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TEORÌA DEL DELITO.

Elementos de la Teoría del Delito.

1.La Conducta como base del delito. ​Pierina Llontop Ruíz

Según Villa, J. (2008). “El Derecho Penal nace de la


conducta humana, que pretende regular, seleccionando
de un universo indeterminado un número preciso de
conductas, previstas como tipos penales en la parte
especial del catálogo penal, que el legislador las
considera relevantes desde el punto de vista
jurídico-penal, por transgredir normas protectoras de
determinados bienes, o para prevenir al daño social que
determinada racionalidad político-criminal ha decidido
tutelar.

Para el autor la conducta humana ha dado inicio a


medidas de orden social: las mismas que se rigen por bases de convivencia que al no ser
respetadas conlleva a que dicha conducta sea sancionada de manera que aquel que regule el o
las normas de convivencia y orden social aplique las medidas con el fin de la protección de los
demás y de la convivencia entre los sujetos de determinado territorio (Estado).

Manifiesta Zaffaroni, E. (1998). “El Derecho no pretende otra cosa que ser un orden regulador de
conducta. Para ello tiene que respetar el “ser” de la conducta. El “ser” de la conducta es lo que
llamamos “estructura óntica” y el concepto que se tiene de este “ser” y que se adecua a él es el
ontológico (onto, ente, óntico, lo que pertenece al ente, ontológico). Dicho en breves palabras el
concepto óntico-ontológico de conducta, es el concepto cotidiano y corriente que tenemos de la
conducta.

Villa, J. (2008). Nos dice Muñoz Conde que “De la concepción de Derecho Penal como Derecho
Penal de acto se deduce que no pueden constituir nunca delito ni el pensamiento, ni las ideas, ni
siquiera la resolución de delinquir, en tanto no se traduzca en actos externos”

Para Villa, J. (2008). Rodríguez Mounello nos dice que “La característica esencial del delito
“acción” (en sentido lato, equivale a conducta humana) encuentra su correlato en las categorías
legales de “acción” (en sentidos estrictos, equivale a actuar positivo) y de omisión (dejar de hacer
algo esperado) que son las dos formas que pueden presentarse el comportamiento humano”

Según el autor las expresiones subjetivas de la conducta humana al ser expresadas ya sea por
acción (Delitos) u omisión (Socorrer) de un hecho que se contraria a las reglas de conductas
tipificadas en un ordenamiento jurídico de un estado; acarrea una sanción la misma que buscara
que aquel comportamiento sea condenado.
Según Bramont-Arias, L. (1998). “El comportamiento humano es una manifestación del individuo,
por lo que, no necesariamente tiene que presentarse de una forma positiva -exteriorizarse- sino
que, puede darse en forma negativa - dejar de hacer algo.”

La conducta humana sebe ser exteriorizada de manera que esta no vaya en contra de las reglas
de juego o de conducta de un determinado territorio regulado por un ordenamiento jurídico legal;
este autor manifiesta que de ser esta conducta contraria a las reglas de conducta esta debe ser
perseguida y sancionada a fin de regular que esta vuelva a hacerlo.

1.1. Acción.

Para Cerezo Mir (2006). “La acción, para V. Liszt, consiste en una modificación causal del mundo
exterior, perceptible por los sentidos y producida por una manifestación de voluntad, es decir por
la realización u omisión voluntario de un movimiento corporal”.
La exteriorización de la conducta; es decir la acción
de un sujeto o varios y que causen la alteración del
orden social regulados por el legislador por medio del
ordenamiento jurídico acarreara que esta acción
(manifestación de la voluntad) sea perseguida por el
legislador en respeto a los derechos y cumplimiento
del ordenamiento jurídico legal.

Villavicencio, F. (2008). La acción cumple una


función de base sustancial donde se pueden asentar
las categorías del delito. La acción es la base sobre
la cual descansa el concepto del delito. Esta función
es también conocida como función positiva, función clasificatoria, elemento fundante o concepto
abarcativo.
Además, la acción, es la base de todas las modalidades típicas. A partir de ellas, el legislador
decide prohibir algunas, de esta manera utiliza diversas estructuras típicas para individualizar
conductas (tipos de comisión y omisión, dolosos e imprudentes).

Como afirman los profesores Choclán y Calderón (2001). “La acción debe configurarse como
elemento básico del Derecho Penal, capaz de comprender todas las formas de manifestarse de
la conducta punible, esto es, que comprenda tanto los hechos dolosos como los imprudentes, los
delitos de comisión y omisión. Según Jescheck”

El derecho penal, es el derecho de sanción a la conducta humana; la misma que debe ser
regulada por el órgano jurisdiccional de justicia; partiendo de que el derecho penal es aquel que
regula la conducta humana este debe estudiar el o los alcances que este tiene y las daños que
las personas podrían tener con esta conducta a fin de que en el posible hecho que se vulneren
derechos fundamentales como el de la integridad física, daño morales, el abandono de personas
en peligro u otras acciones u omisiones se encuentre tutela jurisdiccional efectiva y se asegure el
completo respeto de los derechos de los demás son la sanción de aquella conducta que vaya en
contra de las normas.

Según Bramont–Arias, L. (1998). “La acción, desde el punto de vista penal, es aquella que se
manifiesta por un actuar que produce cambio o alteración en la realidad, el que, está destinado a
la afectación de un bien jurídico penalmente protegido”.
La acción vista desde el punto jurídico legal del derecho penal es toda conducta contraria a las
buenas costumbres y normas; las mismas que son perseguidas y punibles por el derecho penal
en control de una convivencia pacífica y ordenada en respeto a los derechos de las demás
personas.

1.2. Ausencia de la acción.

Bramont-Arias, L. (1998) considera ausencia de acción cuando:

Fuerza Física Irresistible.

La fuerza física irresistible esta legislada en nuestro Código Penal en el inc. 2 del art. 34: “El que
obrare violentando por la fuerza física irresistible”. Tradicionalmente se le suele denominar en
doctrina como vis absoluta.

Por fuerza física irresistible deben entenderse aquellos


supuestos en que opera sobre el hombre una fuerza de tal
entidad que le hace intervenir como una mera masa mecánica.

Puede prevenir de la naturaleza o de un tercero, lo importante


es que, produce que una persona actúe sin capacidad o de un
tercero, lo importante es que, produce que una persona actué
sin capacidad de control. Esta fuerza física irresistible debe
ser absoluta, es decir, el sujeto no debe tener la posibilidad de
actuar de otra forma.
Según Villavicencio, F. (2008). “Fuerza Física externa es aquel estimulo externo, extraño al
agente, que le genera un movimiento involuntario. Con respecto al origen de la fuerza irresistible
ésta debe de provenir del exterior, a sea de una conducta humana o de una fuerza de la
naturaleza.

Movimientos reflejos.

Nos dice Villavicencio, F. (2008). Los movimientos reflejos no están controlados por la voluntad.
“El estímulo del mundo exterior es percibido por los centros sensores que lo transmiten, sin
intervención de la voluntad, directamente a los centro motores”.
No constituyen acción ya que dichos movimientos no son controlados –o producidos- por la
voluntad de la persona.

Estados de inconsciencia.

Villavicencio, F. (2008). La inconsciencia excluye la acción. En este


supuesto, se presenta una total ausencia de funciones mentales
superiores del hombre. No hay presencia de conciencia, su ausencia
es plena. Los supuestos que se suelen considerar son: sueño,
hipnotismo, epilepsia, ebriedad alcohólica absoluta, sueños
profundos producidos por narcóticos, etc.

Son etapas en que los actos que realiza el sujeto no dependen de la


voluntad del mismo.

Zaffaroni, E. (1998). “Cuando hay inconsciencia no hay voluntad y,


por ende, no hay conducta. La inconsciencia está expresamente
prevista en el inc. 1° del art. 34 del Código Penal”.
La falta de discernimiento en la realización de hechos perseguibles
por el ordenamiento jurídico legal de un estado constitucional democrático de derecho; ha
considerado que aquella persona que no está en un completo desarrollo de sus facultades sea
de cierta forma perdonado por su deficiencia.

1.3. Omisión​.
Jiménez de Asúa, L. (2003). “Propiamente la omisión, puesto que corresponde a una norma
imperativa, es el no hacer un movimiento corporal esperado que debía producir un cambio en el
mundo exterior, que por la inacción quedó inerte”.

La conducta humana; es decir la realización de la acción es toda aquella en la cual se desarrolla


el hombre; lo que el ordenamiento jurídico busca es que esta conducta no vulnere el normal
desarrollo de aquellos que respetan las normas para la convivencia pacífica.

La conducta refleja es aquella en donde sin tener la intención de dañar a alguien por instinto
actuamos en busca de no ser lastimado; indirectamente podemos lastimar a alguien sin tener la
intención de querer hacerlo; esto es siempre que se vea en peligro nuestra integridad física o
alguien de nuestro entorno que en un afán de querer cuidarlo actuamos inconscientemente de
las consecuencias que esta acción pueda traer.
2.Tipicidad:​​
Janira Santisteban Gonzáles

Se denomina tipicidad al encuadramiento de la conducta humana al tipo penal (el tipo). Así
cuando la ley describe el homicidio diciendo "el que matare a otro", la conducta típica está dada
por el hecho concreto de matar a otro.

Villa, J. (1998) define a la tipicidad como “la


adecuación de un hecho cometido a la descripción
que de ese hecho se hace en la ley penal”.

El comportamiento humano, para resultar delictivo


tiene que reunir los caracteres descritos en algún o
algunos de los supuestos paradigmáticos
contenidos en el catálogo de delitos y penas. A
estos supuestos se les conoce como tipos penales
y la adecuación de la conducta humana concreta a
dichos tipos, se les llama tipicidad.

Según Jiménez de Asúa, L. (2003): “El tipo legal es la abstracción concreta que ha trazado el
legislador, descartando los detalles innecesarios para la definición del hecho que se cataloga en
la ley como el delito”.

Así mismo, Zaffaroni, E. (1998) define al tipo penal como “un instrumento legal, lógicamente
necesario y de naturaleza predominantemente descriptivos, que tiene por función la
individualización de conductas humanas penalmente relevantes (por estar penalmente
prohibidas)”.

La tipicidad cumple un rol prevalente al recogerse en los tipos las formas por medio de las cuales
el sujeto se vincula, lo hace en la totalidad de su contenido: social, psíquico y físico.

Luego, el tipo legal no sólo describe acciones u omisiones, sino que es la descripción de un
ámbito situacional determinado y la tipicidad, consecuentemente, es la configuración de la
realidad de esa descripción, lo que implica un proceso de subsunción del complejo real en la
descripción abstracta y general del tipo legal.

Algo resaltante es que no debe confundirse el tipo con la tipicidad. Zaffaroni, E. (1998) menciona
que “el tipo es la fórmula que pertenece a la ley, en tanto que la tipicidad pertenece a la
conducta. La tipicidad es la característica que tiene una conducta en razón de estar adecuada a
un tipo penal, es decir, individualizada como prohibida por un tipo penal”.

Siendo que una conducta para resultar relevante de cara al Derecho Penal, debe estar contenido
como tipo en el catálogo. Villa, J. (1998) dice que “el tipo desempeña una función garantista ya
que sólo las conductas que se adecuen a él, son las que presumiblemente serán sancionadas
penalmente”.

En suma, cada tipo penal del catálogo nos describe una hipótesis compleja de situación: En el
homicidio se mata a otro, en el parricidio se requiere de una preexistente relación paterno – filial;
en el tipo patrimonial la cosa ajena, en la estafa el montaje escénico, etc.

De todo lo dicho, se desprende que el tipo tiene diversa estructura y composición pues es
compleja la situación que representa, como veremos a continuación.

2.1. FUNCIONES DEL TIPO PENAL

​2.1.1. FUNCIÓN DE GARANTÍA.

Se deriva del principio de reserva, nullum crimen sine lege, contenida en el art. II del Título
Preliminar de nuestro Código penal.

Peña, R. (1997) nos dice que “el tipo, aunque fórmula abstracta, genera
con esta función consecuencias prácticas importantes para la convivencia
puesto que informa de antemano qué acciones se descartan y cuáles se
someten al examen de la normas penales”.

Mientras que Villa, J. (1998) menciona que “el ciudadano sabe a qué
atenerse pues sabe qué es lo que la ley obliga y qué prohíbe en vista que
el tipo legal obedece al pensamiento de determinación o por lo menos de
determinabilidad precisa de la descripción del ámbito situacional a que se
refiere la norma”.

La descripción prohibitiva de “no matar” (art. 106 C.P.) cumple la función de informar al individuo,
así como al juzgador, que esta forma de conducta está prohibida. Consecuentemente esta idea
conduce a exigir al legislador a una especificación de la materia de prohibición; de tal
intervención punitiva, en lo posible queden relegadas de todo proceso de subsunción.

​ 2.1.2. FUNCIÓN INDICIARIA

Peña R (1997) explica que “esta función nos percata que


establecido el juicio de desvalor de tipicidad, el mismo no
predica su antijuridicidad”.

Mientras que Villa, J. (1998)) nos dice que “la realización del
tipo nos anticipa la probabilidad de que la conducta sea
antijurídica. En terminología tradicional se dice del tipo, que
crea un indicio, una presunción siempre refutable acerca de la antijuricidad”.

La determinación de la antijuricidad obedece a otro complejo desvalorativo subsiguiente cuyo


presupuesto es la lesión o puesta en peligro del bien jurídico. A lo más, la tipicidad nos informa
un indicio, comportándose como la ratio cognoscendi de la antijuricidad al no poderse agotar la
valoración del injusto requiere para su constitución de una valoración sustancial, atributo
perteneciente sólo al ordenamiento jurídico.

​2.1.3.- FUNCIÓN MOTIVADORA

Villa, J. (1998) afirma que “el catálogo de tipos informa al ciudadano lo que son conductas
obligadas y la que son prohibidas, a partir de la estimación
de los bienes jurídicos, con lo que se previenen los conflictos
sociales en que consisten los quebrantos de las normas”.

Es evidente que los tipos, al contener la materia de la


prohibición, orienten a los individuos a la conducción de su
comportamiento por un determinado sentido; así, las
prohibiciones de robar, de lesionar, etc., son ejemplos claros
de esta función.

Peña, R. (1997) menciona que “el tipo legal a través de la


norma tiene, pues, una función motivadora, que es esencial para la inteligibilidad y para la
legitimación del Derecho penal (pues de otro modo sería el ejercicio de la pura fuerza o coacción
del Estado)”.

3. Antijuridicidad​.​​Ana Selene Vargas Ramírez

Según Zaffaroni, E. (1986). Debemos tener presente que la antijuricidad no surge del derecho
penal, sino de todo el orden jurídico, porque la antinormatividad
puede ser neutralizada por un permiso que puede ser
neutralizada por un permiso que puede provenir de cualquier
parte neutralizada por un permiso que puede provenir de
cualquier parte del derecho: así, si alguien lleva su automóvil a
reparar a un taller mecánico y no paga la reparación, el dueño
del taller puede retener el automóvil, realizado una conducta
que es típica del art. 173 inc. 2 del CP., pero que no es
antijurídica porque está amparada por un precepto permisivo
que no proviene del derecho penal sino del derecho privado.
La antijuridicidad, es pues, el choque de la conducta con el orden jurídico, entendido no sólo
como un orden jurídico, entendido no sólo como un orden normativo(anti normatividad), sino
como un orden normativo y de preceptos permisivos.

El método según el cual se comprueba la presencia de la antijuricidad consiste en la constatación


de que la conducta típica (anti normativa) no está permitida por ninguna causa de justificación
(precepto permisivo) en ninguna parte del orden jurídico (no sólo en el derecho penal, sino
tampoco en el civil, comercial, administrativo, laboral, etc.).

Para Quintero, G. (2007). La antijuridicidad como característica esencial del delito encuentra su
razón de ser en algo que al principio, cuando tratábamos de los aspectos principales del
problema penal, ya se planteaba: las normas penales no son ni pueden ser meras coacciones
impuestas bajo la amenaza de un castigo, a pesar de que no han faltado juristas que así lo han
entendido. Pero, si se adopta una postura inversa, esencialmente de rechazo de formalismo
jurídico que contemple la dimensión política y humana del derecho penal, se comprenderá que la
antijuridicidad es bastante más que eso y que el exigirla supone someter al derecho penal
positivo al estricto cumplimiento de los fines que le son propios y con los límites que impone la
política criminal.

Las leyes penales, los tipos delictivos, no son pues creaciones arbitrarias, o no deben serlo, sino
que han llegado a la positivización merced a que la sociedad, a través de su modo democrático
de expresarse, ha querido proteger ciertos objetivos, valores o intereses, que conocemos como
bienes jurídicos frente a determinados ataques que por su gravedad se entienden
mayoritariamente intolerables. Para ellos se recurre al ordenamiento jurídico, y, dentro de este, al
derecho penal, creando los correspondientes tipos de delitos.

Claro está que el derecho ha de procurar no albergar en su seno contradicciones entre leyes
punitivas y leyes permisivas, por una parte, y por otra, no puede ser contradictorio con las
finalidades que se le han asignado. Esta plural dimensión del problema ha conducido
tradicionalmente a formular en el ámbito de las definiciones de la antijuridicidad, la distinción
entre la antijuridicidad formal y la antijuridicidad material.

Antes de entrar a esa doble conceptualización de la antijuridicidad es conveniente detenerse en


un problema que está íntimamente ligado al significado de las normas penales para los
ciudadanos y en la sociedad, pues de ello depende en cierta medida el sentido que quepa dar la
antijuridicidad y a la culpabilidad.

De acuerdo a los autores Muñoz, F. y García, M. (2007). Una vez afirmada la tipicidad del caso
real concreto, es decir, una vez comprobado que el caso es subsumible en el supuesto de hecho
del tipo de delito previsto en la norma penal, el siguiente paso, en orden a la averiguación de si
ese caso puede engendrar la responsabilidad penal, es la determinación de la antijuridicidad, es
decir, la constatación de que el hecho producido es contrario a derecho, injusto o ilícito.
El término antijuridicidad expresa la contradicción entre la acción realizada y las exigencias del
ordenamiento jurídico a diferencia de lo que sucede con otras categorías de la teoría del delito, la
antijuridicidad no es un concepto específico del derecho penal, sino un concepto unitario, válido
para todo el ordenamiento jurídico aunque tenga consecuencias distintas en cada rama del
mismo.

El derecho penal no crea la antijuridicidad sino que selecciona, por medio de la tipicidad, una
parte de los comportamientos que generalmente constituyen ataques muy graves a bienes
jurídicos muy importantes, comunicándolos con una pena. Normalmente la realización de un
hecho típico genera la sospecha de que ese hecho es también antijurídico (función indiciaria de
la tipicidad), pero esta presunción puede ser desvirtuada por la concurrencia de una causa de
justificación excluyente de la antijuridicidad. Si no concurre ninguna de estas causas, se afirma la
antijuridicidad y el siguiente paso es entonces la constatación de la culpabilidad del autor de ese
hecho típico y antijurídico.

De aquí se deduce que en la práctica, la función del juicio de antijuridicidad se reduce a una
constatación negativa de la misma, es decir, a la determinación de si concurre o no alguna causa
de justificación. Esto no quiere decir, sin embargo que la antijuridicidad no platee una
problemática propia. Muchos de los problemas fundamentales de la teoría del delito se resuelven
a esta categoría, pues resulta evidente que el hecho valioso o correcto desde el punto de vista
jurídico no puede engendrar ningún tipo de desaprobación. Como seguidamente veremos, el
juicio de antijuridicidad descansa siempre en la lesión o puesta en peligro de un bien jurídico
(desvalor de resultado) producida por una acción también desvalorada (desvalor de acción).

4. Culpabilidad

4.1. Concepto y Función.

Según Bramont-Arias, L. (1998), la culpabilidad es la


posibilidad de atribuir un hecho desvalorado a su autor.
Dentro de la teoría del delito, en la tipicidad y la
antijuridicidad se analiza el hecho y en la culpabilidad se ve
si se puede atribuir a la persona el hecho típico y
antijurídico.

Bramont-Arias, L.(1998), la función de la culpabilidad se


centra en ver si se puede atribuir responsabilidad a una
persona por el hecho cometido; este análisis gira en torno a
la exigibilidad de otra conducta, se cuestiona entonces, si el
agente pudo haber evitado el acto o disminuido sus efectos.

Debemos señalar que en las categorías anteriores (tipicidad y antijuridicidad) el juicio lo efectúa
el juez, éste ve si la conducta es adecuada al tipo o si existe alguna causa de justificación, pero
en el desarrollo de la culpabilidad se observa al sujeto en concreto y su relación con los demás,
entonces el juez debe ponerse en posición del sujeto para saber si se podía exigir otra conducta;
pero esta operación es imposible ya que no existe ninguna forma científica de lograrlo.

De acuerdo a Suárez-Mira, C (2005), la culpabilidad debe ser estimada teniendo en cuenta que
el hombre vive en sociedad, pero atendiendo igualmente a las características y circunstancias
personales del mismo. No les falta razón a quienes sostienen que la culpabilidad ha de operar
como límite de la pena, pero ya no se comparte la idea de que el fundamento de la culpabilidad
se halle únicamente en consideraciones de prevención; el único fundamento material coherente
de la culpabilidad se halla en la idea de libertad. Puede también afirmarse que el carácter más
personalista de la concepción normativa se halla en mayor consonancia con las exigencias de un
Derecho Penal humanizado. La toma en consideración de todos los factores subjetivos presentes
en la comisión de un hecho delictivo sólo es posible cuando se tiene en cuenta la voluntad real
de un autor que, hallándose en condiciones psicofísicas adecuadas (imputabilidad) persigue,
acepta, asume, prevé o debiera haber previsto, un resultado antijurídico, exigiéndole haber
puesto todos los medios a su alcance que hubiesen impedido tal evento obrando de un modo
alternativo (exigibilidad).

Concluyendo la culpabilidad sólo es posible en un estado de Derecho; una visión que tenga en
cuenta todas las circunstancias en las que se puede encontrar el sujeto en las que comprometa
sus actitudes ante las normas y que no sea marcado sólo por las consideraciones de prevención
general y especial, sino también de retribución de un estado que ofrezca soluciones aseguradas
y neutralizadoras; aun a costa de las garantías individuales del ciudadano.

​4.2. Teorías de la culpabilidad.

Para poder explicar la culpabilidad debemos tener en cuenta las diversas teorías que han
existido durante todo su proceso de creación y estabilidad de la culpabilidad, tenemos tres
teorías; la Primera teoría Psicológica, la Segunda
Teoría Normativa y la Tercera teoría Finalista.

Nos dice Bramont-Arias, L.(1998), Para la primera


teoría Psicológica, se agota en la relación psicológica
y el hecho, es decir basta con que el sujeto quisiera
realizar el hecho; existen diversas críticas a esta
teoría, ¿Cómo analiza los delitos culposos?, esta
culpabilidad no es graduable, no puede plantearse el
caso de la culpabilidad restringida.

De acuerdo a Jiménez de Asúa, L (2003),), se basan los partidarios de esta teoría en que la
culpabilidad parte de una determinada situación del hecho, “predominantemente psicológica”. De
ello se derivó el aserto de que la culpabilidad se agota enteramente con la consideración de los
presupuestos psicológicos que, con la característica de injusto que ostenta el acto, fundamenten
la pena. Esos presupuestos de índole exclusivamente psicológica son el dolo y la culpa, Por
ende, el hombre es culpable, con toda simplicidad, por haber obrado dolosa o culposamente.

Bramont-Arias, L. (1998), en la segunda teoría Normativa, se analiza la relación entre el autor y


el hecho, el sujeto activo debe saber que está actuando contra una norma o mandato. Es decir,
el desvalor se presenta frente al choque que se da entre lo que prescribe la norma y lo que
realiza el sujeto activo.

Jiménez de Asúa, L. (2003), La culpabilidad es normativa, puesto que consiste en un juicio


reprochable, basado en que el sujeto obra con motivaciones reprochables y que era posible
exigirle que se comportase de acuerdo a las pretensiones del derecho.

Por último Según Bramont-Arias, L. (1998), en la tercera teoría, la culpabilidad queda restringida
a un juicio de valoración, es decir a la reprochabilidad del acto cometido por el sujeto activo. Se
agrega aquí el elemento de la motivación. Si el sujeto es motivado por la norma y a pesar de ello
realiza el acto prohibido; entonces es reprochable. De esta afirmación se deduce que, el sujeto
que no puede ser motivado no puede ser culpable, como por ejemplo: el loco.

Jiménez de Asúa, L (2003), como sabemos, Welzel critica acremente el sistema de considerar
primero la acción de modo natural y después lo injusto del acto, para ocuparse luego de la
culpabilidad, donde se tratan el dolo y la culpa como referencia anímica del autor al hecho
objetivo. A su parecer, con ese sistema cesionista se destruye a “estructura unitaria (final) de
acción” por no creer que las diferencias entre los delitos dolosos y culposos se expresan ya en el
tipo objetivo (incluso legalmente), divide los actos dolosos, auténticas acciones finalistas que
desde la preparación del acto buscan su objetivo, y culposas que si bien son un acontecimiento
“causal ciego”, pueden y deben reputarse “acción” porque su efecto es “evitable finalmente”. Por
hallarse estos actos culposos referidos a la finalidad, pueden todos ellos, junto con los dolosos,
considerarse acciones.

​4.3. Elementos

​4.3.1. Imputabilidad.

Según Villa, J (2008), la imputabilidad o capacidad de culpabilidad como la llama Welzel, es el


conjunto de cualidades psicológicas y fisiológicas por
virtud de las cuales un sujeto conoce la trascendencia
interpersonal y social de sus actos. Von List define el
punto diciendo “que es la capacidad de conducirse
socialmente; Observando una conducta que responda a
las exigencias de la vida común”.

Nos dice Zaffaroni, E (1985), La imputabilidad es


entendida como capacidad de culpabilidad-tenga dos
niveles, uno que debe ser considerado como la capacidad de comprender la antijuridicidad, y otro
que consiste en la capacidad para adecuar la conducta a la comprensión de la misma. Cuando
falte la primera capacidad nos faltará la culpabilidad por ausencia de la posibilidad exigible de
comprensión de la antijuridicidad; cuando falte la segunda capacidad, nos hallaremos con un
supuesto estrechamiento del ámbito de autodeterminación del sujeto, en este caso, por una
circunstancia que proviene de su propia incapacidad psíquica.

Quintero, G (2007), la imputabilidad aparece, pues, ya como el elemento ya como presupuesto


de la culpabilidad, en todas sus formulaciones teóricas. El siguiente paso es evidente: si la
culpabilidad depende de la imputabilidad, y ésta supone la admisión del libre albedrío, resulta
que negando este último se encadenan los efectos y se derrumba el edificio entero. Este
proceso, empero, no es inexorable; pero sí es lo bastante relevante para que nos detengamos en
la polémica sobre el libre albedrío.

De acuerdo a Velásquez, F. (2004), en efecto, para una primera corriente se concebía, como
capacidad de pena, con lo que el momento para examinarla era el de la imposición de la sanción
respectiva; para una segunda postura, se entendía como capacidad de acción, por lo que antes
de analizar si e estaba en presencia de una conducta humana debía precisarse si el agente
era imputable o no. A su vez, en tercer lugar, otra postura la proyectaba como capacidad de
deber, de donde se inferiría que el imputable no realizaba conducta antijurídica; finalmente, se le
toma, como
capacidad de culpabilidad, esto es, como la posibilidad en el agente de comprender la
antijuridicidad de su hacer y determinarse conforme a dicha comprensión, No obstante, esta
postura admite dos variantes diferentes, según se le entienda como presupuesto (situándola
antes de la preposición) o como el elemento de la culpabilidad (dentro de la proposición); dicha
distinción es puramente formal y no tiene trascendencia práctica, a no ser que, como en la
exposición, se sitúe como último componente del juicio de exigibilidad.

Según Velásquez, F. (2004), no obstante, la imputabilidad del agente no se agota en una


valoración de contenido psicológico-psiquiátrico, sino que se traduce en un juicio cultural de
carácter complejo que abarca también lo normativo; no se es imputable en abstracto, sino en
concreto, en un contexto social, cultural, histórico y antropológico determinado donde la persona
actúa. Solo una visión idealista del fenómeno puede reducir el juicio de imputabilidad a
presupuestos totalmente indeterminados, más allá de las condiciones de existencia real de los
seres humanos.

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