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Antistenes Testimonios y Fragmentos PDF
Antistenes Testimonios y Fragmentos PDF
1
Introducción
Hay algunos que se enorgullecen si al componer una hipótesis absurda y paradojal pueden hablar pasablemente
sobre ella. Así envejecen unos afirmando que no es posible decir falsedades ni contradecir ni enfrentar dos
discursos sobre las mismas cosas, otros exponiendo que la valentía, la sabiduría y la justicia son lo mismo y
por naturaleza no tenemos ninguna de ellas y que un único saber se aplica a todo esto, y otros perdiendo el
tiempo en discusiones erísticas que no son útiles en nada y pueden causar problemas a quienes se acercan. (...)
Pero, sin embargo, aunque esos hombres mostraron claramente que es fácil urdir un discurso falso sobre
cualquier cosa que se postule, todavía pierden tiempo en ese asunto. Deberían abandonar esta pedantería que se
jacta de refutar en los discursos, pero en los hechos quedó refutada hace tiempo, y perseguir la verdad para
enseñar a sus seguidores sobre las prácticas con las cuales nos gobernamos y ejercitarlos en la experiencia de
estas cosas, teniendo en mente que es mucho mejor opinar adecuadamente sobre las cosas útiles que saber con
precisión sobre cosas inútiles, y ser apenas mejor en las cosas grandes más que muy superior en las pequeñas y
que en nada ayudan para la vida. Sin embargo, no les preocupa ninguna otra cosa que llenarse de plata a costas
de los jóvenes.
El listado de ideas que molestan a Isócrates nos instala en el clima de pensamiento socrático.
La mención de tesis paradojales, que puede aludir en primera instancia también a los megáricos, es
complementada por la mención de la imposibilidad de contradecir asociada con Antístenes,
corolario llamativo de la tesis de la investigación de los nombres, como surge de 958-65 y 979. No
1
Véase Ps. Plutarco, Moralia, 837b-c.
2
Véase A. Nightingale, Genres in Dialogue: Plato and the Construct of Philosophy, Cambridge, CUP, 1995, cap. 1.
2
falta más adelante en la obra una mención irónica de Isócrates acerca del envejecimiento que no trae
aparejada una madurez que distancie de la erística. Algo similar se encuentra en el conocido pasaje
de Sofista, 251b, donde Platón se refiere igualmente a los que envejecieron en estas actividades,
punto en el que suele verse una crítica a Antístenes.
Por otra parte, se bosqueja con aires de caricatura la tesis de la unidad de la virtud, su
enseñabilidad y su captación cognitiva, conglomerado identificable en distintas vertientes socráticas
y por tanto una suerte de marca identitaria del grupo. La unidad de la virtud está presupuesta en el
andamiaje megárico y su enseñabilidad es aceptada por Antístenes en 781, ya que el diseño de la
tesis de la investigación de los nombres hace de la virtud un entramado susceptible de ser conocido,
a la vez que en Platón la unidad de la virtud se discute en Menón y en Protágoras, textos que
tradicionalmente se han visto como objetivo directo de la crítica de Isócrates. 3
La acusación de erística como improperio dirigido contra los métodos dialógicos atañe por
igual a las distintas vertientes socráticas y sirve como punto de advertencia respecto del problema
que entre ellas mismas se gesta para establecer diferencias que permitieran diferenciarlas.
Evidentemente Isócrates no ve distancias y, a la manera en que Aristófanes usaba a Sócrates para
impugnar al grupo intelectual en su conjunto, condena toda metodología dialéctica como pura
palabrería.4 Si es así, esta crítica es en realidad la más básica, mientras las dos primeras atañen a
aspectos particulares de esta práctica que sobresalen por su extravagancia. En este caso, Antístenes
resultaría un excéntrico abroquelado en la paradoja de imposibilidad del error, así como hay
excentricidad en las tesis conexas con la unidad de la virtud. Isócrates concibe la tarea de examen
de estas vertientes socráticas como una especie de ejercicio de superación de las afirmaciones anti-
intuitivas de la tradición, como las de Gorgias, Zenón o Meliso, con lo cual recorta una orientación
eleático-sofística relevante para analizar con qué elementos se gestó la argamasa de asuntos que
preocupaban a este grupo.5
El criterio de utilidad es esgrimido como indicio de que los juegos socráticos se pierden en
cuestiones sin relevancia y no ofrecen una respuesta taxativa al problema práctico por antonomasia,
que es el del gobierno de los hombres. En efecto, la enseñanza isocrática persigue la formación de
hombres hábiles para gobernar y en ese aspecto supone que reside la diferencia fundamental entre
su propuesta y la de sus adversarios. Esta tensión no desapareció, sino que se metamorfoseó a lo
largo del tiempo a medida que variaba la composición del campo intelectual dedicado a la
enseñanza. Basta recordar que veinte años después de la época a la que venimos refiriéndonos un
joven Aristóteles residente en la Academia se dedicó a la redacción del Protréptico, obra dirigida a
Temisón de Chipre como parte de una discusión con la escuela de corte isocrático establecida en esa
isla.6 Desde la perspectiva de Isócrates, los socráticos carecían de propuestas políticas, como parece
ser aplicable a los megáricos y cirenaicos, o sostenían visiones utópicas que en última instancia no
poseían aplicaciones directas a la vida ciudadana. Ya sea en la versión antisténica y sus alusiones a
lo natural, en la alambicada propuesta platónica del gobierno de filósofos o en las apuestas a la
virtud individual presentes en Esquines, Isócrates no vislumbra elementos efectivos que
desemboquen directamente en la práctica política, razón por la cual desdeña todos estos desarrollos
como igualmente improcedentes.
Por otra parte, Isócrates se concentra especialmente en el asunto del pago de las lecciones.
3
Sobre esta tesis en Antístenes, véase Introducción, 2.4.
4
F. Ueberweg (“Zu Isocrates”, Philologus, 27, Berlin, 1868, pp. 177-9) y H. Usener (“Lectiones Graecae”,
Rheinische Museum, 25, Frankfurt 1870, p. 592) propusieron que el tercer item no tiene sentido y es fruto de una
corrupción textual, ya que crea una contradicción en el texto, que se dedica inmediatamente al aspecto erístico
contenido en el primer grupo.
5
Esta vinculación sirve para sopesar el problema de la impronta eleática en los megáricos. Sobre este punto, véase H.
von Arnim, RealEnciclopaedie Paulys, Sup. VI.1, s.v. Eukleides, Stuttgart, Druckenmüller, 1907, coll. 1001 ss., K.
Döring, Die Megariker. Kommentierte Sammlung der Testimonien, Amsterdan, Grüner, 1972, pp. 82 ss. y C.
Mársico, “Megaric philosophy: between Socrates' stamp and the ghost of Parmenides”, en N. Cordero (ed.),
Parmenides, venerable and awesome, California, Parmenides Publishing, 2010.
6
Véase I. Düring, Aristotle's Protrepticus: an attempt at reconstruction, Gothenburg, Acta Universitatis
Gothoburgensis, 1961; A. Chroust, “What Prompted Aristotle to Address the Protrepticus to Themison?”, Hermes,
94.2, Stuttgart, 1966, pp. 202-7 y B. McAdon, “Reconsidering the Intention or Purpose of Aristotle's Rhetoric”,
Rhetoric Review, 3.3, Tucson, 2004, pp. 216-34.
3
Evidentemente no es el tema del intercambio de dinero por educación lo que le molesta, como
sucede en el caso de Platón, que retrata un Sócrates reacio a esta práctica, en lo que, a juzgar por el
testimonio de 353 y 360, parece ofrecer una descripción adecuada. Entre sus discípulos, sin
embargo, el cobro era una práctica extendida, en general porque varios de ellos no contaban con una
riqueza previa tal que les permitiera desentenderse de los gastos cotidianos. 7 Ahora bien, lo que
objeta Isócrates es la contradicción entre esta práctica y una actitud de desdén por el dinero. Es
claro que partícipes del grupo socrático que compartían ideas tales como las que Esquines pone por
escrito en el Calias o en el Telauges, donde la riqueza puede ser un obstáculo para el progreso
moral, se vuelven blanco fácil de quienes observan luego que cobran por sus lecciones. En efecto,
personajes como Hipias, aludido por Platón en Hipias Mayor, 282d ss., que se jactan de su
acumulación de riquezas y de las sumas incalculables que ofician de testimonio de su éxito, están
lejos de la prédica de los socráticos, con su escala axiológica tan distante de la de Hipias, y que, sin
embargo, se queja Isócrates, terminan cobrando sumas abultadas por una educación que desde una
perspectiva pragmática sirve todavía mucho menos que la de los sofistas tradicionales.
Un clima similar inunda el inicio de Contra los sofistas:
Si todos los que intentan educar quisieran decir la verdad y no hacer promesas mayores que las que las que
iban a cumplir, no tendrían mala fama entre los individuos. Ahora, sin embargo, los que se atreven a alardear
con total irreflexión han logrado que parezca que deliberan mejor los que eligen abandonarse que los que se
dedican a la filosofía. Porque ¿quién no odiaría y a la vez despreciaría, primero, a los que se dedican a la
erística, esos que pretenden buscar la verdad, pero directamente desde el principio de sus planteos tratan de
decir mentiras? Pues creo que es claro que conocer de antemano el futuro no es propio de nuestra naturaleza,
sino que estamos tan lejos de este saber que Homero, que se ha ganado la mayor fama en cuestiones de
sabiduría ha retratado incluso a los dioses discutiendo a veces entre ellos, sin conocer su opinión, sino porque
quería mostrarnos que para los hombres esto está entre las cosas imposibles. En rigor, estos hombres han ido
tan lejos en su atrevimiento que intentan convencer a los jóvenes de que, si los frecuentan, sabrán qué hacer y
por medio de este conocimiento serán felices. Y presentándose a sí mismos como maestros y autoridades en
tantos bienes no se avergüenzan de cobrar por ellos tres o cuatro minas. Pero si tuvieran que vender alguna de
las demás pertenencias por una parte tan nimia de su valor, no discutirían que no están en sus cabales, mientras
que a la perfección y la felicidad íntegras las consideran tan poca cosa que con sus ocurrencias pretenden llegar
a ser maestros de los demás.
4
propia propuesta educativa. Podría decirse que hay en Isócrates un cierto reclamo corporativo
contra los intelectuales que exagerando sus promesas decepcionan a los alumnos y con eso
comprometen el “mercado educativo” en su conjunto, ya que los individuos prefieren entregarse a
sus propias opiniones en lugar de buscar maestros.
En este programa de impugnación, rechaza primero a los que se dedican a la erística. Dadas
las coincidencias que se revelan en lo que sigue y que la tradición conserva la referencia a la obra
Verdad de Antístenes, varios autores comprendieron el pasaje íntegro como una invectiva contra
este socrático en particular. En realidad, la búsqueda de la verdad y su contracara, el evitar el error,
constituye un programa que atraviesa todas las manifestaciones teóricas de los seguidores de
Sócrates, de manera que un ataque en bloque parece más plausible. Sin duda la objeción se dirige
ahí a Antístenes pero también a los megáricos y a Platón, ya que la búsqueda de la verdad es vista
en sí misma como erística. El planteo de conocer el futuro recuerda el pasaje del Encomio de
Helena de Gorgias, donde la retórica se necesita porque lo porvenir es inaccesible y en este sentido,
para Isócrates, tampoco puede accederse por vía intelectual a la estructura de lo real, que desde esta
perspectiva es tan alejada como el futuro. Partiendo de este presupuesto, los intelectuales mienten al
prometer felicidad y un bienestar que ellos no tienen y rematan su pretendido saber por poco dinero.
En segundo lugar se rechaza a quienes se preocupan por cuestiones políticas y se dedican a la
oratoria, donde seguramente se incluye a Antístenes y Platón y probablemente a Esquines. 8
Ahora bien, de este ácido reproche es posible inferir una serie de rasgos de las líneas
socráticas en su conjunto que sirven como marco para avanzar en nuestro estudio de Antístenes, los
Elíacos, Esquines y Simón. Así, en primer lugar, se plantea la dimensión veritativa enmarcada en un
complejo teórico de complejidad creciente. La explicitación del status de la verdad y los criterios
para establecerla, que nació en la tradición con el correspondentismo instituido por Heráclito y
Parménides en los inicios del s. V a.C. y fue confrontado inmediatamente por posturas relativistas
de corte sofístico, cobró entre los socráticos una importancia central que precipitó una
caleidoscópica propuesta de sistemas diferentes que ensablaban los elementos de realidad,
pensamiento y lenguaje de maneras variadas e ingeniosas en todo el espectro que va del
adecuacionismo sistemático de Antístenes hasta el cuasi-escepticismo de los megáricos.
En segundo lugar, las líneas socráticas tematizan el tópico del cuidado del alma y su relación
con la felicidad. La impronta trágica de la muerte totémica de Sócrates y su sacrificio por la
filosofía se enlaza con una atención marcada en todas las líneas sobre la dimensión de la
purificación anímica, lo cual implica que incluso en las líneas menos preocupadas por lo práctico
nunca falten consideraciones éticas y antropológicas. En tercer lugar se desarrollan pretensiones de
conocimiento integral incluyendo lo político. La atención a la epistemología, incluso en los casos en
que se adoptan soluciones poco optimistas, deja lugar para prácticas concretas que debe llevar
adelante el filósofo y le otorgan una función clara dentro del ámbito social que muchas veces se
instala en la advertencia o la denuncia, pero no faltan casos de actividad política deliberada, como
pasa en el ámbito de los erétricos.
En cuarto lugar, aparece una impronta metodológica que desde fuera es muchas veces vista
como erística. Desde los orígenes del grupo, tal como testimonia la queja de Platón en Apología,
18a ss. sobre las acusaciones antiguas, fue posible que Aristófanes confundiera en Nubes la práctica
de Sócrates con la del movimiento de intelectuales del s. V a.C. del que pretendía distanciarse por
su compromiso primariamente ético. El nivel de discusión y fricción que imponía a su diálogo
teórico, al que adhirieron sus seguidores, instaló como constante la dificultad de discriminación
entre las variantes dialécticas surgidas en el seno de los distintos grupos. La acusación de erística,
en tanto contracara de la dialéctica y preocupada solamente por la refutación del interlocutor, es una
acusación que suele lanzarse a los adversarios, y si bien se ajusta mejor a líneas como la megárica,
que hace de este punto el núcleo de su práctica, no es fácil distinguir a primera vista este proceder
del que adopta el personaje Sócrates en manos de otros cultores del género como Antístenes,
Esquines o Platón.
En quinto lugar, tiene un lugar central la formación de jóvenes con un formato proto-escolar
pretendiendo evitar la mercantilización de la enseñanza. En efecto, el contacto libérrimo de Sócrates
8
Sobre la política en Antístenes y Platón y la posible vinculación de planteos, véase Introducción, 2.3.
5
en el mercado, los gimnasios o la zapatería de Simón cede lugar a un contacto de
institucionalización mayor que conformó paulatinamente el mapa de líneas de pensamiento de la
época helenística y nutrió de energía vital las discusiones del período.
Con buena perspectiva, en el s. V d.C., Agustín observó a la distancia el fenómeno socrático
y llamó la atención sobre la atracción de numerosos seguidores en conjunción con una acendrada
rivalidad, agregando con cierta sorpresa que eran tan diferentes eran las opiniones de los socráticos
que resultaba en cierto sentido casi increíble que fueran discípulos de un único maestro. 9
Sobrevuela, en efecto, en algunos textos, la idea de que Sócrates tenía que haber sido
increíblemente oscuro, confuso y carente de ideas claras como para que sus seguidores tomaran
caminos teóricos tan distintos o, al contrario, se trataba de un individuo en posesión de una
descomunal fuerza inspiradora.
Si Agustín desecha la opción de internarse en este clima y desentrañar las claves de esta
proliferación de pensadores a la vez hermanados y enfrentados, la presente obra persigue
precisamente ese objetivo. Para lo que respecta a cuestiones ligadas con el papel de Sócrates en la
conformación del grupo y los problemas de las fuentes que atañen a la reconstrucción de la filosofía
de los socráticos habremos de remitir a la Introducción general que abre el primer volumen de
Filósofos socráticos, dedicada a los grupos megárico y cirenaico. El presente trabajo continúa ese
estudio a través de la traducción y análisis de los textos de cuatro líneas que se remontan a Sócrates.
La primera corresponde a la filosofía de Antístenes, figura de colosal impacto en la conformación
del pensamiento griego, no sólo por la importancia de sus teorías en el diálogo del s. IV a.C., sino
por su impronta en la época helenística. En efecto, se ha debatido si Antístenes fue estrictamente el
iniciador del grupo cínico, pero independientemente de la respuesta que se proponga en este punto,
lo cierto es que los estoicos se pretendieron herederos de los cínicos y por su intermedio de
Antístenes, antecesor ilustre que los convertía a su vez en una legítima línea socrática. Su interés
por la relación entre lenguaje y realidad y su adopción de una ontología materialista son imposibles
de soslayar en el momento de comprender la toma de posición del estoicismo en este terreno.
La segunda línea que habremos de estudiar, la Elíaca, se inicia con Fedón de Élide,
personaje famoso por el papel que Platón le asigna en el diálogo homónimo como relator de los
últimos momentos de Sócrates. La relevancia de esta elección hace preciso prestar atención a su
propuesta teórica, plasmada en la fundación de una escuela con proyecciones en el s. III a.C. a
través de continuadores en diálogo cercano con otras líneas y su continuación en la vertiente
erétrica de este grupo, a partir de Menedemo y Asclepíades.
Sin herencia escolar pero sí con amplio reconocimiento de sus contemporáneos y
continuadores, Esquines de Esfeto se atuvo al formato del diálogo socrático en obras exitosas que
ofrecían un enfoque alternativo al de sus compañeros de ruta. De estas obras conservamos
fragmentos que echan luz sobre los puntos comunes de este tipo de trabajos y sobre el tipo de
preocupaciones que alentaron la particular visión de Esquines acerca de la tarea intelectual.
Aunadas a los desarrollos de los megáricos y cirenaicos se plasma una perspectiva general de los
socráticos que no se limitaron a integrar el séquito de seguidores de un maestro, sino que adoptaron
una tarea teórica activa avanzando en propuestas concretas.
2. Antístenes
6
también como iniciador o inspirador de líneas helenísticas.
Antes de detenernos en el contenido de sus tesis, cabe prestar atención a la construcción del
perfil de Antístenes, un hombre que se paseaba luciendo los agujeros en su ropa hasta el punto de
merecer la censura de Sócrates por “ostentación de pobreza” (757-9). Es el mismo que desdeña las
soluciones hedonistas pregonando que prefiere enloquecer a sentir placer (909-13) y se burla
ácidamente de los atenienses que se precian de ser ciudadanos por ser tan nacidos de la tierra como
los caracoles (743). La furia de ciertas reacciones lo presenta como un exponente llamativo de los
socráticos fanáticos, dispuesto a extremar las costumbres del iniciador en su formato externo. En
efecto, no se trata de un caso aislado. Platón retrata a un personaje de actitudes similares que
apostrofa a sus conocidos y les reprocha su vida alejada de la filosofía. Apolodoro de Falero, el
relator del Banquete de Platón, reúne rasgos que provocan el hastío de su interlocutor, que se queja
de que a los ojos de Apolodoro sólo Sócrates está libre de reproche, mientras que el resto de los
hombres es denigrado. Se trata del mismo rigorismo que emerge en ciertas afirmaciones
antisténicas. Entre ambos, sin embargo, parece haber una diferencia marcada. Apolodoro es el
mismo que cae presa de desesperación en Fedón, 59b ante la muerte inminente del maestro. Su
exaltación ha hecho dudar a los editores sobre su caracterización en Banquete: se trata de un blando,
un malakós, cuyo ánimo se quiebra ante la adversidad, o se trata de un loco maniático, un manikós,
que esgrime discursos moralistas poco persuasivos que espantan a quien lo escucha. En esta línea B.
Rosenstock calificó la conducta de Apolodoro de neurótica y melancólica, transida de inestabilidad
de ánimo, para lo cual sólo la filosofía es cura. 10 En última instancia, Apolodoro se dedica a
publicitar su terapia.
A cierta distancia Antístenes actuaba, según sabemos, de un modo similar, pero el parecido
termina al evaluar su grado de autarquía. Apolodoro parece necesitar de Sócrates. Su perfil
maniático se aquieta ante el contacto con el maestro y por ello es dependiente de él. Antístenes, por
el contrario, se afirma en la autodeterminación que deviene de su capacidad para desarrollar un
sistema de pensamiento propio. Podría decirse que ambos son ejemplos de sujetos afectados por los
cuestionamientos socráticos acerca de la banalidad de las costumbres y la dificultad de conocerse a
sí mismo, hasta el punto de que en su reacción confrontan los parámetros tradicionales. Antístenes
es, desde esta perspectiva, una suerte de Apolodoro que no cruzó el límite de la insania y por tanto
estuvo en condiciones de plasmar una filosofía peculiar.
Contra la descalificación de Luciano en 731 respecto de los filósofos por su falta de arrojo y
su tendencia a huir de la guerra en tanto ámbito decisorio donde se prueba el valor cívico, Diógenes
Laercio, VI.1 hace de Antístenes un veterano de la batalla de Tanagra ocurrida en 426 a.C. o, según
se ha propuesto, la de Delio, en el 424 a.C., que por estar en Beocia, precisamente en la zona de
Tanagra, podría haber pasado a las fuentes con esta última denominación. Rastros de esa
oportunidad, en la que estaba asimismo Sócrates, podrían haber quedado en el Alcibíades de
Antístenes, según 1026. Esta fecha configura un terminus post quem para el nacimiento de nuestro
socrático, que no puede haber acaecido después del 444-2 a.C., como conjetura plausiblemente G.
Giannantoni (ad loc.). Otra batalla, en este caso la de Leuctra, en el 371 a.C., a propósito de la cual
Plutarco comenta que Antístenes estaba todavía vivo, permite ubicar su muerte después de esa
fecha, que Diodoro obliga a retrasar hasta el 366 a.C., lo cual hace que la fecha suela establecerse
en 365 a.C.
El último cuarto del s. V a.C. lo vio en en el círculo de allegados de Sócrates, con quien
especialmente Jenofonte testimonia una marcada intimidad que le da plena libertad a ambos para
alabarse y criticarse sin que esto dañe la relación. 11 Esta cercanía se plasma además en la versión de
Diógenes Laercio en 765 que atribuye a Antístenes la revancha por la muerte de Sócrates, dado que
habría sido el artífice del exilio de Ánito y la muerte de Meleto. Más allá del hecho de que sea
altamente improbable que algo así haya sucedido, la asignación de esta función simbólica de
vindicación y resarcimiento le confiere un halo de cierto heroísmo y focalidad en las relaciones del
grupo.
10
Véase B- Rosenstock, “Mourning and Melancholia: Reading the Symposium”, Philosophy and Literature, 28.2,
Baltimore, 2004, pp. 243-258.
11
Véase, por ejemplo, 753 y el caso de la crítica de Antístenes a Jantipa en 762, que puede haber iniciado la tradición
sobre su carácter inaguantable.
7
En la construcción de su perfil propio, cobra relevancia la formación intelectual de
Antístenes. Diógenes Laercio, en el testimonio 749, refiere un contacto con Gorgias antes de unirse
al grupo socrático sobre el que se ha producido una nutrida discusión. P. Natorp y H. Usener
sostuvieron la existencia de una dimensión sofística del pensamiento antisténico apoyada en su
adopción crítica de tópicos usuales en este ámbito. La redacción de obras con marcado contenido
retórico, como se dice en 937, estaría en consonancia con un período sofístico anterior a su etapa
socrática.12 A. Patzer, F. Decleva Caizzi y G. Giannantoni se han encargado de subrayar que un
contacto efectivo entre Antístenes y Gorgias resulta forzado, ya que la estancia del pensador de
Leontini en Atenas debe fijarse entre 427 y 425 a.C., época en la cual Antístenes tiene que haber
contado con dieciocho años y estar presto a iniciar su acercamiento a Sócrates, de modo que no
parece haber tiempo suficiente para un período de formación junto a Gorgias que lo convierta en
orador y provoque luego el viraje hacia la posición socrática. 13 Sobre esta base G. Giannantoni
avanza hasta descartar toda relación entre Antístenes y Gorgias a los efectos de sostener que no
hubo en él aspectos sofísticos y encarnó siempre una posición de socrático auténtico, sea lo que sea
que ello signifique.
En rigor, que una relación discipular efectiva resulte dudosa por cuestiones cronológicas no
quita que pueda establecerse un vínculo teórico, dado que los testimonios antisténicos revelan en
múltiples aspectos alusiones a la posición gorgiana. Por un lado, no hace menos socrático a
Antístenes el hecho de que se haya valido de recursos retóricos que estaban en la vanguardia de los
formatos literarios. Al contrario, la conformación del diálogo socrático como género discursivo, tal
como lo caracteriza Aristóteles en Poética, 2.1447a27-b11, supuso un sutil entramado de rasgos de
distintos tipos textuales, entre los cuales se encuentran en primer plano los modelos retóricos que
utilizaban figuras tradicionales para desarrollar sobre esa base argumentos que mostraran la
potencia de la retórica. Textos como el Encomio de Helena y la Defensa de Palamedes de Gorgias,
el Encomio de Helena de Isócrates, la Acusación de Palamedes de Alcidamante o los Ayante y
Odiseo del propio Antístenes conforman el formato inicial sobre el cual se erigió la transformación
que puso en el lugar de los héroes míticos a un hombre concreto que a juicio de sus seguidores
tenía, sin embargo, la potencia de impacto en el imaginario de cualquiera de las figuras
tradicionales.14
Sumando a este modelo la dinámica dialógica tomada del drama, como nota A. Nightingale,
y la práctica de crítica literaria, los socráticos fueron gestando el nuevo tipo discursivo. 15 En esta
tarea Antístenes ocupa un lugar privilegiado, dado que por cuestiones de edad y por el hecho de
haber experimentado el uso de los discursos retóricos tradicionales, tal como vemos en el Ayante y
el Odiseo, seguramente estuvo en la fragua del nuevo tipo textual. Si es así, sus contactos con la
retórica sofística, lejos de hacer de él un socrático menos auténtico, lo sindican como responsable
directo de la conformación de la vía expresiva que adoptará el grupo íntegro y lo coloca, por tanto,
como fundador y artífice primario de su marca identitaria.
Por otro lado, desde fines del s. XIX, F. Dümmler sugería que las tesis de Gorgias son de
principal importancia para comprender la estructura de la doctrina antisténica, aunque este autor se
preocupa más por la dimensión de la polémica contra Platón que por los rasgos propios del sistema
de Antístenes.16 En este sentido, en la inspiración objetivista que Sócrates parece haber legado a su
grupo de seguidores, Antístenes adoptó un esquema que en muchos sentidos constituye una repuesta
impugnatoria término a término de la propuesta de Gorgias y que arribaba, en consecuencia, a
12
P. Natorp, s.v. Antisthenes, Paulys Realencyclopädie der Classischen Altertumswissenschaft I, Stuttgart, Kroll, 1894,
coll. 2538-9; H. Usener, Kleine Schriften, I, Leipzig, Teubner, 1912, p. 11.
13
A. Patzer, Antisthenes, Heidelberg, Diss., 1970, pp. 246 ss.; F. Decleva Caizzi, Antisthenis fragmenta, Milano,
Cisalpino, 1966, p. 119; G. Giannantoni, Socratis et socraticorum reliquiae, Napoli, Bibliopolis, 1990, IV.204 y 276.
14
Véase C. Mársico, “Sócrates, Palamedes y otros malentendidos en torno del diálogo socrático como género discursivo”,
en las Actas de las V Jornadas Nacionales “La(s) retórica(s) en la antigüedad y sus proyecciones. Persuasión y
comunicación, del mundo antiguo a las prácticas contemporáneas, Rosario, Universidad Nacional de Rosario, 2010.
15
A. Nightingale, Genres in Dialogue: Plato and the Construct of Philosophy, Cambridge, CUP, 1995, cap. 1; H.
Apfel, “Homeric Criticism in the Fourth Century B.C.”, Transactions and Proceedings of the American Philological
Association, 69, Baltimore, 1938, pp. 245-258. Véase además 2.3.
16
F. Dümmler, Akademika. Beiträge zur Literaturgeschichte der Sokratischen Schulen, Giessen, J. Ricker, 1889, pp.
192-5.
8
resultados completamente contrarios: si Gorgias establecía en sus tres tesis del Tratado del no ser
que nada existe, si existiera no podría ser pensado y si pudiera ser pensado no podría ser
transmitido, Antístenes sostenía que existen cosas, que las captamos sin interferencia y las
transmitimos unívocamente hasta el punto de que no existe el error ni la posibilidad de
contradicción. Como veremos en el punto 2.3, el planteo antisténico puede ser comprendido como
una inversión del planteo gorgiano a los efectos de construir un sistema de adecuación sistemática
entre realidad, pensamiento y lenguaje. ATENEO, a su vez, comenta en 1029 que en su Arquelao
Antístenes atacaba a Gorgias. La reconstrucción del contenido de esta obra no es clara y entre varias
posibilidades se ha pensado que puede haber existido alguna relación intertextual con la mención de
Arquelao en el Gorgias de Platón (470d ss.), constituyendo una especie de alternativa a esta visión.
De este modo, cabe contar con que Antístenes puede haber conocido a Gorgias, cuya presencia en
Atenas parece haber sido un acontecimiento para los círculos intelectuales, aun cuando no se
hubiera convertido técnicamente en su discípulo. Incluso, más allá de un efectivo contacto,
podemos suponer un cierto impacto de sus planteos retóricos que se integró a contenidos marcados
por su orientación socrática.
La tensión teórica respecto de la figura de Gorgias convive con una polémica vívida y
directa con Isócrates, al que nos hemos referido en el punto 1 como portavoz de una posición
antisocrática de la cual pudimos inferir una caracterización general del grupo. Las respuestas no
faltaron y es usual que se identifiquen en obras de Antístenes y Platón pasajes intertextuales que se
defienden de las invectivas isocráticas. Hemos dicho que en la mención de búsqueda de la verdad y
paradojas puede verse una referencia a Antístenes, una de cuyas obras es conocida como Verdad y
que pasó a la posteridad por su uso de la tesis de la imposibilidad del error. 17 Si bien la referencia a
Antístenes es clara, la crítica seguramente excede estos límites y constituye una condena contra los
socráticos en bloque.18 A las menciones del Contra los sofistas y el Encomio de Helena se ha
sumado el A Nicocles, que podría criticar el Protréptico de Antístenes y su tesis sobre la educación,
y el Panatenaico, donde la interpretación homérica de Antístenes quedaría en entredicho.
De este modo, el entramado de relaciones en las que insiste la tradición apunta a subrayar su
adopción de rasgos retóricos ensamblados con temáticas propiamente socráticas, hasta el punto de
que su actividad, como dijimos, tiene que haber sido fundamental para la definición del formato
adoptado por el grupo en su totalidad. Esta identidad es enfatizada por los datos que provienen de
las críticas isocráticas, que lo muestran preocupado por cuestiones de raigambre puramente teórica,
lejos de la logografía retórica, a la vez que el enfrentamiento con Platón, como veremos, traza las
diferencias que separan dos versiones objetivistas que buscaron fundamentación por medios muy
distintos, apostando una por una propuesta lingüística apoyada en una ontología materialista y la
otra por una identificación de lo real con lo inteligible que las hizo incompatibles. El deplorable
estado de las fuentes hace que no conservemos sino menciones aisladas sobre el grado de tensión
dialógica existente entre la posición de Antístenes y los demas socráticos, pero en general lo
muestran con posicionamientos claros que lo acercan a algunas figuras, como Simón el zapatero y
lo enemistan con otras, como sucede con Aristipo y Platón.
Respecto del cirenaico, sus opciones teóricas y vitales resultan tan distantes en el hedonismo
de uno y el rigorismo del otro que la tradición posterior los colocó en sitiales antagónicos. El autor
helenístico de las Cartas se solaza en esta diferencia y los imagina trenzados en un juego de ironías
y reproches.19 Respecto de Platón, del mismo modo, se cuenta que su enfrentamiento se plasmó
tanto en el plano teórico incluyendo la ridiculización del contrario como en actitudes que lindan con
17
La lectura restrictiva está en F. Überweg, Untersuchungen ueber die Echtheit und Zeitfolge platonischen Schriften,
Wien, Gerold, 1861, p. 257 y “Zu Isocrates”, Philologus, 27, Berlin, 1868, pp. 175-7; F. Blass, “Jahresbericht über
die auf die attischen Redner bezüglichen im Jahre 1873 erschienenen Schriften”, en Jahresbericht über dir
Fortschritte der klassischen Altertumswissenschaft, I, 1875, p. 280; Wilamowitz, Platon, II, Berlin, Weidmann,
1919, pp. 108-9.
18
H. Gomperz, “Isokrates und die Sokratik”, Wiener Studien, 17, Wien, 1905, pp. 172-7; W. Jaeger, Paideia: Los
ideales de la cultura griega, México, FCE, 1957; A. Patzer, Antisthenes, Heidelberg, Diss., 1970, pp. 139-41; A.
Brancacci, Oikeios Logos, la filosofia del linguaggio di Antistene, Napoli, Bibliopolis, 1990, pp. 97-104 y G.
Giannantoni, Socratis et socraticorum reliquiae, Napoli, Bibliopolis, 1990, IV.270-6.
19
Véase, por ejemplo, 1032-3.
9
la rivalidad infantil.20 Al mismo tiempo, la tesis de la investigación de los nombres comparte aristas
erísticas y gusto por la paradoja con la línea megárica, pero su creencia en la consecución del
conocimiento efectivo es incompatible con el programa megárico, en el cual las limitaciones de lo
cognitivo convierten en tarea teórica más relevante la denuncia del status paradojal de las nociones
básicas y, por tanto, la inviabilidad de todo conocimiento taxativo.
Trazar el perfil de Antístenes desde la perspectiva de sus interacciones teóricas no puede
prescindir del destino posterior de sus enseñanzas, tradicionalmente esbozadas desde la continuidad
cara a las construcciones doxográficas: Antístenes, un nóthos, excluido de la ciudadanía porque su
madre no era ateniense, frecuentaba un gimnasio al que acudían otros hombres de status similar.
Este gimnasio estaba dedicado al culto de Heracles, un nóthos famoso de padre divino y madre
mortal. En las versiones tradicionales Antístenes inicia el cinismo, cuya figura principal es
Diógenes de Sínope, y esta línea, en complementación con aportes de cuño megárico, da lugar al
surgimiento del estoicismo. Este relato fue progresivamente cuestionado, poniendo en duda la
efectiva relación entre Antístenes y Diógenes y llamando la atención sobre las diferencias entre las
posiciones de ambos. La advertencia básica en este punto radicó en señalar hasta qué punto muchos
desarrollos proyectaban sobre Antístenes posiciones originarias de Diógenes y con ello construían la
apariencia de continuidad. Más allá de las dudas sobre los contactos efectivos, lo cierto es que los
estoicos apelaron a Antístenes para darse una prosapia “socrática” y en este movimiento adoptaron
numerosos desarrollos de esta línea materialista y naturalista.
10
Con estos extremos trazados, las reacciones no se hicieron esperar y surgió una importante
cantidad de variantes para enlazar los elementos de realidad, pensamiento y lenguaje. Este recorrido
por el pensamiento del s. V a.C. se justifica, precisamente, en el hecho de que Antístenes se
enmarca en esta zona de tensión teórica y construye una variante especular del planteo gorgiano, de
manera tal que si en este último desaparece la variante de verdad como captación y expresión de lo
real, Antístenes opuso un sistema de adecuación automática, donde sólo pervive esta estructuración,
de modo tal que se reniega de la posibilidad de dos vías: el error desaparece y todos los hombres
pasan a transitar la vía de la verdad. La refutación de Gorgias se hace pagando el precio de una
posición paradójica y anti-intuitiva, pero con potencia suficiente para constituir un punto de
discusión que signó la historia del pensamiento posterior.
En rigor, la idea de la inexistencia del error no tuvo que esperar para su formulación hasta la
aparición de Antístenes, tal como Platón se encarga de subrayar en Crátilo, 429d ss., Sofista, 236e y
Eutidemo, 283e ss. cuando dice que se trata de una tesis sostenida antes y que sus cultores del s. IV
a.C. sólo la están incautando para su propio proyecto. El antecedente con más lauros es sin duda
Protágoras, a quien se le atribuye esta tesis. 23 En efecto, la inexistencia del error en términos
adecuacionistas es el corolario primordial de cualquier proyecto alternativo al de este criterio de
verdad, de modo que en la acusación de falta de originalidad conviene ver una indicación de
adhesión a la línea de pensamiento que reniega del fundacionismo, dentro de la cual hay variantes
bien distintas. Es claro que Protágoras adhiere a la inexistencia del error por razones diferentes de
las que aducirá Antístenes, especialmente porque el primero sostiene una posición relativista con
rasgos subjetivistas, mientras que Antístenes utilizará esta idea para cimentar una idea totalmente
contraria: la inexistencia del error está puesta al servicio de un objetivismo radical.
Revisemos en lo que sigue las estrategias para sostener esta posición. El presupuesto
primario establece una correlación estricta entre lenguaje y realidad que se asienta en la definición
de lógos como elemento que muestra lo que era o es (958). La adopción del verbo deloûn,
“mostrar”, asociado con la revelación y evidencia que surge del señalamiento, declara que el
lenguaje no posee carencias e inconvenientes estructurales tales como los que postulaban los
megáricos (lo real es uno, el lenguaje es múltiple, de modo que no sirve para mostrar lo uno), ni está
afectado por insuficiencias de transmisión, como en el sistema gorgiano (si fuera pensado, no podría
ser transmitido sin pérdida de sentido). La fórmula elegida por Antístenes para caracterizar el lógos
concita una serie de aspectos de alto impacto sobre la discusión posterior. Sin duda la declaración
de mostración es definitoria, pero a ella se suma una indicación del contenido mostrado sumamente
llamativo: lo que era o es. Se ha notado que para que constituyera una suerte de indicación de que el
lenguaje puede representarlo todo no debería faltar, como de hecho sucede, la referencia al futuro.
Tal ausencia puede explicarse plausiblemente por la pretensión misma de certeza que Antístenes
quiere asegurar para el plano del lenguaje. Es claro que el grado de conocimiento que puede
alcanzarse sobre el pasado y el presente es radicalmente distinto del que se alcanza respecto del
futuro. Precisamente este punto señalaba Gorgias en Encomio de Helena, 11 al decir que si todos
tuviesen recuerdo del pasado, captación del presente y previsión del futuro el papel del lenguaje
sería distinto, ya que la estructura actual supone la naturaleza vacilante de nuestro acceso al mundo.
Contra esta concepción de la inasequibilidad de los acontecimientos Antístenes trazó una
línea divisoria clara entre lo efectivamente acaecido -pasado y presente-, y el futuro, único ámbito
al cual se aplicaría lo dicho por Gorgias y que por tanto queda fuera de aquello que el lógos
muestra. Nótese que con esto Antístenes no puede estar diciendo que el lenguaje no pueda referirse
al futuro -de hecho todo vaticinio está estructurado lingüísticamente-, sino que no puede hacerlo
mediante el recurso de mostración, de modo que la certeza de sus mecanismos se limita al presente
y el pasado. Esta actitud teórica no dista de la que adoptó Aristóteles respecto del status de los
enunciados respecto del futuro. La lógica bivalente, que implica la posibilidad de reducir todo
enunciado a verdadero o falso, se suspende en el caso de los futuros contingentes. En el tratamiento
de De interpretatione, IX, a través del caso de la batalla naval, Aristóteles resuelve la cuestión de un
11
modo en algún sentido antisténico, diciendo que los enunciados sobre futuros contingentes no son
ni verdaderos ni falsos.24
Sea cual haya sido la práctica socrática, lo cierto es que el tipo de cuestiones que
atravesaban las charlas del grupo originario rondaban en torno de la pregunta “qué es”, tí esti, a la
cual Antístenes y Platón respondieron de maneras bien distintas dictadas por el modo en que
comprendían lo real en tanto mostrado por el lenguaje. En el caso de Platón, lo efectivamente
existente está proyectado como un ámbito inteligible con perfección, eternidad y estabilidad
completa, de manera que puede ser lícitamente referido mediante una fórmula de existencia como
“es” (ésti) en su sentido más absoluto y desprovisto de condicionamientos. Al preguntar qué es lo
sagrado en el Eutifrón, lo valiente en el Laques, la virtud en el Menón o lo bello en Banquete Platón
se pregunta siempre por el respaldo estable de las instancias particulares. Más allá de las lecturas
que sugieren que no es preciso esperar hasta los diálogos de madurez para encontrar los rasgos
nucleares de las Formas,25 es claro que desde el inicio se supone un ámbito libre de cambio, ajeno a
las mudanzas de lo sensible e identificado con lo que efectivamente existe.
Antístenes parece haber comprendido la interpretación platónica como una fuga de lo real y
su objeción se resumió en el sintético “veo el caballo, pero no veo la caballeidad” testimoniado en
948-55. No sólo hay que deducir de esto el rechazo de la Teoría de las Formas, vistas como
cualidades hipostasiadas, sino también la elección teórica del propio Antístentes, que optó por una
posición corporeísta: ve el caballo porque lo que existe son cuerpos. A esto llamaba tò poión, lo
cualificado, como surge de 938-44. Si lo real es lo sensible, en cambio permanente, evidentemente
no basta una fórmula de existencia simple como la que adoptó Platón. Por eso Antístenes introduce
una restricción del “es” (ésti) a la mención de lo presente y agrega la mención del pasado a través
de “era” (ên), únicas dos dimensiones nombrables sin abandonar el plano de lo cierto.
Antes de ver qué efecto concreto tiene esta opción teórica en el sistema íntegro,
detengámonos un momento en un punto que muestra la influencia de este planteo. La fórmula de
Antístenes sobre el lógos puede atisbarse en el núcleo del pensamiento de Aristóteles. En efecto, en
el momento de posicionarse frente a lo que se manifiesta en una definición, el Estagirita no abraza
sin más la caracterización platónica del tí esti, sino que apela a una modificación en la cual la
versión de Antístenes, tí ên é esti, parece provocar un influjo importante. Aristóteles se refiere al tí
ên eînai, en una suerte de fórmula que complejiza la versión platónica y reduce la disyunción
antisténica.
Múltiples interpretaciones ha recibido el giro aristotélico, oscuro en su irrupción del
pretérito imperfecto como forma básica a la cual se adosa el infinitivo eînai, cuya función no es
para nada evidente. Entre las explicaciones más sugerentes está ciertamente la de G. Giannantoni,
que enfatiza que dicho giro debe comprenderse a partir del horizonte del diálogo socrático. 26 En este
marco, la pregunta inicial tomaría la forma “qué es x” (tí esti x) o su configuración alternativa “qué
es ser para x” (tí esti eînai tôi x), por ejemplo “qué es ser <tal> para lo bello” (tí esti eînai tôi kalôi),
proponiendo luego una respuesta provisoria que resulta sujeta a examen. Esta respuesta sería
aludida posteriormente a la manera de una revisión con la forma “qué era ser para x”, por ejemplo
“qué era ser <tal> para lo bello (tí ên eînai tôi kalôi)”. La forma sintética de esta formulación sería
precisamente la que Aristóteles adopta: tí ên eînai con un sentido literal de “qué era ser” cuya
mención al pasado se comprende sobre el horizonte de esta serie de transformaciones ancladas en el
plano del discurso.
Frente a esto, si tenemos en cuenta la similitud con el patrón antisténico, podríamos agregar
que, más allá de una decantanción o gramaticalización de un uso puntual, Aristóteles puede haber
estado tomando posición frente a los modelos de pregunta que ya habían enfrentado a Platón y
Antístenes. En las lecturas más tradicionales sobre la estructura tí ên eînai suelen abundar las
referencias al imperfecto en su valor de permanencia que en última instancia reforzaría el sentido de
presencia no anecdótica sino plena y durable con el infinitivo como alusión a la dimensión
24
Véase C. Whitaker, Aristotle's De interpretatione: contradiction and dialectic, Oxford, OUP, 2002.
25
Véase M. Balthes, “Zum Status der Ideen in Platons Frühdialogen Charmides, Euthydemos, Lysis”, Proceedings of
the V Symposium Platonicum, Sankt Augustin, 2000.
26
Giannatoni, 1990, IV.378-9.
12
existencial.27 Si atendemos al imperfecto antisténico, sin embargo, se trata de un completo pretérito
que no se desliza hacia sentidos donde esta dimensión temporal se pierda. Aristóteles, que en su
posición ontológica parece por momentos más cerca de Antístenes que de Platón, puede haberse
visto cautivado por una formulación más dinámica sobre lo real que el tí esti de su maestro y
haberse acercado a la alternativa antisténica transida de temporalidad y por tanto instalada en el
plano del mundo y sus entidades versátiles y cambiantes. Para ello la mención del ser en pretérito
instala la existencia en el plexo temporal, pero al tratarse de una forma de imperfecto resalta al
mismo tiempo la duración y permanencia.
Hasta aquí habría un punto que Aristóteles retoma de la fórmula antisténica, y desde allí
comienza la tarea de distanciamiento. En lugar de la disyunción del “era o es”, Aristóteles está más
preocupado por señalar que la duración que viene desde el pasado no aparece opuesta a la
permanencia de la cosa misma, i.e. la esencia de cada entidad que pretende aludir con este giro. En
este sentido, es claro que la disyunción “o” (é) desaparece del planteo y debe ligarse con un
elemento que enfatice la continuidad y estabilidad de la entidad. Para ello elige la subordinación de
infinitivo que oficia de cláusula sujetiva, como se ve en la respuesta a esta pregunta: ser (eînai)
era/venía siendo (ên) tal cosa (ti). De este modo, puede decirse que la mención del pasado retoma la
propuesta antisténica para darle al planteo la dimensión temporal y por tanto perteneciente al plano
sensible, mientras el infinitivo eînai apunta a la permanencia que da identidad a la cosa. En este
sentido, con la desaparición de la disyunción pasa a segundo plano la ausencia de la mención del
futuro, que, como dijimos, no es para Aristóteles objeto de enunciación verdadera o falsa, aunque
esto no impide que en una entidad pueda identificarse el aspecto que la hace ser lo que es y que no
habrá de cambiar en el futuro si es que ella existe.
Volvamos a la estrategia de Antístenes. De las discusiones del s. V a.C. nuestro socrático
tomó no sólo la preocupación por la viabilidad del criterio de verdad como adecuación, sino
también los análisis desarrollados bajo el rótulo de orthótes onomáton, adecuación o rectitud de los
nombres, en la cual hay que ubicar desarrollos de Protágoras y Pródico. Su presencia en el
imaginario es palpable a través de la presencia de este tópico en la burla de Aristófanes en Nubes,
657-683 a los que quieren corregir el género de las palabras para que respete un supuesto género
ontológico. A diferencia de estas vertientes, donde en general está presente la necesidad de
introducir modificaciones en la estructura del lenguaje, Antístenes sostendrá que la correlación es
directa y el hombre sólo debe dedicarse a examinar el lenguaje. En efecto, Epicteto testimonia en
979 que la caracterización que Antístenes le da a su teoría era la de “investigación de los nombres”
(epískepsis onomáton) y en esto consistía el principio de la formación intelectual (arkhè
paideúseos).
Ahora bien, si el lenguaje muestra lo que era o es, debe explicitarse mediante qué
mecanismo lo hace. Para ello acude Antístenes a un segundo presupuesto que Aristóteles testimonia
en 960 y consiste en cifrar la relación en el nombre. En efecto, Antístenes supone que existe un
lógos propio para cada cosa, de modo que existe una correlación término a término entre cada
entidad que forma el mundo y cada nombre que forma el lenguaje. Este núcleo coincide con la
posición naturalista que Platón atacó en el Crátilo, objetando que pueda predicarse verdad de
nombres aislados, crítica que terminará de diseñar en Sofista al postular la proposición en tanto
compuesto de nombre y verbo como sede de la verdad o falsedad. 28
La tesis del nombre propio permite sostener, como señala Proclo en 969, que cada vez que
se dice algo se dice algo verdadero, punto que lleva directamente a la inexistencia del error y la
imposibilidad de contradicción: si al pronunciar un nombre se refiere una entidad existente, no
puede haber error, entendido en sentido adecuacionista como mención de algo real, y al mismo
tiempo tampoco puede existir disidencia, ya que al nombrar cosas contrarias habrá también
referencia a entidades distintas y simplemente se estará hablando de objetos diferentes o recayendo
en el mero ruido, como se plantea en el bosquejo naturalista de Crátilo, 429c.
Un andamiaje como este condiciona a Antístenes a un tipo de práctica que lo enfrentará a
27
Véase el catálogo de interpretaciones mencionado por P. Aubenque en El problema del ser en Aristóteles, Madrid,
Taurus,1981, pp. 435-50.
28
Sobre la lectura del Crátilo teniendo en cuenta su relación con la posición de Antístenes, véase Platón, Crátilo,
Introducción, traducción y notas de C. Mársico, Buenos Aires, Losada, 2006, esp. Introducción, 4.2.
13
Platón. En efecto, como testimonia Aristóteles en 956, desde esta perspectiva de verdad onomástica
no puede aceptarse la búsqueda de definiciones. La tarea del filósofo no puede consistir en llegar a
definir las entidades que conforman lo real. La razón principal, en términos antisténicos, es que la
definición es un enunciado largo (makrós lógos) y por tanto entra en conflicto con un mundo cuyos
elementos son entidades discretas. En otro lugar hemos aludido a las semejanzas entre este modelo
y el corriente en la semántica estructural, que señala igualmente la limitación de las definiciones
para dar cuenta del sentido de los términos: quien busca definir termina perdido en una regresión al
infinito que lo envía de vocablo en vocablo en una investigación sin fin. 29 Por otra parte, si se es
hablante nativo de la lengua, la empresa definicional carece de sentido, ya que nadie espera a contar
con una definición para operar con un término, sino que su carácter de hablante nativo lo exime de
tal tarea. Del mismo modo en que un niño se integra en el mundo del lenguaje ampliando
paulatinamente el acervo terminológico sin necesidad de contar con definiciones, la tarea del
filósofo equivaldría a esa labor pero ya no para acceder al uso sino para revelar la estructura de
conexión semántica entre los distintos términos de la lengua. Con el presupuesto de que el lenguaje
constituye un correlato exacto de lo real, el conocimiento de las relaciones estructurales que
gobiernan la lengua arrojaría como resultado un conocimiento del mismo rigor y nivel sobre lo real.
Cabe notar que este aspecto de la posición de Antístenes se ha visto reflejado en el
tratamiento de la tercera definición de conocimiento del Teeteto en términos de creencia verdadera
con explicación (dóxa alethès metà lógou) a través de la llamada “doctrina del sueño” de 201e ss.,
estrategia que utiliza Sócrates para presentar una posición ajena que coincidiría, en términos
generales con la antisténica. El planteo pretende, a grandes rasgos, mostrar que puede haber
explicación (lógos) de los compuestos, pero no de los elementos primarios, a los que sólo cabría su
nombre propio (oikeîos lógos), lo cual veda toda posibilidad de conocimiento en términos
proposicionales. Por medio de un estudio cuidadoso, A. Brancacci indicó convincentemente la
pertinencia de conectar este pasaje con Antístenes, aunque su lectura está condicionada por el
supuesto de que la teoría antisténica perseguía, a pesar de lo que hemos visto, el logro de
definiciones. Frente a esta lectura, H. Inverso señaló que no se debe atribuir a Antístenes una
pretensión definicional que entraría en colisión con testimonios como los de 956 y 960, sino que
resulta mucho más plausible que Platón aludiera bajo la categoría de “enumeración de elementos” al
procedimiento de análisis semántico que implica referirse a los nombres últimos para aplicarles el
examen descriptivo.30 Esta lectura conjuga apropiadamente los testimonios antisténicos con que
contamos y los puntos de colisión que seguramente despertaron la reacción platónica.
Estrictamente, el Teeteto se cierra con una mostración de la necesidad de revisar la noción
de lógos: Antístenes la había colocado en un lugar central por medio de la noción de “enunciado
propio” (oikeîos lógos) de un modo tal que quedó fusionada con la noción de “nombre” (ónoma) y
por tanto era proclive a las paradojas del conocimiento que surgen de la imposibilidad de que haya
lógos de elementos simples. Esta tarea de revisión y redefinición es llevada a cabo por Platón en
Sofista, donde anula todo enfoque respecto de la verdad en el nombre y funda la tradición de verdad
con sede en el enunciado, de manera que el lógos “pone en evidencia, (…) cosas que fueron, son o
serán, y no se limita a nombrarlas, sino que ofrece cierta información, gracias a la combinación de
los verbos y de los nombres” (262d). La sede proposicional de la verdad, y por tanto del
conocimiento, adoptada igualmente por Aristóteles en el inicio del De interpretatione, se convirtió
en el principal dispositivo de esta línea frente a los intentos de objetar la predicación que
emergieron en el antistenismo, pero también en la vertiente megárica. 31
Este enfoque aparece suficientemente ejemplificado en los testimonios que conservamos.
29
Véase C. Mársico, “Antístenes y la prehistoria de la noción de campo semántico”, en prensa en Nova Tellus 23.2,
México, 2005, pp. 70-99.
30
Véase A. Brancacci, “Antisthène, la troisième définition de la science et le songe du Théétète”, en G. Romeyer-
Dherbey (ed.), Socrate et les Socratiques, Vrin, Paris, 2001, pp. 376-7 y H. Inverso, “Diálogos antiguos en torno del
conocimiento como creencia verdadera justificada: el problema de los simples en Antístenes, Platón y Aristóteles”, en C.
Mársico y L. A. Castello (eds.), Polythrýl+eta. Sistemas explicativos y mutación conceptual en el pensamiento griego,
Buenos Aires, Rhesis, 2011.
31
Sobre la posición de Aristóteles, véase G. Sadun Bordoni, Linguaggio e realtá in Aristotele, Bari, Laterza, 1994,
esp. cap. 3 y sobre las vertientes antipredicativas, C. Mársico, “Ni el hombre es blanco ni el caballo corre.
Argumentos antiplatónicos en Estilpón de Mégara”, ms.
14
Aristóteles ofrece en 956 el ejemplo de la plata: no es posible definirla, pero se puede decir cómo
es, con lo cual asistimos a la sustitución de la definición asociada al qué es ( tí esti) por la
explicitación del cómo es (pôión esti). En este sentido, se deben trazar las conexiones con otros
términos. En el ejemplo, la plata es como el estaño, inicio de la descripción por su apariencia que
podría continuarse con indicaciones tales como “es como el oro en cuando a su valor”, “es como el
níquel en maleabilidad”, “es como el cobre en conducción de calor”, y a su vez “no es como el
hierro en peso”, etc. De este estudio relacional saldrá como resultado una suerte de mapa semántico
de los metales.
Lo mismo deja entrever el testimonio de Jenofonte en Memorabilia, IV.5.12, detrás del que
suele verse una inspiración antisténica en la declaración de que el trabajo filosófico consiste en
dividir en clases (dialégesthai katà géne) las entidades y comprender sus relaciones. Así, en el caso
de la ética, ante la cuestión de la justicia, no tiene para Antístenes sentido alguno perderse en una
búsqueda ficticia que supondría suspender y desaprovechar nociones que ya poseemos. Al contrario,
es preciso ordenarlas de modo tal que revelen con más claridad el modo en que se conectan entre
ellas y con ello a la vez el modo en que están relacionados los acontecimientos y entidades del
mundo. Nótese que un enfoque como éste se conjuga con un objetivismo radical, como surge de la
anécdota de 1020, donde Antístenes sostiene que “lo vergonzoso es vergonzoso, parezca o no
parezca”, suponiendo precisamente que la estructuración semántica de la lengua y su correlación
con el orden del mundo no es fruto de la visión subjetiva de ningún individuo ni del consenso de un
grupo, comunidad o especie, como se desprendía de las distintas posibilidades de la noción de
hombre en la posición de Protágoras, que apelaba, según dijimos, a la imposibilidad del error para
asentar el relativismo. Antístenes, por el contrario, se vale de la misma idea para fundamentar con
optimismo epistemológico la postura opuesta.
15
y polymetábolon, “cambiante”.
Con este repaso se logra asociar la polytropía con la multiplicidad de modos discursivos, de
modo que Homero habría utilizado el término en tanto perteneciente al ámbito retórico y no al ético
y por tanto haría referencia a la habilidad en el lenguaje y no a una conducta mendaz. El paso
siguiente es la postulación de un lexema de significado opuesto, de modo que se opone polytropía a
monotropía, donde el sentido negativo estará ligado al segundo, en tanto la circunscripción a un
único modo discursivo no permite dar cuenta de la multiplicidad de lo real, mientras que la
habilidad lingüística del hombre polýtropos lo convierte en un sabio, ya que con su multiplicidad
puede entender la trama variada de lo existente, asignar a cada cosa el nombre que le es propio y a
la vez adaptar el discurso al tipo de interlocutor que le toque en suerte.
Lo que interesa a nuestros efectos es señalar las diversas estrategias de análisis a las que
apela el método de investigación de los nombres: se consideran los términos asociados
semánticamente ya sean de signo similar u opuesto, lo cual se muestra como una aplicación en la
que podría entreverse una protonoción de valor lingüístico, a la vez que incluye términos derivados
etimológicamente. Con estos elementos Antístenes construye un método de análisis semántico para
ordenar nombres en clases y avanzar en el conocimiento de la estructura de la lengua y de su
correlato real.32
Este caso de 1011 es especialmente relevante para notar las conexiones con el contexto
general de discusión de la época dado que conservamos alusiones al tema en el Hipias Menor de
Platón. En ambos textos hay alusiones a figuras míticas como Odiseo, Néstor, Agamenón y Ayante
en tanto claves para pensar problemas teóricos. La figura de Odiseo será ocasión para que se
escudriñe, igual que en 1011, el sentido del término polýtropos teniendo en cuenta sus acepciones
positivas y negativas tanto en lo ético como en lo cognitivo, de modo que la multivocidad aparente
del término puede hacer de Odiseo un malvado o un sabio. Ambos textos comparten, además la
misma referencia a Ilíada, IX.313, donde Aquiles afirma ante Odiseo que rechaza la polytropía. Sin
embargo, mientras Antístenes enfatiza la constancia de Aquiles, Platón juega a mostrar que el hijo
de Tetis es contradictorio, de modo que miente o se equivoca no menos que el polifaćeticoOdiseo. 33
Por otra parte, la polytropía en tanto capacidad para decir lo mismo de muchas maneras
atraviesa ambos textos. En Antístenes se trata de una manifestación explícita que pretende disolver
la ligazón entre polytropía y mentira apelando a la habilitad para manejar registros y estilos. En
Platón, por el contrario, como sucede en otras ocasiones, Sócrates mismo parece competir con
Odiseo en sapiencia “politrópica” desplegando estrategias y artilugios para tratar con interlocutores
difíciles. En este sentido, el Hipias Mayor resulta un complemento del Hipias Menor donde la
polytropía de Sócrates logra dialogar mediante el recurso a un alter ego con un hombre
radicalmente reacio a la dialéctica. Un sofista como Hipias, descripto como el colmo de la
pedantería, no habría soportado la retahila de refutaciones a la que lo somete Sócrates, de modo que
la estratagema del alter ego constituye una condición de posibilidad de la charla misma. Podría
decirse que la polytropía platónica pretende ser una apuesta polémica y superadora de su
antecedente antisténico que traslada su ámbito de acción de los textos homéricos al diálogo
cooperativo.
En este sentido, Platón se opuso al análisis antisténico objetando en primer lugar la
apelación misma al texto de Homero en tanto corpus privilegiado: “Dejemos tranquilo a Homero,
porque no es posible volver a preguntarle pensando en qué compuso estas palabras. Pero tú, ya que
adoptas abiertamente su causa, contesta a la vez por Homero y por ti”, declara Sócrates en 365c-d
haciendo responsable a su interlocutor del decurso dialéctico comprometido con la construcción
conjunta antes que con la hermenéutica dudosa respecto de textos cuyo autor está irremisiblemente
ausente. Lo mismo ocurre en el Ion, que pone igualmente de relieve la interpretación de poemas
tradicionales y ha sido visto a menudo como un texto donde la figura de Antístenes sobrevuela el
horizonte de problemas.34 La crítica al rapsoda sería, en este sentido, una crítica también a las
32
Para una descripción más amplia del método y sus conexiones con la semántica estructural contemporánea, véase C.
Mársico, “Antístenes y la prehistoria de la noción de campo semántico”, en Nova Tellus, 23.2, México, 2005, pp. 70-
99.
33
Véase Hipias Menor, 369e.
34
Véase, por ejemplo, F. Decleva Caizzi, Antisthenis fragmenta, Milano, Cisalpino, 1966, p. 109.
16
metodologías de tipo antisténico que se comprometen con la exégesis de los textos homéricos en
detrimento del modelo dialéctico. Ambos autores forman parte, entonces, de un mismo clima
teórico en el que estas temáticas ocupaban un lugar central.
La conexión entre la posición de Antístenes y el Hipias Menor tiene un apoyo adicional en
960, donde se menciona directamente el pasaje de 364c en el cual Platón examina los corolarios de
la afirmación de que lo voluntario es mejor que lo involuntario. Si es así, la mentira deliberada sería
mejor que el error involuntario. En un clima paradojal que desconcierta a Hipias se revisan
actividades corporales, como la carrera y la lucha, funciones y órganos corporales, instrumentos y
animales, disposiciones y saberes (374a-375d) señalando la superioridad de lo voluntario, ya que es
mejor quien actúa defectuosamente de modo deliberado que quien lo hace forzado por error o
ignorancia. Aristóteles se preocupa, en el marco del examen de la noción de falsedad, de descartar
la posición antisténica de imposibilidad de la mentira y el error y junto con ella niega que tenga
sentido la paradoja de la cojera, según la cual es mejor el que cojea a propósito que el que lo hace
involuntariamente porque efectivamente está afectado de una dolencia. Frente a estas derivas, se
esfuerza por fijar la verdad y el error en el plano del enunciado y, por tanto, define como falaz al
hombre que pronuncia enunciados erróneos, i.e. que no expresa lo realmente existente desestimando
ejemplos como el de la cojera que pertenecen al ámbito de la imitación (mímesis) y no al de lo
veritativo.
Entre las figuras del entramado mítico que Antístenes adopta como modelo se encuentra
también Heracles. En las obras homéricas se alude a los trabajos de este héroe haciendo hincapié en
su fuerza, como sucede en Odisea, XI.601-5, donde además se lo describe unido a Hebe, la hija de
Zeus y Hera, y disfrutando los banquetes de los dioses. La vida de esfuerzos es reconocida
finalmente con premios.35 Además de la épica hesiódica, también en la lírica Heracles tiene un
lugar importante. Entre los pitagóricos se le dio especial importancia y se gestó una alegorización
filosófica donde se lo convirtió en modelo del esfuerzo (pónos). El tratamiento de Pródico lo
ubicaba como tema de la sofística, es decir entre el concierto de figuras míticas que eran objeto de
reelaboración teórica, junto con Odiseo, Ayante, Palamedes, Helena o Prometeo. Como sucede en
otros casos, especialmente los discursos Ayante y Odiseo, Antístenes desarrolló su propia versión de
la relevancia de Heracles en la cual le atribuye las virtudes que se destacan en su propio sistema.
Esta conexión sirve para sopesar la diferencia entre el enfoque de Antístenes, más cercano a la
práctica retórica que de la tradición de explicación alegórica. 36
Los textos homéricos y su entorno mítico deben someterse, según Antístenes, a una exégesis
según los parámetros de la investigación de los nombres. Existe una amplia distancia, entonces, con
la posición de critica a la poesía en general -y a Homero en particular- propuesta por Platón en
República, II-III. La propuesta de Antístenes sirve para mostrar que ambos interactuaban en una
zona de tensión dialógica asociada con el modo en que debe ser interpretado el legado de la épica
tradicional. En 1206 se dice que el respeto de Homero era central en la práctica de Sócrates y se
menciona a varios socráticos que habrían seguido esta línea. 37 Esto sugiere la conveniencia no sólo
de leer de forma integrada textos de Platón como Ion, República e Hipias, sino también de
confrontar con estas otras posiciones respecto del acervo tradicional que sostenían otros socráticos.
En el caso de Antístenes, la disidencia es marcada, ya que mientras éste cifra en el análisis del texto
homérico una base privilegiada para aplicar el método de adecuación de los nombres, Platón opone
una noción de sentido subyacente (hypónoia) que implica confrontar la autoridad del poeta.
Por los ejercicios que conservamos en 1009-22 es claro que Antístenes lleva a cabo una
relectura que se aparta de la interpretación literal y acerca aristas del texto homérico a la
sensibilidad ética de los socráticos, pero en un marco que mantiene intacta la figura de Homero
como sabio. En este aspecto, el programa platónico propone una tarea de ruptura con la tradición
mucho más marcada que la de Antístenes. Esto no quiere decir que Platón no entreteja su discurso
con motivos tradicionales, pero precisamente se los vivencia como un suelo sobre el que se ha de
35
Los alejandrinos consideraban estos versos como interpolación de Onomácrito.
36
Sobre el alegorismo antiguo, véase F. Buffiére, Les mythes d'Homère et la pensée grecque, Paris, Les Belles Lettres,
1956; A. Sheppard, Studies on the 5th and 6th Essays of Proclus' Commentary on the Republic, Gottingen,
Vandenhoeck and Ruprecht, 1980 y P. Struck, Birth of the symbol: ancient readers at the limits of their texts,
Princeton, Princeton University Press, 2004, esp. Cap. 1.
17
erigir un edificio diferente y superador. Si más adelante Aristóteles se considerará un superador de
los discursos filosóficos de los iniciadores, Platón, una generación antes, otorgó un modelo de esta
actitud al indicar que la filosofía, identificada con su propio método, era una superación de los
demás géneros discursivos. Cuando Platón criticaba a los poetas, su estrategia apuntaba más allá de
eso y señalaba otras maneras de interrogar esa práctica en un sistema filosófico. Si para Antístenes
la investigación de los nombres es principio de la educación y se ejerce sobre Homero, Platón debe
desterrar por ello a Homero para impugnar los fundamentos del sistema de su contrincante teórico. 38
18
una entidad se caracteriza por ser algo con cualidad (poîón ti), dado que los cuerpos con cualidades
son los objetos privilegiados del aparato sensorial. La explicación más plausible para este rasgo
radica en la dimensión de inconmensurabilidad. Es posible que si Antístenes sostenía que la
divinidad es única y el mundo también es único, postulara una identificación entre ambos, de modo
tal que la imposibilidad de captar a la divinidad resida en la limitación de que el hombre en tanto
parte pueda representar el todo. Este presupuesto, nodal para el estoicismo, puede haber estado ya
presentado preliminarmente en Antístenes, a quien podría remontarse la idea de un cosmos
divinizado.
Ambos programas podrían estar señalando la relación de escala entre ambos: mientras en
Antístenes el todo-cosmos queda fuera de la captación de la parte-hombre, los estoicos insisten en el
paralelismo macrocosmos-microcosmos, de manera que el sabio puede alcanzar el conocimiento
íntegro de lo real y alcanzar la infalibilidad. 42 Las perspectivas, sin embargo, no están distanciadas,
ya que Antístenes parece concebir la relación icónica desde una perspectiva literal -si no puede
percibirse el modelo no podrá componerse una imagen- y los estoicos, desestimando la cuestión
sensorial, proponen acceder a la noción de divinidad a través de la noción de orden -se accede más a
lo divino en tanto microcosmos cuando cuanto más se reproduce en el sistema de nociones que
conforman la mente el orden del mundo externo-, pero en ambos casos está operando una noción de
divinidad cósmica irreductible a imágenes.
En lo que ha sido visto como un antecedente de la posición cínica, la naturaleza actúa como
patrón que es preciso respetar. Sin embargo, cabe notar que la posición de Antístenes acusa recibo
de los virajes del imaginario del s. V a.C. en torno de lo que suele llamarse el giro antropológico,
asociado con la tematización de la diferencia entre la lógica que rige el ámbito humano y las
regularidades que se dan en el resto del mundo. En este sentido, el hombre desarrolla una relación
tensa con lo natural, en tanto en algunos aspectos está supeditado a sus dictámenes, pero en otros
puede controvertirlos abiertamente. Una postura semejante atraviesa la antrolopogía antisténica,
donde ciertos rasgos determinantes del ámbito humano no responden a la caracterización de la
naturaleza en general.
Los dos casos paradigmáticos y ligados entre sí son el amor y el placer. Respecto del
primero Antístenes no duda en decir que el amor se trata de un vicio de la naturaleza, como leemos
en 915. Si lo natural tiende al orden y la constancia equilibrada, el amor es origen de exceso y
desorden emocional, de manera que debe ser sustraído de la caracterización positiva de lo natural.
Para ello el enfoque antisténico desvincula el amor del sexo, variante que sí se verifica en otras
especies y no presentaría los problemas asociados con el quantum afectivo que hace de las acciones
humanas fuente de perturbación y trastornos. Esta situación queda bien retratada en la declaración
de que mataría a Afrodita por los males que depara a los hombres (915-6).
Resulta relevante para comprender los alcances de esta afirmación que Antístenes aluda a la
diosa Afrodita, ya que según acabamos de ver los dioses tradicionales son rechazados. De este
modo, la diosa del amor es una metáfora de lo que se debe rechazar en el hombre. Lo que constituye
un vicio de la naturaleza es su tendencia a dejarse llevar por el éros. A esta actitud opone Antístenes
el modo correcto de actuar que consiste en reducir el amor al sexo volviéndolo con ello natural. El
amor es una suerte de lujo dispendioso que corrompe al hombre y debería ser sustituido por su
versión “pura” que es la satisfacción sexual: el ingreso suficiente es al lujo como el sexo al amor.
Esta posición surge de 846, donde Antístenes se jacta de mantener la moderación y el autodominio
valiéndose de relaciones ocasionales con mujeres desdeñadas por otros y por tanto de conquista
fácil y requerimientos limitados. Lo mismo se dice en 819 al juzgar injustificable que un adúltero se
ponga en situación de ser perseguido legalmente por su falta si podía evitar eso acudiendo a
prostitutas.
En rigor, puede llamar la atención que en 817 se diga que el sabio antisténico habrá de
enamorarse, lo cual parece una reivindicación repentina del amor que en otros contextos es
eliminado de plano. La diferencia clara es que el amor aparece como variante admisible en el marco
42
Sobre el estoicismo y el sabio, véase D. Obbink, “The Stoic Sage in the Cosmic City”, en K. Ierodiakonou, Topics in
Stoic Philosophy, Oxford, OUP, 1999, pp. 178-95; A. Long, “Dialectic and the Stoic Sage”, en Stoic Studies, Los
Angeles, University of California Press, 2001, pp. 85-106.
19
de un requisito exigente: el enamorado debe ser un sabio, es decir un sujeto con autodominio pleno
que no habrá de dejarse llevar por las encarnaciones destructivas de esta pasión. Esta posición
recuerda sin duda la posición de Aristipo en el grupo de testimonios referidos a su relación con la
hetera Laís (481-91), respecto de quien el socrático aseguraba no haber perdido libertad. Esa suerte
de promesa cirenaica de que quien se convierta en filósofo estará en condiciones de exponerse a
todo tipo de placeres sin riesgo parece reeditada en un terreno tan distante como el antisténico en el
plano del éros. La adopción de un criterio especial para el caso del amor puede haber estado
justificada por la importancia sobre esta temática en el ámbito de los socráticos en general, no
solamente en un modelo de hedonismo somático radical como el cirenaico, sino también en la
propuesta platónica, donde el éros es un motor que impulsa hacia el plano de lo real, en la de
Esquines, que dedicó una parte importante de sus tratamientos a este tema, y hasta posiblemente en
la de Euclides de Mégara, de quien en 78 se menciona una obra Sobre el amor. Ahora bien, de 817
se debe colegir que para quien no es sabio el amor es un arma peligrosa y aniquiladora.
En cuanto al placer, igual que el amor, constituye un elemento que a primera vista puede
parecer natural, pero que Antístenes rechaza como versión corrupta de una instancia natural. En este
caso el placer (hedoné) es la distorsión de la satisfacción de necesidades, como veremos en el punto
siguiente. En rigor, esto mismo vale para todas las conductas peculiares del ser humano ausentes en
la naturaleza y preanuncia una cuota importante de posicionamientos cínicos, especialmente los
ligados con el rechazo de las tradiciones porque no son más que costumbres fruto de consensos
pasajeros y volátiles. Lo mismo que Antístenes dice sobre los dioses y el amor será transformado en
manos cínicas en un programa de confrontación de las normas a través de las famosas prácticas
sexuales públicas de Crates y su esposa, la justificación del incesto y la antropofagia. 43 La posición
de Antístenes no tiene este impulso de confrontación y se restringe a un cuestionamiento de la
licitud de adoptar como dato constitutivo de la humanidad una serie de orientaciones y emociones
que juzga como producto del alejamiento de un supuesto núcleo natural.
Probablemente los efectos de esta posición se puedan sopesar en los alcances políticos del
antistenismo. A pesar de las numerosas obras que aluden a cuestiones relacionadas con la política,
especialmente en los tomos III-V, no es fácil determinar qué proponía nuestro socrático en este tema
y la mayoría de las sugerencias exegéticas han sido ampliamente controvertidas. Hay una serie de
afirmaciones que indican un planteo que no difiere radicalmente de lo que encontramos en otros
socráticos. En 831, por ejemplo, aparece en primer plano la noción de “virtud” (areté), en relación
con la ciudad indicando que la perfección moral es condición de posibilidad de una ciudad bien
gobernada; en 832 y 837 se recomienda alejar del poder a los corruptos, en una especie de versión
moderada de la declaración de Platón en República, VII.520e-521a, que indica directamente que
hay que evitar que aquellos que depositan su deseo en el poder y las riquezas accedan al gobierno.
La alusión a la semejanza entre conceder el poder a un hombre corrupto y entregarle un
cuchillo a un loco de 832 reaparece en Gorgias, 469d-e, donde Platón alude a la comparación de un
hombre tiránico con poder omnímodo en la ciudad con un loco armado para deducir de ello que el
mayor mal es cometer injusticia. Es difícil decidir si estamos ante una semejanza intertextual
producto de un tópico extendido entre los socráticos o de algún tipo de respuesta o reelaboración de
Platón sobre una afirmación de Antístenes. En cualquier caso queda claro que en ambos, lejos de un
análisis a partir de habilidades persuasivas o fuerzas sociales en juego, resulta de capital
importancia el tipo humano al que se le confiere el gobierno. En relación con ello adviene una serie
de metáforas que nos reconducen al problema de lo natural. La idea que en 833 apunta a establecer
que el poder debe ir ligado a la virtud se complementa con una serie de imágenes animales
dispuestas para indicar que funcionan como modelos aptos para el comportamiento humano,
precisamente porque lo que suele suceder en este último es que se subvierten las reglas de la
naturaleza.
En 833 Antístenes ironiza sobre el ridículo poder taumatúrgico que suponen las costumbres
cívicas, dado que operan sobre una ignorancia de las capacidades efectivas de los hombres y
43
Véase SSR, V.B.132 acerca de la justificación de la antropofagia) y SSR, V.B.586 acerca del incesto, y P. Fuentes
González, “El atajo filosófico de los cínicos antiguos hacia la felicidad”, Cuadernos de Filología Clásica: Estudios
griegos e indoeuropeos, 12, Madrid, 2002, pp. 203-251.
20
otorgan responsabilidades para las que muchos no están preparados. En lugar de prestar atención a
las habilidades naturales, se los pone en un lugar donde estarán condenados al fracaso propio y a
empujar a la pólis al desastre. El modo elegido para mostrar lo que considera un despropósito es
señalar que esta conducta equivale a creer que se puede convertir en caballo a un asno. La
motivación última de la crítica no dista demasiado de la que lleva a Platon en República, 414b-415d
a plantear el mito de los metales, según el cual hay tres tipos humanos con capacidades y
vocaciones diferentes, de modo que colocar a uno en una función adecuada para los otros dos
termina irremisiblemente en frustración para el hombre y desajuste para el Estado. Éste debería
encargarse, por tanto, se asegurar que cada individuo logre un lugar social en el que pueda satisfacer
sus deseos vocacionales.
En relación con eso Platón presenta la necesidad de abolir el modelo de familia tradicional
entre los guardianes, ya que se correría el riesgo de que éstos forzaran a sus hijos a seguir sus pasos,
con lo cual, si se da el caso de que éstos no comparten la vocación de sus progenitores, se
produciría el acceso al poder de hombres que no están preparados para convivir en este ámbito sin
ceder a la sed de riquezas y al ejercicio disruptor del gobierno. Antístenes puede haber coincidido
en los puntos de partida respecto de la distinción entre hombre virtuosos y mediocres, pero
decididamente no con el andamiaje que Platoń propone para organizar la ciudad.
El segundo símil animal se esboza en 834, donde las propuestas igualitaristas son
comparadas con la pretensión de trato similar entre leones y liebres. Este tipo de afirmación abre la
pregunta sobre el objetivo que perseguía Antístenes con la comparación: ¿se alude a hombres que
están más allá de las convenciones y viven sin necesidad de leyes o se trata más bien de un
comentario ácido semejante a los de Antifonte? El primer caso se justifica en un juicio de ese tipo
testimoniado por Porfirio en el contexto del análisis del tipo de vida de los cíclopes. Allí revisa
Antístenes la razón por la cual el texto homérico indica que esta comunidad recibía bienes
abundantes de los dioses, pero por otro se dice que vivían sin ley y su personaje más visible,
Polifemo, aparece como un dechado de vicios.
En este marco el socrático apela al sentido de la falta de ley abriendo la posibilidad de que
un grupo regido por costumbres moderadas y respetuosas de la naturaleza no necesiten recurrir al
andamiaje de normas que en última instancia suelen ser producto del acuerdo y no de la reflexión
cuidadosa acerca de lo real. El tipo de vida de los cíclopes se caracteriza por una vida sin lujos, en
cavernas y dependiente de lo que otorgue la naturaleza, es decir sin las complicaciones de la
producción e intercambio de bienes, de modo que pueden prescindir del aparato estatal que regía las
ciudades en el s. IV a.C. Esto encarnaría en este modelo el caso de los hombres que se dejan llevar
por valores ficticios que desembocan en excesos. No hay diferencia, desde esta perspectiva, entre
Polifemo y los hombres mediocres tomados por pasiones desequilibrantes que Antístenes invita a
excluir del gobierno en 831.
Ahora bien, del análisis del caso de los cíclopes se puede colegir que los que están más allá
de las leyes no son hombres que por el mero ejercicio de la fuerza o los artilugios persuasivos
manejen al resto. En este sentido, como se dice en 839 y 846, este enfoque supone un rechazo pleno
de los tiranos, pretendiendo además que los cánones naturales permiten rechazarlos. Lo que se
encuentra en la phýsis, desde esta perspectiva, es el liderazgo de algunos sobre el resto, pero no un
abuso de fuerza que debilite los grupos que viven en comunidad.
Si esto es así, Antístenes no está colocándose con su metáfora de los leones y las liebres en
una línea semejante a la de Antifonte. Entre las vertientes sofísticas este pensador se caracterizó por
tematizar de un modo radical la oposición entre naturaleza y convención de un modo que dista del
antisténico y que conviene diferenciar sin dilación. 44 Lejos de una visión trascendente de justicia,
44
El pasaje más conocido de Antifonte lo ubica como un representante del contractualismo antiguo, como surge del
pasaje siguiente: “... así pues, justicia es no transgredir las disposiciones legales (nómima) de la ciudad en la que
alguien viva como ciudadano. Por lo tanto, un hombre se serviría en mayor medida de la justicia para sí de manera
conveniente (xympheróntos) si siguiera las grandes leyes (nómoi) en presencia de testigos (mártyres); pero solo, sin
testigos, <se serviría> de los mandatos de la naturaleza. En efecto, los mandatos legales (tà tôn nómon) son
impuestos (epithetá), mientras que los mandatos de la naturaleza son necesarios (anankaîa); además, los mandatos
legales son producto de un acuerdo, no gestados naturalmente, mientras que los mandatos de la naturaleza son
gestados naturalmente y no producto de un acuerdo”. (DK 87B44, Frag. A, col. I)
21
Antifonte la explicaba como producto de un pacto restringido a la ciudad en que se vive. 45 Su
carácter artificial se opone directamente a los mandatos de la naturaleza, entendida como un
elemento constitutivo que tiende al individualismo y egoísmo más desatado, de modo tal que se
justifica sin ambages que ante la ausencia de testigos el pacto se rompa. La insistencia en la
diferencia de origen entre las disposiciones legales y las tendencias individuales revela la distancia
jerárquica entre ambos. Si bien los acuerdos legales traen beneficios generales para la vida en
común y producen beneficios derivados de la seguridad ante la agresión ajena, a la vez violentan las
tendencias naturales a conseguir lo que se desea. Desde el punto de la legitimidad estas tendencias
naturales prevalecen y los dispositivos artificiales tienen fuerza limitada. En rigor, dado que las
leyes fundamentan la vida en sociedad, sólo funcionan cuando la sociedad fiscaliza las acciones de
cada hombre. Cuando esto no sucede, afirma Antifonte, los mandatos de la naturaleza quedan libres
para retornar a su cauce.
El texto avanza con consideraciones que subrayan todavía más la dimensión individualista
que Antifonte asocia con la naturaleza, que resulta de este modo incompatible con la vida
comunitaria. Así, en la columna II leemos:
Así pues, cuando se transgreden las disposiciones legales, <alguien> quedaría libre de vergüenza y pena
(zemía) siempre que pase inadvertido a quienes las acordaron; si no pasa desapercibido, no. Pero si <alguien>
fuerza (biázetai), más allá de lo posible, alguna de las cosas congénitas (psymphýton) por naturaleza, si acaso
pasa inadvertido a todos los hombres, el mal no sería de ningún modo menor y, si acaso todos lo ven, no sería
de ningún modo mayor. Pues no se padece un daño debido a la opinión (dóxa) sino debido a la verdad
(alétheia). Nuestra investigación es, por cierto, por esto: porque la mayoría de las cosas justas según la ley se
hallan en conflicto (polemís) con la naturaleza.
La jerarquía de lo natural sobre los acuerdos se advierte en una segunda consideración sobre
la transgresión de las leyes. Habiendo ya recibido justificación y legitimación, se plantea la tensión
irresoluble entre phýsis y nómos. En este sentido, si a alguien se le ocurriera que basta con extremar
el control estatal de modo tal que no haya espacios sociales desprotegidos donde los individuos
queden librados a medir sus propias fuerzas, Antifonte dirá que eso no resuelve la contradicción
básica. La naturaleza humana no es reductible a la vida comunitaria, de modo tal que se contempla
que en ciertos casos haya un daño mayor en la continencia.
La posición de Antístenes es totalmente contraria, dado que la naturaleza no riñe con la
dimensión comunitaria. Al contrario, Antístenes parece orientarse a una mirada más idílica, o al
menos optimista, de la organización natural, donde se forman grupos armónicos para la
supervivencia conjunta. Es, de hecho, el modelo que prima entre los cíclopes. Por otra parte, el
modelo antisténico incluye la contracara del planteo antifontiano: en éste último la naturaleza está
en conflicto con la norma y ésta sólo se sostiene ante testigos, lo cual habilita la dimensión de la
opinión (dóxa) como ámbito que rige la vida social, mientras la verdad (alétheia) es patrimonio de
la vida natural. En este sentido, el hombre antifontiano debe preocuparse por atenerse a la norma y
vulnerarla sólo ante la ausencia de testigos, de modo tal que su fama se mantenga incólume. Los
testimonios sobre Antístenes, al contrario, muestran variadas formas en las que la mala fama se
considera un bien, como se dice en 929. En 940 se cuenta que dijo ante Platón que es propio de un
rey actuar mal y tener mala fama y esto se generaliza en 851-3 como rasgo usualmente asociado a la
monarquía. Por otra parte, se plantea en 859-62 el caso de los elogios que parten de hombres
corruptos, lo cual sirve para poner en cuestión la noción misma de dóxa en sus sentidos de opinión
y de fama. Perseguir la construcción de discursos sociales en los que se salga bien parado no puede
ser la regla básica de una organización que se proponga responder a la naturaleza. Desde la
perspectiva de Antístenes esta opción queda reducida a un utilitarismo de corto alcance que debe ser
rechazado, como es esperable en un discípulo de Sócrates, condenado por la gestación de una mala
45
Sobre la oposición naturaleza-convención en Antifonte, véase E. Bieda, “Antifonte sofista: un utilitarismo
naturalista”, Méthexis, XXI, Sankt Augustin, 2008, 23-42 y G. Veneciano, “Antifonte 44 DK: Una investigación
sobre el comportamiento humano”, Quaderni Urbinati di Cultura Classica, 83.2, Urbino, 2006. Sobre la posición de
Antifonte en el marco del contractualismo antiguo y su relación con la propuesta hobbesiana, véase H. Inverso,
“Diálogos con el contractualismo antiguo: el necio hobbesiano a la luz del tratamiento de la anarquía en Tucídides”,
Actas de las Jornadas sobre pensamiento antiguo, Buenos Aires, UNSAM, 2010.
22
fama que cimentó la acusación final, como se encarga de enfatizar Platón cuando se queja de la
intervención de Aristófanes y sus “acusaciones antiguas”. 46 Para Antístenes, entonces, si va a ser
efectiva, la dimensión de los acuerdos no puede estar en contra del plano natural, de modo que hay
que buscar la formulación que mejor armonice ambos aspectos.
Esta naturaleza “comunitaria”, que resulta en algún sentido un adelanto de la idea
aristotélica de una sociabilidad natural, no impide que existan conductas que se apartan de este
imperativo general. Así como hay hombres que en el plano psicológico se desvían hacia la búsqueda
del amor y el placer y en el cognitivo desestiman la investigación de los nombres para el
conocimiento de lo real y se pierden en alambicadas teorías de variado tono, en el plano socio-
político desarrollan conductas individualistas para conseguir fines egoístas e invierten tiempo en
cultivar reputaciones sin preocuparse de que éstas sean legítimas y respondan a los imperativos
armónicos de la naturaleza.
Mezcla de optimismo y desazón, la propuesta antisténica parece haber pretendido conformar
un modelo político enfrentado a las líneas que apostaron a la colisión entre naturaleza y legalidad.
Es posible que conservemos ecos de ello en el tratamiento que Platón lleva a cabo en la primera
parte de República, II. En el libro I la figura de Trasímaco define la justicia en 336b ss. en términos
de lo que le conviene al más poderoso. Después de una curiosa mención de la presencia de testigos
oficiada por Clitofonte y Polemarco que sugiere una alusión a Antifonte, Trasímaco agrega, en
consonancia con esta línea, que los que reprueban la injusticia lo hacen no porque se ha cometido
algo injusto, sino porque temen padecerlo (344c) y la justicia es una enorme ingenuidad (348d). Los
artilugios argumentativos utilizados por Sócrates, a menudo señalados como falacias, no alcanzan
para refutar la posición de Trasímaco, de modo que el primer libro, a veces considerado como un
diálogo temprano al que luego se adosaron los libros siguentes, se cierra de manera aporética.
El libro II se abre, precisamente, con el proyecto de volver a investigar el tema de la justicia
para llegar a una solución aceptable. Para ello se traza una serie de diagnóstico de dificultades
construidas por los interlocutores, Glaucón y Adimanto a la manera de “abogados del diablo”. Allí
inicia Glaucón un elogio de la injusticia retomando los parámetros generales de la exposición de
Trasímaco y planteando que la justicia tiene origen convencional en un pacto entre débiles para no
sufrir violencia (358e-359b) y los hombres la siguen de manera involuntaria, punto que se prueba a
partir del conocido relato del ancestro de Giges y su anillo que confería invisibilidad (República,
II.359d-360b). En esta situación y sustraído el riesgo de la denuncia de testigos, concluye el relato,
todo hombre se comporta como Giges, que de pastor justo, dada la oportunidad, se arroja a la más
amplia colección de vicios y crímenes, de manera que toda conducta justa se elige por temor de los
atropellos de los fuertes.
Finalmente, queda sostener que la felicidad es un rasgo de los hombres injustos y allí
encontramos una alusión al tópico de la buena o mala fama que encontramos también en Antifonte y
Antístenes. En este caso el ejercicio consiste en suponer la existencia de un hombre injusto de
reputación intachable, precisamente porque se cuida de revelar sus tendencias intrínsecas y comete
faltas sin que lo descubran. Es todo apariencia. Frente a él, se postula la existencia de un hombre
justo, despojado de toda apariencia, que a pesar de ser virtuoso tiene mala fama y sufre por ello una
condena social que no merece. Esta línea es continuada por Adimanto que agrega el dato de que
estrictamente los que elogian la justicia apuntan más bien a los beneficios derivados de la apariencia
de ella y no a la justicia en sí.
El campo de problemas queda bien delineado y alude directamente a la zona de tensión
dialógica en torno de la relación entre justicia y pacto, que supone definir la conexión entre
naturaleza y convención. A partir de allí Platón propone una metodología que consiste en trasladar
el eje de la justicia individual a la justicia en el plano político, suponiendo un principio de
paralelismo estructural entre hombre y sociedad.47 Para ello diseña una comunidad mínima basada
en la existencia de necesidades materiales impostergables en conjunción con la imposibilidad de
46
Véase Platón, Apología de Sócrates, 18a-24b.
47
Sobre la relevancia de este principio para la intelección de la obra en su conjunto, véase el tratamiento de este punto
en la Introducción de Platón, República, Introducción, traducción y notas de M. Divenosa y C. Mársico, Buenos
Aires, Losada, 2005 y Platón, Alegorías del sol, la línea y la caverna, Introducción, traducción y notas de M.
Divenosa y C. Mársico, Buenos Aires, Losada, en prensa.
23
autoabastecimiento satisfactorio. Una vez expuesto el origen de la pólis, Sócrates pasa a especificar
las primeras profesiones en relación con las primeras necesidades: alimento, habitación, vestido,
etc, e introduce una flexión fundamental: el principio de especialización, por el cual a cada hombre
corresponde un tipo de actividad. Este principio se da por naturaleza (physei), ya que “cada uno no
tiene las mismas dotes naturales que los demás, sino que es diferente en cuanto a su disposición
natural: uno es apto para realizar una tarea, otro para otra” (370a-b).
A partir de la instauración del principio de especialización, lo que sigue es la derivación de
sus consecuencias, esto es, las otras profesiones necesarias: carpinteros, herreros, otros muchos
artesanos, pastores y derivados del comercio exterior, entre ellos los asalariados (misthotoí). Con
esto se cubren las necesidades básicas de los hombres y la pólis resulta establecida. Respecto del
tema principal, llegamos, además, a la justicia en su primera definición como cumplimiento de la
división del trabajo. (372a)
Por último, el texto presenta una descripción del modo de vida de los habitantes de la pólis
sana descripto en tono idílico: “festejarán ellos y sus hijos bebiendo vino con las cabezas coronadas
y cantando himnos a los dioses, Estarán a gusto en compañía (...) (...) De este modo pasarán a vida
en paz y con salud, y será natural que lleguen a la vejez y transmitan a su descendencia maneras de
vivir semejantes" (372b-d). Sin embargo esta austeridad hace que Glaucón la llame hyôn pólis,
“ciudad de cerdos”: “Si organizaras un Estado de cerdos, Sócrates, ¿les darías de comer otras cosas
que ésas?” (372d).
A consecuencia de esto Sócrates pasa a introducir en la primitiva organización algunas otras
características que toma de la vida griega ordinaria, con la consecuencia de que ya no habrá una
pólis sana sino una enferma. Con esta innovación se deja atrás la ciudad primaria (próte pólis). Los
nuevos elementos considerados de índole lujosa -muebles, manjares, obras artísticas- son
introducidos tal como vienen a la mente de Sócrates, es decir, sin distinguir lo bueno de lo malo.
Este giro hace que se vuelvan palpables la justicia y la injusticia, que según dijimos no podían
apreciarse en la próte pólis. Como próximo paso se hará necesario purgar esta nueva ciudad. Esta es
la tarea que Sócrates emprende a partir de este momento y se convierte en el núcleo de la
argumentación hasta el libro IV, retomado luego en el libro V al completar el planteo con la alusión
al gobierno de los filósofos.
Este pasaje ha sido comprendido como una referencia a la posición antisténica, de modo tal
que la descripción de una comunidad restringida a las necesidades naturales sin lugar para el lujo y
los placeres constituiría una mención crítica a la tesis de su condiscípulo. 48 Esta sugerencia resulta
plausible por el modo en que se cierra de golpe la descripción con la condena de Glaucón y su
alusión a la ciudad de cerdos. Ya hemos visto que las metáforas animales constituyen un recurso del
planteo antisténico y no falta entre ellas la mención del cerdo. En 821-2 Ateneo asocia con dos
obras de Antístenes la alusión a estos animales: primero en el Fisonómico se presenta la imagen de
taberneras que los atiborran y en el Protréptico vuelve la imagen con un tono más inespecífico en
que se menciona el “ser alimentado a la manera de los cerdos”.
La avidez indiscriminada se ha comparado con el mercado sofístico que atraganta de
supuestos saberes,49 y con más amplitud puede comprenderse como indicio de los aspectos que
según el naturalismo antisténico atentan contra la vida virtuosa. Estrictamente la vida de cerdos en
este enfoque es la de los hombres que se entregan al placer e ingresan en una cadena de excesos que
no se diferencia demasiado de la descripción que ofrece Platón en el símil de los toneles de
Gorgias, 493d ss. Es claro que los cerdos son, instalados en el plexo de lo natural, el ejemplo
elegido para señalar el abuso y representan al grupo de hombres que sucumben ante las tentaciones
hedonistas. En la recepción platónica que puede estar operando en República, II la crítica residiría
en que lejos de ser un grupo, el modelo íntegro de la comunidad natural de Antístenes está atado al
48
La conexión entre los tratamientos utópicos de Platón de República, II y Político fueron planteados por Zeller, Die
Philosophie der Griechen, I.1, Leipzig, 1889, p. 324 y discutidos por G. Rodier, “Note sur la politique d'Antisthene:
le mythe du Politique”, Année philosophique, 22, Paris, 1911, reimpreso en Etudes de Philosophie grecque, Paris,
Vrin, 1957. Véase también P. Vidal-Naquet, “Plato's Myth of the Statesman, the Ambiguities of the Golden Age and
of History”, Journal of Hellenic Studies, 98, 1978, pp. 132-141.
49
Véase 821 y nota ad loc.
24
ínfimo nivel de espiritualidad que los rebaja al nivel de cerdos. 50
Si todo se limita a seguir los dictados de la naturaleza y su imperativo de satisfacción de
necesidades, no hay especificidad humana superadora. Peor todavía, si incluso en el caso de lo
natural se ofrecen ejemplos de tendencias al exceso que contienen orientaciones que rompen el
equilibrio, el hombre constituiría un caso de fractura profunda, dado que puede poner en duda e
incluso dudar de su relación respecto de la naturaleza. Si la humana es una especie en conflicto con
lo natural, es mucho más fácil encontrar en ella casos en los que no se presenten fricciones, hasta tal
punto que esta especie llegó a desarrollar una regularidad independiente basada en el consenso. Con
este diagnóstico en vista, es claro que el orden natural tal como estaría planteado en el modelo
antisténico no cuenta con dispositivos propios para impedir desviaciones. En otra ocasión llamamos
la atención sobre las carencias estructurales de la ciudad primigenia para erigirse como modelo o
ciudad ideal,51 a lo cual podemos agregar ahora que estas limitaciones se adaptan bien como
impugnación platónica contra el naturalismo antisténico.
Desde la perspectiva de Platón, el énfasis naturalista resulta aliado a un papel secundario de
la racionalidad, de modo tal que la ciudad básica no puede encarnar un modelo político,
entendiendo por esto un patrón de organización comunitaria que puede ser perseguido por medio de
acciones concretas. Este dato no es superficial, sino que constituye un inconveniente capital desde
la perspectiva platónica, ya que en rigor la ciudad natural no posee intención deliberada de los
agentes sociales que la componen respecto de su orientación general y en este sentido no puede ser
propuesta como meta de ningún cambio político. Si se trata de comunidades utópicas, un naturalista
nada pierde con imaginar situaciones idílicas con hombres felices sin esfuerzo ni conflicto, pero si
lo que está en juego es la construcción de una alternativa política que pueda adaptarse a condiciones
efectivas es preciso abandonar lo inalcanzable y avanzar hacia lo posible.
La comunidad ideal de Antístenes sería para Platón, a lo sumo, un pasado perdido y
abandonado por la búsqueda de multiplicación del bienestar que torna la ciudad sana en lujosa. Esta
salida de lo puramente natural, que en el plexo teórico de Antístenes tiene que ser necesariamente
negativo, es visto por Platón como elemento esperable en el ámbito humano y la tarea puntual
reside en arbitrar los medios para que tal despliegue se mantenga en los límites de la moderación y
conforme la base de elevación a lo inteligible. El materialismo antisténico puede haber formado
parte de esta crítica, aunque para atenernos a los testimonios que conservamos el proyecto
antisténico no parece limitarse a la descripción utópica. Al contrario, el hombre no es un animal más
sino que es el intérprete privilegiado del lógos, herramienta lingüístico-conceptual que le permite
comprender la estructura de lo real. La especie que puede ejercitarse en la investigación de los
nombres no queda en pie de igualdad con cerdos, leones o liebres. Es cierto que no dispone de
mecanismos para evitar las tentaciones del placer y el lujo -no puede hacer que entre los cíclopes no
surja Polifemo-, aunque estrictamente el modelo político que Platon opone a éste reposa en el albur
de que los reyes filosofen o los filósofos lleguen a reyes y en última instancia, todo termina sujeto,
como en una calesita cósmica, al ciclo de organizaciones políticas que sume todo buen sistema en la
decadencia que a lo sumo promete a quien está en la ruina una instancia de reparación. También en
Antístenes, como veremos en el punto siguiente, la dimensión de la virtud tiene un papel importante
en la vida personal y política.
25
dimensión retórica. A propósito del primer punto, cabe notar que ante la cuestión de la virtud,
evidentemente y como es esperable, Antístenes no ofrece una definición, sino que sus rasgos deben
ser inferidos de la investigación del término “virtud” a través de las conexiones con otros vocablos
de la lengua. La visión que tenía sobre este punto, entonces, debe emerger de las características que
nos transmiten las fuentes. Uno de los aspectos más presentes en los testimonios está ligado con su
enseñabilidad, en el horizonte de la amplia discusión que sobre este punto atravesó el pensamiento
antiguo. En el marco de una teoría naturalista, como hemos dicho, esto debe ser especialmente
aclarado.
Los textos que conservamos ofrecen rasgos que apuntan a su enseñabilidad, tal como se
sanciona claramente en 781, pero también afirman que Antístenes restringía la areté a los de buen
nacimiento. La pregunta en este caso es qué quiere decir este socrático cuando apela a “buen
nacimiento”. Nótese que a primera vista la dimensión natural de la virtud sugeriría que no hay lugar
para su enseñanza. En rigor, el resumen acerca de la virtud y su enseñabilidad dista de ser claro,
pero permite colegir que Antístenes encontraba el modo de sostener que la enseñabilidad convive
con el supuesto de una predisposición natural. En rigor, el naturalismo que acompaña las
reflexiones de Antístenes sobre el lenguaje y la política no implica una dilución de la dimensión
específicamente humana y mucho menos supone que todos los aspectos de la vida están
determinados por una impronta pre-dada. Al contrario, su situación marginal en el ámbito de los
derechos de ciudadanía lo protegió de ceder a mitos fundacionales como el que desarrolla Platón en
República, 414b-415d donde se parte de la autoctonía.
El condicionamiento de su madre tracia le enseñó probablemente a desvincular claramente
el plexo de asuntos naturales del que responde a meros parámetros de consenso social. Así, se burla
en 743 de los atenienses “puros” comparando su estirpe ciudadana con la de caracoles y saltamontes
de la zona. Aun así, igual que Platón supone en el tratamiento de República que existe un largo
curriculum de formación filosófica que sólo tiene sentido en aquellos que tienen una aptitud y
vocación previos (Rep., VII.521d-541d), también Antístenes habría aceptado una condición
peculiar de apertura al saber necesaria para el aprendizaje de la virtud. Contra Platón, sin embargo,
Antístenes habría afirmado que esta predisposición natural no necesita pasar por pruebas y largos
aprendizajes teóricos, sino, por el contrario, interactuar con modelos que orienten su desarrollo y
propicien actos virtuosos cuya coronación es la felicidad. Se trata, en suma, de una versión anti-
intelectualista del progreso en la virtud.
Entre las virtudes la justicia ocupa un lugar peculiar. En 841 se afirma que tiene jerarquía
especial porque no se vuelve una con su contrario, es decir es irreductible al relativismo, a
diferencia de lo que sucede con los casos de la valentía y la sabiduría, que pueden resultar dañinas.
En el caso de la valentía, es claro que sin una indicación legítima de aquello que hay que lograr, la
valentía es ciega y depende de otras instancias que sean judicativas. La sabiduría sería una buena
candidata a ocupar este lugar, pero se dice, sin embargo, que puede también estar orientada a metas
poco beneficiosas. Esto implica que en el marco de un proyecto anti-intelectualista se procede a
distinguir la dimensión cognitiva de la moral, de modo que hay hombre sabios, de procesos noéticos
impecables, que pueden, sin embargo, cometer faltas. La crítica a quienes acumulan datos de
manera indiscriminada está presente en 781, posición que se entronca con las antiguas críticas de
Heráclito a la polymathía. Los ecos de tratamientos antisténicos en los Hipias de Platon hace
plausible que la alusión a este tópico sea una manera de respuesta crítica: el supuesto rechazo a la
acumulación de saberes de Antístenes se parece demasiado a la pretensión infundada de Hipias de
conocer todas las técnicas, en tanto pierde tiempo en una metodología inconducente como la crítica
homérica, como hemos visto en 2.3.
Desde la perspectiva antisténica, sin embargo, las cosas no se ven de ese modo. El recorrido
por los discursos Ayante y Odiseo (812-3) muestra a la vez la dimensión central de la justicia en el
plexo de las virtudes y la dificultad de su determinación. La posición de Ayante apunta directamente
a cuestionar el lugar del juez. Para ello enfatiza que el conocimiento es un elemento imprescindible,
pero no se reduce a lo cognitivo. Por el contrario, la queja principal es que los legítimos
responsables de juzgar, que son allí los comandantes de la expedición, han delegado la tarea. En
esta comisión parece cifrar el personaje de Ayante una pérdida de calidad de los jueces que sólo
26
estaba asegurada en los reyes, lo cual implicaría una sugerencia de virtud natural. Al mismo tiempo,
se insiste en que los responsables de decidir no han tenido percepción directa de los hechos, de
modo que se introduce la distinción entre jueces (kritaí) y evaluadores (doxastaí): mientras los
primeros cuentan con una discriminación clara de lo sucedido y se limitan a aplicar la pena que
corresponda, aquellos que no tienen esto a su disposición deben primero reconstruir plausiblemente
los hechos a través de discursos de estructura y contenidos potencialmente engañosos. 52 En rigor,
parece una descripción cercana a la que puede hacerse de cualquier sujeto enfrentado a la labor de
desentrañar lo real, de modo que puede generalizarse: hace falta una cierta virtud natural que
funcione como condición de posibilidad del arbitrio de la justicia, que no se limita a una mera
aplicación de principios teóricos a la manera de los kritaí, sino que implica un dominio y
discriminación de situaciones concretas y complejas que ponen en juego dimensiones
supracognitivas de carácter moral.
Este punto es importante porque oficia una distanciación de la versión del intelectualismo
socrático que conocemos por vía de Platón. Al parecer Antístenes no aceptaba la formulación
“virtud es conocimiento”, sino que mantenía una cierta independencia de lo estrictamente moral en
tanto irreductible a lo epistémico. En esta condición de posibilidad parece residir la preeminencia de
la justicia sobre la sabiduría, que se reafirma en el juicio de 1012, donde se la utiliza como elemento
de discriminación y decisión en un caso concreto. Se trata del momento en que Calipso ofrece a
Odiseo la inmortalidad y éste debe optar por aceptar o desechar el ofrecimiento. Entre las razones
aducidas para justificar la elección de lo último se dice que el héroe pudo apelar al criterio de no
contradicción que supone la justicia, según el cual por medio de las cosas contrarias no se consigue
lo contrario: si busca la virtud no puede mezclarse en acciones no virtuosas. Dado que abandonar a
los suyos entraría en esta categoría, debe descartar la propuesta de Calipso.
Es claro que esta posición no puede ser objetada desde una perspectiva definicionista que
inquiera cómo sabe Antístenes que abandonar a los suyos es injusto sin saber de antemano qué es la
justicia, ya que nuestro socrático respondería que cualquier individuo puede comprender la
aplicación de este término por cuestiones semánticas en casos como ese, de modo que se trata de un
punto de partida y no algo que se deba poner en duda. Para reforzar esta idea contamos con ideas
como la de 1014 donde para bosquejar la cualidad de justos de los cíclopes se liga esta noción con
el interés mutuo. Por el contrario, ante efectivos casos de duda, cuando la pregunta es si a
determinada acción se le aplica el término “justo”, hay que desplegar la investigación de los
nombres para explorar las conexiones en juego que habilitarían o descartarían su inclusión en la
clase en cuestión. Puntualmente, entonces, ante la determinación de una relación entre un
acontecimiento y su rasgo propio, la justicia permite el procedimiento decisorio y ayuda a
establecer la posición a adoptar.
Nótese que en este ejemplo el imperativo de buscar la justicia es un presupuesto previo al
análisis de la situación y conforma su marco, no su resultado. Si en lugar de Odiseo hubiese estado
allí un hombre sin este tipo de compromisos “naturales” con la justicia nada habría obstaculizado
que aceptara la propuesta de inmortalidad de Calipso, aun cuando fuera capaz de comprender como
injusto el abandono de los allegados y el principio de concordancia entre medios y fines. En este
sentido, hay una distancia marcada entre esta versión y la que presenta Platón, donde a la
intelección de lo bueno le sigue inexorablemente su adopción. En cierto modo se trata de la misma
distancia entre enfoques que encontramos en el caso de los modelos políticos. En ese caso,
comentamos en el punto previo, mientras Antístenes apuesta a una comunidad natural pero prevé a
la vez la desviación de quienes prefieren el placer en tanto tendencia disruptora, Platón dispone un
andamiaje en el que se asegura que quienes llegan a conocer lo bueno habrán de elegirlo
inexorablemente. En el plano ético, de modo coherente, para Antístenes la formación intelectual
puede reforzar la virtud mediante elementos que exceden lo cognitivo en quienes tengan una
predisposición natural a lo bueno, mientras Platón se atiene, sobre todo en los primeros diálogos, al
modelo del intelectualismo en el que virtud es conocimiento.
52
Véanse los trabajos de G. Romeyer-Dherbey, “Tra Aiace e Ulisse: Antistene”, Elenchos, 17, Napoli, 1996, pp. 251-
74 y “Les deux discours de la guerre d' Antisthène”, en G. Romeyer Dherbey – J. Gourinat (éds.), Socrate et les
socratiques, Paris, Vrin, 2001, pp. 333-50.
27
Puede resultar de suma importancia examinar hasta qué punto el Platón de madurez, que
abandona la versión férrea del intelectualismo puede haber estado influenciado por enfoques como
el antisténico. Si es así, esta disidencia llama la atención respecto del sentido estricto de la posición
que puede haber sostenido el Sócrates histórico reclamado por ambos discípulos. El sitial otorgado
a la justicia llama la atención sobre otro aspecto que recorre las vertientes socráticas y fortalece la
pregunta sobre la orientación originaria de los planteos del iniciador del grupo. Nos referimos a la
cuestión de la unidad de la virtud. Hemos visto en la Introducción al primer volumen que la línea
megárica adoptó una posición decidida a este respecto sosteniendo que la virtud es única y que esta
unicidad está alterada por el desfase introducido en el plano lingüístico, que otorga muchos
nombres para lo que es uno. Los reparos que caracterizan la posición megárica, como sucede
también en otros terrenos, no serán compartidos por Antístenes, que hace convivir las referencias a
la unicidad con una ontología materialista y pluralista que coincide en estructura con el lenguaje.
No parece haber en esta conformación espacio alguno para una tesis de la unidad de la virtud.
Tampoco parece estar cerca de la versión menos extrema que sugiere Platón en Protágoras y
Menón, donde la tesis de la unidad de la virtud se analiza en su aspecto problemático para la
relación unidad-multiplicidad, y en Gorgias y República, donde emerge la dimensión moral que
lleva a la tesis de que nadie actúa mal voluntariamente. 53 C. Kahn ha sugerido que el planteo de
Protágoras no explica la dimensión de diferencia entre virtudes en consonancia con la garantía de
acción recta del conocimiento del bien. Tomando el modelo estoico del sabio afirma que la unidad
queda restringida a casos raros y la mayoría de los hombres poseerían virtudes de manera
parcializada.54 Si es así, Platón se distanciaría de la versión extrema de unidad de la virtud de
Euclides de Mégara y tematizaría la dimensión de variabilidad que atañe al ámbito de la virtud,
como es esperable en un proyecto que se esfuerza por reconducir lo múltiple a lo uno pero sin
anularlo. Ahora bien, en este movimiento rechaza igualmente la pura diferencia sin instancia de
unidad. Esta posición es aludida en el inicio del Menón con la nomenclatura irónica de “enjambre
de virtudes”, precisamente porque Sócrates pregunta por la noción de virtud, es decir por el aspecto
de unidad, y Menón responde con ejemplos de diferentes virtudes, es decir su aspecto de
multiplicidad. Si este era un tema que atravesaba la discusión intrasocrática, la posición antisténica
cae también bajo esta crítica, ya que operaría con una noción basal de unidad, pero en los hechos
produciría una fragmentación confusa, a la manera de un enjambre. 55
Por otra parte, la noción antisténica de virtud posee un rasgo relevante para comprender los
profundos lazos que esta vertiente trazó respecto de líneas contemporáneas y continuadoras. En
efecto, de la virtud se dice que es anapóbletos, que no se puede perder. Este término es doblemente
negativo, ya que suma a la raíz de bállo, “arrojar”, la preposición que indica distanciamiento -apó-
y a ella la partícula negativa an-. Este punto se relaciona directamente con el tópico de la
enseñabilidad y apunta a una suerte de complemento de la adquisición asociado con la pertenencia.
Al mismo tiempo, colisiona directamente con una de las tesis centrales del pensamiento maduro de
Platón, que es la tesis de la reminiscencia. En ella Platón sostiene que los hombres contamos con
conocimiento innato que puede ser activado mediante una guía dialéctica adecuada, como se plantea
en Menón, 85c-d, o por una interacción con el plexo del mundo que llame la atención sobre la
pertinencia de apelar a una instancia inteligible como causa de lo sensible, tal como surge de Fedón,
53
De acuerdo con la tesis de Kahn, frente a otros diálogos como República, I y Gorgias, donde se atiende a la fricción
entre la virtud como cooperación y la virtud como competencia, en Protágoras y Menón emerge una perspectiva
distinta que presta atención al orden estructural del plano axiológico que hace emerger la tensión entre unidad y
multiplicidad, aspecto que lo lleva a afirmar que en este tratamiento se entabla un punto de discusión con Euclides
de Mégara. Véase C. Kahn, Plato and the Socratic Dialogue: The Philosophical Use of a Literary Form,
Cambridge, CUP, 1997, esp. 220.
54
Véase lo dicho a propósito del sabio en 2.4.
55
Al mismo tiempo, sin embargo, es llamativo que en el desarrollo de República, IV la unidad enfocada desde la
perspectiva estrictamente noética que llevaba a pensar la reducción a la sabiduría pasa a postular una multiplicidad
estructurada en torno de tres virtudes principales (sabiduría, valentía y templanza) cuya armonía constituye un
cuarto tipo identificado con la justicia. En algún sentido, el esquema de República, IV constituye una combinación
de la tesis temprana que enfatizaba la dimensión epistémica con en enfoque antisténico que daba preeminencia a la
justicia. Los testimonios son demasiado escasos para fundamentar alguna idea en torno de alguna fricción que pueda
haber producido este acercamiento.
28
72e-76a.56 En ambos casos, lo cierto es que se supone una situación originaria donde existía
conocimiento pleno y dentro del marco del intelectualismo hay que colegir que también virtud, ya
que quien conoce el bien lo sigue automáticamente, pero luego este estado se pierde en el momento
del nacimiento y se adviene a la vida en el olvido. De ese estado de olvido debe tratar de salir el
sujeto para llegar al recuerdo, que Platón menciona con el término positivo anámnesis, formado
sobre la raíz de mnéme y la preposición aná, con el sentido de reiteración.
La tesis de la virtud imperdible y su entorno teórico colisiona directamente con el platónico.
Platón plantea una virtud cuyo núcleo es cognitivo y cuya posesión se tuvo y se perdió de modo que
su recuperación se mide en términos de grado de recuerdo: a mayor recuerdo, mayor virtud.
Antístenes, al contrario, propone un doble núcleo diferenciado cognitivo y moral, con preeminencia
del segundo. Por esta razón el proceso central no puede ser cognitivo, del tipo de olvido-recuerdo,
de modo que la virtud no se puede perder, y por tanto la noción misma de reminiscencia resulta
inaceptable. No hay rastros en Platón de una respuesta a esta idea, aunque se vale dos veces del
término apóbletos en contextos significativos. Uno, acompañado de negación y por tanto
equivalente a anapóbletos, se encuentra en Fedro, 260a y corresponde a una cita homérica de
Ilíada, II.361. Allí se apela a las palabras de los sabios para decir que no deben ser desdeñadas u
olvidadas. Inmediatamente se agrega que no basta con ello sino que se debe averiguar su sentido.
Esto es, el dato vacío sin un proceso de efectiva toma de conciencia sobre sus implicancias es inútil.
La segunda aparición ocurre en República, III.387b y menciona la necesidad de desdeñar los
relatos terribles de Estigia y otros por el estilo porque crean imágenes falsas y distorsionadas que
producen temor en lugar de despertar la virtud. Con una referencia a la exégesis homérica, cara a la
línea que integra Antístenes donde la crítica literaria es central, aquí también puede observarse la
misma indicación de que la tarea nuclear consiste en llevar adelante un proceso de análisis al que se
accede por vía noética. A partir de allí hay que desentrañar el sentido, lo que en República, 378b se
llama hypónoia, “sentido subyacente”.
La noción utilizada por Antístenes no tiene un lugar asignado en la tradición filosófica
inmediata sino que lo tendrá en el grupo estoico a instancias de la adopción de la línea antisténica
en esta escuela. Cabe notar, precisamente, que el rasgo de “imperdible” se subsume en la
caracterización de infalible que los estoicos atribuyen al sabio, ya que su captación de la lógica de
lo real que hace de su mente un modelo a escala del cosmos refuerza la coherencia interna de sus
nociones haciendo imposible que se aparten de la relación de adecuación entre su pensamiento y lo
real.57
Vale la pena subrayar que el enfoque general apunta a cimentar una postura objetivista que
lleva la noción de verdad como adecuación del pensamiento a lo real hasta el extremo poniendo en
riesgo la posibilidad misma del error. En este clima la ética resulta igualmente objetivista, como se
desprende de la anécdota del teatro relatada por Plutarco en 1020, donde ante el verso “qué cosa es
vergonzosa, si no lo parece a los que se valen de ella”, Antístenes responde “lo vergonzoso es
vergonzoso, parezca o no parezca”. El marco de la “investigación de los nombres” no deja
resquicios para una labilidad semántica que deje librada al gusto subjetivo la identificación de los
rasgos axiológicos de las situaciones humanas.
Este objetivismo decidido se apoya igualmente en dispositivos de impacto retórico marcado,
como surge de un rápido recorrido por las fuentes. Antístenes no duda en afirmar en 909-13 que
prefiere la locura antes que el placer y la horca antes que la ignorancia en 887. Del mismo modo
declara que mataría a Afrodita en 915-6 y que los sicofantes y aduladores pertenecen a la categoría
de fieras en 924. Frente a los complejos relatos de Platón, Antístenes parece haber apoyado sus
proclamas antihedonistas acuñando consignas o lemas puntuales y extremos que condicen con los
56
Sobre la teoría de la reminiscencia, véase D. Scott, “Platonic Anamnesis Revisited”, Classical Quarterly, 37,
Cambridge, 1987, pp. 346-366, J. Bedu-Addo, “Sense–Experience and the Argument for Recollection in Plato's
Phaedo”, Phronesis, 36, Leiden, 1991, pp. 27–60. y C. Mársico - H. Inverso, Sỳn hóloi tôi sómati stréphein pròs tò
phanón: teoría y corporalidad en el símil platónico de la caverna desde una matriz fenomenológica”, Actas del XXI
Simposio Nacional de Estudios Clásicos, Santa Fe, UNLitoral, 2010, donde se alude al valor de los sentidos en la
activación de conocimiento eidético.
57
Sobre el sistema estoico que hace infalible al sabio e imposible de perder a la virtud, véase B. Inwood, “Psychology
of Action”, en Ethics and Human Action in Early Stoicism, Oxford, OUP, 1985, pp. 42-104.
29
lineamientos de un sistema radical. No se debe olvidar que Antístenes es el autor de piezas retóricas
como el Ayante y el Odiseo y son varias las menciones de sus relaciones con Gorgias. Las figuras
de la horca, la locura y las fieras constituyen un testimonio plástico de un ética sin medias tintas.
(...)
6. Organización de la obra
Los fragmentos y testimonios de los filósofos socráticos carecieron durante mucho tiempo
de una edición confiable y completa que permitiera un estudio profundo de sus implicancias y
contactos con otras líneas teóricas de la época. Un breve estado de la cuestión revela que la filosofía
de los socráticos y su relación con el pensamiento de Platón fue objeto de estudio prioritario de la
historiografía hasta la segunda década del siglo XX. Los trabajos de Joël, Duemmler, Gomperz,
Natorp, Maier, Raeder, Susemihl, Zuccante,58 entre otros, contaban con la necesidad de referirse a
los demás discípulos de Sócrates para delinear los problemas teóricos de la época en que escribió
Platón. Poco después, un cambio de paradigma disciplinar trajo aparejado un abrupto abandono del
estudio de la filosofía platónica en contexto.
El avance de la filosofía analítica, orientada a la interpretación de la lógica interna de las
obras, antes que a sus proyecciones socio-contextuales, coadyuvó a este cambio de paradigma. 59
Varias décadas más tarde, una recuperación de este tipo de enfoque, fundamentado ahora en la
edición de textos y la exégesis de los testimonios, ha sido planteada por autores como F. Decleva
Caizzi, K. Döring, G. Giannantonni, A. Brancacci, V. Tsouna y N. Cordero, por ejemplo. 60 En este
sentido, las dificultades se allanaron notablemente a partir de la edición de textos griegos de G.
Giannantoni (Socrates et socraticorum reliquiae, Napoli, Bibliopolis, 1990), que dinamizó los
estudios en esta área. El trabajo de G. Giannantoni recopila los testimonios sobre Sócrates y los
socráticos, dentro de los incluye a Euclides y los megáricos, Fedón y el grupo de Élide, Aristipo y
los cirenaicos, Antístenes, Diógenes y los cínicos y Esquines y otros discípulos atenienses. La
naturaleza del material, a la que hemos hecho referencia en el punto 1 de la Introducción al primer
tomo, no permite separar en fragmentos y testimonios, entendiendo por los primeros citas legítimas
y fidedignas de los autores en cuestión.
El presente volumen, centrado en Antístenes, Fedón, Esquines y Simón y sus allegados, es el
segundo de los dedicados a la presentación de los textos supérstites sobre los filósofos socráticos,
que sigue al primer volumen dedicado a megáricos y cirenaicos, razón por la cual los testimonios
comienzan por el número 719. En cuanto a la organización, seguimos en líneas generales la edición
de G. Giannantoni, pero alterando el orden de aparición de los textos cuando nos parece
conveniente y agregando algunos pasajes no contemplados en su edición que resultan de
importancia. Las referencias internas a pasajes de la obra en la Introducción se llevan a cabo
anteponiendo la indicación FS (Filósofos socráticos) al número de testimonio indicado. Las
traducciones de pasajes de autores modernos, salvo indicación contraria, son nuestras.
Dada la naturaleza de las fuentes, cuyo conocimiento es importante para evaluar la calidad y
confiabilidad de los testimonios, hemos agregado un Catálogo de fuentes con información básica
58
K. Joël, Geschichte der antiken Philosophie, Tübingen, Mohr, 1921; F. Duemmler, Kleine Schriften: Zur
grieschichen Philosophie, Leipzig, Hirzel, 1901; Th. Gomperz, op. cit.; P. Natorp, “Aristipp in Platons Theätet”,
Archiv für Geschichte der Philosophie (Hamburg), 3, 1890, pp. 515-31; H. Maier, Socrates. Sein Werk und seine
geschichtliche Stellung, Tübingen, Mohr, 1913; H. Raeder, Platons philosophische Entwicklung, Leipzig, Teubner,
1905; F. Susemihl, Die genetische Entwicklung der platonischen Philosophie, Leipzig, Biblio-Verlag, 1860 y G.
Zuccante, “Antistene nei dialoghi di Platone”, Rivista di Filosofia (Bologna), 19, 1916, pp. 551-81.
59
Un análisis de la lista de pasajes platónicos que se han conectado con referencias intertextuales respecto de los
socráticos como la que ofrece Giannantonni (op. cit., I.358-373) muestra a las claras este viraje.
60
F. Decleva Caizzi, Antisthenis fragmenta, Milano-Varese, Cisalpino, 1966; K. Döring, op. cit.; G. Giannantoni, op.
cit.; A. Brancacci, Oikeios logos. La filosofia del linguaggio di Antistene, Napoli, Bibliopolis, 1990; V. Tsouna, The
Epistemology of the Cyrenaic School, Cambridge, CUP, 1998 y N. Cordero, “L´interprétation anthisthénienne de la
notion platonicienne de ‘forme’ (eidos, idea)” en M. Fattal (ed.), La philosophie de Platon, Paris, L’Harmattan,
2001.
30
que permita identificarlas. Su redacción, así como la de los índices de nombres propios y de
correspondencias con la obra de G. Giannantoni, ha estado a cargo de Hernán Inverso. Va hacia él
nuestro mayor agradecimiento por su constante apoyo durante la redacción. Este trabajo va
dedicado a Victoria Juliá, que enseña, cobija y comparte, y a la manada esplendorosa que surca
conmigo todos los tiempos.
Bibliografía
Consignamos a continuación una breve lista de obras más relevantes respecto de los grupos
estudiados en este volumen, incluyendo las que se mencionan más a menudo en las notas a los
testimonios, donde se las cita por autor y año. Otras obras más puntuales se consignan allí con
referencias completas.
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32
a) Datos biográficos
722. EPIFANIO, Contra los herejes, III.2.9 (III.26) [Doxographi graeci, 591.35] (SSR, V.A.1):
Antístenes, el que era de madre tracia, aunque él mismo era ateniense.
33
726. PLUTARCO, Sobre el exilio, 17.607b (SSR, V.A.2):
¿No alabas lo de Antístenes, que al que le dijo “tu madre es frigia”, le contestó “también la de los
dioses”?
65
Sobre el status ciudadano, véase 719 y nota ad loc.
66
Tucídides testimonia en III.91 que la batalla de Tanagra en la que habría participado Antístenes acaeció en 426 a.C.
en el marco de la Guerra del Peloponeso. La puntualización sobre la discontinuidad de caracteres entre padres-hijo
se opone a la sugerencia de interpretación sobre el nombre de su padre en 719, más allá de que aquél pueda tratarse
de un caso independiente justificado por la preeminencia del plano del nombre. Su participación en batalla
desacredita la crítica de Luciano en 731, como sucede también en el caso de Platón.
67
El cálculo nos ubica en torno de 366 a.C. Los pasajes asociados en 735-8 con el rechazo del suicidio sirven para
sopesar hasta qué punto el rechazo del placer en textos como 790, 846, 903 o 909-22 no implica en modo alguno
una postura de tipo masoquista, sino un mecanismo para garantizar el autodominio.
34
736. DIÓGENES LAERCIO, VI.18-9 (SSR, V.A.37):
<Antístenes> murió de debilidad. Cuando Diógenes fue a verlo, dijo: “¿acaso no necesitas un
amigo?”, y entonces fue a verlo con un puñal. Y cuando preguntó: “quién podría liberarme de los
dolores?”, señalando al puñal, dijo: “esto”. Y él contestó: “de los dolores, no de vivir”. (19) Por
cierto, parecía de alguna manera soportar la enfermedad con mayor debilidad a causa de su amor a
la vida.
Y hubo también otros tres Antístenes: uno heraclíteo, y otro de Éfeso, y también un
historiador rodio. Dado que hemos discurrido sobre los seguidores de Aristipo y de Fedón, tratemos
ahora de los cínicos y estoicos, que siguen a Antístenes. Así sea. 68
b) Anecdotario
68
Se ha sostenido que esta frase servía originariamente de transición entre el tratamiento de los seguidores de Aristipo
y Fedón y los de Antístenes, que en una estructura previa de la obra formaban parte de un mismo bloque temático.
Véase sobre este punto M. Goulet-Cazé, ad loc. y sobre las formas abreviadas del texto, H. Long, “The Short Forms
of the Text of Diogenes Laertius”, Classical Philology, 44.4, Chicago, 1949, pp. 230-235
69
Alcides es un nombre alternativo para Heracles, héroe no sólo especialmente venerado por el cinismo, sino también
por Antístenes, como surge de su presencia en las obras conservadas. Véase 792 y notas ad loc. En 741 el par deja
de ser Heracles-Antístenes para ser Heracles-Diógenes, en una muestra más de la oscilación de las fuentes en lo que
toca al origen del cinismo. Sobre el tratamiento de Heracles por parte de Antístenes, véase infra 866-76.
35
742. TEÓN, Acerca de los ejercicios preparatorios, 5.104.15-105.6 (SSR, V.A.7):
Antístenes, que era Ático, cuando llegó de Atenas a Lacedemonia dijo que salía de las habitaciones
de las mujeres e iba a las de los hombres. 70
744. DIÓGENES LAERCIO, VI.2 (Frag. 38 FGH; Frag. 34 Werli [Hermipo]) (SSR, V.A.9):
Y dice Hermipo que Antístenes se propuso, en la fiesta de los Juegos Ístmicos criticar y alabar a los
atenienses, los tebanos y los lacedemonios. Luego, sin embargo, lo desechó al ver los gentíos que
llegaban de esas ciudades.72
c) Filiación teórica
36
Antístenes, ateniense, filósofo socrático formado con los oradores. 76
37
enadizo por no olvidar nunca algo bello que haya visto. (63) Hace poco, además, elogiando frente a
mí al extranjero de Heraclea, después que me hiciste desearlo, lo pusiste en contacto conmigo. Y
realmente te estoy agradecido, pues me parece que es muy noble. Y elogiando a Esquilo de Fliunte
delante de mí y a mí delante de él, ¿no dispusiste así que enamorados a causa de tus palabras
corriéramos como en una cacería con perros buscándonos mutuamente? (64) En consecuencia,
viendo que puedes hacer esto, considero que eres un buen casamentero, pues el que es capaz de
conocer a los que son útiles entre sí y puede hacer que se deseen unos a otros, me parece que ese
podría hacer amigas a las ciudades y organizar matrimonios convenientes, y sería valioso tenerlo
tanto para las ciudades como para los amigos y aliados. Pero te enojaste como si hubiese hablado
mal de ti porque dije que eres un buen casamentero”. “Pero, ¡por Zeus!, dijo, “ahora ya no, pues si
puedo hacer eso, tendré el alma completamente llena de riqueza”. Y así se cerró la ronda de
discursos.79
38
758. DIÓGENES LAERCIO, II.36 (SSR, V.A.15):
Como Antístenes había volteado la parte rota de su manto hacia lo visible, Sócrates dijo: “veo a
través de tu manto tu vanidad”.
marca común del grupo socrático, que vivencia el desapego en tanto base del autodominio moral de maneras
distintas, tal como se desprende de la caracterización de perro de la corte de Aristipo (441-3).
83
La persecución de los ciudadanos pudientes directamente o por medio de sicofantes es un fenómeno lamentado
recurrentemente en el círculo socrático, donde se concentraban varios personajes en riesgo. En la analogía de este
testimonio se traza un horizonte de tragedia donde la única manera de salvarse es pertenecer al coro, es decir al
grupo no acomodado.
84
El hecho de que Antístenes pronuncie estas críticas respecto de Jantipa suele ser visto como prueba no sólo de su
cercanía con Sócrates, sino también de su parresía o libertad de palabra, rasgo interpretado por otras fuentes como
prueba de grosería. Véase, por ejemplo, el juicio de Aristóteles en 957.
85
Máximo de Tiro menciona esta actitud socrática en relación con una supuesta jerarquía depositada en la pobreza que
hace que sujetos en situación de privación enarbolen una superioridad moral no avalada por el ejercicio filosófico.
Antístenes y Esquines, ambos cercanos al modelo de una austeridad casi marginal, son comparados con Alcibíades y
Critias, cuyo progreso intelectual sí hubiese estado en condiciones de transformar el contexto socio-político. En
algún sentido, esta opinión resulta un eco del reconocimiento de la potencia de cambio de los personajes en
situación de poder tal como enfatiza Platón en República, V.473d-e, donde la instauración de una ciudad purificada
depende de que un filósofo llegue a rey o un rey filosofe.
86
Sobre el grupo socrático y los presentes en el momento de la ejecución, véase 3 y nota ad loc.
39
diciéndoles que era éticamente más sabio que Sócrates. Tras encolerizarse por ello, los que estaban
por ahí desterraron <a Ánito>87.
40
agradable en las conversaciones y del mayor autodominio en todo lo demás.
772. ESTOBEO, III.13.38 (SSR, V.B.17) = Dion Crisóstomo, Discursos, VIII.7.1-4 (V.B.584):
(1) Diógenes de Sínope, expulsado de su patria, llegó a Atenas sin diferenciarse de los más
mediocres, y encontró un buen grupo de los compañeros de Sócrates, a Platón, Aristipo, Esquines,
Antístenes y Eulides de Mégara, mientras que Jenofonte estaba en el extranjero por las expedición
de Ciro. En seguida despreció al resto, pero tuvo trato con Antístenes, no tanto porque lo alabara a
él sino a los argumentos que planteaba, considerando que sólo ellos eran verdaderos y estaban en
condiciones de ayudar realmente a la humanidad. (2) Cuando comparaba a Antístenes mismo con
sus argumentos algunas veces lo criticaba por ser mucho más débil, y decía, criticándolo, que era
una trompeta, porque no se escuchaba aunque modulara de la manera más fuerte. 96 Antístenes lo
el legado de Antístenes no fue una instauración explícita y efectiva de un grupo, línea o escuela, sino más bien
cumplió un rol inspirador, del mismo modo que Sócrates ofició de punto de partida para los grupos socráticos.
93
Cabe remarcar que en este ordenamiento jerárquico Antístenes no es considerado un socrático menor, sino que
integra la primera línea junto con Platón y Jenofonte. El debilitamiento de las líneas que siguieron sus pasos y la
consecuente pérdida de sus obras modificaron radicalmente esta perspectiva. Sobre esquemas alternativos de
organización de los grupos socráticos y de Antístenes entre ellos, véase además 14-9.
94
La oposición entre “volverse cínico” y “retirarse a la Academia” representa dos movimientos antitéticos, el primero,
más allá de que llamar cínico a Antístenes pueda resultar un exceso, implica la continuidad de la actividad
intelectual en el ámbito público, a la manera en que Sócrates asistía al ágora o el Liceo, mientras que la retracción
platónica implica la instauración de un ámbito institucional. Nótese que esta oposición no va de la mano de la
opción actividad política vs. intereses privados, ya que estrictamente la posición de la Academia y sus alianzas con
Siracusa resulta mucho más comprometida que el inconformismo social que atravesó otras líneas socráticas
supuestamente abiertas a lo público.
95
Enómao de Gadara perteneció al cinismo del s. II d.C. Sobre la importancia Heracles para Antístenes, ligado a la
noción de esfuerzo y autodominio cara a los socráticos, véase 866-76.
96
Los testimonios 772-80 retoman la línea de continuidad entre Antístenes y Diógenes. La radicalización de este
último se refleja en las críticas que dirige a Antístenes y que sugieren que se tome al primero como legítimo
41
toleraba cuando oía estas cosas, porque admiraba mucho la naturaleza de este hombre. (3) Decía
entonces, vengándose de lo de la trompeta, que Diógenes era como las avispas, puesto que el ruido
de las alas de las avispas es pequeño, pero la picadura filosísima. Disfrutaba de la libertad de
palabra de Diógenes, como los caballeros, cuando consiguen un caballo brioso y además valiente y
esforzado, no dejan de aceptar el carácter difícil del caballo, sino que detestan y rechazan por
inútiles a los pesados y lentos. (4) Algunas veces lo incitaba y otras intentaba calmarlo, como los
que tensan las cuerdas con cuidado de no romperlas. Cuando Antístenes murió, como consideraba
que no valía la pena unirse a ninguno de los demás, se fue a Corinto, y ahí vivía sin pagar por una
casa o quedarse con un habitante local, sino acampando en el Cranion.
iniciador del cinismo. Sin embargo, esa evaluación debe implicar puntos doctrinales y no sólo datos de supuesto
contacto biográfico. Sobre este punto, véase Introducción, 2.4.
97
El hecho de que las dos formulaciones (harapos, pobreza, abandono / sabiduría, independencia, felicidad) tengan un
referente común indica hasta qué punto esta posición colisiona con los valores tradicionales. En 779 se ensaya una
respuesta sintética de la razón que funda esta distancia, ligada con una redefinición de lo propio, en tanto se lo cifra
no en bienes materiales sino en el desarrollo de la autonomía.
42
779. EPICTETO, Disertación, III.24.67-9 (SSR, V.B.22):
Por eso decía <Diógenes>: “¿a partir de qué cosa Antístenes me liberó? Pues ya no soy esclavo”.
(68) ¿Cómo lo liberó? Escucha qué dice: “me enseñó lo que era mío y lo que no lo era. La posesión
no es mía: los parientes, allegados, amigos, fama, lugares acostumbrados, conversaciones, todo eso
que es ajeno”. (69) “¿Entonces qué es tuyo? El uso de la imaginación”. Me señaló eso que tengo sin
dificultad, de manera no forzada. Nadie puede impedirlo, nadie puede forzarme a hacer otra cosa
que lo que quiero (...)”.
98
Detrás de este detalle de vestuario se esconde un posicionamiento sobre el origen de la línea cínica. De hecho, la
práctica de doblar en dos el manto en lugar de llevar un abrigo adicional se volvió una marca distintiva del grupo,
como una suerte de metáfora de la reducción de necesidad de bienes externos. Sobre esto mismo véase el testimonio
de Neantes citado por Diógenes Laercio en 766.
99
Los testimonios 780-90 se refieren a la continuidad teórica entre Antístenes, cínicos y estoicos. Sobre este punto,
véase Introducción, 2.4.
100
Más allá de la opinión extendida de que por definición la filosofía entre los griegos estaba asociada con un modo de
vida, como enfatiza, por ejemplo, P. Hadot, ¿Qué es la filosofía antigua?, México, FCE, 1998, son numerosos los
casos en que las fuentes dan testimonio de la tensión entre esta orientación y la que asocia la filosofía con la
adopción de presupuestos teóricos determinados, entendiendo la primera opción como una práctica no estrictamente
intelectual. En esta línea Diógenes subraya la dimensión doctrinal del cinismo frente a en testimonios como 669,
donde Diógenes critica a Hegesias por su excesiva atención a los textos, o en 677, donde Hiparquia elige a Crates
por su modo de vida. En el mismo sentido, también en 589 se habla de Aristipo como iniciador de una agogé,
“corriente”, que ha servido a veces para negar que pueda hablarse de una escuela cirenaica. Sobre ese caso, véase
Introducción, 4.1. en el primer volumen de esta obra.
101
La mención de Aristón corresponde a SVF, I.80. En la última parte omitida se inserta 980, a propósito de la
educación. La división de la filosofía es abordada desde la perspectiva del estoicismo y coincide con la idea de que
el cinismo aporta a esta línea la preocupación por el ámbito práctico. Sobre la tripartición de la filosofía, que se
inicia con Aristóteles y se redefine entre los estoicos confiriendo un espacio en igualdad de condiciones a la lógica,
véase J. Gourinat, La dialectique des stoïciens, Paris, Vrin, 2000, pp. 19-33.
102
Diógenes explicita la conexión Antístenes-cínicos-estoicos, atribuyendo a estos orígenes la idea de kat' aretèn zên,
“vivir de acuerdo con la virtud”, que en el marco del estoicismo, según Estobeo, 2.75-6, se formulará en términos de
homologouménos zên, “vivir de acuerdo” en el enfoque de Zenón y más tarde como homologouménos têi phýsei zên,
“vivir de acuerdo con la naturaleza”, en el enfoque de Cleantes, que equivale a vivir virtuosamente y desde esta
perspectiva constituiría un retorno a los orígenes. Sobre este punto, véase G. Striker, “Following Nature: A Study in
Stoic Ethics”, Oxford Studies in Ancient Philosophy, IX, Oxford, 1991, pp. 1-74. Sobre Heracles y su lugar en la
filosofía de Antístenes, véase 866 ss. y notas ad loc.
103
La noción de atajo respecto de la virtud apunta a la economía teórica con la cual el planteo cínico bosqueja su
posición. Esta misma economía está presente en el modelo antisténico, que podía preciarse de evitar dispositivos
teóricos gravosos y denunciar los planteos que sí lo eran. Véase, por ejemplo, la conocida crítica a Platón de 948-55:
“veo el caballo, pero no la caballeidad”. Sobre este punto, véase Introducción, 2.3. La persistencia del modelo de
frugalidad en Antístenes y Diógenes está reforzado por las anécdotas atribuidas a ambos en la tradición, que apuntan
precisamente a la autarquía, como 396 y 397, donde uno y otro asumen la defensa de la austeridad frente al
43
enseñable, como dice Antístenes en el Heracles, y que no se puede perder. 104 El sabio es digno de
ser amado, infalible y amigo del semejante y no confía para nada en la fortuna. Llaman indiferentes
a los intermedios entre virtud y vicio, como Aristón de Quíos. 105
786. GALENO, Sobre el diagnóstico y el remedio del espíritu de cada pecador, 3 (SSR, V.A.136):
Facilísimo es para un maestro plantear con rostro solemne a los jóvenes ignorantes que sigan el
camino más fácil hacia la sabiduría y hacer incluso mejor que a los llamados cínicos. En efecto,
ellos dicen que su ocupación es un atajo hacia la virtud, aunque algunos de ellos objetan que no es
hacia la virtud, sino que afirman que la filosofía cínica es un camino hacia la falsedad.
hedonismo de Aristipo. Véase 396 y nota ad loc. Sobre las alusiones a la vestimenta, véase 780 y nota ad loc.
104
Sobre la enseñabilidad de la virtud su lugar en el sistema antisténico, véase Introducción, 2.5. La cuestión de la
virtud como estado permanente una vez adquirido y su posibilidad de perderse fue objeto de disidencias dentro del
estoicismo, que puede remontarse a los planteos de cuño antisténico. Sobre este punto y su posible influjo crítico
sobre el platonismo, véase Introducción, 2.4. En relación con el estoicismo, Diógenes Laercio, VII.65 testimonia que
Crisipo sostenía que la virtud podía perderse por ciertas afecciones mentales, mientras Cleantes afirmaba que la
cognición firme que llevaba a la completa adecuación de nociones aseguraba al mismo tiempo su estabilidad. Este
punto se conecta con el tópico del “progreso en la virtud” (prokopé), respecto del cual se presentaron disidencias.
Véase M. Graver, Stoicism & emotion, Chicago, University of Chicago Press, 2007, p. 109 ss.
105
La caracterización del sabio tiene aspectos coincidentes, como surge de la aceptación del amor por parte de Cristipo
en 327. El caso de la fortuna (týche), en cambio, conforma una interrupción, dado que el cinismo, y con él
Antístenes, estuvieron comprometidos con una noción de autárkheia, “autodominio”, que reñía con un
determinismo marcado como el que se adoptó en el estoicismo. Por el contrario, la doctrina de los indiferentes
(adiáphora), según la cual el único bien es la virtud y al resto de las cosas que suelen asociarse con él se les
restringe este rasgo, será un rasgo central del estoicismo. Véase R. Bracht Branham y M. Goulet-Cazé, The Cynics:
The Cynic Movement in Antiquity and Its Legacy, Los Angeles, University of California Press, 2000, p. 203 ss.
44
789. FILODEMO, Sobre los estoicos, X.1 (SSR, V.A.138):
(...) se alinearon con Antístenes y Diógenes, por eso <los estoicos> querían también ser llamados
socráticos.
d) Obras
45
Satón o Sobre el contradecir (en tres libros), Sobre la conversación.
El tomo séptimo es aquél en que se encuentran Sobre la educación o sobre los nombres (en
cinco libros), Sobre el uso de los nombres (tratado erístico), Sobre la pregunta y la respuesta, Sobre
la opinión y el conocimiento (en cuatro libros), Sobre el morir, Sobre la vida y la muerte, Sobre los
asuntos del Hades, Sobre la naturaleza (en dos libros), Pregunta sobre la naturaleza primero,
Pregunta sobre la naturaleza segundo, Opiniones o erístico, Sobre el aprender (problemas).111
El tomo octavo es aquél en que se encuentran Sobre la música, Sobre los intérpretes, Sobre
Homero, Sobre la injusticia y la impiedad, Sobre Calcante, Sobre el informante, Sobre el placer.
El tomo noveno es aquél en que se encuentran Sobre la Odisea, Sobre el cetro, Atenea o
sobre Telémaco, Sobre Helena y Penélope, Sobre Proteo, Cíclope o Sobre Odiseo, Sobre el uso del
vino o Sobre la borrachera o Sobre el cíclope, Sobre Circe, Sobre Anfiarao, Sobre Odiseo y
Penélope y Sobre el perro.112
El tomo décimo es aquél en que se encuentran Heracles o Midas, Heracles o sobre
inteligencia o la fuerza, Ciro o el amado, Ciro o los informantes, Menéxeno o Sobre el gobernar,
Alcibíades, Arquelao o sobre la monarquía.113
Eso escribió. Timón, para criticarlo por la cantidad, lo llamaba “charlatán universal”.
796. DIÓGENES LAERCIO, II.64 (Frag. 126 van Straaten [sobre Panecio]) (FS, 28; SSR, I.H.17):
En rigor, de todos los diálogos socráticos, Panecio cree que son verdaderos los de Platón, Jenofonte,
Antístenes y Esquines, pero duda de los de Fedón y Euclides, y rechaza todos los demás. 114
46
mayor parte de los diálogos de Platón son vacuos y mentirosos. Por otra parte, la mayoría de ellos
son plagios tomados de las charlas de Aristipo, algunos de los de Antístenes y un gran número
también de los de Brisón de Heraclea. 115
805. FRONTÓN, Carta a Antonino Pío, Sobre la elocuencia, 2.16 (SSR, V.A.47; II.C.9):
Antepones las palabras de Diodoro y Aléxino a las palabras de Platón, Jenofonte y Antístenes.
115
Véase 11 y nota ad loc.
116
Sobre Pasifonte, véase 1086-8. La estructura sintáctica del pasaje es ambigua y no es claro a primera vista si el
último verbo se refiere a Esquines o a Pasifonte, aunque el registro general lleva a pensar que el objetivo es sindicar
a Pasifonte como responsable de lo que suele llamarse “plagio invertido”. Véase nota previa. Se ha dudado
asimismo del sentido que debe atribuírsele al verbo eskeuóretai, que podría variar desde la introducción de retoques
hasta la redacción completa, lo cual determinaría que se trata de obras de Esquines y Antístenes con variantes
introducidas por Pasifonte, o directamente trabajos apócrifos de éste.
117
Sobre el uso de mitos en Antístenes, véase K. Morgan, Myth and philosophy from the pre-Socratics to Plato,
Cambridge, CUP, 2000, pp. 89-131, esp. 113-5.
118
La expresión “hijo de Calíope” es una referencia usual a Orfeo. En el contexto se hace una recomendación a un
filósofo cínico de la conveniencia de recurrir a héroes para ejemplificar conductas preferibles.
47
807. DIONISIO DE HALICARNASO, iud. De Thucyd., 51.941 (SSR, V.A.49):
Contra los que refieren a la vida antigua el estilo de Tucídides, suponiéndolo usual para esos
hombres, me basta el argumento breve y claro, porque habiendo surgido muchos oradores y
filósofos entre los atenienses durante la guerra del Peloponeso, ninguno de ellos se valió de ese
estilo, ni los oradores del grupo de Andócides, Antifonte y Lisias, ni los socráticos del grupo de
Critias, Antístenes y Jenofonte.
810. LUCIANO, Contra el ignorante que compra muchos libros, 27 (SSR, V.A.52):
Te preguntaría con gusto, dado que tienes tantos libros: ¿cuál de ellos lees más? ¿Los de Platón?
¿Los de Antístenes? ¿Los de Arquíloco? ¿Los de Hiponacte?
Tomo I
I. Sobre la expresión o Sobre los caracteres119
119
La naturaleza retórica de los títulos del primer tomo es puesta de manifiesto por las nociones de este primer título:
léxis y kharaktér, que encarnarán respectivamente en la tradición disciplinar, los sentidos de elocutio y genus
elocutionis, entendiendo por esto último un intento primigenio de catalogar modos discursivos. Véase G.
Giannantoni (ad loc.). Es difícil decidir si ya en esta época puede haberse dedicado Antístenes, en su veta de
discípulo de Gorgias, a tal tipo de clasificación y si, de haberlo hecho, tuvo algo que ver con lo que la tradición
posterior consideró sobre estos puntos. Si el título es posterior, los autores más tardíos pueden haber visto en esta
obra un antecedente de los estudios sobre modos discursivos, lo cual, como notara F. Blass ( Die attische
Beredsamkeit von Gorgias bis Lysias, Leipzig, Hildesheim, 1887), no deja de reflejar la posición esbozada en
V.A.187, donde la polytropía resulta una capacidad reconocida que bien puede haber sido objeto de análisis
específico por parte de Antístenes.
120
Sobre la importancia de la práctica de redacción de textos con protagonistas de la tradición mítica, véase
Introducción, 2.3. Es amplio el espectro de autores que discutieron sobre la autenticidad de esta obra y del Odiseo a
principios del s. XX, como puede verse en la reseña sobre el tema de Giannantoni (IV.258-62). La posibilidad de que
pudiera tratarse de alguna redacción tardía que vertiera en prosa textos trágicos del tipo del Ayax de Teodectes
mencionado por Aristóteles en Retórica, II.23.1400a23 ss., por ejemplo, ha dejado paso a un énfasis en los puntos de
48
asunto, al contrario, sucedió de hecho. (14.2) Yo protegí llevándome, el cuerpo de Aquiles, y él
estas armas, sabiendo que los Troyanos querrían tomar no tanto las armas sino el cadáver, pues si se
hubiesen apoderado de él, hubiesen mutilado el cuerpo y obtenido el rescate del de Héctor, mientras
que estas armas no las hubiesen dedicado a los dioses, sino que las habrían escondido, (14.3) por
temor de este buen hombre, que antes les robó la imagen de la diosa durante la noche y, como quien
hizo algo bueno, se la mostró a los Aqueos.121 Yo, precisamente, pretendo que es digno tomar las
armas para dárselas a los amigos, mientras que él las quiere para venderlas, porque no podría
soportar usarlas, ya que ningún cobarde usaría armas ilustres, sabiendo que las armas hacen
manifiesta su cobardía. (14.4) Entonces, en suma, todo es así. Los que instituyeron el certamen,
pretendiendo que eran reyes, encomendaron a otros que juzguen sobre la virtud, y ustedes que nada
saben aseguran que pueden juzgar sobre lo que no saben. Pero yo sé esto, que ningún rey que sea
competente encomendaría a otros juzgar sobre la virtud más que un buen médico dejaría
diagnosticar una enfermedad a otro. 122
(14.5) Incluso si estuviera frente a un hombre del mismo carácter que yo, no me interesaría
ser vencido, pero en este caso no hay algo en lo que aventaje más él que yo, porque él no podría
hacer nada de modo manifiesto, mientras que yo no me atrevería a hacer nada de modo oculto. Yo,
precisamente, no aguantaría ser tenido en mal concepto, tampoco ser agraviado, mientras que él,
aunque sea colgado, si sacara provecho, lo haría.123 (14.6) En efecto, ese que permitía a los esclavos
que lo torturaran y lo golpearan en las espaldas con garrotes y en la cara con los puños, luego,
vestido con harapos, tras penetrar de noche en el muro de los enemigos, tras saquear el templo,
volvió. Y reconocerá que hizo esas cosas, y quizás también los va a persuadir diciendo que ha
actuado bien. Ahora bien, ¿este ser vil y sacrílego merecería tener las armas de Aquiles? 124 (14.7) Yo
les digo a ustedes, jueces y árbitros que nada saben, que no examinen al juzgar sobre la virtud el
plano de los discursos, sino más bien el de los hechos, puesto que la guerra no se decide con el
discurso sino con los hechos. Tampoco es posible discutir con los enemigos, sino ganar en la lucha
contacto entre ciertos pasajes de las obras y posiciones antisténicas atestiguadas en otros testimonios, así como en el
posicionamiento de este socrático dentro del plexo de discusiones acerca de la retórica que atravesaron el s. IV a.C.
Una comparación de los puntos puestos aquí en juego con los que aparecen en la Apología de Palamedes y la
Apología de Sócrates de Platón hace emerger un posicionamiento teórico preciso y polémico. Sobre este punto véase
C. Mársico, Zonas de tensión dialógica. Perspectivas para la didáctica de la filosofía antigua, Buenos Aires, Ediciones
del Zorzal, 2010, cap. 3.1.
121
Las referencias míticas de este pasaje apuntan a dos motivos centrales de la tradición. Por un lado, el tópico del
legado de las armas de Aquiles, que desata la disputa retratada por los discursos. Por otro, opera también la
asociación con el relato del Paladio, estatua de Atenea o construida por ella, que protegía a Troya desde su
fundación, razón por la cual los griegos emprendieron el robo de este objeto para dejar desprotegida y vulnerable la
ciudad. El destino del Paladio tras la derrota de Troya varía según las versiones, entre las que se destaca la
vinculación latina que presenta Virgilio, según la cual los aqueos roban la estatua equivocada y la real fue trasladada
por Eneas a Roma, lo cual hace dudar sobre sus efectos protectores. Los encargados de entrometerse en Troya y
llevarse la estatua son Diomedes y Odiseo. A este punto se refiere aquí el personaje de Ayante al tratar a Odiseo de
ladrón, lugar común esperable por ser éste nieto de Autólico, hijo de Hermes, famoso por su habilidad para el robo.
Se ha señalado una posible relación de este enfoque con el que núcleo del Sobre la opinión y el conocimiento.
122
La estrategia de Ayante comienza por poner en duda la composición del jurado. El planteo revela fuertes conexiones
con el tema socrático de la vinculación entre autoridad y saber. Un rey apto (basileús hikanós) no debería, como
habrían hecho los jefes griegos, delegar en otros de menor jerarquía la función decisoria. La comparación con el
médico subraya el paralelo con el diagnóstico, momento de mayor responsabilidad y despliegue de la dimensión
cognitiva. Se ha visto, al mismo tiempo, una comparación de esta posición con la concepción cínica del rey. Sayre
sugirió que la temática belicista íntegra es extraña al espíritu cínico, aunque el formato de discusión sobre el marco
mítico basta para justificar el horizonte de los textos. Véase F. Sayre, “Antisthenes the Socratic”, Classical Journal,
43.4, Chicago, 1948, pp. 241.
123
Compárese la relevancia de la fama con los testimonios que señalan la situación usual de monarcas de acciones
correctas y mala fama (véase 851-3 y 940), lo cual sugeriría un distanciamiento de Antístenes respecto de la
posición que sostiene el personaje de Ayante.
124
La caracterización negativa de Odiseo se construye a partir de la oposicion oculto vs. visible, donde la primera
opción incluye para Ayante la aceptación de situaciones de envilecimiento. Frente a esto, Odiseo en su discursó
sostendrá que la moral de esclavo está más cerca Ayante. En relación con esta disyuntiva se ubica el problema de la
consideración de Odiseo entre los socráticos, tal como se desprende de la defensa que lleva adelante Platón en
Hipias Menor, donde se cuestiona la supuesta veracidad a ultranza de Aquiles. Sobre este punto, véase la defensa de
Odiseo en los escritos homéricos de Antístenes en 1011 y las consideraciones generales en Introducción, 2.3.
49
o ser sometido en silencio.125 Consideren y examinen esto, porque, si no juzgan bien, sabrán que el
discurso no tiene ninguna fuerza frente a un hecho, (14.8) y tampoco es posible que quien habla los
ayude, sino que sabrán precisamente que a causa de la confusión de los hechos se dicen muchos y
largos discursos. Sin embargo, o dicen ustedes que no comprenden lo que digo y se van, o juzgan
correctamente.126 Además, no lo hagan ocultamente, sino de manera manifiesta, para dejar claro que
la justicia se aplica también a los mismos jueces si no juzgan bien. Y finalmente sabrán, igualmente,
que no están en el tribunal como jueces de cosas dichas sino como evaluadores. 127 (14.9) Yo me
encomiendo a ustedes para decidir sobre mí y mis asuntos, pero les desaconsejo reducir todo a
opinión,128 sobre todo tratándose de un hombre que llegó a Troya no voluntaria sino
involuntariamente y de mí, que siempre formé primero, solo y sin fortificación.
50
En rigor, todos ustedes ruegan que Troya sea vencida, ¿y a mí, el que descubrió cómo hacerlo, me
llamas sacrílego? Sin embargo, si era noble tomar Ilión, también es noble encontrar el modo para
hacerlo. Precisamente, el resto está agradecido, mientras que tú me haces reproches, porque por
ignorancia no sabes nada de lo que te viene bien. (5) Pero yo no te reprocho tu ignorancia, pues tú y
todos los demás sufren esto de modo involuntario, 131 sino que no puedes aceptar que te salvaron mis
actos reprochables. Además amenazas al resto con hacerles un mal, si me dan las armas con su voto.
Ciertamente, amenazas mucho y muchas veces antes de lograr lo más mínimo. No obstante, si es
preciso testimoniar algo por las apariencias, creo que por tu mala inclinación natural te vas a
terminar haciendo un mal a ti mismo.
(6) Me reprochas cobardía porque hice un mal a los enemigos, pero sabes que te fatigabas a
la vista de todos y de un modo neciamente inútil. ¿O crees que eres mejor porque hacías eso frente a
todos? ¿Y después me hablas de virtud? Tú, que en principio no sabes cómo se lucha y que
arrastrado por la ira como un cerdo salvaje probablemente algún día te vas a matar a ti mismo al
caer mal sobre tu espada.132 ¿No sabes que el hombre noble no tiene que sufrir mal ni ninguna otra
cosa ni a causa de sí mismo, ni de un compañero, ni de sus enemigos? (7) Tú, como los niños, te
alegras de que algunos te digan que eres valiente. Yo, en cambio, digo que eres el más cobarde de
todos y el que más teme a la muerte.133 En rigor, en primer lugar, eres el que tiene armas
invulnerables e invencibles, precisamente por las que te dicen que eres invencible. ¿Pero qué vas a
hacer si alguno de los enemigos te ataca con armas similares? Realmente sería algo noble y
sorprendente si ninguno de ustedes pudiera hacer nada. Y después, ¿crees que es diferente en algo
tener ese tipo de armas que estar dentro de los muros? Porque, como dices, para ti solo no hay
muro, entonces sólo tú te cubres con un muro de siete capas de cuero antes de exponerte. (8) Yo, en
cambio, sin armas, no avanzo solamente contra los muros de los enemigos sino dentro de los muros
mismos y a los guardianes de los enemigos los tomo prisioneros con sus propias armas cuando se
despiertan, y soy estratega y custodio de ti y de todo el resto, y conozco lo que pasa aquí y entre los
enemigos, no porque envíe a otro que espíe, sino que yo mismo, como los pilotos que escudriñan de
noche y de día para salvar a los navegantes, así también te salvo a ti y a todo el resto. (9) Tampoco
existe peligro en el cual pudiera hacer un daño a los enemigos del que haya huido por considerarlo
una vergüenza. Incluso, si algunos me llegaba a ver, no estaba desesperado por mostrar mi
atrevimiento, sino que si como un esclavo, un mendigo o un pordiosero iba a hacerle un mal a los
enemigos, lo intentaría, incluso si nadie me viera. Porque la guerra suele no ser siempre para
aparentar sino para actuar tanto de día como de noche. Tampoco tengo armas elegidas con las cuales
desafiar a los enemigos a luchar, sino que del modo que salga estoy siempre listo, tanto contra uno
solo como contra muchos. (10) Y cuando me canso en la lucha, tampoco entrego a otros las armas,
como tú, sino que cuando amainan los enemigos, entonces los ataco de noche, con las armas que
más los dañan. Y tampoco la noche me disuadió nunca, como a ti que muchas veces has dejado de
luchar lo más campante. Al contrario, mientras roncas, yo te estoy salvando y le estoy haciendo un
mal a los enemigos, con esas armas de esclavo, los harapos y la apariencia de pordiosero, mientras
tú duermes seguro. (11) ¿Y tú crees que eres valiente porque recuperaste el cuerpo a la rastra? Si no
lo hubieses podido llevar, dos hombres lo habrían cargado, y después ellos probablemente nos
hubiesen iniciado un proceso con su virtud en juego, y yo les habría enrostrado a ellos este mismo
discurso, pero tú, ¿qué les habrías opuesto? ¿O contra dos no te hubiese preocupado reconocer que
131
La alusión a la involuntariedad de la ignorancia se ha interpretado tradicionalmente a la luz de la tesis del
intelectualismo socrático, según el cual nadie actúa mal a sabiendas. La relación entre la figura de Odiseo y la
discusión de este tópico ético se reedita en el marco del Hipias Menor de Platón. Véase Introducción, 2.3. El
corolario de esta ignorancia involuntaria, que implica incapacidad de identificar qué es bueno, desencadena acciones
que son dañinas para el propio agente moral.
132
Odiseo adelanta aquí el episodio del suicidio de Ayante, aludido en Odisea, XI.541 y relatado por Sófocles en
Ayante.
133
La estrategia de redefinición de términos se enmarca en el procedimiento de estudios semánticos de términos y sus
referencias en el contexto de la tesis de la investigación de los nombres. Sobre este aspecto, véase G. Romeyer
Dherbey, “Les deux discours de la guerre d'Antisthène” en G. Romeyer Dherbey – J. Gourinat, Socrate et les
socratiques, Paris, Vrin, 2001, pp. 333-50. Los opuestos valentía y cobardía, esfuerzo y apariencia, visible y oculto
son considerados en aspectos que se apartan de los sentidos superficiales y permiten invertir el sentido del discurso
de Ayante.
51
eres un cobarde, mientras que frente a uno te da vergüenza? (12) ¿No sabes que a los troyanos no
les importaba apoderarse del cadáver sino de las armas? Porque el cadáver iban a tener que
devolverlo, mientras que las armas las iban a consagrar a los dioses en los templos. No hay
vergüenza para los que no recogen los cadáveres, sino para quienes no los devuelven para
enterrarlos. Entonces, te ocupaste de lo que no era problemático, mientras que yo les quité lo que
nos hubiera atraído reproches.
(13) Estás enfermo de envidia e ignorancia, los más contrarios entre los males; uno hace que
desees los bienes, y el otro te aparta de ellos. Te ha pasado algo humano, porque eres fuerte, crees
que eres también valiente. No sabes que la sabiduría relativa a la guerra, es decir la valentía, no es
lo mismo que ser fuerte, y la ignorancia es el peor mal para los que lo poseen. 134 (14) Además creo,
si alguna vez alguien resulta un poeta sabio respecto de la virtud, me hará enormemente esforzado,
ingenioso, pleno de artilugios y saqueador de ciudades y el único que tomó Troya, mientras que a ti
te hará, según creo, comparando tu naturaleza con los burros estúpidos y los bueyes que pastan, que
toleran que los demás los sometan y los esclavicen. 135
IV. a) Apología de Orestes o Sobre los escritores de discursos forenses;136 b) Isographé o Lisias
e Isócrates;137 c) Contra los argumentos infundados de Isócrates138
Tomo II
134
En la misma línea de análisis de terminos previos, la conclusión se presenta a través de la supuesta confusión de
Ayante entre fuerza y valentía. A los casos anteriores estructurados en opuestos, se agrega ahora un ejemplo de
términos de signo positivo. Esta asociación se lleva a cabo, además, mediante la apelación a la noción de sabiduría e
ignorancia, lo cual tiñe el análisis de valor cognitivo.
135
El final de la composición constituye una referencia intertextual no sólo a los poemas homéricos sino también a las
composiciones de época clásica que efectivamente se dividían entre las que alababan y las que denostaban la figura
de Ayante, del mismo modo que sucedía con los héroes centrales de la tradición.
136
No está claro que las obras aludidas sean tres y organizadas de este modo. Giannantoni (ad loc.) ofrece un panorama
amplio de las propuestas de corrección. La mención de Orestes ha hecho pensar que Antístenes podía posicionarse
en esta obra frente al Contra la madrastra de Antifonte, la Apología de Clitemestra que Aristóteles le atribuye a
Polícrates en el Magna moralia, I.16.1188b31 y el Eutifrón de Platón, casos todos donde se cuestiona la legitimidad
del enfrentamiento con los progenitores. Es preciso enfatizar en este caso que Jenofonte testificó que entre las
acusaciones corrientes contra Sócrates estaba incluida la de la justificación de golpear a los padres ( Memorabilia,
I.2.49). Con este antecedente es comprensible que quienes se pronunciaban como socráticos se vieran en la
necesidad de explicar en qué sentido debe entenderse una opinión de ese tipo, que por otra parte parece haber sido
una preocupación que excedía el espectro del grupo. Sobre este punto, véase Introducción, 1.
137
El sentido del término isographé no es claro. Se ha supuesto que es una corrupción de la tradición manuscrita
respecto de términos como isographía, “escritura similar”, misthográphoi, “escritores a sueldo” o dikógraphoi,
“escritores forenses”. La más imaginativa de las sugerencias es de M. Pohlenz, que supuso una interpretación en la
que Isográphes resulta de un juego fónico sobre el nombre de Isócrates, que entrañaría la burla de tener un estilo
similar a otro y por lo tanto no ser original, o hablar siempre del mismo modo (“Antisthenicum”, Hermes, 42, 1907,
pp. 157-9). De esta manera se explica también la aparición en algunos textos de la tradición manuscrita del término
désias en lugar de Lisias, que constituiría igualmente una broma según la cual el significado del nombre deja de ser
“el que une” para ser “el que separa”, recriminación apropiada para un actor tribunalicio. A propósito de esto notó
W. Wilamowitz (Platon, II, Berlin, Weidmann, 1919, pp. 113-5) que se trataría de un artilugio similar al de la obra
contra Platón de título Satón. Véase sobre este punto 939 ss.
138
La plausibilidad de una burla hacia Isócrates se basa en la polémica entre este este orador y los socráticos, tal como
se desprende de las invectivas disparadas en el Contra los sofistas y el Encomio de Helena, que forman parte de una
red intertextual acerca de la función y alcances de la retórica y su relación con el saber que incluye también el
Contra los sofistas de Alcidamante, el Fedro de Platón y la presente obra de Antístenes.
139
Isócrates se refirió al tema en el Contra Eutino, y recibió críticas por parte de Antístenes. Véase también 989.
52
V. Sobre la naturaleza de los animales140
53
821. ATENEO, XIV.656f (SSR, V.A.62):
Antístenes en el Fisonómico: “pues, ciertamente, ellas <las taberneras> atiborran por la fuerza a los
cerditos”.147
VIII. Protréptico
[Sobre la justicia y la valentía (protréptico), libros primero, segundo y tercero; Sobre Teognis, libros
cuarto y quinto]148
54
Ninguno de los que quisieron alabar las copas bombulios, el mar y cosas por el estilo han carecido
de palabras, mientras que los que intentaron hablar de las cosas consensuadas como buenas o nobles
o las que se distinguen por su virtud todos los existentes se han expresado de manera muy
deficiente.151
Tomo III
IX. Sobre el bien;152 X. Sobre la valentía;153 XI. Sobre la ley o Sobre la organización política;
XII. Sobre la ley o Sobre lo bello y justo154
55
831. DIÓGENES LAERCIO, VI.5 (SSR, V.A.71):
Entonces dijo <Antístenes> que las ciudades son destruidas cuando no pueden diferenciar los
mediocres de los virtuosos.
156
Este adagio no está lejos del paradojal precepto platónico de que debe darse el poder a cualquiera que no lo quiera
(República, VII.520e-521a). En ese caso parece haber una puntualización adicional de que quien tenga intereses
individuales hacia el poder terminará corrompido por ese contexto, aun cuando no lo esté al principio. Sólo aquellos
con vocación filosófica, cuyo deseo está puesto en ámbitos ajenos a la puja política, pueden escapar a los elementos
disruptores de la conducta. Esta dimensión no parece puesta en primer plano por el enfoque antisténico,
probablemente más imbuido de una noción de virtud natural, primaria e independiente de las circunstancias.
157
La necesidad de reconocer a los virtuosos para asegurar el bienestar de la ciudad va de la mano de la denuncia de
prácticas que contradicen abiertamente este principio, punto que parece ser un punto común a las líneas socráticas
que insisten en el error ínsito en la selección de gobernantes sin apelar a su saber. La mención de asnos y caballos
recuerda inmediatamente el símil de la compra del burro que Platón plantea en Fedro, 260a ss., donde se hace
hincapié del mismo modo en el fenómeno de la atribución de saber a los que no lo tienen.
158
Si la metáfora de animales del texto previo sirve a los efectos de notar que se promueve indebidamente a altas
magistraturas a quienes no están naturalmente capacitados, este nuevo símil ubica a Antístenes en la discusión sobre
las jerarquías sociales y su relación con lo natural asociada con la tensión entre phýsis y nómos. Sobre la distinción
entre esta posición y la de Antifonte, véase Introducción, 2.4.
56
matan a quienes no cometieron ninguna falta.
840. PLUTARCO, Sobre la fortuna y la virtud de Alejandro, II.3, 336a (SSR, V.A.77):
Con toda corrección decía Antístenes que es preciso rogar todos los bienes para los enemigos,
excepto la valentía, pues de ese modo los bienes no serán de los dueños sino de quienes los
gobiernan.
845. PLUTARCO, El filósofo debe conversar especialmente con príncipes, 3.778b-c (SSR, V.A.81):
siembro un campo de doce días,
territorio de los Berecintes. (Esquilo, frag. 158.1 N)161
Si no fuera solamente amante de la agricultura sino también del hombre, sembraría con más
agrado lo que puede alimentar a tantos que aquel terrenito de Antístenes que apenas le hubiese
bastado a Autólico para luchar. Al contrario, yo pido prestar atención a toda la región sembrada.
57
son tiranos algunos que destruyen casas enteras, matan multitudes, y muchas veces esclavizan
ciudades enteras por dinero. (37) A esos yo realmente los compadezco mucho por su terrible
enfermedad, pues me parece que sufren algo similar que si alguien tuviera mucho y, aunque
comiera mucho, no se llenara nunca. Yo, por mi parte, tengo tanto que apenas lo encuentro, y sin
embargo resulta que como hasta que no tengo hambre, bebo hasta que no tengo sed y me visto de
manera que afuera no me enfrío más que Calias, el más rico de todos. (38) Cuando llego a mi casa,
me parece que los muros son envolturas muy cálidas, y los techos son mantos muy espesos, y tengo
ropa de cama tan suficiente que es un gran problema levantarme. Y si alguna vez mi cuerpo siente
necesidad de placeres sexuales, se arregla con lo que hay, de modo que las mujeres a las que me
acerco me tratan de maravillas, porque ningún otro se les quiere acercar. (39) Y me parece que todo
esto es tan agradable que no podría pedir gozar haciendo cada uno de ellos más sino menos. Tanto
me parece que algunos de ellos son más agradables que lo conveniente.
(40) Pero entre mi riqueza, calculo que es posesión digna del mayor aprecio que si alguien
me quitara mis posesiones actuales, no veo un trabajo tan mediocre que no me proveyera alimento
suficiente, (41) puesto que toda vez que quiera disfrutar, no compro cosas valiosas en el mercado,
porque son caras, sino que administro las de mi alma. Y respecto del placer es mucho mejor cuando,
después de esperar, me llevo a la boca lo necesario que cuando recurro a alguno de los bienes
valiosos, como precisamente ahora, que me encuentro con el vino de Tasos y lo bebo sin sed. (42)
En efecto, es natural que los que buscan la frugalidad más que las grandes riquezas sean mucho más
justos, pues los que se bastan mayormente con lo que hay desean mínimamente las cosas ajenas.
(43) Vale la pena tener en mente que este tipo de riqueza hace a los hombres libres. Sócrates, de
quien yo obtuve esto, no me proveyó por cantidad o por peso, sino que me ofreció tanto cuanto
pudiera tomar, y yo ahora tampoco niego nada, sino que tanto muestro a todos los amigos mi
abundancia como también entrego al que la quiera la riqueza que hay en mi alma. (44) Realmente,
la riqueza más divina, el ocio, mira que la tengo, como para contemplar las cosas más dignas de ver
y escuchar las más dignas de oír y especialmente lo que más estimo, pasar el día compartiendo mi
ocio con Sócrates. Y él no admira a los que cuentan mucho dinero, sino que sigue en compañía de
aquellos que le agradan.” Así dice él.
162
Compárese con Lactancio, Instituciones divinas, III.23.5 y las anécdotas de Aristipo relacionadas con el abandono
de bienes en 469-73.
58
XIV. a) Sobre la confianza; b) Sobre el administrador o Sobre el confiar;163 XV. Sobre la
victoria. Económico.164
Tomo IV
XVI. Ciro
163
Como en otros casos, no es clara la cantidad de obras aludidas, así como tampoco su temática estricta. Se ha
supuesto que Antístenes pudo tratar en este contexto problemáticas éticas relacionadas con el deber o de manera más
limitada cuestiones ligadas con la confianza como las de Jenofonte en Memorabilia, I.5 o III.5.
164
La relación forzada a primera vista entre la noción de victoria y la temática económica llevó a varios autores a
proponer que la temática de esta obra estaba en relación con el pasaje de Jenofonte, Banquete, IV.6, donde aparece
Nicerato como personaje, de manera que el título de esta obra habría sido Perì Nikerátou y no Perì níkes.
165
En los tomos V y X se mencionan tres obras de igual título, de un modo que complica la determinación de sus
temáticas y la asociación de textos conservados. La existencia de al menos dos obras con este título surge de
testimonios como 930-2 y 799 y se ha querido ver en la diferenciación entre “mayor” y “menor” la referencia a Ciro
el Grande en el primer caso y a Ciro, el hijo de Darío, en el segundo. La mención de Cicerón en 849 es oscura, ya
que podría referirse a cinco libros de una obra, pero también a los Ciro mencionados en los tomos IV y V. Al mismo
tiempo, Focio en 808 elogia el estilo de Antístenes remitiéndose simplemente al Ciro. La repetición y desorden ha
hecho lugar a la hipótesis de problemas de tradición manuscrita de modo que alguno de estos Ciro podría ser Circe,
caso el cual se enrolaría en la crítica homérica, Cirno, en alusión intertexual a Teognis, Cirsas, el personaje que
según la Suda va a conocer a Sócrates y lo encuentra ya muerto, pero tras visitar su tumba recibe un sueño que se
convierte en la base de su enseñanza posterior (s.v. Sócrates), o Kýrios, es decir Rey, en la línea de los desarrollos
cínicos que ven en el dominio del deseo una actitud de monarca. Véase además 930-2 y notas ad loc.
166
La declaración sobre el paralelismo de estas obras se conjuga con la estructura de testimonios como 951-3, donde se
conjeturan diálogos entre Heracles y Ciro con figuras que los instruyen. Se trata de Quirón en el primer caso y
Oibares, el consejero se Ciro, en el segundo. Giannantoni (ad loc.) sugiere una estructura similar a la del Alcibíades
de Platón, donde igualmente emerge una comparación entre la desidia de Alcibíades y el esfuerzo de Ciro, en el
marco de una crítica a la educación ateniense que debería adoptar modelos como el persa. Nótese que al menos en
los textos conservados ligados con esta obra sobresale el programa de cuestionamiento de las tradiciones recibidas,
siguiendo un recorrido que va desde 1) el desdén a la mala fama surgida de actos buenos (851-3), hasta 2) la
necesidad de renunciar a los parámetros transmitidos a través de la noción de “desaprendizaje” (854-8) y finalmente
3), como contracara de 1, la suposición de que la buena fama ha de surgir de actos malos (859-62).
59
856. FLORILEGIO “EL MEJOR Y PRINCIPAL CONOCIMIENTO”, 1 (SSR, V.A.87):
El conocimiento mejor y primero es hacer entre los hombres las cosas útiles y desaprender las
malas.
60
866. [ERATÓSTENES], Astralizaciones, 40 (SSR, V.A.92):
Este Quirón parece ser el que vivía en el monte Pelión, el que superó en justicia a todos los hombres
y educó a Asclepio y Aquiles. Hacia él parece que fue Heracles por cariño y vivía con él en la
caverna en honor a Pan. Entre los centauros, sólo a él no lo mató, sino que se volvió su alumno,
como dice Antístenes el socrático en el Heracles.170
867. ANÓNIMO LATINO II, según E. Maass, Comentario a Arat. Rell., 264 (SSR, V.A.92):
Parece que Quirón era el que vivía en el monte Pelión, superando por cierto a todos los hombres en
justicia, y él mismo educó a Asclepio y Aquiles. A su encuentro parece que fue Heracles por cariño
y vivía con él en la caverna en honor a Pan . Por cierto, fue al único centauro que no mató, sino que
lo obedeció, porque afirma Antístenes el Socrático cuando cuenta sobre las virtudes en su Heracles,
y dado que por descuido suyo le cayó una flecha sobre el pie de Quirón, así se murió. De ahí que
Júpiter, por piedad y por su desgracia, lo puso entre las estrellas.
conformó una primera etapa de la polémica entre Platón y Antístenes a la que podría estar aludiendo Platón en el
Eutidemo, cuando en 297c compone el símil de Heracles y la hidra, y en Crátilo, 411a.
170
Hijo de Cronos y Filira, hija de Océano, Quirón adoptó en la mitología el sitial de educador, por la relación que
traba con héroes como Aquiles, Asclepio y Ayante, entre otros. El accidente producido por la flecha de Heracles se
conectó con el tópico del veneno que finalmente lo llevó a la muerte en el episodio del manto ofrecido por Deyanira,
como relata, por ejemplo, Eurípides en Traquinias. La mención de Quirón y la presencia de Prometeo aludida en
873 se vinculan directamente con los relatos que tienen a Heracles por protagonista. La herida incurable de Quirón
provoca un sufrimiento que lo lleva a desear la muerte. Según la versión de Apolodoro (Biblioteca, II.5.4), Prometeo
tomó la inmortalidad de Quirón para liberarlo del dolor. Frente a esto se ha sugerido, mediante la revisión de la
tradición textual, que una transmisión de este tipo tiene poco sentido, dado que Prometeo ya era inmortal. Por el
contrario, la figura de Heracles puede no haber sido quien se limitó a concertar el arreglo entre Prometeo y Quirón,
sino que podría haber resultado el mortal beneficiario, al menos hasta la culminación de sus doce trabajos. Sobre
esta hipótesis, véase D. Robertson, “Prometheus and Chiron”, Journal of Hellenic Studies, 71, New York, 1951, pp.
150-5. Probablemente una conservación mayor del Heracles de Antístenes habría echado luz sobre este punto.
171
La temática de la educación brindada por Quirón no puede sino sugerir lazos intertextuales con el discurso de
Alcibíades en el Banquete de Platón, donde en 215a Sócrates es comparado con un sileno, criatura que igual que los
centauros integra el horizonte de seres híbridos, en algún sentido intermedios no sólo entre lo humano y lo divino,
sino también entre lo humano y lo animal, dada la presencia de rasgos impulsivos marcados, como se indica en 872.
Quirón educador de jóvenes sobresalientes tiene su paralelo en el “sileno Sócrates” formador de Alcibíades, así
como Quirón muerto a manos de Heracles, a quien ha causado bien, es parangonable a Sócrates condenado por
quienes pudieron mejorar con sus enseñanzas. Lo cierto es que Quirón cumple la función de orientación hacia la
virtud que Sócrates realiza con sus propios discípulos.
61
alabanzas a los que los elogiaban. 172
Opiniones varias176
172
Una idea similar se presenta en 862. Véase nota ad loc.
173
De este pasaje se colige en general la estructura dialógica de la obra y la presencia de personajes de la tradición
mítica que representarían distintas líneas intelectuales que Antístenes, desde la perspectiva de Heracles, se
encargaría de delimitar. Para una variedad de lecturas sobre este punto, véase Giannantoni (ad loc.). Sobre los
aspectos teológicos que se infieren del pasaje, véase A. Drozdek, Greek philosophers as theologians: the divine
arche, Surrey, Ashgate Publishing, 2007, p. 135-144. El rechazo del materialismo esbozado por el personaje
Prometeo, con el cual Antístenes estaba comprometido, hace probable que en el intercambio la posición de
Antístenes esté más cerca de Heracles, mientras que la figura del primero podría servir de máscara crítica para
adversarios, entre los cuales Platón se cuenta como buen candidato, aunque se ha sugerido también a Gorgias.
174
La temática del esfuerzo llevó a Joël a plantear la tesis de que el Heracles de Antístenes constituía la base sobre la
cual Jenofonte delineó Memorabilia, II.1, donde se sostienen ideas contrarias al hedonismo y que pueden ser
tenidas, por tanto, como ejes de una polémica contra Aristipo (Der echte und der xenophontische Sokrates, Berlin,
Gaertner, 1901, II.1, 48-60). Aun cuando esta dependencia pueda ser difícil de sostener, la temática del esfuerzo en
el Heracles puede haber sido un tópico importante en la recepción cínica de la filosofía de este socrático, tal como
está sugerida por 875 y 876.
175
Se pueden completar estas referencias con lo consignado en 929 y 781.
176
El grupo de testimonios de este apartado consigna opiniones antisténicas asociadas con la temática ética que no
pueden ser adscriptos a una obra determinada, pero sirven de marco para la comprensión general de su posición en
este terreno.
62
conmigo mismo”.177
177
Este fin intrasubjetivo contrasta con la caracterización cirenaica donde la filosofía permite conversar con todos los
hombres sin problemas, de un modo que prácticamente reduce la filosofía a la retórica. Sobre este punto, véase H.
Inverso, “Elementos para la reconstrucción de una retórica cirenaica”, en Actas de las V Jornadas de pensamiento
clásico, Rosario, UNRosario, 2009.
178
El cuestionamiento apunta a la tarea supuestamente servil, que Antístenes redefine porque se limita a su propia
subsistencia y por tanto se enrola en un perfil de autodominio consistente con la atención a tareas menores como la
que se menciona en 937, en la anécdota del lavado de verdura. El enfoque se completa mencionando que otras tareas
costosas las hace, además, en favor de la patria, sumando al autodominio la conciencia acerca de la dimensión
comunitaria.
179
Si en el testimonio previo Antístenes aparece asociado con la práctica de refutación, el sentido procaz de la respuesta
de éste señala el carácter propio de la modalidad antisténica, alejada del formato alambicado y propensa a soluciones
taxativas que lindan con la grosería. Esto explica su asociación en las fuentes con la brutalidad y la incultura. Véase,
por ejemplo, el caso de Aristóteles en 956 y el de Ateneo a propósito del Satón en 945.
180
Esta anécdota puede encuadrarse en los ejemplos de aplicación de la tesis sobre “investigación y uso de los
nombres” en 979. Puntualmente, se subraya el problema de la multivocidad semántica del término areté, igualmente
aplicable en casos de calidad moral y en casos de perfección de una cosa o habilidad de un sujeto. La puntualización
de este escollo requiere revisar el plano del significado para estudiar sus relaciones y decidir luego sobre casos
concretos. En este ejemplo, como muestra el caso de la supuesta valentía de la gimnasta en 882 que no puede ser
confundida con la valentía ciudadana, se debe establecer una diferencia entre la virtud moral y la pericia técnico-
artística.
181
Además de la dimensión lingüístico-dialéctica mencionada en la nota previa, este ejemplo pone de relieve el
problema de la enseñabilidad de la virtud, que Antístenes acepta, pero sobre la base de su propia teoría.
Precisamente, un caso como este muestra que la carencia de un análisis adecuado debilita las investigaciones:
colegir que se debe entregar la formación pública a un maestro de acrobacias para conseguir valentía constituye una
falla en el procedimiento y no un error en la premisa sobre la enseñabilidad de la virtud y la necesidad de maestros
aptos. Sobre este punto, véase Introducción, 2.5.
63
volverse injusto, ni el moderado soberbio, ni en ningún caso en el que hay aprendizaje, el que
aprende podría volverse desconocedor. Pero yo sobre eso no sé tanto. 182
887. PLUTARCO, Sobre las contradicciones de los estoicos, 14.1039e-40a (SSR, V.A.105):
Y no es necesario tratar sobre otros libros de Crisipo para señalarle la contradicción con él mismo,
sino que en esas mismas obras184 unas veces, alabando a Antístenes, afirma que es necesario poseer
inteligencia o una horca (...). Precisamente alabando a Antístenes porque mandaba a los que no
tienen inteligencia a la horca, él mismo lo censura cuando dice que nada tiene que ver el vicio con
el apartarnos de vivir.
889. EPIFANIO, Contra los herejes, III.2.9 (III.26) [Doxographi graeci, 591.35-8] (SSR, V.A.107):
Antístenes, el de madre tracia, era él mismo ateniense, primero socrático y luego cínico, dijo que no
había que pretender los males de otros, y que los muros de las ciudades son falibles respecto del
traidor interno, mientras que los muros del alma son difíciles de mover y sin debilidades. 185
891. PLUTARCO, Sobre cómo sacar ventaja de los enemigos, 6.89b (SSR, V.A.109):
182
Jenofonte no menciona directamente a Antístenes, pero en este pasaje suele verse una alusión a su posición por la
similitud con pasajes como 781, donde se aúnan las tesis de enseñabilidad de la virtud e imposibilidad de perderla.
Esta idea se conecta, a su vez, con el planteo de Platón en el Protágoras, como surge especialmente de los pasajes
340d y 344d. Tal vez la segunda tesis, sobre la imposibilidad de perder una enseñanza adquirida, podría haber
cumplido alguna función impugnatoria respecto de la teoría platónica de la reminiscencia, que supone, por el
contrario, que la psykhé conoce plenamente lo real, ubicado en el plano eidético, pero en el momento de unión con
el cuerpo se produce un olvido que afecta la vida cognitiva. En efecto, la diferencia capital entre opinión verdadera y
conocimiento en Menón, 97d ss. es precisamente que la primera es inestable, se puede olvidar o desechar porque no
está acompañada de fundamentos causales. Antístenes parece haber partido de una relación de ensamble directo
entre mente y conocimiento de objeto que no se ve alterado, lo cual refleja un cierto “automatismo” similar al que
atraviesa la tesis sobre la imposibilidad de contradecir. Sobre este punto, véase Introducción, 2.5.
183
La expresión “que puede decirse en pocas palabras” traduce el término brakhýlogon, literalmente “de discurso
breve”. En un marco teórico como el antisténico, las pocas palabras que dicen la virtud son las que reflejan lo real en
situación de adecuación plena, es decir con un uso del lenguaje restringido a la efectiva mostración. Su contrario
aparece aquí referido como la contracara de este uso cuidadoso, de modo que toda práctica en que el lenguaje se
desgaja de su correlato ontológico y avanza por vías autónomas resulta condenada. Esta relación queda clara en 886,
según el cual la ignorancia de la adecuación entre lenguaje y realidad es causa de la dicción inmoderada. Sobre la
relación de este punto con la tesis de la imposibilidad de contradecir, véase Introducción, 2.3.
184
Se refiere a los Sobre el exhortar (frag. 167, SVF III.39). Las opiniones de Crisipo se remontan a la tradición
parenética extendida en la época clásica. La alternativa inteligencia o muerte parece una variante agravada del locus
socrático que Platón retoma en la Apología en una forma más suave como “la vida sin examen no merece ser vivida”
(38a).
185
La mención filial corresponde a 719-2. La imposibilidad de perder lo aprendido mencionada en 884 se complementa
aquí con la metáfora de un alma amurallada, donde el muro parece ser el conocimiento que la hace invulnerable. El
acuerdo interpersonal aludido en la concordia filial se coloca igualmente en un plano superior al muro físico,
indicando que esta dimensión comunitaria es concebida como un elemento de tanto valor como la individualidad
referida en el alma amurallada.
64
De allí que Antístenes dijo con toda corrección que los que pretenden preservarse necesitan o
amigos nobles o enemigos ardientes, pues unos, con sus consejos, los disuaden cuando yerran, y los
otros lo hacen con sus críticas.186
65
son iguales a los perros, que muerden a los que no están acostumbrados, pero a los que sí lo están
les mueven la cola, aunque los molesten. Así se provoca daño a lo no conocido y se da la
bienvenida a lo conocido.
190
El grupo de 900-22 reúne los pasajes antihedonístas de la posición antisténica y se ubican en un lugar de alta
tensión dialógica respecto de los desarrollos de otros socráticos, especialmente Aristipo y Platón. Sobre la posición
del primero, véase 589 y notas ad loc. e Introducción, 4.2 en el volumen I. Sobre el segundo, véase J. Gosling – C.
Taylor, The Greeks on pleasure, Oxford, OUP, 1982; D. Russell, Plato on pleasure and the good life, Oxford, OUP,
2005; G. van Riel, Pleasure and the good life: Plato, Aristotle and the Neoplatonists, Leiden, Brill, 2000.
191
El pasaje 903 enfatiza el rechazo radical y completo de todo placer, dado que se lo juzga, como surge de 900-2,
como el origen de conductas reprochables. Nótese que Antístenes comparte con la línea cirenaica una visión de
placer corporal (cinético o somático) irreductible a variantes intelectuales, como las que reclamará el platonismo.
192
Los capítulos 11-4 de Ética Nicomaquea, VII, así como el pasaje X.1-5, contienen un tratamiento del placer que no
responde al método diaporemático que se esboza al principio del libro VII, según el cual se deben recopilar las
opiniones reputadas (éndoxa) para proceder a su análisis y resolver el problema (aporía) en cuestión. Por el
contrario, Aristóteles se orienta directamente a recopilar críticamente posiciones que objetan la identificación entre
placer y bien, en vistas de que su identificación del fin de la vida humana con la felicidad (eudaimonía) requiere una
perspectiva que no secluya el placer por completo. Véase D. Frede, “Pleasure”, en C. Natali (ed.), Aristotle:
Nicomachean ethics, Book VII, Oxford, OUP, 2009. Este tratamiento, que ha desconcertado a los intérpretes, se
vuelve más comprensible si se tiene en cuenta que los interlocutores de este pasaje no son Platón y sus seguidores
sino los integrantes del ambiente más amplio del grupo socrático, entre los cuales hay que contar sin duda a
Antístenes, que podría suscribir varias de las tesis mencionadas, por ejemplo que el hombre sensato (phrónimos)
evita el placer y no busca lo placentero sino lo no doloroso o que hay placeres vergonzosos y dañinos, como surge
de 900-2.
66
Antístenes. Dicen, precisamente, que el placer no es bueno ni por sí mismo ni por accidente.
67
916. TEODORETO, Curación de las enfermedades griegas, III.53 (SSR, V.A.123):
Por ejemplo, además, Antístenes, el compañero de Sócrates y maestro de Diógenes, procurando
moderación en todo y considerando abominable al placer, dice lo siguiente respecto de Afrodita:
“yo a Afrodita, si la capturara, la mataría, porque destruyó a muchas de nuestras bellas y buenas
mujeres”. Llamaba al amor vicio de la naturaleza, vencidos por el cual los desgraciados llaman a la
enfermedad divinidad. Por eso prefería enloquecer antes que sentir placer.
sexual, identificado sin más con éros, resulta especialmente potente y destructor. En 915 se alude a una explicación
naturalista que se remonta al juicio de Hesíodo que plantea como mal la convivencia con una mujer, pero considera
peor la situación de carecer de linaje (Teogonía, 602 ss.). En este caso, Antístenes parece no haber compartido eta
visión misógina, sino que la dimensión erótica resulta destructora para ambos géneros. Nótese la persistencia de la
conexión entre hedonismo e ignorancia. Véase 887, 909 y notas ad loc.
197
El pasaje constituye un juego entre la expresión katà thýran, literalmente “a la puerta”, que asociado con la noción
de placer da lugar al sentido de placer vulgar, callejero, y los verbos eisiénai, “entrar”, y exiénai, “salir”, éste último
con la acepción de “satisfacer”. Una versión menos literal del pasaje diría: “es necesario que los placeres vulgares
no sean satisfechos”. La reacción sugerida apela a procedimientos médicos a través del cortar y tratar con eléboro
(elleboristhênai), fármaco que se utilizaba como remedio contra la locura. Como en 915, el placer corporal es
caracterizado como enfermedad mental.
198
Sobre la expresión “no entran por la puerta”, véase la nota previa. Acerca del carácter momentáneo del placer en el
marco de la línea cirenaica, aspecto que puede haber sido utilizado por Antístenes para enfatizar su crítica, véase 591
y nota ad loc. y T. O'Keefe, “The Cyrenaics on Pleasure, Happiness, and Future-Concern”, Phronesis, 47.4, Leiden,
2002, pp. 395-41.
199
Los textos 919-21 parecen incorporar una versión atenuada del rechazo pleno del placer mencionado en textos
previos, dado que en el primero se habilita una dimensión de placer virtuoso, en 920 se suma el rasgo de coronación
de un esfuerzo y en 921 se agrega el aspecto diferencial del no arrepentimiento, suponiendo seguramente un carácter
virtuoso como marco. En una filosofía de corte materialista como la de Antístenes esto no puede implicar un plano
de placeres no somáticos, como los que pregona Platón, sino que incorpora un ámbito de placer limitado y estable
que será frecuentemente adoptado por las filosofías helenísticas.
68
carácter.
69
le atribuye esto: para el sabio nada es extraño ni dificultoso; 206 el hombre bueno merece ser amado;
los hombres nobles son amigos; hay que hacer aliados a los hombres de coraje y a la vez justos; 207 la
virtud es un arma que no puede ser quitada; es mejor combatir con pocos hombres buenos contra
muchos malos que con muchos malos contra pocos buenos; hay que prestar atención a los
enemigos, pues son los primeros en percibir los errores; 208 hay que tomar más en cuenta a un
hombre justo que a un pariente; la misma virtud es propia del varón y de la mujer; 209 las cosas
buenas son bellas, las malas son feas; 210 considera que las cosas viles son todas extrañas; 211 (13) la
moderación es el muro más inamovible, pues no puede ser destruido ni traicionado; hay que
construir muros en nuestros razonamientos <para que sean> inexpugnables. 212
Tomo V
XVIII. Ciro o Sobre la monarquía213
70
931. EUSTACIO, Sobre Homero, Odisea, X.7, p. 1645.11-3 (SSR, V.A.141):
Se burló de Alcibíades porque no podía tocar la flauta por vivir de modo especialmente corrupto, y
dice Antístenes que contravenía las leyes tanto en relación con las mujeres como en relación con el
resto de su conducta, pues dice que convivía con la madre, la hija y la hermana, como los persas. 215
XIX. Aspasia216
semblanza de Alcibíades tiene ecos en los tratamientos no sólo de Platón, sino también de Esquines -véase
Introducción, 4. Sobre la comparación con las costumbres persas, alusión que puede haber estado justificada por
referencias a Ciro, véase M. García García, “El matrimonio consanguíneo en la persia aqueménida: la perspectiva
griega”, Polis, 12, 2000, pp. 43-72.
215
La alusión a costumbres persas desdeñables ha hecho pensar que esta obra contenía una visión crítica respecto de
Antístenes en algún sentido comparable a la que Platón esboza en Leyes, III.649c ss., donde bosqueja una progresión
Ciro-Cambises-Darío-Jerjes donde el primero y el tercero son buenos monarcas, mientras el segundo y el cuarto son
reyes corruptos, alternancia que se explica por la falta de un dispositivo educativo que pueda fijar las virtudes del
grupo gobernante. Otra posibilidad es que Antístenes se refiriera aquí a Ciro el Joven, y en este caso la dimensión
crítica apunta a distanciarse de la visión en extremo idealizada que tiene de Ciro. Sin embargo, en ambas lecturas la
conexión con la educación parece proyectar excesivamente y sin respaldo textual las ideas desarrolladas por Platón
en el Alcibíades, que va incluso un paso más allá diciendo que los persas cuentan con un andamiaje educativo
mucho más desarrollado que los griegos, que dejan a sus jóvenes en manos de esclavos pedagogos de nula
formación.
216
Esta obra de Antístenes se enrola en un movimiento amplio de obras que toman como objeto a Aspasia, cortesana
de origen megarense. En torno al 440 a.C. se unió a Pericles, que por la época conducía los destinos de Atenas.
Sobre su figura, véase Aspasia de Mileto, Testimonios y discursos, estudio introductorio, traducción y notas de José
Solana Dueso, Barcelona, Anthropos, 1994 e Introducción, 4.2. La tradición antigua muestra una numerosa cantidad
de obras que la mencionan, ya sea con insultos de toda laya en la comedia, ya sea con juicios divididos en el interior
del grupo socrático, como surge de la defensa que hace de ella Esquines -véase 1232-54-, frente a la cierta ironía de
Platón en el Menéxeno o los reparos de Antístenes citados en este apartado.
217
La línea de discusión principal sobre esta obra ronda el papel de Aspasia en este reproche a los hijos de Pericles, tal
vez por contraste con el hijo que tuvo con Aspasia, suponiendo que la calidad de la madre habría fomentado su
desarrollo, aunque parece primar un rechazo del éros que habría propiciado la poca atención a la educación de los
hijos, según la propuesta tradicional de F. Susemihl en “Die Aspasia des Antisthenes”, Philologus, 59, 1900, pp.
148-51. Al mismo tiempo, el tratamiento de 846 que puede aludir a heteras implicaría que Antístenes no tenía
motivos de reproche contra Aspasia por sus actividades. Le sigue a este pasaje el texto 945.
218
El testimonio de Ateneo es marcadamente adverso a la figura de Pericles, al que muestra como un mujeriego
inconstante, como indica la referencia a las circunstancias en que intercambia favores políticos por sexo en el caso
de Elpinice, la hija de Milcíades. Respecto de Aspasia, la crítica apunta a sus demostraciones desmedidas, tanto las
habituales como la de su intervención en el juicio dirigido a ella por impiedad o, en las versiones más escabrosas,
por corromper a mujeres atenienses para ofrecer placeres a Pericles, probablemente en 438 a.C.
71
935. PLUTARCO, Vida de Pericles, 24.7-8, p. 165d (SSR, V.A.143):
En rigor, parece más bien que el amor de Pericles hacia Aspasia era apasionado, pues tenía una
mujer de origen similar al suyo, que antes había estado casada con Hipónico, con quien engendró a
Calias el rico, y con Pericles a Jantipo y Páralo. Luego, cuando la convivencia no les resultó
satisfactoria, la entregó a otro con su aceptación, y él, tras tomar a Aspasia, la amó enormemente,
puesto que, según dicen, tanto al ir como al volver del ágora la saludaba cada día con un beso.
Tomo VI
XX. Verdad
72
Conexión con Platón222
73
945. ATENEO, V.220d-e (SSR, V.A.147):
Y apodando a Platón Satón con vulgaridad y obscenidad, <Antístenes> publicó un diálogo contra él
con ese título.226
74
951. ELÍAS, Sobre la Isagogé de Porfirio, 47.149 (SSR, V.A.149):
Pues unos decían que subsisten los géneros y las especies, como Platón, Aristóteles y los filósofos
de esa línea, mientras que Antístenes el cínico, el maestro de Diógenes, decía que no existen las
cosas en abstracto, planteando la discusión así: “veo un hombre, pero no veo la humanidad, y veo
un caballo, pero no veo la caballeidad”. Contra él decía Platón: “pero, Antístenes, tienes aquellas
cosas con las que ves el caballo y el hombre particulares, es decir los ojos, pero no tienes aquello
con lo que ves la humanidad y la caballeidad en general, pues no tienes intelecto”.
952. ELÍAS (o David), Sobre el proemio de las Categorías de Aristóteles, 108.15-109.3 (SSR,
V.A.149; I.H.9):
La primera sección de los tratados orientados a la filosofía de Aristóteles apuntaba a investigar
cuántos y de acuerdo con qué recibían su nombre los grupos filosóficos. Asimismo, es preciso saber
que hay siete modos: pues reciben su nombre del fundador del grupo, como los platónicos y los
aristotélicos, o de la patria del fundador, como los cirenaicos, por Aristipo de Cirene. Sin embargo,
dado que no podemos entender con precisión lo dicho si primero no conocemos qué es un grupo,
hablemos antes sobre eso. Un grupo es una creencia de hombres de ingenio que están de acuerdo
entre ellos y en desacuerdo con otros. Precisamente, está bien decir “de hombres” y no de un
hombre, pues la creencia de un único hombre no forma un grupo, dado que en ese caso surge una
tesis, como Heráclito respecto de que todas las cosas se mueven, Parménides respecto de que lo que
es es único e inmóvil, Antístenes respecto de que no es posible contradecir. En efecto, una tesis es
un supuesto paradójico de un único hombre entre los famosos en filosofía. 229
953. ELÍAS (o David), Sobre el proemio de las Categorías de Aristóteles, 220.28-30 (SSR, V.A.149):
La quinta causa es que era preciso extenderse brevemente sobre la cualidad por Antístenes y los que
dicen refiriéndose a él: “veo un hombre, pero no veo la humanidad”, para negar la cualidad
completamente.230
testimonio se opone el acceso sensible al lógos, que está entendido de modo retrictivo como aquel proceso noético
que opera con entidades inteligibles. En la misma línea, poco después hay una mención al pasar sobre la posición de
Antístenes acerca de los géneros y especies como meras nociones (Sobre la Isagogé de Porfirio, 41.4).
229
El peso de Antístenes parece poner su figura en primer plano, en desmedro de una dimensión grupal, aunque
Aristóteles se refiere en 956 a “los antisténicos”. La caracterización de paradojal (parádoxos), en el sentido de
contrario a la creencia habitual, se diferencia de la erística que suele atribuirse a los megáricos, lo cual establece una
diferencia clara entre la práctica dialéctica de ambas líneas.
230
El contexto remite a la justificación de la ubicación en cuarto lugar de la categoría de cualidad -detrás de la entidad,
la cantidad y la relación-, para lo cual se aducen cinco causas, entre las que se cuenta la citada.
231
Por esta vía la posición antisténica se instala frente al problema de los universales en una tesitura nominalista en la
cual género y especie son meras nociones. Nótese que esta posición convive sin conflicto con el naturalismo que
supone una correlación entre lenguaje y realidad. En efecto, el lenguaje está entendido como una instancia de
mostración a la cual no corresponde la categoría de existencia, sino precisamente la de dispositivo de manifestación
de las cosas existentes entendidas como particulares cualificados. Sobre este punto, véase Introducción, 2.3.
75
pero no veo la caballeidad, ni tampoco la humanidad.
76
sino que es posible en rigor enseñar el 'cómo es' algo, como la plata, no es posible decir qué es, pero
sí que es como el estaño,236 de modo que es posible que haya definición y enunciado de la entidad
que lo admite, por ejemplo de la compuesta, ya sea sensible o inteligible; pero de sus elementos no,
si es que el enunciado que define significa un algo respecto de algo y es preciso que una oficie
como materia y la otra como forma. 237
77
posible, afirman, definir, sino que es posible enseñar cómo es un hombre o un buey, pero no
definirlos. Por ejemplo, definir y decir qué es la plata no es posible, pero sí cómo es; es posible, por
ejemplo, cuando se nos pregunta cómo es la plata, decir que es como el estaño, de manera que,
afirman, es posible decir el enunciado de la entidad compuesta de materia y forma, pero no es
posible dar la definición de la forma o la materia de las cuales está compuesta la entidad. Al decir
que es posible dar la definición de la entidad compuesta, agregó “ya sea sensible, ya sea
inteligible”. Sin embargo, que las entidades sensibles son compuestas es evidente, pero que también
las inteligibles son compuestas es claro, pues las entidades matemáticas surgen de materia y forma,
ya que el círculo inteligible surge de la materia extensión y de la forma de una determinada
figura.240 Y no habló de la entidad matemática porque quería, sino tal vez porque, dado que los
antisténicos hablan de eso, las ha llamado entidades. 241 Entonces, afirma que de la entidad del
compuesto, ya sea sensible ya sea inteligible, es posible dar una definición, pero de sus elementos
no, si es que ser vivo racional y la definición entera significa un algo respecto de algo, y una es
especie y la otra forma.
78
960. ARISTÓTELES, Metafísica, V.29.1024b26-1025a10 (SSR, V.A.152):
Falso se dice, de un modo, como una cosa falsa, porque sus componentes no concuerdan o es
imposible que concuerden, por ejemplo, si se dice que la diagonal es conmensurable, o que tú estás
sentado. En efecto, de estas afirmaciones una es falsa siempre y la otra a veces, porque en este
sentido, estas cosas no son. Se llaman también falsas las cosas que, siendo, por naturaleza parecen o
como no son o lo que no son, por ejemplo, el dibujo sombreado y los sueños, pues éstos son
ciertamente algo, pero no aquello de lo que producen la ilusión. Así, pues, las cosas falsas se llaman
así o porque ellas mismas no existen o porque la imagen que producen no es real. 244 El enunciado
falso, en tanto falso, es el de las cosas que no son, por lo cual todo enunciado falso es de otra cosa
que de aquello respecto de lo cual es verdadero, por ejemplo el del círculo es falso respecto del
triángulo.245 Y el enunciado de cada cosa es, en tanto uno, el de la esencia, pero también es múltiple,
dado que, de algún modo, es lo mismo algo y algo afectado de cierta manera, por ejemplo Sócrates
y Sócrates músico (y el enunciado falso es simplemente enunciado de nada). 246 Por eso Antístenes
creía ingenuamente que no se dice nada con relevancia excepto por medio del enunciado propio,
uno para cada cosa.247 De esto surgía que no es posible contradecir, y en general no es posible
mentir.248 Es posible decir cada cosa no sólo con el enunciado de ella, sino también con el de otra,
antecesor que entrevió el problema y lo resolvió mediante la adición de la disyunción è ésti. Véase Aristotle, Topics,
Books I and VIII, Translated with a Commentary by R. Smith, Oxford, OUP, 1997, pp. 60-7.
244
La recopilación de Giannantoni consigna solamente el pasaje central de este texto, pero dada la importancia para
comprender el entramado de cuestiones en torno de la tesis de la imposibilidad de contradecir lo incluimos entero.
El capítulo, integrado en el llamado “diccionario” de la Metafísica que conforma el libro V, está orientado a
caracterizar lo falso en tres contextos: las cosas (en tanto inexistentes por autocontradictorias o de manera
contingente), el enunciado (cuando no representa lo real y carece de correlato) y el hombre (cuando elige enunciados
falsos en vistas de engañar). El tratamiento del enunciado albergará la referencia a Antístenes, precisamente porque
su posición cancela la posibilidad misma de falsedad.
245
El debatido problema del enunciado falso atravesó la época clásica subrayando la dificultad misma de comprender
enunciados que dicen lo que no es y dio lugar a la paradoja de la imposibilidad del error (dado que no es posible
decir lo que no es, el error no existe). Frente a este punto Aristóteles se enrola en la línea que Platón desarrolló en
Sofista sancionando el parricidio de Parménides (241d), es decir la sustitución de la lectura absolutizante de la
noción de no ser por la que comprende el no ser como diferencia. En este sentido, el error reside en el mecanismo de
determinación de la ecuación lenguaje-realidad y se instala cuando se llevan a cabo ensambles incompatibles entre
estos planos. Al mismo tiempo, como estrategia de respuesta a las líneas naturalistas que cifraban la verdad en el
nombre, la línea platónico-aristotélica desplaza esta base hacia la dimensión proposicional, de modo que para llevar
a cabo la ecuación lenguaje-realidad es necesario decir algo acerca de algo (tì perì tinós) combinando nombre y
verbo para formar un enunciado. Este andamiaje teórico opera en Platón como impugnación de la postura naturalista
y es recepcionado por Aristóteles con la misma impronta de objeción respecto de la posición antisténica. Sobre este
punto, véase Introducción, 2.3.
246
Los aspectos oscuros y contradictorios del pasaje surgen habitualmente en lecturas que omiten el clima anti-
antisténico general del pasaje. Véase, por ejemplo Aristotle, Metaphysics, Gamma, Delta, Epsilon, Translated with
notes by C. Kirwan, Oxford, OUP, 1998, ad loc. Aristóteles concederá por anticipado que a cada entidad
corresponde una manera de mostrar qué es, pero llama la atención sobre el hecho de que, teniendo en cuenta la
dimensión categorial, no sólo se puede referir a algo en tanto entidad sino también mencionando sus accidentes
(cualidad, cantidad, relación, lugar, tiempo, etc.), de modo que el agregado de estas dimensiones constituye
igualmente un modo de decir lo real y, en tanto es una combinación que dice algo de algo, es susceptible de ser
verdadero o falso. Por tanto, sostiene Aristóteles, no hay un lógos único para cada cosa y será necesario aceptar,
contra Antístenes, que en algún sentido el enunciado falso es enunciado de nada, pero no se trata de una imposible
dicción del no ser, sino, por el contrario, de un caso de falta de correlación del enunciado con aquello a lo que se lo
refiere.
247
Los inconvenientes producidos por la lectura absolutizante de enunciado falso como enunciado sobre nada y la tesis
sobre la inviabilidad de un “enunciado largo” para definir llevaron a Antístenes, según Aristóteles, a proponer una
salida al modo del corte del nudo de Gordio: sólo el enunciado propio (oikeîos lógos) tiene relación directa con la
cosa. Puede inferirse a qué se refiere exactamente Antístenes con esta categoría a partir de la cláusula apositiva “uno
para cada uno” (hèn eph' henós), donde debe notarse que el primer término es neutro, de modo que no puede estar
refiriendo anafóricamente a lógos, que es masculino, sino a un término neutro de su contexto original, que suele
identificarse con ónoma. Sobre la relación entre oikeîos lógos y definición, véase Introducción, 2.3.
248
Si un vocablo puede referir directamente a una cosa, esto implica que con el único requisito de que sea
efectivamente un término con sentido dentro de la lengua tiene correlato asegurado. De este modo, cualquier
elocución de un término es automáticamente verdadera, como se desprende de la formulación de 969, y surgen las
paradojas de imposibilidad de contradecir (antilégein) e imposibilidad de mentir (pseudeîn): si cada término tiene un
79
de manera completamente falsa; pero, de algún modo, también con verdad, como si llamamos a
ocho número doble con el enunciado de la díada. Estas cosas, pues, se dicen falsas de este modo. 249
Pero es falso el hombre que inescrupulosa y deliberadamente elige esos enunciados, no por alguna
otra cosa sino por eso mismo, y que trata de infundirlos en otros, del mismo modo que decimos que
son falsas las cosas que infunden una imagen falsa. Por eso es falso lo que se dice en el Hipias: que
el mismo hombre es a la vez falso y verdadero. Considera falso, en efecto, al que puede engañar, y
éste es el que sabe y es sensato, y, además, piensa que el voluntariamente malo es mejor. Y a esta
falsedad llega por inducción, porque el que cojea voluntariamente es mejor que el que lo hace
involuntariamente, llamando cojear a imitar la cojera, puesto que, si uno es cojo voluntariamente,
sin duda es peor, como sucede usualmente. 250
80
propio, uno para cada cosa. De esto surgía que no es posible contradecir”, y de acuerdo con esto:
“en general no es posible mentir”, si en realidad lo falso se da en donde hay contradicción, pues lo
contrario es necesariamente decir la verdad. “Es posible que cada uno hable” sobre algo “no
solamente por medio de su enunciado”, es decir verdaderamente acerca de una cosa, “sino también
por medio del enunciado de otra cosa”, de manera falsa y completamente, pero también con verdad,
como resulta al llamar doble al ocho mediante el enunciado de la díada. “Entonces, a unas cosas las
llaman falsas”; es llamado especialmente “falso el hombre inescrupuloso y que prefiere este tipo de
enunciados no a causa de algo diferente”, por ejemplo por el provecho o por el deseo de honor,
“sino” precisamente “por eso”, el mentir, para que supongamos que él moldea lo falso porque se
complace en lo falso, “como decimos también que son cosas falsas cuantas infunden una
representación falsa”, como en el caso de los juegos de sombras. 252
252
La referencia de Asclepio funde la tesis de imposibilidad de contradecir con la de imposibilidad de mentir, dado que
los enunciados erróneos presupondrían los verdaderos y estarían con ellos en relación de contradicción, pero dado
que la contradicción es imposible, tampoco resultan posibles el error y la mentira. La tipificación final retoma
directamente el tratamiento de 960.
253
La dimensión contraintuitiva de la tesis sobre la imposibilidad de contradecir es aludida en 964, donde Aristóteles
diferencia la noción de problema, en tanto punto especulativo sujeto a discusión, de la de tesis, caso especial de
problemas que se da cuando aparece una idea paradójica planteada por alguien respetado en el terreno intelectual.
Uno de los ejemplos mencionados es precisamente el de Antístenes. Esta caracterización está emparentada con un
terreno arduamente debatido en relación con la metodología aristotélica, asociada con el llamado método
diaporemático, que se orienta a la determinación del problema, el estudio de los éndoxa, “opiniones reputadas” por
estar extendidas en la comunidad o por partir de autoridades en la materia, y, sobre esta base, la superación de estas
instancias en una nueva propuesta dialéctica. Véase P. Aubenque, “Sur la notion aristotélicienne d'aporie”, en S.
Mansion (ed.), Aristote et les problèmes de méthode, Louvain, Éditions de l'Institut Supérieur de Philosophie, 1960,
pp. 3-19 (trad. española en Lecturas sobre Platón y Aristóteles, I, Buenos Aires, OPFYL, 2000, pp. 89-101).
81
que contradicen deben hablar sobre lo mismo. Anticipando esto decía: los que creen contradecirse
entre ellos sobre algo o se contradicen ambos al decir el enunciado de una cosa o ninguno o uno lo
dice y el otro no. Sin embargo, si ambos dijeran el enunciado de una cosa, no se contradirían, pues
estarían diciendo lo mismo, y si ninguno dijera el enunciado de una cosa, tampoco en principio
estaría diciendo algo sobre eso, y los que no hablan sobre lo mismo tampoco podrían contradecirse
sobre eso. Y si uno lo dijera y el otro no, tampoco en este caso se contradirían, pues el que no dice
el enunciado de la cosa tampoco estaría diciendo algo en modo alguno sobre eso mismo, sino sobre
aquello que significa por medio de aquello que dice. Así tampoco estaría contradiciendo sobre eso
mismo. Si eso es así, tampoco sería posible contradecir. Pero sostiene algo falso la idea de que los
que no dicen el enunciado de la cosa, o el que no lo dice, no dicen algo en modo alguno sobre eso
mismo, pues si alguien no dice la verdad, tampoco está hablando sobre algo. 254
967. ELÍAS (olim David) Sobre el proemio a las Categorías de Aristóteles, 108.25-6 (SSR, V.A.153;
I.H.9 Idem en 942??):
Precisamente, está bien decir “de hombres” y no de un hombre, pues la creencia de un único
hombre no forma un grupo, dado que en ese caso surge una tesis, como Heráclito respecto de que
todas las cosas se mueven, Parménides respecto de que lo que es es único e inmóvil, Antístenes
respecto de que no es posible contradecir.
254
En relación con la mención de Tópicos, Alejandro despliega una síntesis similar a la de 961. En el marco de la
metodología dialéctica, la cuestión de la revisión de tesis es de especial importancia para la discusión sobre los
alcances de la dialéctica. Pasajes como el de Ética Nicomaquea, VII.I.1145b1-7 señalan que el proceso de análisis
de un problema parte de los phainómena, “apariencias”, y avanza resolviendo confusiones y buscando retener la
mayor parte de las opiniones reputadas (éndoxa). La visión tradicional, que veía en los phainómena datos
perceptuales que servían para poner a prueba opiniones, fue desafiada por las lecturas abiertas por Owen, que
mostraban casos en que los phainómena eran también éndoxa. Acerca del impacto de esta cuestión en la noción de
dialéctica, véase G. Owen, “Tithenai ta phainomena”, en S. Mansion, Aristote et les problèmes de méthode,
Louvain, Publications Universitaires, 1961, pp. 83-103, M. Nussbaum, "Saving Aristotle's Appearances”, en M.
Schofield-M. Nussbaum (eds.), Language and Logos, Cambridge, CUP, 1982, pp. 267-93 y W. Wians, “Saving
Aristotle from Nussbaum's Phainomena” en J. Anton-A. Preus, (eds.), Essays in Ancient Greek Philosophy, vol V,
1992, 135-151.
255
Nótese que el contraejemplo de Asclepio abandona el terreno antisténico, donde el correlato se da entre nombre y
cosa, y presupone el plano proposicional utilizado por la línea platónico-aristotélica para refutar la posición
antisténica. Véase, Introducción, 2.3.
256
Se refiere al pasaje 256c, donde Sócrates condena el argumento como una fruslería vana. Su mención de que se trata
de un formato argumental remanido sugiere que Antístenes incorporó este desarrollo que ya circulaba en ambientes
intelectuales herederos del legado eleático y lo redefinió en el marco de la tesis de la investigación de los nombres
como un corolario necesario de la correlación estricta entre lenguaje y realidad. Sobre este punto, véase 937 y nota
ad loc. e Introducción, 2.3.
257
La formulación canónica de la tesis de imposibilidad de contradecir se encuentra aquí planteada claramente en la
82
Entonces, hay que decir contra él que es posible también lo falso y nada impide que el que dice lo
que es diga lo falso, incluso el que dice dice sobre algo, y no dice nada.
adecuación sistemática entre lenguaje y realidad: el mero decir algo es decir algo que es y la dicción de lo que es se
identifica directamente con la noción de verdad como adecuación con lo real. Véase B. Duvick, Proclus'
Commentary on Plato's Cratylus, with a preface by Harold Tarrant. London, Duckworth, 2007, ad loc.
258
Isócrates dirige contra el grupo socrático una serie de objeciones que señalan su tendencia a la discusión técnica
vacía aunada con la propuesta de logros exagerados en el plano práctico que terminan siendo un engaño para los
alumnos. Esto se ve de manera patente en el Contra los sofistas, que para Isócrates son los socráticos. Sobre este
tipo de críticas, véase Introducción, 1.
259
El tratado Analíticos posteriores se abre con la discusión acerca de la justificación. Partiendo de la base de que todo
conocimiento se apoya en nociones previas, Aristóteles desarrolla un esquema que funciona como antecedente del
que adoptarán los escépticos en el desarrollo de los trópoi de Agripa y en el marco de la epistemología
contemporánea plantea H. Albert en el llamado Trilema de Munchausen: la justificación es imposible porque (1)
adopta una perspectiva fundacionista que establece un punto de partida no demostrado, y entonces emerge una
posición dogmática, o (2) se prosigue indefinidamente buscando una fundamentación, de modo que se cae en un
regreso al infinito, o (3) se avanza con una perspectiva coherentista que hace que los enunciados se justifiquen
mútuamente, lo cual significaría instalar un círculo vicioso o petición de principio que anula la justificación
(“Science and the search for truth”, Boston Studies in the Philosophy of Science, 58, 1978, pp. 203-20). En este
marco, Aristóteles aboga por la posibilidad del fundacionismo apelando a la función de los principios en el
conocimiento. La posición antisténica es usualmente reconocida en la referencia a quienes afirman la posibilidad de
una demostración completa, precisamente porque la correlación sistemática hace innecesaria la justificación
deductiva y en último término, dada la estructura de la “investigación de los nombres”, se desliza hacia un
coherentismo apoyado en la correspondencia sistemática entre lenguaje y realidad.
260
Los testimonios 972 y 973 apelan al tratamiento del inicio de Analíticos posteriores aludido en 971 con el objetivo
de pronunciarse acerca de los principios del conocimiento, puntualmente el principio de no contradicción, como
surge de 973. Reaparece así la crítica a quienes no aceptan la diferencia jerárquica entre enunciados sujetos a
demostración y los principios que son su condición de posibilidad. Sobre las razones antisténicas probables para
insistir en este punto, véase Introducción, 2.3.
261
Refutaciones sofísticas revisa y sistematiza las estructuras argumentales de naturaleza erística que otras líneas
habían desarrollado en la tradición previa y que deben ser tenidas en cuenta por el dialéctico para no caer presa de
sus engaños. En este caso puntual, el ejemplo versa sobre un caso de homonimia constituido por dos hombres de
nombre similar, “Corisco”, pero con rasgos contrarios, “culto” e “inculto” respectivamente. Si se impone la regla
83
975. ELÍAS (olim David), Sobre las Categorías de Aristóteles, 109.18-22 (SSR, V.A.159):
Y a su vez <Zenón> secundando a su maestro <Parménides>, que decía que lo que es es inmóvil,
dispone a través de cinco pruebas dialécticas que lo que es es inmóvil. Por no poder contradecirlos,
Antístenes el cínico tras pararse empezó a caminar, porque consideraba que la demostración de la
actividad era más fuerte que cualquier contradicción por medio de argumentos. 262
Tomo VII
XXIV. Sobre la educación o Sobre los nombres (en cinco libros)264
84
***
nombres. Sobre este punto y su conexión con el método de análisis semántico, véase Jenofonte, Memorabilia, IV.6.1
e Introducción, 2.3.
266
El grupo 980-983 tematiza la cuestión de la educación, que es aludida igualmente en 929 con la misma aparente
duplicidad de rechazo y recomendación de la educación. En rigor, se condena la acumulación de conocimiento sin
un marco sintetizador asociado con lo actitudinal, y se enfatiza, a su vez, que este componente es imprescindible
para lograr madurez y nobleza. Véase Introducción, 2.5.
267
La propuesta de formación sigue los parámetros tradicionales de cuidado del cuerpo y la mente, con la peculiaridad
de que la educación (paideía) aparece asociada con exclusivamente con lo mental, a diferencia, por ejemplo, de lo
que sucede con la prescripción para los guardianes en República, II-III, que señala gimnasia para el cuerpo y
música, entendida como acervo cultural, para la mente. Es dudoso si Antístenes restringía adrede de este modo la
noción de paideía o es alguna distorsión doxográfica que recoge tardíamente Estobeo, aunque tal vez la correlación
entre paideía e investigación de los nombres declarada en 979 haya jugado algún papel en este sentido dejando el
cuidado del cuerpo en un nivel complementario o incluso subsidiario.
268
En 983 emerge la referencia intertextual extendida respecto del estado de “dormido” que introdujo Heráclito en
22B2 como una deficiencia cognitiva. Nótese como la condena sobre la incultura (apaideusía) riñe con el modo en
que Aristóteles se dirige a Antístenes en 956, llamando a sus seguidores “incultos” (apaídeutoi), punto en el cual tal
vez es preciso notar un giro irónico y lúdico en el que se querría notar que los que acusaban a otros de
adormecimiento intelectual cayeron ellos mismos en errores groseros.
269
Una opinión similar sobre los aduladores, donde se los compara igualmente con cuervos, se expresa en 923-7. La
educación es aquí una caracterización complementaria de la virtud en 929 o la mente en 889 que operan como
muros protectores. En este caso se integra la idea de que la protección no viene del éxito económico sino de las
cualidades que permiten alcanzar un carácter poco proclive a caer en las trampas de la trama social.
270
En 510-12 se atribuye la misma anécdota a Aristipo y Platón en República, VI.489 b-c la menciona para oponer a los
que saben frente a los que no lo hacen. La constancia de aparición en distintas fuentes socráticas deja entrever una
suerte de respuesta corporativa frente a los cuestionamientos acerca de su acercamiento a los lugares de poder en
busca de mecenazgo. Esto se ajusta menos al caso de Antístenes, que fue reacio a los contactos con Sicilia, pero
puede haber aceptado en algo una explicación como ésta, aplicable también a los contactos de Sócrates con
personajes encumbrados de la política ateniense. Sobre todo la versión de 986, presente también respecto de
Aristipo, traza una función benefactora alejada del mero provecho personal.
85
986. DIÓGENES LAERCIO, VI.6 (SSR, V.A.167):
Antístenes dijo que se debe preparar para un viaje aquello que se puede arrastrar nadando en un
naufragio. Cuando alguien lo criticó por andar con gente vulgar, dijo: “también los médicos están
junto a los enfermos y no tienen fiebre”. 271
86
que se pueden evitar los vicios que tienes”. 275
XXV. Sobre el uso de los nombres. Erístico;279 XXVI. Sobre la pregunta y la respuesta; XXVII.
Sobre la opinión y el conocimiento (en cuatro libros); 280 XXVIII. a) Sobre el morir; b) Sobre la
vida y la muerte; c) Sobre los asuntos del Hades281
275
Tal vez el marco de esta recomendación de no ocultamiento tenga relación con la anécdota de Sócrates y el
fisonomista que parece remontarse al Zópiro de Fedón (véase 1063), donde Sócrates afirma que tenía los vicios que
detectaba el experto, pero los dominaba, en una ecuación que reúne conocimiento de la propia condición y
autodominio, que operan como pivotes también en la línea antisténica.
276
Las vinculaciones de Antístenes con la retórica pueden llevar a colegir que no hay en esta oposición ni una condena
de la filosofía por resultar excesivamente teórica y poco aplicable a contextos concretos, ni un rechazo de la retórica
por sus vinculaciones con lo más abyecto. En todo caso, semeja más bien una visión de esta práctica como versión
mundana de la filosofía. Así como se dice en 751 que Antístenes abandonó la enseñanza de la oratoria para
frecuentar a Sócrates, la comparación de 992 marca una jerarquía clara entre los dos formatos intelectuales.
277
En 993 se traza un juego léxico entre decir (légein) y contradecir (antilégein) y enloquecer (maínomai) y tener la
locura contraria (antimaínomai). Llama la atención que en este contexto la contradicción sea posible, aunque no
recomendable, cuando en 960 se afirma su imposibilidad. Puede tratarse de un contexto no técnico, de modo que no
se apela a la tesis dialéctica específica. A su vez, si se atiende al primado de la educación en este contexto y del
hecho de que está entendida en el horizonte de la investigación de los nombres, una afirmación de este tipo puede
apuntar a la inviabilidad de la contradicción como método formativo, a propósito del cual la tesis sobre la
imposibilidad del antilégein puede operar como justificación adicional.
278
El punto relevante de esta anécdota es la alusión a los contrincantes (anterastaí), nomenclatura construida con la
proposición antí, igual que antilégein. El rechazo del joven por ceder a los anterastaí puede ser visto como paralelo
de la condena a ceder a la práctica dialéctico-erística. Así como el amor no puede reducirse a elegir al candidato que
le gane a los contrincantes, la filosofía no puede reducirse a la afirmación del enunciado que sobrevive a los
procesos de refutación, sino que requiere una fundamentación ajena a estos procedimientos.
279
La noción de “uso de los nombres” (khrésis onomáton) resulta inextricablemente asociada con el núcleo conceptual
de la propuesta antisténica. Llama la atención aquí la mención del rasgo “erístico”, que puede responder a un mote
despreciativo por parte de la fuente del catálogo, como supone F. Decleva Caizzi (ad loc.), pero también a una
caracterización del análisis de tipo lingüístico que puede haber resultado inescindible de las líneas erísticas, al estilo
megárico, que estaban extendidas en la época. En ese sentido, A. Brancaci nota que este registro está presente en la
crítica de Isócrates a los socráticos sin necesidad de establecer diferencias (op. cit., p. 45).
280
Es difícil establecer el contenido probable de esta obra, que por su temática resulta de primera importancia para la
posición antisténica. El eco que resuena primeramente está asociado con la posible intertextualidad con el pasaje de
Teeteto, 201c ss. donde se discute la noción de conocimiento en términos de opinión verdadera justificada (dóxa
alethès metà lógou). Sobre este punto, véase Introducción, 2.3.
281
Las tres obras mencionadas pueden haber discutido el problema de la existencia trasmundana del alma, en el marco
de un estudio conectado con la teología tratada en el Físico.
87
Cuando le preguntaron cuál es la fuente de mayor dicha entre los hombres, Antístenes dijo: “morir
en prosperidad”.282
XXIX. Físico
282
La expresión eytykhoûnta apothaneîn puede significar tanto morir en prosperidad o directamente “bien”, como
“lograr morir”, lo cual acercaría este giro a una visión positiva de la muerte deudora del pesimismo griego, del estilo
del relato del sileno en el Eudemo de Aristóteles, donde a la pregunta por lo mejor en la vida se contesta que es no
haber nacido y, de haberlo hecho, morir pronto (Frag. 6 Ross). Véase A. Bos, The soul and its instrumental body: a
reinterpretation of Aristotle's philosophy of living nature, Leiden, Brill, 2003, pp. 247-57.
283
En esta posición monoteísta Antístenes estaría siguiendo a Jenófanes y Protágoras en sus críticas a la religión
tradicional, claras en la condena de Afrodita en 915-6. Véase A. Drozdek, “Antisthenes”, Greek Philosophers as
Theologians: the Divine Arché, Vermont, Ashgate, 2007, pp. 135-44. Más allá de eso, es preciso notar que la
unicidad en el plano divino resulta comparable con la unicidad en el plano lingüístico que indica un nombre para
cada cosa (véase 960). Así, un dios único que opera como creador, según 1001, instala un mundo único sujeto a
nominación unívoca. De este modo, la dimensión teológica funcionaría como un dispositivo de fundamentación
adicional de la tesis de la investigación de los nombres presentada en 979. Sobre la relación entre naturaleza y
divinidad, véase Introducción, 2.4.
284
Los pasajes 1000 y 1001 reunen tres rasgos positivos de la divinidad antisténica: poder de gobierno, status natural,
acción creadora. Suele verse en este último rasgo un punto de contacto con el Sócrates de Jenofonte en
Memorabilia, 4.3 y, por otro lado, con el planteo de Platón en Timeo, aunque como surge claramente de 1000 la idea
de una divinidad con poder noético creador está extendida desde instancias tempranas del pensamiento filosófico
griego. Por otra parte, en un contexto como el antisténico la potencia activa es inescindible de su existencia, dado el
contexto materialista general donde ser es ser un algo con determinaciones cualitativas, un poîón ti, según se dice en
948-9 y 956. Desde este punto de vista es llamativo que las fuentes insistan en la imposibilidad de ser captado
mediante imágenes, ya que en el marco de una doctrina corporeísta no hay limitaciones asociadas con la captación
sensible de una entidad inteligible, sino que el inconveniente debe proceder de otro aspecto. Véase la nota siguiente.
88
1004. CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, Stromata, V.XIV.108.4 (SSR, V.A.181):
Y el socrático Antístenes, parafraseando aquella frase profética, “¿a quién me comparásteis?, dijo el
Señor”, afirmó: “<la divinidad> no se parece a nada, por lo cual nadie puede conocerla a partir de
una imagen”.285
XXX. Interrogación acerca de la naturaleza (en dos libros);288 Opiniones o Erístico;289 Sobre el
aprendizaje. Problémata.290
285
El grupo 1003-5 presenta como explicación de la imposibilidad de representación icónica de la divinidad el hecho
de que falta similitud entre la divinidad y los objetos captados por los sentidos. Suponiendo que la divinidad existe,
y por lo tanto es una entidad corpórea y cualificada, cabe sugerir, a título especulativo y con riesgo de anacronismo,
que tal vez operara en el razonamiento algún parámetro general al que adoptará más tarde el estoicismo, que se
considera antisténico, donde la divinidad opera en el nivel cósmico, y en algún sentido es el cosmos mismo en su
aspecto de orden. Si algún enfoque de este tipo estaba presente en la reflexión antisténica la falta de similitud
apuntaría a la inconmensurabilidad entre las magnitudes humanas y la escala cósmica. Es por esa razón de
imposibilidad de captar en una imagen que no se lo ve con la vista, como afirma 1005, y no porque no pertenezca al
plano perceptible. Es posible que las alusiones de 999-1002 a un dios “natural” se ubiquen, efectivamente, en esta
línea de pensamiento, sobre todo teniendo en cuenta que las menciones teológicas se incluyen en una obra conocida
como Físico. La referencia bíblica corresponde a Isaías, 40.18.25.
286
El rechazo de los sacerdotes se apoya en la impugnación de los dioses populares o regionales, de 998-1002 y se
deriva igualmente de la negación del valor de las imágenes. La generalidad de esta posición se constata en que el
rechazo se presenta aun cuando la divinidad en juego, Cibeles, está asociada raigalmente con la naturaleza.
Identificada con la Madre de los dioses, a veces ligada con Rhea, la esposa de Cronos, pero con un culto
básicamente oriental de origen anatolio, podría decirse que esta deidad se acerca a la universalidad requerida por la
divinidad antisténica, pero sin alcanzarla. Véase W. Burkert, Greek Religion, Cambridge, Harvard University Press,
1985, pp. 176 ss. Esta actitud no está lejos de la que presenta Platón en República, II.364b frente a los sacerdotes
asociados con las religiones mistéricas, que piden colaboraciones casa por casa.
287
El contexto de esta afirmación de Orígenes, dedicado en el Contra Celso a responder ataques anticristianos
asociados con lineamientos platónicos y gnósticos, es la demostración de que los profetas hebreos lograron un
contacto espiritual con la divinidad que está ausente de la tradición griega, que no puede aducir la vía oracular como
alternativa de valor comparable. Del mismo modo, la calidad profética hebrea sería superior, a juicio de Orígenes,
respecto de los exponentes más altos de la espiritualidad griega, en los que Antístenes aparece asociado con las dos
figuras cínicas más conocidas.
288
G. Giannantoni (ad loc.) supone que el Físico es un nombre alternativo para los dos libros Sobre la naturaleza y los
dos Pregunta sobre la naturaleza, que habrían estudiado la oposición legalidad natural (phýsis) vs. legalidad
humana (nómos), incluyendo una crítica a la religiosidad tradicional atravesada por opiniones sin correlato en la
naturaleza divina.
289
Sobre la caracterización de “erístico”, puede suponerse lo mismo que en el Sobre el uso de los nombres. Es incierto
el contenido, que tal vez se ligue con XXVII, pero puede tratarse igualmente de una compilación de otro tipo.
290
Los trabajos tradicionales de Dümmler (Akademica. Beiträge zur Literaturgeschichte der sokratischen Schulen,
89
Tomos VIII-IX
XXXIII. Sobre Homero
Giessen, 1889) y K. Joël (Der echte und der Xenophontische Socrates, Berlín, 1893) sostenían que este trabajo
podía contener la posición de Antístenes sobre el problema de la enseñabilidad de la virtud, pero se trata de mera
especulación.
291
La mención del aprendizaje memorístico de las obras homéricas muestra la vigencia de las pautas que regían la
cultura oral, que durante finales del s. V a.C. entró en paulatina retracción. Véase L. Castello, La tensión entre
oralidad y escritura en Grecia y el testimonio de Alcidamante de Elea, Buenos Aires, OPFyL/Instituto de Filología,
2010, esp. Cap. III: "Mnéme, hypómnesis, kairós". En este marco, la función de conservación de la tradición a través
de la repetición de las sagas se vio profundamente redimensionado y comenzó a recibir críticas como la que
testimonia este pasaje y aparece en el mismo tono en el Ion de Platón. Allí se enfatiza que la mera repetición no
implica un saber específico que pueda considerarse valioso. La efectiva tarea intelectual, que se enrola en la práctica
de crítica homérica, se orienta en esta perspectiva al análisis del “sentido subyacente” (hypónoia), inaccesible en la
mera repetición superficial. Sobre la crítica homérica y la conexión de la posición antisténica con las objeciones
platónicas en el Ion y los Hipias, véase Introducción, 2.3.
292
El mismo personaje que en el testimonio previo rechaza la actividad de los rapsodas reivindica, sin embargo, un
saber ínsito en los textos homéricos que constituye la base de la labor hermenéutica dedicada a ellos. En las obras de
Antístenes dedicadas a este punto se parte precisamente de esta autoridad conferida a Homero para aplicar a ella el
marco teórico de la “investigación de los nombres” (epískepsis onomáton). Los textos 1011-22, junto con 812 y 813,
correspondientes a los discursos de Ayante y Odiseo, constituyen casos puntuales de aplicación de esta metodología,
de manera tal que el marco homérico sirve como base para arribar a conclusiones del propio sistema antisténico.
293
Referencia a Ilíada, IX.313, donde Aquiles declara ante Odiseo que explicitará su posición sin ambages por su
rechazo al tipo de conductas que aquí se ligan con la polytropía. Se trata del mismo clima que en el Hipias Menor de
90
Entonces, al analizar dice Antístenes: “¿y entonces qué? ¿Acaso es malvado Odiseo porque
fue llamado polýtropos, y no <es posible pensar que Homero> lo llamó así porque era sabio?
¿Acaso trópos no significa en un <verso> el carácter y en otro significa el uso del discurso? Pues
eútropos es el varón que tiene el carácter vuelto hacia el bien, y trópoi de los discursos son los
varios estilos. Y Homero usa también el término trópos respecto de la voz y respecto de la variedad
de melodías, como en el caso del ruiseñor,
Y si los sabios son hábiles para hablar, saben decir el mismo concepto de muchos modos y
conociendo muchos modos de argumentos sobre los mismo serían polýtropoi. Los sabios son
buenos para convivir con los hombres. Por eso dice Homero que Odiseo, dado que es sabio, es
polýtropos, porque sabía convivir con hombres de muchos modos. Así también dice que Pitágoras,
pensando en hacer discursos para los niños, dispone para ellos discursos infantiles, para las mujeres
adecuados a mujeres, para los gobernantes propios de gobernantes y para los jóvenes juveniles. Es
propio de la sabiduría encontrar el modo de sabiduría apropiado para cada uno, mientras que es
ignorancia valerse de un único modo de discurso frente a los que son disímiles. Es así también la
medicina en la cura, cuando ejercita la variedad de modos de la terapia a través de la recomendación
variada de elementos terapéuticos. (...) Entonces, modo es lo variado en lo relativo al carácter, lo
cambiante e inestable, y la variedad de modos del discurso resulta precisamente el uso variado del
discurso referido a audiencias variadas por medio de un modo único, pues una sola cosa es propia
de cada cosa, por lo tanto también lo adecuado para cada cosa concentra la variedad del discurso en
una sola manifestación, la adecuada a cada cosa. A su vez, lo de forma única, dado que es
inadecuado para audiencias diferentes, hace que lo de modo variado sea, por motivos diferentes, un
discurso inútil para la mayoría, porque es un discurso inútil para ellos. 295
Platón, a partir de la oposición de las figuras de Aquiles y Odiseo, y luego Aquiles, Odiseo y Néstor, suscita el
examen del sentido estricto del término polýtropos, “polifacético” o “versátil”. Sobre la posición platónica, véase
Introducción, 2.3 y nuestra versión del diálogo en esta colección.
294
El verso citado es Odisea, XIX.521. En este ejemplo se constata un procedimiento de análisis léxico, en donde a
efectos de desentrañar el sentido de polýtropos se recurre al estudio de los sentidos de trópos, el término básico,
respecto del cual se identifican tres acepciones: la primera, del ámbito ético; la segunda, del retórico y la tercera, de
la música. En el primer caso, la explicación es etimológica y requiere la incorporación de dos términos, trépo y
eútropos: trópos se asocia con trépo, “girar”, “dar vuelta”, de modo que eútropos es el que se orienta al bien (eis tò
eû tetramménos). En el segundo caso, la explicación es semántica y se apoya en la relación de significado entre
trépo y plásso , “modelar”, “forjar”. A partir de esta explicación hay que colegir el tercer caso, en que estos estilos
se aplican a los sonidos. Esta acepción, que no es decididamente diferente de la segunda, sirve sin embargo para
reintroducir la categoría de multiplicidad, tal como aparece mencionada en polýtropos: la variedad –exallagé- de
melodías y los sonidos variadamente modulados –polyechéa phonén-. De este modo, se vuelve de un modo circular
hacia el primer componente de polýtropos y se confirma que la noción de trópos puede tener asociada la idea de
multiplicidad sin que por eso implique necesariamente un sentido negativo. Si esto es así, entonces se abre la
posibilidad de que el epíteto de Odiseo no sea despectivo sino elogioso, en el sentido de “sabio”, sophós, que es a
donde llegará la argumentación al colegir que su sabiduría consistía en relacionarse con los hombres de muchas
maneras. Sobre la metodología general, véase Introducción, 2.3 y J. Campos Daroca, “Homero y la tragedia entre
Antístenes de Atenas y Zenón de Citio”, Íthaca. Quaderns Catalans de Cultura Clàssica , 19, 2003, p. 71-113.
295
Teniendo en cuenta la teoría general de Antístenes que insiste en la correlación unívoca entre lenguaje y realidad
(véase 960 e Introducción, 2.3), la apelación a la polytropía, con su cuota de multiplicidad, podría parecer
contradictoria. Sin embargo, el planteo de registros especiales para distintos auditorios y contextos constituye una
manifestación en un nivel supraléxico de la misma adecuación que se da entre nombre y cosa. Este nuevo nivel
habilita, además, una dimensión retórica orientada precisamente al dominio de la convivencia humana mediante la
adecuación del discurso a las necesidades propias de un determinado contexto comunicativo.
91
¿Por qué Odiseo, habiéndole ofrecido Calipso la inmortalidad, no la aceptó? Aristóteles
afirma que Odiseo le dice eso a los Feacios para parecer más solemne y valorizar el regreso más que
todo lo demás, porque le convenía partir lo más rápido posible. 296 Después, le parece que dice que
no tomó un regalo así no por no obedecerla, sino porque no confió en ella, que decía eso, porque
ella afirmaba que lo iba a hacer, pero él no le creyó; con confianza de por medio no hubiese
rehusado. La inmortalidad del sabio no sería la que regalarían este tipo de divinidades, sino que
sería la de Zeus y los trabajos que por naturaleza confieren inmortalidad. Algo así sucedería a causa
de la virtud. Si rechazaba a los parientes y el regreso al hogar por la promesa de inmortalidad
hubiese destruido su virtud, y con ella también hubiese destruido la inmortalidad del alma y el
acceso a los dioses. Entonces, esto enseña que por medio de cosas contrarias no se consigue lo
contrario, porque ni la justicia se podría alcanzar por medio de su privación, ni la moderación por
medio de la lucha, ni el fin de la inmortalidad por medio del querer la vida de aquí, que es mortal y
perecedera, pues ella es propia del hombre que ama sus deberes y acciones similares que purifican
su alma (...).
Antístenes dice que por ser sabio Odiseo sabe que los que aman mienten mucho y prometen
cosas imposibles. Indica también la causa por la que llevó adelante el rechazo. Cuando esta diosa
fanfarroneaba con la belleza y dimensión de su cuerpo y prefería lo suyo más que lo de Penélope, al
aceptarle eso y compararlo con lo incierto -porque es algo no manifiesto para él, si puede ser
inmortal y no envejecer- indicó que buscaba a su esposa porque es reflexiva, porque realmente se
despreocuparía por ella si se limitara a la belleza corporal solamente. Precisamente los pretendientes
habían dicho eso, cuando planteaban: no vamos por otras con las que se pueda casar cada uno, sino
que nos enfrentamos en juicio por su virtud.297 [Lo que dice Calipso es lo siguiente: yo no pretendo
ser inferior a ella, ni en cuerpo ni en belleza natural, ni es posible que las mujeres mortales se
enfrenten con inmortales en cuerpo y forma, comparando sólo lo corporal. Y lo que le dice Odiseo
es: yo también sé muy bien todo, por lo cual la reflexiva Penélope se ve más débil que tú en forma y
dimensión frente a frente, porque una es mortal, mientras que tú eres inmortal y no envejeces. La
expresión “reflexiva Penélope”, lleva ínsito el énfasis de la preferencia en su deseo.].
92
Sucedía por la falta de normas de organización política. 298
Son soberbios por la gran naturaleza de su cuerpo, pues la expresión tiene doble sentido. Son
sin ley porque no usan leyes, porque <Homero> dice “cada uno establece la ley sobre hijos y
esposas” (IX.115). Si eran sin ley en el sentido de injustos, ¿cómo dice “obedeciendo a los dioses”?
Y si alguien dijera: ¿cómo dice Polifemo “en nada se cuidan los Cíclopes de Zeus” (IX.275)?, que
observe el personaje, porque es algo propio de Polifemo, el carnívoro y bestial. Asimismo dice
Hesíodo:
De modo que dice que sólo Polifemo es soberbio e injusto, mientras que todos los restantes
Cíclopes son, piadosos, justos y obedientes de los dioses, por lo cual precisamente la tierra les
regala espontáneamente los frutos.
“Soberbios sin ley”. Afirman que eso no se ha dicho de manera conveniente, porque no es
adecuado escuchar que a los sin ley, como él dice, los dioses le han dado tales cosas. Pero se
soluciona con el término, porque “soberbio” se aplica tanto al que es grande como al superior, pues
los pretendientes no hubiesen dicho de sí mismos: “¿no te gusta compartir la comida con nosotros
que somos excelentes (hyperphíaloi)?” (XXI.289). Y “sin ley” dice que es no usar reglas en común,
como en
93
esposas”. Por eso al entrar en la caverna tampoco se pusieron a chismosear qué había pasdo. Se
valen de oráculos /IX.510) y creen en dioses: “y tú ruega a tu padre el señor Poseidón” (IX.412).
¿Cómo es que si el cíclope dijo “los cíclopes no se cuidan de Zeus, el que lleva la égida, ni
de los dioses bienaventurados, ya que somos muy fuertes” (IX.275-6), de nuevo Homero hizo que
los cíclopes digan “no es posible librarse de la enfermedad que viene del gran Zeus, así que tú ruega
a tu padre Poseidón” (IX.411-2)? Porque son cosas contradictorias, al no decir lo mismo sobre lo
mismo, pues sería natural en seres superiores no prestar atención a los dioses, mientras hacerlo lo es
de los inferiores. Pero esto se soluciona otra vez a partir de los personajes que hablan. En efecto,
que “los cíclopes son mucho más fuertes que los dioses”, lo ha dicho Polifemo a Odiseo, mientras
que los cícloples son más poderosos que los dioses, ninguno de los demás lo ha dicho. Entonces, si
el poeta hubiera dicho esto o un mismo personaje más allá del poeta habría una contradicción. Pero
dado que los que hablan son distintos, hay que examinar a quién se atribuyen los discursos más
insensatos. Es claro que a Polifemo, que no pensaba lo mismo que el resto ni estaba de acuerdo en
su creencia sobre los dioses, porque, según dice el poeta, pastoreaba apartado y no tenía comercio
con los demás, sino que “por vivir alejado se dedicaba a cosas ilícitas” (IX.188-9). Por tanto, al
dedicarse a cosas ilícitas también sobre los dioses creía que los demás cíclopes opinaban acerca de
ellos lo mismo que él, pero sucedía que al ser ellos de naturaleza mejor que él no pesaban lo mismo,
ya que el poeta dijo de ellos “quienes obedecen a los dioses inmortales” (IX.107).
94
Antístenes, sostiene que el poeta dice unas cosas con opinión y otras con verdad. Uno lo desarrolló
completamente, mientras que el otro lo mostró detalladamente en sus aspectos. 303
1020. PLUTARCO, Cómo los jóvenes deben escuchar a los poetas, 12.33c (SSR, V.A.195):
Tampoco son despreciables las correcciones con las cuales operaron Cleantes y Antístenes, quien
habiendo visto que los atenienses festejaban a gritos en el teatro <el verso> “qué cosa es
vergonzosa, si no lo parece a los que se valen de ella”, arrojándose sin reservas <dijo>: “lo
vergonzoso es vergonzoso, parezca o no parezca”.304
Tomo X
XXXIV. a) Heracles o Midas; b) Heracles o sobre la moderación o la fuerza; 306 XXXV. a)
Ciro o Amado; Ciro o Espía;307 XXXVI. Menéxeno o Sobre el gobierno308
XXXVII. Alcibíades
95
varonil, impaciente, temerario y bellísimo toda su vida. 309
96
1030. ATENEO, V.220d (SSR, V.A.204):
El diálogo Político de Antístenes hace un ataque de todos los demagogos de Atenas. 314
XL. Mágico
Apéndice
97
sócraticos, como dice, alimentándome, perfumándome y rodeándome de todas estas cosas, y no
teme a la justicia de los dioses ni tiene consideración por el ser humano quien me otorga esto. Pero
ahora, a su vez, también lo malo se convierte en lo peor, ya que me ha regalado tres mujeres
sicilianas elegidas por su belleza y muchísimo dinero. (2) Y cuándo cesará este hombre de hacer
eso, no lo sé. Entonces, haces bien en afligirte por el infortunio de los demás, mientras yo disfruto
con tu felicidad, para que te parezca que yo hago lo mismo y me des las gracias. 318 Adiós. Evita los
higos secos para que tengas en el invierno, y conserva la cebada de los Cretenses, pues parece que
eso es mejor que el dinero. Lávate y bebe en la fuente de los nueve caños y usa la misma túnica
sucia en verano y en invierno, como conviene a un hombre libre y que vive en Atenas
democráticamente. (3) Pues yo, dado que llegué a una ciudad, una isla tiranizada, sabía que sería
infortunado sufriendo eso, como me graficas. Ahora, apiadándose, me observan los siracusanos y
los que viven en Ácragas y también en Gela y los demás sicilianos. Por la locura cuya extravagancia
me enloqueció al llegar aquí malaconsejadamente, me maldigo a mí mismo, porque me lo merezco,
para que no me falten estos males, puesto que yo, habiendo estado tantos años pensando en pasar
hambre, frío y tener mala fama, no quise tampoco alimentar una gran barba. 4) Pero te enviaré
lupines grandes y brillantes, para que puedas, después de mostrarles el Heracles, comerlos con los
jóvenes, pues dicen que no es feo para ti hablar o escribir sobre estas cosas. Ciertamente, para
Dionisio, si alguien le habla de lupines, cree que es feo, de acuerdo con las leyes de los tiranos. En
cuanto al resto, marcha a charlar con Simón el zapatero. No hay ni podría haber otro mejor para ti
en sabiduría. A mí, por cierto, me está prohibido aproximarme a los trabajadores manuales, dado
que estoy bajo el poder de otros.319
98
interrogue, no sabías lo que se deducía de lo que decías. Así, pues, si me sorprendiste, por otra parte
hiciste reír a los que tienen barbas espesas y bastones, los que son sucios en sus pretensiones,
piojosos y muestran las grandes uñas como las fieras y proponen impuestos en contra de tu
técnica.321
99
tanto ustedes a esos que consideran más valiosos que las riquezas, es decir a los hijos, hijas,
esposas, hermanos y amigos, como también ellos a ustedes. (17) ¿Por aprender de los padres a tocar
la cítara, luchar y las letras y transmitirlo a los hijos creen que la ciudad estará habitada de manera
más sensata y mejor? Asimismo, aunque alguien, reuniendo a los citaristas, entrenadores y
maestros, esos que conozcan de manera excelente cada una de estos asuntos, fundara una ciudad
con ellos o un pueblo, como ustedes hace tiempo en jonia, ¿qué tipo de ciudad les parece que saldría
y de qué modo sería habitada? ¿No sería mucho peor y más vergonzosa que esa ciudad de
comerciantes en Egipto donde viven todos comerciantes, tanto hombres como mujeres? ¿No habrá
una convivencia social más ridícula en éstos a los que llamo maestros de los hijos de ustedes, los
entrenadores, citaristas y maestros de letras, a los que hay agregar a los rapsodas y actores? (18)
Precisamente, cuanto aprenden los hombres, lo aprenden para que, cuando surja la necesidad de
aquello que cada uno aprendió, haga lo referido con su técnica, por ejemplo el piloto, cuando se
embarca en la nave, dirigiendo el timón. Por eso, pues, aprende a pilotear. Y el médico, cuando trata
al enfermo, curándolo con drogas y lo relativo a la dieta, para lo cual adquirió experiencia. (19) Y
entonces ustedes -dijo-, ¿cuando se necesita un consejo para la ciudad, reuniéndose en la asamblea,
unos se paran y tocan la cítara, otros de ustedes luchan, y los otros toman una de las obras de
Homero o Hesíodo y se ponen a leer? Porque ustedes saben estas cosas mejor que los otros, y creen
que por eso serán hombres buenos y podrán actuar rectamente los asuntos públicos y privados. Y
ahora apoyan ustedes en estas esperanzas las ciudad y preparan a sus hijos para ser capaces de
valerse de los asuntos propios y públicos, tocando bien con la cítara
Palas, terrible destructora de ciudades
o marcando el pie con la lira. Pero cómo van a conocer lo conveniente para ustedes mismos y su
patria tanto en el marco de la ley como con justicia ejerciendo la convivencia política y social con
armonía, sin cometer injusticia ni traición uno contra otro, eso nunca lo aprendieron ni se
preocuparon jamás ni se preocupan aun ahora. (20) Aunque cada año ven a los trágicos en las
Dionisias y se apiadan de los infortunios de los hombres en las tragedias. Pero sin embargo nunca
pensaron que esos males no le suceden a los iletrados, ni a los malos cantantes ni a los que no saben
luchar, ni nadie presentó una tragedia acerca de alguien que es pobre. Al contrario, se ve que todas
las tragedias son sobre Atreo, Agamenón y Edipo, que poseían muchísimas riquezas en oro, plata,
tierra y ganado. Precisamente, sobre el más desafortunado de ellos dicen que nació un cordero de
oro. (21) También Támiris, que era experto en tocar la cítara y discutió con las mismas Musas en
relación con la armonía, fue cegado por eso y además desaprendió la citarística. Además en nada
ayudó a Palamedes descubrir las letras para salvarlo de sufrir injusticia a manos de los mismos
aqueos que habían sido instruidos por él y de ser condenado a muerte por lapidación. Pero mientras
eran iletrados e ignorantes de este conocimiento, le permitieron vivir. Sin embargo, cuando enseñó
las letras a los demás y a los atridas evidentemente primero, y además de las letras les mostró cómo
se debe encender antorchas y contar la multitud de gente, dado que antes no sabían tampoco contar
bien la aglomeración, como los pastores al ganado, tan pronto como llegaron a ser más sabios y
mejores lo mataron. (22) Pero -dijo-, si creen ustedes que los oradores son suficientes para
aconsejar y su técnica hace a los hombres mejores, me sorprende que no confiaran las decisiones
sobre los asuntos públicos a ellos en lugar de a ustedes, y por qué, si los consideran los más justos y
mejores, no les confiaran la administración de sus riquezas. Estarían haciendo lo mismo que si
admitieran a los remeros y marineros como pilotos y timoneles de los trirremes. (23) Y si alguno de
los políticos y oradores dijera contra esto que valiéndose de esta educación los atenienses, cuando
llegaron los persas con tantos miles dos veces seguidas contra la ciudad y el resto de Grecia -la
primera vez cuando el rey persa envió un ejército y generales, y luego cuando llegó Jerjes mismo
con toda la multitud de Asia-, los vencieron a todos ellos y en todos lados los superaron tanto en la
estrategia como en la lucha. ¿Y entonces cómo hubiesen podido superar a tanto armamento y
fuerzas si no eran superiores en virtud? ¿O cómo podrían ser superiores en virtud si no poseían una
excelente educación, sino una mediocre e inútil? (24) Al que dijera este tipo de cosas contestaba que
tampoco los otros llegaron habiendo recibido una educación ni sabiendo reflexionar sobre los
asuntos públicos, sino que se preocupaban por disparar los arcos, cabalgar y cazar, y les parecía lo
más vergonzoso tanto ejercitar el cuerpo como escupir visiblemente. Pero estas cosas no van a
100
ayudarlos en nada, de modo que no ninguno de ellos es general ni rey, sino que son incontables
miríadas de hombres de hombres todos insensatos y desgraciados. Pero hay uno único entre ellos
que tiene el derecho de llevar la tiara y estar sentado en el trono de oro, por el cual todos, como por
un demonio, eran arrastrados por la fuerza, unos al mar, otros bajando de las montañas, y golpeados,
temerosos, precipitados y temblorosos, son obligados a morir. (25) Entonces, como si lucharan dos
hombres que no supieran luchar, uno tiraría al otro algunas veces, no por su experiencia, sino por
mera suerte, y a menudo el mismo hombre tirará al otro dos veces seguidas, así también sucedió
cuando los persas atacaron a los atenienses, una vez vencieron los atenienses y otra los persas, como
después, cuando también abatieron los muros de la ciudad mientras guerreaban con los
laceemonios. (26) ¿Podrías decirme que entonces los atenienses se volvieron más incultos e
iletrados? Después de nuevo en tiempos de Conón, cuando vencieron en la batalla naval de Cnidos,
lucharon y cantaron mejor? Así, entonces, les mostraba que no recibían ninguna educación útil. [Y
esto no les ha pasado sólo a los atenienses, sino también prácticamente todos los hombres, tanto
antes como ahora.] (27) Además ser inculto y no saber lo que se debe sin tener ninguna preparación
para la vida e intentar vivir y actuar en asuntos importantes estando así, tampoco puede gustarles a
ellos mismos, porque critican a los ignorantes e incultos por no poder vivir rectamente, y son
ignorantes no los que no saben tejer o hacer zapatos ni los que no saben bailar, sino los que ignoran
lo que hay que saber para ser un hombre noble y bueno. (28) Así exhortaba a preocuparse y
prestarle atención, pues sabía que buscar y aspirar a ser alguien noble y bueno no es otra cosa que
filosofar. No obstante, no lo llamaba así a menudo, sino que lo denominaba solamente buscar cómo
ser hombres buenos.
101