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BRUMAL

Revista de Investigación sobre lo Fantástico


Research Journal on the Fantastic Vol. I, n.º 2 (otoño / autumn 2013), pp. 391-395, ISSN: 2014-7910

Rafael Llopis, Historia natural de los cuentos de miedo, Fuentetaja,


Madrid, 2013. ISBN: 978-84-95079-38-1

Para los que éramos jóvenes en por la crítica sesuda y seria. Entregarse a
los setenta releer la reciente reedición la lectura de Poe, Wells o Robert Crumb
de Historia natural de los cuentos de miedo era, sencillamente, perder el tiempo. Que
(1974) supone un ejercicio de justicia. Sin Llopis dedicara en 1974 un amplio y rigu-
la labor de su autor, Rafael Llopis, y de roso análisis a los cuentos de miedo o que
unos pocos críticos y traductores, espe- hubiera editado tres años antes los de Lo-
cialmente Francisco Torres Oliver y José vecraft en una editorial de prestigio como
Luis Guarner, nuestra educación literaria Alianza, confirmaba que podíamos man-
y sentimental hubiera sido otra. Algunos tener esos vicios literarios sin que estuvié-
pueden haberlo olvidado pero hay que ramos cometiendo un pecado intelectual.
recordar que cuando apareció este esplén- Ese mérito no se lo puede discutir nadie.
dido estudio, daba sus últimos coletazos La Historia natural de los cuentos de
la censura y que, por poner algunos ejem- miedo, en ese sentido, incitaba, e incita, a
plos, no podíamos leer en su integridad la lectura y a la relectura, cualidad que,
las obras de Antonio Machado o Blanco creo, distingue a la buena de la mala crí-
White, que académicamente se estaba rei- tica. En aquellos entonces, estuviéramos
vindicando La Regenta como una novela de acuerdo o no con sus análisis cercanos
central de nuestras letras o que, al fin, los a Freud y sus discípulos, teníamos claro
peninsulares estaban conociendo la obra que había que leer las obras de los autores
de los grandes narradores hispanoame- que él citaba. Así que Llopis nos lanzaba
ricanos que escribían en castellano y que a la búsqueda de los libros de los prácti-
todavía resultaban unos perfectos desco- camente desconocidos Charles Nodier,
nocidos. Una de las ventanas, que aireaba Jean Potocki, J. R. R. Tolkien, Matthew
aquel panorama sombrío y lo llenaba de Gregory Lewis, Ann Radcliffe, Walter de
aire, la abría Rafael Llopis. Sin su labor la Mare u Oliver Onions. También nos
hubiera sido difícil que conociéramos a hacía fijarnos en parcelas poco transita-
figuras como Sheridan Le Fanu, William das de la obra de Merimée, Maupassant
Beckford o a Montague R. James, máxime o Pardo Bazán. A unos y a otros dedicaba
cuando géneros como el terror, la ciencia certeros juicios que nos obligaban a ir a la
ficción, el tebeo o la novela policiaca eran caza de sus relatos. Nada mejor se puede
minusvaloradas (incluso marginados) decir de una obra de crítica literaria. Edi-

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Reseñas

toriales como Alianza Editorial, Bruguera, aclaraba los rasgos de la ciencia ficción
Martínez Roca, Minotauro o Valdemar se decimonónica y la diferenciaba de la del
encargaron de traducir muchos títulos XX, etc. Se podría afirmar que poco hemos
que él nombraba y analizaba. El catálogo avanzado teóricamente con respecto a las
de cuentos y novelas que proponía sigue propuestas de Caillois o Todorov, que él
siendo valido ya que, aunque el eje central hacía suyas y adaptaba a nuestro contexto
de su estudio gira en torno a la literatura cultural. Además, aunque el título sugiere
en inglés, no olvida ningún autor u obra que solo iba a historiar la evolución de los
destacable de las francesas o alemanas. En cuentos de miedo, su estudio se ampliaba
este sentido, Historia natural de los cuen- e incluía el de muchos géneros cercanos.
tos de miedo quiere ser un estudio global Sugería así, consciente o inconsciente-
y completo. Más aún, en los “Apéndices” mente, que los límites entre el terror, lo
del libro Llopis amplía su campo de estu- fantástico, la leyenda o la ciencia ficción
dio al cine, el tebeo, la música y el juego. son confusos y muchas veces se mezclan.
Cualquier campo artístico, en el que el Si bien su catálogo, así como mu-
sentimiento de miedo esté presente, llama chos de los conceptos que emplea y el con-
su atención y reclama su interés. Tal vez junto de su visión mantienen su validez,
esta parte del libro sea la menos interesan- su visión de la literatura española es bas-
te ya que, como no podía ser de otra ma- tante discutible. Aún subsistían, y Llopis
nera, las cuatro páginas que dedica al cine mantenía, algunos tópicos que, al menos,
o a la música nos parecen escasas. deben ser matizados. Para él nuestra cul-
Para realizar su recorrido por la tura había creado unas «condiciones des-
historia de los cuentos de miedo, Llopis favorables para el desarrollo del cuento
partía de unos esclarecedores presupues- de miedo en castellano, que han sido so-
tos teóricos. Sabía que, muchas veces, lo bre todo el realismo, la falta de humoris-
fantástico y el terror designan el mismo mo, la severa seriedad» (p. 250). Aunque
tipo de literatura y que estos conceptos la frase deja claro que en la Península hay
tienden a confundirse; establecía que, casi literatura en otras lenguas que pueden ha-
siempre, las sensaciones que provocan ber cultivado la fantasía, volvemos a leer
esas narraciones prefieren para florecer la que el conjunto de las letras castellanas es
brevedad y raras veces las provocan las realista, severo y falto de humor. La sim-
novelas; determinaba que el nacimiento plificación olvida, por ejemplo, gran parte
del género era deudor tanto de la Ilustra- de los cuentos medievales, la novela de
ción como del Romanticismo; que no exis- caballerías, El Lazarillo, El Quijote o Los
tía en culturas y en periodos históricos sueños. Si solo pensamos en el periodo que
donde triunfan las creencias y la credu- estudia y en autores conocidos, Llopis no
lidad; diferenciaba claramente los relatos tiene en cuenta la ironía de muchos cuen-
románticos de los deudores del Realismo; tos románticos, la desternillante risotada

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barroca de Ros de Olano, la guasa de Juan Wells. Entre los tripulantes aparecen per-
Valera o el humorismo cervantino de Gal- sonajes cercanos a los graciosos del teatro
dós. Llama la atención que su afirmación barroco y de la zarzuela. Su gracejo y ocu-
de la falta de humor en nuestras letras sea rrencias hacen más divertidas las aventu-
diametralmente opuesta a la de un autor ras pero, tal vez, impiden que el lector se
de hoy como José Mª Merino. Este piensa tome más en serio las increíbles peripe-
todo lo contrario: el humorismo de tantas cias. Por su parte, los galdosianos «Celín»,
narraciones decimonónicas es el que impi- «La novela en el tranvía» o « ¿Dónde está
de que aflore lo fantástico en esos cuentos. mi cabeza?» tampoco desprecian la gracia,
El tópico de lo castizo y realista, puesto en el chiste o la humorada. Así que los espa-
circulación por los críticos del 98, es solo ñoles del XIX también rieron lo suyo.
un tópico que elimina la complejidad del Por supuesto, también se estreme-
XIX español en el que conviven muchas cieron de miedo; por lo que es bastante
tendencias, tonos y personalidades. Poco discutible la declaración: «En el contexto
tiene que ver el realismo de Galdós con el sociocultural español descrito en capí-
de Valera, si es ese el sustantivo con el que tulos anteriores, el cuento de miedo no
unificamos ciertos aspectos de la narrati- podía florecer» (p. 83). Él mismo dedica
va de ambos novelistas. Es evidente que unas líneas a las leyendas de Bécquer o a
en España y en siglo XIX se escribieron «La mujer alta» de Alarcón, que cuestio-
grandes novelas realistas, pero, como en narían esa aseveración tan habitual. Si lo
Europa, también se crearon relatos de lite- que quiere subrayar es que pocos relatos
ratura fantástica. Además de Espronceda, han pasado al canon de nuestras letras,
Bécquer, Núñez de Arce, Alarcón o Pardo nadie puede estar en desacuerdo; si lo que
Bazán, que son los nombres que más cita desea recalcar es que el Romanticismo
en relación al terror y que parece estimar español no tiene un Poe o un Hoffmann,
Llopis, existe una larga nómina de auto- todos estamos conformes; si lo que subya-
res que se sintieron atraídos por el amplio ce es que nuestro contexto cultural no era
terreno de la fantasía. Tal vez habría que el adecuado para producir una industria
afirmar lo contrario: es raro el artista deci- editorial tan desarrollada como la inglesa
monónico que no entregara a sus lectores o francesa, nadie se lo va a discutir… Sin
algún relato de terror, maravilloso, onírico embargo, hay que discrepar si lo que ma-
o cercano a la ciencia ficción. En muchos nifiesta es que la narrativa española, con
de ellos, por supuesto, está presente el hu- sus rasgos peculiares, no tuvo la misma
mor. Pensemos, por citar algún ejemplo, evolución que el resto de las europeas.
en El Anacronópete, la novela donde Enri- En todo caso es comprensible su
que Gaspar nos hace viajar en una máqui- opinión cuando muchos narradores ha-
na del tiempo ocho años antes que H. G. bían desaparecido de las historias litera-

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rias y sus obras en los años sesenta y se- 323). Así que no es raro que el terror se
tenta estaban descatalogadas. Por suerte, mezcle, por ejemplo, con la ciencia ficción
en las dos últimas décadas diversos estu- y los límites de los géneros comiencen a
dios y, sobre todo, algunas antologías han hacerse difusos. Además, de esta posible
rescatado los relatos de literatura fantás- confusión, destaca el manierismo deriva-
tica de Fernández Bremón, Carlos Coello, do del agotamiento de ciertos asuntos (los
Nilo Mª Fabra, Enrique Gaspar, Giné y vampiros, los muertos vivientes o los fan-
Partagás, Ros de Olano, José de Selgas o tasmas) y una mirada irónica y descreída
Luis Valera. Además, se ha subrayado que presente en muchos títulos.
también los hay de Alarcón, Blasco Ibáñez, Como no podía ser de otra manera
Galdós, Clarín, Pardo Bazán o Juan Valera. por cantidad y calidad, el estudio gira en
Estos narradores crearon leyendas de cor- torno a obras escritas en inglés pero esto
te romántico, relatos alegóricos, cuentos no es motivo para que no se dediquen ati-
fantásticos o de miedo que se adaptan a nadas páginas a la literatura fantástica en
las reglas de la verosimilitud realista, fan- castellano. Nada falta aquí: lo neofantásti-
tásticos explicados, de ciencia ficción, gro- co, el realismo mágico hispanoamericano,
tescos, maravillosos… En pocas palabras, las últimas promociones españolas o los
nuestro siglo XIX posee ejemplos en cual- antecedentes de postguerra. Aunque, qui-
quier ámbito de la literatura fantástica. zá, se echa en falta una crítica de los tér-
La nueva edición de Historia natu- minos con los que hemos acabado desig-
ral de los cuentos de miedo resulta aún más nando la narrativa hispanoamericana, el
interesante y útil que la original porque repaso a las obras más cercanas al terror,
se ha ampliado con unos “Nuevos apén- la cita de las antologías más celebradas y
dices” de José Luis Fernández Arellano el análisis de los autores más destacados
que continúa la senda emprendida por convierten a la contribución de Fernández
Llopis. En estas nuevas sesenta y tres pá- Arellano en lectura imprescindible para
ginas, Fernández Arellano nos da amplia los estudiosos y aficionados al género.
información sobre la evolución de la lite- Si antes destaqué los nombres de varios
ratura de terror en los últimos cuarenta autores (Fernández Bremón, Ros de Ola-
años. Ninguno de los títulos, autores o no, José de Selgas, Luis Valera, Alarcón,
corrientes del género importantes deja de Blasco Ibáñez , Galdós o Pardo Bazán)
ser citado y analizado. Además constata como antídoto para desterrar el tópico de
que en «la literatura fantástica en general, nuestra incapacidad para crear literatura
en el mundo del terror anglo-americano, fantástica en el XIX, la lectura de algunas
como en toda manifestación artística pos- antologías que cita, caso de Perturbaciones
moderna, reina la hibridación de estilos, o de La realidad oculta, nos recuerda «con
de estilos, de motivos, de influencias» (p. buen criterio que lo fantástico, aunque mi-

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noritario, no es estrictamente marginal en


España» (p. 336).

Juan Molina Porras


IES Murillo de Sevilla
jumolina@gmail.com

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