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El reino

CONTENIDO
1. El reino en el Nuevo Testamento
2. La venida del reino y su proceso
3. La meta de Dios es el reino
4. La semilla del reino
5. La siembra de la semilla del reino
6. El crecimiento de la simiente del reino
7. Imagen y dominio
8. Dos reinos
9. El campo de batalla de los dos reinos
10. El reino y la vida del alma
11. Los misterios del reino (1)
12. Los misterios del reino (2)
13. Los misterios del reino (3)
14. El crecimiento, la transformación y la edificación
15. El desarrollo del crecimiento, la transformación y la edificación
16. La siega del crecimiento, la transformación y la edificación
17. La transformación: una semilla en la parábola de las diez vírgenes
18. La transformación: su desarrollo en las Epístolas
19. La transformación: su cosecha en el libro de Apocalipsis
20. Bautizados en el Dios Triuno
21. Los principios que rigen en el reino (1)
22. Los principios que rigen en el reino (2)
23. Los principios que rigen en el reino (3)
24. Del rechazo a la gloria (1)
25. Del rechazo a la gloria (2)
26. Del rechazo a la gloria (3)
27. Algunos asuntos prácticos en cuanto a la vida del reino
28. El reino como recompensa
29. La ambición de obtener una posición es contraria a la vida del reino
30. Cristo es contrario a la religión, la política, las doctrinas y la ley
31. El Cristo resucitado, ascendido y reinante
32. La realidad del reino (1)
33. La realidad del reino (2)
34. La realidad del reino (3)
35. La apariencia del reino
36. La manifestación del reino (1)
37. La manifestación del reino (2)
38. La manifestación del reino (3)
39. La transferencia de la realidad del reino a su manifestación
40. Las medidas que el Señor tomará con respecto a los creyentes cuando regrese
41. La disciplina que el Señor ejecutará a los gentiles y judíos cuando regrese
42. El juicio que el Señor ejecutará sobre los gentiles después de la batalla de
armagedón
43. El crecimiento y la cosecha de la realidad del reino
44. El crecimiento y la cosecha de la apariencia del reino
45. El reino revelado en Hebreos
46. La cosecha del reino en Apocalipsis
47. Diferentes aspectos del reino
48. Vivir sujetos al gobierno del reino
49. El ejercicio del reino
50. Una rica entrada en el reino

PREFACIO
Aunque el reino ocupa una posición muy importante en la Biblia, muchos cristianos no
lo han entendido apropiadamente, con exactitud ni adecuadamente. Los mensajes en
este libro, dados en una conferencia en Los Ángeles en 1972, presentan principalmente
el lado de la vida del reino. Mientras algunos capítulos tocan el lado doctrinal y
objetivo, la carga principal es el lado de la vida. Que estos capítulos causen que los
hijos del Señor consideren sobriamente su responsabilidad para con el reino y aspiren a
hoy en día llevar una vida en la realidad del reino por medio de la vida divina a fin de
que puedan entrar en el disfrute del reino en su manifestación con el Señor en la era
venidera.

Anaheim, California, EE. UU.


Witness Lee
Agosto de 1980

CAPÍTULO UNO
EL REINO EN EL NUEVO
TESTAMENTO
Lectura bíblica: Mt. 3:1-2; 10:7;
16:19a; 4:17, 23; 24:14; Jn. 3:3, 5;
Lc. 4:43; 9:2a, 60; Hch. 1:3; 8:12a;
19:8; 20:25; 28:23b, 31; Ro. 14:17;
Col. 1:13; 4:11b; 1 Ts. 2:12; 2 Ts.
1:5b; 2 Ti. 4:18a; He. 12:28a; Jac.
2:5; 2 P. 1:3-4, 11; Ap. 1:9a; 12:10a;
11:15
Según Génesis 1, Dios creó al hombre a Su imagen y le dio Su autoridad para
que gobernase sobre todo lo creado. En la creación efectuada por Dios hay dos
cosas que revisten de gran importancia para el hombre. Una es la imagen divina
y otra es la autoridad divina. El hombre fue hecho a imagen de Dios a fin de
expresarlo y ha recibido Su autoridad a fin de representarlo. A fin de
representar a Dios y sojuzgar a Su enemigo es imprescindible tener la autoridad
de Dios. El deseo de Dios es que el hombre sea quien ejerza dominio sobre la
tierra y, particularmente, sojuzgue a Su enemigo, Satanás.

A fin de poseer la plena imagen de Dios y expresarle, y a fin de hacer manifiesta


Su plena autoridad para representarlo y sojuzgar a Su enemigo, es
imprescindible que tengamos a Dios como nuestra vida. Por tanto, en los
primeros dos capítulos de Génesis, no solamente se nos habla de la imagen y la
autoridad, sino también de la vida, representada por el árbol de la vida. Así
pues, es necesario recibir la vida divina de Dios por dos razones: en un sentido
positivo, para que podamos expresar a Dios, y en un sentido negativo, para que
podamos representar a Dios y sojuzgar a Su enemigo. La autoridad de Dios es
un asunto que compete al reino de Dios, y a lo largo de las Escrituras podemos
ver la línea de la autoridad en relación con dicho reino.

Antes que Dios pudiese entrar en el hombre como vida y pudiese llevar a cabo
Su propósito, la insidiosa serpiente hizo que el hombre cayese. Debido a la
caída, el linaje de Adán le falló a Dios; así que Él tuvo que escoger otro linaje, el
linaje de Noé. Este linaje también le falló, por lo cual Dios escogió un tercer
linaje, el linaje de Abraham. Según Génesis 12:1-3, Dios escogió a Abraham con
el propósito de obtener un reino. Dios prometió hacer de Abraham una nación
grande; lo cual significa que haría de él un reino.

¿Qué es el reino de Dios? Es simplemente el gobierno de Dios. Es


imprescindible que Dios obtenga el reino a fin de ejercer Su autoridad para el
cumplimiento de Su propósito. A esto se debe que en la oración que hizo en
Mateo 6, el Señor Jesús mencionara el reino tanto al inicio como al final de Su
oración. Al inicio Él dijo: “Venga Tu reino” y al final dijo: “Porque Tuyo es el
reino”. Él oró con respecto al reino porque el cumplimiento del propósito de
Dios depende en gran medida del reino. Si Dios no obtiene un reino en el que
pueda ejercer Su autoridad, estará muy limitado. Por tanto, Dios escogió a
Abraham y sus descendientes para que sean una nación, un reino. Es así como el
pueblo de Israel llegó a existir. Después que el Señor sacó al pueblo de Israel de
Egipto, les dijo: “Vosotros me seréis un reino de sacerdotes y gente santa” (Éx.
19:6).

En el Nuevo Testamento, cuando Juan el Bautista salió a predicar, sus primeras


palabras fueron: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt.
3:2). Cuando el Señor Jesús salió a predicar, Él también dijo lo mismo:
“Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (4:17). Cuando el
Señor Jesús, en Lucas 9, envió a los doce discípulos y, en Lucas 10, a los setenta
discípulos, les dijo que predicaran el reino. Finalmente, en el último libro de las
Escrituras, Apocalipsis, se nos dice que: “El reinado sobre el mundo ha pasado a
nuestro Señor y a Su Cristo; y Él reinará por los siglos de los siglos” (Ap. 11:15).
El Señor reinará como Rey junto con todos Sus santos vencedores. Por tanto, al
final de las Escrituras podemos ver que Dios finalmente obtendrá un reino en el
cual Él ejercerá Su autoridad en toda su extensión al llevar a cabo Su propósito
eterno. ¿Se había dado cuenta de que en las Escrituras existe esta línea
temática? Es únicamente mediante el reino que Dios puede ejercer Su autoridad
para cumplir Su propósito eterno. En casi todos los libros del Nuevo
Testamento, desde Mateo hasta Apocalipsis, se habla del reino. El reino es un
tema muy importante en la Biblia. Después de Su resurrección, el Señor Jesús
les habló a Sus apóstoles acerca del reino durante cuarenta días (Hch. 1:3). El
apóstol Pablo habló por espacio de tres meses en la sinagoga de Éfeso,
discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios (19:8).

Aunque en todo el Nuevo Testamento se habla del reino, la mayoría de los


cristianos no ha visto adecuadamente este tema. Ha pasado un siglo tras otro,
pero las iglesias no comprendieron este tema apropiadamente. La mayoría de
los libros que tratan sobre este tema afirma que el reino es simplemente una
dispensación, o que es una esfera, un ámbito, en el que Dios gobierna. Sin
embargo, si lo consideramos meramente como una dispensación o un ámbito, el
entendimiento que tendremos del reino será deficiente. El reino es algo mucho
mayor, algo más elevado y profundo.

Es imprescindible que comprendamos apropiadamente este asunto del reino,


porque guarda estrecha relación con nuestra vida espiritual interna y con la vida
de iglesia. Para conocer la vida de iglesia apropiadamente y experimentarla, es
necesario que algo en cuanto al reino de los cielos nos sea revelado. Además, si
hemos de experimentar la vida espiritual interna en términos prácticos,
debemos saber algo del reino de los cielos.

ARREPENTIRSE POR CAUSA DEL REINO


El primer componente de la predicación neotestamentaria era el reino. El
primer predicador en el Nuevo Testamento fue Juan el Bautista, y las primeras
palabras que salieron de sus labios fueron: “Arrepentíos, porque el reino...” (Mt.
3:1-2). Así pues, no se trata simplemente de ser pecadores e ir al infierno o de
tener paz y gozo. Tampoco se trata de arrepentirse a fin de obtener salvación.
Más bien, tenemos que arrepentirnos por causa del reino.

La palabra arrepentirse significa cambiar de parecer, cambiar de manera de


pensar. Significa cambiar nuestra manera de razonar, cambiar nuestros
conceptos, ideas, filosofía e, incluso, nuestra teología. Todos tenemos necesidad
de arrepentirnos. Debemos arrepentirnos de nuestros viejos conceptos.
Arrepiéntanse de la filosofía y de la teología sistemática. Arrepiéntanse de su
viejo conocimiento bíblico, de las viejas exposiciones e interpretaciones de las
Escrituras. Tenemos que cambiar nuestra perspectiva.

¿Por qué es necesario arrepentirse por causa del reino? Porque,


independientemente de cuáles sean los conceptos a los que nos aferremos,
nosotros mismos no estamos a favor del reino. Tal vez ustedes estén a favor de
la educación o de la religión. Quizás estén a favor del cristianismo o de las
llamadas iglesias. Puede ser que estén a favor de predicar el evangelio o de
extender el campo misionero. Tal vez estén a favor de hacer el bien. Tal vez
tengan celo por los dones espirituales o procuren el poder de Dios. No sé a favor
de qué estén, pero me temo que no sea el reino. Tienen que arrepentirse.
Arrepentirse de lo que son y dónde están. Arrepentirse de lo que hacen y
piensan. Arrepentirse de todos sus conceptos. No me importa, y a Dios no le
importa, si vuestros conceptos son buenos o malos. Esto no tiene la menor
importancia. Siempre y cuando ustedes no estén a favor del reino, lo demás no
tiene importancia alguna. Todos debemos arrepentirnos por causa del reino. El
Nuevo Testamento es para el reino. Cuando viene la era neotestamentaria, viene
el reino. Si usted no está en el reino y no vive para el reino, es necesario que se
arrepienta.

LA PREDICACIÓN DE JESÚS
Juan el Bautista dio inicio a la predicación del Nuevo Testamento al proclamar:
“Arrepentíos, porque el reino...” (Mt. 3:2). Después, vino el Señor Jesús y repitió
la predicación de Juan el Bautista (4:17). Es lamentable que a los predicadores
de hoy no les guste repetir la predicación de otros. Si alguien predicase:
“Arrepentíos, porque el reino...”, los demás predicarían algo nuevo. A ellos no
les gusta seguir la predicación de otros. Sin embargo, el Señor Jesús se hizo un
seguidor. Él siguió a Juan el Bautista. El Señor Jesús no fue el primero en
predicar el arrepentimiento por causa del reino, sino que fue el segundo. ¡Qué
maravilloso que el Señor Jesús repitiera y diera continuación a la predicación de
Juan el Bautista! Ciertamente, esto nos muestra la importancia del reino. Si la
predicación del reino no fuera tan importante, entonces el Señor Jesús no la
habría repetido. Debido a que Él repitió la predicación de Juan el Bautista,
ahora tenemos una prueba contundente de que la predicación del reino es de
suma importancia.

LA PREDICACIÓN DE LOS DISCÍPULOS


El Señor Jesús llamó a algunos de Sus discípulos —no solamente a los doce, sino
a por lo menos setenta— y los envió con la comisión de predicar el reino,
anunciando que “el reino de los cielos se ha acercado” (10:7; Lc. 10:1, 9). No
solamente el Señor mismo repitió y dio continuación a la predicación del
evangelio del reino, sino que Él también encargó a Sus discípulos que repitieran
dicha predicación.

Según Lucas, un hombre vino al Señor diciéndole: “Señor, permíteme que


primero vaya y entierre a mi padre”. El Señor le respondió: “Deja que los
muertos entierren a sus muertos” (9:59-60). Aquí el Señor parecía decirle: “Deja
que los muertos se ocupen de las cosas muertas. Si tú quieres ser viviente, tienes
que seguirme y predicar el reino de Dios. Deja que los muertos entierren a los
muertos, pero los que viven tienen que predicar el evangelio del reino”. Juan el
Bautista predicó el reino, el Señor Jesús predicó el reino y a todos Sus discípulos
se les encargó que predicasen el reino. Incluso a un pequeño discípulo como el
mencionado en Lucas se le instó a predicar el reino. ¡Esto es maravilloso!
EL EVANGELIO DEL REINO
Cuando el Señor Jesús se aprestaba a dejar a Sus discípulos, profetizó que el
evangelio del reino sería predicado en toda la tierra habitada y a todas las
naciones (Mt. 24:14). Algunos maestros de la Biblia han enseñado que el reino
es algo que corresponde a una determinada dispensación. Ellos enseñan que el
Señor vino trayendo el reino al pueblo judío, pero cuando éste le rechazó, Él
tomó el reino de nuevo y lo suspendió hasta que llegase otra era. Según tal
enseñanza, ésta es la era de la iglesia y no la era del reino. El reino ha sido
suspendido y un día vendrá nuevamente. Cuando el Señor regrese, entonces Él
traerá consigo el reino que había sido suspendido. Esta clase de enseñanza no
concuerda con la palabra pura de Dios. Según la Biblia, el reino de Dios jamás
ha sido suspendido. En Mateo 21:43 el Señor Jesús dijo que el reino de Dios
sería quitado a los judíos y sería dado a otro pueblo, es decir, a la iglesia. Esto
indica que el reino no fue suspendido en ningún momento. Si hubiera sido
suspendido, no sería necesario que el Señor, después de Su resurrección,
hablara a Sus discípulos por cuarenta días sobre el reino (Hch. 1:3). En mi
juventud yo acepté tal enseñanza considerándola maravillosa debido a que
suponía que había aprendido algo de la Biblia; pero con el tiempo comprendí
que me habían enseñado incorrectamente.

Mateo 24:14 habla del “evangelio del reino”, no del evangelio de la gracia ni del
evangelio de la salvación. Aunque muchos de ustedes han leído varias veces el
libro de Mateo, es probable que no se hayan percatado del término “el evangelio
del reino”. No obstante el Señor Jesús dijo que este evangelio del reino sería
predicado en toda la tierra habitada. La tierra habitada representa todo lugar
habitado por el hombre. El evangelio del reino tiene que ser predicado en toda
la tierra habitada, para testimonio a todas las naciones. No solamente será
predicado a los judíos, sino a todas las naciones. En el griego, la palabra que se
tradujo “naciones” en este versículo es la misma palabra que en otros versículos
se tradujo como “gentiles”. Así pues, el evangelio del reino debe ser predicado a
todos los gentiles. ¡Aleluya! La mayoría de nosotros somos gentiles. Todos
tenemos el privilegio de oír el evangelio del reino. Este evangelio tiene que ser
predicado en todos los rincones de la tierra habitada. El Señor nos ha
presentado este asunto de tal modo que donde quiera que vayamos con el
recobro de la iglesia, el evangelio del reino será predicado.

EL EVANGELIO DEL REINO DE DIOS


En Lucas 4:43 encontramos otro término: el evangelio del reino de Dios. Este
versículo nos dice que el Señor Jesús y Sus discípulos predicaron el evangelio
del reino de Dios. ¿Se habían dado cuenta de que predicar el reino de Dios no es
otra cosa que predicar el evangelio? El reino es el evangelio del Nuevo
Testamento. El evangelio del Nuevo Testamento es el reino.

Tal vez algunos querrán argüir que el Nuevo Testamento habla del evangelio de
la vida, del evangelio de la gracia y del evangelio de la salvación. Sin embargo,
todos ellos son diversos aspectos del reino. El reino es el centro, el núcleo, y
todos los otros aspectos pueden ser considerados como los rayos o las
ramificaciones de dicho núcleo. Todos los rayos están centrados en el núcleo. El
evangelio de la vida tiene como finalidad el reino, el evangelio de la salvación
también, y lo mismo sucede con el evangelio del perdón de pecados. Todos estos
son diferentes aspectos del evangelio que tienen como finalidad el reino. El
reino es el verdadero evangelio. Es necesario que cambie nuestro concepto. Tal
vez antes pensábamos que el evangelio era una cosa y que el reino era otra muy
distinta; quizás nos dimos cuenta de que necesitábamos el evangelio, pero
probablemente relegábamos el reino al futuro. Esto es completamente erróneo.
El reino es el evangelio. Si uno no conoce el reino, entonces no conoce el
evangelio de forma completa. Si queremos conocer plenamente el evangelio,
tenemos que comprender que el reino es el evangelio todo-inclusivo. El Señor
Jesús y Sus discípulos predicaron el reino de Dios como evangelio.

NACER DE NUEVO PARA ENTRAR EN EL


REINO
Puesto que, en muchos aspectos, Marcos es similar a Mateo y Lucas, en nuestro
estudio podemos pasarlo por alto y proceder al Evangelio de Juan.
Consideremos Juan 3:3 y 5. ¿Acaso el Señor Jesús dijo: “El que no nace de
nuevo, no puede ver el cielo o no puede entrar en el cielo”? ¡No! La regeneración
no tiene como propósito llevarnos al cielo, si bien esto fue lo que claramente se
me enseñó en mi juventud. Se me enseñó que mi vida pecaminosa no era lo
suficientemente buena para que yo pudiera ir al cielo y que para entrar en el
cielo yo debía tener otra clase de vida, una vida mejor. Se me dijo que el cielo es
un lugar resplandeciente, donde no hay nada oscuro; un lugar santo, donde no
hay nada pecaminoso; un lugar bueno, donde no hay ningún mal. Pero se me
dijo que yo era malo, oscuro y pecaminoso, por lo cual no era apto para ir al
cielo. Se me dijo también que si quería ir al cielo, necesitaba otra vida;
necesitaba nacer de nuevo. Éste sigue siendo el concepto común hoy en día.
Pero estrictamente hablando, la regeneración no tiene como propósito
permitirnos entrar en el cielo, sino permitirnos entrar en el reino.

Si queremos entrar en cierta clase de reino, será necesario que poseamos cierta
clase de vida. Si no somos poseedores de la vida animal, por ejemplo, jamás
podremos entrar en el reino animal. Si yo pudiera recibir la vida propia de un
perro y convertirme en un perro, inmediatamente me encontraría en el reino
canino, en el reino animal. Asimismo, si no poseemos la vida divina, la vida de
Dios, nos será imposible entrar en el reino de Dios. Si hemos de entrar en el
reino de Dios, debemos tener la vida de Dios. Por tanto, el objeto de la
regeneración es que nosotros entremos a otro reino, el reino de Dios. Esto es
mucho más real para nosotros que una mera dispensación. Esto es el reino de
Dios en el cual entramos en virtud de haber nacido de nuevo.

En otras publicaciones ya hicimos notar que Juan no sólo es un libro sobre la


vida divina, sino también sobre la edificación. Pero también debemos decir que
es un libro sobre el reino. Tanto la vida como la edificación son para el reino. La
vida tiene como propósito la edificación, y la edificación es para el reino.

EL REINO EN HECHOS
Algunos cristianos afirman que después de ser crucificado y resucitar, el Señor
Jesús suspendió el reino, y que otra dispensación, la dispensación de la iglesia,
fue iniciada el Día de Pentecostés. En otras palabras, afirman que el reino fue
puesto a un lado temporalmente y que se dio inicio a la era de la iglesia. Sin
embargo, Hechos 1:3 dice que el Señor Jesús les habló a Sus discípulos acerca
del reino durante cuarenta días después de Su resurrección. Más aún, después
de Pentecostés, Felipe predicó a los samaritanos el reino de Dios (8:12).
Además, Hechos 19:8 afirma que el apóstol Pablo predicó el reino de Dios. En
Hechos 20:25 Pablo le recordó a los ancianos de Éfeso que cuando él estuvo con
ellos les predicó el reino de Dios. Cuando Pablo estuvo en Roma, él les habló a
las personas acerca del reino de Dios (28:23b, 31). A la luz de estos pasajes,
¿cómo se podría afirmar que el reino ha sido suspendido?

EL REINO EN LAS EPÍSTOLAS


El reino también es revelado en las Epístolas. Romanos 14:17 nos dice: “Porque
el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu
Santo”. Según el contexto de Romanos 14, el reino es la vida de iglesia. La
realidad de la vida de iglesia es el reino. Así pues, el reino no es meramente una
dispensación ni una esfera; el reino es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.
El reino de Dios es algo en el Espíritu Santo; esto es la vida de iglesia. Después
veremos que Romanos 12 nos habla de la vida propia del Cuerpo y que Romanos
14 nos habla de la vida propia del reino. En Romanos, la vida del reino es
simplemente la realidad de la vida que es propia del Cuerpo.

En 1 Corintios el reino de Dios se refiere a la verdadera vida de iglesia (4:20;


6:9-10; 15:50). Además, tanto Gálatas como Efesios nos dicen lo mismo: que el
reino en el Espíritu es la vida de iglesia apropiada (Gá. 5:21; Ef. 5:5).

Ahora llegamos a Colosenses 1:13: Dios “nos ha librado de la potestad de las


tinieblas”. La potestad de las tinieblas es el reino de Satanás. Dios nos ha librado
del reino de Satanás y nos ha “trasladado al reino del Hijo de Su amor”. Todos
fuimos trasladados. Estábamos en el reino de Satanás, pero ahora estamos en el
reino del Hijo de Dios. ¡Aleluya! ¡Qué traslado! ¿Ha sido usted trasladado?
Todos tenemos que testificar con toda confianza: “¡He sido trasladado del reino
de Satanás al reino de Dios!”. Olvídense de ustedes mismos y miren al Señor
Jesús. Tienen que decir: “¡Aleluya! ¡He sido trasladado! ¡Estoy en el reino de
Dios!”.

Quizás se le haya dicho que el reino de Dios vendrá un día en el futuro y que hoy
la era de la iglesia no tiene nada que ver con el reino. Tal vez haya escuchado
decir que la era de la iglesia es ahora y que la era venidera, el milenio, será la era
del reino. Pero aquí, en Colosenses 1:13, se nos dice que fuimos trasladados al
reino. ¿Está usted seguro de haber sido trasladado al reino de Dios? Si hoy es la
era de la iglesia y el reino todavía no ha venido, ¿cómo ustedes podrían estar en
el reino hoy? ¿Tienen la certeza de que ahora están en el reino? Me preocupa
que después de leer este libro ustedes todavía abriguen dudas al respecto. Tal
vez comiencen a pensar que es una exageración afirmar que actualmente
estamos en el reino de Dios. Tal vez al considerar a su esposa usted piense:
“¡Ella es muy rebelde!”, o tal vez al considerar a su esposo diga: “¡No hay amor
en él!”. Quizás al considerar a sus hijos diga: “¡Ellos son muy descuidados e
irresponsables!”. Independientemente de que usted crea que estamos o no
estamos en el reino, nosotros tenemos la palabra pura de Dios. Tenemos
Colosenses 1:13. ¡Aleluya! ¡Todos fuimos trasladados al reino del Hijo de Su
amor!

En Colosenses 4:11 Pablo nos dice algo más sobre el reino. Él nos dice que él y
sus colaboradores laboraban para el reino de Dios. ¿Qué está haciendo usted en
la ciudad donde vive? Todos podemos declarar de manera definida que estamos
laborando para el reino.

En 1 Tesalonicenses 2:12 se nos dice que fuimos llamados al reino. El


cristianismo habla de ser llamados al cielo, pero me es imposible encontrar un
solo versículo que diga que hemos sido llamados al cielo, aunque sí tenemos un
versículo que nos dice que Dios nos llamó a Su reino y gloria. Además, 2
Tesalonicenses 1:5 nos dice que somos dignos del reino. ¡Esto es maravilloso! En
2 Timoteo 4:18 Pablo estaba seguro de que el Señor le salvaría para entrar en Su
reino celestial. Pablo no dijo que Dios le salvaría introduciéndolo en las
mansiones celestiales, sino en el reino celestial. Después, Hebreos 12:28, afirma
que hemos recibido un reino inconmovible. Hemos recibido un reino que jamás
será conmovido. ¡Aleluya! Jacobo 2:5 afirma que somos aquellos que amamos a
Dios y que somos herederos del reino. Hemos de heredar el reino. Ésta es
nuestra esperanza. En 2 Pedro 1:3 se nos dice que Su divino poder nos ha
concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad. Por tanto,
somos participantes de la naturaleza divina (1:4). Esto tiene como propósito
proveernos una rica entrada en el reino (1:11). Todas las cosas que pertenecen a
la vida y a la piedad, incluso ser participantes de la naturaleza divina, tienen
como propósito proveernos una rica entrada en el reino.

El REINO EN APOCALIPSIS
Apocalipsis 1:9 dice: “Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la
tribulación, en el reino”. Juan sabía que estaba en el reino. Para él, el reino no
era meramente una dispensación en el futuro, sino que él ya estaba en el reino.
Por tanto, podía presentarse como “vuestro hermano, y copartícipe vuestro [...]
en el reino”.

Un día el reino de Dios se manifestará. Ello será el cumplimiento de Apocalipsis


12:10. El reino de Dios será manifestado plenamente. El reinado sobre el mundo
habrá “pasado a nuestro Señor y a Su Cristo” (11:15). Él reinará como el Rey por
siempre y para siempre.

CAPÍTULO DOS

LA VENIDA DEL REINO Y SU


PROCESO
Lectura bíblica: Mt. 19:8; Lc. 17:20-21; Mt. 13:55-56; 12:28; Col. 1:13;
Mt. 16:28; Mr. 9:1; Mt. 17:1-2; Mr. 4:26-29; Lc. 18:29; Mr. 10:29; Jn.
3:3-5; 2 P. 1:3-4, 11; Mr. 10:17, 23

Cuando el Señor Jesús vino, había una religión llamada judaísmo. Ésta no era
una religión pagana, sino una religión dedicada a adorar y servir a Dios, una
religión formada en conformidad con la palabra divina de Dios. Si usted hubiera
vivido en tiempos del Señor Jesús, ¿se habría puesto del lado del Señor Jesús o
del lado del judaísmo? Estoy convencido que todos nosotros nos hubiéramos
puesto del lado del judaísmo. El judaísmo no era una religión pagana. Tanto su
templo como su altar, así como sus sacrificios y ofrendas, se ajustaban a la
palabra de Dios. Su sacerdocio, adoración y servicio eran, todos ellos, realizados
conforme a la palabra de Dios. Sin embargo, ¿había usted considerado que
cuando el Señor Jesús vino no le dio importancia al judaísmo? De hecho, Él
desechó todo cuanto el judaísmo hacía. El judaísmo guardaba el Sábado, pero el
Señor Jesús trabajaba durante el Sábado. Cuando los fariseos, los judaizantes,
enviaron “la patrulla sabática”, sorprendieron a Jesús quebrantando el Sábado.

El cristianismo actualmente tiene quinientos años más de historia que el


judaísmo tenía en tiempos del Señor Jesús y los apóstoles. Cuando Él y Sus
apóstoles estaban en la tierra, el judaísmo tenía apenas mil quinientos años de
existencia, pero el cristianismo al presente ya tiene unos dos mil años de
existencia. Ahora nos enfrentamos a una religión que es quinientos años más
antigua que el judaísmo de los tiempos del Señor Jesús.

Estoy seguro que la mayoría de ustedes ha recibido de parte del cristianismo


alguna enseñanza en cuanto al reino, pero les pido que regresen a la Palabra
pura de Dios. Cuando los fariseos vinieron al Señor Jesús para discutir con Él
sobre el divorcio, ellos le dijeron muchas cosas, pero el Señor Jesús respondió:
“Desde el principio no ha sido así” (Mt. 19:8). Volvamos al principio. Olvidemos
todo lo relacionado con las enseñanzas tradicionales y retornemos a los orígenes
a fin de ver el reino según es presentado por la Palabra pura de Dios.

EL REINO DE DIOS NO VENDRÁ


DE MODO QUE PUEDA OBSERVARSE
En Lucas 17:20-21 los fariseos vinieron al Señor Jesús para preguntarle acerca
del reino de Dios. Al igual que muchos cristianos hoy, ellos tenían sus propios
conceptos. Sin embargo, el Señor Jesús les dijo inmediatamente que el reino de
Dios no vendría de modo que pudiera observarse; es decir, que si ellos deseaban
ver el reino, no podrían observarlo. ¿Qué quiere decir que el reino no viene de
modo que pueda observarse? Quiere decir que el reino es invisible. El reino no
puede ser observado mediante el ejercicio de nuestra capacidad natural. Por
tanto, no recurran a sus pensamientos, su entendimiento, sus conocimientos o
su comprensión natural, pues nada de ello les servirá para conocer el reino de
Dios.

Cuando el Señor Jesús dijo que el reino no vendría de modo que pueda ser
observado, Él no quería decir que el reino no podría hacerse real y concreto. Por
ejemplo, si usted no tuviera oídos, jamás podría apreciar mi hablar. En este
sentido, jamás podría “observar” mi hablar, ya que carece de la capacidad
auditiva necesaria para darle sustantividad y hacerlo real para sí. Tal facultad de
hacer real este hablar reside en el órgano auditivo, el oído. Uno deberá tener su
órgano auditivo y usarlo; sólo entonces podrá “observar” mi hablar. El Señor les
dijo a los fariseos que el reino no vendría de modo que ellos pudieran observarlo
por sí mismos, pues tal clase de observación estaba equivocada. Ellos dependían
de su propia capacidad mental y se valían demasiado de sus conocimientos. Así
pues, por medio de su capacidad natural, ellos eran completamente incapaces
de observar el reino de Dios. Para los fariseos, el reino de Dios vino de modo
que ellos no pudieran observarlo.

EL REINO ESTABA EN MEDIO DE ELLOS


En Lucas 17:21 la palabra griega que en algunas versiones, como la versión King
James, se tradujo “dentro” puede significar también “en medio” o “entre”, y en
este versículo es difícil determinar su significado exacto; pero me parece que la
palabra del Señor aquí implica ambos aspectos. Puesto que el Señor Jesús
estaba presente en medio de ellos, el reino de Dios se encontraba entre ellos. No
digan: “Aquí está el reino” o “helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre
vosotros”. ¿Qué es esto? Esto es el propio Señor Jesús. Allí donde Él está, allí
está el reino de Dios. Permítanme preguntarles esto: ¿No creen ustedes que el
Señor Jesús podía ser observado todo el tiempo por los fariseos? Algunos
incluso dijeron: “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama Su madre
María, y Sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? Y Sus hermanas, ¿no
están todas con nosotros?” (Mt. 13:55-56). Todos ellos sabían esto, pero aun así
no podían observar el reino. El Señor Jesús estaba entre ellos como el reino,
pero ellos no podían observar a esta Persona porque estaban usando el órgano
equivocado. Ellos debían emplear el órgano apropiado: su espíritu. Cuando el
Señor Jesús estuvo entre ellos, Él no era solamente un hombre, sino que Él era
la corporificación misma de Dios. Ellos debían comprender esto en sus
espíritus. Debido a que fracasaron al no hacerlo, aunque el Señor estaba entre
ellos, no podía residir o habitar en ellos. Si ellos hubiesen visto a Dios en sus
espíritus, Él inmediatamente habría venido al interior de ellos como el reino.

Puesto que el reino es el Señor Jesús, y Él estaba presente entre los fariseos,
¿por qué indagaron sobre “cuándo había de venir el reino de Dios”? Fue debido
a que ellos le daban excesiva importancia al conocimiento mental de la letra de
la Biblia. Ellos simplemente no sabían cómo ejercitar sus partes internas, es
decir, su espíritu humano. Mediante el ejercicio de su hombre exterior y de sus
capacidades naturales les era imposible observar que el Señor Jesús era la
realidad del reino. Aunque el Señor Jesús, el reino de Dios, estaba presente,
ellos no podían observar a esta Persona; si lo hubieran hecho, mediante el
ejercicio de su espíritu, esta Persona maravillosa habría venido a su interior
inmediatamente. Él no solamente habría estado en medio de ellos, sino también
dentro de ellos. Si el Señor Jesús estaba únicamente entre ellos o también
dentro de ellos dependía de si ellos mismos ejercitaban su espíritu para
observarlo.
El REINO ES EL SEÑOR JESÚS COMO EL
ESPÍRITU
Podemos afirmar que el reino es el Señor Jesús, pero tiene que ser el Señor
Jesús como el Espíritu, y no el Señor Jesús en la carne. El reino es el Señor
Jesús como el Espíritu. Él le dijo a los fariseos: “Pero si Yo por el Espíritu de
Dios echo fuera los demonios, entonces ha llegado a vosotros el reino de Dios”
(Mt. 12:28). Este versículo nos dice que el reino es simplemente la realidad del
Espíritu de Dios. Cuando el Espíritu de Dios es hecho real a nosotros, esto es el
reino. El Señor Jesús dijo que debido a que Él echaba fuera demonios por el
poder del Espíritu de Dios, esto era una indicación de que el reino de Dios
estaba allí. Así pues, el reino consiste en que el Señor Jesús sea hecho real a
nosotros espiritualmente. Cuando Él es hecho real a nosotros espiritualmente,
entonces tenemos el reino.

El Espíritu de Dios es la realidad del Señor Jesús. El Espíritu es Su persona, y Su


persona es Su realidad. Así como la realidad de un ser humano es su persona, la
realidad del Señor Jesús es Su persona, y Su persona es el Espíritu. Él tenía el
Espíritu consigo y el Espíritu era Su persona. Esta Persona, el Espíritu, era la
realidad del Señor Jesús. En aquel tiempo, Su realidad se manifestaba en
plenitud al echar fuera demonios; por tanto, eso era el reino de Dios. Ahora
podemos ver que el reino no es solamente una dispensación o una esfera, sino
que el reino es la manifestación de la realidad del Señor Jesús.

Colosenses 1:13 hace el contraste entre dos cosas: la potestad de las tinieblas y el
reino de Cristo. Nosotros estábamos bajo la potestad de las tinieblas, pero un
día fuimos trasladados al reino de Cristo. A veces, hacer un contraste nos
permite entender las cosas más claramente. Considerar el lado negativo nos
permite conocer el lado positivo. El reino de Dios está en contraste con la
potestad de las tinieblas. No se trata meramente de una dispensación o una
esfera; sino que el reino es algo muy real y concreto, es la manifestación de la
realidad del Señor Jesús.

A muchos de ustedes se les ha dicho que habiendo estado en Adán, un día Dios
los trasladó de Adán a Cristo. Ahora deberán comprender algo más; puesto que
están en Cristo, también están en el reino, porque Cristo es el reino. Tomemos
como ejemplo un jovencito que sea muy inquieto, el cual ha nacido en Adán. Un
día él oye el evangelio, invoca el nombre del Señor y es trasladado de Adán a
Cristo. Él nació en Adán, pero ahora está en Cristo. Aunque este joven hermano
ha sido trasladado a Cristo, probablemente carezca de la experiencia apropiada
de la persona de Cristo. Desde el punto de vista doctrinal, puesto que él está en
Cristo, él también está en el reino. Sin embargo, en términos de su experiencia,
puede que él haya estado en Cristo durante cinco años, pero todavía no esté en
el reino. Él ha sido trasladado al interior de Cristo, pero todavía es
desobediente. Antes él era un jovencito muy inquieto; pero ahora es un
hermano inquieto. No podríamos decir que él no está en Cristo, ni tampoco que
no es un hermano; pero en términos de su experiencia, él no está en el reino
porque no se da cuenta de la realidad del Señor Jesús. Cuando se de cuenta de la
realidad del Señor Jesús, él no solamente estará en Cristo, sino también en el
reino.
Estar en el reino significa darnos cuenta por completo de la realidad del Señor
Jesús. El Señor Jesús dijo que si Él echaba fuera demonios por el Espíritu,
entonces el reino de Dios había venido a ellos. Un demonio es un espíritu
maligno, impuro e inmundo, pero el principio subyacente a ser un demonio
denota simplemente rebelión. Originalmente los demonios eran una especie de
ser creado. Cuando Satanás se rebeló contra Dios, ellos le siguieron y se
convirtieron en demonios. Por tanto, los demonios denotan rebelión. Si en
vuestro diario andar hay algunas cosas que no están sujetas al gobierno de Dios,
que aún permanecen en rebelión contra Dios, tales cosas en principio son
demonios. Es necesario que tales cosas sean echadas fuera por el Señor Jesús.
Tenemos que orar: “¡Señor Jesús! Ven y echa fuera mis demonios. Incluso hoy
en día, todavía soy rebelde”. Tal vez usted sea rebelde cuando hace compras. Tal
vez usted vaya a una tienda a la que el Señor le dijo que no fuera. Una vez dentro
de la tienda, usted escogió un artículo pese a que el Señor Jesús le dijo que lo
dejara; probablemente usted haya comprado ese artículo y todavía lo tiene en
casa. Esto es rebelión, el principio subyacente a un demonio.

¿Está usted siempre sujeto al gobierno de Cristo? Es posible decir que le


amamos y, no obstante, no aceptar ser gobernados por Él. Podemos afirmar que
Cristo es nuestra vida, pero Cristo como nuestra vida tal vez no sea muy real
para nosotros. Podría ser simplemente un término, no una realidad. Es posible
que no nos demos cuenta debidamente de la realidad de Cristo como vida para
nosotros. La vida del Señor Jesús es una vida reinante, una vida que gobierna.
En toda clase de vida existe un elemento rector; este elemento rector es la ley
que rige esta vida y la regula. Es posible que tengamos la vida de Cristo en
nuestro interior y, aun así, no estemos sujetos al gobierno de Su vida. Por tanto,
en cierto sentido, es posible que todavía estemos poseídos por muchos
demonios. Necesitamos que el Señor Jesús los eche fuera. Entonces estaremos
verdaderamente en el reino. El reino es la plena aprehensión de la realidad de
Cristo. Aunque fuimos trasladados de las tinieblas al reino de Cristo, es posible
que en nuestra vida diaria carezcamos de la realidad del reino. La realidad del
reino es simplemente la plena aprehensión de la realidad del Señor Jesús.
Cuando nos damos cuenta por completo de la realidad del Señor Jesús, esa
aprehensión es el reino.

LA VENIDA DEL REINO


Un día, el Señor Jesús le dijo a Sus discípulos que algunos de ellos no gustarían
la muerte hasta que hubieran visto al Hijo del Hombre viniendo en Su reino
(Mt. 16:28). Según Marcos, el Señor dijo que algunos de los que estaban allí
verían el reino de Dios venido con poder (9:1). Poco después de haber dicho
esto, el Señor subió a la cima de un monte y se transfiguró (Mt. 17:1-2). La
transfiguración del Señor Jesús fue la manifestación de lo que Él era. Cuando Él
estaba confinado a Su carne, la gente pensaba que Él era apenas un hombre de
Nazaret. El reino estaba en Él, pero ellos no podían verlo. El reino estaba en Él
de la misma manera en que la electricidad está en un edificio; es decir, a menos
que se active el interruptor, nadie puede observar la electricidad. Una vez
activado el interruptor, la lámpara resplandecerá. Este resplandor es
simplemente la expresión de la electricidad. El reino de Dios estaba en el Señor
Jesús, pero en aquel momento el reino residía encubierto, revestido y contenido
dentro de Su carne. Aunque Él estaba en medio de los fariseos, éstos no podían
observar que había algo maravilloso en Él. Incluso Sus propios discípulos no
podían verlo. Después de seis días, Él subió al monte y allí “fue encendido”; Él
resplandecía. Su resplandor procedía de Su interior, no de los cielos. Algo
dentro de Él resplandecía. Aunque esta realidad estaba presente en Su interior
antes de Su transfiguración, las personas no podían observarla. Sin embargo, en
Su transfiguración, Sus discípulos podían observar algo que resplandecía desde
Su interior.

Tal vez nosotros diríamos que esto fue el resplandecer del Señor Jesús o la
transfiguración del Señor Jesús, pero el Señor mismo dijo que esto era la venida
del reino. Así pues, el resplandor del Señor Jesús en aquel monte fue la venida
del reino. Esto no es una mera dispensación, ni tampoco una esfera. Nuestro
vocabulario es inadecuado para describirlo. La transfiguración, el resplandor del
Señor Jesús en el monte, ¡era la venida del reino con poder! El reino es
simplemente el Señor Jesús que resplandece sobre nosotros. Espero que esta
afirmación los impresione profundamente: el reino es el resplandor del Señor
Jesús, y el reino es la propagación del Señor Jesús al resplandecer sobre
nosotros. Él le dijo a Pedro, Jacobo y Juan que le verían viniendo en Su reino,
que ellos verían el reino de Dios viniendo con poder. ¿Qué vieron ellos? Ellos
vieron el resplandor del Señor Jesús. Cuando Pedro, Jacobo y Juan estaban bajo
Su resplandor, ellos estaban en el reino. Además, todos los santos que habían
fallecido, representados por Moisés, y todos los santos que estaban vivos,
representados por Elías, aparecieron allí y también estaban bajo el resplandor
de la propagación del Señor Jesús.

Permítanme darles un ejemplo. Supongamos que cinco hermanos viven en una


casa de hermanos. Si estos hermanos verdaderamente están bajo el resplandor
del Señor Jesús, el reino estará en aquella casa de hermanos. Siempre que uno
les visite, percibirá el resplandor, el reino, el gobierno y el buen orden. Aunque
ellos no tengan un reglamento, todo allí está en orden gracias al resplandor que
impera en ese lugar. Supongamos, sin embargo, que ellos no viven bajo tal
resplandor, sino que más bien, ellos se critican y menosprecian los unos a los
otros, y al mismo tiempo fingen amarse. Si uno los visita, tendrá la sensación
espiritual de hallarse en un cementerio. Aun cuando todo esté tranquilo, se
percibe la espantosa presencia de la muerte. Aunque ninguno de ellos esté
discutiendo, y todo está en orden, la muerte y la potestad de las tinieblas todavía
están allí. No hay resplandor.

El reino es el resplandor de la realidad del Señor Jesús. Siempre que Él


resplandece sobre uno y uno está bajo ese resplandor, entonces está en el reino.
Aunque no es fácil describir o definir el reino, me parece que ahora ustedes han
podido comprender algo en cuanto al reino. El reino no es meramente una
dispensación, una esfera o un ámbito. Es el hacer real a nosotros la realidad del
Señor Jesús. Siempre que Él se propaga al resplandecer sobre nosotros, nos
encontramos en el reino y, para nosotros, el reino ha venido con poder.

EL PROCESO DEL REINO


En Marcos 4:26-29 el Señor Jesús dijo que el reino es como si un hombre
echara semilla en la tierra. La semilla crece, aparece la hierba, luego espiga y
finalmente es cosechada. El reino es una semilla que fue sembrada en la tierra y
crece hasta alcanzar la madurez, tiempo en el cual llega la siega. La semilla es el
Señor Jesús como Aquel que resplandece. Nosotros somos el suelo en el cual el
Señor Jesús ha sido sembrado como simiente. La semilla crece y,
eventualmente, produce una cosecha: la plena manifestación del reino. Por
tanto, el reino es el Señor Jesús como semilla de vida que ha sido sembrada en
nuestro interior y que crece en nuestro ser hasta alcanzar plena madurez en el
tiempo de la siega. Cuando los cultivos estén maduros, se realizará la siega, que
es la plena manifestación del reino. El crecimiento de la semilla dentro de
nosotros es el proceso del reino. Por un lado, nosotros ya estamos en el reino;
por otro, participamos en el proceso del reino. Por ejemplo, en un campo de
trigo primero se siembran las semillas en el suelo. Después, las semillas crecen
hasta que aparece un brote tierno. El crecimiento continúa hasta que los brotes
producen espigas y, después, grano en las espigas. Finalmente, madura
teniendo granos llenos en las espigas. Entonces se realiza la siega de los campos.
Éste es un cuadro del proceso y la manifestación del reino. Ahora somos
partícipes del proceso del reino; es decir, hoy la simiente del reino está
creciendo en nuestro ser. Este crecimiento del reino nos llevará a la siega, y la
siega será la plena manifestación del reino.

EL REINO ES EL EVANGELIO
Comparemos Lucas 18:29 y Marcos 10:29. Lucas 18:29 dice que dejamos ciertas
cosas por el reino. Marcos 10:29 dice que dejamos esas mismas cosas por el
evangelio. Esto demuestra que el reino es el evangelio. El reino y el evangelio
son términos sinónimos y son usados sin distinción. Tenemos que declarar que
el reino es el evangelio. Si no comprendemos que el evangelio es el reino,
nuestro entendimiento del evangelio será deficiente. El evangelio no solamente
se relaciona con el perdón de pecados, la redención, la justificación, la
santificación o la salvación, sino que el evangelio también guarda relación con el
reino. ¿Qué es el reino? El reino es el Señor Jesús como semilla de vida que ha
venido a nosotros. Cuando esta semilla de vida vino a nuestro ser, fuimos
regenerados. En virtud de tal regeneración, nacimos en el reino (Jn. 3:3, 5). La
regeneración fue nuestro traslado. Fue por la regeneración que fuimos
trasladados de la potestad de las tinieblas al reino de Dios. ¡Aleluya! ¡Éste es el
evangelio auténtico!

Nuestro ingreso al reino no se realiza en términos externos o aparentes, sino


mediante un nacimiento interno. “El que no nace de agua y del Espíritu, no
puede entrar en el reino de Dios” (v. 5). En otras palabras, cuando el Señor
Jesús viene a nuestro ser, Él trae el reino a nuestro interior. Por esto Él dijo que
el reino está entre nosotros (Lc. 17:21). Éste es el Señor Jesús, la semilla de vida,
sembrada dentro de nosotros y que, todo el tiempo, crece en nuestro ser. Por
tanto, nosotros somos partícipes del proceso del reino.

Venimos ahora a 2 Pedro 1:3, 4 y 11, donde se nos dice que el divino poder de
Dios nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, y
que por medio de éstas llegamos a ser partícipes de la naturaleza divina. Puesto
que participamos de la naturaleza divina y de todas las cosas que pertenecen a la
vida y a la piedad, podemos tener una rica entrada en el reino. Cuando el Señor
Jesús entra a nuestro ser, Él trae consigo todas las cosas que pertenecen a la
vida y a la piedad, incluyendo la naturaleza misma de Dios. Por medio de todo
esto, podemos obtener una rica entrada en el reino. En esto consiste el proceso
del reino; por tanto, el reino no es meramente una dispensación.

¿Cómo tenemos entrada al reino? No es al aprender, estudiar o cumplir ciertas


reglas. Es mediante la regeneración. Entramos en el reino por medio del Señor
Jesús que viene a nuestro ser y nos imparte todas las cosas que pertenecen a la
vida y a la piedad. Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad ahora
están en nuestro interior. No debemos menospreciar la pequeña semilla. Esa
pequeña semilla es todo-inclusiva: las raíces, el tallo, las ramas, las hojas, las
flores y el fruto, todo ello procede de esa pequeña semilla. Todas las cosas que
pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas, así que somos
participantes de la naturaleza divina (1:4). Por medio de esto, podemos obtener
una rica y abundante entrada al reino, repito, no solamente entrada, sino rica y
abundante entrada.

En Marcos 10:17-23 vemos que un joven rico vino al Señor Jesús preguntándole
qué habría de hacer para heredar la vida eterna. Él pensaba que podía heredar
la vida eterna si cumplía la ley. Después de que él se alejó desilusionado, el
Señor Jesús dijo que es difícil para un hombre rico entrar en el reino de Dios,
con lo cual daba a entender que entrar en el reino de Dios es simplemente
poseer la vida eterna. Ambos términos son sinónimos; ambos se refieren a lo
mismo.

Por tanto, el reino es nuestra aprehensión espiritual de la realidad del Señor


Jesús. Siempre que Él resplandece sobre nosotros y se propaga en nuestro
interior, nosotros estamos en el reino. Como simiente del reino, el Señor Jesús
ha sido sembrado en nosotros. Ahora somos partícipes del proceso de
crecimiento que es propio del reino. Cuando el Señor Jesús haya crecido
completamente en nosotros, ése será el tiempo de la manifestación del reino.

CAPÍTULO TRES

LA META DE DIOS ES EL REINO


Lectura bíblica: Mt. 16:18-19; 1 Co. 4:17b-20; 6:9-11; Gá. 5:21-22, 24-
25; Ro. 14:17; He. 12:28

El reino es uno de los elementos que constituyen la estructura básica de las


Escrituras; no obstante, la mayoría de los cristianos no le han dado la debida
importancia. El reino es un tema que está presente en todo el Nuevo
Testamento y puede ser hallado en casi todos los libros, desde Mateo hasta
Apocalipsis. Aun cuando usted haya sido cristiano por muchos años,
probablemente haya escuchado muy poco acerca del reino. Pese a que la
predicación del Nuevo Testamento comenzó hablando del reino y el reino es el
tema básico del Nuevo Testamento, este asunto ha sido descuidado por siglos
debido a la sutileza del enemigo.
LA META FINAL DE DIOS
Dijimos en el pasado que la iglesia es la meta de Dios, pero la meta final de Dios
es el reino, no la iglesia. En la eternidad y por la eternidad, lo que Dios obtendrá
será el reino. La iglesia es la parte principal del reino. Al final, Dios obtendrá el
reino por la eternidad. Cuando el Señor Jesús regrese, la iglesia, en cierto
sentido, estará completa, pero el reino, que incluye a la iglesia, continuará por la
eternidad. La meta máxima y eterna de Dios es el reino.

LA ESTRATEGIA DE SATANÁS
Satanás, el enemigo de Dios, sabe cuál es la meta de Dios. Por esto él permitirá
que usted haga muchas cosas siempre y cuando no este a favor del reino. El
propósito de Dios es edificar un reino, mientras que el propósito del enemigo es
destruir este reino. El enemigo hará que la gente preste atención a cualquier
otra cosa siempre y cuando esto los distraiga del reino. Si él no puede valerse de
cosas pecaminosas o mundanas, podría valerse de cosas religiosas. Siempre y
cuando uno esté distraído del reino, Satanás estará satisfecho.

ARREPENTIRSE POR CAUSA DEL REINO


La predicación de Juan el Bautista acerca del arrepentimiento por causa del
reino no estaba dirigida a los gentiles, sino al pueblo de Dios, a Israel. Su
predicación estaba dirigida a las personas religiosas que tenían en sus manos la
Palabra santa, personas que se esforzaban lo mejor que podían en adorar a Dios
conforme a las Escrituras. Juan no dijo: “Estoy muy feliz de verlos adorar a Dios
y yo he venido para mejorar vuestra adoración. Dios me ha enviado para
alentarlos a presentar sacrificios, a quemar el incienso, a mantener las lámparas
encendidas y adorar a Dios por medio de cánticos, alabanzas y acciones de
gracias”. En lugar de ello, Juan predicó a las personas religiosas diciéndoles:
“Arrepentíos, porque el reino...”.

¿Dónde está el reino de Dios? La tierra entera está llena de demonios. Hemos
visto que el principio subyacente a un demonio es la rebelión. Aun cuando usted
ame a su esposa o se sujete a su esposo y su vida familiar sea bastante buena,
todavía es posible que no esté a favor del reino de Dios. Es posible que todo
cuanto usted haga y sea esté por completo en el principio de un demonio. El
Señor se ha propuesto obtener un reino. Lo que usted sea, todo cuanto haga y
adonde sea que vaya debe estar regido por la vida de Dios. Esto quiere decir que
su manera de peinarse, la forma de vestirse y, en general, todas sus actividades
estarán regidas por el gobierno de vida que ejerce el Señor Jesús. En esto
consiste el reino.

Si usted vive en una casa de hermanos, en realidad no importa mucho si usted


se enoja o es paciente. Si no se sujeta al gobierno del reino, cuando manifiesta
su mal genio, usted es un demonio feo, y cuando se muestra paciente y
simpático, usted es un demonio agradable. Ya sea que se enoje o sea paciente,
sigue siendo alguien que se rebela contra Dios. Incluso cuando guarda silencio,
sea paciente o simpático, es posible que usted no se sujete al gobierno del Señor
Jesús. ¡Únicamente lo que es regido por el gobierno del Señor Jesús está en el
reino!

¿Qué de su vida? ¿Qué tal de su vivir diario y su andar cotidiano? Tal vez
ustedes sean considerados personas muy buenas a los ojos de los hombres, pero
a los ojos del Señor, ustedes no se encuentran bajo Su gobierno. Él todavía no
tiene un reino dentro de ustedes. Es posible que ustedes sean personas de alta
moralidad, buenas, amables e incluso religiosas y, sin embargo, interiormente
no se sujetan al gobierno de la vida de Dios. No tienen el reino del Señor Jesús
dentro de ustedes. Espero que el Señor Jesús abra sus ojos para que puedan ver
el reino. El reino no es solamente una dispensación o una esfera. El reino es
simplemente el Señor Jesús que se ha sembrado, crecido, regido, gobernado y
reinado en nuestro ser hasta que alcancemos la madurez y se produzca la
cosecha, es decir, la manifestación del reino.

EL PROCESO DE CRECIMIENTO DEL REINO


Es necesario ilustrar nuevamente el proceso de crecimiento del reino. En
Marcos 4:26-29 el Señor se valió de una parábola para ilustrar el reino de Dios.
Él dijo que el reino es como una semilla que es sembrada en la tierra, la cual
crece hasta madurar para después ser cosechada. El proceso de crecimiento del
reino abarca desde el momento en que la semilla es sembrada hasta que llega el
tiempo de la cosecha; esta cosecha representa la plena manifestación del reino.
Por esta parábola nos damos cuenta de que nos encontramos en el proceso de
crecimiento. Si sembráramos una pequeña semilla de clavel en la tierra, después
de cierto tiempo aparecería un brote muy tierno. Luego este brote crecería hasta
alcanzar su consumación final, que es la manifestación del reino de los claveles.
Consideremos un grupo de plantas de clavel en sus diferentes etapas de
crecimiento. Una es apenas un brote tierno, otra tiene largos tallos, otra ya ha
echado capullos, y, finalmente, hay una cuyos capullos ya se han convertido en
flores. Ésta es la manifestación plena del reino de los claveles, el cual, habiendo
comenzado con la siembra de la semilla en la tierra y habiendo progresado hasta
su pleno florecimiento, alcanza la consumación final de la vida de los claveles.

El Señor Jesús nos pidió que orásemos: “Venga Tu reino” (Mt. 6:10). Pero el
reino no vendrá de la manera en que muchos cristianos se imaginan. En cierto
sentido, el reino ya ha venido, pero, en otro, el reino está viniendo. Retomando
una vez más la ilustración que hemos usado, el reino de los claveles, en cierto
sentido, ya ha venido en forma de semilla. Llegará el día cuando los claveles
florecerán plenamente, y esto será la venida plena del reino de los claveles.
Asimismo, el reino de Cristo ya ha venido. Desde el día en que Él se sembró en
la tierra de la humanidad, el reino de Cristo comenzó a venir. El proceso de
crecimiento continuará hasta que llegue el tiempo de la cosecha en plenitud, en
el cual ocurrirá la plena manifestación del reino de Cristo.

¿Qué es, pues, el reino? El reino es simplemente Cristo que ha sido sembrado en
nosotros, crece en nosotros, madura en nosotros y llega al tiempo de la cosecha.
El reino no es meramente una dispensación ni una esfera. El reino es la
totalidad de Cristo como vida para nosotros en todas Sus actividades.
Si usted visita un zoológico, podrá ver el reino animal. ¿Creen que esto es una
dispensación o una esfera? Si quitásemos todos los animales, la esfera del
zoológico permanecería, pero ya no sería el reino animal. El reino animal está
constituido por la totalidad de la vida animal con todas sus actividades. Los
pájaros vuelan, los monos trepan y las tortugas nadan. El reino animal es
simplemente la totalidad de la vida animal con todas sus actividades. Asimismo,
el reino de Cristo es la totalidad del Cristo que es vida para nosotros con todas
Sus actividades. Todos nosotros tenemos a Cristo en nuestro ser como vida, y
tenemos muchas actividades en Cristo. Esto es el reino de Cristo. Recientemente
estuve observando, contemplando y disfrutando las muchas actividades que
efectuaban los miembros en una reunión. Tal vez ustedes digan que eso es una
reunión de la iglesia. Estoy de acuerdo, pero eso también era el reino de Cristo
con Su vida y actividades.

LA IGLESIA ES EL REINO DE DIOS


Ahora venimos a Mateo 16:18-19. Éstas fueron palabras dichas por el Señor
Jesús a Pedro después que él recibió la revelación del Padre en cuanto a que
Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Él dijo que Pedro era una piedra y
que Él edificaría la iglesia sobre Sí mismo como la roca. Las puertas del Hades
jamás podrían prevalecer contra la iglesia. Después, le dijo a Pedro que le daría
las llaves, no las llaves de la iglesia, sino ¡las llaves del reino! Esto implica que la
iglesia mencionada en el versículo 18 es, con toda certeza, el reino mencionado
en el versículo 19 y que ciertamente el reino en el versículo 19 es la iglesia en el
versículo 18. El Señor Jesús prometió darle a Pedro las llaves del reino de los
cielos. El Día de Pentecostés, el Señor Jesús le dio a Pedro la llave que abrió la
puerta para que los judíos entraran y, en casa de Cornelio, le dio la llave que
abrió la puerta para que los gentiles entraran. Después que el Señor le dio a
Pedro estas dos llaves del reino, las iglesias fueron establecidas. En primer
lugar, la iglesia en Jerusalén fue establecida, y después, la iglesia entre los
gentiles fue establecida. Debido a que Pedro usó las llaves del reino para
establecer las iglesias indica que las iglesias son el reino.

La iglesia es la ekklesía, la asamblea. Esto quiere decir que la iglesia es la


congregación del pueblo llamado de Dios. La iglesia es también la casa de Dios,
Su morada. Ella es también el Cuerpo de Cristo, lo cual quiere decir que la
iglesia es la expresión viviente de Cristo. La iglesia es también la novia de Cristo,
lo cual quiere decir, que la iglesia es Su amor y Su satisfacción. Además de todos
estos aspectos, la iglesia es también el reino. Esto quiere decir que la iglesia es el
reinado que Dios ejerce por medio de Cristo. La iglesia es el reinado de Cristo
como Rey. No hay exigencias más elevadas que las exigencias propias del reino.
Lo que se exige de la iglesia para que ésta sea la casa de Dios, o el Cuerpo de
Cristo, o la Novia de Cristo, no es tan elevado como lo que se exige para que sea
el reino de Dios. No hay exigencias más elevadas que las de Mateo 5, 6 y 7. Las
exigencias propias del reino son elevadas porque la iglesia es el reinado de
Cristo, el gobierno de Cristo, como Rey. Si todos comprendiéramos que la iglesia
es el reino, tendríamos un gran cambio en nuestro diario vivir.

EL REINO DE DIOS EN 1 CORINTIOS


Vayamos a 1 Corintios 4:17-20. Aquí tenemos otra prueba de que la iglesia es el
reino. Pablo nos dice que en todas partes y en todas las iglesias él enseñaba lo
mismo. El versículo 17 parece estar relacionado íntegramente con la iglesia; sin
embargo, en el versículo 20 Pablo menciona el reino de Dios. Si leemos los
versículos 17 y 20 en su contexto y los consideramos conjuntamente, veremos
que la verdadera vida de iglesia es el reino. El reino no consiste en palabras, sino
en poder. La iglesia es el reino, y el reino es la realidad de la vida de iglesia.

Del capítulo 4 avanzamos a 6:9-11. Estos versículos nos dicen que los perversos
e inmorales que no se sujetan al gobierno del Señor Jesús como Rey, no tienen
parte en el reino. El versículo 11 nos dice que aun cuando nosotros éramos tales
personas en el pasado, ya fuimos lavados, santificados y justificados en el
nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de Dios. Prestemos atención al
uso de la expresión mas en este versículo: “mas ya habéis sido lavados, ya
habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor
Jesucristo, y en el Espíritu de nuestro Dios”. Ahora estamos en el Espíritu.
Como el contexto deja en claro, puesto que estamos en el Espíritu, ciertamente
podemos participar en el reino. Estamos en el reino y, en cierto sentido, somos
el reino.

Tenemos que desechar las enseñanzas tradicionales y retornar a lo que era en el


principio, es decir, debemos retornar a la Palabra pura. Si invocamos el nombre
del Señor Jesús y oramos-leemos todos estos versículos, veremos exactamente
lo mismo. Veremos que el reino hoy es simplemente la verdadera vida de iglesia.

EL REINO DE DIOS EN GÁLATAS


Es probable que muy pocos hayan notado la expresión el reino de Dios en un
libro como Gálatas. Una vez más, allí Pablo nos dice que los perversos e
inmorales “no heredarán el reino de Dios” (Gá. 5:21). Después, Pablo menciona
el fruto del Espíritu (v. 22). En esto consiste la vida de iglesia, el andar cristiano,
y el andar cristiano es el reino. Pablo continúa diciendo que quienes son de
Cristo han crucificado la carne (v. 24). Lo que no forma parte del reino de Dios
ha sido crucificado. La carne con sus pasiones y concupiscencias ha sido
crucificada. Somos, pues, un pueblo de personas crucificadas. Sin embargo, éste
es apenas el aspecto negativo, pues también está el aspecto positivo. El versículo
25 nos dice que debido a que tenemos la vida en el Espíritu, también debemos
andar por el Espíritu. Vivir por el Espíritu y andar por el Espíritu constituyen la
vida de iglesia y esta vida de iglesia es el reino. Esto nos muestra que el reino no
es meramente algo reservado para el futuro, sino también algo que está presente
hoy en día.

EL REINO DE DIOS EN ROMANOS


Romanos 14:17 es un versículo maravilloso. Este versículo dice que “el reino de
Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. En
otras palabras, el reino es por completo una vida vivida en el Espíritu. Una vida
en el Espíritu es el reino y este reino es la realidad de la vida de iglesia.
Muchos cristianos no pueden ver que la iglesia es el reino porque el cristianismo
está lleno de confusión y división. Tenemos que reconocer que es difícil afirmar
que el cristianismo sea el reino. Pero, en el recobro del Señor, el reino es la vida
de iglesia. La vida de iglesia es el reino de Dios. El reino no es meramente una
dispensación. ¿La comida y la bebida se relacionan con una dispensación? Pues
el reino no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.
Cuando vivimos en el Espíritu Santo, tenemos la vida espiritual, y esta vida
espiritual que se sujeta al gobierno del Señor Jesús es simplemente la realidad
de la vida de iglesia. Éste es el reino inconmovible (He. 12:28). Este reino jamás
podrá ser conmovido, porque las puertas del Hades no pueden prevalecer contra
él. ¡La iglesia es el reino inconmovible!

EL REY Y EL REINO
Según la Biblia, el reino es el Señor Jesús que vino a sembrarse en nosotros
como simiente de vida. Cuando Él se siembra en nuestro ser, Él se convierte en
el reino en nuestro interior. En Sí mismo, el Señor Jesús es el Rey; pero cuando
Él viene al interior de todos nosotros, Él es el Rey con Su reino. El reino es
simplemente el Rey con Su reino. Isaías 53:2 nos dice que este Jesús en la carne
no tenía hermosura ni atractivo para que le deseemos. No obstante, ¡Él es el
Rey! Él es la simiente del reino. Sin embargo, este Rey jamás estará satisfecho
con permanecer solo, pues Él anhela obtener Su reino. ¿Cómo obtendrá el
reino? Al propagarse a Sí mismo en personas como nosotros. El Señor Jesús es
el Rey y nosotros el reino. ¡Nosotros somos el reino!

CAPÍTULO CUATRO

LA SEMILLA DEL REINO


Lectura bíblica: Mt. 1:1, 2, 6, 11, 16-18, 20, 21, 23; 2:1-13, 16, 19, 20,
22, 23

Como ya hemos visto, el reino es Cristo mismo como semilla de vida que se
sembró en nuestro ser, que crece, se propaga y madura en nuestro interior hasta
que se produzca la cosecha en toda su plenitud. La cosecha en su plenitud es la
manifestación del reino.

En el primer capítulo del Nuevo Testamento tenemos el relato de una Persona


maravillosa, Cristo, quien nos es recomendado como semilla del reino. Es
necesario que comprendamos más profundamente lo que es esta semilla del
reino. Quizás digamos que la semilla del reino es el Señor Jesús, pero es posible
que el entendimiento que tengamos con respecto a Él sea todavía bastante
superficial.

UN ESPÍRITU DE REVELACIÓN
Resulta fácil leer la Biblia como palabras en blanco y negro, y también es muy
fácil inferir cierto significado o impresión al leerla de esta manera. Sin embargo,
una cosa es meramente leer las palabras de la Biblia y otra muy distinta es
captar su significado espiritual. Por ejemplo, cuando los fariseos discutieron con
el Señor Jesús sobre el divorcio, incluso citando las Escrituras, Él les respondió
de una manera distinta. Él les dijo: “Desde el principio no ha sido así” (Mt.
19:8). En otra ocasión, los saduceos discutieron con el Señor Jesús sobre la
resurrección. Podríamos decir que ellos eran los “modernistas” de su era, pues
no creían en la resurrección. Éstos citaron algunos versículos de la Biblia, y el
Señor Jesús también les citó otro (22:23-33). Él les habló del nombre de Dios
dado en Éxodo 3:6: “Yo soy [...] el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de
Jacob”. Si nos limitamos a leer el texto de la Biblia, entenderemos que Dios es el
Dios de estos tres: el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Incluso estudiantes
de primaria podrían leer y captar esto. Pero, con base en este nombre divino, ¡el
Señor Jesús pudo revelar algo sobre la vida y la resurrección! Puesto que Dios es
el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y todos ellos han muerto, y puesto que
Dios es el Dios de los vivos y no de los muertos, ¡ciertamente Dios debe ser el
Dios de la resurrección! De esta manera, el Señor Jesús también les demostró
que todos aquellos santos que murieron serían resucitados. Tal revelación
espiritual se halla en el texto bíblico, pero no podemos apreciarla simplemente
mediante la letra de la Biblia; se requiere algo más. Necesitamos un espíritu de
sabiduría y de revelación (Ef. 1:17).

En cierto sentido, es fácil leer el primer capítulo de Mateo. En éste encontramos


“la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham”. No es complicado
entender que éstos fueron los antepasados del Señor Jesús y que María era Su
madre. ¡Pero lo que más necesitamos con respecto a este capítulo es la
revelación! A fin de conocer el reino tenemos que conocer la semilla del reino.
¿Qué es esta semilla? Tal vez digan que es el Señor Jesús; pero ¿qué es Él? No
les pregunto quién es el Señor Jesús, sino qué es Él. Necesitamos ver algo que va
mucho más allá de una mera respuesta doctrinal. Necesitamos revelación para
ver que el Señor Jesús es el fruto de muchas generaciones mezclado con la
divinidad. Aquel que es fruto de tal mezcla de muchas generaciones humanas
con el Dios Triuno es llamado Jesús y Emanuel (Mt. 1:21, 23).

CUARENTA Y DOS GENERACIONES


HUMANAS
Cuarenta y dos generaciones se hallan incluidas en esta genealogía, las cuales se
encuentran divididas en tres grupos de catorce generaciones cada uno. El
primer grupo se inicia con Abraham y finaliza con David el hombre. El segundo
grupo comienza con David el rey. Así pues, David es contado como dos
generaciones: una como el hombre con quien concluye el primer grupo, y otra
como el rey que da inicio al segundo grupo. El tercer grupo abarca desde el
tiempo del cautiverio hasta el nacimiento de Jesucristo. Estas cuarenta y dos
generaciones tienen mucho significado.

El primer grupo corresponde a seres humanos comunes. Abraham era una


persona común al igual que Jacob, e incluso David el hombre. El segundo grupo
corresponde a los reyes y representa las generaciones de la realeza. El rey David
engendró al rey Salomón, y a su vez, el rey Salomón engendró a otro rey y así
sucesivamente. El tercer grupo comprende a todas las generaciones nacidas
durante el cautiverio así como a las que retornaron del mismo. Si no hubiesen
retornado del cautiverio, habría sido imposible que el Señor Jesús naciese del
linaje santo en la ciudad de Belén, pues casi todo el linaje santo había sido
dispersado por todo el mundo gentil. Que el pueblo retornase de la cautividad
permitió que el Señor Jesús viniera a la tierra por primera vez. La venida del
Señor Jesús fue fruto de todas esas generaciones humanas: generaciones de
hombres comunes, generaciones de reyes y generaciones de aquellos que fueron
llevados cautivos y retornaron del cautiverio.

¡El Señor Jesús es maravilloso! Él fue el fruto de Abraham, el verdadero Isaac;


quien en figura fue muerto y resucitado; además, se casó con Rebeca, quien
tipifica a la iglesia como la novia. El Señor Jesús también fue el fruto de David,
esto es, Salomón, quien poseía una sabiduría extraordinaria y quien edificó el
templo de Dios.

Para comprender los primeros diecisiete versículos del Nuevo Testamento, es


necesario recibir la revelación completa de todo el Antiguo Testamento, pues
esos diecisiete versículos en realidad nos proveen una síntesis de la totalidad del
Antiguo Testamento. Si queremos abordar estos versículos es necesario abordar
asuntos contenidos desde Génesis hasta Malaquías.

El Señor Jesús era tal fruto: el fruto de Abraham, el fruto de David e incluso el
fruto de una mujer, una virgen. A Abraham se le hizo una promesa en cuanto a
su fruto (Gn. 22:18), como también se le hizo a David en cuanto a su fruto (2 S.
7:12-13). Asimismo hubo una promesa en cuanto al fruto de la mujer (Gn. 3:15).
Esta simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente. De las cuarenta y dos
generaciones, éstas son apenas tres: el fruto de Abraham, Isaac, quien fue
muerto y resucitado, y cuyo retorno fue efectuado con el propósito de recibir a la
novia; el fruto de David, Salomón, quien poseía sabiduría y pudo llevar a cabo la
edificación del templo de Dios; y el fruto de la mujer, Cristo, quien aplastó la
cabeza de la serpiente. El Señor Jesús era tal fruto.

LA MEZCLA DEL DIOS TRIUNO


El Señor Jesús no nació de una manera sencilla, sino de forma muy significativa,
ya que Él era el fruto de toda clase de generaciones humanas, desde Abraham,
Isaac y Jacob, pasando por los reyes y por los que fueron capturados como
también los que retornaron. Sin embargo, éste es apenas uno de los aspectos del
Señor Jesús. Otro aspecto es la mezcla con el Dios Triuno. Él no fue solamente
fruto de muchas generaciones del linaje humano, sino que además estaba
mezclado con el Dios Triuno. Por lo tanto, Él era el fruto de cuarenta y un
generaciones del linaje humano mezclado con el Padre Santo, el Hijo Santo y el
Espíritu Santo. De acuerdo con la revelación de la Biblia, el Padre está en el Hijo
(Jn. 14:11), el Hijo está en el Espíritu (2 Co. 3:17) y el Espíritu es el Dios Triuno
que ha sido aplicado a la humanidad mezclada (13:14). Cuando obtenemos al
Señor Jesús, lo obtenemos todo. En Él tenemos a Abraham, Isaac, Jacob, José,
David, Salomón y María. Obtenemos también al Padre Santo, al Hijo Santo y al
Espíritu Santo. Él era el fruto de las cuarenta y un generaciones del linaje
humano mezclado con el Dios Triuno. Se necesitará toda la eternidad para que
podamos aprehender plenamente este asunto. Únicamente en la eternidad
entenderemos plenamente qué es el Señor Jesús.
El Señor Jesús no es tan bajo ni simple. Él es mucho más que un Salvador que
tuvo compasión de los pobres pecadores a quienes salvó del infierno. ¡Él es
maravilloso! Debemos orar nuevamente el capítulo 1 de Mateo a la luz de toda la
historia del Antiguo Testamento. Entonces veremos lo qué es Él.

JESÚS Y EMANUEL
Jesús significa “Jehová-más”. Jesús no solamente es Jehová; Él es “Jehová-
más”. En el idioma hebreo, el nombre de Jesús está incluido en el nombre de
Jehová. Jesús significa “Jehová-más el Salvador” o “Jehová-más la salvación, o
la liberación”. Jesús es, pues, “Jehová-más la salvación todo-inclusiva”.
Emanuel significa Dios “con nosotros”, lo cual representa otra adición. El Señor
Jesús no es solamente Dios, sino que Él es Dios “con nosotros”. En
consecuencia, podríamos decirles a nuestros amigos judíos que somos más ricos
que ellos. Por un lado tenemos lo que ellos tienen, pero, por otro, ellos no tienen
lo que nosotros poseemos. Ellos tienen a Jehová y tienen a Dios, pero nosotros
tenemos a “Jehová-más la salvación” y a Dios-más “con nosotros”. Podríamos,
entonces, invitarlos a venir y unirse a nosotros; y así ellos podrían ganar todo y
no perder nada. Nosotros jamás nos uniremos a ellos, porque tenemos algo más
valioso, más elevado, superior y grandioso, esto es, al Señor Jesús. Él es el fruto
de todas las generaciones humanas mezcladas con el Dios Triuno, Él es “Jehová-
más” y “Dios-más”. A partir de ahora, ustedes ciertamente percibirán un sabor
distinto al invocar el nombre del Señor Jesús. Su nombre es tan rico, tan dulce,
y Él es rico para con todos los que invocan Su nombre (Ro. 10:12). ¡Aleluya por
Jesús! ¡Aleluya por “Jehová-más”! ¡Aleluya por Emanuel! ¡Aleluya por “Dios-
más”! “Jehová-más” y “Dios-más” es la semilla que ha sido sembrada en nuestro
ser.

DESPUÉS DE LA PRUEBA, EL
CUMPLIMIENTO
Ahora abordaremos el significado del número cuarenta y dos. En la Biblia
tenemos el número cuarenta y también el número cuarenta y dos. Según la
revelación dada en las Escrituras, entendemos que el número cuarenta
representa tribulaciones, padecimientos, pruebas y tentaciones. El número
cuarenta aparece en diferentes ocasiones en la Biblia. Fue por un periodo de
cuarenta años que el pueblo de Israel permaneció en el desierto donde fue
examinado y puesto a prueba por Dios, lo cual produjo mucho sufrimiento.
Cuando Moisés estuvo por cuarenta días en el monte, ello fue una prueba para el
pueblo de Israel (Éx. 24:18). Hubo un periodo de cuarenta días y cuarenta
noches relacionado con Elías (1 R. 19:8), y el propio Señor Jesús fue tentado por
cuarenta días (Mt. 4:1-2). Después de Su resurrección, el Señor puso a prueba a
Sus discípulos por un periodo de cuarenta días al no realizar ninguna acción que
lo vindicase o demostrase que le había sido dada toda autoridad en los cielos y
en la tierra. Si yo hubiera estado en el lugar de Pedro, no habría tenido la
paciencia necesaria para esperar día tras día, semana tras semana, sin que nada
sucediera por treinta y nueve días. Aquellos cuarenta días deben haber sido un
verdadero periodo de prueba. Es bastante claro que el número cuarenta
significa ser puesto a prueba, pasar por pruebas, tentaciones y padecimientos.
Obviamente, el número cuarenta y dos está compuesto por cuarenta más dos. El
número dos es el número que denota un testigo, un testimonio. El número
cuarenta y dos significa que después de ser puesto a prueba por un periodo de
tiempo y pasar por dichas pruebas, algo será logrado con miras al cumplimiento
del propósito de Dios. ¡Aleluya! Desde el tiempo de Abraham hasta el
nacimiento del padre de José transcurrió un periodo de cuarenta generaciones,
un periodo de prueba. La promesa hecha a Abraham no se había cumplido, ni
tampoco la promesa hecha a David. Ni aun las promesas de tantas cosas buenas
para los hijos de Israel se habían cumplido. El paso de todas estas generaciones
representó una verdadera prueba.

Sin embargo, después de dos generaciones más, se llevó a cabo el cumplimiento.


¡El Señor Jesús vino! ¡Él es el Dios encarnado! Él no se encarnó durante la
segunda generación del linaje humano, ni tampoco durante la vigésima o la
cuadragésima generación. Dios no contó estas generaciones desde Adán, que
representa el linaje creado, sino que las contó a partir de los hijos de Abraham,
el pueblo de la promesa. Se habían hecho muchas promesas, pero Dios no se
encarnó sino hasta la cuadragésima segunda generación, la segunda generación
después de un largo periodo de pruebas, tribulaciones e incluso fracasos.

El relato que abarca desde Abraham hasta Malaquías es, por un lado, un relato
de todas las promesas hechas por Dios; pero por otro, es un relato de pruebas,
derrotas, desilusiones y fracasos. Ciertamente, nosotros ya nos habríamos dado
por vencidos. Habríamos dicho que Dios hizo una serie de promesas a nuestro
antepasado Abraham unas cuarenta generaciones atrás, pero que nada había
sucedido. Pero ahora, en la cuadragésima segunda generación, Dios mismo se
encarnó. La cuadragésima segunda generación es la del Señor Jesús, la
generación del cumplimiento de las promesas de Dios y del propósito de Dios,
incluso el cumplimiento de todo cuanto Dios se había propuesto hacer. Así pues,
cuarenta más dos representa los sufrimientos y las pruebas más el
cumplimiento del propósito divino. Después de cuarenta y dos generaciones
todo lo relacionado con el propósito de Dios fue cumplido.

Apocalipsis 12:6 habla de un periodo de cuarenta y dos meses o tres años y


medio. Al final de esos cuarenta y dos meses finalizará la gran tribulación.
Cuando ésta concluya, el Señor Jesús retornará, lo cual será el cumplimiento del
propósito de Dios.

Las cuarenta y dos generaciones mencionadas en Mateo 1 están divididas en tres


grupos. Mateo 1:17 nos dice que desde Abraham hasta David hay catorce
generaciones, desde David el rey hasta el inicio del cautiverio hay otras catorce
generaciones, y desde el cautiverio hasta el nacimiento de Jesucristo hay un
tercer grupo de catorce generaciones. Las primeras catorce generaciones se
relacionan principalmente con Dios el Padre; el segundo grupo, las generaciones
de la realeza, obviamente guardan relación con Dios el Hijo, el Rey; y el tercer
grupo, que incluye muchos padecimientos y experiencias, se relaciona con el
Espíritu Santo. Por tanto, la Trinidad está implícita en estas cuarenta y dos
generaciones, y el resultado, el fruto, de todas estas generaciones es el Señor
Jesús, la cuadragésima segunda generación. Él es el fruto todo-inclusivo de
estas generaciones mezcladas con el Padre, el Hijo y el Espíritu. Por tanto, Su
nombre es “Jehová-más” y “Dios-más”. Para ver esto necesitamos un espíritu de
sabiduría y de revelación. ¡Cuán maravilloso es nuestro Señor Jesús! Nuestro
vocabulario humano es inadecuado para describirlo. Él es el fruto de todas las
generaciones del pueblo prometido mezclado con el Dios Triuno, para ser
“Jehová-más” y “Dios-más”.

LA SEMILLA TODO-INCLUSIVA
Esta persona maravillosa es la semilla. En esta semilla están la muerte y la
resurrección, el recibimiento de la novia, la sabiduría, la edificación de la casa
de Dios y el aplastamiento de la cabeza de la serpiente. En esta semilla está el
hecho de que pasó por todas las pruebas, tentaciones y padecimientos, así como,
finalmente, que llegó a la meta. En esta semilla se halla tanto el elemento
humano como el divino, la humanidad y la divinidad. Abraham e Isaac están
incluidos, lo mismo que David y Salomón. El Padre Santo, el Hijo Santo y el
Espíritu Santo están todos incluidos en esta semilla. ¡Esta pequeña semilla es
esta Persona maravillosa todo-inclusiva! ¡Cuán maravilloso es este Jesús en
quien hemos creído! Este Jesús, esta persona maravillosa, es la semilla del
reino. El Nuevo Testamento es un libro que trata sobre el reino, y el primer libro
nos presenta al Señor Jesús como la semilla. Esta semilla es llamada “Jehová-
más” y “Dios-más”.

LA SEMILLA ES EL REY
Aceptado por los gentiles
El capítulo 2 nos muestra que esta semilla del reino es el Rey. El Señor Jesús fue
aceptado por los gentiles quienes no tenían religión, ni conocimiento bíblico, ni
seguían formas religiosas, ni doctrinas, ni enseñanzas (vs. 1-2). Fue esta gente
sencilla la que aceptó al Señor como Rey. Ellos no conocían la Biblia. Fue a esta
clase de gente — las personas sencillas sin conocimiento bíblico o conceptos
religiosos, que no sabían ni siquiera cómo adorar a Dios y servirle— a quienes
les fue revelada esta Persona maravillosa. Él les fue revelado a ellos, y ellos
simplemente lo aceptaron.

Descuidado por la religión


Las personas religiosas, por el contrario, descuidaron al Señor Jesús. Los sumos
sacerdotes y los escribas ocupaban las posiciones más altas entre las personas
religiosas. Éstas poseían un gran conocimiento e incluso habían estudiado las
Escrituras al punto de saber dónde nacería el Cristo. Pero a ninguno de ellos les
importaba Cristo. Cuando recibieron las noticias de Su nacimiento, ninguno fue
a verlo a Belén. Solamente se limitaron a discutir en torno a Miqueas 5:2; así
pues, debido a su indiferencia, ellos descuidaron al Señor Jesús.

Hoy en día, muchos religiosos actúan de la misma forma. En la mayoría de los


casos, después de hablar sobre Jesús en sus cultos, estas personas religiosas
siguen viviendo por su cuenta: algunos se van a pescar, otros participan en
juegos de azar o procuran los placeres mundanos. Cuando uno de mis
compañeros de universidad se hizo cristiano, él y otros estudiantes comenzaron
a tener comunión en su hogar los domingos por la noche. Después de lo que
ellos llamaban comunión, simplemente volteaban el mantel de la mesa, e
iniciaban sus juegos de azar. Hoy en día, muchos cristianos hablan sobre el
Señor Jesús, pero muy pocos muestran verdadero interés por conocerle. Su
Jesús pertenece únicamente a las catedrales, al púlpito o al altar. Una vez que
finalizan sus cultos religiosos, ellos hacen lo que les gusta. Si uno fuera y entrara
a sus maravillosas catedrales a decirles lo qué es verdaderamente el Señor
Jesús, ciertamente se ofenderían. Dirían que uno enseña herejías, porque jamás
escucharon tales enseñanzas de parte de sus sacerdotes o pastores. Por tanto,
Mateo 2 nos muestra quiénes son las personas apropiadas para recibir la semilla
del reino: no son las personas religiosas poseedoras de conocimiento bíblico,
sino las personas sencillas que pueden recibir la visión celestial y a quienes la
estrella celestial puede aparecérseles.

Perseguido por los políticos


Esta maravillosa semilla no solamente fue rechazada por la religión, sino que
también fue perseguida por los políticos. Cuando el rey Herodes supo de Su
nacimiento, se sintió muy perturbado. Él persiguió al Señor Jesús, al punto de
sacrificar muchas vidas tiernas mediante esta persecución (Mt. 2:16).

Es imprescindible recibir revelación para entender la Biblia. En las primeras


páginas del Nuevo Testamento vemos cuán maravilloso es el Señor Jesús en Su
condición de semilla de vida que produce el reino. El capítulo 2 nos presenta el
tipo de personas apropiadas para aceptar al Señor Jesús; no son los religiosos ni
los políticos, sino los que son sencillos, las personas comunes sin mucho
conocimiento bíblico ni ambiciones políticas. Si usted sueña con llegar a ser una
persona influyente en los círculos políticos, entonces, no tiene nada que ver con
el Señor Jesús; de hecho, tarde o temprano será uno de sus perseguidores.

Tenemos que ser personas sencillas que cuentan con una estrella celestial. Tal
vez no sepamos nada de la profecía que se encuentra en Miqueas 5:2, pero
contamos con “la estrella celestial”, la dirección viviente de Aquel que vive en
nosotros. ¡Esto es maravilloso! ¿Qué debemos hacer? Simplemente debemos
entregarle todo a Él y disponernos a tomar otro camino (Mt. 2:12). Esto quiere
decir que jamás podremos ser los mismos. Todo aquel que sea lo
suficientemente sencillo como para seguir a la estrella celestial y aceptar al
Señor Jesús ciertamente tomará otro camino. Después de leer estas páginas,
muchos de ustedes estarán dispuestos a tomar un camino distinto. Ya no podrán
ser políticos ni religiosos, sino que serán personas sencillas que cuentan con una
estrella celestial; serán personas que toman otro camino. Éstas son las personas
del reino. Éstas son las personas que aceptan a Cristo. Cristo es aceptado
únicamente por tal clase de personas. En Mateo 2 vemos tres clases de
personas: los paganos que son sencillos, los religiosos y los líderes políticos.
¡Seamos aquellas personas sencillas que pueden recibir a Cristo!

EL HUMILDE NAZARENO
Mateo 2 nos revela que esta Persona maravillosa puede ser aceptada y recibida
únicamente por las personas sencillas que son completamente desligadas de la
religión o la política. Los fanáticos religiosos descuidan a Jesús; los políticos le
rechazan y le persiguen; pero los sencillos le reciben. Al final, esta Persona
maravillosa se convirtió en un humilde nazareno (v. 23). Al final del capítulo 1,
Él es llamado Emanuel; al final del capítulo 2 es llamado un nazareno, que
significa humilde, menospreciado y sin fama. Nuestro Emanuel es un nazareno.
Para el mundo, para los políticos y para los religiosos, el Señor Jesús es el
nazareno; pero para nosotros, Él es “Jehová-más” y “Dios-más”.

CAPÍTULO CINCO

LA SIEMBRA DE LA SEMILLA
DEL REINO
Lectura bíblica: Mt. 3:1-2, 4, 7-12, 16-17; 4:1-2, 11, 12-22; Mr. 4:26-29

¿Qué es el reino? El reino es la totalidad de Cristo como vida que se propaga en


nuestro interior con todas Sus actividades. El reino no es la totalidad de
doctrinas ni de ninguna otra cosa, sino la totalidad de Cristo como vida que se
propaga en nuestro ser con todas Sus actividades. No debemos olvidar la
parábola en Marcos 4:26-29. En ella, el Señor Jesús comparó el reino con una
semilla que es sembrada en la tierra, la cual después crece, lleva fruto y,
finalmente, produce la cosecha. La cosecha representa la plena manifestación
del reino. Mucho antes que se produzca la cosecha, el reino vino en forma de
semilla. Estrictamente hablando, la venida del reino se inició con la venida de la
semilla. La manifestación del reino se producirá mediante un proceso de
crecimiento.

Esto difiere completamente del concepto que han enseñado algunos maestros
cristianos quienes afirman que el reino se encuentra suspendido y que algún
día, repentinamente, éste vendrá a la tierra. Este concepto es absolutamente
erróneo. El reino viene como una semilla que es sembrada en la tierra, la cual
crece hasta finalmente producir la cosecha. La cosecha representa la venida
completa, la manifestación plena, del reino. El reino comenzó a venir cuando el
Señor Jesús vino como la semilla hace unos dos mil años y, desde entonces, ha
continuado viniendo gradualmente mediante un proceso de crecimiento. Hoy en
día, todavía estamos en el proceso de crecimiento del reino con la expectativa de
que un día la cosecha llegue a la madurez. Cuando la cosecha esté madura, ése
será el día de la plena manifestación del reino. La cosecha completa la venida
del reino.

Ésta no es una mera interpretación de una profecía. Ésta es la comprensión


adecuada de la Palabra pura de Dios. Marcos no es el único libro que presenta
tal parábola. Si uno selecciona otros versículos de los diferentes libros del Nuevo
Testamento, uno verá que estos versículos encajan entre sí como las piezas de
un rompecabezas, presentándonos un cuadro completo de Cristo, aquella
persona maravillosa, quien vino como semilla hace unos dos mil años. Mas Él
no vino solamente como semilla del reino, sino que además vino como el
sembrador del reino, el cual se siembra a Sí mismo en la tierra de la humanidad.
Desde entonces, comenzó la venida del reino. Después que esta maravillosa
semilla ha sido sembrada en nosotros, comienza a crecer. Ahora sólo
necesitamos regarla para que esta semilla crezca y crezca. Hoy en día, la semilla
continúa creciendo, y este crecimiento no es otra cosa que el proceso de su
venida de manera gradual. Este proceso, que es la venida gradual del reino,
continuará hasta que un día este crecimiento produzca la cosecha. Eso será la
compleción de la venida del reino. La cosecha será la plena manifestación del
reino.

Estoy muy feliz de que hayamos escuchado las buenas nuevas apropiadas en
cuanto al reino. Este tema del reino ha estado escondido, oculto y velado por
siglos. Pero, por la misericordia y gracia del Señor, el velo ha sido quitado.
Nunca antes el tema del reino había sido tan comprensible y transparentemente
claro como lo es para nosotros en la actualidad. El reino es la totalidad del
Cristo que, como vida, se propaga dentro de nuestro ser con todas Sus
actividades. La venida del reino comenzó cuando Cristo vino a sembrarse en la
tierra de la humanidad a fin de crecer, madurar y producir la cosecha, la cual es
la plena manifestación del reino. ¡El reino ha venido! Ahora el reino crece
continuamente y viene mediante este proceso de crecimiento. Todos tenemos la
semilla, y todos nos hallamos en este proceso de crecimiento. Llegará el día en
que nos hallaremos en la etapa de la cosecha. Ahora nosotros tenemos al Señor
Jesús, la maravillosa semilla. ¿Se habían dado cuenta de todo lo que Él es para
nosotros? Él es el fruto de tantas generaciones humanas mezcladas con el Dios
Triuno. ¡Él es “Jehová-más” y Él es “Dios-más”! Esta Persona maravillosa es la
semilla.

Mateo 1 nos presenta la semilla; el capítulo 2 nos habla de las personas


apropiadas para recibir la semilla. Ahora, comenzando con el capítulo 3, se nos
muestra de qué manera esta semilla del reino es sembrada. En primer lugar,
Mateo 3 nos dice que la siembra del Señor Jesús como semilla no tiene nada que
ver con la cultura o la religión. En nuestro libro Cristo es contrario a la religión,
indicamos que el precursor del Señor Jesús, Juan el Bautista, aparece como una
persona sin cultura o religión. En aquel entonces, el pueblo judío poseía la
cultura más elevada con su religión hebrea, y Juan el Bautista nació en la
cultura y la religión más elevadas. Sin embargo, cuando él aparece, él salió de la
religión y de la cultura. Durante aquel tiempo, el centro de la religión estaba en
Jerusalén, donde estaban el templo y el altar, pero Juan no fue allí. Aun cuando
él había nacido en un hogar sacerdotal, él se alejó del templo y de la santa
ciudad. Él simplemente se fue al desierto, lejos de toda cultura y religión
humanas, vistiéndose con pieles de camello, algo salvaje e inmundo. Según
Levítico 11:4, el camello era un animal inmundo. Juan no solamente se vestía
con pieles de camello, sino que también se alimentaba de langostas y miel
silvestre (Mt. 3:4). Todo lo relacionado con Juan estaba completamente exento
de toda religión y de toda cultura.

Juan el Bautista predicaba de manera peculiar diciendo: “Arrepentíos, porque el


reino...” (v. 2). Además, Él desarrollaba una práctica inusual. Si uno aceptaba su
predicación, él no procedía a enseñarle, sino que simplemente lo sumergía en el
agua, lo cual significaba que él sepultaba a la persona y le daba fin. En efecto, lo
que Juan les estaba diciendo era: “¡Es necesario que ustedes sean aniquilados y
sepultados! ¿Se arrepienten por causa del reino? Entonces he de ponerles fin y
hacerlos morir. Deben comprender que no sirven para nada, para lo único que
sirven es para ser sepultados”. Por el lado negativo, Juan sepultaba a las
personas en las aguas del bautismo (vs. 5-6).

Por el lado positivo, él dijo que Aquel que venía habría de bautizarles en el
Espíritu Santo. Juan ponía fin a las personas, pero Aquel que vendría les daría
un nuevo comienzo. ¿En qué consiste este nuevo comienzo? Cuando los fariseos
y saduceos venían a Juan, ellos probablemente tenían el concepto de que debían
ser mejores personas y que tal vez esta persona extraña podría hacer algo que
les ayudase a ser mejores. Pero escuchen lo que Juan les decía. Él no les decía:
“Ustedes, fariseos y saduceos, son unos caballeros, pero no son lo
suficientemente gentiles; así que yo he venido para que sean más buenos”. No;
él más bien les decía: “¡Cría de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira
venidera?” (v. 7). En otras palabras: “No piensen en términos de ser buenos o
malos. Ustedes son víboras, serpientes venenosas, una generación de víboras. El
cambiar su conducta no tiene ningún valor. Aun si se vuelven más refinados,
siguen siendo víboras. Si se mejoran a ustedes mismos, simplemente serán
serpientes mejoradas. Ustedes no necesitan cambiar su conducta, sino que
necesitan un cambio de nacimiento. ¡Necesitan experimentar un cambio en
vuestra vida y naturaleza!”.

Juan le dijo a los fariseos y saduceos que no hicieran vanas suposiciones (v. 9).
Él les dijo: “No penséis decir dentro de vosotros mismos: Tenemos por padre a
Abraham”, pues ellos pensaban: “Somos hijos de Abraham. Nuestro gran
antepasado fue Abraham”. Esto simplemente significa que su forma de pensar
era acorde con su antigua tradición. Para los judíos, Abraham se había
convertido en parte de su antigua tradición. A ellos se les hacía muy difícil no
pensar en Abraham. Juan sabía que los fariseos y saduceos actuaban según su
forma de pensar y que estaban pensando en Abraham; por tanto, Juan les dijo:
“No penséis decir dentro de vosotros mismos...”, o sea, “¡Dejen de pensar tanto
en ello y arrepiéntanse! Arrepiéntanse de sus pensamientos. No presuman de
tener por padre a Abraham, pues Dios puede levantar hijos a Abraham aun de
estas piedras. Dios puede infundir Su vida a estas piedras y hacerlas hijos de
Abraham”. ¿Cómo podría Dios hacer de las piedras hijos aptos para heredar la
promesa que le fue hecha a Abraham? Hay un solo camino, el camino de la vida.

Después, Juan parece decir: “Ustedes víboras, vienen a mí con pretensiones;


pero aun cuando podáis engañarme, no le podréis engañar a Él. Yo los sumerjo
en el agua. Si ustedes son sinceros y toman las cosas con seriedad al momento
de arrepentirse por causa del reino, entonces Aquel que viene después de mí os
introducirá en el Espíritu Santo, de tal modo que tengan una vida nueva. Pero si
no son sinceros, Él lidiará con ustedes de otra manera. ¡Él los introducirá en el
fuego y serán incinerados!” (vs. 10-11).

Muchos cristianos citan Mateo 3:11, donde se habla de ser bautizados en el


Espíritu Santo y fuego, pensando que el fuego allí representa algo positivo. Pero
si uno lee detenidamente los versículos 10, 11 y 12, verá que todos ellos terminan
con la palabra fuego. El versículo 10 dice que el hacha ya está puesta a la raíz de
los árboles; por lo tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en
el fuego. El fuego en este versículo, ¿es acaso algo positivo? ¡Por supuesto que
no! En el versículo 11 Juan dice: “Yo os bautizo en agua para arrepentimiento;
pero el que viene tras mí [...] es más fuerte que yo; Él os bautizará en el Espíritu
Santo y fuego”. Que sea en el Espíritu Santo o en el fuego dependerá de ustedes.
En el siguiente versículo, Juan dijo que Aquel que viene tiene Su aventador en
Su mano y limpiará completamente Su era. Si ustedes son granos de trigo,
ciertamente serán llevados al granero; o sea, éstos serán aquellos que son
puestos en el Espíritu Santo. Pero si usted es paja, Él le pondrá en el fuego
inextinguible. Éste es el significado correcto que tiene el fuego en estos
versículos. En estos tres versículos podemos ver que el fuego tiene un sentido
negativo. El Señor Jesús es el único que tiene el poder o la facultad para
ponernos en el Espíritu Santo o en el fuego.

EL BAUTISMO DEL SEÑOR JESÚS


Cuando el Señor Jesús fue bautizado, el Espíritu Santo descendió sobre Él en
forma de paloma. Él había sido concebido del Espíritu Santo (Lc. 1:31, 35; Mt.
1:20), y este Espíritu se había mezclado con Su naturaleza humana
internamente. Así que, cuando el Señor Jesús vino para ser bautizado, Él ya era
una persona cuyo elemento humano estaba mezclado con la divinidad. Puesto
que Él ya estaba mezclado con el Espíritu, ¿cómo podría el Espíritu, como una
entidad completa, descender sobre Él? ¿Hay acaso dos Espíritus Santos? ¿No
poseía ya el Señor Jesús el Espíritu Santo? Aunque Él había sido concebido del
Espíritu Santo, sin embargo, el Espíritu Santo descendió de los cielos sobre el
Señor Jesús como una entidad completa. ¡El Señor Jesús es maravilloso! Él ya
estaba mezclado con el Espíritu Santo, no obstante, el Espíritu Santo descendió
sobre Él.

Juan dijo: “Él os bautizará en el Espíritu Santo” (Mt. 3:11). El problema es:
¿Cómo nos bautiza? Y ¿cuándo nos bautiza? Si pudiéramos reunir a todos los
maestros cristianos desde el primer siglo hasta ahora, ellos discutirían sobre
este tema hasta la eternidad. Nadie puede sistematizar esto ni esclarecerlo
completamente. No obstante, sé que el Señor Jesús bautizó a Pedro, sé que Él
me bautizó a mí y sé que lo bautizó a usted en el Espíritu Santo. ¿Cómo lo hizo?
Nadie puede explicarlo adecuadamente. Salmos 139 nos da a entender que ni
siquiera sabemos cómo fuimos formados y creados por Dios. Ciertamente
sabemos que Dios nos creó. A usted le sería muy difícil explicarme cómo fue que
Dios le creó; pero aun cuando usted no sepa cómo fue creado, ciertamente sabe
que fue creado porque está aquí. Asimismo, no sé exactamente cómo el Señor
Jesús me bautizó, pero sí sé que he sido bautizado por Él, pues siento una
alegría y un entusiasmo extraordinario por Él. Si jamás hubiera sido bautizado
por Cristo, no podría sentirme tan entusiasmado. Así pues, hemos sido
bautizados; ¿cómo?, no lo sabemos, pero Él nos ha bautizado en el Espíritu
Santo. No intente analizar esto, pues sólo le perjudicará. En la Biblia no hay
nada que se parezca a la teología sistemática. Sólo sabemos que hemos sido
bautizados en el Espíritu y que ahora estamos aquí con la semilla dentro de
nosotros. El Señor Jesús ha sido sembrado en nuestro interior de una manera
totalmente ajena a toda cultura y religión.

LA SEMILLA VICTORIOSA
Ahora abordaremos el capítulo 4. El Señor Jesús es la semilla del reino a fin de
ser sembrada en nuestro ser, pero antes de poder sembrarse en nuestro ser, Él
debía pasar la prueba: Él tenía que derrotar al enemigo. Así que, Él se fue al
desierto para encontrarse con Su enemigo y fue victorioso. El líder de los
demonios fue derrotado. El diablo fue vencido, no directamente por Dios, sino
por un hombre, por Jesús el nazareno. El enemigo tentó al Señor Jesús para que
no se mantuviese en Su posición de ser humano diciéndole: “Si eres Hijo de
Dios, di que estas piedras se conviertan en panes” (Mt. 4:3). El Señor le
respondió: “No sólo de pan vivirá el hombre” (v. 4). Él se mantuvo en Su
posición de hombre, con lo cual consiguió derrotar al enemigo.

UNA GRAN LUZ


Después de derrotar al enemigo, el Señor Jesús fue a Galilea de los gentiles (vs.
12-17). Si no fuera por el relato bíblico, jamás nos percataríamos que Su visita a
Galilea representaba el resplandor de una gran luz. Él fue allí para resplandecer
sobre el pueblo asentado en tinieblas. No se trataba simplemente de una
predicación externa, sino de un resplandor. ¿Por qué aquellos jóvenes
pescadores siguieron al Señor Jesús cuando todo lo que les dijo fue: “Venid en
pos de Mí” (vs. 18-22)? Él no predicó mucho. A Pedro y Andrés simplemente les
dijo: “Venid en pos de Mí” y ellos le siguieron. El Señor Jesús, el nazareno, les
decía a las personas que le siguieran, y éstas así lo hacían. Pedro y Andrés
dejaron sus barcas y el mar; Jacobo y Juan dejaron sus redes e incluso a su
padre. ¿Por qué la gente lo abandonaba todo para seguirle? Debido a que el
Señor Jesús era una gran luz que resplandecía sobre ellos. Cuando el Señor
Jesús visitó ese puerto de pescadores, Él resplandeció sobre aquellos jóvenes
pescadores, y éstos le siguieron. Muchos de nosotros hemos experimentado lo
mismo. Puedo testificar que he experimentado el resplandor del Señor Jesús
como la gran luz. En cierto sentido, Él ha resplandecido sobre todos nosotros.
Incluso hoy todavía estamos bajo Su resplandor. Ya jamás podremos apartarnos
de Él, puesto que Su resplandor nos enlaza a Él.

El apóstol Pablo, cuando era Saulo de Tarso, perseguía la iglesia. Cuando estaba
camino a Damasco, el Señor Jesús, desde los cielos, resplandeció sobre él (Hch.
9:3-5). Saulo dijo: “¿Quién eres, Señor?”. El Señor Jesús le respondió: “Yo soy
Jesús, a quien tú persigues”. Pablo experimentó el resplandor del Señor Jesús y
quedó cegado por ello. Todos hemos sido cegados y atraídos por el resplandor
del Señor Jesús.

Cuando el Señor Jesús vino a resplandecer sobre el pueblo asentado en


tinieblas, únicamente los jóvenes fueron cautivados. Jacobo y Juan estaban
remendando sus redes junto a su padre, Zebedeo. Solamente estos dos lo
siguieron, pero el padre no. Todos los que Jesús llamó eran jóvenes. Si usted no
está lleno de preocupaciones, probablemente sea joven. Cuando el Señor nació,
dos viejos buscadores de Dios, Simeón y Ana, estaban en el templo. Ellos
amaban al Señor. Sin embargo, el Señor Jesús no fue al templo a llamarlos. Él
fue a la orilla del mar y llamó a jóvenes. En todo país, un puerto de pescadores
es un lugar muy sucio donde se hallan personas de la clase más baja. No
obstante, es allí donde el Señor Jesús fue para encontrarse con los jóvenes
pescadores. El Señor Jesús resplandeció sobre estos pescadores jóvenes,
quienes no tenían educación y les dijo: “Venid en pos de Mí”. Ellos lo dejaron
todo y le siguieron. Fueron estos jóvenes descontrolados, atrasados, incultos, los
sucios quienes siguieron al Señor Jesús.

Los jóvenes son las personas apropiadas para el mover del Señor actual, no
solamente en los Estados Unidos, sino también en Europa, África y en el mundo
entero. Es probable que Simeón y Ana ya hubieran fallecido cuando el Señor
Jesús inició Su ministerio. El Señor Jesús no fue al templo a llamar a los viejos
para que le siguieran. Más bien, Él fue a un puerto de pescadores para hallar a
algunos jóvenes pescadores que no tuviesen preocupaciones. Puede que ellos
estuvieran sucios y vacíos, mas no estaban llenos de preocupaciones. Somos
viejos cuando estamos llenos de preocupaciones. Pero estos jóvenes no
profesaban religión alguna, ni tenían conocimiento de las Escrituras. Lo único
que tenían era su pasado como pescadores pobres; aun así el Señor Jesús les
llamó a seguirlo. Este mismo principio se cumple en la actualidad. Todos
tenemos que ser jóvenes y libres de todo lo que podría ocupar nuestro ser. Para
llevar adelante Su mover en la tierra, el Señor jamás usará a alguien que sea
viejo y esté lleno de preocupaciones. Todos debemos ser tales pescadores
jóvenes, y no predicadores, sacerdotes o fariseos jóvenes, sino jóvenes
pescadores, muy sencillos, tan vacíos y libres de ocupación. Éstas son las
personas apropiadas para el reino del Señor.

CAPÍTULO SEIS

EL CRECIMIENTO DE LA
SIMIENTE DEL REINO
Lectura bíblica: Mt. 5:1-2, 3, 8, 10, 20, 45a, 48; 6:10, 33; 7:16-18, 21-
23; 19:7-8, 10; 1 P. 3:4

En Mateo 4, un grupo de personas fueron atraídas al Señor Jesús, y en el


capítulo 5 vemos que Él llevó a estas personas a un monte alto (v. 1). Ellos le
habían seguido, pero todavía era necesario que Él entrase en ellos. El hecho de
que Él los hubiera llevado a un monte alto es muy significativo. Cuando tenemos
que reflexionar sobre asuntos importantes, a veces es bueno dejarlo todo y subir
a un monte, a un nivel más elevado. Esto es lo que el Señor hizo con Sus
discípulos. En aquel monte, Él les mostró de qué manera podría entrar en ellos.

LA SIEMBRA CON MIRAS A LA


PROPAGACIÓN
Es relativamente fácil sembrar una semilla en la tierra porque ésta no tiene
voluntad propia; ni tiene sus propios deseos, conceptos, pensamientos o ideas.
Debido a que la tierra está desprovista de vida, es bien fácil sembrar una semilla
en ella. Sin embargo, no es fácil para el Señor Jesús sembrarse en nuestro ser
debido a que no somos tan sencillos; más bien, somos bastante complicados, y
tenemos principalmente dos problemas: el primero se relaciona con nuestro
espíritu, la parte más profunda de nuestro ser; el segundo concierne a nuestro
corazón, el cual rodea o envuelve nuestro espíritu. Si leemos cuidadosamente el
Nuevo Testamento y reunimos todas las piezas del rompecabezas,
contemplaremos un cuadro bastante claro que nos muestra que nuestro corazón
rodea nuestro espíritu. El espíritu se halla en el centro del corazón. Nuestro
corazón es bastante complejo, pues está compuesto por nuestra mente, el
órgano que piensa; nuestra parte emotiva, el órgano que ama; nuestra voluntad,
el órgano que toma decisiones; y nuestra conciencia. Nuestro espíritu escondido
dentro de nuestro corazón incluso es llamado el “hombre interior escondido en
el corazón” (1 P. 3:4). Para que Cristo se siembre en nuestro ser, Él primero
tiene que entrar en nuestro espíritu y, de allí, propagarse a todas las partes de
nuestro corazón. De este modo, Él tomará plena posesión de nuestro ser. Así
pues, Cristo no solamente se sembrará en nuestro espíritu, sino que también
crecerá dentro de nuestras partes internas: nuestra mente, voluntad, parte
emotiva y consciencia. Entonces, todo nuestro ser interior estará lleno de Él.

POBRES EN ESPÍRITU
Debido a que nuestro espíritu es un problema, el Señor Jesús nos dijo
claramente que tenemos que ser pobres en espíritu a fin de seguirle y permitirle
sembrarse en nuestro ser (Mt. 5:3). Ser pobres en espíritu simplemente significa
estar vacíos en nuestro espíritu, o sea, sin tener ninguna preocupación en
nuestro espíritu. Cuando el Señor Jesús vino a los judíos, sus espíritus se
encontraban llenos de muchas otras cosas. Ellos tenían la Palabra santa, el
templo, el altar, los rituales santos con la liturgia, así como el sacerdocio santo
encargado del servicio a Dios. Ellos pensaban que conocían a Dios debido a su
asociación con todas las cosas religiosas. Pensaban haber sido debidamente
adiestrados en el conocimiento de Dios desde sus antepasados y que habían
heredado muchas tradiciones, que para ellos eran de gran valor. Por lo cual,
cuando el Señor Jesús vino a ellos, sus espíritus se encontraban llenos de todas
las doctrinas y tradiciones del judaísmo. Estaban llenos de todo aquello que
consideraban un tesoro, al grado que nada del Señor Jesús podía entrar en ellos.

Asimismo, hoy en día una gran cantidad de cristianos tienen sus espíritus llenos
y preocupados. Aun cuando ellos no sepan lo qué es el espíritu humano e,
incluso, de que tengan uno; su espíritu se encuentra preocupado. Los cristianos
de hoy cuentan con el Antiguo y Nuevo Testamentos. Muchos de ellos saben
algo sobre Génesis, Éxodo, Salmos, Mateo, Juan y Hechos. También saben algo
acerca de la justificación por la fe, presentada en Romanos, y sobre los diez
cuernos mencionados en Apocalipsis. Ellos conocen el texto de la Biblia, pero
tienen poca revelación en cuanto al significado espiritual de dicho texto debido a
que su espíritu está lleno de otras cosas. Debido a que ellos ya están llenos, nada
del Señor Jesús puede entrar en ellos, pues no son pobres en espíritu.

Para recibir al Señor Jesús como la semilla, uno tiene que ser pobre en espíritu,
es decir, debe tener su espíritu desocupado y vacío. Por supuesto, ser pobre en
espíritu no implica tener un espíritu débil o pobre. Todos tenemos que orar
diciendo: “Señor, ten misericordia de mí, que en mi espíritu esté vacío. Señor,
quiero ser pobre en espíritu. Barre y quita todas las cosas sin valor a fin de que
yo pueda estar desocupado y vacío, preparado para que Tú vengas y entres en
mi ser”.
DE CORAZÓN PURO
Además del problema relacionado con nuestro espíritu, hay otro problema con
nuestro corazón. El Señor Jesús dijo: “Bienaventurados los de corazón puro,
porque ellos verán a Dios” (Mt. 5:8). La pureza del corazón guarda estrecha
relación con nuestros motivos. No debemos tener otra meta que no sea Dios
mismo. Ser de corazón puro es buscar únicamente a Dios. Nuestros deseos,
pensamientos y decisiones tienen que estar dedicados a buscar únicamente a
Dios mismo. Todos tenemos que orar: “Señor, concédeme un corazón puro.
Purifica mis motivos hasta que tenga una sola meta y todo mi ser esté
completamente centrado en Ti”. No debiéramos preocuparnos por ninguna otra
cosa ni tampoco debiéramos buscar ninguna otra cosa. La paz, el gozo y las
bendiciones materiales o espirituales no deben ser lo único que nos importe, por
lo que no debemos tratar de buscarlas. Nuestro corazón debe estar fijo en Dios.
Dios es nuestra meta y nuestra motivación. Quiera el Señor purificar nuestros
corazones hasta hacerlos sencillos y simples, y estén absolutamente centrados
en Dios mismo al grado que no busquemos ninguna otra cosa.

Si usted quiere recibir a Cristo, tiene que orar: “Señor, hazme pobre en espíritu
y de corazón puro. Señor, vacía mi espíritu y purifica mi corazón. Concédeme un
corazón sencillo entregado a Ti”. Si nuestro espíritu y corazón son preparados
de tal modo, estaremos listos para recibir al Señor en nuestro ser. De inmediato,
el Señor Jesús entrará en nuestro ser. Primero Él vendrá a nuestro espíritu y,
después, se propagará desde nuestro espíritu a nuestro corazón. Además de
entrar en nuestro ser como semilla del reino, crecerá dentro de nosotros. A
medida que crece, todo el tiempo Él se propagará y aumentará en nuestro
interior. En esto consiste el crecimiento del reino y esto es la venida gradual del
reino.

EL CRECIMIENTO DE CRISTO EN NUESTRO


INTERIOR
ES LA VENIDA DEL REINO
Son muchos los cristianos que han orado diciendo: “Venga Tu reino” (Mt. 6:10).
Aunque hayamos repetido estas palabras muchas veces, el reino no ha venido
debido a que no somos pobres en espíritu para recibir a Cristo, ni tenemos un
corazón puro para con Dios. No importa cuántas veces haga usted esta oración,
nada sucederá a menos que usted sea pobre en espíritu y tenga un corazón puro.
Si usted orase diciendo: “Señor, venga Tu reino”, el Señor le preguntará: “¿Qué
me dices de tu espíritu? ¿Qué de tu corazón?”. Él no viene de una manera
externa y visible, sino de manera interna. Él no viene desde los cielos, sino
desde el interior de nuestro espíritu y nuestro corazón.

A fin de que se produzca la venida del reino es imprescindible que Cristo crezca
en nuestro ser constantemente. El crecimiento de Cristo en nuestro interior es la
venida del reino. Es bueno orar: “Venga Tu reino”, pero es más práctico orar
diciendo: “Señor, crece en mí”, pues es posible que decir “venga Tu reino” no sea
más que una fórmula religiosa. Si bien esta oración ha sido repetida por
millones de cristianos por más de 1900 años, el reino todavía no ha venido. No
es difícil para el Señor responder a esa oración, pero es difícil para nosotros
permitirle crecer en nuestro ser. La venida del reino es el crecimiento de Cristo
en nuestro interior. Es al ser pobres en espíritu y puros de corazón que podemos
ceder al Señor el terreno que Él necesita para crecer en nuestro ser; este
crecimiento será la verdadera venida del reino. Cuanto más rápidamente le
permitimos crecer en nosotros, más apresuramos la venida del reino.

SER RECTOS SEGÚN DIOS


Y ESTAR SUJETOS AL GOBIERNO DIVINO
En los capítulos del 5 al 7 de Mateo vemos que el reino guarda estrecha relación
con la justicia. La justicia implica ser rectos, y ser rectos implica estar sujetos al
gobierno divino. Incluso padecer por causa de la justicia guarda relación con el
reino. “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt. 5:10).

Cuando el Señor Jesús regrese, muchos cristianos le dirán en aquel día: “Señor,
Señor, ¿no profetizamos en Tu nombre, y en Tu nombre echamos fuera
demonios, y en Tu nombre hicimos muchas obras poderosas?”. El Señor Jesús
no negará esto, sino que reconocerá que ellos hicieron tales cosas. No obstante,
Él les dirá: “Apartaos de Mí, hacedores de iniquidad” (7:22-23).

La traducción apropiada de iniquidad en el versículo 23, sería “obras ilícitas”.


Mientras que cometer iniquidad es hacer algo que es oscuro, pecaminoso y
detestable a los ojos de Dios, obrar ilícitamente, o sin tomar en cuenta la ley, es
algo diferente. Una buena ilustración es que la ley nos exige conducir un
automóvil dentro de un determinado carril en la autopista. Si nos salimos del
carril que nos corresponde, infringimos la ley, mas no podría considerarse como
iniquidad ni como algo inmoral. Pero, manejar así no es actuar rectamente, sino
que es actuar con negligencia y de manera ilícita.

Cuando el Señor Jesús les diga a quienes viven sin ley que se aparten de Él, les
dirá que Él jamás les dio permiso para que hicieran en Su nombre lo que
hicieron. La frase nunca os conocí (v. 23) podría traducirse como “jamás os
permití”. Esta misma frase aparece en Romanos 7:15 que, traducida
literalmente, dice: “Pues lo que obro, no lo apruebo”. Si bien Pablo sabía lo que
hacía, él no lo aprobaba, no contaba con el permiso para hacerlo. Por tanto, lo
que el Señor en efecto dijo a estas personas que profetizaban en Su nombre, que
echaban fuera demonios en Su nombre y que realizaban milagros en Su nombre,
fue que Él jamás les dio permiso para hacerlo; jamás aprobó lo que hacían. Así
pues, ellos hacían estas cosas ilícitamente. Lo que habían hecho eran obras
ilícitas. Ellos debían haber cumplido con la voluntad del Padre. Ser recto no
significa ser bueno o malo, ni tampoco ser correcto o estar equivocado en
términos humanos. Ser recto, a los ojos de Dios, es actuar en conformidad con
Su voluntad.

Si conducimos en la autopista según nuestro propio concepto, la policía no


tomará en cuenta nuestras buenas intenciones. Si infringimos la ley, se nos
impondrá una multa. Ser rectos según nuestras mejores intenciones no equivale
a ser rectos según la voluntad de Dios.
Ser justos consiste en ser rectos conforme a la voluntad de Dios, y es de
bendición padecer por causa de la justicia (Mt. 5:10). Hoy en día, a nosotros nos
toca sufrir por causa del recobro del Señor. Ciertamente padecemos las críticas y
condenas de otros, las cuales se propagan como rumores e informes negativos,
pero padecemos tales sufrimientos debido a que conducimos nuestro vehículo
dentro del carril celestial y no podemos salir de dicho carril. Algunos cristianos
persisten en dividirse; pero en la Biblia se han fijado los límites claramente en el
sentido de que no deben existir divisiones. Tal vez a algunos les parezca que esto
es ser estrechos o elitistas; pero nuestra obligación es permanecer dentro del
carril celestial. Muchos de los misioneros que trabajaron en China se niegan a
hablar bien de nosotros, simplemente debido a que asumimos una postura firme
a favor de la unidad del Cuerpo. Ellos han venido a China a edificar sus
denominaciones y, debido a que no podían persuadirnos para que
cooperásemos con ellos, creyeron que nosotros estábamos en contra de los
extranjeros. Pero en realidad, nosotros sólo estábamos en contra de las
divisiones.

Ser justos significa ser rectos en conformidad con la voluntad de Dios. Ser rectos
a los ojos de Dios consiste en ser pobres en espíritu, puros de corazón y rectos
en todo cuanto hagamos. Debemos ser rectos en toda nuestra conducta y
actividades, no según los conceptos humanos, ni tampoco conforme a nuestras
propias intenciones, preferencias y deseos, sino según la voluntad de Dios. He
aquí la realidad del reino y Cristo mismo. El Señor Jesús ha entrado en mi ser y
ahora se expresa por medio de mí. Él ha entrado en mí y ahora brota de mí a fin
de ser expresado. Éste es Cristo que se propaga para ser el reino.

La justicia del reino de los cielos es una justicia superior, la cual excede la
justicia de todos los demás e, incluso, la justicia de la ley (Mt. 5:20). Si usted
quisiera divorciarse de su esposa, para cumplir con lo exigido por la ley de
justicia que es conforme a la ley de Moisés, bastaría con que usted le diera una
carta de divorcio y la repudie (19:7). Mas el Señor Jesús dijo: “Pero desde el
principio no ha sido así” (v. 8). Según Dios, no fue así, sino que había un esposo
para una esposa y una esposa para un esposo. Los discípulos consideraron que
esto era muy difícil, aun al punto de pensar que era mejor no casarse (v. 10). El
Señor Jesús estuvo de acuerdo en que esto era muy difícil, pues requería que
ellos fueran rectos según Dios mismo y no solamente rectos según la ley de
Moisés. Al remitirlos al principio, Él los remitió a Dios mismo.

Ser recto según Dios significa que uno está dispuesto a dar la otra mejilla. Esto
significa que si alguien nos golpea en una mejilla, debemos estar dispuestos a
dejarnos golpear en la otra mejilla. Si alguien nos obliga a caminar con él una
milla, debemos ofrecernos voluntariamente a caminar dos. En nuestra vida
natural ninguno de nosotros puede alcanzar este estándar de justicia, de ser
rectos según Dios.

SE NECESITA LA VIDA DE DIOS


Al final, el Señor Jesús dijo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre
celestial es perfecto” (Mt. 5:48). Él no dijo que seríamos perfectos como lo es un
caballero, sino ¡perfectos como es nuestro Padre celestial! ¿Cómo es esto
posible? Es imposible a menos que tengamos la vida del Padre. Si alguien nos
pidiera que fuéramos tan perfectos como un pequeño cordero que es manso y
humilde, tendríamos que decir que es imposible, porque no poseemos la vida de
un cordero. A fin de ser tan perfectos como un cordero requerimos de la vida del
cordero; sólo entonces, ser manso y humilde no sería ningún problema. Del
mismo modo, es imposible para nosotros ser perfectos como nuestro Padre
celestial a menos que poseamos Su vida.

LA EXPRESIÓN ES CONFORME A LA VIDA


En Mateo 7:16 el Señor Jesús preguntó: “¿Acaso se recogen uvas de los espinos,
o higos de los abrojos?”. Y ustedes, ¿son uvas o espinos? ¿Son higos o abrojos?
Tenemos que reconocer que por nosotros mismos no podemos ser uvas ni higos,
sino que somos espinos y abrojos. Todos somos casos perdidos. Debido a que
somos espinos, jamás podríamos producir uvas. Debido a que somos abrojos,
jamás podríamos producir higos. Ciertamente, en nosotros mismos somos casos
perdidos; pero en Cristo estamos llenos de esperanza. La vida de Cristo es una
vida que produce higos y uvas. ¡Y esta vida que produce higos y uvas ha entrado
en nuestro ser! Cuando esta vida entra en nuestro ser, las uvas y los higos serán
producidos como la expresión de dicha vida.

Tenemos que orar pidiendo que, por la misericordia del Señor, seamos pobres
en espíritu, puros de corazón, rectos en todo cuanto hagamos y rectos conforme
a la voluntad de Dios. Si oramos de este modo, el Señor Jesús tomará posesión
de nosotros poco a poco y llenará gradualmente todas las partes de nuestro ser.
Él crecerá en nosotros y aumentará dentro de nuestro ser a cada momento.
Finalmente, dejaremos de producir espinos y abrojos, y produciremos uvas e
higos, que son simplemente dos expresiones distintas de la vida del reino. Tanto
las uvas como los higos se usan para alimentar a otros.

En esto consiste la vida del reino. Esto no es una conducta externa, sino la
expresión de la vida interna, la cual es Cristo mismo que se propaga dentro de
nuestro ser. Para que Él se propague en todo nuestro ser, es preciso que seamos
pobres en espíritu, puros de corazón y rectos en todo cuanto hagamos, no
conforme a nuestros propios conceptos, sino conforme a lo que Dios mismo es.
Es de este manera que Cristo se siembra en nosotros y se propaga en nuestro ser
a fin de que tengamos una vida corporativa. Esta vida corporativa es el reino y
es la realidad de la vida de iglesia. Cristo como vida se propaga en nuestro
interior. Ahora ya podemos ver más claramente que el reino es la totalidad de
Cristo que, como vida, se propaga en nuestro ser junto con todas Sus
actividades.

CAPÍTULO SIETE

IMAGEN Y DOMINIO
Lectura bíblica: Gn. 1:26; 2:9; 3:1, 18a; 1 Jn. 3:9, 10a; Jn. 8:44; Mt.
23:33; 12:34; 3:7, 9; 7:16; 5:9, 45a, 48, 13a, 14a, 16; Ap. 22:1-2
Génesis 1:26 nos dice que Dios creó al hombre con dos características
principales. En primer lugar, el hombre fue creado a la imagen de Dios. En la
Biblia la palabra imagen es de gran trascendencia. Decir que el hombre fue
creado a la imagen de Dios implica afirmar que fue creado conforme a Dios.
Puesto que Cristo es la imagen de Dios (2 Co. 4:4), el hombre fue creado
conforme a Cristo. En segundo lugar, Dios le confió Su dominio al hombre. Le
dio dominio sobre los peces del mar, sobre las aves de los cielos y sobre toda la
tierra. El dominio se refiere al reino; por que es el reino divino. Así pues, los dos
aspectos principales de la creación del hombre son la imagen y el dominio. La
imagen es para la expresión de Dios, y el dominio es para la autoridad de Dios.
El hombre fue creado para expresar y representar a Dios; para expresar a Dios
se requiere tener la imagen de Dios y para representar a Dios se requiere tener
la autoridad de Dios.

ÚNICAMENTE POR LA VIDA DE DIOS


Tenemos que comprender que la imagen y el dominio de Dios jamás podrán ser
logrados (por nosotros) sin la vida de Dios. Simplemente poseer cierta
apariencia externa que corresponda a la imagen de Dios y a la autoridad divina
no es suficiente. Para expresar a Dios y representarlo, el hombre necesita tener
la vida de Dios. Si no tenemos la vida de Dios, carecemos por completo de la
capacidad y aptitud requeridas para expresarlo y representarlo; así que,
necesitamos la vida de Dios. Es por eso que inmediatamente, Génesis 2:9
menciona la vida. Después que Dios creó al hombre a Su imagen y le delegó Su
autoridad, lo puso frente al árbol de la vida. Con esto dio a entender que es
necesario que el hombre reciba a Dios como vida en forma de alimento. Dios
mismo se puso a disposición del hombre en forma de alimento. Después de
crear al hombre, Dios se presentó al hombre en forma de comida a fin de que el
hombre pudiera ingerirlo. Comer es la mejor manera, incluso la única manera,
de hacer que algo entre a nuestro ser. En el principio, Dios quiso que el hombre
le ingiriese. Si Dios pudiese entrar en el hombre y convertirse en la vida del
hombre, el hombre podría expresar a Dios espontáneamente. Como resultado
de esta expresión, el hombre también sería apto para representar a Dios. Si
somos capaces de expresar a alguien, también somos capaces de representarlo.
Esto nos indica que la representación proviene de la expresión. El hombre que
expresa a Dios es apto para representarlo. Desde el principio, ésta fue la
intención que tenía Dios con respecto al hombre.

OTRA FUENTE: LA SERPIENTE


Sin embargo, Génesis 2:9 también nos revela otra fuente distinta a Dios, a
saber: Satanás, el adversario de Dios. El árbol del conocimiento del bien y del
mal tiene su fuente en Satanás. En Génesis 1 las palabras de mayor significado
son imagen y dominio. En Génesis 2 la palabra más significativa es vida, el árbol
de la vida. Tanto la imagen como el dominio de Dios requieren de Su vida. Estos
tres: la imagen, el dominio y la vida, son muy positivos. En Génesis 3
encontramos otra palabra importante, pero muy negativa: la serpiente. Después
de dos capítulos muy positivos, de repente se introduce la serpiente.
Cuando el Señor Jesús reprendió a los fariseos y escribas, los llamó serpientes y
cría de víboras (Mt. 23:33; 12:34). Al decir esto, Él no hablaba de forma liviana;
sino que Él estaba afirmando que Satanás era una serpiente y que todos ellos
eran sus crías, su descendencia. Satanás era el padre y todos ellos eran sus hijos.
Puesto que su padre era una serpiente, ellos pertenecían a la familia serpentina.
En Juan 8:44 el Señor Jesús también les dijo a los fariseos que su padre era el
diablo. Los fariseos alegaron que Abraham era su padre; pero el Señor Jesús les
dijo que si Abraham fuera su padre, ellos habrían hecho las obras de Abraham.
Él les afirmó que no era Abraham el padre de ellos, sino que su padre era la
serpiente, el diablo, el padre de mentira.

La serpiente entró primero en el hombre al tentarlo para que recibiese sus


pensamientos. Dios les había dicho a Adán y Eva que no comieran del árbol del
conocimiento del bien y del mal, pues de hacerlo, morirían (Gn. 2:17). Pero la
serpiente intervino formulando la siguiente pregunta: “¿Es cierto que Dios ha
dicho?”. Si usted se fija en el signo de interrogación, verá que tiene forma
similar a la de una serpiente. Cuando esa pequeña serpiente levanta su cabeza y
le interroga, tiene la apariencia de un signo de interrogación. En primer lugar, el
pensamiento satánico y serpentino entró en la mente humana; luego, el hombre
extendió su mano para comer del árbol del conocimiento. De este modo, la
serpiente, el maligno, entró en el linaje humano. Satanás primero entró en la
mente del hombre y después entró en el cuerpo del hombre. Debido a esto, la
mentalidad humana es algo terrible. La mente humana es malvada y terrible
debido a que ha sido completamente ocupada por la serpiente maligna. Además,
el cuerpo humano se ha corrompido con toda clase de concupiscencia. La Biblia
nos dice que nuestras pasiones y concupiscencias residen en nuestro cuerpo
(Gá. 5:24; Jac. 4:1). El cuerpo del hombre se ha convertido en la carne. Éste fue
creado por Dios como un cuerpo, pero después que fue envenenado y
corrompido por Satanás, se convirtió en la carne. El cuerpo creado por Dios era
bueno, limpio y puro; pero la carne es maligna, inmunda, corrupta y está llena
de concupiscencias. Satanás entró en el hombre; por tanto, el hombre ahora
posee un cuerpo contaminado y una mente corrupta.

Cuando Satanás entró en el hombre, no solamente el hombre se hizo


pecaminoso, sino que además su constitución intrínseca fue corrompida con el
elemento satánico. Tanto su conducta exterior como su naturaleza interior
fueron contaminadas. Se requieren muchas palabras negativas para describir a
este hombre que se corrompió. Todo cuanto el hombre es y hace, es corrupto. Ya
sea que ame o que odie, el hombre está lleno de este venenoso elemento
satánico. El hombre tiene internamente a Satanás como su elemento
constitutivo, llevándolo a convertirse en algo satánico. El hombre se ha
mezclado con Satanás. Aunque todavía es un ser humano, es un ser humano
mezclado con Satanás. El hombre se ha mezclado con Satanás al extremo que
Jesús llamó a los fariseos serpientes (Mt. 23:33). En apariencia, los seres
humanos siguen siendo hombres, aparentando ser damas y caballeros que
caminan por la calle; pero en realidad, a los ojos de Dios, son serpientes. Esto no
es meramente una conducta externa, sino que es íntegramente un elemento
interno, la naturaleza interna.

Juan 3:14 nos muestra que la serpiente de bronce que fue levantada en el
desierto tipificaba a Cristo. Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre
una asta de tal modo que aquellos que habían sido envenenados por las
serpientes venenosas pudieran ser salvos (Nm. 21:9). Aquella serpiente de
bronce sobre el asta tipificaba al Señor Jesús en la cruz. Cuando Él estaba en la
cruz, Su forma se asemejaba a la de una serpiente; asimismo, la serpiente de
bronce solamente tenía la forma de una serpiente, mas no poseía ni la
naturaleza ni el veneno de una serpiente. En la cruz, el Señor Jesús tomó la
forma de la serpiente porque Él murió en lugar del hombre, el cual se había
convertido en una serpiente en su naturaleza interna. A los ojos de Dios, todos
los seres humanos se habían convertido en serpientes. Aparentemente el
hombre continuaba siendo hombre, pero en realidad era una serpiente. Por lo
tanto, cuando el Señor Jesús murió como sustituto de todas las personas
serpentinas, Él adoptó la forma de una serpiente.

ESPINOS Y CARDOS
Génesis 3:18 menciona otras dos palabras de connotación negativa: espinos y
cardos o abrojos. El Señor Jesús preguntó: “¿Acaso se recogen uvas de los
espinos, o higos de los abrojos?” (Mt. 7:16). Los espinos y los cardos vinieron a
causa de la caída. No existían antes de la caída. En la creación de Dios no había
espinos ni abrojos. Que la tierra produjera espinos y abrojos después de la caída
significa que, a los ojos de Dios, todos los hijos de Adán se habían convertido en
espinos y abrojos. Independientemente de que usted sea el gerente de un banco
o un asaltante de banco, un jugador en los casinos o el predicador de una
catedral, a los ojos de Dios su naturaleza está constituida de espinos y abrojos.
Así, al llamar a los fariseos serpientes el Señor Jesús no hablaba con ligereza, Él
tampoco se refirió a los espinos y abrojos sin que ello encerrase un significado
profundo. Cuando Jesús usó el término serpiente, ciertamente tenía en mente a
la serpiente de Génesis 3; del mismo modo, cuando se refirió específicamente a
los espinos y los abrojos, también hacía referencia a Génesis 3.

La Biblia nos dice que el Señor Jesús es la vid (Jn. 15). Cuando fuimos
regenerados, nos convertimos en pámpanos de esta vid. En Adán éramos
espinos y abrojos; pero en Cristo somos pámpanos de la vid verdadera.

Dios creó al hombre a Su imagen y le dio Su autoridad para que éste pudiera
expresarlo y representarlo. Pero en lugar de ello, Satanás entró en el hombre, lo
usurpó y se apropió de la vida del hombre. Satanás incluso saturó el cuerpo del
hombre con su propio elemento venenoso, convirtiéndolo en la carne. Aunque el
Señor le puso límites a fin de resguardar el espíritu del hombre, Satanás
corrompió su mente y se apropió de su cuerpo. Como resultado vemos que el
hombre se ha convertido en un ser serpentino, y también en espinos y cardos.

EL REINO DE SATANÁS
Un reino es la totalidad de una determinada vida. Si no hay vida, no hay reino.
Por ejemplo, sin la vida vegetal, sería imposible tener el reino vegetal. No
hablamos del reino de las sillas, de las piedras o de los ladrillos porque estas
cosas carecen de vida. Si una determinada vida existe, entonces esa vida junto
con todas sus actividades constituirá un reino. Así pues, la vida humana
constituye el reino humano, la vida vegetal constituye el reino vegetal y la vida
animal constituye el reino animal. Si hay vida, hay un reino. Satanás posee la
vida satánica, y cuando esta vida es introducida en el hombre, ésta se convierte
en el reino satánico.

El reino es lo que brota de una familia. Es imprescindible que primero haya


familias de plantas o familias de animales antes de que exista el reino vegetal o
el reino animal respectivamente. No puede haber un reino sin familias. En
primer lugar, existen los individuos; después, estos individuos son formados en
familias; y finalmente, cuando las familias se juntan colectivamente, se
convierten en un reino.

Después que Satanás entró en el hombre, el hombre se convirtió en parte de la


familia satánica en la que Satanás es el padre. En Juan 8:44 el Señor Jesús les
dijo a los líderes religiosos que Satanás era su padre. En 1 Juan 3:10 se nos dice
que ciertas personas son hijos del diablo. Así pues, Satanás es el padre y estas
personas son sus hijos. Toda familia se inicia con un padre; una vez que la
familia ha crecido, llega a ser un reino. El reino satánico procede de la familia
satánica, y la familia satánica procede de la vida satánica. ¿Había usted
considerado alguna vez que el linaje de la humanidad caída se ha convertido en
la familia de Satanás? Satanás es el padre, y todos los seres humanos son sus
hijos. Satanás generó una familia, y esta familia se convirtió en un reino.

Esto es un asunto de vida. Para formar parte del reino de Satanás se requiere
poseer la vida de Satanás. Si usted no poseyera la vida del diablo, jamás podría
ser un hijo del diablo. No piensen que es fácil ser un hijo del diablo. En la
actualidad, la mayoría de los cristianos simplemente descuida o ignora este
asunto de la vida. Para asaltar un banco, uno necesita poseer la vida propia de
un ladrón; de otro modo, jamás podría asaltar un banco. ¿Se puede acaso
enseñar u obligar a un pájaro a ladrar? No importa cuánto se esfuerce un pájaro
por ladrar, no podrá hacerlo porque no posee la vida que ladra. Lo mismo
sucede con respecto a mentir. Para mentir uno necesita estar constituido de la
vida cuya característica inherente es mentir; de otro modo, nos sería imposible
mentir. Una silla no podría mentir porque carece de vida; sin embargo, los seres
humanos mienten con facilidad debido a que están constituidos de la vida que
miente. Ningún padre enseñaría a sus hijos a mentir; por el contrario, ellos les
instan a que no digan mentiras. No obstante, sus hijos mienten. No tiene que
enseñarles a mentir debido a que ellos tienen la vida que miente. ¿De dónde
procede esta vida que miente? Vino de Satanás, el padre de mentira. Todos los
hombres dicen mentiras porque tienen la vida de Satanás.

Nosotros inicialmente pertenecíamos a la familia de Satanás y llegamos a


constituir su reino. Les he puesto estos ejemplos para convencerlos de que el
reino no es solamente una dispensación ni una esfera, sino que es la totalidad de
una determinada vida. El reino de Dios es simplemente la totalidad de la vida de
Dios.

DOS CLASES DE HIJOS


En este universo hay, en realidad, dos padres: Dios, el Padre santo, y Satanás, el
padre maligno. Por tanto, en el linaje humano hay únicamente dos clases de
hijos: los hijos de Dios el Padre y los hijos de Satanás. En 1 Juan 3:10 se declara
que somos hijos de Dios o hijos del diablo. En el pasado, cuando afirmé que los
seres humanos caídos poseen la vida de Satanás, algunos me dijeron que no
debiera expresarme de esa manera. Entonces les mostré 1 Juan 3:10 donde
tenemos la frase hijos del diablo. ¿No creen que estos hijos del diablo poseen la
vida del diablo? ¿Cómo podrían afirmar que son hijos de su padre, pero que no
poseen la vida de su padre? Si ése fuera el caso, serían hijos adoptivos. Pero
Satanás jamás adoptó a nadie; todos sus hijos nacieron de él.

¿Qué clase de vida tiene usted ahora? En la actualidad tenemos tres vidas: la
vida natural o la creada, la vida satánica y la vida divina. No podemos negar que
tenemos la vida de Satanás. ¿Acaso no perdió la paciencia recientemente? Pues
bien, ello no fue una expresión de la vida creada por Dios, sino de la vida
satánica. Estoy seguro de que la vida natural, aquella que fue creada por Dios,
jamás pierde la paciencia. Por que aunque fue creada, la vida humana no se
enoja. Sin embargo, nosotros muy fácilmente nos ponemos de mal genio. Esto
procede de la vida de Satanás que está en nuestro interior. Para nosotros es muy
difícil ser pacientes y, aún más, tenemos que esforzarnos para serlo. Pero, por el
contrario, nos enojamos con facilidad, es algo espontáneo que no requiere de
ningún esfuerzo de nuestra parte. Nosotros fácilmente nos enojamos debido a
que poseemos la vida satánica.

Debido a que tenemos estas tres vidas, somos personas bastante complicadas.
Cuando fuimos creados en Adán, teníamos una sola vida, la vida humana. Todos
nosotros estábamos en el huerto del Edén, pues estábamos en Adán. En aquel
entonces teníamos únicamente la vida humana, una vida que era inocente, pura
y sencilla. Esta vida no tenía ni enojo ni odio. Era simplemente la vida humana,
y Dios dijo que era muy buena (Gn. 1:31). Cuando ocurrió la caída, en Génesis 3,
nos fue inyectada otra vida, la vida de Satanás, la cual produjo los espinos y
cardos. Por tanto, a partir de la caída poseemos tanto la vida humana como la
vida satánica. Todo ser humano posee estas dos vidas. Todos los incrédulos
poseen tanto la vida humana como la vida satánica. A veces uno puede ver que
la vida humana en una persona, y otras veces vemos la vida satánica en esa
misma persona. Tal vez por la mañana un esposo se comporte como un
caballero; sin embargo, esta misma persona, al retornar del trabajo al
anochecer, tal vez tenga el rostro de un “diablo-hombre”.

Nosotros los cristianos, somos aún más complicados, pues cuando recibimos al
Señor Jesús recibimos una tercera vida, la vida divina. Entonces tenemos la vida
humana, la vida satánica y la vida divina. Debido a que poseemos la vida
humana, podemos ser seres humanos; debido a que poseemos la vida satánica,
podemos ser diablos-hombres; y debido a que poseemos la vida divina,
podemos ser Dios-hombres. La misma persona puede ser un caballero en la
mañana, un diablo-hombre al anochecer y un Dios-hombre en la reunión de la
iglesia.

Debido a que poseemos la vida humana, estamos en el reino humano; debido a


que poseemos la vida satánica, también estamos en el reino satánico; y debido a
que poseemos la vida de Dios, estamos en el reino de Dios. Siempre que vengo a
las reuniones de la iglesia puedo ver el reino de Dios. Estamos en el reino de
Dios debido a que tenemos la vida de Dios. Un reino es la totalidad de cierta
vida.

UN ASUNTO DE VIDA
El último capítulo de la Biblia nos muestra un trono (Ap. 22:1). Este trono tiene
como finalidad el reino. Del trono brota el agua de la vida, y en el agua de la vida
crece el árbol de la vida que produce frutos que alimentan y hojas que sanan.
Esto guarda directa relación con el reino. El reino es por completo un asunto de
vida. En Génesis 1 y 2 tanto la imagen de Dios como el dominio de Dios tienen
como requisito la vida de Dios. En Apocalipsis 22 la vida procedente del trono
de Dios produce el reino, el cual expresa a Dios y lo representa. Fíjense en la
Nueva Jerusalén. Tanto la imagen como el dominio de Dios pueden ser vistas
allí. Apocalipsis 21 y 22 constituyen el cumplimiento del propósito de Dios
mostrado en Génesis 1 y 2. El reino es la totalidad de la vida, y esta vida procede
del trono a fin de producir el reino. Lo esencial es esto: el reino es totalmente un
asunto de vida. Si no hay vida, no hay reino. Si hay vida, ciertamente habrá un
reino.

HIJOS, LUZ Y SAL


Somos hijos de Dios porque tenemos la vida de Dios. Para Dios, somos Sus
hijos. Ahora bien, para la tierra, somos la sal (Mt. 5:13) y para el mundo, somos
la luz (v. 14). La sal mata los gérmenes y elimina la corrupción. La luz prevalece
sobre las tinieblas. Por ser constituyentes del reino de Dios e hijos de Dios,
somos la sal que aniquila la corrupción de esta tierra y somos la luz que
prevalece sobre las tinieblas de este mundo. Ésta es la función que cumple el
reino de Dios. Como la sal, llegaremos finalmente a sanar la tierra. El árbol de la
vida produce hojas que sanan a las naciones (Ap. 22:2). En esto consiste salar.
Somos la sal para la tierra y somos la luz que prevalece sobre las tinieblas. En
todo lugar al que vaya el reino de Dios hoy, la corrupción será aniquilada y las
tinieblas disipadas. Sin embargo, éste es un asunto corporativo, no de
individuos. Juntos somos la sal y somos la luz.

CAPÍTULO OCHO

DOS REINOS
Lectura bíblica: Mt. 12:22-28; Lc. 22:3a; Hch. 5:3; Jn. 12:31; 1 Jn.
5:19; Ef. 2:2, 3, 5; Fil. 2:13; Ef. 6:11-12; Hch. 26:18a; Col. 1:13

En el capítulo anterior vimos claramente que existen dos fuentes en el universo,


y que en estas dos fuentes hay dos vidas de las cuales proceden dos reinos. Dios
tiene Su vida, y a partir de Su vida el reino de Dios llega a existir. Satanás tiene
su propia vida maligna, de la cual su reino llega a existir. Por tanto, en el
universo existen dos reinos: el reino de Dios y el reino de Satanás.

EL REINO DE SATANÁS
Tenemos que ver que tanto el reino de Dios como el reino de Satanás son algo
de vida. El reino de Dios es un asunto de la vida divina, mientras que el reino de
Satanás es un asunto de la vida satánica. Si uno considera la situación mundial,
podrá percatarse que el linaje humano en su totalidad es un reino, pero no
solamente un reino de la vida humana, sino aún más, de la vida satánica. Hoy en
día, la sociedad humana es el reino de la vida satánica. La humanidad entera ha
llegado a ser la totalidad de la vida satánica con todas sus actividades. Por tanto,
el reino humano se ha convertido en el reino satánico, el reino de Satanás.

Mateo 12:22-28 menciona el reino de Satanás. Una persona ciega y muda que
estaba poseída por los demonios fue traída al Señor Jesús. Como dijimos en el
capítulo 2, en la Biblia un demonio representa estar en rebelión contra Dios. El
Señor Jesús echó fuera demonios. Podría parecernos que aquí simplemente se
echó fuera un demonio y se recobró a un ser humano, pero según la
interpretación del Señor, algo de mucha mayor trascendencia estaba implícito
en este evento. Esto no fue simplemente echar fuera un demonio y sanar a
alguien que estaba enfermo, sino que esto constituyó la venida del reino de Dios.
Siempre que el demonio es echado fuera, entonces allí ha llegado el reino de
Dios. Los fariseos odiaban al Señor Jesús y criticaban Sus acciones, al punto de
decir que Jesús podía echar fuera demonios por Beelzebú, el príncipe de los
demonios. El nombre Beelzebú se refiere al líder de los demonios. Los fariseos
sabían que Satanás era quien gobernaba a los demonios y quisieron ridiculizar
al Señor Jesús acusándolo de echar fuera demonios por Satanás. Pero Él les
reprendió diciendo: “Si Yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿por quién los
echan vuestros hijos?” (12:27). Lo que los fariseos le dijeron al Señor Jesús era
falso, pero Él les respondió con la verdad. Recuerden que los fariseos eran
extremadamente religiosos. A sus propios ojos y según su propio entendimiento,
ellos adoraban a Dios; sin embargo, el Señor Jesús les dijo que sus hijos
echaban fuera demonios por Satanás. Según su propio concepto, ellos adoraban
a Dios; pero en realidad, ellos estaban unidos a Satanás. Ciertamente los
fariseos pensaban que servían a Dios, lo adoraban y hacían todo lo necesario
para complacerle. No eran personas paganas, ni adoraban ídolos ni practicaban
brujería. Sólo se esforzaban por adorar a Dios y servirle. Pero el Señor Jesús los
puso al descubierto al afirmar que sus hijos echaban fuera demonios por el
poder de Satanás. Esto significaba que ellos eran uno con Satanás.

Al hablarles así a los fariseos, el Señor reveló que Satanás tiene su propio reino
(v. 26). Hay otro reino además del reino de Dios. Hoy en día la situación es, en
principio, exactamente la misma. Aun cuando hay quienes adoran a Dios en
nombre y forma, en realidad están unidos a Satanás y le sirven a él. Ellos
piensan que están en el reino de Dios, pero en realidad se hallan en el reino de
Satanás. Incluso mientras adoran a Dios, es posible que se encuentren en el
reino de Satanás. Quizás piensen laborar para el reino de Dios, pero sin saberlo
laboran para el reino de Satanás.

Tenemos que ver estos dos reinos: el reino de Dios y el reino de Satanás. A la
postre, el reino de Dios absorberá al reino de Satanás. Adán cuando fue creado
por Dios era inocente. Dios lo puso frente a dos árboles que denotaban dos
fuentes: Dios y Satanás. El propósito de Dios al crear al hombre era establecer el
reino. Según la Biblia, la suprema consumación de la obra de Dios es el reino.
En ella una casa representa una familia, y una ciudad representa un reino. En la
eternidad no habrá una casa, sino una ciudad: la Nueva Jerusalén. El apóstol
Juan dijo que él no vio templo alguno en aquella ciudad (Ap. 21:22). Esto quiere
decir que el templo será ensanchado hasta convertirse en la ciudad, y la ciudad
representa el reino. Finalmente, Dios establecerá Su reino.

Pero ¿cómo es que Dios establecerá Su reino? Cuando oímos la palabra


“establecerá” podríamos pensar que significa armar o ensamblar varias piezas o
elementos, colocándolos uno al lado del otro. Sin embargo, ésta no es la manera
de proceder de Dios. La manera de proceder de Dios es introducirse en el
hombre como vida. Esta vida crecerá en nosotros hasta producir el reino.

Antes que Dios pudiera entrar en el hombre, Satanás se introdujo primero de


una manera muy astuta. Como todos los engañadores, Satanás fue muy
elocuente. Mediante su hablar insidioso, Satanás adoctrinó al hombre con sus
propios pensamientos. Él inyectó en la mente humana sus propios
pensamientos malignos. En principio, hoy sucede lo mismo. Siempre que uno
acepta ciertos pensamientos, enseguida actuará conforme a ellos. Los
pensamientos vienen primero, y después las acciones. Los pensamientos que la
gente acepta a la postre influirán en su comportamiento. Después que Satanás
inyectó sus pensamientos malignos en la mente humana, el hombre utilizó su
cuerpo para tomar el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal.

DOS ÁRBOLES
Es de gran importancia que nos demos cuenta que en el principio había dos
árboles: el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal (Gn.
2:9). El árbol de la vida representa a Dios, y el árbol del conocimiento
representa a Satanás. El hombre comió del árbol del conocimiento, lo cual
significa que Satanás entró en el hombre. Satanás como la personificación del
pecado, está ahora dentro del hombre (Ro. 7:8, 11, 17, 20). Después de entrar en
él, Satanás comenzó a saturarlo, a envenenarlo y a poseerlo por completo. Por
tanto, el hombre cayó en corrupción y tinieblas; lo que significa que fue puesto
bajo la autoridad de Satanás. El hombre se convirtió en ciudadano del reino de
Satanás, sujeto al gobierno de Satanás. Por tanto, todos los nacidos del linaje
humano son también ciudadanos del reino de Satanás. Ahora todo ser humano
se encuentra sujeto a Satanás por nacimiento, y es debido a ello que los hombres
roban, pelean y matan. Éste es el reino de Satanás. Esto es la totalidad de la vida
satánica con todas sus actividades.

Un día “Jehová-más” vino. Dios se encarnó y vino a ser un hombre. El deseo de


Dios es entrar en el hombre. Cuando invocamos el nombre del Señor Jesús, Él
entra en nuestro ser como vida. Desde ese momento, Dios comienza a crecer en
nuestro ser. El crecimiento de Dios en nuestro ser significa que Él se propaga en
nuestro interior. Cuanto más Dios crece, más se propaga y más cabida halla en
nuestro ser. Cuanto más cabida halla en nuestro ser, más Él reina en nosotros.
El reino es el reinado divino de Dios en nosotros por medio del crecimiento de la
vida divina en nuestro interior. El reino de Dios es Dios mismo como vida para
nosotros, el cual se propaga en nuestro interior, nos satura y reina sobre todo
nuestro ser.
LOS DOS ESPÍRITUS
Hay dos reinos y también hay dos espíritus. Juan 4:24 nos muestra que Dios es
un Espíritu, y Efesios 2:2 revela que Satanás, el príncipe de la potestad del aire,
también es un espíritu. Este espíritu maligno opera en todos los seres humanos.
La palabra opera es una palabra que tiene una connotación bastante enfática en
el griego original. Esto quiere decir que Satanás opera, obra, con un propósito
definido y de una manera determinada. Así pues, en todo ser humano existe un
“operador” satánico, el espíritu que opera en los hijos de desobediencia. Es
posible que las personas hablen de libertad e independencia, pues a todos les
gusta sentirse independientes. Sin embargo, ninguno de los seres humanos
caídos es independiente, pues se encuentra sujeto a la operación de Satanás.

EL PRÍNCIPE DE ESTE MUNDO


Mateo 12:26 nos muestra que Satanás tiene un reino, y Juan 12:31 describe a
Satanás como el príncipe de este mundo. Satanás no solamente es aquel que
opera en los seres humanos, sino que también es el príncipe de este mundo. Él
gobierna la tierra entera, por lo que tiene muchos subordinados y subalternos
sujetos a él, a quienes Efesios 6:12 describe como principados y potestades.
Éstos son algunos de los cargos subalternos en el reino de Satanás. Él es el
príncipe de este mundo y el príncipe de la potestad del aire. En la tierra está el
linaje humano, mientras que en el cielo están las potestades angélicas rebeldes.
El reino de Satanás está compuesto por el linaje humano caído y por los ángeles
rebeldes. Sobre la tierra, los miembros del linaje humano caído constituyen los
ciudadanos del reino de Satanás; mientras que en el aire, los principados y
potestades angélicos rebeldes gobiernan esta tierra en servicio a Satanás. Él es el
príncipe de la potestad del aire. Satanás, como espíritu maligno, ha entrado en
todos los seres humanos. Él opera en todos ellos sin excepción. Al operar de este
modo, él ha producido un reino. Satanás ahora mora en el cuerpo del hombre.

Si usted alguna vez ha tenido la experiencia de echar fuera demonios, entonces


sabe que a los demonios les gusta tomar el cuerpo humano como su morada.
Desde su base de operaciones en el cuerpo, Satanás tratará de controlar todo el
ser de la persona: su mente, sus emociones y su voluntad. Una persona poseída
por un demonio siempre permanecerá en su mente. Si usted consigue que esta
persona salga de la prisión de su mente y entre a su espíritu, en su mayor parte
el demonio se habrá ido de su ser. Pero es difícil hacer esto. Por tanto, uno tiene
que echar al demonio en el nombre del Señor Jesús. Después que el demonio ha
sido echado, uno tiene que ayudar a esta persona a volverse a su espíritu y a no
valerse tanto de su mente; de otro modo, los demonios podrían retornar para
poseerla una vez más.

EL REINO DE DIOS
Satanás hace del cuerpo humano su morada, pero el Señor Jesús hace del
espíritu humano Su morada. Dios, en Su soberanía, se reservó el espíritu
humano para Sí. Aun cuando el espíritu humano ha estado bajo la influencia del
cuerpo maligno y la mente corrupta del hombre al punto de estar amortecido,
en la Biblia no encontramos indicio alguno de que Satanás hubiera entrado en el
espíritu humano. Cuando nos arrepentimos y creímos en el Señor Jesús, Él
inmediatamente entró a nuestro espíritu. El enemigo se esfuerza al máximo
para ocultarles a los cristianos el espíritu humano. La Biblia nos dice claramente
que el Señor Jesucristo está con nuestro espíritu (2 Ti. 4:22). Desde nuestro
espíritu Él crece y se propaga en nuestro interior tomando más y más posesión
de nuestro ser. Al ocupar más partes de nuestro ser, Él verdaderamente reina en
nosotros. En esto consiste el reinar interno del Señor Jesús.

Consideren el caso de un joven que haya sido salvo recientemente. Antes de ser
salvo, él estaba por completo en el principio de un demonio; en todas las partes
de su ser se encontraba en rebeldía contra Dios. Pero un día el Señor Jesús
entró en él. Ahora, cuanto más él dice “¡Aleluya!” y cuanto más ora-lee la
Palabra, más el Señor Jesús se propaga en su interior. Cuanto más él invoque
“¡Oh, Señor Jesús!”, más cabida tendrá el Señor en su ser. Cuando él invoca al
Señor y le alaba, el Señor se propaga en su interior. Sin embargo, en muchas
ocasiones el Señor Jesús no puede traspasar su manera de pensar, sus
pensamientos. Los conceptos que tiene este joven son fortalezas inexpugnables
que el Señor Jesús no puede penetrar. Parte de su ser se encuentra sujeto al
reinado del Señor Jesús, pero en otras partes de su ser son fortalezas que
resisten el gobierno del Señor. Esto es rebelión y corresponde al principio
propio de un demonio. Si el Señor Jesús no puede penetrar esta fortaleza
después de varios intentos, este joven perderá el deseo de orar, de leer la
Palabra y de invocar el nombre del Señor. Si el Señor intenta prevalecer, pero no
le es posible, entonces esperará. Tal vez después de dos semanas, o dos meses, o
dos años, el Señor lo intentará nuevamente; es posible que, a la postre, este
joven sea ayudado por otro hermano y nuevamente será animado a ir en pos del
Señor. Debido a que el Señor Jesús no pasa por alto problema alguno, Él
nuevamente tocará la vieja fortaleza, pero esta vez este hermano habrá
aprendido la lección e inmediatamente cederá ante el Señor, diciéndole: “Amén,
Señor”. Así el Señor Jesús podrá prevalecer y propagarse más en él. Esto
significa que Él crece más y ocupa más parte de su ser. Este crecimiento es la
venida gradual del reino de Dios en el interior de este hermano. Con el tiempo,
todas sus partes internas: mente, parte emotiva y voluntad, habrán sido
plenamente saturadas por el Señor Jesús. En otras palabras, Él habrá crecido
plenamente en este hermano. En cierto sentido, habrá alcanzado la etapa de la
cosecha dentro de este hermano. Él estará listo para ser cosechado; está
preparado y es maduro. Él es como una de las cinco vírgenes prudentes (Mt.
25). Si muchos cristianos que buscan al Señor fueran así, la plena manifestación
del reino vendría.

Ahora podemos comprender de qué manera viene el reino. El Señor Jesús se


siembra en nuestro ser como una semilla, convirtiéndonos así en Su labranza
donde Él crece, paso a paso, poco a poco. Él crece dentro de nosotros. Él es muy
paciente y gradualmente llega a poseer todo nuestro ser, hasta que, finalmente
el Señor Jesús toma plena posesión de nosotros. Él ocupará nuestra mente,
nuestra parte emotiva, nuestra voluntad y todas las áreas de nuestro ser. De este
modo, Él reinará dentro de nosotros, y el reino vendrá de forma plena y
completa. El reino no viene como un cambio repentino, sino que más bien viene
como vida cada vez que Cristo crece en nuestro ser. Sin embargo, éste no es un
asunto estrictamente individual, pues tenemos que crecer junto con otros
cristianos.

Muchos cristianos han caído en la trampa de varias cosas religiosas. Es


necesario que uno las deseche y se vuelva a su espíritu, dándonos cuenta de que
Cristo está en nuestro espíritu. Nuestra verdadera necesidad es que Cristo se
expanda en nuestro interior. Aun cuando el formalismo pueda ser de ayuda para
algunos, a la postre se convertirá en un obstáculo. Las enseñanzas ortodoxas o
fundamentalistas también son de ayuda, pero a la larga impedirán que las
personas cumplan el propósito eterno de Dios. Lo mismo sucede con las
experiencias carismáticas. Si bien para muchos cristianos estas experiencias les
fueron de ayuda, a la postre estas mismas se convirtieron en un obstáculo.
Nuestra necesidad básica en el presente es comprender que nuestro amado
Señor Jesús está en nuestro espíritu, creciendo y propagándose dentro de
nosotros. Tenemos que orar: “Señor, ten misericordia de mí. Concédeme la
gracia de siempre decirte „amén‟. Oh Señor, crece en mí, expándete en mí y
poséeme. Señor, ocupa todas las partes de mi ser”. Ésta es nuestra necesidad
hoy. Todos fuimos trasladados del reino de Satanás al reino de Cristo.
Necesitamos que Cristo se propague a Sí mismo dentro de nosotros, y nos gane
por completo. Esto traerá la plena manifestación del reino.

CAPÍTULO NUEVE

EL CAMPO DE BATALLA DE LOS


DOS REINOS
Lectura bíblica: Mt. 12:26; Hch. 26:18a; Fil. 2:13; Mt. 10:19-20; Ef.
2:2; 4:17-18; 2 Co. 4:4; Ef. 6:11-12; 2 Co. 10:4-5; 11:2-3; Ro. 8:6

La Biblia nos revela que en el universo existen tres partidos: Dios, el hombre y
Satanás. Según Génesis 2 el hombre fue puesto frente a dos árboles: el árbol de
la vida, el cual representa a Dios, y el árbol del conocimiento del bien y del mal,
que denota a Satanás, el maligno. Esta revelación bíblica nos declara que el
propósito de Dios es entrar en el hombre y hacerse uno con él. Pero antes que
Dios pudiera hacerlo, Satanás entró en el hombre. Fue Satanás quien dio el
primer paso al entrar en el hombre; pero no lo hizo según la manera de Dios,
sino conforme a su propia manera maligna de proceder. Esto muestra la
soberanía de Dios, pues Dios le permitió a Satanás cierto grado de libertad para
que hiciese con el hombre lo que quisiese. Sin embargo, Dios no le permitió que
hiciese todo lo que quería. El libro de Job nos muestra este principio. Dios le
permitió a Satanás que le hiciera ciertas cosas a Job, pero también lo limitó (Job
1:12; 2:6).

EL ESPÍRITU DEL HOMBRE


Aunque Dios le permitió a Satanás dañar al hombre, jamás le permitió entrar en
el espíritu del hombre debido a que el espíritu del hombre es lámpara de Jehová
(Pr. 20:27). Dios creó al hombre de una manera muy específica. Algunos
consideran que el hombre es cierta clase de animal, pero Dios no lo considera
así. Ninguno de los pájaros, peces o bestias posee un espíritu. Ellos son animales
precisamente porque carecen de un espíritu. Pero nosotros somos seres
humanos debido a que tenemos un espíritu. Dios es Espíritu y nosotros tenemos
un espíritu. Quienes adoran a Dios es necesario que le adoren en espíritu (Jn.
4:24). Los animales jamás adoran a Dios. ¿Alguna vez oyó que un grupo de
monos erigiera un templo y adorara a Dios ó vio alguna vez a un perro o un gato
adorar a Dios? Sin embargo, si uno estudia la historia mundial desde la
antigüedad hasta nuestros tiempos, sabrá que los hombres siempre han adorado
a Dios; probablemente no siempre de la manera apropiada, pero siempre
procuraron adorar a Dios debido a que en su interior existe un órgano de
adoración: su espíritu humano. Los animales tienen ciertas cosas en común con
el hombre, pero sólo el hombre posee algo que ningún animal tiene: un espíritu
humano. Por tanto, no somos animales; somos seres humanos. La diferencia
entre los animales y los seres humanos es que: solamente el hombre posee un
espíritu humano.

A lo largo de los siglos, Satanás en su astucia ha mantenido oculto todo lo


relacionado con el espíritu humano. Son pocos los cristianos que hablan sobre
esto, e incluso hay quienes dicen que el espíritu humano y el alma humana son
lo mismo. Aunque los perros y los gatos tienen un alma, ellos no tienen un
espíritu. Nuestro espíritu humano es el órgano específico para adorar a Dios. Así
que, nuestro espíritu es tanto la lámpara de Jehová como el santuario de Dios.
Según Hebreos 4:12-16, nuestro espíritu es el Lugar Santísimo. Primero nuestro
espíritu es lámpara de Jehová y, finalmente, se convierte en el Lugar Santísimo.

Dios en Su sabiduría le permitió a Satanás afectar al hombre e incluso entrar en


él; sin embargo, no le permitió que se excediera al grado que entrara en el
espíritu del hombre. Solamente se le permitió que amorteciera y oscureciera el
espíritu humano, pero jamás se le permitió entrar en él. Sin embargo, Satanás
entró en el cuerpo físico del hombre. A esto se debe que en capítulos como
Romanos 7, se nos diga que el pecado y todas sus concupiscencias están en los
miembros de nuestro cuerpo. El pecado y sus concupiscencias están en los
miembros de nuestro cuerpo, por que es morada de Satanás. Satanás mora en
nuestro cuerpo físico como el pecado personificado (Ro. 7:17, 20). Únicamente
una persona viviente puede morar en cierto lugar. Es desde nuestro cuerpo
físico, su base central, que Satanás quiere conquistar nuestra alma y someterla
bajo su absoluto control. Pero, ¡aleluya!, no hay ni un solo versículo en toda la
Biblia que nos diga que nuestro espíritu está bajo el control de Satanás.

Cuando uno predica el evangelio, primero debe tocar el espíritu de las personas;
debe conmover sus conciencias, pues la conciencia es la parte principal de su
espíritu. En nuestra predicación jamás debemos discutir con las personas, pues
cuanto más discutamos, más respuestas provocaremos y más incitadas serán
sus mentes. Al discutir con otros, solo fortalecemos sus almas. Es imposible
persuadir a los pecadores al debatir con ellos. Más bien, por la gracia y el poder
de Dios, uno debe conmover sus conciencias. Su conciencia forma parte de su
espíritu, y cuando uno toca su conciencia, su espíritu será conmovido. He visto
muchos casos de personas que seguían discutiendo con Dios en su mente, pero
se condenaban a sí mismos en su conciencia. En su mente discutían con Dios,
pero en su espíritu, se arrepentían delante de Dios. Cuando tratamos de ayudar
a alguien, jamás debemos incitar su mente, pues la mente humana es la
fortaleza de Satanás. Los generales de un ejército saben que no deben atacar el
área más fuerte de un enemigo, sino su punto más débil. Así pues, no aborden la
mente de las personas, pues si lo hacen, todo el reino de Satanás se levantará en
contra suya.

Supongamos que el esposo y la esposa tuvieron una discusión durante la cual se


dijeron palabras hirientes. Después de ello, aquella esposa acude a usted para
que la ayude a resolver sus problemas. Ciertamente no es fácil escuchar lo que
una hermana tenga que decir con respecto a su esposo. sin que ello incite su
mente o sin que usted mismo caiga en la trampa de Satanás. Pero si conoce la
astucia del enemigo, entonces evitará incitar la mente del hermano cuando vaya
a hablar con él. No se empeñará en atacar esa fortaleza, sino que empleará otro
método. Le abordará por una vía diferente y le tocará el punto más débil. Evite
abordar el problema que tuvo con su esposa. Incluso evite hablarle sobre su
esposa, pues aquella discusión que tuvo es lo que en ese momento ocupa toda su
mente y satura sus pensamientos. La manera apropiada de abordar a este
esposo es tocar su espíritu, al tocar su conciencia. En vez de hablarle de su
esposa, háblele de amar al Señor. La mente de este hermano está llena de
pensamientos acerca de su esposa, y éste es un asunto muy delicado y explosivo.
Más bien, háblele del Señor. Toque su espíritu y su conciencia. Después de unos
diez minutos de hablarle así, él probablemente podrá orar. Cuanto más uno ore
con él, más su espíritu será conmovido. Al final, el Señor tendrá un camino por
el cual salir del espíritu de este hermano para propagarse a su mente. Entonces
él se arrepentirá y confesará; incluso llorará delante del Señor con respecto a la
manera en que trató a su esposa.

Satanás ha entrado en nuestro cuerpo y desde allí ejerce control sobre nuestra
alma. Por tanto, Satanás opera de afuera hacia adentro. Mientras que el Señor
opera en dirección opuesta, desde adentro hacia afuera. Un día Él vino a nuestro
espíritu, el cual es el centro, el eje de nuestro ser, haciendo de él Su morada (Ro.
8:16; 2 Ti. 4:22; 1 Co. 6:17). Desde esta morada en nuestro espíritu, Él opera
hacia afuera, hacia nuestra alma. Satanás opera desde nuestro cuerpo hacia
nuestra alma, mientras que el Señor opera desde nuestro espíritu hacia nuestra
alma.

Ahora podemos ver que estos tres partidos: Dios, el hombre y Satanás, están
todos en el hombre. En el huerto del Edén, Adán tenía dos opciones ante sí: el
árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal. Hoy en día en la
iglesia, el árbol del conocimiento está en nuestro cuerpo y el árbol de la vida está
en nuestro espíritu. Ahora ambas fuentes se encuentran dentro de nosotros.
Tenemos que comprender que somos personas muy complicadas, pues hay tres
partidos en nuestro interior. Sabemos que nuestro ser consta de tres partes:
espíritu, alma y cuerpo; pero ¿sabía usted que en su cuerpo, esto es, en su carne,
Satanás ha hecho su morada? ¿Y sabía que en su espíritu el Señor ha hecho Su
morada? Entre el cuerpo y el espíritu está el alma, el yo. Usted mismo mora en
su alma. Por tanto, Satanás mora en su cuerpo, el Señor Jesús mora en su
espíritu y usted mismo mora en su alma. ¡Ésta es verdaderamente una situación
muy complicada! Antes de ser salvo usted no era tan complicado; usted era una
persona sencilla, pues continuamente le hacía caso a Satanás. Sin embargo, el
día que usted creyó en el Señor Jesús, se dio inicio a una controversia en su ser.
Ahora usted experimenta una pugna constante debido a que en su interior hay
tres moradores: Satanás en su cuerpo, Cristo en su espíritu y usted mismo en su
alma. Quizás incluso hoy mismo haya experimentado algunas dificultades
debido a esta situación tan complicada dentro de usted.

TRES REINOS
Puesto que Satanás entró en nosotros y también el Señor Jesús, ahora es posible
que nosotros estemos en tres reinos. Si vivimos en nuestra alma, ciertamente
nos encontramos en el reino humano. Si vivimos según la carne, llegamos a
formar parte del reino satánico. Y si andamos en el espíritu y vivimos según el
espíritu, entonces nos encontramos en el reino de Dios. Sin embargo, para
cualquier persona es muy difícil permanecer en el reino humano. El reino
humano en nuestra alma se ha hecho muy débil y frágil. Con apenas un leve
golpe, es quebrantado y subyugado. Por tanto, siempre que procuramos
comportarnos como seres humanos, únicamente tenemos éxito en
comportarnos diabólicamente. Siempre que nos esforzamos por ser buenos,
descubrimos cuán malos somos. Siempre que nos esforzamos por ser pacientes
o ser bondadosos y no perder la paciencia, inevitablemente terminamos de mal
genio. ¿Por qué sucede esto? Es debido a que el maligno jamás nos dejará ser
seres humanos apropiados. Satanás siempre se esforzará por subyugarnos y
tenernos bajo su control. Es difícil que el reino humano sea independiente. En el
mejor de los casos, el reino humano es como una pequeña colonia del reino
satánico. El reino humano siempre está bajo el control del reino satánico. En
términos prácticos, hay únicamente dos reinos que prevalecen sobre la tierra
hoy: el reino de Satanás, que incluye el reino humano que está bajo su control, y
el reino de Dios.

LAS FORTALEZAS EN LA MENTE


El campo de batalla de estos dos reinos se encuentra en nuestra mente. El reino
de Satanás lucha contra el reino de Dios en el campo de batalla de nuestra
mente. La guerra espiritual entre Dios y Satanás tiene lugar íntegramente en
nuestra mente. Aunque el Señor Jesús ahora está en nuestro espíritu, Él se
enfrenta a un serio problema, y es que no puede penetrar con facilidad en
nuestra mente. Nuestra mente es una fortaleza, y es difícil para el Señor Jesús
entrar en ella. En 2 Corintios 10:4-5 se nos revela que hay fortalezas en nuestro
interior, las cuales son nuestros pensamientos rebeldes que pertenecen a
nuestra mente reprobada. Pablo dice que la guerra espiritual simplemente
consiste en derribar los pensamientos y los argumentos de nuestra mente.
Derribar tales argumentos implica subyugar la mente, conquistarla. Son muchos
los cristianos que en la actualidad se encuentran bajo el control de Satanás en
sus mentes. Estas fortalezas consisten en conceptos, ideas, opiniones, juicios e
incluso maneras de pensar; todo lo cual son elementos constitutivos de la mente
humana. Muchas veces las personas dicen: “¡No estoy de acuerdo con eso!”, lo
cual simplemente significa que ellos se aferran a algo en su mente.

ENGAÑADOS PARA SER APARTADOS DE LA


SENCILLEZ
Me gusta la palabra usada por Pablo en 2 Corintios 11:3, donde dijo que estaba
muy preocupado de que los corintios fueran a ser engañados y, de alguna
manera, se apartaran de la sencillez que es en Cristo. Aunque he participado en
la obra del Señor por muchos años, todavía no he conocido a una persona que
sea verdaderamente sencilla. Pese a ello, diría que las personas más bendecidas
son las personas sencillas, las que son muy sencillas y puras. La palabra que
aquí se tradujo como “sencillez” también puede traducirse como “simplicidad”.
En la actualidad la gran mayoría de cristianos no son sencillos, sino que son
personas muy complicadas debido a que han recolectado toda clase de
doctrinas. Ellos piensan que cuantas más doctrinas tengan, mejor es; pero en
realidad, no alcanzan a percibir que cuanto más doctrinas poseen, más
complicados se vuelven.

La palabra engañados [lit. seducidos] es muy relevante en este contexto. Incluso


sería mejor traducir este pasaje de este modo: “Temo que vuestras mentes sean
corrompidas al ser engañados apartándoos de la sencillez”. Esto no es
solamente ser engañados, sino también ser corrompidos. Siempre que somos
engañados en nuestros pensamientos, apartándonos de la sencillez y
simplicidad que es en Cristo, nuestra mente es corrompida. Es fácil llenar a las
personas con enseñanzas, pero es una tarea muy difícil vaciarlas de sus
enseñanzas. Es fácil cargar a las personas de enseñanzas, pero una vez que estas
enseñanzas han entrado en las personas, es extremadamente difícil para
cualquiera despojarlos de ellas. Sin embargo, siempre que mantengamos las
enseñanzas seductoras en nuestra mente, ésta será corrompida. Para que
podamos experimentar las riquezas de Cristo y disfrutar de Él, es necesario que
todos seamos sencillos. Si no somos sencillos, permaneceremos en nuestra
mentalidad que ha sido engañada y corrompida. Ésta es una condición terrible
La guerra espiritual hoy en día consiste principalmente en capturar la mente y
derribar sus fortalezas. La guerra espiritual consiste primordialmente en
combatir contra el enemigo en nuestra mente.

ATAR AL HOMBRE FUERTE


En Mateo 12:29 el Señor Jesús dijo que a menos que el hombre fuerte fuese
atado, nadie podría entrar en su casa y arrebatar sus bienes. Si hemos de
arrebatarle sus bienes, incluso saquear su casa, primero tenemos que atar al
hombre fuerte. El hombre fuerte es Satanás, el cual está en nuestro cuerpo físico
esforzándose por controlar nuestra mente. Tenemos que atar a Satanás, el
hombre fuerte, en la mente humana; sólo entonces podremos arrebatarle sus
bienes.

Todos los hermanos que asumen la responsabilidad en las iglesias tienen que
comprender que la mayoría de los problemas que se suscitan en las iglesias
proceden de las mentes de los hermanos y hermanas. Según la Biblia, la iglesia
que tenía más problemas era la iglesia en Corinto, y la razón principal para ello
eran las opiniones discrepantes. Las opiniones, por supuesto, son problemas
que radican en la mente. Por tanto, Pablo les escribió exhortándoles a estar
perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer (1 Co. 1:10).
Aunque todos los santos tienen que estar perfectamente unidos en un mismo
sentir y en un mismo parecer, los hermanos que llevan la delantera también
tienen que combatir en oración. Ellos no deben discutir con otros, sino orar
específicamente: “Señor, ata al hombre fuerte. ¡Ata al hombre fuerte que opera
mediante los pensamientos discrepantes de los amados santos! ¡Oh Señor,
nosotros no podemos hacer nada! ¡Te pedimos que ates al hombre fuerte!”. Los
pensamientos de las hermanas son delicados, mientras que los de los hermanos
son explosivos. Si uno se enfrenta a tales pensamientos, sufrirá. La mejor
manera de manejarlos no es confrontar tales ideas, sino acudir al trono de
autoridad y atar al hombre fuerte. Una vez que el hombre fuerte haya sido
atado, uno podrá arrebatarle sus bienes. Con el tiempo, verá que ayudaremos a
todos los amados hermanos y hermanas uno por uno. Lo que les ayudará no
será que usted discuta con ellos o que trate de convencerlos, sino que el hombre
fuerte haya sido atado. Cuando se suscite un problema en la iglesia, jamás
confronte los pensamientos, sino que siempre acuda al trono y pídale al Señor
que ate al hombre fuerte. Esto es un asunto del reino: el reino de Satanás o el
reino de Dios. La mente es el campo de batalla y todos tenemos que luchar para
que la mente sea capturada.

En 2 Corintios 4:4 se nos dice que el dios de este siglo cegó las mentes de los
incrédulos. La táctica de Satanás consiste en cegar constantemente la mente de
las personas. Tenemos que orar para que el hombre fuerte sea atado, para que el
dios de este siglo sea atado. Efesios 4:17-18 menciona “la vanidad de su mente”.
La gente de este mundo anda en la vanidad de su mente. Su mente está llena de
cosas vanas. En el versículo 18 aparece otra expresión: “el entendimiento
entenebrecido”. El entendimiento de la gente mundana ha sido entenebrecido.
Se usa, además, una tercera expresión: “la dureza de su corazón”. En estos dos
versículos vemos la vanidad de la mente, el entendimiento entenebrecido y la
dureza del corazón. Supongamos que su mente estuviera llena de vanidad, su
entendimiento estuviera entenebrecido y su corazón estuviera endurecido; ¡qué
persona más digna de compasión sería usted! Hoy en día, no solamente la gente
del mundo es así, sino también muchos cristianos se hallan exactamente en la
misma condición. Su mente está completamente ocupada con vanidades, su
entendimiento está completamente entenebrecido y su corazón está totalmente
endurecido. Entonces, ¿qué debemos hacer al respecto? Tenemos que orar para
atar al hombre fuerte, pues sólo así podremos arrebatarle sus bienes. Estos
bienes en realidad le pertenecen a Dios, pero fueron usurpados por el enemigo.
Ahora tenemos que rescatarlos para el reino al atar al hombre fuerte.

EL RECOBRO DEL SEÑOR


Nosotros estamos en el recobro del Señor. El recobro del Señor es radicalmente
diferente del cristianismo actual. No importa cuán cuidadosos seamos y cuán
bien nos comportemos, jamás podremos evitar una controversia. ¿Qué debemos
hacer cuando esto suceda? Jamás debemos discutir, pues no es eficaz. En el
recobro del Señor, nuestro mejor curso de acción consiste en atar al hombre
fuerte por medio de la oración. Si dedicásemos más tiempo a permanecer
delante del trono acudiendo a la autoridad más elevada de todas, apelando a
dicha autoridad y pidiéndole al Señor que ate al hombre fuerte, ciertamente
veríamos que algo ocurriría.
Hoy en día, la controversia que existe entre el recobro del Señor y el
cristianismo está íntegramente relacionada con la mente, pues muchas personas
se aferran a sus doctrinas. ¡Lo mismo ocurrió en tiempos del Señor Jesús! Si
uno reflexiona sobre la situación a la que se enfrentó el Señor Jesús mientras
estaba en la tierra según los cuatro Evangelios, verá que siempre hubo
controversia, una pugna constante, entre el Señor Jesús y los fariseos, los
escribas y los intérpretes de la ley. Todas estas personas habían adquirido
muchas doctrinas y enseñanzas y lucharon contra el Señor Jesús valiéndose de
las Escrituras. Había una guerra constante entre el Señor Jesús y todos los
religiosos. En los cuatro Evangelios, es difícil encontrar un relato en el que los
gentiles disputen con el Señor Jesús. Quienes disputaban con Él eran aquellos
que se aferraban a su conocimiento bíblico. En realidad, esta guerra se libraba
en sus mentes. Hoy en día, la controversia entre el recobro del Señor y el
cristianismo es la misma. Si permanecemos en la esfera del conocimiento, no
conseguiremos nada. Ninguno de los escribas, intérpretes de la ley o fariseos fue
convencido por los argumentos del Señor. Así que, cuanto más argumentemos,
más reforzaremos la fortaleza de Satanás y el reino satánico, que está en la
mente humana.

EJERCITAR EL ESPÍRITU
No obstante, nos queda un camino: atar al hombre fuerte al ejercitar nuestro
espíritu. Es imprescindible que todo el tiempo entendamos y tengamos presente
que Satanás está en el cuerpo humano, desde donde ejerce control sobre la
mente del hombre, y que el Señor Jesús está en el espíritu humano a la espera
de que le demos la oportunidad de propagarse en todas las partes internas del
alma humana. Es menester que todo el tiempo cooperemos con el Señor Jesús al
ejercitar nuestro espíritu. La mejor manera de ejercitar nuestro espíritu es
olvidar nuestros propios pensamientos y simplemente invocar: “¡Oh, Señor
Jesús!”. Clamar: “¡Oh, Señor Jesús!” hará que seamos más sencillos. Cuanto
más invoquemos de este modo al Señor, más sencillos seremos. Nos
convertiremos en personas sencillas, pero tendremos un espíritu fuerte.
Entonces ya no nos agradará discutir. Cuando uno se enfrenta a la mente
humana, se enfrenta a la fortaleza de Satanás; entonces, si lo hacemos,
sufriremos. Pero, en vez de enfrentarnos nos volvemos al espíritu. Cuando nos
volvemos a nuestro espíritu, Satanás se pone a temblar.

NO ADMITIR PENSAMIENTO ALGUNO


En la versión King James, en Mateo 10:19-20 tradujeron que el Señor Jesús
dijo: “No penséis”. Estas palabras son muy significativas. Temprano por la
mañana somos tentados al abrigar ciertos pensamientos, pero es en ese
momento que no debemos admitirlos en absoluto en nuestra mente. No penséis
acerca de los hermanos que llevan la delantera. No penséis acerca de las
hermanas o de vuestros compañeros de habitación, o de vuestra esposa. Cuanto
más piensen respecto a su esposa, más la condenarán No penséis acerca de
vuestro esposo. En toda ocasión y en toda circunstancia, no penséis; más bien,
cooperad con el Espíritu. Si las personas del mundo no pensaran con respecto a
cualquier situación, no tendrían nada que decir, pues ellas no tienen el Espíritu
del Padre; pero nosotros sí lo tenemos. Por tanto, no abrigamos pensamientos, y
simplemente seguimos al Espíritu. Si uno continúa pensando acerca de su
esposa, es muy probable que después de tres meses tendrán muchos problemas.
Lo mismo sucede cuando las esposas admiten pensamientos con respecto a sus
esposos. No admitáis pensamiento alguno con respecto a vuestro esposo, sino
háganle caso al Espíritu. Entonces, día tras día podrán exclamar: “¡Aleluya!
¡Alabado sea el Señor!”. Tenemos algo mucho mejor que nuestros
pensamientos; tenemos algo que es más prevaleciente, más elevado, rico y
viviente: tenemos al Dios Triuno mismo. El Espíritu del Padre es el Dios Triuno
aplicado. Así pues, tenemos al Dios Triuno en nuestro espíritu. En esto consiste
el reino. Cuando uno deja de recurrir a sus propios pensamientos, Satanás es
detenido. Cuando uno coopera con el Espíritu, Satanás tiembla. Entonces, uno
obtiene la victoria. No admitir ningún pensamiento y, más bien, hacerle caso al
Espíritu equivale al reino de Dios. Cuando el Señor echó fuera demonios por el
Espíritu de Dios, este significaba que el reino de Dios había venido. Siempre y
cuando uno coopere con el Espíritu, está en el reino.

PONER LA MENTE EN EL ESPÍRITU


Todos estamos familiarizados con Romanos 8:6. Poner la mente en la carne es
muerte. La muerte se relaciona con el reino satánico. Poner la mente en el
espíritu es vida y paz. La vida y la paz son propias del reino de Dios. Si ponemos
nuestra mente en el espíritu, entonces estaremos en el reino de Dios; pero si
ponemos nuestra mente en la carne, estaremos en el reino de Satanás. Que
permanezcamos en el reino de Satanás o en el de Dios dependerá por completo
de dónde pongamos nuestra mente. Poner nuestra mente en la carne es estar en
el reino de Satanás y poner nuestra mente en el espíritu es estar en el reino de
Dios. Si ponemos nuestra mente en la carne, todos los demonios se levantarán y
se arremolinarán en derredor nuestro. Sin embargo, si ponemos nuestra mente
en el espíritu, los demonios se irán. En efecto, echar fuera a los demonios es
resultado de poner nuestra mente en el espíritu. “Si Yo por el Espíritu de Dios
echo fuera los demonios, entonces ha llegado a vosotros el reino de Dios” (Mt.
12:28). En términos prácticos, la vida propia del reino consiste en simplemente
poner nuestra mente en el espíritu y hacerle caso al Espíritu que mora en
nosotros. Ahora sí tenemos la manera en que podemos llevar la vida que es
propia del reino. El aspecto práctico de la vida del reino está en el espíritu.
Cuando vivimos la vida del reino, no recurrimos a nuestros pensamientos, sino
que ponemos nuestra mente en el espíritu.

CAPÍTULO DIEZ

EL REINO Y LA VIDA DEL ALMA


Lectura bíblica: Mt. 10:37-39; Lc. 14:26-27; 17:31-33; Mt. 16:21-26;
Mr. 8:34-36; Lc. 9:23-25; Jn. 12:24-25

Hemos visto que Satanás está en nuestra carne, que el Señor Jesús está en
nuestro espíritu y que nosotros mismos estamos en nuestra alma. Es por ello
que la actitud que tomemos determinará quién obtendrá la victoria, el Señor
Jesús o Satanás. Si nuestra actitud hace que seamos uno con Satanás, él será
quien venza; pero si en nuestra actitud somos uno con el Señor Jesús, Él será el
victorioso.

En los cuatro Evangelios el Señor menciona el alma varias veces. Muchos han
estudiado aquellos versículos en los cuatro Evangelios donde el Señor Jesús
habla sobre el alma, pero no han visto el vínculo existente entre estos versículos
y el reino. Tenemos que comprender que nuestra alma está estrechamente
relacionada con el reino.

En el capítulo anterior indicamos que nuestra mente es el campo de batalla


entre el reino de Dios y el reino de Satanás. La mente es la parte que asume el
liderazgo de nuestra alma. Las otras dos partes de nuestra alma son la parte
emotiva, el órgano con el que amamos, y la voluntad, el órgano mediante el cual
nos proponemos hacer algo y tomamos decisiones. Además de nuestra mente,
emoción y voluntad, hay algo más en nuestra alma que está muy escondido y
que es muy fuerte: el yo.

EL ALMA Y EL MUNDO
Nuestra alma también está relacionada con el mundo. El mayor obstáculo para
nuestra vida cristiana no es el pecado, sino el mundo. El pecado es terrible y
tiene que ser condenado; sin embargo, el mundo es todavía más destructivo y
dañino para nuestra vida cristiana. Son más los cristianos a quienes el mundo
les impide seguir adelante con el Señor que aquellos que son obstaculizados por
el pecado. Mientras el pecado guarda relación con nuestra carne, el mundo
guarda relación con nuestra alma. Romanos 6:6 nos dice que debido a que
nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo, el cuerpo de pecado está
desempleado, nuestro cuerpo se ha quedado “sin trabajo”. Por tanto, el asunto
del pecado guarda relación con nuestro cuerpo, nuestra carne. El mundo, por el
contrario, está vinculado a nuestra alma. La existencia de este vínculo es
demostrada por Mateo 16:26, donde el Señor Jesús preguntó qué aprovecharía
al hombre si ganara todo el mundo y perdiera su propia alma.

EL ALMA Y LA VIDA DEL ALMA


En el griego la misma palabra se tradujo como “alma” y otras veces como “vida
del alma”. Esto hace que sea difícil para los traductores decidir qué expresión
usar. En algunos versículos la palabra griega psujé se traduce como “alma”, mas
en otros versículos se traduce como “vida” o “vida del alma”. Muchas veces la
versión King James simplemente la traduce como “vida”, lo cual complica
mucho las cosas, ya que podría darnos la impresión de que la palabra vida en
tales casos significa lo mismo que la vida eterna. Pero la vida del alma es
completamente diferente de la vida eterna.

LO RELACIONADO CON EL ALMA


El alma humana es bastante compleja. Podemos distinguir al menos seis cosas
en relación con ella: la mente, la voluntad y las emociones, todas ellas se
encuentran en el alma. Además, tenemos el yo, la vida del alma y el mundo, los
cuales guardan estrecha relación con el alma.

Como ya vimos, Satanás está en nuestra carne, desde donde opera con miras a
obtener su reino; además, el Señor Jesús está en nuestro espíritu, desde donde
opera con miras a establecer el reino de Dios. Efesios 2:2 nos dice que Satanás,
el príncipe de la potestad del aire es el espíritu que ahora opera en los hijos de
desobediencia. La palabra opera es la misma usada en Filipenses 2:13 donde
nos dice que Dios realiza algo en nosotros. Así pues, hay dos operadores dentro
de nosotros, uno opera en nuestra carne y el otro en nuestro espíritu. Ambos
“operadores” están trabajando hacia el alma. Mientras Satanás opera de afuera
hacia dentro, Dios opera de adentro hacia fuera. Ambos orientan su actividad
hacia el alma del hombre, lo cual hace que nuestra alma tenga gran importancia
estratégica. Que Dios obtenga Su reino o Satanás el suyo, dependerá de nuestra
alma. Nuestra alma tiene valor estratégico para ambos reinos. A esto se debe
que el Señor Jesús —en Mateo, Marcos y Lucas— hable con tanta frecuencia
sobre tomar la cruz en relación con el alma (Mt. 16:24-25; Mr. 8:34-36; Lc.
9:23-24). Tenemos que aplicar la cruz a nuestra alma debido a que Satanás
mora en nuestra carne y procura controlar nuestra alma. Nuestra alma ha sido
saturada con Satanás mismo. Nuestra mente, voluntad y parte emotiva; así
como nuestro yo, nuestra vida del alma y nuestra relación con el mundo han
sido saturados e impregnados con Satanás.

PEDRO FUE UNO CON SATANÁS


Mateo 16 nos dice que un día en que el Señor Jesús tuvo una muy buena
comunión con Sus discípulos, les pudo decir que sería perseguido, que sería
muerto por los religiosos y que resucitaría al tercer día. Si bien Pedro escuchó lo
que el Señor dijo en aquella comunión, él no escuchó la palabra “resucitar”;
apenas pudo escuchar las palabras “ser muerto”. Debido a su amor por el Señor,
Pedro le dijo: “¡Dios tenga compasión de Ti, Señor!”. Ésta era una buena
sugerencia que procedía de su buena intención y preocupación. Si no se nos
relatase cuál fue la respuesta del Señor a la sugerencia hecha por Pedro, jamás
sabríamos que tal preocupación era algo satánico. Pero el Señor Jesús pudo
discernir esto y, con absoluta certeza, reprendió a Pedro diciéndole: “¡Quítate de
delante de Mí, Satanás!”. ¿Pueden ustedes imaginarse que al mismo tiempo que
Pedro manifestaba una preocupación tan noble por el Señor él era uno con
Satanás? ¡Qué sutileza! Pedro pensó que amaba al Señor; pero no se daba
cuenta de que su sugerencia procedía de Satanás. Él pensó que se comportaba
como un buen discípulo al mostrar una auténtica preocupación por el Señor
Jesús. Si el Señor no le hubiese reprendido tan severamente, probablemente
todos habríamos sentido admiración por la preocupación demostrada por
Pedro. El Señor reprendió a Pedro porque su mente no estaba puesta en las
cosas de Dios, sino en las de los hombres (v. 23). Siempre que ponemos nuestra
mente en las cosas de los hombres, somos uno con Satanás. Esto es muy grave.
Si dejamos de poner nuestra mente en las cosas de Dios y la ponemos en las
cosas de los hombres, inmediatamente somos uno con Satanás.
EL ALMA DEL HOMBRE ESTÁ SATURADA
CON SATANÁS
Tenemos que comprender que nuestra alma ha sido completamente saturada
con Satanás. En nuestra alma somos uno con Satanás y estamos impregnados
de Satanás. Sea que tenga buenas o malas intenciones, que ame u odie a las
personas, que sea un caballero o un criminal, usted está saturado con Satanás.

¿Qué podría considerarse mejor que tener una noble preocupación por el Señor?
Pedro tenía tal preocupación por el Señor Jesús; no obstante, el Señor le
reprendió debido a que estaba ocupado por Satanás. Cuando uno pone la mente
en las cosas de Dios, entonces eso es excelente; pero cuando uno pone la mente
en las cosas de los hombres, uno se encuentra en el reino de Satanás. Este pasaje
de Mateo 16 nos revela que nuestra alma se encuentra en una condición caída y
es una con Satanás. Debido a esta condición tenemos que aplicar la cruz a
nuestra alma.

Siento gran aprecio por lo que dijo el Señor en Mateo 10:37-39. El Señor dijo
que quien ame a padre o hijos más que a Él no es digno de Él. Si uno ama a sus
padres o sus hijos más de lo que ama al Señor Jesús, ya no tiene nada que ver
con Él. Después, en Lucas 14:26-27 el Señor habló de aborrecer. El Señor dijo
que si alguno viene a Él y no aborrece a su padre y madre, mujer e hijos,
hermanos y hermanas, e incluso, la vida de su alma, no podrá ser Su discípulo.
Al vincular estos dos pasajes podemos comprobar que no importa si alguien
ama o aborrece mientras esta persona sea uno con Satanás. Es menester que
nuestros ojos sean abiertos para ver que estamos en nuestra alma, y en nuestra
alma está el reino de Satanás. Nuestra alma ha sido plenamente saturada con
Satanás y se ha convertido en su reino, su dominio.

LLEVAR LA CRUZ
La cruz es el medio que tiene Dios para tratar con el alma del hombre. Es
indispensable que la cruz realice su obra en nuestro ser. Ya fuimos puestos en la
cruz, pero ahora debemos permanecer en ella. Llevar la cruz significa
permanecer en la cruz. El destino y la meta final de nuestra alma es la cruz.
Tanto el alma buena como el alma mala, el alma que ama o la que aborrece, fue
puesta en la cruz. Dios puso nuestra alma en la cruz y tenemos que permanecer
allí. El Señor Jesús primero llevó la cruz y, después, fue crucificado en ella; pero
nosotros, primero fuimos crucificados y ahora llevamos la cruz
permanentemente. Jamás debemos salirnos de la cruz, pues Dios nos ha puesto
allí. Cada vez que descendemos de la cruz, de inmediato nos hacemos uno con
Satanás. En el capítulo anterior vimos que debido a que nuestra mente es un
campo de batalla, es indispensable que oremos al Señor pidiéndole que ate al
hombre fuerte. Sin embargo, con respecto a nuestra parte emotiva, el órgano
con la cual amamos u aborrecemos, tenemos que llevar la cruz. Así que, con
respecto a nuestra mente, tenemos que atar al hombre fuerte y, con respecto a
nuestras emociones, tenemos que llevar la cruz.

CRUCIFICAR EL MUNDO
Nuestra relación con el mundo también requiere que llevemos la cruz. La Biblia
nos habla de una mujer que amaba demasiado al mundo, la mujer de Lot. El
Señor Jesús nos advirtió con respecto a ella diciéndonos: “Acordaos de la mujer
de Lot” (Lc. 17:32). La mujer de Lot amaba las cosas mundanas de la ciudad de
Sodoma. Aun cuando ella fue sacada de aquella ciudad, continuaba apreciando
sus recuerdos de todas aquellas cosas mundanas. Ella no pudo olvidar el mundo
así que miró hacia atrás, convirtiéndose en una columna de sal. Por tanto, el
Señor Jesús, a modo de advertencia, nos dijo que recordásemos a la mujer de
Lot.

Supongamos que un hermano, al igual que la mujer de Lot, ama las cosas de
este mundo. Si uno ora por este hermano diciendo: “Señor, ata al hombre
fuerte”, esto no será muy eficaz. Sólo es eficaz en el caso de alguien cuya mente
está llena de opiniones, pero no será útil en el caso de alguien que ama el
mundo. Un hermano que ama al mundo necesita llevar la cruz. Para terminar
con el amor al mundo que está en nuestra parte emotiva, no depende de atar al
hombre fuerte, sino de llevar la cruz en nuestra alma. A muchas queridas
hermanas les encanta salir de compras. Algunas no tienen dinero para ir de
compras, pero les encanta ver las vitrinas de las tiendas. Tales personas aman
las cosas del mundo. Sin embargo, si permanecemos en la cruz, ciertamente no
saldremos de compras con tanta frecuencia. Es menester que el amor que
nuestra alma siente por el mundo sea aniquilado por la cruz. Esta clase de amor
que siente nuestra vida del alma por el mundo es el reino satánico. Si esto no es
crucificado, el Señor Jesús que está en nuestro espíritu no podrá propagarse en
nuestra parte emotiva. Si una hermana ama ir de compras, sus emociones serán
completamente cautivadas apartándose del Señor. Por ello, hay muchas
queridas hermanas que no crecen ni una pizca en el Señor debido a que aman
demasiado las cosas de este mundo. El Señor no halla cabida en la parte emotiva
de estas hermanas y no puede entrar en ellas, pues prácticamente todo en sus
emociones se halla ocupado por las cosas de este mundo. Si uno se olvida
fácilmente de cuántas posesiones materiales tiene, eso sería un indicio de que
no ama dichas cosas; sin embargo, a la mayoría de hermanas les es muy difícil
olvidar lo que poseen, es más, ellas recuerdan muy bien estas cosas. Incluso,
algunas hermanas no pueden decirnos cuántos capítulos tiene el libro de Mateo,
pero sí recuerdan muy bien cuántos vestidos poseen. Es posible que algunas de
ellas incluso hayan sido cristianas por más de veinte años; pero no pueden
decirnos con exactitud cuántos capítulos tiene el libro de Hechos. ¿Qué es lo
ocupa vuestra parte emotiva? ¿Dónde está vuestro amor? ¿Cuál es el objeto de
vuestro amor? Éste es un asunto del reino de Satanás o del reino de Dios. Nos
hemos valido de estos ejemplos prácticos porque el Señor nos ha mostrado que
el reino no es meramente una dispensación o una esfera. El reino es la totalidad
de la vida cristiana, y debe ser algo práctico.

PERMANECER EN LA CRUZ
Todos los versículos en que el Señor Jesús se refiere al alma están relacionados
con el tema del reino de Dios. Es indispensable que tomemos medidas con
respecto a nuestra alma, en cuanto al amor, o sea, lo que amamos y dónde
ponemos nuestro amor. Cómo amamos tiene que ser afectado, en términos
prácticos, por la cruz. Si en cuanto a nuestro amor nuestra alma jamás fue
quebrantada por la cruz; entonces, no importa lo que pensemos, nos
encontramos en el reino de Satanás. Aun cuando somos hijos de Dios en nuestro
espíritu; en nuestra alma, seguimos formando parte del reino de Satanás.

Lo importante no es determinar simplemente si uno es pecaminoso o mundano,


sino si nuestra alma ha pasado por el trato de la cruz en cuanto a su amor. Si
hemos de amar, es imprescindible que nuestro amor primero haya sido
crucificado; y si hemos de aborrecer, también es menester que nuestro odio
haya sido crucificado. Tenemos que amar y odiar, pero es menester que primero
nuestro amor y nuestro odio hayan sido crucificados. Es necesario que la
totalidad de nuestra alma sea quebrantada por la cruz. El Señor ya eliminó
nuestra alma crucificándola. En Gálatas 2:20 se declara: “Con Cristo estoy
juntamente crucificado”. Puesto que hemos sido crucificados con Cristo,
tenemos que permanecer en la cruz. Tenemos que permanecer en el lugar donde
ya fuimos eliminados. Esto significa que tenemos que llevar la cruz y jamás dar
cabida al alma que fue saturada con Satanás. Tenemos que mantener nuestra
alma en la cruz, especialmente en todo cuanto atañe al amor del alma. Si
queremos amar algo o a alguien, tenemos que amarlo al hacer que nuestra alma
sea eliminada, crucificada. Esto no es solo teoría, sino que en esto consiste la
práctica de la vida del reino y el aspecto práctico de dicha vida.

Es probable que en ciertas ocasiones, procure ser espiritual. Tal vez usted se
diga: “Fijaré mi mirada en el Señor y veré de qué manera Él me guía. Todas mis
compras las haré conforme a la dirección del Señor”. Esto aparenta ser muy
espiritual. Sin embargo, independientemente de cómo el Señor nos guíe, uno
persiste en ir de compras. El Señor no le proveyó ninguna dirección específica;
no obstante, uno compró muchas cosas, y todo aquello que compró todavía está
en casa condenándolo. Es posible que ninguna de estas posesiones sea
pecaminosa en sí, pero ciertamente le pertenecen al mundo; son cosas
mundanas que el Señor no le había ordenado comprar. Usted las compró en
conformidad con el amor que anida en su alma. Esto es el reino de Satanás. No
es un asunto de simplemente si uno se encuentra exento de pecado o si uno es
santo o si uno es libre del mundo o no, sino de en qué reino nos encontramos, el
reino de Satanás o el reino de Dios. Si su alma permanece continuamente en la
cruz, no importa lo que ame o aborrezca, usted se encontrará en el reino de
Dios; de otro modo, tanto al amar como al odiar usted estará en el reino de
Satanás.

EL YO
Ahora queremos ver el yo, algo más profundo y más escondido que el amor por
el mundo. El yo es algo más oculto y sutil que el amor por nuestra familia e
hijos. Sabemos que el yo está en el alma, pero ¿cómo se expresa? Tenemos que
referirnos nuevamente a la mente humana. El yo en el alma es mayormente
expresado mediante nuestras opiniones. Nuestros conceptos y opiniones
ineludiblemente expresan al yo en nuestra alma. Pedro dijo: “¡Dios tenga
compasión de Ti, Señor!”. Éste es un concepto, una opinión, una buena idea con
respecto del Señor. Sin embargo, esta opinión puso al descubierto el yo de
Pedro. Este yo es el elemento mismo de Satanás. También podríamos invertir
esta frase y afirmar que el elemento satánico es el yo. Siempre que expresamos
un pensamiento u opinión discrepante, expresamos el yo.

LA MENTE, EL YO Y SATANÁS
En Mateo 16 el Señor Jesús reprendió a Pedro diciéndole: “¡Quítate de delante
de Mí, Satanás!”, después de lo cual le dijo que su mente no estaba puesta en las
cosas de Dios, sino en las de los hombres. Enseguida, el Señor Jesús dijo que
quien viniese en pos de Él tenía que negarse a sí mismo. Esto nos muestra que
Satanás, la mente y el yo son tres en uno. Satanás está en la mente y la mente
está en el yo. El yo está en la mente y la mente está en Satanás. Estos tres no
pueden ser divididos entre sí. Es difícil separar al yo de la mente o a la mente de
Satanás.

El yo es algo sutil y escondido. Podríamos pensar que nuestros conceptos son


meramente conceptos y que nuestras ideas son meramente ideas; pero, en
realidad, nuestros conceptos e ideas son nuestro yo. Tal vez jamás nos dimos
cuenta de que nuestras ideas y pensamientos discrepantes son la expresión
plena de nuestro yo, el cual es uno con Satanás. Así pues, es necesario que todos
seamos personas que han sido aniquiladas, crucificadas, quienes no tienen
pensamientos o conceptos discrepantes. No es un asunto de quién está en lo
correcto o quién está equivocado. Los conceptos fuertes son la expresión del yo.
El yo es siempre uno con Satanás en el alma e, invariablemente, es expresado
mediante nuestros conceptos.

Esto no quiere decir que ya no debamos tener conceptos. Necesitamos tener


conceptos. No somos como una silla o una mesa, que no tienen concepto alguno,
sino que, por ser seres humanos, necesitamos tener conceptos. Es necesario que
tengamos conceptos, pero todo depende de si el yo está contenido en dichos
conceptos. ¿Es expresado el yo en nuestros conceptos? Aun cuando es verdad
que muchos conceptos son la expresión del yo, muchas veces podríamos tener
un concepto en el cual no se detecten rastros del yo; pues el yo ha sido
crucificado. Al asumir algún liderazgo o responsabilidad en la vida de iglesia, es
necesario que tengamos comunión juntos con respecto a muchas cosas. Por
ejemplo, se necesitan algunas ideas con respecto al horario de las reuniones y
los días en que deben celebrarse. Cuando nos reunimos para tener comunión,
tenemos que decir algo. Tenemos que comprender que no es un asunto del
concepto en sí mismo, sino de lo que está debajo o lo que está dentro del
concepto. El yo escondido dentro de dicho concepto tiene que ser eliminado,
debido a que es uno con Satanás. Sin embargo, no debemos tomar esto como
excusa para tener muchos conceptos, es mejor no tener muchos conceptos. Si
continuamente expresamos nuestros conceptos, entonces estaremos expresando
nuestro yo. ¿En qué reino se encuentra usted? Todo dependerá de si el alma ha
sido crucificada o no.

LA VIDA ANÍMICA
La vida anímica no solamente denota nuestro ser anímico, sino también el
poder y la fuerza con que hacemos las cosas. Si hacemos cosas en la iglesia y en
la obra del Señor conforme a nuestro ser y a nuestras propias fuerzas, esto
constituye una demostración de nuestra vida anímica, por lo que es menester
tomar medidas al respecto. Es imprescindible tomar medidas con respecto a la
fuerza de nuestra alma, porque cuanto más dependamos de ello, más viviremos
en el reino de Satanás. No solamente es menester crucificar al yo escondido en
el alma, sino también a la vida anímica, a la fuerza del alma y al ser anímico.
Todo cuanto seamos y podamos hacer en nosotros mismos tiene que ser
eliminado. Esto tiene que ser puesto en la cruz y debe ser mantenido allí todo el
tiempo.

Debido a que somos creyentes de Cristo, todos tenemos el reino de Dios en


nuestro espíritu; pero también tenemos el reino de Satanás en nuestra alma.
Todo cuanto somos, todo cuanto podemos hacer y todo cuanto guardamos en
nuestra alma tiene que ser completamente aniquilado por la cruz. Es bueno no
admitir pensamiento alguno, pero esto es apenas una parte. Tenemos que
comprender que todo cuanto somos en nuestra alma, todo cuanto tenemos en
nuestra alma y todo cuanto podemos hacer en nuestra alma tiene que ser
aniquilado debido a que el reino satánico reside en nuestra alma. Cuanto más
aniquilada sea, más oportunidad le daremos al Cristo que mora en nosotros
para que se propague de nuestro espíritu a nuestra alma. De este modo, nuestra
alma será purificada y será saturada por el propio Señor. Entonces el reino de
Dios crecerá, se propagará y retornará a nuestro ser. Ésta es la manera de
poseer las riquezas de Cristo. Ésta es la manera de tener el poder, el impacto y la
bendición del Señor. Éste es el punto crucial y estratégico de nuestra vida
cristiana con relación al reino de Dios. Por tanto, todos tenemos que concentrar
nuestra búsqueda y concentrar nuestra atención en esta única cosa: llevar la
cruz y siempre darle al Señor las oportunidades que necesita para propagarse de
nuestro espíritu a nuestra alma. Entonces tendremos el aspecto práctico de la
vida del reino.

CAPÍTULO ONCE

LOS MISTERIOS DEL REINO


(1)
Lectura bíblica: Mt. 13:3-6, 11, 18-21; 1 Co. 3:9

Mateo es un libro que trata sobre el reino. Como vimos, Juan el Bautista
anunció el reino de los cielos y después el Señor Jesús dio continuación a esta
predicación e instruyó a Sus discípulos a hacer lo mismo. El Señor envió a los
doce, así como a otros setenta discípulos Suyos para que predicasen el reino de
los cielos (Mt. 10:5-7; Lc. 10:1, 9). Las cosas mencionadas en Mateo guardan
relación con el reino debido a que el reino es el tema central de este libro. La
gente se distrae fácilmente al leer el libro de Mateo. Incluso muchos lectores
cristianos han sido distraídos con todas las buenas historias y las excelentes
enseñanzas relatadas allí. Algunos cristianos consideran que el libro de Mateo es
un libro de historias, mientras que otros consideran que es un libro de
enseñanzas y doctrinas. Ambas perspectivas dejan de lado el tema principal de
Mateo, que es el reino. Mateo no es solamente un libro de relatos o de doctrinas,
sino que es un libro que trata sobre el reino.

Juan el Bautista anunció que “el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 3:2),
pero lo que de hecho sucedió es que vino el hombre Jesús. Esto da a entender
que el reino es sencillamente el propio Señor Jesús, y no solamente en Sí
mismo, sino en muchas personas, incluyéndonos a nosotros. Este hombre
maravilloso, el Señor Jesús, no es tan sencillo. Él es el reino. No debemos
olvidar jamás el capítulo 1 de Mateo donde se nos habla de esta persona
maravillosa que es “Jehová-más” y “Dios-más”. Así pues, esta persona
maravillosa, el Señor Jesús, quien es “Jehová-más” y “Dios-más”, es el reino. El
reino es el Señor Jesús mismo y es el Señor Jesús en todos Sus creyentes. Es la
totalidad de Cristo como vida que se propaga en nuestro ser junto con todas Sus
actividades. También es correcto afirmar que el reino es Cristo. Siento gran
aprecio por todas estas expresiones. El reino no solamente es una dispensación
o una esfera. El reino es también Cristo mismo quien, como vida, se propaga en
nuestro ser y constantemente crece en nosotros hasta la madurez, la cual será la
plena manifestación del reino.

LOS MISTERIOS DEL REINO


El Señor Jesús hizo referencia a muchos misterios, uno de los cuales es la
parábola del sembrador. Esta parábola no es meramente una doctrina o
enseñanza, sino que es un misterio. Muchas personas prestan atención a las
doctrinas, pero descuidan el misterio del reino. El reino de los cielos es un
misterio. Incluso los seres humanos encierran muchos misterios. Externamente,
podemos observar las características físicas de un ser humano: su cabeza y
hombros, sus brazos y piernas, así como su piel. Debido a que todos estos rasgos
externos resultan bastante obvios, no son tan misteriosos. No obstante, en el
hombre están corporificados diversos misterios. Uno es el misterio de su vida
física. Es posible producir un modelo de cera que posea el mismo color, tamaño
y forma de una verdadera persona. La única diferencia es que un modelo carece
de vida. Si diseccionáramos a un ser humano a fin de examinar todas sus partes,
la vida desaparecería; pero si le dejamos vivir y permanecer íntegro, la vida
permanecerá en él. Nadie podría explicar adecuadamente en qué consiste la
vida física de un ser humano. La vida es algo misterioso.

Otro misterio en relación con el hombre es su espíritu, el espíritu humano. ¿Qué


es el espíritu humano? Dónde podríamos localizarlo dentro del hombre, ¿en el
corazón, la cabeza o el estómago? Según la Biblia, tenemos un espíritu humano
(1 Ts. 5:23), pero ¿podríamos decir dónde está? Si bien para nosotros es muy
fácil localizar nuestros ojos, nuestra nariz o nuestras orejas, nos es imposible
localizar nuestro espíritu debido a que éste es un misterio.

Otro misterio concierne a nuestro corazón. El hombre tiene dos corazones. Uno
es el corazón físico, el cual late constantemente bombeando sangre
continuamente. Sin embargo, la Biblia nos dice que el corazón del hombre es
corrupto e incurablemente perverso (Jer. 17:9). Esto, por supuesto, no hace
referencia al corazón físico del hombre. Cuando la Biblia declara que el corazón
del hombre es corrupto, se refiere a otro corazón, al corazón psicológico del
hombre. Por tanto, tenemos dos corazones, uno físico y otro psicológico. Si bien
sólo unos cuantos entre nosotros tienen problemas con su corazón físico, todos
tenemos problemas con nuestro corazón psicológico. ¿Dónde está tal corazón
psicológico? Uno sabe que tiene tal corazón, pero es difícil localizarlo debido a
que éste también es un misterio. Así pues, muchos misterios se hallan
corporificados en el hombre. La vida humana, el espíritu humano y el corazón
psicológico, todos ellos son un misterio. Nuestra mente, nuestra parte emotiva,
nuestra voluntad y nuestra conciencia también son misterios.

SIETE MISTERIOS
Mateo 13 revela que hay muchos misterios relacionados con el reino de los
cielos. Las parábolas en este capítulo no son meras enseñanzas o relatos, sino
que son misterios difíciles de comprender. Éstos son misterios del mismo modo
que la vida física del hombre, el espíritu humano y el corazón psicológico son
misterios. Tenemos cierto entendimiento con respecto a nuestra mente,
conciencia, corazón, espíritu y vida; no obstante, siguen siendo misterios. La
parábola del sembrador es asimismo un misterio. Otros misterios del reino
incluyen la parábola de la cizaña, de la semilla de mostaza, de la levadura, del
tesoro, de la perla y de la red. En Mateo 13 hay por lo menos siete misterios.

Para entender estos misterios es necesario que tengamos un corazón abierto y


que seamos pobres en espíritu. El Señor le dijo a los discípulos que a ellos les
había sido dado conocer los misterios del reino, pero que a los demás no les
había sido dado a conocer debido a que sus corazones habían sido endurecidos y
sus espíritus estaban llenos de otras cosas (Mt. 13:11-15). El Señor se alejó de
aquellos que estaban endurecidos y ocupados con otras cosas. Tenemos que
orar: “Señor, concédenos ser pobres en espíritu. Quita todo lo demás. Quita las
doctrinas y el viejo conocimiento bíblico. Señor, vacíanos en nuestro espíritu y
haznos pobres en espíritu. En nuestro espíritu no nos aferramos a nada”. Tienen
que orar de este modo. De lo contrario, incluso después de leer todos estos
capítulos, no podrán recibir nada. Qué el Señor nos guarde de tener algo viejo
en nuestro espíritu. Además, necesitamos poseer un corazón que sea puro y esté
abierto al Señor. Cuando seamos pobres en espíritu y tengamos un corazón
abierto al Señor, de inmediato vendrá la revelación y podremos comprender los
misterios del reino.

EL SEMBRADOR
En primer lugar, el Señor Jesús se comparó con un sembrador, no con un
maestro. Muchos cristianos consideran a Jesús como un gran maestro. En el
relato hallado en Juan 3, Nicodemo abordó al Señor diciéndole: “Rabí, sabemos
que has venido de Dios como maestro”. Pero inmediatamente el Señor le dijo
que él tenía que nacer de lo alto. El Señor Jesús no vino como maestro cuyo
propósito fuera enseñarnos la doctrina del reino, sino que vino a sembrar el
reino en nuestro ser. La Biblia nos revela que esta simiente es el propio Señor
Jesús. Él es tanto el sembrador como la semilla. Él vino como el sembrador a fin
de sembrarse como la semilla de vida en nuestro ser.
En los cuatro Evangelios vemos cómo la semilla fue sembrada en tierra. En
Hechos vemos cómo esta semilla produce un brote tierno. En las Epístolas
vemos tanto su crecimiento gradual como su florecimiento, y en Apocalipsis
tenemos la cosecha. En Apocalipsis 14 declara que la mies de la tierra está
madura. Así pues, el Señor Jesús, quien es la semilla, fue sembrado en el
Evangelio de Mateo. Esta semilla crece hasta producir un brote tierno en el libro
de Hechos. En las Epístolas vemos el crecimiento y el florecimiento de esta
semilla y, finalmente, se producirá la cosecha en el libro de Apocalipsis.

En la parábola del sembrador, la semilla es sembrada en la tierra, la cual


representa a nuestro ser. Nosotros somos la tierra; de hecho, 1 Corintios 3:9
afirma que nosotros somos labranza de Dios. No todo terreno es propicio para
sembrar la semilla. Un agricultor sabe esto y siempre escoge la mejor área para
sembrar su semilla. Él sabe que ciertos terrenos no proveen las condiciones
necesarias para el crecimiento de la semilla. Nuestro espíritu humano es el lugar
apropiado para que el Señor Jesús se siembre en nuestro ser, y nuestro corazón
es el lugar donde Él deberá crecer. Así pues, Él se siembra en nuestro espíritu y
crece en nuestro corazón.

Las palabras con las que el Señor dio inicio a Sus enseñanzas en Mateo 5 fueron:
“Bienaventurados los pobres en espíritu”. Éste fue el primer punto que trató,
pero ¡muchos cristianos no han visto esto! El Señor Jesús hizo que el primer
punto fuese el espíritu humano, pero la gran mayoría de los cristianos han
hecho que este asunto sea el último, al punto de considerarlo insignificante.
Después de esto el Señor dijo: “Bienaventurados los de corazón puro” (v. 8).

La verdad en cuanto al espíritu humano fue sembrada en Mateo 5 y desarrollada


en muchos versículos a lo largo de las Epístolas. Asimismo, la verdad acerca del
corazón del hombre fue sembrada en Mateo 5:8 y continúa su crecimiento en las
Epístolas. El libro de Apocalipsis también contiene varios versículos acerca del
espíritu humano. Por ejemplo, en Apocalipsis 1:10 Juan dijo: “Yo estaba en el
espíritu en el día del Señor”. En 4:2 Juan reiteró que estaba en el espíritu. En
17:3 y 21:10 él dijo que fue llevado en espíritu. El libro de Apocalipsis contiene la
cosecha que corresponde a la verdad en cuanto al espíritu humano.

Por tanto, lo primero que fue sembrado en Mateo fue la verdad en cuanto al
espíritu humano, y lo segundo fue en cuanto al corazón del hombre. Estos dos
asuntos fueron mencionados primero porque son precisamente los lugares para
que el Señor se siembre y después se propague. Cuando el Señor Jesús entra en
alguien, Él no entra a su corazón, sino que entra a su espíritu. Como ya dijimos,
1 Pedro 3:4 nos dice que el espíritu es el centro, el núcleo mismo, de nuestro
corazón. Éste es el hombre interior escondido en el corazón. Nuestro corazón
envuelve a nuestro espíritu. El espíritu es el lugar específico donde el Señor
Jesús entra en el hombre. A partir de allí, Él busca la oportunidad de propagarse
a todas las partes de nuestro corazón.

El terreno junto al camino


En la parábola del sembrador, los que reciben al Señor Jesús son comparados a
cuatro clases de terreno. El primero es el terreno junto al camino, el cual se
encuentra al margen de los campos. Esta zona marginal o limítrofe se encuentra
ubicada entre el campo y el camino, y puede ser considerada como una zona
neutral, pues no es ni el camino ni el campo. Debido a que esta clase de terreno
está próxima al camino, ha sido pisoteado por el tráfico del mundo, por lo cual
se ha endurecido y está lleno de preocupaciones, lo cual hace que la semilla
tenga dificultad en penetrar en él. Las aves del campo se dan cuenta de esta
situación y vienen de inmediato y se llevan las semillas. Ciertas personas cuando
oyen la palabra del evangelio del reino tienen sus corazones llenos de
preocupaciones debido a las comunicaciones y el tráfico del mundo. Es probable
que tales personas presten atención al mensaje del evangelio e incluso asientan
con sus cabezas, pero sus corazones han sido endurecidos. Una vez concluido el
mensaje que se les predicó, no son capaces de recordar nada del mismo, pues la
palabra les ha sido arrebatada de sus corazones. El Señor Jesús nos dijo de
manera categórica que las aves del aire representan al maligno, a Satanás (Mt.
13:4, 19), quien opera en la tierra, pero habita en el aire. Desde allí él observa
toda la tierra. Satanás no duerme jamás; él siempre está trabajando en la tierra,
velando en busca de una oportunidad de arrebatar las palabras del reino a los
corazones endurecidos. El tráfico de este mundo con todas sus complicaciones
tiene el efecto de endurecer los corazones de los hombres. Tenemos que orar:
“Señor Jesús, líbrame de ser el terreno que está junto al camino. No dejes que
mi corazón sea endurecido por el tráfico de este mundo”.

Los pedregales
Incluso si su corazón no es como el terreno junto al camino, no debe estar
confiado, pensando que está exento de problemas. Aún hay una segunda clase
de terreno: los pedregales. El Señor Jesús dijo que estos pedregales están
cubiertos de tierra blanda que aparentemente es muy buena para cultivar. Pero
en realidad este suelo es superficial; quizás apenas tenga media pulgada de
profundidad. En la superficie hay tierra buena, blanda, pero debajo de ella hay
rocas. Estas rocas no representan primordialmente cosas pecaminosas, sino que
representan nuestra mente, parte emotiva y voluntad naturales. Así pues,
nuestra mente sin renovar, nuestras emociones que no han sido transformadas
y nuestra voluntad insumisa son tres grandes rocas que hay en nuestro corazón.

Por varios años he viajado por este país visitando y ministrando en muchos
lugares. Me alegra mucho ver el crecimiento en vida producido entre tantos
santos durante este periodo de tiempo. Sin embargo, me preocupan algunos
hermanos y hermanas, pues año tras año parecen experimentar un crecimiento
mínimo. Simplemente no vemos el crecimiento ni la expansión del Señor Jesús
dentro de ellos. Es posible que estas personas sean muy buenas, amables y
simpáticas; pero ha habido muy poco crecimiento de Cristo en ellas. El reino no
es un asunto de que seamos personas simpáticas y afables; sino de que Cristo
mismo se expanda dentro de nosotros. Debido a las rocas escondidas en el
corazón, el Señor Jesús no ha podido crecer en algunos hermanos y hermanas.

La primera roca es la mente natural. Podríamos incluso llamarla la mente


religiosa, la mente doctrinal o la mente llena del conocimiento bíblico. Tal vez
usted piense que no hay nada malo con tal clase de mente, pero por causa del
reino tiene que ser quebrantada y traspasada. El libro de Mateo revela que
fueron las personas de mente religiosa las que le ocasionaron más problemas al
Señor Jesús. Por tanto, si hemos de tener a Cristo como la semilla del reino
creciendo en nosotros, entonces necesitamos desocupar nuestra mente, vaciarla
de los viejos conceptos. Tenemos que comprender que lo que le impide al Señor
Jesús arraigarse profundamente en nuestro ser es la mente natural que está
debajo de la tierra blanda. No debemos recibir estas palabras pensando en
otros; leámoslas pensando en nosotros mismos. Si uno considera que ya
escuchó esto antes y que ya lo ha entendido, esto también llega a ser una roca y
se constituye como tal en nuestro interior. Tienen que orar al Señor pidiéndole:
“Señor, descarga mi mente y entendimiento de todo cuanto lo ocupa”.

Otra gran roca son nuestras emociones que no han sido transformadas ni
tocadas. Si sus emociones son inmaduras y, en cierto sentido, frágiles, lo más
probable es que el Señor jamás haya podido tocarlas o entrenarlas. Si sus
emociones han pasado por el entrenamiento del Señor y han sido debidamente
tratadas, entonces usted no se ofenderá fácilmente. Será una persona flexible
pero no frágil. Nuestras emociones tienen que ser tocadas y tratadas por el
Señor a un nivel muy profundo. Tenemos que orar al Señor pidiéndole que tome
medidas con respecto a nuestras emociones. Algunos problemas que se suscitan
en las iglesias son causados por emociones frágiles. Hermanas, ¿qué hay de sus
emociones? Si usted quiere persuadir a una hermana acerca de algo, no le será
necesario hablar mucho; todo lo que tendría que hacer es derramar un par de
lágrimas, una de cada ojo. Tal hermana será completamente persuadida por un
par de lágrimas, porque sus emociones no han sido disciplinadas. ¡Cuánto
necesitamos el trato del Señor para nuestras emociones!

En cierta ocasión, los dos hijos del sumo sacerdote Aarón murieron al ser
consumidos por el fuego enviado por el Señor (Lv. 10:1-7). En su condición de
padre, ¿cómo podría Aarón contener sus lágrimas y no hacer lamentación por
sus hijos? Sin embargo, Moisés instruyó a Aarón que no hiciese lamentación.
Podríamos pensar que Moisés no tenía sentimientos humanos. El hecho de que
Aarón pudiera controlar sus emociones y contener sus lágrimas indica que él era
apto para ser tal sumo sacerdote. En el reino de Dios, en la vida de iglesia, no
debemos jugar con nuestras emociones. Las hermanas fácilmente se tornan
emotivas, se lamentan y lloran. Sin embargo, por la misericordia del Señor y por
Su vida en nuestro ser, todos podemos subyugar nuestras emociones y permitir
que las mismas sean completamente transformadas. Será necesario excavar
profundamente en nuestra parte emotiva y quitar la roca de nuestras
emociones. Si nuestras emociones no son transformadas, el Señor no podrá
arraigarse profundamente dentro de nosotros. La gran roca de nuestras
emociones impide el crecimiento de Cristo.

Ahora hemos de referirnos a la voluntad, la cual es una roca aún más difícil y
dura que la mente y las emociones. Éste quizás sea un problema que
particularmente se suscita entre los hermanos. He conocido muchos hermanos
de voluntad férrea. Una vez que ellos han tomado una decisión, nada puede
hacerles cambiar de idea. Por supuesto, hay algunos hermanos que también son
indecisos, pero la mayoría son más bien obstinados. A veces, los hermanos de
voluntad férrea no quieren oír lo que el ministerio o los ancianos dicen.
Hermanos, es necesario que su voluntad sea quebrantada, derribada y
pulverizada. Espero que finalmente, los hermanos de voluntad fuerte permitan
que el Señor toque su voluntad. Entonces la iglesia será rescatada. Es necesario
que ustedes oren: “Oh Señor, ten misericordia de mí. No dejes que mi corazón
sea endurecido por el tráfico de este mundo. Desentierra las rocas de mi mente
natural, mis emociones naturales y mi voluntad natural. Propágate desde mi
espíritu a todas las partes de mi corazón”.

CAPÍTULO DOCE

LOS MISTERIOS DEL REINO


(2)
Lectura bíblica: Mt. 13:24-33; Gá. 1:15a, 16a; 2:20; 4:19; Ef. 3:17a

LOS ESPINOS
En el capítulo anterior comenzamos a hablar sobre los misterios del reino según
son presentados en Mateo 13. Vimos que el Señor Jesús es tanto el Sembrador
como la semilla. Cuando Él sembró, algunas semillas cayeron junto al camino
donde el terreno se había endurecido a causa del tráfico del mundo. Otras
semillas cayeron en los pedregales donde las piedras escondidas bajo la
superficie impidieron su crecimiento. Ahora hablaremos sobre la tercera clase
de terreno, el que está lleno de espinos. Debemos recordar que la fuente de los
espinos es la serpiente (Gn. 3:18). En Mateo 13:22 el Señor Jesús nos dijo que
los espinos representan las preocupaciones de este siglo y el engaño de las
riquezas. Estos espinos ahogan el crecimiento del Señor Jesús, quien fue
sembrado en nuestro interior. Todos estamos familiarizados con las
preocupaciones de este siglo y con el engaño de las riquezas.

En los Estados Unidos es fácil ganarse la vida, pero en tales circunstancias


abundan las tentaciones. Estas tentaciones surgen a causa de la cooperación que
existe entre las cosas modernas y nuestra concupiscencia. Tenemos que
ganarnos la vida a fin de seguir existiendo sobre la tierra, y esto no representa
problema alguno. Sin embargo, Satanás es muy astuto. Si bien Dios desea que
nos ganemos la vida, la sutil estratagema de Satanás es ahogar el crecimiento de
Cristo en nuestro ser. Si conocemos los caminos de Dios, estaremos contentos
de poder rebajar nuestro nivel de vida antes que elevarlo. Continuamente
tendremos la tentación de elevar nuestro nivel de vida y procurar automóviles
más cómodos o casas más grandes. Éste es un ciclo interminable de
esclavización. Satanás quiere hacernos esclavos de nuestro nivel de vida. Él nos
seducirá para que trabajemos más y con mayor tenacidad a fin de ganar más
dinero, y después, que pasemos más tiempo ocupados gastando ese dinero. Es
mucho más sabio esforzarse por simplificar nuestra existencia. Esto nos
ahorrará mucho tiempo. Realmente no es necesario que trabajemos tanto y
dediquemos tanto tiempo a gastar dinero. Las preocupaciones de este siglo son
una verdadera trampa; no caigan en ella. Son muchos los cristianos que han
caído en esta trampa y se encuentran oprimidos por las preocupaciones de esta
era.
Por el contrario, muchos hermanos y hermanas han estado dispuestos a rebajar
sus niveles de vida por causa de la emigración. Ellos han sacrificado el nivel de
vida que tenían, lo cual les ha permitido emigrar a diversos lugares. No es fácil
emigrar de una ciudad a otra. Nosotros somos los verdaderos hebreos,
peregrinos sobre esta tierra. No somos aquellos que echan raíces o se hacen
moradores de un lugar. Si el Señor nos lo permite, continuaremos conquistando
muchas más ciudades por medio de la emigración. Sin embargo, si siempre
procuramos elevar nuestro nivel de vida, ya no podremos emigrar. Mientras
tengamos qué comer y beber, así como con qué vestirnos, eso nos basta. No
estamos aquí para mejorar nuestro nivel de vida, sino que vivimos en esta tierra
para el recobro del Señor.

En muchos aspectos los Estados Unidos es un lugar muy bueno para la vida de
iglesia. En este país se encuentra de todo. Es fácil obtener un trabajo que le
permita a uno laborar ocho horas al día y cinco días a la semana. Esto nos
permite tener los sábados, el día del Señor y todas las noches durante la semana
para practicar la vida de iglesia. Ésta es una situación ideal para la vida de
iglesia. Sin embargo, si usted no vive en función de la vida de iglesia, entonces el
estilo americano de vida representa un gran peligro. Si usted no tiene una vida
de iglesia, ¿en qué se ocupará? ¿Qué hará los fines de semana y las noches? ¿A
dónde irá? Sin duda alguna, usted será atraído hacia una gran variedad de
diversiones, deportes y clubes nocturnos. Todas estas cosas se convertirán en
trampas para usted.

¡Nosotros vivimos para la vida de iglesia! Alabamos al Señor que los Estados
Unidos existen para la vida de iglesia. Pero, no solo para que tengamos la vida
de iglesia en este país, sino también para que la vida de iglesia se propague a
todo el mundo. ¿Se han percatado de que los Estados Unidos tiene una
ubicación geográfica estratégica? Se encuentra en una encrucijada céntrica del
mundo al estar entre dos grandes océanos, el Atlántico y el Pacífico, que son
como las dos alas de un águila. Desde los Estados Unidos resulta fácil
transportarse en cualquier dirección: desde su costa en el Pacífico podemos
atender a las necesidades de Asia y el Lejano Oriente; desde su costa en el
Atlántico podemos atender a Europa y África. También podemos atender a las
necesidades del resto de América del Norte así como de América del Sur. ¡Esto
es maravilloso! He aquí la soberanía de Dios. El Señor jamás se equivoca y Él ha
escogido a los Estados Unidos para el recobro de la vida de iglesia.

Asimismo, todas las comodidades modernas también son para la vida de iglesia.
Durante el siglo diecinueve, se requería de varios meses para viajar de Nueva
York a Los Ángeles; pero ahora, un jet puede cubrir esa distancia en menos de
seis horas. Nosotros no estamos al servicio de los jets, sino que los jets están a
nuestro servicio. Tampoco estamos al servicio de la era presente, sino que la era
presente está a nuestro servicio, no debemos preocuparnos por ella. El Señor
cuida de nosotros y está a favor de nosotros, siempre y cuando nosotros estemos
a favor recobro del Señor. “Buscad primeramente Su reino y Su justicia, y todas
estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6:33). Todas estas cosas serán gratuitas para
nosotros si compramos el reino. El reino tiene un precio y tenemos que pagarlo.
Si pagamos dicho precio, nuestro sustento será una añadidura gratuita. El Señor
cuidará de nosotros si a nosotros no nos preocupa esta era. Tengan cuidado con
el engaño de las riquezas. Por supuesto, si a usted le preocupa esta era, le dará
mucha importancia al dinero y caerá en esa trampa. Si somos libres de las
preocupaciones de este siglo, no nos preocuparemos por el dinero, pues
ganaremos dinero para el recobro del Señor.

LA BUENA TIERRA
No somos un campo maldito que produce espinos; somos un campo bendito
donde Cristo es cultivado como el trigo verdadero. Nuestra fuente no es la
serpiente, nuestra fuente es el Dios de vida. Así pues, no somos malditos, sino
benditos. La tierra que fue maldecida y cuya fuente es la serpiente es la que
produce espinos. Pero nosotros procedemos de otra fuente, de nuestro Padre, el
Dios de vida. Por tanto, somos un campo, una labranza, muy bendecida por
nuestro Padre. Nosotros cultivamos a Cristo, el trigo verdadero. Nosotros no
somos el terreno junto al camino ni tampoco somos los pedregales o los espinos.
Somos la buena tierra, donde Cristo crece. Como vimos, las semillas son
sembradas en Mateo, y su desarrollo tiene lugar en las Epístolas. Si recordamos
este principio, descubriremos muchas cosas al leer el Nuevo Testamento.

EL DESARROLLO DE LA SEMILLA
De Mateo 13 avancemos a 1 Corintios 3. En este capítulo Pablo claramente dejó
establecido que somos labranza de Dios y también dice que él mismo sembró,
Apolos regó y el crecimiento lo dio Dios. Este es el desarrollo de Mateo 13. En 1
Corintios 3 se nos muestra que en el desarrollo de la semilla los colaboradores
de Dios siembran y riegan. No dice que Pablo enseñó ni que Apolos edificó ni
que, finalmente, Dios otorgara el certificado de graduación. En este capítulo no
hay maestro, pero sí un sembrador. No se habla de un edificador, pero si, de uno
que riega. Damos gracias a Dios por sembrar, regar y dar crecimiento. Éste es
un lado del desarrollo.

El otro lado se halla en Gálatas 1:15a y 16a, donde el apóstol Pablo dijo: “Cuando
agradó a Dios [...] revelar a Su Hijo en mí”. Esto significa que Dios sembró a
Cristo en él. Cuando Dios el Padre revela a Su Hijo en nosotros, Él siembra a
Cristo en nuestro ser como la semilla de vida. En Gálatas 2:20 Pablo dijo: “Mas
vive Cristo en mí”. Así pues, primero Cristo es revelado en nuestro ser y después
Él vive en nosotros. Esto denota crecimiento y desarrollo. En Gálatas 4:19 Pablo
dijo: “Hasta que Cristo sea formado en vosotros”. Cristo no solamente vive en
nosotros, sino que además Él se forma en nuestro ser. Que Cristo se forme en
nuestro interior implica que Él está plenamente establecido dentro de nosotros.
Muchas veces he usado un guante a manera de ilustración. Un guante fue hecho
para contener una mano. A veces es difícil poner nuestra mano dentro del
guante apropiadamente, por lo que debemos hacerlo gradualmente y con
esfuerzo, insertando un dedo a la vez. Esto sirve para ilustrar de qué manera el
Cristo que vive en nosotros se esfuerza para ser plenamente formado en nuestro
interior. Él está a la espera de que le demos oportunidad de propagarse en todas
las áreas de nuestro ser. Cuando Él pueda hacerlo, será formado en nuestro ser.

Ésta será la realidad de lo descrito en Efesios 3:17 donde se nos dice: “Para que
Cristo haga Su hogar en vuestros corazones”. El corazón del hombre se compone
de su mente, su voluntad, su parte emotiva y su conciencia. En el centro de
nuestro corazón está nuestro espíritu. Cristo, quien radica en el centro de
nuestro ser, está a la espera de la oportunidad para expandirse de nuestro
espíritu a nuestra mente, emociones y voluntad. Entonces Cristo se habrá
establecido en todas las partes de nuestro corazón. Esto significa que Cristo
habrá hecho Su hogar en nuestro corazón al ocupar y poseer todo nuestro ser.
En esto consiste la propagación del Cristo que mora en nosotros. La
propagación del Cristo que mora en nosotros es simplemente, el crecimiento de
la semilla dentro de nosotros.

Aun cuando anteriormente hayamos escuchado hablar sobre el crecimiento de


Cristo dentro de nosotros, tal vez no hayamos comprendido que este
crecimiento no es otra cosa que el crecimiento del reino. El crecimiento de
Cristo en nuestro interior es tanto el crecimiento del reino como la venida
gradual del reino. El reino viene por medio del crecimiento de Cristo. A medida
que el Cristo que mora en nuestro ser se expande y crece en nuestras partes
internas, el reino está viniendo. Incluso en este mismo momento se viene
produciendo la venida del reino, pero esto ocurre muy lentamente a causa de la
condición en que se encuentra nuestra vida del alma. Si cooperásemos más
adecuadamente con el Señor, se aceleraría la venida del reino.

Muchos piensan que el reino de Dios vendrá automáticamente y que, mientras


esperamos su manifestación, podemos dormirnos. Si optan por esta senda, aun
si durmieran por unos dos mil años, el reino no vendría. El reino no viene de tal
modo. Según la revelación de la Biblia, el reino viene por el proceso de
crecimiento del Cristo que mora en nosotros. Cuando el Cristo que mora en
nosotros crece en nuestro ser, esto significa que el reino ha ganado más terreno
en nuestro ser. La venida plena del reino será la madurez del crecimiento de
Cristo. La madurez del crecimiento de Cristo en nuestro interior es la venida del
reino. Esperamos la venida del reino en la forma de crecimiento; es decir, que
mientras esperamos nos encontramos creciendo y, mientras crecemos, se
produce la venida del reino, por que nuestro crecimiento es la venida del reino.

LA CIZAÑA
Hay otras tres parábolas en Mateo 13: la de la cizaña, la de la semilla de mostaza
y la de la levadura. Estas tres parábolas, junto a la del sembrador, conforman un
grupo. Todas ellas guardan relación con la vida vegetal y con la agricultura. En
la primera parábola el sembrador siembra la semilla. En la segunda parábola
aparece la cizaña, la cual crece en la misma labranza. En la tercera parábola se
nos habla de una semilla de mostaza que crece en el campo de cultivo. En la
cuarta parábola se prepara la harina con los granos de trigo que fueron
producidos en el campo. Por tanto, estas cuatro parábolas atañen a un mismo
crecimiento. Ellas se relacionan entre sí, y no debemos separarlas.

Hemos visto que el propósito de Dios es sembrar a Cristo como vida en nuestro
ser de tal modo que Él pueda crecer en nuestro interior. Este proceso de
crecimiento es la venida del reino. Sin embargo, Satanás, el enemigo de Dios,
jamás duerme. Él siempre está ocupado. En cuanto él vio que en la labranza de
Dios crecía trigo, vino y sembró semillas falsas, que son la cizaña (13:24-30).
Antes de esto, él ya había ocasionado bastante daño. Primero, él se presentó en
forma de pájaro que arrebata la semilla que cayó junto al camino. Alabado sea el
Señor, ya que parte de la semilla cayó en el campo de cultivo. Sin embargo,
debajo de una parte del terreno habían rocas, o sea, la mente, emoción y
voluntad sin renovar. Éstos eran elementos de nuestro ser que habían sido
saturados por Satanás. Así pues, la mente, voluntad y parte emotiva que fueron
saturadas por Satanás representan rocas muy duras que están debajo del suelo.
Aparentemente, Satanás no pudo arrebatar la palabra que ya había sido
sembrada en una persona, pero sí se aferró a la mente, parte emotiva y voluntad
de esta persona haciendo que se convirtieran en grandes rocas. Después de esto,
Satanás laboró para producir los espinos al hacer que las preocupaciones de esta
vida, el amor por el dinero y el engaño de las riquezas ahogaran el crecimiento
de Cristo. Esto indica que Satanás, el insidioso, siempre está ocupado. Él
arrebata la semilla, endurece a las personas y hace que los espinos broten. Pero
sin importar todo el daño que Satanás pudo hacer, Dios obtuvo la victoria, pues
hubo buena tierra, la cual produjo el trigo.

Después de esto, Satanás vino a sembrar la semilla falsa, la cizaña, en el campo.


Hace muchos años leí un artículo donde se decía que ni siquiera un experto
podía distinguir entre la cizaña y el trigo antes que aparecieran las primeras
espigas. En otras palabras, únicamente después que se manifiesta el fruto uno
puede discernir entre el trigo y la cizaña. La cizaña se parece en todo al trigo. La
diferencia se hace evidente únicamente después que ha aparecido el fruto. El
trigo verdadero produce las espigas, mientras que la cizaña produce algo
diferente, algo falso. Entonces resulta fácil distinguir la cizaña del trigo. Satanás
fue muy astuto al producir esta falsificación, los falsos cristianos, y plantarlos
entre los auténticos cristianos a fin de crear una situación de confusión e
impedir el crecimiento. Todos tenemos que estar alertas. Satanás sembró la
cizaña mientras los hombres dormían, lo cual significa que ellos no estaban
alertas. En todas las iglesias tenemos que estar alertas para que le sea difícil a
Satanás sembrar semilla falsa entre nosotros. Satanás nunca dormirá.
Independientemente de cuán buena sea una iglesia, él intentará sembrar la
semilla falsa a fin de hacer crecer en nuestro medio algo que se parezca a lo real.
Esto ahogará e impedirá el crecimiento del trigo verdadero y causará confusión
en cuanto a la condición de la labranza de Dios. Tenemos que ser muy
cuidadosos. Algunos tal vez hagan ciertas sugerencias, y esto podría ser una
señal de que son cizaña y no trigo auténtico. Cuando ellos se presentaron por
primera vez tenían la misma apariencia que los demás; incluso un experto no
podía discernir quiénes eran genuinos y quiénes eran falsos hasta que llegó el
día en que ellos hicieron cierta sugerencia. Entonces alguien comenzó a darse
cuenta de que tales personas podrían ser cizaña. En las iglesias quienes asumen
el liderazgo tienen que estar especialmente alertas para no ser engañados por la
cizaña. Satanás intentará sembrar la cizaña para confundir, obstaculizar, dañar
y, finalmente, estorbar el crecimiento del trigo auténtico. Debemos tener
cuidado de cualquiera que sugiera algo que obstaculizaría el crecimiento del
trigo, pues esto podría ser un indicio de la cizaña.

LA SEMILLA DE MOSTAZA
Ahora abordaremos la parábola de la semilla de mostaza (13:31-32). El Señor
Jesús dijo que la semilla de mostaza es la más pequeña de las semillas; no
obstante, ella crece hasta convertirse en un gran árbol. Aunque esto podría
pasar desapercibido, esto también nos habla del daño causado por Satanás.
Según Génesis 1, todas las hortalizas deberán reproducirse según su propia
especie, así como también los animales. Por ejemplo, un duraznero deberá
producir según su especie, y de igual forma un manzano. Por tanto, una hierba
deberá producir según su propia especie, así como un árbol según su propia
especie. Sin embargo, en esta parábola vemos algo que no crece según su propia
especie, es decir, una hierba se convierte en un árbol. Este crecimiento es
desproporcionado y contradice la regulación impuesta por la ley de la vida. Toda
clase de vida tiene su propia esencia, poder, forma y ley de vida. Sabemos que si
un durazno echa brotes, se convertirá en un árbol de durazno, alcanzará la
altura de un árbol de durazno normal y producirá duraznos. No necesitamos
preocuparnos de que este árbol de durazno crezca y se convierta en otra clase de
árbol y no llegue a producir duraznos. Esto es imposible, pues dentro del brote
de durazno está la vida de durazno, e inherente a esta vida de durazno está la
esencia del durazno y la ley del durazno, las cuales regulan su desarrollo. Según
su ley de vida, el brote de durazno crecerá hasta convertirse en un árbol de
durazno y producirá duraznos.

Un gran árbol
Pero la hortaliza de la mostaza creció hasta convertirse en un gran árbol. Su
forma, naturaleza y apariencia fueron alteradas, lo cual quebrantó la ley propia
de su vida y generó un crecimiento desproporcionado. Esto representa al
cristianismo. El cristianismo se ha convertido en un gran árbol. Según su
naturaleza, una hierba de mostaza es algo pequeño y comestible. Pero esta
hierba creció desproporcionadamente y se convirtió en un gran árbol con
muchas aves malignas alojadas en sus ramas. Como tal, dejó de ser comestible.
Anteriormente en este mismo capítulo, el Señor Jesús nos dio la interpretación
en cuanto a las aves del campo al decirnos que ellas representaban al diablo y
sus ángeles. Hoy en día, muchos espíritus malignos se hallan alojados en el
cristianismo. Las ramas se han convertido en alojamiento para los demonios.
Esto no debiera ser mera doctrina para nosotros; es indispensable que tengamos
su aplicación práctica.

Crecer desproporcionadamente
La hierba de la mostaza se convirtió en un gran árbol al quebrantar la ley de vida
y crecer desproporcionadamente. ¿Qué significa esto? Muchos cristianos
ambicionan ser grandes. El deseo de ser grandes es muy peligroso porque puede
hacer que quebrantemos la ley de vida. Damos gracias al Señor que el mover de
Su recobro en este país ha crecido gradualmente a lo largo de los años. Cuando
celebramos el entrenamiento sobre el libro de Salmos en 1969, asistieron
setecientas personas. En 1972 había cerca de dos mil docientos asistentes, más
del triple de los reunidos en 1969. Éste ha sido el crecimiento apropiado. Aun
cuando ha sido un crecimiento bastante lento, no obstante, ha sido un
crecimiento normal. Durante los años pasados hemos crecido lentamente
porque no queremos realizar una obra grandiosa. Por tanto, no nos valemos de
propagandas ni de avisos. Recientemente, un periodista contactó a unos de los
hermanos y nos ofreció algunos avisos en su periódico así como alguna
publicidad. El hermano le dijo a este periodista que no nos gusta poner avisos,
sino que preferíamos permanecer escondidos. Somos una pequeña hierba de
mostaza y no queremos convertirnos en un gran árbol. Según nuestro concepto
humano natural, es bueno ser como un hongo que crece de un día para otro. Un
hongo, si bien crece de un día para otro, también desaparece de un día para
otro. Todo cuanto nos llegue rápidamente también se irá rápidamente. Pueden
estar seguros de esto. Procuremos el crecimiento en la proporción debida y en
conformidad con la ley de vida, el crecimiento que es según su especie. No
queremos el crecimiento desproporcionado y que no corresponde a su especie.
No creceremos rápidamente ni tampoco acabaremos rápidamente. Tenemos
que crecer en conformidad con la ley de vida y según nuestra propia especie, de
acuerdo a la proporción apropiada. Les aconsejo que jamás usen propagandas.
Si usted se va a hacer de un nombre, es mejor hacerse de un mal nombre. Dejen
que las personas hablen mal de ustedes. No procuren exhibir sus mejores
aspectos ante la gente. Si la gente viene a examinarlos, dejen que ellos
descubran sus puntos débiles. Siempre hemos practicado esto, porque no
queremos ser grandes. Deseamos permanecer como una pequeña hierba de
mostaza y jamás convertirnos en un gran árbol. En el recobro del Señor no
tenemos gigantes. Si alguien viene a su localidad queriendo saber quién es su
ministro, deberán decirle que todos somos ministros. Incluso las hermanas más
pequeñas son ministros. Nosotros no tenemos un gran líder, somos pequeñas
hierbas de mostaza.

Es comestible
Las hierbas de mostaza son comestibles. El mundo entero está hambriento. Lo
que este mundo hambriento necesita no es un gran árbol, sino la pequeña
hierba de mostaza que alimenta a las personas a fin de que el hambre que hay
en todos los seres humanos sea saciada. Dejemos que todas las iglesias locales
sean pequeñas; incluso si somos muy numerosos, debemos permanecer
pequeños en naturaleza. Siempre debemos observar la ley de vida y jamás crecer
desproporcionadamente.

LA LEVADURA
La parábola siguiente es la que nos habla de la levadura. Satanás, como ave
maligna, arrebata la palabra que fue sembrada, hace surgir rocas muy duras
debajo del suelo, hace que los espinos ahoguen el crecimiento de la vida divina,
siembra confusión al plantar la cizaña y causa el crecimiento desproporcionado
y desmesurado. Todas estas cosas representan la obra que Satanás lleva a cabo
con el fin de arruinar o retardar el crecimiento apropiado de la vida en la
labranza de Dios. Sin embargo, ¡Dios es victorioso! Pues un poco de grano es
producido, y podemos obtener la harina fina. No importa cuánto se esfuerce
Satanás por estorbar la labranza de Dios; ésta todavía produce la harina fina útil
para hacer el pan. Por supuesto, todavía será necesario que estos granos sean
molidos, mezclados y cocidos.

A estas alturas, Satanás nuevamente interviene a fin de dañar la harina al


añadirle levadura. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos la
levadura representa el elemento malvado que corrompe. Si estudiamos las veces
en que la levadura es mencionada en la Biblia, veremos que ella representa las
cosas satánicas, pecaminosas, mundanas y carnales.

La mixtura
En esta parábola tenemos la harina, la levadura y la mujer. Esta mujer en Mateo
13 representa a la Iglesia Católica Romana. Ella también es Jezabel, la mujer
mencionada en Apocalipsis 2. Esta mujer maligna, la gran ramera, añadió
levadura a la harina fina, produciendo así una mixtura de lo real y lo falso, lo
bueno y lo malo, los elementos de Cristo y los de Satanás. En el cristianismo
podemos ver tanto cosas reales como falsas, tanto cosas santas como mundanas,
elementos de Cristo y elementos de Satanás, todos ellos juntamente mezclados.
En la Iglesia Católica Romana y en todas las otras denominaciones hay muchos
que son verdaderos cristianos, pero también hay mucha levadura. La Iglesia
Católica Romana ha adoptado muchas cosas paganas y las ha mezclado con las
cosas de Cristo. Por ejemplo, ¿sabían que el origen de la navidad es pagano? En
realidad, el día en el que se celebra la navidad, el 25 de diciembre, corresponde
al día en que se celebraba el cumpleaños del dios sol. La Iglesia Católica
Romana tomó este feriado pagano y lo convirtió en el cumpleaños de Cristo.
Muchos cristianos alegan que la navidad es ocasión propicia para predicar el
evangelio y que, mientras la humanidad entera celebra la navidad, ellos
aprovecharán esta ocasión para predicar a Cristo. Esto no es más que levadura y
muestra la astucia del enemigo. La Pascua o Semana Santa también es levadura.
Cuando la Iglesia Católica llegó a China, abrazó la adoración a los ancestros. No
solamente en la Iglesia Católica Romana, sino también en las denominaciones
hay muchas cosas mundanas y muchas concupiscencias que han sido añadidas a
las cosas de Cristo para producir una mixtura. Nuestros ojos tienen que ser
abiertos para que podamos ver esta mixtura.

Nosotros estamos en contra de tales aves del campo. Estamos en contra de las
rocas debajo de la tierra blanda, de los espinos y de la cizaña. Estamos en contra
al crecimiento desproporcionado del gran árbol y también estamos en contra de
toda levadura. Estamos opuestos a todo lo que corrompa. Esto es un asunto del
recobro del Señor y del reino del Señor. Estas parábolas son los misterios del
reino.

CAPÍTULO TRECE

LOS MISTERIOS DEL REINO


(3)
Lectura bíblica: Mt. 13:44-50; Éx. 19:5; Sal. 135:4; 1 Co. 10:32; Hch.
20:28

Las parábolas en Mateo 13 tratan sobre los misterios del reino. Esto no significa
que estos misterios no representen algo real. De hecho, estos misterios son la
realidad. La diferencia estriba en que aquí el Señor Jesús no presentó
directamente tal realidad a Sus discípulos, sino que se las presentó de una
manera misteriosa. Él presentó los misterios del reino de modo tal que
únicamente aquellos que de corazón se interesaban por el deseo de Dios podrían
entenderlos. A quienes fueran indiferentes con respecto a los intereses de Dios
les sería muy difícil entender estas parábolas.

En Mateo 13:11-15 el Señor Jesús le dijo a los discípulos que Él usó las parábolas
como el medio para revelarles los misterios del reino. Él les habló en parábolas
debido a que los líderes religiosos, pese a aparentar ser muy religiosos y tener
celo por Dios, eran indiferentes con respecto a los intereses de Dios. Ellos tenían
la forma y la apariencia de alguien que busca a Dios, pero carecían de la
realidad. A ellos verdaderamente no les interesaba el deseo de Dios.

Antes de esta ocasión, en Mateo 12:46-50, la madre y los hermanos del Señor
Jesús habían venido a verle con el deseo de hablar con Él. Cuando el Señor
Jesús lo supo, preguntó: “¿Quién es Mi madre, y quiénes son Mis hermanos?”.
Él no consideraba como Sus hermanos y hermanas los que eran según la carne,
sino aquellos que se interesaban en hacer la voluntad de Dios. Todo aquel que se
interese por cumplir la voluntad de Dios es Su hermano, Su hermana y Su
madre. Esto denota que para el tiempo del relato en Mateo 12 el Señor Jesús
había abandonado al pueblo judío. Según la carne, los judíos eran los hermanos
del Señor. Sin embargo, al final de Mateo 12, el Señor Jesús había renunciado a
esa relación. Él ya no tenía ninguna relación con ninguna persona según la
carne. Por tanto, Sus relaciones serían en el Espíritu y relacionadas con la
voluntad de Dios. Debido a que al pueblo judío únicamente le importaban los
formalismos y las apariencias, sin preocuparse por aquello que le interesaba a
Dios, el Señor Jesús los abandonó. Después de este hecho, Él comenzó a hablar
sobre la realidad del reino en parábolas, no abiertamente, sino de una manera
misteriosa.

A lo largo de los últimos siglos de la historia cristiana, estas parábolas no han


sido entendidas por completo. Durante el primer año en que fui salvo, comencé
a leer el libro de Mateo. En aquel entonces, yo era un joven cristiano que
ambicionaba conocer la Biblia exhaustivamente; por lo cual, decidí escribir todo
versículo que no entendiera y finalmente llegué a tener demasiados versículos.
Debido a esto, compré algunos libros, especialmente acerca de Mateo 13.
Algunos de ellos enseñaban que nosotros somos aquellos que compran aquel
campo (v. 44). Citaban Filipenses 3:7-8 para demostrar que tenemos que
venderlo todo a fin de comprar aquel campo.

Otros libros daban a entender que el gran árbol era algo positivo (Mt. 13:32).
Estos libros decían que, al inicio, el cristianismo era como una pequeña semilla
sembrada por el Señor Jesús, pero ahora en su grandeza, se ha convertido en
algo maravilloso y magnífico. Esta clase de interpretación indica que los ojos de
tales personas habían sido cegados. En este mismo capítulo el Señor Jesús nos
proveyó la interpretación de las aves diciéndonos que ellas representaban a
Satanás y sus ángeles malignos (v. 19). Estos espíritus malignos, las aves, anidan
en el gran árbol. Son las aves del cielo las que se alojan en las ramas de este gran
árbol, no el Dios Triuno ni tampoco los santos. Esto demuestra que el gran árbol
está vinculado a Satanás. ¿Cómo, entonces, podríamos considerar el gran árbol
como algo positivo? La iglesia es la morada de Dios, donde Dios hace Su hogar.
El gran árbol, sin embargo, es algo completamente diferente. La iglesia puede
ser comparada a la vid de Juan 15, pero no al gran árbol de Mateo 13. La vid no
sirve para producir bienes materiales. ¿Alguna vez han visto que se hayan
confeccionado muebles o casas con la madera de la vid? La vid sirve para
producir uvas y vino, o sea, algo para comer y beber. Asimismo, la iglesia tiene
que ser pequeña, no una gran estructura, pero debe estar llena de lo que se
puede comer y beber. El hecho de que las aves malignas se alojen en las ramas
del gran árbol demuestra que este árbol es algo negativo.

Otros daban a entender que la levadura también era algo bueno y positivo, pues
decían que si el pan no tuviera levadura, la gente tendría dificultad para
comerlo. Esto último es correcto. Sin embargo, en Levítico 2:4 Dios no permitió
que ninguna levadura fuese añadida a la ofrenda de harina. La ofrenda de
harina tenía que ser sin levadura. El catolicismo excusa el uso de la levadura
diciendo que es difícil para las personas recibir a Cristo si no hay levadura. El
catolicismo arguye que las personas no aceptarían la verdad simple acerca del
nacimiento del Señor Jesús o de la resurrección de Cristo si no está mezclada
con la levadura de la navidad y la pascua. Cristo es la harina, pero lo que se
añade aparte de la harina es levadura. La navidad es Cristo “más” algo añadido,
esto es, la harina “más” la levadura. La resurrección de Cristo más la levadura se
ha convertido en la celebración de la Pascua, o “la Semana Santa”.

He visitado las catedrales católicas en las Filipinas a fin de estudiar la situación.


Al ingresar a una catedral, en el atrio, encontré un ídolo de Jesús. Debatí con los
católicos diciéndoles: “La Biblia claramente dice que jamás debiéramos
hacernos ninguna imagen o ídolo. ¿Por qué, entonces, se hacen imágenes de
Jesús?”. Ellos replicaron: “Sin la imagen de Jesús, es difícil para las personas
tener algún entendimiento con respecto a Él. Erigimos tal estatua a fin de que
todos puedan tener cierta impresión con respecto a Jesús cuando entren a
nuestra catedral”. Ésta es la levadura maligna. Quizás ustedes todavía conserven
en sus hogares algunos retratos de Jesús donde se le presenta como una persona
físicamente bella y bien parecida. Pero la Biblia afirma que el Señor Jesús no
tenía ni hermosura ni esplendor ni atractivo alguno (Is. 53:2). Muchos
cristianos, sin percatarse de que la levadura está involucrada en ello, tienen
tales cuadros de Jesús en sus hogares.

En 1936 mientras ministraba en la región central de China, conocí a una joven


hermana que había llegado a estar poseída por un demonio debido a que
adoraba una imagen de Jesús. Todas las veces que ella oraba, se arrodillaba
delante de aquel cuadro y dirigía sus oraciones a dicho objeto. Cuando ella
destruyó aquel cuadro de Jesús, fue liberada del demonio que se apoderaba de
ella.

El sistema de clérigos y laicos es también una especie de levadura. Todo


cristiano es miembro del Cuerpo de Cristo y, como tal, tiene que desempeñar
una función. Pero ¿cuál es la situación actual? En los llamados servicios
cristianos la gran mayoría de cristianos permanecen callados mientras que una
persona les ministra. Éste es el sistema de clérigos y laicos. La gente pretende
excusarse diciendo que la era actual es una era de especializaciones científicas
en la que no todos conocen la Biblia y no todos pueden dar un sermón. Según
los defensores del sistema de clérigos y laicos, no todos saben cómo servir a
Dios. Por tanto, algunos tienen que ir al seminario para aprender el arte y la
técnica de servir a Dios, tal como otros van a las escuelas de medicina para
aprender a ejercer la medicina y otros van a la escuela de leyes para aprender a
desempeñarse como abogados. Los defensores de este sistema argumentan que
muchos cristianos carecen del tiempo necesario para aprender las cosas de Dios
y que, por ende, ellos no saben cómo ministrar o hablar. Por tanto, algunos
tienen que dedicarse a estas tareas y estudiar en los seminarios y escuelas
bíblicas para después ir a servir a Dios. Ésta parece ser una buena excusa, pero
en realidad no es más que levadura, la cual pretende ayudar a las personas a
servir a Dios de una manera fácil.

Muchos de ustedes han sido profundamente influenciados por el cristianismo


debido a que nacieron y se criaron allí. Siempre que vienen a una reunión de la
iglesia, ya sea consciente o inconscientemente, todavía se encuentran bajo la
influencia de la levadura del sistema de clérigos y laicos. Piensan que la reunión
tiene que ser conducida por algunos hermanos encargados de ello y que todo lo
que tienen que hacer es sentarse, escuchar, observar y discernir. Pero con el
tiempo, sólo aprenderán a criticar. Cuando usted viene a la reunión, ¿tiene la
carga, el deseo o la comprensión de que debe ejercer su función en la reunión?
Me temo que muchos de ustedes no han comprendido esto. Su concepto es que
otra persona tiene que hacerlo. Esto es propio de la levadura que la mujer
escondió en la harina fina.

En la Biblia, la levadura es siempre algo negativo. Tal vez sea de ayuda, pero de
manera negativa. Si tenemos un corazón abierto y sincero con un sincero interés
por la voluntad de Dios, entonces Él nos dará un espíritu de sabiduría y de
revelación para ver todas estas cosas. Por Su misericordia, Él nos ha mostrado el
verdadero significado de todas las figuras presentadas en estas parábolas. En
estas cuatro parábolas de Mateo 13 hay seis cosas positivas: el sembrador, la
semilla, la buena tierra, el trigo, la hierba de mostaza y la harina. El sembrador
es el Señor Jesús quien vino a sembrarse como semilla en la buena tierra. De la
buena tierra brota el trigo así como la hierba de mostaza. Tanto el trigo como la
hierba de mostaza son comestibles. La hierba de mostaza es alimento para el
hombre, y el trigo es alimento para el hombre y para Dios, pues el trigo era
usado para cocinar la torta de harina que era ofrecida a Dios en la ofrenda de
harina. En 1 Corintios 10 también vemos un pan hecho de trigo. Ese es el pan de
la mesa del Señor, el cual es alimento tanto para Dios como para el hombre. La
iglesia tiene que ser semejante a esto; tiene que ser tanto la hierba de mostaza
como el trigo del cual se produce la harina fina, a fin de proveer alimentos y
satisfacer tanto a Dios como a los hombres.

En estas cuatro parábolas hay también varias cosas negativas: las aves del cielo,
las rocas, los espinos, la cizaña, el gran árbol, la levadura, la mujer y el maligno.
Todos tenemos que estar claros con respecto a estas cosas. Las aves representan
al maligno, a Satanás mismo. Las rocas representan la mente que no ha sido
renovada, las emociones no disciplinadas y la voluntad insumisa. Los espinos
representan las preocupaciones de este siglo y el engaño de las riquezas. La
cizaña representa a los falsos cristianos. El gran árbol representa al cristianismo
actual. La levadura representa toda cosa pagana, mundana, pecaminosa e
idólatra. La mujer representa a la Iglesia Católica Romana e incluso a toda la
cristiandad, y el maligno es el propio Satanás. Deben traer todas estas cosas
delante del Señor y orar al respecto hasta que todo esto sea completamente
transparente y claro para ustedes. Esto llegará a ser uno de los rescates más
grandes y una salvaguarda para ustedes.

EL TESORO, LA PERLA Y LA RED


Ahora abordaremos las tres parábolas restantes en Mateo 13: el tesoro, la perla y
la red. Esto hace un total de siete parábolas. En la Biblia el número siete se
compone de cuatro más tres, tres más cuatro y seis más uno. El número siete en
Mateo 13 se compone, en primer lugar, de cuatro más tres. Las primeras cuatro
parábolas comprenden un grupo y las últimas tres conforman otro grupo. La
primera instancia en la que encontramos el número siete en la Biblia, se halla
compuesto de seis más uno, pues en los dos primeros capítulos de Génesis se
asignaron seis días para la obra de Dios y un día para Su reposo. Siempre que
tenemos el seis más uno, ello significa que Dios completa Su obra para obtener
Su reposo. El número siete en estas parábolas está compuesto de ambas
maneras. Primero está compuesto de cuatro más tres y después está compuesto
de seis más uno, pues la última parábola, la parábola de la red, es una parábola
particular. Cuando el tiempo de esta parábola se cumpla, esto representará la
compleción o consumación de la era. Entonces Dios tendrá reposo.

Apocalipsis 6 y 8 nos habla de siete sellos, los primeros cuatro sellos más los
últimos tres. Además, hay seis sellos más uno, pues la conclusión sigue al
séptimo sello. Es entonces cuando sobrevendrá la ira de Dios. El mismo
principio se aplica a las siete trompetas mencionadas en Apocalipsis 8, 9 y 11.
Primero, están las cuatro trompetas, y después le siguen las tres trompetas
finales. También vemos las seis trompetas más la última trompeta. Cuando
suene la última trompeta, la ira de Dios se manifestará. Cuando concluya la
séptima parábola de Mateo 13, eso significará la compleción para el reposo de
Dios. En esta parábola algunas versiones de la Biblia usan la frase el fin del
mundo; pero según el griego, esta frase debiera traducirse como “la
consumación del siglo”. Esto indica que la séptima parábola es la compleción.
Cuando esta parábola concluya, ese será el tiempo para el reposo de Dios.

El tesoro y la perla
Cada una de las cuatro parábolas en el primer grupo contiene algo relacionado
con la vida vegetal. Las dos parábolas siguientes, la del tesoro escondido en el
campo y la de la perla, guardan relación con los minerales. El tesoro ciertamente
tiene que contener ya sea piedras preciosas u oro, todos los cuales son
minerales. La perla también es un tipo de mineral puesto que su estructura
básica, la de una piedra pequeña, es un mineral.

Tres pueblos
Es mucho lo que se abarca aquí. El Señor Jesús es muy sabio, y estas parábolas,
aunque son sencillas, contienen gran sabiduría. Consideradas en grupo, las
últimas tres parábolas abarcan la totalidad del linaje humano, y éste está
compuesto por tres pueblos: los judíos, la iglesia y los gentiles. Esto ha sido
revelado en 1 Corintios 10:32, donde podemos ver que en la actualidad el linaje
humano está compuesto únicamente por estos tres pueblos: los judíos, la iglesia
y los gentiles.

Dos mundos
A los ojos de Dios hay únicamente dos mundos: uno es el que está representado
en la Biblia por la tierra y el otro que está representado por el mar. Los gentiles
pertenecen al mundo representado por el mar y los judíos, al mundo
representado por la tierra. Tanto Daniel 7 como Apocalipsis 13 revelan que el
mundo gentil es el mundo representado por el mar. El tesoro escondido en el
campo, es decir, en la tierra, se refiere al reino con Israel. Y la perla se refiere a
la iglesia. Por tanto, el tesoro es el reino y la perla es la iglesia. A la postre,
ambos son para el reino. Los peces sustraídos del mar y que no han sido
regenerados, algunos buenos y otros malos, representan a los gentiles. Esta
parábola se refiere a la conclusión del mundo gentil al finalizar la era. Cuando el
Señor Jesús regrese, estarán presentes el pueblo judío, la iglesia y los gentiles.
El verdadero pueblo judío constituye un tesoro a los ojos de Dios. La iglesia es
considerada como una perla a Sus ojos. El resto de la humanidad, el mundo
gentil, está clasificado como los peces del mar. Al final de la era, los ángeles los
reunirán en torno al Señor Jesús quien habrá de juzgarlos.

La iglesia
Si el pueblo judío está representado por la tierra, y los gentiles por el mar,
¿dónde está la iglesia? La iglesia no está ni en la tierra ni en el agua, sino que es
algo que salió del agua. Una perla es formada por una ostra que vive en las
aguas de la muerte, en el mundo de muerte. Cuando una pequeña roca penetra
en el interior de la ostra, vulnerándola e hiriéndola, ésta secreta un jugo de vida
con el cual recubre a la roca. Esta constante secreción de jugo vital sobre aquella
roca minúscula producirá una perla. Luego la perla será sacada de las aguas
como algo precioso. Me parece que todos podemos percibir el significado
espiritual de esta parábola. La ostra viva es el Señor Jesús que se internó en las
aguas de la muerte. Nosotros somos la pequeña roca que le hirió. Después de
herirle, nos quedamos en la cruz al permanecer alojados en Su herida. Entonces,
Su vida de resurrección fue secretada a fin de recubrirnos una y otra vez y hacer
de nosotros una perla. Finalmente, fuimos sacados del agua y ya no
pertenecemos ni a la tierra ni al agua. Por tanto, somos un pueblo especial y
ocupamos una posición particular (1 P. 2:9). Somos un pueblo que no pertenece
ni a la tierra ni al mar. Ahora somos perlas que fueron sacadas de las aguas de la
muerte.

Su especial tesoro
Cuando Dios sacó de Egipto al pueblo de Israel llevándolo al monte de Sinaí, le
dijo a Moisés que haría de ellos Su especial tesoro sobre todos los pueblos de la
tierra (Éx. 19:5). Salmos 135:4 también nos dice que Dios escogió a Israel para
que fuese Su especial tesoro. Estos versículos demuestran que, a los ojos de
Dios, los judíos son Su especial tesoro. En Mateo 13:44 el tesoro se vuelve a
mencionar, mostrando que los judíos, como tesoro de Dios, también forman
parte del reino. Esta parábola nos habla de un tesoro escondido en un campo
que fue encontrado por un hombre, el cual, después de encontrarlo, lo escondió
para luego ir y vender todo cuanto tenía a fin de comprar el campo donde estaba
aquel tesoro. El Señor Jesús es el hombre que vino, encontró el tesoro y lo
escondió. En un principio, Él le presentó el reino al pueblo judío, pero debido a
que ellos lo rechazaron, el Señor lo escondió, encubriéndolo de los judíos
incrédulos. Después de descubrir y esconder el tesoro, el Señor Jesús fue a la
cruz para vender todo lo que tenía a fin de comprar no solamente el tesoro, sino
todo el campo. Él redimió la tierra entera por causa del tesoro. El tesoro en el
campo representa el reino junto con el verdadero Israel. En Apocalipsis 21 y 22
la Nueva Jerusalén contiene no solamente los nombres de los doce apóstoles,
sino también los nombres de las doce tribus de Israel. Allí hay piedras preciosas
y perlas, las cuales representan a Israel y a la iglesia.

Dios ha obtenido para Sí a algunos del linaje judío para que sean, a Sus ojos, Su
pueblo especial, Su especial tesoro. Él también obtuvo para Sí a algunos del
mundo gentil. Mediante la muerte y resurrección de Cristo y por la secreción de
la vida de Cristo, estas personas procedentes del mundo gentil se han convertido
en la perla. Dios unió a estos dos pueblos para producir una ciudad, la Nueva
Jerusalén, la cual está compuesta de las piedras preciosas y las perlas.

La red
¿Y qué del resto del mundo gentil? Cuando el Señor Jesús regrese muchos de
ellos todavía no serán cristianos. El Señor sabe cómo cuidar de ellos. Él enviará
a Sus ángeles para reunirlos en torno Suyo y juzgarlos. Éste es el significado de
la parábola de la red y esto completará el trato del Señor con el linaje humano.
Después de este juicio, Dios podrá descansar.

DE UNA SEMILLA A UNA PERLA


Estas parábolas de los misterios del reino nos muestran que el Señor Jesús vino
como el Sembrador a sembrar la semilla y, a la postre, obtuvo una perla. La
perla procede de la semilla. Cristo es la semilla, y la iglesia es la perla. ¡Con
razón que el Señor Jesús vendió todo cuanto tenía para comprar la perla! No
debiéramos pensar que somos los compradores o los vendedores de tal perla;
pues somos pobres y no podemos pagar; además no tenemos nada que vender.
La perla es demasiado preciosa, y su precio es inestimable. Así que, el Señor
Jesús pagó el precio, vendiendo todo lo que tenía para comprar la iglesia.
Hechos 20:28 revela que el Señor Jesús compró la iglesia con Su propia sangre.
Él compró la iglesia al pagar tan elevado precio. El Señor Jesús se sembró como
la semilla y, a la postre, obtendrá la perla. ¡Qué gozo será esto para el Señor!

EL CRECIMIENTO Y LA TRANSFORMACIÓN
Si examinamos Mateo 13, notaremos dos cosas. Lo primero es el crecimiento,
pues la semilla tiene que crecer. Como indicamos anteriormente, Pablo plantó,
Apolos regó y Dios dio el crecimiento (1 Co. 3:6). Lo segundo es la
transformación. La perla no es objeto de la creación original de Dios, sino que es
un grano de arena que ha sido transformado. En sí mismo el grano de arena no
es precioso, pero ha sido recubierto y transformado por la secreción de un
elemento precioso. La transformación no consiste en enmendar nuestra
conducta ni consiste en un mero cambio externo; más bien, consiste en un
cambio metabólico debido a que un nuevo elemento ha sido añadido a nuestro
ser. Hubo un tiempo en que éramos pequeñas piedras; pero después, la vida de
resurrección de Cristo nos fue añadida. Una y otra vez el elemento de la
resurrección fue secretado sobre nosotros, lo cual produjo un cambio orgánico
en nuestro ser. En esto consiste la transformación. En este capítulo de Mateo
podemos ver tanto el crecimiento como la transformación. Es necesario que
experimentemos tal crecimiento y transformación día tras día. En el siguiente
capítulo veremos que el crecimiento y la transformación siempre están
acompañados por la edificación. A la postre, no hay muchas perlas, sino una
sola gran perla. Esta gran perla representa una sola entidad compuesta por
muchos que fueron conjuntamente edificados hasta lograr la unidad. En esto
consiste la edificación. Por tanto, tenemos el crecimiento, la transformación y la
edificación.

La semilla, el trigo y la comida todavía pueden ser dañados por el maligno


cuando éste introduce algo negativo que los corrompe. Pero la perla y el tesoro,
no pueden ser dañados por Satanás. En las parábolas del tesoro y la perla no se
menciona a Satanás. Siempre que en una iglesia se produce la transformación
de sus miembros, ello representa el fin de Satanás. Satanás no puede hacer nada
contra la Nueva Jerusalén. Para el tiempo de la Nueva Jerusalén, Satanás estará
en el lago de fuego. Hoy en día se cumple el mismo principio. Si la iglesia es
transformada, Satanás se habrá quedado sin trabajo. Si nuestro crecimiento
permanece en la etapa de la semilla, el trigo o la comida; Satanás todavía tendrá
muchas oportunidades para dañarnos y frustrarnos. Sin embargo, cuando
seamos transformados, esto representará el fin de Satanás. Él ya no podrá
introducir más levadura. Tenemos que crecer y, más aún, tenemos que ser
transformados.

Nosotros no solamente somos el trigo o la comida, sino que a la postre


llegaremos a ser las perlas. En primer lugar, somos las plantas; pero éstas, en
virtud del crecimiento y la transformación, se convierten en minerales. Según la
revelación hallada en la Biblia, las piedras preciosas y las perlas tienen como
finalidad el edificio de Dios, Su edificación. Este edificio es producto del
crecimiento y la transformación. Para obtener tal edificación, no basta con la
vida vegetal, sino que son necesarios los minerales; así pues, necesitamos el
tesoro y la perla.

CAPÍTULO CATORCE

EL CRECIMIENTO, LA
TRANSFORMACIÓN
Y LA EDIFICACIÓN
Lectura bíblica: Jn. 1:42; Mt. 16:18-19; 18:17-18; 21:42; Hch. 4:11-12; 1
P. 2:2, 4-5, 7; Ap. 22:1-2

La mayoría de las verdades del Nuevo Testamento fueron sembradas en forma


de semillas en el libro de Mateo. En Mateo 13 tenemos las semillas del
crecimiento y la transformación, y ambas tienen como finalidad la edificación.
En Mateo 16:16 Pedro reconoció que el Señor Jesús era el Cristo, el Hijo del
Dios viviente. Después que él hizo tal declaración, el Señor parece decirle: “Has
reconocido que Yo soy el Cristo, el Hijo de Dios, pero tengo que decirte algo
más. No basta con que me conozcas. Tienes que comprender que tú eres una
piedra y que contigo como una piedra Yo edificaré Mi iglesia”. En Mateo se
hallan incluidos la mayoría de los puntos fundamentales del Nuevo Testamento.
Allí se nos da la semilla en cuanto al crecimiento, la transformación y la
edificación. Todos estos asuntos no solamente guardan relación con la iglesia,
sino también con el reino. Mateo 16:18-19 nos revela que el Señor Jesús usó los
términos iglesia y reino indistintamente. “Edificaré Mi iglesia [...] Y a ti te daré
las llaves del reino de los cielos”. La iglesia es el reino y el reino es la iglesia. La
iglesia que el Señor edifica con piedras vivas es el reino.

UNA PIEDRA PARA LA EDIFICACIÓN


El libro de Mateo nos presenta al Señor Jesús como aquella persona maravillosa
que vino a sembrarse como simiente de vida en nuestro ser. Después que la
semilla ha sido sembrada, viene el crecimiento, la transformación y la
edificación. La edificación no es otra cosa que la edificación de la iglesia, la cual
es el reino. Juan 1:42 nos habla de la primera vez que Pedro vino al Señor Jesús.
Pedro fue traído al Señor por su hermano, Andrés. En aquella ocasión el Señor
no le impartió enseñanzas ni le dio instrucciones; más bien, le cambió el
nombre, de Simón a Cefas. En cierto sentido, esto fue una profecía. El Señor le
profetizó a Simón que sería llamado Cefas. Tanto Cefas como Pedro tienen un
mismo significado: una piedra.

El relato en Mateo 16 ocurrió unos dos años después del primer encuentro que
Pedro tuvo con el Señor en Juan 1:42. Cuando Pedro confesó que Jesús era el
Cristo, el Hijo del Dios viviente, el Señor le recordó: “Tú eres una piedra”. No
bastaba con que Pedro supiera que Jesús era el Cristo y el Hijo de Dios, sino que
además tenía que saber que él mismo era una piedra para la edificación. El
Señor iba a edificar el reino. Él edificaría a Pedro en la iglesia y le daría las llaves
del reino de los cielos. Según el libro de Hechos, Pedro usó por lo menos dos
llaves: una en el Día del Pentecostés para abrirle la puerta a los judíos para que
entrasen en el reino de los cielos (Hch. 2:38-42) y la otra en la casa de Cornelio
para abrirle la puerta a los Gentiles para que entrasen en el reino (10:34-48).
Las llaves le fueron dadas a Pedro y también le fue encomendada la autoridad
para atar y desatar. “Lo que ates en la tierra habrá sido atado en los cielos; y lo
que desates en la tierra habrá sido desatado en los cielos” (Mt. 16:19). Por tanto,
a Pedro se le dieron dos llaves así como la autoridad para atar y desatar.

ATAR Y DESATAR
Estoy tan agradecido por tener un pasaje como Mateo 18:17-18 en la Biblia. La
Iglesia Católica Romana afirma que el Papa, como sucesor de Pedro, tiene
autoridad exclusiva para atar y desatar. Sin embargo, la iglesia local es
mencionada en Mateo 18. Si usted tiene un problema que no pueda ser resuelto
por dos o tres creyentes, debe traerlo a la iglesia. La iglesia aquí ciertamente
debe ser la iglesia local. No puede ser la iglesia universal. Si la iglesia en Mateo
18 fuera la iglesia universal, ¿dónde se supone que la hallemos cuando tenemos
a dos o tres creyentes que no puedan resolver un problema? La iglesia en Mateo
18 con toda certeza es la iglesia local, y la iglesia local tiene la autoridad para
atar y desatar. En Mateo 16:19 el Señor Jesús le dijo a Pedro que él tenía
autoridad para atar y desatar, pero en Mateo 18:18 el Señor cambió el sujeto de
singular a plural. Cuando en Mateo 16:19 el Señor dice: “Lo que ates en la tierra
habrá sido atado en los cielos; y lo que desates en la tierra habrá sido desatado
en los cielos”, en el griego el agente que ata y desata es singular; pero cuando en
Mateo 18:18 el Señor dice: “De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra”,
en el griego el agente que ata y desata es plural. Esto significa que nosotros
también tenemos la potestad de atar y desatar. La autoridad que Pedro tenía
también la tenemos nosotros. ¿Han visto cuál es su posición? ¿Han visto cuál es
nuestra autoridad y rango? Todos podemos atar y desatar, tal como Pedro lo
hizo. Pedro era una piedra, y nosotros también somos piedras. Pedro tenía
autoridad para atar y desatar, y nosotros también tenemos esta autoridad.

TRANSFORMADO DE BARRO A PIEDRA


Muchos cristianos no se han percatado de la autoridad y la posición que les ha
sido confiada. Sin embargo, para constatar en nuestra experiencia nuestra
posición y autoridad, tenemos que ser transformados. Nosotros éramos de barro
y ahora tenemos que ser hechos de piedra. Como ser humano, por naturaleza
Simón era de barro, pero el Señor Jesús cambió su vida y transformó su ser. El
Señor Jesús no solamente cambió el nombre de Simón, sino que también
transformó su ser, haciéndolo piedra. En la Nueva Jerusalén parte de la piedra
que sirve de cimiento lleva el nombre de Pedro (Ap. 21:14). Así pues, él dejó de
ser de barro para convertirse en piedra que sirve de cimiento. El Pedro que
vemos en los cuatro Evangelios ciertamente era de barro, ya que con frecuencia
era el primero en equivocarse. Pero si uno lee detenidamente el Nuevo
Testamento podrá ver que este Pedro de barro se encontraba bajo un proceso de
transformación. En Hechos 1 Pedro ya no era de barro, sino que se había
convertido en una piedra transparente preciosa. En los cuatro Evangelios Pedro
era todavía opaco, pero cuando se puso de pie en Hechos 1, él era transparente.

LA UNIDAD POR EL ESPÍRITU


Algunos cristianos insisten en las llamadas experiencias pentecostales, pues
dicen que sin ellas no podemos tener al Espíritu Santo. Pero ¿qué decimos de
Pedro? Antes del Pentecostés, Pedro era una persona transparente. Él fue
valiente, fuerte y positivo, pues permaneció en Jerusalén junto a los ciento
veinte para orar en unanimidad con ellos por diez días (Hch. 1:14). Ciento veinte
personas oraron por diez días sin que surgiera disensión ni disputa alguna.
¿Duda usted que ellos tuvieran el Espíritu Santo? Sin el Espíritu Santo, ellos no
podrían haber hecho eso. Ellos eran galileos que habían dejado su tierra y
habían permanecido en Jerusalén pese a las amenazas de los judíos. ¡Ciento
veinte personas oraron unánimes por diez días! Si no tuvieran el Espíritu, me
temo que habrían comenzado a pelearse entre sí después de sólo diez horas. Que
ellos fueran unánimes y perseverasen en oración indica que tenían al Espíritu en
su ser antes del Día de Pentecostés.

LA TRANSFORMACIÓN
Pedro recibió un nuevo nombre, que implica un nuevo elemento y un nuevo ser.
Él fue transformado. Ser transformado no es simplemente ser cambiado
externamente; sino es tener un nuevo elemento añadido a nuestro ser. La
transformación introduce un elemento nuevo y elimina un elemento viejo. Así
pues, ser transformados consiste en ser cargados y descargados. Todos
necesitamos ser cargados de Cristo, tal como un transformador es cargado de
electricidad. Cuando nuestro ser esté cargado de Cristo, Él hará que
descarguemos muchas cosas viejas. De este modo seremos renovados y
transformados. La transformación no es meramente experimentar un cambio
externo o una corrección externa; no, sino que en el proceso de la
transformación un elemento nuevo es añadido a nuestro ser para reemplazar el
elemento viejo que radica en el mismo. A medida que este proceso avanza,
somos hechos nuevos y somos transformados. Esto es exactamente lo que Pedro
experimentó; el viejo Pedro, el Simón de barro, fue descargado, y esto permitió
que él llegase a ser una piedra preciosa.

Hoy en día, en las iglesias locales, todos estamos en el proceso de


transformación. Día tras día nos cargamos de Cristo, y Él hace que todos los
elementos viejos en nuestro ser sean descargados y eliminados. Este proceso de
ser cargados y descargados es la transformación. A lo largo de los años que han
pasado he podido ver cierto grado de transformación, especialmente en los
jóvenes. Muchos jóvenes en las iglesias locales fueron transformados sin
necesidad de ser regulados o corregidos en su conducta externa. Aun cuando
nadie se esforzó por enseñarles o cambiarles, ellos fueron transformados. Ellos
fueron cargados con elementos nuevos de Cristo, lo cual hizo que fueran
descargados de los elementos viejos.

LA EDIFICACIÓN
La transformación tiene como propósito la edificación. En Mateo 13 vemos al
sembrador, la semilla, el crecimiento y la transformación. Aquí las plantas son
transformadas en minerales. Aunque somos trigo, podemos llegar a ser piedras
preciosas y perlas en virtud de la transformación. Tanto las piedras preciosas
como las perlas han pasado por un proceso de transformación.

En Mateo 13 no podemos ver el propósito del crecimiento y la transformación;


para ver esto es necesario avanzar a Mateo 16. En este capítulo encontramos
una afirmación muy significativa: “Tú eres una piedra” (16:18, lit.). No basta con
reconocer que el Señor Jesús es el Cristo. También tenemos que comprender
que nosotros somos piedras. Es valiosísimo conocer a Cristo, pero también
tenemos que conocernos a nosotros mismos. Hermanas, ¿son ustedes piedras?
Me temo que mañana temprano les será muy fácil derramar algunas lágrimas.
Pero cuando estén a punto de llorar, recuerden que ustedes son piedras.

Además, una piedra jamás perderá la paciencia. Hermanos, ¿son ustedes


piedras? Entonces, ¿qué hará si su esposa mañana temprano le da un tiempo
difícil? ¿Perderá la paciencia? Si lo hace, esto indica que, por lo menos en cierto
grado, usted todavía no es una piedra, sino que es barro.

PIEDRAS VIVAS
El Señor Jesús le dijo a Pedro dos veces que él era una piedra (Jn. 1:42; Mt.
16:18). Evidentemente, él jamás lo olvidó, pues al escribir su primera epístola,
Pedro no solamente dijo que Cristo es una piedra viva, sino que también todos
aquellos que vienen a Él son piedras vivas que serán conjuntamente edificadas
como casa espiritual de Dios (1 P. 2:4-5). El Señor le recordó a Pedro que él era
una piedra, y más tarde Pedro nos recordó que nosotros también somos piedras.

EL CRECIMIENTO PRODUCIDO POR LA


PALABRA PURA
Mateo 13 nos habla sobre la necesidad de experimentar el crecimiento. En 1
Pedro 2 también se nos habla de que necesitamos crecer. Como bebés recién
nacidos debemos desear la leche pura de la palabra a fin de que crezcamos y
lleguemos a ser piedras vivas. Podemos llegar a ser piedras vivas en virtud de
nuestro crecimiento debido a que la transformación se halla implícita en el
proceso de crecimiento. Si consideramos los versículos de 1 Pedro 2,
comprenderemos que tanto el crecimiento como la transformación están
implícitos allí. Si no hubiera transformación con el crecimiento, ¿cómo podría
aquel que desea la leche llegar a ser una piedra viva? Ciertamente, los que
desean la leche todavía no son piedras vivas; sin embargo, después de beber de
la leche de la palabra, ellos crecerán y serán transformados en piedras vivas con
miras a la edificación. Nuevamente, aquí tenemos el crecimiento, la
transformación y la edificación. En Mateo 13 tenemos el crecimiento y la
transformación; en Mateo 16 tenemos la edificación. Somos piedras y el Señor
nos está edificando en la iglesia, la cual es el reino. La iglesia edificada posee
autoridad, y las puertas del Hades, que representan el poder de Satanás, no
pueden prevalecer contra ella. Ésta es la iglesia, un edificio hecho de materiales
transformados.

LA IGLESIA LOCAL
Todos tenemos que ver lo que es el reino. No es solamente una dispensación o
una esfera. El reino es la edificación de las personas regeneradas y
transformadas. Esta edificación se logra en la iglesia local. La iglesia edificada
de Mateo 16 es la iglesia local de Mateo 18. Estos dos capítulos son inseparables.
Lo edificado en Mateo 16 es la iglesia local hallada en Mateo 18. Algunos dicen
que la iglesia es únicamente una entidad universal. De ser así, ¿dónde está la
iglesia universal? La iglesia universal es la totalidad de todas las iglesias locales,
así como el cuerpo es la totalidad de todos sus miembros. Si no hay miembros,
no hay cuerpo. La iglesia universal no existe por sí misma, sino que es una
composición de todas las iglesias locales. Aquellos que hablan únicamente sobre
la iglesia universal tienen temor de ser edificados con otros en la iglesia local.
Puesto que somos piedras, tenemos que ser edificados en la iglesia local.

EDIFICADOS UNOS CON OTROS


El Señor le recordó a Pedro que él era una piedra con miras a la edificación de la
iglesia. Él no fue edificado en la iglesia universal de una manera general, sino
que fue edificado en la iglesia en la ciudad de Jerusalén de una manera práctica.
No digan que simplemente están en la iglesia. ¿En qué iglesia local están siendo
edificados? No digan que ustedes simplemente son miembros del Cuerpo de
Cristo. Es necesario que tengan una localidad. Una vez que tengan una localidad
habrán dejado de ser estrellas errantes (Jud. 13). Es imprescindible que
tengamos una localidad y seamos edificados. Una vez que tenemos una
localidad, tenemos una buena oportunidad de ser edificados. Primero tenemos
una localidad y después somos edificados. Es maravilloso emigrar, pero no
debemos ser personas que sólo se mudan de una ciudad a otra. Debemos ser
capaces de proclamar ante el universo entero que hemos sido ubicados y que
ahora estamos siendo edificados en una iglesia local en particular. No solamente
tenemos que estar en Mateo 16 en la iglesia universal, sino también en Mateo 18
en la iglesia local.

El crecimiento, la transformación y la edificación ocurren simultáneamente. No


debiéramos pensar que son tres etapas distintas. Aunque podría parecer lógico
decir que el crecimiento, la transformación y la edificación son tres etapas
separadas, esto no es verdad en la vida espiritual que llevamos en la iglesia y en
el reino. El crecimiento, la transformación y la edificación progresan juntas.
Cuanto más usted crece, más es transformado; cuanto más es transformado,
más es edificado. Así pues, la medida de su transformación está determinada
por la medida de su crecimiento, y la medida de su edificación está determinada
por su medida de transformación.

LA NECESIDAD DEL CRECIMIENTO DE LA


VIDA DIVINA
En los años venideros el Señor hará aumentar tanto el número de iglesias como
el número de santos en las iglesias. Más y más santos serán añadidos a las
iglesias locales, por lo que más iglesias serán edificadas. Quiera el Señor
hacernos entender claramente que las iglesias locales en el recobro del Señor
son absolutamente diferentes de la cristiandad actual. La cristiandad está
conformada principalmente por aquellos que son formalistas, los que son
fundamentalistas y los pentecostales. Los formalistas ponen énfasis en las
formas o prácticas que consideran correctas; los fundamentalistas enfatizan las
enseñanzas y las doctrinas; y los pentecostales enfatizan los dones. Sin embargo,
en las iglesias locales necesitamos una sola cosa: el crecimiento de la vida
divina. No tenemos necesidad de ninguna otra cosa. Aun cuando las personas
hayan recibido cierta ayuda de parte de quienes son formalistas,
fundamentalistas o pentecostales, nuestro sutil enemigo se esforzará al máximo
por impedir que ellos vayan más allá que cualquiera de estas tres tendencias.
Todos tenemos que comprender que el recobro del Señor primordialmente
necesita el crecimiento en la vida divina. Aunque hayamos recibido alguna
ayuda de parte del formalismo, el fundamentalismo y el pentecostalismo,
tenemos que avanzar e ir más allá a fin de buscar el crecimiento en la vida
divina. Únicamente el crecimiento en la vida divina nos puede llevar a la meta.

LA ÚNICA CALLE, LA CALLE DE LA VIDA


La Nueva Jerusalén está orientada hacia cuatro direcciones: el norte, el sur, el
este y el oeste. Esta ciudad tiene doce puertas, tres para cada una de estas cuatro
direcciones (Ap. 21:13), y tiene solamente una calle, la calle de la vida. No
importa de qué dirección usted venga, o a través de cuál puerta entre en la
ciudad; una vez que esté en la Nueva Jerusalén, se encontrará en la calle de la
vida. No hay calles, tales como las calles de la doctrina, el formalismo, los dones
o el don de lenguas. Hay únicamente una sola calle: la calle de la vida. La
esencia de esta calle es la vida divina. En esta calle encontramos el agua de vida,
el río de vida y el árbol de la vida (22:1-2). Todo cuanto avanza a lo largo de esta
calle está relacionado con la vida. Quizás usted haya entrado en esta ciudad por
la puerta del formalismo, o la del fundamentalismo, o la del pentecostalismo;
pero una vez que usted está verdaderamente en la Nueva Jerusalén, estará en la
calle de la vida. No hay otra calle.

Si las iglesias locales tuvieran otras calles además de la calle de la vida, esto
haría que ellas perdieran la naturaleza que es propia de una iglesia local y se
constituirían en sectas o divisiones. Si fallamos en recalcar la vida, repetiremos
la historia de la cristiandad, la cual es una historia de divisiones y de muchas
calles. Los presbiterianos se conducen por la calle presbiteriana, los bautistas
caminan en la calle bautista, los pentecostales toman la calle del don de hablar
en lenguas. Nosotros tenemos que optar por el camino de la vida. Esto no
depende de lo que decimos, sino de lo que somos. Por causa del recobro del
Señor tenemos que ver la importancia de la vida. No estamos en contra de
ninguna de las cosas positivas contenidas en la Biblia, pero deseamos que todos
los amados del Señor puedan avanzar aún más y procurar el crecimiento en
vida. Tenemos que avanzar en crecimiento y transformación. Avancemos hasta
llegar a ser una piedra preciosa y transparente para ser edificados con los
demás. Es por medio de esto que Dios obtendrá Su reino. El reino es la
edificación conjunta de los santos transformados. Cuanto más crezcamos, más
seremos transformados y edificados y tendremos la realidad del reino.

LA PIEDRA DEL ÁNGULO


En Mateo 21 los judíos se esforzaban por encontrar alguna falta en el Señor
Jesús a fin de condenarlo y hacerle que cometiese algún error. Estas personas
religiosas eran, aparentemente, muy bíblicas y se esforzaban por hacerlo todo
conforme a las Escrituras, pero el Señor Jesús les preguntó: “¿Nunca leísteis en
las Escrituras: „La piedra que rechazaron los edificadores ha venido a ser cabeza
del ángulo‟?” (v. 42). Dentro de Su corazón el Señor pensaba que tanto Él como
Sus discípulos eran piedras para la edificación. Mientras que los discípulos eran
las piedras, el Señor Jesús mismo era la piedra del ángulo. Aunque el Señor
Jesús es el Salvador y el Redentor, al enfrentarse a los religiosos que discutían
con Él, les dijo que Él era la piedra del ángulo para el edificio de Dios. Él les
estaba diciendo que la persona que ellos habían rechazado era la piedra del
ángulo para el edificio de Dios. Pedro recordó esto y, cuando los líderes
religiosos le perseguían, él les citó el mismo versículo de Salmos (Hch. 4:11; Sal.
118:22). Los cristianos citan con frecuencia Hechos 4:12, pero muy pocos de
ellos citan el versículo 11, que habla sobre la edificación. Hoy en día, a la
mayoría de cristianos lo único que les importa es su salvación personal, pero no
les importa el edificio de Dios. En el recobro del Señor tenemos que centrar
nuestra atención en el edificio de Dios. Mientras estemos en este edificio
seremos salvos. Algunos cristianos les gusta hablar de la seguridad eterna. Sin
embargo, la verdadera seguridad radica en ser edificados en el edificio de Dios.
Si somos edificados como parte de este edificio, estaremos seguros. Otros se
preocupan por la santidad. Si verdaderamente somos edificados en el edificio de
Dios, seremos separados y santificados para Dios. Otros se preocupan por su
falta de paciencia y sus arranques de mal genio. Si somos edificados en las
iglesias locales, ello pondrá fin a nuestro mal genio, y tendremos la paciencia
necesaria. Primero viene Hechos 4:11 en cuanto a la edificación, y después viene
Hechos 4:12 en cuanto a la salvación. Si somos edificados en el edificio de Dios,
ciertamente seremos salvos. El Señor Jesús no solamente es el Redentor, sino
que también es la piedra del ángulo para el edificio de Dios. Ésta es la
edificación del Señor tal como se presenta en Mateo. Cristo es la piedra del
ángulo y Sus discípulos son las piedras vivas para el edificio de Dios.

CAPÍTULO QUINCE

EL DESARROLLO DEL
CRECIMIENTO,
LA TRANSFORMACIÓN Y LA
EDIFICACIÓN
Lectura bíblica: Mt. 16:28; Mr. 9:1; Mt. 16:18-19; Ro. 14:17-18; 1 Co.
4:17, 20; 3:2, 6, 9-12, 16

La revelación de Dios en la Biblia se ciñe a un principio importante, y este es,


que lo mencionado al principio alcanza su consumación al final. Desde el
principio de la Biblia hasta el final de la misma, su revelación tiene una sola
línea y un único fluir. Por ejemplo, en Génesis 2 se menciona el árbol de la vida
y en Apocalipsis 22 se vuelve a mencionar el árbol de la vida. A lo largo de toda
la Biblia, el punto principal que se revela es la vida. Puesto que la Biblia
comienza con la vida, también termina con la vida.

El Nuevo Testamento fue escrito del mismo modo. En Mateo tenemos el


principio y en Apocalipsis vemos la compleción. La semilla es sembrada en
Mateo, el brote aparece en Hechos, el crecimiento y florecimiento del fruto
pueden verse en las Epístolas, y la cosecha tiene lugar en Apocalipsis.
Podemos aplicar este principio a tres asuntos: el crecimiento, la transformación
y la edificación. El Señor Jesús fue sembrado como semilla en nuestro ser para
crecer en nosotros, transformarnos y edificarnos, todo los cuales son aspectos
del reino. El crecimiento de Cristo en nuestro ser es también un aspecto del
reino. La transformación en virtud de la vida es otro aspecto del reino. Según
nuestro entendimiento y conceptos naturales, el reino es meramente una era, un
periodo de tiempo, o una esfera. Si bien es cierto que el significado
neotestamentario del reino los incluye, el reino es mucho más que eso. Tanto el
tiempo como la esfera están incluidos en el concepto neotestamentario del
reino, pero ellos no son el reino. Ellos no son la realidad del reino. La realidad
del reino es Cristo mismo que se forja en nuestro ser y se expande a todo
nuestro ser hasta alcanzar la madurez. El reino comenzó a venir en el tiempo de
la siembra y continúa viniendo gradualmente a medida que Él crece en
nosotros. Cuando el Cristo en nuestro interior alcance la madurez, esto
representará la plena venida, la plena manifestación del reino.

Cuando Juan el Bautista proclamó que el reino de los cielos se había acercado, el
Señor Jesús mismo fue quien vino. Juan no dijo: “He aquí, el Mesías se ha
acercado”, ni tampoco: “He aquí, el Salvador se ha acercado”, ni “El Redentor se
ha acercado”. No, él dijo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha
acercado” (Mt. 3:2). Él proclamó un reino, sin embargo, fue una Persona la que
vino. Así también, cuando el Señor Jesús encargó a Sus discípulos, primero a los
doce y después a los setenta, que predicasen el reino; lo que ellos predicaron fue
la persona viviente de Cristo. Esto constituye una prueba fehaciente de que el
reino revelado en Mateo es la persona viviente de Cristo.

No debemos olvidar quién es el Señor Jesús. Él es la persona maravillosa


revelada en el primer capítulo de Mateo, es “Jehová-más” y “Dios-más”, así
como Jehová el Salvador y Dios con nosotros. Él es el fruto de muchas
generaciones mezcladas con el Dios Triuno. Esta maravillosa persona es la
semilla del reino quien ha sido sembrada en nosotros, crece continuamente en
nosotros hasta finalmente llegar a la madurez. La semilla es sembrada en
Mateo, brota en Hechos, crece y florece en las Epístolas y es finalmente
cosechada en Apocalipsis. Tenemos que orar mucho acerca de estos puntos,
considerando todos estos versículos en la presencia del Señor, a fin de ver la
revelación y la realidad. Tenemos que vivir bajo la visión gobernante del reino.

UNA REVELACIÓN DEL REINO


Mateo no solamente es un libro de relatos o doctrinas; más bien, es un libro que
nos da una revelación del reino. El reino es el Cristo maravilloso que ha sido
sembrado en nuestro ser, el cual ahora crece en nosotros y nos transforma hasta
que lleguemos a la madurez. Finalmente, llegará el tiempo de la siega, y esta
siega será la plena manifestación del reino. Tenemos que ver esto. Tenemos que
considerar el libro de Mateo desde una perspectiva celestial, no desde la
perspectiva de meros relatos, doctrinas o enseñanzas. Si consideramos Mateo
desde una perspectiva celestial, veremos que nos revela al Señor Jesús como la
semilla del reino, como el crecimiento gradual del reino y como la plena
madurez del reino. Tenemos que ver Mateo desde tal punto de vista.
El Nuevo Testamento revela al Señor Jesús como semilla del reino que ha sido
sembrada en las personas. Cuando la semilla crece dentro de ellas, esto
constituye el crecimiento del reino. A medida que Él se propaga en el interior de
las personas, eso constituye la propagación del reino. Un día, Él habrá
madurado en muchos que le amaron. Cuando llegue tal tiempo de la madurez,
habrá llegado el tiempo de la siega, la plena manifestación del reino.

LA PROPAGACIÓN DEL SEÑOR JESÚS


¿Cómo podemos demostrar que el reino es la propagación del Señor Jesús? La
prueba más contundente la hallamos en Mateo 16:28 donde Él le dijo a Sus
discípulos que algunos de ellos no morirían hasta que hayan visto al Hijo del
Hombre viniendo en Su reino. El versículo paralelo en Marcos 9:1 dice: “...hasta
que hayan visto el reino de Dios venido con poder”. Seis días después, Él subió a
la cima de un monte con tres de Sus discípulos y se transfiguró delante de ellos.
La transfiguración del Señor Jesús era Su propagación. “Jehová-más” y “Dios-
Jehová-más” moraba en aquel pequeño nazareno llamado Jesús. En aquel
monte “Jehová-más” y “Dios-más” resplandeció desde aquel nazareno. Pedro se
asombró tanto que sólo dijo: “Señor, bueno es que nosotros estemos aquí” (Mt.
17:4). En cierto sentido, Pedro no sabía cómo responder. Lo que llamamos la
transfiguración fue, en las palabras del Señor, la venida del reino de Dios. La
venida del reino fue el resplandecer del Señor, Su propagación, Su liberación y
el Señor Jesús cubriéndonos con Su sombra. Un día, cuando experimentemos la
venida del reino en toda su plenitud, estaremos tan asombrados como lo estuvo
Pedro y no sabremos qué decir.

EL REINO EN ROMANOS
Ahora debemos considerar algunos pasajes hallados en las Epístolas. Romanos
14:17-18 nos muestra que el reino está presente hoy en día y que éste no es otra
cosa que la vida apropiada de iglesia. Según algunos maestros, el reino aún no
ha venido. Ellos afirman que la dispensación actual es la dispensación de la
iglesia y que la siguiente dispensación será la dispensación del reino. Pero aquí
Pablo dijo que “el reino de Dios no es...” (v. 17). Él no nos dijo que el reino de
Dios no será, sino que esta afirmación suya es hecha usando el tiempo presente:
“El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu
Santo”.

El versículo 18 continúa: “El que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es


aprobado por los hombres”. Estos versículos nos revelan que el reino es servir a
Cristo. Servir a Cristo no es principalmente hacer cosas para Él, sino ministrar
Cristo a los demás. Primero experimentamos a Cristo, y Cristo llega a ser
nuestro; luego ministramos a los demás el Cristo que hemos obtenido. Esto es lo
que significa servir a Cristo y este servir a Cristo es el reino.

Algunos de ustedes han leído el libro de Romanos por muchos años y tal vez
piensen que Romanos nos habla únicamente de la salvación y la justificación
por la fe. ¿Se habían percatado alguna vez que Romanos nos presenta el reino
como el servir a Cristo? Romanos 14 presenta un asunto de importancia
estratégica: el reino de Dios consiste en servir a Cristo, el ministrar a Cristo a los
demás. Por tanto, Romanos también es un libro acerca del reino.

1 CORINTIOS
Muchos de los que estuvieron involucrados en experiencias pentecostales o
carismáticas afirman que el tema de 1 Corintios es el don de hablar en lenguas.
Sustentan tal afirmación citando 1 Corintios 14:18 donde Pablo dijo que él
hablaba en lenguas más que todos ellos. En base a este versículo, llegan a la
conclusión de que todos debiéramos hablar en lenguas. No hay duda que existe
tal versículo en 1 Corintios; pero también debemos considerar 1 Corintios 4:17 y
20. El versículo 17 dice: “De la manera que enseño en todas partes, en todas las
iglesias”; si se fijan en el contexto, verán que este versículo no tiene nada que
ver con la práctica de hablar en lenguas. El versículo 20 dice: “El reino de Dios
no consiste en palabras, sino en poder”. Si consideramos estos dos versículos
juntos y tomamos en cuenta el contexto, comprenderemos que la iglesia es el
reino de Dios. En el versículo 17 Pablo dijo: “en todas las iglesias” y en el
versículo 20 dijo: “el reino de Dios”. Después de referirse a su enseñanza en
todas las iglesias, Pablo dijo que el reino de Dios no consistía en palabras, sino
en poder. Pablo usó indistintamente la iglesia y el reino para referirse a una
misma entidad, lo cual demuestra que la vida apropiada de iglesia es el reino.

La situación que impera actualmente en la cristiandad es anormal, lo cual hace


que sea difícil de ver lo que es real. Muchos se aferran al concepto de que la era
presente es la era de la iglesia y que en el futuro vendrá la era del reino. Incluso
hay quienes enseñan que no es necesario ni es posible tener la vida apropiada de
iglesia en la actualidad. Pocas personas saben lo que es la iglesia, y aún menos
saben que la iglesia es el reino.

LA VIDA DE IGLESIA ES EL REINO


Tanto en Romanos como en 1 Corintios Pablo da a entender con toda claridad
que la vida de iglesia es el reino. Mateo indica lo mismo: “Edificaré Mi iglesia
[...] Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos” (Mt. 16:18-19). La iglesia
edificada por el Señor Jesús es el reino. La semilla que fue sembrada en Mateo
crece y se desarrolla en las Epístolas. Por tanto, Pablo también nos dice que la
iglesia es el reino. Al hablar de la iglesia como el reino, el Señor Jesús lo hizo de
una manera muy sencilla, debido a que las semillas están en el libro de Mateo.
En las Epístolas, Pablo expone sobre la iglesia como el reino de una manera más
completa. Necesitamos todo el libro de Romanos y todo el libro de 1 Corintios
para poder conocer la iglesia como el reino.

ALIMENTARNOS PARA EL REINO


Teniendo esto como base, podemos abordar 1 Corintios 3. Por supuesto que la
palabra reino no se encuentra en este capítulo, pero otros versículos en este
libro nos dan a entender que la vida de iglesia es el reino (4:17, 20). En primer
lugar, Pablo dice: “Os di a beber leche”. Para obtener la iglesia como el reino
tenemos necesidad de ser alimentados. Pablo no dijo: “Os enseñé”, sino que
dijo: “Os di a beber leche”. No tenemos necesidad de enseñanzas; lo que
necesitamos es ser alimentados. Tenemos necesidad de beber y comer. Tanto la
leche como la carne mencionadas en el versículo 2 son Cristo. Él es nuestro
alimento. Cuando Pablo dijo: “Os di a beber leche”, esto significa que él los
alimentó con Cristo. Cuánto anhelamos ver a todos los que asumen el liderazgo
en todas las iglesias locales ocupados constantemente en alimentar con Cristo a
los más jóvenes.

Aun cuando Pablo era un gran maestro, él también era muy diestro en
alimentar. Él alimentaba a las personas con Cristo. Después, Pablo continuó
diciendo que él había sembrado, que Apolos había regado y que Dios había dado
el crecimiento (v. 6). Al final, Pablo pudo decir que por la gracia que le fue dada,
él era como un sabio arquitecto (v. 10). Pablo era una persona maravillosa, pues
él sabía alimentar, plantar y edificar. Por causa del reino de Dios en las iglesias
locales hoy en día, nosotros también tenemos que saber alimentar, plantar y
edificar. Tenemos que alimentar a las personas así como sembrar la semilla.
Tenemos que plantar hortalizas, las cuales mediante el crecimiento y la
transformación, llegarán a ser minerales: el oro, la plata y las piedras preciosas.
¿Cómo es posible que la labranza llegue a convertirse en minerales? ¿Qué clase
de árbol plantó Pablo para que éste, a medida que creciera, se convirtiera en
oro, plata y piedras preciosas? Pablo dice: “Vosotros sois labranza de Dios,
edificio de Dios” (v. 9). ¿Cómo podemos reconciliar estas dos cosas? La labranza
está formada por plantas, mientras que el edificio está hecho primordialmente
de piedras y minerales. ¿Cómo podemos ser tanto plantas como minerales? La
respuesta es: la vida que crece en nuestro ser es una vida que nos transforma.
Además de crecer, nos transforma. Mientras crece, nos transforma y cuanto más
crece, más nos transforma. Es esta vida la que nos transforma de plantas en
minerales.

Ahora podemos ver que el concepto presentado por Pablo en 1 Corintios 3 es


exactamente el mismo que el presentado por el Señor en Mateo 13. Como ya
hemos visto, las primeras cuatro parábolas se relacionan con la vida vegetal. La
semilla crece, madura y produce la harina fina. Las siguientes dos parábolas
tratan sobre el tesoro y la perla, las cuales representan algo que ha sido
transformado. Por tanto, en Mateo 13 tenemos tanto el crecimiento como la
transformación. En 1 Corintios 3 también tenemos el crecimiento y la
transformación. El concepto es exactamente el mismo. Después de Mateo 13, el
Señor nos dijo que las piedras sirven para la edificación. “Yo también te digo,
que tú eres piedra [lit.], y sobre esta roca edificaré Mi iglesia” (Mt. 16:18). En
Mateo vemos el crecimiento y la transformación cuya finalidad es producir
piedras para la edificación. En Mateo todo esto se encontraba en forma de
semilla y, hasta cierto punto, no se había desarrollado; pero en 1 Corintios 3
podemos ver claramente el crecimiento de esa semilla así como su
florecimiento. Pablo plantó, Apolos regó y Dios dio el crecimiento. Después del
crecimiento viene la transformación. Mientras la planta crece es transformada
en oro, plata y piedras preciosas a fin de convertirse en los materiales útiles para
el edificio de Dios. Finalmente, el que planta se convierte en aquel que alimenta,
y el que alimenta se convierte en el edificador. El reino es plantar, alimentar,
regar, hacer crecer, transformar y edificar. Finalmente Pablo dice: “Sois templo
de Dios” (1 Co. 3:16). Ésta no es una organización cristiana ni una sociedad
religiosa; sino la iglesia, el reino. El reino es algo que ha sido plantado, que
crece, que ha sido transformado y que es edificado hasta llegar a ser el templo
de Dios.

CAPÍTULO DIECISÉIS

LA SIEGA DEL CRECIMIENTO,


LA TRANSFORMACIÓN Y LA
EDIFICACIÓN
Lectura bíblica: 2 Co. 3:6b, 17, 18; Ro. 12:2, 5; Ef. 4:22-24; Ap. 4:2-3;
21:10-11, 18a, 19a

Como vimos en el capítulo anterior, 1 Corintios 3 nos habla del crecimiento, la


transformación y la edificación. Estos mismos temas pueden ser vistos en el
libro de Efesios. Tanto Efesios 2:20-22 como Efesios 4:12-16 guardan relación
con el crecimiento, la transformación y la edificación.

LAS PERSONAS DOTADAS PERFECCIONAN


A LOS SANTOS
Las personas dotadas mencionadas en Efesios 4:11, es decir: los apóstoles, los
profetas, los evangelistas, y los pastores y maestros, existen con la finalidad de
perfeccionar a los santos (v. 12). Las personas dotadas no edifican directamente
la iglesia, sino que su responsabilidad es perfeccionar a los santos. Como
resultado de su obra de perfeccionamiento, los santos serán aptos y estarán
equipados para desempeñar su función como miembros del Cuerpo que
directamente edifican las iglesias. No es el Señor Jesús ni tampoco las personas
dotadas, tales como los apóstoles y evangelistas, quienes edifican las iglesias
directamente; más bien, son los miembros que han sido perfeccionados, o sea,
aquellos que han sido equipados y hechos aptos para desempeñar su función,
quienes edifican directamente las iglesias.

PERFECCIONADOS POR EL CRECIMIENTO


EN VIDA
¿Qué quiere decir perfeccionar a los santos? Durante los primeros años de mi
ministerio yo pensaba que perfeccionar a los santos consistía en dotarlos de
alguna capacidad o de un arte espiritual; y basándome en ello procuré
adiestrarlos. Con el tiempo aprendí que éste no era el entrenamiento apropiado.
Efesios 4:12 habla del perfeccionamiento de los santos, y el versículo 13 habla de
un hombre de plena madurez. El versículo 14 nos habla de que ya no debemos
ser niños, y el versículo 15 nos insta a crecer en todo en Cristo. Todos estos
versículos guardan relación con el crecimiento. Perfeccionar a los santos implica
ayudarles a crecer a la estatura de un hombre de plena madurez, para que ya no
sean niños, o sea, ayudarles a crecer en todo en Cristo. Según el contexto de
Efesios 4, perfeccionar a los santos es simplemente ayudarles a crecer. Como
miembros vivientes del Cuerpo de Cristo, los santos necesitan crecer.

Esto también se aplica al cuerpo humano. Cuando un niño nace, él es una


persona completa, tiene todos sus órganos, tiene orejas, ojos, lengua, labios y
todos sus demás miembros y órganos. Sería innecesario así como imposible
añadir más órganos a un bebé recién nacido pues, en términos orgánicos, es una
persona completa. Este niño tiene todos los órganos que sus padres también
tienen. No obstante, aun cuando está completo orgánicamente, él no está
completo en cuanto al ejercicio de sus funciones y facultades. Por tanto, este
bebe necesita ser perfeccionado. Perfeccionarlo implica hacer que él crezca.
Después de crecer por el lapso de un año, podrá caminar. Después de cierto
periodo de tiempo, comenzará a hablar. Él nació con dos pies y una boca, pero
carecía de la capacidad para caminar y hablar. Cuanto más crezca, más será
perfeccionado. En otras palabras, él llegará a ser plenamente apto y estará
completamente equipado. Aun cuando este niño tiene todos los órganos
necesarios al nacer, él todavía necesita la medida adecuada de crecimiento antes
que la capacidad de estos órganos pueda manifestarse. Por ejemplo,
inmediatamente después de su nacimiento los ojos de un bebé no son muy
útiles. Aun cuando tiene ojos, su capacidad para desempeñar su función visual
es muy limitada debido a la falta de crecimiento. Con el crecimiento apropiado,
los ojos comenzarán a desempeñar su función después de un breve plazo. Los
órganos de la vista están ya presentes al momento de nacer, pero la capacidad
de ver se desarrolla con el crecimiento.

¿Qué significa entonces perfeccionar a los santos en la iglesia? No significa


añadirles algo. No debiéramos hacer esto; de hecho, no podemos hacer esto con
los santos. Más bien, debemos ayudarles a crecer. Todos los santos tienen que
crecer hasta llegar a ser un hombre de plena madurez y dejar de ser niños. Ellos
tienen que crecer en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo.

LA MANERA DE CRECER
¿Cuál es la mejor manera, de hecho la única manera, de ayudar a los niños a
crecer? Todas las madres saben que la mejor manera no es enseñándoles, sino
alimentándoles. Es la alimentación, y no la enseñanza, lo que hace que los niños
crezcan. Por eso Pablo dijo: “Os di a beber leche” (1 Co. 3:2). Igualmente, ¿cómo
podemos perfeccionar a los santos? No debemos enseñarles solamente, sino que
debemos alimentarlos. Pablo plantó, y Apolos regó (v. 6). Regar las plantas es
alimentarlas. Lo que necesitan las iglesias, que son el reino, para el
perfeccionamiento de los santos, no son enseñanzas, sino alimentación. Las
madres saben bien que los pequeños son perfeccionados año tras año mediante
el crecimiento. Debido al crecimiento ellos pueden hacer muchas cosas; pero
esto no significa que esos niños carecían de los órganos necesarios antes que la
obra de perfeccionamiento comenzara, sino que ellos simplemente no habían
desarrollado su destreza. Estas destrezas son desarrolladas únicamente
mediante el perfeccionamiento, y el perfeccionamiento proviene de la
alimentación que los ayuda a crecer. Tal alimentación es lo que todas las iglesias
como el reino necesitan hoy.
LAS ENSEÑANZAS Y LOS DONES
Después de escuchar algunos de mis mensajes, algunos se disgustaron y dijeron:
“Usted dice que no tenemos necesidad de enseñanzas, dones o normas que nos
regulen. Pero ¿no cree usted que las enseñanzas son de alguna ayuda? ¿Acaso
no son necesarios los dones? ¿No piensa usted que es bueno tener ciertas
ordenanzas?”. Mi respuesta fue, que todo depende de cómo ustedes usen todo
ello. Estas cosas están bien si propician el crecimiento, pero lo trágico del caso
es que muchos maestros de la Biblia únicamente ayudan a las personas a
conocer la Biblia, pero no las ayudan a crecer. Sé esto por experiencia propia,
debido a que durante siete años y medio estuve recibiendo la impartición de la
mejor enseñanza bíblica disponible y, sin embargo, como resultado de recibir
tales enseñanzas durante ese periodo de tiempo, no experimenté ni un poco de
crecimiento en la vida divina. Muchos han tenido esta misma experiencia. Tal
vez, en algunos casos excepcionales, las enseñanzas bíblicas hayan podido
ayudar a crecer a las personas un poco, pero no las ayudaron mucho. Así pues,
todo depende de si la enseñanza le proporciona a la gente el crecimiento en vida
o no.

Lo mismo se aplica a los dones. Yo estuve personalmente involucrado en tales


experiencias, en especial con las lenguas. Lamento decir que no puedo testificar
que las personas que hablaban en lenguas experimentaron el crecimiento en la
vida divina. No las critico ni tampoco las menosprecio, pero tengo que ser fiel y
honesto y decir la verdad. Ustedes pueden constatar esto entre las muchas
personas que actualmente hablan en lenguas; ¿dónde está el crecimiento? Hoy
en día las iglesias, como el reino de Dios, necesitan algo que las ayude a crecer
en la vida divina. Si hablar en lenguas ayudase a los santos a experimentar tal
crecimiento, estaría a favor de ello; pero yo mismo dejé de practicar aquello
porque descubrí que no producía crecimiento alguno. Hablar en lenguas puede
despertar nuestro corazón y nuestro espíritu, pero una vez que usted ha sido
despertado, tiene que inmediatamente tornarse a la vida divina; de otro modo,
estará hambriento. No importa cuánto ejerza sus dones, permanecerá
hambriento. Hablar en lenguas jamás le alimentará. Tal vez usted diga que le da
cierta satisfacción, pero ¿ha crecido?

Incluso solo el crecimiento no es adecuado. El crecimiento apropiado produce


transformación, produce un cambio genuino en nuestro vivir, un cambio
metabólico en nuestro ser. La transformación es la verdadera evidencia de
nuestro crecimiento. Después de la transformación viene la edificación. El
verdadero crecimiento produce la transformación y la transformación tiene
como fruto la edificación. Por el contrario, la mayoría de los que hablan en
lenguas son muy independientes. Damos gracias al Señor si usted recibió alguna
ayuda al hablar en lenguas, pero si se queda allí, podría convertirse en una
persona independiente e individualista.

Sé esto por experiencia propia. Yo estuve involucrado en tales prácticas y vi esto


con mis propios ojos. En las reuniones que se celebran para ejercitar los dones
espirituales, a la mayoría no les importan los demás; cada uno se preocupa por
su propia práctica de los dones. Igualmente, en su vida diaria las personas que
suelen hablar en lenguas tienen dificultad en ser uno con los demás. A lo largo
de la historia de la iglesia, nadie ha sido más divisivo que aquellos que hablan en
lenguas. Casi toda persona que habla en lenguas constituye una división en sí
mismo. Pese a ello, entre quienes hablan en lenguas se tiene una especie de
certeza de que si todos los creyentes hablaran en lenguas, todos serían uno. Pero
esto es superstición, ya que la historia demuestra lo contrario. No podemos
encontrar la unidad apropiada entre los que hablan en lenguas. Nuestra
necesidad actual es el crecimiento apropiado cuyo fruto es la transformación y la
edificación. Esto producirá la unidad verdadera.

EL CRECIMIENTO EN LA VIDA DIVINA


¿Por qué el apóstol Pablo escribió 1 Corintios 3 de la manera que lo hizo? ¿Por
qué dijo que él plantó, que Apolos regó y que Dios dio el crecimiento? ¿Por qué
afirmó que le fue dada la gracia para que, como sabio arquitecto, pusiese el
fundamento sobre el cual otros edificarían con oro, plata y piedras preciosas, o
con madera, hierba y hojarasca? Es necesario considerar el libro entero para
entender por qué Pablo escribió de esta manera. En 1 Corintios 1:5 y 7, Pablo le
dijo a los corintios que ellos poseían todo el conocimiento y que nada les faltaba
en ningún don. Pero después, en 1 Corintios 3:1, él les dijo que no podía
hablarles como a hombres espirituales, porque ellos todavía eran carnales y
niños en Cristo. Es por esto que decimos que el mero conocimiento bíblico y los
dones, en sí mismos, no son de ayuda. Los corintios tenían ambos, pero estaban
muy carentes de crecimiento en vida. En las iglesias locales ciertamente no
somos ni sectarios ni elitistas, pues recibimos todo lo que sea apropiado que
proceda del Señor. No nos oponemos al conocimiento bíblico, ni tampoco nos
oponemos a los dones. Pero la obra de recobro actual que realiza el Señor no
depende del conocimiento ni de los dones, sino del crecimiento en la vida
divina. Durante los pasados ciento cincuenta años se han recobrado una serie de
doctrinas y dones, pero el crecimiento en la vida divina no ha sido recobrado de
la manera adecuada. Hoy en día, nuestra carga actual es el recobro del
crecimiento en vida. Es bueno que ustedes posean conocimiento bíblico y que
hablen en lenguas, pero no se queden allí. Tienen que avanzar al crecimiento en
vida. Ciertamente existe el peligro que quienes poseen conocimiento bíblico se
queden allí y que quienes experimentaron los dones se conformen con ello. Es
imprescindible que avancen. Es posible que el conocimiento les sirva como
puente para pasar de un lado a otro, pero no se queden en ese puente; tienen
que avanzar para llegar a la vida.

LAS ESTRUCTURAS BÁSICAS


El libro de Mateo no enfatiza ni el conocimiento bíblico ni los dones; más bien,
pone énfasis en la semilla de la vida divina y en el crecimiento de esta semilla
con la consiguiente transformación a fin de producir los minerales útiles para la
edificación de la iglesia (Mt. 13). El Señor le dijo a Pedro que él era una piedra, y
le anunció que Él edificaría Su iglesia y le daría a Pedro las llaves del reino (Mt.
16). Éstos son algunos asuntos básicos hallados en el libro de Mateo. Las siete
parábolas en Mateo, los misterios del reino, son también elementos básicos. Por
el contrario, temas como la sanidad y el hablar en lenguas no forman parte de la
estructura básica. La estructura básica está conformada por la semilla, el
crecimiento, la transformación y la edificación. Ciertamente no me opongo al
conocimiento bíblico ni a los dones, pero estoy en contra de que estos asuntos se
enfaticen demasiado. A algunos de los que hablan en lenguas no les interesa
otra cosa que hablar en lenguas. La iglesia no es una iglesia dedicada a hablar en
lenguas, y el recobro del Señor no consiste en recobrar la práctica de hablar en
lenguas. Aun cuando hablar en lenguas pueda haber sido de ayuda para algunos,
no es un asunto fundamental. Los asuntos básicos son la semilla, el crecimiento,
la transformación y la edificación.

EN LAS EPÍSTOLAS
Lo que es sembrado como semilla en Mateo 13 es desarrollado en 1 Corintios 3.
Allí vemos el crecimiento, la transformación y la edificación con los materiales
preciosos. El conocimiento bíblico es bueno, pero no debemos quedarnos allí.
Todos tenemos que crecer. El Señor está buscando la edificación que proviene
del crecimiento en vida, y la transformación por la vida. Ninguna otra cosa
logrará satisfacerle.

La consumación suprema de la Biblia es la Nueva Jerusalén. En la Nueva


Jerusalén no encontramos los dones, ni el conocimiento ni las ordenanzas. Allí
únicamente encontramos el fluir de la vida, el árbol de la vida, el oro, las perlas
y las piedras preciosas.

Perfeccionar a los santos no consiste simplemente en enseñarles la Biblia o en


adiestrarlos para que usen sus dones. Perfeccionar a los santos consiste en
alimentarlos y ayudarles a crecer. Si hablar en lenguas y adquirir conocimiento
bíblico ayudó a tales personas de alguna manera, damos gracias a Dios; pero
estas personas deben avanzar de una manera positiva a fin de experimentar el
crecimiento de la vida divina. Perfeccionar a los santos es hacer que ellos
crezcan hasta que lleguen a ser un hombre de plena madurez. ¿Ha producido la
práctica de hablar en lenguas este crecimiento? ¿Ha producido un hombre de
plena madurez? Más bien, aquellos que enfatizan los dones son “niños [...]
zarandeados por todo viento de enseñanza” (Ef. 4:14). Entre ellos no está
presente el hombre de plena madurez. Ellos no saben cómo crecer en todo en
Cristo con miras a edificar directamente el Cuerpo. Efesios 4:15 nos exhorta a
que crezcamos en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo. Después, el versículo
16 nos dice que después de crecer en aquel que es la Cabeza, tenemos que ser
bien unidos y entrelazados por todas las coyunturas del rico suministro,
conforme a la función de cada miembro en su medida. Es de este modo que el
Cuerpo, la iglesia, es edificado directamente.

No seáis distraídos por ninguna otra cosa. Si bien el conocimiento bíblico podría
ser de ayuda, no debemos ser distraídos por ello. Quizás los dones pueden ser de
ayuda, pero no deben ser una frustración para nosotros. Después de usar estos
puentes a fin de pasar de un lado a otro, debemos dejarlos atrás y proseguir para
ir en pos del crecimiento en vida que producirá una transformación adecuada y
apropiada. Entonces obtendremos el oro, las perlas y las piedras preciosas para
el edificio de Dios. La intención de Dios es tener un edificio.

Mateo no nos habla de los dones ni del conocimiento bíblico, y en 1 Corintios


Pablo tiene en menos a ambos. Tampoco en Efesios ni en Romanos se habla
mucho de los dones, aunque en Romanos sí se menciona el don de la
hospitalidad y algunos otros. Ciertamente necesitamos del don de la
hospitalidad. Aunque usted hable mucho en lenguas, si tiene que hospedar a
tres visitantes en su casa por un periodo de tiempo, probablemente se ponga en
evidencia cuán poco crecimiento tiene. Necesitamos el crecimiento en vida. Para
la edificación de las iglesias locales no necesitamos de los presuntos dones; lo
que necesitamos es el crecimiento.

EL LIBRO DE APOCALIPSIS
Ahora veremos la cosecha en Apocalipsis. La semilla está en Mateo, su
crecimiento se halla en las Epístolas y la cosecha está en Apocalipsis. El cuadro
de la ciudad presentado en Apocalipsis 21 y 22 es muy claro. Aquella ciudad no
está edificada con barro o ladrillos. Todas las ciudades que fueron construidas
por el enemigo como edificios falsos fueron hechas de ladrillo. La torre de Babel
fue hecha de ladrillos (Gn. 11:3), así como también las dos ciudades que edificó
el Faraón valiéndose de los esclavos israelitas (Éx. 1:11, 14). Los ladrillos están
compuestos de barro más la labor humana. Pero Dios jamás edifica de esta
manera. Su edificio está compuesto de oro, perlas y piedras preciosas; no tiene
nada de barro ni nada hecho por manos humanas. El edificio de Dios es
maravilloso a nuestra vista porque es por completo obra Suya. Ningún hombre
puede manufacturar los materiales requeridos para el edificio de Dios. El oro,
las perlas y las piedras preciosas son producidos por Dios mismo. Todo lo que
forma parte de la Nueva Jerusalén ha sido transformado. En el centro de esta
ciudad está el trono de Dios (Ap. 22:1, 3), lo cual denota el reino. El trono
representa la autoridad reinante. El gobierno y reinado de Dios están allí. Del
trono sale un río de agua de vida que riega toda la ciudad, y dentro del río de la
vida crece el árbol de la vida que alimenta la ciudad (vs. 1-2). Este cuadro
significa que regar y alimentar produce el crecimiento, la transformación y la
edificación. Ésta es la cosecha de la semilla sembrada en Mateo.

UN ANTICIPO
No es necesario esperar por un periodo de tiempo para que en el futuro
lleguemos a disfrutar de ser alimentados y regados, de crecer y ser
transformados, y de ser edificados. Nosotros en el recobro de las iglesias que el
Señor realiza estamos capacitados y somos privilegiados de disfrutar un anticipo
ahora. Claro, todavía no tenemos el pleno disfrute, pero el anticipo del cual
disfrutamos indica que viene el pleno disfrute. Las hermanas que cocinan
gustan de un anticipo de la comida que preparan antes de que sea servida; así
pues, su anticipo es indicio del pleno disfrute que tendrán. En realidad, el
anticipo de una comida es exactamente igual al disfrute pleno, sólo que en
pequeña escala. No es posible que el anticipo de una comida sea salada y que en
su pleno sabor sea dulce. El pleno sabor que tendremos en la Nueva Jerusalén
es lo que ahora disfrutamos en las iglesias locales a manera de anticipo.

El banquete completo incluye el río de la vida, el árbol de la vida, el crecimiento,


la transformación y la edificación. ¿Entonces, el conocimiento bíblico y los
dones? No están en la Nueva Jerusalén. En la Nueva Jerusalén podemos ver el
río de la vida y el árbol de la vida. Vemos el crecimiento, la transformación y la
edificación. Vemos una ciudad construida con oro, perlas y piedras preciosas.
Esto es todo lo que vemos. Puesto que éstas son las cosas presentes en el
banquete completo, no debiéramos añadir ninguna otra cosa a nuestro anticipo.
Más bien, debemos disfrutar de todos estos elementos como parte del anticipo.
Apocalipsis 21 y 22 nos muestra un cuadro completo del reino como nuestro
banquete completo.

LA TRANSFORMACIÓN
La transformación es crucial para la obra de edificación que Dios efectúa. En el
cristianismo se sabe muy poco acerca de la transformación. Incluso si uno
escucha a los predicadores más destacados e investiga en las bibliotecas y
librerías, será muy poco lo que encuentre sobre el tema de la transformación.
¿Qué es la transformación? La transformación significa que el Señor Jesús, la
simiente de vida, con todos Sus ricos elementos es añadido a nuestro ser. Su
esencia es el Espíritu todo-inclusivo. Este Espíritu es tanto la esencia del Señor
Jesús como Su elemento. Inmediatamente después que usted fue salvo, Él
comenzó a impartir Su elemento en usted. Día tras día, en la medida en que
usted se abra a Él y le dé la oportunidad, Él impartirá Su elemento a su ser. Las
doctrinas no son el elemento de Cristo. Únicamente Cristo, o sea, el Espíritu
vivificante y todo-inclusivo, es el elemento. Tal Cristo como Espíritu todo-
inclusivo se imparte en su espíritu, y de su espíritu se expande a todo su ser. Él
se expandirá en su corazón, mente, parte emotiva y voluntad. Este elemento de
Cristo es verdaderamente un elemento transformador. Una vez que este
elemento entra en nuestro ser, algo sucede. Por ejemplo, después que las
madres alimentan a sus hijos, el alimento es digerido y asimilado por ellos. El
elemento de aquellos alimentos entra en el torrente sanguíneo de esos niños y
después penetrará sus células y tejidos orgánicos, haciéndoles crecer.

El crecimiento siempre está acompañado de metabolismo. El metabolismo no


implica un cambio externo, sino un cambio interno que es el resultado de que
un nuevo elemento ha sido añadido a nuestro ser. Este nuevo elemento elimina
lo viejo y produce algo nuevo. Supongamos que un joven tiene el rostro muy
pálido. Si deseo cambiar su apariencia externa, podría aplicar polvos rosados a
sus mejillas a fin de cambiar el color de su rostro. Es de este modo que los
empleados de una funeraria cambian la apariencia de los cadáveres. Ellos hacen
alteraciones cosméticas para embellecer los cadáveres. Pero, no importa cuán
bello se vea, continúa siendo un cadáver. Esta clase de embellecimiento o
cambio externo no es la transformación. No intenten cambiar la apariencia de
una persona al aplicarle color a sus mejillas con cosméticos; más bien,
aliméntenla con leche, carne, manzanas y otros alimentos saludables. Después
de unas cuantas semanas podrán ver cierto grado de auténtica transformación.
En Efesios 3:8 Pablo dijo que él predicaba como evangelio las inescrutables
riquezas de Cristo. Esto quiere decir que él alimentaba a las personas con las
riquezas de Cristo. En 1 Corintios Pablo dijo: “Os di a beber leche” (3:2). Luego
dijo que Cristo es nuestro alimento espiritual y nuestra bebida espiritual (10:3-
4).

En 2 Corintios 3:6 Pablo dijo que la letra mata. La letra se refiere al texto en
blanco y negro de la Biblia. La letra mata, pero el Espíritu vivifica. Es
imprescindible que obtengamos el Espíritu. ¿Quién es el Espíritu? “Fue hecho
[...] el postrer Adán, Espíritu vivificante” (1 Co. 15:45). “El Señor es el Espíritu”
(2 Co. 3:17). La Palabra pura dice que la letra mata, mas el Espíritu vivifica. “El
Señor es el Espíritu”. ¿Qué debemos hacer, entonces? Simplemente tenemos
que abrir nuestro ser continuamente y decir: “¡Oh, Señor Jesús! ¡Ven, Señor
Jesús! ¡Lléname, Señor Jesús!”. Tenemos que abrirnos a Él y dejar que Cristo
nos llene. Si uno es fiel para recibirle de manera constante y completa, Él se
propagará a nuestro ser interior. Mediante la digestión y asimilación
apropiadas, su ser será saturado de todos los elementos nutritivos de Cristo.

Estos elementos no solamente nutren, sino también aniquilan. Así como con los
buenos alimentos obtenemos el poder para aniquilar ciertos gérmenes, el
elemento de Cristo también trae consigo cierto poder aniquilador. El poder
aniquilador de la cruz se halla en el Espíritu todo-inclusivo de Jesucristo.
Cuanto más uno tome al Espíritu en su ser y más profundamente este Espíritu
penetre en nuestro ser, más las cosas negativas y que corrompen —la carne, la
levadura y las cosas mundanas— serán aniquiladas. Además, uno recibirá el
nutrimento, crecerá y será transformado. Mediante esta transformación uno
podrá ser conjuntamente edificado con otros. El conocimiento y los dones no
pueden transformarnos ni hacer que seamos edificados juntos. Únicamente el
Espíritu de vida puede realizar esta obra.

LA FORMA DE LA VIDA
Dentro del proceso de transformación está el dar la forma de la vida. En toda
clase de vida está la esencia de dicha vida, el poder de la vida, la ley de la vida y
la forma propia de dicha vida. El elemento de Cristo contiene intrínsecamente el
elemento divino; cuanto más disfrute de Cristo al comerle y ponerlo dentro de
uno, más el elemento divino saturará nuestro ser. Este elemento, la vida de
Dios, tiene una esencia, un poder, una ley y una forma. A medida que crece en
nuestro ser, este elemento nos regulará y nos dará cierta forma,
conformándonos a la imagen y a la forma de Cristo. Cuanto más seamos
transformados, más seremos conformados a la imagen de Cristo. Efesios 4:22
dice que “os despojéis del viejo hombre”. ¿Cómo podremos despojarnos del
viejo hombre? Cuanto más nos esforzamos por despojarnos de él, más él regresa
a nosotros. Únicamente el elemento de Cristo puede hacer que el viejo hombre
sea desechado de nuestro ser. Cuanto más el elemento de Cristo elimina al viejo
hombre, más nos despojamos de él. La mejor manera de deshacernos del viejo
hombre es comer algo nuevo de Cristo. Esto hará que toda vejez sea desechada.
Esto es lo que significa despojarse del viejo hombre. La manera práctica de
despojarse del viejo hombre es al ingerir a Cristo. Cuanto más Él entre en
nuestro ser, más serán desechados los elementos del viejo hombre.

El resultado de este proceso será algo nuevo: el Cristo corporativo, Cristo como
el nuevo hombre corporativo. El nuevo hombre es la iglesia y es la realidad del
reino. Vestirse del nuevo hombre equivale a vestirse del reino; vestirse de la vida
de iglesia equivale a vestirse del reino. El reino es la propagación del Señor
Jesús. Después que Él entra en nuestro ser, se propaga dentro de nosotros y
hace que toda vejez sea eliminada. Entonces estamos en el reino. Efesios 4:24
afirma que el nuevo hombre es creado según Dios. No solamente el viejo
hombre es eliminado de nuestro ser, sino que, además, el nuevo hombre viene a
reemplazarlo. Este nuevo hombre es el hombre corporativo creado a la imagen
de Dios.

Génesis 1:26 afirma que el hombre fue creado a imagen de Dios, pero
únicamente mediante la propagación de Cristo en nuestro ser tendremos la
verdadera imagen de Dios y podremos ejercer Su dominio. Si no expresamos la
imagen de Dios, difícilmente ejerceremos el dominio de Dios. La imagen de Dios
tiene como finalidad el reino de Dios. Si tenemos Su imagen, podremos
representarle; llegaremos a ser representantes de Dios. Esto es el reino. Por
tanto, la imagen tiene como finalidad el reino.

Cuando leemos Apocalipsis vemos que en el universo hay un trono y que Dios
está sentado en él. Su aspecto es semejante a piedra de jaspe y de cornalina (Ap.
4:2-3). El jaspe es una piedra de un color verde claro que es transparente y
resplandeciente, la cual representa a Dios mismo; la cornalina es una piedra de
color rojo, que representa a Cristo como el Cordero redentor. En Apocalipsis
22:1 vemos a Dios sentado en el trono y también vemos al Cordero.

Finalmente, el muro de la Nueva Jerusalén está edificado con jaspe, y la ciudad


tiene el aspecto del jaspe (21:11, 18). Esto quiere decir que la ciudad tiene el
aspecto de Dios, pues la gloria y el resplandor de la ciudad son la gloria y el
resplandor propios del jaspe. Además, de las doce capas de cimientos hechos de
piedras preciosas, la primera capa es de jaspe (21:19). Por tanto, la ciudad
entera tiene el aspecto del jaspe, o sea, el aspecto de Dios. Esto no solamente
implica transformación, sino también conformación. El edificio de Dios, la
Nueva Jerusalén, será conforme a Dios y llevará Su imagen.

Hoy en día hay algunos que enseñan que cada iglesia local debería poseer sus
propios rasgos distintivos y tener un aspecto diferente. Pero si leyeran los dos
últimos capítulos de Apocalipsis, verían que la ciudad entera, desde cualquier
dirección tiene un mismo aspecto. La ciudad tiene una sola expresión y una sola
imagen: la imagen y expresión de Dios. La ciudad está orientada en cuatro
direcciones; no obstante, su aspecto es uno solo.

En el mismo principio, hay muchas iglesias locales, pero todas ellas son
candeleros de oro. Ninguna tiene su propia expresión, tales como plata, cobre,
bambú o arcilla. Sin embargo, hay quienes dicen que cada iglesia local debe ser
distinta. Esto es que si una expresa el oro, la otra debe expresar el bambú; si una
es de oro, la otra debe ser de cobre. Pero según Apocalipsis 1:12 y 2:1, todos los
candeleros son de oro. Si uno fuera a cambiar de posición los candeleros, sería
difícil identificarlos. Debido a su orgullo, a las personas les encanta ser
independientes, diferentes a los demás e individualistas.

Juan el Bautista proclamó: “El reino de los cielos se ha acercado”, y el Señor


Jesús repitió estas mismas palabras (Mt. 3:2; 4:17). Hoy en día vemos una
situación muy diferente. Si uno predicase que el reino de los cielos se ha
acercado, otro, rehusándose usar los mismos términos, podría predicar que la
iglesia se ha acercado. A la gente le gusta hablar algo nuevo para demostrar
cuán hábiles son. Ésta no es la manera que corresponde al reino de Dios. En el
reino de Dios todos los candeleros son de oro. Al final, todos los candeleros
perderán su identidad. Cuando los siete candeleros son colocados juntos, no se
debe notar ninguna diferencia entre ellos. Al final, la ciudad entera de la Nueva
Jerusalén expresará la única imagen de Dios y el único aspecto de Dios.

CAPÍTULO DIECISIETE

LA TRANSFORMACIÓN: UNA
SEMILLA
EN LA PARÁBOLA DE LAS DIEZ
VÍRGENES
Lectura bíblica: Mt. 25:1-13; 24:40-42; Pr. 20:27; Ro. 9:21, 23-24

En este capítulo abordaremos la parábola de las diez vírgenes de Mateo 25:1-13.


En esta parábola encontramos algo muy básico, y sin embargo, a través de los
siglos los cristianos no han logrado captarlo en toda su extensión. De todas las
parábolas del libro de Mateo, la de las diez vírgenes es la más misteriosa. Si ella
fuera una parábola desligada del resto de la Biblia, sería imposible entenderla.

Como vimos en el capítulo anterior, a partir de Mateo 13 el Señor dejó de hablar


abiertamente sobre el reino y comenzó a hacerlo en parábolas y de una manera
misteriosa. En Mateo 13:10-17 Él dio una razón para hablar en parábolas: las
personas religiosas suponían estar de parte de Dios y conocer las Escrituras,
pero en realidad ellas no estaban del lado de Dios ni entendían las Escrituras.
Por tanto, el Señor comenzó a esconder el reino de tales personas, haciendo que
fuese un misterio, y comenzó a revelárselo a quienes realmente tomaban en
serio las cosas del Señor, o sea, a aquellos que eran pobres en espíritu y puros de
corazón. Únicamente quienes son pobres en espíritu y puros de corazón pueden
captar los misterios del reino. Desde Mateo 13 hasta el final del libro, siempre
que el Señor habla del reino, lo hace en la forma de un misterio.

Alabamos al Señor que hoy, por la revelación de todas las Escrituras, no nos
resulta difícil entender esta parábola de las diez vírgenes. Podemos tener una
interpretación precisa, exacta y apropiada de todos los aspectos de esta
parábola. En realidad, la parábola de las diez vírgenes es como un
rompecabezas. Este rompecabezas ha sido cortado en muchas piezas
misteriosas, y tenemos que encontrar la manera de reunir todas las piezas y
hacer que encajen las unas con las otras. Todas las piezas de este rompecabezas
están escondidas en las Escrituras. Si sabemos cómo encontrar estas piezas y
sabemos reunirlas de manera que encajen entre sí, veremos un cuadro muy
claro de la economía de Dios. Ningún otro cuadro en toda la Biblia nos muestra
la economía de Dios tan claramente como la parábola de las diez vírgenes.

EN NÚMERO SON DIEZ


Primeramente, tenemos que descubrir por qué el Señor Jesús usó el número
diez. ¿Por qué Él habló de diez vírgenes, y no de quince, doce, ocho o quizás
dos? Tal vez ustedes piensen que el número diez simboliza compleción, como en
el caso de los diez dedos de las manos y los pies. Pero debemos recordar que
esta parábola concierne al reino de los cielos, y el número que simboliza dicho
reino es doce y no diez. El número que denota el reino tiene que ser doce, ya que
en el Antiguo Testamento el número de tribus del pueblo, las cuales eran
representativas del reino de Dios, era doce. Además, el número de los apóstoles
en el Nuevo Testamento, los cuales representan a todo el pueblo de Dios, es
doce. Así pues, el número representativo del pueblo que conforma el reino es
doce. Apocalipsis nos presenta la máxima consumación de la economía de Dios,
la Nueva Jerusalén. En la Nueva Jerusalén, se usa casi exclusivamente el
número doce: hay doce cimientos, doce puertas, doce perlas, doce apóstoles,
doce tribus y son doce las variedades del fruto producido por el árbol de la vida.
También tenemos el número ciento cuarenta y cuatro, que es el resultado de
multiplicar doce por doce (Ap. 21:12, 14, 17, 19-21; 22:2). Por tanto, doce es el
número apropiado para representar el reino de Dios.

Según la Biblia, el número doce está compuesto de una manera única. No está
compuesto de seis más seis, siete más cinco ni cuatro más ocho; sino que este
número es un producto de la multiplicación de cuatro por tres. Apocalipsis 21
corrobora este hecho. Allí vemos que la ciudad es cuadrada, lo cual significa que
tiene cuatro lados iguales (21:16). A cada lado hay tres puertas, lo cual hace un
total de doce (vs. 12-13). El número cuatro en la Biblia representa las criaturas.
El hombre es la criatura principal en la creación de Dios, y el número cuatro
representa al hombre creado, lo cual nos incluye a todos nosotros. El número
tres tiene dos significados; representa tanto al Dios Triuno como a la
resurrección. Por tanto, el número tres denota al Dios Triuno en resurrección.

El número doce no es resultado de una adición, sino de una multiplicación. Si


fuera el resultado de una adición, el número sería siete y no doce. En los
primeros capítulos de Apocalipsis vemos la adición de tres más cuatro, con lo
cual tenemos las siete iglesias, los siete candeleros, los siete sellos y las siete
trompetas (Ap. 1:4, 12; 6:1; 8:2). Al inicio de Apocalipsis se suman los números
tres y cuatro para producir el número siete; pero al final de Apocalipsis, los
números tres y cuatro son multiplicados para producir el número doce. Esto es
muy significativo. Por ser la iglesia hoy, nosotros somos el número siete, pues
somos las criaturas más el Dios Triuno en resurrección. El Dios Triuno en Su
vida de resurrección ha sido añadido a nuestro ser, haciendo de nosotros el
número siete. La iglesia es la adición de Dios al hombre. Sin embargo, este es
apenas el inicio, pues la adición tiene que ser cambiada en multiplicación. La
multiplicación implica mezcla, la mezcla de tres con cuatro, lo cual representa la
mezcla del Dios Triuno en resurrección con el hombre. Cuando fuimos salvos,
Dios fue añadido a nuestro ser. A partir de entonces, la adición será cambiada
por la multiplicación hasta que lleguemos a la multiplicación plena
representada por el número doce, esto es, el hombre multiplicado por Dios, el
hombre mezclado con Dios. La Nueva Jerusalén es la mezcla corporativa y
consumada de Dios con el hombre.

¿Por qué, entonces, en la parábola de las diez vírgenes tenemos el número diez
en lugar del número doce? Esto significa que faltan dos. El diez representa la
mayor parte del doce. Por ejemplo, de las doce tribus de Israel en el Antiguo
Testamento, diez se rebelaron contra la casa de David. Únicamente dos tribus,
la de Judá y la de Benjamín, quedaron. Así pues, diez de doce representa la
mayoría de los doce. También vemos este mismo pensamiento en un caso que se
encuentra en los Evangelios, donde diez de los doce apóstoles tenían un solo
concepto, y los otros dos apóstoles tenían un concepto diferente (Mt. 20:20-24).
Nuevamente, el diez representa la mayoría de los doce, y dos representan al
resto. Por tanto, el número diez representa la mayoría del pueblo de Dios.

Para encontrar a los otros dos que faltan, debemos leer un pasaje del capítulo
anterior, Mateo 24:40-42. Estos versículos mencionan a dos varones laborando
en el campo y a dos mujeres moliendo en el molino. En Mateo 25 tenemos el
número diez, mientras que en Mateo 24 tenemos el número dos. Las palabras de
conclusión en estos dos pasajes son casi las mismas: “Velad, pues, porque no
sabéis en qué día viene vuestro Señor” (Mt. 24:42; 25:13). Que estas palabras de
advertencia sean dadas tanto a los dos como a los diez indica que ambos pasajes
forman un par. Las dos personas más las diez vírgenes suman un total de doce,
el número completo del pueblo de Dios.

Cuando el Señor Jesús regrese, los creyentes serán de dos clases. La división
primaria es de diez y dos. Es debido a que los dos varones y las dos mujeres
estaban trabajando, que ellos representan a los creyentes que estarán vivos
cuando el Señor regrese. En cambio, las otras diez personas estaban durmiendo,
lo cual indica que la mayoría de los creyentes habrán muerto cuando llegue el
tiempo del regreso del Señor. No debemos pensar que solamente las cinco
vírgenes insensatas durmieron mientras que las cinco vírgenes prudentes no lo
hicieron. La Biblia nos dice que las diez durmieron. ¿Qué significa que los
creyentes en Cristo duerman? En 1 Tesalonicenses 4:14-16 se nos dice
claramente que cuando se habla de que los creyentes duermen esto significa que
ellos murieron. A los ojos de Dios, los creyentes muertos no están
verdaderamente muertos, sino que ellos duermen, descansan y están a la espera
de la resurrección.

Esto nos muestra que las diez vírgenes representan a los santos que murieron;
tanto las insensatas como las prudentes han muerto debido a que el Novio
demoró en venir. Las insensatas murieron y las prudentes también, incluyendo
a Pedro, Juan, Martín Lutero y muchos otros santos que también murieron.
Ellos estaban esperando y tenían la expectativa del regreso del Señor, pero Él
demoró, así que cabecearon todos y se durmieron. Las diez vírgenes representan
a los santos que murieron, y los otros dos representan a los santos que quedaron
vivos. Cuando el Señor regrese, la mayoría de los santos estará conformada por
aquellos que murieron. Los santos vivos serán el resto, representado por los dos.

Muchos cristianos tienen el concepto de que la muerte resolverá todos los


problemas automáticamente. Según este concepto, si ellos creen en el Señor
Jesús, ya todo habrá sido resuelto para cuando ellos mueran,
independientemente de si han sido necios o sabios, buenos o malos. Ellos
piensan que una vez que ellos mueran, se irán al cielo y todo estará bien. Para
ellos, la muerte es como una especie de graduación. No importa si terminaron o
no su curso; siempre y cuando mueran, ya se habrán graduado.
Lamentablemente, este concepto está en la mente de muchos cristianos, pero
tengo que decirles que la muerte no resolverá ningún problema. La muerte no
hace que automáticamente todo esté bien. Si usted tenía un problema pendiente
con el Señor y lo resolvió antes de morir, entonces todo está resuelto; pero si no
lo pudo resolver antes de morir, todavía continúa pendiente. Ya sea que usted
viva o muera, ese problema sin resolver todavía permanece allí.

Algunos consideran que las cinco vírgenes insensatas representan a creyentes


falsos. Pero esto no es lógico. ¿Cómo podríamos decir que las vírgenes
insensatas son falsas? Los padres que tienen varios hijos saben que algunos son
sabios mientras que otros son necios. ¿Podría acaso un padre decir que aquellos
de sus hijos que son insensatos no son verdaderamente sus hijos? Simplemente
no es lógico afirmar que las vírgenes eran falsas debido a que eran insensatas.
Todas ellas eran vírgenes en todo aspecto: en cuanto a su naturaleza, su esencia,
su nombre y su posición. Todas ellas eran vírgenes; la única diferencia estriba
en su conducta. Un matrimonio puede tener varios hijos. Algunos de ellos son
sensatos y se conducen apropiadamente; otros son necios y se conducen
desordenadamente. ¿Podríamos decir que los que se conducen
desordenadamente, que son insensatos, son hijos falsos? ¿Podrían acaso los
padres negarse a reconocerlos como sus hijos debido a que son necios?
Asimismo, ya sean prudentes o insensatas, las vírgenes son vírgenes.

Más aún, todas las vírgenes tenían lámparas, y todas las lámparas estaban
encendidas. Mateo no dice que únicamente las lámparas de las vírgenes
prudentes estaban encendidas, mientras que las lámparas de las vírgenes
insensatas estaban apagadas debido a que ellas eran vírgenes falsas. Todas las
lámparas estaban ardiendo. ¿Cómo podría un cristiano falso tener una lámpara
encendida? ¡Esto es imposible! Mateo también nos dice que todas las vírgenes
salieron al encuentro del novio (25:1). Esto quiere decir que todas ellas salieron
del mundo a fin de encontrarse con el Novio. No solamente las cinco vírgenes
prudentes salieron al encuentro del Novio, sino también las cinco vírgenes
insensatas. Por ser un creyente, usted ciertamente tiene la expectativa de
encontrarse con el Señor; no obstante, usted debe mantenerse alerta. ¿Es usted
una virgen prudente o una virgen insensata? Que usted sea una virgen prudente
o una virgen insensata no depende de su mente sagaz, sino que depende de si
tiene suficiente aceite en su vasija. Las cinco vírgenes prudentes, además de
tener sus lámparas encendidas, habían preparado una porción adicional de
aceite en sus vasijas; mientras que las vírgenes insensatas no tenían una porción
adicional de aceite. Este único punto es el que determina quién es sabio y quién
es necio.

ACEITE EN LAS VASIJAS


¿Qué significa preparar el aceite en las vasijas? Alabamos al Señor por
mostrarnos tanto el significado de las lámparas como el de las vasijas. En la
Biblia hay tanto lámparas como vasijas. Proverbios 20:27 nos dice que el
espíritu del hombre es lámpara del Señor. La lámpara representa el espíritu del
hombre. Entonces, ¿qué representan las vasijas? Romanos 9:21 y 23-24 nos
dicen que nosotros mismos somos los vasos de Dios, hechos para contener a
Dios. Como vasos de Dios somos seres humanos con un alma. Nuestro espíritu
es la lámpara, y nuestra alma es el vaso o la vasija.
LAS PARTES DEL HOMBRE
Según la Biblia, tenemos tres partes: espíritu, alma y cuerpo (1 Ts. 5:23). En el
momento en que fuimos salvos, el Señor vino a nuestro espíritu y fuimos
regenerados (Jn. 3:6), pero Dios no podría ser expresado únicamente desde
nuestro espíritu. Es por esto que tenemos nuestra alma como una vasija para
contener a Dios y expresarle. Génesis 1:26-27 nos dice que fuimos hechos a
imagen de Dios. Esto no se refiere a nuestro espíritu, sino a nuestra alma.
Debido a que Dios es un Dios de amor, tenemos en nuestra alma un órgano
capaz de tomar decisiones. Debido a que Dios es un Dios que piensa, tenemos
en nuestra alma un órgano capaz de pensar. Debido a que Dios es un Dios que
toma decisiones, tenemos en nuestra alma un órgano capaz de tomar decisiones.
La imagen de Dios guarda relación con las diferentes partes de nuestra alma.
Somos seres vivientes no porque tengamos un cuerpo o un espíritu, sino porque
tenemos un alma. El alma es nuestro ser. A veces en la Biblia una persona es
llamada un alma. Génesis 46:27 nos dice que las setenta almas de la casa de
Jacob descendieron a Egipto. Un alma es un ser humano, una persona.
Estrictamente hablando, nuestra alma es el vaso de Dios, pues nuestro espíritu
por sí mismo es incapaz de expresar a Dios. Dios tiene que ser expresado
mediante nuestra alma: mediante nuestra mente, emoción y voluntad. La
manera en que pensamos debe expresar a Dios. La manera en que amamos y
odiamos, lo que nos gusta o no nos gusta, debe expresar a Dios. Las decisiones y
elecciones que hacemos también deben expresar a Dios. En nuestro espíritu no
tenemos la capacidad para expresar a Dios. Las facultades para expresar a Dios
se encuentran en nuestra alma. Por tanto, nuestra alma es el vaso. Según la
revelación de la Biblia, esto está muy claro. Nuestro espíritu es la lámpara de
Dios, y nuestra alma es el vaso de Dios.

Muchas veces hemos usado el diagrama de los tres círculos concéntricos para
representar el espíritu, el alma y el cuerpo. El espíritu está en el centro, rodeado
por el alma, la cual se compone de la mente, parte emotiva y voluntad. La Biblia
considera el alma, con sus tres partes, más una parte del espíritu, la conciencia,
como las partes que conforman el corazón. El corazón es muy parecido al alma;
pero de alguna manera es más grande, puesto que incluye también la
conciencia, la cual es una parte del espíritu. Cuando fuimos salvos, el Señor vino
a nuestro espíritu. Sin embargo, Él no se ha expandido mucho en nuestra alma,
esto es, en nuestra mente, parte emotiva y voluntad. En algunos de nosotros, el
Señor Jesús ni siquiera ha podido entrar en nuestra conciencia, ya que está
confinado a una pequeña parte de nuestro espíritu. Pero, por lo menos ha
entrado a nuestro espíritu al punto de poder iluminarnos y, ahora, nuestro
espíritu está ardiendo como una lámpara.

Antes que fuéramos salvos, nuestro espíritu estaba oscurecido y amortecido (Ef.
2:1, 5). Carecíamos de toda sensación en relación con nuestro espíritu, y parecía
que en nuestro ser no había tal espíritu. Cuando escuchamos el evangelio o
cuando leímos la palabra del evangelio, algo resplandeció en nuestro interior y
recibimos la luz. A medida que esta luz pudo penetrar en nuestro ser, nos
arrepentimos e invocamos el nombre del Señor. De inmediato, algo en lo
profundo de nuestro ser fue avivado, por lo que comenzó a arder y a
resplandecer. Tuvimos la sensación de que en lo profundo de nuestro ser había
algo viviente, ardiente y resplandeciente. Esto significa que el Espíritu de Dios
había entrado en nuestro espíritu para iluminarnos y vivificarnos (Jn. 3:6).

Aun cuando nuestro espíritu fue avivado, me temo que nuestra mente no haya
sido saturada por el Señor y que Él no haya impregnado plenamente nuestras
emociones. Mucho me temo que en ciertos asuntos ustedes hayan rechazado al
Señor. E incluso algunos no están dispuestos a orar, debido a que temen que el
Señor Jesús los atrape en cuanto a cierto asunto en particular que ustedes alojan
en su mente o en sus emociones. Tal vez durante los últimos días algunas
hermanas resistieron al Señor Jesús cuando Él intentó expanderse en sus
emociones con respecto al amor que ellas sienten por ciertas cosas.

Todos los cristianos tienen sus lámparas encendidas, pero son muchos los que
no tienen ni el deseo ni la intención de acumular aceite en sus vasijas. Ellos son
salvos y tienen al Señor en su ser. Aunque tienen su lámpara encendida, tales
creyentes no deberían sentirse en paz. Todavía tienen un problema, no tienen
suficiente aceite. Ellos tienen aceite ardiendo en sus lámparas, pero no tienen la
porción extra de aceite en todas las partes internas de su ser, esto es, en su
mente, parte emotiva, voluntad y conciencia. Es maravilloso que tengan aceite
en su lámpara, pero todavía persiste un problema muy grave con respecto a sus
almas. Tienen al Señor en su espíritu, pero no en su alma.

EL ACEITE
La mayoría de cristianos comprenden que el aceite es un símbolo del Espíritu de
Dios. Tenemos que comprender que el Espíritu de Dios es simplemente Dios
mismo. En su libro The Spirit of Christ [El Espíritu de Cristo], pág. 134, Andrew
Murray dice: “En el Padre tenemos al Dios invisible, quien es Autor de todo. En
el Hijo tenemos al Dios revelado, manifestado y quien se ha acercado a
nosotros; Él es la Forma de Dios. En el Espíritu de Dios tenemos al Dios que
mora en nuestro ser, esto es, el Poder de Dios que mora en el cuerpo humano y
que forja en él lo que el Padre y el Hijo tienen para nosotros [...] todo cuanto el
Padre se propuso y lo que el Hijo logró puede ser apropiado y ejecutado en los
miembros de Cristo que todavía están en la carne únicamente mediante la
continua intervención y operación activa del Espíritu Santo”.[*Nisbet and
Company, Ltd., London. Distribuido por Zondervan.] Éste es el entendimiento
correcto acerca de estas cosas. El Espíritu de Dios no es otra cosa que Dios
mismo aplicado a nosotros. Cuando Dios es aplicado a nosotros, Él es el
Espíritu. El Espíritu de Dios es simplemente Dios mismo que llega a nosotros y
es aplicado a nosotros. El aceite representa a Dios mismo que es aplicado a
nosotros de una manera todo-inclusiva. Cuando invocamos el nombre del Señor
Jesús, Él vino a nuestro espíritu como tal aceite, como el Espíritu todo-inclusivo
de Dios. En ese momento, nuestro espíritu fue iluminado y ahora está ardiendo.
Sin embargo, el Señor todavía está a la espera de que le demos la oportunidad
de propagarse en nuestro vaso, esto es, en nuestra mente, parte emotiva y
voluntad.

COMPRAR EL ACEITE
Es relativamente fácil que el Señor entre en nuestro espíritu. Este es un don
gratuito. Nosotros simplemente nos arrepentimos, invocamos Su nombre, y Él
entra en nosotros. Pero hay que pagar un precio para que Él entre en todas
nuestras partes internas. Esto requiere que compremos el aceite. Tener al Dios
Triuno como el aceite todo-inclusivo que se expande en nuestras partes internas
requiere que nosotros paguemos un precio. Él se expande dentro de nuestro ser
a cierto precio, y debemos pagar el precio. Si no pagamos este precio, será
imposible que el Cristo que mora en nuestro espíritu se expanda en nuestra
mente, emociones y voluntad. Aun cuando tengamos aceite en nuestro espíritu,
tenemos que pagar el precio para tener una porción extra de aceite en nuestra
alma. Si compramos el aceite hoy, tendremos aceite en nuestras vasijas para
cuando el Señor regrese. Entonces seremos aquellas vírgenes prudentes que
están listas para participar de las bodas del Cordero.

ASUMIR LA RESPONSABILIDAD
¿Por qué las diez vírgenes están divididas en dos grupos de cinco? El significado
del número cinco es maravilloso. Nuestros diez dedos están divididos en dos
grupos de cinco, y el número cinco se compone, a su vez, de cuatro más uno. El
número cuatro, como ya vimos, representa las criaturas, incluyendo al hombre.
El número uno representa al único Dios, el Creador. Por tanto, la adición de
cuatro más uno representa al hombre, la criatura, más Dios. Esta adición de
cuatro más uno también denota responsabilidad. Los cuatro dedos de la mano
más el pulgar denota que tenemos que asumir ciertas responsabilidades.
Aunque es verdaderamente maravilloso que Dios sea añadido a nuestro ser,
tenemos que comprender que la adición del hombre y Dios equivale a asumir
responsabilidad. Esto significa que tanto las vírgenes prudentes como las
insensatas tenían que asumir ciertas responsabilidades. Ser sabio o necio es su
responsabilidad. Usted es responsable de ser una virgen sabia y de preparar una
porción extra de aceite en su vasija.

Debido a que el Novio demoró, todas las vírgenes se quedaron dormidas.


Incluso Pablo y Juan están incluidos en este grupo. Debido a que el Señor Jesús
ha demorado Su regreso, la mayoría de los santos que habían alcanzado
madurez, y que estaban saturados y llenos del Dios Triuno han fallecido. El
Señor demora porque muchos todavía no están listos. Esto significa que la
cosecha todavía no está madura. El Señor ha estado esperando que madure.

A la medianoche se oyó un grito: “¡He aquí el novio!” (Mt. 25:6). Podemos


comparar este pasaje con 1 Tesalonicenses 4:16 donde dice que habrá una
exclamación cuando Cristo venga. El ángel hará sonar la trompeta como un
grito a la medianoche. Todas las vírgenes, tanto las prudentes como las
insensatas, se levantarán. Esta expresión se levantaron se usa también para
referirse a la resurrección (1 Co. 15:52). La resurrección implica levantarse. Así
pues, todos los santos que murieron serán resucitados. En 1 Tesalonicenses se
nos dice claramente que los santos que estén vivos no precederán a los que
murieron, sino que los muertos se levantarán primero para encontrarse con el
Señor.
En términos generales, la cristiandad enseña que si uno cree en el Señor Jesús,
ya no tendrá dificultades; es decir, una vez que uno muera, irá al cielo. Sin
embargo, si conocemos el misterio del reino, comprenderemos que todavía
existe un gran problema. Por ejemplo, consideremos el caso del apóstol Pablo y
aquel hermano pecaminoso mencionado en 1 Corintios 5 a quien Pablo
excomulgó. Tal vez ustedes piensen que tal persona sufrirá la perdición eterna;
pero la Biblia no dice eso. Pablo dijo que él lo entregaba a Satanás para la
destrucción de la carne a fin de que su espíritu sea salvo (v. 5). Así que, según la
Biblia, aquel hombre seguía siendo salvo. Hoy en día, tanto el apóstol Pablo
como aquel hermano pecaminoso han fallecido. Por favor, díganme de manera
justa y lógica, cuando se escuche aquel grito en la noche, ¿creen que la condición
de ambos será la misma? Antes de morir como mártir, Pablo estaba lleno y
saturado del Señor. El Señor había penetrado en todas las partes internas de su
ser, y Pablo era una persona completamente madura y estaba listo. Él realmente
era una virgen sabia. No solamente tenía su lámpara encendida, sino que
también su vasija estaba llena con una porción adicional del Dios Triuno. A
Pablo, el Señor Jesús le tiene reservado un galardón (2 Ti. 4:8); pero al otro
hermano el Señor le dirá: No te conozco (Mt. 25:12). Esta declaración no os
conozco no quiere decir que el Señor no supiera quién es él, pues el Señor
conoce a todos. Esta expresión tiene un significado muy especial; si uno
considera los otros versículos donde aparece esta expresión, descubrirá que en
Romanos 7:15 Pablo dijo: “No lo admito”, o como aparece en otras versiones,
“No lo apruebo”. Por tanto, la frase no os conozco también podría traducirse “no
os apruebo”. Esto quiere decir que el Señor no los aprobó. Así pues, no es un
asunto de caer en la perdición eterna o ser salvos; sino que es un asunto de
perder la oportunidad para entrar en la fiesta de bodas del Cordero. Lean Mateo
25 detenidamente. Ésta es la Palabra pura de Dios. Deben tener en cuenta que
existe la posibilidad de que ustedes pierdan la oportunidad de participar en el
banquete de bodas.

Con toda certeza, Pablo participará de la fiesta de bodas, pero el hermano caído
de 1 Corintios 5 no lo hará. En 1 Corintios 9 Pablo dijo que él corría la carrera.
Así también, en Filipenses 3 Pablo dijo que él todavía corría la carrera, que él
aún no lo había logrado y que proseguía a la meta. Sin embargo, en 2 Timoteo
4:6-8, poco antes de morir como mártir, él dijo que ya estaba siendo derramado
en libación y que le estaba guardada la corona de justicia con la cual el Señor le
recompensaría a él y a todos los que aman Su manifestación.

¿Cómo entonces podríamos afirmar que siempre y cuando creamos en el Señor


Jesús ya no tendremos problemas una vez que hayamos muerto? Ciertamente
no es posible tener problemas en cuanto a nuestra salvación, pues fuimos salvos
por la eternidad, pero uno podría perder la oportunidad de participar de la
fiesta de bodas. La fiesta de bodas nos espera; que uno pueda participar de ella
dependerá de si uno es sabio o necio. En otras palabras, depende de si uno está
dispuesto a pagar el precio o no. Si uno no paga el precio ahora, pagará el precio
en aquel día. Si uno paga el precio ahora, recibirá un galardón en aquel día; pero
si uno paga el precio en aquel día, no recibirá tal galardón. Es muy parecido a
cuando uno es alumno de una escuela. Si uno estudia bien y completa sus
cursos, recibirá un galardón cuando se gradúe. Pero si no ha estudiado bien,
fracasa y no se gradúa; entonces tendrá que estudiar de nuevo aquellos cursos
que no aprobó. No deben pensar que siempre y cuando sean salvos ya no habrá
problemas. Es posible que uno haya sido regenerado, pero todavía es necesario
que sea transformado.

Es mejor ser prudentes y ser transformados antes de morir. Dígale al Señor:


“Señor, espero Tu regreso. Si demoras, ayúdame a ser transformado antes de
morir. No quiero morir sin ser transformado”. ¿Qué quiere decir ser
transformado? Ser transformado es ser llenos del Señor en todas sus partes
internas, ser saturados con la porción adicional del Dios Triuno.

Algunos de ustedes preguntarán: “Después que seamos resucitados y el Señor


regrese, ¿todavía tendremos que pagar algo? ¿Dónde hemos de pagar?”. No
hagan tantas preguntas. El Señor sabe. Yo no sé. Sin embargo, sí sé, por la
Palabra clara dada por el Señor, que después de aquel grito en la medianoche y
después que el Señor retorne, Él lidiará con aquellos insensatos que no están
listos. Ellos no sufrirán la perdición eterna. Ellos resucitarán; pero después de
ser resucitados, se les dirá que vayan y compren aceite (Mt. 25:9). Yo no sé
adónde ni cómo, pues el Señor no lo reveló; pero sí sé que esto sucederá.
Alabamos al Señor que Él nos reveló esto a manera de advertencia.

Todos fuimos regenerados y ahora estamos en el proceso de la transformación.


Cuánto seamos transformados dependerá de cuán grande sea el precio que
estemos dispuestos a pagar. Si estamos dispuestos a pagar el precio, el Señor
ciertamente nos saturará, nos llenará, y tendremos preparada una porción extra
de aceite en nuestra vasija con la cual estaremos listos para Su regreso.

CAPÍTULO DIECIOCHO

LA TRANSFORMACIÓN: SU
DESARROLLO
EN LAS EPÍSTOLAS
Lectura bíblica: Ef. 1:13-14; 2:1, 5; 3:16-17, 19; 5:5, 18

La mayoría de las verdades contenidas en el libro de Mateo están sembradas


como semillas, y vemos su crecimiento en las Epístolas. En el capítulo anterior
vimos la parábola de las diez vírgenes de Mateo 25. Ahora veremos el
crecimiento y desarrollo de esta parábola en el libro de Efesios. En esta parábola
vimos que el espíritu humano, la lámpara de Dios, está ardiendo con el Dios
Triuno como su aceite. También vimos que el alma humana es la vasija que debe
contener una porción adicional del Dios Triuno como el aceite. En Efesios tanto
el espíritu como la vasija tienen un desarrollo y crecimiento adicional.

EL ESPÍRITU COMO EL SELLO


Efesios 1:13 nos dice que cuando creímos en el Señor Jesús, recibimos el
Espíritu Santo como un sello. Esto está muy claro. El Espíritu Santo es Dios
mismo que viene a nosotros como un sello debido a que, después de creer en el
Señor Jesús, llegamos a ser propiedad de Dios. Este sello no es otra cosa que el
Dios Triuno mismo como el Espíritu que viene a nosotros para sellarnos como
Su posesión. Esto significa que hemos recibido al Espíritu Santo en nuestro
espíritu. Efesios 2:1 y 5 nos dice que antes que fuéramos salvos, estábamos
muertos. Esto no significa que estuviéramos muertos en nuestro cuerpo ni en
nuestra alma, pues tanto en nuestro cuerpo como en nuestra alma estábamos
muy activos antes de creer en el Señor Jesús; lo que significa es que estábamos
muertos en nuestro espíritu. Cuando el Espíritu Santo entró en nosotros,
nuestro espíritu amortecido fue vivificado (v. 5). Nuestro espíritu que estaba
entenebrecido y amortecido, fue vivificado e iluminado. Por tanto, nuestro
espíritu fue regenerado y ahora está ardiendo con el aceite del Dios Triuno.
Ahora nuestro espíritu está vivo y resplandeciente.

En Efesios 1 Pablo tenía la certeza de que los creyentes efesios ya habían sido
sellados con el Espíritu Santo y que este Espíritu era las arras, la cuota inicial, y
las primicias de la herencia venidera. El Espíritu que sella está en nuestro
interior como la garantía de nuestra herencia. Pablo sabía que el Espíritu Santo
había regenerado los espíritus de los efesios para hacer de ellos personas llenas
de vida y luz en el espíritu. Pero esto no quería decir que todo estuviera bien.
¿Qué pasaría con sus almas? Es por ello que Pablo oraba por aquellos que ya
poseían el Espíritu de Dios en sus espíritus, pues ellos todavía no tenían la
porción adicional de aceite, el Espíritu todo-inclusivo, en sus almas: en su
mente, parte emotiva y voluntad. Él oró para que su hombre interior, su espíritu
regenerado, fuera fortalecido.

HACE SU HOGAR EN NUESTRO CORAZÓN


Debido a que ahora nuestro espíritu tiene la vida de Dios, se ha convertido en
una persona y ha dejado de ser simplemente un órgano. Antes que fuéramos
salvos, nuestro espíritu era sólo un órgano sin vida; no era una persona. Nuestra
persona natural, nuestro ser natural, estaba en el alma; nuestro espíritu era un
órgano sin tener una persona. Cuando Cristo entra en nuestro espíritu y le
imparte vida, nuestro espíritu se convierte en el hombre interior. Por tanto, el
hombre interior es el espíritu humano regenerado donde mora el Espíritu
Santo. Pablo oró que este hombre interior, el espíritu humano que fue
regenerado y avivado, fuera fortalecido (3:16). Esto quiere decir que nuestro
espíritu regenerado tiene que ser lleno del Espíritu Santo. Cuando nuestro
espíritu sea lleno del Espíritu Santo, será fuerte. El resultado de que nuestro
espíritu sea fortalecido será que Cristo se expandirá desde nuestro espíritu a
todas las partes de nuestro corazón. Cristo tomará plena posesión de nuestro
corazón, lo cual implica que Él se establecerá en nuestro corazón y hará Su
hogar en él (v. 17). Esto es lo que significa tener la porción extra de aceite en
nuestra vasija.

LA RENOVACIÓN DE NUESTRA MENTE


Efesios 1 nos dice que nuestra lámpara ha sido encendida y ahora resplandece.
Efesios 3 nos dice que es necesario que una porción adicional del Espíritu todo-
inclusivo llene nuestra alma, corazón y todas las partes de nuestro ser interior.
Efesios 4:23 dice: “Os renovéis en el espíritu de vuestra mente”. Esto quiere
decir que el Espíritu entra en nuestra mente y se convierte en el espíritu de
nuestra mente. Es necesario que el Espíritu llegue a ser el espíritu de nuestra
mente. Este espíritu que mora en nuestra mente es el Espíritu que nos renueva.
Este Espíritu nos transforma al invadir, saturar y poseer nuestra mente.

Ser regenerados equivale a que nuestro espíritu sea iluminado, avivado y


vivificado. Después de ser regenerados en nuestro espíritu, es necesario que
seamos transformados en nuestra alma. La regeneración es Dios mismo que
entra en nuestro espíritu; la transformación es Dios mismo que satura nuestra
alma. Nuestro espíritu es el centro de nuestro ser, y rodeando a nuestro espíritu
se halla nuestra alma. La economía de Dios consiste en que Él mismo sea
forjado en nuestro ser. Dios primero entra en nuestro espíritu y lo llena. Luego
Él se expande desde nuestro espíritu a nuestra alma saturándola, poseyéndola y
haciendo plenamente de ella Su hogar. De esta manera, seremos completamente
poseídos, ocupados, saturados por Dios y mezclados con Dios. En esto consiste
la regeneración más la transformación.

Jamás debemos olvidarnos que la regeneración es lograda en nuestro espíritu y


que la transformación es lograda en nuestra alma. No basta con ser
regenerados. Esto es apenas el inicio de nuestra experiencia espiritual. La
regeneración, el inicio de nuestra vida espiritual, significa que Dios ha venido a
nuestro espíritu para iluminarnos, despertarnos y vivificarnos. Después de la
regeneración, tenemos que cooperar con el Señor, permitiéndole tomar el paso
adicional de propagarse de nuestro espíritu a nuestra alma, saturando así
nuestra mente, parte emotiva y voluntad. Podríamos referirnos a esta
experiencia de varias maneras, esta experiencia consiste en preparar la porción
adicional del Dios Triuno en nuestro vaso; consiste en llevar a cabo la
transformación de nuestra alma; consiste en que todo nuestro ser se mezcle con
el Dios Triuno y consiste en llegar a la madurez en la vida de Cristo.

El libro de Mateo nos muestra que Cristo se sembró como semilla en nuestro
espíritu y como tal Él crecerá en nuestro ser. Mateo 13 nos revela que el
crecimiento de Cristo en nuestro ser implica que Él se expande desde nuestro
espíritu a nuestro corazón, es decir, a todas las partes internas de nuestro ser.
Esta propagación de la semilla no solamente implica crecer, sino también
madurar. La semilla que ha sido sembrada en nuestro espíritu crecerá, se
expandirá en nuestras partes internas hasta saturar todo nuestro ser y poseer
todas nuestras partes internas. Cuando esto sea logrado, seremos maduros.

LA ECONOMÍA DE DIOS
La economía de Dios consiste en que Dios se forja en nuestro ser. Si bien Él
perdona nuestros pecados, nos justifica y nos salva, ninguno de estos es Su
objetivo final. Su meta consiste en que Él mismo sea forjado en nuestro ser. El
perdón, la justificación y la salvación tienen como propósito lograr Su meta de
forjarse a Si mismo en nosotros.

Esta obra se realiza en tres pasos. El primer paso es la regeneración de nuestro


espíritu, el segundo paso es la transformación de nuestra alma y el tercer paso
es la transfiguración de nuestro cuerpo. No necesitamos pagar nada por nuestra
regeneración, ya que es gratuita. Asimismo, no tenemos que pagar precio alguno
por la transfiguración de nuestro cuerpo, el cual se llevará a cabo en el futuro.
Eso también será gratuito. Pero por la sabiduría de Dios, tenemos que pagar
algo por la transformación de nuestra alma. Dios habrá de dar estos tres pasos a
fin de mezclarse completamente con todo nuestro espíritu, alma y cuerpo.
Debido a que nuestro ser está conformado de tres partes, Dios debe dar tres
pasos para saturarnos. Por tanto, tenemos la regeneración del espíritu, la
transformación del alma y la transfiguración del cuerpo.

PAGAR EL PRECIO
Dios es muy sabio y sabe cómo lidiar con nosotros. Él no nos pide nada por el
primer paso, ya que el primer paso como el último no nos cuestan nada. Pero
tenemos que pagar por el segundo paso. Aun cuando seamos pobres y no
poseamos nada que se pueda vender, no obstante, tenemos que pagar un precio.
Por ejemplo, si las hermanas renunciaran a su afición de salir de compras, el
Señor Jesús las llenaría. No piensen que ir de compras es algo sin importancia.
¡No se imaginan cuánta muerte sufren las hermanas debido a que salen de
compras! Supongamos que una hermana está en una tienda observando un
objeto; pero cuanto más ella lo observa y piensa si debe comprarlo o no, más el
Señor en su interior le dice: “No toques eso”. Pese a ello, ella continúa
observándolo y finalmente lo compra. Por lo menos durante tres días se le hará
imposible orar. Sin embargo, si ella se hubiera abstenido de comprar algo,
camino a casa habría estado dando gritos de júbilo y alabando al Señor
diciendo: “¡Aleluya! ¡Cristo es victorioso!”. Si uno paga algo, obtendrá algo. Si
uno paga el precio de renunciar a salir de compras, obtendrá más aceite.

A veces es fácil para los hermanos debatir con respecto a ciertas doctrinas o
experiencias. Sin embargo, cuanto más debaten, más pierden. Hermanos, tienen
que pagar el precio de renunciar a toda clase de debates. Si lo hacen, de
inmediato obtendrán más aceite. Es fácil para las hermanas contar chismes y
hablar acerca de los demás. Hermanas, tienen que pagar el precio de renunciar
a los chismes. Si ustedes renuncian a ello, ganarán más aceite.

COOPERAR CON EL SEÑOR


Si somos fieles en asuntos como éstos, le estaremos brindando al Señor la mejor
cooperación. Esto equivaldrá a abrirnos al Señor permitiéndole propagarse poco
a poco en nuestro ser. De este modo, Él nos saturará, nos transformará, nos
llenará y hará Su hogar en nuestro corazón. Así obtendremos una porción extra
de aceite en nuestras vasijas. Lamentablemente, pocos cristianos pagan el precio
de brindarle al Señor la coordinación apropiada. Aun cuando ellos estudien la
Biblia o hablen en lenguas, tienen muy poco cambio interno y muy poca
transformación interna en términos de la vida divina. Mateo, un libro de
semillas, no recalca las enseñanzas ni los dones; tampoco lo recalca un libro
básico como Efesios. Finalmente, en Apocalipsis, el libro de la cosecha, tampoco
se habla de enseñanzas ni dones, pero sí se habla de la vida divina. Allí vemos
fluir el río de vida y vemos que el árbol de la vida crece. Este fluir y crecimiento
de la vida requiere de nuestra cooperación. La semilla no puede crecer sin la
coordinación apropiada. Y ¿en qué consiste la coordinación apropiada? Esto
simplemente significa eliminar las piedras, arrancar los espinos y hacernos la
buena tierra. Si usted coopera con el Señor, Él tendrá la oportunidad de
expandirse a todas las partes de su ser mediante el fluir del río de vida y el
crecimiento del árbol de la vida. Por medio de esto, usted será transformado, y
el Dios Triuno saturará todo su ser interior.

En realidad, una sola cosa es crucial en la economía de Dios: que el Dios Triuno
se forje a Sí mismo en nuestro ser. Todo tiene que estar al servicio del propósito
divino de Dios, el cual consiste en forjar Su propio Ser en nuestro ser y
saturarnos de Su Espíritu todo-inclusivo. Primeramente, Dios entra en nuestro
espíritu y, después, se expande en nuestra alma, hasta que finalmente
maduremos en Cristo como vida. Esta madurez es la venida plena, la plena
manifestación, del reino.

EL REINO
El libro de Efesios también menciona el reino. Efesios 5:5 habla de obtener
herencia en el reino. Aun cuando el tema de Efesios es la iglesia, también se
refiere al reino, pues la vida apropiada de iglesia es la realidad del reino. No
debemos adoptar la enseñanza tradicional según la cual la iglesia es una cosa y
el reino es otra. No debemos separar la iglesia del reino, pues son dos aspectos
de una misma cosa. La vida de iglesia genuina es la realidad del reino. Si somos
sellados con el Espíritu Santo, llenos del Espíritu Santo y poseídos por el Señor
como el Espíritu todo-inclusivo, entonces estamos participando del reino.
Incluso podemos poner juntos Efesios 5:18b y 3:19b y decir: “Sed llenos en el
espíritu [...] para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios”.
Esto significa ser saturados plena y completamente con todas las riquezas del
elemento mismo de Dios.

Es necesario que paguemos el precio para ser transformados por el Señor. Esto
quiere decir que tenemos que renunciar a aquello a lo cual nos aferramos.
Aquello a lo cual usted se aferra es precisamente el precio que deberá pagar.
Algunos hermanos se aferran a su cabello largo; el problema no es el cabello
largo en sí mismo; sino que el problema es que ellos se aferran a su pelo largo.
Al aferrarnos a ciertas cosas obstaculizamos nuestra transformación. No
importa a lo que usted se aferre, éste es el precio que tiene que pagar. Usted se
aferra, pero tiene que quitar sus manos de allí. No se aferre a nada. Esto es lo
que significa pagar el precio. Si pagamos el precio, el Señor se expandirá en
nuestro ser, y maduraremos.

CAPÍTULO DIECINUEVE

LA TRANSFORMACIÓN: SU
COSECHA
EN EL LIBRO DE APOCALIPSIS
Lectura bíblica: 1 Co. 3:9b; Ap. 12:10a; 14:1, 3, 4, 14-16; 21:2, 10, 11,
14, 18, 19, 21; 22:1, 2a

La semilla del reino es sembrada en Mateo, brota en Hechos y crece en las


Epístolas. En el libro de Apocalipsis esta semilla alcanza plena madurez, la cual
es la cosecha con miras a la venida plena del reino. El libro de Apocalipsis
presenta la madurez, la cosecha, la venida plena y la manifestación plena del
reino. En Mateo 13 vimos que la semilla fue sembrada y en 1 Corintios 3 vimos
el crecimiento de esta semilla. “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha
dado Dios” (v. 6). En 1 Corintios 3 también vimos la transformación; como las
plantas fueron transformadas en minerales. La vida de la semilla hizo un
cambio metabólico en la planta transformándola en materiales preciosos útiles
para la edificación. El oro, la plata y las piedras preciosas son materiales útiles
para el edificio de Dios. En 1 Corintios 3:9 se nos recuerda que somos labranza
de Dios y edificio de Dios. Como labranza de Dios, cultivamos a Cristo. Aquello
que cultivamos será cambiado metabólicamente en materiales preciosos útiles
para el edificio de Dios.

LA COSECHA DE LA TRANSFORMACIÓN
En Apocalipsis 12:10 se nos dice que “ahora ha venido [...] el reino de nuestro
Dios”. ¿En qué consiste la venida del reino? La respuesta la encontramos en
Apocalipsis 14. En Apocalipsis 14:1, 3 y 4 se mencionan las primicias, los ciento
cuarenta y cuatro mil. El número ciento cuarenta y cuatro mil es producto de
multiplicar doce por doce mil. Recuerden que el doce es, a su vez, producto de
multiplicar cuatro por tres, lo cual representa la mezcla de la humanidad con la
divinidad. Ahora tenemos doce veces doce multiplicado mil veces. Esto
representa la madurez entre la madurez; por lo que, ellos son las primicias para
Dios. Jamás debemos olvidar que la semilla es sembrada en Mateo 13, luego
crece en 1 Corintios 3 y finalmente la cosecha se lleva a cabo en Apocalipsis 14.
Por tanto, tenemos la siembra de la semilla, su crecimiento y la cosecha. ¿Qué
es, pues, la cosecha? La cosecha no es otra cosa que la venida del reino, pues
Apocalipsis 12:10 nos dice que el reino ha venido.

¿Cuándo comenzó a venir el reino? En Mateo 3 se hizo la proclamación de que el


reino se había acercado. Sin embargo, todavía no había venido. El reino
comenzó a venir cuando el Señor Jesús vino a sembrar la semilla como el
Sembrador, y desde entonces el reino ha estado viniendo. Esta venida es el
crecimiento y la propagación de la semilla. Así pues, la venida es el crecimiento
y propagación hasta que se alcance la madurez. Esta madurez es la venida plena
del reino, es la cosecha.

Con respecto a la cosecha, el asunto primordial son las primicias. Si uno lee
Levítico 23, verá que en Su economía, lo primero que Dios obtiene es la cosecha
de las primicias. En un campo siempre hay una parte del cultivo que madura
antes que el resto y el agricultor siega este fruto como las primicias. Un tiempo
después que las primicias han sido cosechadas, el resto madura. Entonces se
realizará la cosecha en pleno. Al principio están las primicias y, más tarde, se
obtiene la cosecha completa.
LA VENIDA DEL SEÑOR
La Biblia claramente afirma que el Señor Jesús está con nosotros todos los días
hasta la consumación de esta era (Mt. 28:20). Puesto que Él está con nosotros,
¿como vendrá en el futuro? ¿No está Él con nosotros hoy? Ya que Él está aquí,
¿de qué manera vendrá? Esto es algo maravilloso que es imposible de
sistematizar. Jamás debemos poner nuestra confianza en nuestros conceptos
naturales cuando estudiamos la Biblia. No podrán obtener un entendimiento
apropiado de la Biblia en virtud de vuestros conceptos naturales. Por un lado el
Señor Jesús está aquí; por otro, Él viene. Esto quiere decir que Él ya vino como
la semilla, pero también que Él viene y vendrá como la cosecha. Él ya ha venido
como la semilla y ahora continúa Su venida a medida que crece la semilla. Al
final, Él vendrá en plenitud como la cosecha. Aunque ya han pasado casi dos mil
años, el Señor Jesús todavía no ha venido porque la semilla no ha tenido el
crecimiento adecuado. Debido a esta deficiencia de crecimiento, al Señor le es
difícil obtener la cosecha.

La venida del Señor no será algo que ocurra súbitamente. Un día el Señor Jesús
vendrá, pero no de la manera en que probablemente usted piensa. El Señor
Jesús no vendrá meramente desde los cielos, sino que vendrá desde el interior
de nuestro ser. Tal vez usted tenga la expectativa de verlo descender de repente
desde los cielos; pero tiene que comprender que Él saldrá de usted. Y cuando el
Señor Jesús salga de usted, Él no lo dejará. Para todos los incrédulos, el Señor
descenderá desde los cielos; pero para nosotros los creyentes, Él no vendrá
desde los cielos, sino que saldrá de nosotros.

¿De qué otra manera podríamos interpretar lo que el Señor dijo de que está con
nosotros y también, que Él viene? El Señor ha entrado en nosotros, está
creciendo en nosotros y nos está transformando al realizar una obra metabólica
en nuestro interior. Su venida es la compleción de esta obra de transformación.
El Señor no viene meramente del cielo, sino que Él saldrá de nosotros.

Junto con el hermano Watchman Nee hemos considerado todas las escuelas de
teología. Laboramos juntos, conversamos y tuvimos comunión sobre todo lo que
leímos y de este modo nos ayudamos mutuamente para poder entender todos
estos asuntos. Sabemos bien cuál es nuestra posición y qué es lo que el Señor
nos ha confiado. Leímos muchos libros sobre la segunda venida del Señor;
estudiamos las escuelas de la pre-tribulación y post-tribulación, así como las
escuelas pre-milenialista y postmilenialista. También estudiamos las diferentes
perspectivas existentes sobre el arrebatamiento: el arrebatamiento parcial, el
arrebatamiento antes de la tribulación y el arrebatamiento después de la
tribulación.

Por la gracia del Señor y por causa de Su recobro, Él nos ha mostrado Su


misteriosa manera de proceder, esto es, que Su regreso no se ajusta a nuestros
conceptos. Según nuestro concepto natural, el Señor está sentado en el trono
observando y otorgando bendiciones hasta que un día, de repente, aparecerá.
Casi todos los libros de teología que hablan acerca de la venida del Señor lo
hacen de este modo. Pero el Señor Jesús viene por medio del crecimiento de la
vida, no como una aparición que ocurre de repente desde los cielos. Sé que
algunos de ustedes querrán citar Filipenses 3:20 donde se nos dice que
esperamos que el Señor Jesús venga desde los cielos; pero también tienen que
leer Mateo 28:20, donde se afirma que el Señor está con nosotros todos los días.
No se imaginan cuánto tiempo hemos dedicado para estudiar estos dos
versículos. ¿Cómo reconciliarlos? No podemos hacerlo, es imposible. Sin
embargo, es un hecho que el Señor Jesús se sembró en nosotros y ahora está
creciendo dentro de nosotros, transformándonos y madurando internamente.
Cuando Él esté listo y maduro dentro de nosotros y a través de nosotros, ése
será el tiempo de Su venida. Para nosotros Su venida no será un evento que
ocurra súbitamente.

VELAR Y ORAR AL CRECER


Muchos cristianos hablan sobre velar y orar, pero pocos comprenden el
verdadero significado de velar y orar. La manera de velar es simplemente crecer
en Cristo. Nadie puede velar si no tiene el crecimiento apropiado. Mientras uno
crece, vela. Mientras uno crece, acumula una porción adicional del Espíritu
todo-inclusivo como aceite en su vasija. Esto es lo que significa velar. Velar no
quiere decir que uno lea las profecías, estudie la situación mundial y observe los
eventos que están sucediendo en Rusia, Israel y el Medio Oriente. Velar no
consiste en leer los periódicos y coleccionar profecías. Si esta es la manera en
que usted vela, me temo que un día el Señor Jesús vendrá y usted no se dará
cuenta. Velar significa crecer con el Señor Jesús. Uno tiene que orar: “Señor
Jesús, tengo que ir a la tienda; ¿vienes conmigo? Voy a salir de compras, ¿me
acompañas?”. Si el Señor dice: “No, preferiría quedarme en casa”, uno deberá
contestar: “Señor, si quieres quedarte en casa, yo también me quedaré”. Esto es
velar. “Oh Señor Jesús, tengo que ir a cortarme el cabello; ¿cuán corto quieres
que me lo corte? Soy uno contigo Señor, y lo que a Ti te guste es lo que a mí me
gusta”. Esto es lo que significa velar.

Cuando era joven, se me enseñó a velar y orar. Se me enseñó a observar ciertos


eventos tales como el retorno de los judíos a Jerusalén y se me dijo que debía
orar por ellos. Yo observaba y después oraba. Pero ahora comprendo que velar y
orar significa crecer continuamente con el Señor, vivir junto con Él. Sólo
entonces uno está en el reino. No solamente uno está en el reino, sino que uno
es el reino. A medida que uno crece con el Señor, uno verdaderamente vela y
ora. El Señor Jesús está con nosotros, y el hecho de que Él esté con nosotros
equivale a Su venida gradual.

En Apocalipsis 14 se revela la madurez entre todas las “madureces”,


representada por el número ciento cuarenta y cuatro mil. Algunos serán así. Yo
creo que muchos en las iglesias locales serán maduros, pero algunos llegarán a
la cumbre de esta madurez. Esta madurez suprema será considerada por Dios
los ciento cuarenta y cuatro mil que serán las primicias. Después de esto, viene
la cosecha.

EL CAMINO DE LA VIDA
Les ruego que reciban todo esto en su espíritu y lo lleven delante del Señor en
oración. Verán que ésta es la comprensión acertada del Nuevo Testamento. No
es simplemente un asunto de interpretar profecías. Nosotros hemos estudiado
las buenas escuelas de interpretación profética. Probablemente algunos de
ustedes están familiarizados con los libros de G. H. Pember sobre las grandes
profecías. Nosotros también estamos familiarizados con esos libros. Sin
embargo, esos libros simplemente contienen las doctrinas en cuanto a las
profecías, pero no tienen mucha vida. Lo que el Señor nos ha mostrado en Su
Palabra es el camino de la vida. Incluso la segunda venida del Señor está en
conformidad con el camino de la vida. Él es la semilla, Él es el crecimiento, Él es
la transformación e incluso Él es la cosecha y las primicias. Aquel que le gane a
lo sumo estará en la cumbre de la cosecha y será las primicias.

LA TRANSFORMACIÓN
Apocalipsis 14:14-16 nos dice que el Señor segó el trigo. Sin embargo, al final del
libro de Apocalipsis, en la Nueva Jerusalén, no hay trigo. En Apocalipsis 14 el
Señor Jesús cosechó mucho trigo, pero al final ¿qué pasó con ese trigo? Todo
ese trigo se convirtió en oro, perlas y piedras preciosas. En Apocalipsis 14
tenemos las primicias y la cosecha, y en Apocalipsis 21 tenemos oro, perlas y
piedras preciosas. El trigo fue transformado. En el capítulo 14 tenemos la
cosecha, que es el fruto del crecimiento, y en el capítulo 21 tenemos la
transformación del trigo. Éste se convierte en piedras preciosas a través de la
transformación tal como la madera se convierte en piedra como resultado de la
petrificación. ¿Somos trigo o piedras preciosas? Por un lado, somos trigo; por
otro, estamos entre las piedras preciosas. Somos la labranza de Dios, cultivando
el trigo, y también somos el edificio de Dios, compuesto por todas las piedras
preciosas.

Finalmente, la cosecha del Señor se convertirá en una ciudad. La cosecha de


trigo mencionada en Apocalipsis 14 se convertirá en la ciudad descrita en
Apocalipsis 21. En la cosecha podemos ver el crecimiento de la vida, pero en la
ciudad podemos ver la transformación de la vida. Junto con la transformación
ocurre la edificación. El crecimiento sin la transformación no produce
edificación alguna. Sin embargo, con el crecimiento y la transformación se
produce un edificio, una entidad corporativa: el Cuerpo.

UNA CIUDAD LLENA DE VIDA


La palabra pura de la Biblia presenta al Señor Jesús como la semilla todo-
inclusiva. Así pues, en la ciudad santa tenemos el crecimiento de la semilla, la
transformación de la semilla, la madurez de la semilla y la consumación máxima
de la propagación de la semilla. La Nueva Jerusalén es edificada con materiales
transformados. Esto es el reino. Dentro de esta ciudad no hay nada más que
vida: el árbol de la vida crece en el río de vida, el río de vida fluye desde el trono
de Dios y del Cordero. La vida es el único camino que tenemos que tomar. Todos
tenemos que estar en la misma calle, el mismo camino de vida, donde el agua
fluye y el árbol crece. Esto no solamente producirá el edificio de Dios, sino que
también lo sustentará por la eternidad. Por la eternidad, el edificio de Dios será
sostenido por el fluir de la vida y el crecimiento de la vida. Hoy en día, podemos
disfrutar un anticipo de aquello que disfrutaremos en plenitud. La iglesia local
es una miniatura del reino de Dios, donde la vida que fluye produce y sustenta
un edificio compuesto de materiales preciosos. En el reino hay una sola vida, un
solo camino y una sola expresión.

EXPRESAR A DIOS
Toda la ciudad tiene semejanza de jaspe, lo cual indica que tiene la semejanza de
Dios (Ap. 4:3). En la vida de iglesia también hay una sola vida, un solo camino y
una sola expresión. Independientemente del número de iglesias locales que
haya, el camino es uno solo porque la vida es una sola y es la misma. Por tanto,
también es una única expresión. No debe haber ninguna expresión de su
persona o de la mía; no debe haber expresión de la filosofía estadounidense o
china. No debe haber expresión de doctrinas o dones. La ciudad únicamente
expresa la imagen de Dios. En la vida de Dios se halla la esencia así como lo que
da forma. En la esencia de la vida de Dios recibimos también la regulación de la
vida. Y finalmente, todos seremos formados a la imagen de Dios. Ya no seremos
conforme a nuestro propio género, sino que seremos según el género de Dios.
En Génesis 1 tanto la vida vegetal como la vida animal corresponden a su propio
género. Pero nosotros no seremos conforme a nuestro propio género, sino
conforme al género de Dios, teniendo Su imagen y expresándolo. Todas las
iglesias locales deben tener una sola vida, un solo camino y una sola expresión.
Esta única expresión no está en cierta doctrina, enseñanza o don espiritual, sino
que es Cristo como la vida todo-inclusiva.

CAPÍTULO VEINTE

BAUTIZADOS EN EL DIOS
TRIUNO
Lectura bíblica: Mt. 28:19, 20b; Gá. 3:27; Ro. 6:3; 1 Co. 12:13; 2 Co.
1:21-22; 3:17a, 18; Ef. 6:17-18; Jn. 6:63; Ap. 3:1; 21:6; 22:17

El libro de Mateo comienza con una persona maravillosa. Él es fruto de muchas


generaciones mezcladas con el Dios Triuno. Tal persona maravillosa fue
proclamada ante el pueblo como el reino. Se predicó a la persona misma como
el reino. Esta persona maravillosa fue predicada como la semilla del reino y fue
sembrada en la tierra de la humanidad. De esta semilla crecerá el reino hasta
llegar a su madurez, la plena manifestación del reino.

Tanto Mateo 13 como Mateo 25 son capítulos extremadamente cruciales y


estratégicos. Mateo 13 nos dice que esta persona maravillosa se sembró en
nuestro ser como la semilla del reino y que esta semilla crece y produce
materiales transformados: el tesoro y las perlas. Los siguientes capítulos nos
revelan que estos elementos transformados sirven para la edificación de la
iglesia, lo cual es la realidad del reino. El capítulo 25 nos dice que todo aquel
que está en el reino es semejante a una virgen. Nosotros no somos ni ladrones ni
caballeros; somos vírgenes. Así seamos varones o mujeres, todos somos vírgenes
que tienen su lámpara encendida y que, dejando atrás este mundo, salen al
encuentro de su Novio. Sin embargo debemos obtener una porción adicional del
Dios Triuno a fin de llenar nuestra vasija, que es nuestra alma. Hoy en día,
nuestra necesidad es obtener una porción adicional del Espíritu todo-inclusivo
como el aceite. Esto quiere decir que todas las partes internas de nuestro ser
tienen que ser llenas, ocupadas y saturadas con el Señor. Esto nos conducirá a la
madurez y nos preparará para la venida del Señor. Así estaremos preparados
para la plena manifestación del reino.

Ésta tiene que ser una visión que controle a todas las iglesias en la actualidad.
No se debe tomar como mero conocimiento o doctrina, sino que debe ser una
visión que gobierne nuestra vida de iglesia. Esta visión debe regir
continuamente todos los aspectos de la vida de iglesia. Por Su gracia y
misericordia puedo testificar que estoy sujeto a esta visión. Más que ser una
doctrina para mí, esta visión ha llegado a ser un principio que me gobierna.

BAUTIZADOS EN EL DIOS TRIUNO


Ahora llegamos al final de Mateo. Este libro termina con el mandamiento de
bautizar a las personas en el Dios Triuno y con la promesa del Señor de que Él
estaría con nosotros todos los días hasta la consumación del siglo (28:19-20).
Estos versículos son profundos y todo-inclusivos. Todos tenemos que
comprender que hemos sido bautizados en el Dios Triuno. Ser bautizados en el
Dios Triuno simplemente significa que hemos sido puestos dentro del Dios
Triuno. En Mateo 28:19 el Dios Triuno es comparado al agua del bautismo.
Cuando bautizamos a alguien en agua, esto significa que lo introducimos en el
Dios Triuno.

Mateo 28:19 usa la frase en el nombre. Influenciados por esta redacción, hay
muchos maestros cristianos que piensan que bautizar a las personas en el Dios
Triuno es simplemente un ritual o un formalismo. Hay, incluso, quienes
discuten sobre el nombre apropiado en que se debe bautizar a las personas; es
decir, si debemos bautizar en el nombre del Dios Triuno, en el nombre del Señor
Jesús o en el nombre de Cristo Jesús. Estas discusiones incluso han ocasionado
una serie de divisiones. Hace algunos años, en las Filipinas, un querido
hermano que amaba al Señor y le buscaba vino a mí con muy buenas
intenciones diciéndome: “Hermano Lee, sé que ustedes practican el bautismo
por inmersión; pero quisiera saber en qué nombre sumergen a las personas.
¿Las bautizan en el nombre del Señor Jesús, en el nombre de Jesucristo o en el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo?”. Cuando le pregunté al
hermano qué quería decir, me respondió: “Es de gran importancia en qué
nombre bautizan ustedes”. Entonces le pregunté: “¿Y en qué nombre bautizan
ustedes?”. Él respondió: “Nosotros bautizamos a las personas en el nombre del
Señor Jesús. Es un error bautizar a las personas en el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. También es un error bautizar a las personas en el
nombre de Cristo Jesús. Tienen que bautizar a las personas en el nombre del
Señor Jesús”. Le dije: “Hermano, usted está exagerando mucho; le ruego que se
olvide de todo eso. Realmente no es importante si bautizamos a las personas en
el nombre de Jesucristo o en el nombre de Cristo Jesús o en el nombre del Señor
Jesús o en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Siempre y
cuando los introduzcamos en Dios, esto ya es maravilloso”. Pero él insistió: “¡No
hermano! Esto no es algo insignificante. Tiene que comprender que aquí en las
Filipinas algunas iglesias practican el bautismo en el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Nosotros practicamos bautizar a las personas en el
nombre del Señor Jesús”. Le contesté: “Hermano, sin duda alguna ustedes
conforman una secta muy peculiar y extraña. Debo decirles la verdad”. Tenemos
que comprender que no es un asunto de bautizar a las personas en cierto
nombre.

En cierta ocasión, mientras estaba en Houston, hablé sobre este tema e incluso
demostré como un pastor podría bautizar a las personas en el nombre del Padre,
y del Hijo, y del Espíritu Santo. Después se me acercó un pastor de los Bautistas
de la Convención del Sur quien había estado en la reunión y me dijo: “Hermano,
el mensaje fue maravilloso, pero usted estaba burlándose de mí”. Le respondí:
“Hermano, no es mi intención burlarme de usted o de nadie. Simplemente debo
decirle la verdad al pueblo del Señor en cuanto a que el bautismo no debe ser un
ritual o una formalidad, sino que debe ser un hecho real”.

Entonces, ¿qué debemos hacer con alguien que recientemente creyó en el Señor
Jesús? Tenemos que introducirlo en el Dios Triuno. Tenemos que bautizarlo en
el Dios Triuno. Después de aquello, él será una persona en el Dios Triuno.
Siempre que bautizamos a las personas, tenemos que ejercitar nuestra fe con
base en la palabra fiel y clara dada por el Señor. El Señor dijo: “Por tanto, id, y
haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre...”. En
realidad, la preposición griega que aquí se tradujo “en” debería traducirse “hacia
adentro de”. El Señor nos dijo que bautizáramos a las personas “hacia adentro”
del nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Puesto que el Señor nos
ha dado esta Palabra fiel, tenemos que basarnos en esta Palabra llenos de fe y
autoridad. Siempre que bautizamos a las personas, tenemos que hacerlo de
manera viviente. Nosotros nos basamos en la Palabra del Señor para bautizar a
las personas en el Dios Triuno.

BAUTIZADOS EN CRISTO
Gálatas 3:27 nos dice: “Todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo
estáis revestidos”. Éste es un versículo maravilloso. En realidad no dice
“bautizados en Cristo”, sino “bautizados hacia adentro de Cristo”. ¡Hay una gran
diferencia! No fuimos bautizados en Cristo sino que entramos en Cristo. Todos
los que fueron bautizados hacia adentro de Cristo están revestidos de Él. Si
usted fue bautizado hacia adentro de Cristo, ciertamente está revestido de
Cristo.

Este mismo concepto es expresado en Romanos 6:3: “¿O ignoráis que todos los
que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su
muerte?”. Fuimos bautizados hacia adentro de Cristo Jesús y ahora estamos
cubiertos de Él. Estamos revestidos de Cristo. ¿Es éste un formalismo o un rito
conducido en conformidad con palabras vanas? ¡Por supuesto que no! Ésta es
una realidad que ha sido lograda por la Palabra fiel del Señor.

Sin embargo, todavía tenemos un problema. Ustedes han sido bautizados dentro
de Cristo y ahora tienen a Cristo sobre ustedes, pero ¿cuándo fueron bautizados
en Cristo? ¿En qué tiempo y lugar fueron introducidos en Cristo? En realidad, es
difícil responder esta pregunta, pero una cosa es clara: tenemos la plena certeza
de haber sido bautizados en Cristo. Tal vez no sepamos cuándo sucedió ni
donde, pero sabemos que esto es un hecho. Después que creímos en el Señor
Jesús, fuimos bautizados en Cristo. Simplemente no sabemos cuándo ni dónde,
pero podemos testificar que fuimos bautizados en Cristo.

Algunos dirán que sí saben claramente en qué tiempo y lugar exactos fueron
bautizados en Cristo. Mientras oraban, de improviso algo les sucedió y fueron
bautizados. Aunque no criticamos esta percepción, les ruego que jamás hagan
de su experiencia personal el estándar por el cual los demás deban regirse. Si
uno lee el Nuevo Testamento, encontrará muchas ocasiones, distintas una de la
otra, en las que se manifestó el bautismo del Espíritu, y ninguna de ellas es
exactamente igual a la otra. Todas y cada una de estas ocasiones sucedieron de
forma distinta. Muchos de nosotros tenemos la certeza de que fuimos puestos
dentro del Dios Triuno. Muchas veces he experimentado que verdaderamente
estoy en el Dios Triuno. Esto no es simple conocimiento, sino que es algo real, y
yo lo he experimentado.

En 1935, mucho antes de que experimentara el hablar en lenguas, tuve una


experiencia relacionada con estar en el Dios Triuno. Durante una tarde, en un
día del Señor, me encontraba ministrando la palabra, y algo parecido a una
nube descendió sobre mí y me cubrió. Pude sentirla y hasta casi podía verla con
mis propios ojos. De repente, mi hablar cambió. No cambió de tal modo que
empezara a hablar en lenguas, pues seguí hablando en chino, pero toda la
congregación pudo percibir que algo había sucedido. No tengo palabras para
describir lo que sucedió. No hubo hablar en lenguas, y nada milagroso sucedió;
no obstante, todos tuvimos la profunda certeza de que el Señor estaba allí.
Aquella fue una experiencia auténtica de lo que es estar en el Dios Triuno.

A inicios de enero de 1943 tuve otra experiencia semejante. Durante una


reunión yo me encontraba de pie frente al púlpito, y habiéndose pedido cierto
himno, toda la congregación —alrededor de quinientas personas— cantaba.
Cuando, de repente, toda la congregación comenzó a sollozar. Nadie dio gritos
ni tampoco lloraba en voz alta, pero todos sollozaban con lágrimas en los ojos. A
mí también me brotaron lágrimas y ya no pude seguir cantando. Todos en la
congregación experimentaron esto. Mientras cantábamos, sollozábamos. Tanto
entre los jóvenes como los más ancianos, nuestro sollozo se mezclaba con
nuestra canción. No supimos cómo describir esto. Algunos testificaron que ellos
simplemente habían venido al lugar de reuniones y allí habían sido capturados
por el Señor, sin necesidad de escuchar mensaje alguno.

Más aún, jamás podré olvidar otra reunión que tuvimos un día del Señor por la
tarde en 1943. Después que cantamos un himno y antes de dar el mensaje,
comencé a orar. Aquella oración duró más de media hora. Al orar, repetía una
sola palabra: ¡Sacude! ¡Sacude! ¡Sacude! Dije esto en chino y no en lenguas, mas
las palabras brotaban como las aguas del Niágara. “¡Sacude nuestras familias!
¡Sacude nuestros hogares! ¡Sacude nuestro país!”. Si bien yo estaba en pie
mientras oraba, no le pedí a la congregación que se pusiera de pie; pero después
de un rato toda la congregación se puso de pie, y uno de los hermanos salio de
su asiento y vino a sostenerme los brazos pues yo los tenía levantados mientras
oraba. Ésta fue una experiencia real de lo que es estar en el Dios Triuno.
Muchos amigos pentecostales citan 1 Corintios 12 para afirmar que hay nueve
manifestaciones del Espíritu Santo. Pero en realidad hay muchas más, pues
entre las nueve enumeradas en 1 Corintios 12 no se menciona, por ejemplo, los
sueños. Los sueños son mencionados en Hechos 2, donde se nos recuerda que
en los últimos días Dios derramaría de Su Espíritu sobre toda carne y que los
hombres tendrían sueños (Hch. 2:17). Personalmente, he tenido experiencias
reales en cuanto a los sueños en el Espíritu Santo. En 1943 en un lapso de dos
meses tuve cuatro sueños. Antes de ser encarcelado por la policía militar
japonesa, que habían invadido a China durante la guerra, tuve un sueño. El
mismo día que fui arrestado ese sueño vino a mí nuevamente, y después de tres
semanas, tuve otro sueño más. Todos estos sueños se han cumplido cabalmente.
El Señor me consoló por medio de los sueños. Incluso antes que la policía
militar japonesa viniera a arrestarme, sabía por los sueños lo que habría de
suceder. La noche que fui arrestado y encarcelado, otro sueño vino. En este
sueño el Señor me dijo: “Ten paz. No te harán daño”. Y sucedió exactamente
conforme al sueño. ¡Alabado sea el Señor!

Estas experiencias son señales que nos demuestran que Dios nos ha puesto
dentro de Él. Como creyentes de Cristo, todos fuimos puestos en el Dios Triuno.
Pero no intenten sistematizar esta experiencia. Discutir sobre qué nombre usar
al bautizar a las personas es sistematizar. Insistir en la necesidad de hablar en
lenguas también es sistematizar. No estoy en contra de bautizar en el nombre
del Señor Jesús ni en contra de hablar en lenguas, pero me opongo
categóricamente a querer sistematizar. Debemos desechar toda clase de
sistematización.

No sea tan osado como para decirles a los demás que usted sabe cuándo fue
puesto en el Dios Triuno. Tal vez tenga cierto sentir al respecto, pero
probablemente la verdadera experiencia no corresponda a su sentir. Tal vez a
usted le parezca que ocurrió en San Francisco en 1971, pero podría haber
ocurrido unas semanas antes. No podemos confiar en nuestras sensaciones
debido a que ellas simplemente no son exactas. Por ejemplo, tal vez yo sienta
frío cuando la temperatura excede los 90 grados. Ésta es mi sensación, pero no
corresponde a los hechos. Olvídense de sus sensaciones y aprópiense del hecho
en conformidad con la Palabra clara, definida y fiel del Señor: “Por tanto, id, y
haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y
del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mt. 28:19).

En las iglesias necesitamos tener fe en la palabra fiel del Señor Jesús cuando
bautizamos a las personas. Según Su Palabra, nosotros las bautizamos
introduciéndolas en el Dios Triuno. No piensen que el Dios Triuno implica tener
tres Dioses: uno llamado Dios el Padre, otro llamado Dios el Hijo y un tercero
llamado Dios el Espíritu Santo. Esta es una impresión errónea que recibimos de
las enseñanzas tradicionales acerca de la Trinidad. No tenemos tres Dioses;
tenemos un solo Dios, un solo Dios todo-inclusivo. Tenemos un Dios quien es el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Jamás podremos conocer plenamente al Dios Triuno. De hecho, ni siquiera nos


conocemos bien a nosotros mismos. Aun cuando tenemos un espíritu, un
corazón, una mente, una parte emotiva y una voluntad, no logramos entender
bien ninguna de estas partes. Si no podemos entender bien lo que somos, ¿cómo
podremos entender lo que es el Dios Triuno? Nuestro Dios es un solo Dios,
quien es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Nos es imposible entender a Dios
mismo, pero ciertamente le tenemos y estamos en Él.

En un capítulo anterior hice referencia a un pasaje del libro de Andrew Murray


titulado The Spirit of Christ [El Espíritu de Cristo]. Leamos ese párrafo
nuevamente: “En el Padre tenemos al Dios invisible, el Autor de todo. En el
Hijo, tenemos al Dios revelado, manifestado y quien se ha acercado a nosotros;
Él es la Forma de Dios. En el Espíritu de Dios tenemos al Dios que mora en
nuestro ser, esto es el Poder de Dios que mora en cuerpo humano y forja en él lo
que el Padre y el Hijo tienen para nosotros [...] todo cuanto el Padre se propuso
y lo que el Hijo logró puede ser apropiado y ejecutado en los miembros de Cristo
que todavía están en la carne únicamente mediante la continua intervención y
operación activa del Espíritu Santo”.[*Nisbet and Company, Ltd., London.
Distribuido por Zondervan.] Estoy de acuerdo con estas palabras. Esto es el
Dios Triuno. Ser bautizados en el Dios Triuno simplemente significa ser
introducidos en Dios, quien es maravilloso y todo-inclusivo. Entonces el Señor
Jesús, quien es “Jehová-más” y “Dios-más”, estará con nosotros todos los días
hasta la consumación del siglo (Mt. 28:20). ¡Aleluya!

En esto consiste el reino. Fuimos puestos en el Dios Triuno y fuimos revestidos


del Dios Triuno. El Señor Jesús, quien es “Jehová-más” y “Dios-más”, está con
nosotros todos los días hasta la consumación del siglo. Ésta es la conclusión del
libro de Mateo. Mateo termina introduciéndonos en el Dios Triuno, quien estará
con nosotros todos los días. Es necesario que esta visión nos gobierne y regule.

BAUTIZADOS EN EL CUERPO
En Mateo 28 está la semilla del bautismo en el Dios Triuno, y en las Epístolas
tenemos el crecimiento de dicha semilla. Ya hicimos referencia a Romanos 6:3,
donde se afirma que fuimos bautizados en Cristo Jesús. En 1 Corintios 12:13 se
nos dicen dos cosas: “En un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo
Cuerpo”. No es simplemente que fuimos introducidos en el Dios Triuno, sino
que una vez que fuimos introducidos en el Dios Triuno, llegamos a ser el
Cuerpo. El movimiento carismático enfatiza la práctica de hablar en lenguas,
pero ignora que el auténtico bautismo en el Espíritu Santo tiene como propósito
producir el Cuerpo. Si uno ha tenido una experiencia auténtica del bautismo en
el Espíritu Santo estarán a favor del Cuerpo. No se conformará con algo
individual, sino que se preocuparán por el Cuerpo. No todas las experiencias de
hablar en lenguas son genuinas. Si la experiencia es genuina, ella cuidará del
Cuerpo. El verdadero bautismo en el Espíritu tiene como finalidad producir el
Cuerpo. El Cuerpo es pues una clara prueba que determina la autenticidad del
bautismo que hemos experimentado.

Según Mateo 13, la semilla crece y trae consigo la transformación, y la


transformación resulta en la edificación. ¿Qué es la edificación? La edificación
es el Cuerpo. Si bien no deseo criticar a nadie, tengo que decir la verdad y
afirmar que muchos de los que hablan en lenguas no tienen la transformación
que es propia de la vida. En China también conocí a muchos que eran así. En
tres ocasiones implementamos las prácticas del pentecostalismo en nuestras
iglesias, y todas las veces ello significó un débito en nuestra cuenta espiritual. Si
bien obtuvimos alguna ganancia, a la postre el balance fue negativo, con más
deudas que créditos. Sólo sufrimos pérdida. A la postre, todos los colaboradores
espontáneamente decidieron dejar tales prácticas. No continuamos en ese
“negocio” porque rindió pobres beneficios. No debiera decir que no se obtiene
beneficio alguno de las prácticas pentecostales, pero las pérdidas superan a las
ganancias. Tanto en China como en este país he visto el daño causado por las
prácticas “pentecostales”.

PRUEBAS DEL BAUTISMO GENUINO


El bautismo genuino en el Espíritu Santo tiene que ser examinado por varios
puntos: el crecimiento en vida, la transformación en vida, la edificación en vida
y la vida del Cuerpo en su aspecto práctico. Satanás es muy astuto. Nadie
pretenderá engañarnos con billetes obviamente falsificados, sino que usarán
billetes falsos que únicamente los expertos podrían distinguir de los verdaderos.
Por tanto, la mejor protección es no aceptar billetes, sino oro. No piensen que
son lo suficientemente listos como para discernir lo falso de lo verdadero. Muy
pocos entre nosotros somos tan listos. Por tanto, a largo plazo y por la seguridad
de la iglesia, es mejor no aceptar “billetes”; debemos aceptar solamente oro.
Eventualmente, habrá algunos que aceptarán billetes; pero debemos advertirles
que no deben acostumbrarse a usar “billetes” porque serán engañados. Esto no
solamente se aplica a la práctica de hablar en lenguas, sino también a todos los
otros dones. Todo don o conocimiento también tiene que ser examinado a la luz
del crecimiento en vida, la transformación en vida, la edificación en vida y la
vida del Cuerpo en su aspecto práctico.

Ésta no solamente es la situación imperante en la actualidad, sino que también


era la situación que imperaba cuando el Señor Jesús estaba en la tierra. Juan 2
nos dice que el Señor realizó muchos milagros en Jerusalén y que, como
resultado de tales señales, muchos creyeron en Él. Sin embargo, Él no se fiaba
de quienes habían sido atraídos por los milagros. En Juan 3 Nicodemo acudió al
Señor, quien le hizo tornarse hacia la vida divina diciéndole que debía nacer de
nuevo. Lo importante no eran los milagros, sino nacer de nuevo. Cuando
Nicodemo acudió al Señor Jesús, él tenía el concepto que lo importante era el
conocimiento, por lo cual llamó al Señor “Rabí”, diciéndole: “Rabí, sabemos que
has venido de Dios como maestro” (Jn. 3:2). Pero el Señor Jesús le dijo: “Os es
necesario nacer de nuevo” (v. 7). Así pues, lo importante no son los milagros ni
el conocimiento, sino recibir la nueva vida mediante el nuevo nacimiento. Las
iglesias locales necesitan una sola cosa: la vida divina con su crecimiento,
transformación y edificación. Finalmente, esta vida producirá el Cuerpo.

EL BAUTISMO Y EL BEBER
“En un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo [...] y a todos se
nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Co. 12:13). Aquí tenemos otro aspecto:
beber del Espíritu. Ser bautizado en el Espíritu significa que nosotros hemos
sido puestos dentro del Espíritu; beber del Espíritu significa que el Espíritu es
puesto dentro de nosotros. Estos son dos aspectos distintos. Por un lado,
tenemos que ser puestos en el Espíritu. Aquella ocasión en la que, mientras
daba un mensaje, algo descendió sobre mí y me cubrió, fui puesto dentro del
Espíritu. Sin embargo, todavía es necesario que tome al Espíritu en mi interior,
que beba del Espíritu diariamente y a toda hora. Del mismo modo que
necesitamos beber agua todos los días, así también necesitamos beber del
Espíritu una y otra vez. Que las iglesias lleguen a ser el reino de Dios no es un
asunto doctrinal que dependa del conocimiento, los dones o los milagros, sino
que depende por completo de que bebamos del Espíritu Santo. Cuando uno ore,
uno debe beber del Espíritu. Cuando uno lee la Biblia, también debe beber del
Espíritu.

En Efesios 6:17 leemos: “Recibid [...] la espada del Espíritu, el cual es la palabra
de Dios”; aquí el pronombre indicativo “el cual” se refiere al Espíritu. Recibid la
espada del Espíritu, cuyo Espíritu es la Palabra de Dios, por medio de toda
oración (v. 18). No debemos considerar la palabra de Dios en la Biblia
meramente como palabras en blanco y negro, sino que tenemos que tomarla
como Espíritu. En Juan 6:63 el Señor Jesús dijo: “Las palabras que Yo os he
hablado son espíritu”. Puesto que Sus palabras son espíritu, no debemos leerlas
solamente como cualquier otro escrito. Debemos tomar la Palabra de Dios con
toda oración. Por esto es necesario que leamos-oremos la Palabra. Efesios 6:17-
18 es la base, el fundamento, que tenemos en la Biblia para la práctica de orar-
leer la Palabra. Allí se nos dice que debemos tomar la Palabra de Dios, la
Palabra viviente que es el Espíritu, por medio de toda oración. Tenemos que
orar todas y cada una de las palabras de la Biblia; así haremos que cada una de
ellas sea algo del Espíritu para nosotros. Esto es lo que significa beber del
Espíritu. Invocar el nombre del Señor diciendo: “¡Oh, Señor Jesús!” es beber del
Espíritu, y orar la Palabra también es beber del Espíritu.

Tenemos que comprender que el Dios Triuno es el Espíritu. No piensen que el


Padre es el Padre, el Hijo es el Hijo y el Espíritu es el Espíritu, como si fueran
personas separadas. Estos tres son el Espíritu todo-inclusivo. En 2 Corintios
3:17 se afirma que “el Señor es el Espíritu”. En 2 Corintios 1:21-22 se nos dice
que fuimos firmemente adheridos a Cristo, el Ungido (lit.). El Ungido es Cristo,
y Él es el Espíritu todo-inclusivo. Fuimos ungidos y sellados, y se nos dio el
Espíritu como las arras, la garantía. La unción nos permite saborear a Dios. Al
ser ungidos recibimos la esencia, el elemento, de Dios. Al ser sellados
obtenemos la imagen de Dios. Al recibir las arras podemos saborear a Dios.
Recibimos el elemento de Dios, Su imagen e incluso Su sabor. ¡Aleluya! Todo
esto está relacionado con el Espíritu todo-inclusivo, el cual es el Señor mismo.
Por este Espíritu todo-inclusivo somos llenos de Dios, somos saturados de Él y
nos mezclamos con Él.

El resultado de esto es que somos transformados. Para que esto sea logrado
plenamente, es necesario que tengamos el rostro descubierto (2 Co. 3:18). Tener
el rostro descubierto significa no tener ningún velo. Si uno lee 2 Corintios 3,
comprenderá que el velo allí mencionado se refiere a las Escrituras tomadas
como letras en blanco y negro. Me preocupa que muchos cristianos todavía
estén velados por la Biblia; otros continúan siendo velados por sus experiencias
carismáticas u otra clase de experiencias. ¡Cuánto necesitamos que el Señor, en
Su misericordia, nos quite los velos y nos permita tener un rostro descubierto,
sin conceptos, ideas y preocupaciones! Necesitamos que los velos nos sean
quitados para contemplarlo a Él como el Espíritu todo-inclusivo. Entonces
seremos transformados a Su imagen.

LA CONSUMACIÓN
Ahora llegamos a la cosecha en el libro de Apocalipsis. Hemos visto la semilla en
Mateo y su crecimiento en las Epístolas. La cosecha del Espíritu en el libro de
Apocalipsis es los siete Espíritus y el Espíritu siete veces intensificado. Toda
iglesia local necesita del Espíritu siete veces intensificado para sustentar a las
siete estrellas. Todos los que llevan la delantera en una iglesia local tienen que
comprender la necesidad de tener a este Espíritu intensificado. En Apocalipsis
21:6 el Señor dijo: “Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tenga
sed, Yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida”. El Espíritu y la
novia son uno, y llaman a venir y beber del agua de la vida gratuitamente
(22:17). Esto es lo que necesitamos en la actualidad. Olvídense de los
formalismos, los rituales, las doctrinas, los dones y los milagros. Déjenlo todo y
vengan a beber del agua de la vida. En esto consiste la consumación de haber
sido bautizados en el Dios Triuno y de beber del Espíritu.

CAPÍTULO VEINTIUNO

LOS PRINCIPIOS QUE RIGEN EN


EL REINO
(1)
Lectura bíblica: Mt. 8:1-3, 5-13; 9:9-17

Mateo es el libro del Nuevo Testamento que aborda específicamente el tema del
reino. En casi todos los capítulos de este libro el reino es el tema principal. Por
otro lado, el Evangelio de Juan pone énfasis en la vida. Si comparamos estos dos
Evangelios, podremos ver que los casos que cada uno de ellos selecciona y
presenta son absolutamente diferentes debido a que Juan enfatiza la vida,
mientras que Mateo enfatiza el reino. Ninguno de los Evangelios nos relata todo
lo que el Señor Jesús hizo mientras estuvo en la tierra. Esto habría sido
imposible (Jn. 21:25). Juan nos dice que el Señor Jesús hizo muchas cosas que
no están relatadas en su Evangelio. Los casos que allí se relatan sirven para
ilustrar que Cristo es vida para la gente y que por medio de la vida Él puede
satisfacer todas las necesidades del hombre (20:30-31). Sin embargo, los casos
presentados en Mateo no sirven para ilustrar la vida, sino el reino. Mateo, por
ejemplo, no menciona a Nicodemo, a la mujer samaritana o la resurrección de
Lázaro. Estos relatos se encuentran en Juan porque son excelentes ilustraciones
de la manera en que Cristo es vida para los necesitados. Mateo relata otros
casos, tales como la limpieza del leproso, que Juan no incluye. Por tanto, los
casos relatados en Mateo sirven como ilustración del reino y los casos en Juan
sirven como ilustración de la vida divina.
El libro de Mateo no fue escrito según la secuencia histórica de eventos. En otro
Evangelio, el de Marcos, se nos narran los eventos de la vida del Señor Jesús
siguiendo un orden cronológico. Lo que hace Mateo es agrupar ciertos
elementos a fin de presentarnos un cuadro o una revelación particular. El
propósito de Mateo no es presentar una secuencia de eventos en orden
cronológico. Algunos de los incidentes ocurridos en las postrimerías de la vida
del Señor son mencionados por Mateo al principio, mientras que otros eventos
ocurridos más temprano él los menciona más tarde. Él hace esto a fin de
presentarnos un cuadro. Todo el libro es un cuadro del reino.

El primer aspecto del reino que Mateo nos muestra es la semilla del reino. El
capítulo 1 nos presenta no solamente al Rey del reino, sino también la semilla
del reino. Sin duda, el Señor Jesús es el Rey; no obstante, este Rey es también la
semilla del reino. Afirmar que el Señor Jesús es únicamente el Rey es muy
objetivo; tenemos que ver que el Señor Jesús no es solamente el Rey del reino,
sino que también es la semilla del reino. Esto es algo subjetivo. Esta semilla es
una persona maravillosa que ha sido sembrada en nuestro ser. Como dijimos
anteriormente, Cristo es el fruto de muchas generaciones de la humanidad
mezcladas con el Dios Triuno. Él es “Jehová-más” y “Dios-más”.

El capítulo 2 continúa mostrándonos quiénes son las personas apropiadas para


recibir esta semilla. Luego el capítulo 3 nos presenta los inicios de la predicación
del evangelio. El capítulo 4 nos explica qué clase de personas son las que el
Señor llama a Su reino. Él no fue a un centro religioso ni al templo para llamar a
las personas religiosas. Tampoco llamó a los eruditos ni a los sacerdotes,
escribas o intérpretes de la ley. Más bien, Él fue al muelle y llamó a algunos
jóvenes que eran simples pescadores. Después de tres años y medio, éstos
jóvenes pescadores se convirtieron en las columnas de la primera iglesia local
sobre la tierra, la iglesia en Jerusalén.

Después, del capítulo 5 al 7, los llamados por el Señor Jesús le siguieron a la


cima del monte. Allí Él les dio una definición de la verdadera vida del reino. En
este discurso el Señor Jesús describió la realidad del reino. El capítulo 8, nos
presenta el primer caso ilustrativo del reino que se relata en Mateo, comienza
después que el Señor descendió del monte. Examinemos ahora este primer caso.

EL PRIMER CASO: EL LEPROSO


El primer caso es el del leproso que acudió al Señor Jesús pidiéndole ser
limpiado (8:1-4). Es muy significativo que éste sea el caso que se menciona
primero. Sin duda Mateo lo presenta primero deliberadamente. Según Levítico
13 y 14, la limpieza de un leproso era algo muy complicado, pero en Mateo 8
esto fue llevado a cabo con facilidad: el leproso simplemente vino y le pidió al
Señor Jesús que lo limpiara, y Él lo hizo. ¿Qué significa esto? Significa que todos
los que participarían en el reino eran leprosos. Ustedes tienen que comprender
que son leprosos. Todos somos leprosos. Pero, ¡aleluya!, el Señor Jesús ¡puede
edificar Su reino con leprosos que han sido limpiados! Él puede establecer el
reino de los cielos con los leprosos que han sido limpiados y en medio de ellos.
En otras palabras, Él puede cambiar leprosos en ciudadanos celestiales.
¿No tienen el sentir de que ustedes también son leprosos? No piensen que los
que entran al reino de los cielos son personas maravillosas. ¡No! Todas ellas son
leprosas. Tiene que comprender que a menos que usted sea un leproso, no tiene
parte en el reino de los cielos. El reino de los cielos no llama a los santos, sino a
los leprosos. Entender esto verdaderamente nos debe humillar. Todos tenemos
que humillarnos y declarar: “Señor Jesús, mi nacimiento natural hace que sea
indigno de tu reino, por naturaleza soy un leproso inmundo”.

Nadie excepto el Señor Jesús puede limpiar a los leprosos. Todos somos
leprosos, pero hemos sido lavados con Su sangre y Su vida. Según Levítico 14, el
lavamiento de la lepra requería de la sangre de un ave, así como de agua. La
sangre representa la sangre del Señor Jesús, y el agua representa Su vida.
Fuimos lavados con Su sangre y Su vida. En 1 Corintios 6:9-11 se nos dice que
las personas inmundas —en cierto sentido podemos llamarlas leprosas— no
heredarán el reino. Sin embargo, no olvidemos el “mas” de estos versículos:
“Mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido
justificados”. Hoy en día, en virtud de la redención del Señor, hemos dejado de
ser leprosos y hemos sido hechos ciudadanos del reino celestial. El primer caso
relatado por Mateo indica que los ciudadanos del reino de los cielos son
leprosos que fueron limpiados.

EL SEGUNDO CASO: EL CENTURIÓN


Ahora abordaremos el segundo caso, el cual tampoco aparece en el Evangelio de
Juan. Éste es el caso del centurión romano, un gentil, cuyo criado estaba
enfermo (8:5-13). El centurión le pidió al Señor Jesús que interviniera para
sanar a su criado. Cuando el Señor Jesús se mostró dispuesto a ir, el centurión
dijo: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra,
y mi criado quedará sano. Porque yo también soy hombre bajo autoridad, y
tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y
a mi esclavo: Haz esto, y lo hace” (vs. 8-9). Esto es muy significativo; nos indica
que el centurión reconoció que el Señor Jesús tenía la verdadera autoridad
sobre los cielos y la tierra. Este caso en cuanto a la autoridad es hallado en
Mateo porque sirve como ilustración del reino. El reino es la autoridad del
Señor Jesús. Al final de Mateo, el Señor Jesús dijo: “Toda potestad me ha sido
dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las
naciones” (Mt. 28:18-19). Cuando salimos a predicar el evangelio, tenemos que
hacerlo con la autoridad del Señor Jesús. Toda autoridad está en Sus manos.

El caso del centurión sirve como ilustración de la fe. El pueblo del reino tiene
que ser un pueblo de fe. Pero ¿qué es la fe? La fe no es fácil de definir. Aunque
en Hebreos 11:1 tenemos una definición de lo que es la fe, podríamos leerla
varias veces y aun así no entenderla. En palabras sencillas, la fe es la
comprensión de lo que el Señor Jesús es. Toda vez que uno aprehende al Señor
Jesús de cierta manera, espontáneamente tiene fe como resultado de tal
aprehensión. El centurión dijo que no era necesario que el Señor Jesús entrara
en su casa, pues aprehendió que Él era la autoridad más elevada y que toda
autoridad estaba en Sus manos. Si Él daba la orden, todo estaría bien. Esto es fe
y ésta es una ilustración de aprehender lo que el Señor Jesús es.
Las personas que constituyen el reino primero son leprosas y después creyentes.
Ser leproso significa ser inmundo; ser un creyente significa ser una persona
cuya fe está puesta en el Señor Jesús. Por un lado, somos leprosos; por otro,
hemos logrado cierta aprehensión de quién es el Señor Jesús. Tal aprehensión
es fe. Algunas personas suelen decir que es muy difícil creer o tener fe. Pero en
realidad, una vez que uno tiene la debida aprehensión con respecto a algo, lo
difícil es no creer. Aquel que afirma que tener fe es muy difícil, lo dice por que
no sabe lo que es la fe. La fe no es más que la aprehensión de alguna realidad. Si
uno alguna vez vio o comprendió lo qué es el Señor Jesús, le será difícil no creer
en Él. Asimismo, algunos dicen que es fácil tropezar y caer, pero en realidad es
difícil caer. ¿Cuántas veces se ha caído usted en los últimos treinta días? Yo no
me he caído hace muchos años. En realidad, nos es más fácil permanecer de pie
que caer. Si uno se esfuerza por caer, lo encontrará difícil. Del mismo modo, no
es difícil tener fe. No acepten tal mentira en cuanto a que creer es difícil. Todos
tenemos que declarar: “¡Aleluya! Para nosotros es fácil creer”. Es más fácil creer
que no creer. Incluso si los cielos se desvanecieran y la tierra fuera quitada, no
podría dejar de creer. ¿Podría usted renunciar a su fe? ¿Podría usted dejar de
creer en el Señor Jesús? Si uno intentase renunciar a su fe y procurase dejar de
creer en Él, rehusándose a seguir siendo cristiano, descubriría que simplemente
no puede hacerlo. ¡Aleluya! Todos tenemos fe.

Los ciudadanos del reino son personas de fe y no personas que están calificadas
por su nacimiento natural. Nada que proceda de nuestro nacimiento natural es
de valor para el reino. El Señor Jesús dijo que muchos vendrían del Oriente y
del Occidente para participar del reino de los cielos, pero que los hijos del reino,
los judíos por nacimiento, no tendrían parte en el reino (Mt. 8:11-12). Esto
demuestra que la entrada al reino de los cielos no depende de nuestro
nacimiento natural. Nadie es apto para entrar en el reino por su nacimiento
natural. No importa si, por nacimiento, usted es una persona simpática o
áspera, lenta o rápida. Todo cuanto usted tenga por naturaleza no tiene valor
alguno en cuanto al reino. Solo tienen que ser personas de fe.

Estos casos sirven como ilustración de algunos principios básicos. El caso del
leproso es ilustración de que todos somos inmundos. El caso del centurión sirve
como ilustración de la fe e incluye el principio según el cual no somos aptos, o
estamos descalificados por nuestro nacimiento natural. Lo único que importa es
la fe, la cual no es otra cosa que la aprehensión de lo que el Señor Jesús es.
Cuanto más le miremos a Él, más reflexionemos sobre Él y más confiemos en Él,
más estaremos en el reino y más llegaremos a ser ciudadanos del reino.

Tanto los leprosos que fueron limpiados y las personas cuyo nacimiento natural
hace que no tengan parte en el reino pueden recibir esta cosa maravillosa que
llamamos fe. La fe simplemente viene. Es difícil decir cómo viene o de dónde
viene. Tal vez, usted y sus compañeros de clase escucharon el mismo mensaje
del evangelio; pero ellos no recibieron fe, mientras que usted sí. Una vez que
usted la recibe, ya no puede deshacerse de ella. Día tras día lo molestará. Tal vez
intente echarla, mas no lo podrá lograr. ¿Cuál es el origen de tal fe? Hechos
13:48 revela que tener fe muestra que fuimos predestinados por Dios. Antes de
la fundación del mundo Dios lo predestinó y lo marcó de antemano. Si usted
intenta escaparse de esta fe, no podrá hacerlo debido a que usted fue
predestinado. No tengo la menor duda de que usted ha sido predestinado. A eso
se debe que usted haya creído al oír el mensaje del evangelio. En realidad, usted
fue elegido antes de nacer. Incluso si usted intentó renunciar a la fe cristiana, no
podría hacerlo debido a que Dios lo eligió antes que naciera. Así pues, usted
tiene fe, y tal fe tiene su origen en la predestinación de Dios. Todos tenemos tal
fe y somos ciudadanos del reino. Aunque ninguno de nosotros es apto para
entrar en el reino en virtud de su nacimiento natural, podemos entrar en él por
la fe. Hemos llegado a ser ciudadanos del reino de los cielos por medio de la fe.

EL TERCER CASO: EL RECAUDADOR DE


IMPUESTOS
El recaudador de impuestos mencionado en el capítulo 9 es otro caso que sirve
como otra ilustración del reino. Mateo 9:9 dice que Mateo fue un publicano, un
recaudador de impuestos, un judío que recaudaba impuestos para los
imperialistas romanos. Tales publicanos eran despreciados por los judíos pues
ayudaban a los romanos imperialistas a causarle perjuicio a la nación judía.
Mateo era tal clase de persona. En términos espirituales, él era un leproso que
fue limpiado. Aunque en su condición natural era un leproso, él recibió fe. La
lepra se fue y la fe vino, así que el Señor Jesús fue a tener un banquete con él. El
banquete mencionado en el versículo 10, el gran banquete mencionado en Lucas
5:29, fue preparado por Mateo, quien celebró un gran banquete para festejar su
ingreso en el reino. Esto ciertamente merecía una celebración, pues un
publicano había entrado en el reino. Mientras el Señor Jesús disfrutaba de este
banquete, las personas religiosas que tenían tantas reglas se sentían turbadas.
Tanto los religiosos antiguos, los discípulos de los fariseos, como los religiosos
nuevos, los discípulos de Juan el Bautista, estaban molestos (Mt. 9:11-14). Ellos
se molestaron porque el Señor Jesús estaba en un banquete junto con los
recaudadores de impuestos y los pecadores. Por tanto, el Señor Jesús les dijo
que los que estaban fuertes no tenían necesidad de médico, sino los enfermos.
También les dijo que Él deseaba misericordia antes que sacrificio ya que Él no
había venido a llamar a justos, sino a pecadores (vs. 10-13).

En aquella ocasión, los discípulos de Juan también le preguntaron al Señor:


“¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos mucho, y Tus discípulos no
ayunan?”; a lo cual Él les respondió de una manera maravillosa: “¿Acaso pueden
los compañeros del novio tener luto mientras el novio está con ellos?” (vs. 14-
15). Un novio siempre es una persona muy placentera. En Su condición de
semilla del reino, el Señor Jesús no solamente es el Salvador, el Señor y el Rey,
sino que también es el Novio. Él es una persona muy placentera. Cuán extraño
sería que las personas ayunasen el día de bodas, especialmente en presencia del
novio. Esto sería un insulto y una vergüenza para el novio. En la presencia del
novio debemos regocijarnos, y cuanto más nos deleitemos, mayor será la
felicidad del novio. Todos tenemos que deleitarnos en el Señor.

El primer caso, el del leproso, representa la limpieza; el segundo caso, el del


centurión, nos habla de la fe en contraste con el nacimiento natural; y el tercer
caso, el del recaudador de impuestos, representa el deleite de quienes están en
el reino. Una vez que somos limpiados y recibimos fe, tenemos que tener un
banquete junto al Señor Jesús, quien es el Novio. Tenemos que deleitarnos en
Él, la persona más agradable.
EL VESTIDO DE BODAS Y EL VINO NUEVO
El Señor Jesús no solamente es el Novio, sino que Él también es el vestido de
bodas (9:16). No podemos celebrar la fiesta de bodas a menos que estemos
vestidos con la vestimenta apropiada. Él mismo es nuestra vestimenta nueva. Él
también es el vino nuevo que nos llena por dentro (v. 17). Así pues, para
nosotros Él es exteriormente el vestido nuevo e interiormente es el vino nuevo.
Como el vestido nuevo con el cual estamos revestidos, Cristo es nuestra justicia;
y como el vino nuevo que nos llena, Cristo es nuestra vida. Él es nuestro Novio a
quien disfrutamos y también es quien nos hace aptos para disfrutarle. Él es el
vestido nuevo; Él es nuestra fortaleza nueva, la energía interna que necesitamos
para poder apreciarle y disfrutarle. Asimismo, Cristo es el odre nuevo, esto es, la
vida apropiada de iglesia, que conserva el vino. Nosotros éramos leprosos, pero
fuimos lavados con la sangre y la vida del Señor Jesús. Hemos recibido fe y
creemos en Él; ahora estamos en un banquete con Él como nuestro Novio tan
agradable.

CAPÍTULO VEINTIDÓS

LOS PRINCIPIOS QUE RIGEN EN


EL REINO
(2)
Lectura bíblica: Mt. 10:16-22, 34-39; 11:11-12, 18-19, 25-27, 28-30

Comenzando en Mateo 8, hay varios casos a manera de ilustración de los


principios relacionados con el reino. Ya hablamos sobre tres casos, los cuales
son muy significativos. El primer caso nos muestra que éramos leprosos, pero
que fuimos limpiados de nuestra lepra. El segundo caso revela que entramos en
el reino por la fe. El tercer caso nos dice que debemos disfrutar de nuestro
Novio. La lepra se fue, y la fe vino para nuestro disfrute. Esta es la vida del
reino.

Un leproso representa al hombre que ha sido corrompido por Satanás. El


hombre que Dios creó era limpio y puro. Al considerar todo lo creado,
incluyendo al hombre, Dios declaró que todo ello “era muy bueno” (Gn. 1:31).
Sin embargo, en el tiempo cuando Dios vino en la carne (Jn. 1:14) a fin de
establecer Su reino, el hombre se había convertido en un leproso. La lepra
simboliza la corrupción total del hombre causada por Satanás, el rebelde.

Mateo revela el reino y nos da un cuadro todo-inclusivo de esta maravillosa


persona que es la semilla. Él es el Dios encarnado quien, en Su condición de
hombre, vino a destruir a Su enemigo y establecer Su reino. El propósito de Dios
es establecer Su reino junto con la humanidad, y es debido a este propósito que
Él creó al hombre. Dios lo creó a Su imagen de tal modo que éste pudiera ejercer
dominio sobre toda la tierra, especialmente sobre todo lo que se arrastra (Gn.
1:26-28). Satanás, la serpiente, está incluida en este grupo. Es el deseo de Dios
que el hombre sojuzgue la tierra, conquiste al enemigo y restaure la autoridad
de Dios a fin de que Dios pueda establecer Su reino.

Satanás, sin embargo, corrompió al hombre creado por Dios convirtiéndolo en


leproso. Según la tipología del Antiguo Testamento, nadie está tan contaminado,
corrompido y arruinado como un leproso. Un leproso representa la totalidad de
la obra de corrupción efectuada por Satanás en la humanidad; tengamos en
mente lo que significa ser un leproso. Cuando Dios vino en la carne, el hombre
creado por Dios se había corrompido completamente hasta convertirse en un
leproso. Pero independientemente de cuánto Satanás haya corrompido y
arruinado al hombre, Dios puede limpiar a los leprosos y recobrarlos. Esto es
exactamente lo que el Señor hizo. Si leen Levítico 14, podrán ver cómo la sangre
y el agua eran usadas para limpiar al leproso. Cuando el Señor Jesús murió en la
cruz, sangre y agua brotaron de Su costado (Jn. 19:34). La sangre representa
redención, y el agua representa vida. Con Su sangre y Su vida Él nos ha
recobrado. ¡Ésta es una revelación maravillosa! Mediante Su redención, nuestra
lepra se desvaneció; nuestra ruina y corrupción son cosas del pasado.

La corrupción se fue y la fe vino. En virtud de nuestro nacimiento natural somos


gentiles; por ende, estamos descalificados y no podemos participar en el reino.
Pero podemos tener fe, la cual es producida mediante la aprehensión del
maravilloso objeto de nuestra fe. Si no tuviésemos un objeto que podamos
aprehender; nuestra fe sería vana. La fe necesita un objeto. El objeto de nuestra
fe es el maravilloso Señor Jesús, quien tiene toda autoridad y, en Sí mismo, es la
autoridad más elevada de todas. En la medida que aprehendamos esta persona
maravillosa por medio de la fe, espontáneamente entramos en el reino.

La corrupción causada por el enemigo ha sido quitada, y la fe misteriosa y


maravillosa ha entrado en nuestro ser. Una vez que obtengamos esta fe,
debemos sentarnos a celebrar un banquete con el Señor Jesús. Él es nuestro
banquete. Además, Él es nuestro Novio, la persona más placentera; y Él es
también nuestro vestido nuevo y nuestro vino nuevo, o sea, es Aquel que nos
hace aptos y nos da la energía necesaria para disfrutarle. Cristo incluso es
nuestra vida de iglesia, el odre nuevo. Todo lo que tenemos que hacer es
disfrutarle.

Tenemos que recordar las diferencias entre los casos que Juan y Mateo
escogieron mencionar. Juan escogió mencionar los casos relacionados con la
vida; y Mateo los casos que sirven de ilustración sobre los diferentes aspectos
del reino. Llevar la vida del reino implica que la lepra ha sido limpiada y la fe ha
venido para que podamos disfrutar de Cristo.

La Biblia es muy profunda. Ninguna mente humana habría podido componer tal
libro. Si bien está compuesta de una manera muy sencilla, la revelación
contenida en ella es muy profunda. El Señor Jesús incluso pudo revelar el tema
de la resurrección en base a uno de los nombres de Dios: el Dios de Abraham, de
Isaac y de Jacob. Nada más este nombre de Dios implica la resurrección de
entre los muertos. Aun cuando los relatos presentados en la Biblia pueden
parecer muy sencillos, las implicancias de las revelaciones contenidas en ellos
son profundas.
LA OPOSICIÓN DE LA CULTURA HUMANA
AL REINO
Mateo 10 revela otro principio que rige en el reino. Aunque la lepra ha sido
limpiada y la fe ha venido para que disfrutemos de Cristo, tenemos que
comprender que la cultura humana se levanta en oposición al reino de Dios. Los
elementos primordiales de la cultura humana son la religión, la política y la vida
familiar. La mejor invención hecha por la humanidad es su cultura. Sin
embargo, tenemos que comprender que Satanás sutilmente utiliza la cultura
humana para oponerse al reino de Dios. Tal vez usted piense que únicamente las
cosas pecaminosas son contrarias al reino, pero según la Biblia, la cultura se
levanta en oposición al reino de Dios aún más que las cosas pecaminosas. La
cultura se ha convertido en una fortaleza de Satanás, y mantiene tal control
sobre la cultura humana que la utiliza como su reino. La cultura se ha
convertido en una parte básica, una gran parte del reino de Satanás. Es
necesario que recibamos una revelación en cuanto a este hecho.

Los capítulos 8 y 9 de Mateo nos presentan un cuadro maravilloso. No importa


cuánto Satanás haya arruinado y corrompido al hombre, el Señor Jesús ha
venido a erradicarlo por completo. Por Su manifestación, la lepra se fue y la fe
vino. Al ver al Señor Jesús, la fe viene. Cuando le miramos, tenemos fe, y
mediante esta fe le disfrutamos. Al llegar a este punto, el Señor Jesús
sabiamente da una palabra de advertencia, a quienes formamos el pueblo del
reino, en cuanto a la oposición de la cultura humana, la cual está constituida de
la familia, la religión y la política.

En Mateo 10:16-22 el Señor dijo que Él enviaba al pueblo del reino como a
ovejas en medio de lobos. Él procedió a decirles que serían entregados a los
sanedrines y azotados en las sinagogas. Los sanedrines eran las instituciones
más prevalecientes de la religión judía en aquel tiempo, y las sinagogas eran los
lugares donde los judíos se reunían para adorar a Dios. No obstante, es en las
sinagogas que el pueblo del reino habría de ser azotado. Esto revela que las
personas religiosas perseguirán al pueblo del reino.

El Señor también dijo que ellos serían llevados delante de gobernadores y reyes,
refiriéndose claramente a los políticos. Estos versículos nos dicen que tanto la
religión como la política son contrarias al reino de Dios. ¿Por qué se oponen al
reino de Dios? Porque ellos poseen sus propios reinos; la religión es el reino de
las personas religiosas, y la política es el reino de los políticos. El rey Herodes se
sintió turbado cuando supo del nacimiento del Señor Jesús debido a que temía
perder su propio reino. La situación hoy en día es la misma. Toda la cultura
humana se levanta en oposición al reino de los cielos. ¿Qué religión se levantó
tan intensamente en contra del reino? No fue una religión pagana, sino la típica
religión de los judíos. Aquellos que adoraban a Dios en el templo y en las
sinagogas fueron los perseguidores del pueblo del reino. Si cooperamos con todo
lo relacionado con la cultura humana y la religión, seremos bienvenidos y no
seremos perseguidos. Pero si estamos del lado del reino del Señor, la religión se
opondrá a nosotros. Ésa era la situación imperante cuando el Señor Jesús y los
apóstoles estaban en la tierra. Si tomamos en serio las cosas del reino del Señor,
experimentaremos la misma oposición en la actualidad.
Después que el Señor habló sobre la religión y la política, hizo referencia a la
familia (v. 21). El Señor se refirió a los padres e hijos, a las madres e hijas, y a
otras relaciones familiares (vs. 35-37). No todos vuestros parientes se pondrán
del lado del reino. La situación hoy es igual a la de aquel entonces. No debemos
pensar que hoy las personas son más bondadosas que en aquel entonces. Es
probable que las personas más cultas sean incluso más implacables y severas
que las personas de poca cultura. Ciertamente no sugiero que ustedes
perjudiquen su vida familiar ni que sean enemigos de sus padres o que persigan
a su esposa. Si uno lee detenidamente la palabra del Señor, notará que el pueblo
del reino deben ser los que son perseguidos, no los que persiguen a otros. No
debemos ser los enemigos ni los perseguidores de nadie. Pero es necesario que
padezcamos persecución. Debemos huir si esto fuera posible, pero en caso de
que no podamos hacerlo, debemos padecer persecución. De acuerdo con otros
pasajes de la Biblia, tenemos que orar por nuestros opositores y perseguidores
(5:44). Tenemos que amarlos y orar pidiendo que ellos lleguen a ser como
nosotros. Principalmente, tenemos que comprender este principio: que toda la
cultura humana se opone al reino de Dios.

No debiéramos sentirnos turbados por esto, pues la oposición de la cultura


humana podría convertirse en nuestra “estación de gasolina” donde podemos
comprar el aceite adicional para nuestra vasija (25:9). Con esto quiero decir que
debemos aprovechar toda oportunidad para pagar el precio de perder nuestra
vida del alma (10:38-39). El precio que tenemos que pagar es nuestra vida del
alma. A veces el esposo es cautivado para el reino, mientras que su esposa sigue
formando parte de la cultura humana. En tales casos, aquel esposo tendrá que
perder la vida de su alma. El Señor Jesús habló claramente de éstos asuntos y
jamás nos engañó. Él dijo que no venía a traer paz, sino espada (v. 34).

El Señor Jesús verdaderamente trastornó el judaísmo, incluyendo a todos los


sacerdotes. Además, Él creó a muchos que también generaban tales
“trastornos”, primero doce y después setenta. Luego los envió para que causaran
aún más trastornos. Si nosotros en las iglesias locales verdaderamente somos
serios con el Señor con relación a Su reino y si somos fieles al reino, ciertamente
causaremos más trastornos al cristianismo de hoy, pues el cristianismo actual se
ha convertido en otro factor constituyente de la cultura humana. Puesto que el
cristianismo es un factor tan prevaleciente de la cultura contemporánea, se ha
convertido en la oposición más fuerte contra del reino de Dios. No puede haber
reconciliación entre las iglesias locales y el cristianismo. Cuanto más las iglesias
locales progresan en el reino y como el reino, más trastornarán a la cultura
humana. Todos tenemos que comprender esto. Éste es uno de los muchos
principios que rigen en el reino y que fue revelado en el libro de Mateo.

TOMAR EL REINO CON VIOLENCIA


Avancemos ahora al capítulo 11, donde veremos aún más principios que rigen en
el reino. Uno de los principios revelados en este capítulo es que debemos ser
violentos en contra de toda oposición que se levanta en contra del reino de Dios
(v. 12). Con respecto a esto no debemos ser tan bondadosos, porque entonces no
podremos entrar en el reino. Debemos ser violentos por causa del reino. Por
ejemplo, si no encuentro oposición alguna para pasar por una puerta, podré
entrar como un caballero sin mayor dificultad; pero si algunos enemigos se
oponen a que yo entre y tratan de impedírmelo, tendré que ser violento y hacer
uso de la fuerza para poder entrar. Esto fue lo que el Señor Jesús tenía en mente
cuando se refirió al ministerio de Juan el Bautista, el cual pertenecía a un
periodo de transición. Tal ministerio no pertenecía completamente ni a la era
del Antiguo Testamento ni a la del Nuevo Testamento. Juan anunciaba el reino
diciendo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”. Al hacer tal
proclamación, él suscitó una fuerte oposición. Cuando el Señor Jesús apareció
en escena, Él proclamó el mismo mensaje. Esta predicación del reino suscitó la
oposición de las personas religiosas. La principal oposición en contra del reino
procedía del judaísmo. En aquel entonces, era muy difícil para cualquiera entrar
en el reino porque los fariseos, los saduceos y los sacerdotes se oponían a que la
gente entrara al reino. Por causa de tal oposición, ellos se convirtieron en
enemigos del reino. Aunque la entrada había sido señalada e incluso abierta por
Juan el Bautista y por el Señor Jesús, el pueblo judío se opuso. Si en aquel
entonces uno quería entrar en el reino tenía que ser violento.

Este mismo principio se aplica en la actualidad. Si uno desea entrar en la vida


apropiada de iglesia, tiene que ser por lo menos un poco violento, debido a que
todos los opositores, críticos y enemigos estarán luchando para mantenerlo
fuera. Puesto que ellos se esfuerzan por todos los medios para impedir su
entrada, ¿qué deberá hacer? ¡Tiene que ser violento! Nuestro entorno actual es
muy parecido al entorno que se suscitó después de la predicación de Juan.
Cuando Juan vino a proclamar el reino, de inmediato los fariseos, los saduceos,
los escribas y los sacerdotes se levantaron para oponerse. De acuerdo con lo
dicho por el Señor, todos los que entraron al reino durante aquel tiempo
tuvieron que ser violentos. ¿Piensan que la situación hoy en día es muy diferente
a la de aquel entonces? La situación es la misma. Desde que la iglesia local ha
sido proclamada en este país, ha surgido oposición en contra nuestra. No quiero
ser exagerado ni tampoco instruirles a ser personas implacables y ásperas. No
quiero que ustedes sean ásperos, pero sí espero que sean violentos por el reino
de Dios.

SIN NORMAS EXTERNAS


Consideremos otro principio del reino vinculado a Juan el Bautista, refiriéndose
al cual, el Señor Jesús estableció este principio: a diferencia de la religión, en el
reino no hay normas. En el judaísmo hay muchas normas en cuanto a comer y
beber. Cuando Juan el Bautista vino y no comía ni bebía de la manera
considerada normal, la gente empezó a decir que él estaba poseído por un
demonio. Y cuando vino el Señor Jesús, quien comía y bebía, le acusaron de ser
bebedor de vino y comilón (11:19). Por un lado, ellos dijeron que Juan el
Bautista estaba poseído por un demonio debido a que no comía ni bebía; por
otro lado, dijeron que el Señor Jesús era comilón porque Él comía y bebía.
Ahora ustedes podrían preguntarse: ¿Qué es lo correcto? ¿Comer o no comer?
¿Beber o no beber? El Judaísmo tiene muchas normas al respecto, pero en el
reino no hay tales normas. Sin embargo, esto no quiere decir que seamos
sueltos. Más bien, en el reino están los hijos de sabiduría. La sabiduría es
justificada por sus hijos (v. 19). Todos los ciudadanos del reino son hijos de la
sabiduría. ¿Qué es la sabiduría y quién es la sabiduría? Cristo es la sabiduría, y
nosotros somos Sus hijos. Por tanto, no es un asunto de regirse por normas
externas, sino por la vida interior. No seguimos reglas externas que regulen
nuestro comportamiento, sino que somos controlados y dirigidos internamente
por la vida de Cristo. El reino no tiene reglas externas, pues el pueblo del reino
está compuesto por los hijos de la sabiduría, los hijos de Dios, los cuales poseen
la vida de Cristo.

EL REINO ES REVELADO A LOS NIÑOS


Mateo 11:25-27 revela otro principio básico: el reino es por completo un asunto
de revelación divina. Después de hablar sobre Juan el Bautista, el Señor se tornó
y se dirigió al Padre. El versículo 25 comienza diciendo: “En aquel tiempo,
respondiendo Jesús, dijo:...”. Esto es muy interesante. ¿Alguna vez su oración
fue una respuesta a Dios? ¿Alguna vez empezó su oración respondiéndole a
Dios? En el versículo 25 Cristo comenzó Su oración respondiéndole a Dios: “Te
enaltezco, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de
los sabios y entendidos...”. ¡Esto es maravilloso! La oración del Señor descrita
en estos versículos comenzó con una respuesta al Padre. Tal parece que
mientras el Señor Jesús hablaba a las personas, el Padre celestial le hizo una
pregunta: “¿Quieres decir entonces que Dios el Padre esconde el reino de los
sabios y entendidos?”. El Señor respondió: “Sí, Padre, eso es lo que quiero
decir”. El principio presentado aquí es que jamás debiéramos recurrir a nuestra
propia sabiduría o habilidad. En la vida del reino tenemos que desechar nuestra
propia sabiduría y habilidad. El reino de los cielos no es un asunto de ser sabios
o inteligentes. Si pensamos que somos sabios o entendidos, eso será nuestro fin
en cuanto al reino. Tenemos que ser como niños. Si nos hacemos como niños,
recibiremos revelación. Dios esconde el reino de los sabios y entendidos, pero se
lo revela a los niños. Por tanto, no nos valgamos de nuestra sabiduría,
mentalidad o habilidad. Si ponemos nuestra confianza en nuestro conocimiento,
estaremos acabados en lo que en cuanto al reino. Hoy en las iglesias locales,
todos debemos ser como niños. Si pretendemos ser sabios o entendidos, ya no
podremos tener parte en la vida del reino ni en el disfrute de Cristo, y la vida
que es propia del reino se convertirá en algo escondido y oculto para nosotros.
Tenemos que ser como niños. Entonces recibiremos la revelación.

¿En qué consiste esta revelación? La revelación es que el reino no es otra cosa
que el Hijo de Dios (v. 27). Este versículo nos dice que la revelación del reino es
simplemente la revelación de Jesucristo, el Hijo de Dios. Si uno es sabio y
entendido en términos religiosos, le será imposible recibir la revelación del
reino. El reino es una revelación celestial en cuanto al Señor Jesús. Si uno recibe
esta revelación, le conocerá a Él de una manera muy rica, a modo de gustar del
Señor y en el camino de la vida. En la vida de iglesia continuamente debemos
tener la visión del Señor Jesús, y no meramente una doctrina acerca de Él. El
contenido del reino es el maravilloso Señor Jesús. El versículo 27 nos da la
revelación de la vida del reino. Si leemos este versículo dentro de su contexto, el
cual comienza en el versículo 20, veremos que este versículo contiene la
revelación de la vida del reino. La revelación de la vida que es propia del reino es
la revelación del Hijo con el Padre.
Hace muchos años estudié la Biblia bajo la influencia de algunos maestros muy
buenos. Sin embargo, cuanto más se me enseñaba, menos conocía al Señor
Jesús. Un día el Señor me trajo a la iglesia local. En breve tiempo vine a conocer
al Señor Jesús, no de una manera doctrinal, sino de una manera viviente, una
manera llena de vida, por medio de la cual podía saborear y disfrutar de Él.
Aunque he permanecido en este camino por más de cuarenta años, no he podido
agotar el disfrute del Cristo que me es revelado en las iglesias locales. No
obstante, todavía me preocupa que algunos santos muy queridos sigan siendo
sabios y entendidos de una forma religiosa. De seguir así, ellos no obtendrán el
verdadero conocimiento de Cristo ni el auténtico disfrute de Él. Tenemos que
ser regidos por el principio según el cual la revelación del reino es otorgada a los
niños.

Repasemos los principios que hasta ahora hemos visto en Mateo 11. En primer
lugar, debido a la oposición de la cultura humana, el reino tiene que ser tomado
con violencia. En segundo lugar, el reino no consiste en regulaciones externas.
Puesto que la vida del reino es la vida de Cristo, no debiéramos hacer que
ninguna regulación externa se convierta en nuestro estándar. En tercer lugar, si
permanecemos en el reino por causa de la vida del reino, será indispensable que
desechemos nuestra propia sabiduría y habilidad. Es horrible ser sabios y
entendidos de una manera religiosa. Tenemos que convertirnos en bebés,
quienes son muy simples y sencillos. Entonces conoceremos al Señor Jesús que
los demás no pueden conocer. También conoceremos al Padre. Y el Hijo con el
Padre llegarán a ser nuestro disfrute.

UNA VIDA DE DESCANSO


Otro principio que rige en el reino se halla en Mateo 11:28-30. Una vez que
desechemos nuestra sabiduría y entendimiento, conoceremos al Señor Jesús y
obtendremos el verdadero disfrute de Su persona. Después de esto, tendremos
descanso. La vida que es propia del reino no solamente es una vida de disfrute,
sino también de descanso. Si usted aplica los primeros tres principios revelados
en Mateo 11, le serán quitadas todas sus cargas. Si usted trata de ser sabio y
entendido, tendrá cargas muy pesadas. Necesita ser liberado de tales cargas.
¿Quiénes suelen ser los que están más abrumados por sus cargas? Todas las
personas que se consideran sabias y entendidas, las personas religiosas y las
más cultas. El pueblo del reino, por el contrario, está conformado por aquellos
que han sido liberados de todas sus cargas. Hermanos y hermanas, ¿están
cargados o han sido liberados de sus cargas? Si ustedes se hacen simples y
sencillos en lugar de ser religiosamente sabios y entendidos, serán librados de
sus cargas y obtendrán descanso. El yugo que lleven será muy ligero. En esto
consiste la vida del reino. La vida del reino es una vida de fiesta, una vida de
disfrute y una vida de descanso.

Siempre que uno pierde el descanso, esto es indicio de que ha dejado de


experimentar la vida del reino. Cada vez que uno no participa de la vida del
reino, con certeza se encontrará abrumado por sus cargas. Entonces su yugo se
convertirá en un yugo de esclavitud. Sin embargo, cuando uno aplica el
principio de desechar su sabiduría y entendimiento religioso, y se hace sencillo,
de inmediato será liberado de todas sus cargas. Será liberado y emancipado y
tendrá absoluto descanso.

A veces las personas vienen a mí para decirme: “Hermano Lee, usted tiene
muchas cargas, ¿cómo hace para sobrellevarlas?”. Entonces les respondo:
“Hermanos, no tengo carga alguna. Apenas sé trabajar un poquito. Después de
laborar, voy a casa y descanso”. En esto consiste la vida del reino: un poco de
trabajo, pero sin ninguna carga. Si bien hay un yugo, este yugo no es pesado. En
realidad, el yugo es también una especie de descanso, pues sin él podríamos
apartarnos del camino del Señor. Si intentásemos apartarnos del camino del
Señor, descubriríamos que el yugo está allí. En esto consiste la vida del reino.

Les ruego que traigan todos estos asuntos y principios al Señor y que oren
acerca de todos estos versículos. El Señor mismo les revelará algo más, y ustedes
conocerán la vida del reino.

Mateo es un libro que trata del reino. Nuestra lepra se ha ido y la fe está aquí.
Estamos disfrutando y descansando. Dejen que las personas religiosas nos
persigan y que los enemigos se opongan. Nosotros debemos ser violentos para
entrar en el reino por fuerza. No tenemos reglas externas y tampoco tenemos
cargas, debido a que no recurrimos a nuestra sabiduría y entendimiento
religioso. Somos personas sencillas. No nos importa lo que los demás digan
acerca de nosotros. Lo único que nos importa es el descanso que tenemos en
Cristo. Cuando nos sentimos abrumados por nuestras cargas, Satanás está feliz;
pero cuando estamos descansando, él tiembla. Ésta es la vida del reino.

CAPÍTULO VEINTITRÉS

LOS PRINCIPIOS QUE RIGEN EN


EL REINO
(3)
Lectura bíblica: Mt. 12:1-8, 15-21, 28, 38-42; 16:1, 4

El capítulo 12 de Mateo revela otros principios en cuanto al reino. ¿Habían


notado las primeras palabras de este capítulo? Comienza con las palabras: “En
aquel tiempo”; esta misma frase se usó en Mateo 11:25 que comienza diciendo:
“En aquel tiempo, respondiendo Jesús...”. ¿A qué tiempo se refiere Mateo 12:1?
La frase en aquel tiempo denota el tiempo en que el Señor Jesús reveló la
manera de entrar en el reposo. Los manuscritos originales de la Biblia no están
divididos en capítulos, versículos o párrafos; incluso no se hace uso de
puntuación alguna. Por tanto, los capítulos 11 y 12 no estaban divididos. “En
aquel tiempo” respondió el Señor Jesús y oró al Padre, y “en aquel tiempo” Él
también trajo a Sus discípulos a los sembrados. Si bien la frase en aquel tiempo
parece insignificante, ella denota algo muy importante. Fue en aquel tiempo que
el Señor Jesús reveló a Sus discípulos la manera de hallar descanso y de
disfrutarle a Él como el descanso en el reino. El capítulo 9 nos muestra la
manera de disfrutar del Señor como nuestro banquete, y los capítulos 11 y 12 nos
revelan la manera de disfrutar del Señor como nuestro descanso.

Algunos quizás consideren que el asunto del disfrute del Señor debería ser
abordado en Juan, pues éste es un libro sobre la vida, y no en Mateo, un libro
que trata sobre el reino. Pero el reino también se relaciona con el disfrute, y este
disfrute no es otra cosa que el propio Señor Jesús. No deben pensar que el Señor
Jesús como el reino se relaciona únicamente con la autoridad y el reinado. No,
Él como reino también se relaciona con el disfrute. Si uno no lo ha
experimentado como su disfrute, no puede estar en el reino en su máxima
dimensión. Obtenemos el pleno disfrute del Señor Jesús al darnos cuenta que le
tenemos como la vida del reino. Cuánto más nos demos cuenta de que Él es
nuestra vida del reino, más le disfrutaremos como el banquete. Si tenemos poco
disfrute de Cristo, tendremos poca experiencia del reino.

Del mismo modo, si no tenemos descanso, tampoco tendremos mucha


experiencia del reino. Supongamos que en los Estados Unidos no hubiera
gobierno, autoridad ni ley. ¿Piensan ustedes que sería posible descansar en
dicho país? No habría descanso; más bien, habría un caos constante. Asimismo,
el verdadero descanso viene a raíz de experimentar al Señor Jesús como nuestra
vida del reino. Cuando le honramos a Él como nuestra vida del reino, le
conocemos como tal y participamos de Él como tal vida, entonces le disfrutamos
como nuestro descanso. Él no solamente es nuestro banquete, sino también
nuestro descanso. Tanto el banquete como el descanso se hallan en el reino.
Aunque podríamos pensar que el banquete y el descanso están únicamente
relacionados con la vida, ambos también son hallados en el reino.

EL DISFRUTE EN LA VIDA DE IGLESIA


Muchos de nosotros podemos testificar que hemos hallado tal disfrute en la vida
de iglesia; hemos disfrutado de muchos banquetes. Además, cuando fuimos
partícipes de la vida de iglesia, comprendimos que habíamos llegado al hogar.
¿Qué es el hogar? El hogar es el lugar donde hallamos descanso. Muchos
cristianos que buscaban mucho al Señor estaban simplemente deambulando sin
rumbo fijo antes de venir a la vida de iglesia. Pero una vez que entraron en la
vida de iglesia, ellos tuvieron el sentir de que estaban en casa. Jamás me podré
olvidar que los testimonios, durante los años 1969 y 1970, en casi todas las
reuniones giraban en torno a este asunto, de haber encontrado un hogar en la
vida de iglesia. En aquellos años, una de nuestras canciones favoritas
proclamaba: “¡Estamos en el hogar! ¡Estamos en el hogar! ¡Estamos en el
hogar!”. En la iglesia local tenemos un banquete y tenemos un descanso, debido
a que la iglesia local es la realidad del reino. El Señor está aquí en medio
nuestro, no solamente como vida, sino también como la vida del reino.

EL TEMPLO MAYOR, EL DAVID ACTUAL


Y EL SEÑOR DEL SÁBADO
Consideremos ahora el caso relatado en Mateo 12:1-8. Mientras las personas
religiosas observaban el Sábado en el templo, en las sinagogas o en sus hogares,
el Señor Jesús llevó a Sus discípulos a los campos de trigo a recoger espigas. Los
fariseos los vieron recogiendo espigas y comiendo los granos de trigo. ¿Cómo
fue posible que los fariseos estuvieran allí? Por que ellos eran la “patrulla
sabática”, pues patrullaban procurando encontrar al Señor Jesús y a Sus
discípulos quebrantando la ley del Sábado. Finalmente los fariseos los atraparon
(para más detalles lean: Cristo es contrario a la religión). Esos pobres fariseos
preferían que las personas pasasen hambre con tal de que ellas observasen el
Sábado. El verdadero significado del Sábado es descanso. Observar el Sábado es
tener descanso. Pero pese a que uno pueda sentir mucha hambre, las personas
religiosas lo obligarán a observar las normas en cuanto al Sábado. Si usted
tuviese hambre y las personas religiosas le presionasen para que observe las
leyes del Sábado, ¿sería aquello un sufrimiento o un descanso? Indudablemente
sería un sufrimiento. Pero a las personas religiosas no les importaba que fuera
un sufrimiento; lo único que les importaba era que se cumpliera con las normas
del Sábado. Cumplir tales normas implicaba llevar una carga pesada. Ahora
podemos entender lo dicho por el Señor Jesús en Mateo 11:28: “Venid a Mí
todos los que trabajáis arduamente y estáis cargados, y Yo os haré descansar”.
No solamente los discípulos tenían hambre aquel Sábado, sino también la
patrulla sabática estaba hambrienta; pero éstos no se atrevían a comer, sino que
observaban el Sábado, pese al sufrimiento que esto implicaba. Esto quiere decir
que ellos estaban sobrecargados.

El Señor Jesús desea que todo el que está cargado venga a Él para darles
descanso. ¿Cómo les dará descanso? ¡Al quebrantar el Sábado! Él les daría
descanso al quebrantar aquellas leyes que hacían que estuvieran sobrecargados.
Ésta es la manera de hallar reposo. Muchos cristianos citan Mateo 11:28-30,
pero no lo vinculan con los versículos precedentes ni con los versículos
siguientes. Cuando ellos predican el evangelio se valen de estos versículos,
diciéndoles a sus oyentes que ellos están cargados de pecados. Sin embargo,
estrictamente hablando, estar “cargados” en este versículo no se refiere a estar
cargados de pecados, sino sobrellevar como una carga la religión, los preceptos,
las reglas, los ritos y las leyes. Así pues, tienen que liberarse de tales cargas.
Tienen necesidad de ser emancipados y liberados. Ser liberados equivale a estar
en el reino de Dios. El reino no es esclavitud, sino emancipación. El reino de
Satanás es esclavitud, el reino de los cielos es emancipación. Cuando entre en el
reino de los cielos, será completamente descargado; usted será completamente
liberado y emancipado. Disfrutará de la persona de Cristo y ya no será esclavo
de los preceptos religiosos. En el reino tenemos el Señor Jesús vivo, sin ningún
precepto. Verdaderamente, ésta es nuestra emancipación. Como personas del
reino, ¿cuántos preceptos tenemos? Debemos poder decir: “No tenemos
preceptos, pero tenemos al Cristo viviente”. ¡Qué liberación es esto para
nosotros!

Supongamos que los hermanos que viven juntos en una casa de hermanos
confeccionasen una lista de veinticuatro reglas y la exhibiesen en la pared. Si un
hermano joven viniera a vivir en esa casa, se sentiría abrumado considerando
que debe cumplir con todas esas reglas. Tendría que memorizarlas y recitarlas
para luego esforzarse por cumplirlas. Espero y es mi deseo que no
encontraremos una lista así en la casa de los hermanos. No me gusta ver tales
reglamentos. Lo que me encanta es ver una persona viviente: Cristo. En las
casas de los hermanos debe haber solamente una persona viviente, no reglas.
Cuando el Señor Jesús tuvo que tratar con aquellas personas religiosas, Él fue
muy sabio. Los fariseos se consideraban muy apegados a las Escrituras y
pensaban que lo hacían todo en conformidad con la Biblia. Estas personas
observaban el Sábado de acuerdo a lo que estaba establecido en la Biblia. Pero el
Señor les demostró que en realidad no conocían la Biblia. Ellos sólo conocían la
letra de la Biblia, pero no la conocían en el Espíritu; no la conocían en Cristo. El
Señor Jesús los reprendió al preguntarles si habían leído lo que David hizo. Él
les recordó la ocasión en la que David y sus seguidores entraron en el templo y
comieron de los panes de la Presencia, los cuales no les era lícito comer (1 S.
21:1-6; Lv. 24:9). Además, Él les preguntó si al leer se habían percatado que a
los sacerdotes se les permite profanar el Sábado en el templo y que ello no
implicaba culpa alguna (Nm. 28:9-10). Al hablarles así, el Señor Jesús les reveló
que Él mismo era el templo mayor y el David actual (Mt. 12:3-7). Muchas
personas religiosas se preocupan únicamente por conocer la Biblia, pero la
intención de Dios es que conozcamos a Cristo. No debiéramos simplemente
conocer la letra de la Biblia, sino que debemos conocer a Cristo en el Espíritu.
Tenemos que conocer a Cristo de una manera viviente y conocerle como Aquel
que lo es todo para nosotros. Conocer la Biblia aparte de Cristo no vale nada.

El Señor Jesús les reveló a los fariseos, a Sus discípulos e incluso nos revela a
nosotros en la actualidad que lo primordial no es conocer la Biblia, sino conocer
al viviente Señor Jesús. Todo cuanto encontremos en la Biblia tiene que ser
Cristo mismo. Si hay un templo, ese templo tiene que ser Cristo. Si hay un rey
David, él tiene que ser Cristo. Incluso el amor revelado en la Biblia tiene que ser
Cristo. La Biblia nos ordena honrar a nuestros padres, pero el honor con que los
honremos tiene que ser Cristo mismo. Simplemente conocer la Biblia por
conocerla no tiene valor alguno. Tenemos que conocer la Biblia por medio de
Cristo. Tenemos que comprender que toda cosa positiva hallada en la Biblia
tiene que ser Cristo para nosotros. Al final, el Señor Jesús les dijo a los fariseos
que Él incluso era el Señor del Sábado (Mt. 12:8). Esto va más allá de ser el
templo mayor y el David actual. ¡El Señor es el Señor! Lo que el Señor quiso
decir era esto: aun si no hubiera versículo alguno que justificase lo que Él hacía,
todavía tenía derecho a hacerlo debido a que Él es el Señor. Él aun tiene el
derecho a establecer las reglas para guardar el Sábado así como abolirlas. Él
tiene derecho a decirles a las personas que observen el Sábado y también tiene
derecho a decirles que lo quebranten. Él tiene tal derecho debido a que Él es el
Señor del Sábado.

Es bastante difícil para las personas que se consideran bíblicas traspasar los
preceptos. Estas personas suelen estar atadas a lo que ellas consideran que es la
letra de la Biblia. Cuando nosotros practicamos orar-leer las palabras de la
Biblia, tales personas nos preguntan si tenemos una base bíblica para practicar
esto. Cuando levantamos la voz alabando al Señor, nos preguntan qué versículo
justifica tal práctica. Ellos han estado llevando las pesadas cargas con los
preceptos y el conocimiento bíblico. Necesitan ser liberados. Tienen que ver que
en el reino lo que importa no es conocer la Biblia, sino conocer al viviente Señor
Jesús.

EL CARÁCTER OCULTO DEL REINO


Después de esto, Mateo citó un pasaje de Isaías que nos dice quién era el Señor
Jesús en aquel tiempo (Mt. 12:18-21). El Señor Jesús era una persona que tenía
el Espíritu de Dios. Él no contendía, ni daba voces, ni se daba a conocer
públicamente. Él no tenía fama ni se hizo de un nombre para Sí mismo. En
cierto sentido estaba muy oculto. Este es uno de los aspectos más importantes
de la vida del reino. Si tratamos de ser grandes, si procuramos hacernos de un
nombre, nos convertiremos en el gran árbol en lugar de ser la pequeña hierba de
mostaza (13:31-32). Cuando el Señor Jesús vivía sobre la tierra, jamás procuró
hacerse grande. Más bien, siempre se mantuvo como alguien pequeño. Él no
contendía ni hacía oír su voz en las calles. Incluso se nos dice que Él no
quebraba la caña cascada ni apagaba el pábilo humeante. Las cañas eran usadas
por los niños judíos para hacerse flautas a manera de instrumentos musicales.
Pero si una caña, por estar cascada, no producía el sonido apropiado, los niños
la quebraban y la tiraban. Frecuentemente nosotros también somos como cañas
cascadas incapaces de producir la música apropiada. Como regla general,
deberíamos ser quebrados y desechados. Sin embargo, el Señor Jesús jamás
hará esto. Además, en los tiempos antiguos los judíos se valían de antorchas con
mechas de lino empapado con aceite para alumbrarse, especialmente para
caminar por la noche; cuando el aceite se agotaba, estas antorchas de lino
dejaban de resplandecer y se convertían en pábilos humeantes, que la gente
inmediatamente apagaba y desechaba. Prácticamente todos nosotros somos
como cañas cascadas y pábilos humeantes. Sin embargo, el Señor Jesús jamás
nos desechará pues Él mismo es pequeño. Éste era Su carácter mientras estuvo
en la tierra.

Todos estos versículos revelan un principio importante en cuanto al reino: hoy


en día el reino no es grandioso en su apariencia. En cuanto a su forma, la vida
del reino es pequeña y humilde. Es por ello que ninguna iglesia local debiera
exhibir grandiosidad en su apariencia; incluso si es numerosa, no debiera hacer
alarde de ello. No debiéramos tomar ninguna forma externa. Cuanta más
pequeña sea nuestra apariencia, mejor. Tenemos que ser pequeños al punto de
no ser nada. Debemos estar ocultos y escondidos en todo momento. Si
consideramos éstos pasajes juntos, lograremos ver que la manera de disfrutar
del descanso en la vida del reino consiste en que no seamos algo grandioso,
manifiesto o público. Disfrutamos de Cristo como nuestro descanso en la vida
del reino al permanecer pequeños, escondidos y ocultos. Jamás debemos
convertirnos en un gran árbol; tenemos que ser la pequeña hierba de mostaza.

LA SEÑAL DE JONÁS
Mateo 12 revela otro principio. Las personas religiosas acudieron al Señor Jesús
pidiéndole una señal, un milagro. Ellos querían que hiciera un milagro para
demostrar que Él era Dios, pero Él les respondió de este modo: “La generación
malvada y adúltera busca señal; y señal no le será dada, sino la señal del profeta
Jonás” (v. 39). Jonás fue un profeta que pasó tres días y tres noches sepultado
dentro de un gran pez en las aguas de muerte. Después de tres días, salió de allí.
Esto fue una señal de la crucifixión y resurrección del Señor Jesús. De este
modo, el Señor Jesús les dio a entender a las personas religiosas de aquella
generación que ellos no verían otra señal aparte de la única señal del Cristo
crucificado y resucitado.
La atmósfera imperante entre las personas religiosas de nuestro tiempo es la
misma de aquel entonces. Ellas siempre quieren ver señales, milagros y
sanidades. Sin embargo, en la vida del reino no debemos hacer exhibición
alguna de nosotros mismos por medio de señales y prodigios. Más bien,
debemos revelarnos como aquellos que están crucificados y en resurrección. La
señal que es necesaria hoy no es ningún prodigio o milagro, sino la señal de una
persona crucificada y resucitada.

Ahora debemos juntar todos estos principios. Al final del capítulo 11, el Señor
Jesús comenzó a mostrarnos la manera en que podemos disfrutarlo a Él como
nuestro descanso en la vida del reino. El capítulo 12 nos reveló que necesitamos
quebrantar los preceptos religiosos, pero que debemos desechar el hacernos
grandes, públicos y populares. No debemos buscar la popularidad, sino que
tenemos que permanecer escondidos, pequeños y humildes. Además, no
debemos hacer actuaciones ostentosas mediante milagros y señales. Por el
contrario, cuanto más la gente nos pida señales, más debemos ir a la cruz, más
debemos ser sepultados en las aguas de la muerte. Cuanto más la gente espere
de nosotros algo extraordinario, más tenemos que ir a la cruz para ser
crucificados e ir a las aguas de la muerte para que nos sepulten. Después de la
crucifixión y la sepultura, experimentaremos la resurrección. El pueblo del reino
tiene que ser un pueblo que ha sido crucificado, sepultado y resucitado.

Si somos los Jonás de hoy, personas que experimentan la muerte y la


resurrección, ciertamente seremos también los Salomón de hoy que edifican el
templo. Una vez más, vemos aquí que Mateo no sigue una secuencia
cronológica, pues según la secuencia histórica, Salomón vino primero, y Jonás
vino después. ¿Entonces, por qué en Mateo Jonás es mencionado primero?
Debido a que Jonás tipifica a Cristo como Aquel que fue crucificado y resucitó,
mientras que Salomón tipifica a Cristo como Aquel que reina. Después de ser
resucitado, Cristo es el Rey que reina sobre toda la tierra. Por tanto, en la
historia Salomón precede a Jonás, pero en tipología Jonás precede a Salomón.
Mateo no escribió conforme a la secuencia histórica, sino según la revelación. Él
seleccionó ciertos hechos e incidentes y los juntó a fin de mostrarnos una
revelación. El Señor Jesús es la única señal. Él primero es el crucificado,
sepultado y resucitado, y después, es el Cristo reinante. Ésta es la señal para el
tiempo presente. El Cristo crucificado, sepultado y resucitado ahora reina.
Debido a que Él reina, el reino está aquí. Él es el Jonás mayor y el Salomón
mayor. Para la vida del reino, esta generación no requiere de ninguna otra señal.
No necesitamos milagros. Solamente necesitamos la señal única, esto es: la vida
crucificada, la vida sepultada y la vida resucitada, la cual ha llegado a ser la vida
reinante.

CAPÍTULO VEINTICUATRO

DEL RECHAZO A LA GLORIA


(1)
Lectura bíblica: Mt. 13:53-57; 14:1, 10, 12-13, 15-21, 23-32; 15:32-38;
17:1-8

Como indicamos previamente, Mateo es un libro que revela el reino. Los


primeros siete capítulos pueden ser considerados como la primera sección de
este libro, de los cuales los capítulos del 5 al 7 presentan una definición o
descripción del reino. Desde el capítulo 8 hasta el 12 Mateo presenta muchos
casos a manera de ilustración de la vida genuina del reino. El pueblo del reino
está compuesto por los que una vez habían sido leprosos, pero que fueron
limpiados. Ahora son personas que han creído en Cristo y disfrutan de Él como
su todo, esto es: como el banquete, el Novio, el vestido nuevo, el odre nuevo, el
vino nuevo, el descanso, el David actual, el Jonás mayor y el Salomón mayor.
Mediante estas ilustraciones podemos comprender que el Señor Jesús lo es todo
para el pueblo del reino y también es la señal. El pueblo del reino siempre carga
la señal del Cristo reinante que fue crucificado, sepultado y resucitado.

De cierto modo, la Biblia está compuesta como un rompecabezas. Las piezas del
cuadro son halladas en diversos lugares, y nosotros tenemos que encontrarlas y
ensamblarlas. Cuando leemos Mateo 8—12, debemos primero obtener una
visión panorámica. Si simplemente nos dedicamos a leer un párrafo tras otro,
recibiremos muy poca revelación. En el mejor de los casos, leeremos una serie
de historias; el caso de la limpieza del leproso será simplemente un relato más.
Por lo tanto, para entender éstos cinco capítulos se requiere de revelación e
iluminación. Si vemos la visión y tenemos una perspectiva panorámica,
comprenderemos que estos cinco capítulos son una sección que nos muestra la
verdadera vida del reino.

La verdadera vida del reino comienza con un leproso; después exhibe la señal
del Cristo reinante que fue crucificado, sepultado y resucitado. Cristo es nuestro
banquete, nuestro Novio, nuestro vestido nuevo, nuestro odre nuevo, nuestro
vino nuevo y nuestro descanso. Él es nuestro David, nuestro templo, nuestro
Jonás, nuestro Salomón y nuestra señal. ¡Cristo lo es todo para nosotros! La
manera de disfrutar a este Cristo no es en virtud de nuestro nacimiento natural,
sino en virtud de una fe viva y al quebrantar los preceptos religiosos. A fin de
disfrutar a Cristo, tenemos que ser plenamente emancipados de toda carga
religiosa.

La siguiente sección del libro de Mateo está compuesta por los capítulos del 13
al 17. No sería posible entender los incidentes relatados en éstos capítulos si no
los consideramos como un solo grupo. ¿Qué es lo que esta sección nos muestra?

Hace cuarenta años, después de renunciar a mi empleo e integrarme al


ministerio del Señor a tiempo completo, me propuse ir a Shanghái para
quedarme con el hermano Watchman Nee y aprender de él. Durante ese tiempo
el Señor me mostró algo en cuanto a esta sección de Mateo. Había estado en
Shanghái por breve tiempo cuando un día del Señor por la mañana se me dijo,
de parte del hermano Nee, que debía dar el mensaje en la reunión de ese mismo
día. El hermano Nee tenía la costumbre de no advertirnos de estas cosas con
mucha anticipación. Así que, el aviso me llegó antes de la reunión de la mañana.
Yo pensé: “Acabo de llegar a Shanghái, y Shanghái es la iglesia más grande”.
Tuve temor. Entonces recibí la carga con respecto a lo que había visto en esta
sección de Mateo. Lo que vi fue muy real para mí y aún lo sigue siendo hoy. Lo
que les estoy compartiendo es casi lo mismo que compartí aquella mañana de
1933 en Shanghái.

RECHAZADO POR LA RELIGIÓN


Al final del capítulo 12 se relata un incidente en el que están involucrados la
madre y los hermanos del Señor. Cuando Él supo que ellos querían hablarle, les
preguntó: “¿Quién es Mi madre, y quiénes son Mis hermanos?” (v. 48). El Señor
indicó a continuación que ser Su madre o Su hermano no se relacionaba con el
nacimiento natural, sino con hacer la voluntad de Dios. Los que hacen la
voluntad de Dios son la madre, hermanos y hermanas del Señor. Que aquí se
mencione la voluntad de Dios no es algo insignificante, pues en realidad denota
el reino. “Mas buscad primeramente Su reino [...] y todas estas cosas os serán
añadidas” (Mt. 6:33). “Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo,
así también en la tierra” (v. 10). ¿En qué consiste esta voluntad? En Mateo 7:21-
23 el Señor Jesús se refirió a esta voluntad al decirnos que vendría el día cuando
algunos dirían haber hecho milagros en Su nombre, haber echado fuera
demonios en Su nombre y haber profetizado en Su nombre. Aquel día el Señor
reconocerá que ellos ciertamente habían hecho todas esas cosas, pero también
les dirá que Él jamás les había dado permiso para ello y que, por ende, ellos eran
hacedores de iniquidad (7:23). Estas personas no tendrán parte en el reino de
los cielos. Los que tendrán parte en el reino de los cielos serán aquellos que
hacen la voluntad del Padre; según lo que hemos visto en el libro de Mateo, Su
voluntad es obtener el reino.

El Señor Jesús le dijo a la gente que quienes hacían la voluntad de Dios, quienes
buscaban el reino de Dios —no según el nacimiento natural— eran Sus
hermanos y hermanas. El Señor dejó bien en claro ante Sus discípulos que Sus
relaciones personales no tenían nada que ver con el nacimiento natural. Esto
incluía hasta Su propia madre. No presten atención a las supersticiones
católicas que dicen que María es “la madre santa”. Según Mateo 12, el Señor
Jesús repudió todo lo relacionado al nacimiento natural, incluso a Su propia
madre.

Después de esto, en el capítulo 13, el Señor presentó todas las parábolas, los
misterios del reino. No hay ninguna persona que esté calificada para entender
estas parábolas sea por naturaleza o por su capacidad intelectual. El Señor Jesús
quiso hacer del reino un misterio, un asunto escondido, como un tesoro
escondido en un campo. Cuando el Señor Jesús encontró el reino, de inmediato
lo escondió. ¿Dónde y cuándo escondió el reino? Esto sucedió en Mateo 13.
Después de repudiar toda relación natural, Él comenzó a esconder el reino de
los hombres naturales. Al final del capítulo 13, Él fue completamente rechazado
por las personas naturales y religiosas. Después de presentar las siete parábolas,
Él regresó a Su propia región y entró en la sinagoga, el lugar donde las personas
religiosas discutían las cosas en cuanto a Dios. Aunque el Señor Jesús renunció
a todo lo natural, la gente de Su región le reconoció de una manera natural.
Ellos dijeron: “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama Su madre María,
y Sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? Y Sus hermanas, ¿no están todas
con nosotros?” (Mt. 13:55-56). Las personas religiosas le conocían de una
manera natural. Pero en 2 Corintios 5:16 Pablo declaró que no conocía a Cristo
según la carne, o sea, de acuerdo a nada natural. No debemos conocerle según la
carne, sino según el Espíritu. Los fariseos y los judaizantes le conocían de
acuerdo a la apariencia natural. Conocían a Su padre carpintero, a Su madre,
Sus hermanos y hermanas, pero no le conocían a Él según el Espíritu; en lugar
de ello, le rechazaron. El Señor había repudiado todo lo perteneciente al
nacimiento natural y había hecho del reino un misterio escondido. Esto
ocasionó que las personas religiosas le rechazaran por completo.

PERSEGUIDO POR LOS POLÍTICOS


El capítulo 14 nos dice que el rey Herodes mató a Juan el Bautista. Cuando se le
informó de este hecho al Señor, Él simplemente se retiró al desierto. Recuerden
que este es un libro que nos revela el reino. Puesto que el Señor Jesús repudió
todo lo natural e hizo del reino un misterio, esto ocasionó que las personas
religiosas rechazaran al Señor y al reino. Además, provocó que los políticos
persiguiesen y matasen a aquellos que aceptaban el reino. Debido a esto, el
Señor se fue al desierto. Si usted hubiera vivido en aquel tiempo y hubiera
querido seguir al Señor, habría tenido que ir al desierto.

¿Qué significa esto? La sección que abarca del capítulo 13 al 17 nos muestra el
periodo de tiempo transcurrido entre el rechazo sufrido por el Señor Jesús y por
Su reino hasta la venida plena del reino. Durante este periodo, que transcurre
entre Su rechazo y la plena manifestación del reino, el pueblo del reino tiene que
seguir al Señor dejando a un lado la religión y la política para internarse en el
desierto. Hoy en día seguimos viviendo en este periodo de tiempo, pues este
empezó en el tiempo de Mateo 13 y continuará hasta la plena manifestación del
reino. En la venida plena del reino, ocurrirá la verdadera y plena transfiguración
de todos los que componen el pueblo del reino.

La transfiguración del Señor Jesús ocurrida en el monte según se relata en


Mateo 17 fue una miniatura de la venida plena del reino. Este hecho representó
la venida del reino en pequeña escala, cuya venida plena ocurrirá en el futuro.
La sección de Mateo que ahora consideramos va desde el capítulo 13 de este
libro hasta la venida plena del reino en el futuro. Durante este periodo el pueblo
del reino tiene que seguir al Señor Jesús yendo al desierto. El contexto detrás de
este mover hacia el desierto fue el rechazo por parte de la religión y la
persecución de los políticos. Si realmente tomamos en serio los asuntos del
Señor con relación al reino, ciertamente seremos rechazados por la religión y
perseguidos por los políticos. No esperen otra cosa. No es posible una actitud
amistosa de parte de la religión ni tampoco una actitud bondadosa de parte de
los políticos. Ser el pueblo del reino significa que sufriremos la oposición de
parte de la religión y seremos perseguidos por el sistema político. Como vimos,
las sinagogas rechazaron a Cristo, y el rey Herodes mató a Juan el Bautista, el
precursor de Cristo. Cuando el Señor Jesús supo de esto, no contendió ni dijo
nada, sino que Él y Sus discípulos se retiraron al desierto. ¿Qué significa esto?
Significa que el pueblo del reino son un pueblo que sale del mundo, que sale de
la religión y que sale de la política. En cierto sentido, hasta que el reino venga en
plenitud, nosotros estamos en el desierto. En realidad somos el pueblo del reino
y estamos en el reino, pero con respecto a nuestra situación externa, estamos
viviendo en el desierto.

UNA VIDA EN EL DESIERTO


¿Cómo podemos ganarnos la vida en el desierto? La respuesta a esta pregunta se
halla en el caso en que Jesús alimentó a los cinco mil con cinco panes y dos
peces (Mt. 14:19-21). En el Evangelio de Juan este caso sirve de base para dar a
entender que Cristo es el pan de vida (Jn. 6). Sin embargo, en Mateo este caso es
usado de una manera distinta, pues aquí nos muestra la manera en que el Señor
puede sustentarnos en el desierto. Si usted simplemente sigue al Señor, Él
puede sostenerlo. Cuando predicábamos el evangelio en el Lejano Oriente, a
veces los incrédulos nos preguntaban: “¿Podrá Jesús darme de comer? ¿Me dará
Él siempre algo para mi sustento?”. Los incrédulos nos hacían estas preguntas
muchas veces y no nos atrevíamos a contestarles; pero les puedo asegurar a
ustedes, el pueblo del reino, que el Señor Jesús verdaderamente nos provee lo
que necesitamos para vivir.

En Mateo 6:33 el Señor Jesús dijo que si buscamos primeramente el reino, todo
cuanto necesitemos nos será añadido. Mientras todas las personas religiosas y
los políticos están ocupados ganándose la vida, el pueblo del reino sigue al
Señor Jesús en el desierto. Incluso los discípulos tenían una manera natural de
pensar en cuanto al sustento diario. En aquel momento ellos estaban
conscientes de la necesidad que tenía la gente y le aconsejaron al Señor Jesús
que dispersara a la gente en las aldeas de alrededor para que comprasen algo
para comer. En realidad, aquí comer se refiere a la esfera que envuelve todo en
cuanto a ganarse la vida. El Señor Jesús respondió: “No tienen necesidad de
irse; dadles vosotros de comer” (Mt. 14:16). Todos sabemos lo que pasó después.
Con sólo cinco panes y dos peces el Señor Jesús alimentó a toda la multitud.
Este caso nos presenta un principio, y es que el pueblo del reino, el cual sigue al
Señor Jesús, tiene que darse cuenta que su sustento diario no depende de lo que
hagan ni de su trabajo, sino que Él los cuide. Es el Señor Jesús quien se
preocupa por proveerles lo que necesitan para vivir.

Mientras leen esto, tal vez se pregunten: “¿Debemos entonces renunciar a


nuestros trabajos y simplemente seguir al Señor?”. Si pudieran hacer esto, sería
maravilloso. Pero como descubriremos más adelante en las Epístolas, todavía
debemos mantener nuestros trabajos. Sin embargo, no debemos confiar en
nuestros trabajos para nuestro vivir. Jamás debemos permitir que nuestros
trabajos nos impidan seguir al Señor. Seguirle y buscar el reino debe ser lo
primero, y todo cuanto necesitemos nos será añadido. Finalmente, los miles que
siguieron al Señor Jesús en el desierto tuvieron algo que comer. Esto es vivir por
fe. El pueblo del reino vive por fe, y su morada se halla en el desierto. Hoy en día
el Señor y Su reino siguen siendo rechazados por la religión y la política. Por
tanto, tenemos que seguir al Señor Jesús al ir a Él en el desierto. Nuestro
intenso anhelo sólo debe ser seguirle a Él. No estén preocupados por su
educación, su profesión o su trabajo. No se preocupen por su sustento. Si
ustedes le siguen, Él les proveerá lo necesario para vivir.

UN CAMINO EN EL MAR TORMENTOSO


Habiendo alimentado a la multitud, el Señor Jesús fue a orar a un monte alto
después de haber enviado a Sus discípulos al mar (14:22-23). He aquí un cuadro
que nos muestra que el Señor Jesús ascendió a los cielos y nos envió a todos
nosotros al mar. La vida que el pueblo del reino lleva en la actualidad es una
vida en el desierto, y el camino que el pueblo del reino toma es un camino en el
mar tormentoso. Nuestro camino en el mar es acosado por olas que se agitan y
por vientos contrarios. Al seguir al Señor Jesús, muchas veces no nos
sentiremos cómodos y también hemos de experimentar los vientos contrarios.

Aunque la vida que llevamos es una vida que se halla en el desierto y el camino
por el que andamos se encuentra en el mar, no debemos preocuparnos. En el
desierto el Señor es quien nos provee de los alimentos que necesitamos. Puesto
que nuestro camino se encuentra en un mar tormentoso, este está lleno de
peligros; pero tenemos que recordar que el Señor está en la cima de la montaña,
en los cielos, orando por nosotros (Mt. 14:23). Además, Él viene a nosotros
caminando sobre el mar, con todas las olas bajo Sus pies. Aunque las olas que se
agitan nos hagan temer, ellas están bajo Sus pies (v. 25). Él camina sobre las
olas, y puesto que Él las pisa, ¿por qué habríamos de temerles? Es por ello que el
Señor Jesús reprendió a Pedro por la poca fe que tenía. Por ser el pueblo del
reino, nuestra vida se halla en el desierto y nuestro camino se encuentra en el
mar. Tanto para nuestro vivir como para nuestro andar necesitamos una fe viva.

Entre muchos cristianos y muchas organizaciones cristianas, la preocupación


primordial es cómo recaudar fondos. Alabo al Señor ya que desde el primer día
que vine a la vida de iglesia, no ha habido necesidad de conversar sobre cómo
como recaudar fondos. Permítanme contarles algo que el hermano Watchman
Nee me relató. La primera iglesia local en China surgió en la ciudad de Fuzhou
en 1922. Los hermanos se reunían fuera del cristianismo y fuera de las
denominaciones. Casi todos ellos eran estudiantes, muchos todavía en la escuela
secundaria. El hermano Nee tenía unos diecinueve años y ayudaba en el
liderazgo. Ellos comenzaron a reunirse en una casa pequeña y con el tiempo
tuvieron necesidad de alquilar un local más amplio para acomodar a los nuevos
convertidos. Muy pocos de entre esos estudiantes tenían dinero; la mayoría era
bastante pobre. En una de las reuniones el hermano que asumía el liderazgo se
puso de pie y dijo: “Hermanos y hermanas, aquí tenemos esta larga túnica china
de invierno que ha sido ofrendada por un hermano. Si esta prenda se puede
vender, el dinero se usará para pagar el alquiler del nuevo local”. Él no dijo
quién había ofrendado aquella túnica, sino que simplemente la trajo a la
reunión y anunció que estaba disponible para quien la necesitara. De dos
hermanas que estaban sentadas juntas, una recibió la carga de comprar la
prenda en cuanto se hizo el anuncio. Ella había notado que en el otro extremo
del salón había un hermano que estaba incómodo debido al frío invernal pues,
claro está, no había calefacción en el local. Esta hermana pudo ver la necesidad
de aquel hermano y sintió la carga de ayudarlo. Cuando el hermano responsable
que estaba dando el anuncio dijo que el precio de la prenda era de ocho dólares,
esta hermana le preguntó a la hermana que se encontraba sentada a su lado:
“¿Por qué no compramos esta túnica invernal para aquel hermano?”. La
hermana le respondió: “Yo también tenía el mismo sentir, pero apenas tengo
cuatro dólares”. Resulta que ambas hermanas tenían el mismo sentir y el mismo
monto de dinero cada una; así que inmediatamente se pusieron de pie, pasaron
al frente y compraron aquella túnica por ocho dólares. Luego pidieron que fuera
dada a aquel hermano que tiritaba de frío. ¿Quién piensan ustedes que era ese
hermano? ¡Era el hermano que había ofrendado su túnica! Así pues, tanto la
necesidad de pagar el alquiler del nuevo local como la necesidad de aquel
hermano fueron atendidas por el Señor. Hemos visto la fidelidad del Señor en
muchas experiencias parecidas.

A manera de ilustración adicional, puedo decirles que cuando vine a este país
tenía muy poco dinero; no había sido enviado ni mantenido regularmente por
ninguna misión. Como podrán testificar algunos de los hermanos de Taipéi, vine
a este país sin ninguna promesa de un apoyo económico. Entonces, tal vez
pregunten: “¿Cómo, entonces, comenzó la obra?”. La obra simplemente empezó.
La obra comenzó en este país en 1963, y recibimos la carga de publicar una
pequeña revista llamada El Manantial. Aunque prácticamente no teníamos
fondos, los hermanos transcribieron los mensajes, los revisaron y los
prepararon para su impresión. Cuando llegó el momento en que debían
imprimirse, nos miramos los unos a los otros. No había necesidad de que
conversáramos sobre las finanzas, pues todos sabíamos que no teníamos
suficiente dinero. Por la misericordia del Señor yo tenía doscientos dólares y los
ofrendé para cubrir los costos de la publicación. Al final, nuestra cuenta llegó a
tener cuatrocientos dólares. Ése fue el inicio de la publicación de El Manantial.

Tenemos que creer en el Señor Jesús. Si vivimos en el desierto, Él cuidará de


nosotros. Si nuestro camino está en el mar, Él está en la montaña orando por
nosotros y, además, está caminando sobre las olas. Las olas están bajo Sus pies.
Al final, la pequeña barca que llevaba a los discípulos llegó a salvo a la orilla.
Tanto aquellos discípulos que permanecieron en el bote como el hermano Pedro
que saltó del bote fueron guardados.

Aquel pequeño bote representa su pequeño oficio o profesión. Aquel trabajo


como profesor que usted tomó, o la profesión que desempeña, es un pequeño
bote. Ya sea que permanezca en el bote o salte del bote, todavía tiene que confiar
en el llamado del Señor. No le aliento a que deje el bote, pues podría inspirarle
mucho temor; pero si usted escucha al Señor diciéndole: “Ven”, entonces puede
saltar del bote. No ponga toda su confianza en el bote. Algunos creen en el Señor
Jesús, pero también ponen su confianza en el bote. Aunque el Señor pisa las
olas, ellos todavía necesitan de un bote pequeño que los lleve. Pedro reconoció
al Señor que caminaba sobre las aguas y saltó del bote para ir con Él. Sin
embargo, ya sea que usted conserve su trabajo o salte del trabajo, al final no
hará diferencia alguna. Es el Señor quien cuidará de usted.

Este pasaje de Mateo revela la manera de seguir al Señor Jesús durante el


periodo que va desde Su rechazo hasta la plena venida del reino. La manera de
seguirle es tomando el camino de la fe. La fe no es algo que se origine en nuestra
manera de pensar o razonar. La fe es simplemente el darnos cuenta de lo que
Cristo es. No importa cuánto el Señor haya sido rechazado por la religión y
perseguido por la política, ¡Él sigue siendo el Señor de todos! Este Jesús que fue
rechazado y perseguido puede alimentar a cinco mil hombres con apenas cinco
panes y dos peces. En Mateo 15 el Señor alimentó a otra gran multitud en el
desierto, mostrando una vez más que Él podía proveerles la manera de vivir.
En 1933 el Señor Jesús me llamó a dejar mi trabajo. ¿Por qué digo que la barca
del capítulo 14 de Mateo representa nuestro trabajo? Porque ello corresponde
con mi experiencia. El año que renuncié a mi trabajo, me sentí tal como si fuese
Pedro cuando dejó la barca. Mi sensación era que aquel trabajo que tenía era un
pequeño bote. Estaba bastante seguro en mi pequeño bote. Si saltaba del bote,
renunciando a mi trabajo, ¿cómo me ganaría el sustento diario? ¿De qué
dependería ahora? Pero el Señor Jesús me llamó a abandonar aquel pequeño
bote, y desde entonces he caminado sobre el mar con toda seguridad por
muchos años. Por otro lado, hay muchos santos muy queridos que han
conservado sus trabajos y profesiones. Al final, no hay diferencia alguna, pues el
Señor cuida de ambas clases de santos.

Tenemos que comprender que el tiempo presente continúa siendo el periodo


que va desde el rechazo del Señor Jesús hasta la venida del reino en plenitud. Al
seguirle a Él durante este periodo, llevamos nuestra vida en el desierto y
tenemos nuestro camino en el mar. En ambos casos se requiere fe. La fe no es
algo vano, sino que es una realidad. El Señor Jesús, Aquel que es real, es el
objeto de nuestra fe. Nos hallamos en el desierto, pero el Señor Jesús está aquí.
Nos encontramos en el mar tormentoso, y los vientos son contrarios a nosotros,
pero Él está aquí. Él camina sobre las olas del mar, las cuales están bajo Sus
pies. Así que tenemos paz. Tenemos paz por la fe en el Señor Jesús, en Aquel
que es real a nosotros como el objeto de nuestra fe. Ésta es la manera de seguir
al Señor Jesús durante este periodo de tiempo. El periodo de Su rechazo
comenzó hace unos mil novecientos años y continúa hasta hoy día. Todavía nos
encontramos sufriendo el rechazo de la religión y la persecución de la política.
Estamos en el desierto y en el mar, siguiendo al Señor Jesús por fe. Él nos
provee el sustento y cuida de nuestra seguridad. Lo que necesitamos es la fe viva
para seguir adelante con el Señor por causa del reino hasta que el reino venga en
plenitud.

CAPÍTULO VEINTICINCO

DEL RECHAZO A LA GLORIA


(2)
Lectura bíblica: Mt. 15:1-11, 17-28

En este capítulo continuaremos abordando el tema de seguir al Señor Jesús


durante el periodo que va desde Su rechazo en Mateo 13 hasta la venida plena
del reino en el futuro. Como ya hicimos notar, el libro de Mateo no fue escrito
conforme a la secuencia histórica de los hechos, sino conforme a revelación. Así
pues, Mateo seleccionó ciertas momentos del andar del Señor sobre la tierra y
los compiló a fin de presentarnos una revelación particular. Desde el capítulo 13
hasta la primera parte del capítulo 17, Mateo reunió diversos incidentes a fin de
mostrarnos la manera apropiada de seguir al Señor durante el tiempo de Su
rechazo y antes de la manifestación del reino. Como vimos en el capítulo
anterior, tenemos que seguirle al desierto, donde necesitamos tener fe en Él
para nuestro vivir. Vivimos por fe en Él. Además, para andar en nuestro camino
en medio del mar tormentoso, tenemos que confiar en Él. Pese a las muchas
tormentas y vientos contrarios a los que nos enfrentamos, simplemente tenemos
paz en Cristo. No tememos los vientos ni las olas porque nuestra vida está en
Sus manos; por tanto, tenemos paz.

Todo el pueblo del reino tiene que comprender que el Señor Jesús es muy
práctico. Él sabe muy bien cuándo tenemos hambre o cuándo padecemos
necesidad y también sabe cuándo nos enfrentamos a una tormenta. Por un lado,
Él intercede por nosotros en la montaña; por otro, Él viene para acompañarnos
en el mar. Él es “Jehová-más” y “Dios-más”. “He aquí, Yo estoy con vosotros
todos los días, hasta la consumación del siglo” (28:20). Lo que necesitamos es
una fe viva en el práctico Señor Jesús. Jamás debemos olvidar que la fe genuina
consiste simplemente en darnos cuenta lo que el Señor Jesús es. Él es real y
práctico. Si verdaderamente creemos que Él es una persona práctica, tendremos
paz siempre que padezcamos alguna necesidad. Él nos hizo una promesa en
Mateo 6:33: “Buscad primeramente Su reino y Su justicia, y todas estas cosas os
serán añadidas”. El Señor nos da el reino y además nos provee de algo más. Esta
añadidura corresponde a las necesidades propias de nuestro diario vivir.
Mientras buscamos Su reino, Él satisface nuestras necesidades diarias como
algo adicional. Nuestro camino siempre será un camino seguro. No obstante, es
probable que no siempre sea seguro de acuerdo con las condiciones externas o
las circunstancias. Podremos estar en peligro externamente, podremos
hallarnos en medio de una tormenta o de un mar tormentoso, pero en realidad
estamos seguros. El Señor Jesús es para nosotros mucho más seguro que una
pequeña barca e incluso es más seguro que un mar en calma. Todas las
tormentas están bajo Sus pies. Al considerar en retrospectiva nuestros años
pasados, podemos testificar con toda certeza que Él es fiel.

EL REINO COMO UNA REALIDAD


Ahora tocaremos el tercer aspecto en cuanto a seguir al Señor Jesús durante el
tiempo de Su rechazo. Al seguirle en la vida del reino, tenemos que aprehender
el reino como una realidad. El reino no tiene una apariencia externa y formal.
La religión, por el contrario, tiene una apariencia completamente falsa, pues le
interesa mucho la apariencia externa. Si ustedes visitan las llamadas iglesias
cristianas durante los servicios que celebran los domingos a las once de la
mañana, encontrarán que todo ello tiene una apariencia muy agradable. Todos
están bien vestidos y limpios, y todos parecen ser muy amables y buenos. Pero
todo aquello es formal, es una falsedad externa. ¿Piensan ustedes que los que
asisten a esos servicios son verdaderamente así de pulcros, amables, humildes y
agradables? Observen sus coros y todos los aspectos de su servicio; ¿tienen ellos
realidad? En las palabras de Mateo 15:2, ellos externamente se lavan las manos,
pero su corazón está contaminado. Tal vez se laven las manos, pero su corazón
es corrupto e inmundo. Los llamados servicios de la iglesia externamente son
muy tranquilos, y quienes participan en ellos nos condenarían por gritar y
alabar al Señor Jesús en nuestras reuniones. De una manera externa, religiosa y
formal ellos están muy tranquilos, y todo se realiza en orden, pero internamente
están llenos de confusión y corrupción.
El punto principal es éste: en el reino no debemos estar preocupados por el
lavamiento externo de nuestras manos. Si la situación externa es un desastre, no
intente cambiarla. Déjela como está. Si usted usa el cabello largo, no lo corte
simplemente porque quiere verse más simpático. Es posible que usted use el
cabello corto y externamente parezca ser una persona muy simpática, pero
internamente usted sea una persona corrupta. No se preocupen tanto por su
apariencia externa, la realidad del reino no reside en apariencias externas; la
realidad del reino reside en algo interno. ¿Cómo esta su corazón? ¿Y cuáles son
sus motivos? Lo que usted verdaderamente es, no es determinado por su
conducta externa, sino por lo que está en su corazón. Quizás externamente
usted sea una persona muy bien arreglada, pulcra, pura, amable y ordenada,
pero internamente sea completamente diferente. Por tanto, usted no está lleno
de realidad, sino que está lleno de hipocresía y falsedad.

Aquí, el Señor Jesús reveló Su sabiduría a los fariseos e hipócritas. Él hizo frente
a la verdadera condición de su ser interior. Los fariseos debían comprender que
no había nada bueno en su corazón. Nosotros somos iguales a ellos. ¿Qué es lo
que sale de nuestro corazón? ¿Acaso sale amor, pureza, honestidad o sinceridad
de sus corazones? En Mateo 15:18-19 el Señor no mencionó ni una sola cosa
buena que saliese de nuestro corazón. Ésta es una revelación que nos muestra lo
que verdaderamente somos. Por naturaleza y nacimiento estamos arruinados y
somos corrompidos. Jamás piensen que son buenos. Aunque externamente
parezcan ser buenos, internamente están contaminados. Si usted me dijera que
me veo muy bien externamente, pero que por dentro no soy bueno, yo les diría
que están en lo cierto. Hermanas, externamente ustedes son lindas y simpáticas,
pero no lo son internamente. Tanto en virtud de nuestro nacimiento como por
naturaleza, todos somos totalmente corruptos. Lo dicho por el Señor nos
muestra qué es lo que sale de nuestro corazón. Así pues, en el reino lo que
importa no es nuestra conducta externa. Olvídense del comportamiento externo
de las personas. El reino no es una pretensión; el reino es una realidad. No
adoren a Dios mediante el lavamiento externo de sus manos. Al Señor no le
importa eso, incluso lo considera adoración vana (Mt. 15:8-9).

Yo mismo era una persona más que religiosa. A mí se me enseñó, adiestró,


instruyó e incluso se me formó de una manera religiosa. Fui adiestrado para
asistir a las reuniones con un orden apropiado y con la apariencia correcta. Poco
a poco el Señor me fue mostrando que todo esto equivalía simplemente a lavarse
las manos externamente. Sin embargo, si a propósito nos esforzamos por
practicar una religión incivilizada, esto también sería algo completamente
externo. Sólo sería la exhibición externa de una religión burda. El reino es una
realidad, y no hay nada falso en él. ¿Qué quiere decir que el reino es una
realidad? Quiere decir que todo procede de lo profundo de nuestro ser. Por lo
que no debemos fingir. Dejen que todo lo que salga de ustedes corresponda a lo
que ustedes mismos son. En la vida del reino, todo punto y cada aspecto tiene
que ser real y genuino. No se preocupen por las apariencias. Todos debemos
cuidar de nuestro ser interior. No obstante, primero tenemos que comprender
que nuestro ser natural está arruinado y es corrupto. No debemos esforzarnos
por cambiarlo, reformarlo o corregirlo. Entonces, ¿qué debemos hacer? La
respuesta la encontramos en el caso de la mujer cananea (Mt. 15:21-28).
LA MUJER CANANEA
Aparentemente, el caso de la mujer cananea no guarda relación alguna con el
caso del lavamiento externo de las manos; pero en realidad estos dos casos están
íntimamente vinculados entre sí. Este caso concierne al Señor Jesús como
nuestro alimento, nuestro nutrimento. Todos tenemos que observar un
principio al leer el libro de Mateo: no debemos leer simplemente las letras en
blanco y negro, sino que tenemos que acudir al Señor y preguntarle: “Señor,
¿qué está implícito aquí?”. Del mismo modo que este título de Dios: el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, implica resurrección, pese a que
esto no se encuentra en el escrito (Mt. 22:31-32), así también sucede en todo el
libro de Mateo. Prácticamente todos los versículos de este libro guardan relación
con el reino.

Después de hablar a los fariseos sobre la adoración vana y el corazón del


hombre, el Señor Jesús se retiró a la zona costera de Tiro y Sidón, una región
gentil. Él no fue a buscar a los sacerdotes ni tampoco fue al templo, sino que fue
al mundo gentil. Mientras estuvo allí, acudió a Él una mujer que por ser cananea
era considerada por los judíos como un perro gentil. Este encuentro es
presentado en agudo contraste al caso previo donde el Señor se enfrentó a los
fariseos. Mientras los fariseos hablaban de cosas externas, tales como el
lavamiento externo, la corrección externa, el mejoramiento externo. Pero así no
fue en el caso con la mujer cananea. En este incidente, el Señor trató acerca de
la nutrición interna. La mujer no tomó la iniciativa de abordar este asunto, sino
que ella intentó imitar la religión judía al dirigirse al Señor Jesús llamándolo el
Hijo de David. Éste era un término judío, y ningún gentil estaba en posición de
usarlo. El Señor Jesús fue muy sabio al responderle. Realmente, en toda la
historia humana jamás hubo alguien tan sabio como Él. En aquella ocasión le
dijo: “No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (15:24).
Esta breve respuesta implica varias cosas. El Señor en realidad estaba diciendo:
“Para llamarme Hijo de David deberías ser una israelita, pero no lo eres. Yo vine
por los hijos de Israel. Como Hijo de David, no soy para ti. Tú no eres la persona
apropiada para dirigirte a Mí de esa manera”. Sin embargo, el Señor Jesús no
tenía la intención de rechazarla. Simplemente quería que ella comprendiera que
no tenía la posición que se necesita para dirigirse a Él como el Hijo de David.
Únicamente los israelitas podían dirigirse a Él de este modo.

A continuación, el Señor dijo: “No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a
los perrillos” (15:26). Con esta declaración Él daba a entender que había venido
para ser el pan. Esto también hacía alusión a la posición de la mujer cananea, la
cual correspondía a la de un perro gentil. Sin embargo, aquel “perro gentil” de
inmediato asumió la posición que le correspondía y reclamó su porción. Ella
dejó de usar el nombre: “Hijo de David”, y fue como si dijera: “Sí, Señor, soy un
perro gentil, pero incluso un perro tiene su porción. Los hijos tienen su porción,
la cual está sobre la mesa; mientras que la porción de los perros está debajo de
la mesa. Cuando la porción de los hijos cae debajo de la mesa, se convierte en la
porción de los perros. Señor Jesús, Tú eres el pan de los hijos, pero caíste debajo
de la mesa. Ahora ya no estás en la mesa de Israel, sino aquí, debajo de la mesa,
en Tiro y en Sidón. Puesto que caíste debajo de la mesa, ahora Tú eres mi
porción”. Después que el Señor oyó esto, le concedió lo que ella le pedía.
Olvídense del lavamiento externo de las manos, reúnan todas las migajas de
Cristo y cómanlas. Debido a que los judíos le rechazaron, Él ya no está en la
mesa; Él está debajo de la mesa como nuestra porción. Nosotros no somos los
hijos, sino los perros gentiles; no obstante, comemos de la comida destinada a
los hijos. Al comer a Cristo, nosotros los perros gentiles seremos regenerados en
hijos.

Permítanme preguntarles con toda franqueza: ¿Son ustedes perros o hijos?


¿Cómo podrían los perros ser cambiados en hijos? ¿Será por medio del
lavamiento externo? Aunque usted lavase su perro treinta veces, él seguiría
siendo un perro, ya que jamás podrá ser cambiado al ser lavado. Pero los perros
pueden comer las migajas, la comida de los hijos y ser transformados en hijos.
Originalmente, todos los que conformamos el pueblo del reino éramos perros,
pero al alimentarnos de las migajas del Señor Jesús, fuimos transformados en
hijos. A veces, el rabo del perro todavía está visible. De vez en cuando podemos
ver el rabo chino o el rabo estadounidense; en otras ocasiones vemos el rabo
japonés o el rabo alemán. Aunque todos llegamos a ser hijos, todavía quedan
vestigios del rabo del perro. Pero esto no me molesta. Tengo plena certeza que
después de cierto tiempo, tal vez después de unos meses o un año, todos estos
rabos desaparecerán por haber comido apropiadamente del Señor Jesús. Lo que
importa no es el lavamiento de las manos, sino comer las migajas.

Existe un vínculo que conecta estos dos casos. El Señor Jesús dijo que no es lo
que entra en la boca, esto es, lo que ingerimos, lo que nos contamina, sino
aquello que sale de nosotros. Entonces, ¿qué debemos ingerir? Debemos ingerir
las migajas. En el primer caso tenemos el asunto de ingerir y en el segundo caso
vemos el asunto de comer las migajas. Jamás seremos contaminados al ingerir a
Cristo, pero todo cuanto sale de nuestro propio ser contaminará a otros.
Tenemos que ser muy cuidadosos y no permitir que nada salga de nosotros
mismos; ni tampoco debemos recibir nada que salga del ser de otros, pues ello
nos contaminará. Debemos simplemente ingerir a Cristo y permitir que Él
trague toda ruina e inmundicia en nuestro ser. Simplemente debemos comer las
migajas de Cristo día a día. Entonces seremos limpios, no al lavarnos
externamente las manos, sino por el lavamiento metabólico interno de nuestro
ser interior. Seremos limpios al ingerir a Cristo en nuestro ser. Tenemos que
permitir que Cristo nos consuma y nos transforme de perros a hijos.

NO COMER NADA DE LEVADURA


Después de esto, tenemos un tercer caso en el que el Señor Jesús exhorta a Sus
discípulos a no comer nada de levadura. “Mirad y guardaos de la levadura de los
fariseos y de los saduceos” (Mt. 16:6). Debemos considerar estos tres casos
juntos. Tenemos que comer a Cristo, las migajas, pero no debemos aceptar nada
de levadura. Debemos comer el pan y las migajas del pan, pero no la levadura.
El Señor Jesús únicamente nos da pan; jamás nos da levadura.

La levadura de los fariseos


Tenemos que guardarnos de la levadura de los fariseos. ¿En qué consiste la
levadura de los fariseos? Consiste en ser personas religiosas, bíblicas,
fundamentalistas y externamente correctas, pero carentes de vida, sin Espíritu,
sin realidad y sin sinceridad. Por favor, recuerden todas estas palabras. La
hipocresía de los fariseos no consistía simplemente en que ellos hiciesen lo malo
al mismo tiempo que fingían ser buenos. La hipocresía de los fariseos
significaba que ellos eran muy religiosos, bíblicos, fundamentalistas y correctos
externamente, mas no tenían nada del Espíritu, de vida, de realidad ni
sinceridad. Esto es levadura. Esta clase de levadura todavía puede ser hallada
entre los cristianos hoy en día. Es posible que nos critiquen por gritar y alabar al
Señor y digan que estamos locos, mientras que ellos mismos se consideran
sensatos, buenos y fundamentalistas. En cierto sentido ellos son los fariseos de
hoy, sin vida, sin Espíritu, sin realidad y sin sinceridad.

La levadura de los saduceos


¿En qué consiste la levadura de los saduceos? La levadura de los saduceos
consiste en ser personas realistas, racionales y filosóficas. Es algo parecido al
modernismo de hoy. Podríamos decir que los modernistas son saduceos
modernos y que los saduceos eran los modernistas antiguos. Ambos pertenecen
a la misma categoría. Son personas realistas y filosóficas, pero no creen en Dios,
ni en la palabra de Dios ni en la resurrección. Tales personas no creen en nada
que sea divino debido a que son muy filosóficas y racionales. No hay realidad en
ellos pues, al igual que los fariseos, carecen del Espíritu y la vida. En esto
consiste la levadura de los saduceos. Hoy en día enfrentamos oposición tanto de
los fundamentalistas como de los modernistas. La levadura de los fariseos no es
otra cosa que el fundamentalismo de hoy, y la levadura de los saduceos es el
modernismo actual. Debemos comer las migajas de Cristo, mas no debemos
aceptar levadura alguna.

No se laven las manos externamente; pues no tiene valor alguno. El lavamiento


de manos representa la corrección externa, el tratar de mejorar y tratar de
corregir. Cambiar, mejorar y corregir está representado por el lavamiento de las
manos. El Señor Jesús no está interesado en ver cambios externos, sino que le
interesa nuestro ser interior. ¿Qué tienen dentro de ustedes? ¿Qué es lo que hay
en sus corazones? Eso es lo que verdaderamente importa. Todo cuanto hagamos
externamente jamás nos cambiará. Pero tenemos al Señor Jesús, a quien
podemos comer. Él puede entrar en nosotros. Aunque no seamos aptos para
comer del pan de los hijos, si estamos plenamente calificados para comer las
migajas de los perros. Si los perros comen las migajas, serán transformados en
hijos. Pero, no debemos comer nada de levadura. Al comer las migajas, siempre
existe el riesgo de ingerir levadura. Debemos mantener separadas estas dos
cosas. Debemos ingerir el pan, pero rechazar la levadura.

Ponemos nuestros ojos en el Señor para que en las iglesias locales hayan
muchas migajas de Cristo, pero ninguna levadura fundamentalista o
modernista. Que tengamos el Espíritu, la vida, la realidad y la sinceridad; son
las migajas que podemos disfrutar. Todo esto tiene como propósito la vida del
reino. Al seguir al Señor Jesús en el desierto durante el tiempo de Su rechazo,
tenemos que cuidarnos de lo que comemos.
Si hemos recibido la visión presentada en Mateo 15, no estaremos preocupados
por el lavamiento de manos de forma externa. Únicamente nos preocupará
comer las migajas internamente. No estoy interesado en un lavamiento externo,
sino que lo único que me importa es cuánto han comido de las migajas de
Cristo. Al comer, guárdense de la levadura. Cuando estén hambrientos, debe
tener cuidado de lo que comen. Es maravilloso comer las migajas, pero es mejor
quedarse con hambre que comer levadura. Tanto el fundamentalismo como el
modernismo son levadura. Incluso si estuviera muriéndose de hambre, no
acepte levadura alguna. Solamente tome a Cristo. Es posible que las migajas de
Cristo no tengan buena apariencia, pero son muy nutritivas. Así que, deben
comerlas con alegría. Sin embargo, jamás ingiera levadura, no importa cuán
buena o agradable parezca ser. No se preocupen por el lavamiento externo de
las manos; sólo debe importarles el comer interno de las migajas de Cristo.

CAPÍTULO VEINTISÉIS

DEL RECHAZO A LA GLORIA


(3)
Lectura bíblica: Mt. 16:13-17, 18-19, 21-27, 28; 17:1-2, 3-5, 8

Ahora abordaremos el último punto en cuanto a seguir al Señor Jesús durante el


tiempo de Su rechazo. La manera en la cual le seguimos es estando
completamente fuera de la religión. Mateo 15 nos habla de una mujer cananea
que disfrutaba de Cristo como las migajas de manera viviente y nutritiva.
Mientras aquella mujer disfrutaba de Cristo de tal manera, los sacerdotes
estaban en el templo adorando a Dios, ofreciéndole sacrificios y quemando
incienso. Es muy probable que estas dos actividades ocurrieran
simultáneamente. En una tierra gentil, muy alejada del lugar sagrado, había una
mujer gentil que sabía muy poco de Dios, las Escrituras, el templo, el altar, los
sacrificios, el sacerdocio y la adoración a Dios. Aunque ella sabía muy poco de
estas cosas, disfrutaba de Cristo como su alimento nutritivo. Al mismo tiempo,
muchos sacerdotes entrenados en la adoración apropiada adoraban a Dios
conforme a las Escrituras. En cierto sentido, éstos sacerdotes habían adquirido
mucho conocimiento acerca de Dios y lo que hacían en el templo lo hacían para
Dios y estaba dirigido a Él.

Supongamos que ustedes hubieran vivido en la tierra de Israel en aquellos


tiempos. ¿De qué lado se habrían puesto, del lado de los sacerdotes que
adoraban en el templo o del lado de aquella “perrita gentil”? Creo que ninguno
de nosotros, incluyéndome a mí mismo, se habría puesto del lado del “perro
gentil”. Ciertamente todos nosotros nos habríamos unido a los sacerdotes que
estaban en el templo santo donde estaban las Sagradas Escrituras. En la ciudad
santa todo tenía una apariencia apropiada y agradable, pero en el mundo gentil
encontramos a esta mujer gentil a quien se le consideraba como un perro. ¿Se
habría usted unido a tal persona? ¿Dónde estaba Dios en aquel entonces? Dios
estaba con aquel perro gentil. Estrictamente hablando, el Señor Jesús era Dios
mismo, y Él estaba con aquella mujer. Él era Dios mismo, a quien las personas
religiosas adoraban en el templo. Sin embargo, Dios no estaba con ellos en el
templo, sino que estaba muy lejos en un lugar considerado indigno de Él.

Este mismo principio se cumple en la actualidad. La cristiandad es una religión


que adora a Dios en conformidad con la Biblia, pero me temo que Dios no está
allí. ¿Dónde está Dios? Él está donde esté Jesús. Al Señor no le importa la
situación externa; a Él únicamente le importa una cosa: que las personas le
ingieran. Esto es completamente distinto a la religión, ya que el Señor no le dijo
a la mujer cananea: “Tienes que aprender a adorarme; Yo soy el Dios de Israel”.
El Señor no le dijo esto ni tampoco le habló de ninguna cosa religiosa. Él no le
habló de adorar a Dios. Más bien, le habló del pan y de los perros. ¿No les
parece extraño? Una vez más podemos ver que Cristo es contrario a la religión.

Si hemos de seguir al Señor Jesús durante el periodo de Su rechazo, tenemos


que comprender cinco cosas básicas: Cristo, la iglesia, Satanás, la cruz y el yo, el
cual incluye la vida del alma. Éstos son cinco asuntos básicos que todos tenemos
que conocer al seguir al Señor en el reino. Todo el pueblo del reino tiene que
estar familiarizado con estos asuntos. Si ustedes permanecen en el “lugar
santo”, estos cinco asuntos no les serán revelados. Esto significa que tienen que
dejar Jerusalén, el lugar santo, e ir a Cesarea de Filipo. Es imprescindible salir
de aquel territorio religioso para contemplar la visión referente a estas cinco
cosas.

CRISTO
¿Quién es Cristo y qué es Cristo? Después de leer el último capítulo, uno podría
responder que Cristo es el pan, las migajas debajo de la mesa. Esto es correcto.
Sin embargo, tenemos que conocer el elemento, el constituyente, el ingrediente
o la composición misma de Cristo. La persona de Cristo no es algo tan sencillo.
En Mateo 16:16 Pedro reconoció que Él era el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Ambos títulos guardan relación con el ministerio de Cristo y la persona de
Cristo. El Hijo de Dios es el nombre de Su persona, mientras que Cristo es el
título de Su ministerio u obra. En cuanto a Su persona, Él es la corporificación
de Dios. Por ser el Hijo de Dios, Él es la expresión misma de Dios y la
corporificación de Dios. Todo Dios está corporificado y expresado a través de Él,
quien es el Hijo de Dios.

Él también es el Cristo de Dios; Cristo significa el Ungido. El Hijo de Dios fue


ungido por Dios para llevar a cabo el propósito de Dios. Él fue ungido y
designado para cumplir el propósito de Dios. Para cumplir el propósito de Dios,
Él dio varios pasos importantes. El primer paso fue la creación. El segundo fue
la encarnación y los siguientes fueron la crucifixión, la resurrección, la
ascensión y Su descenso. Después de esto, Él estableció la iglesia y la está
edificando. En el futuro, Él dará un paso adicional, que es, establecer el reino de
Dios sobre la tierra. Esto nos muestra que desde la creación hasta el
establecimiento del reino, Cristo ha dado varios pasos básicos. Todos éstos son
los pasos principales del ministerio de Cristo. Para esta obra Él ha recibido el
título de Cristo. A fin de conocerle como el Cristo, tenemos que entender todos
estos pasos principales que Él da en Su obra; y para conocerle como el Hijo de
Dios, tenemos que conocerle como la corporificación misma de Dios y como la
expresión de Dios.

Cristo es maravilloso y profundo. No es fácil aprehender quién es Él. Cristo no


es pobre; Él es todo-inclusivo. En Efesios 3:8 Pablo dijo que él anunciaba las
inescrutables riquezas de Cristo. Consideremos la Persona de Cristo: Él es la
corporificación y expresión de Dios. Consideremos Su ministerio, los principales
pasos que Él dio en Su obra: la creación, la encarnación, la crucifixión, la
resurrección, la ascensión, el descenso, la edificación de la iglesia y el
establecimiento del reino. ¡Qué obra tan tremenda es ésta! Las riquezas de
Cristo son inescrutables. Día tras día en las iglesias, todo el pueblo del reino
tiene que conocer a Cristo de esta manera tan rica. Si tenemos necesidad de
alguna doctrina, entonces la doctrina que necesitamos es aquella que nos revele
todas las riquezas de Cristo.

LA IGLESIA
¿Qué es la iglesia? Se necesitan muchas palabras para describir la iglesia. Aquí
apenas puedo mencionar algunos puntos. Nadie puede sobrepasar al Señor
Jesús en Su hablar. Sus palabras son sencillas y, sin embargo, son muy
profundas y llenas de implicaciones. Él le dijo a Pedro: “Tú eres una piedra”
(Mt. 16:18, lit.). Debemos ver que nosotros somos piedras destinadas a la
edificación. Mateo 16:18 menciona tanto una piedra como una roca. Todos
nosotros somos piedras, y la roca es Cristo. Tanto las piedras como la roca están
destinadas a la edificación. La iglesia es edificada con Cristo como la roca y con
nosotros como las piedras. Tal vez ya tengamos la roca y las piedras, pero
necesitamos la edificación. Muchos cristianos que buscan al Señor hablan
mucho sobre el Cuerpo, pero descuidan la edificación. Ellos simplemente
discuten acerca del Cuerpo de una manera doctrinal, pero nosotros tenemos que
lograr esta edificación en términos prácticos. En todo aspecto, esta edificación
es un asunto práctico.

SATANÁS
A continuación, el Señor menciona las puertas del Hades (16:18). El Hades es el
lugar donde se guarda a los muertos, y las puertas del Hades es una expresión
que denota la autoridad de la muerte, que es el poder de Satanás. También
representa a Satanás mismo como la corporificación de la muerte. Así como el
Señor Jesús es la corporificación de la vida, Satanás es la corporificación de la
muerte, representada en Mateo 16:18 por las puertas del Hades. La iglesia es
edificada con la roca y las piedras. Donde se encuentre la edificación de la iglesia
habrá guerra, pues el poder de la muerte se levantará en contra de tal
edificación. Pero este poder jamás podrá prevalecer contra la iglesia. La muerte
podría prevalecer contra los cristianos individuales, mas no contra la iglesia
edificada. En toda batalla que se libre contra la iglesia, Satanás será derrotado.
Éste jamás podrá prevalecer porque la iglesia puede atar. ¿Puede Satanás atar?
Algunos cristianos parecen tener más fe en Satanás que en el Señor Jesús, ya
que constantemente hablan sobre el poder de Satanás, diciendo que no saben
cómo enfrentarlo. Sin embargo, en las iglesias locales no solamente atamos al
hombre fuerte, sino que también saqueamos su casa y le arrebatamos todos sus
vasos. La iglesia edificada tiene la autoridad para atar al hombre fuerte. No soy
yo quien dice esto; lo dice el Señor Jesús. “Tú eres una piedra [lit.], y sobre esta
roca edificaré Mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”
(16:18). Tenemos que estar firmes sobre esta palabra, que las puertas del Hades
jamás prevalecerán contra la iglesia. La iglesia puede atar, y todo cuanto ella ate,
los cielos también lo atarán (v. 19).

Las llaves del reino tienen como finalidad producir la iglesia, y la vida de iglesia
es el reino. Finalmente, podemos ver cinco puntos en cuanto a la iglesia: la roca,
las piedras, la edificación, la derrota de las puertas del Hades y el reino. La
iglesia es el reino. Si hoy en día vamos a tener la iglesia edificada —no la iglesia
en doctrina o en palabras— ésta debe ser edificada con muchas piedras vivas.
Las iglesias locales son edificadas con piedras establecidas sobre la roca. En esto
consiste el reino. Debido a que el reino tiene autoridad para atar y desatar,
jamás podrá ser derrotado por las puertas del Hades.

EL YO
Satanás es representado primero por las puertas del Hades. Además, Satanás
está encarnado en el yo. Por un lado, Pedro era una piedra; por otro, se convirtió
de improviso en Satanás (v. 23). Nos es difícil imaginar cómo pudo suceder esto.
Pedro se convirtió en Satanás porque su yo era la encarnación de Satanás. El
Señor reprendió a Pedro diciéndole: “¡Quítate de delante de Mí, Satanás!”.
Satanás jamás podría tener éxito limitándose a ejercer el poder de las puertas
del Hades. Satanás es mucho muy astuto, pues no solamente se vale del poder
del Hades, sino que también entra en nosotros y se forja a sí mismo en nuestro
ser interior. Esto es algo horrendo y sutil. Satanás no puede prevalecer contra la
iglesia valiéndose únicamente de su poder de muerte, pero sí puede dañar la
iglesia recurriendo a su sutileza. ¿Dónde está la sutileza de Satanás? Su sutileza
reside en el yo del hombre. Si leemos Mateo 16:23-26 con el debido cuidado,
veremos el vínculo existente entre cuatro cosas: la mente natural, el yo, la vida
del alma y Satanás. El Señor Jesús reprendió a Pedro como si fuera Satanás
mismo, debido a que la mente de Pedro estaba puesta en las cosas de los
hombres y no en las cosas de Dios. Después, el Señor habló sobre el alma y
negar el yo. En unas cuantas oraciones muy breves el Señor mencionó a
Satanás, la mente, el yo y la vida del alma. Estas cuatro cosas son en realidad
cuatro en una. Satanás está en nuestra mente, nuestra mente está en nuestro yo
y el yo está en la vida del alma. Allí donde está la vida del alma, está el yo; donde
está el yo, está la mente; y donde está la mente, está Satanás. Aunque Satanás
no puede prevalecer contra la iglesia ejercitando su poder y autoridad, él puede
dañarla mediante su sutil artimaña de hacerse uno con usted en su mente. La
sutileza de Satanás es unirse con usted en su mente, sus opiniones y
pensamientos discrepantes. En toda iglesia en la que se produce una situación
de disensión, tal situación tiene su origen en la mente, en Satanás, en el yo y en
la vida del alma. No importa cuál sea la razón que dé para su opinión
discrepante; en tanto usted esté en disensión, usted está bajo la influencia de la
sutileza de Satanás. Todo elemento discrepante se halla en su mente, no en su
espíritu. Si usted ejercita su mente, de inmediato tendrá opiniones discrepantes.
¿Qué debemos hacer entonces? No digan ahora que debemos atar al hombre
fuerte, pues sería usar el arma equivocada. Más bien, debemos permanecer en la
cruz. Siempre que usted permanezca en la cruz, verá cómo es destruido Satanás.
Por medio de la muerte, Cristo destruyó a aquel que tenía el imperio de la
muerte (He. 2:14). Satanás, el sutil, no teme que le atemos, pero teme a la cruz.
Si nosotros permanecemos en la cruz, Satanás estará aterrorizado.

En este breve pasaje de la Palabra encontramos dos descripciones de Satanás:


las puertas del Hades y el yo en la mente junto con la vida del alma. No piensen
que solamente las puertas del Hades son Satanás; tienen que percatarse que el
yo también es la encarnación de Satanás. Pedro fue ocupado por Satanás debido
a que olvidó su espíritu y recurrió a su mente expresando así su pensamiento
discrepante. Todo pensamiento discrepante es la encarnación de Satanás. Por
tanto, no presten atención a ningún pensamiento discrepante. La mejor manera
de matar a Satanás es poner sus pensamientos discrepantes en la cruz.

¡Quiera el Señor que todos recibamos una visión muy clara! Cristo está aquí y la
iglesia está aquí; pero Satanás, el sutil, también está aquí. Sus pensamientos
discrepantes, al igual que los de Pedro, tal vez sean motivados por sus buenas
intenciones, sin embargo, ustedes están poseídos por Satanás. Siempre y
cuando usted se aferre a sus opiniones discrepantes, estará obsesionado o
poseído. En las iglesias locales todos tenemos que permanecer alertas en contra
de cualquier pensamiento discrepante.

El Señor Jesús les dijo a los discípulos que Él iba a Jerusalén a fin de ser muerto
y ser resucitado al tercer día. Sin embargo, la mente discrepante de Pedro se
detuvo en la frase ser muerto. Las personas en disensión rara vez escuchan
hasta el final lo que otros les dicen, por lo que rara vez entienden cabalmente a
los demás. Debido a que Pedro discrepaba, era miope y no le dio al blanco. Él
escuchó la frase ser muerto, pero no captó el punto principal de la resurrección.
Sin la crucifixión jamás podría haber resurrección.

Todos los santos en la vida de iglesia tienen que ser muy cuidadosos para no
caer en disensión. Jamás caigan en disensión. La disensión simplemente
representa un horrible uso de la mente. Sin importar cuán buenas sean sus
intenciones, siempre y cuando estén en disensión, habrán caído en una trampa
que el sutil les ha tendido. No piensen que son muy santos y espirituales.
Recuerden que en un tiempo muy corto el Señor llamó a Pedro “una piedra” y
también “Satanás”. La piedra se convirtió en Satanás. Tal vez ustedes digan que
aman la iglesia, y no dudo que así sea. Tal vez ustedes piensan que todo cuanto
hablan lo dicen con buenas intenciones. Muchos queridos santos han dañado a
la iglesia, pero dicen haber estado motivados por buenas intenciones debido a
que aman la iglesia. No es un asunto de tener una buena o mala intención, sino
más bien de preguntarse si han caído en disensión. ¿Son ustedes uno con la
iglesia? Únicamente la unidad lo mantendrá vivo, y únicamente la unidad
aniquilará al enemigo. Dígale al enemigo: “Satanás, no me importa ninguno de
estos razonamientos. Lo único que me importa es la unidad del Cuerpo. No me
importa nada más. Por amor al Cuerpo no recurriré a mi mente discrepante;
acudiré a mi espíritu y permaneceré allí”. Esto es lo que significa tomar la cruz.
LA CRUZ
Ahora llegamos al tema de la cruz. El mejor lugar donde podemos mantener
nuestro yo es la cruz. No argumenten que tienen una buena intención, pues ello
es meramente una excusa detrás de la cual se esconde el yo. No digan que aman
la iglesia; pues es otra excusa, otra morada, para el yo. El lugar apropiado para
mantener vuestro yo es la cruz. Constantemente, por la gracia del Señor,
tenemos que repetirnos: “Pequeño yo, recuerda que el lugar que te corresponde
es la cruz. No vayas a ningún otro lado. Fuiste puesto en la cruz hace dos mil
años. Ahora regresa a la cruz y permanece allí. No dejes la cruz. La cruz es el
lugar que te corresponde”. Éste es el verdadero significado de la palabra del
Señor en Mateo 16:24. Llevar la cruz es darnos cuenta que ya fuimos puestos en
la cruz. Debido a que el Señor nos puso en la cruz, ahora tenemos que llevarla.
Un santo en el Señor dijo algo que me parece muy bueno: “Si llevas la cruz, al
final la cruz te llevará a ti”. Cristo le ha puesto en la cruz, ahora tiene que llevar
la cruz y conservar su posición en la cruz. No deje la cruz y no deje la posición
que le corresponde. Quédese allí. Con el tiempo, la cruz lo llevará a usted. La
cruz no será una carga para usted, sino que usted será una carga a la cruz. No
discutan, no argumenten y no hagan excusas; simplemente permanezcan en la
cruz.

EL YO Y LA VIDA DEL ALMA


Ahora llegamos al último elemento, el yo, que también incluye la vida del alma.
La vida del alma reside en nuestro yo, y el yo está en nuestra mente. En Mateo
16:23-25 encontramos la mente, el yo y la vida del alma. El Señor Jesús le dijo a
Pedro que su mente no estaba puesta en las cosas de Dios, y que era necesario
que él se negase a sí mismo y siguiera al Señor. La mente, el yo y la vida del alma
están todas relacionadas con el alma y, de hecho, están en el alma. Estas cosas
son absolutamente diferentes del espíritu. Todos tenemos que aprender a hacer
una cosa: volvernos a nuestro espíritu y permanecer en la cruz. Ésta es la
manera de crecer, ser transformados y estar plenamente ocupados y poseídos
por el Señor Jesús. Esto es lo que significa obtener una porción adicional de
aceite en nuestra vasija, como también permitir que Cristo haga Su hogar en
nuestro corazón. Éste es el crecimiento del reino, la venida gradual del reino. Si
practicamos volvernos al espíritu y permanecer en la cruz, maduraremos y el
reino vendrá. Después de haber visto a Cristo, la iglesia y Satanás como el poder
del Hades y como aquel que es sutil e insidioso, tenemos que ver que el yo tiene
que ser mantenido en la cruz. Si nos volvemos a nuestro espíritu y mantenemos
nuestro yo en la cruz, estaremos en el reino. Con el tiempo, experimentaremos
la venida plena del reino.

UNA RECOMPENSA
En Mateo 16:27 el Señor Jesús habló de venir en la gloria del Padre con una
recompensa para los Suyos. Esto no se refiere a la salvación, pues la salvación
no es una recompensa sino un don. El don es gratuito, mientras que una
recompensa requiere que paguemos cierto precio. Cuando el Señor venga en la
gloria del Padre, Él nos recompensará. ¿Qué es esta recompensa? Es la fiesta de
bodas mencionada en Mateo 25. Quienes estén preparados serán
recompensados con esta fiesta nupcial. Si ustedes han obtenido la porción
adicional de aceite, lo cual implica estar preparados, haber madurado, así como
estar poseídos y ocupados por Cristo, entonces entrarán en la fiesta de bodas
que disfrutarán como su recompensa. Me preocupa que muchos entre nosotros
puedan perder esta recompensa. Estas personas son salvas, pero podrían perder
la recompensa de participar en la fiesta de bodas. Ya examinamos aquellas cinco
vírgenes insensatas que si bien eran verdaderamente salvas, no se les permitió
entrar en la fiesta de bodas. Ellas no perderán su salvación; sin embargo, no
pudieron participar en la fiesta de bodas. Ser salvos es una cosa; participar de la
fiesta de bodas es otra. Ser salvos se relaciona con la salvación, mientras que
participar de la fiesta de bodas se relaciona con la recompensa. ¿Cómo podemos
obtener esta recompensa? Es al perder la vida del alma, al negarnos a nosotros
mismos y al mantener nuestro yo en la cruz.

DOS REINOS
Ahora podremos ver las normas que rigen los dos reinos. Si usted permanece en
su mente, estará a favor del reino de Satanás. Si se vuelve a su espíritu, estará a
favor del reino de Dios. Si usted permanece en su mente, estará a favor de la
propagación del reino de Satanás. Si usted se vuelve a su espíritu, estará a favor
de la propagación del reino de Dios. La propagación del reino de Dios hoy es el
crecimiento de la iglesia. Si usted permanece en su mente, el crecimiento de la
iglesia será severamente limitado; incluso se reducirá al grado de darle a
Satanás ocasión para que su reino aumente. Así pues, tiene que permanecer en
la cruz y, después de ello, tiene que tornarse al espíritu. A medida que persevere
en tornarse al espíritu, experimentará la propagación del reino hasta que llegue
a la madurez; una vez que haya alcanzado la madurez, será partícipe de la
venida plena del reino. Entonces no solamente el Señor Jesús, sino también
usted será transfigurado. Será transfigurado para ser exactamente igual a Cristo.
Entonces se cumplirá cabalmente lo escrito en Filipenses 3:20-21: nuestro
cuerpo físico será conformado a la semejanza del cuerpo glorioso de Cristo. En
esto consistirá nuestra transfiguración y la venida plena del reino de Dios.

En el reino no habrá nada más que el Señor Jesús. Ya no estará Moisés ni Elías
(Mt. 17:8). Esto significa que ya no estarán ni la ley ni los profetas; ni habrá más
religión. Siempre que el Señor Jesús introduce el reino, lo único que permanece
es Él, nada más.

CAPÍTULO VEINTISIETE

ALGUNOS ASUNTOS PRÁCTICOS


EN CUANTO A LA VIDA DEL
REINO
Lectura bíblica: Mt. 17:1-8, 14-21, 24-27; 18:1-4, 17, 21-22, 33-35; 19:3-
8; Ro. 14:1-6
ECHAR FUERA DEMONIOS
Mateo 17:1-8 nos muestra una miniatura de la plena manifestación del reino.
Este capítulo nos presenta un contraste. Por un lado está el reino en la cima del
monte y, por otro, están los demonios en el valle. Éste es un cuadro de la
situación actual. A veces en las reuniones de la iglesia pareciera que estamos en
la cima de un monte, disfrutando de la transfiguración del Señor; pero el mundo
y la sociedad humana se encuentran llenos de demonios. Es necesario que
ejercitemos nuestra fe y oremos, incluso que ayunemos, para echar fuera estos
demonios. ¿Por qué hay tantos demonios? El Señor Jesús nos explicó que es
debido a que la presente generación es una generación incrédula y perversa (v.
17). Con relación a Dios, esta generación es incrédula; y con relación a ellos
mismos, es perversa. Debido a que ésta es una situación de suma degradación,
los demonios tienen muchas oportunidades para poseer a las personas. Es por
ello que tenemos que darnos cuenta que esta situación tiene dos lados. Por un
lado, tenemos la cima del monte con la transfiguración del Señor Jesús y, por
otro lado, tenemos la llanura con los demonios. Necesitamos descender del
monte para echar fuera a los demonios. Por supuesto, esto no significa que
tengamos que echar fuera a todos los demonios, pero por lo menos a algunos de
ellos. Tenemos que liberar a algunos que están poseídos por demonios por
medio de oración y ayuno (vs. 14-21).

EL REINO ES SER FLEXIBLE


En Mateo 17:24-27 consta la respuesta dada por Pedro al que cobraba el
impuesto, quien preguntó si el Señor Jesús pagaba el impuesto del templo.
Como vimos en otra ocasión (véase el libro: Cristo es contrario a la religión),
Pedro respondió incorrectamente porque este tributo no era pagado al Imperio
Romano, sino al templo. En la cima del monte el Señor Jesús le había revelado a
Pedro que Él era el Hijo de Dios. El templo pertenecía a Dios, y por ser el Hijo
de Dios, Jesús era el Hijo del Dueño del templo. Dada Su posición, Él no tenía la
obligación de pagar tributo. Sin embargo, Pedro había olvidado la visión
recibida en la cima del monte. Él había visto la visión, pero cuando se suscitó
esta situación práctica, fue incapaz de aplicarla. Cuando Pedro entró en la casa,
el Señor Jesús le preguntó si los hijos de los reyes tenían que pagar tributo. Fue
entonces que Pedro comprendió que había respondido incorrectamente, pero el
Señor Jesús le dijo: “Sin embargo, para no ofenderles, ve al mar, y echa el
anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un
estatero; tómalo, y dáselo por Mí y por ti” (v. 27). Si desean examinar los
detalles de este incidente, pueden hacerlo leyendo Cristo es contrario a la
religión. En este capítulo, primordialmente quisiera hacerles notar una cosa:
que en la vida del reino es necesario que seamos flexibles con todo lo que no esté
relacionado con la moralidad. Lo que necesitamos en el reino es realidad, no
legalismo. En la religión no hay flexibilidad. Por ejemplo, uno tiene que
observar el Sábado. Pero con el Señor Jesús, en cierto sentido, es permisible
pagar el tributo y, en otro sentido, es permisible no pagarlo. Al ser flexibles,
podemos pagarlo o no pagarlo.

Cuando era joven, me incomodé al leer Romanos 14 porque me parecía que


Pablo era demasiado liberal con relación al comer y a guardar los días de fiesta.
Pablo dijo que era correcto guardar ciertos días como también era correcto no
guardarlos. Me hubiese gustado preguntarle: “Hermano Pablo, ¿qué es lo
correcto y qué es lo equivocado?”. Pero Pablo simplemente dijo: “El que hace
caso del día, lo hace para el Señor; el que come, para el Señor come, porque da
gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios”
(14:6). Para Pablo ambas prácticas eran aceptables. ¿Pueden imaginar que un
maestro tan importante como Pablo tenía una actitud tan liberal con respecto a
guardar ciertos días y con respecto al comer? En Romanos 14 y en 1 Corintios 8
Pablo nos habla sobre comer la carne que fue sacrificada a los ídolos. Cuando
era joven, simplemente me era imposible reconciliar estos pasajes de la Palabra.
En algunos versículos Pablo parece ser muy categórico en su oposición a comer
de lo sacrificado a los ídolos, mientras que en otros versículos él dijo que era
permisible comer de ello. Más adelante y por experiencia propia pude
comprender lo que Pablo quería decir: en algunas situaciones uno no puede
comer de lo sacrificado a los ídolos, mientras que en otras, puede hacerlo. Uno
tiene que ser flexible, no legalista.

Varios santos en las iglesias han sido bautizados más de una vez; pero algunas
personas han dicho que esto es incorrecto y que ellas debieran ser bautizadas
una sola vez y nada más. ¿Dónde dice la Biblia que no es correcto bautizarse
más de una vez? Yo no he podido encontrar tal versículo. No estoy promoviendo
bautizarse nuevamente, pero combato contra el legalismo. Muchos de los
jóvenes miembros de las denominaciones apuestan y hacen otras cosas malas,
pero no se les critica por ello; sin embargo, cuando algunos de nuestros jóvenes
fueron cautivados por el Señor al punto de reconocerse viejos y muertos
anhelando ser nuevamente sepultados en las aguas del bautismo, fueron
criticados. A los que critican no les importa la vida, todo lo que les importa es su
legalismo. En la religión hay legalismo, pero en el reino hay flexibilidad.

“¿Vuestro Maestro no paga el impuesto para el templo?” (Mt. 17:24). ¿Cómo


habrían respondido ustedes si estuvieran en el lugar de Pedro? Todos tenemos
que aprender a responder de este modo: “Puede pagarlo como también puede
no pagarlo”. Si le preguntásemos a Pablo si debemos guardar los días de fiesta,
él contestaría: “Pueden guardarlos como también pueden no guardarlos”. No
hay diferencia si usted guarda ciertos días o no; y tampoco hay diferencia si
usted es bautizado una vez o tres veces. No sean turbados por legalismos
externos. La forma de la religión es mantenida por el legalismo. Si uno quita los
legalismos la religión se derrumbaría, pues carece del soporte de realidad. Todo
lo que sustenta la religión se halla en los legalismos.

El judaísmo estaba sustentado por tres legalismos principales: la circuncisión,


guardar el Sábado y las regulaciones dietéticas. Si usted hubiera nacido en el
judaísmo, habría sido circuncidado al octavo día, se le habría exigido guardar el
Sábado cada séptimo día y se le habría exigido ceñirse a las ordenanzas
dietéticas durante toda su vida. Estas tres legalidades eran las columnas del
judaísmo. Cuando el Señor Jesús vino, Él abolió los preceptos sabáticos (12:11).
En Hechos 10:9-15 el Espíritu Santo abolió los preceptos dietéticos, y en Gálatas
5:2-6 el apóstol Pablo abolió la circuncisión. Si estos tres pilares que sustentan
el judaísmo fueran quitados, el judaísmo se derrumbaría. Asimismo, la
cristiandad se vale de muchos legalismos parecidos para mantenerse como
religión, pero el Señor desea abolir tales legalismos.
Observen la situación actual. Está llena de demonios. Tenemos que ejercitar
nuestra fe y orar por los demás e incluso a veces ayunar a fin de echar a los
demonios y rescatar a algunas de estas personas que se encuentran poseídas.
Con relación a nosotros mismos, tenemos que ser flexibles y no adoptar ningún
legalismo. Tal vez corte mi cabello bastante corto o tal vez lo deje crecer. Tal vez
tenga barba o quizás me la afeite. Ambas cosas son correctas. Podría gritar o
podría estar callado. Podría cerrar mis ojos al orar o mirar el cielo con los ojos
muy abiertos. Ninguna de estas cosas es incorrecta. Puedo terminar mi oración
con la frase “en el nombre del Señor Jesús”, como también puedo no decir estas
palabras y aun así orar en el nombre del Señor Jesús. No debemos tener
legalismos entre nosotros, sino que debemos ser muy flexibles.

LA VIDA APROPIADA DE IGLESIA PARA EL


REINO
Ahora abordaremos el capítulo 18 de Mateo, en el cual el Espíritu Santo reúne
ciertos casos a fin de mostrarnos de qué manera podremos tener la vida
apropiada de iglesia para el reino. La vida apropiada de iglesia es la realidad del
reino. Si tenemos la vida apropiada de iglesia, tendremos la realidad del reino.

Ser como niños


Primeramente, tenemos que aprender a ser humildes. Todos necesitamos tener
una conversión y hacernos como niños. No debe haber gigantes entre nosotros;
todos debemos ser como niños. Ninguno de nosotros tiene títulos, pues todos
somos niños. Los discípulos le preguntaron al Señor Jesús: “¿Quién es,
entonces, el mayor en el reino de los cielos?” (Mt. 18:1). Todos quieren ser
grandes. El Señor Jesús les respondió: “El que se humille como este niño, ése es
el mayor en el reino de los cielos” (v. 4). ¿Podrían decirnos quiénes son los más
grandes en las iglesias locales? Esta manera de pensar no se origina en el reino
de los cielos, sino en el reino de las tinieblas. Este concepto de hacerse grande
procede del reino de Satanás. Si usted anhela disfrutar de la vida apropiada de
iglesia, lo primero que tiene que hacer es comprender que en las iglesias locales
no hay gigantes. Todos los que conformamos la iglesia debemos ser pequeñitos;
debemos ser como niños pequeños.

Depender los unos de los otros


Después, debemos comprender que los niños dependen mucho de otros. Pero
todo aquel que es un gigante es una persona independiente. Son muchos los
cristianos que anhelan ser independientes, que quieren ejercitar su carácter y
desean hacerse fuertes en sí mismos. En las iglesias locales todos tenemos que
ser dependientes tal como lo son los niños pequeños. Yo lo necesito a usted así
como usted me necesita a mí. Ninguno de nosotros podría permitirse el lujo de
ser independiente; todos dependemos unos de otros. Los niños dependen unos
de otros y reconocen la necesidad de tener un hogar. Siempre que tienen
problemas sencillamente los llevan a su hogar y acatan lo que su hogar les diga.
Pero un gigante no presta atención a su hogar, ya que aunque tenga problemas,
probablemente los esconderá de su hogar. ¡Cuán bueno es poder confesar
nuestros problemas a la iglesia! Debemos darnos cuenta de que somos niños
que dependemos de nuestro hogar. Es terrible no prestar atención a la iglesia.
En Mateo 18:17 el Señor Jesús dijo que aquel que no oiga a la iglesia deberá ser
considerado como gentil y recaudador de impuestos. En tiempos del Señor estos
términos eran insultos muy fuertes. Si uno era gentil o recaudador de impuestos
significaba que uno era malo y contaminado. Si no atendemos a lo que nos dice
la iglesia, entonces tanto a los ojos del Señor como a los ojos de la iglesia,
nosotros también nos hacemos malos y contaminados. Esto es algo muy serio.
En la vida apropiada de iglesia todos somos como niños que dependemos de
nuestro hogar. Referimos todos nuestros problemas al hogar y atendemos a lo
que el hogar nos dice con respecto a tales problemas. Hablamos más sobre este
tema en el libro How to Meet [Cómo reunirse].

Perdonar a los demás


En Mateo 18 vemos el tercer aspecto de la vida apropiada de iglesia: los niños
que viven en su hogar son rápidos para perdonar a otros y están siempre
dispuestos a hacerlo. Pedro pensaba que era suficiente con perdonar a su
hermano unas siete veces, pero el Señor le dijo “setenta veces siete”. Esto
implica que nunca debemos dejar de perdonar, que debemos estar dispuestos a
perdonar continuamente. Si alguien le ofende en la mañana, usted tiene que
perdonarle. Si esta misma persona le ofende nuevamente al mediodía, tiene que
perdonarle al mediodía. Si esta persona le ofende mañana, al día siguiente y al
día subsiguiente, tiene que perdonarle en cada ocasión. El Señor Jesús no dijo
esto con ligereza. ¿Qué quiere decir perdonar? Perdonar es olvidar. Si uno no
puede olvidar, quiere decir que nunca perdonó.

Cierta vez un hermano vino a mí diciéndome: “Hermano, déjeme contarle lo que


cierta persona me hizo [...] Tal persona verdaderamente me ofendió, pero yo le
perdoné”. De inmediato le dije a este hermano: “Su perdón es muy diferente al
perdón del cual habla la Biblia. La Biblia nos dice que perdonar es olvidar.
Usted dice haber perdonado a aquel hermano, pero recuerda tan bien lo
ocurrido que ha podido contármelo todo. Esto quiere decir que usted no
perdonó al hermano porque no consiguió olvidar tal ofensa”. Cuando Dios nos
perdona, Él olvida. Aun cuando Dios es omnisciente y omnipotente, Él puede
olvidar. Simplemente no recuerda nuestros fracasos y transgresiones. Una vez
que Él los ha perdonado, los olvida.

En las iglesias locales los problemas que se suscitan siempre guardan relación
con este asunto de saber perdonar. Por ejemplo, cuando nos reunimos por
primera vez para practicar la vida de iglesia, todos y todo nos parece
maravilloso. Después de cierto tiempo, aunque todos nos caen bien,
gradualmente se suscita cierta fricción. Sin proponérnoslo, usted me ofende y yo
lo ofendo. A veces usted mira mi semblante y piensa que no estoy contento con
usted, y otras veces al escuchar su tono de voz pienso que mi persona le
desagrada. Estas cosas suceden una y otra vez. Por tanto, necesitamos de la
gracia perdonadora; tenemos que perdonar todo y olvidar todo. Cada vez que
perdonamos y olvidamos, obtenemos una vida nueva en la iglesia. Cuando nos
olvidamos de toda fricción, fracaso y ofensa, somos nuevos. La iglesia se
convierte en una iglesia nueva. De otro modo, será una iglesia vieja y llena de
arrugas. Cuando una persona envejece, a ésta le salen arrugas. Si uno visita una
iglesia que ha existido por unos diez años, puede ver las arrugas. Pero ¿qué son
estas arrugas? Ellas son nuestra falta de disposición para olvidar y perdonar.
Aparentemente usted está dispuesto a perdonar, pero en realidad no está
dispuesto a olvidar; y el no estar dispuestos a olvidar los fracasos de los demás
produce muchas arrugas. Por tanto, la iglesia se convierte en una iglesia vieja. Si
perdonamos al olvidar, toda arruga será quitada. Todos los días la iglesia será
una iglesia nueva sin ninguna vejez, fracasos, transgresiones ni ofensas, pues
todas estas cosas habrán sido mutuamente olvidadas.

Esto tiene que ser aplicado a su vida familiar, especialmente a su matrimonio.


Ustedes tienen que perdonar a su esposa día tras día, hora tras hora. Esto quiere
decir que ustedes olvidan todo lo que su querida esposa les ha hecho. Si olvidan
todas las ofensas, su esposa será siempre preciosa y usted disfrutará de una
buena vida familiar. Sin embargo, si recuerdan incluso unas pocas cosas que ella
le haya hecho, de inmediato su esposa dejará de ser preciosa para usted. Es
imprescindible que ustedes perdonen y olviden.

Mateo 18 revela la manera práctica de obtener la vida de iglesia. En este capítulo


vemos nuestra necesidad de convertirnos y de ser hechos como niños pequeños
y humildes. Además, tenemos que depender de los demás y tenemos que
perdonar y olvidar. Si practicamos estas cosas, tendremos una iglesia muy
viviente.

UN ELEVADO NIVEL DE MORALIDAD


Ahora podemos proceder al capítulo 19 para considerar otro aspecto. Aquí lo
primero que resalta no se relaciona con los legalismos, sino con un elevado nivel
de moralidad. En el reino no debemos insistir en legalismo alguno, pero
tenemos que mantener un elevado nivel de moralidad. Debemos manifestar la
moral más elevada, es decir, tan elevada como la de Dios mismo. Por tanto, es
necesario que nos remontemos a los orígenes. Asuntos tales como el pago de los
tributos y cuán larga debe ser nuestra cabellera no se relacionan con la
moralidad, por lo que, podemos ser flexibles en cuanto a tales asuntos. En el
reino no hay legalismo alguno. Sin embargo, todavía somos seres humanos y
tenemos que ceñirnos a la norma que Dios fijó para la humanidad. En lo que
concierne a la humanidad, nada es más importante que la moral. En cuanto a lo
serio que es, la inmoralidad está a la par con la idolatría. Nada insulta más a
Dios que la idolatría, y nada daña más a la humanidad que la inmoralidad.
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos, Dios jamás permitió que
nadie estuviera involucrado en la adoración de ídolos. Así también, en el
Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento, Dios jamás permitió que
ninguno de sus hijos estuviera involucrado en inmoralidad alguna. Nuestra
norma de moralidad tiene que ser elevada y absoluta. Al final del capítulo 17, el
Señor Jesús se mostró muy flexible en relación con el pago del tributo. No hacía
mucha diferencia si pagaba el tributo o no, por lo cual Él podía ser flexible. Pero
no debemos decir que no importa ser moral o inmoral. Jamás podríamos decir
algo así.
Los fariseos tentaron al Señor Jesús en lo que concierne al divorcio. Él de
inmediato los refirió al comienzo de las mismas Escrituras, llevándolos a los
primeros dos capítulos de Génesis y diciéndoles que, conforme a la economía de
Dios, había únicamente un esposo con una esposa y una esposa para un solo
marido. Cuando un hombre y una mujer se casan, son hechos una sola carne;
ésta es una unión que jamás debe ser quebrantada. “Lo que Dios unió, no lo
separe el hombre” (19:6). Sin embargo, los fariseos usaron las Escrituras para
discutir con el Señor. Ellos dijeron que Moisés les había permitido dar carta de
divorcio; a lo cual el Señor Jesús les respondió: “Por la dureza de vuestro
corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero desde el principio
no ha sido así” (v. 8). Lo que Moisés toleró no correspondía con la norma fijada
por Dios. En el principio podemos ver lo que era correcto conforme a la norma
de Dios.

En el reino no debemos adoptar legalismo alguno, pero tenemos que mantener


la moral más elevada. Espero que esto sea proclamado muy fuertemente en
todas las iglesias locales, porque esta es una era de inmoralidad. Observen la
situación imperante tanto en los Estados Unidos como en los demás países. ¡Es
vergonzosa! No obstante, nosotros somos el reino, y en el reino tiene que estar
lleno de la moral más elevada. Todos debemos aprender a no tener ningún
legalismo, pero sí a mantener la moral más elevada.

CAPÍTULO VEINTIOCHO

EL REINO COMO RECOMPENSA


Lectura bíblica: Mt. 19:13-15, 16-30; 20:1-16

En este capítulo abarcaremos desde Mateo 19:13 hasta Mateo 20:16. Si bien es
cierto que éste es un extenso pasaje de la Palabra, es también bastante simple.
La parábola hallada en Mateo 20:1-16 es una definición de las palabras dichas
por el Señor al finalizar el capítulo 19. Este pasaje comienza hablándonos de los
niños que le fueron presentados al Señor Jesús. Cuando los discípulos
intentaron impedir que éstos niños recibieran la bendición del Señor, Él les
reprendió y después poniendo Sus manos sobre los niños, los bendijo. Esto nos
recuerda una vez más que el pueblo del reino debe ser como niños. Ya sea que
seamos viejos o jóvenes, todos tenemos que ser como niños, muy sencillos. Ellos
son pobres en espíritu y en cierto sentido son puros de corazón, por lo que
cumplen con lo requerido en Mateo 5. Por causa del reino debemos ser pobres
en espíritu y puros de corazón. Debido a que los niños no son ricos, es muy fácil
para ellos ser así. En cambio, los adultos son ricos. Algunos lo son
materialmente, otros psicológicamente y aún hay quienes son ricos en sus
sueños. Ellos sueñan con ser ricos. Pero los niños son pobres en todo el sentido
de la palabra. Tenemos que deshacernos de tales sueños y ser como niños. Si
fracasamos y no llegamos a ser como niños, seremos como un hombre rico al
venir al Señor.

UN HOMBRE RICO
Después del incidente con los niños, se nos cuenta que un hombre rico vino al
Señor Jesús procurando obtener la vida eterna (19:16-26). Esta persona
procuraba la vida zoé. Ya tenía la vida bios, la vida biológica, y tenía la vida
psujé, la vida del alma. Ahora él procuraba la vida zoé, esto es, la vida divina y
eterna, la cual pensó que podría heredar haciendo el bien. Dirigiéndose al Señor
como “Maestro”, le preguntó: “¿Qué bien he de hacer para tener la vida eterna?”
(v. 16). El Señor Jesús fue muy sabio y en Su respuesta reveló algo muy
significativo. El Señor le respondió: “¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno?
Sólo uno es bueno” (v. 17). ¿Qué nos revela esto? Esto nos dice que si llamamos
al Señor bueno, tenemos que reconocer que Él es Dios; pues no hay nadie que
sea bueno, excepto Dios mismo. El Señor le estaba diciendo: si me llamas bueno
deberás reconocer que Yo soy Dios.

No debiéramos pensar que somos buenos, pues no somos Dios. Únicamente


Dios es bueno. Esto da a entender que no podemos hacer nada bueno porque
nosotros mismos no somos buenos. ¿Cómo un hombre que no es bueno podría
hacer algo bueno? Eso es imposible. ¿Puede acaso el árbol malo dar frutos
buenos? (7:18). Nosotros no somos buenos. Tenemos que estar convencidos de
que no podemos hacer nada bueno. Si nos consideramos buenos, esto es una
blasfemia en contra de Dios. Todos tenemos que comprender que no somos
buenos porque no somos Dios. Únicamente Dios es bueno.

El Señor Jesús le dijo a este joven rico que si quería entrar en la vida debía
guardar los mandamientos. Cuando este joven le preguntó a qué mandamientos
se refería, el Señor le mencionó seis: no matarás, no adulterarás, no hurtarás, no
dirás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo
como a ti mismo. El joven replicó: “Todo esto lo he guardado. ¿Qué más me
falta?” (19:20). Aunque tal respuesta no reflejaba su verdadera condición, el
Señor Jesús no discutió con él; simplemente le dijo: “Si quieres ser perfecto,
anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven
y sígueme” (v. 21). Lo dicho por el Señor verdaderamente puso a prueba la
autenticidad de su amor por su prójimo. El Señor Jesús no lo reprendió, sino
que simplemente puso los hechos delante de él. Como resultado, este joven fue
puesto al descubierto y se alejó entristecido.

Entonces el Señor Jesús dijo a Sus discípulos: “Difícilmente entrará un rico en el


reino de los cielos [...] Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja,
que a un rico entrar en el reino de Dios” (vs. 23-24). Este refrán es una
expresión que denota imposibilidad, ya que es imposible para un camello pasar
por el ojo de una aguja. Cuando los discípulos oyeron esto, se sintieron
desilusionados y, debido a que no podían entenderlo, preguntaron: “¿Quién,
pues, podrá ser salvo?” (v. 25). Él respondió: “Para los hombres esto es
imposible; mas para Dios todo es posible” (v. 26). Que un hombre rico sea salvo
es semejante a un camello que intenta pasar por el ojo de una aguja. Esto es
imposible para el hombre; pero Dios puede ensanchar el ojo de la aguja y
también puede reducir el tamaño del camello. Usted no puede hacerlo, pero
Dios sí puede. Por tanto, no se preocupen; tengan paz.

Una vez más vemos que Pedro interviene. ¡Gracias a Dios por Pedro! Sin un
hermano tan bueno, muchas cosas no habrían sido puestas al descubierto.
Cuando el Señor Jesús le dijo al hombre rico que vendiera todo lo que tenía,
Pedro ciertamente le escuchó, y al oír esto, inmediatamente lo comparó con lo
que él y su hermano habían hecho al dejar aquel muelle de pescadores y seguir
al Señor Jesús. Él les había dicho a Pedro y Andrés: “Venid en pos de Mí”, y ellos
al instante dejaron todo y le siguieron (4:19-20). Hasta cierto grado, Pedro se
estaba jactando: “Este hombre rico no pudo renunciar a todo, pero nosotros lo
hicimos. Señor, cuando Tú nos llamaste, nosotros te seguimos. Nos pediste que
te siguiéramos, y así lo hicimos. Lo hemos dejado todo. Ahora, Señor, ¿qué nos
vas a dar?”. La respuesta del Señor Jesús muestra que Él es bueno y que Él es
Dios. Él le dijo a Pedro que recibiría exactamente lo que debía recibir. “De cierto
os digo que en la restauración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono
de Su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce
tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel” (19:28). El Señor añadió la
promesa de que todo aquel que deje madre y padre, hermanos y hermanas, y
todo cuanto tiene por causa de Su nombre, recibiría cien veces más y heredaría
la vida eterna. Además, le dijo a Pedro que “muchos primeros serán postreros, y
postreros, primeros” (vs. 29-30). ¿Por qué le dijo a Pedro que muchos primeros
serían postreros, y postreros, primeros? Fue debido a que Pedro se creía capaz
de pagar el precio para comprar el reino, pero el Señor le estaba dando a
entender que el reino no tiene precio y que él, Pedro, jamás podría comprarlo.
El reino posee un valor incomparable, y su precio es incalculable. Pedro jamás
podría comprarlo. Lo que el Señor le había pedido a Pedro que dejase no
correspondía al precio para poder obtener el reino. Él simplemente le había
pedido que dejase atrás todo impedimento. El reino no es una retribución o
pago, sino que es una recompensa o galardón. Pedro debía comprender que el
reino no era algo que pudiera comprar a precio alguno, ya que jamás tendría los
medios requeridos para comprarlo. El Señor únicamente le había pedido que
dejara todo aquello que lo enredaba y constituía un impedimento para él.
Entonces él recibiría el reino como recompensa, no como retribución. El Señor
no actuó conforme al principio comercial según el cual cuanto más uno pague,
más recibirá. El concepto de Pedro era eminentemente comercial. El Señor
estaba purgándolo de tal concepto comercial al decirle: “Muchos primeros serán
postreros, y postreros, primeros”. ¡Cuán sabio es el Señor Jesús!

LOS OBREROS EN EL REINO


A continuación el Señor Jesús relató una parábola a manera de ilustración
adicional de lo imposible que es merecer el reino o ganárselo pagando cierto
precio. En Su relato, un dueño de casa poseedor de una viña salió muy de
mañana, conforme a la costumbre antigua, en busca de obreros para
contratarlos (20:1-16). A las seis de la mañana él contrató obreros y acordó
pagarles un denario por un día de trabajo. Más tarde, a la hora tercera, o sea, las
nueve de la mañana, vio a otros que estaban en la plaza desocupados, a quienes
también contrató ofreciéndoles un pago justo. A las horas sexta y novena, esto
es, al mediodía y a las tres de la tarde, el dueño de casa salió otra vez a la plaza y
encontró más desocupados, a quienes contrató por un pago justo. Dos horas
más tarde, a eso de las cinco de la tarde, el dueño de casa salió nuevamente y
contrató a otros que estaban desocupados.

Al caer la tarde, a las seis, el dueño de casa pagó su jornal a los obreros. Lo que
sucedió entonces fue bastante inusual. El dueño les pagó comenzando por los
postreros, y no por los que habían venido primero. En total había cinco grupos
de obreros: los que vinieron a las seis de la mañana, los que vinieron a las nueve
de la mañana, los que vinieron al mediodía, los que vinieron a las tres de la
tarde y los que vinieron a las cinco de la tarde. El señor de la viña pagó primero
al último grupo hasta concluir con el primer grupo. El acuerdo entre el señor y
los obreros del primer grupo había sido pagarles un denario por doce horas de
labor. Ellos laboraron desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde.
Comenzando por el último grupo, el señor le dio a cada obrero un denario.
Seguramente Pedro pensó: “Los novatos que vinieron a las cinco de la tarde
recibieron un denario por trabajar apenas una hora, pero los que trabajaron
doce veces más ciertamente deberán recibir doce veces más”. Esta manera de
pensar es propia de los comerciantes. Al final el señor de la viña pagó el mismo
monto a los del primer grupo. Los que habían trabajado desde muy temprano
estaban enojados con su señor y decían: “Estos postreros han trabajado una sola
hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado el peso del día y
el calor abrasador” (20:12). Entonces el dueño de casa les preguntó: “¿No me es
lícito hacer lo que quiero con lo mío?” (v. 15). Era como si el Señor le dijera a
Pedro: “¿No habíamos convenido en algo, Pedro? Tú lo dejaste todo para
seguirme, y Yo estuve de acuerdo en darte un denario. Te he dado lo prometido.
Te dije que muchos primeros serían postreros, y postreros, primeros”. Esta
misma expresión se repite tanto en Mateo 19:30 como en Mateo 20:16, lo cual
demuestra que la parábola relatada ofrece una definición de las palabras dichas
por el Señor a Pedro en Mateo 19:27-30.

Esta parábola simboliza la totalidad de la era de la gracia. El tiempo que


corresponde a “muy de mañana” denota el tiempo en que el Señor Jesús llamó a
Pedro, Andrés, Jacobo y Juan para que entrasen en el reino. Él los llamó y los
contrató, y ellos lo dejaron todo por el reino. Esta parábola es muy significativa
a los ojos del Señor, ya que nos indica que a menos que usted lo deje todo por
causa del reino, usted es una persona desocupada. Tal vez usted sea un médico o
un catedrático, pero si no ha renunciado a todo por causa del reino, el Señor lo
considera una persona desocupada. En el universo Dios tiene únicamente una
sola obra y un único propósito: establecer Su reino. Si usted no participa de esta
obra, entonces está desocupado. Si sacrificamos todo lo que somos y tenemos
por causa del reino de Dios, esto implica que hemos sido contratados por Dios
para trabajar para Él. Ya no estamos desocupados y sin trabajo, sino que
tenemos el trabajo apropiado. Si hacemos cualquier otra cosa en la tierra, a los
ojos de Dios estamos desocupados.

En el primer siglo el Señor Jesús vino y vio algunos pescadores desocupados y


los contrató para que laborasen en Su viña. A lo largo de los siguientes siglos el
Señor ha llamado a las personas a laborar en Su viña. Probablemente el tiempo
actual corresponda a las cinco de la tarde de la era de la gracia. Los Estados
Unidos es un país muy grande y rico, pero a los ojos del Señor son muy pocos
los que trabajan. La mayoría se encuentra desocupado. El Señor nos ha llamado
y contratado cuando ya es las cinco de la tarde. Trabajaremos para el reino por
un periodo muy breve, y después, podríamos ser los primeros en recibir la
recompensa. ¡Cuán maravilloso es esto! Tal vez seamos recompensados delante
de Pedro, Juan y Jacobo. Mientras leía esta parábola me reía de Pedro, porque
él fue llamado mucho antes que nosotros, pero nosotros podríamos recibir la
recompensa primero. Estoy seguro de que el Señor Jesús no le pagará a él más
que a nosotros.

¿No creen acaso que somos los llamados a las cinco de la tarde? ¿Piensan que
todavía es el mediodía de la era de la gracia? ¿Qué hora es? Creo que estamos en
el atardecer de la dispensación de la gracia. Tal vez hermanos como J. N. Darby
y George Müller fueron llamados a las tres, pero nosotros fuimos llamados a las
cinco. Cuando se entreguen las recompensas, tal vez seamos los primeros en
recibirlas. ¿No se reirán de Pedro? “Hermano Pedro, usted hizo un buen trato,
pero nosotros fuimos los beneficiados”. Estoy tan feliz de haber nacido en el
siglo veinte. Estoy contento de no haber sido llamado muy de mañana, sino en
este tiempo, a las cinco de la tarde de la era de la gracia.

Esta parábola revela que el reino no es algo comercial. El Señor Jesús no ha


puesto en venta el reino, no importa cuanto sea el precio que estemos
dispuestos a pagar. No tengan una mentalidad comercial. La recompensa del
reino es íntegramente un asunto relacionado con lo que el Señor realiza en Su
gracia, conforme a Su voluntad.

Tenemos que comprender que ninguno de nosotros es bueno; por tanto,


tenemos que ser pobres en espíritu. Tenemos que ser como niños, porque en
cuanto a nosotros concierne, no tenemos esperanza. Pero lo que es imposible
para nosotros, es posible para Él. Nosotros simplemente tenemos que dejar
atrás todo aquello que nos enreda, obstaculiza y distrae. Tenemos que
abandonar todas esas cosas. Sin embargo, jamás debemos pensar que aquello a
lo cual renunciamos constituye el precio que pagamos para comprar la
recompensa del reino. Todo lo que hagamos u ofrezcamos no es nada, y carece
de valor. Jamás piensen que pueden comprar la recompensa del reino.
Ciertamente debemos renunciar a todo impedimento y a todo lo que nos enreda,
pero el Señor no nos dará el reino como si se tratase de una transacción
comercial. El reino viene a nosotros como algo que el Señor nos otorga en Su
gracia, conforme a Su voluntad. A fin de demostrar que el reino no es un asunto
comercial, sino que es algo que el Señor otorga en Su gracia, el Señor
recompensará primero a los postreros y a los primeros al final.

Él primero dará la recompensa del reino a quienes fueron llamados a lo último.


En todos estos capítulos hemos hablado mucho sobre el reino. Tal vez algunos
de ustedes se sientan desalentados pensando que esto es demasiado difícil o
demasiado elevado. O tal vez, junto con Pedro, piensen que llegará el día en que
podrán comprar el reino. Ambas maneras de pensar son erróneas. Tenemos que
comprender que por nosotros mismos jamás lo lograremos. Tenemos que poner
toda nuestra confianza en el Señor. Para nosotros es imposible, mas para Dios
es perfectamente posible. Jamás piensen que todo aquello que han dejado para
seguir al Señor corresponde al precio con el cual comprarán el reino. El Señor
les dará la recompensa del reino como un acto de bondad y como algo que es
dado por Él en Su gracia. Jamás piensen en el reino de una manera comercial;
deben desechar dicha mentalidad. Si hemos visto el principio que esta parábola
nos revela, entonces nos sentiremos grandemente alentados. Diremos:
“¡Aleluya! Para mí esto es imposible, ¡mas para Dios es perfectamente posible!”.
El reino no es algo que podamos comprar. Sólo depende de que el Señor nos lo
otorgue en Su gracia. Lo único que nosotros podemos hacer es simplemente
cooperar con Él. Si Él nos llama, respondemos. Si Él nos pide que le sigamos, le
seguimos. Si Él nos pide renunciar a algo, nos deshacemos de todo lo que nos
enreda, de todo impedimento y de todo cuanto nos distrae con tal de cooperar
con Él. Aquello a lo cual renunciemos no merece ser tenido en cuenta; no tiene
el menor valor. El reino es de valor incomparable. Éste es un don otorgado por
el Señor en Su gracia, y Él nos los dará conforme a Su voluntad y a Su bondad.
Me siento muy feliz de decirles que probablemente seamos los obreros que
fueron llamados a las cinco de la tarde. Probablemente también seamos el
último grupo llamado a laborar en la viña. Ahora estamos aquí laborando para
el propósito eterno de Dios, para el reino de Dios.

CAPÍTULO VEINTINUEVE

LA AMBICIÓN DE OBTENER UNA


POSICIÓN
ES CONTRARIA A LA VIDA DEL
REINO
Lectura bíblica: Mt. 20:20-28; 23:8-12; 21:4-9, 15-16, 23-27, 28-32,
33-45

Ahora debemos considerar varios pasajes en Mateo que están vinculados por
una idea subyacente, que es, la ambición por obtener una posición. El primer
pasaje está en Mateo 20:20-28. Allí vemos que la ambición de hacerse grande,
de ser un líder y de estar en una posición de autoridad está profundamente
arraigada en el hombre caído. La fuente de esta ambición es la rebelión de
Satanás. El hombre creado por Dios no tenía en su naturaleza el ser ambicioso,
o desear el liderazgo y la grandiosidad, ni tampoco poseer autoridad. La fuente
de esta naturaleza ambiciosa no es la creación de Dios, sino la rebelión de
Satanás. Esta ambición de obtener una posición está en la naturaleza caída de
Satanás mismo, quien cayó debido a su ambición. En Isaías 14 y Ezequiel 28 se
revela que Satanás fue originalmente un querubín de muy elevada posición, un
arcángel, quien fue creado bueno. Pero en cierto momento él consideró el
pensamiento de ser igual a Dios y rebelarse contra Dios. Esto muestra la
naturaleza caída del diablo. Cuando el hombre fue tentado por el diablo y cayó,
la naturaleza maligna de Satanás le fue inyectada. Por tanto, dentro de la
naturaleza humana, tanto de los varones como de las mujeres, está la ambición
de ser más grande que los demás, de ser el “jefe”. Si usted es una hermana,
ciertamente querrá ser la hermana jefe, la principal. Si usted no puede ser el
príncipe entre diez mil, por lo menos quiere ser príncipe entre diez. Ésta es
nuestra naturaleza caída.

LOS DOS HIJOS DE ZEBEDEO


Cuando la madre de los dos hijos de Zebedeo solicitó que sus hijos se sentaran a
la derecha e izquierda del Señor en el reino, el Señor Jesús puso al descubierto
la ambición del hombre caído. No eran solamente aquellos dos discípulos
quienes tenían tal ambición maligna, sino que también los otros también la
tenían. Los otros diez discípulos se indignaran por el pedido hecho por esos dos
discípulos, lo cual indica que los doce discípulos eran exactamente iguales; o
sea, iguales en cuanto a su ambición.

Todos nosotros tenemos que estar advertidos en cuanto a este problema. En lo


profundo de nuestro ser está escondida la ambición de ser líderes y de estar por
encima de los demás. No nos gusta estar debajo de nadie. En lugar de ello,
deseamos que los demás estén debajo de nosotros. Este pensamiento, que reside
en nuestra naturaleza caída, se originó en Satanás y es absolutamente contrario
al reino de Dios.

Al manejar esta situación, el Señor Jesús estableció un ejemplo excelente para


nosotros. Él le dijo a aquella madre que Él no estaba autorizado para dar a sus
hijos tal posición, que solamente el Padre tenía la autoridad para decidir dónde
ponerlos. Por tanto, el propio Señor Jesús asumió una posición de sumisión,
con lo cual dejó establecido el ejemplo apropiado para todos Sus discípulos.

En el reino de los cielos tal ambición por lograr una posición no tiene cabida. En
cierto sentido, en el reino no hay tales “posiciones”. El Señor Jesús dijo: “El que
quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el
primero entre vosotros será vuestro esclavo” (Mt. 20:26-27). El Señor dijo que
debíamos ser no solamente servidores, sino esclavos, esclavos que fueron
vendidos a otros. Luego el Señor se presentó a Sí mismo como ejemplo, al decir:
“El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir” (v. 28). Al decir
esto, el Señor Jesús les cerró la boca a todos.

LOS FARISEOS Y LOS ESCRIBAS


Ahora abordaremos Mateo 23:8-12. En este capítulo el Señor Jesús reprendió a
los escribas, quienes conocían bastante bien la Biblia, y a los fariseos, que eran
tan religiosos, llamándolos a ambos hipócritas. Él los reprendió ocho veces
diciéndoles: “¡Ay de vosotros!”. Ocho veces el Señor Jesús les llamó hipócritas.
Mientras que en el capítulo 5 tenemos las nueve bienaventuranzas, en el
capítulo 23 tenemos los ocho ayes. Antes de reprender a los hipócritas, Él dijo a
los discípulos que no tomasen el camino de los fariseos que siempre eran
ambiciosos. A ellos les gustaba tener una posición y siempre presumían tener
ese derecho y suponían que era de ellos. Los discípulos de Jesús jamás deberían
ser así; sino que el mayor entre ellos debía servir a los demás. Todo el que se
exalta será humillado, y el que se humilla será enaltecido. La economía del reino
de los cielos es absolutamente diferente de todos los gobiernos del mundo. La
economía del reino difiere incluso de nuestra propia mentalidad económica. En
la economía del reino, ganar es perder y perder es ganar; ser grande es ser
pequeño; ser enaltecido implica humillarse, y humillarse implica ser enaltecido.

Mi carga es simplemente mostrarles que ser ambicioso es algo satánico. La


ambición es contraria a la economía del reino de Dios. En la iglesia, por Su
misericordia y por Su vida, tenemos que rechazar toda clase de ambición. Todo
pensamiento, disposición y deseo ambicioso tiene su origen en Satanás. Él
mismo es la corporificación de todas las ambiciones.

Permítanme contarles algo que servirá de ilustración en cuanto al problema de


la ambición. Cuando recién llegué a Shanghái en 1933, conocí un hermano que
tenía mucho celo a favor de la iglesia. Este hermano era extremadamente activo.
Y aunque yo era un extraño y un recién llegado a aquella iglesia, él era muy
bueno y cálido conmigo. A veces él era más que cálido; parecía hervir. Aquello
que hierve demasiado puede herir a las personas. Por ejemplo, uno no puede
lavarse la cara con agua hirviendo; de otro modo se lastimaría. En aquel
entonces, yo ignoraba lo que sucedía y pensaba: “Este hermano es tan bueno,
tan cálido y cariñoso para conmigo”. Después descubrí que desde el día que este
hermano vino a la iglesia en 1927, él abrigaba la expectativa de ser uno de los
ancianos. Esta ambición lo descalificaba para asumir tal posición. Llegué a saber
esto, porque con el tiempo el propio hermano Nee me relató toda la historia.
Pasados quince años, la ambición de este hermano todavía estaba presente.
Aunque a muchos nuevos se les había dado alguna responsabilidad, a este
hermano lo dejaron sin tocarlo. Nadie podía tocarlo porque la ambición todavía
estaba allí. Al final él dejó el recobro del Señor y comenzó una reunión en su
hogar, donde logró que un predicador itinerante fuera el ministro. Su ambición
le impidió disfrutar de la vida de iglesia y le impidió asumir cualquier
responsabilidad.

Mientras tal clase de ambición esté presente en nuestro ser, el Señor no podrá
hacer nada con nosotros. Con el tiempo, esto hará que seamos atrapados por
Satanás, el ambicioso. Esto no es algo insignificante. Según nuestra experiencia
durante todos los años pasados, hemos visto un número considerable de casos
así. Algunos santos muy queridos que amaban al Señor y tenían tanto la
capacidad como la intención de hacer algo por el Señor, a la postre no pudieron
hacer nada debido a su ambición. ¡La ambición es algo terrible! Jamás podemos
tener personas ambiciosas en posiciones de liderazgo, pues ellas dañarían toda
la vida de iglesia.

UN REY QUE VIENE CON HUMILDAD


Continuemos con Mateo 21:4-9. Este pasaje parece no guardar relación alguna
con el asunto de ser ambicioso y procurar ser grandioso. Aquí el Señor Jesús era
verdaderamente el Rey; no obstante, no había ambición en Él. Él no
ambicionaba ser un rey, pero en realidad era el Rey. El reino era Suyo, y el
pueblo le pertenecía. Entonces, ¿cómo realizó Su entrada en Jerusalén? ¿Acaso
entró cabalgando en un magnífico caballo egipcio? ¡No! Él vino como el único
Rey, cabalgando en un pollino, en auténtica humildad. Él vino como un Rey,
pero vino en una forma y apariencia humilde. Esto es muy bueno. ¡Cuán
maravilloso sería si algunos de los queridos santos entre nosotros fueran de
gran utilidad, muy ungidos y llenos de vida y, sin embargo, fueran muy
humildes tanto en su forma como su apariencia! No debemos tener una actitud
que proclame: “¡Yo estoy verdaderamente ungido! Soy una persona muy dotada
y debo tener una posición muy elevada”. Jamás debemos ser así. El Señor Jesús
vino como el Rey de una manera muy humilde. Él no vino cabalgando en un
caballo ni siquiera en un asno adulto, sino en un pollino. Prácticamente todos
estaban a Su favor, pero Él entró en la ciudad de una manera humilde.

Entonces, el pueblo habló en lugar de Él y se quitaron sus prendas para


extenderlas en el camino. Mi preocupación no es transmitirles cierto
conocimiento doctrinal de este pasaje de la Palabra, sino hacerles notar el
significado que tiene en relación a la vida. Tenemos que ver el significado
viviente. Lo que significa el andar del Señor en este pasaje es que, aunque era el
Rey, no tomó ninguna forma o apariencia de tal. Él vino como el verdadero Rey
de una manera muy humilde y no pronunció ni una sola palabra en favor suyo.
Fue el pueblo el que habló por Él al extender sus propios mantos y ramas de
palmera en el camino.

Cuando los fariseos vieron esto, sintieron celos, pero pretendieron ser religiosos.
En realidad no es que fueran tan religiosos, sino que simplemente sentían celos
del Señor Jesús. Les molestó que un pequeño nazareno fuera objeto de tal
celebración en la que incluso los niños daban voces en el templo gritando:
“¡Hosanna!”. Los fariseos consideraban que tales gritos estaban fuera de lugar.
¿Por qué Jesús permitía que los niños le alabasen dando voces y clamando en el
templo? Éste era el lugar reservado para que la gente adorase a Dios. Ellos
debían entrar en el templo con reverencia. ¿Por qué el Señor no reprendía a
aquellos niños? Al parecer, los fariseos eran muy religiosos; pero en realidad no
era un asunto de ser religiosos, sino que simplemente sentían celos.

Debido a que ellos se mostraron religiosos y bíblicos, el Señor Jesús les dijo:
“¿Nunca leísteis: „De la boca de los pequeños y de los que maman perfeccionaste
la alabanza‟?” (21:16). Su respuesta daba a entender que no era incorrecto que
los niños dieran voces y gritasen “¡Hosanna!”; sino que esto era por completo
bíblico y fundamentalista. La misma respuesta puede ser dada a la cristiandad
de hoy. Algunas personas que han venido a nuestras reuniones han preguntado:
“¿Qué clase de servicio cristiano es éste? Con todos esos gritos, parece más un
partido de baloncesto o de fútbol”. Pero yo les preguntaría: “¿Jamás leyeron los
versículos del Antiguo Testamento que hablan sobre dar voces y alabar con
gritos de júbilo?” (Esd. 3:10-11; Sal. 5:11; Sal. 95:1; Sal. 100:1).

LOS PRINCIPALES SACERDOTES Y LOS


ANCIANOS
Después, los principales sacerdotes y los ancianos vinieron al Señor Jesús (Mt.
21:23-27). Los principales sacerdotes tenían posiciones prominentes en la
religión, y los ancianos tenían posiciones destacadas en la comunidad. Ellos le
preguntaron al Señor: “¿Quién te dio esta autoridad?” (v. 23). Esta pregunta nos
muestra la conexión existente entre este pasaje y los que ya vimos. La idea
subyacente de la ambición y la autoridad es la que conecta todos estos pasajes
del libro de Mateo, del mismo modo que lavarse las manos, comer las migajas y
la levadura conectan los pasajes encontrados en los capítulos 15 y 16. Los
discípulos ambicionaban autoridad y posición, pero el Señor Jesús se condujo
sin ninguna pretensión. Aunque Él era el Rey, no pretendía tomar el reinado.
Los opositores, los líderes populares y religiosos también tenían pensamientos
ambiciosos: “¿Quién es este pequeño nazareno? ¿Quién le dio esta posición y
autoridad? Nosotros somos los principales sacerdotes y los ancianos. ¿Quién es
él?”.

Una vez más, podemos ver la sabiduría del Señor Jesús. Cuando le preguntaron
sobre Su autoridad, Él les preguntó sobre la autoridad de Juan el Bautista. “Yo
también os haré una pregunta, y si me la contestáis, también Yo os diré con qué
autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de
los hombres?” (21:24-25). El Señor Jesús, por supuesto, lo sabía todo. Los
sacerdotes debieran haber sabido que no debían jugar con el Señor Jesús.
Cuando el Señor Jesús le preguntó a los sacerdotes y a los ancianos sobre el
bautismo de Juan, ellos quedaron arrinconados.

Los sacerdotes y ancianos se dieron cuenta de que se habían metido en un


problema. “Ellos entonces discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, nos
dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? Y si decimos, de los hombres, tememos a la
multitud; porque todos tienen a Juan por profeta” (vs. 25-26). No sabían qué
hacer. Al final siguieron el ejemplo del padre de mentiras y dijeron: “No
sabemos”. El Señor Jesús respondió entonces: “Tampoco Yo os digo con qué
autoridad hago estas cosas” (v. 27). Él sabía que ellos sabían, pero que no
estaban dispuestos a darle una respuesta. Al decir que ellos no sabían, estaban
mintiendo; así que el Señor les dijo: “Tampoco Yo os digo con qué autoridad
hago estas cosas”.

A continuación el Señor Jesús les relató una parábola que los ofendió: “Pero
¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo:
Hijo, ve hoy a trabajar en la viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero
después, arrepentido, fue. Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y
respondiendo él, dijo: Sí, señor, yo voy. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la
voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo,
que los recaudadores de impuestos y las rameras van delante de vosotros al
reino de Dios” (vs. 28-31).

Mediante esta parábola, el Señor Jesús puso a los recaudadores de impuestos y


las prostitutas por encima de los fariseos. Los fariseos pensaban que estaban en
primer lugar mientras que los recaudadores de impuestos y las prostitutas
estaban bajo sus pies, pero el Señor Jesús puso a los fariseos en la posición más
baja. Juan había venido en camino de justicia, y cuando los recaudadores de
impuestos y las prostitutas escucharon su predicación, cambiaron su manera de
pensar y se arrepintieron. Pero los fariseos no se arrepintieron, así que el Señor
los clasificó como inferiores a los recaudadores de impuestos y las prostitutas.
¿Pueden ver la sabiduría del Señor Jesús en esta parábola? Una vez más,
tenemos aquí la línea acerca de quién es el primero, el más grande o el más alto
que otros.

Enseguida, el Señor relató otra parábola (vs. 33-45). Les contó de un hombre
dueño de una viña que la arrendó a unos viñadores para que éstos la cuidasen
en su lugar. Cuando llegó el tiempo, envió a sus esclavos a cosechar los frutos.
Los viñadores mataron a los esclavos y, cuando el dueño envió otro grupo de
esclavos, los viñadores nuevamente los mataron o los golpearon. Finalmente el
dueño envió a su propio hijo, pensando que los viñadores lo respetarían. Sin
embargo, en su intento de apoderarse de la herencia, ellos mataron al heredero.
Esta parábola fue la respuesta que el Señor dio a la pregunta sobre Su autoridad.
“¿Qué autoridad tengo? ¿Cuál es Mi fuente? ¿Cuál es Mi posición? Mi fuente es
Mi Padre; Yo soy Su Hijo. Ésta es Mi posición; Mi Padre me dio esta autoridad”.
Según la parábola, los rebeldes comprendieron que era el heredero quien había
venido y decían: “Éste es el heredero; venid, matémosle” (v. 38).

Luego el Señor procedió a decirles: “¿Nunca leísteis en las Escrituras: „La piedra
que rechazaron los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo...?‟” (v. 42). Al
decirles esto, el Señor les mostró que Él era el Hijo de Dios, quien había venido
para recibir Su herencia. Ellos habrían de matarlo motivados por su odio, pero
después y en resurrección Él se convertiría en la piedra angular para el edificio
de Dios. Este edificio estaría conformado por otro pueblo y mediante tal edificio
el reino de Dios les sería quitado a ellos y dado a otros, quienes llegarían a
constituir el edificio, del cual Él sería la piedra angular. El Señor continuó
diciendo: “El Señor ha hecho esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos” (v. 42).
Luego dijo: “El que caiga sobre esta piedra se despedazará” (v. 44). El pueblo
judío, la nación judía y el judaísmo mismo, todos ellos caerían sobre Él y se
despedazarían. Más aún, “sobre quien ella caiga, le hará polvo y como paja le
esparcirá” (v. 44). Aquí podemos ver tres aspectos del Cristo que es la roca. Él es
la piedra angular para la edificación de la iglesia; pero también es la piedra de
tropiezo para el pueblo judío. Todo el pueblo judío, incluyendo a la nación y
religión judía, cayó sobre Él y se despedazó. Además, según Daniel 2:34-35, Él
sería la piedra procedente de los cielos que habría de caer sobre las naciones de
la tierra y las hará polvo. Para la iglesia, Él es la piedra angular; para los judíos
incrédulos y rebeldes, Él se convirtió en piedra de tropiezo; y para el mundo
gentil, Él será aquella roca que golpea.

Los sacerdotes y los ancianos habían interrogado al Señor Jesús con respecto a
Su autoridad y origen. Sin embargo, el Señor Jesús les respondió de una manera
bastante misteriosa y ofensiva. Los fariseos entendieron que Él se estaba
refiriendo a ellos. En realidad el Señor Jesús no estaba hablando de ellos, sino
de Sí mismo. Él se estaba revelando como el Hijo de Dios, como Aquel que era la
piedra angular que fue rechazada y que en resurrección serviría para la
edificación de la iglesia, como Aquel que era la piedra de tropiezo para los judíos
incrédulos y, finalmente, como Aquel que era la piedra que habría de golpear a
todas las naciones gentiles. Él es todo-inclusivo. Él lo es todo. Él está a favor de
Dios y a favor de la iglesia. Él se encargará tanto de los judíos como del mundo
gentil. Únicamente el Señor Jesús tiene la sabiduría necesaria para hablar así.

No tengan ambición por posición, sino sean celosos por Cristo. Cristo no
solamente es contrario a la religión, sino que también está en contra de toda
posición. Olvídense de toda posición, liderazgo y grandiosidad. Todos debemos
ser celosos por Cristo. Cristo es mi posición. Cristo es toda mi grandeza. Cristo
lo es todo para mí. Él es el Hijo de Dios, Él es el heredero de la herencia de Dios
y Él también es la piedra angular que fue rechazada, resucitada y escogida por
Dios para Su edificio. Como la roca, Él será la piedra que juzgue a los judíos
incrédulos y a todas las naciones gentiles. ¡Cristo lo es todo! Así pues, tenemos
que desechar toda ambición por posición y ser celosos por Cristo.

CAPÍTULO TREINTA
CRISTO ES CONTRARIO A LA
RELIGIÓN,
LA POLÍTICA, LAS DOCTRINAS Y
LA LEY
Lectura bíblica: Mt. 22:1-14, 15-22, 23-32, 34-40, 41-46

Mateo 22 da continuación a la respuesta dada por el Señor a los principales


sacerdotes y ancianos que inquirieron sobre Su origen y autoridad. Él ya les
había relatado dos parábolas para responderles, en la primera puso al
descubierto que ellos no estaban dispuestos a arrepentirse a fin de entrar en el
reino de Dios. En la segunda parábola les reveló que Él era el Hijo de Dios y que,
después de haber sido rechazado por ellos, en resurrección Él se convertiría en
la piedra angular para el edificio de Dios, en piedra de tropiezo para los judíos
incrédulos y en la piedra que desmenuza a todas las naciones gentiles en Su
segunda venida.

En el capítulo 22 Él relató otra parábola como respuesta a los principales


sacerdotes y los ancianos. Esta vez abordó un último aspecto de lo que Él es.
Ésta es la parábola de la fiesta de bodas. En la parábola de la viña, el Señor
Jesús no usó la frase introductoria: “El reino de los cielos ha venido a ser
semejante a...”, porque estrictamente hablando, en el tiempo de la parábola de
la viña, el reino de los cielos todavía no había venido. Él dijo: “Por tanto os digo,
que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a una nación que
produzca los frutos de él” (21:43). Incluso en la parábola de los dos hijos, donde
se describe como los sacerdotes y ancianos rehusaron arrepentirse, el Señor no
mencionó el reino de los cielos sino el reino de Dios. “Los recaudadores de
impuestos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios” (v. 31). En
esas dos parábolas el reino de los cielos todavía no había venido. El reino de los
cielos comienza con la parábola de la fiesta de bodas relatada en el capítulo 22.

LA PARÁBOLA DE LA FIESTA DE BODAS


Esta parábola comienza así: “El reino de los cielos ha venido a ser semejante a
un rey que hizo fiesta de bodas para su hijo” (22:2). Es evidente que el hijo aquí
es Jesucristo. Por ser el Novio, Él es el centro de la fiesta de bodas. Dios ha
preparado una fiesta de bodas en la que Cristo ocupa el lugar central. Según la
parábola, Dios envió a Sus esclavos para invitar a las personas al banquete
nupcial, lo cual significa que los invitaba a participar en el disfrute del reino. El
primer grupo de siervos fueron los que el propio Señor Jesús envió: los doce y
los setenta (Lc. 9:1-2; 10:1). Después de esto, Él fue muerto como el novillo y el
becerro gordo. Él fue cocinado y preparado para la fiesta de bodas. Después de
esta muerte y preparación, o sea, la crucifixión, resurrección y ascensión del
Señor, y después de Pentecostés, otro grupo de siervos fue enviado a proclamar
el reino y a invitar a las personas a entrar en el disfrute del reino. Pedro y Juan
estaban en este grupo de siervos. Algunos de los que recibieron esta invitación
estaban muy preocupados con sus campos y negocios, por lo que no le dieron
mayor importancia a tal invitación, mientras que otros afrentaron a los esclavos
y los mataron. Esto hizo que Dios se enojase y enviase Su ejército para destruir
la ciudad. Según nos lo relata la historia, esto ocurrió alrededor del año 70 d. C.,
cuando el ejército romano bajo las órdenes de Tito destruyó Jerusalén y el
templo, cumpliéndose la profecía que dice: “No quedará aquí piedra sobre
piedra, que no sea derribada” (Mt. 24:2). Toda la ciudad de Jerusalén fue
destruida. Entonces, Dios envió aún más esclavos a los caminos; es decir, envió
a muchos más esclavos al mundo gentil, a toda la tierra, invitando a la gente a
entrar en el disfrute del reino.

Cristo mismo ocupa el lugar central en esta parábola. Los ancianos y los
sacerdotes le habían preguntado: “¿Quién te dio esta autoridad?” (21:23).
Mediante esta parábola el Señor Jesús declaró que Él era el centro del universo.
Él es el Novio a quien Dios el Padre lo designó como Aquel que ocupa el lugar
central en la fiesta de bodas universal. Él no solamente es el Hijo de Dios, la
piedra angular, la piedra de tropiezo y la piedra que desmenuza a las naciones,
sino que también es el Novio en esta fiesta de bodas universal. Él es el centro
mismo de la economía de Dios. Éste es el punto central de esta parábola y parte
de la respuesta a la pregunta en cuanto a Su autoridad y Su origen. El Señor es
el Novio. En una fiesta de bodas, nadie es más importante que el novio. Incluso
el padre que preparó la fiesta de bodas no tiene tanta relevancia como el novio
mismo. Cristo como el Novio es el centro y enfoque de la economía de Dios. Por
tanto, Él lo tiene todo, incluyendo la autoridad y posición. Todos nosotros
tenemos que comprender que Cristo es el enfoque y el centro de la economía de
Dios para nuestro disfrute.

EL TRAJE DE BODAS
Hemos sido invitados a la fiesta de bodas. Fuimos llamados y no rechazamos tal
llamado. Sin embargo, aunque aceptamos la invitación y hemos venido, esto en
sí mismo no significa que seamos aptos para participar de la fiesta de bodas.
Después de ser llamados, necesitamos el traje de bodas. ¿Qué es este traje de
bodas? En la Biblia, el traje y las vestimentas representan nuestra justicia. En
algunos versículos, tales como Lucas 15:22, el traje o vestido representa a Cristo
como nuestra justicia. Sin embargo, en Mateo 22:11-12 y en Apocalipsis 19:8 el
traje de bodas representa la justicia de los santos en su aspecto práctico. Según
Salmos 45, la reina, quien tipifica a la iglesia, posee dos clases de vestimenta.
Una representa a Cristo mismo como nuestra justicia, y la otra representa
nuestro diario andar en un sentido práctico como el traje con el cual estamos
revestidos. Nos vestimos de Cristo cuando fuimos salvos. Cristo, como nuestra
justicia, nos hace aptos para ser justificados con miras a nuestra salvación (1 Co.
1:30). Pero después de haber sido salvos y justificados, debemos expresar a
Cristo en nuestro vivir como nuestra justicia en su aspecto práctico. Ésta es la
vida que vence. Cuando fuimos salvos y justificados nos vestimos de Cristo
como nuestra justicia. Debido a que estamos recubiertos de Cristo como nuestra
justicia, somos justificados. Sin embargo, una vez justificados tenemos que
expresar a Cristo en nuestro vivir. Tenemos que vivir por Cristo a fin de
manifestar a Cristo en nuestro vivir; el Cristo que expresemos en nuestro vivir
llegará a ser la justicia práctica con la cual estaremos revestidos. Éste es el
segundo aspecto de la justicia, el cual no es necesario para ser salvos, pero es el
que nos hace aptos para asistir y participar de la fiesta de bodas. La fiesta de
bodas se refiere al milenio, los mil años del reino con Cristo (Ap. 20:4-6). La
fiesta de bodas de Cristo no durará veinticuatro horas, sino que durará mil años.
Únicamente quienes tengan el traje de bodas participarán en esta fiesta de
bodas.

Para ser salvos, únicamente necesitamos que Cristo sea nuestra justicia a fin de
estar cubiertos en la presencia de Dios. Debemos tener esto en claro. Cristo es
nuestra justicia por medio de la cual somos justificados. Sin embargo, no
debemos pensar que esto resuelve todos los problemas. Una cosa es ser salvos, y
otra muy distinta es ser maduros y estar saturados de Cristo. Tenemos que
avanzar a fin de vivir por Cristo, pero no solamente vivir por Él, sino también
expresarle en nuestro vivir, manifestarlo. Tenemos que expresar a Cristo al vivir
continuamente por Cristo. El Cristo que expresemos de esta manera en nuestro
vivir será nuestro traje de bodas; es decir, nuestra justicia en su aspecto
práctico. Cuando acudimos a Dios para ser justificados, simplemente tomamos
a Cristo como nuestra justicia. Sin embargo, en ese momento únicamente
hemos recibido a Cristo, pero aún no lo hemos experimentado. A fin de asistir a
la fiesta de bodas, tenemos que experimentar al Cristo que recibimos. Cristo
tiene que llegar a ser nuestra experiencia y, cuando llegue a ser nuestra
experiencia, Él será la justicia subjetiva y en experiencia nos hará aptos para
asistir a la fiesta de bodas.

Mateo 22:14 nos dice: “Muchos son llamados, y pocos escogidos”. Aquí
nuevamente vemos dos pasos. Ser llamados es una cosa, mientras que ser
escogidos es otra. Ser llamados significa ser salvos. El que seamos escogidos o
no, esto es, que seamos aptos para participar de la fiesta de bodas, es algo que
está por verse. La cristiandad mayormente predica sobre el llamamiento que ha
sido hecho, pero difícilmente dice algo sobre la elección del Señor. Tanto en
Mateo 22:14 como en Apocalipsis 17:14 se menciona el asunto de ser llamados y
de ser escogidos. No me cabe la menor duda de que todos nosotros fuimos
llamados. Sin embargo, hay algo que verdaderamente me preocupa: ¿Cuántas
personas de las que han sido llamadas serán escogidas? Fuimos llamados para
salvación, pero tenemos que ser escogidos para participar de la fiesta de bodas.
Por ejemplo, es probable que todos los estudiantes de una escuela lleguen a
graduarse, pero no todos recibirán un premio. Esto no quiere decir que si uno
no recibe un premio no podrá graduarse. Uno puede graduarse y, aun así, no
recibir un premio. Que participemos o no en la fiesta de bodas milenial en aquel
maravilloso día de bodas universal dependerá de una sola cosa: si Cristo es
manifestado en nuestro vivir hoy.

Una vez más vemos que Cristo ocupa el lugar central. Muchos dicen ser Cristo
céntricos, pero me temo que lo son sólo de una manera muy superficial.
Tenemos que ser Cristo céntricos de tal modo que Cristo no solamente sea
nuestra justicia por la cual somos salvos, sino que además Él sea manifestado en
nuestro vivir como nuestra justicia subjetiva por la cual somos hechos aptos
para participar de Su fiesta de bodas. Todos tenemos que aprehender a Cristo y
todos necesitamos experimentarlo. Debemos experimentar a Cristo a tal grado
que Él llegue a ser nuestro traje de bodas. Sólo así Cristo será nuestra
suficiencia, y el Padre reconocerá que somos aptos para participar en la fiesta de
bodas.

La parábola de la fiesta de bodas completa la respuesta a la pregunta: “¿Quién te


dio esta autoridad?” (Mt. 21:23). Es muy amplio y significativo lo revelado por el
Señor Jesús mediante estas parábolas. En efecto, Él estaba diciendo: “Yo soy el
Hijo de Dios. En resurrección seré la piedra angular del edificio de Dios.
También seré la piedra de tropiezo para los judíos incrédulos así como la piedra
que aplastará la totalidad del mundo gentil. Tienen que comprender que Yo soy
el Novio universal, el centro mismo de la economía de Dios. No solamente
deben recibirme, sino también expresarme en su vivir. Es necesario que me
experimenten a tal grado que Yo llegue a ser vuestra justicia subjetiva, que os
hará aptos para participar en la fiesta de bodas”.

LOS FARISEOS Y LOS HERODIANOS


Aunque el Señor Jesús les habló muy claramente, aquellos insensatos no le
entendieron, y los fariseos y herodianos todavía procuraban atraparle en alguna
palabra. Los fariseos eran un grupo religioso, mientras que los herodianos eran
un grupo político. Estos dos grupos habitualmente peleaban entre ellos, pero en
esta ocasión se unieron en su intento de enredar a Cristo en alguna palabra
(22:15-21). Las respuestas dadas por el Señor Jesús mediante las parábolas
estaban centradas y enfocadas en Él mismo. No obstante, los fariseos y
herodianos no escucharon ni una sola palabra en cuanto a Cristo, pues estaban
preocupados por sus conceptos y sus pensamientos malignos de persecución.
Ellos se consideraban muy hábiles, por lo que concibieron una estratagema para
tenderle lazo al Señor Jesús al preguntarle: “Dinos, pues, qué te parece: ¿Es
lícito pagar tributo a César, o no?”. Su estrategia era la siguiente: si el Señor
respondía que sí, entonces los fariseos podrían agarrarlo; pero si Él decía que
no, los herodianos podrían agarrarlo. Ellos pensaban que no importaba lo que
respondiese, Él sería atrapado en un error. Pero el Señor Jesús era más sabio
que estos malvados y deshizo su plan. Los fariseos y los herodianos pensaban
ser más sabios que el Señor, pero no sabían que Él es el Creador y que ellos eran
simplemente Sus pequeñas criaturas. El Señor Jesús dijo: “Mostradme la
moneda del tributo” (v. 19). Ellos le dieron al Señor una moneda y, al hacerlo,
perdieron el caso. El Señor Jesús fue muy sabio. No era Él quien tenía ese
dinero, sino ellos. Independientemente de que fuera lícito pagar el impuesto o
no, por ser ellos los que poseían el dinero, fueron ellos mismos los que fueron
atrapados. Todos estamos familiarizados con la respuesta del Señor: “Devolved,
pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (v. 21). Aunque ellos
se habían esforzado tanto por atrapar al Señor en alguna falta, el Señor Jesús
pudo escapar fácilmente.

Tenemos que comprender que esto no tiene relación con la religión o la política,
sino que está íntegramente relacionado con Cristo. Tenemos que atender a
Cristo y no estar preocupados con nuestros propios conceptos. Si estamos
preocupados con nuestros propios conceptos, no podremos recibir a Cristo
cuando Él nos sea presentado a nosotros. Tenemos que estar vacíos para que
Cristo pueda entrar a nuestro ser.
LOS SADUCEOS
Los que se enfrentaron al Señor Jesús después de ellos, fueron los saduceos, los
modernistas antiguos, quienes formularon una pregunta acerca de la
resurrección. Ellos le dijeron que había un hombre, casado con una mujer, el
cual había muerto sin tener hijos; y en conformidad con la costumbre judía y la
ley de Moisés, la mujer entonces se casó con el hermano del difunto (Dt. 25:5-
6); pero este también murió sin darle hijos, y lo mismo ocurrió a los siete
hermanos. Así que, ellos le preguntaron de cuál de los siete esposos sería la
mujer en la resurrección. Los saduceos creían que eran muy inteligentes y
estaban seguros de que harían caer al Señor en su trampa. Sin embargo, el
Señor les reprendió diciéndoles: “Erráis, por no conocer las Escrituras ni el
poder de Dios. Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en
casamiento, sino que serán como los ángeles en el cielo” (Mt. 22:29-30). En
aquel día no habrá esposos ni esposas. “Pero respecto a la resurrección de los
muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: „Yo soy el
Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob‟? Dios no es Dios de
muertos, sino de vivos” (vs. 31-32). Puesto que Él es Dios de vivos, ciertamente
Abraham, Isaac y Jacob serán resucitados. De no ser así, Dios sería Dios de
muertos. Esta respuesta le cerró la boca a los saduceos. ¿Quién podría derrotar
al Señor Jesús?

UN INTÉRPRETE DE LA LEY
Después de esto, un intérprete de la ley, erudito en la ley de Moisés, estaba
seguro que podía derrotar al Señor Jesús y le preguntó: “Maestro, ¿cuál es el
gran mandamiento en la ley?” (v. 36). A esto el Señor Jesús respondió de
manera clara y sencilla: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con
toda tu alma, y con toda tu mente [...] Amarás a tu prójimo como a ti mismo”
(vs. 37, 39). Ante esta respuesta, aquel intérprete de la ley también se quedó con
la boca cerrada.

El Señor Jesús respondió a todas las preguntas, Él calló a los sacerdotes, los
ancianos, los fariseos, los herodianos, los saduceos y el intérprete de la ley.
Entonces el Señor Jesús les hizo una pregunta: “¿Qué pensáis acerca del Cristo?
¿De quién es hijo?” (v. 42). Era como si el Señor les dijera: “Me han hecho
preguntas sobre religión, política, creencias fundamentales y la ley. Pero ustedes
han errado el blanco; nada de eso es el tema central. El centro es Cristo; ¿qué
piensan acerca de Él? Díganme, ¿de quién será descendiente?”. Ellos tenían
algún conocimiento de las Escrituras, así que respondieron prontamente que
Cristo es el Hijo de David. El Señor reconoció que su respuesta era correcta,
pero entonces les preguntó: “¿Pues cómo David en el espíritu le llama Señor?”
(v. 43). En otras palabras, ¿cómo el abuelo podría llamar a su nieto: “Señor”?
Una vez más, todos se quedaron mudos.

LAS DOS NATURALEZAS DE CRISTO


Reflexionemos sobre esta pregunta. ¿Cómo es posible que el abuelo llame
“Señor” a su nieto? Es posible debido a las dos naturalezas de Cristo. Por un
lado, Cristo es el Hijo de David; por otro, Él es el Señor de David. Él es un ser
humano, un hombre, y de acuerdo con Su naturaleza humana Él es
descendiente de David, o sea, es el Hijo de David. Sin embargo, el Señor Jesús
no es tan simple. ¡Él es maravilloso! Él no solamente es un ser humano, sino
también un Ser divino. Él posee tanto la naturaleza humana como la naturaleza
divina. Él es hombre y Dios. Como hombre, Él es el Hijo de David. Como Dios,
Él es el Señor de David. Los pobres fariseos y saduceos no veían al Señor Jesús
como tal persona maravillosa, que es tanto hombre como Dios. Él es tal persona
maravillosa, pues posee humanidad y divinidad.

Pero aún más Cristo nos es revelado en este pasaje de la Palabra. Aquí se nos
presenta a Cristo como Aquel que resucitó, ascendió y que viene otra vez. Mateo
22:44 cita Salmos 110 y dice: “Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a Mi diestra”.
Que el Señor Jesús estuviera sentado a la diestra de Dios implicaba que Él había
resucitado y ascendido a los cielos. Después, Salmos 110 añade: “Hasta que
ponga a Tus enemigos bajo Tus pies” (22:44). Esto hace referencia a Su segunda
venida. En la segunda venida de Cristo, Dios pondrá a todos Sus enemigos bajo
Sus pies y hará de ellos un estrado para Sus pies. Aquí podemos ver a un Cristo
maravilloso: Él posee tanto humanidad como divinidad; Él es Aquel que
resucitó, ascendió y viene otra vez. Este Cristo es el centro mismo del propósito
de Dios y de la economía de Dios. Sin embargo, muchos cristianos son como
aquellos pobres judíos que discutían sobre la religión, la política y la
interpretación de la Biblia, atendiendo principalmente a los aspectos
secundarios, pero perdiendo de vista lo más importante: Cristo. Ellos pierden de
vista a Cristo, quien es hombre y Dios, que fue crucificado, resucitado y
ascendido al tercer cielo, y quien ahora está sentado a la diestra de Dios y quien
regresará para subyugar a todos Sus enemigos. Este Cristo es el tema central.

El Señor Jesús quiso revelar Su persona a Sus opositores, pero ninguno de ellos
pudo ver la visión debido a que estaban llenos de indignación contra de Él. Ellos
estaban totalmente preocupados con otras cosas, así que simplemente no
podían escuchar ni una sola palabra en cuanto a Cristo como el centro. Hoy en
día la situación es la misma. He conocido a un buen número de cristianos muy
queridos que están íntegramente preocupados con sus propias cosas y que se
sintieron muy perturbados con respecto al recobro del Señor. Cuando
conversaban con nosotros, no podían recibir una sola palabra. Ellos tenían
absoluta confianza de estar en lo correcto y de que nosotros estábamos
equivocados. No mostraron la menor apertura ni dieron cabida alguna a
nuestras palabras. Tenemos que ver que en el reino de Dios no hay cabida para
la religión, la política o las doctrinas. En el reino solamente hay cabida para
Cristo. En la iglesia, en el recobro del Señor y en la realidad del reino hay cabida
única y exclusivamente para Cristo.

Si resumimos todos los puntos de este capítulo y el anterior, veremos a Cristo


junto con el edificio de Dios. También veremos cuán vanas y superfluas eran las
palabras de todos aquellos que se oponían al Señor Jesús. Cristo es el Hijo de
Dios, la piedra angular para la edificación de la iglesia, la piedra de tropiezo y la
piedra que aplasta. Para la iglesia, Cristo es la piedra angular; para los judíos
incrédulos, Él es la piedra de tropiezo; y para el mundo gentil, Él será la piedra
que desmenuza. Él es también el Novio, quien ocupa el lugar central en la fiesta
de bodas. Además, Él es el elemento mismo del traje de bodas que nos hace
aptos para tener parte en la fiesta de bodas. Tenemos que experimentar a este
Cristo. Él es tanto Dios como hombre. Él fue crucificado, resucitado y ha
ascendido a la diestra de Dios donde está a la espera de que todos Sus enemigos
sean subyugados. En todas las iglesias locales lo que necesitamos es
simplemente a este Cristo. En la iglesia local Cristo es el centro, el eje, mientras
que la iglesia es el aro. El recobro del Señor es Cristo y la iglesia. Esto es el reino.
No queremos oír nada acerca de la religión, la política, las doctrinas o la
interpretación de las Escrituras. Lo único que nos interesa es Cristo.

CAPÍTULO TREINTA Y UNO

EL CRISTO RESUCITADO,
ASCENDIDO Y REINANTE
Lectura bíblica: Mt. 22:1-14, 15-22, 23-32, 34-40, 41-46

Tenemos que recordar que Mateo es un libro en el cual están sembradas las
semillas del reino. En Mateo tenemos el reino y también el Cristo que es para el
reino. Tenemos la semilla del reino y también la semilla en cuanto a Cristo.
Muchos de los aspectos básicos del reino están sembrados a manera de semillas
en el libro de Mateo y son posteriormente desarrollados en los siguientes libros
del Nuevo Testamento. La semilla que está en Mateo brota en Hechos, crece y
florece en las Epístolas, y madura y se cosecha en Apocalipsis. Sucede lo mismo
con Cristo. Cristo como semilla está sembrada en Mateo, brota en Hechos,
crece, florece y lleva fruto en las Epístolas hasta desarrollarse plenamente y
madurar con una cosecha completa en el libro de Apocalipsis.

Casi todos los capítulos del libro de Mateo revelan algún aspecto del reino y
también nos presentan una y otra vez a Cristo desde muchos ángulos diferentes.
Vimos que el capítulo 1 nos presenta a Cristo como “Jehová-más” y como “Dios-
más”, como Jehová el Salvador y como Dios con nosotros. En el capítulo 3, Él es
revelado como el Hijo de Dios que bautiza a las personas en el Espíritu de Dios.
En el capítulo 4, Él es revelado como la gran luz que resplandece sobre el pueblo
asentado en tinieblas. Por medio de este resplandor, Él mismo se expande en
estas personas haciéndolas que le sigan. En el capítulo 9, Cristo es el banquete,
el Novio, el vestido nuevo, el traje nuevo, el vino nuevo y el odre nuevo. En el
capítulo 11, Él es nuestro descanso, y en el capítulo 12, Él es el templo, el David
actual, el Señor del Sábado, el Jonás mayor y el Salomón mayor. En el capítulo
16, Él es revelado como el Hijo del Dios viviente y como el Cristo que edifica Su
iglesia. Y en el capítulo 17, Cristo, el Hijo de Dios, se transfiguró en el monte, y
allí Dios declaró que éste es Su Hijo amado, el Único a quien debemos escuchar.

EL SEÑOR JESÚS ES PUESTO A PRUEBA


Después de ser revelado de esta manera, el Señor Jesús entró en Jerusalén por
última vez para llevar a cabo el propósito eterno de Dios al ser crucificado. El
Señor Jesús sabía lo que le esperaba, así que durante Su travesía de Galilea a
Jerusalén les dijo a Sus discípulos, por lo menos tres veces, que subía a
Jerusalén para ser crucificado y resucitar. De acuerdo con la tipología de la
Pascua, el cordero tenía que ser examinado por varios días antes de la Fiesta de
la Pascua (Éx. 12:3, 6). Según la costumbre judía, tal reconocimiento requería
un total de seis días. El Señor Jesús entró en Jerusalén y, al igual que el cordero
pascual, fue examinado por la gente por varios días antes de la Pascua. Él fue
probado por los líderes del pueblo, esto es, por los principales sacerdotes, los
ancianos, los fariseos, los herodianos, los saduceos y un intérprete de la ley.
Estas pruebas procedían de por lo menos cuatro diferentes direcciones: la
religión, la política, las creencias fundamentales y la ley. Como resultado de
tales pruebas, los propios examinadores fueron puestos en evidencia al
demostrarse que ellos se habían distraído de Cristo y estaban ocupados con
cosas sin valor. Todos ellos habían errado el blanco y ninguno vio a Cristo, el
verdadero tesoro. Ellos se centraban en otras cosas que no eran Cristo mismo.
Todas las personas que habían obtenido grandes logros, conocimiento y
educación rodearon al Señor Jesús y le examinaron en la presunción de ser
sabios; no se dieron cuenta de cuán insensatos eran. Ni uno solo de ellos estaba
buscando el verdadero tesoro, ninguno vio la meta divina ni la economía de
Dios. Ni uno solo de ellos percibió quién era el centro y el enfoque de Dios.
Únicamente podían ver lo que según ellos mismos consideraban valioso e
importante.

DESCUIDAR A CRISTO
La situación que impera en la actualidad es la misma. Los cristianos prestan
atención a muchas cosas, pero descuidan a Cristo. Aunque se creen muy
inteligentes, en realidad no saben lo que hacen. Los hombres que pusieron a
prueba al Señor Jesús erraron completamente el blanco, pero el Señor Jesús
sabía lo que hacía. Aunque ellos erraron el blanco, el Señor jamás renunció a Su
objetivo. Incluso al responder a sus preguntas insensatas, Él se mantuvo firme
en Su propósito. Esto nos muestra que el Señor Jesús aprovechará toda
oportunidad para revelarse. Es posible que nosotros indaguemos
insensatamente, pero el Señor siempre responderá sabiamente. Quizás nuestra
pregunta sea incorrecta, pero la respuesta del Señor contendrá algo precioso.

CRISTO ES REVELADO
Al responder a todos los que le pusieron a prueba, el Señor Jesús reveló Su
propia persona de una manera todo-inclusiva. Sin embargo, lo hizo de una
manera misteriosa y escondida, pues se reveló mediante parábolas.
Consideremos la parábola de la viña. De una manera tan sencilla y discreta el
Señor Jesús se reveló como el Hijo de Dios y como el Heredero de la herencia
universal de Dios. Él también declaró que sería rechazado y resucitado como la
piedra angular del edificio de Dios. Todo aquel que caiga sobre esta piedra se
despedazará. Este asunto reviste gran importancia. Si hubiéramos estado
presentes en aquel tiempo y conscientes de esta visión, habríamos comprendido
la gravedad de Sus palabras. Aquellos que pusieron a prueba al Señor Jesús
fueron muy insensatos al no darse cuenta del significado de lo que estaba
diciendo el Señor Jesús.
Ésta es la semilla todo-inclusiva sembrada en Mateo. El Señor Jesús como la
roca tiene tres aspectos: Él es la piedra angular para el edificio de Dios, la
iglesia; Él es la piedra de tropiezo para los judíos incrédulos; y Él es la piedra
que, a Su retorno desde los cielos, habrá de aplastar a todas las naciones y
hacerlas polvo (Dn. 2:34-35). Es necesario que veamos que el Señor Jesús como
la roca tiene estos tres aspectos. Esta semilla es sembrada en Mateo y es
desarrollada a través de todo el resto del Nuevo Testamento, donde estos tres
aspectos brotan, florecen y llegan a la cosecha completa. En Hechos 4:11 Pedro
dijo que Cristo era la piedra que los edificadores menospreciaron y que fue
levantada en resurrección para ser la piedra angular. Él repitió esto en 1 Pedro
2:6-8. También en Efesios 2:20 Pablo se refiere a Cristo como la piedra angular.
Según Romanos 9:32-33, Pablo dijo que Cristo se había convertido en piedra de
tropiezo para los judíos incrédulos. El Nuevo Testamento también desarrolla el
pensamiento de que Cristo aplastaría a las naciones gentiles (Ap. 19:15). ¡Cuán
maravilloso es que en una parábola tan breve el Señor Jesús se revelase en
tantos aspectos! Por lo menos cinco puntos son mencionados: Cristo es el Hijo
de Dios, el Heredero de la herencia de Dios, la piedra angular, la piedra de
tropiezo y la piedra que aplasta. ¡Qué revelación tan rica de Cristo! Aquellas
personas religiosas le preguntaron: “¿Quién te dio esta autoridad?”. El Señor
Jesús respondió que Él era el Hijo de Dios, el Heredero de la herencia de Dios,
la piedra angular, la piedra de tropiezo y la piedra que aplasta. ¿Qué más
autoridad necesitaba? No puede haber autoridad más elevada que ésta.

LA FIESTA DE BODAS
Cristo es revelado adicionalmente en la parábola de la fiesta de bodas.
Estrictamente hablando, el reino no consiste en laborar, sino en disfrutar.
Sabemos esto porque Cristo es también el Novio, el enfoque del deleite de Dios,
el centro mismo de la felicidad y gozo de Dios. En los tiempos antiguos el padre
preparaba la fiesta de bodas de su hijo con gran gozo. Nadie podría describir el
gozo del padre al preparar la fiesta de bodas para su hijo. Nuestro Padre
celestial también tiene un gozo inefable mientras prepara la fiesta de bodas para
Su Hijo. Aunque el Hijo es el enfoque y el centro de la fiesta de bodas, quien está
más gozoso es el Padre. Esto representa el beneplácito del Padre, y es según Su
beneplácito que el Padre preparó la fiesta de bodas para Su Hijo, el Novio.

EL TRAJE DE BODAS
Cuando se proclamaron las buenas nuevas de esta fiesta de bodas, muchos las
rechazaron. Sin embargo, un buen número sí respondió aceptando la invitación
y asistiendo al banquete nupcial con gran gozo y deleite. Lamentablemente,
algunos de los que fueron llamados y vinieron a la fiesta no tenían un traje de
bodas. Para la fiesta de bodas es requisito indispensable el traje de bodas. Cristo
mismo es la fiesta de bodas y también Él es el traje de bodas. En la Biblia
encontramos estos dos aspectos de Cristo: por un lado, Él es nuestro alimento;
por otro, Él es nuestra vestimenta. En nuestro interior Él es nuestro alimento y
por fuera Él es nuestra vestimenta.

Esta parábola no se refiere al disfrute actual de Cristo, sino a un disfrute en el


futuro cuando Cristo regrese. El disfrute actual que tenemos de Cristo hoy es un
sabor anticipado, mas el disfrute que tendremos de Cristo en el futuro será el
sabor completo que tendremos de Él. El sabor anticipado tiene como objetivo el
disfrute pleno; si uno no disfruta adecuadamente del sabor anticipado, será
difícil que obtengamos el disfrute pleno. Por tanto, tenemos que disfrutar del
banquete alimentándonos de Cristo hoy a fin de obtener el pleno disfrute en el
futuro. Cuando comemos a Cristo y nos alimentamos de Él, tendremos el sabor
anticipado apropiado, y Cristo gradualmente podrá saturar nuestro ser interior
para ser manifestado en nuestro vivir como nuestra expresión. Esta expresión
de Cristo se convertirá en nuestro traje de boda. Con el tiempo, el hecho de que
Señor Jesús se propague desde nuestro interior llegará a convertirse en nuestra
expresión, nuestro traje de boda, haciéndonos aptos para disfrutar la fiesta de
bodas en plenitud. Si usted no tiene el sabor anticipado hoy en día, tampoco
tendrá la propagación de Cristo en su interior ni tendrá el traje de bodas que lo
hace apto para saborear el disfrute pleno del Señor el día de Su regreso.

POCOS SON ESCOGIDOS


Según esta parábola: “Muchos son llamados, y pocos escogidos” (Mt. 22:14).
¿Qué significa esto? Todos los cristianos auténticos han sido llamados, debido a
que han creído en el Señor Jesús. Pero después de ser llamados, muchos no
disfrutan del Señor Jesús apropiadamente como el sabor anticipado. El Señor
Jesús no los ha saturado, no ha tomado plena posesión de ellos ni se ha
expandido en todas sus partes internas. El Señor no ha podido expresarse a
través del ser de ellos. Muchos de los llamados jamás han conocido esta clase de
disfrute de Cristo en su experiencia personal. Por tanto, en el tiempo de la
manifestación plena del reino, ellos carecerán del traje de bodas y no serán
aptos para participar de la fiesta de bodas; no podrán participar del pleno
disfrute de Cristo. Esto corresponde con lo que vimos antes con respecto a que
Cristo entra en nosotros, se expande en nuestro ser y es expresado al salir de
nosotros. Esta expresión de Cristo se convertirá en nuestro traje de boda.

No deben ser insensatos como los fariseos. Tienen que ser sagaces y estar
alertas. Ustedes han sido llamados, pero tal vez no hayan disfrutado a Cristo
constantemente de la manera adecuada. Sin embargo, no es demasiado tarde si
comienzan de inmediato. Deben comenzar inmediatamente a tener el sabor
anticipado de una manera apropiada, esto es, experimentar a Cristo
adecuadamente al comerle diariamente y permitirle que se expanda en todo su
ser. Poco a poco, obtendrán la plena expresión de Cristo, y ese será su traje de
bodas. Cuando el tiempo llegue, tendrán el traje de bodas para la fiesta de
bodas. Para nosotros, Cristo no solamente es la piedra para la edificación, sino
que Él también es la fiesta de bodas y el traje de bodas. Él es nuestro centro,
nuestro enfoque. En cuanto a nosotros concierne, todo está enfocado en Cristo
como nuestro disfrute.

CRISTO ES EL TESORO
En Mateo estos aspectos de Cristo están en forma de semilla, los vemos florecer
en las Epístolas y son cosechados en Apocalipsis. Al responder a las insensatas
preguntas de las personas religiosas, el Señor Jesús se reveló plenamente de una
manera espontánea; no obstante, aún hay más. Lo que fue revelado era
insuficiente, algo más sería revelado con respecto a Cristo; con lo cual todos los
que le cuestionaban quedarían enmudecidos, y se resolverían todos los
problemas y preguntas. Al final, el Señor Jesús les presentó el tesoro al
preguntarles: “¿Qué pensáis acerca del Cristo? ¿De quién es hijo?” (22:42).
Desechen todo lo relacionado con la religión, la política, las doctrinas y la ley. La
pregunta de preguntas es: “¿Qué pensáis acerca del Cristo?”. Cuando ellos le
respondieron que el Cristo es Hijo de David, el Señor les preguntó: “¿Pues cómo
David en el espíritu le llama Señor?” (v. 43). Nosotros podríamos plantearnos la
misma pregunta. Esto se debe a que Él es tanto Hijo de David como el Señor de
David; Cristo es hombre y también es Dios. Él posee tanto divinidad como
humanidad. En Su humanidad Él es el Hijo de David; en Su divinidad Él es el
Señor de David.

Además, mediante estas breves y sencillas palabras de Mateo 22:44, el Señor


sembró las semillas de Su ascensión y de Su victoria venidera sobre el enemigo a
fin de establecer Su reino. “Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a Mi diestra, hasta
que ponga a Tus enemigos bajo Tus pies”. Estas palabras son muy sencillas y
concisas, pero lo que ellas implican es vasto y trascendental. Esta declaración
implicaba que Cristo resucitaría, ascendería y se sentaría a la diestra de Dios.
También implica que Cristo regresará victorioso habiendo derrotado a todos Sus
enemigos para establecer el reino de Dios. Dios pondrá a Sus enemigos bajo Sus
pies. ¡Qué Cristo maravilloso es éste! Él es hombre y Dios, Aquel que resucitó,
ascendió, viene, es victorioso y quien establecerá el reino de Dios por encima de
Su enemigo. ¡Qué revelación de Cristo! Éste es Cristo como la semilla todo-
inclusiva.

¿Pueden repasar todos los aspectos de lo que hemos abarcado? Cristo es el Hijo
de Dios, el Heredero de Dios, la piedra para la edificación, la piedra de tropiezo,
la piedra que aplasta, el banquete, el traje de bodas; Él es hombre y es Dios, es
Aquel que resucitó y ascendió, Aquel que es vencedor y que viene otra vez, y
Aquel que establecerá el reino de Dios sobre la tierra y sobre todos Sus
enemigos. Ésta es la semilla que es desarrollada a lo largo de los libros restantes
del Nuevo Testamento hasta alcanzar madurez en el libro de Apocalipsis.

No debemos ser como los fariseos, saduceos y herodianos. Tenemos que estar
siempre interesados y alertas a fin de aplicar a Cristo a nuestra situación. “¡Oh,
Señor Jesús, Tú eres el Hijo de Dios! ¡Eres el Heredero de Dios! Quiero tomarte
como la piedra para la edificación, como el banquete nupcial y el traje de bodas.
Quiero tomarte como hombre y como Dios. Te tomo como Aquel que resucitó y
ascendió. Te tomo como Aquel que viene otra vez, Aquel que es victorioso, como
Aquel que establecerá el reino de Dios sobre la tierra”. Espero que todos los
santos en las iglesias se centren en estos asuntos; si así lo hacen, serán
iluminados por Cristo. Serán llenos y saturados de Él. Entonces tendrán una
nueva manera de entender la Biblia. No la entenderán meramente como un
libro de historias o doctrinas, sino que la tomarán como la revelación de Cristo
con todas Sus riquezas. Dediquen tiempo a los aspectos de Cristo que fueron
revelados en Sus respuestas a las personas religiosas. En verdad, Él lo es todo.
Mateo es un libro que trata sobre el Cristo viviente, un Cristo rico, un Cristo
presente, un Cristo que podemos experimentar. Este Cristo es nuestra fiesta de
bodas y nuestro traje de bodas.
EN NUESTRO ESPÍRITU
Es en nuestro espíritu que podemos aprehender a Cristo, aplicarlo,
experimentarlo y disfrutarlo. Todos tenemos que estar en nuestro espíritu. ¿Han
visto ustedes la revelación de Cristo? De ser así, vuélvanse a su espíritu e
invoquen a Jesús llamándolo Señor. David en el espíritu le llamó Señor. Nótese
que en este versículo la palabra espíritu está escrita con “e” minúscula, lo cual
denota nuestro espíritu humano. David en el espíritu le llamó Señor, y esto es lo
que nosotros también tenemos que hacer hoy. Tenemos que llamarle Señor en
nuestro espíritu. Esto hace una gran diferencia. La primera oración de la
enseñanza impartida por el Señor en el libro de Mateo se refiere a nuestro
espíritu: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de
los cielos” (Mt. 5:3). Tenemos que llamarle Señor en nuestro espíritu. Es
necesario que seamos pobres en espíritu, y también necesitamos llamarle Señor
en nuestro espíritu.

CAPÍTULO TREINTA Y DOS

LA REALIDAD DEL REINO


(1)
Lectura bíblica: Mt. 5:3-12, 13-16, 20-45a, 48

En Mateo 5, 6 y 7 se revela la realidad del reino. Según Mateo, el reino tiene tres
aspectos principales: la realidad del reino, la apariencia del reino y la
manifestación del reino. Es imprescindible que veamos estos tres aspectos para
poder comprender todos los capítulos y versículos del libro de Mateo que tratan
sobre el reino. Algunos versículos de Mateo tratan de la realidad del reino, otros
de la apariencia del reino y otros de la manifestación del reino en el futuro.

Tenemos que comprender que a medida que se produzca la realidad del reino, el
enemigo, Satanás, también intervendrá para realizar una obra que distraiga,
obstaculice y haga daño. Esta obra del enemigo produce la apariencia externa
del reino. Hoy en día, estas dos líneas coexisten: la realidad del reino y la
apariencia del reino. En Mateo 13 tenemos el trigo, pero también tenemos la
cizaña. Tenemos el gran árbol que crece de una manera desproporcionada y no
según su especie o naturaleza, y también tenemos la levadura que corrompe la
harina fina. La cizaña, el gran árbol y la levadura constituyen la apariencia
externa del reino.

A la postre, llegará el tiempo de la cosecha, la venida del reino en plenitud. Esto


será la manifestación del reino. No consideren que es algo innecesario discernir
estos tres aspectos acerca del reino. Si no ven estos tres aspectos, no podrán
entender lo que Mateo dice en cuanto al reino. Es por esta misma razón que
muchos cristianos jamás han estado claros con respecto al reino según es
presentado en Mateo. Simplemente, ellos jamás vieron estos tres diferentes
aspectos. La realidad del reino se revela y se abarca plenamente en Mateo 5, 6 y
7, los cuales son capítulos conocidos como el Sermón en el monte. El Señor
Jesús llamó a Sus discípulos y los llevó a la cima de un monte donde les dio el
discurso presentado en Mateo 5, 6 y 7. No es fácil captar y aprehender lo que es
revelado en estos tres capítulos. En el pasado, estos tres capítulos no fueron
comprendidos de una manera completa, de forma adecuada y correctamente.
Aunque los cristianos suelen citar algunas de estas oraciones, frases y
expresiones, la mayoría de ellos no ha logrado aprehender debidamente estos
capítulos. En ellos encontramos la revelación de la vida apropiada del reino; y
algunos de esos versículos son muy profundos. Si no comprendemos el principio
rector, será muy difícil captar el verdadero significado de estos versículos.

El discurso dado por el Señor en el monte está dividido en siete secciones que
revelan siete aspectos de la vida que llevan los hijos del reino.

EL CARÁCTER DE LOS HIJOS DEL REINO


El carácter o la naturaleza del pueblo del reino es revelado en Mateo 5:1-12.
También podríamos decir que se refiere al elemento, sustancia o esencia de los
hijos del reino; pero prefiero usar la palabra carácter debido a que esto no es
simplemente la esencia o el elemento; sino que se refiere a algo sustancial que es
expresado. Carácter denota algo más que solamente naturaleza, pues significa
que algo de la naturaleza brota y es expresado. El carácter de los hijos del reino
es regido por los cielos. No está regido por nada terrenal. No está regido por la
familia, la escuela, la comisaría o los tribunales ni tampoco es regido por
ninguna otra entidad en la comunidad; sino que se encuentra sujeto al gobierno
de los cielos. El reino de los cielos en realidad significa el gobierno de los cielos.

Tenemos que saber que desde el tiempo de la caída del hombre, éste ha estado
bajo el gobierno terrenal. Después de su caída, el hombre comenzó a dejar de
ser regido por Dios desde los cielos. Hoy en día la gente de este mundo, sin
importar su posición, ni las normas que se han fijado y sin importar si son
buenos o malos, todos están bajo cierto gobierno terrenal. Ellos son regidos ya
sea por su familia, su escuela, su empresa o su gobierno municipal. En esto
consiste el gobierno terrenal.

Pero ha llegado el tiempo en el que Dios establece Su reino sobre la tierra. Su


reino es de otra categoría de gobierno, pues pertenece a los cielos. Aunque está
en la tierra, es un gobierno que procede de los cielos, por lo cual es llamado el
reino de los cielos. El regir en la tierra procede de los cielos, donde mora Dios.
No es simplemente el reino de Dios de manera general, sino que es, de una
manera específica, el reino de los cielos. Los cielos han descendido para regir
sobre la tierra, y es bajo esta clase de gobierno que nosotros, los hijos del reino,
manifestamos una determinada naturaleza, un determinado carácter. Nuestro
carácter, nuestra esencia, nuestro elemento y nuestra naturaleza con toda su
expresión son completamente distintos del que poseen las personas sujetas al
gobierno mundano y terrenal. Los hijos del reino tienen su carácter y naturaleza
que son únicos.

El carácter del pueblo del reino que se sujeta al reino de los cielos se compone
principalmente de seis condiciones relacionadas con su corazón y su espíritu, así
como también de tres cosas externas. Todos ellos conforman un total de nueve
puntos: Por consiguiente, el Señor repitió nueve veces la palabra
Bienaventurados. Los seis rasgos distintivos de la condición intrínseca de tales
personas empiezan por referirse a la condición en que está el espíritu de ellas y
termina hablándonos de la sexta característica referida a la condición de su
corazón. Esto quiere decir que si queremos hacer realidad la auténtica vida del
reino, requerimos de un espíritu apropiado y de un corazón apropiado.
Necesitamos conocer nuestro espíritu y necesitamos conocer nuestro corazón.
Tanto nuestro espíritu como nuestro corazón tienen que ser regulados y
calibrados.

SER POBRES EN ESPÍRITU


El primer rasgo de la condición intrínseca de los hijos del reino es mencionado
en Mateo 5:3: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el
reino de los cielos”. La primera condición básica se relaciona con nuestro
espíritu, que es el lugar donde Dios puede morar. Nuestro espíritu es el órgano
en nuestro interior que fue creado por Dios con el fin de que podamos tener
contacto con Él, podamos tomarlo a Él, recibirlo y contenerle. Muchos
cristianos ignoran esta primera condición. Ellos han pasado por alto el primer
órgano para la vida del reino: el espíritu humano. Son muchos los cristianos que
jamás han escuchado algo con respecto al espíritu humano. ¡Esto es muy pobre
y muy lamentable! Enseñar a las personas a tener contacto con Dios sin valerse
de su espíritu es como querer enseñar a alguien a correr sin valerse de sus pies.

Ser pobres en espíritu significa vaciar nuestro espíritu de todo lo que no sea
Dios mismo. Todos tenemos que vaciar nuestro espíritu, pues éste es
únicamente para Dios. Esto quiere decir que tenemos que vaciarnos de todo lo
demás que pueda estar dentro de nuestro espíritu. Tenemos que ser vaciados en
nuestro espíritu para Dios. Lamentablemente, la mayoría tiene su espíritu lleno
de cosas distintas a Dios mismo. No piensen que su conocimiento permanece
únicamente en sus mentes. Por medio de su mente, su conocimiento puede
entrar en su espíritu y ocuparlo. No piensen que su odio permanece confinado a
su corazón, pues también puede entrar en su espíritu y ocuparlo. No piensen
que su amor carnal, natural y humano permanece únicamente en su parte
emotiva, pues tal amor puede también introducirse en su espíritu y ocuparlo.
Entonces su espíritu estará lleno de conocimiento, odio o amor. Una vez que su
espíritu esté lleno, no habrá cabida en él para Dios.

Cuando el reino venga, tiene que encontrarnos vacíos y pobres en nuestro


espíritu de modo que podamos recibir a Dios en nosotros. Esto, sin embargo, no
significa tener un espíritu pobre. No debemos tener un espíritu pobre, sino ser
pobres en espíritu. Esto significa que en nuestro espíritu no tenemos nada
excepto a Dios. Cuando los fariseos, saduceos, escribas y sumos sacerdotes
vinieron al Señor Jesús, todos ellos estaban repletos en su espíritu con toda
clase de basura, la cual ellos atesoraban. Sus tradiciones, su religión, sus ritos,
su conocimiento bíblico, sus formalismos y todas sus viejas prácticas religiosas
judías se habían convertido en basura que llenaba sus espíritus. Más aún, sus
conceptos y razonamientos filosóficos llenaban y ocupaban sus espíritus. Ellos
estaban completamente llenos de estas cosas y cuando acudieron al Señor Jesús,
discutieron con Él debido a que no eran pobres en espíritu. Por tanto, al iniciar
Su discurso en el monte, el Señor dijo: “Bienaventurados los pobres en espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos”. Si somos pobres en nuestro espíritu,
Dios podrá entrar inmediatamente a nuestro ser; entonces estaremos en el reino
de los cielos. Ésta es la primera condición de nuestras partes internas. Nuestro
espíritu tiene que haber sido vaciado. No guardemos ninguna clase de
conocimiento, tradición, formalismo, religión o cualquier otra cosa que no sea
Dios mismo en nuestro espíritu. Permitan que su espíritu sea vaciado de toda
otra cosa y esté plena y absolutamente consagrado a Dios. Esto es lo que
necesitamos. No permitan que todo el conocimiento y las cosas que recibieron
del cristianismo ocupen su espíritu. Todo ello tiene que ser desechado. Tal vez
parezcan ser cosas muy buenas, pero comparadas con el Señor Jesús son
estiércol. En Filipenses 3 Pablo dijo que él consideraba que todos sus logros y
conocimientos adquiridos previamente eran estiércol o basura. Él estimaba
todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús,
su Señor. Nosotros también debemos ser vaciados y ser pobres en espíritu por
amor a Cristo.

LLORAR
Si somos pobres en espíritu, ciertamente lloraremos. Nos sentiremos tristes y
acongojados por la situación de miseria que impera entre el pueblo de Dios e
incluso por la condición en que nosotros mismos nos encontramos. La situación
imperante en el pueblo de Dios hoy es verdaderamente digna de llanto. Pedro,
Juan y los demás apóstoles ciertamente debían llorar debido a la situación
miserable en que se encontraban los fariseos y los judaizantes. Por causa de la
vida del reino nosotros también necesitamos llorar. Tenemos que llorar con
respecto a nosotros mismos, a nuestra sociedad y al cristianismo actual. Cuando
vemos a Cristo, ciertamente estamos felices y nos regocijamos, pero cuando nos
miramos a nosotros mismos y a los que nos rodean, tenemos que llorar. A veces
en mi habitación me regocijo con el Señor, pero otras veces lloro por los
cristianos fundamentalistas, por los pentecostales y por los carismáticos. Basta
con leer las publicaciones cristianas para percatarse de cuán lamentable es la
situación. Si uno fija su mirada en el Señor y en la iglesia, esto es algo
maravilloso. Pero fuera de la iglesia, en el cristianismo formal y
fundamentalista, así como en el cristianismo pentecostal y en el cristianismo
carismático, impera una situación de pobreza. Así que tenemos que llorar. Éste
es la segunda de las condiciones internas.

SER MANSOS
Mateo 5:5 nos dice: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la
tierra por heredad”. Si nos lamentamos y lloramos, ciertamente seremos
mansos. No seremos orgullosos, sino mansos. Estaremos dispuestos a padecer e
incluso estaremos felices de poder sufrir alguna pérdida. Ser manso no
solamente significa ser humilde, sino también estar dispuesto a sufrir y a perder
algo. Si estamos dispuestos a sufrir y a perder algo, recibiremos una
recompensa: heredaremos la tierra. Cuando venga la manifestación del reino,
algunos heredarán la tierra. Según Lucas 19, algunos heredarán diez ciudades y
otros cinco. Tenemos que ser personas mansas. Tenemos que ser pobres en
espíritu, llorar por la situación actual y, además, tenemos que ser mansos,
humildes, dóciles, estar dispuestos a sufrir y estar contentos de sufrir alguna
pérdida.

TENER HAMBRE Y SED DE JUSTICIA


No solamente debemos buscar la justicia, sino que debemos tener hambre y sed
de justicia. Tenemos que estar ansiosos y anhelantes de ser justos tanto delante
de Dios como delante de los hombres. Debemos ser justos no solamente en
conformidad con los preceptos humanos y los principios de los hombres, ni
según las expectativas y esperanzas de los hombres, ni en conformidad con
nuestros propios conceptos y filosofías, sino que tenemos que ser justos según
Dios. Ser justos es ser rectos para con Dios y ser rectos para con los hombres
según Dios. Debemos ser aquellos que tienen hambre y sed de tal clase de
justicia. Esto se relaciona a nuestros motivos. En nuestro espíritu y en nuestro
corazón, en nuestro ser interior, tenemos que ser rectos con Dios y rectos con
los demás según Dios.

SER MISERICORDIOSOS
Mateo 5:7 nos dice: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos
recibirán misericordia”. Ser rectos o buscar y tener hambre de justicia implica
ser estrictos con nosotros mismos. Pero ser misericordiosos equivale a ser
benévolos con los demás. Quizás seamos rectos con Dios y seamos rectos con los
demás según Dios; pero es posible que otros no sean rectos, sino que sean muy
descuidados. ¿Deberíamos condenarlos? No, es menester que tengamos
misericordia de ellos. Si mostramos misericordia con otros, recibiremos
misericordia de parte de Dios. Pero si somos estrictos con los demás, Dios
también será estricto con nosotros. Tenemos que aprender a ser estrictos con
nosotros mismos pero benevolentes con los demás. Jamás debiéramos medir a
otros tomándonos a nosotros mismos como la norma. Ni tampoco debemos
exigir que otros se conformen a la norma que nos hemos fijado para nosotros
mismos. Hacer esto implica que no tenemos misericordia, sino más bien que
somos legalistas. Aprendamos a ser estrictos y exigentes con nosotros mismos,
pero a ser benevolentes con los demás sin exigirles nada. Esto es lo que significa
ser misericordioso.

SER PUROS DE CORAZÓN


El versículo 8 dice: “Bienaventurados los de corazón puro, porque ellos verán a
Dios”. Si nuestro corazón es puro, veremos a Dios. Nuestros motivos,
intenciones, deseos y propósitos tienen que nacer de un corazón puro. Tener un
corazón puro significa tener un corazón sencillo, que no procura ninguna otra
cosa aparte del propio Señor.

Estos seis condiciones internas comienzan con nuestro espíritu y terminan con
nuestro corazón. Esto quiere decir que todos tenemos que aprender a calibrar
nuestro espíritu y nuestro corazón. Todos tenemos que orar: “Señor, regúlame.
Concédeme el espíritu apropiado y el corazón apropiado; de otro modo, jamás
podré tener la vida apropiada del reino”.

SER PACIFICADORES
Cuando nos encontremos en la condición interna apropiada delante del Señor,
espontáneamente brotará algo que se manifestará como nuestra condición
externa. Lo primero que se manifestará será que haremos la paz. Seremos
pacificadores y seremos llamados hijos de Dios. Esto es debido a que el Hijo de
Dios, Jesucristo, es Aquel que hace la paz. Él es el verdadero Pacificador, y
nosotros somos los hijos de Dios. Si somos aquellos que son pobres en espíritu,
que lloran, que son mansos, que tienen hambre y sed de justicia, que son
misericordiosos con los demás y que son puros de corazón, ciertamente seremos
pacificadores. ¿Piensan que una persona así podría pelear con los demás? Con
toda certeza, tal clase de persona será una persona en paz y también será
pacificador.

SER PERSEGUIDOS POR CAUSA DE LA


JUSTICIA
Si uno se ejercita en ser justo para con Dios y justo para con los demás según
Dios, será perseguido. Los demás no le apreciarán, sino que más bien le
perseguirán. Usted sufrirá por buscar la justicia. Ésta es la segunda condición
externa del carácter propio de los hijos del reino.

PERSEGUIDOS POR CAUSA DE CRISTO


La tercera condición externa consiste en sufrir persecución por causa de Cristo.
La gente los vituperará y dirá toda clase de mal contra ustedes por causa de
Cristo. Pablo el apóstol padeció a causa de la mala fama que le hicieron (2 Co.
6:8). También a nosotros se nos han difamado. Son muchos los que nos
vituperaron y difundieron rumores y mentiras acerca de nosotros. Esto es
padecer por causa de Jesucristo. Es posible que debido a que tomaron el camino
del recobro del Señor algunos de sus parientes y amigos hayan hablado mal en
contra de ustedes. Aun si ellos no saben nada malo con respecto a ustedes, es
posible que hayan creado algunos rumores según su imaginación, lo cual
causará que usted tenga mala fama. El Señor Jesús dijo que cuando esto
sucediera, debíamos regocijarnos porque nuestra recompensa en los cielos sería
grande.

Éstos son los rasgos distintivos del carácter que es propio de los hijos del reino.
Ellos son pobres en espíritu, lloran, son mansos, tienen hambre y sed de la
justicia del Señor, son misericordiosos para con los demás, son puros de
corazón, siempre hacen la paz, padecen persecución por causa de la justicia y
padecen persecución por causa de Cristo. Éste tiene que ser nuestro carácter.
Tenemos que ser esta clase de persona.
LA INFLUENCIA QUE LOS HIJOS DEL
REINO
EJERCEN SOBRE EL MUNDO
Si poseemos tal carácter, ciertamente ejerceremos influencia sobre el mundo. El
Señor Jesús dijo que somos la sal de la tierra y la luz del mundo. La tierra está
podrida y corrompida, y el mundo está en tinieblas. Hoy en día la tierra está
corrompida con una química espiritual, por lo cual es necesario echarle sal. La
sal matará la corrupción de la tierra. El Señor nos ha puesto en medio de un
compuesto tan corrupto como la sal que mata los gérmenes y la corrupción. El
mundo, la sociedad humana, está llena de tinieblas, pero nosotros estamos aquí
como la luz del mundo a fin de iluminarlo y eliminar las tinieblas. Sin embargo,
es menester que tengamos el carácter apropiado que nos llevará a ser
constituidos en sal y luz; de otro modo, formaremos parte de la tierra
corrompida y del mundo entenebrecido. Nosotros mismos seremos corrupción y
tinieblas en lugar de ser sal y luz. Creemos que el Señor hará que todas las
iglesias locales sean llenas de sal y luz.

LA LEY DE LOS HIJOS DEL REINO


Después que Mateo cubre el tema del carácter de los hijos del reino y de la
influencia que ellos ejercen, él habla de la ley que opera en los hijos del reino.
Los hijos del reino no están sujetos a la ley escrita, la ley de Moisés promulgada
en el Antiguo Testamento, sino que están bajo la restricción de la ley de vida.
Sabemos esto debido a que al final de esta sección del discurso del Señor, Él dijo
que somos hijos del Padre. Por ser hijos, poseemos la vida del Padre. En el
versículo 48 el Señor dijo que debíamos ser perfectos como nuestro Padre
celestial es perfecto. La única manera en que nosotros podríamos ser perfectos
como el Padre es perfecto sería al tener la vida del Padre; de otro modo, jamás
podremos ser perfectos como el Padre es perfecto. La mayoría de los hijos son
como sus padres debido a que tienen la vida del padre. En esta sección se hace
un contraste comparativo entre vivir regidos por la ley de Moisés y vivir sujetos
a la ley de vida.

Justicia insuperable
El Señor Jesús dijo que para entrar en el reino es necesario tener una justicia
que sobrepase a la que los fariseos tenían al ceñirse a la ley de Moisés. La ley de
Moisés ordenaba no matar; pero la ley del reino de los cielos nos dice que
debemos reconciliarnos con los demás. Reconciliarse con los demás y llevarse
bien con otros es más elevado que no matar. Esto sobrepasa a no matar.

Pureza interna
Ser puros internamente sobrepasa a la ley de no cometer adulterio. Mientras
que cometer adulterio es un acto externo, la ley de vida nos exige ser puros
internamente. La ley de Moisés ordenaba no cometer adulterio, pero la ley de
vida nos exige pureza de corazón. Ciertamente el estándar correspondiente a la
vida divina en nuestro interior es mucho más elevado que la norma externa
promulgada por Moisés. Sobrepasa la ley de Moisés.

No jurar
No jurar sobrepasa a no jurar falsamente (Mt. 5:33-37). Jurar falsamente es no
cuidar de cumplir lo prometido y lo que se ha jurado. Esto quiere decir que uno
no honró su voto. Por tanto, en el Antiguo Testamento se ordena no jurar
falsamente (Lv. 19:12; Nm. 30:2). Esto implica que no debemos dejar de hacer
lo que hemos dicho y que debemos hacer aquello que hemos jurado hacer. Pero
la nueva ley de vida requiere que no juremos por nada. No hay necesidad de
jurar porque no tenemos que demostrar que uno está en lo correcto. Si uno está
correcto, simplemente está correcto y no tiene necesidad de probarlo. Si su
respuesta es sí, simplemente diga sí; si es no, simplemente diga no. No hay
necesidad de jurar al respecto. Decir más procede del maligno (Mt. 5:37). No
jurar es superior a no jurar falsamente.

No resistir al que es malo


La ley de vida dice: “No resistáis al que es malo” (Mt. 5:39), lo cual supera la ley
de Moisés cuya norma es ojo por ojo y diente por diente. Según la ley de Moisés,
si alguien nos quiebra un diente, nosotros debemos hacerle lo mismo (Éx. 21:24;
Lv. 24:20; Dt. 19:21). Pero la ley de vida nos ordena: “No resistáis” (Mt. 5:39). Si
alguien nos golpea en la mejilla derecha, debemos presentarle la mejilla
izquierda. Si alguien nos obliga a andar con él una milla, debemos acompañarlo
gozosos por dos millas. Si alguien nos quita nuestra capa, debemos darle
también nuestra túnica. Esto es muy superior a lo estipulado por la ley del
Antiguo Testamento. Ésta es la justicia insuperable.

Amar a nuestros enemigos


Amar a nuestros enemigos ciertamente supera amar a nuestro prójimo. La ley
de Moisés nos ordenaba amar a nuestro prójimo (Lv. 19:18), pero la ley de vida
exige que amemos a nuestros enemigos (Mt. 5:44). Reiteramos nuevamente que
esto es mucho más elevado y supera muchísimo a la ley dada por Moisés.

Finalmente, esta sección del discurso del Señor termina diciéndonos que como
hijos del Padre tenemos que ser tan perfectos como el Padre. Podemos obtener
la perfección únicamente en virtud de la vida del Padre. Podemos manifestar
una justicia superior únicamente debido a que poseemos una vida superior en
nuestro ser. Es debido a que poseemos una vida superior con una ley superior
que podemos manifestar una justicia superior. ¡El pueblo del reino es un pueblo
maravilloso! ¡Su carácter, su influencia y su justicia son maravillosos! Ésta debe
ser la vida que llevemos en las iglesias locales.

CAPÍTULO TREINTA Y TRES

LA REALIDAD DEL REINO


(2)
Lectura bíblica: Mt. 6:1-34

Todos los aspectos de la realidad del reino que se mencionan en Mateo 5 están
vinculados con la vida divina. Nuestra vida natural simplemente no puede
producir ninguno de los seis puntos de la condición interna ni los otros tres
puntos de la condición externa. Por nuestro nacimiento natural somos polvo, no
sal. Llegamos a ser sal únicamente mediante la regeneración. Una vez que
nuestra naturaleza es cambiada, nuestro carácter también cambia. Llegamos a
ser sal en lugar de polvo debido a que poseemos una nueva vida. Ahora
poseemos una nueva naturaleza, un nuevo elemento y un nuevo carácter en
virtud de los cuales somos la sal de la tierra.

Además, en virtud de la nueva vida también somos la luz del mundo. Juan 1:4
nos dice: “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. Somos la luz
porque tenemos la vida. Si no tuviéramos la vida divina, jamás podríamos ser la
luz. Somos la luz del mundo porque hemos recibido la vida divina. La vida es la
luz. Afirmar que somos la luz del mundo significa que tenemos la vida divina.

Cuando leemos que el reino de los cielos requiere que manifestemos una justicia
superior, tal vez pensemos: “¿Quién puede hacer esto?”. Sin embargo, al final
del capítulo 5 se nos recuerda que somos hijos de nuestro Padre, lo cual quiere
decir que tenemos la vida y naturaleza del Padre. No somos hijos adoptivos, sino
que somos hijos nacidos del Padre. Por tanto, poseemos Su vida y naturaleza (2
P. 1:4). Sólo hay perfección en Su vida, y ahora nosotros la poseemos. Nuestra
responsabilidad principal es siempre darle ocasión a la vida del Padre para que
se desarrolle en nuestro ser. Este desarrollo será Su perfeccionamiento en
nosotros. Si permitimos que la vida divina en nuestro ser se desarrolle, al final el
desarrollo de esta vida será nuestra perfección. Esto no es algo que dependa de
lo que nosotros hagamos.

Cuando estaba en el cristianismo en mi juventud, escuché muchos sermones en


los que se citaban versículos de Mateo 5. En todos los casos, los predicadores
aplicaron este capítulo al mejoramiento de la conducta del hombre. Pero los
requisitos del reino no pueden ser satisfechos mediante el mejoramiento de la
conducta. No importa cuánto nos mejoremos a nosotros mismos, todavía
seguiremos siendo polvo y no sal. Podemos ser sal únicamente al recibir la vida,
la naturaleza, la esencia y la sustancia de Dios. Cuando la vida divina de Dios
entra en nuestro ser en el momento que se produce nuestra regeneración, somos
transformados de polvo a sal. Así también, cuando recibimos la vida de Dios,
llegamos a ser la luz del mundo.

En Mateo 5:20 el Señor Jesús mencionó la justicia insuperable como un


requisito para entrar en el reino de los cielos: “Os digo que si vuestra justicia no
supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”. Este
requisito de la justicia insuperable equivale también al traje de boda
mencionado en Mateo 22:11-14 y en Apocalipsis 19:8. Según Apocalipsis 19, la
novia estará vestida de lino fino, que representa las acciones justas de los
santos. Estos tres pasajes de la Palabra: Mateo 5:20, 22:11-12 y Apocalipsis 19:8,
todos dan a entender una sola cosa: para participar de la fiesta de bodas durante
el reino es necesario que tengamos la justicia insuperable. Como vimos, esta
justicia proviene de nuestro disfrute de Cristo. Cuando recibimos al Señor Jesús,
Él entró en nuestro ser y se hizo nuestro disfrute. A medida que le comamos y le
disfrutemos cada día, Él tendrá la oportunidad de expandirse dentro de nuestro
ser y transformarnos. De esta manera, Cristo madurará dentro de nosotros. Esta
propagación y maduración de Cristo dentro de nuestro ser se convertirá en una
justicia superior, el traje de bodas, que se requiere para asistir a la fiesta de
bodas. Recibir a Cristo en nuestro ser nos hace aptos para ser salvos, y que
Cristo haya madurado en nuestro ser nos hace aptos para participar de la fiesta
de bodas.

Esto corresponde al concepto del reino que hemos enfatizado en todo este libro.
¿Qué es el reino? Es simplemente el Señor Jesús que viene y entra a nuestro ser
y que madura en nosotros hasta que el reino venga en toda su plenitud. Si no
permitimos que Cristo madure en nuestro ser, ¿cómo podríamos estar en la
venida plena del reino? Cristo es la semilla del reino. Aunque Él entró en
nosotros como la semilla, Él tiene que crecer y madurar en nuestro ser. Si
permitimos que Cristo tenga la oportunidad de madurar en nuestro ser,
ciertamente participaremos de la cosecha, la plena venida del reino. La madurez
de Cristo dentro de nuestro ser es la justicia insuperable y también será el traje
de bodas que nos hará aptos para asistir a la fiesta de bodas. Recibir a Cristo en
nuestro ser nos hace aptos para salvación; permitir que Cristo madure en
nuestro ser nos hace aptos para la fiesta de bodas.

LA PUREZA DE LOS HIJOS DEL REINO


Ahora abordaremos Mateo 6 donde encontramos el cuarto aspecto de la
realidad del reino: la pureza que los hijos del reino deben tener al hacer sus
buenas obras. Los hijos del reino hacen buenas obras, y en sus obras no hay
mixtura, falsedad, hipocresía o pretensión. Más bien, ellas denotan pureza,
sencillez y simplicidad. En la vida del reino no hay lugar para nada que sea
pretencioso, nada que sea falso y nada de hipocresía.

Aquí nuevamente podemos ver la sabiduría del Señor Jesús. La pureza de los
hijos del reino opera en tres direcciones: hacia otros al dar limosnas, hacia Dios
al orar y hacia nosotros mismos al ayunar. Con respecto a los demás, es
necesario dar limosna para atender sus necesidades. Con respecto a Dios
mismo, debemos orar, no por nuestros propios intereses y asuntos, sino
pidiendo: “Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también
en la tierra” (6:10). Esta oración es para Dios. En principio, la oración de los
hijos del reino debe ser hecha para Dios, en función de Dios y con Dios. Acerca
del ayuno, es menester tomar medidas con respecto a nuestro yo. Ayunar no se
relaciona con nuestros pecados o algo pecaminoso, sino con asuntos legítimos.
Es legítimo que nosotros comamos y bebamos, pues éste es un derecho que
todos tenemos. Todo aquel que ha nacido tiene el derecho de comer y beber.
Cuando ayunamos, tomamos medidas con respecto a nosotros mismos al
renunciar a nuestros derechos. Esto no quiere decir que tomemos medidas con
respecto a nosotros mismos debido a que estemos equivocados o seamos
personas mundanas, pecaminosas o carnales. ¡No! Simplemente queremos
tomar medidas con respecto a nosotros mismos al sacrificar nuestros derechos.
Con respecto a los demás, damos limosna; con respecto a Dios, oramos; y con
respecto a nosotros mismos, ayunamos. Éstas son las tres categorías de buenas
obras que hacen los hijos del reino.

Cuando hacemos estas cosas, tenemos que ser puros y sinceros, no hipócritas.
¿En qué consiste la hipocresía? La palabra hipócrita viene de una palabra griega
que denota a un actor que hace el papel de algún personaje. Según la costumbre
antigua, tanto entre los griegos como entre los romanos, todos los actores tenían
que hablar a través de una gran máscara a fin de aumentar la fuerza de su voz.
Así pues, la hipocresía es una falsedad externa, algo exagerado y que no es real.
También implica divulgar algo con publicidad. Tanto en el mundo como en el
cristianismo casi todo el dinero es recaudado por medio de divulgación.

Cuando estaba en cierta ciudad, los hermanos que vivían allí, me contaron la
manera en que cierta llamada iglesia recaudaba fondos. Ellos convocaban una
asamblea general y presentaban la necesidad ante la congregación. Entonces
pedían que aquellos que pudieran aportar los mayores montos de dinero se
pusieran de pie. Los miembros más ricos aprovechaban esta oportunidad para
exhibir su riqueza y generosidad al ponerse de pie para ofrecer buenas
cantidades de dinero. Este método tenía mucho éxito porque correspondía a la
naturaleza caída del hombre.

En Mateo 6:3 el Señor dijo que cuando demos limosna no debiéramos dejar que
nuestra mano izquierda sepa lo que hace la derecha. Esto quiere decir que
tenemos que dar en secreto, lo cual es absolutamente contrario a la práctica en
el cristianismo. Algunos grupos cristianos incluso publican informes en los que
dan a conocer los nombres de aquellos que dieron las “ofrendas de amor”.

Durante los años 1933 y 1934, la iglesia en Shanghái, la iglesia más grande en el
recobro del Señor en China, tenía necesidad de un terreno donde construir un
salón de reuniones que pudiera acomodar unas quinientas personas. En aquel
entonces los terrenos eran muy caros, y era difícil solventar la compra de una
parcela adecuada. La iglesia necesitaba una propiedad y oró por ella. En 1936
una hermana anciana que tenía bastante dinero poseía una propiedad que
quedaba muy cerca de nuestro salón de reuniones. Esta hermana amaba al
Señor y asistía a la mayoría de nuestras reuniones. Cuando ella supo de la
necesidad que tenía la iglesia de un terreno, tuvo el deseo de ofrendar aquella
propiedad a la iglesia. Sin embargo, al mismo tiempo ella estaba preocupada por
algunos de sus hijos. Al final, ella decidió ofrecer la propiedad a la iglesia por la
mitad de su valor, que era unos veinticinco mil a treinta mil dólares americanos.
Por tanto, la transacción se llevó a cabo haciendo que la iglesia pagase la mitad
de esa suma, y el título de propiedad fue transferido a la iglesia. Cuando ya se
estaban diseñando los planos para el salón de reuniones, la hija de aquella
hermana quiso que la iglesia pusiera en la futura construcción una piedra con
una inscripción en la que dijera que la propiedad había sido donada por aquella
hermana anciana por la mitad de su valor. El hermano Watchman Nee se negó
rotundamente a esto, y se produjo una negociación bastante complicada. El
hermano Nee no cedió ni un centímetro. Nuestro hermano no cedió ni un
centímetro para dar cabida a tal exhibición de gloria humana, pero la hija de
aquella hermana tampoco quiso ceder. A la postre, se anuló la transacción, se
devolvió el título de propiedad a la familia de la hermana y el dinero fue
devuelto a la iglesia. Desde 1936 hasta 1948 la iglesia en Shanghái no pudo
adquirir el terreno que necesitaba para erigir su local. Esto hizo que la iglesia
sufriera, pero tal sufrimiento valió la pena a fin de mantener el principio de la
realidad de la vida del reino en cuanto a las ofrendas materiales.

Mediante el relato de este incidente que forma parte de nuestra historia, ustedes
pueden ver cuál es nuestra postura al respecto, y pueden ver la realidad de la
vida del reino en cuanto a las ofrendas. Jamás hagan exhibición de sus
donativos. A esto se debe que no nos gusta revelar la cantidad de dinero que las
personas han ofrendado a la iglesia. En algunas catedrales y edificios de iglesias
existen inscripciones indicando quiénes donaron ciertos objetos. Por ejemplo,
una banca puede llevar una inscripción indicando quién la donó. ¡Esto es una
vergüenza! Si no fuera por el sistema de impuestos estadounidense que permite
eximir de impuestos el monto de las contribuciones hechas como ofrenda, no
permitiríamos que los que ofrendan den a conocer sus nombres de manera
alguna. Durante todos nuestros años en China, donde había un método distinto
de recaudar impuestos, no permitimos que los santos dieran ofrendas mediante
cheques personales. Todos usaban dinero en efectivo, de tal modo que nadie
podía saber de dónde procedían las ofrendas. Ésta es una buena práctica porque
no da cabida alguna a la carne y a la vanagloria humana.

Además, los hijos del reino también tienen que ser puros internamente en
cuanto a su oración. A veces uno podría ser tentado a querer que los demás
escuchen cuando uno ora. Es maravilloso gritar: “¡Oh, Señor Jesús! ¡Jesús es el
Señor!”; pero no debemos abrigar el deseo de que los demás sepan que estamos
orando. En cierto sentido, es mejor esconder nuestras oraciones de los demás.
Jamás haga exhibición de su vida de oración.

Con respecto al ayuno, el Señor Jesús dijo que los fariseos y los hipócritas
demudaban sus rostros cuando ayunaban, y era como si dijeran: “Miradme;
estoy ayunando”. El Señor Jesús dijo: “Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y
lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas” (Mt. 6:17-18). Ya sea
al dar limosna, al orar o al ayunar, jamás debemos hacer ninguna exhibición de
nuestras buenas obras.

LA ACTITUD QUE LOS HIJOS DEL REINO


DEBEN TENER HACIA LAS RIQUEZAS
No acumular riquezas
A continuación, consideraremos el quinto aspecto de la realidad del reino: la
actitud que los hijos del reino de los cielos deben tener hacia mammon, o sea,
las riquezas (vs. 19-23). ¿Cuál debe ser la actitud de los hijos del reino hacia las
riquezas? En primer lugar, no debemos acumular riquezas aquí en la tierra (vs.
19-21). Tal vez ustedes pregunten: “¿Las cuentas de ahorro no son una manera
de acumular tesoro en la tierra?”. Esto depende de cuál sea su motivo. No hay
nada de malo en hacer algunas preparaciones para el año siguiente o para la
educación de nuestros hijos. De hecho, en las Epístolas se nos dice que los
padres deben atesorar para los hijos (2 Co. 12:14). Tenemos que educar a
nuestros hijos de una manera apropiada, y esto será caro. Como padres,
tenemos la responsabilidad de cuidar de nuestros hijos. Este asunto no tiene
nada que ver con preceptos externos. Todos tenemos que orar con respecto a
estas cosas. Entonces la sabiduría del Señor estará con nosotros y tendremos
claridad con respecto a cuánto debemos ahorrar para el futuro y para nuestros
hijos. Si somos fieles al Señor, Él nos mostrará lo que debemos hacer. Lo
fundamental es que examinemos nuestros motivos. El principio que rige es que
la acumulación de tesoros en la tierra es contrario a la economía de Dios y
expresa una carencia de fe en Su misericordia y cuidado. Que la sabiduría del
Señor esté con nosotros en este asunto.

No servir a las riquezas


El segundo aspecto que tienen los hijos del reino con respecto a las riquezas es
que ellos no pueden servir a ambos, a las riquezas y a Dios (Mt. 6:24). Aunque
podamos tener una cuenta de ahorros, no debemos servir a tales ahorros del
mismo modo que serviríamos a Dios. Dios es el único amo a quien debemos
servir, no al dinero ni a las riquezas. Debemos servir a Dios y a nada más.

Confiar en nuestro Padre


para nuestro sustento diario
El tercer punto es que confiamos en nuestro Padre para nuestro sustento diario.
Los hijos del reino confían en su Padre para su existencia del mismo modo en
que las aves del cielo y los lirios del campo lo hacen (vs. 25-31). El Señor Jesús
fue sabio. Él se valió de las aves como ilustración del cuidado que el Señor nos
provee con respecto a nuestros alimentos y se valió de los lirios como ilustración
del cuidado que el Señor tiene con respecto a nuestra vestimenta. El Señor Jesús
dijo: “Mirad las aves del cielo: no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y
vuestro Padre celestial las alimenta” (Mt. 6:26). Ellas no tienen campos de
cultivo ni graneros, pero tienen muchos siervos. Todos los ricos sirven a las aves
del cielo, las que disfrutan de lo que la gente rica hace por ellas. La gente rica
tiene unos cuantos graneros, pero las aves tienen muchos graneros.

El Señor continuó diciendo: “Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no
se afanan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón en toda su gloria se vistió
como uno de ellos” (Mt. 6:28-29). ¿Quién le proporcionó la vestimenta a los
lirios? ¡Fue Dios mismo! Nosotros debemos ser como las aves de los cielos y
como los lirios del campo confiando en nuestro Padre en los cielos que cuida de
nosotros.

Algunos que son irresponsables y perezosos, pueden hallar que esto es igual a su
concepto natural. Tal vez digan: “¡Esto es maravilloso! No tenemos que trabajar.
Dios nos alimentará y nos vestirá. Somos como las aves de los cielos. No
necesitamos hacer nada. Dios cuidará de nosotros”. Sin embargo, si adoptamos
tal actitud, Dios no cuidará de nosotros. Jamás debemos olvidar que enseguida
vienen otros versículos. Mateo 6:33 dice: “Mas buscad primeramente Su reino y
Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Tenemos que buscar el reino;
no debemos ser descuidados ni perezosos. Si buscamos primeramente el reino y
la justicia de Dios, Él ciertamente cuidará de nosotros. Sin embargo, no
debemos ser descuidados, sino que debemos buscar con seriedad el reino de
Dios y Su justicia.

CRISTO ES EL REINO
Hemos visto que el reino de Dios es simplemente otro término para referirse a
Cristo. Buscar el reino significa buscar a Cristo. En el libro de Filipenses no
encontramos un término como el reino, pero sí encontramos un sinónimo:
Cristo. Buscar primeramente el reino en realidad significa buscar primero a
Cristo. Más aún, no debemos buscar a Cristo de una manera superficial o
general, sino conforme a la manera que corresponde a la vida del reino. ¿Qué es
la vida del reino? Desde el comienzo de la Biblia vemos que el reino de Dios
tiene dos aspectos: la imagen y la autoridad. Dios creó al hombre a Su propia
imagen y le dio dominio sobre todas las cosas (Gn. 1:26-28). Tenemos que ver
que la imagen guarda relación con la expresión de Dios y que el dominio guarda
relación con la autoridad de Dios. Si hemos de expresar la imagen de Dios,
necesitamos la autoridad de Dios. En esto consiste el reino. Cristo es el reino de
Dios. Con Cristo tenemos tanto la imagen de Dios como Su autoridad. Si en
verdad buscamos a Cristo con toda seriedad, Él será nuestra expresión y
autoridad. Si tenemos a Cristo, tenemos el reino. Si buscamos primeramente a
Cristo, Dios atenderá a nuestras necesidades. Esto no es un asunto de renunciar
a algo y perder ciertas cosas, sino que es un asunto de tomar a Cristo. Las
personas tal vez nos pregunten por qué no practicamos ciertas cosas; la mejor
respuesta es decirles que no tenemos tiempo para ello, ya que estamos
sumamente ocupados. Además, no tenemos lugar ni encontramos espacio para
nada más. En cuanto al tiempo y el espacio se refiere, estamos completamente
ocupados con Cristo. Ésta debe ser nuestra actitud.

Por ser hijos del reino debemos ser puros en todas nuestras buenas obras.
Nuestra actitud hacia mammon, o sea, las riquezas, es que no estamos al
servicio de ellas, sino de Dios, y que tampoco ponemos nuestra confianza en
ellas. Nuestra confianza está puesta en el Padre. Él es quien atiende a nuestras
necesidades. Solamente tenemos que preocuparnos por Su reino y Su justicia.
Tanto el reino como la justicia son Cristo mismo en nuestra experiencia. Es en
virtud de Cristo que somos aprobados por Dios y somos rectos para con los
demás según Dios. Tenemos que experimentar a Cristo como nuestra justicia en
términos prácticos, siendo rectos delante de Dios y rectos para con los demás
según Dios mismo. Esto es Cristo expresado a través de nosotros. Cristo es el
reino y Cristo es la justicia. Si buscamos a Cristo como el reino y la justicia,
nuestro Padre celestial atenderá a nuestras necesidades. Todo cuanto
necesitemos nos será añadido. ¡Esto es maravilloso! Ésta es la realidad de la
vida del reino.

CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

LA REALIDAD DEL REINO


(3)
Lectura bíblica: Mt. 7:1-27; 12:36; 19:23-26

Hemos considerado cinco aspectos de la realidad de la vida del reino: el carácter


de los hijos del reino, la influencia que ejercen los hijos del reino, la justicia
propia de los hijos del reino, la pureza que tienen los hijos del reino en sus
buenas obras y la actitud que los hijos del reino deben tener con respecto a
mammon o las riquezas. Ahora llegamos al sexto aspecto: el principio rector que
tienen los hijos del reino en su relación con los demás. Éste es el principio que
debe regir la manera en que nos relacionamos con los demás y como los
tratamos.

NO JUZGAR A LOS DEMÁS


Lo dicho por el Señor en Mateo 7:1-12 está muy claro. A fin de tener una
relación apropiada con los demás tenemos que observar este principio: jamás
debemos juzgar a otros. Juzgar incluye criticar y participar en chismes. Incluso
hablar de una persona implica juzgarlo. Es muy fácil para los creyentes e
incrédulos participar en chismes. Simplemente nos encanta saber cosas acerca
de los demás y hablar acerca de otros. Para evitar esto, es mejor no saber nada
de los santos. Cuando los hermanos y hermanas me invitan a sus hogares me
gusta permanecer en la sala, no me gusta entrar en su cocina o en otros sitios de
la casa, sino que prefiero recluirme en la sala. ¿Por qué? Porque cuanto más
cosas veo en la casa de algún hermano, más sé acerca de él y más material tengo
para dar lugar a los chismes. La mejor manera de prevenir los chismes es dejar
de recoger material. Si uno quiere extinguir un fuego, el mejor método es retirar
todo lo que pueda servir de combustible. Cuando no haya combustible, nada
podrá arder.

Sin embargo, he descubierto algo que es lamentable y vergonzoso: a muchos de


los queridos santos les gusta saber las cosas de otros. Una vez que ellos entran
en la casa de alguien, se esfuerzan por mirar en todos sus cuartos, incluyendo
todos los rincones. A este respecto, no hay diferencia entre occidentales y
orientales; ambos son exactamente iguales. Debido a que todos descendemos de
Adán, todos somos “lobos de una misma camada”. Todos queremos enterarnos
de muchas cosas con respecto a otros. Cuando somos invitados a algún hogar,
queremos saber qué hay en todos los cuartos. Aunque es muy difícil para
algunos santos recordar cuántos capítulos tiene Mateo, les es muy fácil recordar
todo cuanto vieron en la habitación de alguien.

A manera de hacer un contraste con esta mala costumbre, permítanme contarles


acerca de un hermano oftalmólogo que residía en Shanghái, quien había
aprendido una lección de vida. Cuando él llamaba a la puerta, aun si la puerta
estuviera abierta, no entraba sino hasta que se le daba permiso. Una vez que le
invitaban a pasar, no se sentaba sino hasta que se lo pedían y aún entonces no se
sentaba en cualquier lugar, sino en el que le ofrecían. Más aún, no se sentía con
derecho a observar ningún objeto, a tomar algún libro ni entrar en los otros
cuartos. Algunos santos, empero, se sienten en libertad de abrir cualquier libro,
abrir los cajones, los armarios e incluso el refrigerador, comportándose como si
fueran los señores de esa casa. Se toman el derecho de observarlo todo, de
investigar y de recolectar material para sus chismes. Tienen que tener bien en
claro que cuanto más sepan acerca de los demás, más participarán en chismes.
Si han reunido el material para ello, no podrán evitar contar chismes, ya que lo
que ha entrado en su ser ciertamente tendrá que salir. No dejen que tantas cosas
entren en ustedes y entonces podrán evitar los chismes.

Participar en chismes es simplemente otra forma de juzgar. Recuerden que


ustedes serán juzgados de la misma manera en que juzgaron a los demás. Así
pues, es mejor no juzgar. Y la mejor manera de no juzgar es no saber. Aprendan
a ser ignorantes con respecto a tantas cosas. El mejor método consiste en
simplemente no saber nada acerca de otros. Entonces no tendrán de qué hablar
y podrán decirle a los demás, con toda honestidad, que no saben. Incluso si
saben de algo, deben rehusarse a conversar sobre ello. Ésta es la manera
apropiada de no juzgar a los demás.

PALABRAS OCIOSAS
Mateo 12:36 nos dice que daremos cuenta de toda palabra ociosa en el día del
juicio. Todas nuestras palabras ociosas serán juzgadas entonces. No debiéramos
pensar que después de haber participado en chismes no tendremos problemas;
pues el Señor ha dicho que nuestras palabras ociosas serán juzgadas. Cuando
era joven aún no se habían inventado las grabadoras, y mientras leía estos
versículos me preguntaba cómo sería posible grabar cada una de las palabras
que decimos. Sin embargo, hoy los seres humanos ya inventaron las grabadoras.
Tal vez haya una especie de grabadora en los cielos donde se hallan registradas
todas nuestras palabras. Por tanto, debemos ser cuidadosos. Un día el Señor
podría decir: “Escucha esta grabación de una conversación que tuviste en la casa
de las hermanas”. La mejor manera de no juzgar es no hablar. Me siento muy
triste cuando llega a mis oídos los rumores que circulan entre los santos. Estos
rumores se deben a que hablamos, y nuestro hablar es una especie de juicio. Si
quiere dejar de juzgar, deje de hablar palabras ociosas. Entonces usted podría
preguntarme: “Hermano, ¿qué debemos hacer con nuestra boca? Dios nos dio
dos labios y una lengua. Tenemos que usar nuestra boca”. Esto es correcto. Cada
vez que nos reunimos debemos usar nuestros labios para invocar el nombre del
Señor y alabarle. Debemos tener comunión con respecto a la gracia del Señor.
Hay muchas cosas positivas de las cuales hablar. ¿Por qué discutimos asuntos
negativos y sin provecho?

No critiquen a los demás ni intenten corregirles. Tal vez ustedes piensen que
hay una paja en el ojo de su hermano, pero no han visto que hay una viga en su
propio ojo (7:3). Si desean quitar aquella paja, primero tienen que comprender
que la fuente se encuentra en su propio ojo. Si quitan la viga que está en su ojo,
descubrirán que la paja en el ojo de su hermano ha desaparecido. El problema
no es con el ojo de su hermano, sino con sus propios ojos. Por tanto, no intenten
quitar la paja del ojo de su hermano, sino quiten la viga que está en el suyo; y
entonces encontrarán que la paja ya no está en el ojo de su hermano.

TENER DISCERNIMIENTO
Si son descuidados en cuanto a su hablar, perderán su discernimiento. No
podrán discernir cuál es el momento adecuado para hablar ni cual es lo más
apropiado que decir con respecto al Señor. Debido a que habrán perdido su
discernimiento, darán lo santo a los perros y echarán sus perlas delante de los
cerdos (Mt. 7:6). No podrán detectar los momentos correctos ni tampoco
podrán identificar a las personas correctas con las que deben compartir las
cosas santas de Dios. Algunas personas son como perros, por lo que no
debiéramos darles las cosas santas a ellos. Otros son como cerdos, y no
debiéramos echar nuestras perlas delante de ellos. ¿Cuáles son las cosas santas?
En Mateo 7:6 las cosas santas denotan las verdades de Dios. Toda verdad de
Dios es una cosa santa. Las perlas representan nuestras experiencias de Cristo.
Cuando presentemos la verdad a las personas es necesario que tengamos
discernimiento. Tenemos que discernir qué cosas decir y cuánto abarcar. Si
somos demasiado habladores, hablaremos sin el debido discernimiento, sin
restricción alguna, y terminaremos presentando las cosas santas de Dios a la
persona equivocada. Debemos tener el debido discernimiento para reconocer
cuándo tenemos a un perro delante de nosotros. En tales ocasiones, necesitamos
ejercitar nuestro espíritu para restringir nuestro hablar. Debemos comprender
que algunas personas son cerdos. No debiéramos presentar nuestras
experiencias de Cristo a tales personas; si lo hacemos, ellas las pisotearán y nos
acarrearán graves perjuicios.

Ahora podemos entender por qué el Señor Jesús vinculó la necesidad de tener
discernimiento con juzgar a los demás. Si sabemos cómo abstenernos de juzgar
y cómo ejercitar nuestro espíritu para tener pleno control sobre nuestro hablar,
entonces tendremos el discernimiento necesario para saber quién es la persona
correcta y cuál es el momento apropiado para compartir las verdades de Dios y
nuestras experiencias de Cristo. Tener tal discernimiento depende de que nos
ejercitemos en rehusarnos a juzgar. Jamás debemos criticar o juzgar a otras
personas o a otras iglesias locales.

LA ORACIÓN
Nuestro hablar también guarda relación con otro asunto muy importante:
nuestra oración. En Mateo 7:7-8 el Señor dijo que al que pide, se le dará; el que
busque, hallará; y al que llama, se le abrirá. Pedir, buscar y llamar están
vinculados con el juzgar que hacemos. El Señor dio a entender que una persona
que juzga a los demás no podrá tener una vida apropiada de oración. Cuanto
más juzgamos o hablamos o chismeamos, menos podremos orar. Esto se los
garantizo. Por el contrario, cuanto menos participemos en chismes y menos
hablemos, más oraremos. Si por un lado adoptamos la práctica de no hablar, no
contar chismes y no juzgar, y por otro lado ejercemos el discernimiento debido
al compartir las verdades de Dios y las experiencias de Cristo con los demás,
entonces podremos orar. Primero pediremos, después buscaremos y finalmente
llamaremos. A veces es suficiente pedir; pero en otras ocasiones será necesario
que busquemos y llamemos. Podemos decir que pedimos la gracia del Señor,
buscamos Su persona y llamamos para obtener Su presencia. Es fácil obtener la
gracia del Señor, pero es difícil contar con Su persona y aun más difícil tener la
presencia del Señor.
Una vida apropiada de oración está vinculada con “No juzguéis”. Si no hablamos
descuidadamente, ni somos descuidados al presentar las verdades de Dios y
nuestras experiencias de Cristo, entonces tendremos una vida apropiada de
oración y tendremos la base necesaria para pedir, buscar y llamar.

Esta sección concluye con Mateo 7:12 que dice: “Así que, todo lo que queráis que
los hombres os hagan a vosotros, así también hacedlo vosotros a ellos”. Esto
significa que si esperamos que los demás nos traten de cierto modo, primero
nosotros debemos tratarlos a ellos del mismo modo. No traten a los demás de
una manera distinta a la que ustedes mismos quieren ser tratados. Éste es el
principio. Sean justos; si desean que los demás los traten de cierto modo, así
también ustedes deben tratarlos a ellos.

POR SU VIDA
Nos es imposible cumplir con todos estos requisitos en virtud de la vida que
recibimos en nuestro nacimiento natural. Pero por nuestro nuevo nacimiento
hemos recibido la vida divina que puede cumplir con todos esos requerimientos.
Estoy seguro que el Señor Jesús en usted jamás hablará demasiado. Siempre
que veo a una hermana contando chismes o a un hermano hablando demasiado,
muevo la cabeza porque sé que el Señor Jesús jamás hablaría así. Tales chismes
ciertamente no son el Señor; Él jamás chismearía ni hablaría tanto. ¡Alabado sea
el Señor! ¡Él es nuestra vida!

LAS BASES PARA EL ANDAR Y LA OBRA


DE LOS HIJOS DEL REINO
Ahora abordaremos el último aspecto en cuanto a la vida del reino: las bases
para el andar y la obra de los hijos del reino de los cielos (Mt. 7:13-29). Por favor
note que hablamos de bases, en plural, pues no existe una sola base sino varias.
Nuestro andar y nuestro comportamiento, nuestra vida y obra, deben tener la
base apropiada. Todo cuanto somos y hacemos debe estar sólidamente basado
en los fundamentos correctos.

La puerta estrecha y el camino angosto


La primera base es la puerta estrecha y el camino angosto (Mt. 7:13-14). Tanto la
puerta como el camino son angostos. Si bien algunas versiones usan dos
diferentes adjetivos para describir la puerta y el camino, en realidad ambos
adjetivos tienen el mismo significado. En este versículo ambas palabras
significan estrecho. La diferencia radica en que la estrechez de la puerta es
bastante corta, mientras que la del camino es bastante larga. La puerta es
estrecha porque su estrechez abarca una distancia muy pequeña, mientras que
el camino es angosto debido a que abarca una distancia muy larga. Tal vez sea
fácil pasar por la puerta estrecha, pero es muy difícil andar por el camino
angosto. El camino es muy limitado. No debemos decir que la puerta es angosta,
sino estrecha. La puerta no implica constante limitación, sino una breve
estrechez. Pero el camino sí es restrictivo. En otras palabras, el ancho de la
puerta y la anchura del camino son iguales; la única diferencia radica en que la
puerta prácticamente carece de longitud, mientras que el camino implica
longitud. Tanto nuestra puerta como nuestro camino son estrechos. Según el
concepto humano, podríamos pensar que si bien la puerta es bastante estrecha,
el camino se hará más amplio a medida que prosigamos. Pero en el reino el
camino es angosto de principio a fin. ¿Tomarán ustedes este camino? Debido a
que el camino es estrecho, también es angosto. Mientras permanezcamos en
este camino, no es posible cambiar de carril, pues solamente hay un carril. No
podemos movernos de izquierda a derecha, ni de derecha a izquierda, como si
estuviéramos en una autopista. Además, no podemos pasar a otros. Tenemos
que ser pacientes. No debemos intentar pasar a los que están delante de
nosotros; si lo hacemos nos encontraremos fuera del camino. Aunque el camino
es estrecho y angosto, nos lleva a la vida. En este versículo la vida no se refiere a
la semilla del reino, sino a la cosecha del reino.

Hemos visto que el reino tiene dos facetas: como semilla y como cosecha.
Ambos denotan a Cristo como nuestra vida. Cristo es la semilla del reino al ser
nuestra vida y Cristo también será la cosecha del reino como nuestra vida. Con
respecto a la semilla, es necesario que la vida entre a nosotros; pero con
respecto a la cosecha, nosotros somos los que debemos entrar en la vida. En la
Biblia se nos presentan estos dos lados: la vida zoé entra en nuestro ser, y
nosotros entramos en la vida zoé. La vida zoé ha entrado en todo aquel que
creyó en el Señor Jesús, pero no todos los creyentes auténticos entrarán en la
vida zoé en el futuro. Que la vida zoé haya entrado en nosotros significa que
somos salvos, pero entrar en la vida zoé en el futuro significa que habremos
entrado en la manifestación del reino, la fiesta de bodas. Que la vida eterna haya
entrado en nosotros significa que tenemos a Cristo como la semilla, pero entrar
en la vida eterna en el futuro significa que Cristo ha madurado en nosotros.
Mateo 7:14 no se refiere a que la vida zoé entre en nuestro ser, sino a que
nosotros entremos en la vida zoé. ¿Qué puerta y qué camino nos conduce a la
vida zoé, esto es, a la cosecha del reino? Ciertamente es la puerta estrecha y el
camino angosto.

Tanto la puerta como el camino son estrechos. Si uno ha experimentado a Cristo


de este modo, sabe cuán estrechos son ambos. Aunque debemos ser flexibles, no
debemos ser espaciosos. Nuestra puerta no es amplia ni tampoco lo es nuestro
camino. La puerta es angosta como el ojo de una aguja. En Mateo 19:24 el Señor
Jesús usó el ejemplo de un camello que tiene que pasar por el ojo de una aguja,
para describir cuán estrecha es la puerta que conduce a la cosecha del reino.
¿Sabe usted cuán grande es usted por nacimiento? Usted es por lo menos del
tamaño de un camello. Debido a su nacimiento natural usted se hizo un camello
y después adquirió cargas muy pesadas. Éste es el significado correcto de lo
dicho por el Señor en Mateo 19:24. Somos camellos por nuestro nacimiento
natural, y el ojo de la aguja representa la puerta estrecha por la cual debemos
pasar para entrar en la madurez del reino. Como camellos, hemos sido cargados
de cosas mundanas, lo cual hace que sea imposible para nosotros pasar por el
ojo de una aguja. ¡Pero el Señor puede hacer esto! Él puede reducirnos. Todos
hemos experimentado la obra reducidora del Señor. Él sabe cómo hacerlo.
Cuando uno le dice: “Señor Jesús, te amo”, Él responde: “Te reduciré. Cuanto
más me ames, más debes estar preparado a que Yo te reduzca. Entonces te será
fácil pasar por el ojo de una aguja”. No importa cuán estrecha sea la puerta,
podremos pasar fácilmente a través de dicha puerta una vez que hayamos sido
reducidos. Como aquellos que han sido reducidos, podemos entrar por la puerta
estrecha y proceder a lo largo del camino angosto. Éste es el camino que
conduce a la madurez en el reino, que nos introduce en la vida zoé. La vida zoé
ya entró en nosotros, pero ahora andamos por el camino angosto a fin de entrar
en la vida zoé, en la cosecha, en la madurez del reino. Esta madurez del reino es
la plena manifestación de la vida zoé.

Muchos cristianos dicen estar en lo correcto con respecto a ciertos asuntos. Pero
no debiéramos prestar mucha atención a lo que dicen, sino que debemos
ponerlos a prueba en conformidad con la puerta estrecha y el camino angosto.
¿Están ellos caminando en el camino ancho? ¿Les es fácil sobrepasar a los que
van delante de ellos? ¿Siempre pueden hacer lo que prefieren? De ser así, no
están en el camino angosto que conduce a la cosecha del reino. Más bien, están
en el camino ancho. La puerta ancha y el camino espacioso llevan a la
destrucción. En el griego la palabra destrucción conlleva dos significados:
perecer o perderse, y ser destruido. En este pasaje no significa perecer o
perderse, sino que significa sufrir la destrucción de toda nuestra obra. Este
mismo pensamiento está presente en Mateo 7:24-27 que menciona la casa
edificada sobre la arena. Cuando la lluvia caiga desde lo alto, cuando el río
aumente su caudal y cuando soplen los vientos, aquella casa será destruida. Su
persona será resguardada, pero su obra será destruida. Esto quiere decir que
usted mismo será salvo, pero su obra, todo lo que usted logró después de ser
salvo, será destruida. El concepto presente en estos dos versículos no guarda
relación con el hecho de ser salvos o con perderse eternamente. Entrar en la
vida no significa ser salvo, pues ninguna persona que no haya sido salva podrá
pasar por la puerta estrecha. Ninguna persona que no haya sido salva podrá
jamás andar en el camino angosto. Todos los que pasan por la puerta estrecha y
andan en el camino angosto son salvos. Así que, entrar en la vida significa que
después de ser salvos, debemos considerar nuestro andar y nuestra obra, ya que
ambos afectarán nuestro futuro. Si nuestra obra es destruida, sufriremos
pérdida (1 Co. 3:15). Si nuestra obra permanece, recibiremos la recompensa de
entrar en el reino. Ser salvos es una cosa, y entrar en el pleno disfrute del reino
es otra. Este pleno disfrute del reino está representado por la fiesta de bodas.

Ser llamados es ser salvos. Sin embargo, ser escogidos, o sea, ser aptos para la
fiesta de bodas, todavía está por determinarse. Ello depende de la puerta por la
que entremos y del camino por el que andemos. Si entramos por la puerta ancha
y recorremos el camino ancho, nuestro andar y nuestra obra serán destruidos, y
nos perderemos la fiesta de bodas. Si entramos por la puerta estrecha y
tomamos el camino angosto, esto nos conducirá a la vida, a la madurez de la
vida zoé, la cosecha del reino. Entonces entraremos en la fiesta de bodas.

El fruto de un árbol bueno


La segunda base para el andar y obra que tienen los hijos del reino es el fruto
producido por un árbol bueno (Mt. 7:15-20). En estos versículos hay uvas e
higos, pero también hay espinos y abrojos. Éstos proceden de dos fuentes
distintas. Ya vimos que los espinos y abrojos proceden de Satanás. En Génesis
3:18 Satanás es revelado como la fuente de los espinos y abrojos. En el Nuevo
Testamento vemos que Cristo como la expresión misma de Dios es la fuente de
las uvas y los higos. Estas dos fuentes son dos vidas. Satanás es la fuente de la
vida que produce espinos y abrojos. Cristo, la expresión de Dios, es la fuente de
la vida que produce uvas e higos.

Jamás sean engañados por las diversas enseñanzas y prácticas. Más bien,
examinen los frutos. Es posible que los cristianos fundamentalistas digan que
están en lo correcto, los pentecostales probablemente digan lo mismo y también
los cristianos formales digan que están en lo correcto. Nosotros no debemos
dejarnos influenciar por lo que ellos dicen, sino que debemos examinar sus
frutos. Incluso si algunas iglesias locales afirman estar en lo correcto, todavía
será necesario que examinemos sus frutos. Esto no guarda ninguna relación con
lo que uno enseña o dice; lo relevante aquí es el fruto que produce. El fruto es la
base. A fin de conocer a cualquier persona, grupo o actividad entre los cristianos
actuales, tenemos que examinar sus frutos. Nuestro aprecio debe tener como
base los frutos que producen. No debemos dejarnos impresionar por lo mucho
que algunos hablan, enseñan o arguyen. Debemos considerar los frutos. El
propio Señor Jesús nos dijo claramente que existen estas dos categorías de
frutos. Los que son falsos jamás admitirán que son falsos, sino que dirán estar
en lo correcto. Por tanto, no debe afectarnos lo que la gente dice, sino que
debemos examinar el fruto. Del mismo modo que conocemos un árbol por su
fruto, también debemos conocer una obra por su fruto. Prestemos atención
únicamente al fruto. Si la iglesia local en cierta ciudad es apropiada, ciertamente
veremos el fruto correspondiente. ¿Qué es el fruto? Es algo propio de la vida que
se manifiesta a sí misma como uvas e higos, no como espinos y abrojos.
Tenemos que conocer a una iglesia, a un individuo y una obra por sus frutos. El
fruto es la base.

La voluntad de Dios
La tercera base es la voluntad de Dios, no es ninguna obra (Mt. 7:21-23). Viene
el día en que muchos vendrán ante el Señor y le dirán: “Señor, Señor, ¿no
profetizamos en Tu nombre, y en Tu nombre echamos fuera demonios, y en Tu
nombre hicimos muchas obras poderosas?”. Pero el Señor les declarará: “Nunca
os conocí; apartaos de Mí, hacedores de iniquidad”. (La misma palabra griega
que en Mateo 7:23 se tradujo “conocí” es traducida como “admito” en Romanos
7:15, donde Pablo dice: “Lo que hago, no lo admito” o “no lo apruebo” [lit.]. Esto
no quiere decir que él no sabía lo que hacía, sino que no lo admitía, no lo
aprobaba. Asimismo, en Mateo 7:23, no es que el Señor no supiera quiénes eran
ellos, sino que Él no había aprobado hacer tales obras. Así pues, ellos habían
profetizado, pero el Señor jamás les había aprobado hacerlo. Echaron fuera
demonios, pero lo hicieron a su modo, sin tener el consentimiento del Señor.
Hicieron milagros, pero el Señor jamás aprobó hacer milagros de ese modo. Lo
que el Señor quería que hicieran era la voluntad de Dios. ¿Qué es la voluntad de
Dios? Es la venida del reino. “Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el
cielo, así también en la tierra” (6:10).

Las Epístolas nos dicen que la voluntad de Dios es la vida del Cuerpo. Romanos
12:2 nos dice que no debemos amoldarnos a este siglo, sino que debemos ser
transformados por medio de la renovación de nuestra mente, para que sepamos
discernir y comprobar cuál es la voluntad de Dios. La voluntad de Dios es única,
que es, obtener la iglesia, el reino. No consiste en profetizar, echar fuera
demonios o realizar milagros. La voluntad de Dios consiste en hacer realidad la
vida de iglesia y el reino.

Podría parecer ilógico afirmar que una persona que no está en la voluntad de
Dios puede realizar milagros. ¿Cómo es posible que una persona ajena a la
voluntad de Dios pueda llevarlos a cabo? Hace algunos años yo también tenía
este pensamiento. Pero la experiencia me ha enseñado que las personas pueden
realizar ciertos milagros independientemente de la voluntad de Dios.
Recientemente supe de un hombre que realizó muchos milagros en el nombre
del Señor, pero cuya vida personal era degradada e inmoral. Ahora podemos
entender por qué el Señor no refutará a quienes vengan a Él diciendo haber
hecho milagros en Su nombre. El Señor no negará que esto haya sido así, pero
les dirá que jamás les había dado permiso para hacer tales cosas. ¡Sean
cuidadosos! No piensen que siempre y cuando su profecía se cumpla, ustedes
estarán en lo correcto. No piensen que los milagros que realizaron habrán de
justificarlos. Incluso echar fuera demonios, por sí mismo, no será lo que los
justifique. La única justificación disponible para nosotros es buscar el reino,
pues la voluntad única de Dios es obtener el reino.

La palabra de Cristo
Ahora llegamos a la última base: la palabra de Cristo como la roca. Nuestra obra
debe realizarse de acuerdo a la palabra viviente de Cristo y no según la letra
muerta. La palabra viviente de Cristo es la roca sobre la cual podemos edificar.
Si nuestra obra es edificada sobre el fundamento de la palabra de Cristo como la
roca, entonces nuestra obra habrá de permanecer cuando caiga la lluvia, vengan
las inundaciones y los vientos soplen. De otro modo, nuestra obra será destruida
cuando sea probada desde estas tres direcciones. Las lluvias representan las
pruebas que provienen de Dios; las inundaciones representan las pruebas que
proceden del hombre, y los vientos simbolizan las pruebas procedentes de
Satanás. Algunas pruebas vienen de Dios, otras de los hombres y otras de
Satanás, pero si nuestra obra está basada en la palabra de Cristo como la roca,
ella permanecerá a pesar de las pruebas. Las pruebas que Dios nos envía como
lluvia no destruirán tal obra; por el contrario, cuanto más lluvia caiga, más
fuerte se hará la obra.

De Mateo 5 al 7 las palabras del Señor abarcan muchos aspectos de la vida que
lleva el pueblo del reino. Quiera el Señor abrir nuestros ojos y corazones para
que recibamos estas cosas. Sin embargo, tenemos que saber que el Señor jamás
tuvo la intención de que hagamos realidad estas palabras por nosotros mismos.
Estas palabras son simplemente la revelación de la realidad de la vida del reino.
Nuestra vida humana natural es inadecuada. En Mateo 5 al 7 vemos el vivir y la
realidad del Señor Jesús, quien es la vida divina. Después de ver esto, todos
tenemos que decir: “Señor Jesús, Tú eres la realidad. Tú eres la vida para la
realidad del reino. Tu vida satisface los requisitos del reino. Señor, ayúdame a
abrir mi ser. Señor, ven a mí todos los días y nútreme, satúrame, poséeme,
transfórmame y hazme una parte de Tu madurez a fin de tener parte en la
manifestación plena del reino”. Al final, todos los aspectos de la realidad del
reino en estos tres capítulos estarán presentes en nuestras vidas. Nuestra vida
diaria y nuestra obra corresponderán exactamente a lo descrito en estos
capítulos. Estaremos en la realidad del reino e incluso llegaremos a ser la
realidad del reino.

CAPÍTULO TREINTA Y CINCO

LA APARIENCIA DEL REINO


Lectura bíblica: Mt. 5:3, 8, 10, 11, 20; 7:21; 18:3; 13:24-33; 16:6; Mr.
8:15

Como dijimos antes, en los capítulos 5, 6 y 7 de Mateo se revela la realidad del


reino. No debemos considerar que estos capítulos tienen meramente un
significado dispensacional y que se aplican únicamente al futuro. Estos capítulos
también tienen que ser aplicados a nuestra situación actual en la vida de iglesia.
La vida apropiada de iglesia es la realidad del reino. La realidad del reino puede
ser hallada en la vida apropiada de iglesia.

También vimos que Mateo contiene muchas semillas de la verdad. Las semillas
sembradas en Mateo se desarrollan en las Epístolas. Por ejemplo, en Mateo 5
vemos sembrada la semilla en cuanto al espíritu humano. El Señor dijo:
“Bienaventurados los pobres en espíritu”. La semilla en cuanto al corazón del
hombre también está sembrada allí, pues el Señor dijo: “Bienaventurados los de
corazón puro”. En las Epístolas hay muchos versículos que tratan sobre nuestro
espíritu y nuestro corazón. Mientras que Mateo menciona nuestro espíritu y
nuestro corazón de una manera muy breve, las Epístolas lo hacen por medio de
muchos versículos. Esto indica que nuestro espíritu y nuestro corazón se halla
sembrado en Mateo como una semilla, y después podemos ver el florecimiento
de esta semilla en las Epístolas. Con base en este principio, podemos darnos
cuenta de que los capítulos 5, 6 y 7 de Mateo no solamente conciernen a una
dispensación futura, sino que también se aplican a nuestra situación actual.

TRES ASPECTOS DEL REINO


A fin de entender este asunto del reino de los cielos, tenemos que darnos cuenta
que el reino tiene tres aspectos. Si no vemos estos tres aspectos, jamás
podremos entender cabalmente la definición del reino presentada en Mateo.
Estos tres aspectos son: la realidad del reino, la apariencia del reino y la
manifestación del reino. En Mateo estos tres aspectos se abarcan en tres
grandes secciones. En Mateo 5—7 el Señor Jesús presentó la realidad del reino
de los cielos. Las parábolas relatadas junto al mar en Mateo 13 revelan la
apariencia del reino, y las profecías contenidas en Mateo 24 y 25 revelan la
manifestación del reino. La realidad del reino y la apariencia del reino están
presentes hoy, pero la manifestación del reino ocurrirá en el futuro. A fin de
comprender mejor la diferencia entre estos tres aspectos del reino, por favor
vean el diagrama donde se muestra la diferencia entre el reino de los cielos y el
reino de Dios. Según este diagrama, el reino de Dios es un término general que
incluye seis aspectos. El reino de Dios es el reinado o gobierno ejercido por Dios
desde la eternidad pasada y hasta la eternidad futura. El primer círculo
representa la sección del reino de Dios que es anterior a la creación. El segundo
círculo representa la sección del reino de Dios que es anterior a la ley, esto es,
desde Adán hasta Moisés (Ro. 5:14), y el tercer círculo representa la sección del
reino de Dios abarcada por la dispensación de la ley, esto es, desde Moisés hasta
Cristo (Jn. 1:17). El cuarto y el quinto círculos representan el reino de los cielos,
incluyendo el milenio. El círculo final representa el nuevo cielo y la nueva tierra
con la Nueva Jerusalén.

En la cuarta sección hay cuatro círculos que representan diversos aspectos del
reino de los cielos. El círculo más interno representa la realidad del reino de los
cielos. Este representa a los creyentes vencedores. Los creyentes mencionados
en este círculo son como aquellos descritos en Mateo 5—7: pobres en espíritu,
puros de corazón, tienen hambre y sed de justicia, son mansos y
misericordiosos, y poseen la justicia insuperable. Éstos no son solamente
creyentes, sino que son creyentes vencedores. Por tanto, ellos representan la
realidad del reino hoy. Ellos están en la realidad del reino y son la realidad del
reino.

Rodeando este círculo interno hay un segundo círculo que representa a la


iglesia, la cual está compuesta por todos los cristianos verdaderos. Esto indica
que no todos los cristianos verdaderos están en la realidad del reino, pero sí
están en la iglesia. Debido a que ellos fueron comprados con la sangre del
Cordero y porque han renacido del Espíritu Santo, son cristianos verdaderos y,
por tanto, forman parte de la iglesia. Sin embargo, todavía está por verse si,
después de haber nacido de nuevo, ellos serán vencedores. En la iglesia hay dos
categorías de cristianos verdaderos. Una categoría está compuesta por aquellos
que han nacido de nuevo pero no están venciendo; y la otra categoría, la más
elevada, está compuesta por aquellos cristianos que están venciendo. Los
cristianos vencedores representan la realidad del reino. Los cristianos
vencedores más todos los que son cristianos verdaderos pero que están
derrotados, componen la iglesia.

Fuera del segundo círculo hay un tercer círculo que representa la apariencia del
reino. En la actualidad hay algunos que solamente son cristianos de nombre.
Éstos son los llamados cristianos nominales; no son verdaderos cristianos.
Pertenecen a la cristiandad, mas no están en la iglesia. Ellos jamás han sido
redimidos por la sangre y tampoco han renacido del Espíritu. Son cristianos sólo
en nombre. Esto quiere decir que ellos son cizaña, no son trigo. Fuera del tercer
círculo hay un cuarto círculo que representa al mundo o las naciones. Según este
cuadro existe la realidad del reino, la iglesia y la apariencia del reino. En cuanto
a la apariencia del reino, está representada por la cristiandad actual. Hay muy
poca diferencia y separación entre el cristianismo y el mundo.

Por tanto, podemos afirmar que básicamente hay tres clases de cristianos:
primero están los cristianos victoriosos y vencedores que están en la realidad del
reino de los cielos y también están en la iglesia. La segunda clase está
conformada por aquellos verdaderos creyentes que se encuentran derrotados.
Ellos están en la iglesia porque son auténticos creyentes, pero no están en la
realidad del reino de los cielos. El tercer grupo son aquellos que solamente son
cristianos de nombre. Tales cristianos nominales abundan en la cristiandad de
hoy; no forman parte de la iglesia. Y por supuesto, fuera del cristianismo está el
mundo con todos los incrédulos. Éstos conforman el grupo más grande de
personas sobre la tierra hoy en día. Tal vez el segundo grupo más grande sea el
de los cristianos falsos pertenecientes a la cristiandad. El siguiente grupo más
numeroso está formado por los cristianos verdaderos que están en la iglesia, y el
grupo más pequeño está conformado por los vencedores dentro de la iglesia.
Estos tres grupos de personas están incluidos dentro de la era o dispensación de
la iglesia.

Después de esta sección continua la segunda sección del reino de los cielos, que
es, la manifestación del reino. Después de la dispensación de la iglesia, el Señor
regresará y el reino de los cielos será manifestado. Este aspecto se llevará a cabo
en el futuro e incluirá el milenio. En el Nuevo Testamento se revela claramente
que el milenio tiene dos partes o secciones: la parte superior, que es la parte
celestial, y la parte inferior, que es la parte terrenal. La parte superior es la
manifestación del reino en donde el Señor Jesús y todos los santos vencedores
reinarán como reyes. La parte inferior está compuesta de la nación reavivada de
Israel que ocupará el lugar central y enseñará a las naciones cómo servir a Dios.

Los capítulos 5, 6 y 7 de Mateo nos muestran la realidad del reino, y nos revela
la realidad interior o interna que se encuentra en el reino. El primer aspecto del
pueblo que vive en la realidad del reino es que son pobres en espíritu.
“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los
cielos” (Mt. 5:3). Esto es algo real. Por favor nótese que el verbo no se encuentra
en tiempo futuro, sino que dice que de ellos es el reino. Esto quiere decir que la
realidad del reino es real y está presente hoy, por lo que no es meramente algo
que pertenece al futuro. Otro versículo dice: “Bienaventurados los que padecen
persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” (v.
10). He aquí algunas personas que son perseguidas por ser justas y por causa de
la justicia. Estas personas tienen hambre y sed de justicia; incluso están
dispuestas a pagar un precio y padecer por causa de la justicia. Todo esto indica
cuán reales son estas cosas para ellos. Una vez más les reitero que esto también
es para la actualidad, no meramente para el futuro. Ciertamente ésta es la
realidad del reino hoy. Después, en Mateo 7:21 se nos dice: “No todo el que me
dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad
de Mi Padre que está en los cielos”. Esto también es propio de la realidad. Otro
versículo, Mateo 18:3, dice: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis
como niños, jamás entraréis en el reino de los cielos”. Estos cuatro versículos se
refieren al primer aspecto que es la realidad del reino. Ellos indican algo muy
real, puro y auténtico.

LA APARIENCIA DEL REINO


En Mateo 13 hay tres parábolas que denotan la apariencia del reino. Estas tres
parábolas son: la parábola de la cizaña, la parábola de la semilla de mostaza que
se convierte en un gran árbol y la parábola de la levadura. En contraste con la
realidad del reino de los cielos, estas tres parábolas muestran aspectos que no
son reales ni genuinos. La cizaña son los creyentes falsos. El gran árbol no es un
árbol apropiado, pues ha crecido de manera desproporcionada y no según su
especie (Gn. 1:11-12). Además, la levadura denota algo arruinado, corrompido y
hasta algo que corrompe. Todos debemos estar muy claros con respecto a estas
tres parábolas. Sólo entonces estaremos claros con respecto a qué posición
tomar. ¡Quiera el Señor darnos a todos nosotros un cielo despejado! Quiera Él
soplar las nubes y la contaminación, y llevarnos a donde podamos estar bajo un
firmamento despejado, un cielo claro como el cristal (Ez. 1:22).

LA CIZAÑA
En la segunda parábola, en Mateo 13:24-30, el Señor Jesús comenzó a usar la
frase: “El reino de los cielos ha venido a ser semejante a...”. El hombre que
sembró la buena semilla en su campo es el sembrador de la primera parábola, el
propio Señor Jesús. “Pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y
sembró cizaña entre el trigo, y se fue” (v. 25). Sabemos que estas palabras
comenzaron a cumplirse poco después del Día de Pentecostés. A partir del Día
de Pentecostés, miles de creyentes fueron añadidos a la iglesia y también se
añadieron algunos falsos creyentes. Éstos eran la cizaña en medio del trigo. Al
leer Hechos uno puede percatarse de que siempre hubo esta posibilidad. Esta
parábola de la cizaña guarda relación con la iglesia desde el inicio del reino de
los cielos, el cual comienza con la segunda parábola, pues es en este tiempo que
el Señor usa la frase el reino de los cielos ha venido a ser semejante a. Todos
debemos considerar y aun reconsiderar nuestra propia situación y determinar si
somos la cizaña o el trigo. Es menester que tengamos plena certeza de ser el
trigo. ¿Qué significa ser el trigo verdadero? Si una persona verdaderamente ha
creído en el Señor Jesús, esto es, que el Señor Jesús murió por sus pecados,
resucitó y ahora, como Espíritu vivificante, mora en él; entonces esta persona,
con toda certeza, es trigo. Algunas personas afirman ser cristianas y creer en el
Señor Jesús, pero no creen que la Biblia sea la revelación divina de Dios. Estos
presuntos cristianos son con toda certeza cizaña, y jamás debiéramos
considerarlos como nuestros hermanos. Afirmar que somos trigo quiere decir
que creemos que la Biblia es la revelación divina de Dios, plena y absolutamente
inspirada por el Espíritu de Dios, y también quiere decir que estimamos la
Biblia como la autoridad absoluta y final.

Hay otro grupo de presuntos cristianos que no creen que Jesús es Dios. Muchos
de ellos solamente creen que Cristo era un hombre bueno y superior a los
demás. Ésta es una gran herejía porque no creen que Jesucristo es el Hijo de
Dios e incluso Dios mismo. Tales personas también son cizaña.

Otro grupo de personas que son cizaña son aquellos presuntos cristianos que no
creen que el Señor Jesucristo murió en la cruz por nuestros pecados. Ellos
consideran que la crucifixión del Señor representó la muerte de un mártir. Sin
embargo, tenemos que comprender que el Señor Jesús no murió en la cruz
como mártir, sino que murió con el fin de efectuar nuestra redención. El Señor
Jesús estuvo en la cruz por seis horas, desde las nueve de la mañana hasta las
tres de la tarde. Durante las primeras tres horas, desde las nueve hasta las doce,
Él fue perseguido y herido por los hombres. Pero durante las últimas tres horas,
desde el mediodía hasta las tres de la tarde, Él padeció no a manos de los
hombres, sino a manos de Dios. Fue en ese tiempo que Dios lo juzgó en lugar
nuestro, reconociéndolo como nuestro Sustituto (2 Co. 5:21). Primero Él fue
perseguido por los hombres y después fue juzgado por Dios. Por tanto, Su
muerte no representó meramente una especie de persecución o martirio, sino
que tenía el propósito de lograr la redención por nosotros. Algunos que se
llaman cristianos no creen que el Señor Jesús murió en la cruz por nuestra
redención. Esto quiere decir que no creen en Isaías 53, dándonos un indicio de
que ellos son cizaña. En resumen, si una persona dice ser cristiana, pero no cree
que la Biblia es inspirada por Dios en todas y cada una de sus palabras, o no cree
que el Señor Jesús es el Hijo de Dios, incluso Dios mismo, o que el Señor Jesús
murió en la cruz para redimirnos, entonces tal persona es cizaña; no es un
creyente verdadero y genuino.

¿Entonces, qué es un verdadero cristiano? Un verdadero cristiano es uno que se


da cuenta que es pecador, que ha caído y que está perdido. Esta persona cree en
el Señor Jesús como el Hijo de Dios que se encarnó para ser un hombre, morir
en la cruz por nuestros pecados y resucitar de entre los muertos para ser el
Espíritu vivificante. Esta persona cree firmemente que el Señor Jesús, como el
Espíritu, ahora está en ella como su vida a fin de llegar a ser todo para ella. Éste
es un verdadero cristiano y esto es el trigo. No examine si usted es trigo o cizaña
según sus propios sentimientos, ya que sus sentimientos fluctúan. En la mañana
tal vez usted sienta ser trigo, pero al atardecer siente ser cizaña. No confíe en sus
sentimientos; más bien confíe en los hechos. Si usted cree que el Señor Jesús es
el Hijo de Dios, que se encarnó para ser un hombre, que murió en la cruz por
sus pecados, y que ahora, Él es el Señor y el Espíritu vivificante que ha venido a
morar a su ser, ciertamente usted es trigo. No se preocupe por doctrinas en
cuanto a hablar en lenguas, el bautismo, la comunión, la práctica de cubrirse la
cabeza, el lavamiento de los pies, el arrebatamiento, la tribulación, el Sábado y
muchas otras cosas. No importa que lado tome acerca de estas doctrinas,
siempre y cuando usted crea que el Señor Jesús es el Hijo de Dios que murió por
usted, que resucitó y que ahora está sentado a la diestra del Padre, usted es
trigo. Sin embargo, recuerde que el cristianismo no solamente incluye el trigo,
sino también la cizaña.

Según la clara definición presentada por el Señor en Mateo 13:38, el campo


donde la cizaña crece no es nuestro corazón ni tampoco la iglesia, sino el
mundo. El Señor Jesús dijo que el campo es el mundo. Él dijo que la cizaña debe
crecer y vivir en el mundo, no vaya a ser que al arrancarla se dañen algunas
espigas de trigo verdadero. Algunos pensaron que el campo representa la iglesia
y, por ende, sería permisible que el trigo y la cizaña coexistan en la iglesia. Esto
es por completo erróneo. La cizaña crece en el mundo, no en la iglesia. No es
que debe haber algunos verdaderos cristianos y algunos falsos cristianos
creciendo juntos en la iglesia. En todas las iglesias locales únicamente
aceptamos al trigo verdadero. No aceptamos la cizaña. Muchas denominaciones
están llenas de cizaña. En algunas denominaciones hay mucha más cizaña que
cristianos verdaderos. ¡Qué situación tan lamentable! Ésta es la apariencia del
reino de los cielos. No es una situación real ni auténtica para el Señor; al
contrario, es falsa. Ésta solamente tiene la apariencia del reino de los cielos, no
la realidad. En Mateo 13 el Señor Jesús comparó estas tres parábolas al reino de
los cielos. Él dijo que el reino de los cielos es semejante a la cizaña, al gran árbol
y a la levadura. Tenemos que comprender que esto no es lo real, sino lo falso. Al
comparar lo mencionado en Mateo 13 con lo mencionado en Mateo 5, 6 y 7,
podemos ver que éstos son dos aspectos diferentes. En los capítulos 5, 6 y 7
hallamos el aspecto de la realidad del reino de los cielos, pero en el capítulo 13,
donde vemos la cizaña, el gran árbol y la levadura, tenemos la apariencia
externa del reino.

LA SEMILLA DE MOSTAZA
La tercera parábola es la parábola de la semilla de mostaza. “Otra parábola les
presentó, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un grano de mostaza,
que un hombre tomó y sembró en su campo; el cual a la verdad es la más
pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la más grande de las
hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y anidan
en sus ramas” (13:31-32). La semilla mencionada aquí es la semilla de vida y
está representada por el grano de una pequeña hierba de mostaza. La mostaza
es algo que se puede comer y denota la condición apropiada de la iglesia. La
iglesia apropiada debe ser el producto del brote de la semilla de vida y, como la
planta de mostaza, debe ser comestible. Según su naturaleza y forma, debe ser
pequeña y comestible. En esta parábola, sin embargo, la pequeña hierba de
mostaza cambió de forma, de naturaleza y de condición, al convertirse en un
gran árbol donde las aves del cielo podían anidar. Según la explicación dada por
el propio Señor con respecto a esta parábola, las aves representan al maligno, el
diablo (v. 19). El diablo es el que viene a arrebatar la palabra de vida que fue
sembrada en las personas. El pájaro, en singular, representa al diablo, y los
pájaros, en plural, denotan a las personas, los espíritus malignos y otras cosas
relacionadas con el diablo. Todos los espíritus malignos y las personas malignas
relacionadas con el diablo vendrán a habitar en el gran árbol.

¿Qué es este gran árbol? Conforme a la historia de la iglesia, en el año 313 d. C.


el emperador Constantino adoptó el cristianismo como la religión nacional del
Imperio Romano. Con esto él abrió la puerta para que muchos que no habían
sido regenerados entrasen a la iglesia. Él alentaba a todos a convertirse en
cristianos y les recompensaba por ello. Todo el que se bautizara recibía una
túnica y cierta cantidad de plata. En lugar de perseguir a la iglesia, el Imperio
Romano le extendió la bienvenida. A partir de entonces la iglesia se convirtió en
un gran árbol; se convirtió en la cristiandad. Innumerables pájaros malignos,
espíritus malignos y personas malignas vinieron a alojarse en las ramas de este
árbol. ¡Quién podría decir cuántas personas malignas y espíritus malignos están
alojados en sus ramas!

Hay muchos creyentes falsos en el cristianismo de hoy. Muchos de ellos son


personas muy racionales y filosóficas que han obtenido grandes logros y
posiciones. Ellos han ayudado a la cristiandad a crecer desproporcionadamente
y no según su especie. Ellos han hecho que la pequeña hierba de mostaza no sea
según su propia especie, sino que se convierta en un gran árbol. La pequeña
hierba debe producir algo comestible, pero el gran árbol se ha convertido
simplemente en un lugar donde se aloja el maligno. Esto corresponde
exactamente a la situación actual de la cristiandad. Existen muchas ramas que
son adecuadas para alojar a las personas malignas. Esta es la apariencia externa
del reino de los cielos.

LA LEVADURA
En la apariencia externa del reino de los cielos no solamente vemos la cizaña y el
gran árbol, sino también algo escondido: la levadura. “Otra parábola les dijo: El
reino de los cielos es semejante a levadura, que una mujer tomó y escondió en
tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado” (13:33). En las Escrituras la
levadura no tiene un significado positivo. Más bien, denota algo que corrompe y
es maligno. La mujer aquí es una figura de la Iglesia Católica Romana. En
Apocalipsis 17:3 Juan vio una mujer sentada sobre una bestia escarlata. Esa
mujer es la Iglesia Católica Romana, y la bestia es el Imperio Romano. Esto
denota la religión unida con la política. Cuando la cristiandad se convirtió en la
religión nacional del Imperio Romano, la iglesia fue transmutada, dejando de
ser una pequeña hierba de mostaza para convertirse en un gran árbol lleno de
cosas malignas.

La mujer tomó la levadura, que denota aquellas cosas pecaminosas, malignas y


corruptas, y la introdujo en las tres medidas de harina. La harina fina representa
a Cristo como vida en forma de alimento. La Iglesia Católica Romana toma las
cosas reales de Cristo, representadas por la harina, y le añade cosas falsas,
representadas por la levadura. Entre algunas de las iglesias protestantes se
encuentran los modernistas, que no creen que el Señor Jesús es el Hijo de Dios,
ni creen que Él es Dios, ni tampoco creen que Él nació de una virgen. La Iglesia
Católica oficialmente no se adhiere a esta clase de herejías, ya que ellos
reconocen que Cristo es el Hijo de Dios, incluso Dios mismo, y que Él nació de
una virgen. En este sentido ellos tienen la harina fina, pero le han añadido
mucha levadura, lo cual incluye enseñanzas de los infieles, herejías y otras cosas
paganas. Por ejemplo, el nacimiento de Cristo puede ser considerado como
harina, pero a esto se le ha añadido la celebración de la navidad, la cual es una
especie de levadura. La encarnación de Cristo es harina fina, pero la navidad es
levadura que le fue añadida. Cristo es la harina fina, pero las imágenes y cuadros
de Cristo son levadura. En los hogares de algunos creyentes he visto cuadros de
Cristo. Estos cuadros no representan fielmente a Cristo, pues en ellos Él aparece
como si fuera bien parecido; pero la Biblia nos dice que cuando el Señor Jesús
estuvo en la tierra no había hermosura en Él (Is. 53:2). Esos cuadros son
levadura.

Una joven hermana a quien conocí hace ya algún tiempo deseaba expresar su
amor por el Señor. Puesto que era una cristiana recién convertida y no sabía
mucho, ella compró un cuadro supuestamente del Señor Jesús y lo colocó en su
dormitorio. Ella honraba ese cuadro diariamente mostrándole respeto y
reverencia, incluso al punto de inclinarse ante tal cuadro. Luego ella fue poseída
por un demonio; pero cuando se deshizo del cuadro, el demonio la dejó. Les
ruego que se deshagan de todos los cuadros de Jesús, pues éstos son una especie
de levadura. ¡Cuánta levadura ha sido introducida en la harina fina que es
Cristo!

En el Lejano Oriente, aun cuando muchos han invocado el nombre del Señor
Jesús, todavía continúan celebrando la navidad como una festividad más. El 25
de diciembre ellos celebran fiestas con bailes y las llaman fiestas santas. Según
la historia, el 25 de diciembre se celebraba el nacimiento del dios sol. Cuando el
cristianismo fue adoptado como la religión estatal en el año 313 d. C., la gente
solía celebrar el 25 de diciembre como una festividad dedicada a sus dioses
paganos. A fin de no desilusionar a tantas personas, la Iglesia Católica Romana
sugirió que esta festividad continuase siendo celebrada para que se
conmemorase el nacimiento de Cristo. Esto es levadura maligna. ¿Qué es la
levadura? La levadura es algo que se añade a la harina para hacer que el pan se
pueda disfrutar más y sea fácil de ingerir. Si no se le añade levadura, el pan es
demasiado duro para poderlo disfrutar. Con base en este principio, la Iglesia
Católica Romana le ha añadido muchas cosas a Cristo, a fin de lograr que sea
más fácil de disfrutar e ingerir. Por ejemplo, decirles a las personas que Cristo es
el Espíritu les pareció demasiado misterioso, por lo cual sintieron que era mejor
erigir una imagen que representara a Cristo de modo que la gente lo pudiera
entender. Erigir una imagen de Cristo o un cuadro de Él con el propósito de
ayudar a la gente a acercarse a Cristo es levadura maligna. En cierto lugar vi
como algunas personas supersticiosas besaban los pies y tocaban las manos de
una imagen de piedra que representaba a María. Esto es levadura. Ellos
predican a Cristo, pero predican a Cristo más todo el paganismo, las cosas de los
infieles y muchos ídolos. Estas cosas constituyen la apariencia del reino de los
cielos y no son las cosas verdaderas.

En la actualidad, entre los cristianos podemos encontrar toda clase de levadura:


levadura en doctrina, levadura en prácticas, levadura en poder y levadura en
autoridad. En Mateo 16:6 y en Marcos 8:15 se mencionan tres clases de
levadura: la levadura de los fariseos, la de los saduceos y la de los herodianos. La
levadura mencionada en Mateo 13, la cual tomó la mujer y la escondió en tres
medidas de harina fina, se refiere a todas las cosas malignas, heréticas y
paganas que fueron adoptadas por la Iglesia Católica Romana.

Por la misericordia del Señor no debemos tomar ninguna clase de levadura en


las iglesias locales. Solamente tomaremos a Cristo. Tomaremos únicamente al
puro Espíritu vivificante. No piensen que este asunto de la realidad del reino de
los cielos y la apariencia del reino de los cielos es invención nuestra. ¡No! Ésta es
la revelación de Dios contenida en Su Palabra santa. Si comparamos estas dos
secciones de Mateo, podremos ver que hay una gran diferencia. En los capítulos
del 5 al 7 hay muchas cosas reales, puras y auténticas. Pero en Mateo 13, en las
tres parábolas, hay cosas falsas y malignas. Por tanto, allí hay tanto la realidad
del reino de los cielos como la apariencia del reino de los cielos. Nosotros no
estamos en la apariencia del reino, sino que estamos en la realidad del reino. Es
imprescindible que no tengamos nada que ver con la cizaña, ni con el gran árbol
ni con la levadura. Ésta es la realidad del reino de los cielos y ésta es la vida
apropiada de iglesia.

CAPÍTULO TREINTA Y SEIS

LA MANIFESTACIÓN DEL REINO


(1)
Lectura bíblica: Mt. 25:1, 6, 10-12, 14-30

En el Evangelio de Mateo, el Señor Jesús habló sobre el reino en tres ocasiones


diferentes. En el Sermón del monte, dado en Mateo 5, 6 y 7, Él habló sobre la
realidad del reino. En Mateo 13, en Su discurso a orillas del mar, Él habló sobre
la apariencia del reino. Y después, en el monte de los Olivos, el Señor Jesús
habló sobre la manifestación del reino. La manifestación del reino se relaciona
con la segunda venida del Señor. En cierto sentido, Su segunda venida trae
consigo la manifestación del reino. También podríamos decir que cuando el
reino haya madurado en nuestro interior, esta madurez traerá la segunda venida
del Señor. La manifestación del reino es simplemente el Cristo que ha llegado a
la madurez dentro de nosotros cuando Él regrese.

LAS DIEZ VÍRGENES


Mateo 25, que revela la manifestación del reino, contiene tres asuntos
importantes: la parábola de las diez vírgenes, la parábola de los talentos y la
parábola de las ovejas y los cabritos. Las tres parábolas guardan relación con la
segunda venida del Señor y todas ellas están relacionadas con la manifestación
del reino. En este capítulo examinaremos solamente las primeras dos parábolas.
La parábola de las diez vírgenes, que se relaciona con la manifestación del reino
debido a que allí se nos dice que el reino es semejante a diez vírgenes. A la
medianoche el Señor regresa, y todas las diez vírgenes se levantan y salen a Su
encuentro. En ese momento, las cinco vírgenes prudentes reciben la
recompensa y pueden entrar en la fiesta de bodas; las otras cinco vírgenes son
insensatas y no se les permite entrar en la fiesta de bodas. En otras palabras,
cinco reciben una recompensa y cinco pierden la recompensa. Cuando el Señor
Jesús regrese y el reino sea manifestado, todos los cristianos verdaderos serán
juzgados. Lo que hayamos hecho desde que fuimos salvos será juzgado por el
Señor Jesús en aquel tiempo (1 Co. 3:12-15). Este juicio no será para determinar
si somos salvos o no, sino que será para establecer si recibiremos o no la
recompensa. Lo que significa que esto determinará si entraremos en la fiesta de
bodas o si se nos impedirá la entrada a la misma. Esto está muy claro en la
parábola de las diez vírgenes. A causa de la falta de revelación en los siglos
pasados, muchos cristianos llegaron a pensar que las cinco vírgenes insensatas
no eran salvas. Pero según la Palabra pura, las cinco vírgenes insensatas son
vírgenes auténticas. Puede ser que sean insensatas, pero no son falsas. Que uno
sea insensato no significa que sea falso. Uno puede ser insensato y aun así ser
genuino. Las cinco vírgenes insensatas son verdaderos cristianos, pero ellos
perderán algo cuando el Señor venga en la manifestación del reino. Algunos
verdaderos cristianos se perderán la fiesta de bodas.

LOS TALENTOS
Ahora venimos a la parábola de los talentos. Como cristianos genuinos nuestra
relación con el Señor tiene dos aspectos. El primer aspecto es la relación de vida,
y el segundo es la obra o función que realizamos con el Señor. Tenemos una
relación tanto de vida como de obra con el Señor. Por un lado, somos las
vírgenes que están esperando que el Señor regrese, lo cual alude al aspecto de
vida; por otro lado, también somos siervos del Señor y le servimos con los
talentos que Él nos dio; y este es el aspecto de la obra. Con las vírgenes, el amor
juega un rol muy importante. Con los siervos, la función y el servicio que
desempeñan es lo más importante. Debemos atender a ambos aspectos. En
cuanto a la vida, tenemos que ser como vírgenes, esto es, debemos ser prudentes
para llenar nuestra vasija con el Dios Triuno. En cuanto a la obra y el ministerio,
tenemos que ser siervos fieles que se esfuerzan por usar todos los talentos que
recibimos del Señor.

En nuestra condición de vírgenes, tenemos necesidad de aceite en nuestras


vasijas; en nuestra condición de esclavos, tenemos que usar nuestros talentos.
El aceite representa al Espíritu que llena nuestro espíritu y, que finalmente
llenará todo nuestro ser interior. Los talentos representan los dones y las
funciones del Espíritu. Todo verdadero cristiano tiene algunos dones y
funciones dadas por el Señor. Estas funciones son del Espíritu. Si hemos de ser
aquellos que aman al Señor y esperan Su regreso, es necesario que seamos
llenos del Espíritu a fin de llegar a la madurez de vida. Además, debemos usar
los dones o talentos que nos fueron dados por el Espíritu a fin de servir al Señor.

En la parábola de los talentos los cristianos estaban en tres categorías. Los de la


primera categoría recibieron cinco talentos, los de la segunda recibieron dos
talentos y los de la tercera recibieron un talento. Según la parábola, el problema
no residía con los de la primera o segunda categoría, sino únicamente con los de
la tercera categoría. No había problema alguno con los que recibieron cinco
talentos o con los que recibieron dos, sino con los que recibieron un solo talento.
Los esclavos de cinco talentos representan a aquellos creyentes que son más
fuertes, que tienen más dones y desempeñan más funciones. Parece
relativamente fácil para los miembros de cinco talentos y para los que poseen
dos talentos desempeñar su función y servir al Señor. Pero parece ser que a los
miembros de menos talentos les resulta más difícil servir. ¿Por qué? Es debido a
que ellos mismos consideran haber recibido muy poco. Ellos piensan que la
función que les corresponde, su servicio y su obra son insignificantes. Dado que
la porción que les fue asignada no es muy grande, ellos tienen la tendencia a
dejar que los más dotados los reemplacen en el ejercicio de sus funciones. El
peligro es que los miembros de un solo talento renuncien a ejercer su función.
Pero no hay excusa. Todos tienen que servir. Según el parecer de los miembros
de un solo talento, el Señor es un amo severo que siega donde no sembró y
recoge donde no aventó.

Un día el Señor regresará, y cuando regrese pedirá cuentas a Sus esclavos.


Todos Sus esclavos tendrán que rendirle cuentas. Al regreso del Señor el
problema no residirá en los que recibieron cinco talentos, ni en los que
recibieron dos talentos. El problema radicará en aquellos que recibieron un
talento. Ellos se excusarán diciendo que el Señor es demasiado severo. El Señor
no lo negará, pues en cierto sentido es muy severo. Él sí siega donde no sembró
y recoge donde no aventó. Así que, en cierto sentido, es correcto decir que el
Señor es severo. Si uno estuvo al servicio del Señor alguna vez, habrá
experimentado esto. Por ejemplo, con respecto a las reuniones de la iglesia, no
deben pensar que pueden desempeñar una función en ellas porque tienen el
sentir de que el Señor les ha dado algo. Muchas veces no es así. Más bien,
cuando vienen a la reunión quizás su sentir es que no han recibido nada, pero el
Señor todavía requiere que cumplan su función. Tal vez usted se quiera excusar
diciendo que el Señor no le ha dado nada. Esto significa que el Señor no aventó
nada o no sembró nada en usted, pero aun así, Él exige cierta cosecha, cierta
siega. Muchas veces éste es el principio que rige en la economía de Dios y es el
camino del Señor. Esto es debido a que, por un lado, debemos aprender a ser
diligentes y, por otro, todos tenemos que ser personas que sirven por fe.

A veces venimos a la reunión de una manera ociosa, descuidada y floja. Nos


excusamos diciendo que estamos cansados, y entonces asistimos a una reunión
sin la menor intención de desempeñar nuestra función. Solamente acudimos
con la intención de descansar, disfrutar algunos testimonios, escuchar y quizás
criticar un poco. Esto llega a ser un disfrute. Incluso llegamos a disfrutar
nuestras críticas. Todo esto significa ser descuidado, flojo y ocioso. Pero
debemos venir a las reuniones trayendo un “¡Alabado sea el Señor!”. Si es que
estamos cansados o no y sin importar cuál sea nuestra situación, tenemos que
desempeñar nuestra función. Tal vez estemos cansados, pero el Señor es
ilimitado. No somos nada, pero Él lo es todo. Estamos cansados, pero Él jamás
se cansa. No tenemos nada que decir, pero tenemos que decir algo. No tenemos
nada que ministrar, pero tenemos que desempeñar nuestra función por fe. Si
uno abre sus labios, vendrán las palabras. La manera de desenterrar su talento
es al abrir la boca. No entierre su talento; desentiérrelo y no se excuse por
motivo alguno.

Muchos hermanos y hermanas han aprendido a no venir a mí con esta clase de


excusas, pues nunca simpatizo con ellos. Cuando vienen a decirme cuán débiles
son y cuánta ayuda necesitan, no les muestro simpatía alguna. Cuanto más
débiles son, menos simpatizo con ellos. Ellos son débiles porque dicen ser
débiles. Al final de cuentas, uno será lo que dice que es. Tenemos que aprender a
declarar que no somos débiles. En 2 Corintios 12:10 Pablo dijo que cuando él era
débil, entonces era poderoso. Por tanto, no hay excusa alguna. Si usted viene a
mí diciendo que todos los hermanos y hermanas en su localidad son fuertes y
están progresando, siento deseos de ir a visitarlos. Pero si vienen a decirme cuán
débiles son y cuánta ayuda necesitan, entonces les diré que se ayuden a sí
mismos. Ustedes mismos son los que tienen que reaccionar a fin de atender a
vuestra propia situación.

¿Notaron lo que el Señor dijo en Mateo 25:28? “Quitadle, pues, el talento, y


dadlo al que tiene diez talentos”. En el versículo 29 el Señor añade: “Porque a
todo el que tiene, le será dado, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun
lo que tiene le será quitado”. Esto quiere decir que cuanto más tengamos, más
nos dará el Señor; y cuanto menos tengamos, más nos quitará el Señor. Así
opera la economía del Señor. El Señor únicamente les da a los ricos; el que es
pobre no recibe nada. Es más, el Señor le quita a los pobres para darles a los
ricos. A los que tienen diez talentos, el Señor les da uno más. Cuando venga a las
reuniones, jamás piense que usted no tiene nada. Si tiene el concepto de que no
tiene nada, el Señor le quitará lo que tiene y se lo dará a otro. Ésta es la
economía del Señor. No piensen que éste es un concepto mío. Ésta es la
economía del Señor revelada en Mateo 25. Muchas veces cuando he venido a
alguna reunión para ministrar, no tenía nada; pero una vez que iba a la
plataforma y abría mi boca, finalmente venía a mi mente un libro, un versículo y
el mensaje.

Una mañana de enero de 1968 en el día del Señor, me puse en pie con el deseo
de alentar a todos los santos a ejercer su función y decir algo en las reuniones.
En ese momento les dije que todos podían decir por lo menos cuatro palabras.
Mientras decía esto, me preguntaba en mi interior: ¿Cuáles son estas cuatro
palabras? Entonces dije: “Número uno”, e incluso en ese instante no sabía qué
palabras eran éstas. Entonces dije: “„Oh‟; número dos: „Señor‟, número tres:
„Amén‟ y número cuatro: „Aleluya‟”. Fue así como surgieron las cuatro palabras
“¡Oh, Señor! ¡Amén! ¡Aleluya!”. Cuando llegué a casa después de la reunión,
pensé que tal vez les había dado a los santos estas palabras en la secuencia
equivocada. Tal vez debía haber puesto “¡Aleluya!” antes de “¡Amén!”.
Ciertamente “¡Amén!” debe decirse al final de todo lo demás; pero yo les había
dicho que podían decir: “¡Oh, Señor! ¡Amén! ¡Aleluya!”. Entonces recordé
Apocalipsis 19 donde la secuencia es “¡Amén! ¡Aleluya!”, no “¡Aleluya! ¡Amén!”.
Si examinan esto, descubrirán que si dijéramos: “¡Oh, Señor! ¡Aleluya! ¡Amén!”,
es más difícil para componer una canción; pero si decimos: “¡Oh, Señor! ¡Amén!
¡Aleluya!”, fluye mucho mejor. Este ejemplo nos muestra que si abrimos
nuestras bocas en fe, el Señor nos dará algo que decir.

Todos tenemos que comprender que el Señor es severo. No les da nada, pero si
les pide algo a ustedes. Él siega donde no sembró y cosecha donde no aventó.
Toda vez que usted abra su boca para hablar a fin de desempeñar su función, de
inmediato abre la vía por la cual el Señor puede brotar. Él es rico en usted, pero
usted tiene que ejercer su función por fe. ¡Qué lamentable es ver que muchos
cristianos jamás se percataron que, después de ser salvos, necesitan ser vírgenes
prudentes que crecen en vida y también tienen que ser siervos apropiados que
sirven al Señor con los talentos que Él les dio! Todos tenemos que ser como las
cinco vírgenes prudentes y también ser aquellos que usan sus talentos. De otro
modo, cuando el Señor regrese tendremos un problema. Esto implica que en el
tiempo de la manifestación del reino tendremos que rendir cuentas por nuestras
carencias. Muchos cristianos se preocupan únicamente por una cosa: ser salvos
e ir al cielo. Ellos piensan que siempre y cuando sean salvos, un día irán al cielo
y todo estará bien. Ante este concepto, todos tenemos que decir un fuerte:
“¡No!”, pues todavía subsiste un problema.

El capítulo 13 de Mateo nos permitió ver que el Señor sembró una semilla y que
todos nosotros somos trigo; pero esto corresponde únicamente a la etapa de la
siembra. La cosecha de la mies es presentada en los capítulos 24 y 25. En el
capítulo 13 el Señor sembró la semilla y en los capítulos 24 y 25 Él viene a
cosechar. No podemos decir que el Señor no sembró nada en nosotros, por lo
cual tampoco podríamos afirmar que el Señor es un amo severo que recoge
donde no avienta. No sería justo decir esto, pues Él ha sembrado por lo menos
un talento en usted. ¿Podría usted afirmar que no ha recibido nada de parte del
Señor? Usted ha recibido por lo menos una pequeña porción de parte del Señor.
Sin importar cuán pequeño sea el don o talento que usted haya recibido del
Señor, tiene que usarlo. Cuanto más use ese pequeño don, más éste aumentará.
Si usted lo usa, se multiplicará. Cuanto más use su talento, más el Señor le dará.
Pero cuanto menos use su don y talento que el Señor le ha dado, más perderá. El
Señor le quitará algo a usted. Ésta es una situación muy seria.

Leamos también Mateo 25:30: “Al esclavo inútil echadle en las tinieblas de
afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes”. Tienen que ver que éstas son
palabras dichas por el Señor mismo. Según lo dicho por el Señor en este
versículo, incluso alguien que ha sido salvo puede ser echado en las tinieblas de
afuera. No me pregunten qué clase de tinieblas son ésas; ciertamente no será un
lugar placentero. ¿Piensan acaso que estarán riendo y regocijándose en las
tinieblas de afuera? Hay quienes afirman que este esclavo ocioso jamás fue
salvo, pero ¡esto no sería lógico! Si él jamás fue salvo, ¿cómo podría ser un
siervo del Señor? Más aún, si él jamás fue salvo, ¿cómo podría el Señor darle
algún talento o don? Sin duda alguna, este siervo indolente representa a alguien
que ha sido salvo. Los tres son esclavos y los tres recibieron algunos talentos.
Esto es prueba contundente de que todos ellos son salvos. En cuanto a la
salvación concierne, no hay diferencia entre estos tres. ¿Podríamos afirmar que
debido a que uno de ellos tiene menos talentos, éste no es salvo? ¿Acaso
podríamos decir que el siervo que recibió cinco talentos era completamente
salvo, el que recibió dos talentos era medio salvo y el que recibió un talento no
era salvo? Si él recibió un talento, ciertamente es salvo. Afirmar que una
persona puede perderse eternamente debido a su ociosidad indicaría que la
salvación no es por gracia, sino por obras. Pero según el principio divino, la
salvación es dada por gracia. Esta parábola no está relacionada con la salvación,
sino con algo que va más allá. Esta parábola se relaciona con la manera en que
servimos al Señor después de ser salvos.

Tanto las diez vírgenes son salvas como también lo son los tres esclavos. Lo que
estas parábolas recalcan es que, incluso los que somos salvos, debemos ser
diligentes para ser llenos del Espíritu como vírgenes prudentes y, además,
debemos ser fieles para servir al Señor como los esclavos diligentes.

El versículo 21 dice: “Su señor le dijo: Bien, esclavo bueno y fiel; sobre poco has
sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”. Este versículo no
se relaciona con la salvación, sino con la recompensa. Alguien fue invitado a
participar del gozo del señor. El siervo que recibió los cinco talentos fue hecho
gobernador sobre mucho y entró en el gozo de su señor. Asimismo, el siervo que
recibió dos talentos también fue puesto sobre mucho y entró en el gozo de su
señor. Aquí entrar en el gozo de su señor no se refiere a la salvación. Más bien,
significa que estas personas recibieron algo como una recompensa en adición a
su salvación.

Con respecto al siervo perezoso, el amo dijo en los versículos 24 al 28:


“Acercándose también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía
que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no
aventaste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; mira,
aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Esclavo malo y
perezoso, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no aventé. Por
tanto, debías haber entregado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera
recobrado lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al
que tiene diez talentos”. Esto no quiere decir que la salvación le fuera quitada al
esclavo perezoso, sino que quiere decir que él sufrió a causa de no haber sido
diligente.

Si somos esclavos fieles que usan los talentos que el Señor Jesús nos dio, cuando
Él retorne nos recompensará. Él nos dará la responsabilidad de regir como reyes
sobre muchas cosas y nos invitará a participar de Su gozo. Sin embargo, si
somos salvos pero perezosos y no somos fieles para usar los talentos que Él nos
dio, cuando Él regrese tendremos que rendirle cuentas. No piensen que puesto
que son salvos ya no tendrán problemas. Ciertamente tendrán un verdadero
problema si no son fieles en su servicio. Es del todo posible que ustedes vayan a
recibir algún castigo antes que una recompensa. Tenemos que atender a la
Palabra pura del Señor. No vayan a interpretar este capítulo totalmente de
forma “dispensacional”, colocándolo íntegramente en el futuro.

EL CALVINISMO Y EL ARMINIANISMO
Ahora debemos considerar dos conceptos básicos o escuelas en cuanto al tema
de la salvación. Una es la escuela calvinista y la otra es la escuela arminiana. La
escuela calvinista enseña la seguridad eterna de la salvación y cree en la
predestinación. Según la escuela calvinista, fuimos predestinados antes de la
fundación del mundo. Luego nacimos, fuimos llamados, justificados y salvos
conforme a la elección de Dios. Una vez salvos, tenemos la seguridad eterna. Sin
duda alguna esto es absolutamente correcto conforme a la Palabra de Dios, ya
que hay muchos versículos que apoyan la predestinación y la seguridad eterna.
El Señor Jesús, en Juan 10, dijo que una vez que recibimos la vida eterna, jamás
sufriremos la perdición. Por un lado los calvinistas están en lo correcto con
respecto a la seguridad eterna de la salvación, pero por otro, al no haber captado
Mateo 25:30, tienen una deficiencia importante. Ellos no han visto que una
persona puede tener problemas incluso después de haber sido salva. Ellos
erróneamente dicen que este versículo no se aplica a creyentes verdaderos sino a
creyentes falsos.

La escuela arminiana no cree en la seguridad eterna del creyente. Según su


enseñanza, uno puede ser salvo por la mañana y perderse al anochecer, y
después de unos cuantos días uno podría ser salvo nuevamente, pero más tarde
podría volver a perderse. Según este concepto, las personas pueden ser salvas y
perderse muchas veces. Podríamos llamar a esto la “salvación de ascensor”.
Cuando ellos son salvos, están subiendo, pero cuando están perdidos, están
descendiendo. En su experiencia, ellos suben y bajan muchas veces, esto es, son
salvos y están perdidos muchas veces. Este concepto no es correcto. Ellos se
apoyan en versículos que hablan sobre la recompensa y el castigo al regreso del
Señor, pero al aplicarlos les dicen a los creyentes que pueden perder su
salvación. Según este concepto, que una persona reciba cierto castigo significa
que está perdida eternamente de nuevo. Tenemos que tener muy claro que los
tres esclavos mencionados en Mateo 25 son salvos, pero que el último recibió
cierto castigo al ser echado a las tinieblas de afuera. Debemos desechar las
enseñanzas tradicionales y regresar a la Palabra pura. La Biblia dice que los tres
son esclavos y la Biblia también dice que el tercer esclavo, debido a su pereza,
padeció cierto castigo. Les ruego que lean e incluso oren-lean estos versículos en
la presencia del Señor. ¿Es usted un esclavo que posee cinco talentos, dos
talentos o un talento? Todos tenemos que ser fieles para usar los talentos que el
Señor nos ha dado. Recuerden, un día el Señor Jesús vendrá y nos pedirá
cuentas. Tendremos que entregarle nuestros talentos y rendirle cuentas.
Tenemos que ser fieles y usar lo que el Señor nos ha dado. De otro modo, a Su
regreso, en la manifestación del reino, sufriremos cierto castigo. No perderemos
nuestra salvación, pero sufriremos. Ciertamente perderemos la oportunidad de
reinar con el Señor durante el milenio. ¡Quiera el Señor tener misericordia de
todos nosotros!
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE

LA MANIFESTACIÓN DEL REINO


(2)
Lectura bíblica: Lc. 19:11-27; Mt. 24:44-51; Lc. 12:42-48; Mt. 19:28;
20:21-23; 2 Ti. 2:12a; Ap. 2:26-27; 3:21; 12:5; 20:4-6

Como ya dijimos, el Evangelio de Mateo revela tres aspectos del reino de los
cielos. En Mateo 5, 6 y 7 vemos la realidad del reino. Allí el reino es revelado de
una manera real, pura y genuina. Aquellos que están en la realidad del reino son
pobres en espíritu, puros de corazón, manifiestan la justicia insuperable, hacen
la voluntad de Dios y han llegado a ser como niños. ¡Cuán puro y genuino es el
reino en este pasaje!

Sin embargo, la segunda sección, presentada en Mateo 13, tiene tres cosas
terribles: la cizaña, el gran árbol que crece desproporcionadamente y la levadura
que fue añadida a la harina fina. Hay un gran contraste entre estas dos
secciones. Ellas son tan diferentes entre sí que parecieran hablar de dos reinos
distintos, pero en realidad se refieren a dos aspectos de un mismo reino. El
primer aspecto es la realidad del reino, y el segundo aspecto es la apariencia
externa del reino.

La última sección de Mateo trata sobre la manifestación del reino cuando el


Señor Jesús regrese a la tierra. Cuando el Señor Jesús regrese, Él traerá consigo
el reino, y eso será la manifestación del reino. Las dos parábolas en Mateo 25
son muy significativas, ya que nos muestran que en la manifestación del reino
algunos santos entrarán en el gozo del Señor y otros no. En la parábola de las
diez vírgenes, las cinco vírgenes prudentes entrarán en la fiesta de bodas, pero
las cinco vírgenes insensatas se les impedirá la entrada, y serán enviadas a
comprar aceite. Esto indica que las cinco vírgenes prudentes viven en la realidad
del reino, pero las cinco insensatas no vivían en esa realidad. Después, en la
parábola de los talentos, tanto el esclavo de los cinco talentos como el de los dos
talentos pudieron entrar en el gozo del Señor, pero el esclavo de un solo talento
no entró. El esclavo de un talento perdió la oportunidad de entrar en el gozo del
Señor y, además, fue puesto en las tinieblas de afuera donde había llanto y crujir
de dientes. Por favor no me pregunten dónde estarán estas tinieblas y qué clase
de tinieblas serán. No sabría decirles. Pero lo que sí sé es que estas palabras
fueron dichas por el Señor mismo y están escritas en las Santas Escrituras. Si
ustedes sienten aprecio por Juan 3:16, también tienen que sentir gran aprecio
por Mateo 25:28-30. No pueden simplemente escoger ciertas palabras del Señor
según sus gustos. Esto es lo que muchos cristianos hacen al escoger los
versículos que mejor se acomoden a sus propios conceptos. A ellos les gusta
citar Juan 3:16, pero rara vez citan Mateo 25:28-30. Ciertamente tenemos
necesidad de este evangelio del reino. Si bien Juan 3:16 es bueno para tocar el
tema de la vida, hoy en día son muchos los cristianos que necesitan oír el
evangelio del reino. Ésta es la gran comisión que hemos recibido, la cual no
radica en predicar el bautismo por inmersión, sino en predicar el evangelio del
reino.

En la actualidad a algunos cristianos no les gusta recibir el libro de Mateo, pues


dicen que estos pasajes se relacionan únicamente con la dispensación de los
judíos. Ellos dicen que Mateo no fue escrito para los cristianos y gentiles, sino
para los judíos. Sin embargo, si Mateo no fuera para nosotros, entonces el Señor
Jesús presentado en el capítulo 1 tampoco sería para nosotros. Jesús, quien es
Jehová el Salvador, y Emanuel, Dios con nosotros, no sería para nosotros. No es
lógico afirmar que el Señor Jesús en este libro es únicamente para los creyentes
judíos. De hecho, en la iglesia no hay judío ni griego (Col. 3:11). Si relegamos
este libro asignándoselo a otros, al final terminaremos por perder el Evangelio
de Mateo. En realidad es insensato relegar el Evangelio de Mateo asignándolo a
otros y no a nosotros mismos. Si amamos Juan 3:16, también tenemos que amar
Mateo 25:28-30. Si ustedes tienen un cuadro en casa que exhiba el texto de
Juan 3:16, también deberían colgar otro cuadro cuyo contenido sea Mateo
25:28-30.

No discutan de manera doctrinal con respecto a este asunto. En su experiencia,


¿tiene usted cinco talentos, dos talentos o un talento? Si pertenece a la tercera
categoría y tiene un solo talento, permítame preguntarle: ¿Es usted un esclavo
fiel o no lo es? Tiene que comprender que cuando el Señor Jesús regrese, le
pedirá que le rinda cuentas. ¿En qué condición estará usted cuando el Señor
venga y le pida que le rinda cuentas?

Debido a que algunos afirman que Mateo es únicamente para los judíos y no
para nosotros, examinemos ahora el Evangelio de Lucas. En principio, lo dicho
en Lucas es casi exactamente lo mismo. En Lucas 19, mientras las personas
religiosas pensaban que el reino de Dios se aparecería, el Señor Jesús les relató
una parábola a fin de mostrarles que el reino no aparecería como ellos
pensaban. Incluso lo dicho por el Señor nos permite ver los dos aspectos del
reino: por un lado, el reino de Dios estaba entre ellos, por otro, el reino de Dios
venía. Comenzando en Lucas 19:11, el Señor dio a entender que el reino estaba
lejos. Aquí se nos habla de cierto hombre de noble estirpe que viajó a un país
lejano para recibir un reino y volver. En esta parábola el país lejano representa
los cielos, donde mora Dios el Padre. El Señor Jesús, representado como aquel
noble, viajó a este país lejano para recibir el reino. Esto le daba a entender a los
fariseos que el reino no aparecería inmediatamente, sino que estaba lejos. Aquel
noble, antes de irse a aquel país lejano, distribuyó su capital entre sus esclavos a
fin de que negociaran en nombre suyo mientras estaba fuera. Los principios
subyacentes a esta parábola son exactamente los mismos de Mateo 25. Tanto el
primer esclavo como el segundo fueron elogiados por aquel noble quien, les dio
autoridad sobre diez y cinco ciudades respectivamente como recompensa. Esto
corresponde a lo dicho por Pablo en el sentido de que reinaremos con el Señor
(2 Ti. 2:12). Reinar sobre las ciudades significa reinar como rey.

El mismo concepto tiene su continuación en el último libro de la Biblia,


Apocalipsis, donde a los vencedores se les dará autoridad sobre las naciones
(2:26-27). Ellos no solamente gobiernan ciudades, sino naciones. Apocalipsis
3:21 muestra que los vencedores se sentarán en el trono con el Señor Jesús y
reinarán con Él. Finalmente, Apocalipsis 20:4-6 nos dice que los vencedores
reinan como reyes con Cristo por mil años.

Estoy muy preocupado que todavía nos encontremos bajo la influencia de la


enseñanza cristiana tradicional con respecto a estos versículos. Es difícil para
nosotros comprender el significado de estos versículos que son serios, debido a
que hemos sido saturados con otras enseñanzas. Es por ello que cuando leemos
estos versículos, se nos hace difícil ser impresionados con ellos y absorberlos de
una manera adecuada. Quiera el Señor tener misericordia de nosotros para que
nuestros conceptos sean purgados y nuestra mente pueda ser pura e
impresionada fácilmente con la Palabra pura de Dios.

Tienen que comprender que Lucas 19 y Mateo 24 y 25 son la Palabra de Dios. En


primer lugar, el Señor llamó a aquel esclavo un mal esclavo (Lc. 19:22). Una
persona que no ha sido salva no podría ser un esclavo del Señor ni tampoco
podría recibir ningún don de parte del Señor. Pero aquí este esclavo recibió una
mina del Señor; debido a que el mal esclavo no usó la porción que se le dio, el
Señor se la quitó y se la dio a quien tenía diez porciones. Esto no quiere decir
que aquel esclavo hubiera perdido su salvación, sino que significa que él sufrió
pérdida. Lo que el Señor le dio le fue quitado.

Fijémonos también en Mateo 24. Los versículos 47-51 dicen: “De cierto os digo
que sobre todos sus bienes le pondrá. Pero si aquel esclavo malo dice en su
corazón: Mi señor tarda en venir; y comienza a golpear a sus consiervos, y come
y bebe con los que se emborrachan, vendrá el señor de aquel esclavo en día que
éste no espera, y a la hora que no sabe, y le separará, y pondrá su parte con los
hipócritas; allí será el llanto y el crujir de dientes”. La Palabra dice que el Señor
le separará. Separar a alguien no significa matarle. Si este esclavo malo fuera
muerto, no habría llanto ni crujir de dientes. La expresión traducida “le
separará” es una expresión antigua que denota un castigo muy grave. Este
esclavo sigue vivo porque después de haber sido separado, él llora y cruje sus
dientes. ¿Qué denota el llanto y el crujir de dientes? No lo sé, pero ciertamente
sé que no será nada placentero. También tengo la certeza de que yo no quiero
pasar por eso. Yo no estoy aquí esperando a que el Señor regrese simplemente
para tener parte en el llanto y el crujir de dientes.

Algunos maestros de tendencia dispensacionalista dirán que este pasaje está


dirigido únicamente al pueblo judío; pero leamos Lucas 12, que no solamente
dice lo mismo bajo el mismo principio, sino que incluso lo presenta con mayor
severidad. Los versículos 46 y 47 afirman que el señor de aquel esclavo “le
separará, y pondrá su parte con los incrédulos. Aquel esclavo que conociendo la
voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá
muchos azotes”. Que el esclavo supiera cuál era la voluntad de su señor
demuestra que esto se refiere a alguien que fue salvo. ¿Cómo podría alguien que
no es salvo conocer la voluntad del Señor? Ciertamente esta persona era salva.
El esclavo que sabe cuál es la voluntad de su Señor, pero que no se prepara ni
actúa conforme a ella, recibirá muchos azotes. ¿En qué consisten esos azotes?
No lo sé; pero ciertamente será una especie de castigo y no será placentero. ¿Le
gustaría ser azotado? Tal vez usted diga que esto es solamente una parábola y
que no se trata de verdaderos azotes. Pero de todos modos aquello no será algo
que le hará sentirse feliz y gozoso.
El Señor continúa diciendo que el esclavo que desconocía la voluntad de su
señor e hizo cosas dignas de azotes, sería azotado poco, pero que “a todo aquel a
quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya
confiado, más se le pedirá” (Lc. 12:48). Por un lado es por la misericordia de
Dios que podemos estar claros con respecto a estos asuntos, pero por otro, esto
se convierte en una gran responsabilidad. Deben orar sobre estos versículos de
la Palabra pura de Dios y reflexionar sobre dónde se encuentran ustedes. ¿Está
seguro de que usted es mejor que este esclavo malo? Tal vez diga que no puede
asumir esta clase de responsabilidad. Pero el Señor Jesús jamás le pidió que
asumiera tal responsabilidad. Más bien, la actitud que muestra el Señor es que
Él exige y también suministra. El único problema radica en que nosotros no
tomamos de Su suministro. Su gracia nos basta. Siempre que somos débiles,
somos fuertes. Debiéramos jactarnos de nuestras debilidades, pues en tales
ocasiones podemos disfrutar de Cristo como la gracia que para todo se da abasto
(2 Co. 12:9-10). No tenemos excusas. No digan que no pueden; si lo dicen,
entonces el Señor les preguntará si Él estaba en ustedes o no. También les
preguntará por qué no le disfrutaron y le aplicaron a sus situaciones y
necesidades. Entonces, ¿qué dirán ustedes? Todo lo que podrán decir será:
“Señor, no quise aplicarte”. Entonces el Señor Jesús les dirá: “Eres un esclavo
malo y perezoso”. Éstas no son mis palabras. Éstas son las palabras dichas por el
propio Señor Jesús con respecto a la manifestación del reino.

Cuando el Señor Jesús regrese y el reino sea manifestado, Él juzgará a todos los
cristianos. Él no juzgará primero a la gente del mundo, sino a los Suyos. Según
la parábola de las diez vírgenes, si somos insensatos, perderemos la oportunidad
de disfrutar de la fiesta de bodas. El Señor dejó esto bien claro. Además, según
la parábola de los talentos, no solamente nos perderemos aquella oportunidad,
sino que también padeceremos cierta clase de sufrimiento. No es un asunto de
simplemente perder algo, sino también de sufrir cierto castigo. No digan que
siempre y cuando sean salvos les bastará. En cuanto a la seguridad eterna de su
salvación, ciertamente basta con que sean salvos. Pero antes de la eternidad será
el tiempo del reino milenario. Al inicio del reino milenario el Señor nos juzgará
a todos nosotros, Sus creyentes, a fin de decidir si nos será permitido o no entrar
a la fiesta de bodas y reinar en el reino, esto es, en Su gozo. Además, Él decidirá
si debemos padecer algún castigo o no. Esto no es algo insignificante. Si hoy en
día vivimos en la realidad del reino, cuando el Señor Jesús regrese Él nos
invitará a participar de la manifestación del reino, y recibiremos la recompensa.
De no ser así, perderemos la recompensa de participar en la fiesta de bodas y
padeceremos cierto castigo.

Mateo 19 nos dice algo más sobre reinar y regir como uno de los aspectos del
reino. Allí se nos dice que cuando el Señor Jesús reine durante el milenio, Sus
apóstoles, tales como Pedro, Jacobo y Juan, también reinarán con Él. En Mateo
5, 6 y 7 no se aborda este aspecto en cuanto a reinar, pues en estos capítulos sólo
se habla de la realidad de la vida del reino. Tampoco en Mateo 13 se aborda el
tema de reinar y regir en el reino; más bien, se habla de la apariencia del reino
incluyendo el gran árbol, la cizaña y la levadura. Pero en Mateo 19:28 hay algo
adicional; esto es, que cuando el Señor Jesús venga como el Rey, Sus apóstoles
reinarán con Él. Esto no será meramente la realidad del reino, sino la
manifestación del reino. Con base en esto podemos ver que son tres los aspectos
del reino: la realidad del reino, la apariencia del reino y la manifestación del
reino. Mateo 20 también da a entender lo mismo. Allí se indica que durante el
tiempo en que el Señor reine en Su reino, algunos se sentarán con Él y reinarán
con Él. Ésta no es la realidad del reino, ni tampoco la apariencia del reino, sino
la manifestación del reino. En la manifestación del reino, algunos reinarán con
Él. Esto es confirmado en 2 Timoteo 2:12 donde se afirma que reinaremos con
Él.

Ahora llegamos al último libro del Nuevo Testamento: Apocalipsis. Aquí vemos
la cosecha. La semilla del reino fue sembrada en Mateo, y la cosecha tiene lugar
en Apocalipsis. En Mateo tenemos la semilla en cuanto al hecho de que
reinaremos juntamente con Cristo como Sus co-reyes y en Apocalipsis tenemos
la cosecha de este hecho. Todos aquellos que fueron fieles, los mártires, serán
levantados de entre los muertos, o sea, resucitados, y reinarán juntamente con
Cristo para gobernar la tierra por mil años (20:4-6). Ciertamente esto no es la
apariencia del reino ni la realidad del reino, sino la manifestación del reino.

Todos nosotros debemos recibir el evangelio del reino. Hemos recibido el


evangelio de la vida y el evangelio de la gracia, pero debemos recibir también el
evangelio del reino. Un día el reino se manifestará. Que seamos incluidos o no
en esa manifestación no es algo insignificante. Es necesario que todos nos
arrepintamos y nos consagremos para tomar las medidas necesarias con
relación al reino.

CAPÍTULO TREINTA Y OCHO

LA MANIFESTACIÓN DEL REINO


(3)
Lectura bíblica: Mt. 16:27; 2 Co. 5:9-10; 1 Co. 4:5; 3:12-15; 9:24-27; 2
Ti. 4:6-8; 1 P. 5:4; Ap. 22:12

Todos los versículos mencionados en la lectura bíblica guardan relación con tres
cosas: la segunda venida del Señor Jesús, la manifestación del reino y lo
concerniente a recibir una recompensa o sufrir pérdida. A muchos cristianos les
gusta hablar de la segunda venida del Señor Jesús y también del reino de Dios
venidero. Lamentablemente, muchas veces ellos hablan sobre estas cosas
basados en sus propios conceptos y no conforme a la Palabra pura hallada en las
Sagradas Escrituras. Si bien ellos hablan sobre la segunda venida y el reino, rara
vez hablan acerca de si los santos recibirán una recompensa o sufrirán pérdida.
Sin embargo, si nos remitimos a la Palabra pura, veremos que los versículos
enumerados en esta lectura bíblica son el desarrollo de lo sembrado en Mateo
16:27. En Mateo 16 está la pequeña semilla: “El Hijo del Hombre vendrá en la
gloria de Su Padre con Sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno
conforme a sus hechos”. Al leer la Palabra pura en las Escrituras podremos ver
algo de la revelación del Señor, así como de Su concepto con respecto a estas
cosas.
Mateo 16:27 no dice que cuando el Hijo del Hombre venga en la gloria de Su
Padre, salvará a todo aquel que crea en Él. Más bien, este versículo nos dice que
Él recompensará a cada uno conforme a sus hechos. Tampoco dice que les
recompensará conforme a su fe, sino conforme a sus hechos. La justificación es
por la fe, y no por obras. Ciertamente no fuimos salvos por medio de nuestras
obras, sino por medio de nuestra fe (Ef. 2:8-9). Mateo 16:27 no se relaciona con
el asunto de la salvación, sino con la recompensa. Me temo que muchos
cristianos no tienen la palabra “recompensa” en sus diccionarios cristianos.
Debe causarnos profunda impresión el hecho de que cuando el Señor Jesús
regrese, Él recompensará a cada uno conforme a sus hechos.

LA RECOMPENSA
La recompensa no es una mansión en los cielos. Nuevamente, tenemos que
considerar la Palabra pura de la Biblia. Para las vírgenes prudentes, la
recompensa es participar del disfrute de la fiesta de bodas. Para los esclavos
fieles, la recompensa es entrar en el gozo del Señor y tener el gobierno y la
autoridad sobre las naciones. ¿Tiene usted la certeza de que cuando el Señor
Jesús venga, usted será recompensado? Tal vez se sientan muy felices al saber
que el Señor Jesús viene pronto y que podrán encontrarse con Él, pero una vez
que se encuentren con Él, ¿serán recompensados? Me temo que cuando el Señor
venga no seremos recompensados, sino que seremos puestos al descubierto. La
recompensa se basará en nuestros hechos. De qué manera hayamos vivido,
actuado, desempeñado nuestra función y laborado para el Señor después de ser
salvos, será la base sobre la cual el Señor nos recompensará. Este concepto está
sembrado a manera de semilla en Mateo 16:27.

Leamos ahora 2 Corintios 5:9-10. En estos versículos vemos florecer la semilla


sembrada en Mateo 16. La mejor traducción de estos versículos sería: “Por tanto
tenemos la ambición de que estemos presentes o ausentes, le seamos agradables
a Él. Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de
Cristo, para que cada uno reciba por las cosas hechas en su cuerpo, según lo que
haya hecho, sea bueno o malo” [lit.]. A fin de serle agradables al Señor, debemos
tener la ambición de serle agradables a Él. Ésta no es la ambición de ir a una
mansión celestial. ¡No! Estos versículos no mencionan una mansión celestial,
sino el tribunal de Cristo. Tampoco se nos dice que compareceremos ante el
tribunal de Cristo para recibir nuestra salvación. Más bien, se nos dice que
recibiremos algo que será conforme a lo que se haya hecho en nuestro cuerpo. Si
hicimos algo bueno, recibiremos una recompensa; pero si hicimos algo malo,
recibiremos una especie de castigo.

Algunos discutirán que debido a que la redención del Señor es completa y a que
el Señor murió por ellos, ya no será necesario que sufran ninguna clase de
castigo. Según su manera de pensar, todo se reduce simplemente a si somos
salvos o si habremos de perecer. Si ellos son salvos, un día irán al cielo y si están
perdidos, un día irán al infierno. Éste es el concepto miope y errado que muchos
cristianos tienen en la actualidad.

Es imprescindible que regresemos a la Palabra pura de Dios. En 2 Corintios 5:9-


10 se nos dice que todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo.
No se nos dice que compareceremos ante el trono de la gracia. Algunos
erróneamente piensan que el tribunal de Cristo mencionado en 2 Corintios es el
gran trono blanco mencionado en Apocalipsis 20. Esto es erróneo, pues el gran
trono blanco es para juzgar a los incrédulos que serán levantados de entre los
muertos después del milenio. El juicio del gran trono blanco no será para
otorgar recompensas, sino que servirá para determinar quiénes son salvos y
quiénes perecerán. Este juicio se relaciona con la perdición eterna. El tribunal
de Cristo mencionado en 2 Corintios no es para los incrédulos, sino para los
creyentes. Éste no es para decidir si ellos son salvos o si perecerán, sino para
decidir si deberán recibir una recompensa o sufrir pérdida. La palabra pérdida
es todavía muy débil aquí. Sería mejor hablar de “castigo” o, según lo que está
escrito en Hebreos 12, de “disciplina”.

A muchos cristianos fundamentalistas no les gusta pensar que un cristiano


podría ser disciplinado o castigado cuando el Señor venga. Incluso quienes
admiten que los cristianos necesitan recibir algún castigo de parte del Señor,
consideran que esto ocurre solamente durante esta era y no en la siguiente. Sin
embargo, no puedo encontrar ni un solo versículo en el Nuevo Testamento que
me indique si el castigo que Dios inflige a Sus hijos es aplicado únicamente
durante la era presente, y no en la venidera. Por el contrario, algunos versículos
indican que después que el Señor regrese, Él disciplinará a Sus hijos. Por
ejemplo, Lucas 12:46-47 dice: “Vendrá el señor de aquel esclavo en día que éste
no espera, y a la hora que no sabe, y le separará, y pondrá su parte con los
incrédulos. Aquel esclavo que conociendo la voluntad de su señor, no se
preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes”. Estos
versículos muestran que no solamente durante esta era, sino también después
de Su regreso, el Señor continuará disciplinando a Sus hijos.

Algunos cristianos piensan que después de morir o después que el Señor


regrese, la posibilidad de recibir alguna disciplina o castigo se habrá acabado.
Ellos piensan que morir es graduarse de la necesidad de ser disciplinado o
castigado. Ellos tienen que desechar tales conceptos y regresar a la Palabra
pura. Deberían leer 2 Corintios 5:9-10 una vez más. Algunos podrían pensar que
debido a que el Señor es misericordioso y lleno de gracia, Él les perdonará
cuando regrese. Tal vez piensen que podrán orar y arrepentirse en aquel
entonces, y todo estará bien. Esto quiere decir que ellos no conocen la
dispensación del Señor. Hoy es la era para el perdón del Señor. Una vez que el
Señor regrese, la era o la dispensación para el perdón habrá concluido, por lo
que será demasiado tarde para arrepentirse. Hoy en día si ustedes se
arrepienten y confiesan sus pecados, el Señor ciertamente les perdonará. Sin
embargo, si ustedes no se arrepienten ni confiesan sus pecados hoy, sino que
esperan hasta aquel día en que comparecerán ante el tribunal de Cristo, será
demasiado tarde. Tal vez intentarán arrepentirse y confesar sus pecados en ese
momento, pero el Señor les dirá que la dispensación, el tiempo para
arrepentirse y confesar sus pecados, ya terminó.

El mismo principio se aplica a los incrédulos. La era actual es la era de la gracia.


Todo incrédulo puede arrepentirse y confesar al Señor para recibir la salvación.
Pero cuando el Señor regrese, nadie será salvo al arrepentirse y confesar sus
pecados, pues en aquel entonces será demasiado tarde. En Zacarías 12:10-14 se
hace referencia a los judíos que se arrepienten al regreso del Señor. Hoy, la era
actual, es el tiempo para que todos nosotros nos arrepintamos y confesemos
nuestros fracasos y errores. Si hoy nos arrepentimos y confesamos nuestros
pecados aplicando la preciosa sangre del Señor, ciertamente Él nos perdonará.
Pero no lo hará en aquel tiempo venidero, pues cuando comparezcamos ante el
tribunal de Cristo, la dispensación para recibir el perdón habrá terminado.
Debido a que el tiempo para el perdón habrá pasado, usted tendrá que padecer
cierta clase de castigo. Que usted quiera llamar a tal padecimiento una pérdida,
un castigo o la disciplina del Señor, poco importa. La terminología que usemos
no tiene la menor importancia. El hecho es que tienen que enfrentarse a 2
Corintios 5:10 acerca del tribunal de Cristo.

En 1 Corintios 4:5 se nos dice: “Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta
que venga el Señor, el cual sacará a luz lo oculto de las tinieblas y manifestará
las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de
Dios”. Este versículo también da a entender que en el tiempo del regreso del
Señor Él juzgará a Sus hijos. En aquel tiempo, Él no solamente juzgará lo
externo, sino también los motivos internos. Él traerá a la luz todo lo escondido y
revelará todo aquello que está escondido en nuestros corazones. En aquel
tiempo recibiremos ya sea una recompensa o una cierta clase de castigo de parte
del Señor.

PROBADOS POR EL FUEGO


Ahora venimos a 1 Corintios 3:12-15. Estos versículos son muy claros: “Si sobre
este fundamento alguno edifica oro, plata, piedras preciosas, madera, hierba,
hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará,
pues por el fuego es revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego mismo la
probará. Si permanece la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa.
Si la obra de alguno es consumida, él sufrirá pérdida, pero él mismo será salvo,
aunque así como pasado por fuego‟‟. Estos versículos nos dicen que todas
nuestras obras serán probadas por el fuego. Si edificamos con oro, plata y
piedras preciosas, nuestras obras permanecerán. Pero si edificamos con
madera, hierba y hojarasca, ellas serán consumidas por el fuego. Si nuestra obra
permanece, recibiremos una recompensa. No dice que recibiremos salvación,
sino una recompensa. Además de nuestra salvación, recibiremos una
recompensa. Más aún, no dice que si la obra de alguien es consumida por el
fuego, esta persona perecerá; dice que ella sufrirá pérdida, y sufrir pérdida no
significa perecer. La última parte del versículo dice que él mismo será salvo. Sin
embargo, no se consuelen diciendo que siempre y cuando sea salvos estarán
bien. No descuiden las palabras como pasado por fuego. ¿Qué significan estas
palabras? No lo sé, pero sí sé que la Palabra pura de las Escrituras nos dice que
seremos salvos “como pasado por fuego” cuando el Señor regrese. Ciertamente
ésta no será una experiencia placentera.

No piensen que estos versículos en 1 Corintios se aplican a los judíos, o que trata
de un asunto dispensacional que no se aplica a los creyentes en Cristo. Por favor
recuerden que esta epístola estaba dirigida a los creyentes gentiles de la ciudad
de Corinto, una ciudad en Grecia. Ésta fue una epístola escrita a quienes invocan
el nombre del Señor en todo lugar (1:2), lo cual quiere decir que también está
dirigida a nosotros. Tenemos que prestar atención a estas palabras. Después que
fuimos salvos, jamás perderemos nuestra salvación. Una vez que Dios nos da la
salvación, ésta es eterna. Sufrir pérdida no se refiere de ninguna manera a
perder nuestra salvación. ¡Nuestro Dios no es tan sencillo! Incluso los padres
cuando disciplinan a sus hijos no son tan sencillos. Cuando sus niños se portan
bien, los padres les dan algunas cosas buenas a modo de recompensa. Pero
cuando se portan mal, probablemente les castiguen. Si incluso los padres
terrenales poseen esta clase de sabiduría, ¡cuánta más sabiduría poseerá nuestro
Padre celestial!

RECIBIR EL PREMIO
En 1 Corintios 9:24-27 se da continuación a este mismo concepto: “¿No sabéis
que los que corren en el estadio, todos corren, pero uno solo recibe el premio?
Corred así, para ganar. Todo aquel que compite en los juegos, en todo ejerce
dominio propio; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero
nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la
ventura; de esta manera lucho en el pugilato, no como quien golpea el aire, sino
que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo
predicado a otros, yo mismo venga a ser reprobado”. En estos versículos Pablo
dijo que temía ser reprobado. ¿Acaso significa esto que él temía perecer
eternamente? ¡No! Esto simplemente significa que él temía perder el premio, la
corona. A causa de tal temor, él se disciplinaba a fin de mantener su cuerpo en
sujeción. La palabra reprobado implica rechazo; esto es, ser rechazado en
cuanto a obtener el premio, no en cuanto a la salvación. Después que somos
salvos, tenemos que correr la carrera apropiadamente y tenemos que combatir
en la batalla de la manera correcta.

UNA CORONA DE JUSTICIA


Casi al final de sus días sobre la tierra, poco antes de su martirio, Pablo tenía la
certeza de que iba a recibir el galardón. “Yo ya estoy siendo derramado en
libación, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he
acabado la carrera, he guardado la fe. Y desde ahora me está guardada la corona
de justicia, con la cual me recompensará el Señor, Juez justo, en aquel día; y no
sólo a mí, sino también a todos los que aman Su manifestación” (2 Ti. 4:6-8).
Pablo dijo que estaba listo para ser ofrecido en libación. Esto significaba que él
estaba listo para ser ofrecido a Dios como mártir. Él comprendía que el tiempo
de su partida era inminente y tenía la certeza de haber peleado la buena batalla
y de haber acabado la carrera. En 1 Corintios 9 él dijo que todavía corría la
carrera, pero en 2 Timoteo él dijo que había acabado la carrera. Debido a que él
había guardado la fe y había acabado la carrera, tenía la certeza de que le estaba
guardada, no la seguridad eterna ni tampoco una corona de gracia, sino una
corona de justicia. Él tenía la certeza de que el Señor Jesús en Su condición de
juez justo le daría una corona de justicia en aquel día. Incluso dijo que el Señor
Jesús también daría tal corona a todos los que aman Su manifestación. En estos
versículos Pablo no considera que el Señor sea un juez lleno de gracia, sino un
juez justo. La corona de justicia no tiene nada que ver con nuestra salvación.
Nuestra salvación ha sido lograda de una vez por todas por la eternidad. Pero
que recibamos una corona de justicia como recompensa dependerá de la
manera en que corramos la carrera.
UNA CORONA DE GLORIA
El apóstol Pedro también tenía el mismo concepto. En 1 Pedro 5:4 él dijo:
“Cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona
inmarcesible de gloria”. La corona de gloria es algo adicional a la salvación. Ya
recibimos la salvación, pero que recibamos la corona de gloria dependerá de la
manera en que nos conduzcamos y como laboremos para el Señor.

La cosecha de la semilla en cuanto a la recompensa está en Apocalipsis 22:12.


“He aquí Yo vengo pronto, y Mi galardón conmigo, para recompensar a cada
uno según sea su obra”. La semilla fue sembrada en Mateo 16; creció y floreció
en las Epístolas; y ahora es cosechada en Apocalipsis 22:12. El Señor Jesús dijo
que venía con un galardón, y no con la salvación. No piensen que al morir o al
regreso del Señor todos sus problemas serán resueltos. Si usted no aprendió las
lecciones apropiadas ni maduró en el Señor, en ese entonces todavía tendrá
problemas y el Señor le disciplinará. Si usted no se alimenta del Señor hoy y no
le permite saturar todo su ser, tendrá problemas cuando el Señor regrese,
entonces Él le disciplinará. Tiene que madurar y aprender las lecciones ya sea
antes de morir o después de resucitar. Que aprenda las lecciones hoy o las
aprenda en ese entonces depende de usted. Si usted aprende las lecciones hoy y
madura hoy en el Señor, será apto para entrar en la manifestación del reino, en
el gozo del Señor. Si usted no aprende las lecciones hoy, se perderá la
manifestación del reino pues no será apto para entrar en dicha manifestación.
En ese entonces usted todavía tendrá que madurar, pero será demasiado tarde
para que participe de la manifestación del reino. Si un estudiante no estudia, no
se graduará. Si estudia bien, no solamente se graduará, sino que recibirá un
premio. En la escuela si usted no aprueba las materias que tomó en un
determinado semestre, deberá repetirlas al siguiente semestre. Finalmente,
tendrá que pasar todos los cursos para poder graduarse. Les ruego que
abandonen ese concepto de que siempre y cuando hayan creído en el Señor
Jesús todo estará bien cuando mueran. No piensen que por su muerte se
graduarán. Todavía es necesario que ustedes sean hechos aptos.

Según la Palabra pura de la Biblia, se nos ha dicho claramente que tenemos que
ser saturados del Señor y también se nos ha dicho que tenemos que madurar en
Él. Si no hemos madurado ni somos plenamente saturados en esta era presente,
tendremos que madurar y ser saturados en la siguiente era. Aunque el Señor no
nos da los detalles en cuanto a Su trato para con nosotros en ese entonces, Él sí
nos proporciona un principio muy claro. Este principio nos dice que después de
ser salvos, tenemos que cooperar con Él, disfrutarle, ser saturados de Él y
madurar en Él. De lo contrario, podemos estar seguros que padeceremos alguna
clase de sufrimiento. Perderemos algo y sufriremos en cierta medida. Pero si
cooperamos con el Señor, cuando Él regrese recibiremos un premio como algo
adicional a nuestra salvación. Esto sucederá en el tiempo de la manifestación del
reino y formará parte de la misma. Si no somos aptos, no tendremos
participación alguna en la manifestación del reino; si hemos de participar en la
manifestación del reino, es imprescindible que hoy vivamos en la realidad del
reino. Únicamente quienes hoy en día viven en la realidad del reino podrán ser
transferidos a la manifestación del reino en aquel día. Que el Señor, en Su
gracia, nos conceda cooperar con Él y le permitamos saturarnos de tal modo que
a Su regreso podamos entrar en la manifestación del reino a fin de obtener el
disfrute máximo de Cristo como recompensa.

CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE

LA TRANSFERENCIA DE LA
REALIDAD
DEL REINO A SU
MANIFESTACIÓN
Lectura bíblica: Mt. 24:30; 13:39b-43; Ap. 14:1-5, 14-16; 3:10; 12:5-6;
Éx. 23:19a; Lv. 23:22

Cuando el Señor Jesús regrese, pedirá cuentas a todos Sus esclavos. Los que
hayan sido fieles serán elogiados y recompensados, pero los que no le fueron
fieles sufrirán pérdida y serán castigados. Lo recibido de parte del Señor por los
que le fueron infieles, les será quitado y dado a otros. Si no somos fieles al Señor
hoy, cuando Él nos pida cuentas a Su regreso, perderemos el don que hayamos
recibido de Él y no podremos participar de la fiesta de bodas ni del gozo de
reinar con el Señor como co-reyes por mil años. Además, sufriremos cierta
disciplina, cierto castigo. Todo esto es según la Palabra pura del Señor revelada
en las Escrituras. Todos tenemos que recibir esta advertencia clara y seria a fin
de ser fieles al Cristo que mora en nosotros. Si abusamos de Su gracia hoy en
día, sufriremos a Su regreso.

Ya dijimos que el reino tiene tres aspectos: la realidad, la apariencia y la


manifestación. Ahora tenemos que ver que la manifestación del reino es
simplemente la transferencia de la realidad del reino. En la próxima era, la
realidad del reino se convertirá en la manifestación del reino.

¿Qué sucederá con la apariencia del reino? Cuando la realidad del reino sea
transferida a la manifestación del reino, la apariencia del reino será quemada y
eliminada. Durante la era presente, la realidad del reino y la apariencia del reino
progresan simultáneamente. Pero cuando el Señor Jesús regrese, Sus ángeles
atarán en manojos toda la cizaña y la echarán al fuego (Mt. 13:41-42). La cizaña
habrá causado gran daño al reino del Señor, por lo que Él estará muy enojado e
indignado con ellos. Por tanto, a Su regreso Él primero se encargará de la
apariencia del reino atándola y poniéndola en el fuego. Luego Él hará la
transferencia de la realidad del reino a la era siguiente a fin de que se convierta
en la manifestación del reino.

Ahora debemos ver cómo el Señor realizará tal transferencia. Si se fijan


nuevamente en el diagrama de las páginas 360-361, donde se muestra la
diferencia entre el reino de los cielos y el reino de Dios, podrán ver que el reino
de Dios está compuesto de seis secciones. Aquí abordamos solamente la cuarta y
la quinta secciones. En la sección más interna del cuarto círculo podemos ver la
realidad del reino de los cielos. Este círculo está encerrado dentro de otro
círculo de mayor dimensión, que representa la apariencia del reino de los cielos.
Cuando el Señor Jesús regrese, Él atará la apariencia del reino de los cielos y la
arrojará al fuego. Esto pondrá fin a la apariencia del reino. Mientras se le pone
fin a la cuarta sección, que corresponde a la apariencia del reino de los cielos, la
realidad del reino será transferida a la sección siguiente: el milenio. Después de
haber sido transferida allí, la realidad del reino se convertirá en la manifestación
del reino.

CRISTIANOS VERDADEROS
Y CRISTIANOS FALSOS
La transferencia de la realidad del reino a la manifestación del reino será
lograda mediante el arrebatamiento de los santos. La mayoría de los cristianos
sabe que al final de esta era el Señor Jesús regresará, y los creyentes serán
arrebatados. Cuando se complete esta era, habrá dos clases de cristianos: los
verdaderos, los que han sido regenerados, y los falsos, que son la cizaña. Los
cristianos falsos son los cristianos nominales, aquellos que sólo son cristianos
en nombre; y podrían ser llamados los “creyentes” incrédulos. Ellos no
solamente han causado gran perjuicio al reino del Señor, sino que además se
han convertido en un insulto y una blasfemia contra el propio Señor. Estos
cristianos falsos conforman la apariencia del reino que será quemada por
completo cuando el Señor regrese.

CRISTIANOS VENCEDORES
Y CRISTIANOS DERROTADOS
Entre los cristianos verdaderos y genuinos hay una clasificación adicional.
Algunos de ellos serán los cristianos vencedores, mientras que otros serán los
cristianos derrotados. Estos son cristianos verdaderos, pero han sido
derrotados. Si bien son verdaderos cristianos, su vida cristiana es un fracaso.
Sin embargo, esta clase de fracaso no implica que ellos no sean verdaderos
cristianos, pues ciertamente lo son. Por tanto, cuando el Señor regrese, nosotros
podemos ser o cristianos vencedores o cristianos derrotados.

Todos los cristianos vencedores estánen la realidad del reino y son dicha
realidad. Aunque los cristianos derrotados conforman la iglesia, ellos son los
llamados, más no son los escogidos. Recuerden lo dicho por el Señor en Mateo
22:14: “Muchos son llamados, y pocos escogidos”. Todos los que conforman la
iglesia han sido llamados, pero únicamente quienes viven en la realidad del
reino serán los escogidos. Cuando el Señor Jesús regrese, habrá estas tres clases
de cristianos: los cristianos falsos, los cristianos verdaderos que son vencedores
y los cristianos verdaderos que han sido derrotados. Quiera el Señor tener
misericordia de nosotros para que no seamos cristianos falsos ni tampoco
cristianos derrotados, sino los cristianos vencedores.

Cuando el Señor Jesús regrese, todos los cristianos verdaderos, tanto los
vencedores como los derrotados, serán reunidos con el Señor. El Señor tiene la
manera de reunirlos a todos ellos o, como se nos dice en la parábola, sabrá cómo
cosechar Su mies. Cosechar o recoger el trigo implica arrancarlo del campo. El
Señor Jesús nos arrancará del campo que es el mundo. Esto quiere decir que
todos los que sean cristianos verdaderos serán arrancados o arrebatados de la
tierra.

Mateo 13:30 nos dice: “Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega; y al
tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla
en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero”. En este
versículo el Señor dice que Él llevará el trigo al granero. ¿Qué es el granero y
dónde está? El Señor Jesús fue verdaderamente sabio al valerse de algo tan
sencillo como la agricultura a manera de ilustración del misterio del reino.
Todos sabemos que el agricultor no vive en el granero, sino en la casa. El
granero no se encuentra en el campo ni en la casa del agricultor, sino a mitad
del camino que va del campo a su casa. Puede ser que esté cerca de la casa, mas
no es la casa. En esta parábola el mundo está representado por el campo, y el
tercer cielo está representado por la casa del agricultor. La casa del Señor Jesús
está en el tercer cielo. ¿Qué hay entonces entre los cielos y el mundo? El aire
está en medio de ellos. En 1 Tesalonicenses 4:17 se nos dice que los que vivimos
y hayamos quedado serán arrebatados en las nubes para ir al encuentro del
Señor en el aire. No se nos dice que ellos se encontrarán con el Señor en la tierra
ni tampoco en los cielos, sino en el aire. El aire aquí corresponde al granero
mencionado en Mateo 13. Cuando abordamos estos asuntos, debemos ejercitar
nuestro discernimiento y estar alertas. No debemos ser descuidados y pensar
que ir al tercer cielo es lo mismo que ser llevado al aire. Hay una gran diferencia
entre estos dos, tal como hay una gran diferencia entre el granero y la casa del
agricultor. Es probable que el granero esté cerca de la casa, pero se encuentra en
algún lugar a medio camino entre el campo y la casa del agricultor.

Un día el Señor Jesús vendrá a los aires sentado sobre una nube. Ciertamente en
el tercer cielo, donde Dios mora, no hay nubes; pero en el aire que rodea la
tierra hay muchas nubes. “Miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno
sentado semejante al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona de
oro, y en la mano una hoz aguda. Y del templo salió otro ángel, clamando a gran
voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete Tu hoz, y siega; porque la hora de
segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura” (Ap. 14:14-15). ¿Quién
está sentado en la nube? ¡Ciertamente es el propio Señor Jesús! ¿Y qué es la
hoz? La hoz se refiere a los ángeles. El Señor Jesús enviará Sus ángeles a atar la
cizaña y arrojarla al fuego, así como a reunir todo el trigo en el granero. Mateo
13 nos dice que el trigo será recolectado en el granero, y 1 Tesalonicenses 4:17
nos dice que todos nos encontraremos con el Señor en el aire.

LAS PRIMICIAS
Antes que la cosecha sea recogida en Apocalipsis 14:14, ya habrá ocurrido una
primera siega. Apocalipsis 14:1 dice: “Después miré, y he aquí el Cordero estaba
en pie sobre el monte de Sión, y con Él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían
el nombre de Él y el de Su Padre escrito en la frente”. Según Apocalipsis 14:4,
éstos son primicias para Dios y para el Cordero. Las primicias no están en el
aire, sino sobre el trono, en el monte de Sión. Esto se refiere al monte de Sión en
los cielos donde Dios mora. Por tanto, las primicias no fueron llevadas al aire,
que es el granero, sino directamente a la casa del Padre en el tercer cielo. La
cosecha, sin embargo, será llevada al granero, al aire.

EL HIJO VARÓN
Apocalipsis 12:5 dice: “Ella dio a luz un hijo varón, que pastoreará con vara de
hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado a Dios y a Su trono”. El hijo
varón, quien representa a los vencedores, no será arrebatado al aire, sino al
trono de Dios que está en el tercer cielo. La cosecha será llevada al aire, que
corresponde al granero, pero las primicias irán al monte de Sión, al trono de
Dios, que corresponde a la casa del agricultor. El hijo varón también será
arrebatado al trono.

EL TIPO DEL ANTIGUO TESTAMENTO


El Antiguo Testamento presenta un tipo muy claro de este principio en Éxodo
23:19. Allí se dice que las primicias de la tierra debían ser llevadas a la casa de
Jehová nuestro Dios. Las primicias no van al granero, sino directamente a la
casa de Dios. Esto da a entender que las primicias son para la satisfacción del
Padre. Esto nos permite ver que el arrebatamiento de los cristianos no será un
evento que ocurrirá únicamente una vez; primero ocurrirá el arrebatamiento de
las primicias y después ocurrirá el arrebatamiento de la cosecha. Las primicias
serán arrebatadas al tercer cielo, pero la cosecha será arrebatada al aire.

EL TIEMPO DEL ARREBATAMIENTO DEL


HIJO VARÓN
Según Apocalipsis 12:5-6, después del arrebatamiento del hijo varón, esto es,
después que los vencedores hayan sido llevados al tercer cielo, todavía
transcurrirán mil doscientos sesenta días más, o sea, tres años y medio. La
mayoría de estudiosos de la Biblia entienden que esos tres años y medio serán la
segunda mitad de la última semana mencionada en Daniel 9. Al final de Daniel
9 hay setenta semanas. Primero hay siete semanas más sesenta y dos semanas,
las cuales hacen un total de sesenta y nueve semanas. Finalmente hay una
última semana. Aquí una semana denota siete años. Este periodo de siete años
está dividido en dos partes. La primera parte consta de tres años y medio, y la
segunda de otros tres años y medio. Éstos son los tres años y medio
mencionados tanto en Daniel como en Apocalipsis. A veces es mencionado
mediante la expresión: un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo (Dn. 12:7).
Esto significa un año, dos años y medio año, o sea, un total de tres años y medio.
Otras veces es designado en forma de cuarenta y dos meses o mil doscientos
sesenta días (Ap. 11:2-3; 12:6; 13:5). Los tres años y medio, los cuarenta y dos
meses o los mil doscientos sesenta días se refieren todos al mismo periodo de
tiempo.

El hijo varón será arrebatado en la mitad de la última semana, lo cual significa


que después de su arrebatamiento transcurrirán otros tres años y medio. Esto
indica que habrá más de un arrebatamiento de los santos del mismo modo que
hay más de una siega en la cosecha. Primero ocurrirá la siega de las primicias, y
después la siega de la cosecha en general. Ciertamente la siega de las primicias
ocurrirá más temprano, y la siega de la cosecha en general ocurrirá después.

De acuerdo con Levítico 23:22, hay incluso una cosecha adicional. Después de
haber segado las primicias y haber recogido la cosecha en general, algunos
granos todavía no estarán maduros. Estos granos que están en las esquinas del
campo requieren de más tiempo para madurar bajo el sol abrasador. En Levítico
23 a estos granos que maduran tarde se les llama el sobrante o la rebusca.

En principio, la cosecha que Dios efectuará también tendrá tres etapas. Algunos
serán cosechados en calidad de primicias, la mayoría será recogida como la
cosecha general y unos cuantos serán dejados en el mundo como la rebusca que
quedó en las esquinas del campo, los cuales serán cosechados al final de la
tribulación. Este es un asunto muy serio. En el campo de trigo, los granos que
maduran primero son aquellos que están cerca del centro del campo, mientras
que los granos que se hallan en los bordes madurarán al final. Ellos tienen que
ser dejados por un tiempo más prolongado en el campo para ser depurados y
abrasados por el sol resplandeciente. Entonces ellos también madurarán y
estarán listos para la siega. Si deseamos madurar temprano, tenemos que estar
en el centro de la vida de iglesia. No se queden en la periferia de la vida de
iglesia; pues si lo hacen, es probable que sean dejados en el campo para que
puedan madurar.

LA NECESIDAD DE MADURAR
Nosotros somos la labranza de Dios (1 Co. 3:9), y como tal, nuestra cosecha
constará al menos de tres etapas diferentes. Aquellos que maduren temprano
serán cosechados primero por el Señor y serán los vencedores, quienes
constituyen las primicias. Éstos serán llevados por el Señor directamente al
trono de Dios en el tercer cielo para satisfacer a Dios mismo. La mayoría será
dejada en el campo por otro periodo de tiempo a fin de madurar antes de ser
cosechados. Unos cuantos, los cuales están en los bordes de la vida de iglesia, en
los rincones del campo, serán dejados hasta el final. El tipo correspondiente a
esta clase de cosecha está en Éxodo 23 y Levítico 23; su cumplimiento parcial se
halla relatado en Mateo 13, y su cumplimiento en plenitud se relata en
Apocalipsis 14. Allí vemos tanto las primicias como la cosecha. Según la
descripción hecha en Apocalipsis 14, las primicias son los santos que están
saturados del Señor Jesús. Ellos son aquellos cuyo ser ha sido completamente
ocupado por Cristo y quienes han sido plenamente conquistados por Cristo
hasta llegar a la madurez. El corazón me duele al ver a muchos de los hijos del
Señor que parecen ser en cierta manera ignorantes, descuidados y parecen estar
embotados con respecto a la necesidad de madurar. ¡Cuánta seriedad reviste el
hecho de que somos la labranza de Dios! ¡Somos el cultivo de Dios! Sin duda
alguna, somos el trigo, pero ¿cuán maduros estamos? ¿Seremos las primicias, la
cosecha o la rebusca? Les ruego que tomen muy en serio estas palabras y traigan
este asunto delante del Señor. Por medio de la siega del cultivo de Dios, también
llamada el arrebatamiento, el Señor Jesús efectuará la transferencia de la
realidad del reino a la manifestación del reino. Mateo 13:43 nos dice: “Entonces
los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos
para oír, oiga”. Aquí, los justos son los vencedores. Los que viven en la realidad
del reino de los cielos hoy, serán arrebatados y transferidos al reino del Padre
para llegar a ser aquellos que resplandezcan allí.

LOS PRINCIPIOS NOS SIRVEN DE


ADVERTENCIA
No vayan a caer en la tentación de ser curiosos con respecto a los muchos
detalles que rodean estos asuntos. Lo que el Señor nos revela es un principio, y
este principio nos dice que es necesario que la labranza del Señor, Su trigo,
madure. Aquellos que maduren serán llevados primero. Después de las
primicias vendrá la cosecha. No es necesario averiguar el tiempo en que las
primicias serán arrebatadas, ni el tiempo en que la mies será recogida. No traten
de entender la Biblia de este modo. El Señor no nos revela los detalles, sino los
principios. Los detalles requerirían decenas de miles de páginas para ser
descritos, pero no tenemos necesidad de ellos. Sin embargo, sí debemos asimilar
la ayuda que nos proveen estos principios. Así que, desechen su curiosidad
natural y asimilen los principios a manera de advertencia. Todos tenemos que
recibir esta advertencia y ver nuestra necesidad de madurar. Todos tenemos que
orar: “Señor, ten misericordia de mí, que pueda formar parte de las primicias y
llegue a ser un vencedor”.

Oren pidiendo ser las vírgenes prudentes. Oren pidiendo que el Señor los salve
de ser vírgenes insensatas. No traten de captar los detalles, sino más bien capten
algunas palabras del Señor que sean vivificantes, reveladoras, motivadoras y
alentadoras. De otro modo, tal vez logren entender claramente algunos detalles,
pero perderán la oportunidad de participar en el arrebatamiento. Es posible que
pierdan la oportunidad de llegar a ser vencedores aun cuando estén claros con
respecto a algunos hechos o eventos. Entiendan el principio a fin de recibir la
advertencia. No caigan en la trampa que representa el deseo de adquirir
conocimiento con respecto a los detalles. Necesitamos ver cuál es el propósito y
la intención de Dios, y necesitamos ver en qué consiste nuestra responsabilidad
para cooperar con Él. Es necesario que disfrutemos de Cristo, participemos de
Él y le tomemos hasta que maduremos. A la postre, Él será expresado como
nuestro vestido de bodas, y seremos aptos para reinar como reyes juntamente
con Él. No tomen estos puntos con el fin de sistematizar la Biblia. Quiera el
Señor preservarnos a tal grado que lo único que nos importe sea simplemente la
revelación pura y verdadera de los principios que nos sirven de advertencia.

CAPÍTULO CUARENTA

LAS MEDIDAS QUE EL SEÑOR


TOMARÁ
CON RESPECTO A LOS
CREYENTES
CUANDO REGRESE
Lectura bíblica: Mt. 24:39b-44; 1 Ts. 4:15-17; 1 Co. 15:50-54; 2 Ts. 2:1-
4, 8; 1:5-10; Fil. 3:20-21; 1 Jn. 3:2; Ap. 2:25; 3:3; 16:15; 19:11-16; 22:7,
12

Todas estas citas bíblicas revelan las medidas que el Señor tomará con respecto
a los creyentes cuando regrese. Estas medidas serán por juicio, por
arrebatamiento y por medio de Su selección.

El arrebatamiento de los creyentes es comparado con la siega del trigo. Según


este cuadro, el arrebatamiento no es algo que pueda realizarse todo al mismo
tiempo. Antiguamente la siega del trigo era realizada en tres etapas: primero se
recogían las primicias, después se recogía la cosecha en general y finalmente se
recogía la rebusca. Esta ilustración también nos muestra que el arrebatamiento
no es algo que sucederá por accidente; más bien, es el resultado de haber
llegado a la madurez de la vida divina. Si no somos maduros en el Señor Jesús,
ciertamente no seremos cosechados. Puesto que somos el cultivo de trigo que el
Señor tiene aquí en la tierra, es necesario que maduremos. ¿Por qué el Señor ha
demorado Su venida por tanto tiempo? Es debido a que Sus santos carecen de la
madurez adecuada. Nuestro progreso y madurez determinará cuán pronto
ocurrirá Su venida. Si maduramos más rápido, ciertamente Su venida ocurrirá
más pronto. En cierto sentido, no estamos a la espera de Su venida, sino que Él
está esperando a que nosotros maduremos plenamente. Es necesario que
alcancemos la madurez de la vida divina.

¿Cómo podemos ser transferidos de la realidad del reino a la manifestación del


reino? Es únicamente mediante el crecimiento y la madurez de la vida divina. Si
nos valemos de nuestra ilustración una vez más, diríamos que los cultivos
podrán ser trasladados al granero únicamente al haber crecido y madurado. Una
vez que los cultivos han madurado, serán trasladados al granero. Así pues, es
necesario que todos maduremos. La madurez apropiada tendrá como resultado
este traslado.

LA GLORIFICACIÓN DE NUESTRO CUERPO


Cuando llegue el tiempo de este traslado, también será necesario que el Señor
realice cierta obra. En Filipenses 3:20-21 se nos dice que a Su regreso Él
transfigurará nuestro cuerpo “para que sea conformado al cuerpo de la gloria
Suya”. Fuimos regenerados en nuestro espíritu y ahora estamos en el proceso de
transformación de nuestra alma. Cuando esta transformación haya sido
completada, tendremos la madurez de la vida divina. Esto quiere decir que
estaremos listos para ser cosechados por el Señor Jesús, y entonces Él vendrá
para cambiar nuestro cuerpo. Ésta es la obra que deberá ser llevada a cabo por
el Señor. Supongamos que usted es un santo maduro que ha sido regenerado en
su espíritu y transformado en su alma; ha sido plenamente saturado del Señor
Jesús y completamente poseído por Él. ¿Qué más necesita? Usted necesita que
su cuerpo sea transfigurado.

Tomemos como ejemplo al apóstol Pablo. Debido a que él es un santo que murió
en el Señor, y ahora duerme hasta que llegue el tiempo de su resurrección.
Mientras él vivía en la tierra, su espíritu fue completamente ocupado por el
Señor, y su alma fue plenamente saturada del Señor y ocupada por Él. Pero hoy
él está bajo tierra aguardando la transfiguración de su cuerpo. Su cuerpo es
todavía algo viejo, algo que pertenece a la vieja creación. Aunque su espíritu fue
regenerado y su alma fue transformada, su cuerpo muerto permanece en la vieja
creación. Cuando el Señor Jesús regrese, Él cambiará los cuerpos tanto de los
santos que vivan como de los que murieron. Ambos, sea que estén vivos o
muertos, serán transfigurados. El Señor realizará una obra de transfiguración en
nuestros cuerpos.

La aplicación del poder del Señor a nuestros cuerpos es, en cierto sentido, el
arrebatamiento. Cuando el Señor Jesús nos arrebate al aire, Él no solamente
hará que cambie nuestra posición de la tierra a los cielos, sino que también
cambiará nuestros cuerpos viles a cuerpos gloriosos. Nuestros cuerpos viles
pueden ser comparados con gusanos horribles; y nuestros cuerpos
transfigurados, con mariposas hermosas. No me pregunten qué clase de cuerpos
gloriosos tendremos, pues no lo sé. Pero sí sé que este cuerpo vil será
transformado en uno glorioso. Sé que nuestros cuerpos serán como el del Señor
en resurrección. Después que el Señor Jesús fue crucificado, sepultado y
resucitado, Su cuerpo físico, la carne, fue transfigurado en algo que todavía era
físico, pero que era algo misterioso y glorioso.

A Su regreso, nuestro cuerpo físico tan problemático será transfigurado,


convirtiéndose en un cuerpo maravilloso, misterioso y hermoso. Entonces ya no
seremos feos, sino que tanto los hermanos como las hermanas seremos muy
bonitos. Seremos tan hermosos y gloriosos como el propio Señor Jesús después
de Su resurrección. Esa gloria será simplemente el propio Señor. Cristo en
nuestro interior es la esperanza de gloria (Col. 1:27). Él mismo es la gloria y
cuando regrese Él será glorificado en nosotros; o sea, que Su gloria saldrá de
nosotros. Hoy en día la gloria de Cristo está escondida y oculta en nuestro
espíritu e incluso confinada dentro de nuestra alma. Pero cuando regrese, Su
gloria se propagará desde nuestro interior y saturará todo nuestro cuerpo. Esta
saturación de nuestro cuerpo con la gloria del Señor Jesús que mora en nosotros
será la transformación de todo nuestro cuerpo. No piensen que el Señor Jesús
simplemente vendrá desde los cielos para cambiar nuestro cuerpo y
arrebatarnos, pues no será así. Más bien, el Señor Jesús transfigurará nuestro
cuerpo desde nuestro interior. Él ya entró en nuestro espíritu y ha comenzado a
transformar nuestra alma. Pero hay una parte de nuestro ser que Él todavía no
ha saturado y esta parte es nuestro cuerpo físico. Cuando Él regrese, saturará
nuestros cuerpos y será glorificado en nosotros. En esto consiste el
arrebatamiento. El arrebatamiento no es meramente una especie de
arrebatamiento hacia los aires, sino que es un arrebatamiento que incluye la
transfiguración de nuestros cuerpos. Cuando Él venga a arrebatarnos, también
saldrá de nuestro interior y sorberá este cuerpo de muerte. Nuestro cuerpo no
solamente se halla sujeto a las enfermedades, sino también a la muerte. La
Biblia incluso lo llama un cuerpo de muerte (Ro. 7:24). Cuando el Señor regrese,
este cuerpo de muerte será completamente sorbido por la vida. Según 1
Corintios 15:50-54, nuestro cuerpo de carne y sangre no puede heredar el reino.
Para heredar el reino necesitamos otra clase de cuerpo; un cuerpo glorificado.
Nuestro cuerpo tiene que ser transfigurado al ser sorbido por la vida del Señor.
Hoy el Señor que está en nuestro ser es nuestra vida y nuestra gloria. Un día
esta vida sorberá nuestro cuerpo de muerte, y todo nuestro cuerpo será
plenamente saturado, poseído y transfigurado por el Señor Jesús, quien es
nuestra vida y gloria.

Muchos cristianos consideran que el arrebatamiento ocurrirá como una especie


de eventualidad o como una gran sorpresa. Ellos creen que mientras nos
encontremos trabajando aquí en la tierra, de improviso el Señor regresará y nos
arrebatará hacia los cielos. Ellos suelen exhortar a los creyentes a no ir al cine,
no vaya a ser que cuando el Señor Jesús venga a arrebatarlos los encuentre allí.
Asimismo, ellos alientan a las personas a orar, leer la Biblia y adorar al Señor.
Sin embargo, esta manera de pensar deja de lado el aspecto subjetivo del
arrebatamiento: el Señor Jesús vendrá desde de nuestro espíritu y nuestra alma
a fin de sorber nuestro cuerpo mortal. Éste es el significado de 1 Corintios 15:50-
54, donde se nos dice que la muerte será sorbida para victoria. El Señor será
glorificado desde nuestro interior. Él realizará dos cosas: al mismo tiempo que
nos arrebata a los aires, Él también vendrá desde de nuestro interior para sorber
nuestros cuerpos. ¡Entonces seremos transfigurados! Nuestros cuerpos serán
transfigurados, y seremos plena y absolutamente como Él es (1 Jn. 3:2). Tanto
externa como internamente seremos iguales a Él.

EL PRINCIPIO DE LA COSECHA
Otros cristianos consideran que el arrebatamiento ocurrirá simultáneamente
para todos los cristianos. Ellos piensan que cuando el Señor Jesús regrese, todos
los creyentes verdaderos serán llevados de improviso de la tierra a los aires al
mismo tiempo. Este concepto descuida por completo el principio de la cosecha,
el cual nos dice claramente que el fruto es cosechado a medida que madura. Una
parte de los cultivos madura primero y es cosechada como las primicias. Ésta es
una minoría. Después viene la cosecha de la mayor parte de los cultivos.
Finalmente, viene la cosecha de la rebusca. Éstas son por lo menos tres etapas
diferentes de la cosecha. Este cuadro que nos presenta la Biblia es un tipo muy
claro. En las clases de jardín infantil se usan muchos cuadros para enseñar a los
pequeñitos. Del mismo modo el Señor se vale del cuadro de la cosecha para
mostrarnos claramente este asunto del arrebatamiento. Si lo único que
captamos son las palabras claras del Nuevo Testamento, posiblemente no
podamos entender muy bien el arrebatamiento; pero si vemos las figuras,
entenderemos con claridad. El tipo de la cosecha es un cuadro muy claro y
vívido del arrebatamiento. Éste es un tipo en el Antiguo Testamento que halla su
cumplimiento en el Nuevo Testamento. En Mateo 13 tenemos la cosecha y en
Apocalipsis 14 tenemos tanto las primicias como la mayor parte de la cosecha.
Al final, la mayor parte de los cultivos habrá madurado, y llegará el tiempo de la
cosecha. En un periodo muy cercano a este tiempo, unos cuantos habrán
madurado temprano y éstos llegarán a ser las primicias. La mayor parte
madurará después y ésta es la cosecha general. Sin embargo, algunos que
estaban en las esquinas o en los bordes del campo estarán todavía verdes y
requerirán de más tiempo para madurar. Éstos conforman la rebusca o el
sobrante.

¿Por qué todavía no ha llegado el tiempo de que el Señor realice la cosecha? De


acuerdo con la situación actual, no hay mucha posibilidad de que el Señor Jesús
regrese debido a que la mayor parte de los cultivos todavía está verde y no ha
madurado. Debemos estar desesperados con respecto a las cosas del Señor a fin
de que seamos saturados y maduremos. Cuando la mayor parte de los cultivos
estén maduros y listos para la cosecha, entonces ese será el tiempo para que el
Señor Jesús venga y coseche. Inmediatamente antes de esta cosecha, unos
cuantos que maduraron temprano serán cosechados como las primicias.

Está muy claro que el Nuevo Testamento, desde Mateo hasta Apocalipsis,
enseña que el arrebatamiento no ocurrirá sólo una vez, sino varias veces. El
arrebatamiento de las primicias ocurrirá poco antes de la tribulación. La
tribulación principalmente abarcará un periodo de siete años. En el libro de
Apocalipsis se nos habla de siete sellos, y el último de los siete sellos está
conformado por siete trompetas. La última de las siete trompetas sonará poco
antes del fin de la tribulación. Si leemos Apocalipsis detenidamente,
comprenderemos que la gran tribulación probablemente comenzará cuando
suene la primera trompeta. No comenzará durante el tiempo del primer sello. El
primer sello prácticamente ya se ha cumplido. El segundo sello, el tercero y el
cuarto ya comenzaron a cumplirse y continúan cumpliéndose. Una vez que estos
cuatro sellos hallen su pleno cumplimiento, vendrán el quinto y el sexto sello, y
después que éstos concluyan, vendrá el séptimo sello. Las siete trompetas son el
contenido y la totalidad del séptimo sello. Recuerden que la gran tribulación
comenzará con la primera trompeta y continuará hasta la última trompeta.

Teniendo esto en mente debemos leer 1 Tesalonicenses 4:15: “Os decimos esto
en virtud de la palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos
quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron”. Esto
quiere decir que los creyentes que murieron serán resucitados primero, y
después los creyentes que hayan quedado vivos serán arrebatados. No es que
nosotros seremos arrebatados primero, y después los que murieron serán
resucitados. ¿Cuándo ocurrirá esto? El versículo 16 dice: “El Señor mismo con
exclamación de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá
del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero”. El tiempo en que
seremos arrebatados será cuando suene la trompeta de Dios. Pero ¿será esto
cuando suene la primera trompeta o cuando suene alguna otra trompeta? Para
responder a esta pregunta debemos leer 1 Corintios 15:52: “En un momento, en
un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los
muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transfigurados”.
Este versículo nos dice que seremos transfigurados a la final trompeta. Esta
trompeta final es sin duda alguna la séptima trompeta. Todos los creyentes que
murieron serán resucitados, y todos los creyentes que estén vivos serán
arrebatados cuando suene la séptima trompeta. Por supuesto, la última
trompeta sonará muy cerca del final de la tribulación. Esto da a entender de
manera contundente que no todos los creyentes serán arrebatados antes de la
tribulación.

Un indicio adicional de este hecho se halla en 2 Tesalonicenses 2:1-5. El


versículo 3 dice: “Nadie os engañe en ninguna manera; porque [ese día] no
vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de iniquidad,
el hijo de perdición”. El “hijo de perdición” es el anticristo. Y “el día del Señor”
(v. 2) es el día de la venida del Señor. Este versículo nos dice que el día de la
venida del Señor no ocurrirá a menos que el anticristo haya venido primero. No
seremos congregados con el Señor sin que antes sea manifestado el hombre de
iniquidad, el anticristo. Estos dos puntos; el tiempo en que sonará la séptima
trompeta y la manifestación del hombre de iniquidad, demuestran que no todos
los cristianos serán arrebatados antes de la tribulación.

Sin embargo, esto no quiere decir que todos los cristianos estarán aquí en el
tiempo que ha de cumplirse 1 Tesalonicenses 4 y 1 Corintios 15. La excepción
son las primicias, que serán arrebatadas antes. Esto es visto en Mateo 24 donde
hay dos que trabajan en el campo, uno será tomado y el otro será dejado. Hay
dos moliendo en casa, pero una será tomado y la otra será dejada. Esta parábola
nos indica que hay dos cristianos que están laborando juntos, uno será tomado y
el otro será dejado. Ésta es la palabra pura de la Biblia. Algunos de los santos
madurarán antes que los demás y serán arrebatados. Cuando ellos sean
arrebatados, será como cuando ciertas cosas muy preciosas son hurtadas.
Apocalipsis 3:3 muestra que el Señor vendrá como ladrón que viene a hurtar
algo. Cuando no nos percatemos de Su presencia, Él vendrá para hurtar lo más
precioso, no lo inservible. Únicamente aquellos que hayan madurado en la vida
divina y hayan sido transformados en su alma serán lo suficientemente
preciosos para ser hurtados por el Señor.

LA HORA DE LA PRUEBA
Apocalipsis 3:10 dice: “Por cuanto has guardado la palabra de Mi perseverancia,
Yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre toda la
tierra habitada, para probar a los que moran sobre la tierra”. Sin duda alguna,
las pruebas que sobrevendrán a todos los habitantes de la tierra a fin de
probarlos, se refieren a la tribulación. En este versículo el Señor Jesús prometió
que la iglesia en Filadelfia sería guardada del periodo de la tribulación, lo cual
indica que antes que se dé inicio al periodo de la tribulación, el Señor se llevará
de la tierra a estos creyentes. Éste es un arrebatamiento que ocurrirá antes de la
tribulación. Sin embargo, afirmar que toda la iglesia será arrebatada antes de la
tribulación carece de fundamento bíblico. Este versículo nos dice que los
vencedores, tales como los que conformaban la iglesia en Filadelfia, serán
arrebatados de la tierra antes del tiempo de la tribulación y serán guardados de
la hora de la prueba.

Si algunos de los que buscan más del Señor son arrebatados antes de la
tribulación, y usted es dejado, ¿cuál será su actitud? ¿Acaso seguirá amando el
mundo? La tribulación estará llena de toda clase de sufrimientos y problemas.
Los perjuicios y sufrimientos que afectarán a la humanidad procederán por lo
menos de tres direcciones; vendrán de parte de Dios, de parte del hombre y de
parte de Satanás. En ese tiempo Dios ejecutará Su juicio sobre los cielos y la
tierra. Debido al juicio de Dios, muchos fenómenos naturales sufrirán
alteraciones. El sol se oscurecerá; la tierra será sacudida por terremotos; y
sobrevendrán grandes lluvias e inundaciones. En Mateo 7:24-27 el Señor Jesús
dijo que la lluvia descendería, los ríos vendrían y los vientos soplarían. La lluvia
que desciende representa las pruebas enviadas por Dios; los ríos que se
acrecientan representan las pruebas procedentes del hombre; y los vientos que
soplan representan las pruebas que vienen de Satanás mismo, pues Satanás está
en los aires. Aquellas pruebas descritas en Mateo 7 son una representación en
miniatura de la tribulación que vendrá.
Una gran parte de la tribulación venidera consistirá en los cambios de los
fenómenos naturales que ocurrirán en la tierra y en los cielos. Estos cambios
vendrán de parte de Dios, pues será Dios mismo quien sacudirá la tierra. El sol
que solía ser tan placentero se convertirá en un adversario, y la luna se
oscurecerá. También habrá pruebas procedentes del hombre. El anticristo y
todos sus ejércitos perseguirán a todo aquel que tenga alguna relación con Dios.
Tanto los judíos como los cristianos padecerán la persecución que será desatada
por el anticristo y su ejército. Además, Apocalipsis 12 nos dice que Satanás
herirá la tierra con gran ira.

Si usted se encuentra en la tierra durante el tiempo que ocurran todas esas


pruebas, y se percata de que algunos creyentes fueron arrebatados por el Señor,
¿qué hará? Usted forma parte de la labranza del Señor, pero no ha madurado y
no está listo para ser cosechado. La tribulación será como un sol muy ardiente
que secará toda el agua del mundo que todavía haya en usted, y hará que usted
madure y esté listo para ser cosechado. ¡Ciertamente los creyentes en ese tiempo
madurarán rápidamente! Quizás en los primeros años un buen número de
cristianos madurarán. En aquel tiempo ellos entenderán claramente que no
deben amar su educación, sus empleos ni sus casas. Habrán entendido con toda
claridad que necesitan amar al Señor y comer de Cristo, no solamente tres veces
al día, sino tal vez diez veces al día.

LA VENIDA DEL SEÑOR


El Nuevo Testamento usa varia palabras para referirse a la venida del Señor.
Una es la palabra bastante común y se refiere a venida. Hay otro término que en
el griego es muy particular; es la palabra parusía. Parusía denota la presencia
del Señor. Esta palabra parusía es usada en Mateo 24:39 y 44. La presencia del
Señor o Su parusía es Su venida gradual, la cual se inicia en el tercer cielo.
Cuando las primicias son llevadas a la casa de Dios en Apocalipsis 14, entonces
comenzará la parusía del Señor.

Hace muchos años, con la ayuda del hermano Watchman Nee, publicamos
varios artículos sobre el tema del arrebatamiento. De acuerdo con el estudio que
realizamos en la presencia del Señor, Su parusía comenzará a partir del
momento en que las primicias sean llevadas al tercer cielo. En aquel tiempo, en
cierto sentido el Señor no habrá dejado el tercer cielo, pero Su parusía habrá
comenzado. La parusía del Señor durará por lo menos siete años. Si estudiamos
todos los versículos que usan la palabra parusía, veremos que la parusía del
Señor abarca un largo periodo de tiempo. Ella comienza desde el tiempo en que
las primicias son llevadas a los cielos y continúa hasta que el Señor aparece
físicamente al mundo entero. Las primicias serán arrebatadas antes de la
tribulación, y la aparición del Señor a toda la tierra de una manera física y
visible ocurrirá después de la tribulación o, por lo menos, al final de la
tribulación. Aquellos que hayan madurado temprano, las primicias, serán
arrebatados al tercer cielo. Después retornarán con el Señor a los aires.
Entonces la mayoría de los cristianos, la cosecha, serán recogidos y arrebatados
a los aires, donde el Señor Jesús ejecutará Su juicio desde el tribunal de Cristo.
Éste no es el juicio que se ejecutará desde el gran trono blanco, el cual ocurrirá
después del milenio (Ap. 20:11-13). El juicio que se ejecutará desde el gran trono
blanco será sobre los incrédulos y tendrá relación con la salvación, mientras que
el juicio que se ejecutará en el tribunal de Cristo será sobre los creyentes y se
relacionará al otorgamiento de recompensas o castigos. Desde Su tribunal,
Cristo determinará quiénes entre los creyentes serán recompensados y serán
aptos para venir junto con Él a la tierra a fin de derrotar a Su enemigo. En ese
entonces el anticristo con su ejército estará en la tierra combatiendo contra el
Señor y contra el pueblo del Señor. En ese momento el Señor vendrá con Su
ejército, los santos vencedores. Después del arrebatamiento y después de haber
ejecutado juicio desde Su tribunal, el Señor escogerá a todos los vencedores que
vendrán con Él a combatir en contra del anticristo (Ap. 19:11-16).

UN CUADRO COMPLETO
Éste es el arrebatamiento tal como es revelado en el Nuevo Testamento. Algunos
cristianos argumentan que el arrebatamiento ocurrirá antes de la tribulación,
mientras que otros cristianos argumentan que ocurrirá después de la
tribulación. ¿Por qué discuten? Ellos discuten debido a que ambos han visto
únicamente parte del cuadro. Quienes han visto algo con respecto al
arrebatamiento que ocurre antes de la tribulación se aferran a ello, y quienes
han visto algo con respecto al arrebatamiento que ocurre después de la
tribulación también se aferran a ello. No obstante, tenemos que comprender
que el asunto del arrebatamiento es como las muchas piezas de un
rompecabezas. No debiéramos aferrarnos a una pieza, sino poner todas las
piezas juntas hasta que tengamos un cuadro completo. Entonces el cuadro
tendrá sentido y será bastante lógico.

Cuando llegue el tiempo de la cosecha, en un mismo campo de cultivo se tendrá


tanto las primicias como la cosecha y la rebusca. El arrebatamiento de un
reducido número de santos que han madurado ocurrirá antes de la tribulación.
La mayoría de los santos serán arrebatados durante la tribulación debido a que
la necesitan para hacerlos madurar. Finalmente, la última parte de los cultivos
será cosechada después de la tribulación. La cosecha de los cultivos no se halla
descrita en los capítulos 7 ni en el 8 de Apocalipsis, sino en el capítulo 14. Esto
quiere decir que esto ocurrirá en medio de la tribulación.

Leamos ahora Apocalipsis 16:13-15: “Vi salir de la boca del dragón, y de la boca
de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de
ranas; pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de
toda la tierra habitada, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios
Todopoderoso. (He aquí, Yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y
guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza.)”. Tenemos
que fijarnos cuándo fue el momento en que el Señor dijo: “He aquí, Yo vengo
como ladrón”. Esto ocurre en el momento en que los tres espíritus malignos
salen a reunir el ejército del anticristo para Armagedón. Que el Señor diga: “He
aquí, Yo vengo como ladrón”, da a entender que todavía habrán quedado
algunos creyentes en la tierra incluso en ese entonces. Esto quiere decir que
ellos todavía no han madurado y que continúan en la tierra bajo el sol abrasador
que habrá de acelerar su proceso de maduración. Afirmar que todos los
creyentes serán arrebatados de una sola vez antes de la tribulación o después de
la tribulación es por completo contrario a las Escrituras. La advertencia que el
Señor hizo a Su pueblo en el capítulo 16 ocurre poco antes del final de la
tribulación. Esto da a entender que algunos de los Suyos serán dejados en la
tierra durante la tribulación.

De acuerdo con todos estos versículos, el arrebatamiento de los creyentes no se


realizará de una vez por todas en una sola ocasión, sino que se llevará a cabo
durante un periodo de aproximadamente siete años. ¿Cuándo será usted
arrebatado durante ese periodo de siete años? Eso dependerá de su grado de
madurez. Si a los ojos del Señor usted ha madurado y está listo, ciertamente Él
le llevará consigo antes que la tribulación comience. Es de este modo que el
Señor efectuará la transferencia de la realidad del reino a la manifestación del
reino. En otras palabras, todos tenemos que madurar. Si deseamos madurar,
tenemos que tomar a Cristo una y otra vez, comiendo de Él y permitiéndole
saturarnos todo el tiempo. En esto consiste la vida del reino, la cual es descrita y
definida en Mateo 5, 6 y 7; ésta es una vida en la que continuamente tomamos a
Cristo como nuestro nutrimento y constantemente somos saturados de Cristo,
así como ocupados y poseídos por Él. En esto consiste la realidad del reino. Ésta
es la verdadera madurez. Si éste es nuestro caso, cuando el Señor Jesús regrese,
seremos arrebatados como las primicias. Esto quiere decir que seremos
escogidos y elegidos por Él para conformar Su ejército (Ap. 17:14; 19:11-15). El
ejército combatiente del Señor Jesús está conformado por los santos vencedores
que viven en la realidad del reino. Ellos viven en la realidad del reino y llegarán
a conformar un ejército combatiente y, después del combate, ellos constituirán
la manifestación del reino. Como el ejército del Señor Jesús, ellos vendrán con
Él para destruir al anticristo y su ejército. Entonces las naciones de toda la tierra
se convertirán en el reino de Cristo, y el ejército compuesto por los santos
vencedores se convertirá en aquellos reyes que reinarán juntamente con Cristo,
Sus co-reyes, para gobernar la tierra entera. Ellos serán transferidos a la
manifestación del reino durante el milenio.

LOS CRISTIANOS DERROTADOS


¿Qué sucederá entonces con todos los cristianos derrotados? Ellos no tendrán
parte en reinar con Cristo durante el milenio como Sus co-reyes. ¿Dónde
estarán? Si bien desconocemos todos los detalles, el principio sí puede ser visto
con claridad. Cuando el Señor Jesús regrese, los creyentes falsos serán atados en
manojos y arrojados al fuego, con lo cual se pondrá fin a toda la cizaña del
cristianismo. Los santos vencedores serán escogidos para combatir en la batalla
junto al Señor a fin de recobrar la tierra para que el Señor reine sobre ella. Ellos
serán reyes juntamente con Cristo en la manifestación del reino. Los cristianos
derrotados no serán arrojados al fuego ni tampoco entrarán en el reino para
reinar juntamente con Cristo. Según Mateo 22:13 y 25:30, ellos serán arrojados
a las tinieblas de afuera donde será el llanto y el crujir de dientes.

En resumen, la cristiandad en la actualidad se halla compuesta tanto por


cristianos falsos como por cristianos verdaderos. Los cristianos falsos
conforman la apariencia externa del reino. Entre los cristianos verdaderos, unos
cuantos son vencedores, y la mayoría está derrotada. Cuando el Señor Jesús
regrese, Él primero aniquilará a los cristianos falsos, esto es, arrojará la cizaña al
fuego. Después, Él arrebatará a todos los cristianos verdaderos llevándolos a los
aires de acuerdo con su madurez. En Su tribunal establecido en los aires, Él
ejecutará Su juicio sobre todos los cristianos verdaderos para decidir quién será
seleccionado y escogido. Éstos serán los vencedores que regresarán a la tierra
para combatir contra el ejército rebelde del anticristo. Después de derrotar al
anticristo y su ejército, los vencedores serán quienes reinen juntamente con
Cristo en Su reino aquí en la tierra. Esto constituirá la manifestación del reino.
Esto también será la transferencia de la realidad del reino a la manifestación del
reino. Únicamente los vencedores, aquellos que viven en la realidad del reino de
los cielos hoy, tendrán parte en su manifestación. La manifestación del reino de
los cielos será una recompensa o premio que se otorgará a los vencedores.

CAPÍTULO CUARENTA Y UNO

LA DISCIPLINA QUE EL SEÑOR


EJECUTARÁ A LOS GENTILES Y
JUDÍOS
CUANDO REGRESE
Lectura bíblica: Jl. 3:2, 9, 11-12; Zac. 12:2-4, 9, 10; 14:12-13, 3, 4; Dn.
2:34-35, 44-45a; Ap. 14:17-20; Is. 63:1-6; Ap. 16:12-16; 17:12-14; 19:11-
21; 2 Ts. 2:8; Ap. 11:15; Ro. 11:25-26; Jer. 3:17; Is. 11:10; 2:2-4a; Zac.
8:20-23; 14:16-19

Según 1 Corintios 10:32, la humanidad se divide en tres grupos de personas: los


judíos, los gentiles y la iglesia. La iglesia está compuesta de las personas
regeneradas que han sido salvas y separadas del mundo. Entre los cristianos,
algunos son vencedores, pero muchos no lo son. Cuando el Señor regrese los
vencedores habrán sido completamente transformados. Debido a que ellos han
vivido en la realidad presente del reino, serán transferidos a la manifestación
del reino a fin de disfrutar de la fiesta de bodas y reinar con Cristo en el milenio.

Sin embargo, en ese tiempo también habrá muchos cristianos que no habrán
sido transformados. Ellos tendrán que ser disciplinados durante el milenio para
que también puedan ser transformados. Tales cristianos derrotados tendrán que
arreglar cuentas con el Señor. Lo que significa que sufrirán pérdida y recibirán
cierta clase de castigo de parte del Señor. Los cristianos falsos, la cizaña, serán
atados y arrojados al fuego.

LOS GENTILES
Ahora hemos de ver qué medidas tomará el Señor en Su segunda venida con
respecto a las naciones, los pueblos y los judíos. Leamos Joel 3:2: “Reuniré a
todas las naciones y las haré descender al valle de Josafat; allí entraré en juicio
con ellas a causa de Mi pueblo, de Israel, Mi heredad, al cual ellas esparcieron
entre las naciones, y repartieron Mi tierra”. Este versículo indica que el Señor
Jesús reunirá a todas las naciones y las derribará. Esto incluirá los ejércitos del
anticristo que se formarán en el futuro. A continuación, los versículos 9 y 12
dicen: “¡Proclamad esto entre las naciones, proclamad guerra, despertad a los
valientes! ¡Acérquense, vengan todos los hombres de guerra! [...] Despiértense
las naciones y suban al valle de Josafat, porque allí me sentaré para juzgar a
todas las naciones de alrededor”. Estos versículos dan a entender que en el
tiempo del regreso del Señor las naciones serán movidas a atacar a Jerusalén.
Las naciones pensarán que se congregan para atacar a Jerusalén, pero conforme
al propósito de Dios, ellas se juntarán allí para ser juzgadas. Zacarías 12:2-4
dice: “Yo pongo a Jerusalén como una copa que hará temblar a todos los
pueblos de alrededor; también contra Judá, cuando se ponga sitio a Jerusalén.
En aquel día Yo pondré a Jerusalén como una piedra pesada para todos los
pueblos; todos los que intenten cargarla serán despedazados. Y todas las
naciones de la tierra se juntarán contra ella. En aquel día, dice Jehová, heriré
con pánico a todo caballo, y con locura al jinete; pero pondré Mis ojos sobre la
casa de Judá y a todo caballo de los pueblos heriré con ceguera”. Estos
versículos también nos muestran que cuando el Señor Jesús regrese, las
naciones se juntarán para atacar a Jerusalén. En ese tiempo el Señor Jesús
descenderá desde los aires para derrotarlos y destruirlos. Al mismo tiempo,
ocurrirá algo maravilloso y lleno de gracia; lo cual está descrito en el versículo
10: “Sobre la casa de David y los habitantes de Jerusalén derramaré un espíritu
de gracia y de oración. Mirarán hacia Mí, a quien traspasaron, y llorarán como
se llora por el hijo unigénito, y se afligirán por él como quien se aflige por el
primogénito”.

El Señor Jesús regresará en el mismo momento en que el anticristo haya


reunido a todos sus ejércitos para atacar a Jerusalén. Los judíos estarán sitiados
por los ejércitos del anticristo y no tendrán escape. Pero el Señor Jesús
aparecerá, herirá a todos los ejércitos que sitiaron a Jerusalén y derramará Su
Espíritu sobre el pueblo judío. Toda la casa de Judá se arrepentirá y se
lamentará, llorando a causa de su rebelión contra Cristo. Ellos comprenderán
que Él es aquel a quien crucificaron y traspasaron en la cruz. Se arrepentirán y
le recibirán como su Salvador. Por tanto, al descender el Señor Jesús realizará
dos cosas: aplastará a todos los ejércitos de las naciones y libertará a todo el
pueblo judío que se arrepentirá y creerá en Él. Según Zacarías 14:3-4, cuando el
Señor Jesús regrese para rescatar al pueblo judío, Sus pies se afirmarán sobre el
monte de los Olivos. Cuando el Señor Jesús ascendía, el ángel le dijo a los
discípulos del Señor: “Varones galileos, ¿por qué os quedáis mirando al cielo?
Este Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, vendrá de la misma manera
que le habéis visto ir al cielo” (Hch. 1:11). Puesto que Él ascendió desde el monte
de los Olivos, Él también regresará al monte de los Olivos. Cuando el Señor
Jesús afirme Sus pies sobre el monte de los Olivos, este monte se partirá por la
mitad, abriéndose un camino por el cual el pueblo judío que estaba sitiado
podrá escapar. Si usted es un vencedor, estará allí con el Señor.

Herirá a las naciones


Durante el tiempo del Éxodo, los hijos de Israel experimentaron en principio
esta misma clase de liberación. El faraón y sus ejércitos salieron en persecución
de los hijos de Israel hasta las orillas del mar Rojo. Cuando parecía que ellos no
tenían vía de escape, el Señor partió en dos las aguas del mar Rojo, y los
israelitas pasaron por en medio del mar. En el futuro, el pueblo de Israel será
sitiado por el anticristo y sus ejércitos, pero el Señor vendrá y los libertará
partiendo el monte de los Olivos y abriéndoles camino en medio del mismo.
¡Qué maravilloso! Zacarías 14:12-13 dice: “Ésta será la plaga con que herirá
Jehová a todos los pueblos que pelearon contra Jerusalén: su carne se
corromperá cuando aún estén con vida, se les consumirán en las cuencas sus
ojos y la lengua se les deshará en la boca. En aquel día habrá entre ellos un gran
pánico enviado por Jehová; cada uno agarrará la mano de su compañero, y
levantarán la mano unos contra otros”.

Según 2 Tesalonicenses 2:8, el Señor Jesús destruirá al anticristo y sus ejércitos


con el aliento de Su boca. El aliento de la boca del Señor consumirá a los
pueblos rebeldes. Sus ojos serán consumidos en sus cuencas, y su lengua se les
deshará en su boca. Al derrotar y destruir al anticristo y sus ejércitos, el Señor
rescatará la casa de Israel.

Ahora debemos leer Daniel 2:34-35: “Estabas mirando, hasta que una piedra se
desprendió sin que la cortara mano alguna, e hirió a la imagen en sus pies de
hierro y de barro cocido, y los desmenuzó. Entonces fueron desmenuzados
también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como
tamo de las eras del verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara
rastro alguno. Pero la piedra que hirió a la imagen se hizo un gran monte que
llenó toda la tierra”. Sin duda alguna, la piedra que se desprendió sin que la
cortara mano alguna es el propio Señor Jesús. Él es la piedra cortada por Dios
que aplastará aquella gran imagen. El rey de Babilonia, Nabucodonosor, vio
aquella imagen que tenía cabeza de oro, hombros de plata, estómago de bronce,
piernas de acero y los diez dedos de los pies de acero mezclado con barro. La
visión de aquella gran imagen abarca todo el periodo de los gentiles, el cual se
inicia con Babilonia y concluye cuando el Señor Jesús regrese.

El deseo que Dios tiene


por un reino
En Éxodo 19:5-6 Dios reveló Su deseo de que la nación judía fuera Su reino en la
tierra. Pero debido a su idolatría y degradación, Dios envió al rey
Nabucodonosor de Babilonia para destruir a Jerusalén y el templo. Se perdió el
templo, la ciudad y la nación entera. Esto quiere decir que se perdió el reino de
Dios sobre la tierra. En los libros de Esdras y Nehemías Dios es llamado el Dios
de los cielos, porque Su reino sobre la tierra había sido destruido. Por el
contrario, cuando Abraham oró, él oró al Señor de los cielos y la tierra. Debido a
que Abraham estaba allí en representación de la autoridad de Dios, Dios
también era el Dios de la tierra. Pero en tiempos de Nabucodonosor no había un
reino sobre la tierra para el establecimiento de la autoridad de Dios. Por tanto,
Dios era llamado el Dios de los cielos.

La era de los gentiles


La era de los gentiles comenzó con Nabucodonosor, tipificado por la cabeza de
oro de la gran imagen. Después de él vino Persia y Media, representados por los
hombros de plata. Persia es el Irán de hoy. Las naciones de los medos y persas
operaron juntas como lo hacen los dos hombros. Debido a que su autoridad no
fue tan elevada como la de Nabucodonosor, ellos se hallan representados por la
plata. Después de estos dos imperios vino el imperio de Grecia, representado
por el abdomen de bronce. Alejandro Magno cruzó el mar Mediterráneo y
derrotó a Persia y Media. Después de Grecia vino el Imperio Romano,
representado por las dos piernas. Según la historia del Imperio Romano, éste se
dividía en la parte occidental y la parte oriental. Por tanto, estas dos partes son
las dos piernas. Si bien la grandeza y dignidad del Imperio Romano no puede
compararse con la de los imperios precedentes representados por el oro, la plata
y el bronce, el Imperio Romano era muy fuerte según denota el hierro. En la
Biblia, el hierro denota fortaleza y poder (Ap. 2:27; 12:5; 19:15; Sal. 2:9).

Tanto Daniel como Apocalipsis nos dice que después del Imperio Romano
surgirán diez naciones, que en Apocalipsis están representadas por diez cuernos
(Ap. 13 y 17). En esos dos capítulos de Apocalipsis, los diez cuernos representan
las diez naciones regidas por el anticristo. Estas diez naciones son también los
diez dedos de los pies. Daniel 2 dice que la piedra cayó sobre la imagen, esto es,
sobre los poderes gentiles. El Señor Jesús herirá la imagen. Al aplastar los diez
dedos de los pies, el Señor Jesús herirá la totalidad del poder de los gentiles.
Cristo es la piedra que herirá a las naciones gentiles. Lo que Daniel dijo
corresponde con lo dicho por el Señor Jesús en Mateo 21:44 sobre la piedra que
los edificadores desecharon: “Sobre quien ella caiga, le hará polvo y como paja le
esparcirá”.

La piedra que se hace un monte


Después que el Señor desmenuce por completo aquella imagen, la cual
representa a todo el mundo gentil, la piedra se hará un gran monte que llenará
toda la tierra. Esto quiere decir que Cristo, la piedra, llegará a ser el reino. En la
Biblia un monte representa un reino. El Señor Jesús llegará a ser el reino que
llena toda la tierra. Estas palabras se cumplen en Apocalipsis 11:15: “El séptimo
ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: El reinado
sobre el mundo ha pasado a nuestro Señor y a Su Cristo; y Él reinará por los
siglos de los siglos”. Después que el Señor Jesús ponga fin a la dispensación de
los gentiles, Su reino llenará toda la tierra. Su reino es el agrandamiento de Él
mismo. La piedra se hace un monte, lo cual quiere decir que Cristo llega a ser el
reino. El reino de los cielos es simplemente el aumento de Cristo. El propio
Señor Jesús es el Rey; cuando Él entra en todos nosotros, Él se convierte en el
reino. Por tanto, la piedra llega a ser el monte; Cristo llega a ser el reino. Si bien
hay muchos otros versículos en el Antiguo Testamento que tratan sobre este
asunto, los que abordamos aquí son los más representativos.

La vendimia
El Antiguo Testamento nos habla del reino como profecía; pero en el Nuevo
Testamento trata de su cumplimiento. Apocalipsis 14 revela tanto las primicias
como la cosecha. Además de esta cosecha de trigo, está también la vendimia o la
cosecha de uvas. A los ojos de Dios hay dos campos o labranzas aquí en la tierra.
Una es la labranza de trigo que representa a los Suyos; la otra es la viña donde
crecen las uvas, la cual representa a la gente de este mundo. Mientras el trigo
representa a los cristianos, las uvas representan a los incrédulos. Según
Apocalipsis 14:17-20, los racimos de uva de la tierra fueron vendimiados y
arrojados en el gran lagar de la ira de Dios. El lagar fue pisado fuera de la
ciudad, y del lagar salió la sangre hasta los frenos de los caballos. No se nos dice
que salió jugo de uva, sino que salió sangre. Además, se nos dice que ésta llegó
hasta los frenos de los caballos; esto da a entender que allí habrá muchos
caballos. La sangre formó una corriente tan profunda que cubría unas dos
millas. Millones de personas de los ejércitos de la tierra serán puestos dentro de
este lagar y serán pisados como uvas.

¿Quién pisará ese gran lagar? Isaías 63:1-6 nos permite saber que es el Señor
mismo quien pisará el lagar. Ése será el día de la venganza del Señor; Él pisará a
tales personas en Su ira, y con Su furor las embriagará, derramando en tierra su
sangre. En esto consistirá la vendimia de los incrédulos.

Armagedón
Ahora debemos leer Apocalipsis 16:12-16: “El sexto ángel derramó su copa sobre
el gran río Éufrates; y el agua de éste se secó, para que estuviese preparado el
camino a los reyes que vienen de donde el sol sale. Y vi salir de la boca del
dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus
inmundos a manera de ranas; pues son espíritus de demonios, que hacen
señales, y van a los reyes de toda la tierra habitada, para reunirlos a la batalla de
aquel gran día del Dios todopoderoso. (He aquí, Yo vengo como ladrón.
Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y
vean su vergüenza.) Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama
Armagedón”. La bestia mencionada aquí es el anticristo. Mientras los gentiles se
preparan para la batalla y reúnen un ejército, el Señor Jesús hará llegar Su
advertencia a los creyentes. Este pasaje indica que todavía quedarán creyentes
sobre la tierra en aquel tiempo.

Armagedón, que significa el monte de Megiddon, está muy cerca de Bosra y


Jahazah. El monte y el valle se hallan muy cerca el uno del otro. Esto da a
entender que en el mismo tiempo durante el cual el Señor Jesús regrese, los tres
espíritus malignos saldrán a incitar a los pueblos del Lejano Oriente. El
versículo 12 dice: “Para que estuviese preparado el camino a los reyes que
vienen de donde el sol sale”. Los reyes que vienen de donde el sol sale no serán
los reyes europeos ni tampoco del Medio Oriente, sino que procederán del
oriente del Éufrates.

Ahora tenemos que leer Apocalipsis 9:13-18: “El sexto ángel tocó la trompeta, y
oí una voz de entre los cuatro cuernos del altar de oro que está delante de Dios,
diciendo al sexto ángel que tenía la trompeta: Desata a los cuatro ángeles que
están atados junto al gran río Éufrates. Y fueron desatados los cuatro ángeles
que estaban preparados para la hora, día, mes y año, a fin de matar a la tercera
parte de los hombres. Y el número de los ejércitos de los jinetes era doscientos
millones. Yo oí su número. Así vi en visión los caballos y a los que montaban
sobre ellos, los cuales tenían corazas de fuego, de jacinto y de azufre. Y las
cabezas de los caballos eran como cabezas de leones; y de su boca salían fuego,
humo y azufre. Por estas tres plagas fue muerta la tercera parte de los hombres;
por el fuego, el humo y el azufre que salían de su boca”. El río Éufrates también
es mencionado en este pasaje. Aquí se nos dice que una tercera parte de los
hombres serán muertos y que el número de las tropas de caballería será de
doscientos millones.

La caballería de doscientos millones


Esto corresponde al relato del capítulo 16. Los espíritus malignos serán
liberados para incitar a los pueblos del Lejano Oriente, quienes vendrán
trayendo consigo doscientos millones jinetes a caballo. Ellos vendrán del Lejano
Oriente, cruzarán el río Éufrates y se dirigirán a Armagedón. Armagedón está
muy cerca a Jerusalén, donde estarán el anticristo y sus ejércitos. Estos ejércitos
serán aniquilados en Armagedón con fuego, humo y azufre. En principio estos
componentes son similares a los que caracterizarían un bombardeo nuclear
moderno. Recuerden que éstos no son los ejércitos bajo el mando del anticristo,
sino los ejércitos del Oriente que habrán cruzado el Éufrates. Estos ejércitos del
Oriente primero vendrán a la región del río Éufrates que hoy es Irak e Irán, y
después se dirigirán a Jerusalén.

El lagar
Mientras el anticristo ataca a Jerusalén, los doscientos millones jinetes
procedentes del Oriente también se dirigirán hacia el mismo lugar, Jerusalén.
Esto quiere decir que los ejércitos de la tierra se juntarán en esta única ocasión
tal como todas las uvas de una vid se juntan en el lagar. Entonces el Señor Jesús
vendrá a pisar el lagar. Al pisar el lagar, el Señor Jesús destruirá los ejércitos del
anticristo y los doscientos millones de jinetes del Lejano Oriente.

Según Apocalipsis 17:12-14, los diez cuernos, que representan diez reyes, de
improviso serán investidos con autoridad de reyes por una hora juntamente con
la bestia, el anticristo. Éstos harán guerra contra el Cordero, pero el Cordero los
vencerá. Los que están con el Cordero, Sus ejércitos, serán los escogidos y fieles.
¿Quiénes son estos escogidos y fieles? Recuerden las palabras del Señor:
“Muchos son llamados, y pocos escogidos” (Mt. 22:14). Los escogidos son
aquellos que fueron fieles al Señor y llegaron a conformar Su ejército.

Según Apocalipsis 19, Sus ejércitos estarán vestidos de lino fino, blanco y puro.
La vestimenta de lino fino es la vestimenta para la fiesta de bodas y, a su vez, la
vestimenta para combatir. El vestido de bodas será también el vestido para
combatir. El Señor pisará el lagar y preparará un banquete para todas las aves
de los cielos. Cuando el inicuo aparezca, el Señor lo destruirá con una espada
aguda que saldrá de Su boca. Por tanto, todos los versículos del Antiguo y del
Nuevo Testamento son muy coherentes entre sí. El Señor Jesús vendrá a
destruir a todos los ejércitos rebeldes mediante el aliento de Su boca. Es debido
a esto que la sangre tendrá tal profundidad (Ap. 14:20).

Entonces, según Apocalipsis 11:15, el reinado sobre este mundo pasará a nuestro
Señor y a Su Cristo. Los ejércitos gentiles serán destruidos, y la imagen entera,
que representa la era de los gentiles, será desmenuzada.
LOS JUDÍOS
Ahora consideremos la manera en que el Señor se hará cargo de los judíos
cuando regrese. Durante la era de la iglesia, el Señor ha dejado temporalmente
al pueblo de Israel y lo trata como si fueran gentiles. Ellos tienen que recibir el
evangelio y ser salvos a fin de llegar a ser miembros de la iglesia. Pero al final de
esta era, según Zacarías 13 y Romanos 11, la nación judía experimentará un
avivamiento y se volverá al Señor. Debido a que esto ocurrirá durante la
tribulación, muchos sufrirán y morirán. Zacarías 13:8-9 también nos dice que
por lo menos dos tercios de los judíos que hayan quedado vivos serán raídos de
la tierra. Este número no incluye a los millones que murieron por Hitler.
Cuando el Señor Jesús venga de nuevo, el tercio restante se arrepentirá y creerá
en el Señor. La casa de Israel será salva en aquel tiempo.

Después que sean regenerados y salvos, los judíos serán trasladados al reino
milenario sobre la tierra a fin de ser los sacerdotes que enseñarán a las naciones
cómo servir a Dios (Zac. 8; Is. 2). Los vencedores entre los cristianos serán los
reyes, los gobernadores, durante el reino milenario, y los salvos de la casa de
Israel serán los sacerdotes. Aunque estos judíos serán regenerados y salvos, no
serán transformados ni sus cuerpos serán transfigurados para aquel tiempo.
Más tarde, justo antes del tiempo de la Nueva Jerusalén, ellos serán
transformados y cambiados en sus cuerpos. Romanos 11:25-26 dice que todo
Israel será salvo. Esto es confirmado por Jeremías 3:17: “En aquel tiempo
llamarán a Jerusalén trono de Jehová, y todas las naciones vendrán a ella en el
nombre de Jehová, a Jerusalén; y no andarán más tras la dureza de su malvado
corazón”. Después de la destrucción de los ejércitos gentiles y de la salvación del
pueblo judío, los gentiles que hayan quedado llamarán a Jerusalén el trono de
Jehová. Todas las naciones se reunirán en el nombre del Señor en Jerusalén.
Ellas ya no andarán más tras la dureza de su malvado corazón. Hoy los gentiles
todavía andan tras la dureza e imaginaciones de sus malvados corazones, pero
en aquel día irán a Jerusalén al nombre del Señor.

Isaías 11:10 también nos habla sobre aquel tiempo: “Acontecerá en aquel tiempo
que la raíz de Isaí, la cual estará puesta por pendón a los pueblos, será buscada
por las gentes; y su habitación será gloriosa”. Ciertamente, Cristo es la raíz de
Isaí y, como tal, Él será puesto como pendón o señal todas las naciones gentiles.
Las naciones gentiles irán en pos de Cristo, y el lugar de Su reposo, Su
habitación, será gloriosa.

Enseñarán a los gentiles a adorar a Dios


Leamos también Isaías 2:2-4a: “Acontecerá que al final de los tiempos será
confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes; será
exaltado sobre los collados y correrán a él todas las naciones. Vendrán muchos
pueblos y dirán: „Venid, subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de
Jacob. Él nos enseñará Sus caminos y caminaremos por Sus sendas‟. Porque de
Sion saldrá la ley y de Jerusalén la palabra de Jehová. Él juzgará entre las
naciones y reprenderá a muchos pueblos”. Ése será el tiempo en que la paz
verdadera imperará sobre la tierra. No importa cuánto hable la gente de paz en
la actualidad, no hay paz. La paz en la tierra no vendrá hasta que el Señor Jesús
sea el Rey. Estos pocos versículos nos dicen que después de que el Señor Jesús
destruya los ejércitos de los gentiles, salvará al pueblo judío y tomará Jerusalén
para que sea Su capital sobre la tierra. Él establecerá Su trono allí, y los gentiles
que hayan quedado en la tierra acudirán a Él. Jerusalén se convertirá en el
centro donde se enseñará a los gentiles cómo adorar al Señor.

Acerca de ese tiempo, Zacarías 8:20-23 dice: “Así ha dicho Jehová de los
ejércitos: Aún vendrán pueblos y habitantes de muchas ciudades. Vendrán los
habitantes de una ciudad a otra y dirán: „¡Vamos a implorar el favor de Jehová y
a buscar a Jehová de los ejércitos!‟. ¡Yo también iré! Y vendrán muchos pueblos
y naciones poderosas a buscar a Jehová de los ejércitos en Jerusalén y a
implorar el favor de Jehová. Así ha dicho Jehová de los ejércitos: En aquellos
días acontecerá que diez hombres de las naciones de toda lengua tomarán del
manto a un judío, y le dirán: „Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios
está con vosotros‟”.

Entre los antiguos judíos, los sacerdotes constituían una minoría entre el pueblo
de Dios. El pueblo recibía de los sacerdotes la enseñanza e instrucción en cuanto
a Dios. Ellos enseñaban a la gente de qué manera adorar y servir a Dios. Esto
era un cuadro de la situación que imperaría en el futuro durante el milenio.
Durante el milenio los gentiles tomarán como sus sacerdotes a los judíos
conversos. Diez gentiles acudirán a un judío pidiéndole que les enseñe cómo
servir al Señor. Debido a que escucharán que el Señor está con los judíos,
vendrán a ellos para aprender cómo servir al Señor. Esto quiere decir que,
durante el milenio, los gentiles serán las naciones y los judíos conversos serán
los sacerdotes, quienes enseñarán a los gentiles a adorar a Dios.

Lo hecho por el Señor


La actual situación que impera en el Medio Oriente ¡reviste gran significado! En
1948 la nación de Israel volvió a ser formada, y en 1967 la ciudad de Jerusalén
regresó a los judíos. Después de ser salvo, hace más de cincuenta años, leí las
profecías referentes a la segunda formación de la nación de Israel. En aquel
tiempo me era difícil creer que esto fuera posible. Parecía imposible que
Jerusalén regresase a manos de los judíos. Pero ¡aleluya! ¡Lo que nos parece
imposible a nosotros es posible para Dios! ¡Y el Señor ciertamente lo hizo!
Ciertamente esto fue hecho por el Señor y es maravilloso a nuestros ojos.

En 1948 repentinamente la nación de Israel volvió a formarse como nación.


Luego en 1967, en apenas seis días, la ciudad de Jerusalén regresó a manos de
los judíos. Por veinticinco siglos, desde el año 606 a. C., Jerusalén no había
estado bajo el control del pueblo judío. Pero de improviso, de la noche a la
mañana, volvió a estar bajo su control. Ciertamente esto fue hecho por el Señor.
Hoy en día la atención del mundo entero está enfocada en la situación del Medio
Oriente, que tiene como centro la pequeña nación de Israel. Todos los
ismaelitas, los árabes, continúan conspirando en contra de los judíos. Pero el
Señor está resguardando a Israel.

Además de la situación en el Medio Oriente, está la situación en Europa. Pronto


Europa estará conformada por diez naciones. Además de las situaciones del
Medio Oriente y de Europa, está también la situación en el Lejano Oriente. La
línea divisoria es el río Éufrates. Ciertamente el anticristo será el líder de los
poderes europeos. Bajo su liderazgo, los europeos formarán ejércitos y
avanzarán hacia Palestina para combatir contra la nación de Israel y capturar a
Jerusalén. Al mismo tiempo, doscientos millones de jinetes vendrán del Lejano
Oriente y cruzarán el río Éufrates. Todos estos poderes se reunirán, y mientras
estén reunidos, el Señor vendrá a pisar el lagar. En el tiempo de la tribulación se
formarán los ejércitos en el territorio europeo y se congregarán los jinetes en el
Lejano Oriente.

Hemos visto que algunos de los santos más maduros serán arrebatados como
primicias al tercer cielo antes de la tribulación. La cosecha general será recogida
en medio de la tribulación. Las primicias serán arrebatadas al tercer cielo, la
casa de Dios. Serán éstos quienes vendrán con el Señor Jesús al aire, adonde
será arrebatada el resto de la cosecha a fin de encontrarse con ellos. Allí el Señor
Jesús administrará Su juicio sobre todos los creyentes a fin de seleccionar a los
vencedores que formarán Su ejército. Mientras el Señor Jesús forma Su ejército
en el aire, todas las naciones formarán sus ejércitos sobre la tierra y serán
reunidos en Jerusalén (Ap. 16:14, 16; 19:19). Esto quiere decir que las uvas
procedentes de todos los confines de la vid serán reunidas en el centro del lagar
(Ap. 14:18-19). El Señor vendrá desde el aire con Su ejército de los llamados,
escogidos y fieles, y destruirá al anticristo y su ejército así como a los doscientos
millones de jinetes procedentes del Lejano Oriente (Ap. 19:11-21). Al mismo
tiempo, el Espíritu será derramado sobre el Israel que estará sitiado (Zac.
12:10), entonces ellos se arrepentirán, y toda la casa de David será salva.

La tierra entera pasará a ser el reino de Cristo (Ap. 11:15). La piedra que hirió el
mundo gentil se convertirá en el monte, el reino, que llenará toda la tierra (Dn.
2:35). Algunos de los gentiles seguirán vivos aun después de la batalla de
Armagedón y estos gentiles se convertirán en los pueblos, las naciones, sobre la
tierra. Los judíos conversos y salvos serán los sacerdotes en Jerusalén para
enseñar a las personas de qué manera deben servir al Señor. El Señor Jesús
establecerá a Jerusalén como Su capital y desde Su trono reinará como Rey
sobre toda la tierra.

CAPÍTULO CUARENTA Y DOS

EL JUICIO QUE EL SEÑOR


EJECUTARÁ SOBRE LOS
GENTILES
DESPUÉS DE LA BATALLA DE
ARMAGEDÓN
Lectura bíblica: Mt. 25:31-46; 13:47-50; Ap. 14:6-7; Hch. 10:42; 2 Ti.
4:1; Mt. 19:28; Hch. 3:21; Is. 11:6-9
Cuando el Señor Jesús regrese, resolverá completamente toda situación con
respecto a los cristianos. En primer lugar, los falsos cristianos, la cizaña, serán
atados y arrojados al fuego. Después, los cristianos maduros junto con los
creyentes resucitados serán arrebatados al aire donde el Señor ejecutará Su
juicio sobre ellos. En ese tiempo algunos de ellos, los vencedores, serán elegidos
para formar parte del ejército del Señor a fin de combatir contra el anticristo.
Ellos también celebrarán banquete junto al Señor en la fiesta de bodas del
Cordero. Un número de cristianos serán cristianos derrotados y, debido a ello,
padecerán cierto castigo. Ellos se perderán la fiesta de bodas, que es la
manifestación del reino. Además, perderán su recompensa y también sufrirán
cierta clase de disciplina. Por tanto, mediante el arrebatamiento, el Señor Jesús
resolverá todo asunto pendiente entre los cristianos.

TRES CLASES DE PERSONAS


Como dijimos anteriormente, cuando el Señor Jesús regrese habrá básicamente
tres clases de personas sobre la tierra: los cristianos, los judíos y los gentiles (1
Co. 10:32). A Su regreso, Él derrotará y destruirá el ejército de los gentiles y
rescatará a los judíos, quienes llegarán a ser sacerdotes para Dios durante el
milenio. Sin embargo, algunos gentiles todavía permanecerán sobre la tierra,
pues no habrán sido aniquilados junto con los ejércitos de los gentiles. Aunque
muchos jinetes y soldados habrán sido destruidos por el Señor, algunos que
pertenezcan a las naciones permanecerán vivos. No sería lógico decir que todos
ellos serán los soldados y morirán. Antes bien, algunos de ellos conservarán la
vida, aunque todos los ejércitos serán destruidos. ¿Qué sucederá con todos
aquellos que componen las naciones que hayan quedado vivos para ese
entonces? El Señor tiene que resolver todo asunto pendiente con respecto a
ellos. Con ese fin Él enviará a Sus ángeles a recoger a todas las personas que
hayan quedado de entre las naciones, de tal modo que Él pueda ejecutar Su
juicio sobre ellos.

¿Cuál será la base sobre la cual el Señor juzgará a tales personas? No es fácil
determinar esto. Ciertamente este juicio no podría tener como base la ley o el
evangelio. Si fuera un juicio conforme al evangelio, tendría que basarse en el
hecho de que ellos no se arrepintieron ni creyeron en el Señor Jesús. Si fuera un
juicio conforme a la ley, tendría que basarse en que ellos no guardaron la ley.
Pero el juicio de las naciones que hayan quedado no se basará en ninguna de
estas dos cosas; más bien, tendrá como base la manera en que ellos trataron a
los pequeños hermanos del Señor durante el tiempo de la tribulación (Mt.
25:31-46). Por medio de esto, podemos ver que el Señor tiene Su dispensación,
esto es, Su propia manera de juzgar a las personas. Durante la dispensación de
la ley, el Señor juzgó con las personas en conformidad con la ley. En la
dispensación de la gracia, el Señor juzga a las personas en conformidad con la
gracia. Pero durante el tiempo de la tribulación, el Señor no juzgará a las
naciones en conformidad con la ley o la gracia. Más bien, Él ha de lidiar con
ellas según la manera en que ellas trataron a Sus hermanos más pequeños —los
judíos y los cristianos que quedaron— durante el tiempo de la tribulación. Si las
naciones trataron bien a los más pequeños de Sus hermanos, serán
considerados ovejas; pero si ellos trataron mal a los pequeñitos, serán
considerados cabritos y serán destruidos.
Mateo 25:31-46 presenta la parábola de las ovejas y los cabritos. Muchos
maestros cristianos han aplicado erróneamente esta parábola afirmando que se
refiere a los cristianos. Ellos piensan que el Señor Jesús administrará Su juicio
sobre los creyentes al dividirlos en dos grupos. Un grupo sería el de los
verdaderos cristianos, representados por las ovejas, y el otro grupo estaría
conformado por los falsos cristianos, representados por los cabritos. Según su
concepto, los buenos serían salvos para entrar en el reino y los malos serían
arrojados al lago de fuego. Sin embargo, esta interpretación no es exacta. El
versículo 32 dice que todas las naciones serán reunidas delante de Él. La
palabra griega que aquí se tradujo como “naciones” es la misma que en otras
partes se tradujo como “gentiles”. Así pues, no serán los creyentes quienes serán
reunidos delante de Él, sino los incrédulos, los gentiles. Cuando los gentiles sean
reunidos delante de Él, el Señor los separará unos de otros como el pastor
separa las ovejas de los cabritos.

EL EVANGELIO ETERNO
Este juicio que el Señor ejecutará sobre las naciones no será realizado sin
advertencia previa. Apocalipsis 14:6-7 dice: “Vi volar por en medio del cielo a
otro ángel, que tenía el evangelio eterno para anunciarlo a los moradores de la
tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a gran voz: Temed a Dios,
y dadle gloria, porque la hora de Su juicio ha llegado; y adorad a Aquel que hizo
el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas”. El evangelio predicado en
estos versículos no es el evangelio de la gracia, sino el evangelio eterno.
Tampoco es predicado por un hombre, sino por un ángel. El evangelio de la
gracia, por otro lado, no es predicado por ángeles, sino por los hombres. Un
ángel ciertamente vino a Cornelio en Hechos 10, pero no le predicó el evangelio,
sino que le dijo que llamase a Pedro. Como hombre, Pedro había recibido el
privilegio y la autorización para predicar el evangelio de la gracia. En
Apocalipsis 14 es un ángel, no un hombre, quien predica el evangelio eterno.
Además, este evangelio no es predicado en la tierra, sino desde el aire.

¿Cuál es el contenido del evangelio eterno? Sabemos que el contenido del


evangelio de la gracia es que los hombres deben arrepentirse y creer. Éstos son
los dos elementos principales que contiene el evangelio de la gracia. Pero en
Apocalipsis 14 el contenido del evangelio eterno es diferente, pues simplemente
nos dice que debemos temer a Dios y adorarle. Las naciones tienen que temer a
Dios porque el tiempo del juicio ha llegado. A las naciones no se les dirá que
deben adorar a Dios como su Redentor, sino como su Creador, Aquel que las
creó. Se les dirá que deben temer a Dios porque viene la hora del juicio y deben
adorar a Dios porque Él es su Creador. Para entender estos versículos debemos
considerar su contexto. En ese mismo capítulo dice: “Y siguió otro ángel, el
tercero, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la
marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios,
que ha sido preparado puro en el cáliz de Su ira; y será atormentado con fuego y
azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; y el humo de su tormento
sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche los que
adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre.
Aquí está la perseverancia de los santos, los que guardan los mandamientos de
Dios y la fe de Jesús” (vs. 9-12). Esto quiere decir que el evangelio eterno será
predicado por aquel ángel en el mismo tiempo en que el anticristo obliga a las
personas a adorarle. Mientras el anticristo obliga a las personas a adorarle, un
ángel desde el aire le advertirá a la gente que no adore al anticristo, sino que
adoren a Dios. Es como si el ángel testificase a todas las naciones que la bestia,
el anticristo, no es su creador. Ellos no deben adorarle a él, sino a Dios, su
Creador. Si ellos adoran a la bestia, el anticristo, serán juzgados por Dios. El
versículo 12 nos muestra quiénes serán el pueblo de Dios cuando surja el
anticristo. He aquí la perseverancia de los santos. Los santos aquí incluirán dos
pueblos: los judíos que guardan los mandamientos de Dios y los cristianos que
tienen la fe de Jesús. El anticristo establecerá una imagen en el templo y
obligará a las personas a adorarle. Pero los judíos y los cristianos se rehusarán a
adorar su imagen. Incluso en aquel tiempo habrá algunos cristianos que se
quedarán debido a que no maduraron ni fueron hechos aptos para ser
arrebatados. Ellos se rehusarán a adorar la imagen de la bestia, así que el
anticristo les perseguirá. Debido a que él los matará, ellos requerirán de mucha
perseverancia. El versículo 13 procede a decir: “Bienaventurados los muertos
que mueran en el Señor de aquí en adelante”. Ciertamente éstos son los que
morirán por causa de la persecución del anticristo.

En otras palabras, durante el tiempo de la tribulación el anticristo erigirá su


imagen y obligará a la gente a adorarla como un ídolo. Sin embargo, los judíos y
los cristianos que no fueron arrebatados junto con las primicias no adorarán
esta imagen, por lo cual serán perseguidos hasta ser muertos. Bajo tales
circunstancias, Dios enviará al ángel a predicar el evangelio eterno a las
naciones de la tierra. Él les advertirá que deberán temer a Dios y adorarle, lo
cual implica que no deberán perseguir a quienes guardan los mandamientos de
Dios y a quienes tienen fe en Cristo. No deben perseguir a los que no adoran la
imagen del anticristo, sino que deben temer a Dios.

Todos los habitantes de la tierra oirán este evangelio predicado desde los aires.
Tal proclamación abarcará toda la tierra. De todos aquellos que oigan este
mensaje, serán muy pocos los que lo reciban y que no persigan a los judíos y a
los cristianos. Los judíos y los cristianos padecerán gran persecución y
sufrimientos durante aquel tiempo, puesto que carecerán de alimentos, agua y
vestido. Serán perseguidos de un lugar a otro, convirtiéndolos en forasteros, y
serán encarcelados. Todos estos puntos son mencionados por el Señor Jesús en
Mateo 25. Los pueblos de las naciones que hayan cuidado de los pequeños
hermanos de Cristo durante aquel tiempo serán considerados ovejas, mientras
que aquellos que persiguieron a los judíos y cristianos durante ese tiempo serán
considerados cabritos.

Los buenos, los que trataron bien a los hermanos más pequeños del Señor
durante la tribulación, serán trasladados al reino milenario donde llegarán a
conformar las naciones. Los cristianos vencedores serán los reyes, y los judíos
convertidos serán los sacerdotes; pero los pueblos estarán conformados por los
buenos de entre las naciones a quienes el Señor considerará como las ovejas.
Por medio de estos juicios, el Señor Jesús producirá tres clases de personas: los
cristianos vencedores que serán los reyes, los judíos convertidos que serán los
sacerdotes y los gentiles que fueron guardados mas no regenerados, que
llegarán a formar el pueblo. Todos los malos, los cabritos, serán arrojados al
fuego.
Esta parábola de las ovejas y los cabritos en Mateo 25 corresponde a la parábola
de la red en Mateo 13:47-50. Las primeras seis parábolas en Mateo 13 están
relacionadas principalmente con los cristianos, pero una pequeña porción de las
mismas está referida a los judíos. El tesoro escondido en el campo se refiere
principalmente al reino con Israel. La perla que sale de las aguas representa a la
iglesia. A la postre, ambas entidades tienen como finalidad el reino. Así pues, en
Mateo 13 podemos distinguir también tres categorías de personas: los judíos
con el reino quienes son el tesoro escondido en el campo; los gentiles
regenerados y transformados en una perla, que es la iglesia; y, finalmente,
aquellos que son dejados en el mar, los gentiles. El Señor envió al ángel a reunir
a quienes fueron dejados en el mar. La red aventada al mar recoge toda clase de
criatura que no ha sido regenerada ni transformada. Esto se refiere a los
gentiles, el pueblo natural que procede del mundo corrupto. El Señor reunirá a
todos estos delante de Él y los juzgará. Los buenos serán recogidos en las
vasijas, es decir, en el reino milenario para ser las naciones, pero los malos
serán arrojados al horno de fuego.

EL JUEZ DE LOS VIVOS Y LOS MUERTOS


Tanto Hechos 10:42 como 2 Timoteo 4:1 nos dicen que el Señor Jesús fue
designado por Dios para juzgar a los vivos y a los muertos. Antes del milenio el
Señor Jesús juzgará desde el trono de gloria (Mt. 25:31) a los incrédulos que
estén vivos. Después del milenio, todos los que conformaban las naciones y
murieron serán resucitados, y el Señor Jesús los juzgará desde el gran trono
blanco (Ap. 20:11-12). Así que, antes del milenio el Señor juzgará a los
incrédulos que estén vivos y, después del milenio, a los incrédulos que hayan
muerto. Mediante estos dos juicios, el Señor Jesús resolverá cabalmente todo
asunto que exista entre todos los gentiles.

De entre los cristianos, el Señor Jesús desea obtener un grupo de reyes que
reinen sobre la tierra junto con Él. De entre los judíos, el Señor Jesús desea
obtener un grupo de sacerdotes que enseñen a las personas de qué manera
deben servirle durante el milenio. Después, Él desea obtener un grupo de
personas provenientes del mundo gentil que constituyan las naciones durante el
milenio y durante el tiempo del cielo nuevo y la tierra nueva. Por tanto, tenemos
a los reyes, los sacerdotes y los pueblos. ¡Todas las cosas cooperan para el
establecimiento del reino! Tenemos que comprender que los gentiles en ese
entonces serán personas que fueron resguardadas, mas no regeneradas. Ellas
serán preservadas de ser condenadas y sufrir la perdición, mas no serán
regeneradas.

LA CREACIÓN ES RESTAURADA
Hechos 3:21 nos dice que es necesario que los cielos reciban al Señor Jesús
hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas. Desde el tiempo de la
caída del hombre, toda la creación se degradó. Desde entonces, todas las cosas
han estado sujetas a decadencia y corrupción. Según Romanos 8, toda la
creación gime bajo la esclavitud de corrupción. Toda cosa nueva pronto se hace
vieja, debido a que está sujeta a la ley de la decadencia y corrupción. Un bebé
puede verse muy lozano, pero un anciano ya no presenta esa lozanía porque está
sujeto al proceso de decadencia. Cuanto más crezcamos, mayor será la
decadencia que experimentemos. Nuestro cuerpo físico está sujeto a la
esclavitud de corrupción. Cuando el Señor Jesús regrese, traerá consigo la
restitución. La restitución es contraria a la corrupción. Todo será restaurado. La
restitución es una especie de restauración.

Refiriéndose a ese tiempo de restitución, Isaías 65:20 dice: “No habrá más allí
niño que muera de pocos días ni viejo que sus días no cumpla, sino que el niño
morirá de cien años y el pecador de cien años será maldito”. Durante ese tiempo
alguien que tenga cien años de edad será considerado un niño. Todos vivirán
cientos de años.

Isaías 11:6 añade: “Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se
acostará; el becerro, el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los
pastoreará”. En el tiempo de la restitución, o restauración, todas las fieras se
volverán mansas y dóciles. Los leones y los leopardos así como toda bestia
salvaje ya no harán daño a las personas. Los niños podrán jugar con los leones,
las víboras y las serpientes venenosas. Tampoco habrá más guerra, pues las
lanzas serán convertidas en arados. Ya no habrá más luchas; en lugar de ello, la
gente se dedicará a la agricultura. Ése será el tiempo de verdadera paz sobre la
tierra, pues todas las cosas serán restauradas o restituidas.

EL RESTITUCIÓN
Las naciones que sean consideradas como ovejas en aquel tiempo serán
guardadas, no por regeneración, sino por restitución. Hoy en día todos los
incrédulos que viven en la tierra son personas degradadas, pero durante el
milenio todas las naciones serán restituidas, serán personas restauradas. Pero
eso no quiere decir que ellas serán regeneradas. Como creyentes, nosotros
fuimos regenerados; hemos recibido otra vida en nuestro ser. Aquellas naciones
que participen en la restauración todavía tendrán la misma naturaleza y el
mismo elemento constitutivo en su ser. Lo que nosotros hemos experimentado
no es una mera restauración, sino la regeneración. Durante el milenio las
naciones no serán regeneradas, sino restauradas. Aunque algunas versiones han
usado la palabra regeneración en Mateo 19:28, en el griego no se usa la palabra
que normalmente se traduce como “regeneración”, sino que se usa una palabra
griega que denota una especie de restauración. La palabra que normalmente se
traduce como “regeneración” denota que hemos recibido otra vida además de
nuestra vida natural. Todos hemos recibido la vida natural de nuestros padres
por nuestro nacimiento natural. Cuando creímos en el Señor Jesús recibimos
otra vida, la cual es la vida de Dios, y fuimos regenerados.

Todos los buenos en Mateo 25, que serán considerados las ovejas, no nacerán de
nuevo. Ellos no recibirán otra vida, sino que Dios restaurará su vida creada a su
condición antes de la caída. Dios restaurará toda la creación degradada. Por
tanto, esta palabra que algunos traducen como “regeneración” en Mateo 19 no
significa regeneración en el sentido de nacer de nuevo. Cuando es aplicada a los
creyentes, la palabra regeneración significa nacer de nuevo, pero cuando es
aplicada a una era, ella denota restitución o restauración.
EL REINO MILENARIO
Después que el Señor haya juzgado a los cristianos, los judíos y las naciones, Él
introducirá el reino milenario. El reino del Señor sobre la tierra durará mil años.
Milenio significa mil años. Según el diagrama del reino en las páginas 360-361,
la quinta sección corresponde al milenio y está divida en dos partes. La sección
superior es la sección celestial y la sección inferior es la sección terrenal. En la
sección celestial tenemos la manifestación del reino con Cristo y los santos
vencedores. En ella también se incluye el reino del Padre donde los justos
resplandecerán como el sol en el reino de su Padre (Mt. 13:43). Ésta es la
sección celestial del reino del Padre, la sección superior del reino. La sección
inferior es llamada el reino del Hijo del Hombre. En esta sección se encuentran
los israelitas convertidos, quienes serán los sacerdotes que conducirán a los
pueblos a adorar a Dios, y alrededor de ellos, dentro de esta misma sección,
estarán las naciones que fueron guardadas, restauradas y restablecidas. En
Mateo 13:41 el Señor Jesús dijo que Él enviaría Sus ángeles a recoger de Su
reino todo lo que sirva de tropiezo y a todo el que haga iniquidad. Por tanto,
todos los perversos habrán desaparecido; los judíos convertidos serán los
sacerdotes; y las naciones que hayan sido restablecidas, restauradas y
conservadas serán los pueblos. Así pues, habrá tres clases de personas durante
el milenio: los reyes, los sacerdotes y el pueblo. La creación será restaurada y
restablecida. Ya no habrá guerra, y toda la tierra estará llena de paz. ¡Qué reino
tan maravilloso y glorioso será éste!

Sin embargo, al final del milenio algunas naciones serán inducidas por Satanás
a rebelarse una vez más en contra de Dios (Ap. 20:7-9). Los rebeldes serán
entonces destruidos al ser arrojados al lago de fuego, y quienes no se rebelaron
serán trasladados al cielo nuevo y la tierra nueva para ser las naciones.
Apocalipsis 21:24 nos dice que en ese entonces las naciones andarán a la luz de
la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén estará compuesta por todos los que
fueron regenerados, salvos y transformados, pero las naciones estarán allí
sencillamente como personas naturales que fueron restauradas.

El fruto del árbol de la vida servirá de alimento para todos los habitantes de la
Nueva Jerusalén, y sus hojas serán utilizadas para sanidad de las naciones a fin
de que éstas puedan existir. Desde la Nueva Jerusalén un grupo de reyes y
sacerdotes gobernarán a las naciones restauradas.

Si bien la era de la restauración será una era maravillosa, todavía pertenece a la


vieja creación. Por tanto, tal como aparece en la sexta sección del diagrama,
tenemos el cielo nuevo y la tierra nueva. Durante el tiempo del cielo nuevo y la
tierra nueva, todo será hecho nuevo y la Nueva Jerusalén será el centro. Éste
será el reino eterno de Dios.

Para las ovejas, las naciones, el reino milenario será el reino que fue preparado
desde la fundación del mundo (Mt. 25:34). Sin embargo, quienes nacieron de
nuevo son aquellos que fueron escogidos en Él desde antes de la fundación del
mundo (Ef. 1:3-4). Las naciones recibirán algo que les fue preparado desde la
fundación del mundo, mientras que los creyentes recibirán algo que les fue
preparado desde antes de la fundación del mundo. Ésta es otra prueba
contundente de que estas ovejas no son los creyentes, sino que pertenecen a otra
categoría de personas. Durante el milenio nosotros no seremos las naciones,
sino que seremos la familia real, pues seremos los reyes. ¿Quiénes conformarán
los pueblos? Los pueblos estarán conformados por las naciones restauradas.
Según Isaías 65:20 esas personas restauradas todavía podrían morir después de
cumplir varios cientos de años. Esto quiere decir que ellos no son personas
regeneradas. Nosotros, por haber sido regenerados, jamás veremos la muerte.
Pero ellos debido a que aun están bajo la maldición, morirán. Esto nos permite
ver que ser salvos hoy implica estar bajo una dispensación de Dios y que ser
salvos al regreso del Señor implica estar bajo otra dispensación. Dios tiene
diferentes dispensaciones mediante las cuales Él produce diferentes categorías
de personas. Mediante la dispensación de la ley, Dios producirá al pueblo judío
como un pueblo de sacerdotes. Mediante la dispensación del evangelio de la
gracia, Dios producirá vencedores que serán los reyes. Mediante la dispensación
del evangelio eterno de Dios, Él producirá al pueblo que conformará las
naciones durante el milenio y durante el cielo nuevo y la tierra nueva.

CAPÍTULO CUARENTA Y TRES

EL CRECIMIENTO Y LA
COSECHA
DE LA REALIDAD DEL REINO
Anteriormente dijimos que muchos de los asuntos en cuanto al reino se
encuentran en Mateo en forma de semilla. También indicamos que el reino tiene
tres aspectos: la realidad, la apariencia y la manifestación. La semilla de la
realidad del reino se encuentra en Mateo 5, 6 y 7. Ahora será necesario que
veamos en qué consiste el crecimiento y la cosecha de la realidad del reino. En
un capítulo anterior abordamos siete aspectos de la realidad del reino, los cuales
incluyen: el carácter de los hijos del reino bajo el gobierno de los cielos, la
influencia que los hijos del reino ejercen sobre el mundo, la justicia de los hijos
del reino bajo la restricción de la ley de vida, la pureza de los hijos del reino al
realizar sus buenas obras, la actitud de los hijos del reino con respecto a
mammon o las riquezas, el principio que rige a los hijos del reino en sus
relaciones con los demás y las bases sobre las cuales los hijos del reino para su
andar y obrar. Estos siete aspectos se encuentran en Mateo en forma de semillas
y son desarrollados en los siguientes libros, especialmente en las Epístolas, y
son cosechados en el libro de Apocalipsis.

POBRES EN ESPÍRITU
El primer aspecto que concierne al carácter de los hijos del reino que están
sujetos al gobierno de los cielos es que ellos son pobres en espíritu. Este punto
fue sembrado en Mateo y desarrollado en las Epístolas y en Apocalipsis.
Debemos leer Romanos 8:16 y 1:9: “El Espíritu mismo da testimonio
juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios [...] Porque testigo
me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de Su Hijo, de que sin
cesar hago mención de vosotros siempre en mis oraciones”. Mateo nos insta a
ser pobres en espíritu, y Romanos 8:16 nos dice que el Espíritu testifica
juntamente con nuestro espíritu. Si no somos pobres en espíritu, no estamos
vacíos en nuestro espíritu, le será imposible al Espíritu hallar cabida en nuestro
interior y testificar juntamente con nuestro espíritu. Una vez que somos pobres
en espíritu, el Espíritu podrá venir a nuestro ser y llenarlo consigo mismo. El
Espíritu está con nuestro espíritu. Más aún, en Romanos 1:9 Pablo dijo que él
servía a Dios en su espíritu. Originalmente su espíritu estaba desocupado y lleno
de cosas sin valor, pero ahora todas esas cosas vanas se han desvanecido. Ahora
el Espíritu de Dios llena su espíritu, y él sirve a Dios en su espíritu.

En Apocalipsis 1:10 Juan dijo: “Yo estaba en el espíritu en el día del Señor, y oí
detrás de mí una gran voz como de trompeta”. La traducción correcta de este
versículo debería omitir el artículo definido que precede a la palabra “espíritu”.
Además, ésta no se escribe con “e” mayúscula, sino minúscula, para denotar
correctamente el espíritu humano. Juan estaba en su espíritu humano en el día
del Señor y oyó detrás de él una gran voz. Después que escuchó la voz, se nos
dice en el versículo 12: “Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y
vuelto, vi siete candeleros de oro”. Este versículo nos muestra que para poder
ver las iglesias, tenemos que estar en nuestro espíritu humano. Romanos 8 nos
dice que tenemos que ser pobres en espíritu a fin de que el Espíritu pueda entrar
en nuestro ser. Romanos 1 da a entender que después que el Espíritu haya
llenado nuestro espíritu, podremos servir a Dios en nuestro espíritu. Después,
en Apocalipsis 1:10 y 12, se da a entender que a fin de ver a las iglesias tenemos
que estar en nuestro espíritu.

También tenemos que leer Apocalipsis 21:10-11: “Y me llevó en espíritu a un


monte grande y alto, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que descendía del
cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios. Y su resplandor era semejante al de
una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal”.
Nuevamente, en este versículo es correcto traducir “en espíritu” con una “e”
minúscula y sin el artículo definido. Lo mismo se aplica a Apocalipsis 1:10. La
manera en que nosotros podemos ver la ciudad santa, Jerusalén, es al ser
llevados en espíritu a un monte grande y alto.

Al poner estos versículos juntos, podemos ver que de Romanos a Apocalipsis


ocurre un desarrollo muy rico y una cosecha de la semilla en cuanto al espíritu
humano. Mateo empieza instándonos a ser pobres en espíritu. A continuación,
Romanos nos dice que el Espíritu testifica juntamente con nuestro espíritu y
que servimos a Dios en nuestro espíritu. Finalmente, vemos las iglesias y la
Nueva Jerusalén al estar en nuestro espíritu. La semilla está en Mateo 5, el
crecimiento en Romanos y las otras Epístolas, y la cosecha en Apocalipsis.

LLORAR
La semilla referente a llorar fue sembrada en Mateo 5:4, que dice:
“Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados”. Ahora leamos
algunos versículos que nos muestran el desarrollo de esta semilla. Primero
tenemos Hechos 20:31: “Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de
noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno”. Que Pablo
amonestase a la iglesia con lágrimas de día y de noche denota que él lloraba a
causa de la condición en que se encontraba la iglesia y los creyentes. En
Romanos 9:2 Pablo nos dice: “Tengo gran tristeza y continuo dolor en mi
corazón”. Este versículo nos muestra cómo Pablo lloraba por el pueblo de Israel
para que éste fuera salvo. Él tenía gran tristeza y continuo dolor en su corazón a
causa de ellos. Finalmente, 2 Corintios 7:7 dice: “No sólo con su venida, sino
también con la consolación con que él había sido consolado a causa de vosotros,
haciéndonos saber vuestro gran afecto, vuestro llanto, vuestro celo por mí, de
manera que me regocijé aún más”. Este versículo denota que no solamente
Pablo, sino también los corintios lloraban con respecto a cierta situación. Por
tanto, podemos ver que este asunto de llorar es desarrollado en las Epístolas.

MANSEDUMBRE
La tercera semilla de la realidad del reino sembrada en Mateo es la
mansedumbre. En Mateo 5:5 dice: “Bienaventurados los mansos, porque ellos
recibirán la tierra por heredad”. Efesios 4:2 desarrolla el tema de la
mansedumbre al decir: “Con toda humildad y mansedumbre, con longanimidad,
soportándoos los unos a los otros en amor”. Este versículo no solamente nos
habla de la mansedumbre, sino también de la humildad y longanimidad, así
como de soportarse los unos a los otros en amor. Esto es mucho más que
simplemente mansedumbre y denota un rico desarrollo de este tema. Tito 3:2
dice: “Que a nadie difamen, que no sean contenciosos, sino apacibles,
mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres”. Ser apacibles y
manifestar mansedumbre para con todos los hombres es el desarrollo de la
mansedumbre mencionada en Mateo 5:5. Jacobo 3:13 dice: “¿Quién es sabio y
entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en la
mansedumbre de la sabiduría”. Estos versículos muestran cuán rico y pleno es
el desarrollo de la semilla de mansedumbre que fue sembrada en Mateo.

TENER HAMBRE Y SED DE JUSTICIA


La semilla del hambre y la sed de justicia es desarrollada en 1 Timoteo 6:11 que
dice: “Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la
piedad, la fe, el amor, la perseverancia, la mansedumbre”. Asimismo, es
adicionalmente desarrollada en 2 Timoteo 2:22 que dice: “Huye de las pasiones
juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón puro
invocan al Señor”.

MISERICORDIOSOS
El asunto relativo a mostrarse misericordiosos es desarrollado en Romanos
12:8b: “El que hace misericordia, con alegría”. Este versículo da a entender que
incluso mostrar misericordia es un don. Muchos cristianos jamás han
reflexionado sobre esto. Según el contexto de Romanos 12, el hecho de mostrar
misericordia es considerado como un don al ser enumerado junto a los dones de
enseñar, presidir, exhortar y profetizar. En este capítulo incluso el ejercer la
hospitalidad es un don. Tanto el hacer misericordia como el ejercer la
hospitalidad son dones. Finalmente, Colosenses 3:12 dice: “Vestíos, pues, como
escogidos de Dios, santos y amados, de entrañas de compasión, de bondad, de
humildad, de mansedumbre, de longanimidad”.

PUROS DE CORAZÓN
La semilla en cuanto a ser puros de corazón es desarrollada en 2 Timoteo 2:22c:
“Con los que de corazón puro invocan al Señor”. Aquí algo es añadido al asunto
de ser puros de corazón, indicando que uno tiene que procurar la justicia, la paz
y el amor con todos los que invocan al Señor con un corazón puro. No solamente
nos habla de ser puros de corazón, sino también de invocar al Señor con tal
corazón. Mateo 5 sólo se nos habla de ser puros de corazón, pero aquí Pablo
añade el hecho de ir en pos del Señor así como de invocarle junto con otros. En
2 Corintios 3:16 se nos dice: “Cuando su corazón se vuelve al Señor, el velo es
quitado”. Éste es el mismo corazón al cual se hace referencia en el versículo 15.
Siempre que nuestro corazón se vuelve al Señor, los velos son quitados. Éste es
un desarrollo adicional en cuanto a ser puros de corazón. Ser puros de corazón
significa que nuestro corazón se ha vuelto al Señor de tal modo que todos los
velos sean quitados.

HACER LA PAZ
El asunto de hacer la paz es desarrollado en Hebreos 12:14 que nos dice: “Seguid
la paz con todos, y la santificación, sin la cual nadie verá al Señor”. Efesios 4:3
dice: “Diligentes en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”.
Finalmente, Jacobo 3:18 dice: “El fruto de justicia es sembrado en paz por
aquellos que hacen la paz”. La paz y la justicia están siempre relacionadas entre
sí, pues si no tenemos justicia, nos será imposible tener paz. La justicia tiene
que venir primero, y entonces vendrá la paz. ¿Por qué no hay paz en la tierra?
No hay paz en la tierra porque no hay justicia. Debido a que las naciones no son
justas, ellas no disfrutan de paz. Tener al Señor Jesús es tener la verdadera
justicia, y sólo entonces tenemos paz. Es por esto que primero tenemos que
buscar la justicia y después seguir la paz.

PADECER POR CAUSA DE LA JUSTICIA


Hechos 14:22 dice: “Confirmando las almas de los discípulos, exhortándoles a
que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas
tribulaciones entremos en el reino de Dios”. Este versículo nos dice que
entramos en el reino de Dios mediante muchas tribulaciones, mucho
sufrimiento. Sufrir por causa de la justicia es simplemente sufrir por causa del
reino, pues el reino de Dios es un reino de justicia. Además, 2 Timoteo 3:12 dice:
“En verdad todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán
persecución”. Vivir piadosamente en Cristo es manifestar la verdadera justicia.
La verdadera justicia nos causará cierta clase de sufrimiento.

SUFRIR POR CRISTO


La semilla en cuanto a sufrir por Cristo es desarrollada en Hechos 5:41-42 que
dice: “Ellos salieron de la presencia del sanedrín, regocijándose porque habían
sido tenidos por dignos de ser ultrajados por causa del Nombre. Y todos los días,
en el templo y de casa en casa, no cesaban de enseñar y anunciar el evangelio de
Jesús, el Cristo”. Aquí los discípulos se regocijaron porque fueron contados
dignos de padecer por Cristo. El Señor Jesús les dijo que cuando ellos fueran
perseguidos por Su causa debían regocijarse. Ciertamente Pedro y Juan le
creyeron al Señor y recordaron lo que Él les había dicho en el monte; por tanto,
ellos se regocijaban a causa de sus sufrimientos por Cristo. Pablo dio a entender
en Hechos 20:19 y 24 que él sufrió por Cristo al decir: “Sirviendo al Señor como
esclavo con toda humildad, y con lágrimas, y pruebas que me han venido por las
confabulaciones de los judíos [...] Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo
preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera, y el ministerio
que recibí del Señor Jesús para dar solemne testimonio del evangelio de la
gracia de Dios”. Estos versículos nos dan a entender que Pablo era un hermano
dispuesto a sufrirlo todo por causa de Cristo, incluso la pérdida de su propia
vida.

Con base en todos estos versículos, podemos ver el desarrollo de la realidad del
reino revelada en Mateo 5. A manera de conclusión sobre este tema será
necesario que primero leamos 2 Corintios 6:4-10: “Antes bien, nos
recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha perseverancia, en
tribulaciones, en necesidades, en angustias, en azotes, en cárceles, en tumultos,
en trabajos, en vigilias, en ayunos; en pureza, en conocimiento, en
longanimidad, en bondad, en un espíritu santo, en un amor no fingido, en la
palabra de verdad, en el poder de Dios; mediante armas de justicia a diestra y a
siniestra; a través de gloria y de deshonra, de mala fama y de buena fama; como
engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como
moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; como
entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos;
como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo”. En el versículo 6 la frase
“espíritu santo” debe escribirse en minúsculas porque nuestro espíritu se ha
convertido en un espíritu santo. En el idioma original no hay un artículo antes
de esta expresión.

LA INFLUENCIA QUE LOS HIJOS DEL


REINO
EJERCEN SOBRE EL MUNDO
Como sal
Como vimos anteriormente, la sal es usada para aniquilar toda corrupción y
levadura. Donde está la sal, no puede haber levadura. La semilla en cuanto a la
sal de la tierra es sembrada en Mateo 5:13 y desarrollada en 1 Corintios 5:7-8 al
decir: “Limpiaos de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura
como sois; porque nuestra Pascua, que es Cristo, fue sacrificada. Así que
celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de
maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad”. Estos
versículos afirman que debemos purgar toda levadura y celebrar la fiesta con
pan sin levadura. Esto simplemente significa que debemos ser la sal y no
debemos permitir que exista ninguna levadura.
Después, debemos leer Efesios 4:22-24: “Que en cuanto a la pasada manera de
vivir, os despojéis del viejo hombre, que se va corrompiendo conforme a las
pasiones del engaño, y os renovéis en el espíritu de vuestra mente, y os vistáis
del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la realidad”.
Aquí, el viejo hombre denota cierta clase de corrupción, mientras que el nuevo
hombre es una especie de sal. Debido a que el nuevo hombre trae consigo la
justicia y la santidad de Dios, él es sal. Nosotros éramos el viejo hombre, pero
hemos sido renovados y transformados para llegar a ser el nuevo hombre. Ahora
ya no somos levadura que corrompe a los demás, sino que, en lugar de ello,
somos sal que aniquila la corrupción.

Como luz
Mateo 5:14 nos dice que somos la luz del mundo. Esta semilla es desarrollada en
Filipenses 2:15-16a: “Para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin
mancha en medio de una generación torcida y perversa, en medio de la cual
resplandecéis como luminares en el mundo; enarbolando la palabra de vida,
para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni
en vano he trabajado”. La semilla en cuanto al hecho de que los discípulos del
Señor son la luz del mundo alcanza su más pleno crecimiento en Apocalipsis
1:20: “El misterio de las siete estrellas que has visto en Mi diestra, y de los siete
candeleros de oro: las siete estrellas son los mensajeros de las siete iglesias, y los
siete candeleros son las siete iglesias”. Este versículo nos muestra no solamente
una pequeña lámpara, sino un candelero. En Mateo 5 hay solo una pequeña
lámpara, pero en Apocalipsis 1 hay siete candeleros. Éste es el desarrollo pleno
de que seamos la luz del mundo. Apocalipsis 2:5 dice: “Recuerda, por tanto, de
dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré a ti,
y quitaré tu candelero de su lugar, si no te has arrepentido”. Este versículo
también muestra que los cristianos como la iglesia, al final deben ser un
candelero. En Mateo 5 hay apenas una pequeña lámpara, mientras que en
Apocalipsis tenemos el desarrollo en plenitud de los candeleros que
resplandecen en la oscuridad.

LA JUSTICIA DE LOS HIJOS DEL REINO


BAJO LA RESTRICCIÓN DE LA LEY DE VIDA
Los hijos del reino tienen que poseer la justicia que sobrepasa la justicia de los
demás. En 1 Corintios 6:9 se nos dice: “¿No sabéis que los injustos no heredarán
el reino de Dios?”. Si deseamos heredar el reino de Dios, tenemos que poseer tal
justicia. Una persona que no sea recta o justa jamás podrá heredar el reino de
Dios. Luego Romanos 14:17 dice: “El reino de Dios no es comida ni bebida, sino
justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. La justicia viene primero, después
viene la paz y finalmente viene el gozo en el Espíritu Santo. Efesios 4:24 nos
dice que “os vistáis del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia”. El
nuevo hombre fue creado según Dios en la justicia. La justicia es siempre el
primer aspecto.

Apocalipsis 19:7-8 dice: “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque


han llegado las bodas del Cordero, y Su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha
concedido que se vista de lino fino, resplandeciente y limpio; porque el lino fino
es las acciones justas de los santos”. El lino fino es la justicia, las obras justas, de
los santos. Ya dijimos que esta justicia será el vestido que califique a la novia
para asistir a la fiesta de bodas del Novio. Por tanto, la justicia es de suma
importancia. En 2 Pedro 3:13 dice: “Nosotros esperamos, según Su promesa,
cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”. Aquí los cielos
nuevos y la tierra nueva denotan la eternidad. No es cuestión de simplemente
tener la justicia que supera la de los demás, sino de tener la justicia que nos hace
aptos para asistir a la fiesta de bodas. Al final, el cielo nuevo y la tierra nueva
tendrán como su aspecto más significativo la justicia. Éste es el desarrollo y la
cosecha del tema de la justicia.

Hay otros cinco asuntos relacionados con este tema de la justicia. La semilla en
cuanto a la necesidad de ser reconciliados en contraste con el mandamiento de
no matar se desarrolla en Colosenses 3:13: “Soportándoos unos a otros, y
perdonándoos unos a otros si alguno tiene queja contra otro. De la manera que
el Señor os perdonó, así también hacedlo vosotros”. Tal vez sea necesario que
los hermanos y hermanas solteros así como las esposas y esposos oren-lean este
versículo. Después, Efesios 4:32 nos dice: “Sed bondadosos unos con otros,
tiernos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros
en Cristo”. He aquí el desarrollo de la semilla de la reconciliación.

La semilla en cuanto a la pureza de los hijos del reino de los cielos es


desarrollada en 1 Tesalonicenses 4:3-4 que dice: “Ésta es la voluntad de Dios:
vuestra santificación; que os abstengáis de fornicación; que cada uno de
vosotros sepa poseer su propio vaso en santificación y honor”. En 1 Timoteo 5:2
dice: “A las ancianas, como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con
toda pureza”. Pablo exhortó a Timoteo que tratara a las hermanas más jóvenes
con toda pureza. Esta pureza no solamente guarda relación con nuestro cuerpo,
sino que también involucra las partes internas de nuestro ser.

En Mateo 5:34-37 el Señor Jesús dijo: “No juréis de ninguna manera”. Esta
semilla es desarrollada en Jacobo 5:12, que dice: “Ante todo, hermanos míos, no
juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que
vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis bajo juicio”. Lo dicho
por el apóstol Jacobo es casi lo mismo que dijo el Señor Jesús. Es posible que
Jacobo todavía recordase lo dicho por el Señor Jesús en el monte. Efesios 4:25
también desarrolla esta semilla con respecto a no jurar: “Por lo cual,
desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos
miembros los unos de los otros”. Debido a que somos miembros los unos de los
otros, debemos desechar la mentira y hablar con la verdad cada uno con su
prójimo. Todos tenemos que aprender a ser sencillos y responder sí, sí o no, no.

En Mateo 5:39 encontramos la semilla con respecto a no resistir a una persona


mala: “No resistáis al que es malo”. Esta semilla es desarrollada en Romanos
12:14 que dice: “Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis”, y
continúa en 12:17: “No paguéis a nadie mal por mal; pensad de antemano en lo
que es honroso delante de todos los hombres”. Pablo desarrolla aún más este
tema en 1 Corintios 4:12b-13a donde dice: “Nos maldicen, y bendecimos;
padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y exhortamos”. En 1
Corintios 6:7 se nos dice: “Así que, por cierto es ya un fracaso para vosotros que
tengáis litigios entre vosotros. ¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué
no sufrís más bien el ser defraudados?”.

La semilla de amar a nuestros enemigos es sembrada en Mateo 5:43-46 y


desarrollada en Romanos 12:20-21 donde se nos dice: “Antes bien, „si tu
enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; pues haciendo
esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza‟. No seas vencido de lo malo,
sino vence con el bien el mal”.

LA PUREZA DE LOS HIJOS DEL REINO


EN SUS BUENAS OBRAS
En Mateo 6 el Señor Jesús nos dijo cuál debía ser nuestra actitud con respecto a
ofrendar, orar y ayunar. Debemos dar en secreto de modo que no recibamos
gloria de los hombres. Tenemos que orar en privado de modo que nuestro Padre
que ve en secreto nos recompense. Además, cuando ayunemos debemos ungir
nuestra cabeza y lavar nuestro rostro de tal modo que los hombres no se enteren
que ayunamos. Estas semillas son desarrolladas por medio de varios versículos.
Gálatas 5:26 dice: “No nos hagamos vanagloriosos, provocándonos unos a otros,
envidiándonos unos a otros”. No debiéramos desear vanagloria alguna, esto es,
no debemos hacer exhibición alguna. Filipenses 2:3a nos dice: “Nada hagáis por
ambición egoísta o por vanagloria”. Con respecto a la oración, 1 Tesalonicenses
5:17 declara: “Orad sin cesar”. Luego Romanos 12:12 nos dice: “Gozosos en la
esperanza; sufridos en la tribulación; perseverantes en la oración”. Con respecto
a ayunar, Hechos 13:3 dice: “Entonces, habiendo ayunado y orado, les
impusieron las manos y los despidieron”. Estos versículos pueden ser
considerados como el crecimiento y el desarrollo de las palabras que dijo el
Señor Jesús en Mateo 6.

LA ACTITUD DE LOS HIJOS DEL REINO


HACIA LAS RIQUEZAS
Con respecto a las riquezas, el Señor Jesús nos dijo en Mateo 6 que no debemos
acumular para nosotros tesoros en la tierra, sino en los cielos. Además dijo que
no podremos servir a dos amos, pues aborreceremos a uno y amaremos al otro,
o seremos fieles a uno y menospreciaremos al otro. No podemos servir a Dios y
a las riquezas.

El Señor también dijo que no debemos inquietarnos por nuestra vida, qué
comeremos, o qué beberemos, o qué ropa nos hemos de poner. Nuestro Padre
celestial sabe que tenemos necesidad de todas estas cosas, y no es necesario que
estemos ansiosos por ello. Si buscamos primeramente Su reino y Su justicia,
todas estas cosas nos serán añadidas. Podemos ver un desarrollo de esta semilla
en Hechos 4:32: “La multitud de los que habían creído era de un corazón y un
alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían
todas las cosas en común”. Y continúa en los versículos 34 y 35: “No había entre
ellos ningún necesitado; porque cuantos eran dueños de heredades o casas, las
vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles;
y se repartía a cada uno según su necesidad”. Por estos versículos queda claro
que los creyentes de la iglesia primitiva no estaban ansiosos con respecto a las
cosas materiales. Su actitud con respecto a las riquezas era muy liberada, muy
libre. Por el contrario, la gente de este mundo ansiosamente se aferra a todas las
cosas que poseen. Nosotros los cristianos no debemos ser iguales a ellos.
Tenemos que ser liberados de ser poseídos por las cosas materiales.

Después Pablo citó al Señor Jesús al reiterar: “Más bienaventurado es dar que
recibir” (Hch. 20:35). Nuestra actitud debiera ser que nos encanta dar antes que
recibir. En 1 Timoteo 6:8-10 se nos dice: “Teniendo sustento y abrigo, estemos
contentos con esto. Mas los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y
en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción
y ruina; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual persiguiendo
algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”. No
debemos amar el dinero, sino estar contentos de que tenemos qué comer y con
qué vestirnos. Los versículos 17-19 continúan diciendo: “A los ricos de este siglo
manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en lo inseguro de las
riquezas, sino en Dios, que nos provee todas las cosas en abundancia para que
las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, que estén
prestos a repartir sus bienes, dispuestos a compartir; acumulando para sí el
tesoro de un buen fundamento para lo por venir, a fin de que echen mano de la
vida que lo es de verdad”. Finalmente, leamos Romanos 12:13a: “Contribuyendo
para las necesidades de los santos”. Esto quiere decir que siempre que hay una
necesidad entre los santos y estamos en capacidad de dar algo, debemos
hacerlo. Todos tenemos que mantener esta actitud apropiada con respecto a las
riquezas.

LOS PRINCIPIOS SEGÚN


LOS CUALES LOS HIJOS DEL REINO
SE RELACIONAN CON LOS DEMÁS
En Mateo el Señor Jesús nos instó a no juzgar a los demás (7:1-5). Esta semilla
es desarrollada en 1 Corintios 4:5a: “No juzguéis nada antes de tiempo, hasta
que venga el Señor”. Si juzgamos a los demás, nosotros también seremos
juzgados. Ahora leamos Romanos 14:10-13: “Tú, ¿por qué juzgas a tu hermano?
O tú, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante
el tribunal de Dios. Porque escrito está: „Vivo Yo, dice el Señor, que ante Mí se
doblará toda rodilla, y toda lengua confesará públicamente a Dios‟. De manera
que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí. Así que, ya no nos juzguemos
más los unos a los otros, sino más bien que vuestro juicio sea esto: no poner
tropiezo u ocasión de caer al hermano”. Jacobo 5:9 dice: “Hermanos, no os
quejéis unos contra otros, para que no seáis juzgados; he aquí el Juez está a las
puertas”. Jacobo 2:13 dice: “Juicio sin misericordia se hará con aquel que no
haga misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio”. Estos versículos
muestran que si juzgamos a otros o criticamos a otros, carecemos de
misericordia. Debemos tener presente que si no somos misericordiosos con los
demás en la actualidad, un día el Señor Jesús tampoco tendrá misericordia de
nosotros.
EL TERRENO SOBRE EL CUAL
LOS HIJOS DEL REINO ANDAN Y LABORAN
La puerta estrecha y el camino angosto
Lo primero que el Señor Jesús sembró como semilla con respecto al terreno es
la puerta estrecha y el camino angosto. La vida cristiana apropiada es en verdad
estrecha. Esta semilla es desarrollada en 1 Corintios 4:9b-13 que dice: “Hemos
llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres. Nosotros
somos necios por amor de Cristo, mas vosotros prudentes en Cristo; nosotros
débiles, mas vosotros fuertes; vosotros llenos de gloria, mas nosotros
deshonrados. Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos
desnudos, somos abofeteados, y andamos sin dónde morar. Nos fatigamos
trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos;
padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y exhortamos; hemos
venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todas las
cosas”. Después de leer estos versículos, ¿podríamos considerar que el apóstol
Pablo tomó el camino ancho? Ciertamente él tomó la puerta estrecha y el
camino angosto.

En 2 Corintios 11:23b-27 Pablo dice: “En trabajos más abundante; en cárceles


más; en azotes sin número; en muerte constantemente. De los judíos cinco veces
he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas;
una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he
estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de
ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles,
peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre
falsos hermanos; en trabajos y penas, en muchas vigilias, en hambre y sed, en
muchos ayunos, en frío y en desnudez”. El vivir, el andar y la obra de Pablo
podían permanecer firmes debido a que habían sido edificados sobre un
fundamento sólido. Él no tomó el camino ancho, sino el camino angosto. En
nuestro caso, si tomásemos el camino ancho, nuestro andar, nuestra obra y
nuestro vivir no podrán pasar la prueba. Un día la lluvia caerá, las inundaciones
vendrán y los vientos soplarán; entonces lo que somos y lo que hayamos hecho
sufrirá perjuicio.

El fruto de la vida es producido


La segunda semilla que el Señor Jesús sembró en cuanto a la base que tienen
para andar y obrar los hijos del reino se relaciona con el fruto de la vida que es
producido (Mt. 7:15-20). Esta semilla es desarrollada en Gálatas 5:22-23 que
dice: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad,
bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay
ley”. Estas cosas no representan meramente la conducta manifestada por las
personas, sino que son el fruto del Espíritu producido por la vida divina.
Leamos también Efesios 5:8-9: “En otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois
luz en el Señor; andad como hijos de luz (porque el fruto de la luz consiste en
toda bondad, justicia y verdad)”. El fruto de la luz es también el fruto del
Espíritu.
La voluntad de Dios
La tercera base de los hijos del reino es la voluntad de Dios. Esta semilla es
sembrada por el Señor Jesús en Mateo 7:21 y es desarrollada en Romanos 12:2,
donde se nos dice: “No os amoldéis a este siglo, sino transformaos por medio de
la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál sea la voluntad de
Dios: lo bueno, lo agradable y lo perfecto”. Según el contexto de Romanos 12, es
claro que la voluntad de Dios es obtener la vida del Cuerpo, la iglesia, o en otras
palabras, el reino. El reino es la voluntad de Dios, y la iglesia es el reino.

La palabra de Cristo
La palabra de Cristo como base para los hijos del reino es sembrada en Mateo
7:24 y desarrollada en Colosenses 3:16: “La palabra de Cristo more ricamente en
vosotros en toda sabiduría, enseñándoos y exhortándoos unos a otros con
salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando con gracia en vuestros
corazones a Dios”. Primero tenemos que ser llenos de la palabra de Cristo;
después, la palabra de Cristo tiene que ser lo que manifestamos en nuestro vivir.
La palabra de Cristo se convertirá en el terreno sobre el cual vivamos, andemos
y laboremos.

LA SEMILLA DE LA EDIFICACIÓN ES
DESARROLLADA
EN LAS EPÍSTOLAS Y EN APOCALIPSIS
¿Habían notado que el Señor Jesús terminó Su discurso en el monte
hablándonos de la edificación? El sermón del monte termina hablándonos de un
edificio. El Señor Jesús dijo que tenemos que edificar nuestra casa sobre tierra
firme, la cual puede soportar las pruebas procedentes de tres direcciones. Puede
soportar las pruebas que vienen en forma de lluvias procedentes de los cielos, en
forma de ríos procedentes de la tierra y en forma de vientos procedentes de los
aires. Dijimos anteriormente que éstas representan las pruebas procedentes de
Dios, del hombre y del enemigo, Satanás. Estas tres pruebas vienen sobre el
edificio. Todo cuanto somos y hacemos así como nuestra obra para el Señor se
relacionan con la edificación. Al final, la Biblia entera termina con un edificio: la
Nueva Jerusalén. Mateo 5, 6 y 7 contienen esta semilla. Después, las Epístolas y
Apocalipsis nos presentan el crecimiento y la cosecha de esta semilla de la
edificación.

En Mateo 7 este edificio es mencionado brevemente, pero en las Epístolas


vemos un desarrollo extenso de este asunto. En 1 Corintios 3:12-14 se nos dice:
“Si sobre este fundamento alguno edifica oro, plata, piedras preciosas, madera,
hierba, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la
declarará, pues por el fuego es revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego
mismo la probará. Si permanece la obra de alguno que sobreedificó, recibirá
recompensa”. Éste es un desarrollo adicional del edificio presentado en Mateo 7.
Para la cosecha de la semilla en cuanto a la edificación, tenemos que leer
Apocalipsis 21:10-11, 18-21: “Me llevó en espíritu a un monte grande y alto, y me
mostró la ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la
gloria de Dios. Y su resplandor era semejante al de una piedra preciosísima,
como piedra de jaspe, diáfana como el cristal [...] El material de su muro era de
jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio claro; y los cimientos
del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer
cimiento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, calcedonia; el cuarto,
esmeralda; el quinto, sardónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el
octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisoprasa; el undécimo, jacinto; el
duodécimo, amatista. Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas
era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio”.

El discurso del Señor abarcado en Mateo 5—7 comienza con ser pobres en
espíritu y termina con el edificio. Yo creo que muchos cristianos jamás vieron
que el discurso que el Señor dio en el monte alcanza su consumación con el
edificio. En la realidad del reino lo que seamos, hagamos y la obra que
realicemos debe ser para el edificio. De otro modo, nuestra obra jamás será
firme, pues todo lo que hayamos realizado será destruido o quemado.

La Nueva Jerusalén será la consumación de la obra de edificación que Dios


efectúa en nuestra edificación. Dios edifica por medio de nuestra edificación. Tal
vez usted piense que no puede edificar. Pero Pablo dijo: “Puse el fundamento” (1
Co. 3:10). Él dijo que todos nosotros debemos edificar sobre este fundamento y
que tenemos que prestar atención a cómo edificamos. Esto quiere decir que
podemos edificar algo. La edificación no es simplemente una especie de obra,
sino que también tiene que ser nuestro andar diario y nuestro vivir diario. Todas
estas cosas estarán en el edificio. En Mateo 7 el edificio era una pequeña semilla.
Luego en las Epístolas vemos el desarrollo y crecimiento de esta semilla. Éstas
contienen muchos versículos con respecto al desarrollo de este tema del edificio.
Al final, el edificio tiene su consumación en la Nueva Jerusalén. La Nueva
Jerusalén es la cosecha del edificio.

La vida de la realidad del reino es para el edificio. Sabemos esto debido a que el
discurso dado por el Señor en el monte referente a la realidad del reino tiene
como conclusión el edificio. Lo que somos, lo que hacemos y toda nuestra obra
tiene que servir al propósito de la edificación de este edificio. Tenemos que
prestar mucha atención a lo que edificamos y cómo edificamos. Quizás
podríamos edificar algo que no soportará la prueba procedente de Dios. Es
posible que pasemos las pruebas procedentes de los hombres e incluso las que
envíe Satanás, pero jamás pasaremos aquéllas procedentes de Dios. Si vivimos
en la realidad del reino, y si andamos y laboramos según la vida interior,
tomando a Cristo como nuestra vida, a la postre edificaremos algo que podrá
soportar las pruebas procedentes de cualquier dirección. Finalmente, todo el
edificio llegará a ser, en su consumación, el edificio eterno de Dios: la Nueva
Jerusalén.

CRISTO COMO NUESTRA VIDA


No debemos pensar que todos estos aspectos de la realidad del reino son algo
que nosotros mismos podemos producir. ¡No! Es imposible para nosotros
producir incluso la más insignificante de estas características. Tenemos que
comprender que todos estos aspectos y características denotan una sola cosa:
que Cristo es nuestra vida interna. Todos estos aspectos y características
constituyen simplemente una expresión completa de Cristo. ¡Aleluya! ¡Cristo ha
entrado a nuestro ser! Ahora Cristo está dentro de nosotros como nuestra vida.
Nosotros simplemente tenemos que abrirnos a Él, cooperar con Él, tomarle a Él
y disfrutarle a Él, y dejarlo que Él salga de nosotros. Entonces
experimentaremos todos estos aspectos y todos los puntos. Ésta es la realidad
del reino.

Ya vimos en Daniel 2 que aquella piedra se hizo un gran monte. Esa piedra
representa al Señor Jesús, y el monte representa al reino, el cual llena toda la
tierra. Debemos comprender que esta piedra está en nuestro interior. Cristo es
la piedra para el edificio de Dios y, como tal, está dentro de nosotros. Es esta
piedra en nuestro interior la que se expandirá a medida que le tomemos a Él
como nuestro nutrimento y deleite. A Su regreso, cuando Él se manifieste desde
nuestro interior, ello será la realidad del reino. El reino simplemente será el
agrandamiento del Cristo que mora en nuestro ser. La vida del reino que ha sido
sembrada en nuestro ser tendrá como consumación el edificio. Los Evangelios
nos muestran que el Señor Jesús se sembró en nuestro ser como la semilla del
reino, y las Epístolas nos muestran cómo esta semilla crece y se desarrolla en
nuestro ser. Finalmente, Apocalipsis muestra que tal crecimiento llega a su
consumación en un edificio: la Nueva Jerusalén. ¡Alabado sea el Señor! ¡Esto es
el reino! Éste es el Señor Jesús como la semilla, el crecimiento y la cosecha de la
realidad del reino.

CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO

EL CRECIMIENTO Y LA
COSECHA
DE LA APARIENCIA DEL REINO
En el último capítulo abordamos el crecimiento y la cosecha de la realidad del
reino, y en este capítulo trataremos del crecimiento y la cosecha de la apariencia
del reino. La apariencia del reino es revelada principalmente en Mateo 13 por
medio de tres parábolas: la parábola de la cizaña, la parábola de la semilla de
mostaza que se convierte en un gran árbol y la parábola de la levadura. Estas
parábolas abordan tres asuntos muy negativos.

LA CIZAÑA
Primero es necesario considerar algunos versículos que nos hablan de la cizaña,
los falsos cristianos. Éstos son aquellos que son cristianos de nombre solamente,
es decir, son cristianos nominales. Hoy en día hay muchos cristianos nominales.
Sin embargo, algunas personas son indiferentes, pues consideran que no es
importante si los cristianos son verdaderos o falsos. Pero esto es de suma
gravedad. En realidad, ser un falso cristiano es peor que ser una persona que no
se llama cristiana. Como vimos en un capítulo anterior, cuando el Señor Jesús
regrese, el primer grupo de personas que Él juzgará de forma muy severa será el
de los falsos cristianos. El Señor Jesús enviará a Sus ángeles para atar la cizaña
en manojos y arrojarla al lago de fuego. El anticristo y el falso profeta serán
arrojados vivos al lago de fuego, y el hecho de que los falsos creyentes también
serán arrojados vivos al lago de fuego nos muestra cuánta gravedad reviste este
asunto. El Señor Jesús dijo claramente que Él los ataría en manojos y los
arrojaría al fuego, el cual denota el lago de fuego. Hoy en día muchos pastores y
ministros son indiferentes con respecto a si los miembros de su congregación
son verdaderos o falsos cristianos. Siempre y cuando ellos cuenten con una
feligresía numerosa y una buena asistencia a sus reuniones, y siempre y cuando
sigan recibiendo ingresos significativos, se sienten satisfechos. Pero tenemos
que acudir a la Palabra de Dios para ver cuán grave es ser un falso cristiano.

En Hechos
Hechos 20:29-30 dice: “Porque yo sé que después de mi partida entrarán en
medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros
mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí
a los discípulos”. ¿Se refieren estos versículos a los falsos creyentes o a los
verdaderos creyentes? La Biblia nos dice que se trata de lobos. Incluso durante
el primer siglo, el apóstol Pablo les dijo a los ancianos de la iglesia en Éfeso que
algunos lobos rapaces se introducirían en la iglesia y no perdonarían al rebaño.
También les advirtió que incluso algunos de estos surgirían de entre ellos
mismos para hablar cosas perversas y arrastrar tras de sí a los discípulos.
Ciertamente estos son cizaña.

En Romanos
Romanos 16:17-18 dice: “Ahora bien, os exhorto, hermanos, que os fijéis en los
que causan divisiones y tropiezos en contra de la enseñanza que vosotros habéis
aprendido, y que os apartéis de ellos. Porque tales personas no sirven a nuestro
Señor Cristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas
engañan los corazones de los ingenuos”. No piensen que todos los cristianos son
ovejas, pues algunos son lobos. Estos versículos nos dicen que tenemos que
fijarnos en quienes causan divisiones y son factor de tropiezo. Estas personas
engañan a los ingenuos con suaves palabras y lisonjas. ¿Cree usted que estos son
auténticos cristianos? Ciertamente deben ser cizaña, pues son falsos y engañan
a otros por amor a sus vientres. Ellos no sirven al Señor, sino a sus propios
vientres. Su dios es su vientre.

En 2 Corintios
Leamos también 2 Corintios 11:13-15: “Porque éstos son falsos apóstoles,
obreros fraudulentos, que se transfiguran para hacerse pasar por apóstoles de
Cristo. Y no es de maravillarse, porque el mismo Satanás se transfigura en ángel
de luz. Así que, no es gran cosa si también sus ministros se transfiguran para
hacerse pasar por ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras”.
Estos versículos indican que hay algunos falsos apóstoles. Ciertamente éstos son
cizaña; son ministros del enemigo, Satanás. Algunos ministros hoy en día no
son ministros de Dios, sino ministros del enemigo. La palabra que se tradujo
“transfiguran” en el versículo 13 debe entenderse como “se visten o disfrazan”.
Ellos adoptaron la apariencia de los apóstoles de Cristo; pero no es una
verdadera transformación, sino un disfraz externo.

La última parte de 2 Corintios 11:26 dice: “Peligros entre falsos hermanos”. Este
versículo muestra que aquellos falsos hermanos se convirtieron en un peligro
que amenazaba al apóstol Pablo, quien padeció a causa de ellos.
Verdaderamente, si tenemos falsos hermanos en la iglesia, ellos representarán
una especie de sufrimiento para nosotros así como un verdadero peligro.

En Gálatas
Gálatas 2:4-5 también desarrolla el tema de la cizaña: “Y esto a pesar de los
falsos hermanos introducidos a escondidas, que se infiltraban para espiar
nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a esclavitud, a los
cuales ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del
evangelio permaneciese con vosotros”. Los falsos hermanos se infiltraron a
escondidas, como lo haría una serpiente, a fin de hacer daño y envenenar.

En Filipenses
Pablo hace mención de esto mismo en Filipenses: “Guardaos de los perros,
guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo” (3:2).
¿Quiénes son los perros mencionados aquí? Ellos son los falsos predicadores.
En el nombre de Cristo predicaron algo concerniente a la circuncisión. Esto
significa que ellos eran perros, falsos cristianos. A su vez, Filipenses 3:18-19
continúa diciendo: “Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas
veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo, cuyo
fin será destrucción, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria se halla en su
vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal”. Éstos son también falsos creyentes.
Son enemigos de la cruz de Cristo, y su dios es su vientre. Todas estas clases de
personas son cizaña.

En 1 Timoteo
En 1 Timoteo 1:19-20 dice: “Manteniendo la fe y una buena conciencia,
desechando las cuales naufragaron en cuanto a la fe algunos, de los cuales son
Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás como castigo para que
aprendan a no blasfemar”. ¿Piensan que Alejandro e Himeneo eran auténticos
cristianos? Incluso la Biblia nos dice que eran malvados; sin duda alguna ellos
eran terrible cizaña.

En 2 Timoteo
En 2 Timoteo 4:14-15 se menciona nuevamente a Alejandro, el calderero:
“Alejandro el calderero me ha causado muchos males; el Señor le pagará
conforme a sus hechos. Guárdate tú también de él, pues en gran manera se ha
opuesto a nuestras palabras”. Aquí “males” denota “daños”, lo cual implica que
Alejandro le causó mucho daño a Pablo.

En Hebreos
Ahora leamos Hebreos 12:15: “Mirad bien, no sea que alguno caiga de la gracia
de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos
sean contaminados”. Aquí la raíz de amargura denota a aquellas personas que
podrían surgir a fin de causarnos problemas y contaminarnos. Ellos se volverán
personas amargas. Sin duda estas son las personas falsas.

En 2 Pedro
“Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como también entre
vosotros habrá falsos maestros, que introducirán secretamente herejías
destructoras, y aun negarán al Amo que los compró, acarreando sobre sí mismos
destrucción repentina. Y muchos seguirán su lascivia, por causa de los cuales el
camino de la verdad será injuriado, y en su codicia harán mercadería de
vosotros con palabras fingidas. El juicio pronunciado sobre ellos hace tiempo no
está ocioso, y su destrucción no se duerme” (2 P. 2:1-3). ¡Esto es
verdaderamente terrible! Ciertamente éstos eran falsos cristianos, la cizaña.

En el mismo capítulo leamos el versículo 15: “Han dejado el camino recto, y se


han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el pago
de la injusticia”. Después, los versículos 17-22 dicen: “Éstos son fuentes sin
agua, y nubes empujadas por la tormenta; para los cuales está reservada la
oscuridad de las tinieblas. Pues hablando palabras infladas y vanas, seducen con
los deseos de la carne y con la lascivia a los que a duras penas escapan de los que
viven en error. Les prometen libertad, y ellos mismos son esclavos de
corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo
venció. Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del
mundo, por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo,
enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor
que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la
justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo
mandamiento que les fue trasmitido. Pero les ha acontecido lo del verdadero
proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el
cieno”. Aquí los perros y los puercos son algo inmundo y sucio. Los lobos, los
perros y los puercos, ¡qué calificativos más horribles, horrendos y desagradables
son usados para describir a esta clase de falsos cristianos! Estas tres cosas
horrendas son la cizaña que se encuentra entre los cristianos. El lobo causa
mucho daño, y los perros y puercos son muy sucios.

En 1 Juan
La cizaña también se halla desarrollada en 1 Juan 2:18-19: “Niños, ya es la
última hora; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora se han
presentado muchos anticristos; por esto conocemos que es la última hora.
Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de
nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se
manifestase que no todos son de nosotros”. Éstas son personas que se levantan
en contra de Cristo, por lo cual son llamados anticristos. No solamente existe el
anticristo que surgirá en el futuro, sino que también hay pequeños anticristos
que ya estaban presentes en aquel entonces. Que ellos salieran de la iglesia
primitiva y no permanecieran en ella demuestra que se trataba de falsos
cristianos, la cizaña. Nos dice 1 Juan 4:1: “Amados, no creáis a todo espíritu,
sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han
salido por el mundo”. Si hubo muchos falsos profetas en los primeros días de la
iglesia, ¿cuántos habrá ahora? ¿Creen ustedes que en la actualidad no hay falsos
profetas? Ciertamente hay más falsos profetas ahora que durante el primer
siglo.

En 2 Juan
Ahora leamos 2 Juan 7: “Porque muchos engañadores han salido por el mundo,
que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el
engañador y el anticristo”. Tales personas no confesaron que el Señor Jesús es el
propio Dios que se encarnó para ser un hombre. Hoy en día hay también
personas así. Los versículos del 9-11 dicen: “Cualquiera que se extravía, y no
permanece en la enseñanza de Cristo, no tiene a Dios; el que permanece en esta
enseñanza, ése sí tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros, y no trae
esta enseñanza, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Regocíjate! Porque el que le
dice: ¡Regocíjate! participa en sus malas obras”. Hoy en día hay quienes no
permanecen en la enseñanza de Cristo, sino que van más allá de la misma. Esto
significa que ellos no creen que el Señor Jesús es Dios, que Él murió en la cruz
para nuestra redención, que resucitó y que ahora está en los cielos. Y, por
supuesto, tampoco creen que Él vendrá por segunda vez. Esto es muy grave, y
debido a que tales personas han ido tan lejos, se nos advierte que no debemos
recibirlos en nuestras casas, ni comer con ellos, ni siquiera saludarlos. Esto
reviste gran seriedad delante del Señor. No debemos ser indiferentes con
respecto a tal clase de persona.

En Judas
El libro de Judas también desarrolla la semilla concerniente a la cizaña. En el
versículo 4 se nos dice: “Porque algunos hombres se han introducido
encubiertamente, los que ya desde antiguo estaban inscritos para este juicio,
hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y
niegan a nuestro único Amo y Señor Jesucristo”. Aquí se usó la palabra
introducido; algunos hombres se introdujeron encubiertamente. Hoy en día
sucede lo mismo. Algunos se introdujeron encubiertamente en la vida de iglesia
con la intención de causar daño a la iglesia. Ciertamente éstos son falsos
creyentes.
Continuemos con Judas y los versículos 8-16: “No obstante, de la misma manera
también estos soñadores contaminan la carne, menosprecian el señorío e
injurian a las potestades superiores. Pero cuando el arcángel Miguel contendía
con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir
juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda. Pero éstos
maldicen lo que no conocen; y en lo que por naturaleza entienden, se corrompen
como animales irracionales. ¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín,
y se lanzaron por lucro en el error de Balaam, y perecieron en la rebelión de
Coré. Éstos son escollos ocultos en vuestros ágapes, que comiendo con vosotros
sin temor se apacientan a sí mismos; nubes sin agua, arrastradas por los
vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados; fieras
ondas del mar, que espuman su propia vergüenza; estrellas errantes, para las
cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas. De éstos
también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor
con millares de Sus santos, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a
todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de
todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra Él. Éstos son
murmuradores, quejumbrosos, que andan según sus propias concupiscencias,
cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho”.
Ciertamente todos éstos son cizaña y, según la profecía de Enoc, el Señor
primero se encargará de ellos.

A continuación tenemos los versículos 17-19: “Pero vosotros, amados, tened


memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de nuestro
Señor Jesucristo; los que os decían: En el postrer tiempo habrá burladores, que
andarán según sus impías concupiscencias. Éstos son los que causan divisiones;
los anímicos, que no tienen espíritu”. Nuevamente, éstos son los falsos
cristianos.

En Apocalipsis
Ahora leamos Apocalipsis 2:2b: “Y has probado a los que se dicen ser apóstoles,
y no lo son, y los has hallado mentirosos”. ¿Se habían percatado de que hay
tantos versículos en el Nuevo Testamento con respecto a la cizaña? No
solamente hay versículos en cuanto a personas comunes y laicas que son cizaña,
sino también con respecto a clérigos que son cizaña. De hecho, la mayoría de la
cizaña mencionada en estos libros pertenece a la clase religiosa, los ministros.
Ellos no son ministros de Dios, sino ministros de Satanás. En el recobro del
Señor tenemos que permanecer alertas en contra de esta clase de falsedad.
Espero que los hermanos que asumen el liderazgo en todas las iglesias puedan
leer y orar-leer estos versículos y asimilarlos hasta comprender los hechos con
respecto a los falsos maestros, profetas y ministros. ¿Se imaginan que incluso
algunos de estos falsos creyentes osarán proclamarse como apóstoles? Todos
estos versículos conciernen a la situación en la iglesia primitiva en tiempos de
los apóstoles. Pero ciertamente en la actualidad la situación es incluso peor.

EL GRAN ÁRBOL
Aunque leeremos apenas unos cuantos versículos con respecto al desarrollo del
gran árbol, todos ellos son muy significativos. En primer lugar debemos leer
Apocalipsis 2:12-13: “Y escribe al mensajero de la iglesia en Pérgamo: El que
tiene la espada aguda de dos filos dice esto: Yo conozco dónde moras, donde
está el trono de Satanás; pero retienes Mi nombre, y no has negado Mi fe, ni aun
en los días de Antipas Mi testigo, Mi siervo fiel, que fue muerto entre vosotros,
donde mora Satanás”. Aunque estos dos versículos no mencionan un gran árbol,
en ellos tenemos la palabra Pérgamo, que denota una torre muy elevada. En
realidad, Pérgamo tiene dos significados: uno es torre muy alta, el otro es
matrimonio. Literalmente significa matrimonio y simbólicamente significa una
torre alta. Ambas acepciones son muy significativas. Según la historia de la
iglesia, la iglesia en Pérgamo representa el estado particular en que se
encontraba la iglesia al inicio del siglo cuatro. Al inicio del siglo cuatro, en el año
313 d. C., Constantino, el emperador del Imperio Romano, adoptó el
cristianismo como su religión e hizo que la iglesia se convirtiera en una
institución grandiosa. Mediante el matrimonio del Imperio Romano con la
iglesia, ésta vio un gran aumento tanto en el número de sus feligreses como
también en su popularidad. Antes que esto sucediera, Satanás había perseguido
a la iglesia, pero no logró nada con tal persecución. Con el tiempo, Satanás se
dio cuenta de que esa táctica era ineficaz, ya que cuanto más él perseguía a la
iglesia, más era derrotado. Así que astutamente cambió de táctica y, en lugar de
perseguir a los cristianos, les dio la bienvenida. Constantino dio la bienvenida al
cristianismo en el seno del Imperio Romano. La iglesia perseguida se convirtió
en la iglesia bien recibida. El resultado fue que muchísimos incrédulos se
bautizaron para integrarse al cristianismo, lo cual hizo que la cristiandad se
convirtiera en un gran árbol lleno de falsos creyentes. Antiguamente, era una
semilla de mostaza, pequeña y comestible. Pero desde el año 313 d. C. se
convirtió en un gran árbol que contenía muchas cosas malignas, personas
malignas e incluso espíritus malignos. Muchas cosas malignas vinieron a
alojarse en las ramas de este gran árbol.

La cosecha de la semilla concerniente al gran árbol está en Apocalipsis 18:2: “Y


clamó con voz potente, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia la Grande, y se ha
hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue
de toda ave inmunda y aborrecible”. Es muy significativo que la realidad del
reino concluye con una ciudad y que la apariencia del reino también concluye
con una ciudad. La realidad del reino llegará a su consumación en una ciudad
santa: la Nueva Jerusalén. Pero la apariencia del reino llegará a su consumación
con una ciudad grandiosa: Babilonia la grande. Aunque la Nueva Jerusalén no
se describe como una ciudad pequeña, la Biblia no la llama una gran ciudad. La
Nueva Jerusalén es la ciudad santa, no la gran ciudad (Ap. 21:10). A Dios no le
interesa obtener algo grandioso, sino algo santo. La iglesia no debe ser
grandiosa, sino que tiene que ser santa. Nosotros somos la santa iglesia, no la
gran iglesia. La Nueva Jerusalén es el edificio de Dios, y la gran Babilonia es el
edificio del enemigo, Satanás. El gran árbol en Mateo 13 se desarrollará
plenamente hasta llegar a ser aquella gran ciudad, Babilonia, la cual está llena
de levadura, contaminación, corrupción y toda clase de cosas malignas.

LA LEVADURA
En Hechos
Ahora debemos ver todas las cosas malignas que están contenidas dentro de la
gran Babilonia. Estas cosas pueden ser consideradas como levadura. Primero
debemos leer Hechos 5:1-11: “Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira
su mujer, vendió una heredad, y se reservó parte del precio, sabiéndolo también
su mujer; y trayendo una parte, la puso a los pies de los apóstoles. Mas dijo
Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que engañases al
Espíritu Santo, reservándote parte del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no
se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba bajo tu autoridad? ¿Por qué propusiste
esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios. Al oír Ananías
estas palabras, cayó y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo
oyeron. Y levantándose los jóvenes, lo envolvieron, y sacándolo, lo sepultaron.
Pasado un lapso como de tres horas, sucedió que entró su mujer, no sabiendo lo
que había acontecido. Entonces Pedro le dijo: Dime, ¿vendisteis en tanto la
heredad? Y ella dijo: Sí, en tanto. Y Pedro le dijo: ¿Por qué convinisteis en poner
a prueba al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han
sepultado a tu marido, y te sacarán a ti. Al instante ella cayó a los pies de él, y
expiró; entonces entraron los jóvenes y la hallaron muerta; y la sacaron, y la
sepultaron junto a su marido. Y vino gran temor sobre toda la iglesia, y sobre
todos los que oyeron estas cosas”.

Podríamos afirmar que éste es el primer relato donde vemos cómo la levadura
se introduce en la vida de iglesia. ¿Qué clase de levadura era ésta? Esta levadura
era la levadura de la hipocresía, la falsedad o simplemente el deseo de hacer
alarde. Ellos hicieron algo a fin de exhibirse pretenciosamente. Si bien no eran
tan consagrados, pretendieron serlo. Ésta es la primera clase de levadura que
Satanás intentó introducir en la vida de iglesia. Este relato nos muestra que en
la vida de iglesia es imprescindible que seamos puros. Tenemos que estar en la
realidad del reino y tenemos que ser puros al hacer el bien. Si hacemos el bien,
no debemos hacer sonar trompeta ni hacer exhibición alguna, sino que es mejor
que nos escondamos cuando hacemos el bien. No debemos pretender ni fingir;
tampoco debemos procurar vanagloria alguna. Es necesario que todos seamos
cuidadosos en la actualidad. Especialmente con el asunto del dinero existe una
gran tentación. Hay quienes o no dan nada o, si dan, lo hacen procurando cierta
gloria para ellos mismos. Esto es levadura. Tenemos que ser cuidadosos. Todos
los hermanos que participan del liderazgo tienen que permanecer alerta a fin de
mantener cerrada la puerta para tal clase de levadura. A veces cuando alguien
hace alguna donación a la iglesia, lo hace con una actitud de quien procura
vanagloriarse. Ésta es la primera clase de levadura que se introdujo en la vida de
iglesia.

Otro relato donde se muestra cómo la levadura se introduce en la vida de iglesia


se halla en Hechos 8:18-23: “Cuando vio Simón que por la imposición de las
manos de los apóstoles se daba el Espíritu, les ofreció dinero, diciendo: Dadme
también a mí esta autoridad, para que cualquiera a quien yo imponga las manos
reciba el Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo: Tu plata vaya contigo a la
destrucción, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No
tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de
Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega al Señor, si quizás te sea
perdonada la intención de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión
de maldad veo que estás”. Que Simón pensara que el don de Dios podía ser
comprado con dinero denota que su corazón no estaba bien. Esto también
representa una especie de levadura, la cual no solamente guarda relación con el
dinero, sino también con el orgullo. Simón quería obtener el poder de otorgar el
Espíritu Santo al imponer sus manos sobre las personas, lo cual denota su deseo
de llegar a ser alguien de renombre. Esta clase de levadura es muy sutil y está
dentro de todos nosotros.

Hechos 15:1 dice: “Entonces algunos descendieron de Judea y comenzaron a


enseñar a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme a la costumbre de
Moisés, no podéis ser salvos”. Enseñar de este modo es una especie de levadura.
Esto es la levadura de la enseñanza incorrecta. Por un lado, no le damos
excesiva importancia a las doctrinas; por otro, debemos permanecer alerta para
que ninguna doctrina incorrecta pueda ser introducida que dañe la vida de
iglesia.

En 1 Corintios
En 1 Corintios 5:1-2 más levadura es mencionada: “De cierto se oye que hay
entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se da entre los gentiles;
tanto que alguno tiene la mujer de su padre. ¡Y vosotros estáis hinchados de
orgullo! ¿No debierais más bien haberos lamentado, para que fuese quitado de
en medio de vosotros el que cometió tal acción?”. Después, los versículos 6-8
dicen: “No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda
toda la masa? Limpiaos de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin
levadura como sois; porque nuestra Pascua, que es Cristo, fue sacrificada. Así
que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y
de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad”.

Los versículos del 11 al 13 continúan: “Pero ahora os he escrito que no os


mezcléis con ninguno que, llamándose hermano, sea fornicario, o avaro, o
idólatra, o maldiciente, o borracho, o viva de rapiña; con el tal ni aun comáis.
Porque ¿es asunto mío juzgar a los que están fuera de la iglesia? ¿No juzgáis
vosotros a los que están dentro? Porque a los que están fuera, Dios juzgará.
Quitad a ese perverso de entre vosotros”. Tenemos que comprender que el
Señor jamás permitirá que esta clase de persona perversa permanezca en la vida
de iglesia. Ellos tienen que ser sacados de la iglesia. En cierto sentido, tienen
que ser echados fuera, incluso excomulgados. Por tanto, podemos ver que hay
dos clases de personas con quienes no podemos tener comunión. En primer
lugar están los anticristos mencionados en 2 Juan, quienes fueron más allá de la
enseñanza de Cristo y no permanecieron en dicha enseñanza. Los anticristos no
creen que Cristo es Dios ni tampoco que Cristo es el Hijo de Dios. Ellos no creen
que Cristo murió en la cruz para efectuar la redención, que fue resucitado y que
ahora esté entronizado en los cielos. Éstos son los anticristos. No debemos
saludarles ni recibirles en nuestra casa. En segundo lugar están las personas
perversas mencionadas en 1 Corintios. A éstas no debemos permitirles
permanecer entre nosotros a menos que se arrepientan, debido a que es un
insulto al testimonio de Dios. Si permitimos que tales perversos permanezcan
en la vida de iglesia, ésta se hará sucia, será contaminada e insultada, y nosotros
perderemos el testimonio de Dios. Tenemos que permanecer alertas para no
recibir a ningún anticristo y no permitir que ningún perverso permanezca entre
nosotros. La iglesia tiene que estar limpia de estas cosas tenebrosas.
En Gálatas
También podemos ver el desarrollo de la semilla de la levadura en Gálatas 1:6-9:
“Estoy maravillado de que tan pronto os estéis alejando del que os llamó en la
gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que
hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si
aun nosotros, o un ángel bajado del cielo, os anuncia un evangelio que vaya más
allá del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho,
también ahora lo repito: Si alguno os anuncia un evangelio que vaya más allá del
que habéis recibido, sea anatema”. Ciertamente esa clase de evangelio, que iba
más allá del evangelio predicado por Pablo, es una especie de levadura.

En Efesios
Efesios 4:14 indica que incluso enseñanzas sacadas de la Biblia pueden
convertirse en una especie de levadura si son usadas incorrectamente. “Para que
ya no seamos niños sacudidos por las olas y zarandeados por todo viento de
enseñanza en las artimañas de los hombres en astucia, con miras a un sistema
de error”. Tenemos que comprender que un viento de doctrina puede corromper
la vida de iglesia. No es sabio enfatizar mucho la doctrina, o seremos leudados.

En Filipenses
Filipenses 1:15a nos dice: “Algunos predican a Cristo por envidia y contienda”.
Incluso al predicar a Cristo puede haber levadura. Es muy bueno predicar a
Cristo, pero toda envidia y contienda es una especie de levadura. Después el
versículo 17a dice: “Pero aquellos anuncian a Cristo por ambición egoísta, no
con intenciones puras”. Aquí la predicación que se hace de Cristo más la
rivalidad es una especie de levadura.

En Colosenses
El libro de Colosenses también desarrolla este asunto de la levadura. En 2:8
dice: “Mirad que nadie os lleve cautivos por medio de su filosofía y huecas
sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del
mundo, y no según Cristo”. La filosofía de hombres es una especie de levadura.
Colosenses 2:18-19a dice: “Que nadie, con humildad autoimpuesta y culto a los
ángeles, os defraude juzgándoos indignos de vuestro premio, hablando
constantemente de lo que ha visto, vanamente hinchado por la mente puesta en
la carne, y no asiéndose de la Cabeza”. Incluso no asirse de la Cabeza es una
especie de levadura. Todos tenemos que asirnos de la Cabeza, Cristo.

Los versículos 20b-23 nos dicen: “¿Por qué, como si vivieseis en el mundo, os
sometéis a ordenanzas (no manejes, ni gustes, ni aun toques; cosas que todas se
destruyen con el uso), en conformidad a mandamientos y enseñanzas de
hombres? Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto
voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno
contra los apetitos de la carne”. La humildad autoimpuesta, el culto a los ángeles
y la apariencia de sabiduría son una especie de levadura.
En 2 Tesalonicenses
También podemos ver la levadura en 2 Tesalonicenses. En 2:2 leemos: “Que no
os dejéis mover fácilmente en vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por
espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que
el día del Señor ha llegado”. En tiempos antiguos, algunos pretendían ser
autoridades al hablar o escribir algo en cuanto al regreso del Señor. Ésta es una
especie de levadura. “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá
sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de iniquidad, el hijo
de perdición” (v. 3). Todos los medios por los cuales se engaña a los hijos del
Señor son una especie de levadura.

En 1 Timoteo
Pablo escribió mucho a Timoteo con respecto a la levadura. En 1 Timoteo 1:3-4
se nos dice: “Como te exhorté, al irme a Macedonia, a que te quedases en Éfeso,
para que mandases a algunos que no enseñen cosas diferentes, ni presten
atención a mitos y genealogías interminables, que acarrean disputas más bien
que la economía de Dios que se funda en la fe”. Aquí Pablo considera que otras
doctrinas, las fábulas y las genealogías, todas son levadura. Luego en los
versículos 6-7 se nos dice: “De las cuales cosas algunos, habiéndose desviado, se
apartaron a vana palabrería, queriendo ser maestros de la ley, sin entender ni lo
que hablan ni lo que afirman con tanta seguridad”. Querer ser maestros es una
especie de levadura. Si uno enseña algo que no sabe, tal enseñanza es también
una especie de levadura.

Después seguimos al 4:1-3: “Pero el Espíritu dice claramente que en los tiempos
venideros algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a
enseñanzas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo
cauterizada la conciencia como con un hierro candente, prohibirán casarse, y
mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias
participasen de ellos los que son creyentes y tienen pleno conocimiento de la
verdad”. Ciertamente todas estas cosas son levadura.

En 2 Timoteo
En 2 Timoteo 2:16-18 Pablo dice: “Mas evita profanas y vanas palabrerías,
porque conducirán más y más a la impiedad. Y su palabra se extenderá como
gangrena; de los cuales son Himeneo y Fileto, que se desviaron en cuanto a la
verdad, diciendo que la resurrección ya sucedió, y trastornaron la fe de
algunos”. ¡Qué gran levadura es ésta! Ellos enseñaban que la resurrección ya
había ocurrido y que no habría más resurrección. Luego el versículo 20 nos dice:
“Pero en una casa grande, no solamente hay vasos de oro y de plata, sino
también de madera y de barro; y unos son para honra, y otros para deshonra”.
Sin duda alguna los vasos de madera y barro que son para deshonra son una
especie de levadura.

Leamos ahora 2 Timoteo 3:5-9: “Que tendrán apariencia de piedad, pero


negarán la eficacia de ella; de éstos apártate. Porque de éstos son los que se
meten en las casas y llevan cautivas a las mujercillas cargadas de pecados,
arrastradas por diversas concupiscencias. Éstas siempre están aprendiendo, y
nunca pueden llegar al pleno conocimiento de la verdad. Y de la manera que
Janes y Jambres se opusieron a Moisés, así también éstos se oponen a la verdad;
hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe. Mas no irán
más adelante; porque su insensatez será manifiesta a todos, como también lo
fue la de aquéllos”. Ciertamente las mentes corruptas, de réprobos en cuanto a
la fe, son levadura. “Mas los malos hombres y los impostores irán de mal en
peor, engañando y siendo engañados” (3:13). Aquí los hombres malos y los
impostores son levadura. Después en 4:3-4 nos dice: “Porque vendrá tiempo
cuando no soportarán la sana enseñanza, sino que teniendo comezón de oír, se
amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de
la verdad el oído y se volverán a los mitos”. Ellos no soportarán la sana
enseñanza. La comezón o deseo por oír algunas enseñanzas es una especie de
levadura. Tal comezón de oír es una especie de levadura.

En Tito
Podemos ver más sobre la levadura en el libro de Tito. En 1:10-11 dice: “Porque
hay muchos hombres indomables, habladores de vanidades y engañadores,
mayormente los de la circuncisión, a los cuales es preciso tapar la boca; que
trastornan casas enteras, enseñando por vil ganancia lo que no deben”. Aquí se
mencionan hombres rebeldes, habladores de vanidades y engañadores.
Ciertamente éstos son una especie de levadura.

En Hebreos
La levadura se desarrolla aún más en el libro de Hebreos. En Hebreos 12:16
dice: “No sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que a cambio de
una sola comida entregó su primogenitura”. Aquí un profano es levadura. Luego
Hebreos 13:9 dice: “No os dejéis llevar de enseñanzas diversas y extrañas;
porque buena cosa es que el corazón sea afirmado por la gracia, no con
alimentos ceremoniales, que nunca aprovecharon a los que andaban confiados
en ellos”. Aquí las enseñanzas diversas y extrañas ciertamente son levadura.

En 3 Juan
Leamos ahora 3 Juan 9-10: “Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, el cual
quiere ser el primero entre ellos, no nos recibe. Por esta causa, si yo voy,
recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra
nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que
quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia”. Diótrefes era una
persona que deseaba tener una posición de preeminencia en la iglesia. Tal
persona es una especie de levadura en la vida de iglesia.

En Apocalipsis
Ahora, en el libro de Apocalipsis venimos a la cosecha del tema de la levadura.
Leamos primero Apocalipsis 2:6: “Pero tienes esto, que aborreces las obras de
los nicolaítas, las cuales Yo también aborrezco”. Los nicolaítas se refieren a los
religiosos o clérigos. Las obras de los nicolaítas son las obras de los clérigos. Sus
obras son una especie de levadura. Luego los versículos 14-15 dicen: “Pero tengo
unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a algunos que retienen la enseñanza
de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a
comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación. Asimismo tú
también tienes a los que retienen la enseñanza de los nicolaítas”. Hay dos clases
de enseñanzas mencionadas aquí: la doctrina de Balaam y la doctrina de los
nicolaítas. En el versículo 6 estaban las obras de los nicolaítas, pero a la postre
estas obras se convirtieron en una especie de enseñanza. La levadura siempre es
introducida en la iglesia de esta manera: primero por medio de las obras y, con
el tiempo, como una especie de enseñanza. Estas enseñanzas son una especie de
levadura que corrompe a la iglesia.

En los versículos 20-24 se nos dice: “Pero tengo contra ti que toleras a esa mujer
Jezabel, que dice ser profetisa, y enseña y seduce a Mis esclavos a fornicar y a
comer cosas sacrificadas a los ídolos. Y le he dado tiempo para que se
arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación. He aquí, Yo la arrojo
en cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten
de las obras de ella. Y a los hijos de ella heriré de muerte, y todas las iglesias
sabrán que Yo soy el que escudriña las entrañas y los corazones; y os daré a cada
uno según vuestras obras. Pero a vosotros, a los demás de Tiatira, a cuantos no
tenéis esa enseñanza, y no habéis conocido lo que ellos llaman las
profundidades de Satanás, Yo os digo: No os impondré otra carga”. Estos
versículos son una descripción real y exacta de la Iglesia Católica Romana. Ella
tiene los ídolos, la fornicación, las enseñanzas y las profundidades de Satanás.
Todos estos elementos son sencillamente levadura. Esta mujer Jezabel es la
misma mujer mencionada en Mateo 13, la cual escondió la levadura en la harina
fina.

Ahora debemos leer Apocalipsis 17:4-5: “Y la mujer estaba vestida de púrpura y


escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano
un cáliz de oro lleno de abominaciones y de las inmundicias de su fornicación; y
en su frente un nombre escrito: MISTERIO, BABILONIA LA GRANDE, LA
MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA”.
Esta mujer tenía un cáliz de oro, pero dentro de dicho cáliz estaban las
abominaciones y las inmundicias de su fornicación. ¡Qué gran levadura es ésta!
Y esta levadura está escondida en un cáliz de oro. Externamente parece tener
algo de Dios. Sabemos que el oro siempre denota la naturaleza divina.
Externamente esto tiene la apariencia de Dios, pero internamente hay mucha
levadura. Babilonia la Grande, ella misma es una prostituta y es la madre de
muchas pequeñas prostitutas.

Sin duda alguna, la mujer en Mateo 13 es la mujer en Apocalipsis 2 y 17. Mateo


13 afirma claramente que la mujer tomó la levadura y la escondió en la harina
fina. La harina fina representa al Señor Jesús como nuestro alimento. Esta
harina fina se usaba para hacer las ofrendas de harina que tipifican la
humanidad de Cristo. La ofrenda de harina era alimento tanto para Dios como
para los sacerdotes. La harina es sencillamente Cristo mismo. Cristo es la harina
fina que satisface tanto a Dios como a nosotros. Pero la Iglesia Católica Romana,
representada por aquella malvada mujer, tomó la levadura y la puso en la harina
fina. En otras palabras, la Iglesia Católica Romana tomó muchas cosas malignas
y las añadió a la verdad concerniente a Cristo. Por ejemplo, el nacimiento de
Cristo es la verdad. Pero la Iglesia Católica Romana tomó la Navidad y se la
añadió al nacimiento de Cristo. Tenemos que distinguir entre el nacimiento de
Cristo y la navidad. El nacimiento de Cristo es la harina fina, y la navidad es la
levadura. En Mateo 1 se encuentra el nacimiento de Cristo como la harina fina.
La Navidad fue añadida como una especie de levadura.

La Iglesia Católica Romana repetidamente ha recogido algo maligno, pagano,


inmundo, satánico y demoníaco y lo ha mezclado con la verdad de Cristo. Ella
sostiene en su mano un cáliz de oro cuya apariencia externa parece ser correcta,
pero en su interior se esconden muchas abominaciones y fornicaciones.
Babilonia la Grande está adornada de oro, piedras preciosas y perlas. Su
apariencia es similar a la de la ciudad santa, la Nueva Jerusalén. Sin embargo, la
ciudad santa no está simplemente adornada con estas cosas, sino que ella está
construida con estos materiales preciosos. Esto quiere decir que el oro, las
piedras preciosas y las perlas no han llegado a ser la sustancia y realidad interna
de Babilonia la Grande, sino solo un enchapado externo. La Nueva Jerusalén, la
ciudad santa, está edificada con estos materiales como su sustancia y realidad
internas. Tanto en su interior como en su exterior lo que hay es oro. Pero en el
caso de la gran Babilonia, ella apenas tiene la apariencia del oro para encubrir
su impureza interna.

En Mateo tenemos la semilla en cuanto a la levadura, en las Epístolas tenemos


el crecimiento y finalmente en Apocalipsis tenemos la cosecha de la levadura. La
cosecha de la realidad del reino es una ciudad que es de oro puro y sólido en
todas sus partes. La cosecha de la apariencia del reino es también una ciudad,
pero ella está solamente recubierta de oro. Esto quiere decir que Babilonia la
Grande es una falsificación, una ciudad falsa. Debemos ser absolutos por tener
la realidad del reino y no tener nada que ver con la apariencia del reino.

¿En qué ciudad está usted? Me temo que todavía tolere algo de la levadura de
Babilonia la Grande. Por favor, dediquen algún tiempo para que reciban una
profunda impresión con respecto a las diversas clases de levadura. ¡Alabado sea
el Señor que hemos visto algo en cuanto al reino! Después de leer todos estos
capítulos, ¿podría usted decir que jamás vio nada en cuanto al reino? ¿Podría
decir que estos capítulos de Mateo continúan siendo un misterio para usted?
Hemos visto la realidad del reino, la apariencia del reino y la manifestación del
reino. ¡Alabado sea el Señor por la realidad y por la manifestación del reino!
Pero debemos permanecer alerta y ser cuidadosos con respecto a la apariencia
del reino. No nos interesa la levadura, sino la realidad. No estamos a favor de
Babilonia, sino de Jerusalén. Ésta es la palabra pura del Señor y es muy clara
para nosotros. La realidad del reino tiene como resultado la Nueva Jerusalén,
mientras que la apariencia del reino tiene como resultado Babilonia la Grande,
la consumación de la falsedad.

CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO


EL REINO REVELADO EN
HEBREOS
Lectura bíblica: He. 1:8; 2:10-11, 1-3a; 3:1-3, 14; 4:1, 8-9, 11-12; 5:9-10;
6:1, 4-8; 8:10-11; 9:14; 10:25-31; 12:1-2, 25, 28-29

Ahora debemos ver algo más en cuanto al reino con base en el libro de Hebreos.
Con la excepción de Mateo y Apocalipsis, Hebreos es el libro del Nuevo
Testamento con más referencias relativas al reino. La mayoría de cristianos
jamás ha considerado Hebreos como un libro que trate sobre el reino. Muchos
piensan que Hebreos es simplemente un libro donde se nos dice que Cristo es
superior a todos los elementos principales del judaísmo. Si bien esto es correcto,
tenemos que darnos cuenta de que Cristo es superior a todos los elementos del
judaísmo con miras al reino. Cristo es para el reino.

Según la revelación del Nuevo Testamento, Cristo vino por causa del reino. El
concepto de la mayoría de los cristianos es que Cristo vino solamente para
efectuar nuestra redención. Ellos jamás han considerado que Cristo haya venido
para establecer el reino. Si bien es cierto que Cristo vino para efectuar la
redención, ésta no era la meta final. La redención es el proceso que conduce a la
meta, y esta meta es el reino. El propósito de Dios es obtener un reino. Dios creó
al hombre a Su imagen para que éste pudiera ejercer dominio sobre todas las
cosas y expresar Su gloria. Esto quiere decir que Dios creó al hombre a Su
imagen de modo que Él pudiese tener un reino.

LA META DE DIOS
La meta de Dios es el reino. Incluso la iglesia tiene como finalidad el reino. ¿Por
qué necesita Dios de la iglesia? Es debido a que mediante la iglesia, por la
iglesia, con la iglesia y en la iglesia Dios puede tener un reino. Dios no tiene otra
manera de obtener un reino a fin de expresar Su gloria excepto por medio de la
iglesia. En Mateo 16:18-19 estos dos asuntos: la iglesia y el reino, están
estrechamente vinculados. En el versículo 18 el Señor Jesús dijo que Él
edificaría Su iglesia y en el versículo siguiente dijo que le daría a Pedro las llaves
del reino. Las llaves del reino están relacionadas con la edificación de la iglesia.
La iglesia es edificada para obtener el reino.

Durante estos años, los años finales de esta era, el Señor nos ha dado la carga
del reino. No estamos aquí solamente para hablar de la redención, el evangelio,
la santificación y otras cosas parecidas. Estamos aquí particularmente por causa
de la iglesia a fin de traer el reino. Estamos aquí para obtener el reino. Por tanto
tiempo el Señor ha sido demorado. El Señor Jesús ha procurado obtener el reino
durante más de veinte siglos, pero el reino aún no ha venido. La demora no se
debe a Él, sino a nosotros. El problema radica en que carecemos de la madurez
adecuada en términos de la vida divina. Por muchos años hemos recalcado esta
única cosa: la vida y la madurez de dicha vida. La madurez de la vida tiene como
finalidad tener el reino.
En Mateo, Cristo es la semilla que producirá el reino. ¡En el primer capítulo se
nos presenta a esta Persona maravillosa! Él es fruto de cuarenta y dos
generaciones mezcladas con el Dios Triuno. Su nombre es “Jehová +” y “Dios+”.
Él es la semilla que deberá forjarse en todos nosotros, semilla que con el tiempo
se convertirá en la cosecha. La semilla es Cristo, y la cosecha es el reino.

Por favor recuerden la visión en Daniel 2. En ese capítulo vemos que una piedra
es cortada no por mano humana y que ella aplasta al mundo gentil, para
finalmente convertirse en un gran monte. La piedra presentada en Daniel 2
representa al Señor Jesús, y el gran monte representa el reino. La piedra se
convierte en el monte, lo cual significa que Cristo se convierte en el reino. Esto
indica que el reino es simplemente el agrandamiento de Cristo. Tal vez nos
sorprenda oír decir que el reino es el agrandamiento de Cristo, pero según
Daniel 2 la piedra se convirtió en el gran monte. La piedra representa a Cristo, y
el monte representa al reino.

TIPOS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO


El Antiguo Testamento contiene muchos tipos de las cosas espirituales
reveladas en el Nuevo Testamento. De hecho, casi todo asunto espiritual del
Nuevo Testamento tiene su tipo correspondiente en el Antiguo Testamento. El
tipo del Antiguo Testamento de mayor trascendencia y el más todo-inclusivo es
la historia de Israel. La nación de Israel como tipo se inicia con el primer
capítulo de Éxodo y termina con el último libro del Antiguo Testamento.
Primero la nación de Israel experimentó la Pascua en Egipto. Sabemos que la
pascua descrita en Éxodo 12 es un tipo. En realidad Cristo mismo es nuestra
pascua. El cordero pascual fue inmolado por el pueblo, y su sangre fue rociada
en sus casas. Después ellos atravesaron el mar Rojo y se internaron en el
desierto, donde comieron el maná y bebieron el agua que brotó de la roca
hendida. Todas estas diferentes experiencias son tipos. El cordero pascual e
incluso todos los aspectos de la Pascua son Cristo mismo. El maná es Cristo, y la
roca de la cual fluyó agua también es Cristo quien fluye como el Espíritu
vivificante. Más aún, incluso el producto de la tierra de Canaán es un tipo muy
rico del Cristo todo-inclusivo. Además, toda la tierra de Canaán es un tipo todo-
inclusivo de Cristo.

El libro de Hebreos no nos dice que la buena tierra sea Cristo; más bien, nos
dice que la buena tierra representa el reposo. En Hebreos 3 y 4 la buena tierra se
revela como el reposo para el pueblo de Dios. Ellos dejaron Egipto, atravesaron
el desierto, cruzaron el río Jordán y entraron en la buena tierra. En
Deuteronomio 12:9 la buena tierra es llamada el lugar de reposo. Pero la buena
tierra no era meramente un reposo para el pueblo de Dios. El propósito de Dios
al introducir a Su pueblo Israel en Canaán era, además de darles reposo, que el
reino fuera edificado. No solamente el pueblo de Dios necesitaba el reposo, sino
que Dios mismo deseaba un reino. El propósito de Dios al introducir a Su
pueblo en la buena tierra de Canaán era el de establecer Su reino sobre la tierra.
Allí en la buena tierra Dios edificó un reino por medio de Su pueblo, con Su
pueblo y entre Su pueblo. Ése era el reino de Dios sobre la tierra.
Antes de aquel tiempo, Dios era el Dios de los cielos (Neh. 1:4) y Él estaba
ansioso y anhelante de descender a la tierra a fin de expresarse a Sí mismo. Sin
embargo, había una gran carencia de coordinación humana. Por tanto, Él
laboraba de continuo con la expectativa de obtener un grupo de personas que
cooperasen con Él. Con el tiempo, liberó a Su pueblo del dominio de Satanás
sacándolo de Egipto y le hizo atravesar el desierto para introducirlo en la buena
tierra. Por último, derrotó a todos los enemigos en la buena tierra por medio de
Su pueblo, el cual edificó el templo y la ciudad. Cuando la ciudad y el templo
fueron edificados, eso representó la edificación del reino. Después que el templo
fue completado y mientras era dedicado, la gloria de Dios lo llenó. La gloria de
Dios es sencillamente Dios mismo. Dios mismo descendió de los cielos para
entrar en Su morada. Pero Él no solamente obtuvo una casa en la que pudiese
morar, sino también una ciudad donde estuviese dicha casa. Gracias a la ciudad,
Su morada era accesible y estaba resguardada. La ciudad, que protege la morada
de Dios, representa el reino y la autoridad. Finalmente Dios tenía una casa sobre
la tierra, y esta casa se encontraba dentro de la ciudad, la cual es símbolo del
reino en donde Él puede morar y expresarse a Sí mismo. Así pues, la buena
tierra no solamente tipifica a Cristo como reposo para el pueblo de Dios, sino
que también tipifica a Cristo como el reino.

El reino es simplemente la madurez de Cristo como vida. Es la consumación de


nuestro disfrute de Cristo. Primero disfrutamos de Cristo como la buena tierra,
y finalmente lo que hayamos disfrutado de Cristo se convertirá en el reino.
Cuando recién fuimos salvos, simplemente disfrutamos del Señor Jesús como
un pequeño cordero. En aquel entonces, probablemente comimos apenas un
pequeño bocado del cordero. Desde entonces comemos al Señor Jesús cada vez
más hasta que finalmente le disfrutamos en plenitud todo el tiempo. La
consumación suprema del disfrute de Cristo es el reino. Recibimos a Cristo en
nuestro ser como vida, y esta vida gradualmente gobierna nuestro ser; ella nos
rige un poco hoy y un poco más mañana. Él es muy paciente. Nosotros crecemos
junto con Él, y Su vida crece con nosotros. Un día tendremos la madurez de Su
vida, la cual será el reino.

EL REINO EN HEBREOS
¡Cuán maravilloso es el libro de Hebreos! Nos revela que Cristo es superior a
todos los elementos que componen el judaísmo. Este Cristo es finalmente el
reino. Hebreos es un libro que trata sobre el reino. ¿Cómo podemos demostrar
esto? Leamos Hebreos 1:8: “Mas del Hijo dice: „Tu trono, oh Dios; por el siglo
del siglo; cetro de rectitud es el cetro de Tu reino‟”. Este versículo dice: “Mas del
Hijo dice: „Tu Trono‟” y “Tu reino”. No dice “Tu redención”, ni tampoco “Tu
salvación”, ni “Tu amor”, ni aún “Tu poder”. El hecho de que diga “Tu trono” y
“Tu reino” denota el reino.

Leamos también Hebreos 12:28: “Así que, recibiendo nosotros un reino


inconmovible, tengamos la gracia, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole
con piedad y temor”. ¿Dice acaso que recibimos la salvación? ¿O la redención?
¿O la paz? ¡No! Dice que recibimos un reino. De acuerdo con la palabra pura del
Señor, Hebreos no es meramente un libro sobre la salvación, sino que es
también un libro sobre el reino. ¿Qué es el reino? El reino es la madurez de
Cristo como vida para nosotros y es la máxima consumación del disfrute de
Cristo. Hebreos es un libro sobre el disfrute que tenemos de Cristo, y este
disfrute consumará en el reino.

SUPERIOR A LOS ÁNGELES


Hebreos ciertamente nos muestra que Cristo es mucho mayor que todos los
elementos del judaísmo. ¿Cuáles son los principales elementos del judaísmo?
Primero tenemos a los ángeles, por medio de los cuales fue dada la ley; luego
tenemos a líderes tales como Moisés y Josué; después tenemos a los sacerdotes
tales como Aarón; y finalmente tenemos el Antiguo Testamento, el viejo pacto.
Bajo la inspiración del Espíritu Santo, el escritor de Hebreos comparó a Cristo
con todos estos elementos y mostró que Cristo es superior a todos ellos. En los
primeros dos capítulos Cristo es comparado con los ángeles. Él es mucho más
elevado que los ángeles y muy superior a ellos debido a que Él es tanto Dios
como hombre. Él es el Dios-hombre. Él creó todas las cosas, probó la muerte por
todos nosotros y destruyó a Satanás así como a la autoridad de la muerte. El
Señor Jesús lo ha logrado todo por nosotros, fue glorificado y ha sido coronado
en los cielos. En la actualidad, Él labora para impartirse en nuestro ser y
hacernos Sus hermanos. Él es el Hijo de Dios y es también quien nos hace hijos
de Dios como Sus hermanos. Ahora Él nos lleva a la gloria. Él lo ha hecho todo
por nosotros: Él padeció, nos libró y nos salvó. ¡Él es esta Persona maravillosa!

¿Qué dice de los ángeles? Los ángeles son simplemente espíritus ministradores.
Ellos no pueden compararse a Cristo. Él es una Persona tan maravillosa y Él es
nuestra salvación. Nuestra salvación no es una “cosa”, sino una Persona
maravillosa! ¡Oh cuán grande salvación! Al escritor de Hebreos le faltaban
palabras para describir esta salvación tan grande, así que sencillamente dijo:
“¡Tan grande!”. ¡Cuán grande salvación! Es imposible describir cuán grande es.
Pero el escritor también nos advierte que si descuidamos una salvación tan
grande, ciertamente padeceremos algún sufrimiento (He. 2:3).

¿Se habían dado cuenta de que el libro de Hebreos no fue dirigido a incrédulos,
sino a los creyentes hebreos? Todos ellos eran salvos. Pero existía un problema:
ellos habían sido distraídos del disfrute de Cristo. Ellos eran salvos y habían
comenzado a participar de Cristo, pero estaban en una posición sumamente
peligrosa al grado de ser distraídos de Cristo y llevados nuevamente al judaísmo.
Si esto hubiese sucedido, entonces habrían perdido el disfrute de Cristo en su
máxima expresión. Esto quiere decir que descuidarían una salvación tan grande.
Si ellos eran distraídos de Cristo y descuidaban una salvación tan grande,
padecerían una especie de castigo de parte del Señor. Si descuidamos una
salvación tan grande, ¿cómo escaparemos de alguna clase de castigo? No
piensen, sin embargo, que esto significa perder nuestra salvación. ¡No! Nuestra
salvación es para toda la eternidad. Una vez que hemos sido salvos, jamás
podremos caer en la perdición eterna. Hebreos incluso llama a nuestra salvación
la “eterna salvación” (He. 5:9). Pero después de haber sido salvos, tenemos que
avanzar a fin de disfrutar más y más de Cristo hasta la consumación. Ya no es
cuestión de si seremos salvos o no, sino de obtener el mayor y más elevado
disfrute de Cristo. Si descuidamos el disfrute de una salvación tan grande,
sufriremos pérdida.
SUPERIOR A MOISÉS Y JOSUÉ
La segunda sección de Hebreos, que consta principalmente de los capítulos 3 y
4, nos dice que Cristo es muy superior a Moisés y Josué. Tanto Moisés como
Josué fueron enviados por Dios para conducir a Su pueblo, pero Cristo es
superior a ambos. Moisés fue enviado por Dios como un apóstol, y Cristo
también fue enviado por Dios; así pues, Él es nuestro Apóstol, nuestro Líder.
Como tal Él es superior a Moisés. Si bien Moisés fue fiel sobre la casa de Dios,
Cristo fue Aquel que la construyó. Como Aquel que construyó la casa, Cristo
tiene más gloria que la casa misma.

Sin embargo, Moisés no introdujo al pueblo de Dios en el reposo. Más bien, fue
Josué quien introdujo al pueblo en el reposo. Por supuesto, Josué es el nombre
hebreo equivalente a Jesús. Josué tipificó a Cristo y, como tal, introdujo al
pueblo en la buena tierra. Al final de cuentas, tanto Josué como la buena tierra
son sencillamente Cristo. El Cristo que es nuestro reposo llega a ser el reino.

Sin embargo, Josué no condujo al pueblo a la buena tierra por sí mismo; él tenía
un compañero llamado Caleb. Según Hebreos 3:14 nosotros somos los “Calebs”
de Cristo. Somos Sus socios y compañeros. La palabra griega usada aquí no
solamente significa participantes, sino también socios. Josué tenía un solo
compañero, Caleb; pero hoy en día Cristo tiene muchos compañeros. Todos los
miembros de Su Cuerpo son Sus compañeros. Somos socios junto con Cristo en
una gran empresa. Aunque los cristianos hebreos habían sido hechos
compañeros de Cristo, todavía existía el peligro de que ellos fueran distraídos y
no entrasen en la buena tierra. Todo el pueblo de Israel debía haber sido
compañero de Josué, pero en realidad sólo uno entró con Josué en la buena
tierra, y ése fue Caleb. Si somos distraídos del disfrute de Cristo, ya no seremos
Sus compañeros y nos perderemos la recompensa de la manifestación del reino.

Disfrutar a Cristo en nuestro espíritu


Hebreos 3 y 4 indican que nuestro progreso se da en tres etapas: primero
salimos de Egipto; después pasamos por el desierto y finalmente entramos en la
buena tierra. Cuando llegamos a la buena tierra, estamos en el reposo. Con el
tiempo, eso será el reino. Estas tres etapas: Egipto, el desierto y la buena tierra,
corresponden a las tres partes de todo nuestro ser. Nuestro cuerpo corresponde
a Egipto; nuestra alma al desierto; y nuestro espíritu, con Cristo dentro de él,
corresponde a la buena tierra. Antes de ser salvos estábamos en Egipto. Una vez
salvos, comenzamos a vagar en el desierto del alma. Si realmente nos olvidamos
de nuestra alma y atendemos a nuestro espíritu, disfrutaremos a Cristo en
nuestro espíritu como la buena tierra. Allí disfrutaremos de Cristo como nuestro
descanso. A medida que le disfrutemos a Él en nuestro espíritu, tal disfrute se
convertirá en el reino.

En este punto Hebreos 4:12 reviste de importancia estratégica. El versículo 11


nos dice que es necesario que seamos diligentes para entrar en el reposo, y el
versículo 12 nos dice cómo podemos entrar en dicho reposo. La manera de
entrar en el reposo es discernir y dividir nuestro espíritu de nuestra alma. Hoy
en día la buena tierra es Cristo en nuestro espíritu. Si permanecemos inmersos
en nuestra mente, esto significa que estamos vagando en el desierto. Tenemos
que salir de nuestra mente, de nuestra alma, y entrar en nuestro espíritu, donde
Cristo es nuestro reposo. Este reposo con el tiempo se convertirá en el reino. No
debiéramos permanecer en Egipto ni en el desierto. Todos tenemos que estar en
la buena tierra, esto es, con Cristo en nuestro espíritu. Esto quiere decir que no
debemos vivir simplemente en nuestro cuerpo físico según la carne, ni tampoco
debemos vivir regidos por nuestra alma. ¡Alabado sea el Señor! Es posible para
nosotros salir de nuestra alma y entrar en nuestro espíritu. Cuando entramos en
nuestro espíritu, Cristo está allí. Experimentamos la buena tierra y obtenemos el
reposo. Todos hemos tenido la experiencia de encontrarnos vagando en nuestra
alma y, por ello, no disfrutar de reposo. Pero una vez que nos volvimos a nuestro
espíritu, de inmediato entramos en el reposo. Al estar en el reposo, disfrutamos
de todas las riquezas de la buena tierra. A la postre, el templo será edificado y la
ciudad erigida. El reino será establecido, y la gloria de Dios llenará la casa. En
esto consiste la consumación máxima del disfrute de Cristo.

El peligro que está presente en todo momento es que seamos frustrados y


distraídos de Cristo. Algunos vientos de doctrina nos alejan del disfrute de
Cristo. Este peligro estaba presente entre los creyentes hebreos y también está
presente entre nosotros hoy en día, ya que podemos ser distraídos de volvernos
a nuestro espíritu a fin de disfrutar a Cristo como nuestro reposo. Es en nuestro
espíritu que obtenemos el pleno disfrute de Cristo. En la actualidad hay muchas
cosas que pueden distraernos del pleno disfrute de Cristo. Únicamente cuando
tenemos el pleno disfrute de Cristo existe la posibilidad de obtener el reino. El
pleno disfrute de Cristo tendrá su consumación en el reino.

Un ejemplo para nosotros


En 1 Corintios 9 el apóstol Pablo comparó la vida cristiana a una carrera. Al final
de esta carrera hay un premio para el ganador. Enseguida viene el capítulo 10
presentándonos la historia de los hijos de Israel. Por supuesto, el texto original
no estaba dividido en capítulos, por lo cual se trataba de un relato continuo.
Según el concepto de Pablo, la nación entera de Israel estaba en el desierto
corriendo la carrera. Todos ellos cruzaron el mar Rojo, comieron de la misma
comida y bebieron de la misma bebida espiritual. Pero no todos ellos entraron
en la buena tierra, pues muchos de ellos murieron en el desierto. En 1 Corintios
10:11 se nos dice que “estas cosas les acontecieron en figura”. Aquí el término
figura en realidad se refiere a un “tipo”; en otras palabras, todo lo que les
sucedió a los hijos de Israel eran tipos. Su experiencia constituye un tipo para
nosotros. Que ellos cruzaran el mar Rojo tipifica nuestro bautismo. Que ellos
comieran del maná tipifica nuestra práctica de comer a Cristo. Que ellos
bebieran el agua que brotó de la roca tipifica nuestra práctica de beber del
Espíritu.

Más aún, todos ellos vagaron en el desierto, pero únicamente cuatro entraron en
la buena tierra. De aquella generación dos entraron vivos a la buena tierra:
Josué y Caleb, y dos entraron muertos: Jacob y José. Esto también sirve de tipo
para nosotros y quiere decir que cuando el Señor Jesús regrese, algunos santos
que estén vivos así como algunos santos que ya murieron, todos los cuales serán
vencedores, entrarán en la manifestación del reino. Son muchos los cristianos
que han cruzado el mar Rojo y se encuentran vagando en el desierto, pero según
el tipo, no son muchos los que cruzarán el río Jordán y entrarán en el reposo.
Tenemos que tomar esto como una advertencia muy seria que nos debe hacer
reflexionar mucho. Ésta es una amonestación muy severa a fin de que no
permanezcamos en nuestra mente, sino que nos volvamos a nuestro espíritu,
donde podremos disfrutar a Cristo como nuestro reposo. Únicamente en
nuestro espíritu podemos obtener el pleno disfrute de las riquezas a Cristo, lo
cual tendrá por consumación el reino.

SUPERIOR A AARÓN Y A TODOS LOS


SACERDOTES
La tercera sección del libro de Hebreos comienza con los últimos versículos del
capítulo 4 y va hasta el final del capítulo 7. En esta sección Cristo es comparado
con Aarón, el sumo sacerdote. Y allí Cristo es revelado como muy superior a
Aarón. Cristo fue hecho Sumo Sacerdote no según el orden de Aarón, sino según
el orden de Melquisedec, el cual es un orden eterno. Él ministró no en
conformidad con alguna ordenanza o mandamiento de la ley, sino según el
poder de una vida indestructible (He. 7:16). Debido a que Él posee esta clase de
sacerdocio, puede salvarnos por completo. Si no somos salvos por completo,
esto no quiere decir que Él no pueda hacerlo; más bien, significa que nosotros
no estábamos dispuestos a ser salvados, por lo que no tendremos excusa alguna.
Si estamos dispuestos a ser salvos, ciertamente Él nos salvará por completo (He.
7:25).

No echar otra vez el fundamento


Leamos también Hebreos 6:1-2: “Por tanto, dejando ya la palabra de los
comienzos de Cristo, vayamos adelante a la madurez; no echando otra vez el
fundamento del arrepentimiento de obras muertas y de la fe en Dios, de la
enseñanza de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los
muertos y del juicio eterno”. Aquí el apóstol Pablo nos dice que tenemos que
dejar la palabra de los comienzos de Cristo y seguir adelante hacia la madurez.
Hoy en día muchos cristianos están completamente ocupados con el comienzo,
con los principios elementales. Ellos no hacen sino hablar de la redención, la
justificación por la fe, el perdón de pecados y su inminente ida al cielo. Año tras
año conversan de estas mismas cosas. Cuando uno está con ellos difícilmente les
escuchará hablar de otra cosa. En principio, esto se asemeja a un abuelo que
todavía sigue estudiando en la escuela primaria. No solamente está en la escuela
primaria, sino que también el hijo de su hijo, y hasta sus tataranietos, todos
están todavía estudiando en la misma escuela primaria. No hay avance alguno.
¡Pero nosotros tenemos que avanzar! Avancemos de las enseñanzas elementales
de Cristo a la madurez.

Los versículos 4-6 dicen: “Porque es imposible que los que una vez fueron
iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu
Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo
venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento,
crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a la
ignominia”. En estos versículos Pablo aborda varios asuntos. Él dice que
algunos de los santos fueron iluminados, fueron hechos partícipes del Espíritu
Santo y gustaron del don celestial. Ellos también gustaron de la buena palabra y
de los poderes del siglo venidero. ¿En qué consiste aquel don celestial?
Ciertamente es algo procedente de los cielos. Podría ser el perdón de pecados o
el gozo de nuestra salvación. Sabemos que cuando fuimos salvos tuvimos cierto
regocijo auténtico. Ciertamente experimentamos el gozo, la paz, el consuelo, el
perdón y otras cosas. ¿Piensan ustedes que una persona podría ser iluminada,
gustar del don celestial, ser hecha partícipe del Espíritu Santo y gustar tanto de
la buena palabra como de los poderes del siglo venidero y, aún así, todavía no
ser salva? ¡Esto es imposible! Sin embargo, la mayoría de los maestros
cristianos consideran que este pasaje se refiere a personas que todavía no han
sido salvas. El versículo 6 nos dice que algunos de ellos recayeron, pero recaer es
muy distinto a caer en la perdición eterna. Muchas personas que fueron salvas
han recaído. Incluso después de haber nacido en términos físicos, podemos caer
muchas veces. Pero que cayéramos no hace de nosotros personas falsas.

Algunos usan los versículos 4-6 para afirmar que una vez que una persona ha
vuelto a caer le será imposible ser salva. Pero el versículo 1 dice: “Vayamos
adelante”. Tenemos que proseguir hacia adelante, dejando atrás el fundamento.
El primer aspecto de este fundamento es el arrepentimiento. Podríamos afirmar
que ésta es la primera piedra del fundamento. El fundamento ya fue establecido
con seis piedras, entre las cuales está la piedra del arrepentimiento. El concepto
de Pablo consiste en que, puesto que los creyentes hebreos ya habían puesto el
fundamento, ellos simplemente debían avanzar. No era necesario que pusieran
el fundamento nuevamente. Incluso si quisieran hacerlo así, sería imposible
volver a poner el fundamento. Tomemos como ejemplo una pareja que ha
contraído matrimonio. Supongamos que después de cierto tiempo se divorcian y
que posteriormente vuelven a juntarse. Aunque tal vez digan que se han vuelto a
casar, en realidad es imposible que lo vuelvan a hacer porque ya estaban
casados. El matrimonio ya había sido puesto como fundamento. Asimismo, los
cristianos hebreos ya habían puesto el fundamento; todo lo que necesitaban
hacer era avanzar. Ellos no debían demorarse quedándose en el fundamento.

Son muchos los cristianos que en reuniones de avivamiento gustan de


retroceder y volver a poner el fundamento una y otra vez. Después de un año,
celebran otra reunión de avivamiento y se vuelven a arrepentir. Una vez más
ellos vuelven a poner el fundamento; logran avanzar un poco, pero vuelven a
caer. Después que vuelven a caer, vienen a otra reunión de avivamiento y
retroceden nuevamente y se vuelven a arrepentir. Ellos están continuamente
retrocediendo para poner el mismo fundamento. Esto quiere decir que, en
realidad, ellos no avanzan. Estos versículos no indican que sea imposible para
nosotros ser recobrados una vez hayamos caído; sino que significan que después
de haber caído, tenemos que levantarnos por la gracia de Dios y avanzar. Ya no
debemos retroceder. No tenemos que nuevamente poner el arrepentimiento
como fundamento, puesto que éste ya estaba establecido. Intentar ponerlo
nuevamente es una pérdida de tiempo.

Supongamos que en la construcción de un edificio se pone el fundamento y


después se interrumpe dicha construcción. Después de un año, la labor de
construcción comienza de nuevo, y en lugar de edificar sobre el fundamento que
ya fue puesto, se pone un nuevo fundamento a su lado. De nuevo la obra es
interrumpida y cuando se reinicia se pone un tercer fundamento al lado del
segundo. ¡Qué ridículo sería esto! Con el tiempo, habrán muchos fundamentos
uno al lado del otro, pero no habrá ninguna edificación. Éste es el significado
correcto de estos versículos.

Los maestros pentecostales afirman que estos versículos se refieren a


verdaderos creyentes que han perdido su salvación y que, debido a que
recayeron, no pueden ser salvos nuevamente. Este concepto tampoco es
correcto. Lo que Pablo quiso decir fue lo siguiente: los cristianos hebreos ya
habían puesto el fundamento, pero habían sido distraídos. Ellos habían
detenido la edificación. Ahora ellos debían comprender que les era necesario
avanzar, y que para avanzar no era necesario que pusieran el fundamento de
nuevo. Ellos simplemente debían avanzar. Nosotros también debemos dejar
atrás las cosas propias de los comienzos y proseguir hacia adelante a fin de
disfrutar a Cristo de una manera más avanzada. Si no avanzamos, ciertamente
sufriremos cierto castigo.

Avanzar para disfrutar más de Cristo


Ahora leamos Hebreos 6:7-8: “Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas
veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos para los cuales es
labrada, participa de la bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos
es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada”. Si no
dejamos atrás el fundamento y avanzamos a fin de experimentar más de Cristo,
seremos como parcelas de tierra que beben la lluvia muchas veces, pero no
producen el fruto apropiado. Esto hará que suframos pérdida; pero no significa
que nosotros mismos caeremos en la perdición eterna. Más bien, se refiere a
sufrir cierta pérdida por no haber avanzado. ¡Avancemos! No debemos
demorarnos aquí. No debemos retroceder a poner el fundamento nuevamente.
El fundamento ya fue puesto; edifiquemos sobre el mismo. Esto quiere decir que
debemos disfrutar a Cristo más y más. Quizás caigamos muchas veces, pero
tenemos que levantarnos, aplicar la sangre y seguir adelante junto al Señor. El
enemigo, Satanás, siempre procurará demorarnos permaneciendo junto al
fundamento. Tienen que decirle al insidioso que cuentan con la sangre del Señor
Jesús y que ya pusieron el fundamento.

Tenemos que avanzar para disfrutar a Cristo como nuestro gran Sumo
Sacerdote, quien nos ministra en el santuario celestial, no según los
mandamientos de la ley, sino según el poder de una vida indestructible. Él es
nuestro Sumo Sacerdote, no según el orden de Aarón, sino según el orden de
Melquisedec, por lo cual puede salvarnos por completo. Nosotros simplemente
tenemos que disfrutarle más y más, sin preocuparnos por el pasado ni por nada
que hayamos dejado atrás. ¡Tenemos que seguir adelante! Satanás siempre nos
recuerda nuestro pasado y lo que hicimos ayer, pero tenemos que decirle que
únicamente nos importa el día de hoy así como la expectativa que tenemos para
mañana. No nos importa el día de ayer. Todos tenemos que olvidar las cosas que
quedaron atrás y extendernos a lo que está delante. Prosigamos hacia adelante
para disfrutar más de Cristo.
SUPERIOR AL VIEJO PACTO
Hemos abarcado ya tres secciones de Hebreos. En la primera sección vimos que
Cristo es superior a los ángeles; en la segunda sección vimos que Cristo es
superior a Moisés y Josué; y en la tercera sección vimos que Cristo es superior a
Aarón y a todos los sacerdotes. En la cuarta sección, del capítulo 8 al 10, se nos
muestra que Cristo y Su sangre son muy superiores al viejo pacto. El Nuevo
Testamento no nos da la letra de la ley como algo externo a nosotros, sino la ley
de vida como algo que está dentro de nuestro ser. Por tanto, no tenemos
necesidad de que nadie nos enseñe (He. 8:8-11). Tenemos la ley viva en nuestro
interior, la cual es mucho mejor que la letra de la ley que es externa a nosotros.

Además, Su sangre preciosa purifica y lava nuestra conciencia de modo que


podamos servir al Dios vivo (He. 9:14). El nuevo pacto es un mejor pacto, muy
superior al primero. Cuando el libro de Hebreos fue escrito, acechaba el peligro
de que los cristianos hebreos fueran persuadidos de retornar al judaísmo. Tal
vez sus amigos y familiares se esforzaban por atraerlos de regreso al judaísmo y
es probable que también les recordasen que el viejo pacto fue dado por Dios y
que era un pacto maravilloso. Debido a que los cristianos hebreos vacilaban
entre el viejo pacto y el nuevo pacto, el apóstol Pablo les advirtió con respecto al
viejo pacto. Él les dijo que el viejo pacto había sido cumplido y había llegado a
su fin. Ya no había más sacrificio por el pecado porque Cristo había muerto por
los pecados poniendo fin al sacrificio por los pecados. Cristo había cumplido el
tipo de la ofrenda por el pecado. Por tanto, ya no queda sacrificio por los
pecados (10:26). Retroceder nuevamente y ofrecer los sacrificios por los pecados
que eran propios del Antiguo Testamento habría sido un verdadero insulto para
el Señor.

Más aún, Pablo les dijo que no debían dejar de congregarse con los creyentes
(10:25). Ellos no debían descuidar el reunirse con los otros cristianos. Dejar de
reunirse con los creyentes implicaba retornar al judaísmo, lo cual era
pecaminoso a los ojos de Dios. Retroceder al judaísmo era pecar
voluntariamente. ¡Cuán grave era esto!

No pecar voluntariamente
Hebreos 10:26 dice: “Porque si pecamos voluntariamente después de haber
recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio de toros y machos
cabríos por los pecados”. Algunos maestros cristianos han enseñado de manera
imprecisa este versículo dando a entender que si pecamos voluntariamente no
podremos ser perdonados. Éste no es el entendimiento correcto de este
versículo. El entendimiento correcto es que todos los sacrificios del Antiguo
Testamento fueron cumplidos cuando el Señor Jesús murió en la cruz y, para el
Señor, que retrocedamos a aquellos sacrificios de animales es algo pecaminoso.
Retornar al judaísmo después del sacrificio del Señor Jesús en la cruz equivale a
pecar voluntariamente. En cuanto a Dios concierne, no hay más ofrenda por el
pecado, pues Su Hijo se ofreció a Sí mismo una vez y para siempre.

Pablo también dio a entender que si los cristianos hebreos retrocedían a ofrecer
sacrificios de animales, Dios los juzgaría (He. 10:27). Que ellos retrocedieran
hubiese sido equivalente a hacer común la sangre de Cristo. Pero esta sangre no
es común, como lo es la sangre de un buey o de una oveja. En realidad, la sangre
del sacrificio de animales no podía redimir, pero la sangre de Cristo sí puede
redimir. Retornar al judaísmo y ofrecer la sangre de un buey o una oveja a
manera de sacrificio por el pecado sería hacer común la sangre de Cristo, lo cual
provocaría el juicio de Dios.

No ultrajar al Espíritu de gracia


Además de esto, retornar al judaísmo y a los sacrificios de animales constituiría
una especie de desobediencia al Espíritu que mora en nuestro interior. En el
versículo 29 Pablo habló de ultrajar el Espíritu de gracia. Retornar al judaísmo
sería un insulto contra el Espíritu de gracia. Este pasaje de la Palabra nos
muestra que una vez que hemos disfrutado del camino neotestamentario,
habiendo sido hechos partícipes del mismo, tenemos que disfrutarlo al máximo.
No debemos retornar al viejo camino, esto es, al viejo pacto. Retornar a ese viejo
camino constituye un pecado para el Señor y trae Su juicio sobre nosotros.
Retornar a ese viejo camino sería hacer de la sangre del Señor algo común y
constituiría una especie de desobediencia al Espíritu que mora dentro de
nosotros.

EL CAMINO DE LA FE
Ahora abordaremos la quinta sección del libro, la cual comienza con el capítulo
11. En esta sección Pablo nos muestra el camino de la fe. A medida que
avancemos con el Señor, tenemos que tomar la fe como nuestro camino. En
nuestro camino tendremos una gran nube de testigos que nos rodea. El camino
de la fe es un camino prevaleciente. Aquí tenemos al Señor Jesús como el Autor
y Consumador de nuestra fe. Todos tenemos que fijar nuestra mirada en Él. No
debemos estar preocupados por las situaciones que nos rodean. Nosotros
simplemente ponemos nuestros ojos en el Señor Jesús como el camino que
tenemos para avanzar. Si no miramos al Señor Jesús como nuestro camino,
sufriremos cierta pérdida y cierto sufrimiento. Puesto que recibimos un reino
inconmovible, tenemos que echar mano de la gracia a fin de avanzar de manera
positiva. No debemos turbarnos con situaciones o circunstancias difíciles.
Avancemos por fe. El Señor Jesús es tanto el Pionero como el Perfeccionador de
nuestra fe. Nosotros simplemente fijamos nuestra mirada en Él. Así somos
fortalecidos para seguir hacia delante.

CORRER LA CARRERA
El capítulo 12 nos muestra que debemos despojarnos de todo peso y correr la
carrera. Si uno se cae mientras corre una carrera, sencillamente debe levantarse
y continuar corriendo. No necesita retroceder a los comienzos, sino que
simplemente deberá comenzar a correr desde donde cayó. Ningún corredor que
se cae en el curso de una carrera sería tan tonto como para regresar al inicio
para comenzar de nuevo. Más bien, él se levantará de donde cayó y continuará
corriendo la carrera.
No obstante, son muchos los cristianos que hacen esto. Todos los años, cuando
llega el tiempo de algún avivamiento, ellos retornan al inicio y se arrepienten
una vez más. No es necesario que ellos hagan eso. Únicamente tienen que
levantarse de donde cayeron y correr la carrera para el reino.

Si no obedecemos al Señor y avanzamos, tenemos que comprender que nuestro


Dios es fuego consumidor (12:29). Si rehusamos a tomar la gracia y a avanzar,
ciertamente Dios un día ejecutará cierto juicio sobre nosotros. Esto no quiere
decir que sufriremos la perdición eterna, sino que sufriremos algo.

Debemos ver que tenemos a este Cristo maravilloso, quien es superior a todo lo
demás. Él es superior a los ángeles, a Moisés y Josué, a Aarón y los sacerdotes, y
al viejo pacto. Además, tenemos un camino prevaleciente por el que podemos
avanzar, el cual es el camino de la fe. Tenemos que avanzar a fin de disfrutar a
Cristo y tomar el camino victorioso. Con el tiempo, tendremos el pleno disfrute
de Cristo que consumará en el reino. Sin embargo, si no avanzamos para
disfrutar a Cristo de una manera tan maravillosa, perderemos algo y sufriremos
algo. Todos estos puntos en Hebreos representan el desarrollo de las semillas
sembradas en el libro de Mateo con respecto al reino.

CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS

LA COSECHA DEL REINO EN


APOCALIPSIS
Lectura bíblica: Ap. 1:9a; 2:7, 10, 11, 17, 25-29; 3:4-6, 10-13, 20-22;
12:10-11

La cosecha del reino es presentada en Apocalipsis. En principio, aquello que se


revela en las primeras páginas de un libro es el tema principal de ese libro. Por
ejemplo, Génesis comienza diciendo: “En el principio creó Dios los cielos y la
tierra”. Ciertamente Génesis es un libro que revela la creación de Dios. ¿Qué se
revela en los primeros versículos del libro de Apocalipsis? En Apocalipsis 1:9
Juan nos dice que él es nuestro hermano y copartícipe nuestro en la tribulación,
en el reino y en la perseverancia en Jesús. ¡Él es compañero nuestro en el reino!
El propósito del Señor con este libro es presentar el reino a todos los santos.
Pero lo que se revela en los primeros capítulos de Apocalipsis son los
candeleros, las iglesias, y no el reino directamente. En realidad esto quiere decir
que, en términos prácticos, las iglesias son el reino. La vida apropiada de iglesia
es la realidad del reino. Las iglesias no son un fin en sí mismas, sino que tienen
como finalidad el reino. En Apocalipsis Juan no dijo que él era uno de los
miembros del Cuerpo de Cristo, sino que él era copartícipe nuestro en la
tribulación, en el reino y en la perseverancia en Jesús. La tribulación es
necesaria para el reino, y la perseverancia es necesaria para pasar por
tribulación. Si hemos de entrar en el reino, será necesario que suframos. Para
soportar dicho sufrimiento, necesitamos cierta medida de perseverancia. Ésta
no es nuestra propia perseverancia, sino la perseverancia de Jesús. Por tanto, el
libro de Apocalipsis comienza hablándonos del reino.
En Apocalipsis 12 vemos el nacimiento del hijo varón. El hijo varón representa a
los vencedores, quienes tienen la autoridad para reinar sobre las naciones. Este
hijo varón será arrebatado al trono de Dios en los cielos. Cuando el hijo varón
sea arrebatado al trono, se suscitará una gran guerra en los cielos en contra de
Satanás, y éste será arrojado a la tierra. Hoy el enemigo, Satanás, todavía está en
los cielos, pero una vez que los vencedores lleguen allí, no habrá lugar para él. Él
será echado, y cuando eso suceda, una gran voz proclamará: “Ahora ha venido la
salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de Su Cristo;
porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusa
delante de nuestro Dios día y noche” (Ap. 12:10). Por tanto, Apocalipsis
comienza con el reino en el capítulo 1 y también proclama la venida del reino en
el capítulo 12. Esto indica que Apocalipsis es un libro que trata acerca del reino.
Mateo contiene la semilla del reino, las Epístolas contienen el crecimiento de la
semilla, y Apocalipsis contiene la cosecha de la semilla del reino.

¿En qué consiste la cosecha del reino? El primer aspecto de la cosecha del reino
son los siete candeleros, y la cosecha máxima y final del reino será la ciudad
santa: la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén es sencillamente la máxima
cosecha del reino. En ella el reino será manifestado en plenitud. Incluso durante
el milenio todavía no tendremos la manifestación suprema del reino, sino que la
Nueva Jerusalén será la suprema consumación y plena manifestación del reino.

Los primeros capítulos de Apocalipsis nos muestran en qué consiste nuestra


participación en el reino. El propósito de Dios para la iglesia es obtener el reino,
y para esto todos Sus creyentes tienen que madurar al grado de poder vivir en la
realidad del reino e introducir la manifestación del reino. Ya vimos que la
manifestación del reino simplemente será la madurez y el crecimiento máximo
de la vida del reino. Cuando vivamos en la realidad del reino en su forma final,
eso será la manifestación del reino. El propósito de Dios es obtener la iglesia a
fin de que ésta pueda introducir Su reino. Son muchos los cristianos que jamás
han visto cuál es el propósito de Dios y Su meta final. Ellos piensan que el
propósito de Dios al efectuar la redención en Cristo es simplemente capacitar a
las personas para que vayan al cielo. Todos tenemos que regresar a la palabra
pura de la Biblia y ver que la redención efectuada por Cristo tiene como
finalidad traer el reino. La iglesia en su condición normal es simplemente la
realidad del reino, y esta realidad tendrá su consumación en la manifestación
del reino.

Lamentablemente muchos verdaderos cristianos no han visto esto y carecen de


esta experiencia. La mayoría de ellos se encuentra muy por debajo del estándar
que corresponde a una vida normal. Por tanto, en el último libro del Nuevo
Testamento, Apocalipsis, el Señor Jesús hace un llamado no a los incrédulos,
sino a los creyentes. Todos los creyentes han sido llamados una vez por el Señor,
pero en Apocalipsis 2 y 3 el Señor Jesús hace un segundo llamado a los
creyentes, un llamado a ser vencedores. Todos hemos sido llamados a creer y
todos hemos sido llamados a la vida de iglesia, pero muchos todavía ignoran el
propósito del Señor y aún no se hallan en el nivel normal, el nivel adecuado para
hacer venir la manifestación del reino. Puesto que muchos están por debajo del
nivel normal, no hay posibilidad de que ellos crezcan en la vida divina. Aunque
la vida del Señor Jesús está dentro de los creyentes, no hay posibilidad de que
esta vida crezca en ellos debido a que se encuentran por debajo del nivel normal.
Debido a esto, el Señor Jesús hizo un llamado a los vencedores.

ÉFESO
Dejar el primer amor
En los capítulos 2 y 3 de Apocalipsis, o sea, en las epístolas dirigidas a las siete
iglesias, el Señor Jesús hizo un llamado a los vencedores. En Su llamado a los
vencedores, el Señor Jesús reveló cuál es la condición apropiada de la iglesia
para el reino. En Apocalipsis 2:4 el Señor le dijo a la iglesia en Éfeso: “Pero
tengo contra ti que has dejado tu primer amor”. Si hemos de ser la iglesia
apropiada que introducirá el reino, es imprescindible que el Señor Jesús sea
nuestro primer y mejor amor. Éste es el primer requisito. Tenemos que cuidar
de nuestro amor por el Señor. Hoy en día muchos cristianos han perdido su
primer amor hacia Él. Ellos todavía siguen laborando para el Señor, son muy
buenos para ello y hacen muchas cosas para el Señor, pero no le aman como al
principio. Esto quiere decir que ellos perdieron su primer amor, su amor
original, su mejor amor, por el Señor. Ellos tienen obras, pero no tienen amor.
Por tanto, el primer llamado del Señor a los vencedores es que retornen a Él y le
amen al máximo, que le amen con el mejor amor. El Señor prometió: “Al que
venza, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en el Paraíso de Dios”
(Ap. 2:7). Si retornamos a nuestro primer y mejor amor por el Señor, se nos
dará a comer del árbol de la vida.

El Paraíso de Dios
El árbol de la vida también está en la Nueva Jerusalén, lo cual nos muestra que
la Nueva Jerusalén es el verdadero paraíso de Dios. El huerto de Edén, descrito
en Génesis 1 y 2, podría ser considerado como el primer paraíso de Dios. En
Lucas 23 el Señor Jesús le dijo al ladrón crucificado que él estaría con el Señor
en el paraíso. Ese paraíso no es el huerto de Edén ni tampoco la Nueva
Jerusalén, sino que se refiere a la parte del Hades donde hay gozo y consuelo,
que es donde los espíritus de todos los santos que han muerto son guardados.
Éste es el segundo paraíso que nos presenta la Biblia. Al final, el pueblo de Dios
estará concentrado en la santa ciudad, Jerusalén, y ése será el paraíso eterno
con el árbol de la vida en su centro. La promesa del Señor en Apocalipsis 2 es
que si vencemos sobre la situación imperante en la actualidad y recobramos
nuestro primer y mejor amor hacia Él, nos será concedido el derecho a entrar en
la Nueva Jerusalén como el paraíso de Dios y a comer del árbol de la vida a
manera de recompensa.

Una recompensa para los vencedores


Tenemos que comprender que la Nueva Jerusalén junto con el árbol de la vida
será una recompensa durante el milenio. No todas las personas salvas entrarán
en el milenio. Únicamente los vencedores podrán disfrutar del árbol de la vida
durante el milenio. Durante los mil años del milenio, la Nueva Jerusalén en su
condición de paraíso de Dios será una especie de recompensa. Pero después del
milenio, en los cielos nuevos y la tierra nueva, la Nueva Jerusalén será una
bendición para todos los que fueron salvos. En el milenio será una recompensa
para los vencedores, pero a la postre será una bendición de la que todo el pueblo
de Dios será partícipe. Durante el milenio, la Nueva Jerusalén será la novia;
pero en el cielo nuevo y la tierra nueva, la Nueva Jerusalén será la esposa. La
novia es únicamente para un día. El primer día de su matrimonio, la joven
contrayente es la novia; pero después de eso, ella es la esposa. Para el segundo
día algo de esa novedad y frescura se habrá desvanecido. Aunque todavía hay
gozo, ese gozo no será tan fresco. Si no llegamos a ser los vencedores, no
disfrutaremos de la frescura y novedad de la Nueva Jerusalén en el milenio.
Perderemos la oportunidad de participar de esa porción. Después del milenio,
disfrutaremos de la Nueva Jerusalén, pero no como una novia. Disfrutaremos de
la Nueva Jerusalén únicamente como la esposa, de una manera común. La
promesa del Señor es que si llegamos a ser los vencedores hoy, se nos dará a
comer del árbol de la vida en la Nueva Jerusalén. Esto ciertamente ocurrirá
durante el milenio. Cada una de las siete epístolas en estos dos capítulos de
Apocalipsis nos revela algo de la recompensa que podríamos recibir así como
algo de la pérdida o castigo que podríamos sufrir durante el lapso
correspondiente al milenio.

ESMIRNA
Esmirna es la iglesia que padeció persecución. Si todos retornamos a nuestro
primer amor por el Señor, ciertamente nos sobrevendrán persecuciones.
Durante el primero, segundo y tercer siglos, la iglesia padeció mucha
persecución. Satanás usó al Imperio Romano para perseguir a la iglesia y matar
a muchos creyentes. El Libro de los mártires escrito por el Sr. Foxe nos relata la
manera en que muchos de esos primeros cristianos fueron perseguidos y
muertos como mártires por causa del Señor Jesús. El Señor Jesús les prometió a
quienes fueron perseguidos que si ellos vencían, recibirían la corona de la vida y
no sufrirían la segunda muerte. Ser heridos por la segunda muerte no quiere
decir que caeremos en la perdición eterna, sino que padeceremos en cierta
medida. Ninguna clase de sufrimiento es placentero. No debemos preocuparnos
por los detalles en cuanto a la segunda muerte. Simplemente recibamos esta
advertencia hecha por el Señor. El Señor Jesús no nos proporciona detalles a
este respecto porque Su expectativa es que no tengamos que estar en tal
posición. Él espera que todos nosotros recibamos la corona de la vida. Por
supuesto, la corona de la vida no es dada hoy, sino que es dada durante el
tiempo del milenio. No importa cuánto sufra usted por el Señor Jesús en la
actualidad, no recibirá una corona en la era presente. Incluso el apóstol Pablo
todavía no ha recibido su corona. Él todavía está a la espera del milenio para
poder recibirla. En aquel tiempo todos los vencedores reinarán como reyes
junto a Cristo y recibirán una corona.

PÉRGAMO
La persecución que Satanás desató contra la iglesia no tuvo éxito. Cuanto más
perseguía a la iglesia, más fuertes se hacían los cristianos. Así que él recurrió a
un ataque más sutil. Al inicio del cuarto siglo, en tiempos de Constantino,
Satanás cambió de táctica. En lugar de perseguir a la iglesia le dio una cálida
bienvenida. Esto está representado por la iglesia en Pérgamo. Pérgamo
literalmente significa matrimonio y simbólicamente denota una torre elevada.
Esto significa que la iglesia había contraído una especie de matrimonio maligno
con el mundo y se había vuelto algo muy grande. Constantino introdujo el
mundo dentro de la iglesia y llevó a la iglesia de regreso al mundo. Éste fue un
matrimonio maligno e ilegítimo. La iglesia se casó con el mundo. Debido a que
la iglesia contrajo matrimonio con el mundo, se convirtió en algo grande como
una torre alta.

Estos fueron los inicios del gran árbol mencionado en Mateo 13. Dentro de
Pérgamo estaban las enseñanzas de Balaam y de los nicolaítas (2:14, 15). Estas
enseñanzas eran una especie de levadura maligna introducida en la iglesia. El
Señor Jesús intervino para llamar a los vencedores a salir y les prometió dos
cosas: el maná escondido y una piedrecita blanca. Una piedra es útil para la
edificación, y el color blanco denota que esto es algo aprobado por el Señor y
que es placentero para Él. En la piedrecita blanca está grabado un nuevo
nombre que nadie conoce sino aquel que lo recibe. Muchas veces debemos tener
experiencias especiales con el Señor que los demás no pueden entender. A veces
incluso nuestra propia familia no puede entender nuestras experiencias con el
Señor. En ellas hemos experimentado algo nuevo y fresco que los demás no
pueden comprender. El nuevo nombre denota experiencias frescas y nuevas del
Señor.

Si disfrutamos del Señor de una manera escondida, Él se convertirá en maná


escondido para nosotros, y seremos una piedra justificada y aprobada la cual es
muy grata al Señor y útil para Su edificación. Disfrutaremos de experiencias que
otros no podrán comprender. Ésta es la vida vencedora para el reino. Es posible
que muchos queridos santos en las iglesias locales hayan llegado a ser una
piedrecita blanca con un nuevo nombre y estén disfrutando de las experiencias
ricas y reales del Señor. De ser así, disfrutaremos del derecho y el privilegio de
experimentar al Señor Jesús, no como el maná que está a la vista de todos en el
desierto, sino como el maná escondido que está en el Lugar Santísimo. Dentro
del Lugar Santísimo estaba el Arca, y dentro del Arca estaba la urna de oro con
el maná en su interior. El maná aquí es algo escondido y muy cercano a la
presencia de Dios. Debido a que los vencedores son uno con el Señor y están tan
cerca a Él, le disfrutan como el maná escondido. Este disfrute es para el reino.

TIATIRA
Después de Pérgamo, que denota el matrimonio ilegítimo de la iglesia con el
mundo, viene Tiatira. Tiatira representa a la Iglesia Católica Romana, la cual
está llena de toda clase de levadura corruptora. Los ídolos, la fornicación, las
enseñanzas malignas y las prácticas de Jezabel son la levadura en el interior de
la Iglesia Católica Romana. Ésta es la malvada mujer descrita en Mateo 13 que
escondió la levadura en las tres medidas de harina. El Señor también hizo un
llamado a los vencedores que hay dentro de Tiatira, pues les llamó a vencer la
fornicación, las enseñanzas malignas y toda práctica maligna. Las prácticas en la
Iglesia Católica Romana de encender velas, quemar el incienso y adorar a todas
sus imágenes de ídolos constituyen una verdadera blasfemia contra el Señor.
Algunos podrían argüir que ellos fueron ayudados por la Iglesia Católica
Romana y que ha habido muchos queridos creyentes dentro de esa institución.
Indudablemente la Iglesia Católica Romana está recubierta con muchas
personas y cosas muy preciosas, pero esto es para engañar a la gente; es una
fachada falsa. La parte externa de la copa está recubierta de oro, perlas y piedras
preciosas, pero por dentro la copa está llena de abominaciones (Ap. 17:4). Todos
nosotros tenemos que vencer tales abominaciones como los ídolos, la
fornicación espiritual y toda clase de levadura. Tenemos que ceñirnos a lo que el
Señor nos ha mostrado. Finalmente, los vencedores regirán sobre las naciones
durante el milenio.

No todos los creyentes son vencedores


Tenemos que ver que ser creyente no equivale a ser un vencedor. Algunos
maestros cristianos han enseñado que todos los verdaderos creyentes del Señor
Jesús reinarán como reyes. Al respecto, preferiría no responder desde una
perspectiva doctrinal, sino desde la perspectiva de nuestra experiencia. A
quienes afirman tal cosa me gustaría preguntarles algo con respecto a su propia
situación; ¿tienen el aspecto de reyes? ¿Llevan una vida diaria que corresponde
a reyes? ¿Han sido disciplinados y adiestrados, o son irresponsables y
descuidados? ¿Están preparados para ser reyes que reinen con el Señor? Me
temo que cuando el Señor Jesús venga, ellos dirán: “¡Oh, Señor Jesús! ¡No estoy
preparado!”.

Si hemos de reinar con el Señor Jesús como reyes, tenemos que ser entrenados y
disciplinados estrictamente por Él. El joven príncipe que ha de ser el próximo
rey de Inglaterra diariamente está sometido a un constante y estricto
entrenamiento y disciplina. Ese entrenamiento está diseñado para hacerlo apto
con miras a que sea el rey. Él está aprendiendo a verse como un rey, a hablar
como un rey y a comportarse como un rey. Y ¿qué con respecto a usted? Si en la
actualidad usted participa de chismes y murmuraciones además de ser
descuidado, ¿estará listo para reinar como rey? ¿Es usted apto para ser un rey?
Esto nos permite ver que simplemente ser un creyente no es suficiente para ser
un vencedor y gobernar y reinar juntamente con Cristo. Tenemos que ser
entrenados y disciplinados por el Señor; de otro modo, ¿cómo reinaremos sobre
cinco o diez ciudades (Lc. 19:17, 19)?

SARDIS
La iglesia en Sardis representa a la iglesia de la Reforma. En cierto sentido los
protestantes de la iglesia reformada son mucho mejores que los católicos. Sin
embargo, el Señor afirma que aunque ellos fueron reformados y avivados,
todavía eran muy débiles. En Apocalipsis 3:1 el Señor dijo que Sardis tenía
nombre de que vive, pero estaba muerto. En el versículo 2 Él les dijo que era
necesario que fuesen vigilantes y afirmasen las cosas que quedan, las que están
a punto de morir. La característica sobresaliente de las iglesias protestantes es
su escasez de la vida divina. Quizás muchas cosas sean correctas, pero hay poca
vida. Casi todo lo relacionado con el cristianismo fundamentalista: la oración, la
lectura de la Biblia y la predicación del evangelio, es débil y está a punto de
morir. En realidad, tienen poco impacto. Sin embargo, el Señor les dijo: “Pero
tienes unas pocas personas en Sardis que no han contaminado sus vestiduras; y
andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas” (3:4). Las
vestiduras contaminadas denotan la presencia de la muerte o la ausencia de
vida. Ser un vencedor en medio de tal situación consiste en guardarse de toda
muerte.

Esto quiere decir que tenemos que estar vivos y fuertes, y que debemos tener
impacto. Incluso cuando compartamos un testimonio en alguna reunión no
debemos hacerlo de una manera muerta; más bien, debemos hablar con nuestro
espíritu fortalecido y liberado. Tenemos que vencer la situación de muerte
imperante en el protestantismo. Tenemos que vencer toda clase de muerte.
Debemos vestirnos con vestiduras blancas, que no tienen mancha de muerte. Si
logramos esto, nuestro nombre no será borrado del libro de la vida (3:5) Que el
nombre de alguien sea borrado del libro de la vida no significa que se perderá
eternamente, sino que esto guarda relación con la recompensa o el castigo. A fin
de entender la Biblia es imprescindible que siempre nos ciñamos a los
principios básicos. El principio en cuanto a la salvación es que ésta es eterna.
Una vez salvos, somos salvos eternamente. Jamás podremos perdernos. Por
tanto, que nuestro nombre sea borrado del árbol de la vida no implica la pérdida
de nuestra salvación, sino la pérdida de una recompensa de parte del Señor. Si
no vencemos toda clase de situaciones de muerte y somos vivientes, sufriremos
pérdida.

FILADELFIA
El Señor Jesús no reprendió a Filadelfia en ningún aspecto. Más bien, les dijo
que debido a que ellos habían guardado Su palabra y no habían negado Su
nombre, Él los guardaría de la hora de la prueba que vendrá sobre la tierra. Esto
significa que Él los arrebatará antes que la tribulación venga y que, incluso, los
hará columnas en el templo de Dios. En el capítulo 2 tenemos la piedrecita
blanca y en el capítulo 3 tenemos una columna edificada dentro del templo.
Todos los vencedores tienen como finalidad la edificación del templo de Dios, y
esto es para el reino.

LAODICEA
La iglesia en Laodicea es la iglesia en Filadelfia que cayó y entró en degradación.
Ellos son muy orgullosos y piensan tenerlo todo, saberlo todo y haber visto todo.
Pero a los ojos del Señor son pobres y están desnudos. Por tanto, el Señor les
aconsejó que comprasen oro así como colirio para poder ver (3:18). Ellos
necesitan arrepentirse de su orgullo y abrirse al Señor de tal manera que Él
pueda entrar. Al final, los vencedores de entre ellos celebrarán banquete con el
Señor y se sentarán en el trono del Señor durante el milenio.

CRECER PARA EL REINO


Con base en estas siete epístolas, podemos ver que recibir una recompensa o
sufrir pérdida está relacionado con el reino. Estas cosas son reveladas para que
podamos combatir, crecer y avanzar con miras a la manifestación del reino. Hoy
en día crecemos con miras a la manifestación del reino. Hoy en día combatimos
para hacer posible la manifestación del reino. Incluso el regreso del Señor Jesús
está relacionado con la manifestación del reino. Podemos hablar mucho sobre la
venida del Señor y las profecías relacionadas con esto, pero si no crecemos, el
Señor no podrá regresar. Tenemos que combatir a fin de obtener la madurez.
Según Apocalipsis 12, en virtud de que crezcamos y combatamos el hijo varón
será dado a luz y se proclamará que el reino del Señor ha venido, pues los
vencedores habrán arrojado al acusador. Hoy en día, el Señor Jesús hace el
llamado a los vencedores y está a la espera de nuestra cooperación. Todos
tenemos que decir: “Señor Jesús, respondo a Tu llamado. Señor Jesús, te amaré,
te seré fiel hasta la muerte y jamás tendré parte alguna en el gran árbol. Venceré
sobre toda la levadura del catolicismo y sobre toda la muerte del protestantismo
actual. Guardaré Tu palabra viva y confesaré Tu precioso nombre. Me guardaré
del orgullo espiritual. Señor, mantenme celebrando banquete contigo así como
Tú conmigo”. Si hemos de crecer, venceremos y haremos venir la manifestación
del reino. La manifestación del reino no ocurrirá por accidente, sino de una
manera gradual en virtud de nuestro crecimiento. ¡Aleluya! ¡Hoy en día estamos
en camino a convertirnos en la cosecha de la manifestación del reino en
Apocalipsis!

CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE

DIFERENTES ASPECTOS DEL


REINO
Lectura bíblica: Mt. 3:2; 12:28; 11:11-12; 19:23-24; 21:43; 13:41, 43;
16:28; Mr. 9:1; Ef. 5:5; 2 S. 7:13; Lc. 1:32-33; Hch. 15:16; 1:6; Mt.
25:34; Lc. 19:12, 15a; Dn. 7:13-14; 2:44; Ap. 11:15; 1 Co. 15:24-26

En el Nuevo Testamento hay tres libros principales en torno al reino: Mateo,


Hebreos y Apocalipsis. El libro de Hebreos comienza y termina con el reino.
Hebreos 1:8 dice: “Mas del Hijo dice: „Tu trono, oh Dios; por el siglo del siglo;
cetro de rectitud es el cetro de Tu reino‟”. Después 12:28 dice: “Así que,
recibiendo nosotros un reino inconmovible”. Apocalipsis también comienza
hablándonos del reino: “Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la
tribulación, en el reino y en la perseverancia en Jesús” (1:9), y continúa con la
iglesia en la realidad del reino y termina con el reino en su manifestación.

El reino revelado en los últimos capítulos de Apocalipsis es la consumación del


disfrute que tenemos de Cristo. Es en este libro donde se nos dice que tenemos
que comer a Cristo como nuestro suministro de vida. Él es el árbol de la vida y el
agua viva. En el capítulo 2 Él es el maná escondido y en el capítulo 3 Él es el
banquete. Al final del libro de Apocalipsis se hace un llamado: “Y el Espíritu y la
novia dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que
quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (22:17). ¿Cómo podemos hacer
realidad el reino y experimentarlo? No es por medio del aprendizaje de
doctrinas relativas al reino, sino por medio de comer y beber a Cristo. Con el
tiempo, comer y beber de Cristo consumará en el reino. Esto es debido a que el
reino es simplemente el agrandamiento de Cristo. Cristo no crecerá en nosotros
como un hongo que crece de la noche a la mañana. El agrandamiento de Cristo
es producido al comerlo diariamente. Comemos a Cristo día tras día y poco a
poco. Cuanto más comemos y bebemos de Él, más se propaga en nuestro ser. Y
cuanto más Él se propaga en nuestro ser, más el reino es manifestado. Muchos
cristianos consideran que el reino es solamente una especie de dispensación o
una esfera. Pero nosotros tenemos que ver el aspecto de la vida que tiene el
reino. Recuerden la piedra descrita en Daniel 2 que no es cortada con mano de
hombre pero al final llega a ser un gran monte. Cristo como la piedra llegará a
ser un gran monte. Y Cristo como la semilla del reino se convertirá en la cosecha
del reino. La manera en que podemos hacer que Cristo como el reino sea real a
nosotros es al comer y beber de Cristo como el árbol de la vida y como el agua de
vida. Estos dos elementos, el árbol de la vida y el agua de vida, serán nuestra
porción por la eternidad.

¿Qué es la vida de iglesia? La vida de iglesia es simplemente una vida de comer y


beber a Cristo durante todo el día. No es una vida de doctrinas, ordenanzas y
formalismos. La vida de iglesia es una vida que consiste en comer a Cristo
diariamente. ¿Ha comido a Cristo hoy? El libro de Apocalipsis nos muestra el
reino en su máxima consumación del disfrute que tenemos de comer a Cristo.

En todos los capítulos anteriores consideramos principalmente el aspecto del


reino que se relaciona con la vida, pero ahora debemos ver el aspecto doctrinal.
A fin de ser equilibrados, no solamente necesitamos de la vida, sino también de
la doctrina. Los versículos en la lectura bíblica nos presentan diez clases
diferentes de reinos. Primero está el reino de los cielos. Mateo 3:2 dice:
“Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”.

En Mateo 12:28 el Señor Jesús dijo: “Pero si Yo por el Espíritu de Dios echo
fuera los demonios, entonces ha llegado a vosotros el reino de Dios”. Éste no es
el reino de los cielos, sino el reino de Dios. Mateo 19:23-24 menciona ambas
clases de reinos: “Entonces Jesús dijo a Sus discípulos: De cierto os digo, que
difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Otra vez os digo, más fácil
le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino
de Dios”. Mateo 21:43 también menciona el reino de Dios: “Por tanto os digo,
que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a una nación que
produzca los frutos de él”. Al leer estos versículos, podemos ver que el reino de
Dios ya estaba presente, pero que el reino de los cielos todavía no había venido.

Mateo 13:41 nos habla del reino del Hijo del Hombre: “Enviará el Hijo del
Hombre a Sus ángeles, y recogerán de Su reino todo lo que sirve de tropiezo, y a
los que hacen iniquidad”. El reino del Hijo del Hombre es la tercera clase de
reino mencionado en las Escrituras.

En Mateo 13:43 menciona el reino del Padre: “Entonces los justos


resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír,
oiga”.

Efesios 5:5 menciona el reino de Cristo y de Dios: “Porque entendéis esto,


sabiendo que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene
herencia en el reino de Cristo y de Dios”. El reino de Cristo y de Dios es la quinta
clase de reino.
En 2 Samuel 7:13 encontramos una promesa o una profecía con respecto a
Cristo: “Él edificará una casa para Mi nombre, y Yo afirmaré para siempre el
trono de Su reino”. Cristo será el Hijo de David que edificará la casa de Dios, y
Dios establecerá Su trono con Su reino para siempre. Éste es el reino del Hijo de
David o el reino de David. El reino del Hijo de David también es mencionado en
Lucas 1:32-33: “Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor
Dios le dará el trono de David Su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para
siempre, y Su reino no tendrá fin”. Antes que el Señor Jesús naciera, el ángel le
dijo a Su madre que su Hijo sería el sucesor al trono de David. Éste es el reino
de David o el reino del Hijo de David. Hechos 15:16 dice: “Después de esto
volveré y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; y repararé sus
ruinas, y lo volveré a levantar”. Este versículo da a entender que el tabernáculo
de David estaba en ruinas, pero que el Señor vendría a restaurarlo y reedificarlo.
Éste es el reino de David. El reino del Hijo de David o el tabernáculo de David es
la sexta clase de reino mencionado en las Escrituras.

La séptima clase de reino es mencionada en Hechos 1:6: “Entonces los que se


habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en
este tiempo?”. Aquí tenemos el reino de Israel. Mateo 25:34 dice: “Entonces el
Rey dirá a los de Su derecha: Venid, benditos de Mi Padre, heredad el reino
preparado para vosotros desde la fundación del mundo”. Aquí el reino es un
reino que ha sido preparado, no antes de la fundación del mundo, sino desde la
fundación del mundo. Ésta es la octava clase de reino. La novena clase de reino
es el reino milenario (Ap. 11:15; 20:4-6). Finalmente tenemos el reino del
Mesías o el reino mesiánico (Dn. 7:14).

EL INICIO Y EL FINAL
DEL REINO DE LOS CIELOS
Y SU PROCESO
El reino de los cielos se divide en dos periodos: el periodo que corresponde a la
apariencia y la realidad del reino, y el periodo que corresponde a su
manifestación. Tanto la apariencia como la realidad del reino se inician,
progresan y finalizan con la iglesia. La manifestación del reino de los cielos se
inicia, progresa y finaliza con el milenio. En Mateo 3:2; 4:17 y 10:7 se nos
muestran varias cosas. En primer lugar, se nos muestra que el reino de los cielos
tuvo un inicio. Este reino vino en un tiempo definido y, antes de venir, se había
acercado. En segundo lugar, se nos muestra que antes que Juan el Bautista
viniera, el reino de los cielos todavía no había venido. En tercer lugar, cuando
Juan el Bautista salió a predicar, el reino de los cielos todavía no había venido,
pero se había acercado. En cuarto lugar, incluso cuando el Señor Jesús comenzó
a predicar, el reino de los cielos todavía no había venido, sino que estaba cerca.
En quinto lugar, aun cuando el Señor Jesús envió a los doce discípulos y a los
setenta discípulos a predicar, el reino de los cielos todavía no había llegado, pero
estaba cerca. Mateo 11:11 nos dice: “De cierto os digo: Entre los que nacen de
mujer no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista; pero el más
pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él”. Este versículo demuestra que
en tiempos del Antiguo Testamento el reino de los cielos todavía no había
venido. El reino de los cielos no había venido incluso en tiempos de Juan el
Bautista, ya que tanto los profetas del Antiguo Testamento como Juan el
Bautista no eran personas que estaban en el reino de los cielos. Según Mateo
11:12, desde el tiempo en que Juan el Bautista salió a predicar hasta el tiempo en
que fue puesto en prisión, el reino de los cielos todavía no había venido de
manera oficial. El periodo que abarca desde Juan el Bautista hasta la venida
oficial del reino de los cielos fue un periodo de transición. Durante ese periodo
de transición, aunque el reino de los cielos no había llegado oficialmente, los
hombres podían entrar en él si así lo deseaban. A manera de ejemplo podemos
usar una tienda nueva que hace ventas antes de su inauguración oficial. Después
que ha hecho negocios por cierto tiempo, se celebra su gran inauguración. La
gran inauguración del reino de los cielos ocurrió el Día de Pentecostés, pero
personas como Pedro y Juan habían entrado en el reino de los cielos antes de
ese día.

En casi todos los casos, Mateo usó el término el reino de los cielos; sin embargo,
en Mateo 12 se deja constancia que el Señor dijo: “el reino de Dios”. El Señor
Jesús era muy cuidadoso en Su hablar. En ese capítulo Él dijo reino de Dios en
lugar de reino de los cielos porque en ese tiempo el reino de los cielos todavía no
había llegado oficialmente. Cuando el Señor Jesús echó fuera demonios y
manifestó la autoridad de Dios delante de los judíos, aquello simplemente era el
reino de Dios que venía a ellos, no el reino de los cielos. Esto indica que antes
que el reino de los cielos viniera, el reino de Dios ya existía.

Ahora bien, leamos Mateo 21:43: “Por tanto os digo, que el reino de Dios será
quitado de vosotros, y será dado a una nación que produzca los frutos de él”.
Este versículo demuestra que el reino de Dios, no el reino de los cielos, estaba en
medio del pueblo judío en aquel tiempo. La parábola que se encuentra en Mateo
22:2-4 nos muestra que el reino de los cielos comenzó en el tiempo de la
predicación del evangelio después que el Señor Jesús murió, resucitó y efectuó
la redención.

En la parábola del sembrador relatada en Mateo 13, el Señor Jesús no dijo: “El
reino de los cielos es semejante a”. Fue cuando llegó a la parábola de la cizaña
que el Señor dijo: “El reino de los cielos es semejante a” (v. 33). Esto se debió a
que la apariencia y la realidad del reino de los cielos tuvieron su inicio a partir
del evento del cual se habla en la parábola de la cizaña, esto es, a partir de lo que
sucedió el Día de Pentecostés.

En Mateo 16:18-19, después que el Señor Jesús dijo que Él edificaría Su iglesia,
también dijo que le daría a Pedro las llaves del reino de los cielos. Esto
demuestra que cuando el Señor edificara Su iglesia, ése sería el tiempo para que
Pedro usara las llaves del reino de los cielos. Fue en Pentecostés que Pedro usó
las llaves del reino de los cielos para abrir la puerta a fin de que los hombres
creyeran y entraran al reino de los cielos. También fue en ese tiempo que el
Señor edificó Su iglesia. Por tanto, el inicio de la iglesia en Pentecostés también
fue el inicio del reino de los cielos.

Una vez que la iglesia comenzó, había creyentes vencedores en la iglesia que
vivían en la realidad del reino de los cielos, según consta en Mateo 5—7. Por
consiguiente, la realidad del reino de los cielos se inició en ese tiempo. Por otro
lado, una vez que la iglesia vino a existir, Satanás mezcló a los falsos cristianos,
la cizaña, con los verdaderos cristianos. Por tanto, la apariencia del reino de los
cielos también comenzó en aquel tiempo. Así pues, tanto la realidad como la
apariencia del reino de los cielos comenzaron casi al mismo tiempo, esto es,
junto con la iglesia y después de Pentecostés.

Mateo 18:17-18 muestra que la autoridad del reino de los cielos que Pedro
poseía al inicio de la iglesia fue también poseída posteriormente por la iglesia.
Bajo condiciones normales, la iglesia tiene la autoridad del reino de los cielos
para atar lo que los cielos ataron y para desatar lo que los cielos desataron. Esto
demuestra que el reino de los cielos y la iglesia progresan juntamente. Allí
donde está la iglesia, también están los creyentes vencedores que viven en la
realidad del reino de los cielos. Al mismo tiempo hay falsos creyentes que se
mezclan con los verdaderos para producir la apariencia del reino de los cielos.
Por tanto, la realidad y la apariencia del reino de los cielos comenzaron juntas
con la iglesia y progresaron juntamente con ella. La realidad y la apariencia del
reino de los cielos avanzan juntamente con la iglesia y son dependientes de ella.
Por un lado, la realidad del reino de los cielos está escondida en la iglesia; por
otro, la apariencia del reino de los cielos está presente en la periferia de la vida
de iglesia. Cuando el Señor Jesús regrese y ponga fin a la era de la iglesia, la
realidad y la apariencia del reino de los cielos también llegarán a su fin. En ese
tiempo, el Señor Jesús quemará en el fuego la apariencia del reino de los cielos,
esto es, la llamada cristiandad. Al mismo tiempo, la realidad del reino de los
cielos llegará a ser la manifestación del reino de los cielos.

Daniel 7:13-14 nos muestra que al final de esta era el Señor Jesús recibirá el
reino de parte de Dios y vendrá a la tierra para establecer Su reino. Daniel 2:44
nos dice que al final de esta era el Señor aplastará las naciones de la tierra
desmenuzándolas para establecer Su reino. Apocalipsis 11:15 revela que al final
de esta era, después que el Señor haya desmenuzado a las naciones, el reino de
este mundo se convertirá en el reino de nuestro Señor.

La manifestación del reino de los cielos comenzará en ese tiempo. A partir de


entonces, el Señor y los creyentes vencedores reinarán juntos en la
manifestación del reino de los cielos y gobernarán la tierra por mil años (Ap.
20:4, 6).

En 1 Corintios 15:24-26 se nos dice que cuando llegue el fin, al final del milenio,
el Señor habrá destruido todos los poderes satánicos. El último enemigo que
destruirá será la muerte. Entonces Él le entregará a Dios el reino que había
recibido de Dios. Cuando el milenio llegue a su fin, la manifestación del reino
también llegará a su fin. A partir de entonces habrá un cielo nuevo y una tierra
nueva, el reino eterno de Dios.

Así como la realidad y la apariencia del reino de los cielos tuvieron un inicio,
están en progreso y llegarán a su fin junto con la iglesia, también la
manifestación del reino de los cielos tendrá un inicio, un progreso y llegará a su
fin junto con el milenio. Para hacer un breve resumen, el reino de los cielos tuvo
su inicio junto con la iglesia y llega a su fin junto con el milenio. Antes de la
iglesia, no existía el reino de los cielos; y después del milenio, tampoco existirá
más el reino de los cielos. El reino de los cielos se halla contenido en dos
dispensaciones: la de la iglesia y la del milenio, abarcando ambas
dispensaciones. El inicio de estas dispensaciones es el inicio del reino de los
cielos; el proceso de ambas dispensaciones es el proceso del reino de los cielos; y
el final de estas dispensaciones es el final del reino de los cielos.

LA DIFERENCIA ENTRE
EL REINO DE LOS CIELOS Y EL REINO DE
DIOS
Ahora debemos considerar las diferencias que hay entre estas dos clases de
reinos. Primero consideraremos la diferencia entre el reino de los cielos y el
reino de Dios. Hay una diferencia entre estos dos reinos, pero no podemos
separarlos. Por ejemplo, podemos diferenciar nuestra mano de nuestro cuerpo,
pero no podemos separarlos. El cuerpo es la totalidad, mientras que la mano es
una parte del cuerpo. Así pues, podemos diferenciarlos, pero no separarlos. De
la misma manera, el reino de Dios es la totalidad, mientras que el reino de los
cielos es parte de esta totalidad. Ellos pueden diferenciarse, pero no pueden
separarse.

El reino de Dios es el reinar de Dios. Puesto que es el reinar de Dios, continúa a


la existencia misma de Dios. La existencia de Dios es desde la eternidad y hasta
la eternidad, sin principio ni fin; por tanto, el reinar de Dios, el reino de Dios,
también abarca desde la eternidad hasta la eternidad, sin principio ni fin. La
Biblia nos muestra que el reino de Dios es muy amplio; abarca desde la
eternidad misma, que no tiene comienzo, desde antes de la fundación del
mundo; incluye a Adán en el huerto y a los patriarcas elegidos; a la nación de
Israel en el Antiguo Testamento y a la iglesia en la actualidad; al milenio y al
reino de los cielos en su etapa futura; e incluye los cielos nuevos y la tierra
nueva, los cuales son eternos y sin final. Todos estos seis elementos están
incluidos en el reino de Dios y son partes del reino de Dios. (Véase el diagrama
en las págs. 360-361).

Daniel 7:13-14 nos muestra que el reino que el Señor Jesús trae consigo en Su
segunda venida es el reino eterno que Dios establecerá sobre la tierra (Dn.
2:44), el cual es recibido de parte del Anciano de días (Lc. 19:12, 15) y le
pertenece al Anciano de días, esto es, a Dios mismo. Esto demuestra que el reino
que el Señor Jesús establecerá en la tierra es el reino de Dios y también muestra
que este reino existe desde tiempos antiguos, desde la eternidad.

Mateo 3:2; 4:17 y 10:7 nos da a entender que cuando Juan el Bautista, el Señor
Jesús y los discípulos salieron a predicar, el reino de los cielos todavía no había
venido, sino que se había acercado. Mateo 21:43 muestra que desde antes que el
reino de los cielos viniera, el reino de Dios ya estaba en medio de los israelitas.
Sin embargo, debido a que ellos no produjeron el fruto correcto, el reino de Dios
les fue quitado y dado al pueblo que daría los frutos, esto es, a la iglesia. Por
tanto, el reino de Dios hoy es la iglesia. Esto demuestra que tanto la nación de
Israel en el Antiguo Testamento como la iglesia en el Nuevo Testamento son el
reino de Dios y forman parte del reino de Dios.
Leamos ahora Lucas 13:28-29: “Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando
veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y a
vosotros os echen fuera. Vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur,
y se reclinarán a la mesa en el reino de Dios”. Estos versículos demuestran que
el milenio en el futuro también forma parte del reino de Dios. Lo que aquí se
menciona con respecto a aquellos que se reclinarán a la mesa en el reino de Dios
guarda relación con el milenio. Aunque corresponde al milenio, la Palabra nos
dice que se trata del reino de Dios. Esto se debe a que el milenio forma parte del
reino de Dios.

En Efesios 5:5 y Apocalipsis 11:15 se revela que el reino de los cielos en el futuro
también forma parte del reino de Dios. Estos versículos también mencionan el
reino de Cristo y de Dios así como el reino de nuestro Señor y de Su Cristo. En el
idioma original, en ambos casos se usa un sustantivo singular para referirse al
reino, lo cual demuestra que el reino de Cristo y de Dios así como el reino de
nuestro Señor y de Su Cristo no son dos reinos, sino uno. Este reino es el reino
de los cielos en el futuro y también el reino eterno de Cristo mencionado en 2
Pedro 1:11. Este reino de los cielos en el futuro es el reinar de Cristo como Rey;
por tanto, es el reino de Cristo. Al mismo tiempo, es el reinar de Dios; por
consiguiente, también es el reino de Dios.

En 1 Corintios 15:24 se nos dice que al final, esto es, al final del milenio, Cristo
habrá destruido todo el poder de Satanás, con lo cual traerá el reino de Dios.
Esto comprueba que después del milenio, durante el tiempo de los cielos nuevos
y la tierra nueva, el reino de Dios seguirá existiendo. Así pues, los cielos nuevos
y la tierra nueva en el futuro también formarán parte del reino de Dios.

Por tanto, de acuerdo con las Escrituras, el reino de Dios se extiende desde la
eternidad y hasta la eternidad, sin principio ni fin. La esfera que este reino
abarca es muy amplia. El reino de los cielos tiene un inicio y un fin y, aunque
forma parte del reino de Dios, abarca una esfera menos amplia. Antes que
comenzara el reino de los cielos, ya estaba presente el reino de Dios. Después
que el reino de los cielos termine, el reino de Dios continuará existiendo por la
eternidad. Durante el tiempo que dura el reino de los cielos, el reino de los cielos
es el reino de Dios. Por consiguiente, a veces el reino de los cielos es también
llamado el reino de Dios.

Mateo 19:23-24 muestra que el reino de los cielos es el reino de Dios. Si


comparamos Mateo 13:31-33; 11:11 y 8:11 con Lucas 13:18-21; 7:28 y 13:28-29,
comprobaremos que el reino de los cielos es el reino de Dios. Puesto que el reino
de los cielos forma parte del reino de Dios, también puede ser llamado el reino
de Dios. Puesto que California forma parte de los Estados Unidos, también
puede ser llamada los Estados Unidos. Por ejemplo, un visitante extranjero que
viene a California también viene a los Estados Unidos. Aunque California puede
ser llamado los Estados Unidos, los Estados Unidos no podrían ser llamados
California. Asimismo, podríamos llamar el reino de los cielos el reino de Dios,
pero no podemos llamar al reino de Dios, el reino de los cielos. Esto se debe a
que el reino de Dios abarca el reino de los cielos, pero el reino de los cielos no
abarca el reino de Dios.
El reino de Dios es la totalidad de Su reinar desde la eternidad a la eternidad. El
reino de los cielos es el reinar de los cielos desde el nacimiento de la iglesia
hasta el final del milenio. Todo aquel que está en el reino de los cielos está en el
reino de Dios; pero no todos los que están en el reino de Dios están
necesariamente en el reino de los cielos. Todos los salvos están en el reino de
Dios y todos ellos entran en el reino de Dios, pero podrían no entrar en el reino
de los cielos. Únicamente los creyentes vencedores participarán de la realidad
del reino de los cielos y podrán entrar en la manifestación del reino de los cielos.
Ésta es la diferencia entre el reino de los cielos y el reino de Dios.

LA DIFERENCIA ENTRE
EL REINO DE LOS CIELOS Y EL MILENIO
El milenio se refiere al tiempo después que el Señor regrese a reinar sobre el
mundo como rey, el cual es un tiempo que precede a los cielos nuevos y la tierra
nueva (Ap. 20:4-6). Está dividido en dos partes: la parte celestial y la parte
terrenal. La parte terrenal es el reino del Mesías, la cual los judíos esperan, o
sea, el reino del Hijo del Hombre mencionado en Mateo 13:41. Este reino está
conformado por dos grupos de personas. Un grupo está formado por las
naciones (las ovejas mencionadas en Mateo 25) que constituirán el pueblo de
dicho reino; el otro grupo está formado por el pueblo judío como los sacerdotes,
quienes conducirán a las naciones a servir a Dios y tendrán la Jerusalén terrenal
como su centro (Zac. 8:20-23; 14:16-17; Is. 2:2-3; Jer. 3:17).

La parte celestial es la manifestación del reino de los cielos, o el reino de los


cielos en su manifestación; también se le llama el reino del Padre en Mateo
13:43. Todos los creyentes que en la actualidad son disciplinados en la realidad
del reino de los cielos, entrarán en la parte celestial del milenio en el futuro para
disfrutar de la gloria y la alegría del reino así como para reinar con el Señor
como reyes que regirán sobre las naciones por mil años.

Por tanto, el milenio es el periodo en que Cristo reina sobre el mundo como Rey,
mientras que el reino de los cielos (refiriéndonos a la manifestación del reino de
los cielos) es la parte celestial del milenio en la cual Cristo y los santos
vencedores reinarán como reyes sobre el mundo (Ap. 2:26-27; 20:4-6; 2 Ti.
2:12; Lc. 19:17, 19).

LA DIFERENCIA ENTRE
EL REINO DE LOS CIELOS Y EL REINO DEL
MESÍAS
En el Antiguo Testamento el Señor prometió al pueblo judío que “el Ungido”,
esto es, el Mesías (en hebreo “Mesías” significa el Ungido), vendría a heredar el
trono de David y restaurar la nación judía, es decir, la nación de Israel. Podemos
ver esto en Gn. 49:10; 2 S. 7:13, 16; Sal. 2:8-9; 72:1-20; 89:4; 110:2-3; Is. 9:6-7;
11:1-5, 10; Jer. 23:5-6; 30:9; 33:14-17; Ez. 21:27; 34:23-24; 37:24, 28; Dn. 2:35;
7:14; Os. 3:5; Am. 9:11-12; Zac. 3:8; 6:12-13; 9:9-10.
Cuando el Señor Jesús vino la primera vez, el pueblo judío esperaba al Mesías
que restauraría Su reino (Lc. 2:25; 3:15; 7:19; Jn. 1:41; 7:27, 41). Sin embargo, Él
no restaurará el reino mesiánico (Mt. 23:39) hasta Su segunda venida. El reino
que el Señor, el Mesías, restaurará —el reino del Mesías o el reino de Israel que
será restaurado en el futuro (Hch. 1:6)— es la parte terrenal del milenio, “el
tabernáculo de David” que el Señor reedificará (15:16), y el reino que Dios ha
preparado desde la fundación del mundo para las “ovejas” que serán los pueblos
de la tierra durante el milenio (Mt. 25:32-34). El Señor se sentará en el trono de
David y “reinará sobre la casa de Jacob” (el pueblo judío, Lc. 1:32-33),
gobernando a las naciones de la tierra durante el milenio (Sal. 2:8; 72:8; Dn.
7:14; 2:35).

Por tanto, el reino de los cielos es definitivamente diferente del reino del Mesías.
El reino del Mesías es la parte terrenal del milenio. El reino de los cielos, esto es,
la manifestación del reino de los cielos, es la parte celestial del milenio. El reino
del Mesías es terrenal, mientras que el reino de los cielos es celestial. Antes de la
venida del reino del Mesías, el reino de los cielos, esto es, la realidad del reino de
los cielos, ya estará presente entre los creyentes vencedores. El reino del Mesías
es para el pueblo judío que será restaurado en el futuro y para los gentiles como
“las ovejas”, mientras que el reino de los cielos es para los vencedores en la
iglesia. Que sea establecido el reino futuro del Mesías es la expectativa que
tienen los judíos; pero el reino de los cielos en el futuro, esto es, la
manifestación del reino de los cielos debe ser la expectativa de los creyentes (los
vencedores). El reino del Mesías estará conformado por el pueblo judío como
los sacerdotes y por los gentiles como el pueblo. En el futuro reino de los cielos
solamente estarán los reyes, no así el pueblo. El pueblo que será regido por los
reyes del futuro reino de los cielos estará conformado por aquellos que estarán
en el reino del Mesías. Por tanto, el reino del Mesías estará subordinado al
futuro reino de los cielos; el futuro reino de los cielos será la autoridad
gobernante del reino del Mesías. Los vencedores en las iglesias reinarán con
Cristo por mil años en el reino de los cielos, gobernando sobre los judíos y
gentiles en el reino del Mesías (Ap. 20:4, 6; Mt. 19:28; Ap. 2:26).

LA DIFERENCIA ENTRE
LOS CIELOS Y EL REINO DE LOS CIELOS
Los cielos de los cuales se nos habla aquí se refieren al tercer cielo, donde Dios y
el Señor Jesús moran. El tercer cielo es la morada de Dios y del Señor Jesús en
la actualidad. El reino de los cielos es el reino, el regir de los cielos hoy, donde
los creyentes buscadores se sujetan a la autoridad celestial y reciben la
disciplina celestial, el gobierno celestial y el adiestramiento celestial. En el
futuro, el reino de los cielos será la manifestación del gobierno de los cielos
durante el reino milenario. En ese tiempo, el Señor Jesús y los santos
vencedores gobernarán el mundo. El tercer cielo está en el cielo, mientras que el
reino de los cielos está en la tierra.

LA DIFERENCIA ENTRE
EL REINO DE LOS CIELOS Y LA IGLESIA
La iglesia no es un edificio material, ni tampoco es un lugar, ni una
denominación, ni un grupo evangélico. La iglesia en el idioma original es la
palabra ekklesía, que significa “la asamblea de los llamados a salir”. La iglesia es
el grupo de personas a las cuales Dios llamó a salir fuera del mundo. La
totalidad de este pueblo es, por un lado, “el Cuerpo de Cristo” (Ef. 1:23) y, por
otro, “la casa de Dios” (1 Ti. 3:15). El Cuerpo de Cristo denota tanto la relación
que la iglesia tiene con Cristo como también la función que ella desempeña para
Él. La casa de Dios alude a la relación que la iglesia tiene con Dios y a la función
que cumple para Él. Con relación a Cristo, la iglesia procede de Cristo y posee la
vida de Cristo. Por consiguiente, la iglesia es el Cuerpo, la plenitud de Cristo: Su
continuación, Su extensión y Su propagación. Ella es apta para expresar a Cristo
y testificar de Él en todo momento y en cualquier lugar. Con relación a Dios, la
iglesia nació de Dios y posee Su vida. Por tanto, la iglesia es la familia y la casa
de Dios, Su morada, y como tal, le provee a Dios un lugar en la tierra donde Él
pueda descansar, expresar Su deseo, cumplir Su propósito y manifestar Su
gloria.

Tenemos que estar claros con respecto a una cosa: la iglesia es diferente del
cristianismo. A los ojos del mundo, el cristianismo es la iglesia. Pero a los ojos
de Dios y a los ojos de aquellos que conocen a Dios, hay una gran diferencia
entre el cristianismo y la iglesia. El cristianismo es aquello que los hombres han
organizado en el mundo; la iglesia es aquello que Dios ha sacado del mundo. El
cristianismo es una organización religiosa, esto es, la apariencia externa del
reino de los cielos; mientras que la iglesia es un organismo viviente, esto es, el
Cuerpo de Cristo y la morada espiritual de Dios.

Formar parte del cristianismo requiere únicamente pasar por el ritual de ser
bautizados y unirse al cristianismo. Por medio de esto, uno puede convertirse en
un cristiano nominal. Para tener parte en la iglesia se requiere tener la
regeneración por medio del arrepentimiento delante de Dios y mediante la fe en
Cristo, lo cual hace que lleguemos a ser miembros de Cristo e hijos de Dios. A
los ojos del mundo, aquellos que están en el cristianismo son la iglesia; pero a
los ojos de Dios, es posible que no todos los que están en el cristianismo
conformen la iglesia. Esto se debe a que en el cristianismo hay muchos que no
fueron regenerados mediante el arrepentimiento para con Dios y la fe en Cristo.
Por tanto, ellos no son miembros de Cristo ni tampoco son hijos de Dios.

La iglesia es tanto el Cuerpo de Cristo como la casa de Dios, mientras que el


reino de los cielos es el reino celestial. La iglesia denota la posición de un
creyente así como la bendición que le corresponde a un creyente, junto con la
vida que lleva y la función que desempeña; el reino de los cielos denota el vivir y
la responsabilidad que tiene un creyente en la actualidad, junto con su
autoridad y gloria en el futuro. La iglesia es la gracia que fue recibida por los
creyentes, mientras que el reino de los cielos es el entrenamiento que un
creyente recibe hoy así como la recompensa que recibirá en el futuro. Un
creyente en la iglesia es un miembro de Cristo que disfruta de Cristo como vida
y es también un hijo de Dios que disfruta de Su bendición en la casa de Dios. Un
creyente en el reino de los cielos es un súbdito celestial que se sujeta a la
autoridad celestial y recibe el control y disciplina celestiales en el tiempo
presente, y que en el futuro será un rey celestial que ejercerá la autoridad
celestial para gobernar el mundo y disfrutar de la gloria y gozo celestiales
juntamente con Cristo. Siempre y cuando uno tenga la vida de Dios, está en la
iglesia; pero para estar en el reino de los cielos, uno debe llevar un vivir celestial.
Toda persona salva está en la iglesia, pero no toda persona salva está en el reino
de los cielos. Esto se debe a que no todos los que son salvos viven en la realidad
del reino de los cielos hoy en día recibiendo la disciplina del reino; ni tampoco
estarán en la manifestación del reino de los cielos en el futuro para recibir la
recompensa. Únicamente los creyentes que en la actualidad se sujetan a la
autoridad celestial y reciben la disciplina del reino de los cielos son el reino de
los cielos al presente y podrán entrar en la manifestación del reino de los cielos
para reinar como reyes. Los que participen del reino de los cielos, esto es, en la
realidad y la manifestación del reino de los cielos, ciertamente participan de la
iglesia; pero quienes participan de la iglesia no necesariamente participan del
reino de los cielos. Una persona salva meramente participa de la iglesia; pero
una persona que además de ser salva es un creyente vencedor participa tanto de
la iglesia como del reino de los cielos. Para participar de la iglesia únicamente se
requiere de la salvación por la fe; pero para participar del reino de los cielos se
requiere que se busque más a fin de vencer, sujetarse a la autoridad celestial, y
recibir el control y la disciplina celestiales después de haber experimentado la
salvación.

UNA COMPARACIÓN
DEL REINO DE LOS CIELOS,
EL REINO DE DIOS Y LA IGLESIA
La apariencia del reino de los cielos abarca una esfera muy amplia e incluye a
todos los que se llaman cristianos, independientemente de si son cristianos
verdaderos o falsos. No todos los que están en la apariencia del reino de los
cielos están en la iglesia, pues no todos ellos son salvos. Únicamente los que son
salvos entre ellos están en la iglesia. Así pues, la esfera que abarca la iglesia es
más reducida que la esfera que abarca la apariencia del reino de los cielos. La
iglesia incluye solamente a los que son verdaderos creyentes, los que poseen la
vida de Cristo.

Todos los que están en la iglesia también están en el reino de Dios, pues durante
la dispensación de la iglesia, la iglesia es el reino de Dios. La esfera que abarca la
iglesia y la esfera que abarca el reino de Dios durante la dispensación de la
iglesia es la misma. Sin embargo, no todos los que están en la iglesia están en la
realidad del reino de los cielos, pues no todos ellos son vencedores. Únicamente
los vencedores en la iglesia están en la realidad del reino de los cielos. Por tanto,
la esfera de la realidad del reino de los cielos es más reducida que la esfera que
abarca la iglesia y el reino de Dios, pues la primera incluye únicamente a los
creyentes que llevan un vivir celestial y son vencedores.

Aquellos que hoy sean disciplinados en la realidad del reino de los cielos serán
los que reinarán en la manifestación del reino de los cielos en el futuro. Por
tanto, el campo de la realidad del reino de los cielos es igual al campo de la
manifestación del reino de los cielos.
La apariencia del reino de los cielos, la cristiandad, se relaciona con los
cristianos nominales. La iglesia y el reino de Dios se relacionan con las personas
salvas. La realidad del reino de los cielos y la manifestación del reino de los
cielos se relacionan con los creyentes vencedores. Un cristiano nominal está
apenas en la apariencia del reino de los cielos, esto es, en la cristiandad. Una
persona que es salva está en la iglesia y en el reino de Dios. Únicamente quienes
son salvos y buscan ser vencedores, sujetándose a la autoridad celestial y
recibiendo la disciplina celestial, están en la realidad del reino de los cielos hoy y
podrán entrar en la manifestación del reino de los cielos en el futuro.

Según la intención original de Dios y la salvación que Él efectúa, no debieran


existir estas diferencias ni comparaciones. El propósito original de Dios era
hacer del reino de los cielos, del reino de Dios y de la iglesia una misma cosa en
cuanto al campo que abarcarían durante la dispensación de la iglesia. La iglesia
es el reino de Dios, y el reino de Dios es el reino de los cielos (Mt. 16:18-19). Así
que, los que están en la iglesia son los que también están en el reino de Dios; y
los que están en el reino de Dios son también los que están en el reino de los
cielos. Estas tres entidades abarcan un mismo campo y únicamente difieren en
cuanto a sus definiciones. La iglesia denota la posición de los creyentes, esto es,
el hecho de que ellos fueron llamados a salir del mundo y permanecen fuera del
mundo. La iglesia es la ekklesía, o sea, los llamados a salir que se congregan. El
reino de Dios denota la vida de los creyentes, la cual es la vida de Dios capaz de
vivir dentro del ámbito propio de Dios. Todos aquellos que están en el reino de
Dios son nacidos de Dios (Jn. 3:3, 5). El reino de los cielos denota la vida que
llevan los creyentes que están sujetos al gobierno celestial y reciben la disciplina
celestial. El reino de los cielos es el gobierno de los cielos. Según el propósito de
Dios, las definiciones de estos tres pueden diferir entre sí, pero el campo que
abarcan debería ser absolutamente el mismo. Todos los que están en la iglesia
deberían estar en el reino de Dios, y todos los que están en el reino de Dios
deberían estar en el reino de los cielos. Éste es el propósito de Dios, y la
salvación de Dios nos ha salvado a tal grado.

¿Por qué entonces el campo que abarcan estas tres entidades se ha hecho
diferente en cada caso? ¿Por qué el campo abarcado por la apariencia del reino
de los cielos es más amplio que el abarcado por la iglesia y el reino de Dios? Y
¿por qué el campo que abarca la realidad del reino de los cielos es más reducido
que el que abarca la iglesia y el reino de Dios? Estas diferencias se deben a la
confusión sembrada por Satanás como también a la degradación de los
creyentes. Si Satanás no hubiera introducido a falsos creyentes y si los
verdaderos creyentes no se hubieran degradado, entonces el campo que abarca
el reino de los cielos, el reino de Dios y la iglesia sería uno y el mismo.

La apariencia del reino de los cielos abarca un campo más amplio que el de la
iglesia y el reino de Dios debido a que Satanás introdujo mucha cizaña, muchos
falsos creyentes, en la cristiandad. Estos falsos creyentes son, aparentemente,
diferentes a la gente mundana, pero en realidad no lo son. Ellos siguen siendo
gente mundana que no ha cambiado y que meramente adoptó el nombre de
cristianos. Aparentemente ellos están en la iglesia, pero en realidad están fuera
de la iglesia. La iglesia difiere de ellos del mismo modo que difiere de la gente
mundana. Debido a que estos falsos creyentes se han unido a la cristiandad, ésta
ha crecido enormemente y ha llegado a tener un campo mucho más amplio que
el de la iglesia y el reino de Dios.

El campo que abarca la realidad del reino de los cielos es más reducido que el de
la iglesia y el reino de Dios, debido a que un gran número de creyentes en la
iglesia, o sea, en el reino de Dios, se han degradado y no llegan al estándar
propio del reino de los cielos. Aunque todos los creyentes salvos están en la
iglesia y en el reino de Dios, muchos han caído de la realidad del reino de los
cielos. Aunque ambos, tanto los creyentes derrotados como los creyentes
partícipes de la realidad del reino de los cielos, están tanto en la iglesia como en
el reino de Dios y son inseparables, sin embargo, los creyentes derrotados han
perdido la posición celestial que le corresponde a la iglesia y han descuidado la
vida divina del reino de Dios. La salvación efectuada por Dios los ha liberado e
introducido en la realidad del reino de los cielos, colocándolos en una posición
muy exaltada; no obstante, debido a que se insubordinaron contra el gobierno
del reino de los cielos y desobedecieron al reino y disciplina celestiales, ellos han
caído de la salvación de Dios. La posición celestial de la iglesia es tan exaltada
como la realidad del reino de los cielos. La realidad del reino de los cielos es la
posición celestial de la iglesia. Que aquellos creyentes caigan de la realidad del
reino de los cielos no podrá revertir el hecho de que están en la iglesia, pero sí
podría hacer que ellos pierdan la posición celestial de la iglesia. Aunque
continúan siendo hijos de Dios, son niños que están lejos del estándar fijado por
Dios, el cual es, la realidad del reino de los cielos. Pese a ser el pueblo celestial,
ellos no viven como el pueblo celestial, pues han caído apartándose del gobierno
celestial. ¡Oh, cuántos cristianos caídos hay en la actualidad! Por todas partes
hay muchos creyentes que cayeron de la salvación de Dios, del nivel propio de la
salvación de Dios, de la posición celestial que le corresponde a la iglesia y de la
realidad del reino de los cielos. ¿Cuántos de aquellos que fueron salvos no han
perdido la posición propia de la salvación de Dios, la posición celestial de la
iglesia y la naturaleza de la realidad del reino de los cielos? Un gran número de
cristianos ha caído, alejándose de estas cosas. Por lo tanto, el campo que abarca
la realidad del reino de los cielos se ha hecho más reducido que el que abarca la
iglesia y el reino de Dios.

Quiera el Señor concedernos Su gracia de tal modo que podamos permanecer


firmes o regresar al nivel que corresponde a Su salvación a fin de ser los
cristianos que Dios quería en Su intención original. No perdamos la posición
celestial de la iglesia ni descuidemos la vida divina del reino de Dios, sino
seamos disciplinados en la realidad del reino de los cielos hoy a fin de que
podamos reinar junto a Él en la manifestación del reino de los cielos en el
futuro.

CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO

VIVIR SUJETOS AL GOBIERNO


DEL REINO
Lectura bíblica: Ez. 28:11-19; Is. 14:12-20; Ap. 12:3-4; Ro. 14:17; 1 Co.
3:9; 5:1-5; 6:6-7, 9-10; 3:13-15; Mt. 24:38-51; 25:1-30
¿Cuál es el verdadero significado del reino? Un reino es una administración, un
gobierno, y el reino de Dios simplemente denota la administración y gobierno
de Dios. Desde la eternidad y hasta la eternidad, Dios es el Rey, el Gobernador
soberano y todopoderoso de todo el universo. El universo entero, desde la
eternidad y hasta la eternidad, es el reino de Dios. Según Ezequiel 28:11-19 e
Isaías 14:12-20, uno de los arcángeles, Lucifer, se rebeló en contra de Dios, y un
número de ángeles le siguió en su rebelión (Ap. 12:3-4). Después de la creación
del hombre, Lucifer o Satanás vino a inducir al hombre a rebelarse también.
Debido a estas dos rebeliones: la de Satanás con sus ángeles y la del hombre, el
regir y el gobierno de Dios se han visto grandemente interrumpidos, puestos a
prueba y atacados. En lugar de estar regidos y controlados por Dios, la tierra ha
venido a estar bajo el gobierno y control de Satanás y del hombre caído. Éste es
el reino terrenal. En el tiempo en que el Señor Jesús vino a la tierra en Su
encarnación, casi toda ella era el reino terrenal, que estaba bajo el control de
Satanás y del hombre. El Señor Jesús vino para realizar el propósito de Dios de
traer Su reino a este mundo. El propósito de Dios es que la tierra sea controlada
por los cielos. Por esta razón, Él necesita traer Su reino a la tierra. Toda la tierra
necesita ser puesta bajo el regir y el gobierno celestiales. El Señor Jesús vino
para sujetar a la tierra y ponerla bajo el control del reino de los cielos.

Es por esto que Juan el Bautista clamó: “Arrepentíos, porque el reino de los
cielos se ha acercado” (Mt. 3:2). Era necesario que los hombres se arrepintiesen
y se sujetasen al gobierno celestial. Cuando el Señor Jesús vino con el reino de
los cielos, Él fue rechazado por el pueblo judío; así que se volvió a los gentiles y
estableció Su iglesia entre éstos. Dentro de la iglesia, Él puso todas las cosas
bajo el control y gobierno de los cielos. Es en la iglesia donde tenemos el regir y
el gobierno celestiales así como la realidad del reino de los cielos. Sin embargo,
durante el periodo correspondiente a la era de la iglesia, el reino de los cielos, el
gobierno celestial, no se manifiesta de una manera pública, sino más bien, es un
regir celestial de una manera muy misteriosa y escondida. Aunque todavía no se
ha manifestado, la realidad del gobierno celestial ya está presente. En la iglesia,
por lo menos algunos cristianos, están sujetos al gobierno de los cielos, y con
ellos está la realidad del reino de los cielos.

Cuando el Señor Jesús regrese, Él subyugará el mundo entero, y los reinos de


este mundo se convertirán en el reino de nuestro Señor. En ese tiempo el reino
de los cielos se manifestará de manera pública (Ap. 11:15). El reino de los cielos
llegará a ser el poder reinante y gobernará pública y abiertamente, ya no lo hará
de una manera misteriosa ni escondida. En la actualidad, el reino de los cielos
gobierna dentro de la iglesia de una manera escondida y misteriosa, pero en ese
tiempo el reino de los cielos será manifestado en plenitud. El reino de los cielos
simplemente significa el regir y el gobierno celestiales. Si usted está en la
realidad del reino de los cielos, entonces estará sujeto al control y gobierno de
los cielos.

Cuando el Señor Jesús hizo que el reino de los cielos pasase a la iglesia, Él sacó
del mundo un grupo de personas y los trajo bajo el control celestial. Mediante la
regeneración todos los cristianos fueron introducidos al reino de los cielos. Esto
quiere decir que todos los cristianos, en virtud de su regeneración, fueron
traídos bajo el control de los cielos. Éste es un comienzo maravilloso, pero
después de tal comienzo efectuado mediante la regeneración, no muchos
estuvieron dispuestos a ser regulados por los cielos. Por tanto, si bien el Señor
los regeneró y los salvó, ellos se encuentran derrotados. Tuvieron un buen
comienzo, pero no tuvieron una buena continuación. Fueron introducidos en el
reino por medio de su nuevo nacimiento, pero en la práctica concreta ellos no
continuaron en el reino al no estar dispuestos a ser regulados por el gobierno
celestial. En la iglesia los verdaderos creyentes fueron regenerados y traídos al
reino de Dios; pero de estos verdaderos creyentes, muchos están derrotados y
apenas un pequeño número es victorioso y vencedor. Los vencedores son
aquellos que están dispuestos a sujetarse al control que ejerce el reino de los
cielos. Ellos están dispuestos a vivir, andar y hacerlo todo de acuerdo con las
enseñanzas del Señor concernientes a la realidad del reino, detalladas en los
capítulos del 5 al 7 de Mateo. Son personas santificadas que han vencido el
pecado, su ego, la carne y el mundo, y se encuentran en el proceso de ser
transformadas.

Permítanme darles algunos ejemplos para ayudarles a entender lo que significa


estar sujetos al gobierno de los cielos. En una universidad hay muchos
estudiantes que no son salvos y también hay estudiantes que son regenerados,
cristianos salvos, pero que no son victoriosos ni vencedores, sino más bien son
cristianos derrotados. Apenas un pequeño número de cristianos allí son
victoriosos y vencedores. Debido a que la mayoría de los estudiantes son
indisciplinados, es necesario que la administración de la escuela ejerza cierto
control sobre ellos. Pero si usted es un cristiano sujeto al gobierno del reino de
los cielos, no debe necesitar que la administración de la escuela ejerza control
sobre usted. Si las reglas dicen que las luces de los dormitorios deben estar
apagadas a partir de las 10:30 de la noche, no debería ser necesario que alguien
venga a hacerle cumplir esta norma. Es posible que los incrédulos y los
cristianos derrotados encubran las luces y continúen estudiando hasta las dos
de la madrugada. Si usted hizo algo así y estaba sujeto al gobierno del reino de
los cielos, ciertamente se arrepentirá e irá a la administración de la escuela para
pedirles perdón y ofrecerá pagar por la electricidad consumida. Si usted está
sujeto al gobierno del reino de los cielos, no es necesario que nadie lo controle.
Pero si todavía tenemos necesidad de que la policía nos controle, esto quiere
decir que somos cristianos derrotados. Tenemos que ser personas celestiales
sujetas al regir celestial, al control celestial y al gobierno celestial. No
deberíamos necesitar ninguna otra clase de control.

Incluso damas y caballeros muy cultos y educados robarán si se les da ocasión.


Esto quiere decir que ellos simplemente están bajo el control de esta tierra, y no
bajo el control de los cielos. Si la policía se retirase de cualquiera de las grandes
ciudades, ¡cuánta confusión y caos habría allí! Esto se debe a que en la
actualidad las personas están bajo el control terrenal y están sujetas a los
gobiernos terrenales, pero no están sujetas al control del reino de los cielos.

Como el pueblo celestial, nosotros tenemos que estar sujetos al control celestial,
sujetos al reino de los cielos. Ésta es la realidad del reino de los cielos. El
propósito de Dios al regenerarnos es conducirnos a estar sujetos a Su control
celestial. Pero muchos de nosotros, después de ser regenerados, no estamos
dispuestos a ser controlados por el regir celestial; estamos en la iglesia, mas no
en la realidad del reino de los cielos.
El reino de los cielos pertenece a quienes son pobres en espíritu, puros de
corazón, mansos, cuya justicia supera la justicia de los fariseos y que hacen la
voluntad de Dios. Todo aquel que vive de este modo está en el reino de los
cielos, y el reino de los cielos le pertenece. La Palabra no dice que será de ellos,
sino que es de ellos. Cuando somos puros de corazón y pobres en espíritu, el
reino es nuestro. Esto quiere decir que ahora mismo estamos en el reino y que
ahora mismo estamos regidos por el gobierno del reino de los cielos.

EL REINO ES JUSTICIA, PAZ Y GOZO


En Romanos 14:17 el apóstol Pablo dice: “El reino de Dios no es comida ni
bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. Al tomar medidas con
respecto a nosotros mismos, tenemos que ser justos; al relacionarnos con otros
debemos tener paz; y delante de Dios debemos tener gozo. Si carecemos de
alguna de estas tres cosas es porque estamos mal. Esto indica que no vivimos en
la realidad del reino de los cielos. Hace muchos años yo pensaba que todos los
cristianos eran personas maravillosas, pero ahora sé que muchos cristianos son
muy egoístas y no están bajo el control de los cielos. No son estrictos cuando
tratan consigo mismos a fin de ser justos; tampoco tienen completa paz en sus
relaciones con otros y carecen de gozo delante de Dios y con Dios. Si usted está
bajo el control de los cielos, usted se juzgará a si mismo en conformidad con la
justicia, se mantendrá en paz con los demás y estará lleno de gozo delante de
Dios y con Dios. Este es el regir celestial, el gobierno celestial, y ésta es la
realidad del reino de los cielos.

Tal vez usted sea un miembro de la iglesia que ha sido regenerado y, sin
embargo, no está sujeto al control de los cielos. Aunque usted está en la iglesia,
no está en la realidad del reino de los cielos. Si es un cristiano derrotado que no
vive en la realidad del reino de los cielos, ¿dónde estará cuando el Señor Jesús
regrese? En el pasado algunos enseñaron que aunque uno sea un cristiano
derrotado hoy, cuando el Señor Jesús regrese será tratado igual que los
cristianos vencedores y victoriosos, por lo cual entrará en la manifestación del
reino de los cielos a fin de ser uno de los reyes que reinarán con el Señor. Pero
esto no es lógico.

EL REINO COMO HERENCIA


Considere el caso descrito en 1 Corintios 5. Un hermano que se reunía en la
iglesia en Corinto cometió un pecado que aun la gente mundana condenaría.
Leamos 1 Corintios 5:1 y 5: “De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación,
y tal fornicación cual ni aun se da entre los gentiles; tanto que alguno tiene la
mujer de su padre [...] El tal sea entregado a Satanás para destrucción de la
carne, a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor”. Cuando el Señor
Jesús regrese, ¿esta persona pecaminosa se perderá por la eternidad? ¡No! Pues
el versículo 5 dice: “A fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor”.

Cuando el Señor Jesús regrese, ciertamente el apóstol Pablo será transferido a la


manifestación del reino de los cielos y reinará como rey junto al Señor Jesús,
pues él ya estaba viviendo en la realidad del reino de los cielos. Pero ¿qué
sucederá con aquel hermano pecaminoso de Corinto? ¿Piensan que él vivía en la
realidad del reino de los cielos? Él estaba en la iglesia en Corinto, pero no estaba
en la realidad del reino de los cielos. Por ser un creyente derrotado y en pecado,
ciertamente él no será transferido a la manifestación del reino de los cielos para
regir y reinar con el Señor.

Leamos también 1 Corintios 6:6-7: “En cambio, el hermano va a juicio contra el


hermano, y esto ante los incrédulos. Así que, por cierto es ya un fracaso para
vosotros que tengáis litigios entre vosotros. ¿Por qué no sufrís más bien el
agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser defraudados?”. La actitud del Señor
con respecto a aquel hermano que estaba en fornicación y con respecto a
quienes se defraudaban unos a otros se halla expresada en los versículos 9-10:
“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os desviéis; ni los
fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los
homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los
maldicientes, ni los que viven de rapiña, heredarán el reino de Dios”. El capítulo
5 nos muestra que un fornicario sigue siendo una persona salva, pero el capítulo
6 nos muestra que tal persona no puede heredar el reino de Dios. La Palabra no
nos dice que esta persona no pueda entrar en el reino de Dios, sino que afirma
que ella no puede heredar el reino de Dios. Hay una gran diferencia entre entrar
en el reino de Dios y heredar el reino de Dios. Para entrar en el reino de Dios,
todo lo que necesitamos es nacer de nuevo (Jn. 3:3, 5). Pero para heredar el
reino de Dios, tenemos que vivir en la realidad del reino de los cielos hoy.

¿Cuándo será que los vencedores, los victoriosos, heredarán el reino de Dios?
Ciertamente será en el tiempo en que el Señor Jesús regrese. Hoy en día el reino
no es un disfrute para nosotros, sino un ejercicio. Hoy en día no lo disfrutamos
ni lo heredamos, sino que nos ejercitamos. Pero cuando el Señor Jesús regrese,
el reino será para nosotros un disfrute. En ese tiempo disfrutaremos del reino y
seremos reyes que reinarán con el Señor Jesús. El reino será una herencia para
nosotros. Ser salvos y entrar en el reino es una cosa, pero heredar el reino de
Dios es otra cosa.

SUFRIR PÉRDIDA
Cuando el Señor Jesús retorne, el apóstol Pablo heredará la manifestación del
reino. Pero, ¿qué sucederá con aquel hermano pecaminoso mencionado en 1
Corintios 5? ¿Heredará él el reino de Dios? ¡No! ¿Qué sucederá con él? La
respuesta se encuentra en 1 Corintios 3:13-15: “La obra de cada uno se hará
manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego es revelada; y la obra de
cada uno cuál sea, el fuego mismo la probará. Si permanece la obra de alguno
que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno es consumida, él
sufrirá pérdida, pero él mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego”.
Cuando el Señor Jesús regrese, el fuego pondrá a prueba toda obra de los
hombres. Si la obra de alguien permanece, recibirá a cambio, no la salvación,
sino la recompensa. Estos versículos no guardan relación alguna con la
seguridad de nuestra salvación, sino que se relacionan con el hecho de si hemos
de recibir una recompensa o sufriremos pérdida cuando el Señor Jesús regrese.
El versículo 15 dice: “Él sufrirá pérdida, pero él mismo será salvo, aunque así
como pasado por fuego”. No deben pensar que siempre y cuando ustedes sean
salvos, no tendrán problemas. Ser salvos es una cosa, y otra muy distinta es ser
recompensados o sufrir pérdida. Es posible que usted sea salvo y aun así sufra
pérdida. Y aunque usted sufra pérdida, todavía será salvo. Una vez salvo, ya
jamás puede perderse (Jn. 10:28-29). Pero una vez que somos salvos, podemos
ser recompensados por el Señor o podemos sufrir pérdida.

EL REINO COMO EJERCICIO


Dios usa el reino de los cielos con dos propósitos: primero, para que Sus hijos se
ejerciten, y segundo, como una recompensa para Sus hijos. En la actualidad,
para nosotros el reino es un ejercicio. No debemos decir que habiendo sido
salvos por gracia, ahora todas las cosas son por gracia. Sí, es verdad que
tenemos a Cristo como gracia, pero también tenemos el reino como un ejercicio.
Incluso en una vida familiar apropiada existen estos dos aspectos. En la Biblia
ciertamente se nos presenta el aspecto del disfrute y la gracia, pero también se
nos presenta el aspecto del ejercicio y la responsabilidad. Cristo es la gracia, y el
reino es el ejercicio. Por Su resurrección, el Señor Jesús nos regeneró (1 P. 1:3).
Pero ahora que hemos sido regenerados, tenemos que ejercitarnos en la práctica
del reino. No estamos solamente en el hogar de Dios, sino también en el reino
de Dios. El hogar es un lugar para la gracia y el disfrute, pero el reino es un lugar
para el ejercicio. Muchos cristianos simplemente disfrutan de la vida familiar
propia de la familia de Dios, pero descuidan el ejercicio de la vida del reino. El
reino de los cielos es usado por Dios para hacer que nos ejercitemos.

LA RECOMPENSA DEL REINO


El reino de los cielos también es usado por Dios como recompensa para Sus
hijos fieles. Si nos ejercitamos de la manera apropiada después de haber sido
salvos, disfrutaremos de la manifestación del reino de los cielos como una
recompensa. Hoy el reino de los cielos es un ejercicio para nosotros, pero
mañana será un disfrute. La gran pregunta es si estaremos calificados para
heredar el reino de los cielos. Si bien Dios está lleno de gracia, Él también es
muy sabio. Él nos salva por Su gracia, pero en Su sabiduría se vale del reino para
hacer que nos ejercitemos; entonces Él nos recompensará con el reino. Si somos
derrotados, cuando regrese ciertamente nos castigará, y no disfrutaremos de la
manifestación del reino de los cielos como nuestra herencia.

Ahora leamos Mateo 24:37-44: “Porque como fueron los días de Noé, así será la
venida del Hijo del Hombre. Pues así como en los días antes del diluvio estaban
comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que
Noé entró en el arca, y no se dieron cuenta de que venía el juicio hasta que vino
el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre.
Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado.
Dos mujeres estarán moliendo en el molino; la una será tomada, y la otra será
dejada. Velad, pues, porque no sabéis en qué día viene vuestro Señor. Pero
sabed esto, que si el dueño de casa supiese en qué vigilia el ladrón habría de
venir, velaría, y no permitiría que penetrasen en su casa. Por tanto, también
vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no
pensáis”. Estos versículos nos muestran que el Señor Jesús no retornará como
una visita, sino como un ladrón, ya sea para llevarnos o dejarnos. Cuando el
ladrón viene, siempre se lleva lo que es precioso. Por tanto, si usted es precioso,
cuando el Señor Jesús regrese, usted será llevado. Pero si usted es un creyente
derrotado, no será muy precioso para el Señor; por lo cual será dejado. Las
palabras del Señor fueron: “Estad preparados; porque el Hijo del Hombre
vendrá a la hora que no pensáis”.

Leamos también Mateo 24:45-51: “¿Quién es, pues, el esclavo fiel y prudente, al
cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a su debido tiempo?
Bienaventurado aquel esclavo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo
así. De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá. Pero si aquel esclavo
malo dice en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comienza a golpear a sus
consiervos, y come y bebe con los que se emborrachan, vendrá el señor de aquel
esclavo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le separará, y
pondrá su parte con los hipócritas; allí será el llanto y el crujir de dientes”. No
piensen que el esclavo que fue separado representa a un incrédulo. El hecho de
que sea un esclavo da a entender que se trata de una persona salva. Reflexione
sobre su propia condición. Usted es salvo, pero ¿es usted un esclavo fiel al
Señor? ¿Es usted como el primer esclavo o como el segundo? Si usted es como el
primer esclavo, el Señor Jesús lo pondrá sobre todos Sus bienes cuando regrese.
Pero si usted es como el segundo esclavo, usted será apartado de Su
manifestación reinante y, además, padecerá sufrimientos. Usted llorará y crujirá
sus dientes.

LA PARÁBOLA DE LAS DIEZ VÍRGENES


Esta sección continúa con Mateo 25:1. La palabra entonces al inicio de este
versículo denota que el capítulo 25 es una continuación del capítulo 24. La frase
Entonces el reino de los cielos indica que lo dicho anteriormente también tiene
relación con el reino de los cielos. En el capítulo 25 el reino de los cielos es
comparado a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro
del novio. Cada una de ellas tenía una lámpara, lo cual indica que todas ellas
eran regeneradas. Pero cinco de ellas eran prudentes y cinco eran insensatas.
Las vírgenes insensatas tomaron sus lámparas, pero no tomaron consigo aceite
en sus vasijas. Si bien sus lámparas estaban encendidas, ellas no tenían una
porción adicional de aceite. Las prudentes, sin embargo, tomaron aceite en sus
vasijas juntamente con sus lámparas. Éstas tenían aceite en sus lámparas y
además tenían una porción adicional de aceite en sus vasijas. Claro está que el
aceite tipifica al Espíritu de Dios, el cual se halla en nuestro espíritu regenerado.
Pero además de esta porción del Espíritu, es necesario que tengamos otra
porción a fin de que seamos llenos del Espíritu también en nuestra alma,
nuestra vasija. Debemos tener una porción del Espíritu adicional a la que
recibimos en nuestro espíritu en el momento de nuestra regeneración.

El versículo 5 nos dice que tardándose el novio, todas ellas cabecearon y se


durmieron. No solamente las vírgenes insensatas cabecearon y se durmieron,
sino también las prudentes. Aquí el sueño denota la muerte (1 Ts. 4:15). Esto
quiere decir que todas las diez vírgenes murieron. Puesto que el Señor ha
demorado en venir todos estos años, un santo tras otro ha fallecido, incluyendo
a los que son vencedores. Esto indica que las diez vírgenes no representan a los
santos que están vivos, sino a los que ya han fallecido. Puesto que el número que
representa a la iglesia es el número doce, y no el número diez, ¿dónde están los
otros dos santos? Ellos estaban incluidos en el capítulo anterior. En Mateo
24:40-41 el Señor dijo que dos hombres estarían en el campo y que dos mujeres
estarían moliendo. Estos dos representan a aquellos santos que estarán vivos en
el tiempo que ocurra el regreso del Señor Jesús. Cuando Él regrese, la mayoría
de cristianos habrá muerto. Diez representa a la mayoría de los doce, siendo
éste un principio en las Escrituras. En tiempos del Antiguo Testamento diez
tribus se rebelaron contra la casa de David, y quedaron únicamente dos: Judá y
Benjamín; es decir, la mayoría de las tribus se rebelaron. Cuando el Señor Jesús
regrese, la mayoría de los cristianos habrá muerto, y únicamente una minoría
estará viva. Las diez vírgenes representan a los santos que ya murieron. Debido
a que el Señor ha demorado en venir, todos estos santos cabecearon y
durmieron. En 1 Tesalonicenses 4:13-15 Pablo usó la expresión “los que
durmieron” para referirse a los que fallecieron. Tenemos que percatarnos que
las diez vírgenes representan a la mayoría de los cristianos, los cuales habrán
muerto para cuando el Señor regrese. No solamente las insensatas habrán
muerto, sino también las prudentes.

A la medianoche se oyó un grito: “¡He aquí el novio!” (Mt. 25:6). Entonces todas
las vírgenes se levantaron y prepararon sus lámparas, lo cual quiere decir que
ellas se levantaron en resurrección. Los santos que habían muerto se levantaron
y prepararon sus lámparas. Entonces las insensatas les pidieron a las prudentes
que les dieran aceite, ya que sus propias lámparas se apagaban, y no tenían más
aceite en sus vasijas. Que sus lámparas se apagasen nos indica que éstas estaban
encendidas, indicio de que estas vírgenes eran salvas. Aun las vírgenes
insensatas tenían sus lámparas encendidas, pero carecían de una porción extra
de aceite que pudieran usar. Así pues, se les dijo que debían ir y comprar aceite
para ellas mismas. Mientras iban a comprar, vino el novio, y las que estaban
preparadas entraron a las bodas con él, y la puerta fue cerrada. Después,
vinieron las vírgenes insensatas deseando entrar en la fiesta de bodas, pero la
respuesta del Señor fue que Él no las conocía. Las vírgenes insensatas sufrieron
una gran pérdida, ya que no pudieron entrar en la fiesta de bodas.

Cuando el Señor Jesús regrese, todos los santos que murieron serán resucitados,
y todos los que estén preparados disfrutarán de la fiesta de bodas. En otras
palabras, como labranza del Señor (1 Co. 3:9), ellos habrán madurado y
alcanzado el crecimiento debido, de modo que estarán preparados para entrar
en la fiesta de bodas del Cordero. La fiesta de bodas no es otra cosa que los mil
años del milenio. El día de la boda del Señor Jesús durará mil años. Es probable
que su fiesta de bodas haya durado apenas un día, pero el día de la boda del
Señor durará mil años. Para el Señor mil años son como un día (2 P. 3:8). El
milenio será el día de la boda del Señor, y en ese día se celebrará la fiesta de
bodas. Si usted está preparado, si ha madurado, si ha alcanzado el crecimiento
debido y es un cristiano victorioso, entonces el Señor le invitará a esa fiesta de
bodas. Tal fiesta de bodas también es la manifestación del reino de los cielos.

Supongamos que usted no maduró ni es victorioso y muere antes que el Señor


Jesús regrese. Cuando Él regrese usted será resucitado, y el Señor le dirá que
debe ir y comprar aceite. Entonces usted no estará listo para disfrutar de la
manifestación del reino de los cielos. Usted no estará preparado para entrar en
la fiesta de bodas, por lo que deberá pagar un precio y sufrir algo. ¿Por qué el
Señor les dijo a estas vírgenes que no las conocía? En Mateo 25:12 esta palabra
griega es traducida como “conozco”, pero en Romanos 7:15 esta misma palabra
ha sido traducida como “permito” o “apruebo”. Si tradujéramos esta palabra
como “permito” o “apruebo”, Mateo 25 sería fácil de entender. Esto quiere decir
“jamás te lo permití”, lo cual significa que el Señor jamás lo aprobó. El Señor no
aprobó lo que ellos hacían después de ser salvos. Que el Señor les dijera que no
las conocía significa que Él no se los permitía. Ellas hicieron muchas cosas, pero
no fue el Señor quien se los permitió. ¿Qué deberán hacer, entonces, las
vírgenes insensatas? Ellas tendrán que pagar el precio requerido para obtener
una porción adicional de aceite a fin de madurar y estar listas para ser
cosechadas.

Supongamos que una persona cree en el Señor, pero después de haber creído en
Él y ser salva, no busca más del Señor y no le ama. En lugar de ello, esta persona
vive como cualquier otra persona mundana. Después de veinte años muere sin
haber crecido, sin haber madurado. Cuando el Señor Jesús regrese ciertamente
juzgará a tal persona. ¿Piensan ustedes que tal persona está preparada para
encontrarse con el Señor? El apóstol Pablo ciertamente está preparado, pero
aquella persona no lo está. El apóstol Pablo maduró y está listo para ser
cosechado, pero esa persona no. En principio, podemos tener la certeza de que
el Señor tendrá que tomar ciertas medidas para hacer que esa persona madure y
esté lista. En principio, tal persona tendrá que pagar cierto precio para madurar.
Aunque el Señor no nos da los detalles, podemos ver que en principio los
cristianos derrotados no estarán preparados para disfrutar de la manifestación
del reino de los cielos. Ellos tendrán que pagar cierto precio y sufrir pérdida a
fin de madurar.

LA PARÁBOLA DE LOS TALENTOS


La segunda parábola en Mateo 25, la parábola de los talentos, nos muestra el
mismo principio. Todos son esclavos, pero a algunos de ellos no se les permitió
entrar en la manifestación del reino de los cielos. Leamos a partir del versículo
22: “Acercándose también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos
talentos me entregaste; mira, otros dos talentos he ganado. Su señor le dijo:
Bien, esclavo bueno y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré;
entra en el gozo de tu señor. Pero acercándose también el que había recibido un
talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no
sembraste y recoges donde no aventaste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí
tu talento en la tierra; mira, aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor,
le dijo: Esclavo malo y perezoso, sabías que siego donde no sembré, y que recojo
donde no aventé. Por tanto, debías haber entregado mi dinero a los banqueros, y
al venir yo, hubiera recobrado lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el
talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque a todo el que tiene, le será
dado, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será
quitado. Y al esclavo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y
el crujir de dientes”. Los esclavos fieles fueron invitados a entrar en el gozo del
Señor, pero el esclavo perezoso fue reprendido por el Señor y arrojado a las
tinieblas de afuera, donde experimentará el llanto y el crujir de dientes. El
esclavo perezoso fue castigado a fin de que madurase y estuviese listo.

UNA SERIA ADVERTENCIA


El reino de los cielos es el gobierno celestial del Señor Jesús. Después de haber
sido regenerados, es necesario que estemos sujetos a este gobierno. Si estamos
sujetos a este gobierno, seremos victoriosos y vencedores. Estaremos en la
realidad del reino de los cielos y entraremos en la manifestación del reino de los
cielos para reinar con el Señor. Pero si somos cristianos derrotados, cuando el
Señor Jesús regrese, sufriremos pérdida y seremos castigados a fin de que
lleguemos a la madurez. Cuando el Señor regrese, seremos recompensados o
castigados de acuerdo a cómo nos hayamos ejercitado en el reino. Si nos hemos
ejercitado apropiadamente en el reino de los cielos, el Señor nos recompensará
con la manifestación del reino. Pero si no nos hemos ejercitado en el reino de los
cielos, el Señor nos aplicará cierta clase de castigo. Esto no quiere decir que
caeremos en la perdición eterna, sino que sufriremos algo que nos ayude a
madurar. Somos los hijos del Señor, Su mies y Su labranza (1 Co. 3:9). Como
mies del Señor, tenemos que finalmente madurar, ya sea en esta era o en la
siguiente. Si no estamos dispuestos a madurar en esta era, cuando el Señor
Jesús regrese Él nos disciplinará y nos obligará a que maduremos en la era
siguiente. Por un lado, tenemos la seguridad eterna, pues una vez que somos
salvos, lo somos para siempre. Pero por otro lado, hay una seria advertencia.
Hoy en día, el Señor nos da el reino de los cielos como un ejercicio a fin de que
seamos examinados. Cuando Él retorne, nos dará el reino de los cielos como una
recompensa si nos hemos ejercitado apropiadamente. De otro modo, Él nos
disciplinará a fin de que paguemos el precio requerido para madurar. Que el
Señor nos conceda Su gracia a todos nosotros.

CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE

EL EJERCICIO DEL REINO


Lectura bíblica: 1 Co. 3:12-15; Lc. 12:42-47; Mt. 24:37-51; 25:1-13;
Hch. 14:22; Jn. 3:5; 1 Co. 5:1, 5; 6:9-10; Ef. 5:3-5; Gá. 5:19-21; 2 Ts.
1:5; 1 Co. 9:24-27; Fil. 3:13-15; 2 Ti. 4:1, 6-8, 18

LA VIDA ETERNA DE DIOS


CUMPLE LOS REQUISITOS DEL REINO
Como dijimos en un capítulo anterior, la primera predicación del evangelio,
realizada tanto por Juan el Bautista como por el Señor Jesús, fue acerca del
reino de los cielos. A causa de nuestros conceptos naturales, somos propensos a
considerar que el primer punto del evangelio del Nuevo Testamento es el
perdón de pecados y que su segundo es la vida eterna. Por el lado negativo,
nuestros pecados han sido perdonados; por el lado positivo, tenemos la vida
eterna. Pero el hecho es que la primera palabra del evangelio del Nuevo
Testamento es arrepentirse por causa del reino de los cielos (Mt. 3:2; 4:17).
Necesitamos el perdón de pecados a fin de obtener la vida eterna, así como
tenemos necesidad de la vida eterna a fin de poder sujetarnos al gobierno
celestial. El reino es lo que requiere el evangelio, y la vida es el suplir del
evangelio. Lo que el evangelio demanda de nosotros también nos lo suministra.
El evangelio nos exige ser gobernados y regidos por los cielos. El evangelio
también nos suministra la vida divina para que cumplamos con las exigencias
del reino.

Por ser cristianos nacidos de lo alto, no debiéramos tener necesidad de que


ninguna clase de gobierno terrenal nos rija, pues ya somos regidos por el
gobierno celestial. Éste es el verdadero significado del reino de los cielos. El
reino es sencillamente el requisito del evangelio, el cual no solamente nos exige
ser libres del pecado, sino que además requiere que seamos controlados y
regidos por el gobierno celestial.

Si hemos de cumplir con los requisitos de una norma tan elevada, debemos
tener una vida que esté en un nivel igualmente elevado. De otro modo, nos será
imposible conformarnos a un estándar tan elevado. Únicamente la vida divina
es capaz de conformarse a un estándar tan elevado. Únicamente la vida divina
puede satisfacer las exigencias del gobierno celestial. El reino es el requisito del
evangelio del Nuevo Testamento, y la vida eterna, la cual es Cristo mismo, es el
suministro. La vida divina puede satisfacer las exigencias del reino. Una vez que
vemos el reino, vemos cuán elevado es el estándar que nos exige el evangelio.
Después de ser salvos, en nuestro ser tenemos una exigencia celestial que nos
demanda vivir en un nivel elevado. Podremos alcanzar este nivel, únicamente
por el suministro de la vida divina.

LA SABIDURÍA Y LA JUSTICIA DE DIOS


El reino también guarda relación con la sabiduría y la justicia de Dios. El reino
es evidencia tanto de la sabiduría como de la justicia de Dios. Sin el reino, la
sabiduría y la justicia de Dios no podrían comprobarse en su máxima
dimensión. Además, sin la verdad con respecto al reino, sería muy difícil
resolver el conflicto generado por el debate entre la escuela calvinista y la
escuela arminiana. Los calvinistas enfatizan la seguridad eterna de nuestra
salvación, mientras que los arminianos afirman que es posible perder la
salvación. A lo largo de muchas generaciones ambas escuelas han disputado y
debatido entre sí, y ambas tienen sus argumentos. La escuela calvinista puede
citar muchos pasajes de la Biblia que prueban la seguridad eterna de la
salvación; pero la escuela arminiana también cita pasajes como Hebreos 6 y 10
que parecen indicar que una persona, después de ser salva, podría caer y estar
perdida nuevamente. Sin la verdad concerniente al reino, estos dos extremos
jamás podrían ser reconciliados.

Indudablemente, una vez salvos, lo somos para siempre. Nuestra salvación nos
ha sido asegurada por la eternidad. Pero por otro lado, además de la salvación
efectuada por Dios, está la sabiduría de Dios. Tenemos la verdad en cuanto al
reino. Además de la salvación está el asunto del reino. Hoy en día el reino
representa para nosotros un ejercicio. Después que fuimos salvos, Dios puso
delante de nosotros el reino como una práctica en la que debemos ejercitarnos.
En cierto sentido hemos nacido en el hogar de Dios; pero nos debemos ejercitar
en el reino de Dios. Mientras que el hogar es un lugar propicio para nacer y
deleitarse, el reino es un lugar para hacer ejercicio y tomar responsabilidad.
Después que hemos sido regenerados, tenemos que ejercitarnos. El hogar es el
lugar donde disfrutamos de la gracia, pero el reino es el lugar donde ejercemos
ciertas responsabilidades. No debemos tomar lo uno y descuidar lo otro.
Tenemos que recibir la gracia, y también tenemos que tomar la responsabilidad.
Disfrutamos del hogar y somos partícipes del mismo al ser partícipes de la
gracia. Somos partícipes del reino al ejercitarnos en asumir responsabilidades.
En la actualidad, en la era de la iglesia, el reino es un ejercicio para nosotros. En
la era venidera, el milenio, el reino será una recompensa para nosotros. Si nos
ejercitamos debidamente en nuestras responsabilidades hoy, el Señor nos
recompensará en aquel día; de lo contrario, perderemos la recompensa del
reino. Por este medio se hace patente la sabiduría de Dios y se mantiene la
justicia de Dios.

EL REINO COMO EJERCICIO


Ahora debemos leer ciertos pasajes de la Biblia donde se nos explica que además
de la salvación está el ejercicio del reino. En 1 Corintios 3:12-15 se nos dice: “Y si
sobre este fundamento alguno edifica oro, plata, piedras preciosas, madera,
hierba, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la
declarará, pues por el fuego es revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego
mismo la probará. Si permanece la obra de alguno que sobreedificó, recibirá
recompensa. Si la obra de alguno es consumida, él sufrirá pérdida, pero él
mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego”. En estos pocos versículos
se nos explica claramente que si cumplimos en ejercitarnos apropiadamente,
recibiremos una recompensa; pero si no lo hacemos, sufriremos pérdida. Esto
no quiere decir que perderemos nuestra salvación, sino que sufriremos pérdida.
Tanto recibir la recompensa como sufrir pérdida son adicionales a la salvación.
Una vez que hemos recibido la salvación, es nuestra por la eternidad. Pero
además de la salvación debemos considerar este asunto de recibir la
recompensa o sufrir pérdida. Tenemos que darnos cuenta, que después de haber
sido salvos, fuimos puestos en el reino a fin de ejercitarnos. Debido a que
nacimos de nuevo, tenemos que estar sujetos al control del reino celestial,
sujetos al regir y al gobierno celestiales. Es por este ejercicio que habrá
recompensa o pérdida. Con respecto a nuestra salvación, ya no tenemos ningún
problema; pero si hay un problema con respecto a este ejercicio.

UN MAYORDOMO FIEL Y PRUDENTE


Leamos ahora Lucas 12:42-47: “Y dijo el Señor: ¿Quién es, pues, el mayordomo
fiel y prudente al cual el señor pondrá sobre su servidumbre, para que a tiempo
les dé su ración? Bienaventurado aquel esclavo al cual, cuando su señor venga,
le halle haciendo así. En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes.
Mas si aquel esclavo dice en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comienza a
golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y embriagarse, vendrá el
señor de aquel esclavo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le
separará, y pondrá su parte con los incrédulos. Aquel esclavo que conociendo la
voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá
muchos azotes”. Si el mayordomo es fiel, cuando el Señor regrese lo pondrá
sobre todo lo que tiene; pero si no lo es, será separado y puesto con los
incrédulos. Por favor noten que hay dos posibilidades para el mismo
mayordomo, pues ambas son referidas a la misma persona. Éste es un asunto
relacionado con el reino como recompensa. Actualmente estamos en el reino
para ser gobernados, pero en la era venidera estaremos en el reino para
gobernar. Hoy en día el reino es un ejercicio, pero en la próxima, la era de la
manifestación del reino, será una recompensa. Primero tenemos que ser
gobernados y después podremos gobernar. Si jamás hemos sido gobernados,
nunca podremos gobernar. En esta era tenemos que ejercitarnos a fin de ser
aptos para reinar en la era siguiente. La presente era es la era en la que el Señor
hará que Sus hijos se ejerciten a fin de prepararlos para ser Sus reyes. Todos
necesitamos tal preparación. Como mayordomos, tenemos que aprender a cómo
cuidar de la casa del Señor, Su familia. Es menester que aprendamos cómo
ejercitarnos para poder ser reyes y gobernar. Entonces cuando el Señor regrese,
podremos ser designados para gobernar en el reino. En ese tiempo, la
manifestación del reino de los cielos será una recompensa para nosotros.

Hay dos posibilidades para el mismo siervo. La primera posibilidad es que el


siervo sea fiel y sea designado para administrar todo cuanto su señor tiene. La
segunda posibilidad es que el siervo sea perezoso y sea castigado por su señor.
Algunos cristianos tienen el concepto errado y piensan que éstos son dos siervos
distintos. Ellos piensan que uno es un siervo verdadero, mientras que el otro es
un siervo falso. Pero si leemos detalladamente podremos ver que no se trata de
dos siervos distintos, sino que se trata de un mismo siervo con dos posibilidades
diferentes. En lugar de ser fiel, es posible que el mayordomo dispute con los
hermanos y hermanas al punto de golpearlos. Cuando su señor venga,
ciertamente lo separará y pondrá su porción con los hipócritas. Es cierto que él
es un creyente, pero en aquel tiempo sufrirá como un incrédulo. Esto no quiere
decir que perderá su salvación, sino que sufrirá cierta pérdida. Cuando el Señor
regrese, este esclavo será azotado. Algunos cristianos aducen que cuando el
Señor regrese todos nosotros sencillamente seremos resucitados y llevados a lo
alto para estar con Él. Ellos no pueden imaginarse que el Señor podría castigar a
algún creyente. No soy yo el que digo que el señor azotará a su siervo, sino que
es la Biblia la que lo afirma.

Es necesario que veamos claramente varios puntos. Ciertamente este


mayordomo es salvo, pues una vez que uno es salvo jamás podrá perderse. Pero,
a causa de su infidelidad, este mayordomo será azotado por su señor. El señor
recompensará al siervo fiel y castigará al infiel.

CUATRO DISPENSACIONES
EN RELACIÓN CON EL TRATO DEL SEÑOR
Debemos saber que hay cuatro dispensaciones o eras en las cuales el Señor lleva
a cabo Su obra. Hubo una era que abarcó desde Adán hasta Moisés (Ro. 5:14);
luego, otra era abarcó desde Moisés hasta Cristo (Jn. 1:17); después está la era
de la iglesia; y otra era será la era del milenio. La última de estas cuatro, el
milenio, será una era de restauración, no una era de perfección. Esto quiere
decir que incluso esa cuarta era continuará siendo una era en la que el Señor
aplicará Su disciplina dispensacional, una era en la que el Señor llevará algo a
cabo. Durante el tiempo del milenio, todavía persistirá cierta medida de
maldición sobre la tierra. Algunos morirán, e incluso al final del milenio las
naciones se rebelarán contra Dios. Esto demuestra que el milenio no es la era de
perfección, sino una era de restauración. La disciplina que el Señor dispensa a
Sus creyentes ocurre principalmente en dos eras: la era de la iglesia y la del
milenio. Si estamos dispuestos a recibir la disciplina completa del Señor en esta
era, disfrutaremos de la recompensa en la era siguiente. Pero si no estamos
dispuestos a recibir el trato del Señor en toda su plenitud en esta era, Él todavía
deberá disciplinarnos cuando regrese. En un momento u otro tendremos que ser
disciplinados, ya sea en esta era o en la siguiente. Pero hay una gran diferencia;
si estamos dispuestos a recibir la disciplina del Señor en esta era, seremos
recompensados. De lo contrario, en la era siguiente seremos castigados. De
cualquier modo, seremos disciplinados por el Señor.

¿Por qué tendrá el Señor que disciplinarnos aún en la era siguiente? Es debido a
que somos Su cosecha, Su mies. Por ser Su mies, debemos estar listos para ser
cosechados; de otro modo, el labrador no podría recibirnos en su granero. Si no
estamos listos para ser cosechados en esta era, el Señor hará que maduremos en
la era siguiente. Si no hemos madurado en esta era cuando el Señor regrese, Él
hará que maduremos en la era siguiente. Que la mies tenga que madurar es un
principio inalterable. Tenemos que madurar. Por ser la mies del Señor, tenemos
que madurar y estar listos. Si estamos dispuestos a madurar en esta era hasta
estar listos, el Señor nos recompensará por ello. Si no estamos dispuestos a
madurar hasta estar listos en esta era, el Señor hará que maduremos y estemos
listos para ser cosechados en la era siguiente, pero sufriremos.

En la actualidad muchos cristianos piensan erróneamente que una vez que


mueran todo estará bien. ¡Esto jamás podría ser así! Incluso después que
morimos cualquier problema pendiente que tengamos con el Señor
permanecerá. Si no estamos listos y maduros antes de morir, permaneceremos
en la misma condición después de haber muerto. Entonces, cuando el Señor
Jesús regrese y seamos resucitados, Él nos dirá que no estamos listos y que
debemos pagar el precio requerido para madurar y estar listos. Este principio es
bastante lógico. Por un lado coincide con lo que el Calvinismo enseña en el
sentido de que somos salvos eternamente; por otro lado corrige el arminianismo
al dejar establecido el hecho de que no podemos perdernos nuevamente pero sí
podríamos padecer cierto castigo. Cuando el Señor retorne, los creyentes
inmaduros no se perderán, pero padecerán cierta clase de castigo. Si no vivimos
en la realidad del reino de los cielos hoy, bajo el control del gobierno celestial,
no podremos entrar en la manifestación del reino de los cielos en la era
siguiente como una recompensa. Si deseamos entrar en la manifestación del
reino en la era siguiente, tenemos que vivir en la realidad del reino de los cielos
hoy. En otras palabras, si hemos de gobernar en la era siguiente, debemos ser
gobernados en esta era. Tenemos que ejercitarnos en lo referido al reino a fin de
poder entrar en el mismo para reinar.

El reino es lo requerido por el evangelio, y la vida divina que recibimos cuando


fuimos regenerados es el suministro para cumplir con ese requisito. Convertirse
en un cristiano no es un asunto superficial ni algo que pueda tomarse a la ligera;
más bien es algo muy serio. Fuimos salvos y nacimos en una familia celestial,
una familia de la realeza. Por tanto, tenemos que ejercitarnos de una manera
celestial, y ser regidos y gobernados por un régimen celestial, a fin de ser aptos
para llegar a ser los reyes celestiales en la era siguiente.
EL EJERCICIO EN EL NUEVO TESTAMENTO
Muchos versículos en el Nuevo Testamento nos muestran la necesidad de que
nos ejercitemos por causa del reino. Hechos 14:22 dice: “Confirmando las almas
de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es
necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”. Al
comparar este versículo con Juan 3:5 podremos percatarnos de una gran
diferencia. Juan 3:5 simplemente nos dice que por medio de nacer del agua y del
Espíritu entramos en el reino de Dios. De acuerdo con Juan, entrar en el reino
consiste en experimentar otro nacimiento. Pero Hechos 14 nos dice que tenemos
que padecer muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios. Estos dos
versículos nos muestran dos aspectos. Una cosa es entrar en el reino de Dios, y
otra muy distinta es entrar en el reino para recibir su herencia. Si hemos de
heredar el reino de Dios, será menester que padezcamos tribulaciones. Tenemos
que ser probados y debemos ejercitarnos.

Podemos ver este mismo principio en 1 Corintios 5 y 6. En el capítulo 5 se da a


entender que un hermano que había cometido un terrible pecado de fornicación
todavía sería salvo. Incluso un creyente tan pecador y derrotado como aquél
será salvo. Pero en el capítulo 6 se nos dice que los fornicarios no heredarán el
reino de Dios. Esto significa que aquel creyente fornicario no podrá disfrutar ni
heredar el reino de los cielos como recompensa.

Leamos ahora Efesios 5:3-5: “Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni


aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni obscenidades, ni
palabras necias, o bufonerías maliciosas, que no convienen, sino antes bien
acciones de gracias. Porque entendéis esto, sabiendo que ningún fornicario, o
inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de
Dios”. El reino de Cristo y de Dios forma parte del reino de Dios, el cual es el
reino de los cielos. En su totalidad es el reino de Dios, pero en lo particular es el
reino de los cielos. En el reino de Dios y de Cristo no hay herencia alguna para
aquel que es pecaminoso. Si usted todavía se encuentra sumido en la
inmundicia y pecaminosidad, pese a que es un santo, una persona salva, no
tendrá herencia en el reino de Dios y de Cristo.

En Gálatas 5:19-21 se nos dice: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son:
fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades,
contiendas, celos, iras, disensiones, divisiones, sectas, envidias, borracheras,
orgías, y cosas semejantes a éstas; acerca de las cuales os prevengo, como ya os
lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de
Dios”. Por tanto, tres pasajes de la Biblia: 1 Corintios 6, Efesios 5 y Gálatas 5,
nos dicen básicamente lo mismo: es posible que usted sea salvo, pero si todavía
vive en pecado e inmundicia, no heredará el reino de Dios. Usted no tendrá
parte en la manifestación del reino de los cielos, porque sencillamente no es
apto para ello.

En 2 Tesalonicenses 1:5 dice: “Esto da muestra evidente del justo juicio de Dios,
para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo
padecéis”. Este versículo da a entender que padecer persecución hace que uno
sea digno del reino de Dios; puede hacernos aptos para heredar el reino de Dios.
Leamos también 2 Timoteo 4:18, 7-8, 1: “Y el Señor me librará de toda obra
mala, y me salvará para Su reino celestial. A Él sea gloria por los siglos de los
siglos. Amén [...] He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he
guardado la fe. Y desde ahora me está guardada la corona de justicia, con la cual
me recompensará el Señor, Juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también
a todos los que aman Su manifestación [...] Delante de Dios y de Cristo Jesús,
que juzgará a los vivos y a los muertos, te encargo solemnemente por Su
manifestación y por Su reino”. Estos versículos, escritos cerca del final de la vida
de Pablo, indican que él tenía la certeza de estar en el reino celestial debido a
que había peleado la buena batalla, había corrido bien la carrera y había
guardado la fe.

EL EJEMPLO DEL APÓSTOL PABLO


Tenemos la certeza de que somos eternamente salvos; pero el problema estriba
en si podremos tener parte en la manifestación del reino o no. A manera de
conclusión debemos considerar la historia del apóstol Pablo. Primero leamos 1
Corintios 9:24-27: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos corren,
pero uno solo recibe el premio? Corred así, para ganar. Todo aquel que compite
en los juegos, en todo ejerce dominio propio; ellos, a la verdad, para recibir una
corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera
corro, no como a la ventura; de esta manera lucho en el pugilato, no como quien
golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que
habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser reprobado”. Ciertamente
Pablo tenía la certeza de ser salvo. Sin embargo, él afirmó categóricamente que
corría la carrera. En los tiempos de Pablo se llevaban a cabo los juegos olímpicos
griegos, en los cuales se corría para recibir un premio. Pablo tomó esto como
ejemplo al afirmar que él también corría una carrera a fin de recibir un premio.

En Filipenses 3:13-15 se nos dice: “Hermanos, yo mismo no considero haberlo


ya asido; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás, y extendiéndome a
lo que está delante, prosigo a la meta para alcanzar el premio del llamamiento a
lo alto, que Dios hace en Cristo Jesús. Así que, todos los que hemos alcanzado
madurez, pensemos de este modo; y si en algo tenéis un sentir diverso, esto
también os lo revelará Dios”. En el tiempo en que Pablo escribió a los filipenses
él ya era un anciano y había estado con el Señor por muchos años, pero aun así
no tenía la certeza de haber llegado a la meta. Únicamente cuando escribió 2
Timoteo, cuando estaba cerca de morir como mártir, pudo tener la certeza de
que había llegado a la meta. Esto no quiere decir que él no estaba seguro de ser
salvo, sino que no estaba seguro de haber obtenido el galardón de la
manifestación del reino. Cuando escribió 2 Timoteo él tenía la seguridad de que
le esperaba la corona de justicia, esto es, la corona que lo constituiría en un rey.
Esto quiere decir que cuando el Señor regrese, Pablo será recompensado con la
manifestación del reino de los cielos. Es imprescindible que tengamos esto en
claro: una cosa es ser salvo, y otra muy distinta es ejercitarse en el reino. Hoy en
día necesitamos ejercitarnos a fin de que mañana podamos ser recompensados.

CAPÍTULO CINCUENTA
UNA RICA ENTRADA EN EL
REINO
Lectura bíblica: Jac. 2:5; Lc. 12:29-32; 9:62; 2 Ti. 4:1, 18; 2 P. 1:1, 3-11;
3:11-12a, 18

Casi todos los escritores del Nuevo Testamento, incluyendo a Pablo, Juan y
Pedro, tienen algo que decir con respecto al reino; lo mismo sucede con Lucas e
incluso Jacobo, cuya epístola, pese a ser tan breve, contiene un versículo
precioso con respecto al reino: “Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido
Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino
que ha prometido a los que le aman?” (Jac. 2:5). No solamente somos aquellos
que son ricos en fe, sino también los herederos del reino que Dios prometió dar
a quienes le aman. El reino es un asunto relacionado con la promesa de Dios y,
como tal, es un don. ¡El reino es un don gratuito! Dios nos dará el reino según
Su promesa. Lucas, en su Evangelio, dijo lo mismo: “No temáis, pequeño
rebaño, porque vuestro Padre se ha complacido en daros el reino” (Lc. 12:32).
Dios no solamente prometió darnos el reino, sino que dárnoslo es Su
beneplácito. Dios está tan contento de darnos el reino. Darnos el reino es Su
beneplácito, Su buena intención y Su gozo.

ESTAR DISPUESTOS A RECIBIR EL REINO


Aunque Dios está muy feliz de poder darnos el reino, ¿estamos nosotros
dispuestos a recibirlo? Este don implica tanto dar como recibir y se requiere de
ambos. Si yo tengo un regalo para usted, pero usted no quiere recibirlo, ¿qué
podría hacer yo? No podría hacer nada. Si bien Dios está feliz de poder darnos el
reino, ¿estamos dispuestos a recibirlo? Es como la salvación: A Dios le encanta
darnos Su salvación como un don gratuito, pero hay tantas personas de este
mundo que no la reciben. ¿Por qué? Debido a que no están dispuestas a
recibirla. Dios está listo para darla, pero ellos no la reciben. ¿Está usted
dispuesto a recibir el reino? Dios está listo para darnos el reino, y nosotros
tenemos que estar dispuestos y listos para recibirlo. Todos tenemos que
declarar: “¡Aleluya! ¡Gracias, Señor, por el reino; estoy dispuesto a recibirlo!”.

BUSCAR ÚNICAMENTE EL REINO


Si estamos deseosos de recibir el reino, entonces Lucas nos da otro versículo: “Y
Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es
apto para el reino de Dios” (Lc. 9:62). Si pusimos nuestra mano en el arado y
recibimos el reino, pero después miramos atrás, no somos dignos del reino. Si
estamos deseosos de tomar el reino, entonces debemos seguir adelante. No
debemos mirar atrás. No debemos procurar las mismas cosas que la gente del
mundo procura. No debemos estar preocupados por lo que comeremos, lo que
beberemos y muchas otras cosas. Más bien, tenemos que buscar el reino de
Dios, y Dios nos añadirá todas esas cosas. Si buscamos el reino de Dios, con toda
certeza Dios nos dará el reino y además añadirá todo lo que necesitemos.
No piensen que recibir el reino es algo demasiado elevado o extremadamente
difícil. Debido a que el reino nos fue prometido por Dios y es un don gratuito, en
realidad no es tan difícil de recibir. Darnos el reino es el beneplácito de Dios, y
Él está muy contento de dárnoslo. Lo único que se necesita es que estemos
dispuestos a recibirlo. Si verdaderamente queremos recibir el reino, entonces
tendremos que olvidarnos de todo lo demás. Dios atenderá a todas nuestras
necesidades, lo que hemos de comer y lo que hemos de beber. No debemos
preocuparnos por esas cosas; Dios cuidará de ello.

LA MANERA POR LA CUAL ENTRAMOS AL


REINO
Me encanta lo dicho por Pedro con respecto al reino. De una manera muy dulce,
tierna y preciosa, Pedro nos explica de qué manera podemos entrar en el reino.
En 2 Pedro 1:1 y 3 dice: “Simón Pedro, esclavo y apóstol de Jesucristo, a los que
se les ha asignado, en la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe
igualmente preciosa que la nuestra [...] Ya que Su divino poder nos ha
concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, mediante el
pleno conocimiento de Aquel que nos llamó por Su propia gloria y virtud”. Aquí
Pedro nos dice que todos recibimos una fe preciosa. No debemos pensar que la
fe sea algo originado en nosotros mismos, pues ésta nos fue dada por Dios.
Nosotros recibimos esta fe preciosa de parte de Dios. Luego Pedro nos dice que
el divino poder de Dios nos ha dado todas las cosas que pertenecen a la vida y a
la piedad. ¡Qué maravilloso es que Dios nos haya dado todas las cosas que
pertenecen a la vida y a la piedad! Si tenemos al Señor Jesús dentro de nosotros
como una semilla, tenemos todo cuanto pertenece a la vida y a la piedad. El
Señor Jesús, como la semilla en nuestro ser, es todo-inclusivo. No se olviden
que la semilla de una pequeña planta es todo-inclusiva. La semilla de un clavel
es todo-inclusiva. Todo lo perteneciente a la planta del clavel está en su semilla;
la raíz, el tallo, las ramas, las flores, el color, la sustancia y la forma, todo está
incluido en esa semilla. Incluso la hermosura que es propia de la vida del clavel
está incluida en esa semilla. Una vez que la semilla es sembrada en tierra, todo
cuanto se relaciona con su vida está sembrada allí. Hoy en día, el Señor Jesús
está dentro de nosotros como una semilla. Dentro de esa semilla están todas las
cosas que pertenecen a la vida, la cual es interna, y a la piedad, la cual es
externa.

Participantes de la naturaleza divina


A continuación el versículo 4 dice: “Por medio de las cuales Él nos ha concedido
preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser
participantes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que
hay en el mundo a causa de la concupiscencia”. Dios no solamente nos dio todas
las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, sino que además, Él nos ha
concedido preciosas y grandísimas promesas por medio de las cuales podemos
llegar a ser participantes de la naturaleza divina. En el versículo 1 hemos
recibido la fe; en el versículo 3 hemos recibido todas las cosas que pertenecen a
la vida y a la piedad, y en el versículo 4 hemos recibido las preciosas y
grandísimas promesas por medio de las cuales podemos llegar a ser
participantes de la naturaleza divina. ¡Cuán maravilloso es todo esto!

El desarrollo de la semilla de la vida


¿Qué debemos hacer ahora? Sólo debemos hacer una cosa: ¡Dejarle crecer!
Tenemos que comprender que para permitir que Él crezca necesita nuestra
cooperación. Por tanto, el versículo 5 procede a decirnos: “Y por esto mismo,
poniendo toda diligencia, desarrollad abundantemente en vuestra fe virtud; en
la virtud, conocimiento”. Hemos recibido una fe preciosa, pero todavía es
necesario que desarrollemos muchas otras cosas al cooperar con la vida de Dios
que mora dentro de nosotros. Tenemos que desarrollar lo primero, después lo
segundo, después lo tercero y después lo cuarto. Una y otra vez tenemos que
desarrollar algo. ¿Cómo hacemos esto? Tenemos que aprender a abrir nuestro
ser todo el tiempo al Señor. Cuando le invocamos Su nombre: “¡Oh, Señor
Jesús!”, nos abrimos a Él. Después necesitamos orar-leer la Palabra y tener
contacto con el Señor y cooperar con Él día tras día. Esto hará que se
desarrollen muchas cosas dentro de nosotros.

Primero una pequeña semilla hace que se desarrollen las raíces. Luego este
organismo se desarrolla para producir primero el tallo y después las ramas. En
las ramas se desarrollan las hojas, y después brotan los capullos. Nosotros ya
tenemos la fe en nosotros como la semilla, y ahora todo lo que necesitamos
hacer es abrirnos a Él. Es necesario que oremos-leamos Su Palabra y amemos al
Señor a fin de que entre en nuestro ser. Si día tras día le seguimos, le hacemos
caso e internamente obedecemos Su dirección, algo se desarrollará en nuestro
ser. Algo crecerá en nuestro interior. Éste es el crecimiento en vida. Al final de
su epístola Pedro nos dice: “Creced en la gracia” (2 P. 3:18). ¿Qué quiere decir
esto? Esto implica el desarrollo de aquella semilla que fue sembrada en nuestro
ser.

El crecimiento en vida
Por un lado, les aconsejo y les animo, y también les encargo que busquen el
reino; por otro, quisiera compartir con ustedes que el maravilloso camino por el
cual ustedes pueden entrar en el reino es por medio de desarrollar paso a paso
todas las cosas que ya poseen (2 P. 1:5-11). Pedro nos dice que mediante esta
clase de desarrollo obtendremos una rica entrada en el reino eterno de Cristo. El
camino por el cual podemos entrar en el reino es el camino del crecimiento en
vida. Me gusta esta expresión: “rica y abundante entrada”. Esto quiere decir una
rica entrada en el reino eterno. No es que nosotros simplemente entremos en el
reino, sino que tenemos que crecer y desarrollarnos hasta llegar a ser el reino. El
secreto para entrar en el reino es sencillamente crecer en vida. La semilla de
vida ya está en nuestro ser, y ahora hay algo que tiene que desarrollarse a partir
de la vida de esta semilla. Todos poseemos una maravillosa vida en forma de
semilla en nuestro ser. Pero tenemos que hacer algo para que crezca y se
desarrolle esta semilla. Entramos en el reino día tras día mediante el
crecimiento de la vida interior.
No piensen que pueden orar y ayunar por tres días y tres noches a fin de ser
hechos aptos para entrar en el reino. No, esa no es la economía divina, ni es el
camino correcto. El camino correcto consiste en que desde el día en que
creyeron en el Señor Jesús, ustedes recibieron una pequeña semilla, la cual fue
sembrada en su ser. En realidad no es necesario que ustedes crezcan tan rápido;
sencillamente alégrense en el Señor y agradézcanle. Acudan al Señor, denle
gracias y alábenle. Abran su ser al Señor. Denle gracias al Señor por haberse
sembrado en ustedes, por estar creciendo y propagándose dentro de ustedes. El
camino del Señor es el camino de la vida, y el camino de la vida es muy sencillo.
Si usted siembra una semilla de clavel, no tiene que orar y ayunar; todo lo que
tiene que hacer es sembrar la semilla correctamente, y después irse a casa y
descansar. De vez en cuando, tendrá que regar esa semilla, pero ella crecerá sin
que usted tenga que esforzarse para ello. Para entrar en el reino nosotros
simplemente tenemos que crecer en vida y crecer en gracia.

APRESURAR LA VENIDA DEL SEÑOR


Leamos ahora 2 Pedro 3:11-12: “Puesto que todas estas cosas han de ser así
disueltas, ¿qué clase de personas debéis ser en vuestra conducta santa y en
piedad, esperando y apresurando la venida del día de Dios, por causa del cual
los cielos, encendiéndose, se disolverán, y los elementos, ardiendo, se
fundirán?”. Cuanto más busquemos el reino mediante el crecimiento en vida en
nosotros, más apresuraremos la venida del día del Señor. Ciertamente, la
velocidad de Su venida dependerá de cuán rápido crezcamos, de cuánto le
busquemos. Si no lo buscamos, si no crecemos, Su venida será demorada. Es
posible que oremos pidiendo que el Señor venga pronto, pero Él tal vez nos
diga: “Crece pronto”. El problema no está del lado del Señor, sino de nuestro
lado. El Señor Jesús ciertamente se alegrará si crecemos rápido. Él está listo,
pero nosotros no. ¿Entre los cristianos de hoy dónde podemos ver el
crecimiento en vida? Podemos ver la obra misionera, la organización
eclesiástica, la práctica de hablar en lenguas y la enseñanza de la Biblia.
Podemos ver también que las personas buscan el poder, los milagros y las
sanidades; pero ¿dónde está el crecimiento en vida? Algunos cristianos que han
sido salvos por veinte años no han cambiado en nada, no tienen crecimiento en
vida.

Quiera el Señor darnos Su gracia y concedernos el crecimiento en vida, el cual


hará posible Su regreso. Nuestro crecimiento en vida apresurará Su retorno.
Cuán rápido Él regrese dependerá de nuestro crecimiento. ¿Cómo podemos
apresurar Su venida? Al ser personas piadosas y ser aquellos que poseen la
realidad de tal piedad. La piedad apropiada consiste sencillamente en el
desarrollo de la vida interior. Cuanto más desarrollemos algo en nuestra vida
interior, más piadosos seremos. Cuanta más piedad manifestemos, más
apresuraremos la venida del Señor.

LA IGLESIA ES PARA EL REINO


El propósito eterno del Señor es tener el reino. Sin embargo, Su enemigo,
Satanás, sabe esto, por lo cual hace todo cuanto está en su poder para causar
daño a todo lo que sea para el reino. La iglesia no es para la iglesia, sino para el
reino. Por consiguiente, Satanás se esfuerza al máximo por destruir la iglesia y
corromperla. Primero él introduce confusión en la iglesia al sembrar la cizaña
en medio de ella. Después altera la naturaleza de la iglesia haciendo que se
convierta en un gran árbol mezclado con el mundo. Además, esconde mucha
levadura en la vida de iglesia a fin de corromperla. Debido a esto, el Señor Jesús
viene a hacer un llamado a los vencedores. Los vencedores simplemente son
aquellos que prevalecen sobre la confusión sembrada por la cizaña, la
mundanalidad del gran árbol y toda la corrupción de la levadura. Ellos vencen
todas las cosas a fin de practicar una vida de iglesia apropiada. El recobro de la
vida de iglesia en la actualidad es para el reino. Satanás sabe que el camino de
Dios para obtener el reino pasa por la iglesia, así que éste se esfuerza al máximo
a fin de causar daño a la iglesia. Tenemos que vencer todo el daño causado por
Satanás.

LA SABIDURÍA DEL SEÑOR


En esto vemos la sabiduría del Señor. El Señor sabe que algunos de Sus
queridos hijos, quienes son verdaderamente salvos, no le serán fieles y no
cooperarán con Él. Por tanto, Él les presenta una sección de Su reino a manera
de recompensa y galardón a fin de alentarlos a buscarlo de una forma
desesperada. Él les urge a buscar el reino. Los que sean fieles y diligentes
tendrán parte en la manifestación del reino, pero aquellos que no le sean fieles y
no cooperen con Él, sufrirán cierta pérdida y cierto castigo. El Señor hará que la
sección celestial del milenio sea un galardón y recompensa para todos los Suyos
que le sean fieles y venzan. Para todos los que son fieles al Señor, esta esperanza
de obtener tal galardón constituye un gran aliciente para buscar el reino.
Actualmente, quizás ya tengamos la salvación, pero todavía no hemos obtenido
el galardón, la recompensa. Recibir tal recompensa depende de nosotros. ¡Que
el Señor tenga misericordia de todos nosotros y nos conceda buscar el reino con
gran urgencia!

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