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Accroca-Las Asperezas Del Hermano Francisco
Accroca-Las Asperezas Del Hermano Francisco
«De todos aquellos capítulos de la Regla que hablan de pecados mortales, con
la ayuda de Dios y el consejo de los hermanos, haremos uno solo de este género en
el capítulo de Pentecostés: Si alguno de los hermanos, por instigación del enemigo,
peca mortalmente, esté obligado, por obediencia, a recurrir a su guardián. Y ninguno
de los hermanos que sepa que ha pecado lo abochorne ni lo critique, sino tenga para
con él gran compasión y mantenga muy en secreto el pecado de su hermano, porque
no son los sanos los que necesitan del médico, sino los enfermos. Asimismo, los
hermanos están obligados, por obediencia, a remitirlo con un compañero a su
custodio. Y el custodio mismo provea con misericordia, como querría que se hiciera
con él en caso semejante. Y si el hermano cae en otro pecado, venial, confiéselo a un
hermano suyo sacerdote. Y, si no hay allí sacerdote, confiéselo a un hermano suyo,
hasta que tenga sacerdote que lo absuelva canónicamente, como está dicho. Y estos
hermanos no tengan en absoluto potestad de imponer ninguna otra penitencia de ésta:
Vete y no vuelvas a pecar» (CtaM 13-20).
«Te hablo, como mejor puedo, del caso de tu alma: todas las cosas que te
estorban para amar al Señor Dios y cualquiera que te ponga estorbo, se trate de
hermanos u otros, aunque lleguen a azotarte, debes considerarlo como gracia. Y
quiérelo así y no otra cosa. Y cúmplelo por verdadera obediencia al Señor Dios y a
mí, pues sé firmemente que ésta es verdadera obediencia. Y ama a los que esto te
hacen. Y no pretendas de ellos otra cosa, sino cuanto el Señor te dé. Y ámalos
precisamente en esto, y tú no exijas que sean mejores cristianos» (CtaM 2-8).
En otra ocasión aludí al hecho de que, para los compañeros que lo asistían,
sobre todo en los últimos años de vida, no siempre resultaba fácil convivir con la
santidad de Francisco, quien a menudo se expresaba con actitudes muy
imprevisibles.[8] Espero, en un próximo futuro, poder realizar, respecto de estas
asperezas, un análisis sistemático de los escritos y de las fuentes biográficas de
Francisco de Asís: por ahora, me parece importante destacar cómo el esmerado
estudio sobre los autógrafos de Francisco dirigido por Attilio Bartoli Langeli[9] no
sólo ha aportado elementos fuertemente innovadores respecto a la comprensión de la
carta escrita al hermano León, actualmente conservada en el duomo de Espoleto, sino
también que estos mismos elementos de novedad no hacen más que poner a la luz
otra «aspereza» de Francisco, desconocida hasta ahora, y una cierta impulsividad de
carácter.
Los resultados del trabajo de Bartoli Langeli, entre otras cosas, llevan a
corregir lo que, todavía recientemente, ha escrito Stanislao da Campagnola sobre la
capacidad de escribir de Francisco. Para este último, resulta evidente que «su (de
Francisco) escritura se presenta desmañada e insegura, lo mismo que su lengua no es
más que un italiano latinizado», por ello «es menester frenar toda manía excesiva
aunque sólo sea de promocionar a su autor, al menos respecto a la caligrafía y al
conocimiento de la lengua latina»:[10] en definitiva, Francisco aparece como
«persona poco habituada a escribir».[11] Para Bartoli Langeli, por el contrario, «su
(de Francisco) dificultad de escribir lo hacen capaz sin embargo de producir textos
de cierta complejidad y eficacia».[12] «La educación gráfica de Francisco confirma
... su condición de illiteratus, o sea la pertenencia al estrado cultural intermedio entre
el analfabetismo y el alfabetismo alto y pleno».[13] Bartoli Langeli reproduce cuatro
ejemplos[14] de escritura que él define como «minúscula común del área
apenina»:[15] me parece que la escritura de Francisco, en la carta espoletina,
presenta varios puntos de contacto con la usada en la carta de Fiastra, de 1150 ó
1151.[16] Todo esto hace todavía más lamentable el hecho de que, en su edición
crítica, Kajetan Esser haya intervenido para normalizar incluso la grafía de los
autógrafos.[17]
Pero vayamos al texto en cuestión, una pequeña cartita rectangular, que mide
13 cm. de alto y 6 cm. de ancho, de diecinueve líneas sumarias, salvada
afortunadamente después de varias peripecias.[18] Según la lectura de Esser, el texto
decía así (lo reproduzco enumerando cada línea, a fin de facilitar las sucesivas citas
internas):
Francisco, pues, como respuesta a las dudas de León, había redactado una
primera carta de tono más bien duro:
León, por tanto, no tenía ninguna razón para volver a Francisco, pues este
último le había dicho todo lo que tenía que decir. La carta, pues, acababa con el signo
acreditador -la Tau- que habitualmente Francisco (ateniéndonos al menos a las
afirmaciones de Celano y de Buenaventura)[33] ponía a pie de página en sus cartas.
Una vez más creo que Bartoli Langeli ha acertado: «Obsérvese bien la u inicial
de uenire en la última línea. El primer trazo es copiado con un asta más alta, cuyo
trazo excedente es objeto de un intento de raspadura. Para definir el límite superior
del primer trazo de la u Francisco añade a la izquierda un tracito horizontal de
refuerzo. Encima de aquella asta, una traviesa muy realzada y reforzada a los lados.
Es un poco pequeño, no es un plantado sobre un monte, está relegado en el margen
inferior, pero -al menos a mí- me parece una Tau».[34] Por tanto, Francisco, en esta
primera respuesta, daba a entender a León que no deseaba verlo. ¿Por qué? Las
últimas cuatro líneas pueden dar una luz preciosa sobre una relación que tal vez fue
más compleja de lo que se ha creído.
Creo que la clave del problema está en las palabras: si es necesario «para tu
alma o por otro consuelo tuyo». ¿Y si tal necesidad -de volver a Francisco hubiese
sido manifestada a menudo por parte de León? ¿Y si nos encontrásemos ante a un
lazo afectivo que León no lograba gestionar de manera plenamente equilibrada? ¿Si
también él, es decir, como sucederá después a Teresa de Lisieux y como narra la
misma santa, conseguía difícilmente dominar un afecto que buscaba continuamente
todas las ocasiones para volver a la persona amada?[38] Podría encontrar razón
suficiente, en este caso, la respuesta brusca de Francisco: una aspereza, por lo mismo,
de parte de Francisco, encaminada a favorecer el crecimiento de León, discípulo y
hermano. Mas siempre una aspereza, una intemperancia de carácter que no lograba
encontrar los términos adecuados para expresar el justo alejamiento de una necesidad
que podía manifestarse morbosa y excesiva: y que, tal vez, hubiese podido perjudicar
más que ayudar al amigo. De aquí también la mortificación interior de Francisco,
convencido quizá del alejamiento que había de tomar hacia los requerimientos de
León, pero poco convencido del modo en que había expresado el malestar. Por ello
el Santo reflexionó, tomó papel y pluma y corrigió la orientación, diluyendo la
aspereza de la primera respuesta y dejando abierta la puerta al amigo.
Las investigaciones acometidas sobre este breve texto nos han devuelto quizá
un fragmento de vida vivida del Asisiense, un momento de mortificación interior, en
el que Francisco debía hacer las cuentas también consigo mismo, aspecto este
demasiado tiempo olvidado por la historiografía. Pero ¿puede un santo hablar a los
hombres si éstos no advierten que también él ha estado conmovido por sus mismos
dramas, por sus mismas dudas y tormentos, antes de superarlos mediante una
adhesión libre y convencida, aunque sufrida, a Cristo y a su Cruz? ¿Si no advierten
que también ellos, hasta el último, ha debido tener en cuenta su humanidad? Por eso,
el redescubrimiento del hombre Francisco, en su concretez, en lo que ha trabajado la
historiografía de los últimos decenios, sobre todo, es un elemento indispensable
también para quien quiera confrontarse con la experiencia cristiana del Asisiense
movido por exigencias eminentemente espirituales.
NOTAS
[1] Cf. el capítulo: «Le durezze di Francesco d'Assisi», en Id., Tensioni
religiose agli inizi del Duecento. El primo francescanesimo in rapporto a tradizioni
eremitico-penitenziali, esperienze pauperistico-evangeliche, gruppi ereticali e
istituzioni ecclesiastiche, Torre Pellice 1984, 9-14, ahora reeditado en Id., Tra eremo
e città. Studi su Francesco d'Assisi e sul Francescanesimo medievale (Medioevo
Francescano-Sagi, 2), Santa María de los Ángeles, Asís 1991, 36-40.
[9] El estudio de A. Bartoli Langeli es, sin duda, ejemplar: «Gli scritti da
Francesco: l'autobiografia di un illetratus», en Frate Francesco d'Assisi. Atti del XXI
Convegno Internazionale. Assisi, 14-16 ottobre 1993, Espoleto 1994, 101-159. Este
artículo mío no tiene la mínima pretensión de ofrecer aportaciones nuevas para la
resolución de los problemas planteados por el texto: más modestamente, quiere en
primer lugar dar a conocer a un público «diverso» los resultados alcanzados por
Bartoli Langeli y por Giulia Ammannati, y por tanto proporcionar una propuesta
interpretativa de la relación Francisco/León, y, por consiguiente, de la aspereza
manifestada por Francisco.
[18] Para estas cuestiones, cf. A. Pratesi, «L'autografo di san Francesco nel
Duomo di Spoleto», en San Francesco e i francescani a Spoleto, Espoleto 1984, 17-
19; F. Bandini, «Un autografo di san Francesco. Le vicende e il ritorno a Spoleto
dell'importante documento», en San Francesco e i francescani a Spoleto, 27-28; A.
Bartoli Langeli, «Gli scritti da Francesco...», en Frate Francesco d'Assisi, Espoleto
1994, 110-113; en 105-107, ofrece una síntesis de la bibliografía sobre los autógrafos
del Santo.
[21] R. Manselli, por ejemplo, que usaba el texto editado por Esser, definía
la carta espoletina como «uno de sus -de Francisco- gestos de delicadeza de alma
más emotivos y exquisitos que nos revela la finura de que él era capaz» («San
Francisco en Espoleto», en Para mejor conocer a Francisco de Asís (Col. Hermano
Francisco, 33), Ed. Franciscana Aránzazu, Oñate 1997, 244).
[22] Para todos estos problemas de lectura del texto, puede consultarse el
esmerado análisis de A. Bartoli Langeli, «Gli scritti da Francesco...», en Frate
Francesco d'Assisi, Espoleto 1994, 139-148.
[23] Algunos habían dado ya una lectura correcta, como Giuseppe Gozza-
Luzzi, S. Minochi (cf. G. Ammannati, «La lettera autografa di Francesco d'Assisi a
Frate Leone», en Il linguaggio della biblioteca. Scritti in honore di Diego Maltese
raccolti da Mauro Guerrini, Ed. Regione Toscana, Florencia 1994, 76, notas 13 y
14) y J. Cambell (cf. A. Bartoli Langeli, «Gli scritti da Francesco...», en Frate
Francesco d'Assisi, Espoleto 1994, 141).
[33] 3 Cel 159; LM 4,9; LM Milagros 10,6; Lm 2,9; A. Bartoli Langeli, «Gli
scritti da Francesco...», enFrate Francesco d'Assisi, Espoleto 1994, 138.