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“El colapso del viejo orden en Europa (...) liberó los diversos elementos de poder,
riqueza y status consolidados, aunque en forma precaria, desde la Edad Media. (...)
Del mismo modo que la historia política del siglo XIX registra los esfuerzos prácticos
de los hombres por volver a consolidarlos, la historia del pensamiento social registra
los esfuerzos teóricos realizados en tal sentido; es decir, las tentativas de ubicarlos en
perspectivas de importancia filosófica y científica para la nueva era.”
Los temas de la ciencia del hombre en el siglo XIX: la índole de la comunidad; la
localización del poder; la estratificación de la riqueza y los privilegios; la dirección de la
sociedad occidental.
La primacía de los temas enumerados en el párrafo anterior fue producto de la
conjunción de dos fuerzas: la Revolución Industrial y la Revolución Francesa.
Nisbet sostiene que las dos Revoluciones (Industrial y Francesa) tuvieron en común
tres procesos “más amplios y fundamentales”. “Ellos representan gran parte de lo que
significó el cambio revolucionario para los filósofos y estudiosos de la ciencia social del
siglo XIX. La importancia de cada uno de ellos ha perdurado hasta el siglo XX.”
Dichos procesos son los siguientes:
Abstracción: Antes de las dos Revoluciones, los valores habían surgido unidos
a un contexto determinado (generalmente la comunidad aldeana). “Ahora, un
sistema tecnológico de pensamiento y conducta comenzaba a interponerse entre
el hombre y el hábitat natural directo. Otros valores habían dependido de los
lazos del patriarcalismo, de una asociación estrecha y primaria, y de un sentido
de lo sacro que se apoyaba en un concepto religioso o mágico del mundo. Ahora,
esos valores se volvían abstractos - a causa de la tecnología, la ciencia y la
democracia política -, eran desplazados de lo particular y de lo concreto.”