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¿A dónde vas, cariño?

Alejandro Vesga

Ya no sé que puedo hacer. Terminaré por volverme loco, o quizás ya lo estoy. Ya van 3
meses, pero se han sentido como un año.
Empezó al estar explorando las nenas que me ofrecía el sitio de citas por internet, ¿cierto?
Y me topé con una… ¿Qué? Ah, sí, tengo novia, pero, pues, esto lo hacemos todos los hombres,
¿no? Disfrutar un poco de la cacería. Bueno, como te estaba contando, en el sitio di con una
nenota deliciosa. Voluptuosa, alta, sensual, cabello negro sedoso, estaba que ni mandada a hacer.
O al menos eso es lo que decían las fotos. Empezamos a charlar por ahí, por la página, le estaba
cayendo con piropos y tratando de conocerla mejor. Y la nena como que correspondía, se
mostraba juguetona y toda la cosa. Y así estuvimos charlando unos días y la conversación subía
de nivel, se ponía un poco más atrevida, más de tono sexual. Que cuál es tu posición favorita,
que si te gusta esto, si lo otro. Entonces yo creía que iba ganando punticos con esta vieja, y al
rato ella me dijo que si nos veíamos para tomarnos un helado. Y claro, yo pensé, uy qué miedo,
quién sabe si esta niña si será de verdad, será un engaño, voy y me terminan matando, robando,
quién sabe. Pero la verdad es que estaba muy buena y charlábamos muy rico, entonces me
arriesgué.
Nos encontramos en la plaza de comidas del centro comercial, y al principio me dije que
había valido la pena el riesgo, porque las fotos que ella había puesto en la página no le hacían
justicia. Era de una hermosura incomparable, una sonrisa que enamoraba, su mirada te
atravesaba de lado a lado, una figura exquisita. No, apenas podía creer que una mujer así me
prestara cinco minutos de su tiempo, mucho menos que quisiera salir conmigo. Ahora es obvio
que todo era una trampa, pero espera te termino de contar la historia.
Bueno, la invité a un helado, charlamos un rato, luego fuimos a caminar por el centro, todo
iba a pedir de boca. Ya entrada la noche salimos al parque, nos tomamos de la mano, nos
besamos. Y para qué te aburro con todos los detalles, el hecho es que terminamos en la
habitación de un motel.
Todo iba bien, estábamos en la cama, acariciándonos y toda la cosa, tú sabes. Entonces ella
me dijo que iba al baño a cambiarse, que me pusiera cómodo. Yo me dije, uy, aquí fue. Me
quedé en boxers y dejé las luces prendidas. ¡Ni modo que me fuera a perder a semejante
bombón! Y claro, cuando salió casi me da un infarto, estaba como Dios la trajo al mundo.
Bueno, estábamos a punto de… sí, tu sabes, y muy rica la cosa, cuando el bombillo de la
habitación comenzó a parpadear. Yo me dije, ve, será que se va a fundir, y me preguntaba si
valdría la pena llamar a recepción por eso. Me detuve un momento viendo el bombillo, cómo
menguaba y volvía a la vida, se apagaba varias veces. Mientras tanto ella me besaba el cuello y
me acariciaba el pecho como si nada estuviera pasando. El bombillo se apagó súbitamente, con
un ruidoso ¡pop!, como si realmente se hubiera fundido. Permaneció así como unos diez
segundos, y luego se prendió levemente, apenas si iluminaba la habitación.
Entonces me volteé a mirarla a ella, y de la sorpresa di un salto hacia atrás, casi golpeando
mi cabeza contra el muro. La sensual mujer que hasta hace un momento estaba junto a mi había
sido reemplazada por un engendro, una bestia, una bruja, yo no sé. La piel tersa y juvenil, ahora
parecía seca, lívida, se cuarteaba como la arcilla al sol, mostrando grietas por todas partes. El
cabello había pasado de un sedoso negro a un tono pajizo, enmarañado y sucio. Los dientes,
afilados colmillos amarillos. Los ojos, maldita sea, esos ojos infernales, eran completamente
rojos, en constante movimiento. Eran como dos charcos de sangre, arremolinándose y pulsando
grotescamente.
De un salto me paré de la cama, asustado me agarraba de la pared. La criatura sobre la
cama conservaba la figura voluptuosa que me había seducido, pero ahora tenía una textura y
color enfermizos. Me miraba con sus ojos sin pupilas mientras mi corazón saltaba en mi pecho.
Como pude agarré mi ropa que estaba en el suelo y fui a abrir la puerta. Pero antes, la criatura
habló. Su voz era como un chirrido, como bisagras oxidadas. “¿A dónde vas, cariño? Apenas si
hemos empezado.”
Me volteé y la vi abrir su boca en una mueca, y de allí surgía una risa malvada. Y con cada
carcajada, su boca se abría más y más, como si se fuera a dislocar su quijada, los tendones
estirándose casi hasta el punto de reventarse. Y la risa se convirtió en un grito, un grito sin pausa,
que helaba la sangre. No sé ni cómo me compuse para agarrar la manija, abrir la puerta y salir
corriendo de allí.

No, oiga, yo no he vuelto por allá, no quiero saber si encontraron algo en la habitación, ni
me he vuelto a acercar. Pero eso no es lo peor, lo peor es que parece que ahora estoy maldito. Me
di cuenta a la mañana siguiente, al mirar a mi novia. Ahora, al ver a cualquier mujer que me
atraiga, así sea un poquito, se empiezan a convertir. La piel se torna blanca y se agrieta, los ojos
se llenan de sangre, el cabello se resquebraja, se seca, de las raíces a las puntas. Ya no puedo ni
ver la televisión, ni internet, ni prensa o revistas. Apenas veo una vieja medio buena o bonita, así
sea en papel, al momentico empieza la transformación. Por eso te dije que nos encontráramos
aquí, a la azotea no viene nadie. Me da un descanso de constantemente estar evitando mirar a la
gente.
¿Ah? No, de hecho, la imagen se va si yo volteo la mirada, o si cierro los ojos. Al abrirlos,
todo ha vuelto a la normalidad, pero pasado un momento las alucinaciones, o la maldición, o lo
que sea que es esto, vuelven a formarse. Y el grito. Si me quedo viendo las criaturas el tiempo
suficiente, empiezan a gritar. Un grito que nadie más puede escuchar, un grito que ensordece, un
grito que acusa.
Bueno, entonces, ¿qué me dices? ¿Lo harás? Tú eres el experto, es la única opción que me
queda. Me dijiste, con una cirugía y quedaré ciego para siempre…

***

Informe de postoperatorio
El paciente había ingresado para una resección del nervio óptico por un gliosarcoma
avanzado, con alto riesgo de metástasis. El nervio fue removido y el paciente se recuperaba sin
complicaciones aparentes. Al tercer día de cuidado postoperatorio, el paciente se despertó
agitado, gritando y tratando de remover sus vendajes. Fue necesario sedarlo y sujetar sus
extremidades a la cama. Ya se solicitó la interconsulta de Psiquiatría. La enfermera de turno
relató lo que el paciente estaba gritando:
“¡No, por favor, no! ¡Alguien que la detenga! ¡Está aquí conmigo, cállenla por favor! ¡No
puedo cerrar los ojos!”

Medellín, 2017

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