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Día de muertos… Muerte
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Los cempasúchiles florecen para dar paso al mes de
noviembre. Este lapso de tiempo se abre camino para los
que se fueron y están presentes en los recuerdos, las
ofrendas, el pan de muerto y los pétalos amarillos que
colorean casas y calles.
Página 11
La dama del velo huesudo
Páginas 12 y 13
Mini calaveritas
Páginas 14 y 15
Denisse Guerrero
Páginas 5, 10, 16 y
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Es una tarde inesperada, una tarde ociosa, la gente no va,
no avanza, lo impide la lluvia, una lluvia que torrencialmente
precipita sobre una sombra, y es su motivo para el hondo
suspiro, fascinante olor a tierra mojada, extasiante olor a
hidrocarburos y aminas alifáticas humedecidas, humedad que
penetra el alma y brota luego salada incontenible, agobiante,
nublada, dolorosa humedad que como río busca su cauce,
tantas vertientes y confluentes que no aclara, que enmudece,
6 se detiene y sólo contempla; es imposible que algo cíclico y 6
esperado nos destroce el alma, es imposible que un dolor
banal y físico penetre en lo más profundo del intelecto para
hacer partícipe directo de un deceso, es imposible que algo tan
imperfecto pueda ser tan predecible, inminente es; sin
embargo, en las tinieblas pretende alcanzar para hundir
consigo, ese dolor tan intenso, tan sordo. Qué terrible la
muerte desconocida, no para el que la vive, sino el que la
sufre, qué dolorosa la vida de quien la arrebata...
***
A LUPITA
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DE OTRAS MUERTES
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Un día más deambulaba él como por inercia. Encontró
otro zaguán abierto con gente afuera mirando hacia el
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interior. Se coló entre la multitud hasta llegar al altar, pero el
féretro ya no estaba. Aun así, tomó una veladora de las que
había en el suelo y la paseó por todos lados; la gente lo miraba
extrañada, pero pensaban que, tal vez, era una forma en la que
un amigo se despedía del finado. Sin embargo, él no vio nada;
la Muerte tampoco estaba. Seguiría buscándola.
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Totalmente perplejo estaba él ante la presencia de todos
aquellos que permanecían y llegaban diciéndole: “mi más
sentido pésame”. El saber que el cuerpecito inerte de su hija
de cinco años estaba en aquella caja blanca hacía que, en
momentos, resbalaran hilitos de agua por sus mejillas; nada
tenían que ver con la proporción de su dolor. No entendía por
qué la vida le mostraba ese episodio tan terrible. No lo
entendía. Sólo buscaba la fortaleza que lo mantuviera en pie
para ser el apoyo de su esposa, la mujer quebrada que se
preguntaba lo mismo en voz alta mientras sollozaba y otros
procuraban tranquilizarla, consolarla, brindarle un poco de
aliento.
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Nada tenía sentido si se mantenía esa interrogante en
sus cabezas. Los dos estaban ausentes de su realidad. Él no
quería vivir así, deseaba darle certeza a su mujer sobre el
significado de esa prueba y llegó hasta sus últimas
consecuencias. Escribió una carta donde le explicaba lo que
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había hecho tratando de enfrentar a la Muerte, de encararla y
exigirle una explicación. Le contaba que visitó hospitales,
que irrumpió velorios y que caminó por las noches en
cementerios sin lograr su objetivo. La única forma que
hallaba era provocar el encuentro. “No te preocupes, sé que
no tendrás respuesta a la pregunta que día a día te
atormenta, pero yo sí. Lo que hice no fue egoísmo, un
arranque o para dejarte sola sino para quitarnos la duda y
estar con nuestra hija. Quédate con eso: con la confianza
plena de que estaré con ella para siempre”. Finalizó la carta,
la metió al cajón donde ella guardaba sus cosas y se dirigió a
la ducha con navaja en mano.
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Micro-suicidio
Al sentirse diminuto e insignificante, el microbio
decidió quitarse la vida.
En su tinta
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Sin una gota de sangre fue encontrado el cuerpo
del pulpo periodista, asesinado por la mafia del
fondo del océano.
Prófuga
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“Canto el ámbar nocturno
de floridos duelos.
miel de otoño,
serenata fúnebre.
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La parca dice la verdad tener:
—morir es la última salida,
y cuando venga por ti ya no podrás regresar—.
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La noche en el Inframundo está cubierta por un disfraz de
algodones grises, se percibe en el aire tranquilidad; el tiempo
aquí es eterno y se encuentra plagado de misterios. La Dama
del velo huesudo es un ser esqueleto que desea la redención
para dejar de trabajar como la Muerte. Ha pedido permiso a
los jefes supremos de los trabajadores del Inframundo para
que la dejen buscar un nuevo trabajador, estos acceden a
regañadientes. Comienza su viaje en el mundo de los vivos
donde ella conoce perfecto al tipo de hombre que desea
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llevarse, es ocasional en ese mundo la fiesta de muertos y
sabe que como en Xochimilco no hay nadie que celebre igual.
Al llegar al embarcadero de Cuemanco se encuentra con
Xochiquetzal, una mujer joven que vende flores de
cempasúchil, viste su blusa bordada con flores que la hacen
resplandecer como una verdadera princesa de las trajineras.
Aquella mujer se encuentra un tanto angustiada porque se ha
percatado de la presencia de La Dama, la mira con ojos
saltones y le pregunta:
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