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Jacques Derrida
Entrevistado por Jean-Luc Nancy**. Versión castellana de Virginia
Gallo y Noelia Billi. Revisada por Mónica Cragnolini., en Confines,
n.º 17, Buenos Aires, diciembre de 2005. Edición digital de Derrida
en castellano.
Texto en francés
Pero aún los discursos más preocupados por el otro han tenido
muy poco en cuenta a ese otro de nosotros que es el animal.
Animal que nos coloca en el límite abisal entre lo humano y lo
inhumano, y nos cuestiona en lo “propio” de aquello que creemos
ser en tanto “hombres”. Porque el problema no es saber si el
animal tiene o no logos: la cuestión decisiva (lo dirá Derrida en
“L’animal que donc je sois”, en L’animal autobiographique) es
saber si “puede sufrir”.
J. D.: –Si. Pero dos cosas. El desarrollo muy sumario que acabo de
arriesgar responde rápidamente a aquello que puede tener de
sumario, justamente, esta doxa, que no se toma el trabajo de
analizar de cerca, de forma diferencial, las estrategias
diferenciadas de todos estos tratamientos del “sujeto”.
Hubiéramos podido tomar ejemplos más próximos a nosotros,
pero dejemos esto. El efecto dóxico consiste en decir: todos estos
filósofos creen haber puesto al sujeto detrás de ellos...
J.-L. N.: —Para mí, “quien” designa un lugar, este lugar “del
sujeto” que se manifiesta justamente por su misma
deconstrucción. ¿Cuál es el lugar que el Dasein, por ejemplo,
viene a ocupar?
J.-L. N.: —No veo bien cómo conservar este nombre sin enormes
malentendidos. Pero en lugar del “sujeto”, hay algo así como un
lugar, un punto de paso singular. Es como el escritor para
Blanchot: lugar de paso, de emisión de una voz que capta el
“murmullo” y se separa de él, pero que no es un “autor” en
sentido clásico. Tal lugar, ¿cómo nombrarlo? La pregunta
“¿quién?” parece conservar algo del sujeto, tal vez...
J. D.: —Si.
J. D.: –No he dicho “no hay problemática del sujeto”, sino: “ella no
se deja reducir a la homogeneidad”. Esto no debe prohibir, al
contrario, buscar definir –siempre que tengamos en cuenta las
diferencias– ciertas analogías o recursos comunes. Por ejemplo, el
punto de partida en una estructura de relación a sí como tal y de
reapropiación me parece común tanto al idealismo trascendental,
como al idealismo especulativo en tanto pensamiento de la
subjetividad absoluta, como a la analítica existenciaria que
propone la deconstrucción. Ser y Tiempo involucra, cuanto menos,
las posibilidades más propias del Dasein en su Eigentlichkeit
[propiedad], sea cual fuere la singularidad de esta “propiación”
que no es, en efecto, una subjetivación. Además, el punto de
partida de la analítica existenciaria en el Dasein no sólo privilegia
la relación a sí, sino también el poder de preguntar. Ahora bien, yo
he intentado mostrar (De l’esprit, p. 147, n. 1, sq, traducción
castellana p. 151, n. 10) lo que esto supone y lo que puede pasarse
por alto, en el mismo Heidegger, cuando tal privilegio de la
pregunta se complica o se desplaza. En aras de la rapidez, yo diría
que es en la relación al “sí” (oui) o a la Zusage presupuestas por
toda pregunta, que habría que buscar una nueva determinación
(post-deconstructiva) de la responsabilidad del “sujeto”. Pero aun
me parece que sería preferible, una vez abierto tal camino, olvidar
un poco la palabra. No tanto olvidarla, es inolvidable, sino más
bien ordenarla, sujetarla a las leyes de un contexto que ella ya no
domine desde el centro. Dicho de otro modo, no decirla más sino
más bien escribirla, escribir “sobre” ella, como sobre el “subjectil”
por ejemplo.[iii]