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Leandro del Moral Ituarte

LA GEOGRAFIA HUMANISTA Y EL REENCUENTRO CON LA SUBJETIVIDAD


DEL SER HUMANO

Materiales de la asignatura Teoría y Claves para


la interpretación del Territorio
Grado de Geografía y Gestión del Territorio
Universidad de Sevilla
Curso 2013-2014

El problema de la propia denominación

La denominación de Geografía humanista o humanística, cubre


tal diversidad de planteamientos intelectuales, métodos y
objetos de estudios diferentes que algunos autores
generalmente considerados como fundadores de la corriente
(es el caso de Edward RELPH) han llegado a rechazar esta
designación. Como dice Anne BUTTIMER:

"El título de humanista ha sido adquirido por estudiosos


cuyos focos de interés varían enormemente: algunos ponen
énfasis en las actitudes y valores humanos, otros en el
legado cultural y la tradición; algunos en la estética del
paisaje y la arquitectura, otros en la significación
emocional del lugar dentro de la identidad humana ... Quizás
pertenezca a la esencia del humanismo el hecho de que cada
uno de nosotros, individual y colectivamente, se
responsabilice de sus propias orientaciones" (BUTTIMER, 1992,
en García Ballesteros 1992, p. 20)

Esta fragmentación reposa esencialmente en la


diversidad de puntos de referencia filosóficos, en buena
medida incompatibles, entre los cuales destacan la
fenomenología de Edmund HUSSERL (1859-1938) y Martin
HEIDEGGER (1889-1976), llevada a las ciencias sociales por
Alfred SCHUTZ, y el existencialismo de Jean-Paul SARTRE
(1905-1980) y Maurice MERLEAU-PONTY (1908-1961); pero
también el idealismo histórico, elementos del pragmatismo,
así como materiales psicológicos y psicoanalíticos y, en
ocasiones, consideraciones teológicas y de otro tipo.

LAS RUPTURAS

Es indudable que la Geografía humanista significa


esencialmente una reacción contra el paradigma
neopositivista. Frente a lo que se considera un enfoque
objetivo, abstracto, mecanicista y determinista del hombre
(acusaciones que, desde luego, no serían aceptadas por los
positivistas lógicos), el humanismo propone un enfoque

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comprensivo de los significados, valores, objetivos y
propósitos de las acciones humanas: "no existe un mundo
único y objetivo, sino una pluralidad de mundos, tantos
como actitudes e intenciones del hombre" (GARCÍA RAMÓN,
1985, p. 220). Frente a la ciencia cuantitativa y
analítica, que exalta la técnica, glorifica los números y
divide los problemas, propone un enfoque globalizador,
holístico y subjetivo, basado en la aproximación empática a
través de la experiencia vital concreta, en el que la
intuición vuelva a tener una función cognitiva.

En su vertiente fenomenológico-existencialista, la
Geografía humanística rechaza toda división rígida entre el
mundo objetivo y el mundo subjetivo, porque:
"el mundo encuentra su coherencia en nuestros conceptos
organizadores y constituye una extensión de nuestra
conciencia; el sujeto está implicado en el proceso de
conocimiento, no puede existir separación entre hechos y
valores" (BAYLLY y POCCOCK, 1995, p. 166)

O, en palabras de Paul CLAVAL:


"¿Qué es lo que revela el examen de la conciencia cuando
empleamos el método fenomenológico? Que ésta es siempre
intencional. Nos situamos de esta manera en el polo opuesto
del universo sin finalidad al que se consagran las ciencias
positivas. La epistemología de las ciencias sociales debe
partir de esta constatación: el universo de los hombres no
tiene la cualidad objetiva del de las cosas; está siempre
animado por proyectos" (CLAVAL, 1987, p. 117).

Además, frente a la vocación de práctica científica


útil que caracterizaba a la ciencia espacial, la
perspectiva humanista no estaba necesariamente interesada
en la producción de conocimientos nuevos y técnicamente
útiles. Como dice JOHNSTON:

"El papel del investigador no es el de un técnico, alguien


que facilita una determinada solución, sino más bien la de un
provocador, alguien que estimula el pensamiento y la
reflexión" (JOHNSTON, 1986, cit. por Holt-Jensen, 1992, p.
132).

David LEY sintetiza con gran claridad la oposición del


humanismo al positivismo, al denunciar la pérdida del
sujeto geográfico por parte de la Geografía cuantitativa:

"la práctica más significativa en Geografía humana ha pasado


de un estudio de las relaciones contextualizadas entre la
sociedad y el medio al estudio de las relaciones lógicas
entre objetos en un espacio abstracto o estructura" (LEY,
1980, recopilado en Agnew, Livingstone y Rogers 1996, p.
194).

LAS CONTINUIDADES

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Sin embargo, esta indudable ruptura se produce en el
marco de un proceso más complejo de evoluciones internas,
autocríticas y, también, de recuperación de tradiciones
que, en realidad nunca habían dejado de manifestarse. En
primer lugar, el regreso a la preocupación por los factores
subjetivos se produjo desde el interior del paradigma
positivista, al calor del renovado interés por el
comportamiento humano, dentro de las versiones iniciales de
la Geografía del comportamiento y de la percepción, como
hemos visto en el tema anterior (ver CRITICA Y PERVIVENCIA
DE LA GEOGRAFIA TEÓRICA-CUANTITATIVA. LA CIENCIA ESPACIAL
EN LA ACTUALIDAD). A esto hay que añadir, que los enfoques
cuantitativos, nunca desbancados y frecuentemente
escépticos frente a muchos de los planteamientos
humanísticos, han sabido incorporar una parte de las
críticas dirigidas a deficiencias realmente existentes en
las concepciones neopositivistas. De esta manera, algunos
autores han intentado desarrollar vías intermedias,
generalmente sesgadas hacia los enfoques positivistas o
humanistas.

Por otra parte, es de destacar el reencuentro de la


Geografía humanística y la tradición regional. Ambas han
coincidido en la sensibilidad hacia los lugares y las
comunidades, "hacia las relaciones simbióticas entre
individuos, comunidades y entornos" (HARVEY 1974, cit. por
Gómez Mendoza, 1986, p. 33).

La Geografía regional de VIDAL DE LA BLACHE ha sido


considerada por los propios geógrafos humanistas actuales
como una importante fuente de inspiración. Cuando VIDAL
pone de relieve el diálogo entre el medio natural y las
comunidades humanas -las interacciones entre milieux y
civilisations- y defiende que el resultado de este diálogo
es un mundo lleno de diferentes genres de vie, cada uno de
ellos propio de un pueblo determinado, viviendo en un lugar
determinado, no cabe duda que está subrayando el factor
pensamiento-acción de los seres humanos y su capacidad
para ejercer algún tipo de control sobre sus propios
destinos, algo, sin duda, muy del gusto de la Geografía
humanista en el sentido más amplio de la expresión.

Asimismo, a través del renovado interés por el paisaje


y la cultura, esta corriente ha redescubierto la gran
figura de Carl SAUER, que es invocado de con especial
afecto por los geógrafos humanísticos franceses.

También es expresivo del redescubrimiento de la


tradición regional, el interés renovado por la Geografía
histórica, vinculado a la necesidad de conocer la génesis y

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la evolución de los fenómenos para poder entender realmente
el mundo. El enfoque histórico de los problemas y la
formación histórica del investigador se consideran
esenciales.

RECONCEPTUALIZACIÓN DE LAS NOCIONES GEOGRAFICAS BÁSICAS:


ESPACIO, LUGAR, ESCALA, REGIÓN Y PAISAJE.

Un aspecto de especial importancia en el análisis de


esta corriente es la reconceptualización de algunas de las
nociones geográficas básicas: espacio y lugar, región y
paisaje. La incorporación por los geógrafos fenomenológicos
del concepto de Lebenswelt -el mundo de la vida, traducido
por espacio vivido, monde vécu o lifeword, aunque en la
acepción fenomenológica original que le dio HUSSERL
sobrepasaba el espacio para incorporar todos los hechos
vividos- permite aprehender la trayectoria espacio-temporal
y cultural de la experiencia ordinaria, cotidiana.

La crítica humanística del espacio geométrico como


punto de referencia básico de la Geografía neopositivista,
condujo a la necesidad de forjar una alternativa, que
adoptó la forma del concepto clave de lugar (place, lieu),
en torno al que se articula el enfoque holístico
humanístico. La contribución más original y coherente
proviene de Yi-Fu TUAN, quien, intensamente influido por la
arquitectura, la antropología y la sociología
fenomenológica, contempla los lugares como una combinación
de usos, significaciones simbólicas, sentimientos e
identificaciones procedentes de la vida que en ellos se
desarrolla a través del tiempo. Los lugares son "resultado
de campos de afección (fields of care), cuya potencia
depende de la inversión emocional (emotional investment)
que la gente deposite en cada lugar" (TUAN 1974, [1996],
pp. 447-448):
"Los seres humanos establecen campos de afección, redes de
interés, sobre soportes físicos concretos ... Las relaciones
humanas necesitan objetos materiales para sustentarse y
profundizarse. La propia personalidad depende de un mínimo de
posesiones materiales, incluyendo la posesión de un espacio
íntimo. Incluso el objeto más humilde puede servir para
objetivar los sentimientos: como las palabras -sólo que con
un carácter más permanente-, se intercambian como expresiones
de afectividad (ibid, pp. 451-452).

La localización, la forma, la estructura y las


actividades intervienen en la diferenciación de unos
lugares de otros, pero su carácter distintivo emana
esencialmente de los valores, significaciones y
aspiraciones que los seres humanos depositan o experimentan

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en ellos. Según el geógrafo humanista Edward RELPH, estos
sentimientos pueden ser de atracción positiva (topofilia),
de rechazo (topofobia) o de carácter mítico-religioso
(geopiedad). Además, la ausencia de sentido de lugar o
deslocalización (absense de sens du lieu, placelessness),
antítesis de la identidad humana, constituiría un
obstáculo, insuperable a largo plazo, para el bienestar de
los seres humanos (RELPH, 1976, cit. por García Ramón,
1985, p. 221).

El lugar no responde a una escala geográfica


específica: aunque en el mundo anglosajón se suele asociar
con la escala local, en los trabajos franceses son más
frecuentes las escalas medias. Adoptando la noción de
monde vécu, que ha contribuido a reformular la expresión
vidaliana de genre de vie, Armand FREMONT redefine la
región como concepto

"revelador de realidades de orden administrativo, histórico,


ecológico, económico pero también, sin duda y
fundamentalmente, de orden psicológico ... La región, si
existe, es un espacio vivido. Visto, percibido, sentido,
amado o rechazado" (FREMONT, 1976, cit. por Nogué i Font,
1989, p. 74).

A través de la incorporación del concepto de


Lebenswelt, la Geografía humanística ha contribuido de
forma importante al debate continuo en la Geografía sobre
los contenidos del concepto de región.

En cuanto al paisaje, la Geografía humanística no


concibe que el ser humano viva solamente en un paisaje
material, sino que éste de manera consciente o inconsciente
inventa universos imaginarios, compuestos de
representaciones y sueños. Los sucesos y las experiencias
humanas se trasladan a los paisajes, que reflejan y
refuerzan nuestra identidad, tanto individual como
colectiva. Cada paisaje es el espacio de existencia de
algún ser humano, lo que obliga a intentar aprehender lo
que M. SAMUELS denominó la "biografía de los paisajes", es
decir, la manera en la que las personas o los grupos
concretos entienden el paisaje físico y sus significados,
incluida, de manera muy especial, la dimensión temporal.

Por este motivo, Anne BUTTIMER insiste en la necesidad


de explorar la experiencia vivida anteriormente para que
los diseños de remodelación y planificación tengan éxito a
largo plazo:
"Estoy segura de que muchas de las actitudes presentes en mi
Geografía, por ejemplo, y sin lugar a dudas mi escepticismo
sobre la planificación burocrática de arriba abajo, provienen
de experiencias vividas durante mi infancia en Irlanda...

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recuerdo el tacto de la hierba bajo los pies desnudos, los
olores y sonidos de las distintas estaciones ..." (BUTTIMER,
1980, recopilado en García Ramón, 1985, p. 233).

Consecuente y paralelamente, el paisaje humanístico no


es sólo un producto de la percepción visual, sino un
fenómeno sensorial global mucho más amplio.

LA CRÍTICA A LA GEOGRAFÍA HUMANÍSTICA.

La objeción más generalizada que ha recibido la


Geografía humanística es su dificultad para incorporar
seriamente la sociedad externa al individuo y dar cuenta de
la realidad objetiva del mundo, al no ser capaz de superar
el nivel de la apariencia y de la acción individual. O
bien, expresado de otra manera, la mayor debilidad de este
enfoque sería la omisión del mundo de las relaciones
sociales objetivas externas, muy especialmente los
imperativos materiales, en sus ineludibles interrelaciones
con la intencionalidad subjetiva.

En un sentido muy similar, de la Geografía humanística


se suele criticar su ineficacia para construir una
perspectiva científica, al haber sido incapaz de
desarrollar métodos rigurosos de análisis de la
interrelación entre subjetividad y el mundo exterior,
desembocando en la interpretación voluntarista de la
intencionalidad y la falta de criterios de evaluación de la
experiencia subjetiva.

Un segundo problema procede del hecho de que la


insistencia en las geografías personales y en las
microgeografías puede conducir a lo que se ha calificado de
auténtica "pulverización de las categorías de análisis", lo
que puede impedir toda comunicación entre los geógrafos. En
ese mismo sentido, se ha criticado, la exclusiva
precupación por lo único y esotérico, siendo imposible a
partir de ahí realizar generalizaciones.

En tercer lugar, se presenta el problema de la


validación de lo que se estudia. Como señala Jean-Bernard
RACINE, los geógrafos fenomenólogos "no se han planteado
otros problemas de verificación que la emoción
experimentada por ellos mismos frente al objeto estudiado"
(RACINE, 1981, p. 129).

Por último, la Geografía humanística, en particular en


su expresión fenomenológica, se ha inclinado por la
pasividad, soslayando la implicación activa en los
mecanismos del cambio social y político. Efectivamente -y

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sobre esto también podría haber un acuerdo generalizado-,
la Geografía de los fenomenólogos no intenta resolver los
problemas de justicia social que motivan a los radicales.
La Geografía humanista se interroga sobre lo que da sentido
a su existencia más que sobre las condiciones materiales de
su actividad. Los geógrafos marxistas y humanistas se
plantean cuestiones muy diferentes sobre la vida social:
los primeros tienden a indagar sobre la desigualdad social
y los últimos sobre las significaciones.

Sin embargo, dada la diversidad de prácticas que se


agrupan bajo la denominación de Geografía humanística,
además de la evolución que la corriente en su conjunto ha
experimentado a lo largo de las décadas de 1970 y 1980,
todas estas críticas habría que desarrollarlas de manera
mucho más matizada.

EL PROBLEMA DE LA FALTA DE MÉTODO

Generalmente se acepta la idea, estrechamente


relacionada con algunas de las anteriores críticas, del
déficit metodológico de los enfoques humanísticos. En este
sentido, suele considerarse que mientras que la ciencia
espacial de la década de 1960 se centraba en la metodología
y, por regla general, pasaba por alto los principios
filosóficos, la Geografía humanista, especialmente en la
década de 1970, prestaba más atención a sus variados y
complejos intereses especulativos y tendía a relegar la
metodología a un plano secundario.

Sin duda esto es sólo parcialmente cierto, pues no se


puede desconocer los esfuerzos de esta corriente por
definir sus propios métodos y técnicas de trabajo basados
en la reflexión, la observación participante y la
experiencia. A partir de descripciones cualitativas
detalladas, de discusiones de grupo, en las que el
investigador se integra como miembro de la comunidad, de
entrevistas en profundidad o de historias de vida, se
esclarecen las experiencias del medio y el significado
subjetivo de los lugares.

El trabajo de campo, abandonado en buena medida por


los geógrafos neopositivistas, reaparece ahora en forma de
trabajo de campo experiencial (de larga tradición en
sociología y antropología), que busca la inmersión en los
lugares vividos cotidianamente por las personas que se
pretende estudiar.

De la misma manera, la literatura y el arte son


consideradas muy útiles como fuente de información y como

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medio de comprensión de la sensibilidad sobre el entorno,
además de ayudar a la elaboración o confirmación de las
hipótesis de trabajo (BAILLY y POCOCOCK, 1995, p. 167). Las
novelas y las obras literarias en general se convierten en
una importante fuente geográfica, lo que ha influido en la
renovación del gusto por los libros de viaje, por su gran
interés para la comprensión de la génesis de las categorías
sobre los valores de los lugares y del paisaje.

CONTRIBUCIONES DE LA GEOGRAFÍA HUMANÍSTICA.

Una de las contribuciones significativas de la


Geografía humanística es haber orientado a un puñado de
investigadores, formalmente identificados con ella, a
desentrañar las conexiones fenomenológicas y existenciales
más profundas de las gentes con sus lugares. Pero quizás su
mayor aportación haya sido haber llamado la atención de
numerosos investigadores (la mayor parte de los cuales no
se proclaman seguidores de la Geografía humanística) hacia
las vinculaciones, habitualmente muy profundas, que todo
los seres humanos tienen con los lugares que los rodean.

Es interesante la opinión, complementaria con la


anterior, de que el valor más notable de la Geografía
humanística procede de haber incorporado una connotación
geográfica al debate fundamental sobre la naturaleza del
hombre ("la question fondamentale, qu'est-ce que l'homme?"
(BAILLY y POCOCK, 1995, p. 170).

La reformulación de ciertos conceptos, el recurso a


técnicas de trabajo que suponen un mayor contacto con los
lugares y la vida cotidiana, han contribuido a enriquecer
el campo de la Geografía contemporánea y a conectarla con
el complejo mundo de la posmodernidad y su exaltación de la
individualización del tiempo, del espacio y de la propia
historia. También parece fuera de duda que resulta muy
estimable el énfasis de la Geografía humanística en hacer
conscientes a los investigadores de los "factores
culturales, sociales y personales que de hecho mediatizan
la investigación objetiva: algo que los geógrafos
neopositivistas e incluso los marxistas han tendido a
ignorar" (GARCÍA RAMÓN, 1985, p. 223).

Finalmente, en estrecha relación con la idea de que


para captar y comprender lo geográfico es conveniente
entender el sentido cultural de las representaciones
literarias o pictóricas, la Geografía humanística ha pasado
a prestar una gran atención al lenguaje, tanto al estilo
literario de los propios trabajos geográficos, como a la
interpretación del lenguaje de los demás. Con todo ello,

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sin duda la Geografía humanística ha potenciado una
dimensión genuinamente cultural del punto de vista
geográfico:
"No se trata sólo ... de insistir, según se ha venido
haciendo con bastante frecuencia, en la consideración de la
terminología, los conceptos o las ideas generales que
aparecen en cada caso, sino de atender al propio plano
discursivo del lenguaje, a las formas de expresión, que
constituyen el estilo... Son precisamente las formas de
expresión, las figuras del discurso, el estilo del lenguaje
de los geógrafos lo que mejor denota el signo cultural de su
punto de vista" (ORTEGA CANTERO, 1987, p. 110).

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