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La Edad de Piedra o también Etapa Lítica es el período de la prehistoria que abarca desde que
los seres humanos empezaron a elaborar herramientas de piedrahasta el descubrimiento y uso
de metales. La madera, los huesos y otros materiales también fueron utilizados (cuernas, cestos,
cuerdas, cuero, u otros ) pero la piedra (y, en particular, diversas rocas de rotura concoidea, como
el sílex, el cuarzo, la cuarcita, la obsidiana) fue utilizada para fabricar herramientas y armas, de
corte o percusión. Sin embargo, esta es una circunstancia necesaria, pero no suficiente para la
definición de este período, ya que en él tuvieron lugar fenómenos fundamentales para lo que sería
nuestro futuro: la evolución humana, las grandes adquisiciones tecnológicas
(fuego, herramientas, vestimenta), la evolución social, los cambios climáticos, la diáspora del ser
humano por todo el mundo habitable (ecúmene), desde su cuna africana, y la revolución
económica desde un sistema recolector-cazador, hasta un sistema parcialmente productor (entre
otras cosas). El rango de tiempo que abarca este período es ambiguo, discutido y variable según
la región en particular. Aunque es posible hablar de este período en concreto, para el conjunto de
la humanidad: no hay que olvidar que algunos grupos humanos nunca desarrollaron la tecnología
de la fundición de metales y por tanto quedaron sumidos en una edad de piedra hasta que se
encontraron con culturas tecnológicamente más desarrolladas. Sin embargo, en general, se
considera que este período comenzó en África hace 2,8 millones de años, con la aparición de la
primera herramienta humana (o prehumana).3 A este período le siguió el Calcolítico o Edad del
Cobre y, sobre todo, la Edad de Bronce, durante la cual, las herramientas de
esta aleación llegaron a ser comunes; esta transición ocurrió entre 6000 a. C. y 2500 a. C.
África
A diferencia de Eurasia e, incluso, América, los cambios climáticos ocurridos durante la
prehistoria en el continente africano no son glaciaciones sino periodos de mayor humedad
(pluviales) alternados con otros de más aridez (interpluviales), si bien su determinación y
cronología es bastante difícil de delimitar (para algunos los episodios pluviales corresponden con
las glaciaciones, para otros, con los interglaciares):
Kagueriense: sería el pluvial conocido de mayor antigüedad, identificado en el valle del
río Kaguera (Uganda) y coetáneo con la glaciación Günz centroeuropea.
Kamasiense: es el segundo episodio pluvial, coetáneo con la glaciación Mindel europea.
Su duración y sus fases son tema de fuerte controversia.
Kanjeriense: el tercer pluvial recibe el nombre de la pequeña localidad keniana de Kanjera
a orillas del lago Victoria, donde además se han localizado algunos asentamientos
olduvayenses. Aunque el Kanjeriense sería contemporáneo del Riss centroeuropeo, hay
quien lo considera un estadio subsidiario del Kamasiense.
Gambliense: Existe una lógica duda sobre si considerarlo el tercero o el cuarto pluvial
africano (dependiendo de la categoría que se le dé al Kanjeriense). En cualquier caso,
suele asociarse a la última glaciación, el Würm centroeuropeo. Fue identificado por
primera vez en los sedimentos de la cueva de Gamble (Gamble's Cave), en la localidad
de Elmenteita (Kenia), donde Louis Leakey lo asoció con el Stillbayense.
Makaliense: este episodio no es un pluvial, sino una fase húmeda atestiguada en los
sedimentos del río Makalia (Kenia). Sucede a un periodo árido conocido como
Postgambliense y ambos parecen ser contemporáneos del postglaciar europeo.
Aparentemente, el Makaliense se asocia estrechamente al desarrollo de la cultura Wilton
en el sur del continente.
Norte de África
El África Mediterránea tiene durante la Edad de Piedra, una periodización esencialmente paralela
a la europea, al menos hasta el Neolítico, pero después, la influencia de la civilización egipcia y
la llegada de colonizadores fenicios acelera el ritmo evolutivo respecto a Europa.
El Paleolítico
Las culturas más antiguas pueden inscribirse en el Olduvayense, localizado en yacimientos como
Sidi Abderramán en Casablanca(Marruecos), estudiado por el profesor Pierre Biberson y datado
en cerca del millón de años, el cual ha podido establecer una transición gradual desde una cultura
en la que predominan los cantos tallados, hasta otra en la que el bifaz es el fósil director. Las
industrias de Sidi Abderramán podrían vincularse al tipo humano hallado por Camille
Arambourg en Ternifine (Argelia), el llamado Atlanthropus mauritanicus (en realidad una
variedad de Homo heidelbergensis).
La Edad del metal es una de las dos grandes etapas tecnológicas en las que tradicionalmente se
ha subdividido la Prehistoria euroasiática. Por definición, es el período que siguió a la Edad de
Piedra y durante el cual el ser humano empezó a fabricar objetos de metal1 fundido. La existencia
de procesos metalúrgicos es indispensable para establecer la adscripción de una cultura
arqueológica a esta etapa, ya que los metales nativos eran trabajados por martilleado desde las
fases iniciales del Neolítico. Siguiendo este criterio, la Edad de los Metales comenzaría con las
primeras evidencias de fundición del cobre, que son del VI milenio a. C.(en Anatolia y los
montes Zagros) y acabaría con la progresiva entrada en la Historia de cada región
(en Europa esto se produjo durante el I milenio a. C.). En Mesopotamia y Egipto coincide ya con
el desarrollo de la escritura y por tanto la metalurgia allí es plenamente histórica.
Los primeros indicios de metalurgia en Europa proceden del área de los Balcanes, a mediados
del V milenio a. C. y son de origen autóctono. Para el resto del continente las evidencias aparecen
durante la segunda mitad del IV milenio a. C., aunque su generalización y el consecuente
abandono de la piedra como elemento básico para la fabricación de artefactos solo se materializó
con la llegada del hierro. Debido a la escasez de materia prima, en el Egipto faraónico esta
sustitución nunca se llegó a producir.
Dado que no existen rupturas en el desarrollo de las tecnologías metalúrgicas entre la prehistoria,
la protohistoria y la historia, en este artículo se incluyen procesos que se dieron en periodos
claramente históricos.
El cobre
El cobre, junto con el oro y la plata, es de los primeros metales utilizados en la Prehistoria,7 tal
vez porque, a veces, aparece en forma de pepitas de metal nativo. El objeto de cobre más antiguo
conocido hasta el momento es un colgante oval procedente de Shanidar (Irán), que ha sido datado
en niveles correspondientes al 9500 a. C., o sea, a principio del Neolítico8 Sin embargo, esta
pieza es un caso aislado, ya que no es hasta 3000 años más tarde cuando las piezas de cobre
martilleado en frío comienzan a ser habituales. En efecto, a partir del año 6500 a. C., en varios
yacimientos se han encontrado piezas ornamentales y alfileres de cobre manufacturado a partir
del martilleado en frío del metal nativo, tanto en los Montes Zagros (Ali Kosh en Irán), como en
la meseta de Anatolia (Çatal Hüyük, Çayönü o Hacilar, en Turquía).
Varios siglos después se descubrió que el cobre podía ser extraído de diversos minerales
(malaquita, calcopirita, etc.), por medio de la fundición en hornos especiales, en los que se
insuflaba oxígeno (soplando por largos tubos o con fuelles) para superar los 1000 °C de
temperatura. El objeto de cobre fundido más antiguo que se conoce procede de los Montes
Zagros, concretamente de Tal-i-Blis (Irán), y se data en el 4100 a. C., junto a él se hallaron hornos
de fundición, crisoles e incluso moldes.
La técnica de fundición del cobre es relativamente sencilla, siempre que los minerales utilizados
sean carbonatos de cobre extraídos de algún yacimiento metalífero; la clave está en que el horno
alcance la temperatura adecuada, lo cual se conseguía inyectando aire soplando o con fuelles a
través de largas toberas. Este sistema se denomina «reducción del metal». Se mezclaba el mineral
triturado, por ejemplo, malaquita (carbonato de cobre), con carbón de leña. Con el calor las
impurezas van liberándose en forma de monóxido y dióxido de carbono, reduciendo el mineral a
un cobre relativamente puro; al alcanzar los 1000 °C, el metal se licúa depositándose en la zona
inferior del horno. Un orificio en el fondo del horno permite que el líquido candente fluya hacia
el exterior, donde se recoge en moldes; parte de la escoria queda en el horno y las impurezas del
mineral flotan en el metal fundido, por lo que es fácil eliminarlas con un utensilio llamado
escoriador.
Como el cobre podía volver a fundirse muchas veces, este solía convertirse en lingotes, a veces
con una forma peculiar (como los del Mediterráneo oriental, que recuerdan al pellejo de un
animal), para luego fabricar diversos objetos por fusión y colado en moldes. El cobre es
muy maleable y dúctil, podía martillarse en frío o en caliente, con lo que se duplicaba su
consistencia y dureza. En cualquier caso, resultaba imposible eliminar todas la impurezas del
cobre, pero, mientras que algunas eran perjudiciales, como el bismuto, que lo hace quebradizo,
otras eran beneficiosas, como el arsénico, que reduce la formación de burbujas en su fundición,
pues impide la absorción de gases a través de los poros del molde, asegurando un producto de
mejor calidad. El cobre con alto contenido natural en plomo es más blando, lo cual puede ser una
ventaja para fabricar recipientes por medio del martilleo de una plancha en forma de disco,
curvándola en forma cóncava, para elaborar calderos o cuencos; incluso podía ser repujado.
Algunos metalurgistas consideran que estos cobres con impurezas beneficiosas son, en realidad,
«bronces naturales».
La técnica del cobre no tardó en difundirse por todo el Próximo Oriente, coincidiendo con
el nacimiento de las primeras civilizaciones históricas de la zona, principalmente Sumeria y
el Antiguo Egipto; pero muchos estudiosos consideran que pudo inventarse en fechas muy
parecidas en otras partes del Viejo Mundo. Concretamente en Europa hay un avanzado
núcleo calcolítico en los Balcanes que incluye ocasionalmente objetos de cobre fundido entre sus
hallazgos del IV milenio a. C. (cultura Gulmenita) y todo parece apuntar hacia una invención
local. Durante el siguiente milenio y también con carácter autóctono, se detectan procesos
metalúrgicos en poblados fortificados del sur de la península Ibérica, como Los Millares o Vila
Nova de Sao Pedro. Estos primeros metales se difundieron por la Europa central y mediterránea
durante el III milenio a. C., asociados al vaso campaniforme y a la cerámica cordada.
En Asia central u oriental no puede hablarse de una Edad del Cobre con entidad suficiente, dada
su corta duración, ya que el desarrollo de la metalurgia en lugares como
la India o China comenzó realmente con el bronce.
EDAD DE LOS METALES
Edad Antigua
La Edad Moderna es el tercero de los periodos históricos en los que se divide convencionalmente
la historia universal, comprendido entre el siglo XV y el XVIII. Cronológicamente alberga un
periodo cuyo inicio puede fijarse en la caída de Constantinopla (1453) o en el descubrimiento de
América (1492), y cuyo final puede situarse en la Revolución francesa (1789) o en el fin de la década
previa, tras la independencia de los Estados Unidos (1776). En esta convención, la Edad Moderna
se corresponde al período en que se destacan los valores de la modernidad (el progreso,
la comunicación, la razón) frente al período anterior, la Edad Media, que es generalmente
identificado como una edad aislada e intelectualmente oscura. El espíritu de la Edad Moderna
buscaría su referente en un pasado anterior, la Edad Antigua identificada como Época Clásica.
Tras pasar el tiempo, la Edad Moderna se ha ido alejando de tal modo, que desde el siglo XX se
suele añadir una cuarta edad, denominada como Edad Contemporánea, en la cual no solo no se
aparta, sino que también se intensifica extraordinariamente la tendencia a la modernización, ya que
sus características sensiblemente diferentes, fundamentalmente porque significa el momento de éxito
y desarrollo espectacular de las fuerzas económicas y sociales que durante la Edad Moderna se iban
gestando lentamente: el capitalismo y la burguesía; y las entidades políticas que lo hacen de forma
paralela: la nación y el Estado.
En la Edad Moderna se encontraron los dos "mundos" que habían permanecido casi absolutamente
aislados desde la Prehistoria: el Nuevo Mundo (América) y el Viejo Mundo (Eurasia y África).
Cuando se consolidó la exploración europea de Australia se habla de Novísimo Mundo.
La disciplina historiográfica que la estudia se denomina Historia Moderna, y sus historiadores,
"modernistas"
Localización en el espacio
En su tiempo se consideró que la Edad Moderna era una división del tiempo histórico de alcance
mundial, pero a 2017 suele acusarse a esa perspectiva de eurocéntrica (ver Historia e Historiografía),
con lo que su alcance se restringiría a la historia de la Civilización Occidental, o incluso únicamente
de Europa. No obstante, hay que tener en cuenta que coincide con la Era de los descubrimientos y el
surgimiento de la primera economía-mundo.nota 3 Desde un punto de vista todavía más restrictivo,
únicamente en algunas monarquías de Europa Occidental se identificaría con el período y
la formación social histórica que se denomina [[Antiguo Régimen] ]
Localización en el tiempo
La fecha de inicio más aceptada por los historiadores es en la cual ocurrió la toma
de Constantinopla y caída definitiva de todo vestigio de la antigüedad, esta ciudad fue destruida y
tomada por los otomanos en el año 1453 –coincidente en el tiempo con el comienzo del uso masivo
de la imprenta de tipos móviles y el desarrollo del Humanismo y el Renacimiento, procesos que se
dieron en parte gracias a la llegada a Italia de exiliados bizantinos y textos clásicos griegos–).
Tradicionalmente también se toma el Descubrimiento de América (1492) porque está considerado
como uno de los hitos más significativos de la historia de la humanidad, el inicio de la globalización
y en su época una completa revolución.
En cuanto a su final, algunos historiadores anglosajones[defienden que no se ha producido y que
todavía estamos en la Edad Moderna (identificando al periodo comprendido entre los siglos XV al
XVIII como Early Modern Times –temprana edad moderna– y considerando los siglos XIX, XX y
XXI como el objeto central de estudio de la Modern History), mientras que las historiografías más
influidas por la francesa denominan el periodo posterior a la Revolución francesa(1789) como Edad
Contemporánea. Como hito de separación también se han propuesto otros hechos: la independencia
de los Estados Unidos (1776), la Guerra de Independencia Española (1808) o las guerras de
independencia hispanoamericanas (1809-1824). Como suele suceder, estas fechas o hitos son
meramente indicativos, ya que no hubo un paso brusco de las características de un período histórico
a otro, sino una transición gradual y por etapas, aunque la coincidencia de cambios bruscos, violentos
y decisivos en las décadas finales del siglo XVIII y primeras del XIX también permite hablar de
la Era de la Revolución.nota 5 Por eso, deben tomarse todas estas fechas con un criterio más bien
pedagógico. La edad moderna transcurre más o menos desde mediados del siglo XV a finales del
siglo XVIII.
La Edad Moderna suele secuenciarse por sus siglos, pero en general los historiadores la han definido
como una sucesión cíclica, que algunos han intentado identificar con ciclos económicos similares a
los descritos por Clement Juglar y Nikolái Kondrátiev, pero más amplios, con fases A de expansión
y B de recesión secular.
En el siglo XVI, tras la recuperación de la Crisis de la Baja Edad Media, en economía se produjo lo
que se denomina Revolución de los Precios, coincidente con la Era de los Descubrimientos que
permitió una expansión europea posibilitada en parte por los adelantos tecnológicos y de
organización social que surg.1 Pocos hechos cambiaron tanto la historia del mundo como la llegada
de los españoles a América y la posterior Conquista y la "apertura" de las rutas oceánicas que
castellanos y portugueses lograron en los años en torno a 1500. El choque cultural supuso el colapso
de las civilizaciones precolombinas. Paulatinamente, el océano Atlántico gana protagonismo frente
al Mediterráneo,2 cuya cuenca presencia un reajuste de civilizaciones: si en la Edad Media se dividió
entre un norte cristiano y un sur islámico (con una frontera que cruzaba al-Ándalus, Sicilia y Tierra
Santa), desde finales del siglo XV el eje se invierte, quedando el Mediterráneo Occidental,
(incluyendo las ciudades costeras clave de África del Norte) hegemonizado por la Monarquía
Hispánica (que desde 1580 incluía a Portugal), mientras que en Europa oriental el Imperio
otomano alcanza su máxima expansión. Las civilizaciones orientales de carácter milenario
(India, China y Japón), reciben en algunas ciudades costeras una presencia puntual portuguesa,
(Goa, Ceilán, Malaca, Macao, Nagasaki misiones de san Francisco Javier), pero tras los primeros
contactos se mantuvieron poco conectados o incluso ignoraron olímpicamente los cambios de
Occidente; por el momento se lo podían permitir.
EDAD MODERNA
Edad Contemporánea
Edad Contemporánea es el nombre con el que se designa al periodo histórico comprendido entre
la Declaración de Independencia de los Estados Unidos o la Revolución francesa, y la actualidad.
Comprende, si se considera su inicio en la Revolución francesa, de un total de 230 años, entre 1789 y
el presente. En este período, la humanidad experimentó una transición demográfica, concluida para
las sociedades más avanzadas (el llamado primer mundo) y aún en curso para la mayor parte
(los países subdesarrollados y los países recientemente industrializados), que ha llevado
su crecimiento más allá de los límites que le imponía históricamente la naturaleza, consiguiendo la
generalización del consumo de todo tipo de productos, servicios y recursos naturales que han
elevado para una gran parte de los seres humanos su nivel de vida de una forma antes insospechada,
pero que han agudizado las desigualdades sociales y espaciales y dejan planteadas para
el futuro próximo graves incertidumbres medioambientales.
Los acontecimientos de esta época se han visto marcados por transformaciones aceleradas en la
economía, la sociedad y la tecnología que han merecido el nombre de Revolución industrial, al
tiempo que se destruía la sociedad preindustrial y se construía una sociedad de clases presidida por
una burguesía que contempló el declive de sus antagonistas tradicionales (los privilegiados) y el
nacimiento y desarrollo de uno nuevo (el movimiento obrero), en nombre del cual se plantearon
distintas alternativas al capitalismo. Más espectaculares fueron incluso las transformaciones
políticas e ideológicas (Revolución liberal, nacionalismo, totalitarismos); así como las mutaciones
del mapa político mundial y las mayores guerras conocidas por la humanidad.
La ciencia y la cultura entran en un periodo de extraordinario desarrollo y fecundidad; mientras que
el arte contemporáneo y la literatura contemporánea (liberados por el romanticismo de las
sujeciones académicas y abiertos a un público y un mercado cada vez más amplios) se han visto
sometidos al impacto de los nuevos medios de comunicación de masas (tanto los escritos como los
audiovisuales), lo que les provocó una verdadera crisis de identidad que comenzó con
el impresionismo y las vanguardias y aún no se ha superado.
En cada uno de los planos principales del devenir histórico (económico, social y político), puede
cuestionarse si la Edad Contemporánea es una superación de las fuerzas rectoras de la modernidad o
más bien significa el periodo en que triunfan y alcanzan todo su potencial de desarrollo las fuerzas
económicas y sociales que durante la Edad Moderna se iban gestando lentamente: el capitalismo y
la burguesía; y las entidades políticas que lo hacían de forma paralela: la nación y el Estado.
En el siglo XIX, estos elementos confluyeron para conformar la formación social
histórica del estado liberaleuropeo clásico, surgido tras la crisis del Antiguo Régimen. El Antiguo
Régimen había sido socavado ideológicamente por el ataque intelectual de
la Ilustración (L'Encyclopédie, 1751) a todo lo que no se justifique a las luces de la razón por mucho
que se sustente en la tradición, como los privilegios contrarios a la igualdad (la de condiciones
jurídicas, no la económico-social) o la economía moral5 contraria a la libertad (la de mercado, la
propugnada por Adam Smith -La riqueza de las naciones, 1776). Pero, a pesar de lo espectacular de
las revoluciones y de lo inspirador de sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad (con la muy
significativa adición del término propiedad), un observador perspicaz como Lampedusa pudo
entenderlas como la necesidad de que algo cambie para que todo siga igual: el Nuevo Régimen fue
regido por una clase dirigente (no homogénea, sino de composición muy variada) que, junto con la
vieja aristocracia incluyó por primera vez a la pujante burguesía responsable de la acumulación de
capital. Esta, tras su acceso al poder, pasó de revolucionaria a conservadora,6 consciente de la
precariedad de su situación en la cúspide de una pirámide cuya base era la gran masa de proletarios,
compartimentada por las fronteras de unos estados nacionales de dimensiones compatibles
con mercados nacionales que a su vez controlaban un espacio exterior disponible para su expansión
colonial.
En el siglo XX este equilibrio inestable se fue descomponiendo, en ocasiones mediante violentos
cataclismos (comenzando por los terribles años de la Primera Guerra Mundial, 1914-1918), y en
otros planos mediante cambios paulatinos (por ejemplo, la promoción económica, social y política
de la mujer). Por una parte, en los países más desarrollados, el surgimiento de una poderosa clase
media, en buena parte gracias al desarrollo del estado del bienestar o estado social (se entienda este
como concesión pactista al desafío de las expresiones más radicales del movimiento obrero, o como
convicción propia del reformismo social) tendió a llenar el abismo predicho por Marx y que debería
llevar al inevitable enfrentamiento entre la burguesía y el proletariado. Por la otra, el capitalismo fue
duramente combatido, aunque con éxito bastante limitado, por sus enemigos de clase, enfrentados
entre sí: el anarquismo y el socialismo (dividido a su vez entre el comunismo y
la socialdemocracia). En el campo de la ciencia económica, los presupuestos del liberalismo
clásico fueron superados (economía neoclásica, keynesianismo -incentivos al consumo e
inversiones públicas para frente a la incapacidad del mercado libre para responder a la crisis de 1929-
o teoría de juegos -estrategias de cooperación frente al individualismo de la mano invisible-).
La democracia liberal fue sometida durante el período de entreguerras al doble desafío de
los totalitarismos estalinista y fascista(sobre todo por el expansionismo de la Alemania nazi, que
llevó a la Segunda Guerra Mundial).
En cuanto a los estados nacionales, tras la primavera de los pueblos (denominación que se dio a la
revolución de 1848) y el periodo presidido por la unificación alemana e italiana (1848-1871),
pasaron a ser el actor predominante en las relaciones internacionales, en un proceso que se generalizó
con la caída de los grandes imperios multinacionales (español desde 1808 hasta
1976, portugués desde 1821 hasta 1975; ruso, alemán, austrohúngaro y turco en 1918, tras su
hundimiento en la Primera Guerra Mundial) y la de los imperios
coloniales (británico, francés, neerlandés y belga tras la Segunda). Si bien numerosas naciones
accedieron a la independencia durante los siglos XIX y XX, no siempre resultaron viables, y muchos
se sumieron en terribles conflictos civiles, religiosos o tribales, a veces provocados por la arbitraria
fijación de las fronteras, que reprodujeron las de los anteriores imperios coloniales. En cualquier
caso, los estados nacionales, después de la Segunda Guerra Mundial, devinieron en actores cada vez
menos relevantes en el mapa político, sustituidos por la política de bloquesencabezados por
los Estados Unidos y la Unión Soviética. La integración supranacional de Europa (Unión Europea)
no se ha reproducido con éxito en otras zonas del mundo, mientras que las organizaciones
internacionales, especialmente la ONU, dependen para su funcionamiento de la poco constante
voluntad de sus componentes.
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