I. Título
CDD A864.
4. José Luis:Romero y la idea de la Argentina aluvial 77

5. América Latina en espejos argentinos 105

Portada: Peter Tjebbes

© 2005, Siglo XXI Editores Argentina S. A.

ISBN 987-1220-27-8

Impreso en Artes Gráficas Delsur


Alte. Solier 2450, Avellaneda
en el mes de octubre de 2005

Hecho el depósito que marca la ley 11.723


Impreso en la Argentina — Made in Argentina
Presentación

He reunido aquí cinco ensayos de historia intelectual ar-


gentina. Corno lo advertía Roger Chartier en un trabajo que
tiene ya sus años, proponerse cuestiones de definición en el
terreno de la historia intelectual es entrar en dificultades. "A
las certezas lexicales de las otras historias (económica, social,
política) la historié intelectual opone una doble incertidum-
bre del vocabulari-Jque la designa: cada historiografía nacio-
nal posee su proniaconceptualización, y en cada una de ellas
diferentesnoCiori-es, apenas diferenciables unas de otras, en-
tran eff -competencia". No era seguro tampoco, continuaba
Chartier, que detrás de esas diferencias de lenguaje teórico hu-
biera un mismo objeto de conocimiento, si bien era posible
reconocer corno elemento común un vasto e impreciso domi-
nio, que abarcaba el conjunto de las formas de pensamiento.]
Me parece que fue Hilda Sabato quien empleó por prime-
ra vez entre nosotros —con el sentido aludido — este termino,
en un artículo publicado en el número 28 de la revista Punto
de vista: "La historia intelectual y sus límites". Examinaba allí el

Roger Chartier, "Intellectual History or Sociocultural History", en Domi-


nick LaCapra y Steven Kaplan (eds.), Modem European Intellectual History, I t-
haca, Cornell University Press, 1982, pp. 13 y 15.
Carlos Altamirano Presentación 11
C)

debate que por entonces removía este campo, donde se regis- curso, producidos de acuerdo con cierto lenguaje y fijados en

traba desde la segunda mitad de la década de 1970 una gran diferentes tipos de soportes materiales. Dentro de los varios
renovación. Además de Metahistoria, de Hayden White, y La horizontes teóricos que conoce hoy la historia intelectual, Io
gran matanza de gatos, de Robert Darnton, en el centro de ese que tienen en común sus distintas versiones es la conciencia

debate se hallaba el volumen de ensayos que en 1982 habían de la importancia del lenguaje para el examen y la compren-

compilado Dominick LaCapra y Steven Kaplan con el objeto sión histórica de las significaciones. De ahí que se asocie la ac-

de mostrar las nuevas perspectivas teóricas y los desarrollos de . tivación de este campo de estudios con el llamado "giro lin-

la investigación en la historia intelectual. El volumen, que lle-


güístico" de las disciplinas del mundo social.
vaba por título Modern European Intellectual Histmy, se abría con No creo que el objeto de la historia intelectual sea resta-1

el trabajo de Roger Chartier que citamos antes y tenía para sus blecer la marcha de ideas imperturbables a través del tiempo.

compiladores el carácter de un manifiesto, no porque "ofre- Por el contrario, debe seg-uirlasanizarlas en los conflictos
ciera un mensaje o un programa compartido, sino porque des- -turbaciones y los cambios de sentidoi
ylósciebateszilansL
cubría un conjunto de cuestiones y preocupaciones comu- Aue les hace sufrir su aso por la historia. Las ideas, envueltas1
nes".2 La compilación de LaCapra y Kaplan dejaba ver no sólo
Como están en las contingéncilsd¿las pasiones y los inTereél, t
la diversidad de planteos, estudios y orientaciones que podían se alteran, y, como,ha escrito Jean Starobinski: "se hacen más

reagruparse bajo el signo de la historia intelectual, sino el eco sutiles o se exaltan; se „hacen obedientes o se vuelven locas, y

y la reelaboración del pensamiento francés postestructuralista sobre todo, ya contaminadas por ideas extranjeras, ya retoma-

en los departamentos de humanidades del universo académi- das por nujev6Éóí-izaciores, ya adaptadas a las circunstancias
co norteamericano. Michel Foucault y Jacques Den-ida eran por lolhombres de acción, conforman la historia y son ense-
los más citados y sólo Freud iba a la par. guida deformadas por ella".3 Una perspectiva pragmática no es
Enti=122weitér-ming "historia intelectual " indica un pues menos necesaria que la buena filología en este terreno.
c_ázpólezsio1
4 m2assi z
10 lina o unasubdiscipli- Por último, dos palabras sobre los ensayos incluidos en es-

AunqUe inscribe sú labor dentro_


de la histoi-iCliála, su te volumen. Salvo el último, que es inédito, los demás han co-
et.CICIórié:S:táen rF
ce los nocido una versión anteriorya publicada.4 Estos fueron revi-
1 materiales quetrabaja, por el modo rique los interroga o por

las facetas que explora en ellos) cruza el límite y se mezcla con

otras disciplinas. Su asunto es el pensamiento, mejor dicho el

trabajo del pensamiento en el seno de experiencias históricas. Ivijneggyieu,154~,-,EGL.1939, P.P- 22 23_


4 Referencias: los artículos "Ideas para un programa de historia intelectual"
Ese pensamiento, sin embargo, únicamente nos es accesible
y "José Luis Romero y la idea de la Argentina aluvial" fueron publicados por
en las superficies que llamamos discursos, como hechos de dis-
primera vez en Prismas. Revista de historia intelectual, n2 3 (1999) y n2 5 (2001),
respectivamente. La "Introducción al Facundo" pertenece a la edición que
la editorial Espasa Calpe hizo de la obra de Sarmiento en 1993; "Intelectua- A
les y pueblo" formó parte del volumen colectivo La Argentina en el siglo xx,
2 Dominick LaCapra y Steven Eaplan, Prefacio a Modern European..., cit., p. 7. Buenos Aires, Ariel, 1999.
12 Carlos Altamirano

sados y corregidos. Respecto de la concepción que los orien-


ta, no voy a repetir lo que digo en el primero de ellos. Como 1
se verá, trato en cada caso de ubicar las significaciones anali-
Ideas para un programa de historia
zadas en contextos más amplios, pues ellas no se producen ni
circulan en el vacío social. La introducción al Facundo retoma intelectual
el texto que escribí en 1994 para una edición popular de esta
obra. En su primera versión, como en la actual corregida y al-
go ampliada, he buscado mostrar que la inserción del texto de
Sarmiento en la historia no implica la renuncia a su lectura in-
terna. El tercer ensayoy el quinto exploran algunos tópicos
de la cultura intelectual argentina: argumentos y relatos (mi- Es sabido que la historia intelectual se practica de muchos
croargumentos y microrrelatos, frecuentemente) donde se en- modos y que no hay, dentro de su ámbito, un lenguaje teórico
tretejen elementos del entendimiento y la sensibilidad, de la o maneras de proceder que funcionen como modelos obliga-
percepción y lo imaginario. El dedicado a José Luis Romero dos ni para analizar sus objetos, ni para interpretarlos —ni aun
ofrece una interpretación de los trabajos que el historiador para definir, sin„teferencia a una problemática, a qué objetos
consagró a la Argentina; situándolos en relación con la ensa- conceder priinaclaDesde este punto de vista, el cuadro no
yística sobre el ,carácter nacional. es muy difereutedel que se observa hoy en el conjunto de la
prácticakistoriográfica y, más en general, en el conjunto de dis-
ciplinas que hasta ayer designábamos como ciencias del hom-
bre, donde reina también la dispersión teórica y la pluralización
de los criterios para recortar los objetos. Más aun: puede de-
cirse que la diseminación y el apogeo que conoce en la actuali-
dad la historia intelectual no están desconectados de la erosión
que ha experimentado la idea de un saber privilegiado, es de-
cir, de un sector del cono-cimiento que obre como fundamen-
to para un discurso científico unitario del mundo humano.
Se puede juzgar que este estado de cosas es provisional y
confiar en que el futuro traerá un nuevo ordenamiento; o se
lo puede celebrar, resaltando las posibilidades que crea la
emancipación de todo criterio de jerarquía entre los saberes.
Decir, por ejemplo, como dice el historiador Bronislaw Bacz-
ko, que el tiempo de las ortodoxias está caduco y que eso abre,
"por suerte", una nueva época, "la época de las herejías ecléc-
14 Carlos Altamirano Ideas para un programa de historia intelectual 15

ticas".1 Pero, se lo celebre o se lo imagine sólo como un esta- La historia política experimenta desde hace ya unos años
do interino que está en busca de un paradigma o de una nue- un verdadero renacimiento, dentro del cual hay un interés re-
va síntesis, el hecho que no puede ignorarse es esa pluralidad novado no sólo por las elitesolíticas, simtambieri_por las eli
de enfoques teóricos, recortes temáticos y estrategias de inves- tes intelectuales. Refiriéndose a ese renacimiento de la histo-
tigación que animan hoy la vida de las disciplinas relativas al ria política,Jean-Francois Sirinelli ha escrito que su riqueza
mundo histórico y social, entre ellas la historia intelectual. descansa en la "vocación por analzar comportamientos colec-
El reconocimiento de este paisaje más proliferante que es- tivos diversos, desde el voto a los movimientos de opinión, y.
tructurado es el punto de partida de nuestra presentación. por exhumar, con fines todo el zócalo: icleasCul-
Destinada a alegar, es decir, a citar y traer a favor de un pro- turas mentalidades". 4 Es en el marco de esa vocación globali-
pósito, como prueba o defensa, algunos hechos, argumentos zante donde, de acuerdo con el mismo Sirinelli, hallaría su lu-
y ejemplos, no tiene otra pretensión que la de esbozar un pro- gar una historia de los intelectuales. Pero el estudio histórico
grama posible de trabajo que comunique la historia política, de éstos, de sus figuras modernas y de sus "ancestros", se ha
la historia de las elites culturales y el análisis histórico de la "li- desarrollado también por otra vía, la de la, sociolo_la 4e la cul-
teratura de ideas", ese espacio discursivo en que coexisten los tura, sobre todo con el impulso de la obra de Pierre Bourdieu
diversos miembros de la familia que Marc Angenot denomina y sus discípulos..,,,
géneros "doxológicos y persuasivos".2 Como postulado gene- to del nt-f4impulso de la historia política como de los
ral, no hallo mejor base para un programa así que esta afirma- instrumentos de fOoliología de las elites culturales debería
ción de Paul Ricoeur: "Si la vida social no tiene una estructu- beneficiarpe -MIT-historia intelectual que no quiera ser histo-
ra simbólica, no es posible comprender cómo vivimos, cómo ria puKmente intrínseca de las obras y los procesos ideológi-
hacemos cosas y proyectamos esas actividades en ideas, no hay cos, ni se contente con referencias sinópticas e impresionistas
manera de comprender cómo la realidad pueda llegar a ser a la sociedad y la vida política. Ahora bien, como ha escrito
una idea ni cómo la vida real pueda producir ilusiones...". El Dominick LaCapra, "la historia intelectual no debería verse
propio Ricoeur refuerza después su afirmación con otra, a la como mera función de la historia social". Ella privilegia cierta
que da forma de pregunta: "¿Cómo pueden los hombres vivir clase de hechos —en primertérmino
,. los hechos de discurso-
estos conflictos —sobre el trabajo, sobre la propiedad, sobre porque éstos dan acceso a un desciframiento de la historia que
el dinero, etc.— si no poseen ya sistemas simbólicos que los no se obtiene por otros medios y proporcionan sobre el pasa-
ayuden a interpretar los conflictos?".3 do puntos de observación irremplazables.
En el caso del programa que trato de acotar, los textos son
ya ellos mismos objetos de frontera, es decir, textos que están

1 BronislawBaczko, Los imaginarios sociales, Buenos Aires, Nueva Visión, 1991,


p. 25.
2 Marc Angenot, La parole parnphletaire, París, Payot, 1982. 4Jean-Francois Sirinelli, Intellectuels et passions francaises, París, Fayard, 1990,
Ricoeur, Ideología y utopía, Buenos Aires, Gedisa, 1991, p. 51. p. 13.
Carlos Altamirano Ideas para un programa de historia intelectual 17

en el linde de varios intereses y de varias disciplinas: la histo- es decir, por sobre todo aquello que ofrece resistencia a las
ria política, la historia de las ideas, la historia de las elites y la operaciones clásicas de la exégesis y el comentario. Si aun el
historia de la literatura. El contorno general de ese dominio menos literario de los textos ha sido objeto del trabajo de su
en el ámbito del discurso intelectual hispanoamericano.ha si- puesta en forma, si no hay obra de pensamiento, por consa-
do trazado muchas veces, y basta citar algunos de sus títulos grada que esté a un discurso demostrativo, que .escape a la
clásicos para identificarlo rápidamente: el Facundo, de Sar- mezcla y, así, a las significaciones imaginarias, ¿cómo olvidar
t miento; "Nuestra América", de Martí; el Ariel, de Rodó; la Evo- todo esto. al tratar con los escritos que suelen ordenarse bajo
lución política del pueblo mexicano, de Justo Sierra; los Siete ensa- el título de.ensamiento latinoamericano?
yos de interpretación de, la realidad peruana, de Mariátegui; Esteban Echeverría, el pensador y poeta con cuyo nombre
Radiografía de la pampa, de Martínez Estrada; El laberinto de la se asocia el comienzo Cietázericanismo intelectual y literario
soledad, de Octavio Paz. en,...g1Ríodela Plata, nos proporciona la posibilidad de ilus-
- En su Indice crítico de la literatura hispanoamericana, Alberto trar rápidamente este punto. Es frecuente que Echeverría se
Zum Felde colocó esa zona bajo la enseña de un género —el refiera a la realidad americana mediante imágenes que evo-
ensayo—jel volumen que le consagró lleva por subtítulo "Los can lo corporal. En 1838, en el texto que rebautizará.después
- ensayistas". No creo, sin embargo, que todos los escritos que como Dogma Socialta, enuncia una de las fórmulas más cita-
se sitúan en ese sector fronterizo puedan, a la vez, agruparse das de su ameriCákánan: "Pediremos luces a la inteligencia eu-
como exponentes o variantes del ensayo, por elástica que sea ropea, pero con ciéfiiIcondiciones. [...] tendremos siempre
la noción de este género literario. Nadie dudaría, por ejem- un ojo clayadó éri el progreso de las naciones, y otro.en las en-
plo, en situar los discursos de Simón Bolívar en esa zona de trariág.te nuestra sociedad".5 Algunos arios más tarde, en la
linde. Pero ¿qué ventaja crítica extraeríamos llamando "ensa- Ojeada retrospectiva sobre el movimiento intelectual en el Plata, la
yos" a textos que identificamos mejor como proclamas y ma- imagen orgánica se,repite: "Nttestrorn~ocle„-obsentación
nifiestos políticos? Sería preferible hablar de "literatura de está aquí---escribe- ,_,Jo_palpamos...». sentimos~alpitar, pode.
ideas". mos observarlo estudiar su organismo y sus condiciones de vi-
-
---"Se acostumbra también a registrar ese conjunto de tipos da (p, 195).
textuales bajo el término "pensamiento", lo que se correspon- Esta imaginería, entendida sólo como un modo de hablar,
de, sin duda, con el hecho de que tenemos que vérnosla con dio lugar a una primera y básica interpretación/paráfrasis del
textos en que se discurre, se argumenta, se polemiza. En efec- americanismo echeverriano: por un lado las "luces": el saber,
to, ¿cómo considerar sino como objetivaciones o documentos 1a ciencia europeos; por el otro, la realidad local: nuestras cos-
del pensamiento latinoamericano —al menos del pensamien-
to de nuestras elites— textos como los mencionados? Sin em-
bargo, cuando se define de este modo el ámbito de pertenen-
5 Esteban Echeverría, Dogma Socialista, Obras escogidas, Caracas, Biblioteca
cia de esos escritos, lo regular es que se los aborde pasando Ayacucho, 1991, pp. 253-254. Todas las citas de Echeverría remiten a esta
por sobre su forma (su retórica, sus metáforas, sus ficciones), edición.
Carlos Altamirano Ideal Para un programa de historia intelectual "99

tumbres, nuestras necesidades. El encuentro, o la síntesis, de ras, lo que a sus ojos es la verdad social y política del orden ro-
esos dos factores resume el programa de una elite moderni- sista. El "foco de la federación estaba en el Matadero" (p_ 139),
zante que cree descubrir en el historicismo a7asa- escribe al concluir el relato. El foco, es decir, el centro, el nú-
11-"TerajoiiréTrélriáMáérierácW g anterio- cleo, las entrañas, en otras palabras, de la federación rosista.
generacion de la revolución y la independencia. Puede aña- Podríamos agregar, entonces, que aquello que el autor del
dirse aun que la equiparación de la sociedad con un cuerpo, - Dogma Socialista define como las "entrañas", y que se compro-
y con un cuerpo visto como campo de estudio, se inspiraba en n-lete a escrutar, no se asocia únicamente con lo desconocido,
un modelo de conocimiento cuyo nacimiento era todavía re- aun ue próximo, sino am es hostil.
ciente: el de la clínica científica moderna. Habría que probar sin duda, la consistencia de esta inter-
Pero si la palabra "entraña" evoca el cuerpo, no lo evoca pretación relacionándola con el resto de la obra ideológica y
como paradigma de unidad y proporción, según una vieja re- literaria de Echeverría. Si el propósito que guía la interpreta-
presentación de la armonía social, sino como materia viva y _ción es un propósito de conocimiento hay que precaverse, co-
como cavidad. Se trata de un cuerpo que envuelve un interior: mo enseña Jean Starobinski, de la seducción del discurso más
el mundo oscuro, aunque palpitante, de las vísceras. Lo que o menos inventivo y libre, que se alimenta ocasionalmente de
hay que aprehender nos lleva hacia ese interior (a "las entra- la lectura. Ese discurS0 "sin lazos tiende a convenirse a sí mis-
ñas de nuestra sociedad"), es aquello que hay que "desentra- mo en literatura, y:19,:bjeto del que habla sólo interesa como
ñar". Desentrañar es sacar las entrañas, pero también llegar a pretexto, COMO; CIWiriOdente".6
conocer el significado recóndito de algo. Ese organismo que Perg ráli creo que haya que ceder a la crítica literaria_ esa
era la sociedad americana, al que se podía palpar y al que se zona & frontera que es la "literatura de ideas" para admitir /
sentía palpitar, encerraba, pues, un secreto que debía ser des- que ésta no anuda sólo conce tos raciocinios, sino también
cifrado. ementos de la im nacion la sensibilidad. Por cierto, pres-
Ahora bien, si volvemos al enunciado en que Echeverría tar atención a los rasgos ficcionales de un texto, así como a la
resumió su programa americanista, ¿cómo pasar por alto ese retórica de sus imágenes, solicita los conocimientos y, sobre
lenguaje en que lo próximo, lo que está aquí —las costumbres todo, el tipo de disposición se cultiva en la crítica litera-
y las tradiciones propias—, aparece figurado en términos de ria. Los textos de la "literaiura de ideas", sin embargo, no po-
un núcleo vivo, pero oculto? Lo más inmediato es mediato, po- drían tampoco ser reducidos a esos elementos, como si el pen-
dríamos decir, o sea, está mediado por una envoltura externa, samiento que los anima fuera un asunto sin interés, demasiado
mientras lo lejano, lo mediato —las "luces de la inteligencia trivial o demasiado monótono, es decir, demasiado vulgar pa-
europea"— parece darse sin mediaciones. Más aún: ¿cómo sus- ra hacerlo objeto de una consideración distinguida. Dicho bre-
traerse al encadenamiento de sentido que va de las "entrañas"
de la sociedad a El matadero? En este relato Echeverría nos
ofrece, con el espectáculo de un mundo brutal y primitivo de 6 Jean Starobinski, "El texto y el intérprete", J. Le Goff y P. Nora, Hacerla his-
matarifes, carniceros y achuradoras que se disputan las vísce- toria. H. Nuevos enfoques, Barcelona, Lata, 1979, p. 179.
Carlos Altamirano -Ideas para un programa de historia intelectual

vemente: una interpretación que privilegiara sólo las propie- códi os culturales de un grupo o un con-unto de
dades más reconocidamente literarias no sería menos unilate- es, e_n un moiñentó ado").
ral que aquella que as ignorara. Se trate de escritos de combate o de escritos de doctrina,
Pero, veamos, ¿qué es lo que podemos consignar, dentro durante el siglo XIX todos ellos se ordenan en torno de la po-
de nuestra historia intelectual, en ese linde que llamamos "li- lítica y la vida pública, que fueron durante los primeros cien
teratura de ideas"? Desde los textos de intervención directa en años de existencia independiente los activadores de la litera-
el conflicto político o social de su tiempo a as expresiones de tura de ideas en nuestros países. Un ensayista argentino, R. A.
esa forma más libre y resistente a la clasificación que es el en- Murena, escribió que hay en América Latina una gran tradi-
sayo, pasando por as obras de propensión sistemática o doc- ción literaria que, pradójicamente, es no literaria. "Es la tradi-
trinaria. Lo común a todas as formas del discurso "doxológi-
co" es que apalabra se enuncia desde una posición de verdad,
ción de subordipar_elarte_de escribiláLast.c...de_l_kpólítjca:"8 4c-
Durante esa centuria, nuestra literatura estuvo, agrega Mure-
no importa cuánta ficción alojen las líneas de los textos. Pue- na, "fascinada por la Gorgona de la política". Se podría obser-
de tratarse de una verdad política o moral, de una verdad que var que hay en estas definiciones de Murena la nostalgia de
reclame la autoridad en una doctrina, de la ciencia o los títu- otra tradición, la nostalgia de aquello que nuestros países no
los de la intuición más o menos profética. Los primeros de en- fueron o no tuv»ron, falta que ha sido un tópico del ensayo
tre esos escritos —proclamas, como as de Simón Bolívar, o latinoamericano De. todos modos, el hecho es que nuestras
panfletos, como a "Carta a los españoles", del jesuita. Juan Pa- elites, no sólglalélitél políticas y militares, sino también las eh-
blo Viscardo— parecen indisociables de a acción política. Son tes istpléttuales (nuestros letrados", nuestros "pensadores"),
llamados a obrar y se diría que ellos mismos son actos políti- nryféron que afrontar ef- problemafunclanentaLycIsieolle
cos. Sin embargo, para esclarecer el sentido intelectual de los ca- istruir un orden pólíticógusederciera:t.22.cl2minzión
escritos (o los sentidos, si se quiere) no basta con remitirlos al efectiva y duradera.
campó cte_lkaccióno, como suele decirse, a su contexto. o-; Esquematizando al máximo podría decirse que esa preo-
nerlos en, con.exión con su "exterioxr, con sus condiciones cupación por la construcción de un orden político, preocupa-
pwgkticascóntribuye..sinclulas eró ción dominante en la reflexión intelectual latinoamericana
no ahorra el trabajó de la Lectura internáy de la interpreta- hasta la segunda mitad del siglo xix, estuvo regida por dos
ción corresporicriente,,auncuandoÚniC~1954~- cuestiones, o dos preguntas, sucesivas. La primera podríamos
ino documentóssle„Wiistoria--política-o~ Lobcp.wos del formularla así: ¿qué es una autoridad legítima y cómo instau-
histongló . r Pra_ncóis Xavier, Guerra re_unidos,.en_Modern~
independencias son muy ilustrativos respecto de loque_puede
ensenar una historia política sensible a.114.1ménsión,sirabólir
7 Francois-Xavier Guerra, Modernidad e independencias, Madrid, Mapfre, 1992,
ca cré la ;itlaTsóólaij7cljaacción
_ histórica. ("relación entre ac-
p.14.
.15--rés-=-há- e-S-Critei-Guerra—, no sólo está regida por una rela- 8 H. A. Murena, "Ser o no ser de la cultura latinoamericana", Ensayos de sub-
I ción mecánica de fuerzas, sino también, y sobre todo, por versión, Buenos Aires, Sur, 1962, pp. 56-57.
Carlos Altamirano Ideas para un programa de historia intelectual 23

rarla, ahora sin la presencia del rey? La segunda, que surge A través de esta problemática, la que se activa alrededor
cuando se han experimentado las dificultades prácticas para de la pregunta, explícita o implícitamente formulada, por
resolver la primera, sería: ¿cuáles el_orclenlegítimo quesea, nuestra identidad colectiva, pueden hacerse una serie de ca-
a la vez, urkorden„,posible? las en nuestra literatura de ideas. La tarea de definir quiénes
- Paralelamente, a veces confundiéndose en los mismos tex- somos ha sido a menudo la ocasión para el diagnóstico de
tos con esta preocupación política irán cristalizando otros nú- nuestros males, es decir, para denunciar las causas de deficien-
cleos de reflexión dentro de la literatura de ideas en nuestros cias colectivas: "Entrad lectores", escribía, por ejemplo, Carlos
países. En algunos escritos, sobre todo cuando toman la for- Octavio Bunge, en un ensayo de psicología social que se que-
ma del ensayo, esos núcleos se expanden y, a veces, dominan ría científico, Nuestra América. "Entremos, seguía, sin miedo
sobre cualquier otro tópico. ¿De qué núcleos hablo? De aque- ya, al grotesco y sangriento laberinto que se llama la política
llos que parecen ordenarse en torno de la pregunta por nues- criolla."10
tra identidad. Hablo, en otras palabras, del ensayo de En este caso, ya no se trata de responder sólo a la pregun-
tern retyatitolef~ Del ensayo dé interpretación ta de ¿quiénes somos?, sino también por qué no somos de de-
gódríamos decir que está impulsado a responder una dean m- terminado modo: ¿por qué nuestras repúblicas nominales no
da de identidad: ¿quienes somos los hispanoamencanos? son repúblicas verdaderas? ¿Por qué no logramos alcanzar a
¿Quiénes somos los argentinos? ¿Quiénes sotros los mexica- Europa, ni sornosiOmo los americanos del Norte? En esta li-
nos? .Quiénes somos los_pesuaríos teratura de atitgaiii-en y diagnóstico, que comienza muy
En algunos discursos de Bolívar se pueden encontrar pa- ternpran:Ifiente en el discurso intelectual latinoamericano, la
sajes que anuncian esta ensayística de autoconocimiento y au- búsqueda llevará a la indagación de nuestro pasado.
tointerpretación. Leamos, por ejemplo, este pasaje clásico del Si pensamos en AlfonsoY.e.,yes„,eAjogge.141is,,Bor,ges,..en
discurso de Bolívar ante el Congreso de Angostura: Lezama Lima o en j211Bianco, podemos decir que en el siglo
xx la tradición-de subordinar el arte de escribir al arte de la
.. no somos europeos, no somos indios, sino una especie media política rigió ya sólo parcialmente aun en el campo del ensa-
entre los aborígenes y los españoles. Americanos por nacimien- yo. De todos modos, la vetadel ensayo social Lpplítico no se
to y europeos por derecho, nos hallamos en conflicto de dispu- ha agotado y ha logrado sobrevivir affieCIO que hace cuaren-
tar a los naturales los títulos de posesión y de mantenernos en el ta años parecía condenarlo a la desaparición: la implantación
país que nos vio nacer, contra la oposición de los invasores; así de las ciencias sociales, con su aspiración a reemplazar la doxa
nuestro caso es el más extraordinario y complejo.9 del ensayismo por el rigor de la episteme científica. Digamos
más: leídos con la perspectiva del tiempo transcurrido, mu-

9 Simón Bolívar, "Discurso pronunciado por el Libertador ante el Congreso


de Angostura", Discursos, proclamas y epistola?io político, Madrid, Editora Na- 10 Carlos Octavio Bunge, Nuestra América, Buenos Aires, Librería Jurídica,

cional, 1981, p. 219. 1905, p. 241.


24 Carlos Altamirano

chos de los textos que nacieron de ese nuevo espíritu científi-


co pueden ser colocados en el anaquel de los ensayos de in- 2
terpretación de la realidad de nuestros países que inauguró Introducción al Facundo
en gran estilo el Facundo de Sarmiento. En otras palabras, pue-
den ser leídos como sus grandes ancestros, es decir, también
como textos de la imaginación social y política de las elites in-
telectuales.

La identificación de historia y biografia fue un fecundo ha-


llazgo de Sarmiento, observó Ezequiel Martínez Estrada,
quien lamentaba„que esa forma de indagación de la realidad
nacional hubieido tan poco imitada. Sarmiento escribió
numerosas biogr~ la del fraile Aldao, la del "Chacho" Pe-
rialozá, o n'anklin, la de San Martín, la de su hijo Domin-
guittr entre otras. Uno de sus grandes libros, Recuerdos de pro-
vincia, entreteje la evocación histórica con el relato de varias
vidas, entre ellas la suya propia. "Gusto, a más de esto, de la
biograffa", escribió en la introducción a sus recuerdos. Y agre-
gaba enseguida: "Hay en ella algo de las bellas artes, que de
un trozo de mármol bruto puede legar a la posteridad una es-
tatua. La historia no marcharía sin tomar de ella sus persona-
jes, y la nuestra hubiera de ser riquísima en caracteres, si los
que pueden, recogieran con tiempo las noticias que la tradi-
ción conserva de los contemporáneos".
De todas las que compuso hay una, sin embargo, que re-
sultó impar. "La vidá de Quiroga": así tituló Sarmiento el avi-
so en que anunciabá, el 1 de mayo de 1845, la aparición del
Facundo, que al día siguiente comenzó a publicarse en forma
de folletín en el diario chileno El Progreso. Tras esta aparición
26 Carlos Altamirano Introducción al Facundo 27

por entregas, el texto vio la luz en un volumen editado tam- ligadas por las redes del linaje con parientes de rango en la so-
bién por El Progreso el mismo año. Iba precedido de la Intro- ciedad sanjuanina, Sarmiento conoció desde la infancia las tri-
ducción que hoy lo acompaña, y llevaba el largo título de Ci- bulaciones de una vida mantenida en la penuria. Los nueve
vilización y barbarie, vida de Facundo Quiroga, y aspecto físico, años en que concurrió a la Escuela de la Patria le proporcio-
costumbres y hábitos de la República Argentina. - naron la única enseñanza regular que habría de recibir. Más
Cuando Sarmiento dio a conocer la obra, ya se había he- - tarde recordaría, no sin amargura, cómo la falta de fortuna,
cho de una reputación en la prensa y en la vida intelectual de en el doble sentido de esta expresión, puso fuera de su alcan-
Chile, así como en los círculos de emigrados políticos argen- ce la posibilidad de proseguir estudios ordenados: No obstan-
tinos en ese país. Lo sacó de la oscuridad, según lo contaría te, otras lecciones, transmitidas de manera informal, comple-
después, un artículo afortunado sobre el aniversario de la ba- mentaron y prolongaron más allá de la niñez la educación
talla de Chacabuco, publicado en El Mercurio en 1841.1 Hasta escolar: las que le impartieron sus tíos sacerdotes, en particu-
ese comienzo en el camino de la notoriedad literaria y políti- lar José de Oro, mezclando los textos y la enseñanza devotos
ca, Sarmiento había experimentado las alternativas y las con- con ejercicios de gramática, nociones de geografia y de civis-
trariedades de un joven decente, pero sin fortuna,2 que aspira- mo patriótico. Y del medio familiar, que se ampliaba en la pro-
ba a hacerse un lugar sobresaliente en la azarosa vida pública tección de los parientes, extrajo la afición a la lectura, el "po-
de la sociedad que emergió, a fines de los años veinte, del fra- deroso instrumehempleemos sus palabras— que le abrió
caso de Rivadavia y del ascenso federal. la ruta de los libr41, y:' libros trajeron consigo no sólo el sa-
Había nacido en San Juan, en 1811. Hijo de un matrimo- ber imprpso; sitió tambiénla imagen y el sueño de los héroes
nio que unió a dos vástagos de familias empobrecidas, si bien con-luienes Sarmiento se habría de identificar cuando ingre-
sara en la juventud: los héroes civilizadores. Para hacerse de
un nombre en la sociedad y en la vida pública elegirá el culti-
1 D. E Sarmiento, Recuerdos de provincia, Buenos Aires, W. M. Jackson Edito- vo y la difusión del saber letrado, la carrera del talento, que
res, 1944, pp. 293-295. El artículo mencionado —12 de febrero de 1817", emprendió con la pasión de un autodidacta voluntarista e in-
El Mercurio, 11/2/1841— encabeza las Obras de D. E Sarmiento, t. I, pp. 1-7. saciable.
Advertencia: en todas las citas extraídas de estas Obras... que aparecerán en
adelante, la ortografía del original ha sido normalizada.
Pero es su pasaje por la experiencia de la política provin-
2 La condición de decente remite a las divisiones y jerarquías sociales propias ciana lo que habrá de imprimirle su curso a esa elección, in-
de la estructura social vigente en la colonia, en que no era sólo la fortuna la troduciendo a Sarmiento en las vicisitudes de las luchas civi-
que trazaba las fronteras entre las diferentes categorías, sino también la raza
les de la Argentina y proporcionándole los contrincantes, los
y el color. La gente decente se identificaba como blanca frente a la población
de origen indio, africano o mestizo. Si bien quienes ocupaban la cumbre de objetos y los temas, de la empresa civilizadora que ásuruiren
la estructura social eran decentes, no todos los decentes pertenecían a esa Su iniciacion práctica en la división entre unitarios y
cumbre. La distinción siguió obrando después de la independencia, y Sar-
federales tuvo lugar de manieracasuarggriffIrevocacion que
miento era uno de esos descendientes de las ramas pobres de la gente decen-
te. Véase Tulio Halperin Donghi, Revolución y guerra. Formación de una elite di- hará más tarde, y se encontró del lan–iinitario casi sin preme-
rigente en la Argentina criolla, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005 (1972), pp. 52-75. ditarlo, como si se hubiera limitado a poner el pie en una hue-
28 Carlos Altamirano Introducción al
Facundo 29

Ha que ya estaba trazada. ¿Algo lo predisponía a seguir esa di- a capataz de minas, siempre escaso de recursos y sin renunciar
rección, opuesta no sólo a la causa que tenía a su cabeza a los ala voluntad de saber: yendo en pos de esa cultura que se MI-
caudillos rústicos de la campaña, sino también a las inclinacio- : páliala en idiomas extranjeros había hecho el aprendizaje del
nes políticas familiares? Muchos años después Sarmiento offe- francés no mucho antes de las peripecias que lo condujeron al
ció una respuesta muy a menudo citada: el efecto revelador y ahora, mientras trabajaba como dependiente en una
que tuvo para él, cuando era todavía un adolescente, el ingre- tienda de Valparaíso, toma lecciones para leer en inglés.
so de la montonera en la ciudad "con el alarde que da el pol- Una enfermedad y el orden político más benigno que per-
vo y la embriaguez". Estrépito de caballos, gritos y blasfemias. cibe en su provincia bajo la gobernación federal de Benavidez,
Fue una iluminación: "Todo el mal de mi país se reveló de 16 traen de regreso a San Juan en 1836. En los cuatro años que
pl...
-ovi~to..n_ces: ¡la Barbarie!".3 permaneció allí antes de emprender el camino de un nuevo
Este recuerdo de los quince años aparece demasiado cons- Sarmiento desplegó iniciativas que muestran ya la con-
truido, el producto elaborado de una memoria ideológica (en eCipeión de la cultura que había hecho suya y que sería la de
Recuerdos. de provincia la escena no se registra y es otra la que tOda su vida: la_cultura Imeho_públieo, activamente in-
desempeña una función de revelación equivalente: la prédica culcada por medios públicos, generadora de costumbres que
fanática del sacerdote federal. Castro Barros, que le hace en- ordenan los impulsos y las pasiones del hombre natural tradu-
trever la figura de la intolerancia, hasta entonces ignorada, y ciéndolos en los tlfinipos de un valor civil. En este terreno Sar-
que despierta en el adolescente las primeras dudas acerca de Miento no innovaWyjas actividades que emprendió —fun-
las ideas religiosas en que fue criado) .4 En verdad, estamos re- dar un mujeres, una sociedad dramática, un
ducidos a conjeturar respecto del esclarecimiento que ofrecen perióchro, El Zonda— pueden ser vistas como las propias de un
estos episodios rescatados y utilizados como premoniciones, a heredero de la Ilustración rivadaviana (y más atrás, de los pos-
las que Sarmiento era muy afecto. Menos conjeturalmente, só- riiiados ilustrados de la Independencia), cuyo elan de pedago-
lo se puede decir que hubo afinidad entre el papel al que lo tiáPública retorna con los medios a su alcance. Sin embargo,
inclinaban los medios de que disponía —el papel del héroe el descubrimiento de un nuevo horizonte de doctrinas, que se
civilizador— y el partido de la ciudad, el de los unitarios. ahi;e a sus ojos en los dos úlfimos arios de su permanencia en
El hecho es que su primera experiencia política, tras em- San Juan, transfirió ese núcleo iluminista al contexto de una
barcarlo en escaramuzas militares y en el "laberinto de muer- nueva representación de la historia y la política. Para Sarmien-
tes" que eran parte de la guerra civil que atormentaba a la Ar- tó; de 1838 a 1840 se opera el pasaje a su adultez intelectual:
gentina, lo llevó a su primer exilio en Chile, en 1831. Allí
desempeñó los oficios más dispares, desde maestro de escuela Hice entonces, y con buenos maestros a mi fe, mis dos años de
filosofia e historia, y concluido aquel curso, empecé a sentir que
mi pensamiento propio, espejo reflector hasta entonces de las
3 D. E Sarmiento, "En los Andes (Chile)", Obras..., t xxn, p. 238. ideas ajenas, empezaba a moverse y a querer marchar. Todas mis
4 D. E Sarmiento, Recuerdos. .., pp. 243-248. ideas se fijaron clara y distintamente, disipándose las sombras y
30 Carlos Altamirano introducción al Facundo 31

vacilaciones frecuentes en la juventud que comienza, llenos ya de ese bagaje. Mejor dicho, una concepción nueva de la histo-
los vacíos que las lecturas desordenadas de veinte años habían --ria que discernía en ella un vasto drama, una contienda ince-
podido dejar, buscando aplicación de aquellos resultados adqui-
sante entre tendencias colectivas a través de la cual marchaba
ridos a la vida actual, traduciendo el espíritu europeo al espíri-
o género humano. Francia era el centro en que se forjó, en-
tu americano, con los cambios que el diverso teatro requería.5
7 tre los años veinte y treinta del siglo xIx, ese discurso sobre el
pasado que cautivaría a Sarmiento. En un artículo de 1844 él
Así resume en Recuerdos de provincia su ingreso en la madu-
resumirá lo que constituía a sus ojos el valor de esta nueva cien-
rez ideológica, adquirida en las lecturas y las discusiones con
otros jóvenes ilustrados de las novedades intelectuales que lle- cía:cle la historia, cuya edificación remitía a los nombres de Au-
güstin Francois Guizot, Jules Michelet: "la historia, tal
vó a San Juan uno de ellos, Manuel Quiroga Rosas. Este había
: como la concibe nuestra época, no es ya la artística relación de
formado parte del Salón Literario en Buenos Aires y, de regre-
• los hechos, no es la verificación y confrontación de autores an-
so a su provincia, no sólo llevó el mensaje de la Joven Genera-
:tiguos, como lo que tomaba el nombre de historia hasta el si-
ción, sino una biblioteca con los autores, las revistas y los li-
.11.6 pasado... El historiador de nuestra época va a explicar con
bros de la hora. En ese "curso", como lo llama Sarmiento,
l auxilio de una teoría, los hechos que la historia ha transmi-
acaso para subrayar que su saber no era improvisado aunque
tido sin que los mismos que la describían alcanzasen a com-
no lo obtuvo en las aulas (éste sería siempre un punto sensi-
.--. 'Prenderlos".° Wel-4411-w de esa concepción, el conflicto po-
ble para él), toma conocimiento de esa literatura de ideas que
Stico se hacía inteltible en términos sociales o, más bien,
acompañaba al movimiento romántico en Francia y en la que
..sdc.i .- o~rél:
- <:Pi-ero esta historia social debía darrazón del
se mezclaban los estudios históricos con la filosofia de la his-
1....desarffillo del espíritu humano, del movimiento de la civiliza-
toria, el eclecticismo y la crítica del eclecticismo, el humanita- : •.: dón, y quien la encarnaba como su héroe se inscribiría en ese
rismo socializante y el liberalismo, las teorías de la literatura)
•. .- f'elato dramático, que si tenía dimensiones colectivas, tenía
las del, derecho. Los autores y los títulos que cita al recordar también individualidades representativas.
esa etapa de descubrimientos son los que ingresaron en el Ríc Sería dificil atribuir a una sola "fuente" la amalgama de ele-
de la Plata como eco de la revolución de julio de 1830, es de mentos que acabo -de comprimir al máximo y que Sarmiento
dr, los autores y los títulos a los que se colocaba bajo el nom• .espigó de aquí y de allá —de las obras de historia, de literam-
bre aglutinador de filosofía de Julio: Francois Guizot y Victo' T'a; de las especulaciones histórico-filosóficas—, asimilándolas
Cousin, la Revue Encyclopédique y La democracia en América de según un filtro personal, con el ánimo de quien quiere no só-
Tocqueville, Pierre Leroux y Eugen e Lerminier... •• lo pensar con las ideas de su época, sino actuar, "traduciendo
En pocos años mostrará en sus escritos lo que extrajo pare el- espíritu europeo en el-espíritu americano, con los cambios
su propio bagaje de esas lecturas. La historia ocupó el centrc

6 D. E Sarmiento, "Los estudios históricos en Francia", en Obras..., t. II, p.


5 D. F. Sarmiento, Recuerdos-.-, p. 258. 199.
32 Carlos Altamirano Introducción al Facundo 33

que el diverso teatro requería".7 (Parafraseando sus propias nos Aíres. Pero el margen de tolerancia, que sus actividades an-
palabras podría decirse que a la hora de interpretar ese "diver- tírrosistas encontraron bajo ese orden menos riguroso que en
so teatro" Sarmiento se esforzaría por traducir el "espíritu ame- otras provincias acabó, finalmente, por mostrar sus límites. En
ricano" al "espíritu europeo", esto es, al lenguaje del conoci- 1840 fue a la cárcel y, tras salvar apenas la vida, a su segundo
miento por excelencia). En este punto de inflexión de sus destierro en Chile. En la "Advertencia" que precede al texto
ideas habría que situar la toma de distancia respecto de los uni- de Facundo hará referencia al maltrato ultrajante al que lo so-
tarios, si entendemos ese distanciamiento según los términos metió en la ocasión un séquito de partidarios de Benavídez.
en que él representará a la elite unitaria en Facunde_una. elite En Chile, tras aquel artículo afortunado sobre el aniversa-
de miras elevadas pel'o de mentalidad abstracta y formalista, rio de la batalla de Chacabuco, fue introducido en el círculo
eX1Faíradaeii1;;Tnedios de acción de Luis Mont, la primera figura política del partido de gobier-
x avíos
de úria-filasofraliratern no, el partido conservador, que se convirtió en su protector, y
i nirs
i r&porha-
a: quien Sarmiento prestaría apoyo y colaboración. Una vez
cerla impotente frente al avance de los caudillos rústicos. El
con acceso a la prensa, un medio que ya no abandonaría a lo
corolario resultaba obvio: la ciudad necesitaba intérpretes más
largo de su vida, demostró en poco tiempo que escribiendo
competentes. En esa representación puede identificarse el eco
era una potencia y_qme en la polémica se sentía a sus anchas.
de la crítica que los iniciadores de la Joven Generación, la del
Las tuvo de todo-1:416,,
, ,Mayores y menores. "¡Viva la polémi-
37, hicieron a los de la generación precedente. Pero Sarmien-
cal", escribe en meclitii,dela primera que libraría en Chile y que
to, que llegó tarde a la querella y sólo conoció la estela del mo-
comenzó cwAirdrés Bello y siguió con sus discípulos. Es un
vimiento que había tenido su foco en Buenos Aires y sus guías "campo= e baWa:de la civilizáZion" a7tiav&del cual la opi-
intelectuales en Esteban Echeverría y en Juan Bautista Alber- nión pública se esclarece y se forma un juicio sobre las ideas y
di, fue ajeno al fervor que los iniciadores pusieron en la polé- los contendores en presencia.8 YSarmiento hace lo suyo para
mica antiunitaria. También en Facundo se puede leer el saludo que las lides en que toma parte no se pierdan en la intrascen-
de reconocimiento a esa empresa juvenil, tanto como el juicio dencia. Así, la controversia con Bello, que se había iniciado
de quien la considera como un capítulo superado. por una disidencia en torno a su opinión sobre la lengua y los
Sarmiento veía en el gobernador federal de San Juan, el derechos del pueblo frente ala autoridad legislativa de los gra-
general Benavídez, un caudillo moderado —a quien incluso máticos, se ensanchó bajo su pluma y se volvió un debate so-
trataría de persuadir de que rompiera con Rosas y se sumara bre la literatura en las sociedades en formación como las ame-
a la coalición militar contra el poderoso gobernador de Bue- ricanas, sobre el retraso de la cultura española y su lengua,
desprovista de los recursos para expresar el espíritu del tiem-
po, en fin, sobre "qué estudios ha de desenvolver nuestro jo-
7 Se puede leer una excelente reconstrucción del conjunto de doctrinas po-
líticas y sociales que formaron el horizonte de ideas de Sarmiento en Nata-
lio Botana, La tradición republicana. Alberdi, Sarmiento y las ideas políticas de su
tiempo, Buenos Aires, Sudamericana, 1984, pp. 21-259. 8 D. E Sarmiento, "El comunicado del otro quidam", Obras..., t 1, p. 231.
34 Carlos Altamirano introducción al Facundo 35

ven pensamiento, qué fuente debe alimentarlo y qué giro ha tir; apoyar, predican También para obtener de esa opinión el
de tomar nuestro lenguaje".9 reconocimiento y la gloria.
Ya en esa primera polémica, al inscribir lo que llamó la No haremos aquí el inventario de su labor en el ámbito de
"cuestión literaria" en un combate de grandes proporciones! la educación en Chile, que fue múltiple y definió el otro cam-
puso de manifiesto un modo de aprehender los hechos del pó que encararía como una misión y que tampoco abandona-
mundo social y un modo de argumentar que le serían carac- ría ya por el resto de sus días. Un alegato autobiográfico, Mi
terísticos. Si la cuestión literaria se enlazaba con otras cuestio- defensa (1843), y su primer ensayo de biografía consagrada a
nes hasta involucrar,• a través de una cadena de identificacio evocar la vida de un caudillo, el cura Félix Aldao, Apuntes bio-
nes, el sentido histórico del período y la pugna por la gráficos (1845), precedieron la publicación de Facundo. Tras la
orientación que debía presidirlo, era porque a sus ojos en ca- aparición de esta última obra, en cuya repercusión tanto lite-
da segmento de la vida social se reflejaban —y se dirimían-- raria como política nadie confiaba tanto como Sarmiento, el
las tendencias de una sociedad y una época: cada parte en! gobierno chileno lo comisionó para que estudiara in situ la or-
parte' de una totalidad, pars totalis, de acuerdo con la lección,' ganización de la enseñanza primaria en Europa y los Estados
historicista que había hecho suya. Sin embargo, no todo en su Uñidos. De regreso de ese viaje que, después de algunas esca-
estrategia de polemista que no daba cuartel obedecía a la per-: las latinoamericana Montevideo, Río de Janeiro), lo llevó a
cepción globalizante del historicismo. Al moverse en ese "cam=. Francia, Alemania ZSpaña, Italia y, finalmente, a los Estados
po de batalla de la civilización", Sarmiento haría uso de todos Unidos, donde enc.clittalla un nuevo y más promisorio mode-
los argumentos que pudiera movilizar, lo que dotaría a sus es- lo de refe.0;1;Iia social y político, publicó, en 1849, dos de sus
critos de una gran riqueza y variedad de registros, aunque no libros irías Educación popular, que fue el informe
siempre de coherencia. que presentó al gobierno de Chile como resultado de la mi-
Pero en Chile no sólo probó, apenas tuvo ocasión, sus do- sión, y Viajes, una recopilación de cartas escritas a sus amigos
tes de polemista. En poco tiempo mostró también que no te durante el periplo. Yen ese género epistolar, en que es posi-
nía rival en la composición de crónicas y cuadros de costur• ble pensar a la par que se siente y "pasar de un objeto a otro,
bres. Ahora bien, estas formas, como en general las que si. siguiendo el andar abandonado de la carta, que tan bien cua-
prosa logró dominar y de las que haría un empleo libre y mez- l'a con la natural variedad del viaje", Sarmiento vuelve a mos-
clado, Sarmiento las ensayó en el oficio de redactor periodís:' trarse como un maestro."
tico. En la prensa encontró el medio para esa vocación con la En 1850, cuando la proximidad de la caída de Rosas se ins-
que tenía "afinidad química" y que prolongaría en sus libros; tala en el horizonte, da a conocer otros dos libros. El primero
la del escritor público (la expresión es suya): el que escribe de es Argirópolis, escrito político destinado a ofrecer un programa
cara a la opinión para dar forma a las ideas, e ilustrar, comba, a la coalición antirrosista en gestación. El otro es Recuerdos de

9 Ideen, p. 232. 10 D. F. Sarmiento, Viajes, Buenos Aires, Universidad de Belgrano, 1981, p. 15.
36 Carlos Altamirano Introducción al Facundo 37

provincia, que para algunos críticos es el mejor compuesto de les del ejército, le ofrece la candidatura a la presidencia en la
sus libros y que para muchos de sus contemporáneos era la elección a la que daría lugar el fin del mandato de Mitre en
presentación indisimulada de un candidato para el orden pos- 1868. Sin otro patrocinio que ése y el del diario La Tribuna, es
rosista. Aunque la sospecha no era infundada, el escrito auto- decir, sin partido propio, el nombre de Sarmiento es visto co-
biográfico de Sarmiento poseía una complejidad irreductible "rao adecuado para una fórmula política de transacción, desti-
a esa motivación. Sin embargo, el fin del gobierno de Rosas, nada a impedir tanto el triunfo del candidato mitrista como
al que cree haber contribuido por medio de la prensa y sus li el de Urquiza. Sarmiento resulta electo.
bros, no le abre inmediatamente el campo para la acción po- Desde su regreso hasta el fin de su presidencia en 1874 pa-
lítica en su país. Tras 1a tentativa frustrada de ser reconocido saron casi veinte años que no fueron apacibles: la vida públi-
por Urquiza como el Olía intelectual de la hora, regresa a Chi- _ da del país siguió siendo turbulenta, el "laberinto de muertes"
le y en Campaña en el Ejército Grande Aliado de Sud América d2 de la guerra civil conoció nuevos episodios y cuando a Sar-
cuenta de su participación en la operación militar que culmi- miento le tocó reprimir las sublevaciones provinciales al or-
nó en la batalla de Caseros y del juicio que le merece el resul- den -que surgía asociado a la hegemonía de Buenos. Aires —ya
tado: se había puesto fin al dominio de Rosas, pero no al do- corno director de guerra en la campaña contra el Chacho Pe-
minio de los caudillos bárbaros, que ahora tenían en Urquiza ñaloza, ya como ~dente ante el levantamiento de López
a su nuevo jefe. Entonces estalla su célebre polémica con Al: Jordán— actuó a sangre fuego. Bajo su presidencia transcu-
berdi, cuyas Bases habían sido adoptadas por los vencedore-- rrió asimismo la última-p '-arte de la guerra contra el Paraguay,
como texto inspirador de la organización constitucional del el -cOnfliclinternacional en que participaba el país desde
país. 1865. Péro en esos años agitados la Argentina fue introducién-
Finalmente, en 1855 retorna y se instala en Buenos Aires,- dose también en el curso que le dará su fisonomía moderna
por entonces un estado separado del ordenamiento político' cuando, en 1880, culmine su unidad estatal. La acción públi-
nacional, el de la Confederación presidida por Urquiza. Una ra de Sarmiento en el terreno de la educación y las comuni-
vez allí se inicia para él la carrera de los cargos públicos: con- caciones se inscribe y da impulso a ese curso.
rejero municipal, varias veces senador, ministro de gobierno Durante y después de ese período no abandonó su medio
miembro de la Convención que reforma la Constitución Na- favorito, la prensa periódica, donde siguió escribiendo incan-
cional (1860), gobernador de San Juan. Permanece dos años sablemente. La polémica sobre la ley de educación, en la dé-
en este último cargo (1862-1864) y cuando su administración, cada- del 80, le ofrece, cuando ya es un marginal en la vida po-
más voluntarista que eficiente, parece a punto de hundirse ro- lítica, una de las últimas ocasiones para seguir en ese "campo
deada de una oposición que tenía varios focos, el gobierno na= de batalla de la civilización". No obstante, la época de los gran-
cional, presidido por el general Mitre, le proporciona una sa; des libros quedó atrás, en los arios del exilio. Su proyecto lite-
lida ofreciéndole el cargo de ministro argentino en los Estados rario más ambicioso, Conflicto y armonías de las razas en América
Unidos. Se desempeñaba aún en esta misión cuando el gene-, (1883), revela el tributo que paga al clima positivista, pero no
ral Lucio V. Mansilla, en nombre de numerosos jefes y oficia- está a la altura de aquéllos. Murió en 1888.
38 Carlos Altamirano 'Introducción al Facundo 39

- medida que la unidad dejó de ser una norma, tanto como un


II principio por discernir en las obras, la cuestión del acuerdo
- interno del texto perdió interés como problema por resolver.
Facundo es una obra singular. Se ha señalado muchas ve- Tras la muerte de Sarmiento, desprendido de quien había
ces que era imposible colocarla bajo el signo de un solo pro- 'Sido hasta ese momento no sólo un escritor sino un actor poli-
pósito o de un solo género de discurso. ¿Cómo encuadrar, en - 'tico, inició el Facundo su vida independiente como libro. La
efecto, según el designio de un solo propósito, una obra que. multiplicidad de lecturas de que ha sido objeto desde enton-
de modo manifiesto, aparece animada por varios: exponer el ces en la historia intelectual argentina —sobre todo a partir del
gobierno de Rosas a la condena universal; explicar, a un lec-. Siglo XX, cuando comenzaron a ordenarse los estudios sobre el
tor que es el de su país, el de Chile y también el de Europa, lag legado ideológico y literario del siglo anterior— no fue ajena
guerras civiles de la Argentina y la naturaleza del caudillismo a esa multiplicidad que habita el escrito. Algunas han privile-
sudamericano; contar una biografía novelesca, llena de suce- giado la obra del pensamiento y han buscado en ella la doctri-
sos "raros" y dentro de una naturaleza algo exótica; difundir na, la interpretación histórica, los elementos de una sociología
un esbozo de programa político y social? A la vez, ¿cómo defi- - nacional o aun de una filosofía. Otras han puesto el foco en las
nir dentro de los límites de un género un escrito que, corno P ropiedades literar4s del texto en el trabajo de la imagina-
dijera Alberto Palcos, contiene un poco de todo? El propio . ción, en los au-ibuto;;•de la prosa, en los procedimientos reto-
Sarmiento —que no dejó de volver sobre Facundo, entregán- ricos que articuldn el dikurso . Esta agrupación en dos fren-
dolo a la imprenta con variantes de importancia en la segun- tes- no es irás que una simplificación extrema de las diversas
da edición y en la tercera— comentaría, al dar indicacione:- perspeún.vas a las que se prestó la lectura de la obra de Sarrnien-
para una cuarta, que el libro era "una especie de poema, pan- to.tero, aunque sea simplificador, el esquema sintetiza muy rá-
fleto e historia".11 Dada esta heterogeneidad que la constitu- pidamente la condición de clásico que ostenta el Facundo en dos
ye, se pensó que la unidad de la obra radicaba en el estilo. ¿Pe- ..(. ampos de la cultura argentina: un clásico del pensamiento,
ro qué estilo, si éste varía según la marcha del discurso, e5 - mi clásico de la literatura. Acaso fue Leopoldo Lugones el pri-
decir, según se entregue a la narración o al comentario ideo- mero en asignarle ese lugar de eminencia, como lo haría poco
lógico, a la evocación de una escena o al apóstrofe, a la propa después con Martín Fierro —se atribuía y se le reconocía auto-
ganda o a la imagen del paisaje sugestivo? Más que un estilo . ridad para esos gestos grandilocuentes—: "Facundo y Recuerdos
lo que Facundo deja ver es una variada gama de recursos de es de prouin eta son nuestra Riada y nuestra Odisea".12
tilo o de formas que le dan su particular andadura. En fin, No vamos a acordar al esquema expuesto arriba más de lo
- que vale como un primer ordenador. La cómoda simetría que
establece se complica apenas se tiene presente que, mientras
11"Carta de Sarmiento a su nieto", publicada en el anexo documental de I.
edición crítica del Facunda, al cuidado de Alberto Palcos. Cito de la reed
1 ?-• Leopoldo Lugones, Historia de Sarmiento,
ción ampliada, Facundo, prólogo y notas de Alberto Palcos, Buenos Aire:, Buenos Aires, Comisión Argen-
Ediciones Culturales Argentinas, 1961, p. 447. tina de Fomento Interamericano, 1945, p. 166.
40 Carlos Altamirano :.Introducción al Facundo 41

que la maestría literaria le fue reconocida desde el comienzo, Este libro singular no engendró, pues, una imagen singu-
la interpretación histórica y la doctrina que la obra contiene lar, sino varias. Leerlo es entrar en contacto también, así sea in-
fueron objeto de polémica e impugnación. Si no se deja de la- - directamente, con esa estela de representaciones y juicios que
do la crítica que le hizo Alberdi, el astro rival de la misma ge- le fueron dando su reputación, la reputación con que llega has-
neración, en las Cartas quillotanas (1853), podría decirse que ta nosotros, ya como miembro sobresaliente de una tradición
las objeciones teóricas comenzaron también desde temprano. intelectual —la del liberalismo o, como la ha rebautizado re-
Pero el cuestionamiento más severo a las ideas del Facundo cientemente Natalio Botana, la de la tradición republicana—,14
sobrevendría cuando, ya en el siglo xx, el conjunto de la em- ya como exponente logrado del historicismo decimonónico, ya
presa política y doctrinaria de la que tanto Sarmiento como como primera obra trascendente de la literatura argentina.
Alberdi habían sido miembros fue puesta bajo proceso por
obra del nacionalismo y del revisionismo histórico. Facundo se
insertó entonces en el debate sobre las dos Argentina, donde
funcionaría —para admiradores y para detractores— como un
manifiesto del país progresista, símbolo del antagonismo en- Ahora, dejemos que la palabra de Sarmiento nos guíe por
tre doctores y caudillos, el conflicto que para algunos resumía un momento en la descripción de su libro. Nos dice en la In-
la historia argentina del siglo xix. Así, este libro que nació aso- - troducción, en éréStil9 de oratoria elevada que domina esta
ciado a las pasiones públicas de su tiempo se inscribió, desde -.parte del texto (culCnianclo por el vocativo grave del comien-
la década de 1930, en el conflicto de interpretaciones del pa- zo: "iSórrilj-a-feWIle de Facundo!, voy a evocarte..."),15 que
sado nacional, es decir, en las pasiones intelectuales y políti- vá a ruar la vida del caudillo para que ella entregue el "se-
cas de otro tiempo. ¿No suele ser ésa la suerte de los clásicos . creto" que atormenta y desgarra la vida política argentina.
del pensamiento político? Como sea, el hecho es que la pos- - Procediendo ya a ese vaivén entre pasado y presente que le
teridad no le reservó al Facundo sólo la vida apaciguada de los confiere a la obra uno de sus movimientos característicos,
estudios eruditos y la lectura escolar: cuestionado o reivindi- .menciona enseguida a aquel en quien Quiroga se sobrevive
cado como su autor, siguió viviendo también la vida inquieta
de la polémica en el país inestable que fue la Argentina du-
rante buena parte del siglo xx. Agreguemos, para subrayar la ¿iones estéticas, y estas intuiciones, mentiras científicas, pero verdades artís-
asimetría dentro de la doble pertenencia que posee en la cul- , fiCas, dieron al libro estilo y grandeza que se sobreponen a los errores y pre-
jnicios o anacronismos de que hemos hablado" ("El Facundo" [1934], Ra-
tura argentina, que aun quienes objetarían la obra del pensa- ' nión Doll, Lugones el apolítico y otros ensayos, Buenos Aires, A. Peña Lillo
miento saludarían en el texto de Sarmiento la obra literariaY ÉditOr, 1966, p. 216).
14 Natalio Botana,
La tradición republicana. _., op. cit.
Domingo Faustino Sarmiento, Facundo, Prólogo y notas de Alberto Pal-
c9s, Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas, 1961, p. 9. Todas las ci-
13 Véase, como ejemplo, el juicio del escritor nacionalista Ramón Doll: "Sar tas siguientes del Facundo corresponden a esta edición, aunque la ortogra-
miento suplió las omisiones y las miopías históricas, con formidables intui Ea ha sido actualizada.
42 Carlos Altamirano -:Iírtroducción al Facundo 43

—porque sigue vivo en una tradición arraigada—, Rosas, que terreno militar, a los sabios y políticos europeos. Una infle-
prolonga y perfecciona en la actualidad lo que en el caudillo 'kión de humildad, sin embargo, disimulará la exposición del
riojano era sólo esbozo, instinto. Con Rosas, la barbarie rural desafio. Hace falta, comenta, alguien con la competencia doc-
se ha instalado en la culta Buenos Aires. Pocas líneas después ta. de un Tocqueville para que haga en la América del Sur lo
la imagen del enigma reaparece, pero ahora el interrogante que este último llevó a cabo en la América del Norte. ¿Y qué
que plantea no recae sobre las raíces del caudillismo y las gue- hubiera logrado el hipotético Tocqueville en el estudio de es-
rras civiles, sino sobre la empresa de la organización nacional, tá sección hispanoamericana? Poner al alcance de la curiosi-
y es Rosas, como la Esfinge, quien lo propone. ¿Cómo buscar :aad intelectual europea un "nuevo modo de ser", mal conoci-
la solución para el enigma, que cobra rápidamente otra figu-, ;dO y sin antecedentes. Más aún:
ra clásica, la figura del "nudo gordiano"? Aunque se trata de
un nudo que la espada no pudo cortar, es decir, aunque no Hubiérase explicado el misterio de la lucha obstinada que des-
pudieron aun con él las armas de la guerra. Pues bien, la so- pedaza aquella República: hubiéranse clasificado distintamente
lución sólo puede llegar desenredando los hilos de la madeja los elementos contrarios, invencibles, que se chocan; hubiérase
asignado su parte a la configuración del terreno, y los hábitos
que entretejieron los antecedentes nacionales, la fisonomía
que ella engendra; su parte a las tradiciones españolas, y a la con-
del suelo, las costumbres y tradiciones populares. La solución
ciencia naciorapintima, plebeya, que han dejado la inquisición
política y militar de la empresa de la organización nacional re-
española; sti'prté a la influencia de las ideas opuestas que han
quiere, entonces, de una previa iluminación intelectual del trastornado_ el,nipridúpolítico; su parte a la civilización europea;
enigma. su parten• fin, a la democracia consagrada por la revolución de
El secreto que nos revelará la evocación de la vida de Fa- 11, a la igualdad, cuyo dogma ha penetrado hasta las capas in-
cundo Quiroga, siguiendo esta cadena de transiciones es, por feriores de la sociedad. (p. 11)
lo tanto, de trascendencia. Pero la trascendencia no es pura-
mente local. Imprimiéndole al discurso un giro que amplifica Ahora bien, resultados parecidos a los de ese presunto
la resonancia del drama, Sarmiento nos dice que la propia Eu- Tocqueville es lo que Sarmiento nos promete, algo más ade-
ropa se vio atraída y arrastrada por las convulsiones de esta lante, al exponer lo que busca a través de la biografía de Fa-
"sección hispanoamericana", aunque terminó por desviar la cundo. Aun admitiendo, pues, que carece de la versación del
mirada, y los mejores políticos de Francia demostraron no modelo lejano, va a enseñarles algo a esos europeos orgullo-
comprender el poder americano, el de Rosas, que había he- sos de su saber, que han apartado la vista de estas tierras tras
cho frente a ese país. Incluso el gran Guizot, observará más juzgar, sin estudio, que sólo se advertían allí las erupciones
adelante, "el historiador de la civilización", dio pruebas de no de un volcán sin nombre.16 Nos hallamos así frente a lo que
entender, en su juicio sobre la intervención francesa en la po-
lítica rioplatense, lo que estaba en juego.
Hagamos aquí un paralelo: Sarmiento procederá a desa- 16 Eldeseo de dar una lección a los sabios europeos —en realidad, de hu-
fiar en el terreno intelectual, como lo había hecho Rosas en millarlos-- lo formula abiertamente Sarmiento en la carta a Valentín Alsi-
44 Carlos Altamirano introducción al Facundo 45

podríamos llamar una inversión de la desventaja. Ante la cul- Casi sin transición, como si reparara y se adelantara a una
tura legítima y sus representantes (políticos y escritores eu- - .Objeción que podría alimentarse de sus propias tesis, Sarmien-
ropeos), Sarmiento altera lo que es a sus propios ojos una :In pregunta si la lucha contra Rosas no es vana, dado que es-
desventaja —ser sólo escritor sudamericano sin los recursos . 'te último no representa un "hecho aislado, una aberración",
de la ciencia—, reivindicando, aunque sin decirlo, el dere- sino "una manifestación social, una fórmula de una manera
cho a un doble reconocimiento: el que se debe al mérito de ser de un pueblo". La pregunta (que es una forma de reto-
(por los orígenes humildes) y el que se debe a lo raro, es de- mar el juicio que previamente había atribuido a Guizot: en el
cir, a lo que es escaso y excepcional. Lo que va a descubrir, _Vio de la Plata es el partido "americano" el que goza de apo-
por otra parte, la revelación de ese modo de ser nuevo, no yo local) desencadena una serie de réplicas en que la afirma-
interesa sólo por la luz que arroje sobre las convulsiones de - eion del voluntarismo ético-político se entrelaza con la afirma-
la vida argentina. Ayudará también a comprender las agita- -. eión de la ley que no puede dejar de abrirse paso: la ley del
ciones de la vida política española (por la España americana progreso. La verdad de ésta no está menos inscripta en los he-
¿hos que la verdad de Rosas. Por otra parte —la palabra de
se comprenderá la España europea), y más allá, es decir, des-
. Sarmiento hace surgir otro escenario en el horizonte: el de la
de un punto de vista más universal, ¿no es importante para
lucha que se libra con las armas dentro del país—, ¿no es obli-
la historia y la filosofía "esta eterna lucha de los pueblos his-
gatorio para los qttelozan de la libertad de prensa, como en
panoamericanos"? Sobre el significado trascendente de esa
Chile, asistir por ese medioa quienes combaten directamen-
lucha necesitan ser ilustrados los hispanoamericanos no me-
te contra. 1*,dicta-dura? Y la palabra prensa obra como un me-
nos que los europeos: aquéllos se hacen eco de la propagan-
canismo e embrague para pasar a la interpelación de otro
da rosista contra el partido de la civilización en la contienda
destinatario, el propio Rosas: "jLa prensa! ¡La prensa! He
argentina.
-aquí, tirano, el enemigo que sofocaste entre nosotros; he aquí
el vellocino de oro que tratamos de conquistar; he aquí cómo
la prensa de Francia, Inglaterra, Brasil, Montevideo, Chile, Co-
na que publicó a manera de prólogo en la segunda edición de Facundo rrientes, va a turbar tu sueño en medio del silencio sepulcral
(1851). Haciendo referencia a una obra futura, cuyos materiales está reu-
de tus víctimas" (p. 15).
niendo y que versaría sobre Rosas, escribe: "Pero hay otros pueblos y otros
hombres que no deben quedar sin humillación y sin ser aleccionados. 10h! Podernos abandonar ya la paráfrasis de la célebre Intro-
La Francia, tan justamente erguida por su suficiencia en las ciencias históri- ducción. Esta nos ha dejado ver la multiplicidad de destinos y
cas, políticas y sociales: la Inglaterra, tan contemplativa de sus intereses co-
destinatarios que Sarmiento imagina para su escrito y una de
merciales: aquellos políticos de todos los países que se precian de entendi-
dos, si un pobre narrador americano sé presentase ante ellos con un libro, las formas que imprimirá a su prosa, la de la prosa oratoria.
para mostrarles, como Dios muestra las cosas que llamamos evidentes, que La "Introducción" nos ha anunciado también uno de los pro-
se han prosternado ante un fantasma ...". Aquí aparece también la fórmu- pósitos de Facundo: el libro va a ofrecer un trabajo de diluci-
la de modestia —,"un pobre narrador americano"—, que no hace más que
agigantar el alcance de la empresa intelectual, y los rasgos de la obra en que dación, va a hacer inteligible lo que hasta entonces era un
sueña son equivalentes a los del Facundo. enigma. Si la dilucidación tendrá el carácter de una historia
46 Carlos Altamirano Introducción al Facundo 47

—va a contar una vida—, esa historia será iluminada con el au- El escenario en que hará su aparición la figura del caudi-
xilio de una teoría.17 Sin seguir la marcha del texto, veamos a llo, como su emanación más auténtica, es la campaña. En esa
través de la dilucidación algunos elementos de esa teoría. llanura extensa y poco habitada, nos dice Sarmiento, en que
durante largo tiempo se cruzaron indios y españoles, se había
forjado ya en los años de la colonia un modo de vida distinto
IV ál de los núcleos urbanos. Primitivo, áspero, expuesto a la pre-
, sión inmediata de la naturaleza y a las arbitrariedades de la
Si en América Tocqueville había visto más que a América, fuerza, alejado de la ley y las doctrinas de la ciudad, el modo
en la vida de Quiroga vería Sarmiento más que a Quiroga. "He de vida de la campaña pastora había engendrado sus costum-
creído explicar la revolución argentina con la biografía de Juan bres y sus tipos sociales, todos los cuales no eran sino varian-
Facundo Quiroga, porque creo que él explica suficientemente tes de uno: el gaucho. El saber, las destrezas —la del caballo o
una de las tendencias, una de las dos fases diversas que luchan la del cuchillo, las del baqueano o las del rastreador—, así co-
,.
en el seno de aquella sociedad singular", dice en la "Introdu- mo los valores de los habitantes de este mundo elemental, son
ción" (p. 17). Pero si este caudillo no era un caudillo simple- los requeridos por las faenas rudimentarias de la estancia ga-
mente, "sino una manifestación de la vida argentina tal como nadera y una vida sometida permanentemente al peligro. Na-
la han hecho la colonización y las peculiaridades del terreno", da estimula allí M'asociación, y la notoriedad de los hombres
el personaje y su proyección debían ser, a su vez, explicados por no proviene de la-Wda::pública, que no existe. Lo que produ-
los hechos del medio físico e histórico. De ahí las dos partes en ce reputnorrsoli las habilidades estimadas por los gauchos y
que divide la historia de Facundo: en la primera, que ocupa los las peas del coraje fisico. Éste era el ambiente de la barba-
primeros cuatro capítulos, evoca "el terreno, el paisaje, el tea- .... ríe, un término que en el lenguaje ideológico de la época, es
tro sobre el que va a representarse la escena"; en la segunda, decir, no sólo en Sarmiento, representaba tanto un concepto
que abarca los nueve capítulos siguientes, aparece el "persona- como una invectiva.
je con su traje, sus ideas, su sistema de obrar" (p. 19). Para Sar- La antítesis del espacio bárbaro es la ciudad: "allí están los
miento, que en esto adoptaba uno de los preceptos de la con- talleres de las artes, las tiendas del comercio, las escuelas y co-
cepción romántica de la historia, entre el personaje y su medio legios, los juzgados, todo lo que caracteriza, en fin, a los pue-
existía una unidad orgánica: se reflejaban mutuamente. blos cultos".18 La ciudad es el ámbito de las leyes y de las ideas,
• el núcleo de la civilización europea rodeado por la naturaleza
americana—la pampa, el desierto—. "Saliendo del recinto de
17 Recuérdese que el estar asistido por tina teoría era, a los ojos de Sarmien- la ciudad, escribe Sarmiento, todo cambia de aspecto: el hom-
to, lo que distinguía el avance del saber histórico: "El historiador de nues- bre lleva otro traje, que llamaré americano por ser común a to-
tra época va a explicar con el auxilio de una teoría, los hechos que la histo-
ria ha transmitido sin que los mismos que la describían alcanzasen a
comprenderlos" (D. F. Sarmiento, "Los estudios históricos en Francia",
Obras..., t. II, p. 109). 18 D. F. Sarmiento, Facundo, Buenos Aires, Espasa Calpe, 1993, p. 77.
48 Carlos Altamirano introducción al Facundo 49

dos los pueblos; sus hábitos de vida son diversos, sus necesida- A esta tercera entidad no le conviene, dice Sarmiento, nin-
des peculiares y limitadas; parecen dos sociedades distintas, gimo de los nombres consagrados de la política.
dos pueblos extraños uno de otro." No hay, pues, transición de Sobre el fondo de este esquema de las dos sociedades en
un espacio al otro. presencia, que desde la revolución ya no se ignoran mutua-
Hasta 1810 coexistieron en el territorio de la futura Argen- mente, Sarmiento formula la interpretación que revela el se-
tina, una junto a otra, estas dos formas de establecimiento hu- creto de las convulsiones argentinas. El movimiento revolucio-
mano, dos sociedades, dos "civilizaciones" (aunque una era ca- nario activó una doble lucha: una, la guerra de las ciudades,
si una no sociedad y la antítesis de la civilización). Ambas eran la que libraron contra el orden español los que buscaban abrir
producto de la acción conjugada del medio fisico americano paso al progreso' de la cultura europea; otra, la que libraron
y la colonización española y cada una se desenvolvía en un es- los caudillos, representantes del espíritu de la campaña, con-
cenario propio: la campaña pastora y la ciudad. Cada una de tra las ciudades. El objeto de esta otra guerra no era poner fin
estas dos sociedades alojaba su propio espíritu y su propio a la autoridad española, sino a toda autoridad y a todo orde-
principio. La ciudad, el principio de la civilización europea o namiento civil. Para la campaña, la revolución sólo fue la opor-
civilización a secas; la campaña, el principio de la barbarie, el tunidad para desplegar, en un teatro más vasto que el de la
antagonista de la civilización. Ambas permanecieron indife- pulpería, los hábitos, las tendencias, todo lo que en su ámbi-
rentes una de otra hasta que la revolución de 1810 las puso en to era hostil al•.41-riut civilizado de la ciudad. En fin, "las ciu-
activo contacto. La revolución de la ciudad, impulsada por el dades triunfancleM-españoles, y las campañas de las ciuda-
espíritu del tiempo, es decir, por las ideas europeas (libertad, des. He alui-éi¿Plicado el enigma de la Revolución Argentina,
progreso...), movió, a su vez, a la campaña y ésta introdujo un düyoptImer tiro se disparó en 1810 y el último aún no ha so-
elemento extraño, un "tercer elemento", que trastornó el cua- nado todavía". El enigma de las guerras civiles y del poder de
los caudillos hallaba, pues, su respuesta en la revolución de la
dro clásico de toda revolución.
independencia y en el dislocarniento que ella había produci-
Cuando un pueblo entra en revolución, dos intereses opuestos do en los cuadros sociales del Antiguo Régimen.
luchan al principio; el revolucionario y el conservador: entre no- Bajo la luz de esta fórmula interpretativa, que esclarece el
sotros se han denominado los partidos que los sostenían, patrio- secreto que desgarra la vida política argentina, comienza el re-
tas y realistas [...] Pero cuando en una revolución una de las lato de la vida de Facundo Quiroga. Si el esquema explica las
fuerzas llamadas en su auxilio se desprende inmediatamente, condiciones y las tendencias generales que crearon el escena-
forma una tercera entidad, se muestra indiferentemente hostil rio para la trayectoria del caudillo riojano, la biografia se pro-
a unos y otros combatientes (a realistas o patriotas), esa fuerza pone enlazar en un destino, a la vez singular y representativo,
que se separa es heterogénea; la sociedad que la encierra no ha los elementos discontinuos y dispersos de una historia colec-
conocido hasta entonces su existencia, y la revolución sólo ha tiva. En la teoría o doctrina que rige tanto la explicación ge-
servido para que se muestre y se desenvuelva. neral como la biografia de Quiroga aparecen los elementos
que Sarmiento conectó para traducir al lenguaje del saber
Carlos Altamirano -Introducción al Facundo 51
50

—o, si se prefiere, a la imagen que él se había forjado de ese . zot, a quien saluda como el historiador de la civilización y a
nuevo saber, que era el de la ciencia histórica— ese "modo de quien probablemente Sarmiento sigue en este tema Sin em-
ser nuevo", o espíritu americano, que aún no había recibido bargo, el uso en singular, que es el generalizado, fija el orden
una representación intelectual adecuada. Tomemos sólo algu- jerárquico entre los dos mundos.
nos de esos elementos. Sarmiento no es insensible al "costado poético" de la vida
En primer lugar, la antítesis célebre entre civilización y bar- -bárbara y a veces su palabra aparece entregada a la descrip-
barie. Los dos términos no sólo introducen una tipificación . ción admirada de la naturaleza y los personajes de ese mundo
conceptual de los antagonistas de la lucha, sino que amplifi- de frontera, rudo y elemental. Incluso, en un pasaje del capí-
can el sentido de esa lucha, que se hace parte de una contien- tulo II indica, casi programáticamente, esa lucha irreconcilia-
da de alcances más vastos. No menos importante es que la re- ble y su escenario natural como la materia que puede confe-
presentación de las dos sociedades se inscribe así en un fide originalidad a la literatura argentina
espacio simbólico donde ambas se ordenan jerárquicamente,
y la Superioridad de una, aunque aparezca momentáneamen- Si un destello de literatura nacional puede brillar momentánea-
te vencida, no puede sino conferirle títulos de dominación so- mente en las nuevas sociedades americanas, es el que resultará
bre la otra. Desde el siglo xvin, cuando entra a formar parte de la descripción de las grandiosas escenas naturales, y sobre to-
del vocabulario intelectual occidental, la idea de civilización, do, de la lucha'entre la civilización europea y la barbarie indíge-
indisociable de la idea de progreso y de perfeccionamiento se- na, entre la inteligencia y la materia: lucha imponente en Amé-
cular, suponía la marcha ascendente del género humano, que rica, y..e--clátlingar a escenas tan peculiares, tan características
se desprendía de la barbarie, hacia formas siempre superiores y tartera del círculo de ideas en que se ha educado el espíritu
de convivencia.19 En el Facundo, la sociedad rústica aparece europeo, porque los resortes dramáticos se vuelven desconoci-
nombrada a veces como una civilización, como si Sarmiento dos fuera del país donde se toman, los usos sorprendentes, y ori-
ginales los caracteres (p. 41).
admitiera un uso plural del término (no había una, sino dos
civilizaciones) para describir la unidad de todos los rasgos de
cada forma de establecimiento humano. Como lo admitía Gui- ¿Acaso, como observa en el mismo pasaje, un "romancis-
ta" americano, Fenimoore Cooper, no se ganó un nombre an-
te el público europeo al situar sus novelas en otra de las fron-
19 Los términos civilización y barbarie formaban parte del lenguaje de las eli- teras de la lucha entre civilización y barbarie? La cautiva, el
tes letradas rioplatenses desde comienzos del siglo XiX: "Aparecen en el Telé- poema del argentino Esteban Echeverría, ofrecía otro ejem-
grafo Mercantil, en el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, y en el Co-
plo de esa belleza de la barbarie y del encanto que ella tenía
rreo de Comercio, los tres primeros periódico; que vieron la luz en Buenos Aires,
en pleno virreinato (...]. En el Mensajero Argentino, de 1827, periódico de ten- entre los lectores cultos ("ha logrado llamar la atención del
dencia rivadaviana, hallamos por primera vez la dicotomía civilización-barba- mundo literario español", dice Sarmiento).
rie" (Félix Weinberg, "La dicotomía civilización-barbarie en nuestros prime
Se ha hecho uso y abuso de este fragmento. Se prueba con
ros románticos", Río de la Plata, Revista del Centro de Estudios de Literatura:
y Civilizaciones del Río de la Plata (CELCIRP), n° 8, París, 1989, p. 8. él no sólo la adhesión del escritor al romanticismo literario, si-
52 Carlos Altamirano Introducción al Facundo 53

no también que en el Facundo no hay únicamente denigración; sus energías, la ciudad los reúne e inserta esas energías, inclu-
sino también admiración por los héroes y las costumbres de la so las que provienen del egoísmo, en algunos de los cuadros
sociedad pastoril. Hay que notar, sin embargo, que Sarmiento de la sociedad civil. Finalmente, en tanto la asociación urbana
(como en general los románticos argentinos) acompaña a sus engendra el espacio público —espacio de deliberación anima-
maestros, los románticos europeos, sólo hasta cierto punto: no - do por ciudadanos ilustrados que se manifiestan a través de
busca ni descubre en el mundo rural, como ellos, la cultura la prensa—, la campaña, que no puede suscitarlo dentro de su
del pueblo original, una cultura que se había perdido en las ámbito, lo destruye cuando sus representantes se apoderan de
ciudades por obra de una civilización cosmopolita. La valora- la ciudad. A partir de ese momento la opinión no puede po-
ción estética de la sagacidad del rastreador, de la sabiduría em- - rier limites al poder. "Como no hay letras", escribe resumien-
pírica del baqueano o del gaucho cantor, no implica una crí- do la situación en que ha caído La Rioja bajo el control de Qui-
tica al progreso ni un correctivo a la civilización. Aunque de a roga, no hay opiniones, "y como no hay opiniones diversas, La
ratos nos dice que ese espacio sin civilizar irradia una suges- Rioja es una máquina de guerra que irá adonde la lleven".
tión a la que él tampoco se sustrae, no deja margen para la am- Ahora bien, en Facundo no aparece sólo esta representa-
bigüedad en lo que concierne a la perspectiva desde la cual ha ción arquetípica de la ciudad; aparecen también ciudades par-
de ser aprehendida y evocada la materia de la que puede bro- '. ticulares —San Juan, Córdoba, Buenos Aires—, cuya imagen
tar "un destello de literatura nacional": es la perspectiva de y cuyo papel varía-según la evolución del relato y, también,
quien observa esa realidad como extraña y exótica, no como según las exigencia-S-1de la argumentación. Así, Córdoba repre-
la fuente de una cultura propia. En este sentido, la fórmula senta en tuyaii-dilénito eI espíritu español, el símbolo de la
que halló Coriolano Alberini para resumir el espíritu general tura e~cada, y Buenos Aires, el punto de donde irradia la
del romanticismo rioplatense —fines iluministas, medios his- :revolución, el espíritu europeo moderno, el del progreso y las
toricistas— se aplica enteramente al Facundo. luces; pero, más adelante, la imagen de Córdoba se altera y la -
Lo que Sarmiento valora a través de la idea de civilización ciudad mediterránea se inviste de los atributos del progreso
no son sólo los hábitos y las instituciones que él mismo desta- europeo para dar asiento y sentido a la espada civilizadora del
ca varias veces —los modales, el refinamiento de las costum- - general Paz, que combate contra Rosas, gobernador de Bue-
bres, la escuela, los juzgados, el comercio, las artes de la indus- nos Aires. Más importante aún: a través de un estudio detalla-
tria, el cultivo de las letras, etc.—, sino algo aún más básico : do del texto, Noé Jitrik ha mostrado que las diferentes repre-
que puede ser captado en aquello que la campaña pastora nc sentaciones mediante las cuales aparecen Buenos Aires y las
provee. ¿Qué es lo que esa campaña no ofrece ni puede ofre provincias dejan entrever otro conflicto, entre Buenos Aires,
cer, en virtud de su configuración social? Sitios regulares de que cuenta con el control privilegiado del puerto, y el interior.
interacción entre los hombres, que son los que moderan los Un tema del Facundo, la decadencia de las ciudades del inte-
impulsos del hombre natural y generan el sentido y el interés rior, atribuida a la invasión de la barbarie rural, hubiera en-
de lo público. La ciudad, por el contrario, multiplica esos si- contrado en ese conflicto una clave diferente, alternativa o
tios. Mientras la campaña pastoril dispersa a sus habitantes y complementaria de aquella a la que se aferra. Pero la palabra
54 Carlos Altamirano Introducción al Facundo 55

de Sarmiento se muestra a la vez alusiva y elusiva respecto de En la misma obra de Montesquieu, sin embargo, la idea te-
ese antagonismo, al que no le presta ni la nitidez ni la gravita- nía una encarnación positiva, una radicación ejemplar en los
ción que le asigna a la oposición ciudad/ campaña." hechos: la ofrecían las sociedades de esa parte del mundo "en
No quisiera terminar estas indicaciones sumarias sobre al- que el despotismo se ha naturalizado, por decirlo así, que es
gunos de los elementos que componen la teoría que rige la his- Asia".22 No nos interesa aquí la función teórica y política que
toria de Quiroga sin poner de relieve una pieza central de la pudo tener la idea del despotismo en el discurso de Montes-
doctrina del caudillismo bárbaro: la idea del despotismo; una quieu. Digamos simplemente que al construir la figura del des-
constelación de ideas, en realidad, como las otras mencionadas potismo oriental o asiático —elaborada a partir de obras his-
hasta ahora. Sin ella no cobra todo su sentido la imaginería tóricas e informes de viajeros—, se hacía eco de una larga
orientalista que prolifera a lo largo de la obra y que ha sido atri- tradición del pensamiento occidental, tradición que no con-
buida al gusto por el exotismo literario. Sarmiento enuncia el cluiría con El espíritu de las leyes ni en el siglo xvm.23
término ya en la "Introducción" ("Rosas organiza lentamente Es en asociación con su figura oriental que la idea del des-
el despotismo...") y en el primer capítulo comienzan las ana- potismo desempeña un papel importante en la doctrina del
logías orientalistas. Es verdad que en el Facundo el término caudillismo bárbaro. Aunque basta leer algunos de los epígra-
aparece frecuentemente en contextos donde resulta intercam- fes del Facundo papa concluir que Sarmiento no extrajo sus
biable por tiranía o gobierno absoluto, no sujeto a leyes. Es imágenes de Orienté 'sólo de la lectura de Montesquieu, tam-
también la acepción que puede ser encontrada en El espíritu de poco es clifícikreeonocer en sus cuadros y relatos el eco de los
las leyes, de Montesquieu, quien le dio su formulación clásica a tópicowriVntalistas de El espíritu de las leyes. Entresaquemos só-
la idea al introducir una nueva clasificación de las formas de lo unos pocos ejemplos. En primer término el más obvio, el
gobierno: república, monarquía, despotismo. En éste, como en de la configuración fisica, del paisaje: la pampa es como la lla-
la monarquía, el poder está en uno solo, "pero sin ley ni regla, nura asiática, espacio abierto donde la vista no encuentra obs,
pues gobierna el soberano según su voluntad y su capricho".21 táculos, así como nada pondrá obstáculos naturales al poder.
Con ese significado genérico, el término formó parte del len- En Montesquieu es el tipo de marco natural que propicia el
guaje ideológico del movimiento de la independencia hispa- despotismo; en Sarmiento, el ámbito donde se engendran la
noamericana (al menos toda vez que adoptó el lenguaje del re-
publicanismo). Pero no es con esa acepción que la idea del
despotismo tiene una función teórica de relieve en el Facundo. 22 Montesquieu, El espíritu..., Libro Quinto, cap. XIV; p. 44.
23 Para una visión sintética de la trayectoria intelectual de la idea del despo-
tismo oriental, que de Aristóteles llega hasta Marx y encuentra en El espíritu
de las leyes el locus de su formulación clásica, véase Perry Anderson, El estado
20 Noé Jitrik, Muerte y resurrección de Facundo, Buenos Aires, Centro Editor de absolutista, México, Siglo XXI, 1980, pp. 477499. Edward W. Said ofrece un
América Latina, 1968. notable análisis de las funciones del orientalismo en la cultura y política oc-
21 Montesquieu, El espíritu de las leyes, México, Editorial Porrúa, 1977, Libro cidentales de los siglos xix y xx en Orientalisnz, Nueva York, Vintage Books,
Segundo, cap. I, p. 8. 1979.
56 Carlos Altamirano Introducción al Facundo 57

barbarie y el dominio de los caudillos. Después, el principio Refuerza y, si se quiere, le presta su apariencia exótica a la fun-
de gobierno. Según El espíritu de las leyes, a cada tipo de gobier- ción intelectual que desempeña la idea del despotismo_ No
no corresponde un principio, que es la pasión o el resorte es- pretendo decir que la doctrina del caudillismo se alimente só-
pecífico que cada uno de ellos requiere para poder obrar. El lo de la noción del despotismo oriental (Sarmiento nos habla
principio de la república es la virtud, el de la monarquía el ho- también de la Inquisición de la herencia española y, aquí y allá,
nor, el del despotismo el miedo." Ybien, el miedo aparecerá de la Edad Media y del feudalismo). Menos aun que el perso-
en el Facundo como resorte del orden impuesto por Quiroga, naje de Facundo esté figurado únicamente según los rasgos
así como el miedo, el terror, impulsan a los habitantes del Bue- mencionados. El caudillo riojano es también el "hombre de
nos Aires rosista a espectáculos de humillación y servilismo. naturaleza" (otro tópico y otro mito) y, sobre todo, es un ejem-
Por último, para no extender demasiado esta enumeración, la . :plo del "grande hombre", el individuo de genio que tiene, de
"psicología" de Facundo, cuya mirada trae a la mente el "Alí- acuerdo con el historicismo romántico, la virtud de expresar
Bajá de Moinvisin" y cuyos dichos y actos "tienen un sello de y representar el espíritu, las tendencias, las aspiraciones de
originalidad que le daban ciertos visos orientales". ¿Qué guía una época y un pueblo.26 De ese modo, el personaje de Qui-
los actos del caudillo riojano, al menos hasta el momento en roga se hace portador de una grandeza, así sea de la grande-
que, sin que nada en el relato lo haga prever, se apodera de él . za de la barbarieilue no pertenece al repertorio de los dés-
la idea de la organización constitucional del país? Una y otra potas de Montesquied.,
vez lo vemos obrar según el impulso de la pasión o los capri- La individüáliaáci del Facundo se recorta entonces no al
chos del humor del momento. Aun los actos que Sarmiento margen; sino sobre ese bólido de libros, lecturas e ideas reci-
no puede censurar se colocan bajo el signo de la arbitrariedad bidas que la obra de Sarmiento activa para descifrar el senti-
despótica: "Por otra parte, ¿por qué no ha de hacer el bien el do de la experiencia argentina surgida de la revolución de
que no tiene freno que contenga sus pasiones? Ésta es una pre- 1810. Pero para hablar de esa experiencia, de las formas dife-
rrogativa del poder ["del despotismo", escribe en la primera renciadas de sociabilidad criolla que habían brotado de la co-
edición], como cualquier otra". En El espíritu de las leyes, el dés- Ionización española, del dislocamiento social que introduje-
pota oriental no obedece tampoco a otros impulsos. ron la revolución y la guerra de la independencia, así como
La imaginería asiática que puebla las páginas del Facundo
no es, pues, simplemente un tributo al exotismo literario.25
(Chateaubriand, Itinéraire de Paris á férusalem, 1811, p. 206, cit. por Alain
Grosrichard, Estructura del harén, Barcelona, Ediciones Petrel, s/f, p. 94).
26 En 1842, al presentar una serie de biografías, Sarmiento formuló ya su
24 Montesquieu, El espíritu..., Libro Tercero. concepción acerca del papel representativo de los "grandes hombres": "De
25 La referencia al amo despótico no estaba ausente, tampoco, en uno de las biografías", El Mercurio, 20/3/42, Obras..., t. I, p. 178. Sobre la deuda de
los maestros del exotismo orientalista romántico, Chateaubriand: "Uno se esa concepción con el filósofo ecléctico y hegelianizante Víctor Cousin, véa-
ve en medio de una muchedumbre muda, que parece querer pasar sin ser se Raúl A. Orgaz, Sarmiento y el naturalismo histórico, Córdoba, Imprenta Ar-
vista, y siempre tiene el aspecto de querer sustraerse a la mirada del amo" gentina 1940, pp. 45-61.
58 Carlos Altamirano `jntroducción al Facundo 59

de las fuerzas que liberó ese dislocamiento —fuerzas que du- dieron las fuerzas de la campaña y la ciudad bajo sus más al-
rante décadas serían el espectro de las elites cultivadas—, Sar- tas inspiraciones, Facundo y Paz, dignas personificaciones de
miento no activó sólo esas nociones en que creyó encontrar las dos tendencias que van a disputarse la República...".
los esquemas de inteligibilidad de su objeto. Esto nos lleva al Dentro de este dispositivo, Sarmiento activa todas las for-
último punto de esta introducción. mas que había aprendido en la lectura de la literatura de cos-
El Facundo busca hacer ver y aleccionar, pues la verdad ha lumbres y la literatura de viajes, en las novelas y en las obras
de ser sensible además de inteligible. Leamos: "Para hacer sen- históricas, formas que alternará con los recursos de esa otra
sible la ruina y la decadencia de la civilización, y los rápidos que vimos más arriba, los de la elocuencia oratoria. Por estos
progresos que la barbarie hace en el interior, necesito dos ciu- medios haría sensible lo que los elementos de la teoría se pro-
dades...". Aquí serán La Rioja y San Juan las que se prestarán ponían hacer inteligible. Ahora bien, en el discurso del Facun-
para hacer ver la idea de la barbarización de las ciudades del do hacer sensible es, sobre todo, hacer visible, poner ante los
interior; más adelante, Buenos Aíres y Córdoba serán necesa- ojos, por decirlo así. Sólo excepcionalmente el sentido menta-
rias para hacer sensible otro esquema de inteligibilidad: "la do es el de la audición (aunque veremos que la palabra de Sar-
carta geográfica de las ideas y los intereses que se agitaban en miento se deja oír), como en esta síntesis de las consecuencias
las ciudades". El procedimiento (llamémoslo dar apariencia que acarreó el fusilamiento de Dorrego: "Desde este momen-
sensible al pensamiento: la fórmula interpretativa o el concep- to nada quedabT4iie, hacer para los tímidos, sino taparse los
to) no es ocasional, ni se realiza sólo en el ejemplo de las ciu- oídos y cerrar los Os. Los demás vuelan a las armas por todas
dades. Por el contrario, anima la marcha general del discur- partes yflyoopel de los caballos hace retemblar la Pampa, y el
so, como si Sarmiento respondiera, permanentemente, a la cañón Inseña su boca negra a la entrada de las ciudades".
pregunta: ¿qué escena, qué relato, qué individuo, qué hecho, Lo dominante, sin embargo, es la visión, desde el comien-
puede dar figura sensible a la idea? El procedimiento no siem- zo. No sólo porque el texto nos hace asistir a innumerables es-
pre obedece al orden de los ejemplos citados, en que se enun- cenas, a las escenas de la naturaleza, de la barbarie o de la gue-
cia la noción o el esquema intelectual para investirlos a conti- rra, sino porque todo parece prestarse a ser puesto bajo el
nuación de una nueva y mayor elocuencia a través de la signo de la visualización, desde los trajes que revelan la índo-
representación de unos hechos. Aveces, el orden se invierte le de cada sociedad hasta los colores. ¿Cómo se hace sensible
(y la movilidad del texto no es ajena a estos cambios): es el re- la mentalidad unitaria, sino a través de esa figura a la que ve-
lato el que lleva a la idea, como es un relato el que nos lleva a mos caminar erguida, sin inmutarse aunque sienta "desplo-
la primera idea de Facundo, o es el retrato de este último el marse un edificio"? ¿Qué consecuencias trajo para La Rioja la
que nos introduce en el concepto cle su carácter. O bien es el destrucción del "orden civil" provocada por Quiroga? "Sobre
corolario doctrinario el que cierra y le asigna su sentido gene- esto no se razona, no se discurre. Se va a ver el teatro en que
ral a una narración que lo antecede. Como en el caso de la ba- estos sucesos se desenvolvieron, y se tiende la vista sobre él: ahí
talla de la Tablada, narrada rápidamente, y tras la cual se abre está la respuesta." Pero la visión —el poner ante los ojos— no
el comentario ideológico: "En la Tablada de Córdoba se mi- es únicamente la instancia por medio de la cual se enseña al
60 Carlos Altamirano introducción al Facundo 61

lector el alcance y la significación de una idea o un argumen- otro modo, quien tiene la palabra no cesa de introducirse en
to. Ella opera también como instancia para los personajes del el campo de visión que él mismo produce. ¿Qué figura, qué
texto. Así, si el retrato de Facundo nos lleva a nosotros, sus lec- personaje se corresponde con esa voz que no dejamos de escu-
tores, a la primera idea de su carácter, el propio Facundo ha :har, que una y otra vez se eleva por sobre los enunciados na-
aparecido poco antes, cuando aún no sabíamos su nombre, rativos, descriptivos o doctrinarios, para entregarse a la indig-
fascinado y aterrado a la vista del tigre, "del que no podía apar- iación o al sarcasmo, a la amonestación o al entusiasmo?
tar lds ojos". ¿No es, a la vez, la vista de Facundo un elemento Volvamos al tema de la visión. Hacer ver remite también a
de su leyenda y de su poder sobre los hombres? O tomemos enseñar, en la doble acepción de mostrar e instruir. En un ar-
la imagen de Rosas, quien aparece no únicamente ante nues- tículo de 1842, destinado a destacar los méritos de la biogra-
tros ojos de lectores, sino también ante los ojos de quienes lo fia, Sarmiento sostenía que ese género posee una doble cua-
rodean, como en la ocasión en que asume, con talante desem- lidad: permite explicar al gran público las tendencias y el
barazado, el gobierno de la provincia de Buenos Aires, en espíritu de una época a través del desarrollo de una vida, por
1835: "su aplomo en la ceremonia no dejó de sorprender a los un lado, y es apto para estampar las buenas ideas, por otro.27
ilusos que habían creído tener un rato de diversión al ver el Estampar las buenas ideas es también el papel que tienen los
desmaño y gaucherie del gaucho". exempla en el sermón. Y bien, esa voz que no deja de hacerse
Hacer ver a través de escenas, personajes y acciones se aso- oír en el Facundo; Intercalada entre los relatos, los argumen-
cia con la idea de representación, drama y espectáculo. Sar- tos o los cuadros decostumbre, nos recuerda la presencia del
miento utiliza más de una vez la metáfora clásica del teatro. Ci- predicadofrcilyk plataforma no es, en este caso, la del púlpi-
temos una: "Por la puerta que deja abierta el asesinato de to, sinol'a plataforma profana de la civilización. Nos recuerda
Barranca-Yaco, el lector entrará conmigo en un teatro donde la presencia del predicador laico en el escritor público, el que
todavía no se ha terminado el drama sangriento". Ahora bien, hace sensibles las ideas, las de la interpretación histórica y las
si el lector es llevado una y otra vez a presenciar las escenas de del programa de la-ciudad liberal, y las estampa. Aunque in-
un espectáculo dramático, ¿el texto no lo hace asistir también voca constantemente a su lector, el texto parece reclamar no
al espectáculo del propio Sarmiento (o del narrador, si se pre- sólo la recepción de la lectura, sino la recepción y el eco de
fiere)? ¿No lo vemos ya alzando la vista al cielo, horrorizado una audiencia, ante la cual discurre una palabra cuyo ritmo y
frente a los hechos que él mismo relata (como en la historia de cuyo timbre varían según una amplia gama de tonos y que pa-
Severa, la muchacha requerida por Facundo: "¡Dios mío! ¿No rece disfrutar, a la vez, de la evocación histórica y del adoctri-
hay quien favorezca a esta niña?"); ya dando ánimo y aliento a namiento, de la digresión y de la polémica. A través del movi-
uno de los contendientes del drama,•como en el pasaje en que miento que anima ese verbo, se abren paso la representación
se dirige al general Paz; ya perdiendo la paciencia frente a esa y la norma, la figuración de los hechos y la prescripción.
Buenos Aires que no termina con los festejos en honor a Ro-
sas: "Pero, ¿hasta cuándo fiestas? ¿Que no se cansa este pueblo
de espectáculos?". En efecto, no dejamos de verlo, o, dicho de 27 Véase artículo cit en nota 26.
3
Intelectuales y pueblo

El divorcio entre las elites culturales y el pueblo fue, du-


rante buena parte de este siglo, uno de los temas del debate
intelectual argentino. Al hombre de letras y al hombre de
ideas se les haría ese cargo —estar separado de su pueblo-L-- y
en esa desconexi6h se identificará uno de los males del país.1
En su paso por ci.siglo el tema no permaneció intacto: fue
adaptado,41:éoliiátos cambiantes, se mezcló con otras ideas,
adquil4dinflexiones que no pertenecían a la constelación ori-
ginaria y se desplazó de un punto a otro del campo ideológi-
co. Quisiera ampliar este planteo siguiendo, a grandes saltos
y con algunas pocas ilustraciones, etapas de ese recorrido.
Las disputas acerca de las relaciones entre, los intelectua-
les y el pueblo (con toda la polisemia que esta noción movili-
za) son en todas partes disputas entre intelectuales.2 En la Ar-
gentina las cosas no fueron diferentes y si hay que buscar para

1 Diana Quatrochi-Woisson, para quien la tensión entre una elite cosmopo-


lita y el pueblo marcó "trágicamente los grandes momentos y fracturas de la
historia argentina", ofrece una versión de esta tesis en "Argentine: periples
et tourments d'une intellectualité excentrée", Histoire comparée des inlellec-
tuels, suplemento del Bulletin de l'Instilut d'Histoire du Temps Present, CERI,
1997.
2 Pierre Bourdieu, "Los usos del `pueblo'", Cosas dichas, Barcelona, Gedisa,
64 Carlos Altamirano Intelectuales y pueblo 65

la querella una apertura evidente, ningún comienzo Más cla- lin plan concebido en la mente de los Mitre, de los Sarmiento,
ro que el de las declaraciones del ensayista Ramón Doll en un los Alberdi", era para Doll sólo una gran falsificación.5
reportaje sobre la crítica literaria: Ese consenso lo ilustraban, a juicio de Doll, las dos obras
que mencionaba como ejemplo de aquello que no había que
Para mí la historia de la inteligencia argentina es una historia de hacer, la Evolución de las ideas argentinas, de José Ingenieros,
deserciones, de evasiones. Jamás, en país alguno, las clases cul- publicada en 1920, y la Historia de la literatura argentina, de Ri-
tas viven y han vivido en un divorcio igual con la sensibilidad po- cardo Rojas, aparecida en 1922. Pese a todo lo que separaba a
pular, es decir, con su propia sensibilidad. Habría que hacer un
: esas obras en cuanto al esquema histórico y a la orientación
día no la historia de las ideas argentinas, como Ingenieros lo in-
ideológica, ambas preservaban un núcleo básico: la creencia
tentó, ni de la literatura argentina, como lo ha hecho Rojas, ni
de que la nación se había constituido en torno al proyecto y
menos aún de las ideas estéticas; habría que iniciar la historia de
la traición y de la deserción de la inteligencia argentina respec- la acción de los miembros de la generación de 1837.
to a la vida, a la tierra, a las masas nacionalistas, gauchas o grin- Podría observarse, por cierto, que en El diario de Gabriel
gas. Nuestra cultura ha vivido siempre desasida, desprendida del '• Quiroga, de Manuel Gálvez, publicado en 1910, aparecía ya el
país; se desliza, se desentiende, no se arraiga, ni se nutre de las esbozo de una versión de la historia nacional alternativa a la
savias nacionales.3 que se había instituido como representación canónica del pa-
sado. Por ejempló7én.4. reivindicación de los caudillos y del
En la acusación contra las "clases cultas", el juicio de Dóll "espíritu americalió" (espontáneo, democrático, popular)
unía pasado y presente —la defección de hoy se enlazaba con contra él "-cIspli-du europeo" (afrancesado, retórico, artificial,
una defección histórica—. El reportaje es de 1930 y adquirió aristociltiCo). Verdadera inversión axiológica de la antítesis
con el tiempo la reputación de manifiesto fundador. No por el sarmientina, la reivindicación se complementaba con la ala-
eco que despertara por sí solo, sino porque el nacionalismo ha- ban7a. de Sarmiento como escritor bárbaro. Pero en 1910 no
ría de él, por intermedio de julio Irazusta, principalmente, uno había llegado aún la hora de los grandes sobresaltos para la
de los textos proféticos de toda una generación.4 Es un hecho república liberal, y el diario ficticio de Gálvez no encontró des-
que había en esas declaraciones el reto más abierto, formula- pués de su aparición el grupo doctrinario que acogiera sus
do en los términos de crítico insolente que era el suyo, a lo que afirmaciones heterodoxas, haciéndolo miembro de la familia.
había sido, hasta la década de 1920, el consenso intelectual res- Cuando Ramón Doll lanzó su imprecación contra los in-
pecto del papel de las elites letradas en la historia nacional. La telectuales la situación era otra. El paisaje político había cam-
idea de que "todo el país fuera un designio de la inteligencia, biado por.obra del sufragio universal, que acarreó la suprema-
cía electoral del radicalismo, invencible desde 1916. También .
era otro el clima ideológico. A la conmoción que había traído
3 Ramón Doll, "Reportaje publicado en la Literatura argentina" (1930), Lugo-
nes, el apolítico y otros ensayos, Buenos Aires, Peña Lillo, 1966, p. 154. la guerra que desgarró a Europa durante cuatro afibs siguió
4 julio Irazusta, "Prólogo. El aporte de Ramón Don", Ramón Doll, Acerca de
una política nacional, Buenos Aires, Difusión, 1939. Idem, p. 158.
66 Carlos Altamirano Intelectuales y pueblo 67

la de sus derivaciones, la Revolución maximalista en Rusia y, sufragio universal ni la reorganización del Estado y la socie-
sólo unos años después, el experimento fascista en Italia. De dad sobre principios corporativos, que era la revolución en
todo parecía desprenderse un mismo mensaje —la quiebra de nombre de la cual habían conspirado, sino una versión con-
la civilización liberal en el mundo— y desde mediados de los servadora y fraudulenta del orden liberal.
años de 1920 estaban en circulación los presagios sombríos y Julio Irazusta recordará después que fue el revés político y
los llamados a la salvación nacional. El disgusto respecto de la el fin de la Nueva República lo que había de llevarlo al estudio
democracia política se alimentaba del disgusto frente a los go- sistemático del pasado nacional. El primer fruto importante de
biernos radicales, y a la inversa. Sobre este fondo había pro- esa revisión -aparecerá en-un texto destinado a convertirse en
yectado su diagnóstico una nueva generación de jóvenes na- clásico del pensamiento nacionalista, La Argentina y el imperia-
cionalistas que no quería únicamente ya, como Rojas y el lismo británico, escrito en colaboración con su hermano Rodol-
primer Gálvez, una reforma intelectual y moral para hacer fo y publicado en 1934. El libro tenía un objetivo político: cri-
frente a los efectos de la inmigración, sino también una refor- ticar el tratado firmado por el gobierno argentino con Gran
ma del orden político y social. Este era el proyecto de quienes Bretaña en 1933 y, a través de la crítica a lo que se conocía tam-
en diciembre de 1927 comenzaron a hacer sus primeras armas bién como Pacto Roca-Runciman, censurar al régimen que pre-
políticas en las páginas de La Nueva República: "La sociedad ar- sidía el general Justo. Los finos caballeros que representaron a
gentina pasa por una profunda crisis", habían escrito Julio y lá.Argentina en la-iilgóciación del tratado, decían los Irazusta,
Rodolfo Irazusta al presentar el programa del periódico. La habían actuado co mentalidad colonial. Ahora bien, al anali-
--s--
crisis se hacía evidente en el desorden espiritual reinante zar este-acw-Clos'que reforzaba con nuevos lazos la dependen-
("caos de doctrinas e ideologías") y descubría la ausencia de cia ecórigmica de la Argentina respecto del imperio británico,
una elite dirigente. "No solo la juventud argentina de hoy, has- los autores encontraban que el suceso no podía aclararse sino
ta el país mismo han carecido de guía y de dirección".6 con la historia. "Lo que estudiábamos y lo que veíamos, el pa-
El cuestionamiento de Doll a la intelligentsia argentina, que . sado y el presente, se iluminaban recíprocamente", escribirá
"da espaldas a la realidad y al pueblo, a la tierra y a la Nación", más tarde Julio Irazusta al evocar la gestación del libro.7 Sin una
marchaba en dirección convergente a la crítica nacionalista historia de la oligarquía, en suma, el trabajo quedaría inconclu-
de la vida pública. Pero esa afinidad sólo se hará manifiesta so y la tercera parte estará consagrada a dar cuenta de ella.
cuando los nacionalistas pasen de los planes de acción políti- En el análisis de los Irazusta, la oligarquía no es, como ha
ca y la prédica contra Yrigoyen a la crítica histórica. Es decir, observado Tulio Halperin Donghi, una clase social ni una eli-
después de la desilusión que experimentaron con el general te política: es, al menos en su génesis, una elite de pensamien-
Uriburu y lo que llamaban la "revolución de septiembre". El to, una clase cultural. A lo largo de la interpretación del pro-
derrocamiento de Yrigoyen no había traído la eliminación del ceso histórico nacional desde 1826 hasta la organización del

6 "Nuestro programa", La Nueva República, 1/12/27. 7 Julio Irazusta, Ensayos históricos, Buenos Aires, Eudeba, 1968, p. 12.
68 Carlos Altamirano ' `1ritelectuales y pueblo 69
- •"

Estado nacional según la constitución de 1853, el grupo riva- : oyen, "caudillo autoritario y absorbente que no manifestó
daviano y los emigrados de la generación del 37 (Sarmiento ningún fastidio por los curas".1° Aunque el caudillo mayorita-
aparece como su quintaesencia) son los portadores del espíri- rio no tenía las virtudes de un estadista, sus intuiciones lo ha-
tu oligárquico. Su programa, de acuerdo con los Irazusta, se _ lían apartado de la opinión liberal.
resume en dos palabras: comercialismo y progresismo. El "ca- Desde lás páginas de la revista Claridad, Ramón Doll celebró
rácter primordialmente ideológico de la oligarquía" no signi- la aparición del ensayo de los hermanos Irazusta como un acon-
ficaba que los autores le atribuyeran una ideología, sino que tecimiento intelectual. Y nada le parecía más digno de elogio
ella era la encarnación de la ideología como tal, es decir, de que esa tercera sección del libro, dedicada a la historia de la oli-
la pretensión de regir la vida política de acuerdo con una doc-
garquía (por sí sola, dice, "puede constituir todo un nuevo pro-
trina extraída de la razón. "Los obstáculos que la realidad le zrama de historia y una norma de acción política hacia el futu-
oponía lo hacían caer; pero él no se desviaba de su camino", o").11 La Argentina y el imperialismo británico había puesto al
escriben al hablar de Rivadavia, para subrayar que esta elite in- descubierto, yendo más allá de las máscaras ideológicas que en-
telectual antitradicionalista era, además, impermeable a la ex- .- torpecían la visión de la sociedad nacional, cuál había sido des-
:
periencia.8 En el retrato no es dificil reconocer el modelo, el de la Independencia la sustancia del antagonismo que regía la
de la crítica conservadora de la Revolución Francesa, de Ed- historia argentina. La lucha, dice Doll, no fue, ni es, entre la "ci-
mund Burke en adelante, que acusaba a los intelectuales (los
:, vilización" y la "battUe", sino entre dos tendencias: una, urba-
philosophes) de haber guiado la opinión en la obra de desor- na, unitaria, progre0Sta;:la línea oligárquica, que sujetaba todo
den y destrucción con que identificaban la revolución. a la riquez1„y'all''paz vacuna" obtenida por "una2` elite' que
¿Y el pueblo? En el escrito de los Irazusta el pueblo no es conduel los destinos del país"; otra, la línea federal, en la que
objeto de una representación tan concreta como la oligarquía, "prevalecieron las masas populares, con su mayor sensibilidad
pero las pocas referencias que hay a él nos hacen saber que ha territorial y con ese acto primo de repulsa instintiva que tiene
resistido el dominio de ese círculo cultivado y que es criollo, siempre el pueblo ante él intelectual y el extranjero".12 Los dos
católico y-tradicionalista. A ese "demos criollo", como lo lla- nombres que asocia a esta tendencia son los de Rosas e Yrigo-
man, se debe el fracaso del proyecto concebido en 1912 para yen, el Yrigoyen, especifica Doll, "anterior a 1912".13
proseguir, mediante el sufragio universal, el experimento ini-
ciado con Rivadavía y reanudado en 1852. En consonancia con lo Idem.
la mentalidad liberal de la oligarquía, la democracia "debía 11 Ramón DO, "Grandeza y miseria de la oligarquía", incluido en Liberalis-
ser laica y perfeccionista, progresista y anticlerical".9 Los pla- mo en la literatura y la política, Buenos Aires, Claridad, 1934, p. 46.
12 Idem, p. 47.
nes fallaron, sin embargo, porque el pueblo plebiscitó a Yri- 13 Idem, p. 43. La reivindicación conjunta de Rosas e Yrigoyen no era un hecho
singular en 1934, pues desde mediados de los años de 1920 los dos caudillos
figuraban relacionados, como lo muestra Diana Quatrocchi-Woisson en su agu-
8 Rodolfo y Julio Irazusta, La Argentina y el imperialismo británico, Buenos Ai- do trabajo sobre el revisionismo histórico (Los males de la memoria. Historia y po-
res, Editorial Independencia, 1982, p. 141. lítica en la Argentina, Buenos Aires, Emecé, 1995). y la orientación populista
9 Idem, p. 201. aparecerá, observa Quatrocchi-Woisson, desde esos años como uno de los po-
70 Carlos Altamirano, Intelectuales y pueblo 71

Cuando en la escena política hizo su aparición, a mediados vera y por la obra de estricta justicia en que está empeñado su
de la década de 1940, el general Perón, la tesis histórica relata caudillo". Pero ellos deberían advertir que se trata "del juego
va al desencuentro y aun a la oposición de elites cultivadas y natural de las fuerzas históricas argentinas, que han vaciado en
pueblo estaba, pues, disponible. Pero el surgimiento del nue- tales formas.pasionales su concepto de la democracia".15
vo caudillo popular no dejó intacta la cuestión y ayudó a que El peronismo activó todas los significados ligados con la pa-
la tesis alcanzara su forma general, que podría resumirse así: labra pueblo, evocando alternativamente al pueblo-nación, al
no sólo en el siglo pasado, sino también en el siglo xx, cada pueblo-obrero, a los humildes y, tanto para adictos como para
gran irrupción del pueblo argentino se hizo con la oposición opositores, a las masas. La crítica contra los "privilegiados del
de los ilustrados y bajo la guía de caudillos. Toda la historia na- intelecto" continuó, pero los querellados no respondieron si-
cional, desde 1810 hasta el presente, debía leerse con arreglo no indirectamente. El "ario echeverriano", es decir, la campa-
a ese esquema. ña de celebración del centenario de la muerte de Esteban
Montoneras y caudillos en la historia argentina, el ensayo del Echeverría en 1951, fue una forma de oposición intelectual al
forjista Afilio García Mellid, aparecido en junio de 1946, no ha- peronismo y una reivindicación del papel rector de los intelec-
rá más que glosar esa clave y representar el advenimiento de tuales en la historia nacional. De todos modos, lo distintivo fue
Perón de acuerdo con ella. "Era evidente, escribe García Me- que no hubo duelo.entre los contrincantes, que permanecie-
lid, que el mito y la mística, vacantes desde la muerte de Trigo- ron en esferas inca;unicadas Cuando en 1954 Jorge Abelar-
yen, habían encontrado su nueva encarnación y su caudillo".14 do Ramos publicó »isi;y resurrección de la literatura argentina,
La nueva montonera era la "montonera social", expresión des- el panfiétct9n
, que tomó a su cargo el proceso contra la intelli-
tinada a subrayar la continuidad histórica del pueblo esencial, gentsia;'Waduciendo a un esquema leninista la vieja condena
figurado por las montoneras. Los adversarios a los que el autor nacionalista al cosmpolitismo cultural, sus tesis sólo conocie-
busca batir son los que llama "representantes del privilegio in- ron la réplica de Ramón Alcalde en la revista Contorno.
telectual":son los que temen por "la reaparición de la monto- La década peronista tuvo, ciertamente, efectos sobre el sec-
tor intelectual adversario, pero la alteración no se haría per-
ceptible sino luego del derrocamiento de Perón. También allí,
los del rosismo: "El análisis de contenido de los peródicos de la época y el mo-
do en que tratan los temas de carácter histórico nos permiten distinguir, en la originando en las filas de la constelación intelectual antipero-
corriente de simpatía hacia Rosas, dos fuentes de inspiración: una de tipo po- nista una grieta que el tiempo no haría sino ensanchar, se ins-
pular e incluso populista, la otra de carácter elitista" (p. 56). Una versión lite- taló después de 1955 el tema de la dicotomía elites/masas y la
raria de la conjunción de populismo, nacionalismo y reivindicación mitológi-
ca de Rosas e Yrigoyen puede leerse, también por la misma época, en algunos
idea de que el pueblo era portador de una verdad que los doc-
de los ensayos criollistas de Jorge Luis Borges.Veánse Beatriz Sarlo, "Vanguar- tos habían ignorado y de la que debían aprender. Hacerse por-
dia y criollismo: la aventura de Martín Fierro"; C. Altamirano y B. Sarlo, Ensayos tavoz de ese pueblo y de esa verdad ignorada se volverá enton-
argentinos. De Sarmiento a la vanguardia, Buenos Aires, Ariel, 1997, y Rafael Olea
ces una posición políticamente ventajosa en los debates
Franco, El otro Borges. El primer Borges, Buenos Aires, FCE, 1993, pp. 77-116.
14 Atilió García Mellid, Montoneras y caudillos en la historia argentina, Buenos
Aires, Recuperación Nacional, 1946, p. 173. 15 Ideen, p. 174.
Carlos Altamirano ntelectuales y pueblo 73
72

ideológicos, dotando a quienes supieran ocuparla de una au-


toridad que otros recursos intelectuales no podrían igualar.16 ... el populismo siempre nos fue grato y las grandes manifestacio-
Quien arrojó el tema en el campo del antiperonismo fue nes peronistas nos fascinaban. La fuerza que descubríamos allí
un nacionalista, Mario Amadeo. Perón, escribirá, "exacerbó nos tomó de sorpresa cuando íbamos a espiar y verificar el núme-
ro de hombres que realmente se reunían a escuchar. El ímpetu y
un problema que nos es común con toda Hispanoamérica y
la insolencia que cargaban y el malestar que infundían en el Ba-
que forma como el nudo de este drama: el divorcio del pueblo rrio Norte nos satisfacía aunque tardásemos en confesarlo. Las
con las clases dirigentes".17 En su réplica, Ernesto Sabato reto- marcas de pintura roja a lo largo de la calle Santa Fe nos diver-
mará el punto: "Es que aquí nacimos a la libertad cuando en tían hasta por su tono melodramático. El miedo de la vieja bur-
Europa triunfaban las doctrinas racionalistas". Yla misma uni- guesía nos alentaba, hasta nos daba la dimensión de lo que sería
lateralidad que en el siglo xix había impedido que los "docto- nuestra futura fuerza: si a los obreros —pensábamos-- que avan-
res" comprendieran a los caudillos, bloquearía la compren- zan a la bartola les sumamos dos o tres ideas bien precisas apor-
sión del peronismo un siglo más tarde. En el discurso de tadas por nosotros, esto se podía convertir en algo formidable.19
Sabato el pueblo no es sólo la masa desposeída, sino también
el portador del sentimiento y las pasiones: el pueblo-instinto, Había, sin duda, cierto sarcasmo en esa evocación de la em-
ese lado nocturno del ser colectivo desconocido o desprecia- briaguez populista qué provocaba la esperanza de cruzarse con
do por el racionalismo de los ideólogos. "Así se explican tan- las masas. El misniTjleritor, sin embargo, habría de mostrar
tos desgraciados desencuentros en esta patria."18 que tomaba en seripM deseo de ese encuentro. Así, no halla
La brecha que se abrió dentro de quienes se habían uni- mos ya nri~á'''ir -
1nía en la foto que pocos años después apa-
do en la oposición al peronismo fue mayor entre los jóvenes reció en` de contratapa de su libro Las malas cos-
que entre los adultos y alejó a los primeros de los segundos, tumbres. Se podía ver allí el rostro de Viñas y detrás, como
sobre todo en el mundo universitario. Pero lo que llevó a los •fondo, un afiche donde se divisaba una multitud, la sigla CGT
jóvenes arorriper con el progresismo liberal de los mayores no en grandes caracteres que parecían elevarse desde el gentío, y
fue el eco de la cultura peronista, sino el afán de cancelar esa debajo las letras E, R y la mitad de la O, que dejaban adivinar
distancia con el pueblo que el peronismo convirtió en un da- el nombre de Perón, que era parte del anuncio pero quedaba
to sensible. Nadie ha recordado con más elocuencia que Da- fuera del cuadro. Era la figuración de la idea, podría decirse:
vid Viñas la mezcla de deseo y expectativa que inspiraba ese el escritor de izquierda con su pueblo, que no era el pueblo
pueblo al que se iba a "espiar" en la Plaza de Mayo: imaginado de la alianza progresista, sino el pueblo histórico
con sus símbolos.
La cuestión del divorcio entre elites y masas recorrió, pues,
16 En las décadas que siguieron a la caída de Perón, nadie ocupará tan com-
pletamente esa posición como Arturo Jaurteche, quien inició con Los profe- todo el espacio ideológico, de una orilla a la otra Moldeado
tas del odio (1957) su larga campaña contra el "duro corazón de los cultos".
17 Mario Amadeo, Aya; hoy, mañana, Buenos Aires, Gure, 1956, p. 97.
19 David Viñas, "Una generación traicionada. Carta a mis camaradas de
18 Ernesto Sabato, El otro rostro del peronismo. Carta abierta a Mario Amadeo, Can-
. torno", Marcha, Montevideo, 31/12/59.
Buenos Aires, s/e, 1956, pp. 44 y 45.
Carlos Altamirano Intelectuales y pueblo
74 75

en los años de 1930 con recursos de la cultura de derecha,20 el de tendía a volver (en el fondo del intelectual, aun de izquier-
tema se alojaría en la cultura de izquierda unas décadas des- da, dormitaba siempre el pequeño burgués y viceversa);23 el
pués, proporcionándole, al menos a una parte de ella, la clave divorcio de elites y pueblo alimentaba el deseo de otra alian-
para describir e interpretar la marginalidad política de todas za: una alianza que no se fundara en el proyecto de conver-
las variantes, reformistas o radicales, del socialismo. Como sus sión del pueblo que había animado a las elites progresistas, si-
ancestros liberales, la izquierda argentina había sido también no que se anudara con la cultura política del pueblo y la
cosmopolita y libresca. Ésta era, a juicio de Juan Carlos Portan- historia de la nación. La izquierda de este nuevo pacto sería
tiero, la verdad desoladora de la izquierda. "Ideológicamente una izquierda nacional-popular. Sólo así, se creyó entonces, la
hemos sido coetáneos de todas las experiencias y de todas las comunicación seria posible, la revolución dejaría de ser un fe-
discusiones del socialismo europeo", escribirá, _para observar a nómeno extranjero y el intelectual podría ser algo más que un
consumidor de los debates y las modas de la cultura europea.
continuación que de la historia argentina había que sacar la
La idea de una alianza populista radical no fue el único efec-
triste conclusión de que "cada gran irrupción de las masas ar-
to que puede asociarse con, la problemati7ación del aislamien-
gentinas se hizo con símbolos no sólo distintos, sino también
to de la intelligentsia en el ámbito de la cultura de izquierda. Ins-
opuestos a los que proponía la `izquierda' 21 Los intelectuales
piró también un reexamen de la historia de las elites cultivadas.
y los políticos que proclamaban esta identidad e hicieron suya La revisión más pe-riar ante la produjeron los escritores y críti-
la tradición liberal del siglo xix, proseguirá, resultaron "epígo- cos surgidos de ContaiVo. Én ese sentido, el libro de David Viñas
nos de todas aquellas frustraciones que marcaran un hiato in- .Literaturct anicntiná y realidad política, publicado en 1964, es, an-
salvable entre elites modernistas y masa, durante la primera eta- tes que t rió historia de la literatura, una historia de las elites le-
pa de configuración de la comunidad nacional".22 tradas que tiene en el "europeísmo" una de sus claves. Lo mis-
Al insertarse en la izquierda, el tema se entrelazó con otros mo puede decirse del estudio de Adolfo Prieto, La literatura
razonamientos doctrinarios y adquirió sentidos que no tenía autobiográfica argentina (1964), y de varios ensayos de Noé Jitrik.
en la constelación originaria. En su nuevo ámbito, la represen- Este cauce histórico-crítico fue el más produtivo, el que dejó un
tación del pueblo tenía su núcleo en la idea del proletariado, legado que aún es activo, como un fermento. En cambio, el pro-
depositario de la nación y, a la vez, clase redentora; la figura yecto de la izquierda nacional-popular sólo se añadió a la lista
del intelectual no remitía ya, al menos inmediatamente, a la de las frustraciones. Más aún: entremezclado con el mesianis-
oligarquía, sino a la clase media, de donde provenía y a don- mo político de variada procedencia, la esperanza heroica y la
violencia, tuvo derivaciones catastróficas en la década de 1970.
2° Aunque Doll perteneciera a las filas del socialismo, su alegato contra los En 1982 José Pablo Feinman publicó lo que podríamos lla-
intelectuales se alimentó de tópicos procedentes de la cultura antisocialista mar un vástago tardío de la querella intelectual contra los inte-
y antiliberal.
21 Juan Carlos Portantiero, "Socialismo y nación",
Nueva Política, año 1, n°
23 Carlos Altamirano, "La pequeña burguesía, una clase en el purgatorio",
1, pp. 6-7.
22 /dem p. 7. Prismas, n° 1, 1997.
Carlos Altamirant.
76

lectuales, Filosofía y nación.


Los capítulos que consagraba a las
elites ilustradas del siglo xix proseguían la tarea iniciada medio
4
intelligent- José Luis Romero y la idea
siglo atrás por Ramón Doll y los Irazusta: la crítica a la
argentina sobre el modelo de la crítica a los ideólogos y su
sia de la Argentina aluvial
alienación en el universalismo de la razón abstracta. El libro con-
tenía una clara alusión a la experiencia reciente (la reprobación
del voluntarismo jacobino era una referencia á voluntarismo La preparación de este libro me
armado de pocos arios atrás) y la prescripción que transmitía deparó cierto orden en mi pensa-
era conocida: los intelectuales debían romper con la dependen- miento acerca del desarrollo de
cia mental y prestar su voz a la lucha por la redención nacional. nuestro pasado y acrecentó mis
Filosofa,y na- esperanzas de comprender nues-
Pero muy pronto el curso de las cosas haría de
un libro de otro tiempo. La derrota de las Malvinas —que tro presente vivo, entonces tan
ción dramático. Los temas fueron sur-
erosionó el suelo del irredentismo nacional— y el rechazo al
giendo al azar de diversas- incita-
autoritarismo de una dictadura fracasada reverdecieron los lau- ciones, pero el hilo que condujo el
reles del liberalismo político y, con ello, k abrieron paso al desarrollo de todos ellos fue siem-
triunfo del Partido Radical. Con el gobierno de Alfonsín llegó pre el mismo, casi a pesar mío.1
un primer viento de internacionalización, el de la Europa so-
cialdemócrata, y por un momento el antiguo proyecto de la
alianza progresista pareció rehabilitarse. Aunque el alfonsinis- José Luis Romero escribía estas palabras en marzo de
se frustró, su naufragio no trajo, sin embargo, el rescate de 1956, es decir, unos meses después del derrocamiento de Pe-
mo quería proseguir. La señal más
la empresa que Filosofía y nación rón (el peronismo era el presente dramático, sobriamente alu-
clara de que el ciclo iniciado en los años treinta estaba agotado dido), al prologar una selección de sus ensayos sobre la reali-
provino del peronismo en el gobierno, que de la mano del más dad histórica nacional. El libro al que hacía referencia y cuya
populista de sus dirigentes quitó del medio todo lo que obstruía preparación le había suministrado un orden para pensar la
la internacionalización de la economía y el pasaje del país al historia nacional era Las ideas políticas en Argentina, publicado
nuevo orden mundial. En el marco de la Argentina que surgió diez años antes. "Quizá conozca mejor los textos medievales
bajo la presidencia de Carlos Menem, el relato de la novela na- que los documentos de nuestros archivos", afirmaba más ade-
cional y sus caudillos reparadores no tendrá ya ni aun funcio- lante, para indicar cuál era su campo de especialización y que
nes manipulatorias. Para entonces'la palabra "pueblo" había
prácticamente desaparecido del lenguaje intelectual (no se ha-
blaba más al pueblo sino a la sociedad), y pronto desaparecería
1 José Luis Romero, Argentina: imágenes y perspectivas, Buenos Aires, Rai
también del lenguaje de los políticos. En fin, es el paisaje polí-
1956, p. 7.
tico y cultural de estos días de fin de siglo.
Carlos Altamirano José Luis Romero y la idea de la Argentina aluvial 79
78

éste no era la historia argentina. "Pero aun así —agregaba—, palabras, "fue siempre el mismo".4 Pues bien, ¿cuál era ese hi-
he aplicado a la indagación de los hechos y las ideas que ana- lo? Es lo que quisiera caracterizar en este trabajo. La hipóte-
lizo en estos estudios el celo necesario para que merezcan al- sis general es que Romero cultivó, sea a través del ensayo his-
guna consideración•"2 tórico, sea por medio del ensayo-diagnóstico, esa tendencia al
Al contemplar hoy la obra que Romero produjo desde ese rastreo y la interpretación de la personalidad colectiva de los
prólogo de 1956 hasta su muerte en 1977, puede apreciarse argentinos tan extendida en el país a lo largo de la primera
que la preocupación por explicar la Argentina no lo abando- mitad del siglo xx. Su idea del saber histórico, para, el que re-
nó nunca, y se la puede seguir como una línea paralela a su la- clamaba el punto de vista de la complejidad, lo preservó de las
bor académica de medievalista. No sólo continuó escribiendo simplificaciones de los críticos moralistas del carácter nacio-
ensayos y artículos sobre hechos e ideas de la vida argentina,3 nal. "Los historiadores ignoran muchas cosas, pero saben que
sino que en 1965 publicó dos libros dedicados a la historia de todo lo que existe, existe", escribió en una oportunidad. Los
su país: Breve historia de la Argentina (un texto "apretado deses- juicios de esos críticos, sin embargo, alimentaron muchas de
peradamente'', escribió en la presentación) y El desarrollo de las sus observaciones sobre la Argentina.
ideas en la sociedad argentina del siglo 20C. Varios de los estudios
que consagró a América Latina, por otra parte, entre ellos uno
de sus grandes libros, Latinoamérica: las ciudades y las ideas
(1976), dejan ver una y otra vez, aquí y allá, escorzos de la Ar-
gentina. En'19»- en ocasión de la quinta edición de Las ideas
¿Había adquirido mayor familiaridad para entonces con ticas en Argentina, Romero se referirá complacido a la fortuna
los archivos nacionales? Independientemente de cuánto hu- que había acompañado a ese libro: se había vendido mucho y
biera aumentado su erudición documental en los años trans- suponía que no se lo había leído menos.5 Después de recor-
curridos desde 1956, no podría decirse que la ilustración de dar que el texto respondió a una iniciativa del Fondo de Cul-
los archivos alterara básicamente ese "orden" respecto del pro- tura Económica, el historiador buscaría definir cuáles eran a
ceso histórico argentino que había cristalizado en él al prepa- sus ojos los méritos de un trabajo que seguía considerando aje-
rar su libro sobre las ideas políticas en la Argentina. Si bien co- no a su área de competencia académica. La historia del país
rrigió, amplió o les dio nueva formulación a algunas de sus
interpretaciones, el núcleo o el hilo, para retomar sus propias
4 Basta ver que en ediciones sucesivas de Las ideas políticas en Argentina
aña-
dió nuevos capítulos al texto de la primera edición, pero mantuvo ese tex-
to, con algunas correcciones, hasta donde llegaba en 1946. El esquema pe-
riodizador de este libro reaparece en la Breve historia de la Argentina, aunque
2 Ideen.
3 La mayoría de esos trabajos los reunió después su hijo, Luis Alberto Rome- lo había extendido añadiéndole, como etapa preliminar, la "Era indígena".
ro, en un vasto volumen: José Luis Romero, La experiencia argentina y otros en- 5 José Luis Romero, "A propósito de la quinta edición de
Las ideas políticas
sayos, Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1980. en Argentina", La experiencia argentina y otros ensayos, p. 6.
Carlos Altamirano José Luis Romero y la idea de la Argentina aluvial
80 81

la había inventado Mitre, declaró, y durante mucho tiempo la significó la inmigración. La mutación que ella había traído
Argentina no tuvo otra representación de su pasado que la aparejada fue un principio,de discontinuidad en la historia co-
que había elaborado el autor de la Historia de Belgrano. Contri- lectiva de los argentinos. Una y otra vez volvería sobre esa al-
buciones como las de Saldías o Quesada corregirán después teración del tejido de la Argentina criolla. La palabra que eli-
aspectos parciales de esa visión, pero más en lo relativo a jui- gió para denominar el ciclo que se había iniciado bajo el signo
cios políticos particulares que respecto del esquema general. de la inmigración, aluvial, no era anodina, como no era ano-
Ahora bien, la síntesis de Mitre podía dar inteligibilidad al pro- dino aquello que quería evocar al elegirla como imagen. Aun-
ceso argentino hasta el momento de la organización nacional, que no se encontraba entre quienes veían en la inmigración
tras la caída de Rosas. Pero todo lo que había acaecido des- "un fenómeno lamentable", tampoco juzgaba que se tratara
pués, sobre todo desde 1880 en adelante, quedaba fuera de la de un acontecimiento sin trastornos ni otros efectos que los
comprensión que ofrecía ese marco ordenador. Yen el discur- demográficos.
so historiográfico, observaba Romero, después de 1880 no pa- Al editar en 1956 sus ensayos sobre la Argentina, Romero
recía haber otra materia que la sucesión de las presidencias, les dio el titulo de uno de ellos, "Argentina: imágenes y perspec-
como si el proceso simplemente continuara, pese a las gran- tivas", y lo puso a la cabeza de la recopilación. En él hizo suyo
des alteraciones experimentadas por la sociedad argentina. En uno de los temas de .la reflexión ensayística sobre el ser colecti-
esa brecha historiográfica se había insertado su trabajo sobre vo de los argentin6s:-Esinnegable, decía, "que uno de los secre-
las ideas políticas en la Argentina, que en la tercera parte pro- tos de nuestra re..1'11-111U es esta falta de correspondencia entre
porcionaba un cuadro del ciclo hasta entonces sin represen- los contenidos unimos y las formas externas, cuya expresión
tación ni nombre distintivo. más clara aparece en cierta relación falseada entre la sociedad
y el Estado". En la disonancia entre la sociedad y el Estado se
Yo decidí sistematizar el período que comienza en 1880 y poner- hallaba el signo más visible "de cierta incoherencia que se adi-
le una designación ("La Argentina aluvial"), que aludía al fenó- vina en nuestra realidad, la más precisa fórmula posible de nues-
meno que a mí me parecía decisivo y fundamental de ahí en ade-
tra fisonomía informulable". Romero conjeturaba que el senti-
lante, tal la metamorfosis que en la sociedad argentina opera la
miento de esa incoherencia podía tal vez explicar la inquietud
inmigración. Con el agregado de que para más de un colega la
extendida por la identidad colectiva: "Apelamos a los testimo-
inmigración era no sólo un fenómeno inexplicable sino tam-
bién... un fenómeno marginal, y para muchos otros colegas un nios de los viajeros ingleses, a nuestros ensayistas más agudos, a
fenómeno lamentable .° nuestro propio caudal de observaciones, y nos esforzamos por
recoger el conjunto de los rasgos típicos que nos permitan de-
Para Romero ni la política, ni la cultura de la Argentina cir: esto somos".7 Pero si se tuviera la certeza de quiénes somos,
moderna podían pensarse sin referencia al gran clivaje que concluía Romero, no existiría la compulsión a definirnos.

7 José Luis Romero, Argentina: imágenes y perspectivas, op. cit., p. 11.


6 id,e7n, p. 8.
Carlos Altamirano José Luis Romero y la idea de la Argentina aluvial 83
82

El tema de la incongruencia entre estructuras y códigos repetición del pasado? En efecto, una de las formas que adop-
formales, por un lado, y disposiciones profundas de los argen- tó desde el comienzo la oposición intelectual al régimen de
tinos, por el otro, era uno de los motivos recurrentes del dis- Perón fue la del combate por la verdadera tradición nacional,
curso de Ezequiel Martínez Estrada desde Radiografía de la amenazada por el nuevo movimiento. Haciendo un uso ana-
pampa (1933). Romero no lo cita en esta ocasión, pero estima- lógico del pasado, el peronismo era identificado con el rosis-
ba hasta el elogio la obra ensayística de Martínez Estrada, co- mo y éste con la interpretación que habían hecho de él los
mo lo prueban numerosos escritos. De todos modos, no era miembros de la generación del 37: Echeverría, Sarmiento, Al-
la "falta de correspondencia entre los contenidos íntimos y las berdi, Mitre. No era el antiperonismo lo que preocupaba a Ro-
formas externas" la cuestión que quería recalcar, sino cuál de- mero, quien pertenecía orgánicamente a ese campo, sino sus
bía ser el modo de dar cuenta de esa realidad que considera- presupuestos y la ceguera que encerraban para escrutar la rea-
ba palmaria. ¿Qué observaba a su alrededor? Que se prefería, lidad argentina del siglo veinte.
escribe, "realizar una minuciosa labor exegética sobre los da- Había, sin embargo, más que un sentido polémico inme-
tos de nuestra tradición, en lugar de sumergirnos en los da- diato en las palabras de Romero. A sus ojos el proceso que es-
tos inmediatos que se nos ofrecen por todas partes".8 Los su- taba en curso iba más allá del peronismo, al que juzgaba un
puestos de esa exégesis eran la continuidad de la experiencia hecho circunstancial, pasajero, como el resto del campo anti-
histórica argentina y la coherencia de su configuración cultu- peronista. Pero ncrS'e podría dar cuenta de ese proceso sin ha-
ral. Pero era con la certidumbre de esos supuestos con lo que cer el esfuerzo popintesp
" retar y hablar del "verdadero país",
era necesario romper, ruptura que obligaba también a un em- el que-hát/I sulido de la ofensiva de las élites modernizado-
pleo circunspecto de los pensadores del siglo xix. "Nadie dis- ras quO. dieron su organización nacional. Pues la historia le
cute el valor de Echeverría, Aiberdi, Sarmiento o Mitre como había reservado muchas sorpresas a la "pequeña colectividad"
testimonios o como intérpretes de su tiempo."9 No obstante, rioplatense del siglo pasado: "Un vasto movimiento de expan-
su tiempo no es el del presente: "Porque la realidad es dife- sión económica la incluyó poderosamente en su ámbito de in-
rente, y no sólo desde el punto de vista meramente cuantita- fluencia y desarticuló totalmente las líneas de su desarrollo
tivo —esto es respecto del grado de desarrollo— sino también cal. La Argentina prometía demasiado para que pudiera gozar
desde el punto de vista cualitativo, esto es, respecto de su na- de sus condiciones potenciales sin sacrificar en el altar del
turaleza interior".10 gran capitalismo en ascenso, y así irrumpieron en ella los ca-
¿Cómo no leer en estas afirmaciones una crítica a la ten- pitales y la inmigración".11 Este movimiento había traído sus
dencia a descubrir en el peronismo (el ensayo es de 1949) la recompensas, pero también acarreó un mal: "la desarticula-
ción interior del complejo social, una suerte de enloqueci-
miento de sus potencias íntimas, cada una de las cuales busca

8 Idem, p. 12.
9 Idem.
lo Idem. Idem, p. 14,
Carlos Altamirano José Luis Romero y la idea de la Argentina aluvial 85

su propio destino sin descubrir—ni buscar—un entendimien- va síntesis histórica se asociaba expresamente con las disyun-
to recíproco".12 tivas políticas del país, y la exigencia de que el historiador con-
Aunque Romero consideraba que la rumia obstinada en tribuyera al debate cívico será enunciada en términos apre-
torno de los textos clásicos de la tradición liberal no daría las miantes. Es "innegable, escribirá, que no podemos esperar
claves del presente, tampoco se propuso romper con esa tra- más y tenemos que realizar el esfuerzo de reconstruir, con los
dición. Su labor en el campo de la historia argentina, como pocos materiales que contemos, el curso de nuestra existencia
ha señalado Tulio Halperin Donghi en un espléndido ensayo institucional y ciudadana, ese extraño curso [las cursivas son
sobre el pensamiento histórico de Romero, "lo ubica en una mías] que nos ha conducido a la situación que hoy debemos
línea interpretativa previa, cuya dirección general lo satisface afrontar tomando una u otra actitud".15
plenarnente".13 Lo que buscaba, pues, era una ampliación an- El artículo contenía ya la caracterización condensada de
tes que una alternativa a la imaginación histórica del liberalis- las dos etapas en que a su juicio se dividía la historia argenti-
mo argentino. Mitre había pensado la historia nacional desde na —la era criolla y la era aluvial— y desembocaba en el pre-
el punto de vista del porvenir, es decir, de acuerdo con la con- sente, 1945. El carácter insospechado del presente aclaraba la
cepción de lo que el país debía ser. ¿Qué visión debían tener frase "ese extraño curso", pues es imposible no ligarla al des-
los argentinos de su pasado? La que los ayudara a encarar y concierto que procktcía en el campo de la cultura progresista
aun a preparar ese destino que, a pesar de las pausas y los re- lo que por entonces có-Inenzaba a llamarse peronismo. "El he-
-–
trocesos, su historia anticipaba. Romero admiraba esa idea y cho que ha cauzachWarpresa ha sido la aparición de una ma
la ejecución que le había dado el autor de la Historia de Belgra- sa sensible-W.1os halagos de la demagogia y dispuesta a seguir
no, pero consideraba, como lo declara en 1943, que ella debía a un caudillo", observará, aludiéndolo de acuerdo con una de
ser acto. liada. Ha llegado la hora, escribió entonces, "de que las representaciones habituales en las filas del antiperonismo.
realicemos un nuevo ajuste entre el pasado y el futuro, como A su juicio, el hecho no era, sin embargo, incomprensible: "Es-
Mitre lo hizo, para descubrir cuáles son los deberes que nos te fenómeno —amargo y peligroso— no es de ninguna mane-
impone la continuidad del destino común".14 ra inexplicable".16 La explicación tanto como la solución del
Dos arios después, la inquietud por el destino común se fenómeno se hallaban en los cauces y las fuerzas del proceso
había tornado más imperiosa. En un artículo titulado "El dra- histórico nacional cuyas líneas previamente había trazado.
ma de la democracia argentina", el requerimiento de una nue- Ahora bien, aunque la presencia inmediata del peronismo
pudo haber vuelto más`angustiada su inquisición del futuro
nacional, la necesidad de una nueva síntesis que retomara la
12 Ideen.
13 Tulio Halperin Donghi, "José Luis Romero y su lugar en la historiografía
argentina", José Luis Romero, Las ideologías de la cultura nacional y otros ensa-
yos, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1982, p. 217. 15 José Luis Romero, "El drama de la democracia argentina",
Argentina: imá-
14 José Luis Romero, "Mitre: un historiador frente al destino nacional", Ar- genes..., p. 39.
gentina: imágenes..., p. 158. 16 Idem, p. 53.
86 Carlos Altamirano José Luis Romero y la idea de la Argentina aluvial 87

narrativa progresista la había proclamado ya, según vimos, en epistemológicas del saber histórico eran Windelband, Rickert,
1943. En Las ideas políticas en Argentina, publicado tres años Croce y, sobre todo, Dilthey.17 Había extraído de ellos las pre-
después, el primero y más importante de los interrogantes se- misas de su enfoque historiográfico, que hace de las culturas
guía remitiendo al mismo nudo histórico indicado entonces: el objeto propio del conocimiento histórico: "Concebidas co-
los trastornos desencadenados por las transformaciones de- mo totalidades, las culturas y los grupos sociales que se definen
mográficas, sociales y económicas que se operaron a partir de por ellas, constituyen el tema propio de la ciencia histórica, en
la segunda mitad del siglo xix. Dicho más claramente: Rome- la medida en que las objetivaciones en las cuales trascienden
ro había madurado sus claves de interpretación de la realidad significan etapas de un desenvolvimiento".18 En la estela de
argentina antes del surgimiento del peronismo y su aparición Dilthey, lo que llamaba comprensión era el esfuerzo por cap-
no alteró el cuadro que había definido con arreglo a esas cla- tar en la multiplicidad de expresiones de una cultura (sea la de
ves. El capítulo que añadió en la segunda edición de Las ideas una sociedad, sea la de un grupo particular), la unidad que la
políticas... para dar cuenta de los años que iban de 1930 a 1955 engendraba. "Por la vía del comprender, se llega a reducir los fe-
llevaba por título "La linea del fascismo", la categoría con arre- nómenos de superficie, los signos de las vivencias que les dan
glo a la cual interpretaba por entonces el peronismo. En su origen, y se descubre, entonces, en la realidad espiritual, una
Breve historia de la Argentina esta definición era abandonada y estructura que constituye el núcleo de una cultura histórica:
los años de Perón apareCían bajo otra denominación: "La re- esa estructura como una concepción del mundo."19
pública de masas". En los dos casos, el hecho peronista se in- Los nombres," qué periodizó la historia argentina trans-
cluía como capítulo de un proceso histórico que hundía sus miten'és4'álfoque, es decir, fueron concebidos para designar
raíces en el siglo xix y que hasta el final de su vida no conside- conjuntos socioculturales. De ahí el relieve que tienen en sus
raría concluido. análisis las relaciones entre modos de vida y concepciones del
La evolución de la Argentina "aluvial", ese presente vivo mundo, configuraciones sociales y valores, aunque lo que en
que se afanaba por comprender, no sólo lo llevará a reformu- tiende como historia cultural no sea una historia regional, de-
lar algunas de sus esperanzas, sino que lo obligará a volver más finida en torno a una esfera particular de fenómenos y opues-
de una vez sobre su propio ajuste entre el pasado y el futuro.
ta a la historia económica y a la historia estatal. El punto de vista
No he empleado, sin intención el término "comprensión", histórico-cultural era para él un enfoque que aspiraba a la to-
pues está en el centro de la idea que Romero tenía de la inte-
talidad, aunque ésta fuera siempre obligadamente provisional.
lección histórica. En los escritos que dedicó a la naturaleza de
su disciplina es declarada su deuda con los pensadores que en-
tre las últimas décadas del siglo xix y las primeras del xx, sobre
todo en el ámbito de la cultura alemana, se propusieron dar 17 Los escritos de reflexión teórica y metodológica han sido reunidos en Jo-
sé Luis Romero, La vida histórica, Buenos Aires, Sudamericana, 1988.
fundamento a las ciencias del mundo histórico, las llamadas
18 José Luis Romero, Bases para una morfología de los contactos culturales, Bue-
ciencias del espíritu por oposición a las ciencias de la natura- nos Aires, Institución Cultural Española, 1944, p. 11.
leza. En efecto: para Romero, quienes habían echado las bases 19 Idem, p. 15.
88 Carlos Altamirano José Luis Romero y la idea de la Argentina aluvial 89

Pero Romero también hizo suyo otro principio del histori- to había sido acuñado, nos dice Romero, para evocar "sobre
cismo alemán contemporáneo, mejor dicho, de la corriente co- todo a los contenidos culturales de la sociedad toda, alimen-
nocida como "filosofia de la vida", que remite a los nombres de tada por la tradición española tal como se conservaba en las
Dilthey, George Simmel y de José Ortega y Gasset, quien le dio antiguas colonias americanas. Sociedad tradicional, su cohe-
traducción y vigencia en lengua española: la tesis del conflicto rencia étnica, social y cultural era profunda y su movilidad so-
entre vida y cultura. El tema aparece muy temprano en el pen- cial escasísima".21 Esta sociedad había adquirido sus caracte-
samiento de Romero. Como señaló Tulio Halperin Donghi, se rísticas básicas en los siglos de la era colonial. Más aún: "no
halla enunciado ya en un trabajo de 1936, "La formación his- sólo se conforma entonces la realidad social futura de la Ar-
tórica". En ese ensayo juvenil, de espíritu orteguiano, Romero gentina, sino que se estructura también su actitud espiritual
elogia la tesis de Simmel acerca de la vida como generadora in- frente a los más graves problemas de la existencia colectiva".22
cesante de formas culturales y la pugna asociada a esa dinámi- Los núcleos étnicos primordiales (los criollos blancos y los
ca. "Una vez creada una de esas formas, toma enseguida vida criollos mestizos); las formas de actividad económica que go-
independiente y adquiere una autonomía y vitalidad propias." zaban de prestigio (la ganadería y el comercio); los dos ám-
Pero "sucede que la vida —creadora una vez más y siempre— bitos de la vida criolla (la ciudad y la campaña); todos estos
encuentra que su nuevo impulso creador se siente frenado por rasgos de la sociedad que surgió tras la independencia se ha-
esas formas que creó antes y que ahora subsisten como formas, bían forjado en Taltracolonial. También los dos cauces del
solamente, aunque quizá desprovistas de espíritu".2° Este pos- pensamiento poli: la matriz autoritaria, que era una hue-
tulado simmeliano del conflicto entre las dos instancias—la de lla de~ariálelos Austria, y la matriz liberal, legado de la
las formas en que se plasma la vida, pero que se independizan Ilustradón borbónica.
y reifican. (cultura), y la de la vida como potencia creadora per- Pero había otra particularidad en la era colonial, asociada
manente—, reelaborado por Ortega y Gasset en El tema de nues- con los modos de vida espontánea que se habían engendrado
tro tiempo, se reflejará en la interpretación de la sociedad argen- en ella, y que perdurará en etapas posteriores de la cultura ar-
tina propuesta por Romero. gentina: la disparidad entre el apego exterior a las normas y
la transgresión efectiva de sus prescripciones. "Ni la voluntad
real ni las leyes y ordenanzas en que se concretaba recibían
otro testimonio que el de la más rendida sumisión; pero ni la
autoridad real ni las leyes podían contra la miseria y el ham-
La "Argentina aluvial" se recorta sobre el fondo de la "Ar- bre, contra el apetito de riquezas, contra la irritación que cau-
gentina criolla", a la que ha reemplazado tras haberla altera-
do y revuelto. ¿Qué era esto de Argentina criolla? El concep-
21 José Luís Romero, "La crisis argentina: realidad social y actitudes políti-
cas", Las ideologías de la cultura nacional y otros ensayos, p. 46.
20 José Luis Romero, "La formación histórica", La vida histórica, p. 48. 22 José Luis, Romero, Las ideas políticas en Argentina, México, FCE, 1956, p. 13.
90 Carlos Altamirano José Luis Romero y la idea de la Argentina aluvial 91

saba la medianía en quien había acudido a América para salir tre minorías urbano-criollas y masas conducidas por caudillos
de pobre". El español violaría las "leyes que coaccionaban sus rurales. Las primeras, que proseguían el espíritu reformador
apetitos", pero simulando reverencia y acatamiento.23 Ejem- y centralista del iluminismo borbónico, tenían su sede princi-
plo de quebrantamiento de las concepciones oficiales y las for- pal en Buenos Aires y concebían la Argentina independiente
mas institucionalizadas era la práctica extendida del cohecho como una nación organizada de acuerdo con los principios del
y el contrabando, a la que no fueron ajenos los funcionarios constitucionalismo liberal; las masas rurales, por su parte, apa-
reales que, "al ejercitarlas, reconocían la relativa...licitud de recieron en escena con el llamado de la revolución, que había
ciertas formas de vida al margen de las solemnes prescripcio- sido un movimiento de la burguesía urbana. Si desde la era co-
nes de la ley".24 Romero volverá sobre este contraste entre lonial Buenos Aires y, en general, las ciudades eran un bastión
principios formales y realidad en un escrito de 1973, pero dán- europeo, donde había ido desarrollándose un estilo civilizado
dole una nueva formulación: "Antes y por debajo de toda ideo- de vida, las áreas rurales eran el ámbito de una sociedad rudi-
logía sistemática, la primitiva sociedad argentina —como to- mentaria, ajena a la vida civil y política. Activadas por la revo-
das las de Latinoamérica— se constituyó al calor de una lución, las masas de las campañas se identificaron con la inde-
ideología espontánea, que esconde su verdadera fisonomía de- pendencia, pero no con los postulados del liberalismo ni con
trás del idealizado espíritu aventurero". En un rincón margi- el papel rector de los letrados urbanos. "Buenos Aires quiso
nal del mundo colonial como era el rioplatense, donde "no dominar y educar; Perio el pueblo se cerró a sus clamores y res-
había muchos honores que alcanzar, como en México o en Li- pondió con una .cOtepción peculiar del movimiento revolu-
ma", esa ideología que moldearía la sociedad argentina fue la cionárion9,::ÁiVdemocracia "doctrinaria", encuadrada den-
del ascenso económico: "Era una ideología espontánea, ajena tro clélclós principios liberales y propiciada por las elites
a toda conceptualización" y "porque fue espontánea dejó una ilustradas, se enfrentará la democracia "inorgánica" de las ma-
huella imborrable".25 sas criollas. Tradicionalismo antiliberal y espíritu de emanci-
Volvamos a la imagen de la Argentina criolla. Para Rome- pación, caudillismo y democracia elemental, se reunieron sin
ro, el historiador de esta Argentina fue Mitre, y Sarmiento su articulación sistemática en una concepción que era "pura en
sociólogo; de ellos extrajo las líneas principales de su interpre- sus fuentes, mas llena de peligros e imperfecciones".27 Yal pro-
tación de los años que van de la Independencia a la Organi- yecto de construcción de un Estado nacional centralizado los
zación Nacional. El drama central de la etapa, que siguió al caudillos opondrán la bandera del federalismo.
movimiento de la independencia, fue la guerra sin cuartel en- Romero percibía a los actores del antagonismo con crite-
rios predominantemente culturales (mentalidades, valores,
concepciones del mundo). En el drama que evocaba y que cu-

23 mem, 34.
p.

24 36.
/den p.

26 José Luis Romero, Las ideas políticas..., p. 7L


25 José Luis Romero, "Las ideologías de la cultura nacional", Las ideologías de
27 Idea', p. 103.
la cultura nacional..., p. 77.
92 Carlos Altamirano José Luis Romero y la idea de la Argentina aluvial 93

bría la historia argentina desde 1820 a la caída de Rosas ca, acelerada y concentrada (en el litoral y, sobre todo, en al-
(1852), los grupos urbanos ilustrados eran los portadores de gunos centros ubanos), y la alteración económica, no menos
la ment2lidad burguesa y del proyecto de la nación progresis- acelerada y desigualmente distribuida. "Si la población cam-
ta. Ellos terminarían por prevalecer: la generación intelectual biaba de fisonomía por la rápida recepción de elementos ex-
del 37 elaboró el programa que, madurado en el exilio, posi- traños que no podían incorporarse fácilmente al conjunto so-
bilitaría la liquidación de la federación rosista y la organiza- cial, la renovación de las formas económicas debía producir
ción nacional sobre bases constitucionales. Desde 1862 las una conmoción no menos profunda."28
erupciones de la guerra civil fueron reduciéndose, a medida El ámbito de la Argentina criolla iría restringiéndose y muy
que los grupos progresistas se imponían a quienes en las pro- pronto comenzaría a ser recordada con nostalgia por grupos
vincias opusieron resistencia a su dominio. Hasta 1880 se su- que iban perdiendo gravitación en la vida colectiva: "A partir
cedieron las presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda, de 1880, aproximadamente, la Argentina aluvial, que se cons-
quienes asumen en el discurso de Romero el papel de una eli- tituía como consecuencia de aquella conmoción, crece, se de-
te republicana, un patriciado. Ellos afianzaron el orden insti- sarrolla y pugna por hallar un sistema de equilibrio que, obvio
tucional y cuando en 1880 tuvo lugar el último episodio de dis- es decirlo, no podría alcanzar sino con la ayuda del tiempo".29
cordia armada, el aparato del Estado nacional contaba con los Entre tanto, lo, que se formaba tenía los caracteres de un
medios para imponer su autoridad en todo el territorio. Sin conglomerado gni' coherencia. Tras un primer momento en
embargo, el programa de esa elite no era sólo político-institu- que se mantuy•esd diferenciadas la masa criolla y la masa in-
cional. Según el diagnóstico que habían elaborado en la lucha migrat~o-lenzó a producirse un rápido "cruzamiento"
contra Rosas, la barbarie, el primitivismo político de las masas entre l'Ibas, proceso de hibridación que había de verificarse
y el régimen de caudillos no quedarían definitivamente atrás tanto en las clases subalternas como en la clase'media. De la
sin una mutación radical, social y económica, que insertara a mezcla surgiría poco a poco la típica, clase media argentina de
la Argentina en la órbita de lo que Sarmiento llamaba la civi- la era aluvial, cuyos rasgos, tal como aparecían en los relatos
lización. La era de la Argentina aluvial comienza con esas costumbristas de Fray Mocho, revelaban la coexistencia de los
transformaciones. ideales criollos y los ideales de la masa inmigratoria, en lucha
unas veces, en proceso de fusión otras, y acaso en ocasiones
yuxtapuestos sin terminar de operar su adaptación definiti-
IIl va".30 Del conglomerado criollo-inmigratorio no suigiría sólo
una nueva clase media, sino también el proletariado del na-
La palabra "aluvial" sugiere afluencia brusca de cosas que
proceden de diferentes sitios y no se acomodan entre sí. Esta
era seguramente la imagen primera y básica que Romero que- 28 'dm p. 175.
ría transmitir al condensar en ella la representación del cam- 29 id„

bio y su velocidad. Es decir, la alteración demográfica y étni- 30 'dem, p- 177.


94 Carlos Altamirano José Luis Romero y la idea de la Argentina aluvial 95

ciente capitalismo argentino, pero una aspiración común pre- jez, y no disimulaba la poca simpatía que le inspiraba una vi-
dominará por sobre los clivajes de clase: la aspiración al ascen- da colectiva cuya aspiración dominante fuera la obtención de
so social, designio que no era inalcanzable en una sociedad in- riqueza. No ponía en cuestión el propósito que había anima-
cipiente, sin el obstáculo de las jerarquías rígidas y llena de do a quienes desencadenaron los cambios que dislocaron la
posibilidades para la carrera del mejoramiento económico. El sociedad criolla (los grupos progresistas) pero dejaba entre-
"dinero fue la llave maestra que permitió al hombre que se ha- ver que no asentía a la confianza sin reservas de esos grupos
cía a sí mismo o hacía a sus descendientes con denodado es- en las promesas de lo que llamaban civilización. Su idea de lo
fuerzo, salvar las etapas y alcanzar el triunfo" 31 que la Argentina debía sér —el país del porvenir— apenas
Una evolución paralela se verificó en el campo de la mi- parecía encontrar signos precursores claros en la Argentina
noria dominante. Una nueva generación hizo su ingreso en la aluvial. Sin embargo, Romero tampoco cedía fácilmente a la
vida pública en 1880 y sucedió en la dirección del Estado al simplificación de las tesis condenatorias que desde 1890 al
patriciado liberal que había presidido el curso de la organiza- Centenario animaron una abundante literatura sobre los es-
ción nacional. Esta nueva elite, que hace fortuna con las acti- tragos que producía el espíritu de factoría, sobre todo en Bue-
vidades generadas por la modernización económica y que asi- nos Aires. Tomaba en cuenta esa literatura, algunos de cuyos
mila el progreso del país a la sola prosperidad material, autores citaba, perotomaba en cuenta también otros datos,
asumirá los rasgos de una oligarquía que se cree con derecho por lo cual los signos: de la nueva época eran más imprecisos
a gobernar por superioridad natural. Ávida y entregada al con- que unívocos_
sumo conspicuo, la nueva generación, liberal desde el punto Uri:-tetkrió donde evidenciaba esta ambigüedad de los he-
de vista ideológico, como su antecesora, era más escéptica que chos era él de las corrientes político-ideológicas. Para Rome-
ésta respecto del papel cívico de las masas populares. "De ese ro, el desarrollo del pensamiento político siguió la evolución
modo, el mismo proceso que conformaba una dase media y de los dos universos que caracterizarán a la sociedad aluvial:
un proletariado con el conglomerado criollo-inmigatorio, el de la minoría dominante, la oligarquía, que se hizo porta-
transformaba a la antigua y austera élite republicana en oligar- dora de un liberalismo cada vez más conservador, y el de la
quía capitalista".32 Para expresarlo con los términos que el li- masa criollo-inmigratoria, que será la base de lo que designa
bro de Natalio Botana sobre- la tradición republicana argenti- como "linea de la democracia popular". En este conglomera-
na ha vuelto corrientes: en el campo de las elites, la "república do popular, la reacción contra la elite tomó no sólo carácter an-
del interés" sucedió a la "república de la virtud". tioligárquico, sino también antiliberal, remisa a la civilización
Podría decirse que Romero observaba la época con los europea. "[P] oco después afirmó su enérgico impulso demo-
ojos de sus críticos, comenzando por el Sarmiento de la ve- crático y acentuó su tono popular hasta sobrestimar lo que la
élite menospreciaba."33 Aunque en su interior comenzarán a

31 Ideen, p 183.
32 Benz, p. 18L " Idem, p. 183.
96 Carlos Altamirano José Luis Romero y la idea de la Argentina aluvial 97

perfilarse los clivajes sociales (clase media y proletariado, se- su volumen sobre el país; ha sepultado las antiguas minorías e
gún vimos antes), la mayoría no se agrupará en torno a parti- ignora las nuevas, aun las que provienen de su seno.35
dos de clase, sino en torno a uno cuya laxa ideología era ho-
móloga a la configuración del conglomerado aluvial, la Unión Como puede notarse, pese al cambio radical experimen-
Cívica Radical: "Partido de ideales imprecisos, movido más por tado por la realidad nacional la oposición entre masas y mino-
sentimientos que por ideas, polarizó prontamente el mayor rías —característica de la Argentina criolla— no ha desapare-
caudal de la masa criollo-inmigratoria, cuyos intereses y aspi- cido, sino que se ha recreado, y la mentalidad predominante
raciones representaba en forma eminentes es irreductible a una posición definida en la estructura social:
aglutina a un conglomerado que no se deja clasificar con cri-
terios de clase o de categoría. Mentalidad urbana, tiene sus
IV poetas en Evaristo Carriego y Almafuerte, y su folklore, en el
tango y el sainete; todos transmiten una concepción de la vi-
Con algunas pocas variantes Romero hará una y otra vez, da, cuyas notas distintivas son el sentimentalismo y el patetis-
desde mediados de la década de 1940, este relato de la forma- mo. También cierta laxitud moral: "no parece haber en ella
ción de la Argentina aluvial y sus tendencias. En todas las ver- un definido y claro, contenido moral; por el contrario, se insi-
siones de ese proceso, la decantación de lo que definía como núa cierta amoralidad radical, que se refleja en una filosoffa
del éxito; y este é:X1.tt, inmediato a que se aspira no se proyec-
"impreciso" se remitía al futuro y la era aluvial aparecerá siem-
ta sino;eirleteffriinados planos: en el de la lucha por el ascen-
pre como un ciclo inconcluso. A manera de complemento sin-
so sociáro en el de la lucha por la riqueza".36 Romero com-
crónico del relato funcionarían los ensayos en que describe
pletaba la reseña con la referencia a otras características: el
los rasgos típicos de la cultura aluvial. Veamos cómo los rese-
carácter híbrido de la mentalidad aluvial, que provenía de la
ña en uno de ellos, publicado en 1947:
mezcla sin definición de elementos criollos y extranjeros; el
cosmopolitismo, asociado con su condición de fenómeno ur-
Actualmente, la mentalidad predominante en la compleja reali-
bano, lo que la inclina a la búsqueda del confort, pero tam-
dad argentina es la que corresponde a la masa aluvial. Mentali-
dad de masa, ha roto todos los diques que pudieran limitarla y bién la predispone a intereses y valores universales; el forma-
no reconoce los valores sostenidos por las minorías con que se lismo ritual que refrena la expresión de los sentimientos
enfrenta sin someterse; y como mentalidad aluvial, corresponde espontáneos: "retórica y sentimental es como la mentalidad
a un conjunto indiscriminado y resulta de la mera yuxtaposición aluvial se nos aparece fundamentalmente".37
de elementos que provienen de distintos orígenes, sin excluir los
tradicionales criollos. Esta mentalidad aluvial se ha impuesto por
35 José Luis Romero, "Los elementos de la realidad espiritual argentina", Ar-
gentina: imágenes..., p. 21.
Idem, p. 22.
34 Idem, p. 216. 37 Idem, p. 24.
98 Carlos Altamirano José Luis Romero y la idea de la Argentina aluvial 99

Frente a la mentalidad predominante, se recortan otras orientar a la masa padecen la congoja de no sentirse respalda-
dos, ambas minoritarias. Por un lado, la "mentalidad criolla", das por ella", escribe Romero. Como lo había ya consignado,
de papel preponderante en el pasado, pero de ascendiente re- la mentalidad predominante no sólo había sepultado a las an-
ducido en el presente. Aunque tenía el carácter de una forma- tiguas minorías, sino que ignoraba a las nuevas, aun las que
ción residual, estaba dotada de coherencia y estilo, era activa provenían de su seno. Él confiaba, sin embargo, en la fuerza
y no carecía de brío: "Acaso su fuerza resida, sobre todo, en de la diferenciación de clases —que discriminaría socialmen-
que ha logrado hacer arraigar la idea —hasta en el seno de te lo que aún era un "conjunto indiscriminado"— y en la po-
sectores típicamente aluviales— de que se consustancia con la tencia de los valores universalistas alojados en la mentalidad
nación misma...". Romero llamará más tarde "señorial" a esta aluvial: "esta situación no puede durar, y el proceso de acomo-
mentalidad que hallaba su base en algunos grupos margina dación entre masa y minoría ha de producirse en un plazo más
les de la oligarquía y daba sostén a la sensibilidad y el pensa- o menos breve, a medida que el conglomerado aluvial se de-
miento de una derecha antiliberal y autoritaria, nacionalista cante".40 Durante años seguirá aguardando esa decantación
("Está apegada a la tradición vernácula de origen español, y que pondría fin al divorcio entre masas y elites que registraba
en defensa de esa tradición se ha tornado xenófoba, hostil a la Argentina aluvial. Al menos hasta 1973, cuando su análisis
la masa aluvial, autoritaria, intolerante y, aveces, agresiva") 38 del presente ya no irá acompañado de esa expectativa.
Completaba el cuadro de las mentalidades la que Romero de-
nominaba "universalista", adversa tanto a la mentalidad crio-
lla, como a la aluvial. "También es, en principio, una mentali- V
dad de minoría, pero, a diferencia de la criolla, tiene en la
masa aluvial muchas posibilidades de arraigo."39 Para la representación de la Argentina aluvial, Romero no
Aunque Romero no identificaba más que vagamente a los tenía a su disposición una labor de síntesis equivalente a la que
grupos portadores de esta mentalidad (los dispersa, podría de produjo la historiografía liberal, de cuya lectura había extraí-
cirse, en la "Argentina invisible", el país profundo figurado por do las líneas principales de su cuadro de la Argentina criolla.
Eduardo Mallea), no es dificil reconocer cuál era el núcleo de En la advertencia que escribió a Las ideas políticas en Argentina
la minoría universalista de la que hablaba: la elite político-in- remitía a la bibliografia asentada al final del libro para dar
telectual progresista, constelación a la que pertenecía el pro- cuenta de "los autores cuyos datos y opiniones ha consultado".
pio Romero. Esa elite, que integraba también su partido, el Basta echar una ojeada a esa bibliografía para comprobar que,
Partido Socialista, aspiraba a la alianza con las masas, pero és- en lo relativo a la Argentina posterior a 1880, no contaba con
tas no la tomaban en cuenta. "Las minorías que hoy podrían mucho: unos pocos estudios, por lo general de actores políti-
cos, y algunas biograffas. Los ensayos sobre la vida argentina

38 Idem, p. 25.
39 Idem. 40 Idem.
100 Carlos Altamirano José Luis Romero y la idea de la Argentina aluvial 101

de Agustín Alvarez, Joaquín V. González, Alejandro Korn, Jo- El Ortega y Gasset que vino en 1928 era el pensador de
sé Ingenieros, autores todos de los años del Centenario, de los El tema de nuestro tiempo y el ideólogo preocupado por el ad-
que sacaría provecho, le parecían de utilidad limitada, pues venimiento de las multitudes (en las conferencias que dictó
ellos estaban demasiado próximos a una realidad todavía en ese año en Buenos Aires expuso algunos de los tópicos que
formación y de contornos aún confusos. De citas y referencias ampliaría después en. La rebelión de las masas). Ya señalamos
diseminadas a lo largo de sus escritos sobre la Argentina se al pasar que en El tema de nuestro tiempo el filósofo español da-
puede inferir que una cantera parasus observaciones sobre los ba acogida y desarrollo a la tesis de George Simmel acerca
rasgos de la sociedad y la cultura aluviales habían sido la lite- del conflicto entre cultura y vida, considerada la tragedia de
ratura de costumbres, la ficción narrativa, la poesía y el teatro. la civilización moderna, y que también Romero había hecho
Aunque Romero era un espíritu sobrio, nada propenso a suyo este principio de la filosofía cultural simmeliana, como
las profecías aciagas, y no se identificaba con el pesimismo te- lo dejaba ver un artículo muy temprano, en que también po-
lúrico de Ezequiel Martínez Estrada, les atribuía singular pene- día reconocerse el eco de la teoría orteguiana de las genera-
tración a sus análisis y a su intelección intuitiva de la realidad ciones. Pero las sugestiones intelectuales que hizo germinar
nacional.41 A su juicio, el examen fructífero de los rasgos de la Ortega y Gasset no nos remiten sólo a sus ensayos de refle-
Argentina contemporánea había comenzado con Radiografía xión filosófica general, sino también y sobre todo a los que
de la pampa. Pero una fuente mayor de sugerencias fue, según dedicó a examinar 'el carácter de los argentinos. En uno de
creo, José Ortega y Gasset, cada uno de cuyos viajes a la Argen- esos ensayos, "E] lif,inbre a la defensiva", de 1929, Ortega y
tina constituyeron, para emplear palabras de Romero, una fe- Gassetplantearia varios de los temas que reecontraremos en
cha en la historia de la cultura intelectual del país. La segunda los análisis de Romero: la discordancia entre un orden esta-
visita "acentuó su influencia y el prestigio del pensamiento re- tal rígido y la espontaneidad social, más caótica, a la que el
novador" en un milieu que desde cinco arios atrás estaba cauti- primero tendía a coartar; la falta de autenticidad ("La pala-
vado por la lectura de la Revista de Occidente (1923). Cuando bra, el gesto no se producen como naciendo directamente
"Ortega y Gasset comenzó sus conferencias en el salón de Ami- de un fondo vital, íntimo, sino como fabricados expresamen-
gos del Arte, se tuvo la sensación de asistir a un acontecimien- te para el uso externo");43 en fin, el objetivo dominante de
to que haría fecha en la vida cultural argentina".42 hacer dinero y el espíritu de factoría: "El inmoderado ape-
tito de fortuna, la audacia, la incompetencia, la falta de ad-
herencia y amor al oficio o puesto son caracteres conocidos
que se dan endémicamente en todas las factorías. Eso, pre-
41 "Poeta y estilista, [Martínez Estrada] poseía el secreto de las fórmulas pro-

fundas y expresivas para destacar la significación de los rasgos típicos de la


cisamente eso, distingue una sociedad nativa y orgánica de
vida argentina, descubiertos en parte por la vía del análisis sociológico y en
parte por el camino de una intuición desusadamente sagaz." José Luis Ro-
mero, El desarrollo de las ideas en la sociedad argentina del siglo Ax, Buenos Aí-
res, Solar, 1983, p. 218. 43 José Ortega y Gasset, "El hombre a la defensiva", Meditación del pueblo jo-
42 mem, p. 135. ven y otros ensayos sobre América, Madrid, Alianza Editorial, 1981, p. 125.
102 Carlos Altamirano José Luis Romero y la idea de la Argentina aluvial 103

la sociedad abstracta y aluvial [cursivas mías] que se llama fiel al precepto del conflicto entre cultura y vida, no dejará de
factoría".44 destacar, tanto en sus-cuadros de la Argentina criolla, como
en los de la Argentina aluvial, que la espontaneidad social
Tras este recorrido, creo que podemos reunir los hilos y —"pura en sus fuentes, mas llena de peligros e imperfeccio-
extraer algunas conclusiones. "[C] asi todo lo que leyó cada ar- nes", como había dicho de la "democracia inorgánica" — era
gentino, casi todo lo que meditó cada argentino, ha venido a más potente que las formas institucionales que pretendían re-
terminar finalmente en un interrogante acerca de la realidad gir la existencia colectiva.
nacional", afirmaba Romero en 1976.45 El no escapó a esa tra- Permítaseme ilustrar esta afirmación con la tesis de un ar-
dición. Tomando en cuenta los diagnósticos que juzgaba pers- tículo de 1973, ya citado. En él evoca una vez más la sociedad
picaces y la índole de sus preocupaciones respecto del desti- aluvial, aunque a la imagen del país revuelto por la inmigra-
no de la Argentina, puede concluirse que su idea de la ción Romero añade ahora la del país dividido cultural y polí-
sociedad aluvial se formó en la década de 1930, en el clima de ticamente: por un lado, el sector popular criollo-inmigratorio
malestar e introspección intelectual que alimentaron los en- y, por el otro, la elite tradicional, parapetada en defensa de lo
sayos de Eduardo Mallea y Martínez Estrada, y que de ahí pro- que había creado. No eran los socialistas, sino un caudillo, Hi-
venía la inquietud que dejaba ver respecto de la consistencia pólito Yrigoyen, el.símbolo de la lucha de las clases populares
del tejido moral de la Argentina contemporánea. En su exé- contra los privile0dos., Sin embargo, Romero no remite al fu-
gesis del presente se reconoce el eco de los críticos de costum- turo, como otras veces, el encauzamiento apropiado de las
bres de comienzo de siglo —el afán de enriquecimiento del energas-wpaáres. "Lo popular espontáneo triunfaba mien-
inmigrante y el espíritu de factoría que se había apoderado tras larriuidecían las ideologías revolucionarias —el anarquis-
del país eran tópicos de esa crítica— y de las reflexiones de mo, el socialismo— que habían pretendido orientar las actitu-
Ortega y Gasset, que devolvía a los argentinos muchas de las des políticas de las masas. Fracasó Juan B. Justo lo mismo que
imágenes que éstos ya habían forjado sobre sí mismos. En con- Felipe 11."46 Esta afirmación parecía una despedida de anti-
cordancia con su orientación liberal-socialista, Romero confió guas certidumbres e implicaba una conclusión complementa-
durante muchos arios en que el tiempo no sólo estabilizaría lo ria: el fracaso de las elites. Con lo popular espontáneo había
que en el presente aparecía inestable y proteico, sino que en- triunfado la ideología del ascenso socioeconómico, la ideolo-
cauzaría las posiciones políticas y las ideas de acuerdo con las gía que todavía seguía vigente, "la que encuentra expresión
divisiones del mundo social. En otras palabras: las masas se en los nuevos movimientos multitudinarios posteriores a 1943,
unirían a sus verdaderas elites, las del progreso. Sin embargo, pese a contradictorias apariencias".47 La alusión al peronismo

44Ibid., p. 13L 46 José Luis Romero, "Las ideologías de la cultura nacional", Las ideologías de
46José Luis Romero, "La cultura argentina", La experiencia argentina y otros la cultura nacional ..., p. 84.
ensayos, p. 136. 47 Mein.
104 Carlos Altamirano

es aquí tan obvia que casi no es necesario señalarlo (para en-


tonces Romero había cambiado su juicio no sobre quién sino
sobre qué era Perón y el movimiento que había nacido bajo su
liderazgo)." No celebraba el contenido de la ideología victo-
América Latina en espejos argentinos
riosa, sino el triunfo de la espontaneidad social y la posibilidad
de que ese triunfo dejara atrás la incoherencia entre el ritua-
lismo formalista y la realidad —o sea el fin de la inautenticidad
que, a sus ojos, paralizaba la cultura argentina—. "Quizá den-
tro de poco nadie se sienta tentado de indagar la peculiaridad
del 'ser nacional' y acaso nos decidamos definitivamente a es-
cribir como hablamos, como sentimos y como pensamos".49
La noción y el nombre de América Latina están articula-
¿Había abandonado para entonces Romero todo criterio
dos sobre una doble oposición, como observó el filósofo uru-
normativo para aceptar, con alguna ironía, los corsi e ricorsi de
guayo Arturo Ardao en un estudio sobre el origen y la trayec-
la vida histórica? No estoy seguro. Tal vez ocurriera, simple-
toria de este término. Por un lado, la antítesis ligada con la
mente, que su expectativa se había hecho más abierta.
imagen de AméritI _como Nuevo Mundo, opuesto al Viejo
Mundo, denominarión que evocaba a Europa, en primer lu-
gar, pero ;nni ren:al Asia y sus antiguas civilizaciones. Por otro,
la antíte:áisubrayada por el adjetivo "latina", que opone esta
América, la del sur, a la otra América, la del norte, la América
Sajona. "El advenimiento histórico y el desarrollo de la expre-
sión América Latina —escribe Ardao—, no se explica sin su
relación dialéctica con la expresión América Sajona. Son con-
ceptos correlacionados, aunque por oposición; no pudieron
aparecer y desenvolverse sino juntos, aunque a través de su
contraste".1 Esta doble diferenciación, en suma, es constituti-
va de la idea de América Latina.
Recuerdo estas antítesis aquí porque ellas no van a ser aje-
nas a las visiones que se forjaron en la Argentina a lo largo

48 "Perón simboliza una rebelión primaria y sentimental contra el privile-


gio", escribió en un articulo contemporáneo al que comentamos ("El caris- I Arturo Ardao, "Génesis de la idea y el nombre de América Latina", Améri-
ma de Perón", La experiencia argentina y otros ensayos, p. 491). ca Latina y la latinidad, México, Universidad Nacional Autónoma de Méxi-
49 Idem, p. 85. co, 1993, p. 26.
106 Carlos Altamirano América Latina en espejos argentinos 107

del siglo xx sobre nuestro subcontinente. Es necesario hablar torio".2 ¿Cómo remediar el mal del atraso? La vía que eligió
de visiones, en plural, dado que América Latina no ha inspi- para ello la minoría que en la segunda mitad del siglo xix to-
rado una sino varias ideas-imágenes en nuestro país, y ellas mó en sus manos la dirección de la Argentina—transformar
llevan las marcas de una historia de proyectos, decepciones el país mediante el capital extranjero y la inmigración masi-
y ansiedades que señalaron la experiencia argentina en el va—, no sólo produjo una nueva fisonomía nacional, sino que
curso del siglo. Más aun: la elaboración de esas diferentes vi- redefinió las relaciones con el resto de América del Sur. A par-
siones es indisociable de los modos en que los argentinos tir de entonces, estar geográficamente en América Latina no
—o, mejor, sus elites dirigentes— pensaron la identidad na- significaría siempre para los argentinos identificarse como, la-
cional y el destino del país correspondiente a esa identidad. tinoamericanos. Ymuchas veces, cuando la condición latinoa-
Como se sabe, no hay "nosotros" sin "ellos", identidad sin al- mericana (o sudamericana) aparezca como un rasgo insupri-
teridad, es decir, sin relación con un Otro de referencia con mible de la idiosincracia nacional, ese atributo estará asociado
el cual se establece la diferenciación. ¿Cuál ha sido el Otro o con alguna deficiencia colectiva. Como en el "Poema conjetu-
los Otros significativos respecto de los cuales los argentinos ral", de Jorge Luis Borges, donde el escritor juega a evocar los
creyeron necesario afirmar y poner de relieve la singularidad últimos pensamientos de Narciso Laprida, un político ilustra-
de una identidad colectiva? Por una parte, Europa y los Esta- do argentino del sigI9 xix, antes de ser muerto por una parti-
dos Unidos, acerca de los cuales la actitud fue (y sigue sien- da de gauchos (los "bArbaros") en una de las refriegas de la
do) fluctuante, ambivalente. Señalados por lo general como guerra civil:
sitios de una excelencia digna de ser no sólo admirada sino
imitada —sea política, económica o cultural—, es decir, ám- Yo que anhelé ser otro, ser un hombre
bitos revestidos de atracción y prestigio, tanto Europa como de sentencias, de libros, de dictámenes,
los Estados Unidos han sido considerados por momentos a cielo abierto yaceré entre ciénagas;
también obstáculos cuando no una amenaza para la autono- pero me endiosa el pecho inexplicable
mía nacional y los caracteres de una personalidad colectiva un júbilo secreto. Al fin me encuentro
propia. con mi destino sudamericano.
La otra referencia significativa ha sido América Latina, vis-
ta a veces como la "familia" histórica de la que se forma parte Como el Laprida imaginado por Borges, el país también an-
y otras como sinónimo de las adversidades de las que se busca heló ser "otro". En los versos que acabamos de citar, encontrar-
escapar para ingresar en la ruta de la civilización. En este sen- se con la verdad del destino sudamericano es dar, finalmente,
tido, la observación general de Claudio'Lomnitz se aplica en- con la barbarie y morir a manos de sus representantes. La falla
teramente a la Argentina: "En América Latina la problemáti-
ca identitaria surge como parte de la obsesión nacional por
explicar y remediar el atraso, ante el fracaso de las indepen- 2 Claudio Lomnitz, "Identidad", Carlos Altamirano (dir.),
Términos críticos de
dencias y de la soberanía nacional como mecanismo civiliza- sociología de la cultura, Buenos Aires, Paidós, 2002, p. 133.
108 Carlos Altamirano AmériCa Latina en espejos argentinos 109

o el defecto asociados con la condición latinoamericana no se- tinoamericano se manifestaron ya a comienzos de siglo. Una
rán, sin embargo, siempre los mismos. O bien, cuando sean re- de ellas prolongaba, aunque con mayor disciplina positivista,
tomados, no serán enunciados en los mismos términos. En su la perspectiva de Sarmiento en su obra de la vejez, Conflicto y
paso por la historia del siglo el tema del subcontinente se mez- armonías de las razas en América (1883). "En el Conflicto de las ra-
cló con otros —el de la raza, el caudillismo o el subdesarrollo—, zas quiero volver a reproducir, corregida y mejorada, la teoría
o sea, con la reflexión sobre lo que se juzgaban los "males" de de Civilización y barbarie", había escrito Sarmiento en el segun-
estos países. Sin embargo, América Latina estuvo también en el do volumen, póstumo, de su nueva obra. Ahora, cuando trata
horizonte de los proyectos de redención colectiva que elaboró de "explicar el mal éxito parcial de las instituciones republica-
el pensamiento argentino. Por ejemplo, en la prédica de Ma- nas en tan grande extensión y en tan distintos ensayos", sus
nuel ligarte, en el discurso de la Reforma Universitaria de 1918 claves no serán ya, como en el Facundo, el desierto, la campa-
o en las campañas de la Unión Antiimperialista, impulsada en ña pastora o el dislocarniento social que produjo la revolución
la década de 1920 por José Ingenieros y Alfredo L. Palacios. de la independencia, sino la constitución racial de los pueblos
Sobre la base de estas indicaciones previas, lo que voy a pre- hispanoamericanos. Aunque Conflictos y armonía de las razas en
sentar es una exploración por algunas etapas del recorrido que América no tuvo el eco que Sarmiento esperaba (incluso entre
siguió la idea de América Latina (no importa aquí el nombre quienes no eran sus,adversarios la crítica fue más benevolen-
con el que se la evocara) en la imaginación social de las elites te que elogiosa), él punto de vista que la obra transmitía, aso-
culturales de la Argentina en el siglo xx. No me propongo ha- ciando los viciosAaa" vida política sudamericana con los ras-
cer un inventario, sino una selección de ese recorrido. Sólo gos etnicós5le- su pueblo, seria el predominante en las elites
quiero agregar a estas referencias preliminares una observación ilustradái'de la Argentina. En esa estela racialista se inscribe
más sobre el nombre de América Latina. Éste, que es el más co- el libro de Carlos O. Bunge, Nuestra América, publicado en
rriente en nuestros días, ha terminado- por eclipsar otros que 1903, y que lleva por subtítulo Ensayo de psicología social.
durante décadas coexistieron con él, como Sudamérica, Hispa- Nuestra América es la única obra de tema continental que
noamérica, Iberoamérica. Aunque estas denominaciones no produjo la cultura positivista argentina y refleja la mezcla de
son simplemente intercambiables y las diferencias entre ellas naturalismo y psicologismo que fue característico de lo que se
no carecen de significado, puede decirse que todas evocan entendía entonces por ciencia social. "Amo más que a mí mis-
aproximadamente el mismo conjunto cultural y geográfico: lo mo a mi Patria, a 'nuestra América', a nuestra madre España;
que está al sur del Río Bravo. si aquí las fustigo o satirizo, no es con el insensato propósito
de ofenderlas, antes bien con el modesto anhelo de servirlas",
escribió el autor en el prólogo, anticipándose a las críticas que
podría recibir por la severidad de su diagnóstico.3 Abogado y

Las posiciones que podríamos designar como polos o pun- 3 CarlosO. Bunge, Nuestra América, Buenos Aires, Arnoldo Moen y Herma-
tos extremos de la gama de registros que conocerá el tema la- no Editores, 1903, p. 21.
110 Carlos Altamirano América Latina en espejos argentinos 111

profesor universitario reputado por su versación en ciencias de estos elementos surgió el tipo hispanoamericano, "neorra-
jurídicas y sociales, Carlos O. Bunge, que carecía de vocación za formada o en formación",6 cuyos rasgos básicos son la pe-
política pero no de preocupaciones cívicas, estaba convenci- reza, la tristeza y la arrogancia. Estos atributos habían engen-
do de que la sinceridad de su amor patriótico lo obligaba a drado un carácter racial inverso al carácter europeo ("al
ejercer y divulgar la verdad de la ciencia, por dura que ella fue- menos al genio ideal de los pueblos más ricos y fuertes de Eu-
ra. Admitía que podía haber alguna exageración en las des- ropa") ,' y ese carácter de los hispanoamericanos constituía la
cripciones que contenía su libro, pero juzgaba que aun ese ex- explicación, de la "política criolla".
ceso se disculpaba por la intención que lo animaba: despertar El paralelo, que entonces y después sería de rigor, entre
la conciencia de sus compatriotashispanoamericanos. "Mis bo- los trayectos tan diferentes que habían recorrido las naciones
cinas tocan a alarma, desde Texas hasta la Patagonia, para que del norte del continente americano y las del sur, remitía tam-
nuestra América se levante del caos inorgánico en que la de- bién al factor de la raza En efecto, Bunge compara la coloni-
jó el coloniaje".4 zación española con la anglosajona en lo relativo al control de
¿Cuál era el objeto de su libro? Describir, "con todos sus la mezcla entre europeos y poblaciones indígenas, como ha-
vicios y modalidades, la política de los pueblos hispanoameri- bía hecho ya Sarmiento en Conflictos y armonía de las razas en
canos".5 Ahora bien —razonaba Bunge—, como la vida polí- América. Y llega a la, misma conclusión: el criterio opuesto a la
tica de un pueblo es fruto de su psicología y esta psicología co- mezcla racial, qué-había sido la norma de los anglosajones, re-
lectiva es, a su vez, efecto de la raza y de los factores del sultó más atinadozí:-4néflco para la futura república nortea-
'
ambiente flsico y económico, el estudio debía comenzar por mericada» lo que fue, para las repúblicas del sur, la actitud
estos elementos fundantes. Consecuente con la premisa, los más laxó establecimiento colonial ibérico.
primeros capítulos del libro serán consagrados al examen del Una vez en posesión de la clave —la psicología de la ra-
carácter de españoles, indios y negros, es decir, de los compo- za—, Bunge se ocupará de explicar mediante ella las desven-
nentes cuya mesriznción había producido el tipo hispanoame- turas de la vida cívica de estos países."Entrad, lectores. Entre-
ricano. A lo largo de muchas páginas de Nuestra América se mos, sin miedo ya, al grotesco y sangriento laberinto que se
despliegan, entonces, uno tras otro, los tópicos de esa carac- llama la política criolla". ¿Qué era la política criolla? El caudi-
terología racista que fue un rasgo sobresaliente del pensa- llismo (o caciquismo), la inestabilidad institucional crónica,
miento social latinoamericano del último cuarto del siglo xix el ejercicio arbitrario del poder y el empleo generalizado de
y las primeras década del xx: la arrogancia y la indolencia de una retórica inflada "por frases huecas y sonoras como cam-
los españoles, la pasividad y la tristeza del alma indígena, el panas", retórica que sólo estaba destinada a encubrir la vena-
servilismo y la maleabilidad de los negros. De la combinación lidad y las componendas políticas. En resumen, se trataba de

4 Idem, p. 28. 6 Idean,p. 102.


5 Ideen, p. 3. Ideen, p. 212.
Carlos Altamirano América Latina en espejos argentinos 113
112

ese conjunto de costumbres políticas que obstruían en los paí- sus ojos, únicamente este orden podría asegurar a los países
ses hispanaoamericanos la institución del régimen que estaba sudamericanos no sólo el ingreso en el cauce del progreso ma-
fijado en sus Constituciones pero que no se practicaba, el de terial, sino también la segura, aunque lenta, incoporación en
la república. Lo notable es que tras este severo dictamen so- la civilización política.
bre problemas cuyas raíces se hundían en la naturaleza misma Esta visión del subcontinente era compartida por buena
de los pueblos de Nuestra América, el remedio que Bunge pres- parte de las clases dirigentes de la Argentina, y subsisitiría aun
cribía para corregirlos estuviera tan a mano. después de que el positivismo y su sociología naturalista ha-
En efecto, un país sudamericano había comenzado a reco- bían perdido ya todo prestigio intelectual. Un factor de esa
rrer el camino que recomendabá para poner fin gradualmen- permanencia fue la escuela, que extendió a las clases medias
te a los males endémicos de la política criolla. la certidumbre de la superioridad del país respecto de los
"[Tan] factible es mi terapéutica —declara Bunge— que otros del subcontMente. El sentimiento de la primacía argen-
al fin y al cabo yo no la he inventado: de la realidad la tomo... tina se alimentaba de la creencia de que la transformación de-
Porque hay un pueblo en Hispano-América que, aplicándola mográfica y étnica que había provocado la inmigración euro-
más o menos imperfectamente, ha superevolucionado la po- pea, concentrada en el litoral del país, sobre todo en algunos
lítica criolla a punto de que pudiera presentarse de ejemplo a de sus centros urbanos, había purificado la raza, es decir, la
sus hermanos. [...] Ese pueblo es mi Patria".8 había hecho más bláltcá y, por ello, más apta para el progreso
Ahora bien, ¿cuál era ese tratamiento cuyos resultados po- y la civilización. Latrénela contribuyó a infundir esta percep-
dían observarse en la Argentina? Lo primero era que la "cla- ción deflug especial de la Argentina dentro de América La-
se culta" se impusiera a los caudillos, un paso al que debía se- tina, coltO observa un estudio reciente sobre los textos de
guir la instauración de un sistema de gobierno liberal que Geografia. "Durante varias décadas, la idea de 'composición
promoviera la educación y practicara una administración aus- de la población' funcionó como clave para establecer distin-
tera de los recursos públicos. "Un mínimum de impuestos, un ciones y afinidades entre países, y para elaborar una suerte de
mínimum de política, un poco de justicia.' 9 Una república, en Geografía racial de América Latina".19 El criterio raciológico
suma, pero no una república democrática —las invocaciones se combinaría con otro principio clasificatorio para explicar
al sufragio popular, a la libertad, a la igualdad eran para Bun- la excelencia argentina, el del clima, en virtud del cual el te-
ge sólo la prueba de que la política hispanoamericana seguía rritorio nacional era agrupado entre aquéllos de clima "tem-
aún aquejada de la fiebre del jacobinismo--. En otras pala- plado", lo que significaba que era un medio apropiado para
bras, la fórmula que Bunge prescribía no era otra que la repú- el predominio de la raza blanca. Asociando estos dos criterios,
blica liberal oligárquica que regía la Argentina desde 1880. A

lo Silvina Quintero, "Los textos de Geografía: un territorio para la Nación",


Luis Alberto Romero (coord.), La Argentina en la escuela, Buenos Aires, Siglo
8 Ideen, p. 309.
XXI, 2004, p. 96.
9 !dein, p. 308.
114 Carlos Altamirano América Latina en espejos argentinos 115

el país aparecía localizado en América Latina desde el punto su identidad latinoamericana. Desde entonces América Lati-
de vista de la geografía física, pero étnicamente se hallaba se- na será el tema mayor de su compromiso cívico.
parado de ella, "debido a su singular combinación de raza y Lo que precipitó ese descubrimiento fue un hecho que
clima".11 conmovió a la intelligentsia del subcontinente en 1898: la inter-
vención de los Estados Unidos en la guerra de independencia
cubana y el establecimiento de un protectorado norteamerica-
11 no en la recién nacida república, tras la rápida derrota de Es-
paña. La ola de sentimiento antinorteamericano que recorrió
El tema latinoamericano en la Argentina conoció, sin em- las capitales hispanoamericanas tras este suceso halló su mani-
bargo, otro registro ideológico, que surgió tan tempranamen- fiesto intelectual ensArtht, el ensayo que le daría consagración
te como el que acabamos de sintetizar y también en las filas de continental a su autor, el escritor uruguayo José Enrique Ro-
los círculos ilustrados. El nombre de rigor es aquí el del poe- dó. En este escrito filosófico-moral, publicado en 1900, Rodó
ta, cuentista, periodista; político y crítico literario Manuel pone en cuestión la civilización norteamericana y el afán de
Ugarte. Pertenecía a la misma generación que Carlos O. Bun- imitarla (la "nordomanía"), proporcionándole al sentimiento
ge (había nacido en 1875) y como éste procedía de una fami- antinorteamericano un fundamento cultural: la defensa del
lia socialmente encumbrada. La familia intelectual de 'ligarte, humanismo latini4 sus valores intelectuales y estéticos frente
sín embargo, no sería la del positivismo, sino la del modernis- al modelo utilitario-fepresentado por los Estados Unidos.
mo literario. Como es sabido, en la cultura hispanoamericana Uth
g e fue sensible tanto a la agitación que pro-
recibe el nombre de modernismo el vasto movimiento de refor- dujo exfel subcontinente la guerra hispano-norteamericana
ma de la expresión poética que incorporó, en la literatura es- como al "arielismo", según el nombre que se daría al mensa-
crita en español, los impulsos innovadores de las escuelas pos- je idealista del ensayo de Rodó, que obtuvo amplia adhesión
románticas europeas: la del arte por el arte, el parnasianismo, entre las elites culturales latinoamericanas. Pero Ugarte, en
el simbolismo. Pues bien, Manuel Ugarte ingresó en la vida li- correspondencia con su identificación con el pensamiento so-
teraria bajo el signo inquieto del modernismo, que a los vein- cialista, radicalizó el mensaje arielista, imprimiéndole un sen-
tidós arios lo atrajo hacia París, la ciudad que era el centro de tido político y económico que le conferirá un nuevo carácter
esa búsqueda incesante de lo nuevo que distinguía al espíritu a la crítica de la acción de los Estados Unidos en América La-
modernista. En la capital francesa alternará el cultivo de la li- tina. El objetivo de la unidad de los países latinoamericanos y
teratura con el periodismo y la vida bohemia, se relacionará la denuncia del peligro que para ellos representaban las aspi-
con el socialismo y hará el descubrimiento de muchos otros raciones hegemónicas de la república norteamericana se con-
intelectuales hispanoamericanos viajeros o exilados en París: vertirán de este modo, desde los primeros años del siglo xx,
en los ejes de una prédica difundida a través de artículos, li-
bros y conferencias. A partir de 1912 esa campaña lo llevará
Idem, p. 98. de un país a otro y le dará más renombre fuera que dentro de
116 Carlos Altamirano América Latina en espejos argentinos 117

la Argentina, donde no hallaría respaldo ni aun en su parti- tanto contrapesan el poder norteamericano: "En caso de que
do, el Partido Socialista. los Estados Unidos pretendieran hacer sentir materialmente
En los escritos de Ugarte la situación de América Latina su hegemonía —escribe Ugarte— y comenzar en el sur la obra
muchas veces aparece descripta y dramatizada como si se la re- de infiltración que han consumado en el centro, se encontra-
presentara en la superficie de un mapa. Leamos, por ejemplo, rían naturalmente detenidos por las naciones europeas que
este pasaje de uno de sus escritos tempranos sobre el tema y tratarán de defender las posiciones adquiridas".13 La pugna
que lleva por título "La defensa latina": de las naciones europeas con los Estados Unidos y la de los eu-
ropeos entre sí neutralizaría las ambiciones rivales, lo que
La América española es susceptible de ser subdividida en tres zo- obraría en favor de los latinoamericanos.
nas que podríamos delimitar aproximadamente: la del extremo Pero el gran instrumento de la defensa de la América del
sur (Uruguay, Argentina, Chile y Brasil) en pleno progreso e in- sur radicaba en la unión de sus pueblos, que, después de la in-
dependiente de toda influencia extranjera; la del centro (Perú, dependencia y pese a su tronco común, habían marchado se-
Bolivia, Ecuador, Venezuela y Colombia), relativamente atrasa- parados e ignorantes unos de otros. "Hoy mismo nos unen con
da y roída por el clericalismo o la guerra civil y la del extremo
Europa maravillosas líneas de comunicación, pero entre no-
norte (México, Guatemala, Honduras, Nicaragua, San Salvador
sotros estamos aislados. Sabemos lo que pasa en China, pero
y Costa Rica), sometida indirectamente a la influencia moral y
material de los Estados Unidos.I2 ignoramos lo que": 15curre en nuestro propio continente", ob-
servará Ugarte.14-Ett la edificación de ese bloque de resisten-
Como se ve, lo que en esta imagen diferencia una región cia Ukartmsilnaba un papel rector a las naciones que habían
de otra del subcontinente es el grado de "progreso" (lo que sido ayddadas por el clima, la geografía y la labor de sus go-
en el lenguaje de nuestro tiempo llamaríamos su grado de de- biernos, es decir, las naciones del extremo sur, las que ocupa-
sarrollo económico y político), su independencia de los Esta- ban la zona del progreso. Yla primera medida de defensa se-
dos Unidos y su ordenamiento institucional. El hecho de que ría establecer una red de comunicaciones entre los diferentes
la zona que integran Uruguay, Argentina, Brasil y Chile sea países de la América Latina_
considerada libre de toda influencia extranjera indica que pa- En un escrito posterior, vuelve a poner ante nuestros ojos
un mapa imaginario, aunque esta vez es el mapa de toda Amé-
ra Ugarte (pero no sólo para él, en realidad) la enorme gravi-
tación de los intereses económicos británicos en esos cuatro rica, y lo usa para evocar el contraste entre la América del nor-
países no implicaba un obstáculo a su independencia. En rea- te y la América del sur: "Al norte bullen cien millones de an-
lidad, la presencia en América Latina de intereses no sólo bri- glosajones febriles e imperialistas, reunidos dentro de la
tánicos, sino europeos en general, es juzgada como valiosa, en armonía más perfecta en una nación única; al sur se agitan

12 Manuel Ugarte, La nación latinoamericana, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 13 Idem, p- 7.


14 Idem, p. 4.
1978, p. 3.
118 Carlos Altamirano América Latina en espejos argentinos 119

ochenta millones de, hispanoamericanos de cultura y actividad separadamente, no sólo convirtieron en fronteras nacionales
desigual, divididos en veinte repúblicas que en muchos casos lo que eran simples divisiones administrativas, sino que las
se ignoran o se combaten". Desde el siglo xix cotejar las dos multiplicaron después, al influjo de los hombres pequeños
Américas y su desarrollo histórico desigual era un ejercicio in- que necesitaban patrias chicas para poder dominar".16 La otra
telectual frecuente y, como ya tuvimos ocasión de señalarlo, el causa radicaba en las costumbres políticas y las ideas que ha-
positivismo le prestó sus argumentos racialistas a esa práctica bían terminado por prevalecer en la parte sajona y en la par-
comparativa. Ahora bien, lo que en 1910 singularizaba el diag- te latina. "Mientras los Estados Unidos adoptaban los princi-
nóstico de Ugarte en el contexto del pensamiento argentino pios filosóficos y las formas de civilización más recientes, las
era que buscara para el atraso latinoamericano razones de ín- Repúblicas hispanoamericanas, desvanecido el empuje de los
que determinaron la Independencia, volvieron a caer en lo
dole política y no explicaciones fundadas en el carácter del
que tanto habían reprochado a la Metrópoli".17 Es decir, au-
medio fisico, el clima o la constitución étnica de sus habitan-
toritarismo, teocracia, el poder en manos de oligarquías.
tes. Por el contrario, va a rechazar explícitamente los argu-
¿Qué consecuencias extraía Ugarte tras definir de este mo-
mentos raciológicos:
do la raíz de los males que azotaban a los pueblos latinoame-
ricanos? Que la posibilidad de cambiar y salir de esos proble-
El hecho de que los norteamericanos, cuya emancipación de In-
glaterra coincide casi con la de las antiguas colonias españolas, mas estaba al alerace de la voluntad -colectiva. "La vida
hayan alcanzado en el mismo tiempo, en parecido territorio, y depende de nosotros. Son nuestros músculos intelectuales y
bajo idéntico régimen, el desarrollo inverosímil que contrasta moraler&ks, Traforman la historia."18 Ese "nosotros" era un
con el desgano de buena parte de América no se explica, a mi nosotros Oneracional, pues para este escritor la tarea de unir
juicio, ni por la mezcla indígena, ni por los atavismos de raza que América del Sur para salvar no sólo su independencia, sino
se complacen en invocar algunos, arrojando sobre los muertos también la civilización que le era propia, la civilización de los
la responsabilidad de los propios fracasos.15 latinos en América (la defensa de la cultura latina será el lazo
que conservará del mensaje arielista originario), era una la-
Dos factores explicaban a su juicio el desarrollo desigual bor de toda su generación. En esta empresa de gestación de
de ambas Américas: por un lado las divisiones de los pueblos una nación de alcance continental —la "patria grande del por-
que se desprendieron del colonialismo español, en contraste venir", para emplear sus propias palabras— tenían una res-
con la unidad estatal y territorial que mantuvieron los ameri- ponsabilidad primaria los países más fuertes y de mayor pros-
canos del norte. Mientras éstos se unieron en un grupo estre- peridad del subcontinente: "A la Argentina, al Brasil, a Chile
cho y formaron una sola nación, "los virreinatos o capitanías
generales que se alejaron de España, no sólo se organizaron
16 Idem.
17 Idem.
15 Idem, p. 12. 18 Idem, p. 13.
120 Carlos Altamirano América Latina en espejos argentinos 121

y a México incumbe el deber de encabezar la cruzada —se lee ahí el papel ejemplar que ambos le asignaran a la Argentina,
en su ensayo El parvenir de la América Española—. Su prestigio, aunque la función de esa ejemplaridad no fuera la misma. Es-
su alta cultura y sus progresos capacitan a estos países para sal- ta certeza comenzó a corroerse alrededor de 1930. Década de
var la situación".19 desórdenes económicos y políticos, la del treinta se inició con
Aunque la prédica latinoamericanista de Manuel Ugarte el derrocamiento del presidente Yrigoyen, lo que puso fin al
no halló mucho eco en su país, ese filón intelectual del lati- período de regularidad institucional que había comenzado en
noamericanismo antlimperialista ya no desaparecería del pen- 1880. Pero no fue sólo el golpe de Estado, ni la tentativa de
samiento argentino. Su desarrollo fue más bien intermitente una reforma fascista de la sociedad emprendida a continua-
y desigual. Cobró cierta amplitud después del fin de la prime- ción por el general Uriburu, ni tampoco el orden conserva-
ra guerra, primero a través del discurso del movimiento de la dor asentado en el fraude que siguió al experimento de Uri-
Reforma Universitaria —cuyo manifiesto inicial está dirigido buru, lo que trastornó aquella confiada certeza en el porvenir
a "los hombres libres de Sudamérica"—, después a través de de la Argentina. Era la propia figura del presidente derroca-
la Unión Latinoamericana. Creada en 1925 bajo la inspiración do, el anciano Hipólito Yrigoyen, la que perturbaba a las eli-
de José Ingenieros, quien había redactado su acta fundacio- tes ilustradas, fueran políticas o intelectuales, pues el líder del
nal, la Unión tenía como objeto la coordinación de fuerzas in- Partido Radical representaba para ellas la encarnación del
telectuales latinoamericanas y animó durante unos años un caudillo tradidon ,1a. imagen misma de la "política criolla"
vasto movimiento de ideas. Pero, aunque sin cortarse nunca largamente execrada.
enterarnante, el hilo de esta corriente se debilitó en las déca- LadelazenAüe provocaba el cuadro nacional se mezcló
das siguientes. Volvería a reanimarse después de 1959, con la con el Malestar que procedía del pensamiento europeo de la
Revolución cubana. crisis —crisis del espíritu, del orden liberal, del capitalismo—
y esa amalgama alimentó un estado de descontento intelectual
que cobró forma en la reflexión ensayística. A través del ensa-
yo se produjo, en efecto, para emplear las palabras de Carlos
Real de Azúa, "una revisión implacable de la Argentina libe-
Las dos posiciones respecto de América Latina que hemos ral y novecentista, de la Argentina heredera de Caseros", una
resumido hasta aquí, sobre todo a través de las obras de Bun- Argentina identificada con el "optimismo, el conformismo y
ge y Ugarte, no obstante el antagonisrao evidente de sus visio- la facilida.d".20 Y en la formulación del veredicto de que algo
nes, reposaban sobre una certeza común, la de que la Argen- estaba constitutivamente mal en el país y de que había algo fal-
tina se había librado o se estaba librando de los males que so en la raíz de su vida pública, ninguno resultó más sombrío
afectaban a la mayoría, si no a todos los países de la región. De

29 Carlos Real de Azúa, "Una carrera literaria", Escritos, Montevideo, Arca,


19 Idean, p. 21. 1987, p. 106.
122 Carlos Altamirano América Latina en espejos argentinos 123

que el ensayo de Ezequiel Martínez, Radiografía de la pampa. al menos en algunas visiones, el carácter de una brecha de ín-
Leamos simplemente el párrafo final de ese libro, publicado dole más radical, ontológica: Europa era el espíritu y América
en 1933: todavía, sólo naturaleza.
Sería imppsible no mencionar aquí la gravitación que en
Lo que Sarmiento no vio es que civilización y barbarie eran una esta definición del "ser" americano en términos de una esen-
misma cosa, como fuerzas centrífugas y centrípetas de un siste- cia u ontología tuvieron algunos visitantes famosos, como el
ma en equilibrio. No vio que la ciudad era como el campo y que conde de Keyserling y el filósofo español José Ortega y Gasset,
dentro de los cuerpos nuevos reencarnaban las almas de los cuyas conferencias fueron un acontecimiento en el Buenos Ai-
muertos [...] Los baluartes de la civilización habían sido invadi-
res de la década de 1920. "El suramericano es total y comple-
dos por espectros que se creían aniquilados, y todo un mundo,
tamente el hombre telúrico. Encarna el polo opuesto al hom-
sometido a los hábitos y las normas de la civilización, eran los
bre condicionado y traspasado por el espíritu", había escrito
nuevos aspectos de lo cierto y de lo irremisible. Conforme esa
obra y esa vida inmensas [la de Sarmiento] van cayendo en el ol- el conde de Keyserling en sus muy leídas Meditaciones sudame-
vido, vuelve a nosotros la realidad profunda.21 ricanas.22 ¿Cuál era el puesto que Hegel le asignaba a Améri-
ca en el cuerpo de la historia universal? Ésta era la intenciona-
Aunque la mayoría de los ensayos-diagnóstico de esos años da interrogación que Ortega y Gasset se hacía ante la Filosofía
no estaban incitados por el pesimismo que animaba Radiogra- de la Historia Uni-zfé;sql, cuya traducción al español acababa de
fía de la pampa, todos transmitían insatisfacción y angustia por ser publicada. AutOca, observa Ortega y Gasset, no ocupa nin-
el presente e incitaban a la búsqueda de una argentinidad y gun Inga%fn 'ace cuadro histórico porque a los ojos de Hegel
una americanidad auténticas. El descubrimiento y la expre- ella estadavía sólo un porvenir. "Cuando el espacio sobra, ex-
sión de ese ser propio, que no era europeo, sino americano, y plica el filósofo español, se adueña del hombre la naturaleza.
que debía ser escrutada más allá de la superficie de la civiliza- El espacio es una categoría geográfica, no histórica".23
ción importada de sus ciudades; ésta era la misión que se atri- Pocos textos muestran mejor los vaivenes y ambigüedades
buía a la intelligentsia y se esperaba de ella. El tópico de la dis- del americanismo argentino de los treinta que la carta que Vic-
tancia entre Europa y América, en particular América Latina, toria Ocampo dirigió justamente a Ortega a comienzos de esa
reaparecía en ese discurso ensayístico que llamaba a la toma década. ()campo estaba aún en los comienzos de lo que iba a
de conciencia. Pero lo que hasta entonces había sido vista co- ser una larga carrera de gran dama de la república de las le-
mo una distancia histórica y, por lo tanto, superable en el tiem- tras en la Argentina, como escritora y, sobre todo, como edi-
po mediante el progreso (¿qué era el progreso sino, justamen-
te, alcanzar a Europa y a los Estados Unidos?), cobraba ahora,
22 Conde de Keyserling, Meditaciones suramericanas, Madrid, Espasa-Calpe,
1933, p. 41.
21 E,zequielMrtínez Estrada, Radiografía de la pampa, Buenos Aires, Losada, 23 José Ortega y Gasset, "Hegel y América", Meditación del pueblo joven y otros
1991, p. 341. ensayos sobre América, Madrid, Alianza Editorial, 1981, p. 91.
124 Carlos Altamirano América Latina en espejos argentinos 125

tora. El motivo de esta carta era la idea, largamente conversa- literario, y aclara: "Exagero un poco para explicarte mejor mi
da con el escritor norteamericano Waldo Frank y con el pro- pensamiento. De aquí se deduce que siempre necesitaré hun-
pio Ortega, de una revista consagrada a la cuestión america- dir mi cabeza en los libros y en el piano, como tenía necesidad
na. Se trataba del proyecto de la futura revista Sur, que de Debussy en Antofagasta. Asunto de higiene respiratoria". La
aparecería un año después. "Aquí me tienes, querido Medita- conforta un hecho: "Nuestra ciudad—concluye refiriéndose a
dor, instalada de nuevo en la gran Aldea", se lee en el comien- Buenos Aires—, mira hacia el Atlántico: símbolo".24
zo del escrito. Acaba de volver a Buenos Aires, la gran Aldea, Se ha subrayado a menudo el esnobismo de Victoria
después de un encuentro con Waldo Frank en Nueva York y Ocampo y no es dificil admitir ese juicio. Pero no se podría
ha regresado siguiendo la costa del océano Pacífico. "Estos negar sinceridad al americanismo algo patético que se mues-
quince días en New York y este decenso a lo largo de las costas tra en las contorsiones intelectuales de su carta, un america-
pacíficas me han instruido singularmente —continúa Ocam- nismo que se aceptaba como deber de una elite que se quería,
po pocas líneas más abajo—. Los días pasados frente a los pai- a la vez, refinada y responsable ¿Qué implicaba ese deber? Vi-
sajes lunares de Talara, Antofagasta, Chañaral, Moliendo, etc. vir en un territorio nada hospitalario para el espíritu y bajo el
han sido para mí de saludable meditación". No quiere hablar- signo de la improvisación cultural, hacer de ello una elección
le de esto, dice, sino de la revista: "Se trata de lanzarse en es- y reconocer la situación, expresándola mientras se busca inci-
ta empresa y he aquí lo que encuentro: el paisaje literario que tar a ese entortiWru'stico. Por los mismos años, el dominicano
tengo ante mis ojos se parece bastante a Talara, Antofagasta, Pedro HenrígyOfflreña y el mexicano Alfonso Reyes, que par-
Chañaral, Moliendo...". El paisaje literario es, pues, desam- ticipari~I^rigién del proyecto americanista de Sur, le dieron
parado como el paisaje fisico que contempla. ¿Cómo escapar una feirmulación más esperanzada, redentorista, a la idea de
al efecto desolador de ese panorama americano? "Después de América.25
una hora de paseo por las calles de Antofagasta regresé al
Santa Clara y me encerré en mi camarote. Allí hice girar los
discos de Debussy y metí la cabeza en el fonógrafo durante IV
una hora sin parar". Una fórmula cierra este microrrelato:
"Debussy = oxígeno = Europa". Hacia fines de la década de 1930, el tema latinoamerica-
No ignora, le dice Victoria Ocampo a su conspicuo amigo, no comenzó a entrelazarse en la atención intelectual con otras
que una cultura no se improvisa. En realidad lo sabe mejor que cuestiones: la guerra civil española, primero, la segunda gue-
él porque lo sufre: "En una palabra, sufro por América porque
soy americana". Y la revista que tiene en mente, "se ocuparía
principalmente del problema americano bajo todos sus aspec-
24 "Carta a Ortega y Gasset" [19/7/1930], Sur, ng 347, julio-diciembre de
tos y en la que colaborarían todos los americanos que tengan
1980.
algo adentro y los europeos que se interesen en América". Vuel- 25 Véase Nora Catelli, "La cuestión americana en 'El escritor argentino y la
ve al final de la carta al símil entre el paisaje fisico y el paisaje tradición'", Punto de vista, año xxvi, nº 77, diciembre de 2003.
126 Carlos Altamirano América Latina en espejos argentinos 127

rra mundial, después. Nora Catelli ha recordado hace poco la tendrían gran influencia en el pensamiento social del subcon-
crisis que significó para las elites culturales latinoamericanas tinente. Sin embargo, en la Argentina, la literatura económi-
esa imagen de una Europa que se destrozaba, que volvía a des- ca y sociológica que inspiró el tema del desarrollo casi no ha-
trozarse, en realidad, en una conflagración aún más brutal lló eco hasta 1955, y únicamente tras el fin de la década
que la de 1914. Por un tiempo, aunque el lapso fue muy bre- peronista encontrará divulgación amplia en el país.
ve, se imaginó que América podía ser el relevo de Europa en Esa literatura y su problemática introdujeron un nuevo vo-
la continuidad de la civilización, que podía ser el centro, no cabulario y categorías que reclasificaban al país en el mapa
ya una sección marginal de la cultura occidental. En la céle- mundial. ¿Era la Argentina un país "subdesarrollado", un país
bre conferencia de Borges, "El escritor argentino y la tradi- "insuficientemente desarrollado" o, más bien, un país "en de-
ción", Catelli identifica un eco, un vestigio de esa utopía, "la sarrollo"? ¿Cuál era su grado de subdesarrollo y cuáles eran
de sustituir a Europa en la tarea de ser Occidente".26 De to- las causas de éste? Los puntos de vista, así como los esquemas
dos modos, después de 1946 el foco de las preocupaciones res- y los criterios para hacer esas distinciones, variaban según una
pecto de la suerte y la condición de la Argentina como socie- gama de posiciones teóricas, pero las divergencias y aun las
dad nacional estará puesto en las alternativas del régimen disputas tenían su contraparte en la unidad de los interrogan-
peronista. tes. El hecho es que los argentinos conocerían de ese modo
,
Fue sólo después del derrocamiento de Perón cuando co- una nueva tipificición de su sociedad, asentada en índices co-
bró nuevamente brío la cuestión latinoamericana y la relación mo el del ingreso-ipe . r capita, la tasa de productividad, el gra-
del país con el subcontinente. Pero ahora ese vínculo reapa- do cl¿,±imiustilálización, etc., que la insertaban en un área de
recía a la luz de otra clave: la del desarrollo. Internacional- países'l los que estaban habituados a considerar pobres o le-
mente, el tema del desarrollo era un tópico del debate econó- janos cuando no exóticos, algunos de ellos recientemente
mico desde el fin de la segunda guerra y ya en 1949 el constituidos como estados nacionales. En el nuevo mapa so-
economista argentino Raúl Prebisch había expuesto, en una cioeconómico, que se ordenaba en torno al eje desarrollo-sub-
reunión celebrada en La Habana, el documento que con los desarrollo, la Argentina ya no acompañaba, aunque fuera a
arios recibiría el título de manifiesto fundador del pensamien- los tropiezos, la marcha del lote que iba adelante (las nacio-
to de la CEPAL: El desarrollo económico de la América Latina y algu- nes industriales o desarrolladas), ni siquiera se aproximaba a
nos de sus principales problemas. El documento de Prebisch era aquellos países con los que en el pasado había sido cotejada y
la primera visión regional de la economía latinoamericana ela- que ahora iban incorporándose al grupo delantero, como el
borada por un latinoamericano, y sus esquemas —principal- Canadá o Australia. Ahora, en virtud de las falencias de su de-
mente el relativo al funcionamiento asimétrico de la econo- sarrollo económico, integraba la heterogénea clase de las so-
mía mundial, resumido en la oposición "centro-periferia"— ciedades periféricas o del Tercer Mundo.
Fue por esta vía que los argentinos se reencontraron con
y en América Latina: el subcontinente pertenecía al área de
26 Mem. los países deficientemente desarrollados y la Argentina no es-
128 Carlos Altamirano América Latina en espejos argentinos 129

capaba a esa situación. Esta imagen del país tuvo una implan- ante el Congreso norteamericano, a veinte días del triunfo de
tación extendida porque se instaló como parte del discurso Fidel Castro en Cuba:
político y del discurso académico, generalizándose con la ex-
pansión de las carreras de ciencias sociales y su lenguaje, que Postulamos la fuerza del espíritu como motor histórico y procla-
se divulgó entre las clases medias universitarias desde la déca- mamos la unidad esencial de las Américas, pero estas afirmacio-
da de 1960. Como en casi todas partes, la sociología fue en esa nes no pueden hacernos ignorar el hecho, doloroso y real, del
década la disciplina "reina" de las nuevas ciencias sociales, y desigual desarrollo continental. No podemos ocultar la cruda rea-
su eje intelectual, el de la modernización, era convergente con lidad de millones de seres que en América Latina padecen atra-
la problemática desarrollista. En el nuevo contexto, el popu- so y miseria. Tampoco podemos negar que bajo esas condiciones
lismo latinoamericano sería para la sociología lo que el caudi- sociales y económicas, que contradicen nuestros ideales de justi-
llismo había sido para la historiografía y la ciencia social posi- cia y libertad, la vida del espíritu se hace insostenible. Un pueblo
tivista: un tema unificador, que se prestaba a los enfoques y pobre y sin esperanzas no es un pueblo libre. Un país estancado
y empobrecido no puede asegurar las instituciones democráticas.
estudios comparativos. "Getulismo", "peronismo", "aprismo",
"cardenismo", serían encarados como miembros de una fami-
lia política e ideológica idiosincráticamente latinoamericana. En cierto modo, la idea del desarrollo fue un sustituto y
Si desde 1949 el "manifiesto" de la CEPAL había incorpora- una variante deloAdea del progreso. Como ésta, promovía el
do a los países de América Latina en el cuadro de las regiones cambio y contenía_una interpretación del proceso histórico en
periféricas, la Revolución cubana, diez años después, introdu- términ~le mapas sucesivas de mejoramiento creciente de la
jo el subdesarrollo latinoamericano en el cuadro de la revolu- vida individual y colectiva. Ambas, igualmente, estaban volca-
ción social. Un nuevo tiempo, pleno de inminencias, acechan- das hacia el futuro y celebraban el avance de la ciencia y de la
zas y posibilidades pareció abrirse entonces para los problemas técnica. Ellas, sin embargo, no eran inmediatamente permu-
de los países del subcontinente. El tema del desarrollo, así co- tables. Para el pensamiento desarrollista, el cambio por exce-
mo el latinoamericanismo, se asociaron, tanto en el discurso lencia, la industrialización, no sobrevendría por evolución eco-
intelectual como en el discurso político, con el debate entre nómica espontánea. No sería, en otras palabras, resultante del
cambio gradual o revolución, una disyuntiva que la experien- liberalismo económico, la doctrina y la práctica que histórica-
cia castrista y las Declaraciones de La. Habana (1960, 1962) mente había sido indisociable de la idea del progreso. La idea
pusieron sobre el tapete. El desarrollismo se identificó, funda- del desarrollo, por el contrario, reposaba en la convicción de
mentalmente, con la alternativa gradualista, reformista, asocia- que los países de la periferia no saldrían del atraso si confia-
da con la democracia representativa. (Al menos hasta que lle- ban en repetir, con retardo, la secuencia histórica de las na-
gó, a mediados de los años de 1960, una nueva fórmula: la de ciones adelantadas. Y el agente por excelencia de ese impulso
la modernización por vía autoritaria.) En nombre de esta vía debía ser el Estado.
gradual y erigiéndose virtualmente en portavoz de toda Amé- En este contexto intelectual, en el que la problemática del
rica Latina, hablaría el presidente argentino Arturo Frondizi desarrollo se entrelazaba con los temas y los conceptos de la
130 Carlos Altamirano América Latina en espejos argentinos 131

sociología de la modernización, y el pensamiento historiográ- día ser ya el que había dado forma a las historiografias nacio-
fico renovaba sus instrumentos y preocupaciones en colabo- nales en el siglo xix. "Saber historia era, en los países latinoa-
ración con las nuevas ciencias sociales, se escribirán las que mericanos de la segunda mitad del siglo mx, tener opinión
probablemente sean las primeras contribuciones perdurables acerca del proceso de constitución del país o, mejor aún, par-
de la Argentina al conocimiento de América Latina. Dentro ticipar en alguna medida en el arduo proceso de definición
de esta producción de alcance continental pueden mencio- de la nacionalidad."28 Frente a las insuficiencias de esta histo-
narse "Democracia representativa y clases populares", de Gi- riografia tradicional, predominantemente política y articula-
no Germani, y "Populismo y reformismo", de Torcuato di Te- da, en general, como relato de la nación y su identidad (¿qué
11a, estudios importantes sobre el populismo latinoamericano es ser argentino, mexicano, venezolano...?), se hacía impres-
publicados, ambos, en 1965; la Historia contemporánea de Amé- cindible dar impulso a una nueva historia, una historia social.
rica Latina, de Tulio Halperin Donghi, que se editó en caste- Romero pensó los trabajos que consagraría a la ciudad la-
llano por primera vez en 1969 y que se convertiría en uno de tinoamericana como contribución a la visión histórica de Amé-
los manuales de referencia sobre la historia de Latinoamérica rica Latina que reclamaba. "Usando una fórmula tradicional,
independiente; la serie de ensayos que José Luis Romero con- podría decirse que la ciudad es el mejor indicador de los fe-
sagró a la historia ideológica y cultural del subcontinente y que nómenos de mestizaje y aculturación que se desarrollan en La-
rematarían en uno de los grandes libros de este scholar espe- tinoamérica enielación con la creación de nuevas formas de
cializado en historia medieval europea: Latinoamérica: las ciu- vida y de meutalfflad", escribirá en 1969.29 Para él, esa fórmu
dades y las ideas, que apareció en 1976. la era-:vllidá-Para el examen del proceso histórico-social lati-
"Quizá ha sido Latinoamerica más original de lo que sue- noatfericano desde el siglo xvi hasta el presente. Y con esta
le pensarse, y quizá sean más originales de lo que parecen a clave concibió Latinoamérica: las ciudades y las ideas, que sigue el
primera vista ciertos procesos que, con demasiada frecuencia, hilo que va de la ciudad formal de las fundaciones, esos nú-
consideramos como simples reflejos europeos", escribía en cleos urbanos instalados como proyecciones europeas a co-
1964 José Luis Romero, en un ensayo de título emblemático: mienzos de la ocupación del territorio americano, a las ciuda-
"La situación básica: Latinoamérica frente a Europa".27 Pero des de masas del siglo xx. La historia latinoamericana,
esa originalidad y su interpretación no remitían ahora a una observaba Romero, es rural y urbana. Pero, a sus ojos, la origi-
esencia, racial u ontológica, sino a la particularidad de una ex- nalidad que resultaba de esa historia podía ser comprendida
periencia histórica. El tipo de estudios necesarios para com- partiendo de ese instrumento de colonización, que se implan-
prender la formación y el desarrollo de América Latina no po-

28 José Luis Romero, "Los puntos de vista: historia política e historia social"
27 José Luis Romero, "La situación básica: Latinoamérica frente a Europa", [1965], Situaciones e ideologías..., p. 15.
Situaciones e ideologías en Latinoamérica. Buenos Aires, Sudamericana, 1986, 29 José Luis Romero, "La ciudad latinoamericana: continuidad europea y de-
p. 2L sarrollo autónomo", Situaciones e ideologías..., p. 213.
132 Carlos Altamirano América Latina en espejos argentinos 133

ta como reducto europeo, cristiano, homogéneo, y que irá di- tro décadas han disipado enteramente la fantasía de mutar-
ferenciándose a lo largo de un desarrollo secular. Primero, di- nos, como ha observado críticamente Roberto Russell, "en eu-
ferenciación de su propio patrón inicial de "ciudad ideológi- ropeos periféricos [...] o, quizá mejor, en norteamericanos del
ca" que llevará a la "ciudad real", fruto de los ajustes a la Sur".30 Es una especie de engreimiento arraigado en las cla-
experiencia americana; después, la diferenciación por la cual ses dominantes y en un segmento de las clases medias. Vani-
surgiría (reconocidamente, desde finales del siglo xviiI), a la dad nacional, ella se ejercita también hacia dentro, contra la
par de la sociedad urbana, una sociedad diferente en el hinter- parte del país a la que se acusa de haber frustrado la grande-
land rural de las ciudades; y, por fin, la diferenciación de las za argentina. Para dejar efectivamente atrás la nostalgia por el
ciudades mismas, que a partir de un modelo originariamente pasado y la añoranza de los barcos no bastará que los argenti-
común seguirían distintos trayectos —algunas rumbo al oca- nos reconozcan su "destino sudamericano". A ese reconoci-
so o la desaparición—. El movimiento de las ideas, sean las sis- miento debe imprimírsele un sentido que no puede ser ni el
tematizadas de las elites políticas y culturales, sean las más la- de la admisión resignada de un destino fatídico, ni el de la
xas de los movimientos populares, debía entenderse en exaltación identitaria. El descontento por lo que somos y por
relación con este proceso. lo que son nuestros países (sociedades brutalmente injustas y
Dentro de este cuadro, como, en general, dentro de las desiguales, con pueblos que se marchitan en la pobreza y
perspectivas que comenzaron a ofrecer los estudios empren- pos dirigentes codiciosos o irresponsables) debemos ligarlo
didos con el estímulo de la nueva historia y de las ciencias so- con el deseo de gira Argentina y otra América Latina y el es-
ciales, las vicisitudes de la sociedad argentina aparecían como fuerzo 13of liaeer probable lo que sólo es posible.
un fragmento de la experiencia latinoamericana. Los rasgos Erfotras palabras, cierta conjetura abierta sobre lo que to-
que la diferenciaban de otras naciones del subcontinente davía no es, pero puede ser —cierta utopía, si se quiere—, que
—por ejemplo, la gran mutación demográfica que produjo la no nos desconecte del mundo, sino que oriente nuestra inser-
inmigración europea a partir de la segunda mitad del siglo ción en él, tendría que acompañar la afirmación del destino
xix—, se inscribían en el repertorio de cambios que habían común. Afortunadamente, la mayoría de nosotros ya no acep-
introducido discontinuidades y clivajes regionales en el espa- ta pensar que sea necesaria una etapa de capitalismo salvaje
cio latinoamericano. Las discusiones y las tesis sobre la depen- para poner a nuestro alcance la lucha por la equidad. Tampo-
dencia, características del debate intelectual de comienzos de co acepta que la existencia de desigualdades sociales, que son
la década de 1970, hicieron también su contribución a la per- enormes, obligue a renunciar por un tiempo, mientras se lo-
cepción de que la Argentina no sólo estaba geográficamente gi a abolir la pobreza, a la democracia y a las libertades públi-
en América Latina. En el mismo sentido.obró, en fin, el esta- cas. Pensar un futuro que conjugue estas exigencias es la tarea.
blecimiento de regímenes autoritarios, sobre todo la dictadu-
ra militar que imperó en el país entre 1976 y 1983.
Ni la experiencia ni las interpretaciones acerca de Améri-
ca Latina y la Argentina que se elaboraron en las últimas cua- 30 La Nación, 15/5/04.

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