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CONTENIDO
1. El reino en el Nuevo Testamento
2. La venida del reino y su proceso
3. La meta de Dios es el reino
4. La semilla del reino
5. La siembra de la semilla del reino
6. El crecimiento de la simiente del reino
7. Imagen y dominio
8. Dos reinos
9. El campo de batalla de los dos reinos
10. El reino y la vida del alma
11. Los misterios del reino (1)
12. Los misterios del reino (2)
13. Los misterios del reino (3)
14. El crecimiento, la transformación y la edificación
15. El desarrollo del crecimiento, la transformación y la edificación
16. La siega del crecimiento, la transformación y la edificación
17. La transformación: una semilla en la parábola de las diez vírgenes
18. La transformación: su desarrollo en las Epístolas
19. La transformación: su cosecha en el libro de Apocalipsis
20. Bautizados en el Dios Triuno
21. Los principios que rigen en el reino (1)
22. Los principios que rigen en el reino (2)
23. Los principios que rigen en el reino (3)
24. Del rechazo a la gloria (1)
25. Del rechazo a la gloria (2)
26. Del rechazo a la gloria (3)
27. Algunos asuntos prácticos en cuanto a la vida del reino
28. El reino como recompensa
29. La ambición de obtener una posición es contraria a la vida del reino
30. Cristo es contrario a la religión, la política, las doctrinas y la ley
31. El Cristo resucitado, ascendido y reinante
32. La realidad del reino (1)
33. La realidad del reino (2)
34. La realidad del reino (3)
35. La apariencia del reino
36. La manifestación del reino (1)
37. La manifestación del reino (2)
38. La manifestación del reino (3)
39. La transferencia de la realidad del reino a su manifestación
40. Las medidas que el Señor tomará con respecto a los creyentes cuando regrese
41. La disciplina que el Señor ejecutará a los gentiles y judíos cuando regrese
42. El juicio que el Señor ejecutará sobre los gentiles después de la batalla de
armagedón
43. El crecimiento y la cosecha de la realidad del reino
44. El crecimiento y la cosecha de la apariencia del reino
45. El reino revelado en Hebreos
46. La cosecha del reino en Apocalipsis
47. Diferentes aspectos del reino
48. Vivir sujetos al gobierno del reino
49. El ejercicio del reino
50. Una rica entrada en el reino
PREFACIO
Aunque el reino ocupa una posición muy importante en la Biblia, muchos cristianos no
lo han entendido apropiadamente, con exactitud ni adecuadamente. Los mensajes en
este libro, dados en una conferencia en Los Ángeles en 1972, presentan principalmente
el lado de la vida del reino. Mientras algunos capítulos tocan el lado doctrinal y
objetivo, la carga principal es el lado de la vida. Que estos capítulos causen que los
hijos del Señor consideren sobriamente su responsabilidad para con el reino y aspiren a
hoy en día llevar una vida en la realidad del reino por medio de la vida divina a fin de
que puedan entrar en el disfrute del reino en su manifestación con el Señor en la era
venidera.
CAPÍTULO UNO
EL REINO EN EL NUEVO
TESTAMENTO
Lectura bíblica: Mt. 3:1-2; 10:7;
16:19a; 4:17, 23; 24:14; Jn. 3:3, 5;
Lc. 4:43; 9:2a, 60; Hch. 1:3; 8:12a;
19:8; 20:25; 28:23b, 31; Ro. 14:17;
Col. 1:13; 4:11b; 1 Ts. 2:12; 2 Ts.
1:5b; 2 Ti. 4:18a; He. 12:28a; Jac.
2:5; 2 P. 1:3-4, 11; Ap. 1:9a; 12:10a;
11:15
Según Génesis 1, Dios creó al hombre a Su imagen y le dio Su autoridad para
que gobernase sobre todo lo creado. En la creación efectuada por Dios hay dos
cosas que revisten de gran importancia para el hombre. Una es la imagen divina
y otra es la autoridad divina. El hombre fue hecho a imagen de Dios a fin de
expresarlo y ha recibido Su autoridad a fin de representarlo. A fin de
representar a Dios y sojuzgar a Su enemigo es imprescindible tener la autoridad
de Dios. El deseo de Dios es que el hombre sea quien ejerza dominio sobre la
tierra y, particularmente, sojuzgue a Su enemigo, Satanás.
Antes que Dios pudiese entrar en el hombre como vida y pudiese llevar a cabo
Su propósito, la insidiosa serpiente hizo que el hombre cayese. Debido a la
caída, el linaje de Adán le falló a Dios; así que Él tuvo que escoger otro linaje, el
linaje de Noé. Este linaje también le falló, por lo cual Dios escogió un tercer
linaje, el linaje de Abraham. Según Génesis 12:1-3, Dios escogió a Abraham con
el propósito de obtener un reino. Dios prometió hacer de Abraham una nación
grande; lo cual significa que haría de él un reino.
LA PREDICACIÓN DE JESÚS
Juan el Bautista dio inicio a la predicación del Nuevo Testamento al proclamar:
“Arrepentíos, porque el reino...” (Mt. 3:2). Después, vino el Señor Jesús y repitió
la predicación de Juan el Bautista (4:17). Es lamentable que a los predicadores
de hoy no les guste repetir la predicación de otros. Si alguien predicase:
“Arrepentíos, porque el reino...”, los demás predicarían algo nuevo. A ellos no
les gusta seguir la predicación de otros. Sin embargo, el Señor Jesús se hizo un
seguidor. Él siguió a Juan el Bautista. El Señor Jesús no fue el primero en
predicar el arrepentimiento por causa del reino, sino que fue el segundo. ¡Qué
maravilloso que el Señor Jesús repitiera y diera continuación a la predicación de
Juan el Bautista! Ciertamente, esto nos muestra la importancia del reino. Si la
predicación del reino no fuera tan importante, entonces el Señor Jesús no la
habría repetido. Debido a que Él repitió la predicación de Juan el Bautista,
ahora tenemos una prueba contundente de que la predicación del reino es de
suma importancia.
Mateo 24:14 habla del “evangelio del reino”, no del evangelio de la gracia ni del
evangelio de la salvación. Aunque muchos de ustedes han leído varias veces el
libro de Mateo, es probable que no se hayan percatado del término “el evangelio
del reino”. No obstante el Señor Jesús dijo que este evangelio del reino sería
predicado en toda la tierra habitada. La tierra habitada representa todo lugar
habitado por el hombre. El evangelio del reino tiene que ser predicado en toda
la tierra habitada, para testimonio a todas las naciones. No solamente será
predicado a los judíos, sino a todas las naciones. En el griego, la palabra que se
tradujo “naciones” en este versículo es la misma palabra que en otros versículos
se tradujo como “gentiles”. Así pues, el evangelio del reino debe ser predicado a
todos los gentiles. ¡Aleluya! La mayoría de nosotros somos gentiles. Todos
tenemos el privilegio de oír el evangelio del reino. Este evangelio tiene que ser
predicado en todos los rincones de la tierra habitada. El Señor nos ha
presentado este asunto de tal modo que donde quiera que vayamos con el
recobro de la iglesia, el evangelio del reino será predicado.
Tal vez algunos querrán argüir que el Nuevo Testamento habla del evangelio de
la vida, del evangelio de la gracia y del evangelio de la salvación. Sin embargo,
todos ellos son diversos aspectos del reino. El reino es el centro, el núcleo, y
todos los otros aspectos pueden ser considerados como los rayos o las
ramificaciones de dicho núcleo. Todos los rayos están centrados en el núcleo. El
evangelio de la vida tiene como finalidad el reino, el evangelio de la salvación
también, y lo mismo sucede con el evangelio del perdón de pecados. Todos estos
son diferentes aspectos del evangelio que tienen como finalidad el reino. El
reino es el verdadero evangelio. Es necesario que cambie nuestro concepto. Tal
vez antes pensábamos que el evangelio era una cosa y que el reino era otra muy
distinta; quizás nos dimos cuenta de que necesitábamos el evangelio, pero
probablemente relegábamos el reino al futuro. Esto es completamente erróneo.
El reino es el evangelio. Si uno no conoce el reino, entonces no conoce el
evangelio de forma completa. Si queremos conocer plenamente el evangelio,
tenemos que comprender que el reino es el evangelio todo-inclusivo. El Señor
Jesús y Sus discípulos predicaron el reino de Dios como evangelio.
Si queremos entrar en cierta clase de reino, será necesario que poseamos cierta
clase de vida. Si no somos poseedores de la vida animal, por ejemplo, jamás
podremos entrar en el reino animal. Si yo pudiera recibir la vida propia de un
perro y convertirme en un perro, inmediatamente me encontraría en el reino
canino, en el reino animal. Asimismo, si no poseemos la vida divina, la vida de
Dios, nos será imposible entrar en el reino de Dios. Si hemos de entrar en el
reino de Dios, debemos tener la vida de Dios. Por tanto, el objeto de la
regeneración es que nosotros entremos a otro reino, el reino de Dios. Esto es
mucho más real para nosotros que una mera dispensación. Esto es el reino de
Dios en el cual entramos en virtud de haber nacido de nuevo.
EL REINO EN HECHOS
Algunos cristianos afirman que después de ser crucificado y resucitar, el Señor
Jesús suspendió el reino, y que otra dispensación, la dispensación de la iglesia,
fue iniciada el Día de Pentecostés. En otras palabras, afirman que el reino fue
puesto a un lado temporalmente y que se dio inicio a la era de la iglesia. Sin
embargo, Hechos 1:3 dice que el Señor Jesús les habló a Sus discípulos acerca
del reino durante cuarenta días después de Su resurrección. Más aún, después
de Pentecostés, Felipe predicó a los samaritanos el reino de Dios (8:12).
Además, Hechos 19:8 afirma que el apóstol Pablo predicó el reino de Dios. En
Hechos 20:25 Pablo le recordó a los ancianos de Éfeso que cuando él estuvo con
ellos les predicó el reino de Dios. Cuando Pablo estuvo en Roma, él les habló a
las personas acerca del reino de Dios (28:23b, 31). A la luz de estos pasajes,
¿cómo se podría afirmar que el reino ha sido suspendido?
Quizás se le haya dicho que el reino de Dios vendrá un día en el futuro y que hoy
la era de la iglesia no tiene nada que ver con el reino. Tal vez haya escuchado
decir que la era de la iglesia es ahora y que la era venidera, el milenio, será la era
del reino. Pero aquí, en Colosenses 1:13, se nos dice que fuimos trasladados al
reino. ¿Está usted seguro de haber sido trasladado al reino de Dios? Si hoy es la
era de la iglesia y el reino todavía no ha venido, ¿cómo ustedes podrían estar en
el reino hoy? ¿Tienen la certeza de que ahora están en el reino? Me preocupa
que después de leer este libro ustedes todavía abriguen dudas al respecto. Tal
vez comiencen a pensar que es una exageración afirmar que actualmente
estamos en el reino de Dios. Tal vez al considerar a su esposa usted piense:
“¡Ella es muy rebelde!”, o tal vez al considerar a su esposo diga: “¡No hay amor
en él!”. Quizás al considerar a sus hijos diga: “¡Ellos son muy descuidados e
irresponsables!”. Independientemente de que usted crea que estamos o no
estamos en el reino, nosotros tenemos la palabra pura de Dios. Tenemos
Colosenses 1:13. ¡Aleluya! ¡Todos fuimos trasladados al reino del Hijo de Su
amor!
En Colosenses 4:11 Pablo nos dice algo más sobre el reino. Él nos dice que él y
sus colaboradores laboraban para el reino de Dios. ¿Qué está haciendo usted en
la ciudad donde vive? Todos podemos declarar de manera definida que estamos
laborando para el reino.
El REINO EN APOCALIPSIS
Apocalipsis 1:9 dice: “Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la
tribulación, en el reino”. Juan sabía que estaba en el reino. Para él, el reino no
era meramente una dispensación en el futuro, sino que él ya estaba en el reino.
Por tanto, podía presentarse como “vuestro hermano, y copartícipe vuestro [...]
en el reino”.
CAPÍTULO DOS
Cuando el Señor Jesús vino, había una religión llamada judaísmo. Ésta no era
una religión pagana, sino una religión dedicada a adorar y servir a Dios, una
religión formada en conformidad con la palabra divina de Dios. Si usted hubiera
vivido en tiempos del Señor Jesús, ¿se habría puesto del lado del Señor Jesús o
del lado del judaísmo? Estoy convencido que todos nosotros nos hubiéramos
puesto del lado del judaísmo. El judaísmo no era una religión pagana. Tanto su
templo como su altar, así como sus sacrificios y ofrendas, se ajustaban a la
palabra de Dios. Su sacerdocio, adoración y servicio eran, todos ellos, realizados
conforme a la palabra de Dios. Sin embargo, ¿había usted considerado que
cuando el Señor Jesús vino no le dio importancia al judaísmo? De hecho, Él
desechó todo cuanto el judaísmo hacía. El judaísmo guardaba el Sábado, pero el
Señor Jesús trabajaba durante el Sábado. Cuando los fariseos, los judaizantes,
enviaron “la patrulla sabática”, sorprendieron a Jesús quebrantando el Sábado.
Cuando el Señor Jesús dijo que el reino no vendría de modo que pueda ser
observado, Él no quería decir que el reino no podría hacerse real y concreto. Por
ejemplo, si usted no tuviera oídos, jamás podría apreciar mi hablar. En este
sentido, jamás podría “observar” mi hablar, ya que carece de la capacidad
auditiva necesaria para darle sustantividad y hacerlo real para sí. Tal facultad de
hacer real este hablar reside en el órgano auditivo, el oído. Uno deberá tener su
órgano auditivo y usarlo; sólo entonces podrá “observar” mi hablar. El Señor les
dijo a los fariseos que el reino no vendría de modo que ellos pudieran observarlo
por sí mismos, pues tal clase de observación estaba equivocada. Ellos dependían
de su propia capacidad mental y se valían demasiado de sus conocimientos. Así
pues, por medio de su capacidad natural, ellos eran completamente incapaces
de observar el reino de Dios. Para los fariseos, el reino de Dios vino de modo
que ellos no pudieran observarlo.
Puesto que el reino es el Señor Jesús, y Él estaba presente entre los fariseos,
¿por qué indagaron sobre “cuándo había de venir el reino de Dios”? Fue debido
a que ellos le daban excesiva importancia al conocimiento mental de la letra de
la Biblia. Ellos simplemente no sabían cómo ejercitar sus partes internas, es
decir, su espíritu humano. Mediante el ejercicio de su hombre exterior y de sus
capacidades naturales les era imposible observar que el Señor Jesús era la
realidad del reino. Aunque el Señor Jesús, el reino de Dios, estaba presente,
ellos no podían observar a esta Persona; si lo hubieran hecho, mediante el
ejercicio de su espíritu, esta Persona maravillosa habría venido a su interior
inmediatamente. Él no solamente habría estado en medio de ellos, sino también
dentro de ellos. Si el Señor Jesús estaba únicamente entre ellos o también
dentro de ellos dependía de si ellos mismos ejercitaban su espíritu para
observarlo.
El REINO ES EL SEÑOR JESÚS COMO EL
ESPÍRITU
Podemos afirmar que el reino es el Señor Jesús, pero tiene que ser el Señor
Jesús como el Espíritu, y no el Señor Jesús en la carne. El reino es el Señor
Jesús como el Espíritu. Él le dijo a los fariseos: “Pero si Yo por el Espíritu de
Dios echo fuera los demonios, entonces ha llegado a vosotros el reino de Dios”
(Mt. 12:28). Este versículo nos dice que el reino es simplemente la realidad del
Espíritu de Dios. Cuando el Espíritu de Dios es hecho real a nosotros, esto es el
reino. El Señor Jesús dijo que debido a que Él echaba fuera demonios por el
poder del Espíritu de Dios, esto era una indicación de que el reino de Dios
estaba allí. Así pues, el reino consiste en que el Señor Jesús sea hecho real a
nosotros espiritualmente. Cuando Él es hecho real a nosotros espiritualmente,
entonces tenemos el reino.
Colosenses 1:13 hace el contraste entre dos cosas: la potestad de las tinieblas y el
reino de Cristo. Nosotros estábamos bajo la potestad de las tinieblas, pero un
día fuimos trasladados al reino de Cristo. A veces, hacer un contraste nos
permite entender las cosas más claramente. Considerar el lado negativo nos
permite conocer el lado positivo. El reino de Dios está en contraste con la
potestad de las tinieblas. No se trata meramente de una dispensación o una
esfera; sino que el reino es algo muy real y concreto, es la manifestación de la
realidad del Señor Jesús.
A muchos de ustedes se les ha dicho que habiendo estado en Adán, un día Dios
los trasladó de Adán a Cristo. Ahora deberán comprender algo más; puesto que
están en Cristo, también están en el reino, porque Cristo es el reino. Tomemos
como ejemplo un jovencito que sea muy inquieto, el cual ha nacido en Adán. Un
día él oye el evangelio, invoca el nombre del Señor y es trasladado de Adán a
Cristo. Él nació en Adán, pero ahora está en Cristo. Aunque este joven hermano
ha sido trasladado a Cristo, probablemente carezca de la experiencia apropiada
de la persona de Cristo. Desde el punto de vista doctrinal, puesto que él está en
Cristo, él también está en el reino. Sin embargo, en términos de su experiencia,
puede que él haya estado en Cristo durante cinco años, pero todavía no esté en
el reino. Él ha sido trasladado al interior de Cristo, pero todavía es
desobediente. Antes él era un jovencito muy inquieto; pero ahora es un
hermano inquieto. No podríamos decir que él no está en Cristo, ni tampoco que
no es un hermano; pero en términos de su experiencia, él no está en el reino
porque no se da cuenta de la realidad del Señor Jesús. Cuando se de cuenta de la
realidad del Señor Jesús, él no solamente estará en Cristo, sino también en el
reino.
Estar en el reino significa darnos cuenta por completo de la realidad del Señor
Jesús. El Señor Jesús dijo que si Él echaba fuera demonios por el Espíritu,
entonces el reino de Dios había venido a ellos. Un demonio es un espíritu
maligno, impuro e inmundo, pero el principio subyacente a ser un demonio
denota simplemente rebelión. Originalmente los demonios eran una especie de
ser creado. Cuando Satanás se rebeló contra Dios, ellos le siguieron y se
convirtieron en demonios. Por tanto, los demonios denotan rebelión. Si en
vuestro diario andar hay algunas cosas que no están sujetas al gobierno de Dios,
que aún permanecen en rebelión contra Dios, tales cosas en principio son
demonios. Es necesario que tales cosas sean echadas fuera por el Señor Jesús.
Tenemos que orar: “¡Señor Jesús! Ven y echa fuera mis demonios. Incluso hoy
en día, todavía soy rebelde”. Tal vez usted sea rebelde cuando hace compras. Tal
vez usted vaya a una tienda a la que el Señor le dijo que no fuera. Una vez dentro
de la tienda, usted escogió un artículo pese a que el Señor Jesús le dijo que lo
dejara; probablemente usted haya comprado ese artículo y todavía lo tiene en
casa. Esto es rebelión, el principio subyacente a un demonio.
Tal vez nosotros diríamos que esto fue el resplandecer del Señor Jesús o la
transfiguración del Señor Jesús, pero el Señor mismo dijo que esto era la venida
del reino. Así pues, el resplandor del Señor Jesús en aquel monte fue la venida
del reino. Esto no es una mera dispensación, ni tampoco una esfera. Nuestro
vocabulario es inadecuado para describirlo. La transfiguración, el resplandor del
Señor Jesús en el monte, ¡era la venida del reino con poder! El reino es
simplemente el Señor Jesús que resplandece sobre nosotros. Espero que esta
afirmación los impresione profundamente: el reino es el resplandor del Señor
Jesús, y el reino es la propagación del Señor Jesús al resplandecer sobre
nosotros. Él le dijo a Pedro, Jacobo y Juan que le verían viniendo en Su reino,
que ellos verían el reino de Dios viniendo con poder. ¿Qué vieron ellos? Ellos
vieron el resplandor del Señor Jesús. Cuando Pedro, Jacobo y Juan estaban bajo
Su resplandor, ellos estaban en el reino. Además, todos los santos que habían
fallecido, representados por Moisés, y todos los santos que estaban vivos,
representados por Elías, aparecieron allí y también estaban bajo el resplandor
de la propagación del Señor Jesús.
EL REINO ES EL EVANGELIO
Comparemos Lucas 18:29 y Marcos 10:29. Lucas 18:29 dice que dejamos ciertas
cosas por el reino. Marcos 10:29 dice que dejamos esas mismas cosas por el
evangelio. Esto demuestra que el reino es el evangelio. El reino y el evangelio
son términos sinónimos y son usados sin distinción. Tenemos que declarar que
el reino es el evangelio. Si no comprendemos que el evangelio es el reino,
nuestro entendimiento del evangelio será deficiente. El evangelio no solamente
se relaciona con el perdón de pecados, la redención, la justificación, la
santificación o la salvación, sino que el evangelio también guarda relación con el
reino. ¿Qué es el reino? El reino es el Señor Jesús como semilla de vida que ha
venido a nosotros. Cuando esta semilla de vida vino a nuestro ser, fuimos
regenerados. En virtud de tal regeneración, nacimos en el reino (Jn. 3:3, 5). La
regeneración fue nuestro traslado. Fue por la regeneración que fuimos
trasladados de la potestad de las tinieblas al reino de Dios. ¡Aleluya! ¡Éste es el
evangelio auténtico!
Venimos ahora a 2 Pedro 1:3, 4 y 11, donde se nos dice que el divino poder de
Dios nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, y
que por medio de éstas llegamos a ser partícipes de la naturaleza divina. Puesto
que participamos de la naturaleza divina y de todas las cosas que pertenecen a la
vida y a la piedad, podemos tener una rica entrada en el reino. Cuando el Señor
Jesús entra a nuestro ser, Él trae consigo todas las cosas que pertenecen a la
vida y a la piedad, incluyendo la naturaleza misma de Dios. Por medio de todo
esto, podemos obtener una rica entrada en el reino. En esto consiste el proceso
del reino; por tanto, el reino no es meramente una dispensación.
En Marcos 10:17-23 vemos que un joven rico vino al Señor Jesús preguntándole
qué habría de hacer para heredar la vida eterna. Él pensaba que podía heredar
la vida eterna si cumplía la ley. Después de que él se alejó desilusionado, el
Señor Jesús dijo que es difícil para un hombre rico entrar en el reino de Dios,
con lo cual daba a entender que entrar en el reino de Dios es simplemente
poseer la vida eterna. Ambos términos son sinónimos; ambos se refieren a lo
mismo.
CAPÍTULO TRES
LA ESTRATEGIA DE SATANÁS
Satanás, el enemigo de Dios, sabe cuál es la meta de Dios. Por esto él permitirá
que usted haga muchas cosas siempre y cuando no este a favor del reino. El
propósito de Dios es edificar un reino, mientras que el propósito del enemigo es
destruir este reino. El enemigo hará que la gente preste atención a cualquier
otra cosa siempre y cuando esto los distraiga del reino. Si él no puede valerse de
cosas pecaminosas o mundanas, podría valerse de cosas religiosas. Siempre y
cuando uno esté distraído del reino, Satanás estará satisfecho.
¿Dónde está el reino de Dios? La tierra entera está llena de demonios. Hemos
visto que el principio subyacente a un demonio es la rebelión. Aun cuando usted
ame a su esposa o se sujete a su esposo y su vida familiar sea bastante buena,
todavía es posible que no esté a favor del reino de Dios. Es posible que todo
cuanto usted haga y sea esté por completo en el principio de un demonio. El
Señor se ha propuesto obtener un reino. Lo que usted sea, todo cuanto haga y
adonde sea que vaya debe estar regido por la vida de Dios. Esto quiere decir que
su manera de peinarse, la forma de vestirse y, en general, todas sus actividades
estarán regidas por el gobierno de vida que ejerce el Señor Jesús. En esto
consiste el reino.
¿Qué de su vida? ¿Qué tal de su vivir diario y su andar cotidiano? Tal vez
ustedes sean considerados personas muy buenas a los ojos de los hombres, pero
a los ojos del Señor, ustedes no se encuentran bajo Su gobierno. Él todavía no
tiene un reino dentro de ustedes. Es posible que ustedes sean personas de alta
moralidad, buenas, amables e incluso religiosas y, sin embargo, interiormente
no se sujetan al gobierno de la vida de Dios. No tienen el reino del Señor Jesús
dentro de ustedes. Espero que el Señor Jesús abra sus ojos para que puedan ver
el reino. El reino no es solamente una dispensación o una esfera. El reino es
simplemente el Señor Jesús que se ha sembrado, crecido, regido, gobernado y
reinado en nuestro ser hasta que alcancemos la madurez y se produzca la
cosecha, es decir, la manifestación del reino.
El Señor Jesús nos pidió que orásemos: “Venga Tu reino” (Mt. 6:10). Pero el
reino no vendrá de la manera en que muchos cristianos se imaginan. En cierto
sentido, el reino ya ha venido, pero, en otro, el reino está viniendo. Retomando
una vez más la ilustración que hemos usado, el reino de los claveles, en cierto
sentido, ya ha venido en forma de semilla. Llegará el día cuando los claveles
florecerán plenamente, y esto será la venida plena del reino de los claveles.
Asimismo, el reino de Cristo ya ha venido. Desde el día en que Él se sembró en
la tierra de la humanidad, el reino de Cristo comenzó a venir. El proceso de
crecimiento continuará hasta que llegue el tiempo de la cosecha en plenitud, en
el cual ocurrirá la plena manifestación del reino de Cristo.
¿Qué es, pues, el reino? El reino es simplemente Cristo que ha sido sembrado en
nosotros, crece en nosotros, madura en nosotros y llega al tiempo de la cosecha.
El reino no es meramente una dispensación ni una esfera. El reino es la
totalidad de Cristo como vida para nosotros en todas Sus actividades.
Si usted visita un zoológico, podrá ver el reino animal. ¿Creen que esto es una
dispensación o una esfera? Si quitásemos todos los animales, la esfera del
zoológico permanecería, pero ya no sería el reino animal. El reino animal está
constituido por la totalidad de la vida animal con todas sus actividades. Los
pájaros vuelan, los monos trepan y las tortugas nadan. El reino animal es
simplemente la totalidad de la vida animal con todas sus actividades. Asimismo,
el reino de Cristo es la totalidad del Cristo que es vida para nosotros con todas
Sus actividades. Todos nosotros tenemos a Cristo en nuestro ser como vida, y
tenemos muchas actividades en Cristo. Esto es el reino de Cristo. Recientemente
estuve observando, contemplando y disfrutando las muchas actividades que
efectuaban los miembros en una reunión. Tal vez ustedes digan que eso es una
reunión de la iglesia. Estoy de acuerdo, pero eso también era el reino de Cristo
con Su vida y actividades.
Del capítulo 4 avanzamos a 6:9-11. Estos versículos nos dicen que los perversos
e inmorales que no se sujetan al gobierno del Señor Jesús como Rey, no tienen
parte en el reino. El versículo 11 nos dice que aun cuando nosotros éramos tales
personas en el pasado, ya fuimos lavados, santificados y justificados en el
nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de Dios. Prestemos atención al
uso de la expresión mas en este versículo: “mas ya habéis sido lavados, ya
habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor
Jesucristo, y en el Espíritu de nuestro Dios”. Ahora estamos en el Espíritu.
Como el contexto deja en claro, puesto que estamos en el Espíritu, ciertamente
podemos participar en el reino. Estamos en el reino y, en cierto sentido, somos
el reino.
EL REY Y EL REINO
Según la Biblia, el reino es el Señor Jesús que vino a sembrarse en nosotros
como simiente de vida. Cuando Él se siembra en nuestro ser, Él se convierte en
el reino en nuestro interior. En Sí mismo, el Señor Jesús es el Rey; pero cuando
Él viene al interior de todos nosotros, Él es el Rey con Su reino. El reino es
simplemente el Rey con Su reino. Isaías 53:2 nos dice que este Jesús en la carne
no tenía hermosura ni atractivo para que le deseemos. No obstante, ¡Él es el
Rey! Él es la simiente del reino. Sin embargo, este Rey jamás estará satisfecho
con permanecer solo, pues Él anhela obtener Su reino. ¿Cómo obtendrá el
reino? Al propagarse a Sí mismo en personas como nosotros. El Señor Jesús es
el Rey y nosotros el reino. ¡Nosotros somos el reino!
CAPÍTULO CUATRO
Como ya hemos visto, el reino es Cristo mismo como semilla de vida que se
sembró en nuestro ser, que crece, se propaga y madura en nuestro interior hasta
que se produzca la cosecha en toda su plenitud. La cosecha en su plenitud es la
manifestación del reino.
UN ESPÍRITU DE REVELACIÓN
Resulta fácil leer la Biblia como palabras en blanco y negro, y también es muy
fácil inferir cierto significado o impresión al leerla de esta manera. Sin embargo,
una cosa es meramente leer las palabras de la Biblia y otra muy distinta es
captar su significado espiritual. Por ejemplo, cuando los fariseos discutieron con
el Señor Jesús sobre el divorcio, incluso citando las Escrituras, Él les respondió
de una manera distinta. Él les dijo: “Desde el principio no ha sido así” (Mt.
19:8). En otra ocasión, los saduceos discutieron con el Señor Jesús sobre la
resurrección. Podríamos decir que ellos eran los “modernistas” de su era, pues
no creían en la resurrección. Éstos citaron algunos versículos de la Biblia, y el
Señor Jesús también les citó otro (22:23-33). Él les habló del nombre de Dios
dado en Éxodo 3:6: “Yo soy [...] el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de
Jacob”. Si nos limitamos a leer el texto de la Biblia, entenderemos que Dios es el
Dios de estos tres: el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Incluso estudiantes
de primaria podrían leer y captar esto. Pero, con base en este nombre divino, ¡el
Señor Jesús pudo revelar algo sobre la vida y la resurrección! Puesto que Dios es
el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y todos ellos han muerto, y puesto que
Dios es el Dios de los vivos y no de los muertos, ¡ciertamente Dios debe ser el
Dios de la resurrección! De esta manera, el Señor Jesús también les demostró
que todos aquellos santos que murieron serían resucitados. Tal revelación
espiritual se halla en el texto bíblico, pero no podemos apreciarla simplemente
mediante la letra de la Biblia; se requiere algo más. Necesitamos un espíritu de
sabiduría y de revelación (Ef. 1:17).
El Señor Jesús era tal fruto: el fruto de Abraham, el fruto de David e incluso el
fruto de una mujer, una virgen. A Abraham se le hizo una promesa en cuanto a
su fruto (Gn. 22:18), como también se le hizo a David en cuanto a su fruto (2 S.
7:12-13). Asimismo hubo una promesa en cuanto al fruto de la mujer (Gn. 3:15).
Esta simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente. De las cuarenta y dos
generaciones, éstas son apenas tres: el fruto de Abraham, Isaac, quien fue
muerto y resucitado, y cuyo retorno fue efectuado con el propósito de recibir a la
novia; el fruto de David, Salomón, quien poseía sabiduría y pudo llevar a cabo la
edificación del templo de Dios; y el fruto de la mujer, Cristo, quien aplastó la
cabeza de la serpiente. El Señor Jesús era tal fruto.
JESÚS Y EMANUEL
Jesús significa “Jehová-más”. Jesús no solamente es Jehová; Él es “Jehová-
más”. En el idioma hebreo, el nombre de Jesús está incluido en el nombre de
Jehová. Jesús significa “Jehová-más el Salvador” o “Jehová-más la salvación, o
la liberación”. Jesús es, pues, “Jehová-más la salvación todo-inclusiva”.
Emanuel significa Dios “con nosotros”, lo cual representa otra adición. El Señor
Jesús no es solamente Dios, sino que Él es Dios “con nosotros”. En
consecuencia, podríamos decirles a nuestros amigos judíos que somos más ricos
que ellos. Por un lado tenemos lo que ellos tienen, pero, por otro, ellos no tienen
lo que nosotros poseemos. Ellos tienen a Jehová y tienen a Dios, pero nosotros
tenemos a “Jehová-más la salvación” y a Dios-más “con nosotros”. Podríamos,
entonces, invitarlos a venir y unirse a nosotros; y así ellos podrían ganar todo y
no perder nada. Nosotros jamás nos uniremos a ellos, porque tenemos algo más
valioso, más elevado, superior y grandioso, esto es, al Señor Jesús. Él es el fruto
de todas las generaciones humanas mezcladas con el Dios Triuno, Él es “Jehová-
más” y “Dios-más”. A partir de ahora, ustedes ciertamente percibirán un sabor
distinto al invocar el nombre del Señor Jesús. Su nombre es tan rico, tan dulce,
y Él es rico para con todos los que invocan Su nombre (Ro. 10:12). ¡Aleluya por
Jesús! ¡Aleluya por “Jehová-más”! ¡Aleluya por Emanuel! ¡Aleluya por “Dios-
más”! “Jehová-más” y “Dios-más” es la semilla que ha sido sembrada en nuestro
ser.
DESPUÉS DE LA PRUEBA, EL
CUMPLIMIENTO
Ahora abordaremos el significado del número cuarenta y dos. En la Biblia
tenemos el número cuarenta y también el número cuarenta y dos. Según la
revelación dada en las Escrituras, entendemos que el número cuarenta
representa tribulaciones, padecimientos, pruebas y tentaciones. El número
cuarenta aparece en diferentes ocasiones en la Biblia. Fue por un periodo de
cuarenta años que el pueblo de Israel permaneció en el desierto donde fue
examinado y puesto a prueba por Dios, lo cual produjo mucho sufrimiento.
Cuando Moisés estuvo por cuarenta días en el monte, ello fue una prueba para el
pueblo de Israel (Éx. 24:18). Hubo un periodo de cuarenta días y cuarenta
noches relacionado con Elías (1 R. 19:8), y el propio Señor Jesús fue tentado por
cuarenta días (Mt. 4:1-2). Después de Su resurrección, el Señor puso a prueba a
Sus discípulos por un periodo de cuarenta días al no realizar ninguna acción que
lo vindicase o demostrase que le había sido dada toda autoridad en los cielos y
en la tierra. Si yo hubiera estado en el lugar de Pedro, no habría tenido la
paciencia necesaria para esperar día tras día, semana tras semana, sin que nada
sucediera por treinta y nueve días. Aquellos cuarenta días deben haber sido un
verdadero periodo de prueba. Es bastante claro que el número cuarenta
significa ser puesto a prueba, pasar por pruebas, tentaciones y padecimientos.
Obviamente, el número cuarenta y dos está compuesto por cuarenta más dos. El
número dos es el número que denota un testigo, un testimonio. El número
cuarenta y dos significa que después de ser puesto a prueba por un periodo de
tiempo y pasar por dichas pruebas, algo será logrado con miras al cumplimiento
del propósito de Dios. ¡Aleluya! Desde el tiempo de Abraham hasta el
nacimiento del padre de José transcurrió un periodo de cuarenta generaciones,
un periodo de prueba. La promesa hecha a Abraham no se había cumplido, ni
tampoco la promesa hecha a David. Ni aun las promesas de tantas cosas buenas
para los hijos de Israel se habían cumplido. El paso de todas estas generaciones
representó una verdadera prueba.
El relato que abarca desde Abraham hasta Malaquías es, por un lado, un relato
de todas las promesas hechas por Dios; pero por otro, es un relato de pruebas,
derrotas, desilusiones y fracasos. Ciertamente, nosotros ya nos habríamos dado
por vencidos. Habríamos dicho que Dios hizo una serie de promesas a nuestro
antepasado Abraham unas cuarenta generaciones atrás, pero que nada había
sucedido. Pero ahora, en la cuadragésima segunda generación, Dios mismo se
encarnó. La cuadragésima segunda generación es la del Señor Jesús, la
generación del cumplimiento de las promesas de Dios y del propósito de Dios,
incluso el cumplimiento de todo cuanto Dios se había propuesto hacer. Así pues,
cuarenta más dos representa los sufrimientos y las pruebas más el
cumplimiento del propósito divino. Después de cuarenta y dos generaciones
todo lo relacionado con el propósito de Dios fue cumplido.
LA SEMILLA TODO-INCLUSIVA
Esta persona maravillosa es la semilla. En esta semilla están la muerte y la
resurrección, el recibimiento de la novia, la sabiduría, la edificación de la casa
de Dios y el aplastamiento de la cabeza de la serpiente. En esta semilla está el
hecho de que pasó por todas las pruebas, tentaciones y padecimientos, así como,
finalmente, que llegó a la meta. En esta semilla se halla tanto el elemento
humano como el divino, la humanidad y la divinidad. Abraham e Isaac están
incluidos, lo mismo que David y Salomón. El Padre Santo, el Hijo Santo y el
Espíritu Santo están todos incluidos en esta semilla. ¡Esta pequeña semilla es
esta Persona maravillosa todo-inclusiva! ¡Cuán maravilloso es este Jesús en
quien hemos creído! Este Jesús, esta persona maravillosa, es la semilla del
reino. El Nuevo Testamento es un libro que trata sobre el reino, y el primer libro
nos presenta al Señor Jesús como la semilla. Esta semilla es llamada “Jehová-
más” y “Dios-más”.
LA SEMILLA ES EL REY
Aceptado por los gentiles
El capítulo 2 nos muestra que esta semilla del reino es el Rey. El Señor Jesús fue
aceptado por los gentiles quienes no tenían religión, ni conocimiento bíblico, ni
seguían formas religiosas, ni doctrinas, ni enseñanzas (vs. 1-2). Fue esta gente
sencilla la que aceptó al Señor como Rey. Ellos no conocían la Biblia. Fue a esta
clase de gente — las personas sencillas sin conocimiento bíblico o conceptos
religiosos, que no sabían ni siquiera cómo adorar a Dios y servirle— a quienes
les fue revelada esta Persona maravillosa. Él les fue revelado a ellos, y ellos
simplemente lo aceptaron.
Tenemos que ser personas sencillas que cuentan con una estrella celestial. Tal
vez no sepamos nada de la profecía que se encuentra en Miqueas 5:2, pero
contamos con “la estrella celestial”, la dirección viviente de Aquel que vive en
nosotros. ¡Esto es maravilloso! ¿Qué debemos hacer? Simplemente debemos
entregarle todo a Él y disponernos a tomar otro camino (Mt. 2:12). Esto quiere
decir que jamás podremos ser los mismos. Todo aquel que sea lo
suficientemente sencillo como para seguir a la estrella celestial y aceptar al
Señor Jesús ciertamente tomará otro camino. Después de leer estas páginas,
muchos de ustedes estarán dispuestos a tomar un camino distinto. Ya no podrán
ser políticos ni religiosos, sino que serán personas sencillas que cuentan con una
estrella celestial; serán personas que toman otro camino. Éstas son las personas
del reino. Éstas son las personas que aceptan a Cristo. Cristo es aceptado
únicamente por tal clase de personas. En Mateo 2 vemos tres clases de
personas: los paganos que son sencillos, los religiosos y los líderes políticos.
¡Seamos aquellas personas sencillas que pueden recibir a Cristo!
EL HUMILDE NAZARENO
Mateo 2 nos revela que esta Persona maravillosa puede ser aceptada y recibida
únicamente por las personas sencillas que son completamente desligadas de la
religión o la política. Los fanáticos religiosos descuidan a Jesús; los políticos le
rechazan y le persiguen; pero los sencillos le reciben. Al final, esta Persona
maravillosa se convirtió en un humilde nazareno (v. 23). Al final del capítulo 1,
Él es llamado Emanuel; al final del capítulo 2 es llamado un nazareno, que
significa humilde, menospreciado y sin fama. Nuestro Emanuel es un nazareno.
Para el mundo, para los políticos y para los religiosos, el Señor Jesús es el
nazareno; pero para nosotros, Él es “Jehová-más” y “Dios-más”.
CAPÍTULO CINCO
LA SIEMBRA DE LA SEMILLA
DEL REINO
Lectura bíblica: Mt. 3:1-2, 4, 7-12, 16-17; 4:1-2, 11, 12-22; Mr. 4:26-29
Esto difiere completamente del concepto que han enseñado algunos maestros
cristianos quienes afirman que el reino se encuentra suspendido y que algún
día, repentinamente, éste vendrá a la tierra. Este concepto es absolutamente
erróneo. El reino viene como una semilla que es sembrada en la tierra, la cual
crece hasta finalmente producir la cosecha. La cosecha representa la venida
completa, la manifestación plena, del reino. El reino comenzó a venir cuando el
Señor Jesús vino como la semilla hace unos dos mil años y, desde entonces, ha
continuado viniendo gradualmente mediante un proceso de crecimiento. Hoy en
día, todavía estamos en el proceso de crecimiento del reino con la expectativa de
que un día la cosecha llegue a la madurez. Cuando la cosecha esté madura, ése
será el día de la plena manifestación del reino. La cosecha completa la venida
del reino.
Estoy muy feliz de que hayamos escuchado las buenas nuevas apropiadas en
cuanto al reino. Este tema del reino ha estado escondido, oculto y velado por
siglos. Pero, por la misericordia y gracia del Señor, el velo ha sido quitado.
Nunca antes el tema del reino había sido tan comprensible y transparentemente
claro como lo es para nosotros en la actualidad. El reino es la totalidad del
Cristo que, como vida, se propaga dentro de nuestro ser con todas Sus
actividades. La venida del reino comenzó cuando Cristo vino a sembrarse en la
tierra de la humanidad a fin de crecer, madurar y producir la cosecha, la cual es
la plena manifestación del reino. ¡El reino ha venido! Ahora el reino crece
continuamente y viene mediante este proceso de crecimiento. Todos tenemos la
semilla, y todos nos hallamos en este proceso de crecimiento. Llegará el día en
que nos hallaremos en la etapa de la cosecha. Ahora nosotros tenemos al Señor
Jesús, la maravillosa semilla. ¿Se habían dado cuenta de todo lo que Él es para
nosotros? Él es el fruto de tantas generaciones humanas mezcladas con el Dios
Triuno. ¡Él es “Jehová-más” y Él es “Dios-más”! Esta Persona maravillosa es la
semilla.
Por el lado positivo, él dijo que Aquel que venía habría de bautizarles en el
Espíritu Santo. Juan ponía fin a las personas, pero Aquel que vendría les daría
un nuevo comienzo. ¿En qué consiste este nuevo comienzo? Cuando los fariseos
y saduceos venían a Juan, ellos probablemente tenían el concepto de que debían
ser mejores personas y que tal vez esta persona extraña podría hacer algo que
les ayudase a ser mejores. Pero escuchen lo que Juan les decía. Él no les decía:
“Ustedes, fariseos y saduceos, son unos caballeros, pero no son lo
suficientemente gentiles; así que yo he venido para que sean más buenos”. No;
él más bien les decía: “¡Cría de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira
venidera?” (v. 7). En otras palabras: “No piensen en términos de ser buenos o
malos. Ustedes son víboras, serpientes venenosas, una generación de víboras. El
cambiar su conducta no tiene ningún valor. Aun si se vuelven más refinados,
siguen siendo víboras. Si se mejoran a ustedes mismos, simplemente serán
serpientes mejoradas. Ustedes no necesitan cambiar su conducta, sino que
necesitan un cambio de nacimiento. ¡Necesitan experimentar un cambio en
vuestra vida y naturaleza!”.
Juan le dijo a los fariseos y saduceos que no hicieran vanas suposiciones (v. 9).
Él les dijo: “No penséis decir dentro de vosotros mismos: Tenemos por padre a
Abraham”, pues ellos pensaban: “Somos hijos de Abraham. Nuestro gran
antepasado fue Abraham”. Esto simplemente significa que su forma de pensar
era acorde con su antigua tradición. Para los judíos, Abraham se había
convertido en parte de su antigua tradición. A ellos se les hacía muy difícil no
pensar en Abraham. Juan sabía que los fariseos y saduceos actuaban según su
forma de pensar y que estaban pensando en Abraham; por tanto, Juan les dijo:
“No penséis decir dentro de vosotros mismos...”, o sea, “¡Dejen de pensar tanto
en ello y arrepiéntanse! Arrepiéntanse de sus pensamientos. No presuman de
tener por padre a Abraham, pues Dios puede levantar hijos a Abraham aun de
estas piedras. Dios puede infundir Su vida a estas piedras y hacerlas hijos de
Abraham”. ¿Cómo podría Dios hacer de las piedras hijos aptos para heredar la
promesa que le fue hecha a Abraham? Hay un solo camino, el camino de la vida.
Juan dijo: “Él os bautizará en el Espíritu Santo” (Mt. 3:11). El problema es:
¿Cómo nos bautiza? Y ¿cuándo nos bautiza? Si pudiéramos reunir a todos los
maestros cristianos desde el primer siglo hasta ahora, ellos discutirían sobre
este tema hasta la eternidad. Nadie puede sistematizar esto ni esclarecerlo
completamente. No obstante, sé que el Señor Jesús bautizó a Pedro, sé que Él
me bautizó a mí y sé que lo bautizó a usted en el Espíritu Santo. ¿Cómo lo hizo?
Nadie puede explicarlo adecuadamente. Salmos 139 nos da a entender que ni
siquiera sabemos cómo fuimos formados y creados por Dios. Ciertamente
sabemos que Dios nos creó. A usted le sería muy difícil explicarme cómo fue que
Dios le creó; pero aun cuando usted no sepa cómo fue creado, ciertamente sabe
que fue creado porque está aquí. Asimismo, no sé exactamente cómo el Señor
Jesús me bautizó, pero sí sé que he sido bautizado por Él, pues siento una
alegría y un entusiasmo extraordinario por Él. Si jamás hubiera sido bautizado
por Cristo, no podría sentirme tan entusiasmado. Así pues, hemos sido
bautizados; ¿cómo?, no lo sabemos, pero Él nos ha bautizado en el Espíritu
Santo. No intente analizar esto, pues sólo le perjudicará. En la Biblia no hay
nada que se parezca a la teología sistemática. Sólo sabemos que hemos sido
bautizados en el Espíritu y que ahora estamos aquí con la semilla dentro de
nosotros. El Señor Jesús ha sido sembrado en nuestro interior de una manera
totalmente ajena a toda cultura y religión.
LA SEMILLA VICTORIOSA
Ahora abordaremos el capítulo 4. El Señor Jesús es la semilla del reino a fin de
ser sembrada en nuestro ser, pero antes de poder sembrarse en nuestro ser, Él
debía pasar la prueba: Él tenía que derrotar al enemigo. Así que, Él se fue al
desierto para encontrarse con Su enemigo y fue victorioso. El líder de los
demonios fue derrotado. El diablo fue vencido, no directamente por Dios, sino
por un hombre, por Jesús el nazareno. El enemigo tentó al Señor Jesús para que
no se mantuviese en Su posición de ser humano diciéndole: “Si eres Hijo de
Dios, di que estas piedras se conviertan en panes” (Mt. 4:3). El Señor le
respondió: “No sólo de pan vivirá el hombre” (v. 4). Él se mantuvo en Su
posición de hombre, con lo cual consiguió derrotar al enemigo.
El apóstol Pablo, cuando era Saulo de Tarso, perseguía la iglesia. Cuando estaba
camino a Damasco, el Señor Jesús, desde los cielos, resplandeció sobre él (Hch.
9:3-5). Saulo dijo: “¿Quién eres, Señor?”. El Señor Jesús le respondió: “Yo soy
Jesús, a quien tú persigues”. Pablo experimentó el resplandor del Señor Jesús y
quedó cegado por ello. Todos hemos sido cegados y atraídos por el resplandor
del Señor Jesús.
Los jóvenes son las personas apropiadas para el mover del Señor actual, no
solamente en los Estados Unidos, sino también en Europa, África y en el mundo
entero. Es probable que Simeón y Ana ya hubieran fallecido cuando el Señor
Jesús inició Su ministerio. El Señor Jesús no fue al templo a llamar a los viejos
para que le siguieran. Más bien, Él fue a un puerto de pescadores para hallar a
algunos jóvenes pescadores que no tuviesen preocupaciones. Puede que ellos
estuvieran sucios y vacíos, mas no estaban llenos de preocupaciones. Somos
viejos cuando estamos llenos de preocupaciones. Pero estos jóvenes no
profesaban religión alguna, ni tenían conocimiento de las Escrituras. Lo único
que tenían era su pasado como pescadores pobres; aun así el Señor Jesús les
llamó a seguirlo. Este mismo principio se cumple en la actualidad. Todos
tenemos que ser jóvenes y libres de todo lo que podría ocupar nuestro ser. Para
llevar adelante Su mover en la tierra, el Señor jamás usará a alguien que sea
viejo y esté lleno de preocupaciones. Todos debemos ser tales pescadores
jóvenes, y no predicadores, sacerdotes o fariseos jóvenes, sino jóvenes
pescadores, muy sencillos, tan vacíos y libres de ocupación. Éstas son las
personas apropiadas para el reino del Señor.
CAPÍTULO SEIS
EL CRECIMIENTO DE LA
SIMIENTE DEL REINO
Lectura bíblica: Mt. 5:1-2, 3, 8, 10, 20, 45a, 48; 6:10, 33; 7:16-18, 21-
23; 19:7-8, 10; 1 P. 3:4
POBRES EN ESPÍRITU
Debido a que nuestro espíritu es un problema, el Señor Jesús nos dijo
claramente que tenemos que ser pobres en espíritu a fin de seguirle y permitirle
sembrarse en nuestro ser (Mt. 5:3). Ser pobres en espíritu simplemente significa
estar vacíos en nuestro espíritu, o sea, sin tener ninguna preocupación en
nuestro espíritu. Cuando el Señor Jesús vino a los judíos, sus espíritus se
encontraban llenos de muchas otras cosas. Ellos tenían la Palabra santa, el
templo, el altar, los rituales santos con la liturgia, así como el sacerdocio santo
encargado del servicio a Dios. Ellos pensaban que conocían a Dios debido a su
asociación con todas las cosas religiosas. Pensaban haber sido debidamente
adiestrados en el conocimiento de Dios desde sus antepasados y que habían
heredado muchas tradiciones, que para ellos eran de gran valor. Por lo cual,
cuando el Señor Jesús vino a ellos, sus espíritus se encontraban llenos de todas
las doctrinas y tradiciones del judaísmo. Estaban llenos de todo aquello que
consideraban un tesoro, al grado que nada del Señor Jesús podía entrar en ellos.
Asimismo, hoy en día una gran cantidad de cristianos tienen sus espíritus llenos
y preocupados. Aun cuando ellos no sepan lo qué es el espíritu humano e,
incluso, de que tengan uno; su espíritu se encuentra preocupado. Los cristianos
de hoy cuentan con el Antiguo y Nuevo Testamentos. Muchos de ellos saben
algo sobre Génesis, Éxodo, Salmos, Mateo, Juan y Hechos. También saben algo
acerca de la justificación por la fe, presentada en Romanos, y sobre los diez
cuernos mencionados en Apocalipsis. Ellos conocen el texto de la Biblia, pero
tienen poca revelación en cuanto al significado espiritual de dicho texto debido a
que su espíritu está lleno de otras cosas. Debido a que ellos ya están llenos, nada
del Señor Jesús puede entrar en ellos, pues no son pobres en espíritu.
Para recibir al Señor Jesús como la semilla, uno tiene que ser pobre en espíritu,
es decir, debe tener su espíritu desocupado y vacío. Por supuesto, ser pobre en
espíritu no implica tener un espíritu débil o pobre. Todos tenemos que orar
diciendo: “Señor, ten misericordia de mí, que en mi espíritu esté vacío. Señor,
quiero ser pobre en espíritu. Barre y quita todas las cosas sin valor a fin de que
yo pueda estar desocupado y vacío, preparado para que Tú vengas y entres en
mi ser”.
DE CORAZÓN PURO
Además del problema relacionado con nuestro espíritu, hay otro problema con
nuestro corazón. El Señor Jesús dijo: “Bienaventurados los de corazón puro,
porque ellos verán a Dios” (Mt. 5:8). La pureza del corazón guarda estrecha
relación con nuestros motivos. No debemos tener otra meta que no sea Dios
mismo. Ser de corazón puro es buscar únicamente a Dios. Nuestros deseos,
pensamientos y decisiones tienen que estar dedicados a buscar únicamente a
Dios mismo. Todos tenemos que orar: “Señor, concédeme un corazón puro.
Purifica mis motivos hasta que tenga una sola meta y todo mi ser esté
completamente centrado en Ti”. No debiéramos preocuparnos por ninguna otra
cosa ni tampoco debiéramos buscar ninguna otra cosa. La paz, el gozo y las
bendiciones materiales o espirituales no deben ser lo único que nos importe, por
lo que no debemos tratar de buscarlas. Nuestro corazón debe estar fijo en Dios.
Dios es nuestra meta y nuestra motivación. Quiera el Señor purificar nuestros
corazones hasta hacerlos sencillos y simples, y estén absolutamente centrados
en Dios mismo al grado que no busquemos ninguna otra cosa.
Si usted quiere recibir a Cristo, tiene que orar: “Señor, hazme pobre en espíritu
y de corazón puro. Señor, vacía mi espíritu y purifica mi corazón. Concédeme un
corazón sencillo entregado a Ti”. Si nuestro espíritu y corazón son preparados
de tal modo, estaremos listos para recibir al Señor en nuestro ser. De inmediato,
el Señor Jesús entrará en nuestro ser. Primero Él vendrá a nuestro espíritu y,
después, se propagará desde nuestro espíritu a nuestro corazón. Además de
entrar en nuestro ser como semilla del reino, crecerá dentro de nosotros. A
medida que crece, todo el tiempo Él se propagará y aumentará en nuestro
interior. En esto consiste el crecimiento del reino y esto es la venida gradual del
reino.
A fin de que se produzca la venida del reino es imprescindible que Cristo crezca
en nuestro ser constantemente. El crecimiento de Cristo en nuestro interior es la
venida del reino. Es bueno orar: “Venga Tu reino”, pero es más práctico orar
diciendo: “Señor, crece en mí”, pues es posible que decir “venga Tu reino” no sea
más que una fórmula religiosa. Si bien esta oración ha sido repetida por
millones de cristianos por más de 1900 años, el reino todavía no ha venido. No
es difícil para el Señor responder a esa oración, pero es difícil para nosotros
permitirle crecer en nuestro ser. La venida del reino es el crecimiento de Cristo
en nuestro interior. Es al ser pobres en espíritu y puros de corazón que podemos
ceder al Señor el terreno que Él necesita para crecer en nuestro ser; este
crecimiento será la verdadera venida del reino. Cuanto más rápidamente le
permitimos crecer en nosotros, más apresuramos la venida del reino.
Cuando el Señor Jesús regrese, muchos cristianos le dirán en aquel día: “Señor,
Señor, ¿no profetizamos en Tu nombre, y en Tu nombre echamos fuera
demonios, y en Tu nombre hicimos muchas obras poderosas?”. El Señor Jesús
no negará esto, sino que reconocerá que ellos hicieron tales cosas. No obstante,
Él les dirá: “Apartaos de Mí, hacedores de iniquidad” (7:22-23).
Cuando el Señor Jesús les diga a quienes viven sin ley que se aparten de Él, les
dirá que Él jamás les dio permiso para que hicieran en Su nombre lo que
hicieron. La frase nunca os conocí (v. 23) podría traducirse como “jamás os
permití”. Esta misma frase aparece en Romanos 7:15 que, traducida
literalmente, dice: “Pues lo que obro, no lo apruebo”. Si bien Pablo sabía lo que
hacía, él no lo aprobaba, no contaba con el permiso para hacerlo. Por tanto, lo
que el Señor en efecto dijo a estas personas que profetizaban en Su nombre, que
echaban fuera demonios en Su nombre y que realizaban milagros en Su nombre,
fue que Él jamás les dio permiso para hacerlo; jamás aprobó lo que hacían. Así
pues, ellos hacían estas cosas ilícitamente. Lo que habían hecho eran obras
ilícitas. Ellos debían haber cumplido con la voluntad del Padre. Ser recto no
significa ser bueno o malo, ni tampoco ser correcto o estar equivocado en
términos humanos. Ser recto, a los ojos de Dios, es actuar en conformidad con
Su voluntad.
Ser justos significa ser rectos en conformidad con la voluntad de Dios. Ser rectos
a los ojos de Dios consiste en ser pobres en espíritu, puros de corazón y rectos
en todo cuanto hagamos. Debemos ser rectos en toda nuestra conducta y
actividades, no según los conceptos humanos, ni tampoco conforme a nuestras
propias intenciones, preferencias y deseos, sino según la voluntad de Dios. He
aquí la realidad del reino y Cristo mismo. El Señor Jesús ha entrado en mi ser y
ahora se expresa por medio de mí. Él ha entrado en mí y ahora brota de mí a fin
de ser expresado. Éste es Cristo que se propaga para ser el reino.
La justicia del reino de los cielos es una justicia superior, la cual excede la
justicia de todos los demás e, incluso, la justicia de la ley (Mt. 5:20). Si usted
quisiera divorciarse de su esposa, para cumplir con lo exigido por la ley de
justicia que es conforme a la ley de Moisés, bastaría con que usted le diera una
carta de divorcio y la repudie (19:7). Mas el Señor Jesús dijo: “Pero desde el
principio no ha sido así” (v. 8). Según Dios, no fue así, sino que había un esposo
para una esposa y una esposa para un esposo. Los discípulos consideraron que
esto era muy difícil, aun al punto de pensar que era mejor no casarse (v. 10). El
Señor Jesús estuvo de acuerdo en que esto era muy difícil, pues requería que
ellos fueran rectos según Dios mismo y no solamente rectos según la ley de
Moisés. Al remitirlos al principio, Él los remitió a Dios mismo.
Ser recto según Dios significa que uno está dispuesto a dar la otra mejilla. Esto
significa que si alguien nos golpea en una mejilla, debemos estar dispuestos a
dejarnos golpear en la otra mejilla. Si alguien nos obliga a caminar con él una
milla, debemos ofrecernos voluntariamente a caminar dos. En nuestra vida
natural ninguno de nosotros puede alcanzar este estándar de justicia, de ser
rectos según Dios.
Tenemos que orar pidiendo que, por la misericordia del Señor, seamos pobres
en espíritu, puros de corazón, rectos en todo cuanto hagamos y rectos conforme
a la voluntad de Dios. Si oramos de este modo, el Señor Jesús tomará posesión
de nosotros poco a poco y llenará gradualmente todas las partes de nuestro ser.
Él crecerá en nosotros y aumentará dentro de nuestro ser a cada momento.
Finalmente, dejaremos de producir espinos y abrojos, y produciremos uvas e
higos, que son simplemente dos expresiones distintas de la vida del reino. Tanto
las uvas como los higos se usan para alimentar a otros.
En esto consiste la vida del reino. Esto no es una conducta externa, sino la
expresión de la vida interna, la cual es Cristo mismo que se propaga dentro de
nuestro ser. Para que Él se propague en todo nuestro ser, es preciso que seamos
pobres en espíritu, puros de corazón y rectos en todo cuanto hagamos, no
conforme a nuestros propios conceptos, sino conforme a lo que Dios mismo es.
Es de este manera que Cristo se siembra en nosotros y se propaga en nuestro ser
a fin de que tengamos una vida corporativa. Esta vida corporativa es el reino y
es la realidad de la vida de iglesia. Cristo como vida se propaga en nuestro
interior. Ahora ya podemos ver más claramente que el reino es la totalidad de
Cristo que, como vida, se propaga en nuestro ser junto con todas Sus
actividades.
CAPÍTULO SIETE
IMAGEN Y DOMINIO
Lectura bíblica: Gn. 1:26; 2:9; 3:1, 18a; 1 Jn. 3:9, 10a; Jn. 8:44; Mt.
23:33; 12:34; 3:7, 9; 7:16; 5:9, 45a, 48, 13a, 14a, 16; Ap. 22:1-2
Génesis 1:26 nos dice que Dios creó al hombre con dos características
principales. En primer lugar, el hombre fue creado a la imagen de Dios. En la
Biblia la palabra imagen es de gran trascendencia. Decir que el hombre fue
creado a la imagen de Dios implica afirmar que fue creado conforme a Dios.
Puesto que Cristo es la imagen de Dios (2 Co. 4:4), el hombre fue creado
conforme a Cristo. En segundo lugar, Dios le confió Su dominio al hombre. Le
dio dominio sobre los peces del mar, sobre las aves de los cielos y sobre toda la
tierra. El dominio se refiere al reino; por que es el reino divino. Así pues, los dos
aspectos principales de la creación del hombre son la imagen y el dominio. La
imagen es para la expresión de Dios, y el dominio es para la autoridad de Dios.
El hombre fue creado para expresar y representar a Dios; para expresar a Dios
se requiere tener la imagen de Dios y para representar a Dios se requiere tener
la autoridad de Dios.
Juan 3:14 nos muestra que la serpiente de bronce que fue levantada en el
desierto tipificaba a Cristo. Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre
una asta de tal modo que aquellos que habían sido envenenados por las
serpientes venenosas pudieran ser salvos (Nm. 21:9). Aquella serpiente de
bronce sobre el asta tipificaba al Señor Jesús en la cruz. Cuando Él estaba en la
cruz, Su forma se asemejaba a la de una serpiente; asimismo, la serpiente de
bronce solamente tenía la forma de una serpiente, mas no poseía ni la
naturaleza ni el veneno de una serpiente. En la cruz, el Señor Jesús tomó la
forma de la serpiente porque Él murió en lugar del hombre, el cual se había
convertido en una serpiente en su naturaleza interna. A los ojos de Dios, todos
los seres humanos se habían convertido en serpientes. Aparentemente el
hombre continuaba siendo hombre, pero en realidad era una serpiente. Por lo
tanto, cuando el Señor Jesús murió como sustituto de todas las personas
serpentinas, Él adoptó la forma de una serpiente.
ESPINOS Y CARDOS
Génesis 3:18 menciona otras dos palabras de connotación negativa: espinos y
cardos o abrojos. El Señor Jesús preguntó: “¿Acaso se recogen uvas de los
espinos, o higos de los abrojos?” (Mt. 7:16). Los espinos y los cardos vinieron a
causa de la caída. No existían antes de la caída. En la creación de Dios no había
espinos ni abrojos. Que la tierra produjera espinos y abrojos después de la caída
significa que, a los ojos de Dios, todos los hijos de Adán se habían convertido en
espinos y abrojos. Independientemente de que usted sea el gerente de un banco
o un asaltante de banco, un jugador en los casinos o el predicador de una
catedral, a los ojos de Dios su naturaleza está constituida de espinos y abrojos.
Así, al llamar a los fariseos serpientes el Señor Jesús no hablaba con ligereza, Él
tampoco se refirió a los espinos y abrojos sin que ello encerrase un significado
profundo. Cuando Jesús usó el término serpiente, ciertamente tenía en mente a
la serpiente de Génesis 3; del mismo modo, cuando se refirió específicamente a
los espinos y los abrojos, también hacía referencia a Génesis 3.
La Biblia nos dice que el Señor Jesús es la vid (Jn. 15). Cuando fuimos
regenerados, nos convertimos en pámpanos de esta vid. En Adán éramos
espinos y abrojos; pero en Cristo somos pámpanos de la vid verdadera.
Dios creó al hombre a Su imagen y le dio Su autoridad para que éste pudiera
expresarlo y representarlo. Pero en lugar de ello, Satanás entró en el hombre, lo
usurpó y se apropió de la vida del hombre. Satanás incluso saturó el cuerpo del
hombre con su propio elemento venenoso, convirtiéndolo en la carne. Aunque el
Señor le puso límites a fin de resguardar el espíritu del hombre, Satanás
corrompió su mente y se apropió de su cuerpo. Como resultado vemos que el
hombre se ha convertido en un ser serpentino, y también en espinos y cardos.
EL REINO DE SATANÁS
Un reino es la totalidad de una determinada vida. Si no hay vida, no hay reino.
Por ejemplo, sin la vida vegetal, sería imposible tener el reino vegetal. No
hablamos del reino de las sillas, de las piedras o de los ladrillos porque estas
cosas carecen de vida. Si una determinada vida existe, entonces esa vida junto
con todas sus actividades constituirá un reino. Así pues, la vida humana
constituye el reino humano, la vida vegetal constituye el reino vegetal y la vida
animal constituye el reino animal. Si hay vida, hay un reino. Satanás posee la
vida satánica, y cuando esta vida es introducida en el hombre, ésta se convierte
en el reino satánico.
Esto es un asunto de vida. Para formar parte del reino de Satanás se requiere
poseer la vida de Satanás. Si usted no poseyera la vida del diablo, jamás podría
ser un hijo del diablo. No piensen que es fácil ser un hijo del diablo. En la
actualidad, la mayoría de los cristianos simplemente descuida o ignora este
asunto de la vida. Para asaltar un banco, uno necesita poseer la vida propia de
un ladrón; de otro modo, jamás podría asaltar un banco. ¿Se puede acaso
enseñar u obligar a un pájaro a ladrar? No importa cuánto se esfuerce un pájaro
por ladrar, no podrá hacerlo porque no posee la vida que ladra. Lo mismo
sucede con respecto a mentir. Para mentir uno necesita estar constituido de la
vida cuya característica inherente es mentir; de otro modo, nos sería imposible
mentir. Una silla no podría mentir porque carece de vida; sin embargo, los seres
humanos mienten con facilidad debido a que están constituidos de la vida que
miente. Ningún padre enseñaría a sus hijos a mentir; por el contrario, ellos les
instan a que no digan mentiras. No obstante, sus hijos mienten. No tiene que
enseñarles a mentir debido a que ellos tienen la vida que miente. ¿De dónde
procede esta vida que miente? Vino de Satanás, el padre de mentira. Todos los
hombres dicen mentiras porque tienen la vida de Satanás.
¿Qué clase de vida tiene usted ahora? En la actualidad tenemos tres vidas: la
vida natural o la creada, la vida satánica y la vida divina. No podemos negar que
tenemos la vida de Satanás. ¿Acaso no perdió la paciencia recientemente? Pues
bien, ello no fue una expresión de la vida creada por Dios, sino de la vida
satánica. Estoy seguro de que la vida natural, aquella que fue creada por Dios,
jamás pierde la paciencia. Por que aunque fue creada, la vida humana no se
enoja. Sin embargo, nosotros muy fácilmente nos ponemos de mal genio. Esto
procede de la vida de Satanás que está en nuestro interior. Para nosotros es muy
difícil ser pacientes y, aún más, tenemos que esforzarnos para serlo. Pero, por el
contrario, nos enojamos con facilidad, es algo espontáneo que no requiere de
ningún esfuerzo de nuestra parte. Nosotros fácilmente nos enojamos debido a
que poseemos la vida satánica.
Debido a que tenemos estas tres vidas, somos personas bastante complicadas.
Cuando fuimos creados en Adán, teníamos una sola vida, la vida humana. Todos
nosotros estábamos en el huerto del Edén, pues estábamos en Adán. En aquel
entonces teníamos únicamente la vida humana, una vida que era inocente, pura
y sencilla. Esta vida no tenía ni enojo ni odio. Era simplemente la vida humana,
y Dios dijo que era muy buena (Gn. 1:31). Cuando ocurrió la caída, en Génesis 3,
nos fue inyectada otra vida, la vida de Satanás, la cual produjo los espinos y
cardos. Por tanto, a partir de la caída poseemos tanto la vida humana como la
vida satánica. Todo ser humano posee estas dos vidas. Todos los incrédulos
poseen tanto la vida humana como la vida satánica. A veces uno puede ver que
la vida humana en una persona, y otras veces vemos la vida satánica en esa
misma persona. Tal vez por la mañana un esposo se comporte como un
caballero; sin embargo, esta misma persona, al retornar del trabajo al
anochecer, tal vez tenga el rostro de un “diablo-hombre”.
Nosotros los cristianos, somos aún más complicados, pues cuando recibimos al
Señor Jesús recibimos una tercera vida, la vida divina. Entonces tenemos la vida
humana, la vida satánica y la vida divina. Debido a que poseemos la vida
humana, podemos ser seres humanos; debido a que poseemos la vida satánica,
podemos ser diablos-hombres; y debido a que poseemos la vida divina,
podemos ser Dios-hombres. La misma persona puede ser un caballero en la
mañana, un diablo-hombre al anochecer y un Dios-hombre en la reunión de la
iglesia.
UN ASUNTO DE VIDA
El último capítulo de la Biblia nos muestra un trono (Ap. 22:1). Este trono tiene
como finalidad el reino. Del trono brota el agua de la vida, y en el agua de la vida
crece el árbol de la vida que produce frutos que alimentan y hojas que sanan.
Esto guarda directa relación con el reino. El reino es por completo un asunto de
vida. En Génesis 1 y 2 tanto la imagen de Dios como el dominio de Dios tienen
como requisito la vida de Dios. En Apocalipsis 22 la vida procedente del trono
de Dios produce el reino, el cual expresa a Dios y lo representa. Fíjense en la
Nueva Jerusalén. Tanto la imagen como el dominio de Dios pueden ser vistas
allí. Apocalipsis 21 y 22 constituyen el cumplimiento del propósito de Dios
mostrado en Génesis 1 y 2. El reino es la totalidad de la vida, y esta vida procede
del trono a fin de producir el reino. Lo esencial es esto: el reino es totalmente un
asunto de vida. Si no hay vida, no hay reino. Si hay vida, ciertamente habrá un
reino.
CAPÍTULO OCHO
DOS REINOS
Lectura bíblica: Mt. 12:22-28; Lc. 22:3a; Hch. 5:3; Jn. 12:31; 1 Jn.
5:19; Ef. 2:2, 3, 5; Fil. 2:13; Ef. 6:11-12; Hch. 26:18a; Col. 1:13
EL REINO DE SATANÁS
Tenemos que ver que tanto el reino de Dios como el reino de Satanás son algo
de vida. El reino de Dios es un asunto de la vida divina, mientras que el reino de
Satanás es un asunto de la vida satánica. Si uno considera la situación mundial,
podrá percatarse que el linaje humano en su totalidad es un reino, pero no
solamente un reino de la vida humana, sino aún más, de la vida satánica. Hoy en
día, la sociedad humana es el reino de la vida satánica. La humanidad entera ha
llegado a ser la totalidad de la vida satánica con todas sus actividades. Por tanto,
el reino humano se ha convertido en el reino satánico, el reino de Satanás.
Mateo 12:22-28 menciona el reino de Satanás. Una persona ciega y muda que
estaba poseída por los demonios fue traída al Señor Jesús. Como dijimos en el
capítulo 2, en la Biblia un demonio representa estar en rebelión contra Dios. El
Señor Jesús echó fuera demonios. Podría parecernos que aquí simplemente se
echó fuera un demonio y se recobró a un ser humano, pero según la
interpretación del Señor, algo de mucha mayor trascendencia estaba implícito
en este evento. Esto no fue simplemente echar fuera un demonio y sanar a
alguien que estaba enfermo, sino que esto constituyó la venida del reino de Dios.
Siempre que el demonio es echado fuera, entonces allí ha llegado el reino de
Dios. Los fariseos odiaban al Señor Jesús y criticaban Sus acciones, al punto de
decir que Jesús podía echar fuera demonios por Beelzebú, el príncipe de los
demonios. El nombre Beelzebú se refiere al líder de los demonios. Los fariseos
sabían que Satanás era quien gobernaba a los demonios y quisieron ridiculizar
al Señor Jesús acusándolo de echar fuera demonios por Satanás. Pero Él les
reprendió diciendo: “Si Yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿por quién los
echan vuestros hijos?” (12:27). Lo que los fariseos le dijeron al Señor Jesús era
falso, pero Él les respondió con la verdad. Recuerden que los fariseos eran
extremadamente religiosos. A sus propios ojos y según su propio entendimiento,
ellos adoraban a Dios; sin embargo, el Señor Jesús les dijo que sus hijos
echaban fuera demonios por Satanás. Según su propio concepto, ellos adoraban
a Dios; pero en realidad, ellos estaban unidos a Satanás. Ciertamente los
fariseos pensaban que servían a Dios, lo adoraban y hacían todo lo necesario
para complacerle. No eran personas paganas, ni adoraban ídolos ni practicaban
brujería. Sólo se esforzaban por adorar a Dios y servirle. Pero el Señor Jesús los
puso al descubierto al afirmar que sus hijos echaban fuera demonios por el
poder de Satanás. Esto significaba que ellos eran uno con Satanás.
Al hablarles así a los fariseos, el Señor reveló que Satanás tiene su propio reino
(v. 26). Hay otro reino además del reino de Dios. Hoy en día la situación es, en
principio, exactamente la misma. Aun cuando hay quienes adoran a Dios en
nombre y forma, en realidad están unidos a Satanás y le sirven a él. Ellos
piensan que están en el reino de Dios, pero en realidad se hallan en el reino de
Satanás. Incluso mientras adoran a Dios, es posible que se encuentren en el
reino de Satanás. Quizás piensen laborar para el reino de Dios, pero sin saberlo
laboran para el reino de Satanás.
Tenemos que ver estos dos reinos: el reino de Dios y el reino de Satanás. A la
postre, el reino de Dios absorberá al reino de Satanás. Adán cuando fue creado
por Dios era inocente. Dios lo puso frente a dos árboles que denotaban dos
fuentes: Dios y Satanás. El propósito de Dios al crear al hombre era establecer el
reino. Según la Biblia, la suprema consumación de la obra de Dios es el reino.
En ella una casa representa una familia, y una ciudad representa un reino. En la
eternidad no habrá una casa, sino una ciudad: la Nueva Jerusalén. El apóstol
Juan dijo que él no vio templo alguno en aquella ciudad (Ap. 21:22). Esto quiere
decir que el templo será ensanchado hasta convertirse en la ciudad, y la ciudad
representa el reino. Finalmente, Dios establecerá Su reino.
DOS ÁRBOLES
Es de gran importancia que nos demos cuenta que en el principio había dos
árboles: el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal (Gn.
2:9). El árbol de la vida representa a Dios, y el árbol del conocimiento
representa a Satanás. El hombre comió del árbol del conocimiento, lo cual
significa que Satanás entró en el hombre. Satanás como la personificación del
pecado, está ahora dentro del hombre (Ro. 7:8, 11, 17, 20). Después de entrar en
él, Satanás comenzó a saturarlo, a envenenarlo y a poseerlo por completo. Por
tanto, el hombre cayó en corrupción y tinieblas; lo que significa que fue puesto
bajo la autoridad de Satanás. El hombre se convirtió en ciudadano del reino de
Satanás, sujeto al gobierno de Satanás. Por tanto, todos los nacidos del linaje
humano son también ciudadanos del reino de Satanás. Ahora todo ser humano
se encuentra sujeto a Satanás por nacimiento, y es debido a ello que los hombres
roban, pelean y matan. Éste es el reino de Satanás. Esto es la totalidad de la vida
satánica con todas sus actividades.
EL REINO DE DIOS
Satanás hace del cuerpo humano su morada, pero el Señor Jesús hace del
espíritu humano Su morada. Dios, en Su soberanía, se reservó el espíritu
humano para Sí. Aun cuando el espíritu humano ha estado bajo la influencia del
cuerpo maligno y la mente corrupta del hombre al punto de estar amortecido,
en la Biblia no encontramos indicio alguno de que Satanás hubiera entrado en el
espíritu humano. Cuando nos arrepentimos y creímos en el Señor Jesús, Él
inmediatamente entró a nuestro espíritu. El enemigo se esfuerza al máximo
para ocultarles a los cristianos el espíritu humano. La Biblia nos dice claramente
que el Señor Jesucristo está con nuestro espíritu (2 Ti. 4:22). Desde nuestro
espíritu Él crece y se propaga en nuestro interior tomando más y más posesión
de nuestro ser. Al ocupar más partes de nuestro ser, Él verdaderamente reina en
nosotros. En esto consiste el reinar interno del Señor Jesús.
Consideren el caso de un joven que haya sido salvo recientemente. Antes de ser
salvo, él estaba por completo en el principio de un demonio; en todas las partes
de su ser se encontraba en rebeldía contra Dios. Pero un día el Señor Jesús
entró en él. Ahora, cuanto más él dice “¡Aleluya!” y cuanto más ora-lee la
Palabra, más el Señor Jesús se propaga en su interior. Cuanto más él invoque
“¡Oh, Señor Jesús!”, más cabida tendrá el Señor en su ser. Cuando él invoca al
Señor y le alaba, el Señor se propaga en su interior. Sin embargo, en muchas
ocasiones el Señor Jesús no puede traspasar su manera de pensar, sus
pensamientos. Los conceptos que tiene este joven son fortalezas inexpugnables
que el Señor Jesús no puede penetrar. Parte de su ser se encuentra sujeto al
reinado del Señor Jesús, pero en otras partes de su ser son fortalezas que
resisten el gobierno del Señor. Esto es rebelión y corresponde al principio
propio de un demonio. Si el Señor Jesús no puede penetrar esta fortaleza
después de varios intentos, este joven perderá el deseo de orar, de leer la
Palabra y de invocar el nombre del Señor. Si el Señor intenta prevalecer, pero no
le es posible, entonces esperará. Tal vez después de dos semanas, o dos meses, o
dos años, el Señor lo intentará nuevamente; es posible que, a la postre, este
joven sea ayudado por otro hermano y nuevamente será animado a ir en pos del
Señor. Debido a que el Señor Jesús no pasa por alto problema alguno, Él
nuevamente tocará la vieja fortaleza, pero esta vez este hermano habrá
aprendido la lección e inmediatamente cederá ante el Señor, diciéndole: “Amén,
Señor”. Así el Señor Jesús podrá prevalecer y propagarse más en él. Esto
significa que Él crece más y ocupa más parte de su ser. Este crecimiento es la
venida gradual del reino de Dios en el interior de este hermano. Con el tiempo,
todas sus partes internas: mente, parte emotiva y voluntad, habrán sido
plenamente saturadas por el Señor Jesús. En otras palabras, Él habrá crecido
plenamente en este hermano. En cierto sentido, habrá alcanzado la etapa de la
cosecha dentro de este hermano. Él estará listo para ser cosechado; está
preparado y es maduro. Él es como una de las cinco vírgenes prudentes (Mt.
25). Si muchos cristianos que buscan al Señor fueran así, la plena manifestación
del reino vendría.
CAPÍTULO NUEVE
La Biblia nos revela que en el universo existen tres partidos: Dios, el hombre y
Satanás. Según Génesis 2 el hombre fue puesto frente a dos árboles: el árbol de
la vida, el cual representa a Dios, y el árbol del conocimiento del bien y del mal,
que denota a Satanás, el maligno. Esta revelación bíblica nos declara que el
propósito de Dios es entrar en el hombre y hacerse uno con él. Pero antes que
Dios pudiera hacerlo, Satanás entró en el hombre. Fue Satanás quien dio el
primer paso al entrar en el hombre; pero no lo hizo según la manera de Dios,
sino conforme a su propia manera maligna de proceder. Esto muestra la
soberanía de Dios, pues Dios le permitió a Satanás cierto grado de libertad para
que hiciese con el hombre lo que quisiese. Sin embargo, Dios no le permitió que
hiciese todo lo que quería. El libro de Job nos muestra este principio. Dios le
permitió a Satanás que le hiciera ciertas cosas a Job, pero también lo limitó (Job
1:12; 2:6).
Cuando uno predica el evangelio, primero debe tocar el espíritu de las personas;
debe conmover sus conciencias, pues la conciencia es la parte principal de su
espíritu. En nuestra predicación jamás debemos discutir con las personas, pues
cuanto más discutamos, más respuestas provocaremos y más incitadas serán
sus mentes. Al discutir con otros, solo fortalecemos sus almas. Es imposible
persuadir a los pecadores al debatir con ellos. Más bien, por la gracia y el poder
de Dios, uno debe conmover sus conciencias. Su conciencia forma parte de su
espíritu, y cuando uno toca su conciencia, su espíritu será conmovido. He visto
muchos casos de personas que seguían discutiendo con Dios en su mente, pero
se condenaban a sí mismos en su conciencia. En su mente discutían con Dios,
pero en su espíritu, se arrepentían delante de Dios. Cuando tratamos de ayudar
a alguien, jamás debemos incitar su mente, pues la mente humana es la
fortaleza de Satanás. Los generales de un ejército saben que no deben atacar el
área más fuerte de un enemigo, sino su punto más débil. Así pues, no aborden la
mente de las personas, pues si lo hacen, todo el reino de Satanás se levantará en
contra suya.
Satanás ha entrado en nuestro cuerpo y desde allí ejerce control sobre nuestra
alma. Por tanto, Satanás opera de afuera hacia adentro. Mientras que el Señor
opera en dirección opuesta, desde adentro hacia afuera. Un día Él vino a nuestro
espíritu, el cual es el centro, el eje de nuestro ser, haciendo de él Su morada (Ro.
8:16; 2 Ti. 4:22; 1 Co. 6:17). Desde esta morada en nuestro espíritu, Él opera
hacia afuera, hacia nuestra alma. Satanás opera desde nuestro cuerpo hacia
nuestra alma, mientras que el Señor opera desde nuestro espíritu hacia nuestra
alma.
Ahora podemos ver que estos tres partidos: Dios, el hombre y Satanás, están
todos en el hombre. En el huerto del Edén, Adán tenía dos opciones ante sí: el
árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal. Hoy en día en la
iglesia, el árbol del conocimiento está en nuestro cuerpo y el árbol de la vida está
en nuestro espíritu. Ahora ambas fuentes se encuentran dentro de nosotros.
Tenemos que comprender que somos personas muy complicadas, pues hay tres
partidos en nuestro interior. Sabemos que nuestro ser consta de tres partes:
espíritu, alma y cuerpo; pero ¿sabía usted que en su cuerpo, esto es, en su carne,
Satanás ha hecho su morada? ¿Y sabía que en su espíritu el Señor ha hecho Su
morada? Entre el cuerpo y el espíritu está el alma, el yo. Usted mismo mora en
su alma. Por tanto, Satanás mora en su cuerpo, el Señor Jesús mora en su
espíritu y usted mismo mora en su alma. ¡Ésta es verdaderamente una situación
muy complicada! Antes de ser salvo usted no era tan complicado; usted era una
persona sencilla, pues continuamente le hacía caso a Satanás. Sin embargo, el
día que usted creyó en el Señor Jesús, se dio inicio a una controversia en su ser.
Ahora usted experimenta una pugna constante debido a que en su interior hay
tres moradores: Satanás en su cuerpo, Cristo en su espíritu y usted mismo en su
alma. Quizás incluso hoy mismo haya experimentado algunas dificultades
debido a esta situación tan complicada dentro de usted.
TRES REINOS
Puesto que Satanás entró en nosotros y también el Señor Jesús, ahora es posible
que nosotros estemos en tres reinos. Si vivimos en nuestra alma, ciertamente
nos encontramos en el reino humano. Si vivimos según la carne, llegamos a
formar parte del reino satánico. Y si andamos en el espíritu y vivimos según el
espíritu, entonces nos encontramos en el reino de Dios. Sin embargo, para
cualquier persona es muy difícil permanecer en el reino humano. El reino
humano en nuestra alma se ha hecho muy débil y frágil. Con apenas un leve
golpe, es quebrantado y subyugado. Por tanto, siempre que procuramos
comportarnos como seres humanos, únicamente tenemos éxito en
comportarnos diabólicamente. Siempre que nos esforzamos por ser buenos,
descubrimos cuán malos somos. Siempre que nos esforzamos por ser pacientes
o ser bondadosos y no perder la paciencia, inevitablemente terminamos de mal
genio. ¿Por qué sucede esto? Es debido a que el maligno jamás nos dejará ser
seres humanos apropiados. Satanás siempre se esforzará por subyugarnos y
tenernos bajo su control. Es difícil que el reino humano sea independiente. En el
mejor de los casos, el reino humano es como una pequeña colonia del reino
satánico. El reino humano siempre está bajo el control del reino satánico. En
términos prácticos, hay únicamente dos reinos que prevalecen sobre la tierra
hoy: el reino de Satanás, que incluye el reino humano que está bajo su control, y
el reino de Dios.
Todos los hermanos que asumen la responsabilidad en las iglesias tienen que
comprender que la mayoría de los problemas que se suscitan en las iglesias
proceden de las mentes de los hermanos y hermanas. Según la Biblia, la iglesia
que tenía más problemas era la iglesia en Corinto, y la razón principal para ello
eran las opiniones discrepantes. Las opiniones, por supuesto, son problemas
que radican en la mente. Por tanto, Pablo les escribió exhortándoles a estar
perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer (1 Co. 1:10).
Aunque todos los santos tienen que estar perfectamente unidos en un mismo
sentir y en un mismo parecer, los hermanos que llevan la delantera también
tienen que combatir en oración. Ellos no deben discutir con otros, sino orar
específicamente: “Señor, ata al hombre fuerte. ¡Ata al hombre fuerte que opera
mediante los pensamientos discrepantes de los amados santos! ¡Oh Señor,
nosotros no podemos hacer nada! ¡Te pedimos que ates al hombre fuerte!”. Los
pensamientos de las hermanas son delicados, mientras que los de los hermanos
son explosivos. Si uno se enfrenta a tales pensamientos, sufrirá. La mejor
manera de manejarlos no es confrontar tales ideas, sino acudir al trono de
autoridad y atar al hombre fuerte. Una vez que el hombre fuerte haya sido
atado, uno podrá arrebatarle sus bienes. Con el tiempo, verá que ayudaremos a
todos los amados hermanos y hermanas uno por uno. Lo que les ayudará no
será que usted discuta con ellos o que trate de convencerlos, sino que el hombre
fuerte haya sido atado. Cuando se suscite un problema en la iglesia, jamás
confronte los pensamientos, sino que siempre acuda al trono y pídale al Señor
que ate al hombre fuerte. Esto es un asunto del reino: el reino de Satanás o el
reino de Dios. La mente es el campo de batalla y todos tenemos que luchar para
que la mente sea capturada.
En 2 Corintios 4:4 se nos dice que el dios de este siglo cegó las mentes de los
incrédulos. La táctica de Satanás consiste en cegar constantemente la mente de
las personas. Tenemos que orar para que el hombre fuerte sea atado, para que el
dios de este siglo sea atado. Efesios 4:17-18 menciona “la vanidad de su mente”.
La gente de este mundo anda en la vanidad de su mente. Su mente está llena de
cosas vanas. En el versículo 18 aparece otra expresión: “el entendimiento
entenebrecido”. El entendimiento de la gente mundana ha sido entenebrecido.
Se usa, además, una tercera expresión: “la dureza de su corazón”. En estos dos
versículos vemos la vanidad de la mente, el entendimiento entenebrecido y la
dureza del corazón. Supongamos que su mente estuviera llena de vanidad, su
entendimiento estuviera entenebrecido y su corazón estuviera endurecido; ¡qué
persona más digna de compasión sería usted! Hoy en día, no solamente la gente
del mundo es así, sino también muchos cristianos se hallan exactamente en la
misma condición. Su mente está completamente ocupada con vanidades, su
entendimiento está completamente entenebrecido y su corazón está totalmente
endurecido. Entonces, ¿qué debemos hacer al respecto? Tenemos que orar para
atar al hombre fuerte, pues sólo así podremos arrebatarle sus bienes. Estos
bienes en realidad le pertenecen a Dios, pero fueron usurpados por el enemigo.
Ahora tenemos que rescatarlos para el reino al atar al hombre fuerte.
EJERCITAR EL ESPÍRITU
No obstante, nos queda un camino: atar al hombre fuerte al ejercitar nuestro
espíritu. Es imprescindible que todo el tiempo entendamos y tengamos presente
que Satanás está en el cuerpo humano, desde donde ejerce control sobre la
mente del hombre, y que el Señor Jesús está en el espíritu humano a la espera
de que le demos la oportunidad de propagarse en todas las partes internas del
alma humana. Es menester que todo el tiempo cooperemos con el Señor Jesús al
ejercitar nuestro espíritu. La mejor manera de ejercitar nuestro espíritu es
olvidar nuestros propios pensamientos y simplemente invocar: “¡Oh, Señor
Jesús!”. Clamar: “¡Oh, Señor Jesús!” hará que seamos más sencillos. Cuanto
más invoquemos de este modo al Señor, más sencillos seremos. Nos
convertiremos en personas sencillas, pero tendremos un espíritu fuerte.
Entonces ya no nos agradará discutir. Cuando uno se enfrenta a la mente
humana, se enfrenta a la fortaleza de Satanás; entonces, si lo hacemos,
sufriremos. Pero, en vez de enfrentarnos nos volvemos al espíritu. Cuando nos
volvemos a nuestro espíritu, Satanás se pone a temblar.
CAPÍTULO DIEZ
Hemos visto que Satanás está en nuestra carne, que el Señor Jesús está en
nuestro espíritu y que nosotros mismos estamos en nuestra alma. Es por ello
que la actitud que tomemos determinará quién obtendrá la victoria, el Señor
Jesús o Satanás. Si nuestra actitud hace que seamos uno con Satanás, él será
quien venza; pero si en nuestra actitud somos uno con el Señor Jesús, Él será el
victorioso.
En los cuatro Evangelios el Señor menciona el alma varias veces. Muchos han
estudiado aquellos versículos en los cuatro Evangelios donde el Señor Jesús
habla sobre el alma, pero no han visto el vínculo existente entre estos versículos
y el reino. Tenemos que comprender que nuestra alma está estrechamente
relacionada con el reino.
EL ALMA Y EL MUNDO
Nuestra alma también está relacionada con el mundo. El mayor obstáculo para
nuestra vida cristiana no es el pecado, sino el mundo. El pecado es terrible y
tiene que ser condenado; sin embargo, el mundo es todavía más destructivo y
dañino para nuestra vida cristiana. Son más los cristianos a quienes el mundo
les impide seguir adelante con el Señor que aquellos que son obstaculizados por
el pecado. Mientras el pecado guarda relación con nuestra carne, el mundo
guarda relación con nuestra alma. Romanos 6:6 nos dice que debido a que
nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo, el cuerpo de pecado está
desempleado, nuestro cuerpo se ha quedado “sin trabajo”. Por tanto, el asunto
del pecado guarda relación con nuestro cuerpo, nuestra carne. El mundo, por el
contrario, está vinculado a nuestra alma. La existencia de este vínculo es
demostrada por Mateo 16:26, donde el Señor Jesús preguntó qué aprovecharía
al hombre si ganara todo el mundo y perdiera su propia alma.
Como ya vimos, Satanás está en nuestra carne, desde donde opera con miras a
obtener su reino; además, el Señor Jesús está en nuestro espíritu, desde donde
opera con miras a establecer el reino de Dios. Efesios 2:2 nos dice que Satanás,
el príncipe de la potestad del aire es el espíritu que ahora opera en los hijos de
desobediencia. La palabra opera es la misma usada en Filipenses 2:13 donde
nos dice que Dios realiza algo en nosotros. Así pues, hay dos operadores dentro
de nosotros, uno opera en nuestra carne y el otro en nuestro espíritu. Ambos
“operadores” están trabajando hacia el alma. Mientras Satanás opera de afuera
hacia dentro, Dios opera de adentro hacia fuera. Ambos orientan su actividad
hacia el alma del hombre, lo cual hace que nuestra alma tenga gran importancia
estratégica. Que Dios obtenga Su reino o Satanás el suyo, dependerá de nuestra
alma. Nuestra alma tiene valor estratégico para ambos reinos. A esto se debe
que el Señor Jesús —en Mateo, Marcos y Lucas— hable con tanta frecuencia
sobre tomar la cruz en relación con el alma (Mt. 16:24-25; Mr. 8:34-36; Lc.
9:23-24). Tenemos que aplicar la cruz a nuestra alma debido a que Satanás
mora en nuestra carne y procura controlar nuestra alma. Nuestra alma ha sido
saturada con Satanás mismo. Nuestra mente, voluntad y parte emotiva; así
como nuestro yo, nuestra vida del alma y nuestra relación con el mundo han
sido saturados e impregnados con Satanás.
¿Qué podría considerarse mejor que tener una noble preocupación por el Señor?
Pedro tenía tal preocupación por el Señor Jesús; no obstante, el Señor le
reprendió debido a que estaba ocupado por Satanás. Cuando uno pone la mente
en las cosas de Dios, entonces eso es excelente; pero cuando uno pone la mente
en las cosas de los hombres, uno se encuentra en el reino de Satanás. Este pasaje
de Mateo 16 nos revela que nuestra alma se encuentra en una condición caída y
es una con Satanás. Debido a esta condición tenemos que aplicar la cruz a
nuestra alma.
Siento gran aprecio por lo que dijo el Señor en Mateo 10:37-39. El Señor dijo
que quien ame a padre o hijos más que a Él no es digno de Él. Si uno ama a sus
padres o sus hijos más de lo que ama al Señor Jesús, ya no tiene nada que ver
con Él. Después, en Lucas 14:26-27 el Señor habló de aborrecer. El Señor dijo
que si alguno viene a Él y no aborrece a su padre y madre, mujer e hijos,
hermanos y hermanas, e incluso, la vida de su alma, no podrá ser Su discípulo.
Al vincular estos dos pasajes podemos comprobar que no importa si alguien
ama o aborrece mientras esta persona sea uno con Satanás. Es menester que
nuestros ojos sean abiertos para ver que estamos en nuestra alma, y en nuestra
alma está el reino de Satanás. Nuestra alma ha sido plenamente saturada con
Satanás y se ha convertido en su reino, su dominio.
LLEVAR LA CRUZ
La cruz es el medio que tiene Dios para tratar con el alma del hombre. Es
indispensable que la cruz realice su obra en nuestro ser. Ya fuimos puestos en la
cruz, pero ahora debemos permanecer en ella. Llevar la cruz significa
permanecer en la cruz. El destino y la meta final de nuestra alma es la cruz.
Tanto el alma buena como el alma mala, el alma que ama o la que aborrece, fue
puesta en la cruz. Dios puso nuestra alma en la cruz y tenemos que permanecer
allí. El Señor Jesús primero llevó la cruz y, después, fue crucificado en ella; pero
nosotros, primero fuimos crucificados y ahora llevamos la cruz
permanentemente. Jamás debemos salirnos de la cruz, pues Dios nos ha puesto
allí. Cada vez que descendemos de la cruz, de inmediato nos hacemos uno con
Satanás. En el capítulo anterior vimos que debido a que nuestra mente es un
campo de batalla, es indispensable que oremos al Señor pidiéndole que ate al
hombre fuerte. Sin embargo, con respecto a nuestra parte emotiva, el órgano
con la cual amamos u aborrecemos, tenemos que llevar la cruz. Así que, con
respecto a nuestra mente, tenemos que atar al hombre fuerte y, con respecto a
nuestras emociones, tenemos que llevar la cruz.
CRUCIFICAR EL MUNDO
Nuestra relación con el mundo también requiere que llevemos la cruz. La Biblia
nos habla de una mujer que amaba demasiado al mundo, la mujer de Lot. El
Señor Jesús nos advirtió con respecto a ella diciéndonos: “Acordaos de la mujer
de Lot” (Lc. 17:32). La mujer de Lot amaba las cosas mundanas de la ciudad de
Sodoma. Aun cuando ella fue sacada de aquella ciudad, continuaba apreciando
sus recuerdos de todas aquellas cosas mundanas. Ella no pudo olvidar el mundo
así que miró hacia atrás, convirtiéndose en una columna de sal. Por tanto, el
Señor Jesús, a modo de advertencia, nos dijo que recordásemos a la mujer de
Lot.
Supongamos que un hermano, al igual que la mujer de Lot, ama las cosas de
este mundo. Si uno ora por este hermano diciendo: “Señor, ata al hombre
fuerte”, esto no será muy eficaz. Sólo es eficaz en el caso de alguien cuya mente
está llena de opiniones, pero no será útil en el caso de alguien que ama el
mundo. Un hermano que ama al mundo necesita llevar la cruz. Para terminar
con el amor al mundo que está en nuestra parte emotiva, no depende de atar al
hombre fuerte, sino de llevar la cruz en nuestra alma. A muchas queridas
hermanas les encanta salir de compras. Algunas no tienen dinero para ir de
compras, pero les encanta ver las vitrinas de las tiendas. Tales personas aman
las cosas del mundo. Sin embargo, si permanecemos en la cruz, ciertamente no
saldremos de compras con tanta frecuencia. Es menester que el amor que
nuestra alma siente por el mundo sea aniquilado por la cruz. Esta clase de amor
que siente nuestra vida del alma por el mundo es el reino satánico. Si esto no es
crucificado, el Señor Jesús que está en nuestro espíritu no podrá propagarse en
nuestra parte emotiva. Si una hermana ama ir de compras, sus emociones serán
completamente cautivadas apartándose del Señor. Por ello, hay muchas
queridas hermanas que no crecen ni una pizca en el Señor debido a que aman
demasiado las cosas de este mundo. El Señor no halla cabida en la parte emotiva
de estas hermanas y no puede entrar en ellas, pues prácticamente todo en sus
emociones se halla ocupado por las cosas de este mundo. Si uno se olvida
fácilmente de cuántas posesiones materiales tiene, eso sería un indicio de que
no ama dichas cosas; sin embargo, a la mayoría de hermanas les es muy difícil
olvidar lo que poseen, es más, ellas recuerdan muy bien estas cosas. Incluso,
algunas hermanas no pueden decirnos cuántos capítulos tiene el libro de Mateo,
pero sí recuerdan muy bien cuántos vestidos poseen. Es posible que algunas de
ellas incluso hayan sido cristianas por más de veinte años; pero no pueden
decirnos con exactitud cuántos capítulos tiene el libro de Hechos. ¿Qué es lo
ocupa vuestra parte emotiva? ¿Dónde está vuestro amor? ¿Cuál es el objeto de
vuestro amor? Éste es un asunto del reino de Satanás o del reino de Dios. Nos
hemos valido de estos ejemplos prácticos porque el Señor nos ha mostrado que
el reino no es meramente una dispensación o una esfera. El reino es la totalidad
de la vida cristiana, y debe ser algo práctico.
PERMANECER EN LA CRUZ
Todos los versículos en que el Señor Jesús se refiere al alma están relacionados
con el tema del reino de Dios. Es indispensable que tomemos medidas con
respecto a nuestra alma, en cuanto al amor, o sea, lo que amamos y dónde
ponemos nuestro amor. Cómo amamos tiene que ser afectado, en términos
prácticos, por la cruz. Si en cuanto a nuestro amor nuestra alma jamás fue
quebrantada por la cruz; entonces, no importa lo que pensemos, nos
encontramos en el reino de Satanás. Aun cuando somos hijos de Dios en nuestro
espíritu; en nuestra alma, seguimos formando parte del reino de Satanás.
Es probable que en ciertas ocasiones, procure ser espiritual. Tal vez usted se
diga: “Fijaré mi mirada en el Señor y veré de qué manera Él me guía. Todas mis
compras las haré conforme a la dirección del Señor”. Esto aparenta ser muy
espiritual. Sin embargo, independientemente de cómo el Señor nos guíe, uno
persiste en ir de compras. El Señor no le proveyó ninguna dirección específica;
no obstante, uno compró muchas cosas, y todo aquello que compró todavía está
en casa condenándolo. Es posible que ninguna de estas posesiones sea
pecaminosa en sí, pero ciertamente le pertenecen al mundo; son cosas
mundanas que el Señor no le había ordenado comprar. Usted las compró en
conformidad con el amor que anida en su alma. Esto es el reino de Satanás. No
es un asunto de simplemente si uno se encuentra exento de pecado o si uno es
santo o si uno es libre del mundo o no, sino de en qué reino nos encontramos, el
reino de Satanás o el reino de Dios. Si su alma permanece continuamente en la
cruz, no importa lo que ame o aborrezca, usted se encontrará en el reino de
Dios; de otro modo, tanto al amar como al odiar usted estará en el reino de
Satanás.
EL YO
Ahora queremos ver el yo, algo más profundo y más escondido que el amor por
el mundo. El yo es algo más oculto y sutil que el amor por nuestra familia e
hijos. Sabemos que el yo está en el alma, pero ¿cómo se expresa? Tenemos que
referirnos nuevamente a la mente humana. El yo en el alma es mayormente
expresado mediante nuestras opiniones. Nuestros conceptos y opiniones
ineludiblemente expresan al yo en nuestra alma. Pedro dijo: “¡Dios tenga
compasión de Ti, Señor!”. Éste es un concepto, una opinión, una buena idea con
respecto del Señor. Sin embargo, esta opinión puso al descubierto el yo de
Pedro. Este yo es el elemento mismo de Satanás. También podríamos invertir
esta frase y afirmar que el elemento satánico es el yo. Siempre que expresamos
un pensamiento u opinión discrepante, expresamos el yo.
LA MENTE, EL YO Y SATANÁS
En Mateo 16 el Señor Jesús reprendió a Pedro diciéndole: “¡Quítate de delante
de Mí, Satanás!”, después de lo cual le dijo que su mente no estaba puesta en las
cosas de Dios, sino en las de los hombres. Enseguida, el Señor Jesús dijo que
quien viniese en pos de Él tenía que negarse a sí mismo. Esto nos muestra que
Satanás, la mente y el yo son tres en uno. Satanás está en la mente y la mente
está en el yo. El yo está en la mente y la mente está en Satanás. Estos tres no
pueden ser divididos entre sí. Es difícil separar al yo de la mente o a la mente de
Satanás.
LA VIDA ANÍMICA
La vida anímica no solamente denota nuestro ser anímico, sino también el
poder y la fuerza con que hacemos las cosas. Si hacemos cosas en la iglesia y en
la obra del Señor conforme a nuestro ser y a nuestras propias fuerzas, esto
constituye una demostración de nuestra vida anímica, por lo que es menester
tomar medidas al respecto. Es imprescindible tomar medidas con respecto a la
fuerza de nuestra alma, porque cuanto más dependamos de ello, más viviremos
en el reino de Satanás. No solamente es menester crucificar al yo escondido en
el alma, sino también a la vida anímica, a la fuerza del alma y al ser anímico.
Todo cuanto seamos y podamos hacer en nosotros mismos tiene que ser
eliminado. Esto tiene que ser puesto en la cruz y debe ser mantenido allí todo el
tiempo.
CAPÍTULO ONCE
Mateo es un libro que trata sobre el reino. Como vimos, Juan el Bautista
anunció el reino de los cielos y después el Señor Jesús dio continuación a esta
predicación e instruyó a Sus discípulos a hacer lo mismo. El Señor envió a los
doce, así como a otros setenta discípulos Suyos para que predicasen el reino de
los cielos (Mt. 10:5-7; Lc. 10:1, 9). Las cosas mencionadas en Mateo guardan
relación con el reino debido a que el reino es el tema central de este libro. La
gente se distrae fácilmente al leer el libro de Mateo. Incluso muchos lectores
cristianos han sido distraídos con todas las buenas historias y las excelentes
enseñanzas relatadas allí. Algunos cristianos consideran que el libro de Mateo es
un libro de historias, mientras que otros consideran que es un libro de
enseñanzas y doctrinas. Ambas perspectivas dejan de lado el tema principal de
Mateo, que es el reino. Mateo no es solamente un libro de relatos o de doctrinas,
sino que es un libro que trata sobre el reino.
Juan el Bautista anunció que “el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 3:2),
pero lo que de hecho sucedió es que vino el hombre Jesús. Esto da a entender
que el reino es sencillamente el propio Señor Jesús, y no solamente en Sí
mismo, sino en muchas personas, incluyéndonos a nosotros. Este hombre
maravilloso, el Señor Jesús, no es tan sencillo. Él es el reino. No debemos
olvidar jamás el capítulo 1 de Mateo donde se nos habla de esta persona
maravillosa que es “Jehová-más” y “Dios-más”. Así pues, esta persona
maravillosa, el Señor Jesús, quien es “Jehová-más” y “Dios-más”, es el reino. El
reino es el Señor Jesús mismo y es el Señor Jesús en todos Sus creyentes. Es la
totalidad de Cristo como vida que se propaga en nuestro ser junto con todas Sus
actividades. También es correcto afirmar que el reino es Cristo. Siento gran
aprecio por todas estas expresiones. El reino no solamente es una dispensación
o una esfera. El reino es también Cristo mismo quien, como vida, se propaga en
nuestro ser y constantemente crece en nosotros hasta la madurez, la cual será la
plena manifestación del reino.
Otro misterio concierne a nuestro corazón. El hombre tiene dos corazones. Uno
es el corazón físico, el cual late constantemente bombeando sangre
continuamente. Sin embargo, la Biblia nos dice que el corazón del hombre es
corrupto e incurablemente perverso (Jer. 17:9). Esto, por supuesto, no hace
referencia al corazón físico del hombre. Cuando la Biblia declara que el corazón
del hombre es corrupto, se refiere a otro corazón, al corazón psicológico del
hombre. Por tanto, tenemos dos corazones, uno físico y otro psicológico. Si bien
sólo unos cuantos entre nosotros tienen problemas con su corazón físico, todos
tenemos problemas con nuestro corazón psicológico. ¿Dónde está tal corazón
psicológico? Uno sabe que tiene tal corazón, pero es difícil localizarlo debido a
que éste también es un misterio. Así pues, muchos misterios se hallan
corporificados en el hombre. La vida humana, el espíritu humano y el corazón
psicológico, todos ellos son un misterio. Nuestra mente, nuestra parte emotiva,
nuestra voluntad y nuestra conciencia también son misterios.
SIETE MISTERIOS
Mateo 13 revela que hay muchos misterios relacionados con el reino de los
cielos. Las parábolas en este capítulo no son meras enseñanzas o relatos, sino
que son misterios difíciles de comprender. Éstos son misterios del mismo modo
que la vida física del hombre, el espíritu humano y el corazón psicológico son
misterios. Tenemos cierto entendimiento con respecto a nuestra mente,
conciencia, corazón, espíritu y vida; no obstante, siguen siendo misterios. La
parábola del sembrador es asimismo un misterio. Otros misterios del reino
incluyen la parábola de la cizaña, de la semilla de mostaza, de la levadura, del
tesoro, de la perla y de la red. En Mateo 13 hay por lo menos siete misterios.
EL SEMBRADOR
En primer lugar, el Señor Jesús se comparó con un sembrador, no con un
maestro. Muchos cristianos consideran a Jesús como un gran maestro. En el
relato hallado en Juan 3, Nicodemo abordó al Señor diciéndole: “Rabí, sabemos
que has venido de Dios como maestro”. Pero inmediatamente el Señor le dijo
que él tenía que nacer de lo alto. El Señor Jesús no vino como maestro cuyo
propósito fuera enseñarnos la doctrina del reino, sino que vino a sembrar el
reino en nuestro ser. La Biblia nos revela que esta simiente es el propio Señor
Jesús. Él es tanto el sembrador como la semilla. Él vino como el sembrador a fin
de sembrarse como la semilla de vida en nuestro ser.
En los cuatro Evangelios vemos cómo la semilla fue sembrada en tierra. En
Hechos vemos cómo esta semilla produce un brote tierno. En las Epístolas
vemos tanto su crecimiento gradual como su florecimiento, y en Apocalipsis
tenemos la cosecha. En Apocalipsis 14 declara que la mies de la tierra está
madura. Así pues, el Señor Jesús, quien es la semilla, fue sembrado en el
Evangelio de Mateo. Esta semilla crece hasta producir un brote tierno en el libro
de Hechos. En las Epístolas vemos el crecimiento y el florecimiento de esta
semilla y, finalmente, se producirá la cosecha en el libro de Apocalipsis.
Las palabras con las que el Señor dio inicio a Sus enseñanzas en Mateo 5 fueron:
“Bienaventurados los pobres en espíritu”. Éste fue el primer punto que trató,
pero ¡muchos cristianos no han visto esto! El Señor Jesús hizo que el primer
punto fuese el espíritu humano, pero la gran mayoría de los cristianos han
hecho que este asunto sea el último, al punto de considerarlo insignificante.
Después de esto el Señor dijo: “Bienaventurados los de corazón puro” (v. 8).
Por tanto, lo primero que fue sembrado en Mateo fue la verdad en cuanto al
espíritu humano, y lo segundo fue en cuanto al corazón del hombre. Estos dos
asuntos fueron mencionados primero porque son precisamente los lugares para
que el Señor se siembre y después se propague. Cuando el Señor Jesús entra en
alguien, Él no entra a su corazón, sino que entra a su espíritu. Como ya dijimos,
1 Pedro 3:4 nos dice que el espíritu es el centro, el núcleo mismo, de nuestro
corazón. Éste es el hombre interior escondido en el corazón. Nuestro corazón
envuelve a nuestro espíritu. El espíritu es el lugar específico donde el Señor
Jesús entra en el hombre. A partir de allí, Él busca la oportunidad de propagarse
a todas las partes de nuestro corazón.
Los pedregales
Incluso si su corazón no es como el terreno junto al camino, no debe estar
confiado, pensando que está exento de problemas. Aún hay una segunda clase
de terreno: los pedregales. El Señor Jesús dijo que estos pedregales están
cubiertos de tierra blanda que aparentemente es muy buena para cultivar. Pero
en realidad este suelo es superficial; quizás apenas tenga media pulgada de
profundidad. En la superficie hay tierra buena, blanda, pero debajo de ella hay
rocas. Estas rocas no representan primordialmente cosas pecaminosas, sino que
representan nuestra mente, parte emotiva y voluntad naturales. Así pues,
nuestra mente sin renovar, nuestras emociones que no han sido transformadas
y nuestra voluntad insumisa son tres grandes rocas que hay en nuestro corazón.
Por varios años he viajado por este país visitando y ministrando en muchos
lugares. Me alegra mucho ver el crecimiento en vida producido entre tantos
santos durante este periodo de tiempo. Sin embargo, me preocupan algunos
hermanos y hermanas, pues año tras año parecen experimentar un crecimiento
mínimo. Simplemente no vemos el crecimiento ni la expansión del Señor Jesús
dentro de ellos. Es posible que estas personas sean muy buenas, amables y
simpáticas; pero ha habido muy poco crecimiento de Cristo en ellas. El reino no
es un asunto de que seamos personas simpáticas y afables; sino de que Cristo
mismo se expanda dentro de nosotros. Debido a las rocas escondidas en el
corazón, el Señor Jesús no ha podido crecer en algunos hermanos y hermanas.
Otra gran roca son nuestras emociones que no han sido transformadas ni
tocadas. Si sus emociones son inmaduras y, en cierto sentido, frágiles, lo más
probable es que el Señor jamás haya podido tocarlas o entrenarlas. Si sus
emociones han pasado por el entrenamiento del Señor y han sido debidamente
tratadas, entonces usted no se ofenderá fácilmente. Será una persona flexible
pero no frágil. Nuestras emociones tienen que ser tocadas y tratadas por el
Señor a un nivel muy profundo. Tenemos que orar al Señor pidiéndole que tome
medidas con respecto a nuestras emociones. Algunos problemas que se suscitan
en las iglesias son causados por emociones frágiles. Hermanas, ¿qué hay de sus
emociones? Si usted quiere persuadir a una hermana acerca de algo, no le será
necesario hablar mucho; todo lo que tendría que hacer es derramar un par de
lágrimas, una de cada ojo. Tal hermana será completamente persuadida por un
par de lágrimas, porque sus emociones no han sido disciplinadas. ¡Cuánto
necesitamos el trato del Señor para nuestras emociones!
En cierta ocasión, los dos hijos del sumo sacerdote Aarón murieron al ser
consumidos por el fuego enviado por el Señor (Lv. 10:1-7). En su condición de
padre, ¿cómo podría Aarón contener sus lágrimas y no hacer lamentación por
sus hijos? Sin embargo, Moisés instruyó a Aarón que no hiciese lamentación.
Podríamos pensar que Moisés no tenía sentimientos humanos. El hecho de que
Aarón pudiera controlar sus emociones y contener sus lágrimas indica que él era
apto para ser tal sumo sacerdote. En el reino de Dios, en la vida de iglesia, no
debemos jugar con nuestras emociones. Las hermanas fácilmente se tornan
emotivas, se lamentan y lloran. Sin embargo, por la misericordia del Señor y por
Su vida en nuestro ser, todos podemos subyugar nuestras emociones y permitir
que las mismas sean completamente transformadas. Será necesario excavar
profundamente en nuestra parte emotiva y quitar la roca de nuestras
emociones. Si nuestras emociones no son transformadas, el Señor no podrá
arraigarse profundamente dentro de nosotros. La gran roca de nuestras
emociones impide el crecimiento de Cristo.
Ahora hemos de referirnos a la voluntad, la cual es una roca aún más difícil y
dura que la mente y las emociones. Éste quizás sea un problema que
particularmente se suscita entre los hermanos. He conocido muchos hermanos
de voluntad férrea. Una vez que ellos han tomado una decisión, nada puede
hacerles cambiar de idea. Por supuesto, hay algunos hermanos que también son
indecisos, pero la mayoría son más bien obstinados. A veces, los hermanos de
voluntad férrea no quieren oír lo que el ministerio o los ancianos dicen.
Hermanos, es necesario que su voluntad sea quebrantada, derribada y
pulverizada. Espero que finalmente, los hermanos de voluntad fuerte permitan
que el Señor toque su voluntad. Entonces la iglesia será rescatada. Es necesario
que ustedes oren: “Oh Señor, ten misericordia de mí. No dejes que mi corazón
sea endurecido por el tráfico de este mundo. Desentierra las rocas de mi mente
natural, mis emociones naturales y mi voluntad natural. Propágate desde mi
espíritu a todas las partes de mi corazón”.
CAPÍTULO DOCE
LOS ESPINOS
En el capítulo anterior comenzamos a hablar sobre los misterios del reino según
son presentados en Mateo 13. Vimos que el Señor Jesús es tanto el Sembrador
como la semilla. Cuando Él sembró, algunas semillas cayeron junto al camino
donde el terreno se había endurecido a causa del tráfico del mundo. Otras
semillas cayeron en los pedregales donde las piedras escondidas bajo la
superficie impidieron su crecimiento. Ahora hablaremos sobre la tercera clase
de terreno, el que está lleno de espinos. Debemos recordar que la fuente de los
espinos es la serpiente (Gn. 3:18). En Mateo 13:22 el Señor Jesús nos dijo que
los espinos representan las preocupaciones de este siglo y el engaño de las
riquezas. Estos espinos ahogan el crecimiento del Señor Jesús, quien fue
sembrado en nuestro interior. Todos estamos familiarizados con las
preocupaciones de este siglo y con el engaño de las riquezas.
En muchos aspectos los Estados Unidos es un lugar muy bueno para la vida de
iglesia. En este país se encuentra de todo. Es fácil obtener un trabajo que le
permita a uno laborar ocho horas al día y cinco días a la semana. Esto nos
permite tener los sábados, el día del Señor y todas las noches durante la semana
para practicar la vida de iglesia. Ésta es una situación ideal para la vida de
iglesia. Sin embargo, si usted no vive en función de la vida de iglesia, entonces el
estilo americano de vida representa un gran peligro. Si usted no tiene una vida
de iglesia, ¿en qué se ocupará? ¿Qué hará los fines de semana y las noches? ¿A
dónde irá? Sin duda alguna, usted será atraído hacia una gran variedad de
diversiones, deportes y clubes nocturnos. Todas estas cosas se convertirán en
trampas para usted.
¡Nosotros vivimos para la vida de iglesia! Alabamos al Señor que los Estados
Unidos existen para la vida de iglesia. Pero, no solo para que tengamos la vida
de iglesia en este país, sino también para que la vida de iglesia se propague a
todo el mundo. ¿Se han percatado de que los Estados Unidos tiene una
ubicación geográfica estratégica? Se encuentra en una encrucijada céntrica del
mundo al estar entre dos grandes océanos, el Atlántico y el Pacífico, que son
como las dos alas de un águila. Desde los Estados Unidos resulta fácil
transportarse en cualquier dirección: desde su costa en el Pacífico podemos
atender a las necesidades de Asia y el Lejano Oriente; desde su costa en el
Atlántico podemos atender a Europa y África. También podemos atender a las
necesidades del resto de América del Norte así como de América del Sur. ¡Esto
es maravilloso! He aquí la soberanía de Dios. El Señor jamás se equivoca y Él ha
escogido a los Estados Unidos para el recobro de la vida de iglesia.
Asimismo, todas las comodidades modernas también son para la vida de iglesia.
Durante el siglo diecinueve, se requería de varios meses para viajar de Nueva
York a Los Ángeles; pero ahora, un jet puede cubrir esa distancia en menos de
seis horas. Nosotros no estamos al servicio de los jets, sino que los jets están a
nuestro servicio. Tampoco estamos al servicio de la era presente, sino que la era
presente está a nuestro servicio, no debemos preocuparnos por ella. El Señor
cuida de nosotros y está a favor de nosotros, siempre y cuando nosotros estemos
a favor recobro del Señor. “Buscad primeramente Su reino y Su justicia, y todas
estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6:33). Todas estas cosas serán gratuitas para
nosotros si compramos el reino. El reino tiene un precio y tenemos que pagarlo.
Si pagamos dicho precio, nuestro sustento será una añadidura gratuita. El Señor
cuidará de nosotros si a nosotros no nos preocupa esta era. Tengan cuidado con
el engaño de las riquezas. Por supuesto, si a usted le preocupa esta era, le dará
mucha importancia al dinero y caerá en esa trampa. Si somos libres de las
preocupaciones de este siglo, no nos preocuparemos por el dinero, pues
ganaremos dinero para el recobro del Señor.
LA BUENA TIERRA
No somos un campo maldito que produce espinos; somos un campo bendito
donde Cristo es cultivado como el trigo verdadero. Nuestra fuente no es la
serpiente, nuestra fuente es el Dios de vida. Así pues, no somos malditos, sino
benditos. La tierra que fue maldecida y cuya fuente es la serpiente es la que
produce espinos. Pero nosotros procedemos de otra fuente, de nuestro Padre, el
Dios de vida. Por tanto, somos un campo, una labranza, muy bendecida por
nuestro Padre. Nosotros cultivamos a Cristo, el trigo verdadero. Nosotros no
somos el terreno junto al camino ni tampoco somos los pedregales o los espinos.
Somos la buena tierra, donde Cristo crece. Como vimos, las semillas son
sembradas en Mateo, y su desarrollo tiene lugar en las Epístolas. Si recordamos
este principio, descubriremos muchas cosas al leer el Nuevo Testamento.
EL DESARROLLO DE LA SEMILLA
De Mateo 13 avancemos a 1 Corintios 3. En este capítulo Pablo claramente dejó
establecido que somos labranza de Dios y también dice que él mismo sembró,
Apolos regó y el crecimiento lo dio Dios. Este es el desarrollo de Mateo 13. En 1
Corintios 3 se nos muestra que en el desarrollo de la semilla los colaboradores
de Dios siembran y riegan. No dice que Pablo enseñó ni que Apolos edificó ni
que, finalmente, Dios otorgara el certificado de graduación. En este capítulo no
hay maestro, pero sí un sembrador. No se habla de un edificador, pero si, de uno
que riega. Damos gracias a Dios por sembrar, regar y dar crecimiento. Éste es
un lado del desarrollo.
El otro lado se halla en Gálatas 1:15a y 16a, donde el apóstol Pablo dijo: “Cuando
agradó a Dios [...] revelar a Su Hijo en mí”. Esto significa que Dios sembró a
Cristo en él. Cuando Dios el Padre revela a Su Hijo en nosotros, Él siembra a
Cristo en nuestro ser como la semilla de vida. En Gálatas 2:20 Pablo dijo: “Mas
vive Cristo en mí”. Así pues, primero Cristo es revelado en nuestro ser y después
Él vive en nosotros. Esto denota crecimiento y desarrollo. En Gálatas 4:19 Pablo
dijo: “Hasta que Cristo sea formado en vosotros”. Cristo no solamente vive en
nosotros, sino que además Él se forma en nuestro ser. Que Cristo se forme en
nuestro interior implica que Él está plenamente establecido dentro de nosotros.
Muchas veces he usado un guante a manera de ilustración. Un guante fue hecho
para contener una mano. A veces es difícil poner nuestra mano dentro del
guante apropiadamente, por lo que debemos hacerlo gradualmente y con
esfuerzo, insertando un dedo a la vez. Esto sirve para ilustrar de qué manera el
Cristo que vive en nosotros se esfuerza para ser plenamente formado en nuestro
interior. Él está a la espera de que le demos oportunidad de propagarse en todas
las áreas de nuestro ser. Cuando Él pueda hacerlo, será formado en nuestro ser.
Ésta será la realidad de lo descrito en Efesios 3:17 donde se nos dice: “Para que
Cristo haga Su hogar en vuestros corazones”. El corazón del hombre se compone
de su mente, su voluntad, su parte emotiva y su conciencia. En el centro de
nuestro corazón está nuestro espíritu. Cristo, quien radica en el centro de
nuestro ser, está a la espera de la oportunidad para expandirse de nuestro
espíritu a nuestra mente, emociones y voluntad. Entonces Cristo se habrá
establecido en todas las partes de nuestro corazón. Esto significa que Cristo
habrá hecho Su hogar en nuestro corazón al ocupar y poseer todo nuestro ser.
En esto consiste la propagación del Cristo que mora en nosotros. La
propagación del Cristo que mora en nosotros es simplemente, el crecimiento de
la semilla dentro de nosotros.
LA CIZAÑA
Hay otras tres parábolas en Mateo 13: la de la cizaña, la de la semilla de mostaza
y la de la levadura. Estas tres parábolas, junto a la del sembrador, conforman un
grupo. Todas ellas guardan relación con la vida vegetal y con la agricultura. En
la primera parábola el sembrador siembra la semilla. En la segunda parábola
aparece la cizaña, la cual crece en la misma labranza. En la tercera parábola se
nos habla de una semilla de mostaza que crece en el campo de cultivo. En la
cuarta parábola se prepara la harina con los granos de trigo que fueron
producidos en el campo. Por tanto, estas cuatro parábolas atañen a un mismo
crecimiento. Ellas se relacionan entre sí, y no debemos separarlas.
Hemos visto que el propósito de Dios es sembrar a Cristo como vida en nuestro
ser de tal modo que Él pueda crecer en nuestro interior. Este proceso de
crecimiento es la venida del reino. Sin embargo, Satanás, el enemigo de Dios,
jamás duerme. Él siempre está ocupado. En cuanto él vio que en la labranza de
Dios crecía trigo, vino y sembró semillas falsas, que son la cizaña (13:24-30).
Antes de esto, él ya había ocasionado bastante daño. Primero, él se presentó en
forma de pájaro que arrebata la semilla que cayó junto al camino. Alabado sea el
Señor, ya que parte de la semilla cayó en el campo de cultivo. Sin embargo,
debajo de una parte del terreno habían rocas, o sea, la mente, emoción y
voluntad sin renovar. Éstos eran elementos de nuestro ser que habían sido
saturados por Satanás. Así pues, la mente, voluntad y parte emotiva que fueron
saturadas por Satanás representan rocas muy duras que están debajo del suelo.
Aparentemente, Satanás no pudo arrebatar la palabra que ya había sido
sembrada en una persona, pero sí se aferró a la mente, parte emotiva y voluntad
de esta persona haciendo que se convirtieran en grandes rocas. Después de esto,
Satanás laboró para producir los espinos al hacer que las preocupaciones de esta
vida, el amor por el dinero y el engaño de las riquezas ahogaran el crecimiento
de Cristo. Esto indica que Satanás, el insidioso, siempre está ocupado. Él
arrebata la semilla, endurece a las personas y hace que los espinos broten. Pero
sin importar todo el daño que Satanás pudo hacer, Dios obtuvo la victoria, pues
hubo buena tierra, la cual produjo el trigo.
LA SEMILLA DE MOSTAZA
Ahora abordaremos la parábola de la semilla de mostaza (13:31-32). El Señor
Jesús dijo que la semilla de mostaza es la más pequeña de las semillas; no
obstante, ella crece hasta convertirse en un gran árbol. Aunque esto podría
pasar desapercibido, esto también nos habla del daño causado por Satanás.
Según Génesis 1, todas las hortalizas deberán reproducirse según su propia
especie, así como también los animales. Por ejemplo, un duraznero deberá
producir según su especie, y de igual forma un manzano. Por tanto, una hierba
deberá producir según su propia especie, así como un árbol según su propia
especie. Sin embargo, en esta parábola vemos algo que no crece según su propia
especie, es decir, una hierba se convierte en un árbol. Este crecimiento es
desproporcionado y contradice la regulación impuesta por la ley de la vida. Toda
clase de vida tiene su propia esencia, poder, forma y ley de vida. Sabemos que si
un durazno echa brotes, se convertirá en un árbol de durazno, alcanzará la
altura de un árbol de durazno normal y producirá duraznos. No necesitamos
preocuparnos de que este árbol de durazno crezca y se convierta en otra clase de
árbol y no llegue a producir duraznos. Esto es imposible, pues dentro del brote
de durazno está la vida de durazno, e inherente a esta vida de durazno está la
esencia del durazno y la ley del durazno, las cuales regulan su desarrollo. Según
su ley de vida, el brote de durazno crecerá hasta convertirse en un árbol de
durazno y producirá duraznos.
Un gran árbol
Pero la hortaliza de la mostaza creció hasta convertirse en un gran árbol. Su
forma, naturaleza y apariencia fueron alteradas, lo cual quebrantó la ley propia
de su vida y generó un crecimiento desproporcionado. Esto representa al
cristianismo. El cristianismo se ha convertido en un gran árbol. Según su
naturaleza, una hierba de mostaza es algo pequeño y comestible. Pero esta
hierba creció desproporcionadamente y se convirtió en un gran árbol con
muchas aves malignas alojadas en sus ramas. Como tal, dejó de ser comestible.
Anteriormente en este mismo capítulo, el Señor Jesús nos dio la interpretación
en cuanto a las aves del campo al decirnos que ellas representaban al diablo y
sus ángeles. Hoy en día, muchos espíritus malignos se hallan alojados en el
cristianismo. Las ramas se han convertido en alojamiento para los demonios.
Esto no debiera ser mera doctrina para nosotros; es indispensable que tengamos
su aplicación práctica.
Crecer desproporcionadamente
La hierba de la mostaza se convirtió en un gran árbol al quebrantar la ley de vida
y crecer desproporcionadamente. ¿Qué significa esto? Muchos cristianos
ambicionan ser grandes. El deseo de ser grandes es muy peligroso porque puede
hacer que quebrantemos la ley de vida. Damos gracias al Señor que el mover de
Su recobro en este país ha crecido gradualmente a lo largo de los años. Cuando
celebramos el entrenamiento sobre el libro de Salmos en 1969, asistieron
setecientas personas. En 1972 había cerca de dos mil docientos asistentes, más
del triple de los reunidos en 1969. Éste ha sido el crecimiento apropiado. Aun
cuando ha sido un crecimiento bastante lento, no obstante, ha sido un
crecimiento normal. Durante los años pasados hemos crecido lentamente
porque no queremos realizar una obra grandiosa. Por tanto, no nos valemos de
propagandas ni de avisos. Recientemente, un periodista contactó a unos de los
hermanos y nos ofreció algunos avisos en su periódico así como alguna
publicidad. El hermano le dijo a este periodista que no nos gusta poner avisos,
sino que preferíamos permanecer escondidos. Somos una pequeña hierba de
mostaza y no queremos convertirnos en un gran árbol. Según nuestro concepto
humano natural, es bueno ser como un hongo que crece de un día para otro. Un
hongo, si bien crece de un día para otro, también desaparece de un día para
otro. Todo cuanto nos llegue rápidamente también se irá rápidamente. Pueden
estar seguros de esto. Procuremos el crecimiento en la proporción debida y en
conformidad con la ley de vida, el crecimiento que es según su especie. No
queremos el crecimiento desproporcionado y que no corresponde a su especie.
No creceremos rápidamente ni tampoco acabaremos rápidamente. Tenemos
que crecer en conformidad con la ley de vida y según nuestra propia especie, de
acuerdo a la proporción apropiada. Les aconsejo que jamás usen propagandas.
Si usted se va a hacer de un nombre, es mejor hacerse de un mal nombre. Dejen
que las personas hablen mal de ustedes. No procuren exhibir sus mejores
aspectos ante la gente. Si la gente viene a examinarlos, dejen que ellos
descubran sus puntos débiles. Siempre hemos practicado esto, porque no
queremos ser grandes. Deseamos permanecer como una pequeña hierba de
mostaza y jamás convertirnos en un gran árbol. En el recobro del Señor no
tenemos gigantes. Si alguien viene a su localidad queriendo saber quién es su
ministro, deberán decirle que todos somos ministros. Incluso las hermanas más
pequeñas son ministros. Nosotros no tenemos un gran líder, somos pequeñas
hierbas de mostaza.
Es comestible
Las hierbas de mostaza son comestibles. El mundo entero está hambriento. Lo
que este mundo hambriento necesita no es un gran árbol, sino la pequeña
hierba de mostaza que alimenta a las personas a fin de que el hambre que hay
en todos los seres humanos sea saciada. Dejemos que todas las iglesias locales
sean pequeñas; incluso si somos muy numerosos, debemos permanecer
pequeños en naturaleza. Siempre debemos observar la ley de vida y jamás crecer
desproporcionadamente.
LA LEVADURA
La parábola siguiente es la que nos habla de la levadura. Satanás, como ave
maligna, arrebata la palabra que fue sembrada, hace surgir rocas muy duras
debajo del suelo, hace que los espinos ahoguen el crecimiento de la vida divina,
siembra confusión al plantar la cizaña y causa el crecimiento desproporcionado
y desmesurado. Todas estas cosas representan la obra que Satanás lleva a cabo
con el fin de arruinar o retardar el crecimiento apropiado de la vida en la
labranza de Dios. Sin embargo, ¡Dios es victorioso! Pues un poco de grano es
producido, y podemos obtener la harina fina. No importa cuánto se esfuerce
Satanás por estorbar la labranza de Dios; ésta todavía produce la harina fina útil
para hacer el pan. Por supuesto, todavía será necesario que estos granos sean
molidos, mezclados y cocidos.
La mixtura
En esta parábola tenemos la harina, la levadura y la mujer. Esta mujer en Mateo
13 representa a la Iglesia Católica Romana. Ella también es Jezabel, la mujer
mencionada en Apocalipsis 2. Esta mujer maligna, la gran ramera, añadió
levadura a la harina fina, produciendo así una mixtura de lo real y lo falso, lo
bueno y lo malo, los elementos de Cristo y los de Satanás. En el cristianismo
podemos ver tanto cosas reales como falsas, tanto cosas santas como mundanas,
elementos de Cristo y elementos de Satanás, todos ellos juntamente mezclados.
En la Iglesia Católica Romana y en todas las otras denominaciones hay muchos
que son verdaderos cristianos, pero también hay mucha levadura. La Iglesia
Católica Romana ha adoptado muchas cosas paganas y las ha mezclado con las
cosas de Cristo. Por ejemplo, ¿sabían que el origen de la navidad es pagano? En
realidad, el día en el que se celebra la navidad, el 25 de diciembre, corresponde
al día en que se celebraba el cumpleaños del dios sol. La Iglesia Católica
Romana tomó este feriado pagano y lo convirtió en el cumpleaños de Cristo.
Muchos cristianos alegan que la navidad es ocasión propicia para predicar el
evangelio y que, mientras la humanidad entera celebra la navidad, ellos
aprovecharán esta ocasión para predicar a Cristo. Esto no es más que levadura y
muestra la astucia del enemigo. La Pascua o Semana Santa también es levadura.
Cuando la Iglesia Católica llegó a China, abrazó la adoración a los ancestros. No
solamente en la Iglesia Católica Romana, sino también en las denominaciones
hay muchas cosas mundanas y muchas concupiscencias que han sido añadidas a
las cosas de Cristo para producir una mixtura. Nuestros ojos tienen que ser
abiertos para que podamos ver esta mixtura.
Nosotros estamos en contra de tales aves del campo. Estamos en contra de las
rocas debajo de la tierra blanda, de los espinos y de la cizaña. Estamos en contra
al crecimiento desproporcionado del gran árbol y también estamos en contra de
toda levadura. Estamos opuestos a todo lo que corrompa. Esto es un asunto del
recobro del Señor y del reino del Señor. Estas parábolas son los misterios del
reino.
CAPÍTULO TRECE
Las parábolas en Mateo 13 tratan sobre los misterios del reino. Esto no significa
que estos misterios no representen algo real. De hecho, estos misterios son la
realidad. La diferencia estriba en que aquí el Señor Jesús no presentó
directamente tal realidad a Sus discípulos, sino que se las presentó de una
manera misteriosa. Él presentó los misterios del reino de modo tal que
únicamente aquellos que de corazón se interesaban por el deseo de Dios podrían
entenderlos. A quienes fueran indiferentes con respecto a los intereses de Dios
les sería muy difícil entender estas parábolas.
En Mateo 13:11-15 el Señor Jesús le dijo a los discípulos que Él usó las parábolas
como el medio para revelarles los misterios del reino. Él les habló en parábolas
debido a que los líderes religiosos, pese a aparentar ser muy religiosos y tener
celo por Dios, eran indiferentes con respecto a los intereses de Dios. Ellos tenían
la forma y la apariencia de alguien que busca a Dios, pero carecían de la
realidad. A ellos verdaderamente no les interesaba el deseo de Dios.
Antes de esta ocasión, en Mateo 12:46-50, la madre y los hermanos del Señor
Jesús habían venido a verle con el deseo de hablar con Él. Cuando el Señor
Jesús lo supo, preguntó: “¿Quién es Mi madre, y quiénes son Mis hermanos?”.
Él no consideraba como Sus hermanos y hermanas los que eran según la carne,
sino aquellos que se interesaban en hacer la voluntad de Dios. Todo aquel que se
interese por cumplir la voluntad de Dios es Su hermano, Su hermana y Su
madre. Esto denota que para el tiempo del relato en Mateo 12 el Señor Jesús
había abandonado al pueblo judío. Según la carne, los judíos eran los hermanos
del Señor. Sin embargo, al final de Mateo 12, el Señor Jesús había renunciado a
esa relación. Él ya no tenía ninguna relación con ninguna persona según la
carne. Por tanto, Sus relaciones serían en el Espíritu y relacionadas con la
voluntad de Dios. Debido a que al pueblo judío únicamente le importaban los
formalismos y las apariencias, sin preocuparse por aquello que le interesaba a
Dios, el Señor Jesús los abandonó. Después de este hecho, Él comenzó a hablar
sobre la realidad del reino en parábolas, no abiertamente, sino de una manera
misteriosa.
Otros libros daban a entender que el gran árbol era algo positivo (Mt. 13:32).
Estos libros decían que, al inicio, el cristianismo era como una pequeña semilla
sembrada por el Señor Jesús, pero ahora en su grandeza, se ha convertido en
algo maravilloso y magnífico. Esta clase de interpretación indica que los ojos de
tales personas habían sido cegados. En este mismo capítulo el Señor Jesús nos
proveyó la interpretación de las aves diciéndonos que ellas representaban a
Satanás y sus ángeles malignos (v. 19). Estos espíritus malignos, las aves, anidan
en el gran árbol. Son las aves del cielo las que se alojan en las ramas de este gran
árbol, no el Dios Triuno ni tampoco los santos. Esto demuestra que el gran árbol
está vinculado a Satanás. ¿Cómo, entonces, podríamos considerar el gran árbol
como algo positivo? La iglesia es la morada de Dios, donde Dios hace Su hogar.
El gran árbol, sin embargo, es algo completamente diferente. La iglesia puede
ser comparada a la vid de Juan 15, pero no al gran árbol de Mateo 13. La vid no
sirve para producir bienes materiales. ¿Alguna vez han visto que se hayan
confeccionado muebles o casas con la madera de la vid? La vid sirve para
producir uvas y vino, o sea, algo para comer y beber. Asimismo, la iglesia tiene
que ser pequeña, no una gran estructura, pero debe estar llena de lo que se
puede comer y beber. El hecho de que las aves malignas se alojen en las ramas
del gran árbol demuestra que este árbol es algo negativo.
Otros daban a entender que la levadura también era algo bueno y positivo, pues
decían que si el pan no tuviera levadura, la gente tendría dificultad para
comerlo. Esto último es correcto. Sin embargo, en Levítico 2:4 Dios no permitió
que ninguna levadura fuese añadida a la ofrenda de harina. La ofrenda de
harina tenía que ser sin levadura. El catolicismo excusa el uso de la levadura
diciendo que es difícil para las personas recibir a Cristo si no hay levadura. El
catolicismo arguye que las personas no aceptarían la verdad simple acerca del
nacimiento del Señor Jesús o de la resurrección de Cristo si no está mezclada
con la levadura de la navidad y la pascua. Cristo es la harina, pero lo que se
añade aparte de la harina es levadura. La navidad es Cristo “más” algo añadido,
esto es, la harina “más” la levadura. La resurrección de Cristo más la levadura se
ha convertido en la celebración de la Pascua, o “la Semana Santa”.
En la Biblia, la levadura es siempre algo negativo. Tal vez sea de ayuda, pero de
manera negativa. Si tenemos un corazón abierto y sincero con un sincero interés
por la voluntad de Dios, entonces Él nos dará un espíritu de sabiduría y de
revelación para ver todas estas cosas. Por Su misericordia, Él nos ha mostrado el
verdadero significado de todas las figuras presentadas en estas parábolas. En
estas cuatro parábolas de Mateo 13 hay seis cosas positivas: el sembrador, la
semilla, la buena tierra, el trigo, la hierba de mostaza y la harina. El sembrador
es el Señor Jesús quien vino a sembrarse como semilla en la buena tierra. De la
buena tierra brota el trigo así como la hierba de mostaza. Tanto el trigo como la
hierba de mostaza son comestibles. La hierba de mostaza es alimento para el
hombre, y el trigo es alimento para el hombre y para Dios, pues el trigo era
usado para cocinar la torta de harina que era ofrecida a Dios en la ofrenda de
harina. En 1 Corintios 10 también vemos un pan hecho de trigo. Ese es el pan de
la mesa del Señor, el cual es alimento tanto para Dios como para el hombre. La
iglesia tiene que ser semejante a esto; tiene que ser tanto la hierba de mostaza
como el trigo del cual se produce la harina fina, a fin de proveer alimentos y
satisfacer tanto a Dios como a los hombres.
En estas cuatro parábolas hay también varias cosas negativas: las aves del cielo,
las rocas, los espinos, la cizaña, el gran árbol, la levadura, la mujer y el maligno.
Todos tenemos que estar claros con respecto a estas cosas. Las aves representan
al maligno, a Satanás mismo. Las rocas representan la mente que no ha sido
renovada, las emociones no disciplinadas y la voluntad insumisa. Los espinos
representan las preocupaciones de este siglo y el engaño de las riquezas. La
cizaña representa a los falsos cristianos. El gran árbol representa al cristianismo
actual. La levadura representa toda cosa pagana, mundana, pecaminosa e
idólatra. La mujer representa a la Iglesia Católica Romana e incluso a toda la
cristiandad, y el maligno es el propio Satanás. Deben traer todas estas cosas
delante del Señor y orar al respecto hasta que todo esto sea completamente
transparente y claro para ustedes. Esto llegará a ser uno de los rescates más
grandes y una salvaguarda para ustedes.
Apocalipsis 6 y 8 nos habla de siete sellos, los primeros cuatro sellos más los
últimos tres. Además, hay seis sellos más uno, pues la conclusión sigue al
séptimo sello. Es entonces cuando sobrevendrá la ira de Dios. El mismo
principio se aplica a las siete trompetas mencionadas en Apocalipsis 8, 9 y 11.
Primero, están las cuatro trompetas, y después le siguen las tres trompetas
finales. También vemos las seis trompetas más la última trompeta. Cuando
suene la última trompeta, la ira de Dios se manifestará. Cuando concluya la
séptima parábola de Mateo 13, eso significará la compleción para el reposo de
Dios. En esta parábola algunas versiones de la Biblia usan la frase el fin del
mundo; pero según el griego, esta frase debiera traducirse como “la
consumación del siglo”. Esto indica que la séptima parábola es la compleción.
Cuando esta parábola concluya, ese será el tiempo para el reposo de Dios.
El tesoro y la perla
Cada una de las cuatro parábolas en el primer grupo contiene algo relacionado
con la vida vegetal. Las dos parábolas siguientes, la del tesoro escondido en el
campo y la de la perla, guardan relación con los minerales. El tesoro ciertamente
tiene que contener ya sea piedras preciosas u oro, todos los cuales son
minerales. La perla también es un tipo de mineral puesto que su estructura
básica, la de una piedra pequeña, es un mineral.
Tres pueblos
Es mucho lo que se abarca aquí. El Señor Jesús es muy sabio, y estas parábolas,
aunque son sencillas, contienen gran sabiduría. Consideradas en grupo, las
últimas tres parábolas abarcan la totalidad del linaje humano, y éste está
compuesto por tres pueblos: los judíos, la iglesia y los gentiles. Esto ha sido
revelado en 1 Corintios 10:32, donde podemos ver que en la actualidad el linaje
humano está compuesto únicamente por estos tres pueblos: los judíos, la iglesia
y los gentiles.
Dos mundos
A los ojos de Dios hay únicamente dos mundos: uno es el que está representado
en la Biblia por la tierra y el otro que está representado por el mar. Los gentiles
pertenecen al mundo representado por el mar y los judíos, al mundo
representado por la tierra. Tanto Daniel 7 como Apocalipsis 13 revelan que el
mundo gentil es el mundo representado por el mar. El tesoro escondido en el
campo, es decir, en la tierra, se refiere al reino con Israel. Y la perla se refiere a
la iglesia. Por tanto, el tesoro es el reino y la perla es la iglesia. A la postre,
ambos son para el reino. Los peces sustraídos del mar y que no han sido
regenerados, algunos buenos y otros malos, representan a los gentiles. Esta
parábola se refiere a la conclusión del mundo gentil al finalizar la era. Cuando el
Señor Jesús regrese, estarán presentes el pueblo judío, la iglesia y los gentiles.
El verdadero pueblo judío constituye un tesoro a los ojos de Dios. La iglesia es
considerada como una perla a Sus ojos. El resto de la humanidad, el mundo
gentil, está clasificado como los peces del mar. Al final de la era, los ángeles los
reunirán en torno al Señor Jesús quien habrá de juzgarlos.
La iglesia
Si el pueblo judío está representado por la tierra, y los gentiles por el mar,
¿dónde está la iglesia? La iglesia no está ni en la tierra ni en el agua, sino que es
algo que salió del agua. Una perla es formada por una ostra que vive en las
aguas de la muerte, en el mundo de muerte. Cuando una pequeña roca penetra
en el interior de la ostra, vulnerándola e hiriéndola, ésta secreta un jugo de vida
con el cual recubre a la roca. Esta constante secreción de jugo vital sobre aquella
roca minúscula producirá una perla. Luego la perla será sacada de las aguas
como algo precioso. Me parece que todos podemos percibir el significado
espiritual de esta parábola. La ostra viva es el Señor Jesús que se internó en las
aguas de la muerte. Nosotros somos la pequeña roca que le hirió. Después de
herirle, nos quedamos en la cruz al permanecer alojados en Su herida. Entonces,
Su vida de resurrección fue secretada a fin de recubrirnos una y otra vez y hacer
de nosotros una perla. Finalmente, fuimos sacados del agua y ya no
pertenecemos ni a la tierra ni al agua. Por tanto, somos un pueblo especial y
ocupamos una posición particular (1 P. 2:9). Somos un pueblo que no pertenece
ni a la tierra ni al mar. Ahora somos perlas que fueron sacadas de las aguas de la
muerte.
Su especial tesoro
Cuando Dios sacó de Egipto al pueblo de Israel llevándolo al monte de Sinaí, le
dijo a Moisés que haría de ellos Su especial tesoro sobre todos los pueblos de la
tierra (Éx. 19:5). Salmos 135:4 también nos dice que Dios escogió a Israel para
que fuese Su especial tesoro. Estos versículos demuestran que, a los ojos de
Dios, los judíos son Su especial tesoro. En Mateo 13:44 el tesoro se vuelve a
mencionar, mostrando que los judíos, como tesoro de Dios, también forman
parte del reino. Esta parábola nos habla de un tesoro escondido en un campo
que fue encontrado por un hombre, el cual, después de encontrarlo, lo escondió
para luego ir y vender todo cuanto tenía a fin de comprar el campo donde estaba
aquel tesoro. El Señor Jesús es el hombre que vino, encontró el tesoro y lo
escondió. En un principio, Él le presentó el reino al pueblo judío, pero debido a
que ellos lo rechazaron, el Señor lo escondió, encubriéndolo de los judíos
incrédulos. Después de descubrir y esconder el tesoro, el Señor Jesús fue a la
cruz para vender todo lo que tenía a fin de comprar no solamente el tesoro, sino
todo el campo. Él redimió la tierra entera por causa del tesoro. El tesoro en el
campo representa el reino junto con el verdadero Israel. En Apocalipsis 21 y 22
la Nueva Jerusalén contiene no solamente los nombres de los doce apóstoles,
sino también los nombres de las doce tribus de Israel. Allí hay piedras preciosas
y perlas, las cuales representan a Israel y a la iglesia.
Dios ha obtenido para Sí a algunos del linaje judío para que sean, a Sus ojos, Su
pueblo especial, Su especial tesoro. Él también obtuvo para Sí a algunos del
mundo gentil. Mediante la muerte y resurrección de Cristo y por la secreción de
la vida de Cristo, estas personas procedentes del mundo gentil se han convertido
en la perla. Dios unió a estos dos pueblos para producir una ciudad, la Nueva
Jerusalén, la cual está compuesta de las piedras preciosas y las perlas.
La red
¿Y qué del resto del mundo gentil? Cuando el Señor Jesús regrese muchos de
ellos todavía no serán cristianos. El Señor sabe cómo cuidar de ellos. Él enviará
a Sus ángeles para reunirlos en torno Suyo y juzgarlos. Éste es el significado de
la parábola de la red y esto completará el trato del Señor con el linaje humano.
Después de este juicio, Dios podrá descansar.
EL CRECIMIENTO Y LA TRANSFORMACIÓN
Si examinamos Mateo 13, notaremos dos cosas. Lo primero es el crecimiento,
pues la semilla tiene que crecer. Como indicamos anteriormente, Pablo plantó,
Apolos regó y Dios dio el crecimiento (1 Co. 3:6). Lo segundo es la
transformación. La perla no es objeto de la creación original de Dios, sino que es
un grano de arena que ha sido transformado. En sí mismo el grano de arena no
es precioso, pero ha sido recubierto y transformado por la secreción de un
elemento precioso. La transformación no consiste en enmendar nuestra
conducta ni consiste en un mero cambio externo; más bien, consiste en un
cambio metabólico debido a que un nuevo elemento ha sido añadido a nuestro
ser. Hubo un tiempo en que éramos pequeñas piedras; pero después, la vida de
resurrección de Cristo nos fue añadida. Una y otra vez el elemento de la
resurrección fue secretado sobre nosotros, lo cual produjo un cambio orgánico
en nuestro ser. En esto consiste la transformación. En este capítulo de Mateo
podemos ver tanto el crecimiento como la transformación. Es necesario que
experimentemos tal crecimiento y transformación día tras día. En el siguiente
capítulo veremos que el crecimiento y la transformación siempre están
acompañados por la edificación. A la postre, no hay muchas perlas, sino una
sola gran perla. Esta gran perla representa una sola entidad compuesta por
muchos que fueron conjuntamente edificados hasta lograr la unidad. En esto
consiste la edificación. Por tanto, tenemos el crecimiento, la transformación y la
edificación.
CAPÍTULO CATORCE
EL CRECIMIENTO, LA
TRANSFORMACIÓN
Y LA EDIFICACIÓN
Lectura bíblica: Jn. 1:42; Mt. 16:18-19; 18:17-18; 21:42; Hch. 4:11-12; 1
P. 2:2, 4-5, 7; Ap. 22:1-2
El relato en Mateo 16 ocurrió unos dos años después del primer encuentro que
Pedro tuvo con el Señor en Juan 1:42. Cuando Pedro confesó que Jesús era el
Cristo, el Hijo del Dios viviente, el Señor le recordó: “Tú eres una piedra”. No
bastaba con que Pedro supiera que Jesús era el Cristo y el Hijo de Dios, sino que
además tenía que saber que él mismo era una piedra para la edificación. El
Señor iba a edificar el reino. Él edificaría a Pedro en la iglesia y le daría las llaves
del reino de los cielos. Según el libro de Hechos, Pedro usó por lo menos dos
llaves: una en el Día del Pentecostés para abrirle la puerta a los judíos para que
entrasen en el reino de los cielos (Hch. 2:38-42) y la otra en la casa de Cornelio
para abrirle la puerta a los Gentiles para que entrasen en el reino (10:34-48).
Las llaves le fueron dadas a Pedro y también le fue encomendada la autoridad
para atar y desatar. “Lo que ates en la tierra habrá sido atado en los cielos; y lo
que desates en la tierra habrá sido desatado en los cielos” (Mt. 16:19). Por tanto,
a Pedro se le dieron dos llaves así como la autoridad para atar y desatar.
ATAR Y DESATAR
Estoy tan agradecido por tener un pasaje como Mateo 18:17-18 en la Biblia. La
Iglesia Católica Romana afirma que el Papa, como sucesor de Pedro, tiene
autoridad exclusiva para atar y desatar. Sin embargo, la iglesia local es
mencionada en Mateo 18. Si usted tiene un problema que no pueda ser resuelto
por dos o tres creyentes, debe traerlo a la iglesia. La iglesia aquí ciertamente
debe ser la iglesia local. No puede ser la iglesia universal. Si la iglesia en Mateo
18 fuera la iglesia universal, ¿dónde se supone que la hallemos cuando tenemos
a dos o tres creyentes que no puedan resolver un problema? La iglesia en Mateo
18 con toda certeza es la iglesia local, y la iglesia local tiene la autoridad para
atar y desatar. En Mateo 16:19 el Señor Jesús le dijo a Pedro que él tenía
autoridad para atar y desatar, pero en Mateo 18:18 el Señor cambió el sujeto de
singular a plural. Cuando en Mateo 16:19 el Señor dice: “Lo que ates en la tierra
habrá sido atado en los cielos; y lo que desates en la tierra habrá sido desatado
en los cielos”, en el griego el agente que ata y desata es singular; pero cuando en
Mateo 18:18 el Señor dice: “De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra”,
en el griego el agente que ata y desata es plural. Esto significa que nosotros
también tenemos la potestad de atar y desatar. La autoridad que Pedro tenía
también la tenemos nosotros. ¿Han visto cuál es su posición? ¿Han visto cuál es
nuestra autoridad y rango? Todos podemos atar y desatar, tal como Pedro lo
hizo. Pedro era una piedra, y nosotros también somos piedras. Pedro tenía
autoridad para atar y desatar, y nosotros también tenemos esta autoridad.
LA TRANSFORMACIÓN
Pedro recibió un nuevo nombre, que implica un nuevo elemento y un nuevo ser.
Él fue transformado. Ser transformado no es simplemente ser cambiado
externamente; sino es tener un nuevo elemento añadido a nuestro ser. La
transformación introduce un elemento nuevo y elimina un elemento viejo. Así
pues, ser transformados consiste en ser cargados y descargados. Todos
necesitamos ser cargados de Cristo, tal como un transformador es cargado de
electricidad. Cuando nuestro ser esté cargado de Cristo, Él hará que
descarguemos muchas cosas viejas. De este modo seremos renovados y
transformados. La transformación no es meramente experimentar un cambio
externo o una corrección externa; no, sino que en el proceso de la
transformación un elemento nuevo es añadido a nuestro ser para reemplazar el
elemento viejo que radica en el mismo. A medida que este proceso avanza,
somos hechos nuevos y somos transformados. Esto es exactamente lo que Pedro
experimentó; el viejo Pedro, el Simón de barro, fue descargado, y esto permitió
que él llegase a ser una piedra preciosa.
LA EDIFICACIÓN
La transformación tiene como propósito la edificación. En Mateo 13 vemos al
sembrador, la semilla, el crecimiento y la transformación. Aquí las plantas son
transformadas en minerales. Aunque somos trigo, podemos llegar a ser piedras
preciosas y perlas en virtud de la transformación. Tanto las piedras preciosas
como las perlas han pasado por un proceso de transformación.
PIEDRAS VIVAS
El Señor Jesús le dijo a Pedro dos veces que él era una piedra (Jn. 1:42; Mt.
16:18). Evidentemente, él jamás lo olvidó, pues al escribir su primera epístola,
Pedro no solamente dijo que Cristo es una piedra viva, sino que también todos
aquellos que vienen a Él son piedras vivas que serán conjuntamente edificadas
como casa espiritual de Dios (1 P. 2:4-5). El Señor le recordó a Pedro que él era
una piedra, y más tarde Pedro nos recordó que nosotros también somos piedras.
LA IGLESIA LOCAL
Todos tenemos que ver lo que es el reino. No es solamente una dispensación o
una esfera. El reino es la edificación de las personas regeneradas y
transformadas. Esta edificación se logra en la iglesia local. La iglesia edificada
de Mateo 16 es la iglesia local de Mateo 18. Estos dos capítulos son inseparables.
Lo edificado en Mateo 16 es la iglesia local hallada en Mateo 18. Algunos dicen
que la iglesia es únicamente una entidad universal. De ser así, ¿dónde está la
iglesia universal? La iglesia universal es la totalidad de todas las iglesias locales,
así como el cuerpo es la totalidad de todos sus miembros. Si no hay miembros,
no hay cuerpo. La iglesia universal no existe por sí misma, sino que es una
composición de todas las iglesias locales. Aquellos que hablan únicamente sobre
la iglesia universal tienen temor de ser edificados con otros en la iglesia local.
Puesto que somos piedras, tenemos que ser edificados en la iglesia local.
Si las iglesias locales tuvieran otras calles además de la calle de la vida, esto
haría que ellas perdieran la naturaleza que es propia de una iglesia local y se
constituirían en sectas o divisiones. Si fallamos en recalcar la vida, repetiremos
la historia de la cristiandad, la cual es una historia de divisiones y de muchas
calles. Los presbiterianos se conducen por la calle presbiteriana, los bautistas
caminan en la calle bautista, los pentecostales toman la calle del don de hablar
en lenguas. Nosotros tenemos que optar por el camino de la vida. Esto no
depende de lo que decimos, sino de lo que somos. Por causa del recobro del
Señor tenemos que ver la importancia de la vida. No estamos en contra de
ninguna de las cosas positivas contenidas en la Biblia, pero deseamos que todos
los amados del Señor puedan avanzar aún más y procurar el crecimiento en
vida. Tenemos que avanzar en crecimiento y transformación. Avancemos hasta
llegar a ser una piedra preciosa y transparente para ser edificados con los
demás. Es por medio de esto que Dios obtendrá Su reino. El reino es la
edificación conjunta de los santos transformados. Cuanto más crezcamos, más
seremos transformados y edificados y tendremos la realidad del reino.
CAPÍTULO QUINCE
EL DESARROLLO DEL
CRECIMIENTO,
LA TRANSFORMACIÓN Y LA
EDIFICACIÓN
Lectura bíblica: Mt. 16:28; Mr. 9:1; Mt. 16:18-19; Ro. 14:17-18; 1 Co.
4:17, 20; 3:2, 6, 9-12, 16
Cuando Juan el Bautista proclamó que el reino de los cielos se había acercado, el
Señor Jesús mismo fue quien vino. Juan no dijo: “He aquí, el Mesías se ha
acercado”, ni tampoco: “He aquí, el Salvador se ha acercado”, ni “El Redentor se
ha acercado”. No, él dijo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha
acercado” (Mt. 3:2). Él proclamó un reino, sin embargo, fue una Persona la que
vino. Así también, cuando el Señor Jesús encargó a Sus discípulos, primero a los
doce y después a los setenta, que predicasen el reino; lo que ellos predicaron fue
la persona viviente de Cristo. Esto constituye una prueba fehaciente de que el
reino revelado en Mateo es la persona viviente de Cristo.
EL REINO EN ROMANOS
Ahora debemos considerar algunos pasajes hallados en las Epístolas. Romanos
14:17-18 nos muestra que el reino está presente hoy en día y que éste no es otra
cosa que la vida apropiada de iglesia. Según algunos maestros, el reino aún no
ha venido. Ellos afirman que la dispensación actual es la dispensación de la
iglesia y que la siguiente dispensación será la dispensación del reino. Pero aquí
Pablo dijo que “el reino de Dios no es...” (v. 17). Él no nos dijo que el reino de
Dios no será, sino que esta afirmación suya es hecha usando el tiempo presente:
“El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu
Santo”.
Algunos de ustedes han leído el libro de Romanos por muchos años y tal vez
piensen que Romanos nos habla únicamente de la salvación y la justificación
por la fe. ¿Se habían percatado alguna vez que Romanos nos presenta el reino
como el servir a Cristo? Romanos 14 presenta un asunto de importancia
estratégica: el reino de Dios consiste en servir a Cristo, el ministrar a Cristo a los
demás. Por tanto, Romanos también es un libro acerca del reino.
1 CORINTIOS
Muchos de los que estuvieron involucrados en experiencias pentecostales o
carismáticas afirman que el tema de 1 Corintios es el don de hablar en lenguas.
Sustentan tal afirmación citando 1 Corintios 14:18 donde Pablo dijo que él
hablaba en lenguas más que todos ellos. En base a este versículo, llegan a la
conclusión de que todos debiéramos hablar en lenguas. No hay duda que existe
tal versículo en 1 Corintios; pero también debemos considerar 1 Corintios 4:17 y
20. El versículo 17 dice: “De la manera que enseño en todas partes, en todas las
iglesias”; si se fijan en el contexto, verán que este versículo no tiene nada que
ver con la práctica de hablar en lenguas. El versículo 20 dice: “El reino de Dios
no consiste en palabras, sino en poder”. Si consideramos estos dos versículos
juntos y tomamos en cuenta el contexto, comprenderemos que la iglesia es el
reino de Dios. En el versículo 17 Pablo dijo: “en todas las iglesias” y en el
versículo 20 dijo: “el reino de Dios”. Después de referirse a su enseñanza en
todas las iglesias, Pablo dijo que el reino de Dios no consistía en palabras, sino
en poder. Pablo usó indistintamente la iglesia y el reino para referirse a una
misma entidad, lo cual demuestra que la vida apropiada de iglesia es el reino.
Aun cuando Pablo era un gran maestro, él también era muy diestro en
alimentar. Él alimentaba a las personas con Cristo. Después, Pablo continuó
diciendo que él había sembrado, que Apolos había regado y que Dios había dado
el crecimiento (v. 6). Al final, Pablo pudo decir que por la gracia que le fue dada,
él era como un sabio arquitecto (v. 10). Pablo era una persona maravillosa, pues
él sabía alimentar, plantar y edificar. Por causa del reino de Dios en las iglesias
locales hoy en día, nosotros también tenemos que saber alimentar, plantar y
edificar. Tenemos que alimentar a las personas así como sembrar la semilla.
Tenemos que plantar hortalizas, las cuales mediante el crecimiento y la
transformación, llegarán a ser minerales: el oro, la plata y las piedras preciosas.
¿Cómo es posible que la labranza llegue a convertirse en minerales? ¿Qué clase
de árbol plantó Pablo para que éste, a medida que creciera, se convirtiera en
oro, plata y piedras preciosas? Pablo dice: “Vosotros sois labranza de Dios,
edificio de Dios” (v. 9). ¿Cómo podemos reconciliar estas dos cosas? La labranza
está formada por plantas, mientras que el edificio está hecho primordialmente
de piedras y minerales. ¿Cómo podemos ser tanto plantas como minerales? La
respuesta es: la vida que crece en nuestro ser es una vida que nos transforma.
Además de crecer, nos transforma. Mientras crece, nos transforma y cuanto más
crece, más nos transforma. Es esta vida la que nos transforma de plantas en
minerales.
CAPÍTULO DIECISÉIS
LA MANERA DE CRECER
¿Cuál es la mejor manera, de hecho la única manera, de ayudar a los niños a
crecer? Todas las madres saben que la mejor manera no es enseñándoles, sino
alimentándoles. Es la alimentación, y no la enseñanza, lo que hace que los niños
crezcan. Por eso Pablo dijo: “Os di a beber leche” (1 Co. 3:2). Igualmente, ¿cómo
podemos perfeccionar a los santos? No debemos enseñarles solamente, sino que
debemos alimentarlos. Pablo plantó, y Apolos regó (v. 6). Regar las plantas es
alimentarlas. Lo que necesitan las iglesias, que son el reino, para el
perfeccionamiento de los santos, no son enseñanzas, sino alimentación. Las
madres saben bien que los pequeños son perfeccionados año tras año mediante
el crecimiento. Debido al crecimiento ellos pueden hacer muchas cosas; pero
esto no significa que esos niños carecían de los órganos necesarios antes que la
obra de perfeccionamiento comenzara, sino que ellos simplemente no habían
desarrollado su destreza. Estas destrezas son desarrolladas únicamente
mediante el perfeccionamiento, y el perfeccionamiento proviene de la
alimentación que los ayuda a crecer. Tal alimentación es lo que todas las iglesias
como el reino necesitan hoy.
LAS ENSEÑANZAS Y LOS DONES
Después de escuchar algunos de mis mensajes, algunos se disgustaron y dijeron:
“Usted dice que no tenemos necesidad de enseñanzas, dones o normas que nos
regulen. Pero ¿no cree usted que las enseñanzas son de alguna ayuda? ¿Acaso
no son necesarios los dones? ¿No piensa usted que es bueno tener ciertas
ordenanzas?”. Mi respuesta fue, que todo depende de cómo ustedes usen todo
ello. Estas cosas están bien si propician el crecimiento, pero lo trágico del caso
es que muchos maestros de la Biblia únicamente ayudan a las personas a
conocer la Biblia, pero no las ayudan a crecer. Sé esto por experiencia propia,
debido a que durante siete años y medio estuve recibiendo la impartición de la
mejor enseñanza bíblica disponible y, sin embargo, como resultado de recibir
tales enseñanzas durante ese periodo de tiempo, no experimenté ni un poco de
crecimiento en la vida divina. Muchos han tenido esta misma experiencia. Tal
vez, en algunos casos excepcionales, las enseñanzas bíblicas hayan podido
ayudar a crecer a las personas un poco, pero no las ayudaron mucho. Así pues,
todo depende de si la enseñanza le proporciona a la gente el crecimiento en vida
o no.
EN LAS EPÍSTOLAS
Lo que es sembrado como semilla en Mateo 13 es desarrollado en 1 Corintios 3.
Allí vemos el crecimiento, la transformación y la edificación con los materiales
preciosos. El conocimiento bíblico es bueno, pero no debemos quedarnos allí.
Todos tenemos que crecer. El Señor está buscando la edificación que proviene
del crecimiento en vida, y la transformación por la vida. Ninguna otra cosa
logrará satisfacerle.
No seáis distraídos por ninguna otra cosa. Si bien el conocimiento bíblico podría
ser de ayuda, no debemos ser distraídos por ello. Quizás los dones pueden ser de
ayuda, pero no deben ser una frustración para nosotros. Después de usar estos
puentes a fin de pasar de un lado a otro, debemos dejarlos atrás y proseguir para
ir en pos del crecimiento en vida que producirá una transformación adecuada y
apropiada. Entonces obtendremos el oro, las perlas y las piedras preciosas para
el edificio de Dios. La intención de Dios es tener un edificio.
EL LIBRO DE APOCALIPSIS
Ahora veremos la cosecha en Apocalipsis. La semilla está en Mateo, su
crecimiento se halla en las Epístolas y la cosecha está en Apocalipsis. El cuadro
de la ciudad presentado en Apocalipsis 21 y 22 es muy claro. Aquella ciudad no
está edificada con barro o ladrillos. Todas las ciudades que fueron construidas
por el enemigo como edificios falsos fueron hechas de ladrillo. La torre de Babel
fue hecha de ladrillos (Gn. 11:3), así como también las dos ciudades que edificó
el Faraón valiéndose de los esclavos israelitas (Éx. 1:11, 14). Los ladrillos están
compuestos de barro más la labor humana. Pero Dios jamás edifica de esta
manera. Su edificio está compuesto de oro, perlas y piedras preciosas; no tiene
nada de barro ni nada hecho por manos humanas. El edificio de Dios es
maravilloso a nuestra vista porque es por completo obra Suya. Ningún hombre
puede manufacturar los materiales requeridos para el edificio de Dios. El oro,
las perlas y las piedras preciosas son producidos por Dios mismo. Todo lo que
forma parte de la Nueva Jerusalén ha sido transformado. En el centro de esta
ciudad está el trono de Dios (Ap. 22:1, 3), lo cual denota el reino. El trono
representa la autoridad reinante. El gobierno y reinado de Dios están allí. Del
trono sale un río de agua de vida que riega toda la ciudad, y dentro del río de la
vida crece el árbol de la vida que alimenta la ciudad (vs. 1-2). Este cuadro
significa que regar y alimentar produce el crecimiento, la transformación y la
edificación. Ésta es la cosecha de la semilla sembrada en Mateo.
UN ANTICIPO
No es necesario esperar por un periodo de tiempo para que en el futuro
lleguemos a disfrutar de ser alimentados y regados, de crecer y ser
transformados, y de ser edificados. Nosotros en el recobro de las iglesias que el
Señor realiza estamos capacitados y somos privilegiados de disfrutar un anticipo
ahora. Claro, todavía no tenemos el pleno disfrute, pero el anticipo del cual
disfrutamos indica que viene el pleno disfrute. Las hermanas que cocinan
gustan de un anticipo de la comida que preparan antes de que sea servida; así
pues, su anticipo es indicio del pleno disfrute que tendrán. En realidad, el
anticipo de una comida es exactamente igual al disfrute pleno, sólo que en
pequeña escala. No es posible que el anticipo de una comida sea salada y que en
su pleno sabor sea dulce. El pleno sabor que tendremos en la Nueva Jerusalén
es lo que ahora disfrutamos en las iglesias locales a manera de anticipo.
LA TRANSFORMACIÓN
La transformación es crucial para la obra de edificación que Dios efectúa. En el
cristianismo se sabe muy poco acerca de la transformación. Incluso si uno
escucha a los predicadores más destacados e investiga en las bibliotecas y
librerías, será muy poco lo que encuentre sobre el tema de la transformación.
¿Qué es la transformación? La transformación significa que el Señor Jesús, la
simiente de vida, con todos Sus ricos elementos es añadido a nuestro ser. Su
esencia es el Espíritu todo-inclusivo. Este Espíritu es tanto la esencia del Señor
Jesús como Su elemento. Inmediatamente después que usted fue salvo, Él
comenzó a impartir Su elemento en usted. Día tras día, en la medida en que
usted se abra a Él y le dé la oportunidad, Él impartirá Su elemento a su ser. Las
doctrinas no son el elemento de Cristo. Únicamente Cristo, o sea, el Espíritu
vivificante y todo-inclusivo, es el elemento. Tal Cristo como Espíritu todo-
inclusivo se imparte en su espíritu, y de su espíritu se expande a todo su ser. Él
se expandirá en su corazón, mente, parte emotiva y voluntad. Este elemento de
Cristo es verdaderamente un elemento transformador. Una vez que este
elemento entra en nuestro ser, algo sucede. Por ejemplo, después que las
madres alimentan a sus hijos, el alimento es digerido y asimilado por ellos. El
elemento de aquellos alimentos entra en el torrente sanguíneo de esos niños y
después penetrará sus células y tejidos orgánicos, haciéndoles crecer.
En 2 Corintios 3:6 Pablo dijo que la letra mata. La letra se refiere al texto en
blanco y negro de la Biblia. La letra mata, pero el Espíritu vivifica. Es
imprescindible que obtengamos el Espíritu. ¿Quién es el Espíritu? “Fue hecho
[...] el postrer Adán, Espíritu vivificante” (1 Co. 15:45). “El Señor es el Espíritu”
(2 Co. 3:17). La Palabra pura dice que la letra mata, mas el Espíritu vivifica. “El
Señor es el Espíritu”. ¿Qué debemos hacer, entonces? Simplemente tenemos
que abrir nuestro ser continuamente y decir: “¡Oh, Señor Jesús! ¡Ven, Señor
Jesús! ¡Lléname, Señor Jesús!”. Tenemos que abrirnos a Él y dejar que Cristo
nos llene. Si uno es fiel para recibirle de manera constante y completa, Él se
propagará a nuestro ser interior. Mediante la digestión y asimilación
apropiadas, su ser será saturado de todos los elementos nutritivos de Cristo.
Estos elementos no solamente nutren, sino también aniquilan. Así como con los
buenos alimentos obtenemos el poder para aniquilar ciertos gérmenes, el
elemento de Cristo también trae consigo cierto poder aniquilador. El poder
aniquilador de la cruz se halla en el Espíritu todo-inclusivo de Jesucristo.
Cuanto más uno tome al Espíritu en su ser y más profundamente este Espíritu
penetre en nuestro ser, más las cosas negativas y que corrompen —la carne, la
levadura y las cosas mundanas— serán aniquiladas. Además, uno recibirá el
nutrimento, crecerá y será transformado. Mediante esta transformación uno
podrá ser conjuntamente edificado con otros. El conocimiento y los dones no
pueden transformarnos ni hacer que seamos edificados juntos. Únicamente el
Espíritu de vida puede realizar esta obra.
LA FORMA DE LA VIDA
Dentro del proceso de transformación está el dar la forma de la vida. En toda
clase de vida está la esencia de dicha vida, el poder de la vida, la ley de la vida y
la forma propia de dicha vida. El elemento de Cristo contiene intrínsecamente el
elemento divino; cuanto más disfrute de Cristo al comerle y ponerlo dentro de
uno, más el elemento divino saturará nuestro ser. Este elemento, la vida de
Dios, tiene una esencia, un poder, una ley y una forma. A medida que crece en
nuestro ser, este elemento nos regulará y nos dará cierta forma,
conformándonos a la imagen y a la forma de Cristo. Cuanto más seamos
transformados, más seremos conformados a la imagen de Cristo. Efesios 4:22
dice que “os despojéis del viejo hombre”. ¿Cómo podremos despojarnos del
viejo hombre? Cuanto más nos esforzamos por despojarnos de él, más él regresa
a nosotros. Únicamente el elemento de Cristo puede hacer que el viejo hombre
sea desechado de nuestro ser. Cuanto más el elemento de Cristo elimina al viejo
hombre, más nos despojamos de él. La mejor manera de deshacernos del viejo
hombre es comer algo nuevo de Cristo. Esto hará que toda vejez sea desechada.
Esto es lo que significa despojarse del viejo hombre. La manera práctica de
despojarse del viejo hombre es al ingerir a Cristo. Cuanto más Él entre en
nuestro ser, más serán desechados los elementos del viejo hombre.
El resultado de este proceso será algo nuevo: el Cristo corporativo, Cristo como
el nuevo hombre corporativo. El nuevo hombre es la iglesia y es la realidad del
reino. Vestirse del nuevo hombre equivale a vestirse del reino; vestirse de la vida
de iglesia equivale a vestirse del reino. El reino es la propagación del Señor
Jesús. Después que Él entra en nuestro ser, se propaga dentro de nosotros y
hace que toda vejez sea eliminada. Entonces estamos en el reino. Efesios 4:24
afirma que el nuevo hombre es creado según Dios. No solamente el viejo
hombre es eliminado de nuestro ser, sino que, además, el nuevo hombre viene a
reemplazarlo. Este nuevo hombre es el hombre corporativo creado a la imagen
de Dios.
Génesis 1:26 afirma que el hombre fue creado a imagen de Dios, pero
únicamente mediante la propagación de Cristo en nuestro ser tendremos la
verdadera imagen de Dios y podremos ejercer Su dominio. Si no expresamos la
imagen de Dios, difícilmente ejerceremos el dominio de Dios. La imagen de Dios
tiene como finalidad el reino de Dios. Si tenemos Su imagen, podremos
representarle; llegaremos a ser representantes de Dios. Esto es el reino. Por
tanto, la imagen tiene como finalidad el reino.
Cuando leemos Apocalipsis vemos que en el universo hay un trono y que Dios
está sentado en él. Su aspecto es semejante a piedra de jaspe y de cornalina (Ap.
4:2-3). El jaspe es una piedra de un color verde claro que es transparente y
resplandeciente, la cual representa a Dios mismo; la cornalina es una piedra de
color rojo, que representa a Cristo como el Cordero redentor. En Apocalipsis
22:1 vemos a Dios sentado en el trono y también vemos al Cordero.
Hoy en día hay algunos que enseñan que cada iglesia local debería poseer sus
propios rasgos distintivos y tener un aspecto diferente. Pero si leyeran los dos
últimos capítulos de Apocalipsis, verían que la ciudad entera, desde cualquier
dirección tiene un mismo aspecto. La ciudad tiene una sola expresión y una sola
imagen: la imagen y expresión de Dios. La ciudad está orientada en cuatro
direcciones; no obstante, su aspecto es uno solo.
En el mismo principio, hay muchas iglesias locales, pero todas ellas son
candeleros de oro. Ninguna tiene su propia expresión, tales como plata, cobre,
bambú o arcilla. Sin embargo, hay quienes dicen que cada iglesia local debe ser
distinta. Esto es que si una expresa el oro, la otra debe expresar el bambú; si una
es de oro, la otra debe ser de cobre. Pero según Apocalipsis 1:12 y 2:1, todos los
candeleros son de oro. Si uno fuera a cambiar de posición los candeleros, sería
difícil identificarlos. Debido a su orgullo, a las personas les encanta ser
independientes, diferentes a los demás e individualistas.
CAPÍTULO DIECISIETE
LA TRANSFORMACIÓN: UNA
SEMILLA
EN LA PARÁBOLA DE LAS DIEZ
VÍRGENES
Lectura bíblica: Mt. 25:1-13; 24:40-42; Pr. 20:27; Ro. 9:21, 23-24
Alabamos al Señor que hoy, por la revelación de todas las Escrituras, no nos
resulta difícil entender esta parábola de las diez vírgenes. Podemos tener una
interpretación precisa, exacta y apropiada de todos los aspectos de esta
parábola. En realidad, la parábola de las diez vírgenes es como un
rompecabezas. Este rompecabezas ha sido cortado en muchas piezas
misteriosas, y tenemos que encontrar la manera de reunir todas las piezas y
hacer que encajen las unas con las otras. Todas las piezas de este rompecabezas
están escondidas en las Escrituras. Si sabemos cómo encontrar estas piezas y
sabemos reunirlas de manera que encajen entre sí, veremos un cuadro muy
claro de la economía de Dios. Ningún otro cuadro en toda la Biblia nos muestra
la economía de Dios tan claramente como la parábola de las diez vírgenes.
Según la Biblia, el número doce está compuesto de una manera única. No está
compuesto de seis más seis, siete más cinco ni cuatro más ocho; sino que este
número es un producto de la multiplicación de cuatro por tres. Apocalipsis 21
corrobora este hecho. Allí vemos que la ciudad es cuadrada, lo cual significa que
tiene cuatro lados iguales (21:16). A cada lado hay tres puertas, lo cual hace un
total de doce (vs. 12-13). El número cuatro en la Biblia representa las criaturas.
El hombre es la criatura principal en la creación de Dios, y el número cuatro
representa al hombre creado, lo cual nos incluye a todos nosotros. El número
tres tiene dos significados; representa tanto al Dios Triuno como a la
resurrección. Por tanto, el número tres denota al Dios Triuno en resurrección.
¿Por qué, entonces, en la parábola de las diez vírgenes tenemos el número diez
en lugar del número doce? Esto significa que faltan dos. El diez representa la
mayor parte del doce. Por ejemplo, de las doce tribus de Israel en el Antiguo
Testamento, diez se rebelaron contra la casa de David. Únicamente dos tribus,
la de Judá y la de Benjamín, quedaron. Así pues, diez de doce representa la
mayoría de los doce. También vemos este mismo pensamiento en un caso que se
encuentra en los Evangelios, donde diez de los doce apóstoles tenían un solo
concepto, y los otros dos apóstoles tenían un concepto diferente (Mt. 20:20-24).
Nuevamente, el diez representa la mayoría de los doce, y dos representan al
resto. Por tanto, el número diez representa la mayoría del pueblo de Dios.
Para encontrar a los otros dos que faltan, debemos leer un pasaje del capítulo
anterior, Mateo 24:40-42. Estos versículos mencionan a dos varones laborando
en el campo y a dos mujeres moliendo en el molino. En Mateo 25 tenemos el
número diez, mientras que en Mateo 24 tenemos el número dos. Las palabras de
conclusión en estos dos pasajes son casi las mismas: “Velad, pues, porque no
sabéis en qué día viene vuestro Señor” (Mt. 24:42; 25:13). Que estas palabras de
advertencia sean dadas tanto a los dos como a los diez indica que ambos pasajes
forman un par. Las dos personas más las diez vírgenes suman un total de doce,
el número completo del pueblo de Dios.
Cuando el Señor Jesús regrese, los creyentes serán de dos clases. La división
primaria es de diez y dos. Es debido a que los dos varones y las dos mujeres
estaban trabajando, que ellos representan a los creyentes que estarán vivos
cuando el Señor regrese. En cambio, las otras diez personas estaban durmiendo,
lo cual indica que la mayoría de los creyentes habrán muerto cuando llegue el
tiempo del regreso del Señor. No debemos pensar que solamente las cinco
vírgenes insensatas durmieron mientras que las cinco vírgenes prudentes no lo
hicieron. La Biblia nos dice que las diez durmieron. ¿Qué significa que los
creyentes en Cristo duerman? En 1 Tesalonicenses 4:14-16 se nos dice
claramente que cuando se habla de que los creyentes duermen esto significa que
ellos murieron. A los ojos de Dios, los creyentes muertos no están
verdaderamente muertos, sino que ellos duermen, descansan y están a la espera
de la resurrección.
Esto nos muestra que las diez vírgenes representan a los santos que murieron;
tanto las insensatas como las prudentes han muerto debido a que el Novio
demoró en venir. Las insensatas murieron y las prudentes también, incluyendo
a Pedro, Juan, Martín Lutero y muchos otros santos que también murieron.
Ellos estaban esperando y tenían la expectativa del regreso del Señor, pero Él
demoró, así que cabecearon todos y se durmieron. Las diez vírgenes representan
a los santos que murieron, y los otros dos representan a los santos que quedaron
vivos. Cuando el Señor regrese, la mayoría de los santos estará conformada por
aquellos que murieron. Los santos vivos serán el resto, representado por los dos.
Más aún, todas las vírgenes tenían lámparas, y todas las lámparas estaban
encendidas. Mateo no dice que únicamente las lámparas de las vírgenes
prudentes estaban encendidas, mientras que las lámparas de las vírgenes
insensatas estaban apagadas debido a que ellas eran vírgenes falsas. Todas las
lámparas estaban ardiendo. ¿Cómo podría un cristiano falso tener una lámpara
encendida? ¡Esto es imposible! Mateo también nos dice que todas las vírgenes
salieron al encuentro del novio (25:1). Esto quiere decir que todas ellas salieron
del mundo a fin de encontrarse con el Novio. No solamente las cinco vírgenes
prudentes salieron al encuentro del Novio, sino también las cinco vírgenes
insensatas. Por ser un creyente, usted ciertamente tiene la expectativa de
encontrarse con el Señor; no obstante, usted debe mantenerse alerta. ¿Es usted
una virgen prudente o una virgen insensata? Que usted sea una virgen prudente
o una virgen insensata no depende de su mente sagaz, sino que depende de si
tiene suficiente aceite en su vasija. Las cinco vírgenes prudentes, además de
tener sus lámparas encendidas, habían preparado una porción adicional de
aceite en sus vasijas; mientras que las vírgenes insensatas no tenían una porción
adicional de aceite. Este único punto es el que determina quién es sabio y quién
es necio.
Muchas veces hemos usado el diagrama de los tres círculos concéntricos para
representar el espíritu, el alma y el cuerpo. El espíritu está en el centro, rodeado
por el alma, la cual se compone de la mente, parte emotiva y voluntad. La Biblia
considera el alma, con sus tres partes, más una parte del espíritu, la conciencia,
como las partes que conforman el corazón. El corazón es muy parecido al alma;
pero de alguna manera es más grande, puesto que incluye también la
conciencia, la cual es una parte del espíritu. Cuando fuimos salvos, el Señor vino
a nuestro espíritu. Sin embargo, Él no se ha expandido mucho en nuestra alma,
esto es, en nuestra mente, parte emotiva y voluntad. En algunos de nosotros, el
Señor Jesús ni siquiera ha podido entrar en nuestra conciencia, ya que está
confinado a una pequeña parte de nuestro espíritu. Pero, por lo menos ha
entrado a nuestro espíritu al punto de poder iluminarnos y, ahora, nuestro
espíritu está ardiendo como una lámpara.
Antes que fuéramos salvos, nuestro espíritu estaba oscurecido y amortecido (Ef.
2:1, 5). Carecíamos de toda sensación en relación con nuestro espíritu, y parecía
que en nuestro ser no había tal espíritu. Cuando escuchamos el evangelio o
cuando leímos la palabra del evangelio, algo resplandeció en nuestro interior y
recibimos la luz. A medida que esta luz pudo penetrar en nuestro ser, nos
arrepentimos e invocamos el nombre del Señor. De inmediato, algo en lo
profundo de nuestro ser fue avivado, por lo que comenzó a arder y a
resplandecer. Tuvimos la sensación de que en lo profundo de nuestro ser había
algo viviente, ardiente y resplandeciente. Esto significa que el Espíritu de Dios
había entrado en nuestro espíritu para iluminarnos y vivificarnos (Jn. 3:6).
Aun cuando nuestro espíritu fue avivado, me temo que nuestra mente no haya
sido saturada por el Señor y que Él no haya impregnado plenamente nuestras
emociones. Mucho me temo que en ciertos asuntos ustedes hayan rechazado al
Señor. E incluso algunos no están dispuestos a orar, debido a que temen que el
Señor Jesús los atrape en cuanto a cierto asunto en particular que ustedes alojan
en su mente o en sus emociones. Tal vez durante los últimos días algunas
hermanas resistieron al Señor Jesús cuando Él intentó expanderse en sus
emociones con respecto al amor que ellas sienten por ciertas cosas.
Todos los cristianos tienen sus lámparas encendidas, pero son muchos los que
no tienen ni el deseo ni la intención de acumular aceite en sus vasijas. Ellos son
salvos y tienen al Señor en su ser. Aunque tienen su lámpara encendida, tales
creyentes no deberían sentirse en paz. Todavía tienen un problema, no tienen
suficiente aceite. Ellos tienen aceite ardiendo en sus lámparas, pero no tienen la
porción extra de aceite en todas las partes internas de su ser, esto es, en su
mente, parte emotiva, voluntad y conciencia. Es maravilloso que tengan aceite
en su lámpara, pero todavía persiste un problema muy grave con respecto a sus
almas. Tienen al Señor en su espíritu, pero no en su alma.
EL ACEITE
La mayoría de cristianos comprenden que el aceite es un símbolo del Espíritu de
Dios. Tenemos que comprender que el Espíritu de Dios es simplemente Dios
mismo. En su libro The Spirit of Christ [El Espíritu de Cristo], pág. 134, Andrew
Murray dice: “En el Padre tenemos al Dios invisible, quien es Autor de todo. En
el Hijo tenemos al Dios revelado, manifestado y quien se ha acercado a
nosotros; Él es la Forma de Dios. En el Espíritu de Dios tenemos al Dios que
mora en nuestro ser, esto es, el Poder de Dios que mora en el cuerpo humano y
que forja en él lo que el Padre y el Hijo tienen para nosotros [...] todo cuanto el
Padre se propuso y lo que el Hijo logró puede ser apropiado y ejecutado en los
miembros de Cristo que todavía están en la carne únicamente mediante la
continua intervención y operación activa del Espíritu Santo”.[*Nisbet and
Company, Ltd., London. Distribuido por Zondervan.] Éste es el entendimiento
correcto acerca de estas cosas. El Espíritu de Dios no es otra cosa que Dios
mismo aplicado a nosotros. Cuando Dios es aplicado a nosotros, Él es el
Espíritu. El Espíritu de Dios es simplemente Dios mismo que llega a nosotros y
es aplicado a nosotros. El aceite representa a Dios mismo que es aplicado a
nosotros de una manera todo-inclusiva. Cuando invocamos el nombre del Señor
Jesús, Él vino a nuestro espíritu como tal aceite, como el Espíritu todo-inclusivo
de Dios. En ese momento, nuestro espíritu fue iluminado y ahora está ardiendo.
Sin embargo, el Señor todavía está a la espera de que le demos la oportunidad
de propagarse en nuestro vaso, esto es, en nuestra mente, parte emotiva y
voluntad.
COMPRAR EL ACEITE
Es relativamente fácil que el Señor entre en nuestro espíritu. Este es un don
gratuito. Nosotros simplemente nos arrepentimos, invocamos Su nombre, y Él
entra en nosotros. Pero hay que pagar un precio para que Él entre en todas
nuestras partes internas. Esto requiere que compremos el aceite. Tener al Dios
Triuno como el aceite todo-inclusivo que se expande en nuestras partes internas
requiere que nosotros paguemos un precio. Él se expande dentro de nuestro ser
a cierto precio, y debemos pagar el precio. Si no pagamos este precio, será
imposible que el Cristo que mora en nuestro espíritu se expanda en nuestra
mente, emociones y voluntad. Aun cuando tengamos aceite en nuestro espíritu,
tenemos que pagar el precio para tener una porción extra de aceite en nuestra
alma. Si compramos el aceite hoy, tendremos aceite en nuestras vasijas para
cuando el Señor regrese. Entonces seremos aquellas vírgenes prudentes que
están listas para participar de las bodas del Cordero.
ASUMIR LA RESPONSABILIDAD
¿Por qué las diez vírgenes están divididas en dos grupos de cinco? El significado
del número cinco es maravilloso. Nuestros diez dedos están divididos en dos
grupos de cinco, y el número cinco se compone, a su vez, de cuatro más uno. El
número cuatro, como ya vimos, representa las criaturas, incluyendo al hombre.
El número uno representa al único Dios, el Creador. Por tanto, la adición de
cuatro más uno representa al hombre, la criatura, más Dios. Esta adición de
cuatro más uno también denota responsabilidad. Los cuatro dedos de la mano
más el pulgar denota que tenemos que asumir ciertas responsabilidades.
Aunque es verdaderamente maravilloso que Dios sea añadido a nuestro ser,
tenemos que comprender que la adición del hombre y Dios equivale a asumir
responsabilidad. Esto significa que tanto las vírgenes prudentes como las
insensatas tenían que asumir ciertas responsabilidades. Ser sabio o necio es su
responsabilidad. Usted es responsable de ser una virgen sabia y de preparar una
porción extra de aceite en su vasija.
Con toda certeza, Pablo participará de la fiesta de bodas, pero el hermano caído
de 1 Corintios 5 no lo hará. En 1 Corintios 9 Pablo dijo que él corría la carrera.
Así también, en Filipenses 3 Pablo dijo que él todavía corría la carrera, que él
aún no lo había logrado y que proseguía a la meta. Sin embargo, en 2 Timoteo
4:6-8, poco antes de morir como mártir, él dijo que ya estaba siendo derramado
en libación y que le estaba guardada la corona de justicia con la cual el Señor le
recompensaría a él y a todos los que aman Su manifestación.
CAPÍTULO DIECIOCHO
LA TRANSFORMACIÓN: SU
DESARROLLO
EN LAS EPÍSTOLAS
Lectura bíblica: Ef. 1:13-14; 2:1, 5; 3:16-17, 19; 5:5, 18
En Efesios 1 Pablo tenía la certeza de que los creyentes efesios ya habían sido
sellados con el Espíritu Santo y que este Espíritu era las arras, la cuota inicial, y
las primicias de la herencia venidera. El Espíritu que sella está en nuestro
interior como la garantía de nuestra herencia. Pablo sabía que el Espíritu Santo
había regenerado los espíritus de los efesios para hacer de ellos personas llenas
de vida y luz en el espíritu. Pero esto no quería decir que todo estuviera bien.
¿Qué pasaría con sus almas? Es por ello que Pablo oraba por aquellos que ya
poseían el Espíritu de Dios en sus espíritus, pues ellos todavía no tenían la
porción adicional de aceite, el Espíritu todo-inclusivo, en sus almas: en su
mente, parte emotiva y voluntad. Él oró para que su hombre interior, su espíritu
regenerado, fuera fortalecido.
El libro de Mateo nos muestra que Cristo se sembró como semilla en nuestro
espíritu y como tal Él crecerá en nuestro ser. Mateo 13 nos revela que el
crecimiento de Cristo en nuestro ser implica que Él se expande desde nuestro
espíritu a nuestro corazón, es decir, a todas las partes internas de nuestro ser.
Esta propagación de la semilla no solamente implica crecer, sino también
madurar. La semilla que ha sido sembrada en nuestro espíritu crecerá, se
expandirá en nuestras partes internas hasta saturar todo nuestro ser y poseer
todas nuestras partes internas. Cuando esto sea logrado, seremos maduros.
LA ECONOMÍA DE DIOS
La economía de Dios consiste en que Dios se forja en nuestro ser. Si bien Él
perdona nuestros pecados, nos justifica y nos salva, ninguno de estos es Su
objetivo final. Su meta consiste en que Él mismo sea forjado en nuestro ser. El
perdón, la justificación y la salvación tienen como propósito lograr Su meta de
forjarse a Si mismo en nosotros.
PAGAR EL PRECIO
Dios es muy sabio y sabe cómo lidiar con nosotros. Él no nos pide nada por el
primer paso, ya que el primer paso como el último no nos cuestan nada. Pero
tenemos que pagar por el segundo paso. Aun cuando seamos pobres y no
poseamos nada que se pueda vender, no obstante, tenemos que pagar un precio.
Por ejemplo, si las hermanas renunciaran a su afición de salir de compras, el
Señor Jesús las llenaría. No piensen que ir de compras es algo sin importancia.
¡No se imaginan cuánta muerte sufren las hermanas debido a que salen de
compras! Supongamos que una hermana está en una tienda observando un
objeto; pero cuanto más ella lo observa y piensa si debe comprarlo o no, más el
Señor en su interior le dice: “No toques eso”. Pese a ello, ella continúa
observándolo y finalmente lo compra. Por lo menos durante tres días se le hará
imposible orar. Sin embargo, si ella se hubiera abstenido de comprar algo,
camino a casa habría estado dando gritos de júbilo y alabando al Señor
diciendo: “¡Aleluya! ¡Cristo es victorioso!”. Si uno paga algo, obtendrá algo. Si
uno paga el precio de renunciar a salir de compras, obtendrá más aceite.
A veces es fácil para los hermanos debatir con respecto a ciertas doctrinas o
experiencias. Sin embargo, cuanto más debaten, más pierden. Hermanos, tienen
que pagar el precio de renunciar a toda clase de debates. Si lo hacen, de
inmediato obtendrán más aceite. Es fácil para las hermanas contar chismes y
hablar acerca de los demás. Hermanas, tienen que pagar el precio de renunciar
a los chismes. Si ustedes renuncian a ello, ganarán más aceite.
En realidad, una sola cosa es crucial en la economía de Dios: que el Dios Triuno
se forje a Sí mismo en nuestro ser. Todo tiene que estar al servicio del propósito
divino de Dios, el cual consiste en forjar Su propio Ser en nuestro ser y
saturarnos de Su Espíritu todo-inclusivo. Primeramente, Dios entra en nuestro
espíritu y, después, se expande en nuestra alma, hasta que finalmente
maduremos en Cristo como vida. Esta madurez es la venida plena, la plena
manifestación, del reino.
EL REINO
El libro de Efesios también menciona el reino. Efesios 5:5 habla de obtener
herencia en el reino. Aun cuando el tema de Efesios es la iglesia, también se
refiere al reino, pues la vida apropiada de iglesia es la realidad del reino. No
debemos adoptar la enseñanza tradicional según la cual la iglesia es una cosa y
el reino es otra. No debemos separar la iglesia del reino, pues son dos aspectos
de una misma cosa. La vida de iglesia genuina es la realidad del reino. Si somos
sellados con el Espíritu Santo, llenos del Espíritu Santo y poseídos por el Señor
como el Espíritu todo-inclusivo, entonces estamos participando del reino.
Incluso podemos poner juntos Efesios 5:18b y 3:19b y decir: “Sed llenos en el
espíritu [...] para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios”.
Esto significa ser saturados plena y completamente con todas las riquezas del
elemento mismo de Dios.
Es necesario que paguemos el precio para ser transformados por el Señor. Esto
quiere decir que tenemos que renunciar a aquello a lo cual nos aferramos.
Aquello a lo cual usted se aferra es precisamente el precio que deberá pagar.
Algunos hermanos se aferran a su cabello largo; el problema no es el cabello
largo en sí mismo; sino que el problema es que ellos se aferran a su pelo largo.
Al aferrarnos a ciertas cosas obstaculizamos nuestra transformación. No
importa a lo que usted se aferre, éste es el precio que tiene que pagar. Usted se
aferra, pero tiene que quitar sus manos de allí. No se aferre a nada. Esto es lo
que significa pagar el precio. Si pagamos el precio, el Señor se expandirá en
nuestro ser, y maduraremos.
CAPÍTULO DIECINUEVE
LA TRANSFORMACIÓN: SU
COSECHA
EN EL LIBRO DE APOCALIPSIS
Lectura bíblica: 1 Co. 3:9b; Ap. 12:10a; 14:1, 3, 4, 14-16; 21:2, 10, 11,
14, 18, 19, 21; 22:1, 2a
LA COSECHA DE LA TRANSFORMACIÓN
En Apocalipsis 12:10 se nos dice que “ahora ha venido [...] el reino de nuestro
Dios”. ¿En qué consiste la venida del reino? La respuesta la encontramos en
Apocalipsis 14. En Apocalipsis 14:1, 3 y 4 se mencionan las primicias, los ciento
cuarenta y cuatro mil. El número ciento cuarenta y cuatro mil es producto de
multiplicar doce por doce mil. Recuerden que el doce es, a su vez, producto de
multiplicar cuatro por tres, lo cual representa la mezcla de la humanidad con la
divinidad. Ahora tenemos doce veces doce multiplicado mil veces. Esto
representa la madurez entre la madurez; por lo que, ellos son las primicias para
Dios. Jamás debemos olvidar que la semilla es sembrada en Mateo 13, luego
crece en 1 Corintios 3 y finalmente la cosecha se lleva a cabo en Apocalipsis 14.
Por tanto, tenemos la siembra de la semilla, su crecimiento y la cosecha. ¿Qué
es, pues, la cosecha? La cosecha no es otra cosa que la venida del reino, pues
Apocalipsis 12:10 nos dice que el reino ha venido.
Con respecto a la cosecha, el asunto primordial son las primicias. Si uno lee
Levítico 23, verá que en Su economía, lo primero que Dios obtiene es la cosecha
de las primicias. En un campo siempre hay una parte del cultivo que madura
antes que el resto y el agricultor siega este fruto como las primicias. Un tiempo
después que las primicias han sido cosechadas, el resto madura. Entonces se
realizará la cosecha en pleno. Al principio están las primicias y, más tarde, se
obtiene la cosecha completa.
LA VENIDA DEL SEÑOR
La Biblia claramente afirma que el Señor Jesús está con nosotros todos los días
hasta la consumación de esta era (Mt. 28:20). Puesto que Él está con nosotros,
¿como vendrá en el futuro? ¿No está Él con nosotros hoy? Ya que Él está aquí,
¿de qué manera vendrá? Esto es algo maravilloso que es imposible de
sistematizar. Jamás debemos poner nuestra confianza en nuestros conceptos
naturales cuando estudiamos la Biblia. No podrán obtener un entendimiento
apropiado de la Biblia en virtud de vuestros conceptos naturales. Por un lado el
Señor Jesús está aquí; por otro, Él viene. Esto quiere decir que Él ya vino como
la semilla, pero también que Él viene y vendrá como la cosecha. Él ya ha venido
como la semilla y ahora continúa Su venida a medida que crece la semilla. Al
final, Él vendrá en plenitud como la cosecha. Aunque ya han pasado casi dos mil
años, el Señor Jesús todavía no ha venido porque la semilla no ha tenido el
crecimiento adecuado. Debido a esta deficiencia de crecimiento, al Señor le es
difícil obtener la cosecha.
La venida del Señor no será algo que ocurra súbitamente. Un día el Señor Jesús
vendrá, pero no de la manera en que probablemente usted piensa. El Señor
Jesús no vendrá meramente desde los cielos, sino que vendrá desde el interior
de nuestro ser. Tal vez usted tenga la expectativa de verlo descender de repente
desde los cielos; pero tiene que comprender que Él saldrá de usted. Y cuando el
Señor Jesús salga de usted, Él no lo dejará. Para todos los incrédulos, el Señor
descenderá desde los cielos; pero para nosotros los creyentes, Él no vendrá
desde los cielos, sino que saldrá de nosotros.
¿De qué otra manera podríamos interpretar lo que el Señor dijo de que está con
nosotros y también, que Él viene? El Señor ha entrado en nosotros, está
creciendo en nosotros y nos está transformando al realizar una obra metabólica
en nuestro interior. Su venida es la compleción de esta obra de transformación.
El Señor no viene meramente del cielo, sino que Él saldrá de nosotros.
Junto con el hermano Watchman Nee hemos considerado todas las escuelas de
teología. Laboramos juntos, conversamos y tuvimos comunión sobre todo lo que
leímos y de este modo nos ayudamos mutuamente para poder entender todos
estos asuntos. Sabemos bien cuál es nuestra posición y qué es lo que el Señor
nos ha confiado. Leímos muchos libros sobre la segunda venida del Señor;
estudiamos las escuelas de la pre-tribulación y post-tribulación, así como las
escuelas pre-milenialista y postmilenialista. También estudiamos las diferentes
perspectivas existentes sobre el arrebatamiento: el arrebatamiento parcial, el
arrebatamiento antes de la tribulación y el arrebatamiento después de la
tribulación.
EL CAMINO DE LA VIDA
Les ruego que reciban todo esto en su espíritu y lo lleven delante del Señor en
oración. Verán que ésta es la comprensión acertada del Nuevo Testamento. No
es simplemente un asunto de interpretar profecías. Nosotros hemos estudiado
las buenas escuelas de interpretación profética. Probablemente algunos de
ustedes están familiarizados con los libros de G. H. Pember sobre las grandes
profecías. Nosotros también estamos familiarizados con esos libros. Sin
embargo, esos libros simplemente contienen las doctrinas en cuanto a las
profecías, pero no tienen mucha vida. Lo que el Señor nos ha mostrado en Su
Palabra es el camino de la vida. Incluso la segunda venida del Señor está en
conformidad con el camino de la vida. Él es la semilla, Él es el crecimiento, Él es
la transformación e incluso Él es la cosecha y las primicias. Aquel que le gane a
lo sumo estará en la cumbre de la cosecha y será las primicias.
LA TRANSFORMACIÓN
Apocalipsis 14:14-16 nos dice que el Señor segó el trigo. Sin embargo, al final del
libro de Apocalipsis, en la Nueva Jerusalén, no hay trigo. En Apocalipsis 14 el
Señor Jesús cosechó mucho trigo, pero al final ¿qué pasó con ese trigo? Todo
ese trigo se convirtió en oro, perlas y piedras preciosas. En Apocalipsis 14
tenemos las primicias y la cosecha, y en Apocalipsis 21 tenemos oro, perlas y
piedras preciosas. El trigo fue transformado. En el capítulo 14 tenemos la
cosecha, que es el fruto del crecimiento, y en el capítulo 21 tenemos la
transformación del trigo. Éste se convierte en piedras preciosas a través de la
transformación tal como la madera se convierte en piedra como resultado de la
petrificación. ¿Somos trigo o piedras preciosas? Por un lado, somos trigo; por
otro, estamos entre las piedras preciosas. Somos la labranza de Dios, cultivando
el trigo, y también somos el edificio de Dios, compuesto por todas las piedras
preciosas.
EXPRESAR A DIOS
Toda la ciudad tiene semejanza de jaspe, lo cual indica que tiene la semejanza de
Dios (Ap. 4:3). En la vida de iglesia también hay una sola vida, un solo camino y
una sola expresión. Independientemente del número de iglesias locales que
haya, el camino es uno solo porque la vida es una sola y es la misma. Por tanto,
también es una única expresión. No debe haber ninguna expresión de su
persona o de la mía; no debe haber expresión de la filosofía estadounidense o
china. No debe haber expresión de doctrinas o dones. La ciudad únicamente
expresa la imagen de Dios. En la vida de Dios se halla la esencia así como lo que
da forma. En la esencia de la vida de Dios recibimos también la regulación de la
vida. Y finalmente, todos seremos formados a la imagen de Dios. Ya no seremos
conforme a nuestro propio género, sino que seremos según el género de Dios.
En Génesis 1 tanto la vida vegetal como la vida animal corresponden a su propio
género. Pero nosotros no seremos conforme a nuestro propio género, sino
conforme al género de Dios, teniendo Su imagen y expresándolo. Todas las
iglesias locales deben tener una sola vida, un solo camino y una sola expresión.
Esta única expresión no está en cierta doctrina, enseñanza o don espiritual, sino
que es Cristo como la vida todo-inclusiva.
CAPÍTULO VEINTE
BAUTIZADOS EN EL DIOS
TRIUNO
Lectura bíblica: Mt. 28:19, 20b; Gá. 3:27; Ro. 6:3; 1 Co. 12:13; 2 Co.
1:21-22; 3:17a, 18; Ef. 6:17-18; Jn. 6:63; Ap. 3:1; 21:6; 22:17
Ésta tiene que ser una visión que controle a todas las iglesias en la actualidad.
No se debe tomar como mero conocimiento o doctrina, sino que debe ser una
visión que gobierne nuestra vida de iglesia. Esta visión debe regir
continuamente todos los aspectos de la vida de iglesia. Por Su gracia y
misericordia puedo testificar que estoy sujeto a esta visión. Más que ser una
doctrina para mí, esta visión ha llegado a ser un principio que me gobierna.
Mateo 28:19 usa la frase en el nombre. Influenciados por esta redacción, hay
muchos maestros cristianos que piensan que bautizar a las personas en el Dios
Triuno es simplemente un ritual o un formalismo. Hay, incluso, quienes
discuten sobre el nombre apropiado en que se debe bautizar a las personas; es
decir, si debemos bautizar en el nombre del Dios Triuno, en el nombre del Señor
Jesús o en el nombre de Cristo Jesús. Estas discusiones incluso han ocasionado
una serie de divisiones. Hace algunos años, en las Filipinas, un querido
hermano que amaba al Señor y le buscaba vino a mí con muy buenas
intenciones diciéndome: “Hermano Lee, sé que ustedes practican el bautismo
por inmersión; pero quisiera saber en qué nombre sumergen a las personas.
¿Las bautizan en el nombre del Señor Jesús, en el nombre de Jesucristo o en el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo?”. Cuando le pregunté al
hermano qué quería decir, me respondió: “Es de gran importancia en qué
nombre bautizan ustedes”. Entonces le pregunté: “¿Y en qué nombre bautizan
ustedes?”. Él respondió: “Nosotros bautizamos a las personas en el nombre del
Señor Jesús. Es un error bautizar a las personas en el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. También es un error bautizar a las personas en el
nombre de Cristo Jesús. Tienen que bautizar a las personas en el nombre del
Señor Jesús”. Le dije: “Hermano, usted está exagerando mucho; le ruego que se
olvide de todo eso. Realmente no es importante si bautizamos a las personas en
el nombre de Jesucristo o en el nombre de Cristo Jesús o en el nombre del Señor
Jesús o en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Siempre y
cuando los introduzcamos en Dios, esto ya es maravilloso”. Pero él insistió: “¡No
hermano! Esto no es algo insignificante. Tiene que comprender que aquí en las
Filipinas algunas iglesias practican el bautismo en el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo. Nosotros practicamos bautizar a las personas en el
nombre del Señor Jesús”. Le contesté: “Hermano, sin duda alguna ustedes
conforman una secta muy peculiar y extraña. Debo decirles la verdad”. Tenemos
que comprender que no es un asunto de bautizar a las personas en cierto
nombre.
En cierta ocasión, mientras estaba en Houston, hablé sobre este tema e incluso
demostré como un pastor podría bautizar a las personas en el nombre del Padre,
y del Hijo, y del Espíritu Santo. Después se me acercó un pastor de los Bautistas
de la Convención del Sur quien había estado en la reunión y me dijo: “Hermano,
el mensaje fue maravilloso, pero usted estaba burlándose de mí”. Le respondí:
“Hermano, no es mi intención burlarme de usted o de nadie. Simplemente debo
decirle la verdad al pueblo del Señor en cuanto a que el bautismo no debe ser un
ritual o una formalidad, sino que debe ser un hecho real”.
Entonces, ¿qué debemos hacer con alguien que recientemente creyó en el Señor
Jesús? Tenemos que introducirlo en el Dios Triuno. Tenemos que bautizarlo en
el Dios Triuno. Después de aquello, él será una persona en el Dios Triuno.
Siempre que bautizamos a las personas, tenemos que ejercitar nuestra fe con
base en la palabra fiel y clara dada por el Señor. El Señor dijo: “Por tanto, id, y
haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre...”. En
realidad, la preposición griega que aquí se tradujo “en” debería traducirse “hacia
adentro de”. El Señor nos dijo que bautizáramos a las personas “hacia adentro”
del nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Puesto que el Señor nos
ha dado esta Palabra fiel, tenemos que basarnos en esta Palabra llenos de fe y
autoridad. Siempre que bautizamos a las personas, tenemos que hacerlo de
manera viviente. Nosotros nos basamos en la Palabra del Señor para bautizar a
las personas en el Dios Triuno.
BAUTIZADOS EN CRISTO
Gálatas 3:27 nos dice: “Todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo
estáis revestidos”. Éste es un versículo maravilloso. En realidad no dice
“bautizados en Cristo”, sino “bautizados hacia adentro de Cristo”. ¡Hay una gran
diferencia! No fuimos bautizados en Cristo sino que entramos en Cristo. Todos
los que fueron bautizados hacia adentro de Cristo están revestidos de Él. Si
usted fue bautizado hacia adentro de Cristo, ciertamente está revestido de
Cristo.
Este mismo concepto es expresado en Romanos 6:3: “¿O ignoráis que todos los
que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su
muerte?”. Fuimos bautizados hacia adentro de Cristo Jesús y ahora estamos
cubiertos de Él. Estamos revestidos de Cristo. ¿Es éste un formalismo o un rito
conducido en conformidad con palabras vanas? ¡Por supuesto que no! Ésta es
una realidad que ha sido lograda por la Palabra fiel del Señor.
Sin embargo, todavía tenemos un problema. Ustedes han sido bautizados dentro
de Cristo y ahora tienen a Cristo sobre ustedes, pero ¿cuándo fueron bautizados
en Cristo? ¿En qué tiempo y lugar fueron introducidos en Cristo? En realidad, es
difícil responder esta pregunta, pero una cosa es clara: tenemos la plena certeza
de haber sido bautizados en Cristo. Tal vez no sepamos cuándo sucedió ni
donde, pero sabemos que esto es un hecho. Después que creímos en el Señor
Jesús, fuimos bautizados en Cristo. Simplemente no sabemos cuándo ni dónde,
pero podemos testificar que fuimos bautizados en Cristo.
Algunos dirán que sí saben claramente en qué tiempo y lugar exactos fueron
bautizados en Cristo. Mientras oraban, de improviso algo les sucedió y fueron
bautizados. Aunque no criticamos esta percepción, les ruego que jamás hagan
de su experiencia personal el estándar por el cual los demás deban regirse. Si
uno lee el Nuevo Testamento, encontrará muchas ocasiones, distintas una de la
otra, en las que se manifestó el bautismo del Espíritu, y ninguna de ellas es
exactamente igual a la otra. Todas y cada una de estas ocasiones sucedieron de
forma distinta. Muchos de nosotros tenemos la certeza de que fuimos puestos
dentro del Dios Triuno. Muchas veces he experimentado que verdaderamente
estoy en el Dios Triuno. Esto no es simple conocimiento, sino que es algo real, y
yo lo he experimentado.
Más aún, jamás podré olvidar otra reunión que tuvimos un día del Señor por la
tarde en 1943. Después que cantamos un himno y antes de dar el mensaje,
comencé a orar. Aquella oración duró más de media hora. Al orar, repetía una
sola palabra: ¡Sacude! ¡Sacude! ¡Sacude! Dije esto en chino y no en lenguas, mas
las palabras brotaban como las aguas del Niágara. “¡Sacude nuestras familias!
¡Sacude nuestros hogares! ¡Sacude nuestro país!”. Si bien yo estaba en pie
mientras oraba, no le pedí a la congregación que se pusiera de pie; pero después
de un rato toda la congregación se puso de pie, y uno de los hermanos salio de
su asiento y vino a sostenerme los brazos pues yo los tenía levantados mientras
oraba. Ésta fue una experiencia real de lo que es estar en el Dios Triuno.
Muchos amigos pentecostales citan 1 Corintios 12 para afirmar que hay nueve
manifestaciones del Espíritu Santo. Pero en realidad hay muchas más, pues
entre las nueve enumeradas en 1 Corintios 12 no se menciona, por ejemplo, los
sueños. Los sueños son mencionados en Hechos 2, donde se nos recuerda que
en los últimos días Dios derramaría de Su Espíritu sobre toda carne y que los
hombres tendrían sueños (Hch. 2:17). Personalmente, he tenido experiencias
reales en cuanto a los sueños en el Espíritu Santo. En 1943 en un lapso de dos
meses tuve cuatro sueños. Antes de ser encarcelado por la policía militar
japonesa, que habían invadido a China durante la guerra, tuve un sueño. El
mismo día que fui arrestado ese sueño vino a mí nuevamente, y después de tres
semanas, tuve otro sueño más. Todos estos sueños se han cumplido cabalmente.
El Señor me consoló por medio de los sueños. Incluso antes que la policía
militar japonesa viniera a arrestarme, sabía por los sueños lo que habría de
suceder. La noche que fui arrestado y encarcelado, otro sueño vino. En este
sueño el Señor me dijo: “Ten paz. No te harán daño”. Y sucedió exactamente
conforme al sueño. ¡Alabado sea el Señor!
Estas experiencias son señales que nos demuestran que Dios nos ha puesto
dentro de Él. Como creyentes de Cristo, todos fuimos puestos en el Dios Triuno.
Pero no intenten sistematizar esta experiencia. Discutir sobre qué nombre usar
al bautizar a las personas es sistematizar. Insistir en la necesidad de hablar en
lenguas también es sistematizar. No estoy en contra de bautizar en el nombre
del Señor Jesús ni en contra de hablar en lenguas, pero me opongo
categóricamente a querer sistematizar. Debemos desechar toda clase de
sistematización.
No sea tan osado como para decirles a los demás que usted sabe cuándo fue
puesto en el Dios Triuno. Tal vez tenga cierto sentir al respecto, pero
probablemente la verdadera experiencia no corresponda a su sentir. Tal vez a
usted le parezca que ocurrió en San Francisco en 1971, pero podría haber
ocurrido unas semanas antes. No podemos confiar en nuestras sensaciones
debido a que ellas simplemente no son exactas. Por ejemplo, tal vez yo sienta
frío cuando la temperatura excede los 90 grados. Ésta es mi sensación, pero no
corresponde a los hechos. Olvídense de sus sensaciones y aprópiense del hecho
en conformidad con la Palabra clara, definida y fiel del Señor: “Por tanto, id, y
haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y
del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mt. 28:19).
En las iglesias necesitamos tener fe en la palabra fiel del Señor Jesús cuando
bautizamos a las personas. Según Su Palabra, nosotros las bautizamos
introduciéndolas en el Dios Triuno. No piensen que el Dios Triuno implica tener
tres Dioses: uno llamado Dios el Padre, otro llamado Dios el Hijo y un tercero
llamado Dios el Espíritu Santo. Esta es una impresión errónea que recibimos de
las enseñanzas tradicionales acerca de la Trinidad. No tenemos tres Dioses;
tenemos un solo Dios, un solo Dios todo-inclusivo. Tenemos un Dios quien es el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
BAUTIZADOS EN EL CUERPO
En Mateo 28 está la semilla del bautismo en el Dios Triuno, y en las Epístolas
tenemos el crecimiento de dicha semilla. Ya hicimos referencia a Romanos 6:3,
donde se afirma que fuimos bautizados en Cristo Jesús. En 1 Corintios 12:13 se
nos dicen dos cosas: “En un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo
Cuerpo”. No es simplemente que fuimos introducidos en el Dios Triuno, sino
que una vez que fuimos introducidos en el Dios Triuno, llegamos a ser el
Cuerpo. El movimiento carismático enfatiza la práctica de hablar en lenguas,
pero ignora que el auténtico bautismo en el Espíritu Santo tiene como propósito
producir el Cuerpo. Si uno ha tenido una experiencia auténtica del bautismo en
el Espíritu Santo estarán a favor del Cuerpo. No se conformará con algo
individual, sino que se preocuparán por el Cuerpo. No todas las experiencias de
hablar en lenguas son genuinas. Si la experiencia es genuina, ella cuidará del
Cuerpo. El verdadero bautismo en el Espíritu tiene como finalidad producir el
Cuerpo. El Cuerpo es pues una clara prueba que determina la autenticidad del
bautismo que hemos experimentado.
EL BAUTISMO Y EL BEBER
“En un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo [...] y a todos se
nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Co. 12:13). Aquí tenemos otro aspecto:
beber del Espíritu. Ser bautizado en el Espíritu significa que nosotros hemos
sido puestos dentro del Espíritu; beber del Espíritu significa que el Espíritu es
puesto dentro de nosotros. Estos son dos aspectos distintos. Por un lado,
tenemos que ser puestos en el Espíritu. Aquella ocasión en la que, mientras
daba un mensaje, algo descendió sobre mí y me cubrió, fui puesto dentro del
Espíritu. Sin embargo, todavía es necesario que tome al Espíritu en mi interior,
que beba del Espíritu diariamente y a toda hora. Del mismo modo que
necesitamos beber agua todos los días, así también necesitamos beber del
Espíritu una y otra vez. Que las iglesias lleguen a ser el reino de Dios no es un
asunto doctrinal que dependa del conocimiento, los dones o los milagros, sino
que depende por completo de que bebamos del Espíritu Santo. Cuando uno ore,
uno debe beber del Espíritu. Cuando uno lee la Biblia, también debe beber del
Espíritu.
En Efesios 6:17 leemos: “Recibid [...] la espada del Espíritu, el cual es la palabra
de Dios”; aquí el pronombre indicativo “el cual” se refiere al Espíritu. Recibid la
espada del Espíritu, cuyo Espíritu es la Palabra de Dios, por medio de toda
oración (v. 18). No debemos considerar la palabra de Dios en la Biblia
meramente como palabras en blanco y negro, sino que tenemos que tomarla
como Espíritu. En Juan 6:63 el Señor Jesús dijo: “Las palabras que Yo os he
hablado son espíritu”. Puesto que Sus palabras son espíritu, no debemos leerlas
solamente como cualquier otro escrito. Debemos tomar la Palabra de Dios con
toda oración. Por esto es necesario que leamos-oremos la Palabra. Efesios 6:17-
18 es la base, el fundamento, que tenemos en la Biblia para la práctica de orar-
leer la Palabra. Allí se nos dice que debemos tomar la Palabra de Dios, la
Palabra viviente que es el Espíritu, por medio de toda oración. Tenemos que
orar todas y cada una de las palabras de la Biblia; así haremos que cada una de
ellas sea algo del Espíritu para nosotros. Esto es lo que significa beber del
Espíritu. Invocar el nombre del Señor diciendo: “¡Oh, Señor Jesús!” es beber del
Espíritu, y orar la Palabra también es beber del Espíritu.
El resultado de esto es que somos transformados. Para que esto sea logrado
plenamente, es necesario que tengamos el rostro descubierto (2 Co. 3:18). Tener
el rostro descubierto significa no tener ningún velo. Si uno lee 2 Corintios 3,
comprenderá que el velo allí mencionado se refiere a las Escrituras tomadas
como letras en blanco y negro. Me preocupa que muchos cristianos todavía
estén velados por la Biblia; otros continúan siendo velados por sus experiencias
carismáticas u otra clase de experiencias. ¡Cuánto necesitamos que el Señor, en
Su misericordia, nos quite los velos y nos permita tener un rostro descubierto,
sin conceptos, ideas y preocupaciones! Necesitamos que los velos nos sean
quitados para contemplarlo a Él como el Espíritu todo-inclusivo. Entonces
seremos transformados a Su imagen.
LA CONSUMACIÓN
Ahora llegamos a la cosecha en el libro de Apocalipsis. Hemos visto la semilla en
Mateo y su crecimiento en las Epístolas. La cosecha del Espíritu en el libro de
Apocalipsis es los siete Espíritus y el Espíritu siete veces intensificado. Toda
iglesia local necesita del Espíritu siete veces intensificado para sustentar a las
siete estrellas. Todos los que llevan la delantera en una iglesia local tienen que
comprender la necesidad de tener a este Espíritu intensificado. En Apocalipsis
21:6 el Señor dijo: “Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tenga
sed, Yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida”. El Espíritu y la
novia son uno, y llaman a venir y beber del agua de la vida gratuitamente
(22:17). Esto es lo que necesitamos en la actualidad. Olvídense de los
formalismos, los rituales, las doctrinas, los dones y los milagros. Déjenlo todo y
vengan a beber del agua de la vida. En esto consiste la consumación de haber
sido bautizados en el Dios Triuno y de beber del Espíritu.
CAPÍTULO VEINTIUNO
Mateo es el libro del Nuevo Testamento que aborda específicamente el tema del
reino. En casi todos los capítulos de este libro el reino es el tema principal. Por
otro lado, el Evangelio de Juan pone énfasis en la vida. Si comparamos estos dos
Evangelios, podremos ver que los casos que cada uno de ellos selecciona y
presenta son absolutamente diferentes debido a que Juan enfatiza la vida,
mientras que Mateo enfatiza el reino. Ninguno de los Evangelios nos relata todo
lo que el Señor Jesús hizo mientras estuvo en la tierra. Esto habría sido
imposible (Jn. 21:25). Juan nos dice que el Señor Jesús hizo muchas cosas que
no están relatadas en su Evangelio. Los casos que allí se relatan sirven para
ilustrar que Cristo es vida para la gente y que por medio de la vida Él puede
satisfacer todas las necesidades del hombre (20:30-31). Sin embargo, los casos
presentados en Mateo no sirven para ilustrar la vida, sino el reino. Mateo, por
ejemplo, no menciona a Nicodemo, a la mujer samaritana o la resurrección de
Lázaro. Estos relatos se encuentran en Juan porque son excelentes ilustraciones
de la manera en que Cristo es vida para los necesitados. Mateo relata otros
casos, tales como la limpieza del leproso, que Juan no incluye. Por tanto, los
casos relatados en Mateo sirven como ilustración del reino y los casos en Juan
sirven como ilustración de la vida divina.
El libro de Mateo no fue escrito según la secuencia histórica de eventos. En otro
Evangelio, el de Marcos, se nos narran los eventos de la vida del Señor Jesús
siguiendo un orden cronológico. Lo que hace Mateo es agrupar ciertos
elementos a fin de presentarnos un cuadro o una revelación particular. El
propósito de Mateo no es presentar una secuencia de eventos en orden
cronológico. Algunos de los incidentes ocurridos en las postrimerías de la vida
del Señor son mencionados por Mateo al principio, mientras que otros eventos
ocurridos más temprano él los menciona más tarde. Él hace esto a fin de
presentarnos un cuadro. Todo el libro es un cuadro del reino.
El primer aspecto del reino que Mateo nos muestra es la semilla del reino. El
capítulo 1 nos presenta no solamente al Rey del reino, sino también la semilla
del reino. Sin duda, el Señor Jesús es el Rey; no obstante, este Rey es también la
semilla del reino. Afirmar que el Señor Jesús es únicamente el Rey es muy
objetivo; tenemos que ver que el Señor Jesús no es solamente el Rey del reino,
sino que también es la semilla del reino. Esto es algo subjetivo. Esta semilla es
una persona maravillosa que ha sido sembrada en nuestro ser. Como dijimos
anteriormente, Cristo es el fruto de muchas generaciones de la humanidad
mezcladas con el Dios Triuno. Él es “Jehová-más” y “Dios-más”.
Nadie excepto el Señor Jesús puede limpiar a los leprosos. Todos somos
leprosos, pero hemos sido lavados con Su sangre y Su vida. Según Levítico 14, el
lavamiento de la lepra requería de la sangre de un ave, así como de agua. La
sangre representa la sangre del Señor Jesús, y el agua representa Su vida.
Fuimos lavados con Su sangre y Su vida. En 1 Corintios 6:9-11 se nos dice que
las personas inmundas —en cierto sentido podemos llamarlas leprosas— no
heredarán el reino. Sin embargo, no olvidemos el “mas” de estos versículos:
“Mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido
justificados”. Hoy en día, en virtud de la redención del Señor, hemos dejado de
ser leprosos y hemos sido hechos ciudadanos del reino celestial. El primer caso
relatado por Mateo indica que los ciudadanos del reino de los cielos son
leprosos que fueron limpiados.
El caso del centurión sirve como ilustración de la fe. El pueblo del reino tiene
que ser un pueblo de fe. Pero ¿qué es la fe? La fe no es fácil de definir. Aunque
en Hebreos 11:1 tenemos una definición de lo que es la fe, podríamos leerla
varias veces y aun así no entenderla. En palabras sencillas, la fe es la
comprensión de lo que el Señor Jesús es. Toda vez que uno aprehende al Señor
Jesús de cierta manera, espontáneamente tiene fe como resultado de tal
aprehensión. El centurión dijo que no era necesario que el Señor Jesús entrara
en su casa, pues aprehendió que Él era la autoridad más elevada y que toda
autoridad estaba en Sus manos. Si Él daba la orden, todo estaría bien. Esto es fe
y ésta es una ilustración de aprehender lo que el Señor Jesús es.
Las personas que constituyen el reino primero son leprosas y después creyentes.
Ser leproso significa ser inmundo; ser un creyente significa ser una persona
cuya fe está puesta en el Señor Jesús. Por un lado, somos leprosos; por otro,
hemos logrado cierta aprehensión de quién es el Señor Jesús. Tal aprehensión
es fe. Algunas personas suelen decir que es muy difícil creer o tener fe. Pero en
realidad, una vez que uno tiene la debida aprehensión con respecto a algo, lo
difícil es no creer. Aquel que afirma que tener fe es muy difícil, lo dice por que
no sabe lo que es la fe. La fe no es más que la aprehensión de alguna realidad. Si
uno alguna vez vio o comprendió lo qué es el Señor Jesús, le será difícil no creer
en Él. Asimismo, algunos dicen que es fácil tropezar y caer, pero en realidad es
difícil caer. ¿Cuántas veces se ha caído usted en los últimos treinta días? Yo no
me he caído hace muchos años. En realidad, nos es más fácil permanecer de pie
que caer. Si uno se esfuerza por caer, lo encontrará difícil. Del mismo modo, no
es difícil tener fe. No acepten tal mentira en cuanto a que creer es difícil. Todos
tenemos que declarar: “¡Aleluya! Para nosotros es fácil creer”. Es más fácil creer
que no creer. Incluso si los cielos se desvanecieran y la tierra fuera quitada, no
podría dejar de creer. ¿Podría usted renunciar a su fe? ¿Podría usted dejar de
creer en el Señor Jesús? Si uno intentase renunciar a su fe y procurase dejar de
creer en Él, rehusándose a seguir siendo cristiano, descubriría que simplemente
no puede hacerlo. ¡Aleluya! Todos tenemos fe.
Los ciudadanos del reino son personas de fe y no personas que están calificadas
por su nacimiento natural. Nada que proceda de nuestro nacimiento natural es
de valor para el reino. El Señor Jesús dijo que muchos vendrían del Oriente y
del Occidente para participar del reino de los cielos, pero que los hijos del reino,
los judíos por nacimiento, no tendrían parte en el reino (Mt. 8:11-12). Esto
demuestra que la entrada al reino de los cielos no depende de nuestro
nacimiento natural. Nadie es apto para entrar en el reino por su nacimiento
natural. No importa si, por nacimiento, usted es una persona simpática o
áspera, lenta o rápida. Todo cuanto usted tenga por naturaleza no tiene valor
alguno en cuanto al reino. Solo tienen que ser personas de fe.
Estos casos sirven como ilustración de algunos principios básicos. El caso del
leproso es ilustración de que todos somos inmundos. El caso del centurión sirve
como ilustración de la fe e incluye el principio según el cual no somos aptos, o
estamos descalificados por nuestro nacimiento natural. Lo único que importa es
la fe, la cual no es otra cosa que la aprehensión de lo que el Señor Jesús es.
Cuanto más le miremos a Él, más reflexionemos sobre Él y más confiemos en Él,
más estaremos en el reino y más llegaremos a ser ciudadanos del reino.
Tanto los leprosos que fueron limpiados y las personas cuyo nacimiento natural
hace que no tengan parte en el reino pueden recibir esta cosa maravillosa que
llamamos fe. La fe simplemente viene. Es difícil decir cómo viene o de dónde
viene. Tal vez, usted y sus compañeros de clase escucharon el mismo mensaje
del evangelio; pero ellos no recibieron fe, mientras que usted sí. Una vez que
usted la recibe, ya no puede deshacerse de ella. Día tras día lo molestará. Tal vez
intente echarla, mas no lo podrá lograr. ¿Cuál es el origen de tal fe? Hechos
13:48 revela que tener fe muestra que fuimos predestinados por Dios. Antes de
la fundación del mundo Dios lo predestinó y lo marcó de antemano. Si usted
intenta escaparse de esta fe, no podrá hacerlo debido a que usted fue
predestinado. No tengo la menor duda de que usted ha sido predestinado. A eso
se debe que usted haya creído al oír el mensaje del evangelio. En realidad, usted
fue elegido antes de nacer. Incluso si usted intentó renunciar a la fe cristiana, no
podría hacerlo debido a que Dios lo eligió antes que naciera. Así pues, usted
tiene fe, y tal fe tiene su origen en la predestinación de Dios. Todos tenemos tal
fe y somos ciudadanos del reino. Aunque ninguno de nosotros es apto para
entrar en el reino en virtud de su nacimiento natural, podemos entrar en él por
la fe. Hemos llegado a ser ciudadanos del reino de los cielos por medio de la fe.
CAPÍTULO VEINTIDÓS
Tenemos que recordar las diferencias entre los casos que Juan y Mateo
escogieron mencionar. Juan escogió mencionar los casos relacionados con la
vida; y Mateo los casos que sirven de ilustración sobre los diferentes aspectos
del reino. Llevar la vida del reino implica que la lepra ha sido limpiada y la fe ha
venido para que podamos disfrutar de Cristo.
La Biblia es muy profunda. Ninguna mente humana habría podido componer tal
libro. Si bien está compuesta de una manera muy sencilla, la revelación
contenida en ella es muy profunda. El Señor Jesús incluso pudo revelar el tema
de la resurrección en base a uno de los nombres de Dios: el Dios de Abraham, de
Isaac y de Jacob. Nada más este nombre de Dios implica la resurrección de
entre los muertos. Aun cuando los relatos presentados en la Biblia pueden
parecer muy sencillos, las implicancias de las revelaciones contenidas en ellos
son profundas.
LA OPOSICIÓN DE LA CULTURA HUMANA
AL REINO
Mateo 10 revela otro principio que rige en el reino. Aunque la lepra ha sido
limpiada y la fe ha venido para que disfrutemos de Cristo, tenemos que
comprender que la cultura humana se levanta en oposición al reino de Dios. Los
elementos primordiales de la cultura humana son la religión, la política y la vida
familiar. La mejor invención hecha por la humanidad es su cultura. Sin
embargo, tenemos que comprender que Satanás sutilmente utiliza la cultura
humana para oponerse al reino de Dios. Tal vez usted piense que únicamente las
cosas pecaminosas son contrarias al reino, pero según la Biblia, la cultura se
levanta en oposición al reino de Dios aún más que las cosas pecaminosas. La
cultura se ha convertido en una fortaleza de Satanás, y mantiene tal control
sobre la cultura humana que la utiliza como su reino. La cultura se ha
convertido en una parte básica, una gran parte del reino de Satanás. Es
necesario que recibamos una revelación en cuanto a este hecho.
En Mateo 10:16-22 el Señor dijo que Él enviaba al pueblo del reino como a
ovejas en medio de lobos. Él procedió a decirles que serían entregados a los
sanedrines y azotados en las sinagogas. Los sanedrines eran las instituciones
más prevalecientes de la religión judía en aquel tiempo, y las sinagogas eran los
lugares donde los judíos se reunían para adorar a Dios. No obstante, es en las
sinagogas que el pueblo del reino habría de ser azotado. Esto revela que las
personas religiosas perseguirán al pueblo del reino.
El Señor también dijo que ellos serían llevados delante de gobernadores y reyes,
refiriéndose claramente a los políticos. Estos versículos nos dicen que tanto la
religión como la política son contrarias al reino de Dios. ¿Por qué se oponen al
reino de Dios? Porque ellos poseen sus propios reinos; la religión es el reino de
las personas religiosas, y la política es el reino de los políticos. El rey Herodes se
sintió turbado cuando supo del nacimiento del Señor Jesús debido a que temía
perder su propio reino. La situación hoy en día es la misma. Toda la cultura
humana se levanta en oposición al reino de los cielos. ¿Qué religión se levantó
tan intensamente en contra del reino? No fue una religión pagana, sino la típica
religión de los judíos. Aquellos que adoraban a Dios en el templo y en las
sinagogas fueron los perseguidores del pueblo del reino. Si cooperamos con todo
lo relacionado con la cultura humana y la religión, seremos bienvenidos y no
seremos perseguidos. Pero si estamos del lado del reino del Señor, la religión se
opondrá a nosotros. Ésa era la situación imperante cuando el Señor Jesús y los
apóstoles estaban en la tierra. Si tomamos en serio las cosas del reino del Señor,
experimentaremos la misma oposición en la actualidad.
Después que el Señor habló sobre la religión y la política, hizo referencia a la
familia (v. 21). El Señor se refirió a los padres e hijos, a las madres e hijas, y a
otras relaciones familiares (vs. 35-37). No todos vuestros parientes se pondrán
del lado del reino. La situación hoy es igual a la de aquel entonces. No debemos
pensar que hoy las personas son más bondadosas que en aquel entonces. Es
probable que las personas más cultas sean incluso más implacables y severas
que las personas de poca cultura. Ciertamente no sugiero que ustedes
perjudiquen su vida familiar ni que sean enemigos de sus padres o que persigan
a su esposa. Si uno lee detenidamente la palabra del Señor, notará que el pueblo
del reino deben ser los que son perseguidos, no los que persiguen a otros. No
debemos ser los enemigos ni los perseguidores de nadie. Pero es necesario que
padezcamos persecución. Debemos huir si esto fuera posible, pero en caso de
que no podamos hacerlo, debemos padecer persecución. De acuerdo con otros
pasajes de la Biblia, tenemos que orar por nuestros opositores y perseguidores
(5:44). Tenemos que amarlos y orar pidiendo que ellos lleguen a ser como
nosotros. Principalmente, tenemos que comprender este principio: que toda la
cultura humana se opone al reino de Dios.
¿En qué consiste esta revelación? La revelación es que el reino no es otra cosa
que el Hijo de Dios (v. 27). Este versículo nos dice que la revelación del reino es
simplemente la revelación de Jesucristo, el Hijo de Dios. Si uno es sabio y
entendido en términos religiosos, le será imposible recibir la revelación del
reino. El reino es una revelación celestial en cuanto al Señor Jesús. Si uno recibe
esta revelación, le conocerá a Él de una manera muy rica, a modo de gustar del
Señor y en el camino de la vida. En la vida de iglesia continuamente debemos
tener la visión del Señor Jesús, y no meramente una doctrina acerca de Él. El
contenido del reino es el maravilloso Señor Jesús. El versículo 27 nos da la
revelación de la vida del reino. Si leemos este versículo dentro de su contexto, el
cual comienza en el versículo 20, veremos que este versículo contiene la
revelación de la vida del reino. La revelación de la vida que es propia del reino es
la revelación del Hijo con el Padre.
Hace muchos años estudié la Biblia bajo la influencia de algunos maestros muy
buenos. Sin embargo, cuanto más se me enseñaba, menos conocía al Señor
Jesús. Un día el Señor me trajo a la iglesia local. En breve tiempo vine a conocer
al Señor Jesús, no de una manera doctrinal, sino de una manera viviente, una
manera llena de vida, por medio de la cual podía saborear y disfrutar de Él.
Aunque he permanecido en este camino por más de cuarenta años, no he podido
agotar el disfrute del Cristo que me es revelado en las iglesias locales. No
obstante, todavía me preocupa que algunos santos muy queridos sigan siendo
sabios y entendidos de una forma religiosa. De seguir así, ellos no obtendrán el
verdadero conocimiento de Cristo ni el auténtico disfrute de Él. Tenemos que
ser regidos por el principio según el cual la revelación del reino es otorgada a los
niños.
Repasemos los principios que hasta ahora hemos visto en Mateo 11. En primer
lugar, debido a la oposición de la cultura humana, el reino tiene que ser tomado
con violencia. En segundo lugar, el reino no consiste en regulaciones externas.
Puesto que la vida del reino es la vida de Cristo, no debiéramos hacer que
ninguna regulación externa se convierta en nuestro estándar. En tercer lugar, si
permanecemos en el reino por causa de la vida del reino, será indispensable que
desechemos nuestra propia sabiduría y habilidad. Es horrible ser sabios y
entendidos de una manera religiosa. Tenemos que convertirnos en bebés,
quienes son muy simples y sencillos. Entonces conoceremos al Señor Jesús que
los demás no pueden conocer. También conoceremos al Padre. Y el Hijo con el
Padre llegarán a ser nuestro disfrute.
A veces las personas vienen a mí para decirme: “Hermano Lee, usted tiene
muchas cargas, ¿cómo hace para sobrellevarlas?”. Entonces les respondo:
“Hermanos, no tengo carga alguna. Apenas sé trabajar un poquito. Después de
laborar, voy a casa y descanso”. En esto consiste la vida del reino: un poco de
trabajo, pero sin ninguna carga. Si bien hay un yugo, este yugo no es pesado. En
realidad, el yugo es también una especie de descanso, pues sin él podríamos
apartarnos del camino del Señor. Si intentásemos apartarnos del camino del
Señor, descubriríamos que el yugo está allí. En esto consiste la vida del reino.
Les ruego que traigan todos estos asuntos y principios al Señor y que oren
acerca de todos estos versículos. El Señor mismo les revelará algo más, y ustedes
conocerán la vida del reino.
Mateo es un libro que trata del reino. Nuestra lepra se ha ido y la fe está aquí.
Estamos disfrutando y descansando. Dejen que las personas religiosas nos
persigan y que los enemigos se opongan. Nosotros debemos ser violentos para
entrar en el reino por fuerza. No tenemos reglas externas y tampoco tenemos
cargas, debido a que no recurrimos a nuestra sabiduría y entendimiento
religioso. Somos personas sencillas. No nos importa lo que los demás digan
acerca de nosotros. Lo único que nos importa es el descanso que tenemos en
Cristo. Cuando nos sentimos abrumados por nuestras cargas, Satanás está feliz;
pero cuando estamos descansando, él tiembla. Ésta es la vida del reino.
CAPÍTULO VEINTITRÉS
Algunos quizás consideren que el asunto del disfrute del Señor debería ser
abordado en Juan, pues éste es un libro sobre la vida, y no en Mateo, un libro
que trata sobre el reino. Pero el reino también se relaciona con el disfrute, y este
disfrute no es otra cosa que el propio Señor Jesús. No deben pensar que el Señor
Jesús como el reino se relaciona únicamente con la autoridad y el reinado. No,
Él como reino también se relaciona con el disfrute. Si uno no lo ha
experimentado como su disfrute, no puede estar en el reino en su máxima
dimensión. Obtenemos el pleno disfrute del Señor Jesús al darnos cuenta que le
tenemos como la vida del reino. Cuánto más nos demos cuenta de que Él es
nuestra vida del reino, más le disfrutaremos como el banquete. Si tenemos poco
disfrute de Cristo, tendremos poca experiencia del reino.
El Señor Jesús desea que todo el que está cargado venga a Él para darles
descanso. ¿Cómo les dará descanso? ¡Al quebrantar el Sábado! Él les daría
descanso al quebrantar aquellas leyes que hacían que estuvieran sobrecargados.
Ésta es la manera de hallar reposo. Muchos cristianos citan Mateo 11:28-30,
pero no lo vinculan con los versículos precedentes ni con los versículos
siguientes. Cuando ellos predican el evangelio se valen de estos versículos,
diciéndoles a sus oyentes que ellos están cargados de pecados. Sin embargo,
estrictamente hablando, estar “cargados” en este versículo no se refiere a estar
cargados de pecados, sino sobrellevar como una carga la religión, los preceptos,
las reglas, los ritos y las leyes. Así pues, tienen que liberarse de tales cargas.
Tienen necesidad de ser emancipados y liberados. Ser liberados equivale a estar
en el reino de Dios. El reino no es esclavitud, sino emancipación. El reino de
Satanás es esclavitud, el reino de los cielos es emancipación. Cuando entre en el
reino de los cielos, será completamente descargado; usted será completamente
liberado y emancipado. Disfrutará de la persona de Cristo y ya no será esclavo
de los preceptos religiosos. En el reino tenemos el Señor Jesús vivo, sin ningún
precepto. Verdaderamente, ésta es nuestra emancipación. Como personas del
reino, ¿cuántos preceptos tenemos? Debemos poder decir: “No tenemos
preceptos, pero tenemos al Cristo viviente”. ¡Qué liberación es esto para
nosotros!
Supongamos que los hermanos que viven juntos en una casa de hermanos
confeccionasen una lista de veinticuatro reglas y la exhibiesen en la pared. Si un
hermano joven viniera a vivir en esa casa, se sentiría abrumado considerando
que debe cumplir con todas esas reglas. Tendría que memorizarlas y recitarlas
para luego esforzarse por cumplirlas. Espero y es mi deseo que no
encontraremos una lista así en la casa de los hermanos. No me gusta ver tales
reglamentos. Lo que me encanta es ver una persona viviente: Cristo. En las
casas de los hermanos debe haber solamente una persona viviente, no reglas.
Cuando el Señor Jesús tuvo que tratar con aquellas personas religiosas, Él fue
muy sabio. Los fariseos se consideraban muy apegados a las Escrituras y
pensaban que lo hacían todo en conformidad con la Biblia. Estas personas
observaban el Sábado de acuerdo a lo que estaba establecido en la Biblia. Pero el
Señor les demostró que en realidad no conocían la Biblia. Ellos sólo conocían la
letra de la Biblia, pero no la conocían en el Espíritu; no la conocían en Cristo. El
Señor Jesús los reprendió al preguntarles si habían leído lo que David hizo. Él
les recordó la ocasión en la que David y sus seguidores entraron en el templo y
comieron de los panes de la Presencia, los cuales no les era lícito comer (1 S.
21:1-6; Lv. 24:9). Además, Él les preguntó si al leer se habían percatado que a
los sacerdotes se les permite profanar el Sábado en el templo y que ello no
implicaba culpa alguna (Nm. 28:9-10). Al hablarles así, el Señor Jesús les reveló
que Él mismo era el templo mayor y el David actual (Mt. 12:3-7). Muchas
personas religiosas se preocupan únicamente por conocer la Biblia, pero la
intención de Dios es que conozcamos a Cristo. No debiéramos simplemente
conocer la letra de la Biblia, sino que debemos conocer a Cristo en el Espíritu.
Tenemos que conocer a Cristo de una manera viviente y conocerle como Aquel
que lo es todo para nosotros. Conocer la Biblia aparte de Cristo no vale nada.
El Señor Jesús les reveló a los fariseos, a Sus discípulos e incluso nos revela a
nosotros en la actualidad que lo primordial no es conocer la Biblia, sino conocer
al viviente Señor Jesús. Todo cuanto encontremos en la Biblia tiene que ser
Cristo mismo. Si hay un templo, ese templo tiene que ser Cristo. Si hay un rey
David, él tiene que ser Cristo. Incluso el amor revelado en la Biblia tiene que ser
Cristo. La Biblia nos ordena honrar a nuestros padres, pero el honor con que los
honremos tiene que ser Cristo mismo. Simplemente conocer la Biblia por
conocerla no tiene valor alguno. Tenemos que conocer la Biblia por medio de
Cristo. Tenemos que comprender que toda cosa positiva hallada en la Biblia
tiene que ser Cristo para nosotros. Al final, el Señor Jesús les dijo a los fariseos
que Él incluso era el Señor del Sábado (Mt. 12:8). Esto va más allá de ser el
templo mayor y el David actual. ¡El Señor es el Señor! Lo que el Señor quiso
decir era esto: aun si no hubiera versículo alguno que justificase lo que Él hacía,
todavía tenía derecho a hacerlo debido a que Él es el Señor. Él aun tiene el
derecho a establecer las reglas para guardar el Sábado así como abolirlas. Él
tiene derecho a decirles a las personas que observen el Sábado y también tiene
derecho a decirles que lo quebranten. Él tiene tal derecho debido a que Él es el
Señor del Sábado.
Es bastante difícil para las personas que se consideran bíblicas traspasar los
preceptos. Estas personas suelen estar atadas a lo que ellas consideran que es la
letra de la Biblia. Cuando nosotros practicamos orar-leer las palabras de la
Biblia, tales personas nos preguntan si tenemos una base bíblica para practicar
esto. Cuando levantamos la voz alabando al Señor, nos preguntan qué versículo
justifica tal práctica. Ellos han estado llevando las pesadas cargas con los
preceptos y el conocimiento bíblico. Necesitan ser liberados. Tienen que ver que
en el reino lo que importa no es conocer la Biblia, sino conocer al viviente Señor
Jesús.
LA SEÑAL DE JONÁS
Mateo 12 revela otro principio. Las personas religiosas acudieron al Señor Jesús
pidiéndole una señal, un milagro. Ellos querían que hiciera un milagro para
demostrar que Él era Dios, pero Él les respondió de este modo: “La generación
malvada y adúltera busca señal; y señal no le será dada, sino la señal del profeta
Jonás” (v. 39). Jonás fue un profeta que pasó tres días y tres noches sepultado
dentro de un gran pez en las aguas de muerte. Después de tres días, salió de allí.
Esto fue una señal de la crucifixión y resurrección del Señor Jesús. De este
modo, el Señor Jesús les dio a entender a las personas religiosas de aquella
generación que ellos no verían otra señal aparte de la única señal del Cristo
crucificado y resucitado.
La atmósfera imperante entre las personas religiosas de nuestro tiempo es la
misma de aquel entonces. Ellas siempre quieren ver señales, milagros y
sanidades. Sin embargo, en la vida del reino no debemos hacer exhibición
alguna de nosotros mismos por medio de señales y prodigios. Más bien,
debemos revelarnos como aquellos que están crucificados y en resurrección. La
señal que es necesaria hoy no es ningún prodigio o milagro, sino la señal de una
persona crucificada y resucitada.
Ahora debemos juntar todos estos principios. Al final del capítulo 11, el Señor
Jesús comenzó a mostrarnos la manera en que podemos disfrutarlo a Él como
nuestro descanso en la vida del reino. El capítulo 12 nos reveló que necesitamos
quebrantar los preceptos religiosos, pero que debemos desechar el hacernos
grandes, públicos y populares. No debemos buscar la popularidad, sino que
tenemos que permanecer escondidos, pequeños y humildes. Además, no
debemos hacer actuaciones ostentosas mediante milagros y señales. Por el
contrario, cuanto más la gente nos pida señales, más debemos ir a la cruz, más
debemos ser sepultados en las aguas de la muerte. Cuanto más la gente espere
de nosotros algo extraordinario, más tenemos que ir a la cruz para ser
crucificados e ir a las aguas de la muerte para que nos sepulten. Después de la
crucifixión y la sepultura, experimentaremos la resurrección. El pueblo del reino
tiene que ser un pueblo que ha sido crucificado, sepultado y resucitado.
CAPÍTULO VEINTICUATRO
De cierto modo, la Biblia está compuesta como un rompecabezas. Las piezas del
cuadro son halladas en diversos lugares, y nosotros tenemos que encontrarlas y
ensamblarlas. Cuando leemos Mateo 8—12, debemos primero obtener una
visión panorámica. Si simplemente nos dedicamos a leer un párrafo tras otro,
recibiremos muy poca revelación. En el mejor de los casos, leeremos una serie
de historias; el caso de la limpieza del leproso será simplemente un relato más.
Por lo tanto, para entender éstos cinco capítulos se requiere de revelación e
iluminación. Si vemos la visión y tenemos una perspectiva panorámica,
comprenderemos que estos cinco capítulos son una sección que nos muestra la
verdadera vida del reino.
La verdadera vida del reino comienza con un leproso; después exhibe la señal
del Cristo reinante que fue crucificado, sepultado y resucitado. Cristo es nuestro
banquete, nuestro Novio, nuestro vestido nuevo, nuestro odre nuevo, nuestro
vino nuevo y nuestro descanso. Él es nuestro David, nuestro templo, nuestro
Jonás, nuestro Salomón y nuestra señal. ¡Cristo lo es todo para nosotros! La
manera de disfrutar a este Cristo no es en virtud de nuestro nacimiento natural,
sino en virtud de una fe viva y al quebrantar los preceptos religiosos. A fin de
disfrutar a Cristo, tenemos que ser plenamente emancipados de toda carga
religiosa.
La siguiente sección del libro de Mateo está compuesta por los capítulos del 13
al 17. No sería posible entender los incidentes relatados en éstos capítulos si no
los consideramos como un solo grupo. ¿Qué es lo que esta sección nos muestra?
El Señor Jesús le dijo a la gente que quienes hacían la voluntad de Dios, quienes
buscaban el reino de Dios —no según el nacimiento natural— eran Sus
hermanos y hermanas. El Señor dejó bien en claro ante Sus discípulos que Sus
relaciones personales no tenían nada que ver con el nacimiento natural. Esto
incluía hasta Su propia madre. No presten atención a las supersticiones
católicas que dicen que María es “la madre santa”. Según Mateo 12, el Señor
Jesús repudió todo lo relacionado al nacimiento natural, incluso a Su propia
madre.
Después de esto, en el capítulo 13, el Señor presentó todas las parábolas, los
misterios del reino. No hay ninguna persona que esté calificada para entender
estas parábolas sea por naturaleza o por su capacidad intelectual. El Señor Jesús
quiso hacer del reino un misterio, un asunto escondido, como un tesoro
escondido en un campo. Cuando el Señor Jesús encontró el reino, de inmediato
lo escondió. ¿Dónde y cuándo escondió el reino? Esto sucedió en Mateo 13.
Después de repudiar toda relación natural, Él comenzó a esconder el reino de
los hombres naturales. Al final del capítulo 13, Él fue completamente rechazado
por las personas naturales y religiosas. Después de presentar las siete parábolas,
Él regresó a Su propia región y entró en la sinagoga, el lugar donde las personas
religiosas discutían las cosas en cuanto a Dios. Aunque el Señor Jesús renunció
a todo lo natural, la gente de Su región le reconoció de una manera natural.
Ellos dijeron: “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama Su madre María,
y Sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? Y Sus hermanas, ¿no están todas
con nosotros?” (Mt. 13:55-56). Las personas religiosas le conocían de una
manera natural. Pero en 2 Corintios 5:16 Pablo declaró que no conocía a Cristo
según la carne, o sea, de acuerdo a nada natural. No debemos conocerle según la
carne, sino según el Espíritu. Los fariseos y los judaizantes le conocían de
acuerdo a la apariencia natural. Conocían a Su padre carpintero, a Su madre,
Sus hermanos y hermanas, pero no le conocían a Él según el Espíritu; en lugar
de ello, le rechazaron. El Señor había repudiado todo lo perteneciente al
nacimiento natural y había hecho del reino un misterio escondido. Esto
ocasionó que las personas religiosas le rechazaran por completo.
¿Qué significa esto? La sección que abarca del capítulo 13 al 17 nos muestra el
periodo de tiempo transcurrido entre el rechazo sufrido por el Señor Jesús y por
Su reino hasta la venida plena del reino. Durante este periodo, que transcurre
entre Su rechazo y la plena manifestación del reino, el pueblo del reino tiene que
seguir al Señor dejando a un lado la religión y la política para internarse en el
desierto. Hoy en día seguimos viviendo en este periodo de tiempo, pues este
empezó en el tiempo de Mateo 13 y continuará hasta la plena manifestación del
reino. En la venida plena del reino, ocurrirá la verdadera y plena transfiguración
de todos los que componen el pueblo del reino.
En Mateo 6:33 el Señor Jesús dijo que si buscamos primeramente el reino, todo
cuanto necesitemos nos será añadido. Mientras todas las personas religiosas y
los políticos están ocupados ganándose la vida, el pueblo del reino sigue al
Señor Jesús en el desierto. Incluso los discípulos tenían una manera natural de
pensar en cuanto al sustento diario. En aquel momento ellos estaban
conscientes de la necesidad que tenía la gente y le aconsejaron al Señor Jesús
que dispersara a la gente en las aldeas de alrededor para que comprasen algo
para comer. En realidad, aquí comer se refiere a la esfera que envuelve todo en
cuanto a ganarse la vida. El Señor Jesús respondió: “No tienen necesidad de
irse; dadles vosotros de comer” (Mt. 14:16). Todos sabemos lo que pasó después.
Con sólo cinco panes y dos peces el Señor Jesús alimentó a toda la multitud.
Este caso nos presenta un principio, y es que el pueblo del reino, el cual sigue al
Señor Jesús, tiene que darse cuenta que su sustento diario no depende de lo que
hagan ni de su trabajo, sino que Él los cuide. Es el Señor Jesús quien se
preocupa por proveerles lo que necesitan para vivir.
Aunque la vida que llevamos es una vida que se halla en el desierto y el camino
por el que andamos se encuentra en el mar, no debemos preocuparnos. En el
desierto el Señor es quien nos provee de los alimentos que necesitamos. Puesto
que nuestro camino se encuentra en un mar tormentoso, este está lleno de
peligros; pero tenemos que recordar que el Señor está en la cima de la montaña,
en los cielos, orando por nosotros (Mt. 14:23). Además, Él viene a nosotros
caminando sobre el mar, con todas las olas bajo Sus pies. Aunque las olas que se
agitan nos hagan temer, ellas están bajo Sus pies (v. 25). Él camina sobre las
olas, y puesto que Él las pisa, ¿por qué habríamos de temerles? Es por ello que el
Señor Jesús reprendió a Pedro por la poca fe que tenía. Por ser el pueblo del
reino, nuestra vida se halla en el desierto y nuestro camino se encuentra en el
mar. Tanto para nuestro vivir como para nuestro andar necesitamos una fe viva.
A manera de ilustración adicional, puedo decirles que cuando vine a este país
tenía muy poco dinero; no había sido enviado ni mantenido regularmente por
ninguna misión. Como podrán testificar algunos de los hermanos de Taipéi, vine
a este país sin ninguna promesa de un apoyo económico. Entonces, tal vez
pregunten: “¿Cómo, entonces, comenzó la obra?”. La obra simplemente empezó.
La obra comenzó en este país en 1963, y recibimos la carga de publicar una
pequeña revista llamada El Manantial. Aunque prácticamente no teníamos
fondos, los hermanos transcribieron los mensajes, los revisaron y los
prepararon para su impresión. Cuando llegó el momento en que debían
imprimirse, nos miramos los unos a los otros. No había necesidad de que
conversáramos sobre las finanzas, pues todos sabíamos que no teníamos
suficiente dinero. Por la misericordia del Señor yo tenía doscientos dólares y los
ofrendé para cubrir los costos de la publicación. Al final, nuestra cuenta llegó a
tener cuatrocientos dólares. Ése fue el inicio de la publicación de El Manantial.
CAPÍTULO VEINTICINCO
Todo el pueblo del reino tiene que comprender que el Señor Jesús es muy
práctico. Él sabe muy bien cuándo tenemos hambre o cuándo padecemos
necesidad y también sabe cuándo nos enfrentamos a una tormenta. Por un lado,
Él intercede por nosotros en la montaña; por otro, Él viene para acompañarnos
en el mar. Él es “Jehová-más” y “Dios-más”. “He aquí, Yo estoy con vosotros
todos los días, hasta la consumación del siglo” (28:20). Lo que necesitamos es
una fe viva en el práctico Señor Jesús. Jamás debemos olvidar que la fe genuina
consiste simplemente en darnos cuenta lo que el Señor Jesús es. Él es real y
práctico. Si verdaderamente creemos que Él es una persona práctica, tendremos
paz siempre que padezcamos alguna necesidad. Él nos hizo una promesa en
Mateo 6:33: “Buscad primeramente Su reino y Su justicia, y todas estas cosas os
serán añadidas”. El Señor nos da el reino y además nos provee de algo más. Esta
añadidura corresponde a las necesidades propias de nuestro diario vivir.
Mientras buscamos Su reino, Él satisface nuestras necesidades diarias como
algo adicional. Nuestro camino siempre será un camino seguro. No obstante, es
probable que no siempre sea seguro de acuerdo con las condiciones externas o
las circunstancias. Podremos estar en peligro externamente, podremos
hallarnos en medio de una tormenta o de un mar tormentoso, pero en realidad
estamos seguros. El Señor Jesús es para nosotros mucho más seguro que una
pequeña barca e incluso es más seguro que un mar en calma. Todas las
tormentas están bajo Sus pies. Al considerar en retrospectiva nuestros años
pasados, podemos testificar con toda certeza que Él es fiel.
Aquí, el Señor Jesús reveló Su sabiduría a los fariseos e hipócritas. Él hizo frente
a la verdadera condición de su ser interior. Los fariseos debían comprender que
no había nada bueno en su corazón. Nosotros somos iguales a ellos. ¿Qué es lo
que sale de nuestro corazón? ¿Acaso sale amor, pureza, honestidad o sinceridad
de sus corazones? En Mateo 15:18-19 el Señor no mencionó ni una sola cosa
buena que saliese de nuestro corazón. Ésta es una revelación que nos muestra lo
que verdaderamente somos. Por naturaleza y nacimiento estamos arruinados y
somos corrompidos. Jamás piensen que son buenos. Aunque externamente
parezcan ser buenos, internamente están contaminados. Si usted me dijera que
me veo muy bien externamente, pero que por dentro no soy bueno, yo les diría
que están en lo cierto. Hermanas, externamente ustedes son lindas y simpáticas,
pero no lo son internamente. Tanto en virtud de nuestro nacimiento como por
naturaleza, todos somos totalmente corruptos. Lo dicho por el Señor nos
muestra qué es lo que sale de nuestro corazón. Así pues, en el reino lo que
importa no es nuestra conducta externa. Olvídense del comportamiento externo
de las personas. El reino no es una pretensión; el reino es una realidad. No
adoren a Dios mediante el lavamiento externo de sus manos. Al Señor no le
importa eso, incluso lo considera adoración vana (Mt. 15:8-9).
A continuación, el Señor dijo: “No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a
los perrillos” (15:26). Con esta declaración Él daba a entender que había venido
para ser el pan. Esto también hacía alusión a la posición de la mujer cananea, la
cual correspondía a la de un perro gentil. Sin embargo, aquel “perro gentil” de
inmediato asumió la posición que le correspondía y reclamó su porción. Ella
dejó de usar el nombre: “Hijo de David”, y fue como si dijera: “Sí, Señor, soy un
perro gentil, pero incluso un perro tiene su porción. Los hijos tienen su porción,
la cual está sobre la mesa; mientras que la porción de los perros está debajo de
la mesa. Cuando la porción de los hijos cae debajo de la mesa, se convierte en la
porción de los perros. Señor Jesús, Tú eres el pan de los hijos, pero caíste debajo
de la mesa. Ahora ya no estás en la mesa de Israel, sino aquí, debajo de la mesa,
en Tiro y en Sidón. Puesto que caíste debajo de la mesa, ahora Tú eres mi
porción”. Después que el Señor oyó esto, le concedió lo que ella le pedía.
Olvídense del lavamiento externo de las manos, reúnan todas las migajas de
Cristo y cómanlas. Debido a que los judíos le rechazaron, Él ya no está en la
mesa; Él está debajo de la mesa como nuestra porción. Nosotros no somos los
hijos, sino los perros gentiles; no obstante, comemos de la comida destinada a
los hijos. Al comer a Cristo, nosotros los perros gentiles seremos regenerados en
hijos.
Existe un vínculo que conecta estos dos casos. El Señor Jesús dijo que no es lo
que entra en la boca, esto es, lo que ingerimos, lo que nos contamina, sino
aquello que sale de nosotros. Entonces, ¿qué debemos ingerir? Debemos ingerir
las migajas. En el primer caso tenemos el asunto de ingerir y en el segundo caso
vemos el asunto de comer las migajas. Jamás seremos contaminados al ingerir a
Cristo, pero todo cuanto sale de nuestro propio ser contaminará a otros.
Tenemos que ser muy cuidadosos y no permitir que nada salga de nosotros
mismos; ni tampoco debemos recibir nada que salga del ser de otros, pues ello
nos contaminará. Debemos simplemente ingerir a Cristo y permitir que Él
trague toda ruina e inmundicia en nuestro ser. Simplemente debemos comer las
migajas de Cristo día a día. Entonces seremos limpios, no al lavarnos
externamente las manos, sino por el lavamiento metabólico interno de nuestro
ser interior. Seremos limpios al ingerir a Cristo en nuestro ser. Tenemos que
permitir que Cristo nos consuma y nos transforme de perros a hijos.
Ponemos nuestros ojos en el Señor para que en las iglesias locales hayan
muchas migajas de Cristo, pero ninguna levadura fundamentalista o
modernista. Que tengamos el Espíritu, la vida, la realidad y la sinceridad; son
las migajas que podemos disfrutar. Todo esto tiene como propósito la vida del
reino. Al seguir al Señor Jesús en el desierto durante el tiempo de Su rechazo,
tenemos que cuidarnos de lo que comemos.
Si hemos recibido la visión presentada en Mateo 15, no estaremos preocupados
por el lavamiento de manos de forma externa. Únicamente nos preocupará
comer las migajas internamente. No estoy interesado en un lavamiento externo,
sino que lo único que me importa es cuánto han comido de las migajas de
Cristo. Al comer, guárdense de la levadura. Cuando estén hambrientos, debe
tener cuidado de lo que comen. Es maravilloso comer las migajas, pero es mejor
quedarse con hambre que comer levadura. Tanto el fundamentalismo como el
modernismo son levadura. Incluso si estuviera muriéndose de hambre, no
acepte levadura alguna. Solamente tome a Cristo. Es posible que las migajas de
Cristo no tengan buena apariencia, pero son muy nutritivas. Así que, deben
comerlas con alegría. Sin embargo, jamás ingiera levadura, no importa cuán
buena o agradable parezca ser. No se preocupen por el lavamiento externo de
las manos; sólo debe importarles el comer interno de las migajas de Cristo.
CAPÍTULO VEINTISÉIS
CRISTO
¿Quién es Cristo y qué es Cristo? Después de leer el último capítulo, uno podría
responder que Cristo es el pan, las migajas debajo de la mesa. Esto es correcto.
Sin embargo, tenemos que conocer el elemento, el constituyente, el ingrediente
o la composición misma de Cristo. La persona de Cristo no es algo tan sencillo.
En Mateo 16:16 Pedro reconoció que Él era el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Ambos títulos guardan relación con el ministerio de Cristo y la persona de
Cristo. El Hijo de Dios es el nombre de Su persona, mientras que Cristo es el
título de Su ministerio u obra. En cuanto a Su persona, Él es la corporificación
de Dios. Por ser el Hijo de Dios, Él es la expresión misma de Dios y la
corporificación de Dios. Todo Dios está corporificado y expresado a través de Él,
quien es el Hijo de Dios.
LA IGLESIA
¿Qué es la iglesia? Se necesitan muchas palabras para describir la iglesia. Aquí
apenas puedo mencionar algunos puntos. Nadie puede sobrepasar al Señor
Jesús en Su hablar. Sus palabras son sencillas y, sin embargo, son muy
profundas y llenas de implicaciones. Él le dijo a Pedro: “Tú eres una piedra”
(Mt. 16:18, lit.). Debemos ver que nosotros somos piedras destinadas a la
edificación. Mateo 16:18 menciona tanto una piedra como una roca. Todos
nosotros somos piedras, y la roca es Cristo. Tanto las piedras como la roca están
destinadas a la edificación. La iglesia es edificada con Cristo como la roca y con
nosotros como las piedras. Tal vez ya tengamos la roca y las piedras, pero
necesitamos la edificación. Muchos cristianos que buscan al Señor hablan
mucho sobre el Cuerpo, pero descuidan la edificación. Ellos simplemente
discuten acerca del Cuerpo de una manera doctrinal, pero nosotros tenemos que
lograr esta edificación en términos prácticos. En todo aspecto, esta edificación
es un asunto práctico.
SATANÁS
A continuación, el Señor menciona las puertas del Hades (16:18). El Hades es el
lugar donde se guarda a los muertos, y las puertas del Hades es una expresión
que denota la autoridad de la muerte, que es el poder de Satanás. También
representa a Satanás mismo como la corporificación de la muerte. Así como el
Señor Jesús es la corporificación de la vida, Satanás es la corporificación de la
muerte, representada en Mateo 16:18 por las puertas del Hades. La iglesia es
edificada con la roca y las piedras. Donde se encuentre la edificación de la iglesia
habrá guerra, pues el poder de la muerte se levantará en contra de tal
edificación. Pero este poder jamás podrá prevalecer contra la iglesia. La muerte
podría prevalecer contra los cristianos individuales, mas no contra la iglesia
edificada. En toda batalla que se libre contra la iglesia, Satanás será derrotado.
Éste jamás podrá prevalecer porque la iglesia puede atar. ¿Puede Satanás atar?
Algunos cristianos parecen tener más fe en Satanás que en el Señor Jesús, ya
que constantemente hablan sobre el poder de Satanás, diciendo que no saben
cómo enfrentarlo. Sin embargo, en las iglesias locales no solamente atamos al
hombre fuerte, sino que también saqueamos su casa y le arrebatamos todos sus
vasos. La iglesia edificada tiene la autoridad para atar al hombre fuerte. No soy
yo quien dice esto; lo dice el Señor Jesús. “Tú eres una piedra [lit.], y sobre esta
roca edificaré Mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”
(16:18). Tenemos que estar firmes sobre esta palabra, que las puertas del Hades
jamás prevalecerán contra la iglesia. La iglesia puede atar, y todo cuanto ella ate,
los cielos también lo atarán (v. 19).
Las llaves del reino tienen como finalidad producir la iglesia, y la vida de iglesia
es el reino. Finalmente, podemos ver cinco puntos en cuanto a la iglesia: la roca,
las piedras, la edificación, la derrota de las puertas del Hades y el reino. La
iglesia es el reino. Si hoy en día vamos a tener la iglesia edificada —no la iglesia
en doctrina o en palabras— ésta debe ser edificada con muchas piedras vivas.
Las iglesias locales son edificadas con piedras establecidas sobre la roca. En esto
consiste el reino. Debido a que el reino tiene autoridad para atar y desatar,
jamás podrá ser derrotado por las puertas del Hades.
EL YO
Satanás es representado primero por las puertas del Hades. Además, Satanás
está encarnado en el yo. Por un lado, Pedro era una piedra; por otro, se convirtió
de improviso en Satanás (v. 23). Nos es difícil imaginar cómo pudo suceder esto.
Pedro se convirtió en Satanás porque su yo era la encarnación de Satanás. El
Señor reprendió a Pedro diciéndole: “¡Quítate de delante de Mí, Satanás!”.
Satanás jamás podría tener éxito limitándose a ejercer el poder de las puertas
del Hades. Satanás es mucho muy astuto, pues no solamente se vale del poder
del Hades, sino que también entra en nosotros y se forja a sí mismo en nuestro
ser interior. Esto es algo horrendo y sutil. Satanás no puede prevalecer contra la
iglesia valiéndose únicamente de su poder de muerte, pero sí puede dañar la
iglesia recurriendo a su sutileza. ¿Dónde está la sutileza de Satanás? Su sutileza
reside en el yo del hombre. Si leemos Mateo 16:23-26 con el debido cuidado,
veremos el vínculo existente entre cuatro cosas: la mente natural, el yo, la vida
del alma y Satanás. El Señor Jesús reprendió a Pedro como si fuera Satanás
mismo, debido a que la mente de Pedro estaba puesta en las cosas de los
hombres y no en las cosas de Dios. Después, el Señor habló sobre el alma y
negar el yo. En unas cuantas oraciones muy breves el Señor mencionó a
Satanás, la mente, el yo y la vida del alma. Estas cuatro cosas son en realidad
cuatro en una. Satanás está en nuestra mente, nuestra mente está en nuestro yo
y el yo está en la vida del alma. Allí donde está la vida del alma, está el yo; donde
está el yo, está la mente; y donde está la mente, está Satanás. Aunque Satanás
no puede prevalecer contra la iglesia ejercitando su poder y autoridad, él puede
dañarla mediante su sutil artimaña de hacerse uno con usted en su mente. La
sutileza de Satanás es unirse con usted en su mente, sus opiniones y
pensamientos discrepantes. En toda iglesia en la que se produce una situación
de disensión, tal situación tiene su origen en la mente, en Satanás, en el yo y en
la vida del alma. No importa cuál sea la razón que dé para su opinión
discrepante; en tanto usted esté en disensión, usted está bajo la influencia de la
sutileza de Satanás. Todo elemento discrepante se halla en su mente, no en su
espíritu. Si usted ejercita su mente, de inmediato tendrá opiniones discrepantes.
¿Qué debemos hacer entonces? No digan ahora que debemos atar al hombre
fuerte, pues sería usar el arma equivocada. Más bien, debemos permanecer en la
cruz. Siempre que usted permanezca en la cruz, verá cómo es destruido Satanás.
Por medio de la muerte, Cristo destruyó a aquel que tenía el imperio de la
muerte (He. 2:14). Satanás, el sutil, no teme que le atemos, pero teme a la cruz.
Si nosotros permanecemos en la cruz, Satanás estará aterrorizado.
¡Quiera el Señor que todos recibamos una visión muy clara! Cristo está aquí y la
iglesia está aquí; pero Satanás, el sutil, también está aquí. Sus pensamientos
discrepantes, al igual que los de Pedro, tal vez sean motivados por sus buenas
intenciones, sin embargo, ustedes están poseídos por Satanás. Siempre y
cuando usted se aferre a sus opiniones discrepantes, estará obsesionado o
poseído. En las iglesias locales todos tenemos que permanecer alertas en contra
de cualquier pensamiento discrepante.
El Señor Jesús les dijo a los discípulos que Él iba a Jerusalén a fin de ser muerto
y ser resucitado al tercer día. Sin embargo, la mente discrepante de Pedro se
detuvo en la frase ser muerto. Las personas en disensión rara vez escuchan
hasta el final lo que otros les dicen, por lo que rara vez entienden cabalmente a
los demás. Debido a que Pedro discrepaba, era miope y no le dio al blanco. Él
escuchó la frase ser muerto, pero no captó el punto principal de la resurrección.
Sin la crucifixión jamás podría haber resurrección.
Todos los santos en la vida de iglesia tienen que ser muy cuidadosos para no
caer en disensión. Jamás caigan en disensión. La disensión simplemente
representa un horrible uso de la mente. Sin importar cuán buenas sean sus
intenciones, siempre y cuando estén en disensión, habrán caído en una trampa
que el sutil les ha tendido. No piensen que son muy santos y espirituales.
Recuerden que en un tiempo muy corto el Señor llamó a Pedro “una piedra” y
también “Satanás”. La piedra se convirtió en Satanás. Tal vez ustedes digan que
aman la iglesia, y no dudo que así sea. Tal vez ustedes piensan que todo cuanto
hablan lo dicen con buenas intenciones. Muchos queridos santos han dañado a
la iglesia, pero dicen haber estado motivados por buenas intenciones debido a
que aman la iglesia. No es un asunto de tener una buena o mala intención, sino
más bien de preguntarse si han caído en disensión. ¿Son ustedes uno con la
iglesia? Únicamente la unidad lo mantendrá vivo, y únicamente la unidad
aniquilará al enemigo. Dígale al enemigo: “Satanás, no me importa ninguno de
estos razonamientos. Lo único que me importa es la unidad del Cuerpo. No me
importa nada más. Por amor al Cuerpo no recurriré a mi mente discrepante;
acudiré a mi espíritu y permaneceré allí”. Esto es lo que significa tomar la cruz.
LA CRUZ
Ahora llegamos al tema de la cruz. El mejor lugar donde podemos mantener
nuestro yo es la cruz. No argumenten que tienen una buena intención, pues ello
es meramente una excusa detrás de la cual se esconde el yo. No digan que aman
la iglesia; pues es otra excusa, otra morada, para el yo. El lugar apropiado para
mantener vuestro yo es la cruz. Constantemente, por la gracia del Señor,
tenemos que repetirnos: “Pequeño yo, recuerda que el lugar que te corresponde
es la cruz. No vayas a ningún otro lado. Fuiste puesto en la cruz hace dos mil
años. Ahora regresa a la cruz y permanece allí. No dejes la cruz. La cruz es el
lugar que te corresponde”. Éste es el verdadero significado de la palabra del
Señor en Mateo 16:24. Llevar la cruz es darnos cuenta que ya fuimos puestos en
la cruz. Debido a que el Señor nos puso en la cruz, ahora tenemos que llevarla.
Un santo en el Señor dijo algo que me parece muy bueno: “Si llevas la cruz, al
final la cruz te llevará a ti”. Cristo le ha puesto en la cruz, ahora tiene que llevar
la cruz y conservar su posición en la cruz. No deje la cruz y no deje la posición
que le corresponde. Quédese allí. Con el tiempo, la cruz lo llevará a usted. La
cruz no será una carga para usted, sino que usted será una carga a la cruz. No
discutan, no argumenten y no hagan excusas; simplemente permanezcan en la
cruz.
UNA RECOMPENSA
En Mateo 16:27 el Señor Jesús habló de venir en la gloria del Padre con una
recompensa para los Suyos. Esto no se refiere a la salvación, pues la salvación
no es una recompensa sino un don. El don es gratuito, mientras que una
recompensa requiere que paguemos cierto precio. Cuando el Señor venga en la
gloria del Padre, Él nos recompensará. ¿Qué es esta recompensa? Es la fiesta de
bodas mencionada en Mateo 25. Quienes estén preparados serán
recompensados con esta fiesta nupcial. Si ustedes han obtenido la porción
adicional de aceite, lo cual implica estar preparados, haber madurado, así como
estar poseídos y ocupados por Cristo, entonces entrarán en la fiesta de bodas
que disfrutarán como su recompensa. Me preocupa que muchos entre nosotros
puedan perder esta recompensa. Estas personas son salvas, pero podrían perder
la recompensa de participar en la fiesta de bodas. Ya examinamos aquellas cinco
vírgenes insensatas que si bien eran verdaderamente salvas, no se les permitió
entrar en la fiesta de bodas. Ellas no perderán su salvación; sin embargo, no
pudieron participar en la fiesta de bodas. Ser salvos es una cosa; participar de la
fiesta de bodas es otra. Ser salvos se relaciona con la salvación, mientras que
participar de la fiesta de bodas se relaciona con la recompensa. ¿Cómo podemos
obtener esta recompensa? Es al perder la vida del alma, al negarnos a nosotros
mismos y al mantener nuestro yo en la cruz.
DOS REINOS
Ahora podremos ver las normas que rigen los dos reinos. Si usted permanece en
su mente, estará a favor del reino de Satanás. Si se vuelve a su espíritu, estará a
favor del reino de Dios. Si usted permanece en su mente, estará a favor de la
propagación del reino de Satanás. Si usted se vuelve a su espíritu, estará a favor
de la propagación del reino de Dios. La propagación del reino de Dios hoy es el
crecimiento de la iglesia. Si usted permanece en su mente, el crecimiento de la
iglesia será severamente limitado; incluso se reducirá al grado de darle a
Satanás ocasión para que su reino aumente. Así pues, tiene que permanecer en
la cruz y, después de ello, tiene que tornarse al espíritu. A medida que persevere
en tornarse al espíritu, experimentará la propagación del reino hasta que llegue
a la madurez; una vez que haya alcanzado la madurez, será partícipe de la
venida plena del reino. Entonces no solamente el Señor Jesús, sino también
usted será transfigurado. Será transfigurado para ser exactamente igual a Cristo.
Entonces se cumplirá cabalmente lo escrito en Filipenses 3:20-21: nuestro
cuerpo físico será conformado a la semejanza del cuerpo glorioso de Cristo. En
esto consistirá nuestra transfiguración y la venida plena del reino de Dios.
En el reino no habrá nada más que el Señor Jesús. Ya no estará Moisés ni Elías
(Mt. 17:8). Esto significa que ya no estarán ni la ley ni los profetas; ni habrá más
religión. Siempre que el Señor Jesús introduce el reino, lo único que permanece
es Él, nada más.
CAPÍTULO VEINTISIETE
Varios santos en las iglesias han sido bautizados más de una vez; pero algunas
personas han dicho que esto es incorrecto y que ellas debieran ser bautizadas
una sola vez y nada más. ¿Dónde dice la Biblia que no es correcto bautizarse
más de una vez? Yo no he podido encontrar tal versículo. No estoy promoviendo
bautizarse nuevamente, pero combato contra el legalismo. Muchos de los
jóvenes miembros de las denominaciones apuestan y hacen otras cosas malas,
pero no se les critica por ello; sin embargo, cuando algunos de nuestros jóvenes
fueron cautivados por el Señor al punto de reconocerse viejos y muertos
anhelando ser nuevamente sepultados en las aguas del bautismo, fueron
criticados. A los que critican no les importa la vida, todo lo que les importa es su
legalismo. En la religión hay legalismo, pero en el reino hay flexibilidad.
En las iglesias locales los problemas que se suscitan siempre guardan relación
con este asunto de saber perdonar. Por ejemplo, cuando nos reunimos por
primera vez para practicar la vida de iglesia, todos y todo nos parece
maravilloso. Después de cierto tiempo, aunque todos nos caen bien,
gradualmente se suscita cierta fricción. Sin proponérnoslo, usted me ofende y yo
lo ofendo. A veces usted mira mi semblante y piensa que no estoy contento con
usted, y otras veces al escuchar su tono de voz pienso que mi persona le
desagrada. Estas cosas suceden una y otra vez. Por tanto, necesitamos de la
gracia perdonadora; tenemos que perdonar todo y olvidar todo. Cada vez que
perdonamos y olvidamos, obtenemos una vida nueva en la iglesia. Cuando nos
olvidamos de toda fricción, fracaso y ofensa, somos nuevos. La iglesia se
convierte en una iglesia nueva. De otro modo, será una iglesia vieja y llena de
arrugas. Cuando una persona envejece, a ésta le salen arrugas. Si uno visita una
iglesia que ha existido por unos diez años, puede ver las arrugas. Pero ¿qué son
estas arrugas? Ellas son nuestra falta de disposición para olvidar y perdonar.
Aparentemente usted está dispuesto a perdonar, pero en realidad no está
dispuesto a olvidar; y el no estar dispuestos a olvidar los fracasos de los demás
produce muchas arrugas. Por tanto, la iglesia se convierte en una iglesia vieja. Si
perdonamos al olvidar, toda arruga será quitada. Todos los días la iglesia será
una iglesia nueva sin ninguna vejez, fracasos, transgresiones ni ofensas, pues
todas estas cosas habrán sido mutuamente olvidadas.
CAPÍTULO VEINTIOCHO
En este capítulo abarcaremos desde Mateo 19:13 hasta Mateo 20:16. Si bien es
cierto que éste es un extenso pasaje de la Palabra, es también bastante simple.
La parábola hallada en Mateo 20:1-16 es una definición de las palabras dichas
por el Señor al finalizar el capítulo 19. Este pasaje comienza hablándonos de los
niños que le fueron presentados al Señor Jesús. Cuando los discípulos
intentaron impedir que éstos niños recibieran la bendición del Señor, Él les
reprendió y después poniendo Sus manos sobre los niños, los bendijo. Esto nos
recuerda una vez más que el pueblo del reino debe ser como niños. Ya sea que
seamos viejos o jóvenes, todos tenemos que ser como niños, muy sencillos. Ellos
son pobres en espíritu y en cierto sentido son puros de corazón, por lo que
cumplen con lo requerido en Mateo 5. Por causa del reino debemos ser pobres
en espíritu y puros de corazón. Debido a que los niños no son ricos, es muy fácil
para ellos ser así. En cambio, los adultos son ricos. Algunos lo son
materialmente, otros psicológicamente y aún hay quienes son ricos en sus
sueños. Ellos sueñan con ser ricos. Pero los niños son pobres en todo el sentido
de la palabra. Tenemos que deshacernos de tales sueños y ser como niños. Si
fracasamos y no llegamos a ser como niños, seremos como un hombre rico al
venir al Señor.
UN HOMBRE RICO
Después del incidente con los niños, se nos cuenta que un hombre rico vino al
Señor Jesús procurando obtener la vida eterna (19:16-26). Esta persona
procuraba la vida zoé. Ya tenía la vida bios, la vida biológica, y tenía la vida
psujé, la vida del alma. Ahora él procuraba la vida zoé, esto es, la vida divina y
eterna, la cual pensó que podría heredar haciendo el bien. Dirigiéndose al Señor
como “Maestro”, le preguntó: “¿Qué bien he de hacer para tener la vida eterna?”
(v. 16). El Señor Jesús fue muy sabio y en Su respuesta reveló algo muy
significativo. El Señor le respondió: “¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno?
Sólo uno es bueno” (v. 17). ¿Qué nos revela esto? Esto nos dice que si llamamos
al Señor bueno, tenemos que reconocer que Él es Dios; pues no hay nadie que
sea bueno, excepto Dios mismo. El Señor le estaba diciendo: si me llamas bueno
deberás reconocer que Yo soy Dios.
El Señor Jesús le dijo a este joven rico que si quería entrar en la vida debía
guardar los mandamientos. Cuando este joven le preguntó a qué mandamientos
se refería, el Señor le mencionó seis: no matarás, no adulterarás, no hurtarás, no
dirás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo
como a ti mismo. El joven replicó: “Todo esto lo he guardado. ¿Qué más me
falta?” (19:20). Aunque tal respuesta no reflejaba su verdadera condición, el
Señor Jesús no discutió con él; simplemente le dijo: “Si quieres ser perfecto,
anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven
y sígueme” (v. 21). Lo dicho por el Señor verdaderamente puso a prueba la
autenticidad de su amor por su prójimo. El Señor Jesús no lo reprendió, sino
que simplemente puso los hechos delante de él. Como resultado, este joven fue
puesto al descubierto y se alejó entristecido.
Una vez más vemos que Pedro interviene. ¡Gracias a Dios por Pedro! Sin un
hermano tan bueno, muchas cosas no habrían sido puestas al descubierto.
Cuando el Señor Jesús le dijo al hombre rico que vendiera todo lo que tenía,
Pedro ciertamente le escuchó, y al oír esto, inmediatamente lo comparó con lo
que él y su hermano habían hecho al dejar aquel muelle de pescadores y seguir
al Señor Jesús. Él les había dicho a Pedro y Andrés: “Venid en pos de Mí”, y ellos
al instante dejaron todo y le siguieron (4:19-20). Hasta cierto grado, Pedro se
estaba jactando: “Este hombre rico no pudo renunciar a todo, pero nosotros lo
hicimos. Señor, cuando Tú nos llamaste, nosotros te seguimos. Nos pediste que
te siguiéramos, y así lo hicimos. Lo hemos dejado todo. Ahora, Señor, ¿qué nos
vas a dar?”. La respuesta del Señor Jesús muestra que Él es bueno y que Él es
Dios. Él le dijo a Pedro que recibiría exactamente lo que debía recibir. “De cierto
os digo que en la restauración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono
de Su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce
tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel” (19:28). El Señor añadió la
promesa de que todo aquel que deje madre y padre, hermanos y hermanas, y
todo cuanto tiene por causa de Su nombre, recibiría cien veces más y heredaría
la vida eterna. Además, le dijo a Pedro que “muchos primeros serán postreros, y
postreros, primeros” (vs. 29-30). ¿Por qué le dijo a Pedro que muchos primeros
serían postreros, y postreros, primeros? Fue debido a que Pedro se creía capaz
de pagar el precio para comprar el reino, pero el Señor le estaba dando a
entender que el reino no tiene precio y que él, Pedro, jamás podría comprarlo.
El reino posee un valor incomparable, y su precio es incalculable. Pedro jamás
podría comprarlo. Lo que el Señor le había pedido a Pedro que dejase no
correspondía al precio para poder obtener el reino. Él simplemente le había
pedido que dejase atrás todo impedimento. El reino no es una retribución o
pago, sino que es una recompensa o galardón. Pedro debía comprender que el
reino no era algo que pudiera comprar a precio alguno, ya que jamás tendría los
medios requeridos para comprarlo. El Señor únicamente le había pedido que
dejara todo aquello que lo enredaba y constituía un impedimento para él.
Entonces él recibiría el reino como recompensa, no como retribución. El Señor
no actuó conforme al principio comercial según el cual cuanto más uno pague,
más recibirá. El concepto de Pedro era eminentemente comercial. El Señor
estaba purgándolo de tal concepto comercial al decirle: “Muchos primeros serán
postreros, y postreros, primeros”. ¡Cuán sabio es el Señor Jesús!
Al caer la tarde, a las seis, el dueño de casa pagó su jornal a los obreros. Lo que
sucedió entonces fue bastante inusual. El dueño les pagó comenzando por los
postreros, y no por los que habían venido primero. En total había cinco grupos
de obreros: los que vinieron a las seis de la mañana, los que vinieron a las nueve
de la mañana, los que vinieron al mediodía, los que vinieron a las tres de la
tarde y los que vinieron a las cinco de la tarde. El señor de la viña pagó primero
al último grupo hasta concluir con el primer grupo. El acuerdo entre el señor y
los obreros del primer grupo había sido pagarles un denario por doce horas de
labor. Ellos laboraron desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde.
Comenzando por el último grupo, el señor le dio a cada obrero un denario.
Seguramente Pedro pensó: “Los novatos que vinieron a las cinco de la tarde
recibieron un denario por trabajar apenas una hora, pero los que trabajaron
doce veces más ciertamente deberán recibir doce veces más”. Esta manera de
pensar es propia de los comerciantes. Al final el señor de la viña pagó el mismo
monto a los del primer grupo. Los que habían trabajado desde muy temprano
estaban enojados con su señor y decían: “Estos postreros han trabajado una sola
hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado el peso del día y
el calor abrasador” (20:12). Entonces el dueño de casa les preguntó: “¿No me es
lícito hacer lo que quiero con lo mío?” (v. 15). Era como si el Señor le dijera a
Pedro: “¿No habíamos convenido en algo, Pedro? Tú lo dejaste todo para
seguirme, y Yo estuve de acuerdo en darte un denario. Te he dado lo prometido.
Te dije que muchos primeros serían postreros, y postreros, primeros”. Esta
misma expresión se repite tanto en Mateo 19:30 como en Mateo 20:16, lo cual
demuestra que la parábola relatada ofrece una definición de las palabras dichas
por el Señor a Pedro en Mateo 19:27-30.
¿No creen acaso que somos los llamados a las cinco de la tarde? ¿Piensan que
todavía es el mediodía de la era de la gracia? ¿Qué hora es? Creo que estamos en
el atardecer de la dispensación de la gracia. Tal vez hermanos como J. N. Darby
y George Müller fueron llamados a las tres, pero nosotros fuimos llamados a las
cinco. Cuando se entreguen las recompensas, tal vez seamos los primeros en
recibirlas. ¿No se reirán de Pedro? “Hermano Pedro, usted hizo un buen trato,
pero nosotros fuimos los beneficiados”. Estoy tan feliz de haber nacido en el
siglo veinte. Estoy contento de no haber sido llamado muy de mañana, sino en
este tiempo, a las cinco de la tarde de la era de la gracia.
CAPÍTULO VEINTINUEVE
Ahora debemos considerar varios pasajes en Mateo que están vinculados por
una idea subyacente, que es, la ambición por obtener una posición. El primer
pasaje está en Mateo 20:20-28. Allí vemos que la ambición de hacerse grande,
de ser un líder y de estar en una posición de autoridad está profundamente
arraigada en el hombre caído. La fuente de esta ambición es la rebelión de
Satanás. El hombre creado por Dios no tenía en su naturaleza el ser ambicioso,
o desear el liderazgo y la grandiosidad, ni tampoco poseer autoridad. La fuente
de esta naturaleza ambiciosa no es la creación de Dios, sino la rebelión de
Satanás. Esta ambición de obtener una posición está en la naturaleza caída de
Satanás mismo, quien cayó debido a su ambición. En Isaías 14 y Ezequiel 28 se
revela que Satanás fue originalmente un querubín de muy elevada posición, un
arcángel, quien fue creado bueno. Pero en cierto momento él consideró el
pensamiento de ser igual a Dios y rebelarse contra Dios. Esto muestra la
naturaleza caída del diablo. Cuando el hombre fue tentado por el diablo y cayó,
la naturaleza maligna de Satanás le fue inyectada. Por tanto, dentro de la
naturaleza humana, tanto de los varones como de las mujeres, está la ambición
de ser más grande que los demás, de ser el “jefe”. Si usted es una hermana,
ciertamente querrá ser la hermana jefe, la principal. Si usted no puede ser el
príncipe entre diez mil, por lo menos quiere ser príncipe entre diez. Ésta es
nuestra naturaleza caída.
En el reino de los cielos tal ambición por lograr una posición no tiene cabida. En
cierto sentido, en el reino no hay tales “posiciones”. El Señor Jesús dijo: “El que
quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el
primero entre vosotros será vuestro esclavo” (Mt. 20:26-27). El Señor dijo que
debíamos ser no solamente servidores, sino esclavos, esclavos que fueron
vendidos a otros. Luego el Señor se presentó a Sí mismo como ejemplo, al decir:
“El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir” (v. 28). Al decir
esto, el Señor Jesús les cerró la boca a todos.
Mientras tal clase de ambición esté presente en nuestro ser, el Señor no podrá
hacer nada con nosotros. Con el tiempo, esto hará que seamos atrapados por
Satanás, el ambicioso. Esto no es algo insignificante. Según nuestra experiencia
durante todos los años pasados, hemos visto un número considerable de casos
así. Algunos santos muy queridos que amaban al Señor y tenían tanto la
capacidad como la intención de hacer algo por el Señor, a la postre no pudieron
hacer nada debido a su ambición. ¡La ambición es algo terrible! Jamás podemos
tener personas ambiciosas en posiciones de liderazgo, pues ellas dañarían toda
la vida de iglesia.
Cuando los fariseos vieron esto, sintieron celos, pero pretendieron ser religiosos.
En realidad no es que fueran tan religiosos, sino que simplemente sentían celos
del Señor Jesús. Les molestó que un pequeño nazareno fuera objeto de tal
celebración en la que incluso los niños daban voces en el templo gritando:
“¡Hosanna!”. Los fariseos consideraban que tales gritos estaban fuera de lugar.
¿Por qué Jesús permitía que los niños le alabasen dando voces y clamando en el
templo? Éste era el lugar reservado para que la gente adorase a Dios. Ellos
debían entrar en el templo con reverencia. ¿Por qué el Señor no reprendía a
aquellos niños? Al parecer, los fariseos eran muy religiosos; pero en realidad no
era un asunto de ser religiosos, sino que simplemente sentían celos.
Debido a que ellos se mostraron religiosos y bíblicos, el Señor Jesús les dijo:
“¿Nunca leísteis: „De la boca de los pequeños y de los que maman perfeccionaste
la alabanza‟?” (21:16). Su respuesta daba a entender que no era incorrecto que
los niños dieran voces y gritasen “¡Hosanna!”; sino que esto era por completo
bíblico y fundamentalista. La misma respuesta puede ser dada a la cristiandad
de hoy. Algunas personas que han venido a nuestras reuniones han preguntado:
“¿Qué clase de servicio cristiano es éste? Con todos esos gritos, parece más un
partido de baloncesto o de fútbol”. Pero yo les preguntaría: “¿Jamás leyeron los
versículos del Antiguo Testamento que hablan sobre dar voces y alabar con
gritos de júbilo?” (Esd. 3:10-11; Sal. 5:11; Sal. 95:1; Sal. 100:1).
Una vez más, podemos ver la sabiduría del Señor Jesús. Cuando le preguntaron
sobre Su autoridad, Él les preguntó sobre la autoridad de Juan el Bautista. “Yo
también os haré una pregunta, y si me la contestáis, también Yo os diré con qué
autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de
los hombres?” (21:24-25). El Señor Jesús, por supuesto, lo sabía todo. Los
sacerdotes debieran haber sabido que no debían jugar con el Señor Jesús.
Cuando el Señor Jesús le preguntó a los sacerdotes y a los ancianos sobre el
bautismo de Juan, ellos quedaron arrinconados.
A continuación el Señor Jesús les relató una parábola que los ofendió: “Pero
¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo:
Hijo, ve hoy a trabajar en la viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero
después, arrepentido, fue. Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y
respondiendo él, dijo: Sí, señor, yo voy. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la
voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo,
que los recaudadores de impuestos y las rameras van delante de vosotros al
reino de Dios” (vs. 28-31).
Enseguida, el Señor relató otra parábola (vs. 33-45). Les contó de un hombre
dueño de una viña que la arrendó a unos viñadores para que éstos la cuidasen
en su lugar. Cuando llegó el tiempo, envió a sus esclavos a cosechar los frutos.
Los viñadores mataron a los esclavos y, cuando el dueño envió otro grupo de
esclavos, los viñadores nuevamente los mataron o los golpearon. Finalmente el
dueño envió a su propio hijo, pensando que los viñadores lo respetarían. Sin
embargo, en su intento de apoderarse de la herencia, ellos mataron al heredero.
Esta parábola fue la respuesta que el Señor dio a la pregunta sobre Su autoridad.
“¿Qué autoridad tengo? ¿Cuál es Mi fuente? ¿Cuál es Mi posición? Mi fuente es
Mi Padre; Yo soy Su Hijo. Ésta es Mi posición; Mi Padre me dio esta autoridad”.
Según la parábola, los rebeldes comprendieron que era el heredero quien había
venido y decían: “Éste es el heredero; venid, matémosle” (v. 38).
Luego el Señor procedió a decirles: “¿Nunca leísteis en las Escrituras: „La piedra
que rechazaron los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo...?‟” (v. 42). Al
decirles esto, el Señor les mostró que Él era el Hijo de Dios, quien había venido
para recibir Su herencia. Ellos habrían de matarlo motivados por su odio, pero
después y en resurrección Él se convertiría en la piedra angular para el edificio
de Dios. Este edificio estaría conformado por otro pueblo y mediante tal edificio
el reino de Dios les sería quitado a ellos y dado a otros, quienes llegarían a
constituir el edificio, del cual Él sería la piedra angular. El Señor continuó
diciendo: “El Señor ha hecho esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos” (v. 42).
Luego dijo: “El que caiga sobre esta piedra se despedazará” (v. 44). El pueblo
judío, la nación judía y el judaísmo mismo, todos ellos caerían sobre Él y se
despedazarían. Más aún, “sobre quien ella caiga, le hará polvo y como paja le
esparcirá” (v. 44). Aquí podemos ver tres aspectos del Cristo que es la roca. Él es
la piedra angular para la edificación de la iglesia; pero también es la piedra de
tropiezo para el pueblo judío. Todo el pueblo judío, incluyendo a la nación y
religión judía, cayó sobre Él y se despedazó. Además, según Daniel 2:34-35, Él
sería la piedra procedente de los cielos que habría de caer sobre las naciones de
la tierra y las hará polvo. Para la iglesia, Él es la piedra angular; para los judíos
incrédulos y rebeldes, Él se convirtió en piedra de tropiezo; y para el mundo
gentil, Él será aquella roca que golpea.
Los sacerdotes y los ancianos habían interrogado al Señor Jesús con respecto a
Su autoridad y origen. Sin embargo, el Señor Jesús les respondió de una manera
bastante misteriosa y ofensiva. Los fariseos entendieron que Él se estaba
refiriendo a ellos. En realidad el Señor Jesús no estaba hablando de ellos, sino
de Sí mismo. Él se estaba revelando como el Hijo de Dios, como Aquel que era la
piedra angular que fue rechazada y que en resurrección serviría para la
edificación de la iglesia, como Aquel que era la piedra de tropiezo para los judíos
incrédulos y, finalmente, como Aquel que era la piedra que habría de golpear a
todas las naciones gentiles. Él es todo-inclusivo. Él lo es todo. Él está a favor de
Dios y a favor de la iglesia. Él se encargará tanto de los judíos como del mundo
gentil. Únicamente el Señor Jesús tiene la sabiduría necesaria para hablar así.
No tengan ambición por posición, sino sean celosos por Cristo. Cristo no
solamente es contrario a la religión, sino que también está en contra de toda
posición. Olvídense de toda posición, liderazgo y grandiosidad. Todos debemos
ser celosos por Cristo. Cristo es mi posición. Cristo es toda mi grandeza. Cristo
lo es todo para mí. Él es el Hijo de Dios, Él es el heredero de la herencia de Dios
y Él también es la piedra angular que fue rechazada, resucitada y escogida por
Dios para Su edificio. Como la roca, Él será la piedra que juzgue a los judíos
incrédulos y a todas las naciones gentiles. ¡Cristo lo es todo! Así pues, tenemos
que desechar toda ambición por posición y ser celosos por Cristo.
CAPÍTULO TREINTA
CRISTO ES CONTRARIO A LA
RELIGIÓN,
LA POLÍTICA, LAS DOCTRINAS Y
LA LEY
Lectura bíblica: Mt. 22:1-14, 15-22, 23-32, 34-40, 41-46
Cristo mismo ocupa el lugar central en esta parábola. Los ancianos y los
sacerdotes le habían preguntado: “¿Quién te dio esta autoridad?” (21:23).
Mediante esta parábola el Señor Jesús declaró que Él era el centro del universo.
Él es el Novio a quien Dios el Padre lo designó como Aquel que ocupa el lugar
central en la fiesta de bodas universal. Él no solamente es el Hijo de Dios, la
piedra angular, la piedra de tropiezo y la piedra que desmenuza a las naciones,
sino que también es el Novio en esta fiesta de bodas universal. Él es el centro
mismo de la economía de Dios. Éste es el punto central de esta parábola y parte
de la respuesta a la pregunta en cuanto a Su autoridad y Su origen. El Señor es
el Novio. En una fiesta de bodas, nadie es más importante que el novio. Incluso
el padre que preparó la fiesta de bodas no tiene tanta relevancia como el novio
mismo. Cristo como el Novio es el centro y enfoque de la economía de Dios. Por
tanto, Él lo tiene todo, incluyendo la autoridad y posición. Todos nosotros
tenemos que comprender que Cristo es el enfoque y el centro de la economía de
Dios para nuestro disfrute.
EL TRAJE DE BODAS
Hemos sido invitados a la fiesta de bodas. Fuimos llamados y no rechazamos tal
llamado. Sin embargo, aunque aceptamos la invitación y hemos venido, esto en
sí mismo no significa que seamos aptos para participar de la fiesta de bodas.
Después de ser llamados, necesitamos el traje de bodas. ¿Qué es este traje de
bodas? En la Biblia, el traje y las vestimentas representan nuestra justicia. En
algunos versículos, tales como Lucas 15:22, el traje o vestido representa a Cristo
como nuestra justicia. Sin embargo, en Mateo 22:11-12 y en Apocalipsis 19:8 el
traje de bodas representa la justicia de los santos en su aspecto práctico. Según
Salmos 45, la reina, quien tipifica a la iglesia, posee dos clases de vestimenta.
Una representa a Cristo mismo como nuestra justicia, y la otra representa
nuestro diario andar en un sentido práctico como el traje con el cual estamos
revestidos. Nos vestimos de Cristo cuando fuimos salvos. Cristo, como nuestra
justicia, nos hace aptos para ser justificados con miras a nuestra salvación (1 Co.
1:30). Pero después de haber sido salvos y justificados, debemos expresar a
Cristo en nuestro vivir como nuestra justicia en su aspecto práctico. Ésta es la
vida que vence. Cuando fuimos salvos y justificados nos vestimos de Cristo
como nuestra justicia. Debido a que estamos recubiertos de Cristo como nuestra
justicia, somos justificados. Sin embargo, una vez justificados tenemos que
expresar a Cristo en nuestro vivir. Tenemos que vivir por Cristo a fin de
manifestar a Cristo en nuestro vivir; el Cristo que expresemos en nuestro vivir
llegará a ser la justicia práctica con la cual estaremos revestidos. Éste es el
segundo aspecto de la justicia, el cual no es necesario para ser salvos, pero es el
que nos hace aptos para asistir y participar de la fiesta de bodas. La fiesta de
bodas se refiere al milenio, los mil años del reino con Cristo (Ap. 20:4-6). La
fiesta de bodas de Cristo no durará veinticuatro horas, sino que durará mil años.
Únicamente quienes tengan el traje de bodas participarán en esta fiesta de
bodas.
Para ser salvos, únicamente necesitamos que Cristo sea nuestra justicia a fin de
estar cubiertos en la presencia de Dios. Debemos tener esto en claro. Cristo es
nuestra justicia por medio de la cual somos justificados. Sin embargo, no
debemos pensar que esto resuelve todos los problemas. Una cosa es ser salvos, y
otra muy distinta es ser maduros y estar saturados de Cristo. Tenemos que
avanzar a fin de vivir por Cristo, pero no solamente vivir por Él, sino también
expresarle en nuestro vivir, manifestarlo. Tenemos que expresar a Cristo al vivir
continuamente por Cristo. El Cristo que expresemos de esta manera en nuestro
vivir será nuestro traje de bodas; es decir, nuestra justicia en su aspecto
práctico. Cuando acudimos a Dios para ser justificados, simplemente tomamos
a Cristo como nuestra justicia. Sin embargo, en ese momento únicamente
hemos recibido a Cristo, pero aún no lo hemos experimentado. A fin de asistir a
la fiesta de bodas, tenemos que experimentar al Cristo que recibimos. Cristo
tiene que llegar a ser nuestra experiencia y, cuando llegue a ser nuestra
experiencia, Él será la justicia subjetiva y en experiencia nos hará aptos para
asistir a la fiesta de bodas.
Mateo 22:14 nos dice: “Muchos son llamados, y pocos escogidos”. Aquí
nuevamente vemos dos pasos. Ser llamados es una cosa, mientras que ser
escogidos es otra. Ser llamados significa ser salvos. El que seamos escogidos o
no, esto es, que seamos aptos para participar de la fiesta de bodas, es algo que
está por verse. La cristiandad mayormente predica sobre el llamamiento que ha
sido hecho, pero difícilmente dice algo sobre la elección del Señor. Tanto en
Mateo 22:14 como en Apocalipsis 17:14 se menciona el asunto de ser llamados y
de ser escogidos. No me cabe la menor duda de que todos nosotros fuimos
llamados. Sin embargo, hay algo que verdaderamente me preocupa: ¿Cuántas
personas de las que han sido llamadas serán escogidas? Fuimos llamados para
salvación, pero tenemos que ser escogidos para participar de la fiesta de bodas.
Por ejemplo, es probable que todos los estudiantes de una escuela lleguen a
graduarse, pero no todos recibirán un premio. Esto no quiere decir que si uno
no recibe un premio no podrá graduarse. Uno puede graduarse y, aun así, no
recibir un premio. Que participemos o no en la fiesta de bodas milenial en aquel
maravilloso día de bodas universal dependerá de una sola cosa: si Cristo es
manifestado en nuestro vivir hoy.
Una vez más vemos que Cristo ocupa el lugar central. Muchos dicen ser Cristo
céntricos, pero me temo que lo son sólo de una manera muy superficial.
Tenemos que ser Cristo céntricos de tal modo que Cristo no solamente sea
nuestra justicia por la cual somos salvos, sino que además Él sea manifestado en
nuestro vivir como nuestra justicia subjetiva por la cual somos hechos aptos
para participar de Su fiesta de bodas. Todos tenemos que aprehender a Cristo y
todos necesitamos experimentarlo. Debemos experimentar a Cristo a tal grado
que Él llegue a ser nuestro traje de bodas. Sólo así Cristo será nuestra
suficiencia, y el Padre reconocerá que somos aptos para participar en la fiesta de
bodas.
Tenemos que comprender que esto no tiene relación con la religión o la política,
sino que está íntegramente relacionado con Cristo. Tenemos que atender a
Cristo y no estar preocupados con nuestros propios conceptos. Si estamos
preocupados con nuestros propios conceptos, no podremos recibir a Cristo
cuando Él nos sea presentado a nosotros. Tenemos que estar vacíos para que
Cristo pueda entrar a nuestro ser.
LOS SADUCEOS
Los que se enfrentaron al Señor Jesús después de ellos, fueron los saduceos, los
modernistas antiguos, quienes formularon una pregunta acerca de la
resurrección. Ellos le dijeron que había un hombre, casado con una mujer, el
cual había muerto sin tener hijos; y en conformidad con la costumbre judía y la
ley de Moisés, la mujer entonces se casó con el hermano del difunto (Dt. 25:5-
6); pero este también murió sin darle hijos, y lo mismo ocurrió a los siete
hermanos. Así que, ellos le preguntaron de cuál de los siete esposos sería la
mujer en la resurrección. Los saduceos creían que eran muy inteligentes y
estaban seguros de que harían caer al Señor en su trampa. Sin embargo, el
Señor les reprendió diciéndoles: “Erráis, por no conocer las Escrituras ni el
poder de Dios. Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en
casamiento, sino que serán como los ángeles en el cielo” (Mt. 22:29-30). En
aquel día no habrá esposos ni esposas. “Pero respecto a la resurrección de los
muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: „Yo soy el
Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob‟? Dios no es Dios de
muertos, sino de vivos” (vs. 31-32). Puesto que Él es Dios de vivos, ciertamente
Abraham, Isaac y Jacob serán resucitados. De no ser así, Dios sería Dios de
muertos. Esta respuesta le cerró la boca a los saduceos. ¿Quién podría derrotar
al Señor Jesús?
UN INTÉRPRETE DE LA LEY
Después de esto, un intérprete de la ley, erudito en la ley de Moisés, estaba
seguro que podía derrotar al Señor Jesús y le preguntó: “Maestro, ¿cuál es el
gran mandamiento en la ley?” (v. 36). A esto el Señor Jesús respondió de
manera clara y sencilla: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con
toda tu alma, y con toda tu mente [...] Amarás a tu prójimo como a ti mismo”
(vs. 37, 39). Ante esta respuesta, aquel intérprete de la ley también se quedó con
la boca cerrada.
El Señor Jesús respondió a todas las preguntas, Él calló a los sacerdotes, los
ancianos, los fariseos, los herodianos, los saduceos y el intérprete de la ley.
Entonces el Señor Jesús les hizo una pregunta: “¿Qué pensáis acerca del Cristo?
¿De quién es hijo?” (v. 42). Era como si el Señor les dijera: “Me han hecho
preguntas sobre religión, política, creencias fundamentales y la ley. Pero ustedes
han errado el blanco; nada de eso es el tema central. El centro es Cristo; ¿qué
piensan acerca de Él? Díganme, ¿de quién será descendiente?”. Ellos tenían
algún conocimiento de las Escrituras, así que respondieron prontamente que
Cristo es el Hijo de David. El Señor reconoció que su respuesta era correcta,
pero entonces les preguntó: “¿Pues cómo David en el espíritu le llama Señor?”
(v. 43). En otras palabras, ¿cómo el abuelo podría llamar a su nieto: “Señor”?
Una vez más, todos se quedaron mudos.
Pero aún más Cristo nos es revelado en este pasaje de la Palabra. Aquí se nos
presenta a Cristo como Aquel que resucitó, ascendió y que viene otra vez. Mateo
22:44 cita Salmos 110 y dice: “Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a Mi diestra”.
Que el Señor Jesús estuviera sentado a la diestra de Dios implicaba que Él había
resucitado y ascendido a los cielos. Después, Salmos 110 añade: “Hasta que
ponga a Tus enemigos bajo Tus pies” (22:44). Esto hace referencia a Su segunda
venida. En la segunda venida de Cristo, Dios pondrá a todos Sus enemigos bajo
Sus pies y hará de ellos un estrado para Sus pies. Aquí podemos ver a un Cristo
maravilloso: Él posee tanto humanidad como divinidad; Él es Aquel que
resucitó, ascendió y viene otra vez. Este Cristo es el centro mismo del propósito
de Dios y de la economía de Dios. Sin embargo, muchos cristianos son como
aquellos pobres judíos que discutían sobre la religión, la política y la
interpretación de la Biblia, atendiendo principalmente a los aspectos
secundarios, pero perdiendo de vista lo más importante: Cristo. Ellos pierden de
vista a Cristo, quien es hombre y Dios, que fue crucificado, resucitado y
ascendido al tercer cielo, y quien ahora está sentado a la diestra de Dios y quien
regresará para subyugar a todos Sus enemigos. Este Cristo es el tema central.
El Señor Jesús quiso revelar Su persona a Sus opositores, pero ninguno de ellos
pudo ver la visión debido a que estaban llenos de indignación contra de Él. Ellos
estaban totalmente preocupados con otras cosas, así que simplemente no
podían escuchar ni una sola palabra en cuanto a Cristo como el centro. Hoy en
día la situación es la misma. He conocido a un buen número de cristianos muy
queridos que están íntegramente preocupados con sus propias cosas y que se
sintieron muy perturbados con respecto al recobro del Señor. Cuando
conversaban con nosotros, no podían recibir una sola palabra. Ellos tenían
absoluta confianza de estar en lo correcto y de que nosotros estábamos
equivocados. No mostraron la menor apertura ni dieron cabida alguna a
nuestras palabras. Tenemos que ver que en el reino de Dios no hay cabida para
la religión, la política o las doctrinas. En el reino solamente hay cabida para
Cristo. En la iglesia, en el recobro del Señor y en la realidad del reino hay cabida
única y exclusivamente para Cristo.
EL CRISTO RESUCITADO,
ASCENDIDO Y REINANTE
Lectura bíblica: Mt. 22:1-14, 15-22, 23-32, 34-40, 41-46
Tenemos que recordar que Mateo es un libro en el cual están sembradas las
semillas del reino. En Mateo tenemos el reino y también el Cristo que es para el
reino. Tenemos la semilla del reino y también la semilla en cuanto a Cristo.
Muchos de los aspectos básicos del reino están sembrados a manera de semillas
en el libro de Mateo y son posteriormente desarrollados en los siguientes libros
del Nuevo Testamento. La semilla que está en Mateo brota en Hechos, crece y
florece en las Epístolas, y madura y se cosecha en Apocalipsis. Sucede lo mismo
con Cristo. Cristo como semilla está sembrada en Mateo, brota en Hechos,
crece, florece y lleva fruto en las Epístolas hasta desarrollarse plenamente y
madurar con una cosecha completa en el libro de Apocalipsis.
Casi todos los capítulos del libro de Mateo revelan algún aspecto del reino y
también nos presentan una y otra vez a Cristo desde muchos ángulos diferentes.
Vimos que el capítulo 1 nos presenta a Cristo como “Jehová-más” y como “Dios-
más”, como Jehová el Salvador y como Dios con nosotros. En el capítulo 3, Él es
revelado como el Hijo de Dios que bautiza a las personas en el Espíritu de Dios.
En el capítulo 4, Él es revelado como la gran luz que resplandece sobre el pueblo
asentado en tinieblas. Por medio de este resplandor, Él mismo se expande en
estas personas haciéndolas que le sigan. En el capítulo 9, Cristo es el banquete,
el Novio, el vestido nuevo, el traje nuevo, el vino nuevo y el odre nuevo. En el
capítulo 11, Él es nuestro descanso, y en el capítulo 12, Él es el templo, el David
actual, el Señor del Sábado, el Jonás mayor y el Salomón mayor. En el capítulo
16, Él es revelado como el Hijo del Dios viviente y como el Cristo que edifica Su
iglesia. Y en el capítulo 17, Cristo, el Hijo de Dios, se transfiguró en el monte, y
allí Dios declaró que éste es Su Hijo amado, el Único a quien debemos escuchar.
DESCUIDAR A CRISTO
La situación que impera en la actualidad es la misma. Los cristianos prestan
atención a muchas cosas, pero descuidan a Cristo. Aunque se creen muy
inteligentes, en realidad no saben lo que hacen. Los hombres que pusieron a
prueba al Señor Jesús erraron completamente el blanco, pero el Señor Jesús
sabía lo que hacía. Aunque ellos erraron el blanco, el Señor jamás renunció a Su
objetivo. Incluso al responder a sus preguntas insensatas, Él se mantuvo firme
en Su propósito. Esto nos muestra que el Señor Jesús aprovechará toda
oportunidad para revelarse. Es posible que nosotros indaguemos
insensatamente, pero el Señor siempre responderá sabiamente. Quizás nuestra
pregunta sea incorrecta, pero la respuesta del Señor contendrá algo precioso.
CRISTO ES REVELADO
Al responder a todos los que le pusieron a prueba, el Señor Jesús reveló Su
propia persona de una manera todo-inclusiva. Sin embargo, lo hizo de una
manera misteriosa y escondida, pues se reveló mediante parábolas.
Consideremos la parábola de la viña. De una manera tan sencilla y discreta el
Señor Jesús se reveló como el Hijo de Dios y como el Heredero de la herencia
universal de Dios. Él también declaró que sería rechazado y resucitado como la
piedra angular del edificio de Dios. Todo aquel que caiga sobre esta piedra se
despedazará. Este asunto reviste gran importancia. Si hubiéramos estado
presentes en aquel tiempo y conscientes de esta visión, habríamos comprendido
la gravedad de Sus palabras. Aquellos que pusieron a prueba al Señor Jesús
fueron muy insensatos al no darse cuenta del significado de lo que estaba
diciendo el Señor Jesús.
Ésta es la semilla todo-inclusiva sembrada en Mateo. El Señor Jesús como la
roca tiene tres aspectos: Él es la piedra angular para el edificio de Dios, la
iglesia; Él es la piedra de tropiezo para los judíos incrédulos; y Él es la piedra
que, a Su retorno desde los cielos, habrá de aplastar a todas las naciones y
hacerlas polvo (Dn. 2:34-35). Es necesario que veamos que el Señor Jesús como
la roca tiene estos tres aspectos. Esta semilla es sembrada en Mateo y es
desarrollada a través de todo el resto del Nuevo Testamento, donde estos tres
aspectos brotan, florecen y llegan a la cosecha completa. En Hechos 4:11 Pedro
dijo que Cristo era la piedra que los edificadores menospreciaron y que fue
levantada en resurrección para ser la piedra angular. Él repitió esto en 1 Pedro
2:6-8. También en Efesios 2:20 Pablo se refiere a Cristo como la piedra angular.
Según Romanos 9:32-33, Pablo dijo que Cristo se había convertido en piedra de
tropiezo para los judíos incrédulos. El Nuevo Testamento también desarrolla el
pensamiento de que Cristo aplastaría a las naciones gentiles (Ap. 19:15). ¡Cuán
maravilloso es que en una parábola tan breve el Señor Jesús se revelase en
tantos aspectos! Por lo menos cinco puntos son mencionados: Cristo es el Hijo
de Dios, el Heredero de la herencia de Dios, la piedra angular, la piedra de
tropiezo y la piedra que aplasta. ¡Qué revelación tan rica de Cristo! Aquellas
personas religiosas le preguntaron: “¿Quién te dio esta autoridad?”. El Señor
Jesús respondió que Él era el Hijo de Dios, el Heredero de la herencia de Dios,
la piedra angular, la piedra de tropiezo y la piedra que aplasta. ¿Qué más
autoridad necesitaba? No puede haber autoridad más elevada que ésta.
LA FIESTA DE BODAS
Cristo es revelado adicionalmente en la parábola de la fiesta de bodas.
Estrictamente hablando, el reino no consiste en laborar, sino en disfrutar.
Sabemos esto porque Cristo es también el Novio, el enfoque del deleite de Dios,
el centro mismo de la felicidad y gozo de Dios. En los tiempos antiguos el padre
preparaba la fiesta de bodas de su hijo con gran gozo. Nadie podría describir el
gozo del padre al preparar la fiesta de bodas para su hijo. Nuestro Padre
celestial también tiene un gozo inefable mientras prepara la fiesta de bodas para
Su Hijo. Aunque el Hijo es el enfoque y el centro de la fiesta de bodas, quien está
más gozoso es el Padre. Esto representa el beneplácito del Padre, y es según Su
beneplácito que el Padre preparó la fiesta de bodas para Su Hijo, el Novio.
EL TRAJE DE BODAS
Cuando se proclamaron las buenas nuevas de esta fiesta de bodas, muchos las
rechazaron. Sin embargo, un buen número sí respondió aceptando la invitación
y asistiendo al banquete nupcial con gran gozo y deleite. Lamentablemente,
algunos de los que fueron llamados y vinieron a la fiesta no tenían un traje de
bodas. Para la fiesta de bodas es requisito indispensable el traje de bodas. Cristo
mismo es la fiesta de bodas y también Él es el traje de bodas. En la Biblia
encontramos estos dos aspectos de Cristo: por un lado, Él es nuestro alimento;
por otro, Él es nuestra vestimenta. En nuestro interior Él es nuestro alimento y
por fuera Él es nuestra vestimenta.
No deben ser insensatos como los fariseos. Tienen que ser sagaces y estar
alertas. Ustedes han sido llamados, pero tal vez no hayan disfrutado a Cristo
constantemente de la manera adecuada. Sin embargo, no es demasiado tarde si
comienzan de inmediato. Deben comenzar inmediatamente a tener el sabor
anticipado de una manera apropiada, esto es, experimentar a Cristo
adecuadamente al comerle diariamente y permitirle que se expanda en todo su
ser. Poco a poco, obtendrán la plena expresión de Cristo, y ese será su traje de
bodas. Cuando el tiempo llegue, tendrán el traje de bodas para la fiesta de
bodas. Para nosotros, Cristo no solamente es la piedra para la edificación, sino
que Él también es la fiesta de bodas y el traje de bodas. Él es nuestro centro,
nuestro enfoque. En cuanto a nosotros concierne, todo está enfocado en Cristo
como nuestro disfrute.
CRISTO ES EL TESORO
En Mateo estos aspectos de Cristo están en forma de semilla, los vemos florecer
en las Epístolas y son cosechados en Apocalipsis. Al responder a las insensatas
preguntas de las personas religiosas, el Señor Jesús se reveló plenamente de una
manera espontánea; no obstante, aún hay más. Lo que fue revelado era
insuficiente, algo más sería revelado con respecto a Cristo; con lo cual todos los
que le cuestionaban quedarían enmudecidos, y se resolverían todos los
problemas y preguntas. Al final, el Señor Jesús les presentó el tesoro al
preguntarles: “¿Qué pensáis acerca del Cristo? ¿De quién es hijo?” (22:42).
Desechen todo lo relacionado con la religión, la política, las doctrinas y la ley. La
pregunta de preguntas es: “¿Qué pensáis acerca del Cristo?”. Cuando ellos le
respondieron que el Cristo es Hijo de David, el Señor les preguntó: “¿Pues cómo
David en el espíritu le llama Señor?” (v. 43). Nosotros podríamos plantearnos la
misma pregunta. Esto se debe a que Él es tanto Hijo de David como el Señor de
David; Cristo es hombre y también es Dios. Él posee tanto divinidad como
humanidad. En Su humanidad Él es el Hijo de David; en Su divinidad Él es el
Señor de David.
¿Pueden repasar todos los aspectos de lo que hemos abarcado? Cristo es el Hijo
de Dios, el Heredero de Dios, la piedra para la edificación, la piedra de tropiezo,
la piedra que aplasta, el banquete, el traje de bodas; Él es hombre y es Dios, es
Aquel que resucitó y ascendió, Aquel que es vencedor y que viene otra vez, y
Aquel que establecerá el reino de Dios sobre la tierra y sobre todos Sus
enemigos. Ésta es la semilla que es desarrollada a lo largo de los libros restantes
del Nuevo Testamento hasta alcanzar madurez en el libro de Apocalipsis.
No debemos ser como los fariseos, saduceos y herodianos. Tenemos que estar
siempre interesados y alertas a fin de aplicar a Cristo a nuestra situación. “¡Oh,
Señor Jesús, Tú eres el Hijo de Dios! ¡Eres el Heredero de Dios! Quiero tomarte
como la piedra para la edificación, como el banquete nupcial y el traje de bodas.
Quiero tomarte como hombre y como Dios. Te tomo como Aquel que resucitó y
ascendió. Te tomo como Aquel que viene otra vez, Aquel que es victorioso, como
Aquel que establecerá el reino de Dios sobre la tierra”. Espero que todos los
santos en las iglesias se centren en estos asuntos; si así lo hacen, serán
iluminados por Cristo. Serán llenos y saturados de Él. Entonces tendrán una
nueva manera de entender la Biblia. No la entenderán meramente como un
libro de historias o doctrinas, sino que la tomarán como la revelación de Cristo
con todas Sus riquezas. Dediquen tiempo a los aspectos de Cristo que fueron
revelados en Sus respuestas a las personas religiosas. En verdad, Él lo es todo.
Mateo es un libro que trata sobre el Cristo viviente, un Cristo rico, un Cristo
presente, un Cristo que podemos experimentar. Este Cristo es nuestra fiesta de
bodas y nuestro traje de bodas.
EN NUESTRO ESPÍRITU
Es en nuestro espíritu que podemos aprehender a Cristo, aplicarlo,
experimentarlo y disfrutarlo. Todos tenemos que estar en nuestro espíritu. ¿Han
visto ustedes la revelación de Cristo? De ser así, vuélvanse a su espíritu e
invoquen a Jesús llamándolo Señor. David en el espíritu le llamó Señor. Nótese
que en este versículo la palabra espíritu está escrita con “e” minúscula, lo cual
denota nuestro espíritu humano. David en el espíritu le llamó Señor, y esto es lo
que nosotros también tenemos que hacer hoy. Tenemos que llamarle Señor en
nuestro espíritu. Esto hace una gran diferencia. La primera oración de la
enseñanza impartida por el Señor en el libro de Mateo se refiere a nuestro
espíritu: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de
los cielos” (Mt. 5:3). Tenemos que llamarle Señor en nuestro espíritu. Es
necesario que seamos pobres en espíritu, y también necesitamos llamarle Señor
en nuestro espíritu.
En Mateo 5, 6 y 7 se revela la realidad del reino. Según Mateo, el reino tiene tres
aspectos principales: la realidad del reino, la apariencia del reino y la
manifestación del reino. Es imprescindible que veamos estos tres aspectos para
poder comprender todos los capítulos y versículos del libro de Mateo que tratan
sobre el reino. Algunos versículos de Mateo tratan de la realidad del reino, otros
de la apariencia del reino y otros de la manifestación del reino en el futuro.
Tenemos que comprender que a medida que se produzca la realidad del reino, el
enemigo, Satanás, también intervendrá para realizar una obra que distraiga,
obstaculice y haga daño. Esta obra del enemigo produce la apariencia externa
del reino. Hoy en día, estas dos líneas coexisten: la realidad del reino y la
apariencia del reino. En Mateo 13 tenemos el trigo, pero también tenemos la
cizaña. Tenemos el gran árbol que crece de una manera desproporcionada y no
según su especie o naturaleza, y también tenemos la levadura que corrompe la
harina fina. La cizaña, el gran árbol y la levadura constituyen la apariencia
externa del reino.
El discurso dado por el Señor en el monte está dividido en siete secciones que
revelan siete aspectos de la vida que llevan los hijos del reino.
Tenemos que saber que desde el tiempo de la caída del hombre, éste ha estado
bajo el gobierno terrenal. Después de su caída, el hombre comenzó a dejar de
ser regido por Dios desde los cielos. Hoy en día la gente de este mundo, sin
importar su posición, ni las normas que se han fijado y sin importar si son
buenos o malos, todos están bajo cierto gobierno terrenal. Ellos son regidos ya
sea por su familia, su escuela, su empresa o su gobierno municipal. En esto
consiste el gobierno terrenal.
El carácter del pueblo del reino que se sujeta al reino de los cielos se compone
principalmente de seis condiciones relacionadas con su corazón y su espíritu, así
como también de tres cosas externas. Todos ellos conforman un total de nueve
puntos: Por consiguiente, el Señor repitió nueve veces la palabra
Bienaventurados. Los seis rasgos distintivos de la condición intrínseca de tales
personas empiezan por referirse a la condición en que está el espíritu de ellas y
termina hablándonos de la sexta característica referida a la condición de su
corazón. Esto quiere decir que si queremos hacer realidad la auténtica vida del
reino, requerimos de un espíritu apropiado y de un corazón apropiado.
Necesitamos conocer nuestro espíritu y necesitamos conocer nuestro corazón.
Tanto nuestro espíritu como nuestro corazón tienen que ser regulados y
calibrados.
Ser pobres en espíritu significa vaciar nuestro espíritu de todo lo que no sea
Dios mismo. Todos tenemos que vaciar nuestro espíritu, pues éste es
únicamente para Dios. Esto quiere decir que tenemos que vaciarnos de todo lo
demás que pueda estar dentro de nuestro espíritu. Tenemos que ser vaciados en
nuestro espíritu para Dios. Lamentablemente, la mayoría tiene su espíritu lleno
de cosas distintas a Dios mismo. No piensen que su conocimiento permanece
únicamente en sus mentes. Por medio de su mente, su conocimiento puede
entrar en su espíritu y ocuparlo. No piensen que su odio permanece confinado a
su corazón, pues también puede entrar en su espíritu y ocuparlo. No piensen
que su amor carnal, natural y humano permanece únicamente en su parte
emotiva, pues tal amor puede también introducirse en su espíritu y ocuparlo.
Entonces su espíritu estará lleno de conocimiento, odio o amor. Una vez que su
espíritu esté lleno, no habrá cabida en él para Dios.
LLORAR
Si somos pobres en espíritu, ciertamente lloraremos. Nos sentiremos tristes y
acongojados por la situación de miseria que impera entre el pueblo de Dios e
incluso por la condición en que nosotros mismos nos encontramos. La situación
imperante en el pueblo de Dios hoy es verdaderamente digna de llanto. Pedro,
Juan y los demás apóstoles ciertamente debían llorar debido a la situación
miserable en que se encontraban los fariseos y los judaizantes. Por causa de la
vida del reino nosotros también necesitamos llorar. Tenemos que llorar con
respecto a nosotros mismos, a nuestra sociedad y al cristianismo actual. Cuando
vemos a Cristo, ciertamente estamos felices y nos regocijamos, pero cuando nos
miramos a nosotros mismos y a los que nos rodean, tenemos que llorar. A veces
en mi habitación me regocijo con el Señor, pero otras veces lloro por los
cristianos fundamentalistas, por los pentecostales y por los carismáticos. Basta
con leer las publicaciones cristianas para percatarse de cuán lamentable es la
situación. Si uno fija su mirada en el Señor y en la iglesia, esto es algo
maravilloso. Pero fuera de la iglesia, en el cristianismo formal y
fundamentalista, así como en el cristianismo pentecostal y en el cristianismo
carismático, impera una situación de pobreza. Así que tenemos que llorar. Éste
es la segunda de las condiciones internas.
SER MANSOS
Mateo 5:5 nos dice: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la
tierra por heredad”. Si nos lamentamos y lloramos, ciertamente seremos
mansos. No seremos orgullosos, sino mansos. Estaremos dispuestos a padecer e
incluso estaremos felices de poder sufrir alguna pérdida. Ser manso no
solamente significa ser humilde, sino también estar dispuesto a sufrir y a perder
algo. Si estamos dispuestos a sufrir y a perder algo, recibiremos una
recompensa: heredaremos la tierra. Cuando venga la manifestación del reino,
algunos heredarán la tierra. Según Lucas 19, algunos heredarán diez ciudades y
otros cinco. Tenemos que ser personas mansas. Tenemos que ser pobres en
espíritu, llorar por la situación actual y, además, tenemos que ser mansos,
humildes, dóciles, estar dispuestos a sufrir y estar contentos de sufrir alguna
pérdida.
SER MISERICORDIOSOS
Mateo 5:7 nos dice: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos
recibirán misericordia”. Ser rectos o buscar y tener hambre de justicia implica
ser estrictos con nosotros mismos. Pero ser misericordiosos equivale a ser
benévolos con los demás. Quizás seamos rectos con Dios y seamos rectos con los
demás según Dios; pero es posible que otros no sean rectos, sino que sean muy
descuidados. ¿Deberíamos condenarlos? No, es menester que tengamos
misericordia de ellos. Si mostramos misericordia con otros, recibiremos
misericordia de parte de Dios. Pero si somos estrictos con los demás, Dios
también será estricto con nosotros. Tenemos que aprender a ser estrictos con
nosotros mismos pero benevolentes con los demás. Jamás debiéramos medir a
otros tomándonos a nosotros mismos como la norma. Ni tampoco debemos
exigir que otros se conformen a la norma que nos hemos fijado para nosotros
mismos. Hacer esto implica que no tenemos misericordia, sino más bien que
somos legalistas. Aprendamos a ser estrictos y exigentes con nosotros mismos,
pero a ser benevolentes con los demás sin exigirles nada. Esto es lo que significa
ser misericordioso.
Estos seis condiciones internas comienzan con nuestro espíritu y terminan con
nuestro corazón. Esto quiere decir que todos tenemos que aprender a calibrar
nuestro espíritu y nuestro corazón. Todos tenemos que orar: “Señor, regúlame.
Concédeme el espíritu apropiado y el corazón apropiado; de otro modo, jamás
podré tener la vida apropiada del reino”.
SER PACIFICADORES
Cuando nos encontremos en la condición interna apropiada delante del Señor,
espontáneamente brotará algo que se manifestará como nuestra condición
externa. Lo primero que se manifestará será que haremos la paz. Seremos
pacificadores y seremos llamados hijos de Dios. Esto es debido a que el Hijo de
Dios, Jesucristo, es Aquel que hace la paz. Él es el verdadero Pacificador, y
nosotros somos los hijos de Dios. Si somos aquellos que son pobres en espíritu,
que lloran, que son mansos, que tienen hambre y sed de justicia, que son
misericordiosos con los demás y que son puros de corazón, ciertamente seremos
pacificadores. ¿Piensan que una persona así podría pelear con los demás? Con
toda certeza, tal clase de persona será una persona en paz y también será
pacificador.
Éstos son los rasgos distintivos del carácter que es propio de los hijos del reino.
Ellos son pobres en espíritu, lloran, son mansos, tienen hambre y sed de la
justicia del Señor, son misericordiosos para con los demás, son puros de
corazón, siempre hacen la paz, padecen persecución por causa de la justicia y
padecen persecución por causa de Cristo. Éste tiene que ser nuestro carácter.
Tenemos que ser esta clase de persona.
LA INFLUENCIA QUE LOS HIJOS DEL
REINO
EJERCEN SOBRE EL MUNDO
Si poseemos tal carácter, ciertamente ejerceremos influencia sobre el mundo. El
Señor Jesús dijo que somos la sal de la tierra y la luz del mundo. La tierra está
podrida y corrompida, y el mundo está en tinieblas. Hoy en día la tierra está
corrompida con una química espiritual, por lo cual es necesario echarle sal. La
sal matará la corrupción de la tierra. El Señor nos ha puesto en medio de un
compuesto tan corrupto como la sal que mata los gérmenes y la corrupción. El
mundo, la sociedad humana, está llena de tinieblas, pero nosotros estamos aquí
como la luz del mundo a fin de iluminarlo y eliminar las tinieblas. Sin embargo,
es menester que tengamos el carácter apropiado que nos llevará a ser
constituidos en sal y luz; de otro modo, formaremos parte de la tierra
corrompida y del mundo entenebrecido. Nosotros mismos seremos corrupción y
tinieblas en lugar de ser sal y luz. Creemos que el Señor hará que todas las
iglesias locales sean llenas de sal y luz.
Justicia insuperable
El Señor Jesús dijo que para entrar en el reino es necesario tener una justicia
que sobrepase a la que los fariseos tenían al ceñirse a la ley de Moisés. La ley de
Moisés ordenaba no matar; pero la ley del reino de los cielos nos dice que
debemos reconciliarnos con los demás. Reconciliarse con los demás y llevarse
bien con otros es más elevado que no matar. Esto sobrepasa a no matar.
Pureza interna
Ser puros internamente sobrepasa a la ley de no cometer adulterio. Mientras
que cometer adulterio es un acto externo, la ley de vida nos exige ser puros
internamente. La ley de Moisés ordenaba no cometer adulterio, pero la ley de
vida nos exige pureza de corazón. Ciertamente el estándar correspondiente a la
vida divina en nuestro interior es mucho más elevado que la norma externa
promulgada por Moisés. Sobrepasa la ley de Moisés.
No jurar
No jurar sobrepasa a no jurar falsamente (Mt. 5:33-37). Jurar falsamente es no
cuidar de cumplir lo prometido y lo que se ha jurado. Esto quiere decir que uno
no honró su voto. Por tanto, en el Antiguo Testamento se ordena no jurar
falsamente (Lv. 19:12; Nm. 30:2). Esto implica que no debemos dejar de hacer
lo que hemos dicho y que debemos hacer aquello que hemos jurado hacer. Pero
la nueva ley de vida requiere que no juremos por nada. No hay necesidad de
jurar porque no tenemos que demostrar que uno está en lo correcto. Si uno está
correcto, simplemente está correcto y no tiene necesidad de probarlo. Si su
respuesta es sí, simplemente diga sí; si es no, simplemente diga no. No hay
necesidad de jurar al respecto. Decir más procede del maligno (Mt. 5:37). No
jurar es superior a no jurar falsamente.
Finalmente, esta sección del discurso del Señor termina diciéndonos que como
hijos del Padre tenemos que ser tan perfectos como el Padre. Podemos obtener
la perfección únicamente en virtud de la vida del Padre. Podemos manifestar
una justicia superior únicamente debido a que poseemos una vida superior en
nuestro ser. Es debido a que poseemos una vida superior con una ley superior
que podemos manifestar una justicia superior. ¡El pueblo del reino es un pueblo
maravilloso! ¡Su carácter, su influencia y su justicia son maravillosos! Ésta debe
ser la vida que llevemos en las iglesias locales.
Todos los aspectos de la realidad del reino que se mencionan en Mateo 5 están
vinculados con la vida divina. Nuestra vida natural simplemente no puede
producir ninguno de los seis puntos de la condición interna ni los otros tres
puntos de la condición externa. Por nuestro nacimiento natural somos polvo, no
sal. Llegamos a ser sal únicamente mediante la regeneración. Una vez que
nuestra naturaleza es cambiada, nuestro carácter también cambia. Llegamos a
ser sal en lugar de polvo debido a que poseemos una nueva vida. Ahora
poseemos una nueva naturaleza, un nuevo elemento y un nuevo carácter en
virtud de los cuales somos la sal de la tierra.
Además, en virtud de la nueva vida también somos la luz del mundo. Juan 1:4
nos dice: “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. Somos la luz
porque tenemos la vida. Si no tuviéramos la vida divina, jamás podríamos ser la
luz. Somos la luz del mundo porque hemos recibido la vida divina. La vida es la
luz. Afirmar que somos la luz del mundo significa que tenemos la vida divina.
Cuando leemos que el reino de los cielos requiere que manifestemos una justicia
superior, tal vez pensemos: “¿Quién puede hacer esto?”. Sin embargo, al final
del capítulo 5 se nos recuerda que somos hijos de nuestro Padre, lo cual quiere
decir que tenemos la vida y naturaleza del Padre. No somos hijos adoptivos, sino
que somos hijos nacidos del Padre. Por tanto, poseemos Su vida y naturaleza (2
P. 1:4). Sólo hay perfección en Su vida, y ahora nosotros la poseemos. Nuestra
responsabilidad principal es siempre darle ocasión a la vida del Padre para que
se desarrolle en nuestro ser. Este desarrollo será Su perfeccionamiento en
nosotros. Si permitimos que la vida divina en nuestro ser se desarrolle, al final el
desarrollo de esta vida será nuestra perfección. Esto no es algo que dependa de
lo que nosotros hagamos.
Esto corresponde al concepto del reino que hemos enfatizado en todo este libro.
¿Qué es el reino? Es simplemente el Señor Jesús que viene y entra a nuestro ser
y que madura en nosotros hasta que el reino venga en toda su plenitud. Si no
permitimos que Cristo madure en nuestro ser, ¿cómo podríamos estar en la
venida plena del reino? Cristo es la semilla del reino. Aunque Él entró en
nosotros como la semilla, Él tiene que crecer y madurar en nuestro ser. Si
permitimos que Cristo tenga la oportunidad de madurar en nuestro ser,
ciertamente participaremos de la cosecha, la plena venida del reino. La madurez
de Cristo dentro de nuestro ser es la justicia insuperable y también será el traje
de bodas que nos hará aptos para asistir a la fiesta de bodas. Recibir a Cristo en
nuestro ser nos hace aptos para salvación; permitir que Cristo madure en
nuestro ser nos hace aptos para la fiesta de bodas.
Aquí nuevamente podemos ver la sabiduría del Señor Jesús. La pureza de los
hijos del reino opera en tres direcciones: hacia otros al dar limosnas, hacia Dios
al orar y hacia nosotros mismos al ayunar. Con respecto a los demás, es
necesario dar limosna para atender sus necesidades. Con respecto a Dios
mismo, debemos orar, no por nuestros propios intereses y asuntos, sino
pidiendo: “Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también
en la tierra” (6:10). Esta oración es para Dios. En principio, la oración de los
hijos del reino debe ser hecha para Dios, en función de Dios y con Dios. Acerca
del ayuno, es menester tomar medidas con respecto a nuestro yo. Ayunar no se
relaciona con nuestros pecados o algo pecaminoso, sino con asuntos legítimos.
Es legítimo que nosotros comamos y bebamos, pues éste es un derecho que
todos tenemos. Todo aquel que ha nacido tiene el derecho de comer y beber.
Cuando ayunamos, tomamos medidas con respecto a nosotros mismos al
renunciar a nuestros derechos. Esto no quiere decir que tomemos medidas con
respecto a nosotros mismos debido a que estemos equivocados o seamos
personas mundanas, pecaminosas o carnales. ¡No! Simplemente queremos
tomar medidas con respecto a nosotros mismos al sacrificar nuestros derechos.
Con respecto a los demás, damos limosna; con respecto a Dios, oramos; y con
respecto a nosotros mismos, ayunamos. Éstas son las tres categorías de buenas
obras que hacen los hijos del reino.
Cuando hacemos estas cosas, tenemos que ser puros y sinceros, no hipócritas.
¿En qué consiste la hipocresía? La palabra hipócrita viene de una palabra griega
que denota a un actor que hace el papel de algún personaje. Según la costumbre
antigua, tanto entre los griegos como entre los romanos, todos los actores tenían
que hablar a través de una gran máscara a fin de aumentar la fuerza de su voz.
Así pues, la hipocresía es una falsedad externa, algo exagerado y que no es real.
También implica divulgar algo con publicidad. Tanto en el mundo como en el
cristianismo casi todo el dinero es recaudado por medio de divulgación.
Cuando estaba en cierta ciudad, los hermanos que vivían allí, me contaron la
manera en que cierta llamada iglesia recaudaba fondos. Ellos convocaban una
asamblea general y presentaban la necesidad ante la congregación. Entonces
pedían que aquellos que pudieran aportar los mayores montos de dinero se
pusieran de pie. Los miembros más ricos aprovechaban esta oportunidad para
exhibir su riqueza y generosidad al ponerse de pie para ofrecer buenas
cantidades de dinero. Este método tenía mucho éxito porque correspondía a la
naturaleza caída del hombre.
En Mateo 6:3 el Señor dijo que cuando demos limosna no debiéramos dejar que
nuestra mano izquierda sepa lo que hace la derecha. Esto quiere decir que
tenemos que dar en secreto, lo cual es absolutamente contrario a la práctica en
el cristianismo. Algunos grupos cristianos incluso publican informes en los que
dan a conocer los nombres de aquellos que dieron las “ofrendas de amor”.
Durante los años 1933 y 1934, la iglesia en Shanghái, la iglesia más grande en el
recobro del Señor en China, tenía necesidad de un terreno donde construir un
salón de reuniones que pudiera acomodar unas quinientas personas. En aquel
entonces los terrenos eran muy caros, y era difícil solventar la compra de una
parcela adecuada. La iglesia necesitaba una propiedad y oró por ella. En 1936
una hermana anciana que tenía bastante dinero poseía una propiedad que
quedaba muy cerca de nuestro salón de reuniones. Esta hermana amaba al
Señor y asistía a la mayoría de nuestras reuniones. Cuando ella supo de la
necesidad que tenía la iglesia de un terreno, tuvo el deseo de ofrendar aquella
propiedad a la iglesia. Sin embargo, al mismo tiempo ella estaba preocupada por
algunos de sus hijos. Al final, ella decidió ofrecer la propiedad a la iglesia por la
mitad de su valor, que era unos veinticinco mil a treinta mil dólares americanos.
Por tanto, la transacción se llevó a cabo haciendo que la iglesia pagase la mitad
de esa suma, y el título de propiedad fue transferido a la iglesia. Cuando ya se
estaban diseñando los planos para el salón de reuniones, la hija de aquella
hermana quiso que la iglesia pusiera en la futura construcción una piedra con
una inscripción en la que dijera que la propiedad había sido donada por aquella
hermana anciana por la mitad de su valor. El hermano Watchman Nee se negó
rotundamente a esto, y se produjo una negociación bastante complicada. El
hermano Nee no cedió ni un centímetro. Nuestro hermano no cedió ni un
centímetro para dar cabida a tal exhibición de gloria humana, pero la hija de
aquella hermana tampoco quiso ceder. A la postre, se anuló la transacción, se
devolvió el título de propiedad a la familia de la hermana y el dinero fue
devuelto a la iglesia. Desde 1936 hasta 1948 la iglesia en Shanghái no pudo
adquirir el terreno que necesitaba para erigir su local. Esto hizo que la iglesia
sufriera, pero tal sufrimiento valió la pena a fin de mantener el principio de la
realidad de la vida del reino en cuanto a las ofrendas materiales.
Mediante el relato de este incidente que forma parte de nuestra historia, ustedes
pueden ver cuál es nuestra postura al respecto, y pueden ver la realidad de la
vida del reino en cuanto a las ofrendas. Jamás hagan exhibición de sus
donativos. A esto se debe que no nos gusta revelar la cantidad de dinero que las
personas han ofrendado a la iglesia. En algunas catedrales y edificios de iglesias
existen inscripciones indicando quiénes donaron ciertos objetos. Por ejemplo,
una banca puede llevar una inscripción indicando quién la donó. ¡Esto es una
vergüenza! Si no fuera por el sistema de impuestos estadounidense que permite
eximir de impuestos el monto de las contribuciones hechas como ofrenda, no
permitiríamos que los que ofrendan den a conocer sus nombres de manera
alguna. Durante todos nuestros años en China, donde había un método distinto
de recaudar impuestos, no permitimos que los santos dieran ofrendas mediante
cheques personales. Todos usaban dinero en efectivo, de tal modo que nadie
podía saber de dónde procedían las ofrendas. Ésta es una buena práctica porque
no da cabida alguna a la carne y a la vanagloria humana.
Además, los hijos del reino también tienen que ser puros internamente en
cuanto a su oración. A veces uno podría ser tentado a querer que los demás
escuchen cuando uno ora. Es maravilloso gritar: “¡Oh, Señor Jesús! ¡Jesús es el
Señor!”; pero no debemos abrigar el deseo de que los demás sepan que estamos
orando. En cierto sentido, es mejor esconder nuestras oraciones de los demás.
Jamás haga exhibición de su vida de oración.
Con respecto al ayuno, el Señor Jesús dijo que los fariseos y los hipócritas
demudaban sus rostros cuando ayunaban, y era como si dijeran: “Miradme;
estoy ayunando”. El Señor Jesús dijo: “Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y
lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas” (Mt. 6:17-18). Ya sea
al dar limosna, al orar o al ayunar, jamás debemos hacer ninguna exhibición de
nuestras buenas obras.
El Señor continuó diciendo: “Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no
se afanan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón en toda su gloria se vistió
como uno de ellos” (Mt. 6:28-29). ¿Quién le proporcionó la vestimenta a los
lirios? ¡Fue Dios mismo! Nosotros debemos ser como las aves de los cielos y
como los lirios del campo confiando en nuestro Padre en los cielos que cuida de
nosotros.
Algunos que son irresponsables y perezosos, pueden hallar que esto es igual a su
concepto natural. Tal vez digan: “¡Esto es maravilloso! No tenemos que trabajar.
Dios nos alimentará y nos vestirá. Somos como las aves de los cielos. No
necesitamos hacer nada. Dios cuidará de nosotros”. Sin embargo, si adoptamos
tal actitud, Dios no cuidará de nosotros. Jamás debemos olvidar que enseguida
vienen otros versículos. Mateo 6:33 dice: “Mas buscad primeramente Su reino y
Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Tenemos que buscar el reino;
no debemos ser descuidados ni perezosos. Si buscamos primeramente el reino y
la justicia de Dios, Él ciertamente cuidará de nosotros. Sin embargo, no
debemos ser descuidados, sino que debemos buscar con seriedad el reino de
Dios y Su justicia.
CRISTO ES EL REINO
Hemos visto que el reino de Dios es simplemente otro término para referirse a
Cristo. Buscar el reino significa buscar a Cristo. En el libro de Filipenses no
encontramos un término como el reino, pero sí encontramos un sinónimo:
Cristo. Buscar primeramente el reino en realidad significa buscar primero a
Cristo. Más aún, no debemos buscar a Cristo de una manera superficial o
general, sino conforme a la manera que corresponde a la vida del reino. ¿Qué es
la vida del reino? Desde el comienzo de la Biblia vemos que el reino de Dios
tiene dos aspectos: la imagen y la autoridad. Dios creó al hombre a Su propia
imagen y le dio dominio sobre todas las cosas (Gn. 1:26-28). Tenemos que ver
que la imagen guarda relación con la expresión de Dios y que el dominio guarda
relación con la autoridad de Dios. Si hemos de expresar la imagen de Dios,
necesitamos la autoridad de Dios. En esto consiste el reino. Cristo es el reino de
Dios. Con Cristo tenemos tanto la imagen de Dios como Su autoridad. Si en
verdad buscamos a Cristo con toda seriedad, Él será nuestra expresión y
autoridad. Si tenemos a Cristo, tenemos el reino. Si buscamos primeramente a
Cristo, Dios atenderá a nuestras necesidades. Esto no es un asunto de renunciar
a algo y perder ciertas cosas, sino que es un asunto de tomar a Cristo. Las
personas tal vez nos pregunten por qué no practicamos ciertas cosas; la mejor
respuesta es decirles que no tenemos tiempo para ello, ya que estamos
sumamente ocupados. Además, no tenemos lugar ni encontramos espacio para
nada más. En cuanto al tiempo y el espacio se refiere, estamos completamente
ocupados con Cristo. Ésta debe ser nuestra actitud.
Por ser hijos del reino debemos ser puros en todas nuestras buenas obras.
Nuestra actitud hacia mammon, o sea, las riquezas, es que no estamos al
servicio de ellas, sino de Dios, y que tampoco ponemos nuestra confianza en
ellas. Nuestra confianza está puesta en el Padre. Él es quien atiende a nuestras
necesidades. Solamente tenemos que preocuparnos por Su reino y Su justicia.
Tanto el reino como la justicia son Cristo mismo en nuestra experiencia. Es en
virtud de Cristo que somos aprobados por Dios y somos rectos para con los
demás según Dios. Tenemos que experimentar a Cristo como nuestra justicia en
términos prácticos, siendo rectos delante de Dios y rectos para con los demás
según Dios mismo. Esto es Cristo expresado a través de nosotros. Cristo es el
reino y Cristo es la justicia. Si buscamos a Cristo como el reino y la justicia,
nuestro Padre celestial atenderá a nuestras necesidades. Todo cuanto
necesitemos nos será añadido. ¡Esto es maravilloso! Ésta es la realidad de la
vida del reino.
PALABRAS OCIOSAS
Mateo 12:36 nos dice que daremos cuenta de toda palabra ociosa en el día del
juicio. Todas nuestras palabras ociosas serán juzgadas entonces. No debiéramos
pensar que después de haber participado en chismes no tendremos problemas;
pues el Señor ha dicho que nuestras palabras ociosas serán juzgadas. Cuando
era joven aún no se habían inventado las grabadoras, y mientras leía estos
versículos me preguntaba cómo sería posible grabar cada una de las palabras
que decimos. Sin embargo, hoy los seres humanos ya inventaron las grabadoras.
Tal vez haya una especie de grabadora en los cielos donde se hallan registradas
todas nuestras palabras. Por tanto, debemos ser cuidadosos. Un día el Señor
podría decir: “Escucha esta grabación de una conversación que tuviste en la casa
de las hermanas”. La mejor manera de no juzgar es no hablar. Me siento muy
triste cuando llega a mis oídos los rumores que circulan entre los santos. Estos
rumores se deben a que hablamos, y nuestro hablar es una especie de juicio. Si
quiere dejar de juzgar, deje de hablar palabras ociosas. Entonces usted podría
preguntarme: “Hermano, ¿qué debemos hacer con nuestra boca? Dios nos dio
dos labios y una lengua. Tenemos que usar nuestra boca”. Esto es correcto. Cada
vez que nos reunimos debemos usar nuestros labios para invocar el nombre del
Señor y alabarle. Debemos tener comunión con respecto a la gracia del Señor.
Hay muchas cosas positivas de las cuales hablar. ¿Por qué discutimos asuntos
negativos y sin provecho?
No critiquen a los demás ni intenten corregirles. Tal vez ustedes piensen que
hay una paja en el ojo de su hermano, pero no han visto que hay una viga en su
propio ojo (7:3). Si desean quitar aquella paja, primero tienen que comprender
que la fuente se encuentra en su propio ojo. Si quitan la viga que está en su ojo,
descubrirán que la paja en el ojo de su hermano ha desaparecido. El problema
no es con el ojo de su hermano, sino con sus propios ojos. Por tanto, no intenten
quitar la paja del ojo de su hermano, sino quiten la viga que está en el suyo; y
entonces encontrarán que la paja ya no está en el ojo de su hermano.
TENER DISCERNIMIENTO
Si son descuidados en cuanto a su hablar, perderán su discernimiento. No
podrán discernir cuál es el momento adecuado para hablar ni cual es lo más
apropiado que decir con respecto al Señor. Debido a que habrán perdido su
discernimiento, darán lo santo a los perros y echarán sus perlas delante de los
cerdos (Mt. 7:6). No podrán detectar los momentos correctos ni tampoco
podrán identificar a las personas correctas con las que deben compartir las
cosas santas de Dios. Algunas personas son como perros, por lo que no
debiéramos darles las cosas santas a ellos. Otros son como cerdos, y no
debiéramos echar nuestras perlas delante de ellos. ¿Cuáles son las cosas santas?
En Mateo 7:6 las cosas santas denotan las verdades de Dios. Toda verdad de
Dios es una cosa santa. Las perlas representan nuestras experiencias de Cristo.
Cuando presentemos la verdad a las personas es necesario que tengamos
discernimiento. Tenemos que discernir qué cosas decir y cuánto abarcar. Si
somos demasiado habladores, hablaremos sin el debido discernimiento, sin
restricción alguna, y terminaremos presentando las cosas santas de Dios a la
persona equivocada. Debemos tener el debido discernimiento para reconocer
cuándo tenemos a un perro delante de nosotros. En tales ocasiones, necesitamos
ejercitar nuestro espíritu para restringir nuestro hablar. Debemos comprender
que algunas personas son cerdos. No debiéramos presentar nuestras
experiencias de Cristo a tales personas; si lo hacemos, ellas las pisotearán y nos
acarrearán graves perjuicios.
Ahora podemos entender por qué el Señor Jesús vinculó la necesidad de tener
discernimiento con juzgar a los demás. Si sabemos cómo abstenernos de juzgar
y cómo ejercitar nuestro espíritu para tener pleno control sobre nuestro hablar,
entonces tendremos el discernimiento necesario para saber quién es la persona
correcta y cuál es el momento apropiado para compartir las verdades de Dios y
nuestras experiencias de Cristo. Tener tal discernimiento depende de que nos
ejercitemos en rehusarnos a juzgar. Jamás debemos criticar o juzgar a otras
personas o a otras iglesias locales.
LA ORACIÓN
Nuestro hablar también guarda relación con otro asunto muy importante:
nuestra oración. En Mateo 7:7-8 el Señor dijo que al que pide, se le dará; el que
busque, hallará; y al que llama, se le abrirá. Pedir, buscar y llamar están
vinculados con el juzgar que hacemos. El Señor dio a entender que una persona
que juzga a los demás no podrá tener una vida apropiada de oración. Cuanto
más juzgamos o hablamos o chismeamos, menos podremos orar. Esto se los
garantizo. Por el contrario, cuanto menos participemos en chismes y menos
hablemos, más oraremos. Si por un lado adoptamos la práctica de no hablar, no
contar chismes y no juzgar, y por otro lado ejercemos el discernimiento debido
al compartir las verdades de Dios y las experiencias de Cristo con los demás,
entonces podremos orar. Primero pediremos, después buscaremos y finalmente
llamaremos. A veces es suficiente pedir; pero en otras ocasiones será necesario
que busquemos y llamemos. Podemos decir que pedimos la gracia del Señor,
buscamos Su persona y llamamos para obtener Su presencia. Es fácil obtener la
gracia del Señor, pero es difícil contar con Su persona y aun más difícil tener la
presencia del Señor.
Una vida apropiada de oración está vinculada con “No juzguéis”. Si no hablamos
descuidadamente, ni somos descuidados al presentar las verdades de Dios y
nuestras experiencias de Cristo, entonces tendremos una vida apropiada de
oración y tendremos la base necesaria para pedir, buscar y llamar.
Esta sección concluye con Mateo 7:12 que dice: “Así que, todo lo que queráis que
los hombres os hagan a vosotros, así también hacedlo vosotros a ellos”. Esto
significa que si esperamos que los demás nos traten de cierto modo, primero
nosotros debemos tratarlos a ellos del mismo modo. No traten a los demás de
una manera distinta a la que ustedes mismos quieren ser tratados. Éste es el
principio. Sean justos; si desean que los demás los traten de cierto modo, así
también ustedes deben tratarlos a ellos.
POR SU VIDA
Nos es imposible cumplir con todos estos requisitos en virtud de la vida que
recibimos en nuestro nacimiento natural. Pero por nuestro nuevo nacimiento
hemos recibido la vida divina que puede cumplir con todos esos requerimientos.
Estoy seguro que el Señor Jesús en usted jamás hablará demasiado. Siempre
que veo a una hermana contando chismes o a un hermano hablando demasiado,
muevo la cabeza porque sé que el Señor Jesús jamás hablaría así. Tales chismes
ciertamente no son el Señor; Él jamás chismearía ni hablaría tanto. ¡Alabado sea
el Señor! ¡Él es nuestra vida!
Hemos visto que el reino tiene dos facetas: como semilla y como cosecha.
Ambos denotan a Cristo como nuestra vida. Cristo es la semilla del reino al ser
nuestra vida y Cristo también será la cosecha del reino como nuestra vida. Con
respecto a la semilla, es necesario que la vida entre a nosotros; pero con
respecto a la cosecha, nosotros somos los que debemos entrar en la vida. En la
Biblia se nos presentan estos dos lados: la vida zoé entra en nuestro ser, y
nosotros entramos en la vida zoé. La vida zoé ha entrado en todo aquel que
creyó en el Señor Jesús, pero no todos los creyentes auténticos entrarán en la
vida zoé en el futuro. Que la vida zoé haya entrado en nosotros significa que
somos salvos, pero entrar en la vida zoé en el futuro significa que habremos
entrado en la manifestación del reino, la fiesta de bodas. Que la vida eterna haya
entrado en nosotros significa que tenemos a Cristo como la semilla, pero entrar
en la vida eterna en el futuro significa que Cristo ha madurado en nosotros.
Mateo 7:14 no se refiere a que la vida zoé entre en nuestro ser, sino a que
nosotros entremos en la vida zoé. ¿Qué puerta y qué camino nos conduce a la
vida zoé, esto es, a la cosecha del reino? Ciertamente es la puerta estrecha y el
camino angosto.
Muchos cristianos dicen estar en lo correcto con respecto a ciertos asuntos. Pero
no debiéramos prestar mucha atención a lo que dicen, sino que debemos
ponerlos a prueba en conformidad con la puerta estrecha y el camino angosto.
¿Están ellos caminando en el camino ancho? ¿Les es fácil sobrepasar a los que
van delante de ellos? ¿Siempre pueden hacer lo que prefieren? De ser así, no
están en el camino angosto que conduce a la cosecha del reino. Más bien, están
en el camino ancho. La puerta ancha y el camino espacioso llevan a la
destrucción. En el griego la palabra destrucción conlleva dos significados:
perecer o perderse, y ser destruido. En este pasaje no significa perecer o
perderse, sino que significa sufrir la destrucción de toda nuestra obra. Este
mismo pensamiento está presente en Mateo 7:24-27 que menciona la casa
edificada sobre la arena. Cuando la lluvia caiga desde lo alto, cuando el río
aumente su caudal y cuando soplen los vientos, aquella casa será destruida. Su
persona será resguardada, pero su obra será destruida. Esto quiere decir que
usted mismo será salvo, pero su obra, todo lo que usted logró después de ser
salvo, será destruida. El concepto presente en estos dos versículos no guarda
relación con el hecho de ser salvos o con perderse eternamente. Entrar en la
vida no significa ser salvo, pues ninguna persona que no haya sido salva podrá
pasar por la puerta estrecha. Ninguna persona que no haya sido salva podrá
jamás andar en el camino angosto. Todos los que pasan por la puerta estrecha y
andan en el camino angosto son salvos. Así que, entrar en la vida significa que
después de ser salvos, debemos considerar nuestro andar y nuestra obra, ya que
ambos afectarán nuestro futuro. Si nuestra obra es destruida, sufriremos
pérdida (1 Co. 3:15). Si nuestra obra permanece, recibiremos la recompensa de
entrar en el reino. Ser salvos es una cosa, y entrar en el pleno disfrute del reino
es otra. Este pleno disfrute del reino está representado por la fiesta de bodas.
Ser llamados es ser salvos. Sin embargo, ser escogidos, o sea, ser aptos para la
fiesta de bodas, todavía está por determinarse. Ello depende de la puerta por la
que entremos y del camino por el que andemos. Si entramos por la puerta ancha
y recorremos el camino ancho, nuestro andar y nuestra obra serán destruidos, y
nos perderemos la fiesta de bodas. Si entramos por la puerta estrecha y
tomamos el camino angosto, esto nos conducirá a la vida, a la madurez de la
vida zoé, la cosecha del reino. Entonces entraremos en la fiesta de bodas.
Jamás sean engañados por las diversas enseñanzas y prácticas. Más bien,
examinen los frutos. Es posible que los cristianos fundamentalistas digan que
están en lo correcto, los pentecostales probablemente digan lo mismo y también
los cristianos formales digan que están en lo correcto. Nosotros no debemos
dejarnos influenciar por lo que ellos dicen, sino que debemos examinar sus
frutos. Incluso si algunas iglesias locales afirman estar en lo correcto, todavía
será necesario que examinemos sus frutos. Esto no guarda ninguna relación con
lo que uno enseña o dice; lo relevante aquí es el fruto que produce. El fruto es la
base. A fin de conocer a cualquier persona, grupo o actividad entre los cristianos
actuales, tenemos que examinar sus frutos. Nuestro aprecio debe tener como
base los frutos que producen. No debemos dejarnos impresionar por lo mucho
que algunos hablan, enseñan o arguyen. Debemos considerar los frutos. El
propio Señor Jesús nos dijo claramente que existen estas dos categorías de
frutos. Los que son falsos jamás admitirán que son falsos, sino que dirán estar
en lo correcto. Por tanto, no debe afectarnos lo que la gente dice, sino que
debemos examinar el fruto. Del mismo modo que conocemos un árbol por su
fruto, también debemos conocer una obra por su fruto. Prestemos atención
únicamente al fruto. Si la iglesia local en cierta ciudad es apropiada, ciertamente
veremos el fruto correspondiente. ¿Qué es el fruto? Es algo propio de la vida que
se manifiesta a sí misma como uvas e higos, no como espinos y abrojos.
Tenemos que conocer a una iglesia, a un individuo y una obra por sus frutos. El
fruto es la base.
La voluntad de Dios
La tercera base es la voluntad de Dios, no es ninguna obra (Mt. 7:21-23). Viene
el día en que muchos vendrán ante el Señor y le dirán: “Señor, Señor, ¿no
profetizamos en Tu nombre, y en Tu nombre echamos fuera demonios, y en Tu
nombre hicimos muchas obras poderosas?”. Pero el Señor les declarará: “Nunca
os conocí; apartaos de Mí, hacedores de iniquidad”. (La misma palabra griega
que en Mateo 7:23 se tradujo “conocí” es traducida como “admito” en Romanos
7:15, donde Pablo dice: “Lo que hago, no lo admito” o “no lo apruebo” [lit.]. Esto
no quiere decir que él no sabía lo que hacía, sino que no lo admitía, no lo
aprobaba. Asimismo, en Mateo 7:23, no es que el Señor no supiera quiénes eran
ellos, sino que Él no había aprobado hacer tales obras. Así pues, ellos habían
profetizado, pero el Señor jamás les había aprobado hacerlo. Echaron fuera
demonios, pero lo hicieron a su modo, sin tener el consentimiento del Señor.
Hicieron milagros, pero el Señor jamás aprobó hacer milagros de ese modo. Lo
que el Señor quería que hicieran era la voluntad de Dios. ¿Qué es la voluntad de
Dios? Es la venida del reino. “Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el
cielo, así también en la tierra” (6:10).
Las Epístolas nos dicen que la voluntad de Dios es la vida del Cuerpo. Romanos
12:2 nos dice que no debemos amoldarnos a este siglo, sino que debemos ser
transformados por medio de la renovación de nuestra mente, para que sepamos
discernir y comprobar cuál es la voluntad de Dios. La voluntad de Dios es única,
que es, obtener la iglesia, el reino. No consiste en profetizar, echar fuera
demonios o realizar milagros. La voluntad de Dios consiste en hacer realidad la
vida de iglesia y el reino.
Podría parecer ilógico afirmar que una persona que no está en la voluntad de
Dios puede realizar milagros. ¿Cómo es posible que una persona ajena a la
voluntad de Dios pueda llevarlos a cabo? Hace algunos años yo también tenía
este pensamiento. Pero la experiencia me ha enseñado que las personas pueden
realizar ciertos milagros independientemente de la voluntad de Dios.
Recientemente supe de un hombre que realizó muchos milagros en el nombre
del Señor, pero cuya vida personal era degradada e inmoral. Ahora podemos
entender por qué el Señor no refutará a quienes vengan a Él diciendo haber
hecho milagros en Su nombre. El Señor no negará que esto haya sido así, pero
les dirá que jamás les había dado permiso para hacer tales cosas. ¡Sean
cuidadosos! No piensen que siempre y cuando su profecía se cumpla, ustedes
estarán en lo correcto. No piensen que los milagros que realizaron habrán de
justificarlos. Incluso echar fuera demonios, por sí mismo, no será lo que los
justifique. La única justificación disponible para nosotros es buscar el reino,
pues la voluntad única de Dios es obtener el reino.
La palabra de Cristo
Ahora llegamos a la última base: la palabra de Cristo como la roca. Nuestra obra
debe realizarse de acuerdo a la palabra viviente de Cristo y no según la letra
muerta. La palabra viviente de Cristo es la roca sobre la cual podemos edificar.
Si nuestra obra es edificada sobre el fundamento de la palabra de Cristo como la
roca, entonces nuestra obra habrá de permanecer cuando caiga la lluvia, vengan
las inundaciones y los vientos soplen. De otro modo, nuestra obra será destruida
cuando sea probada desde estas tres direcciones. Las lluvias representan las
pruebas que provienen de Dios; las inundaciones representan las pruebas que
proceden del hombre, y los vientos simbolizan las pruebas procedentes de
Satanás. Algunas pruebas vienen de Dios, otras de los hombres y otras de
Satanás, pero si nuestra obra está basada en la palabra de Cristo como la roca,
ella permanecerá a pesar de las pruebas. Las pruebas que Dios nos envía como
lluvia no destruirán tal obra; por el contrario, cuanto más lluvia caiga, más
fuerte se hará la obra.
De Mateo 5 al 7 las palabras del Señor abarcan muchos aspectos de la vida que
lleva el pueblo del reino. Quiera el Señor abrir nuestros ojos y corazones para
que recibamos estas cosas. Sin embargo, tenemos que saber que el Señor jamás
tuvo la intención de que hagamos realidad estas palabras por nosotros mismos.
Estas palabras son simplemente la revelación de la realidad de la vida del reino.
Nuestra vida humana natural es inadecuada. En Mateo 5 al 7 vemos el vivir y la
realidad del Señor Jesús, quien es la vida divina. Después de ver esto, todos
tenemos que decir: “Señor Jesús, Tú eres la realidad. Tú eres la vida para la
realidad del reino. Tu vida satisface los requisitos del reino. Señor, ayúdame a
abrir mi ser. Señor, ven a mí todos los días y nútreme, satúrame, poséeme,
transfórmame y hazme una parte de Tu madurez a fin de tener parte en la
manifestación plena del reino”. Al final, todos los aspectos de la realidad del
reino en estos tres capítulos estarán presentes en nuestras vidas. Nuestra vida
diaria y nuestra obra corresponderán exactamente a lo descrito en estos
capítulos. Estaremos en la realidad del reino e incluso llegaremos a ser la
realidad del reino.
También vimos que Mateo contiene muchas semillas de la verdad. Las semillas
sembradas en Mateo se desarrollan en las Epístolas. Por ejemplo, en Mateo 5
vemos sembrada la semilla en cuanto al espíritu humano. El Señor dijo:
“Bienaventurados los pobres en espíritu”. La semilla en cuanto al corazón del
hombre también está sembrada allí, pues el Señor dijo: “Bienaventurados los de
corazón puro”. En las Epístolas hay muchos versículos que tratan sobre nuestro
espíritu y nuestro corazón. Mientras que Mateo menciona nuestro espíritu y
nuestro corazón de una manera muy breve, las Epístolas lo hacen por medio de
muchos versículos. Esto indica que nuestro espíritu y nuestro corazón se halla
sembrado en Mateo como una semilla, y después podemos ver el florecimiento
de esta semilla en las Epístolas. Con base en este principio, podemos darnos
cuenta de que los capítulos 5, 6 y 7 de Mateo no solamente conciernen a una
dispensación futura, sino que también se aplican a nuestra situación actual.
En la cuarta sección hay cuatro círculos que representan diversos aspectos del
reino de los cielos. El círculo más interno representa la realidad del reino de los
cielos. Este representa a los creyentes vencedores. Los creyentes mencionados
en este círculo son como aquellos descritos en Mateo 5—7: pobres en espíritu,
puros de corazón, tienen hambre y sed de justicia, son mansos y
misericordiosos, y poseen la justicia insuperable. Éstos no son solamente
creyentes, sino que son creyentes vencedores. Por tanto, ellos representan la
realidad del reino hoy. Ellos están en la realidad del reino y son la realidad del
reino.
Fuera del segundo círculo hay un tercer círculo que representa la apariencia del
reino. En la actualidad hay algunos que solamente son cristianos de nombre.
Éstos son los llamados cristianos nominales; no son verdaderos cristianos.
Pertenecen a la cristiandad, mas no están en la iglesia. Ellos jamás han sido
redimidos por la sangre y tampoco han renacido del Espíritu. Son cristianos sólo
en nombre. Esto quiere decir que ellos son cizaña, no son trigo. Fuera del tercer
círculo hay un cuarto círculo que representa al mundo o las naciones. Según este
cuadro existe la realidad del reino, la iglesia y la apariencia del reino. En cuanto
a la apariencia del reino, está representada por la cristiandad actual. Hay muy
poca diferencia y separación entre el cristianismo y el mundo.
Por tanto, podemos afirmar que básicamente hay tres clases de cristianos:
primero están los cristianos victoriosos y vencedores que están en la realidad del
reino de los cielos y también están en la iglesia. La segunda clase está
conformada por aquellos verdaderos creyentes que se encuentran derrotados.
Ellos están en la iglesia porque son auténticos creyentes, pero no están en la
realidad del reino de los cielos. El tercer grupo son aquellos que solamente son
cristianos de nombre. Tales cristianos nominales abundan en la cristiandad de
hoy; no forman parte de la iglesia. Y por supuesto, fuera del cristianismo está el
mundo con todos los incrédulos. Éstos conforman el grupo más grande de
personas sobre la tierra hoy en día. Tal vez el segundo grupo más grande sea el
de los cristianos falsos pertenecientes a la cristiandad. El siguiente grupo más
numeroso está formado por los cristianos verdaderos que están en la iglesia, y el
grupo más pequeño está conformado por los vencedores dentro de la iglesia.
Estos tres grupos de personas están incluidos dentro de la era o dispensación de
la iglesia.
Después de esta sección continua la segunda sección del reino de los cielos, que
es, la manifestación del reino. Después de la dispensación de la iglesia, el Señor
regresará y el reino de los cielos será manifestado. Este aspecto se llevará a cabo
en el futuro e incluirá el milenio. En el Nuevo Testamento se revela claramente
que el milenio tiene dos partes o secciones: la parte superior, que es la parte
celestial, y la parte inferior, que es la parte terrenal. La parte superior es la
manifestación del reino en donde el Señor Jesús y todos los santos vencedores
reinarán como reyes. La parte inferior está compuesta de la nación reavivada de
Israel que ocupará el lugar central y enseñará a las naciones cómo servir a Dios.
Los capítulos 5, 6 y 7 de Mateo nos muestran la realidad del reino, y nos revela
la realidad interior o interna que se encuentra en el reino. El primer aspecto del
pueblo que vive en la realidad del reino es que son pobres en espíritu.
“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los
cielos” (Mt. 5:3). Esto es algo real. Por favor nótese que el verbo no se encuentra
en tiempo futuro, sino que dice que de ellos es el reino. Esto quiere decir que la
realidad del reino es real y está presente hoy, por lo que no es meramente algo
que pertenece al futuro. Otro versículo dice: “Bienaventurados los que padecen
persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” (v.
10). He aquí algunas personas que son perseguidas por ser justas y por causa de
la justicia. Estas personas tienen hambre y sed de justicia; incluso están
dispuestas a pagar un precio y padecer por causa de la justicia. Todo esto indica
cuán reales son estas cosas para ellos. Una vez más les reitero que esto también
es para la actualidad, no meramente para el futuro. Ciertamente ésta es la
realidad del reino hoy. Después, en Mateo 7:21 se nos dice: “No todo el que me
dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad
de Mi Padre que está en los cielos”. Esto también es propio de la realidad. Otro
versículo, Mateo 18:3, dice: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis
como niños, jamás entraréis en el reino de los cielos”. Estos cuatro versículos se
refieren al primer aspecto que es la realidad del reino. Ellos indican algo muy
real, puro y auténtico.
LA CIZAÑA
En la segunda parábola, en Mateo 13:24-30, el Señor Jesús comenzó a usar la
frase: “El reino de los cielos ha venido a ser semejante a...”. El hombre que
sembró la buena semilla en su campo es el sembrador de la primera parábola, el
propio Señor Jesús. “Pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y
sembró cizaña entre el trigo, y se fue” (v. 25). Sabemos que estas palabras
comenzaron a cumplirse poco después del Día de Pentecostés. A partir del Día
de Pentecostés, miles de creyentes fueron añadidos a la iglesia y también se
añadieron algunos falsos creyentes. Éstos eran la cizaña en medio del trigo. Al
leer Hechos uno puede percatarse de que siempre hubo esta posibilidad. Esta
parábola de la cizaña guarda relación con la iglesia desde el inicio del reino de
los cielos, el cual comienza con la segunda parábola, pues es en este tiempo que
el Señor usa la frase el reino de los cielos ha venido a ser semejante a. Todos
debemos considerar y aun reconsiderar nuestra propia situación y determinar si
somos la cizaña o el trigo. Es menester que tengamos plena certeza de ser el
trigo. ¿Qué significa ser el trigo verdadero? Si una persona verdaderamente ha
creído en el Señor Jesús, esto es, que el Señor Jesús murió por sus pecados,
resucitó y ahora, como Espíritu vivificante, mora en él; entonces esta persona,
con toda certeza, es trigo. Algunas personas afirman ser cristianas y creer en el
Señor Jesús, pero no creen que la Biblia sea la revelación divina de Dios. Estos
presuntos cristianos son con toda certeza cizaña, y jamás debiéramos
considerarlos como nuestros hermanos. Afirmar que somos trigo quiere decir
que creemos que la Biblia es la revelación divina de Dios, plena y absolutamente
inspirada por el Espíritu de Dios, y también quiere decir que estimamos la
Biblia como la autoridad absoluta y final.
Hay otro grupo de presuntos cristianos que no creen que Jesús es Dios. Muchos
de ellos solamente creen que Cristo era un hombre bueno y superior a los
demás. Ésta es una gran herejía porque no creen que Jesucristo es el Hijo de
Dios e incluso Dios mismo. Tales personas también son cizaña.
Otro grupo de personas que son cizaña son aquellos presuntos cristianos que no
creen que el Señor Jesucristo murió en la cruz por nuestros pecados. Ellos
consideran que la crucifixión del Señor representó la muerte de un mártir. Sin
embargo, tenemos que comprender que el Señor Jesús no murió en la cruz
como mártir, sino que murió con el fin de efectuar nuestra redención. El Señor
Jesús estuvo en la cruz por seis horas, desde las nueve de la mañana hasta las
tres de la tarde. Durante las primeras tres horas, desde las nueve hasta las doce,
Él fue perseguido y herido por los hombres. Pero durante las últimas tres horas,
desde el mediodía hasta las tres de la tarde, Él padeció no a manos de los
hombres, sino a manos de Dios. Fue en ese tiempo que Dios lo juzgó en lugar
nuestro, reconociéndolo como nuestro Sustituto (2 Co. 5:21). Primero Él fue
perseguido por los hombres y después fue juzgado por Dios. Por tanto, Su
muerte no representó meramente una especie de persecución o martirio, sino
que tenía el propósito de lograr la redención por nosotros. Algunos que se
llaman cristianos no creen que el Señor Jesús murió en la cruz por nuestra
redención. Esto quiere decir que no creen en Isaías 53, dándonos un indicio de
que ellos son cizaña. En resumen, si una persona dice ser cristiana, pero no cree
que la Biblia es inspirada por Dios en todas y cada una de sus palabras, o no cree
que el Señor Jesús es el Hijo de Dios, incluso Dios mismo, o que el Señor Jesús
murió en la cruz para redimirnos, entonces tal persona es cizaña; no es un
creyente verdadero y genuino.
LA SEMILLA DE MOSTAZA
La tercera parábola es la parábola de la semilla de mostaza. “Otra parábola les
presentó, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un grano de mostaza,
que un hombre tomó y sembró en su campo; el cual a la verdad es la más
pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la más grande de las
hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y anidan
en sus ramas” (13:31-32). La semilla mencionada aquí es la semilla de vida y
está representada por el grano de una pequeña hierba de mostaza. La mostaza
es algo que se puede comer y denota la condición apropiada de la iglesia. La
iglesia apropiada debe ser el producto del brote de la semilla de vida y, como la
planta de mostaza, debe ser comestible. Según su naturaleza y forma, debe ser
pequeña y comestible. En esta parábola, sin embargo, la pequeña hierba de
mostaza cambió de forma, de naturaleza y de condición, al convertirse en un
gran árbol donde las aves del cielo podían anidar. Según la explicación dada por
el propio Señor con respecto a esta parábola, las aves representan al maligno, el
diablo (v. 19). El diablo es el que viene a arrebatar la palabra de vida que fue
sembrada en las personas. El pájaro, en singular, representa al diablo, y los
pájaros, en plural, denotan a las personas, los espíritus malignos y otras cosas
relacionadas con el diablo. Todos los espíritus malignos y las personas malignas
relacionadas con el diablo vendrán a habitar en el gran árbol.
LA LEVADURA
En la apariencia externa del reino de los cielos no solamente vemos la cizaña y el
gran árbol, sino también algo escondido: la levadura. “Otra parábola les dijo: El
reino de los cielos es semejante a levadura, que una mujer tomó y escondió en
tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado” (13:33). En las Escrituras la
levadura no tiene un significado positivo. Más bien, denota algo que corrompe y
es maligno. La mujer aquí es una figura de la Iglesia Católica Romana. En
Apocalipsis 17:3 Juan vio una mujer sentada sobre una bestia escarlata. Esa
mujer es la Iglesia Católica Romana, y la bestia es el Imperio Romano. Esto
denota la religión unida con la política. Cuando la cristiandad se convirtió en la
religión nacional del Imperio Romano, la iglesia fue transmutada, dejando de
ser una pequeña hierba de mostaza para convertirse en un gran árbol lleno de
cosas malignas.
Una joven hermana a quien conocí hace ya algún tiempo deseaba expresar su
amor por el Señor. Puesto que era una cristiana recién convertida y no sabía
mucho, ella compró un cuadro supuestamente del Señor Jesús y lo colocó en su
dormitorio. Ella honraba ese cuadro diariamente mostrándole respeto y
reverencia, incluso al punto de inclinarse ante tal cuadro. Luego ella fue poseída
por un demonio; pero cuando se deshizo del cuadro, el demonio la dejó. Les
ruego que se deshagan de todos los cuadros de Jesús, pues éstos son una especie
de levadura. ¡Cuánta levadura ha sido introducida en la harina fina que es
Cristo!
En el Lejano Oriente, aun cuando muchos han invocado el nombre del Señor
Jesús, todavía continúan celebrando la navidad como una festividad más. El 25
de diciembre ellos celebran fiestas con bailes y las llaman fiestas santas. Según
la historia, el 25 de diciembre se celebraba el nacimiento del dios sol. Cuando el
cristianismo fue adoptado como la religión estatal en el año 313 d. C., la gente
solía celebrar el 25 de diciembre como una festividad dedicada a sus dioses
paganos. A fin de no desilusionar a tantas personas, la Iglesia Católica Romana
sugirió que esta festividad continuase siendo celebrada para que se
conmemorase el nacimiento de Cristo. Esto es levadura maligna. ¿Qué es la
levadura? La levadura es algo que se añade a la harina para hacer que el pan se
pueda disfrutar más y sea fácil de ingerir. Si no se le añade levadura, el pan es
demasiado duro para poderlo disfrutar. Con base en este principio, la Iglesia
Católica Romana le ha añadido muchas cosas a Cristo, a fin de lograr que sea
más fácil de disfrutar e ingerir. Por ejemplo, decirles a las personas que Cristo es
el Espíritu les pareció demasiado misterioso, por lo cual sintieron que era mejor
erigir una imagen que representara a Cristo de modo que la gente lo pudiera
entender. Erigir una imagen de Cristo o un cuadro de Él con el propósito de
ayudar a la gente a acercarse a Cristo es levadura maligna. En cierto lugar vi
como algunas personas supersticiosas besaban los pies y tocaban las manos de
una imagen de piedra que representaba a María. Esto es levadura. Ellos
predican a Cristo, pero predican a Cristo más todo el paganismo, las cosas de los
infieles y muchos ídolos. Estas cosas constituyen la apariencia del reino de los
cielos y no son las cosas verdaderas.
LOS TALENTOS
Ahora venimos a la parábola de los talentos. Como cristianos genuinos nuestra
relación con el Señor tiene dos aspectos. El primer aspecto es la relación de vida,
y el segundo es la obra o función que realizamos con el Señor. Tenemos una
relación tanto de vida como de obra con el Señor. Por un lado, somos las
vírgenes que están esperando que el Señor regrese, lo cual alude al aspecto de
vida; por otro lado, también somos siervos del Señor y le servimos con los
talentos que Él nos dio; y este es el aspecto de la obra. Con las vírgenes, el amor
juega un rol muy importante. Con los siervos, la función y el servicio que
desempeñan es lo más importante. Debemos atender a ambos aspectos. En
cuanto a la vida, tenemos que ser como vírgenes, esto es, debemos ser prudentes
para llenar nuestra vasija con el Dios Triuno. En cuanto a la obra y el ministerio,
tenemos que ser siervos fieles que se esfuerzan por usar todos los talentos que
recibimos del Señor.
Una mañana de enero de 1968 en el día del Señor, me puse en pie con el deseo
de alentar a todos los santos a ejercer su función y decir algo en las reuniones.
En ese momento les dije que todos podían decir por lo menos cuatro palabras.
Mientras decía esto, me preguntaba en mi interior: ¿Cuáles son estas cuatro
palabras? Entonces dije: “Número uno”, e incluso en ese instante no sabía qué
palabras eran éstas. Entonces dije: “„Oh‟; número dos: „Señor‟, número tres:
„Amén‟ y número cuatro: „Aleluya‟”. Fue así como surgieron las cuatro palabras
“¡Oh, Señor! ¡Amén! ¡Aleluya!”. Cuando llegué a casa después de la reunión,
pensé que tal vez les había dado a los santos estas palabras en la secuencia
equivocada. Tal vez debía haber puesto “¡Aleluya!” antes de “¡Amén!”.
Ciertamente “¡Amén!” debe decirse al final de todo lo demás; pero yo les había
dicho que podían decir: “¡Oh, Señor! ¡Amén! ¡Aleluya!”. Entonces recordé
Apocalipsis 19 donde la secuencia es “¡Amén! ¡Aleluya!”, no “¡Aleluya! ¡Amén!”.
Si examinan esto, descubrirán que si dijéramos: “¡Oh, Señor! ¡Aleluya! ¡Amén!”,
es más difícil para componer una canción; pero si decimos: “¡Oh, Señor! ¡Amén!
¡Aleluya!”, fluye mucho mejor. Este ejemplo nos muestra que si abrimos
nuestras bocas en fe, el Señor nos dará algo que decir.
Todos tenemos que comprender que el Señor es severo. No les da nada, pero si
les pide algo a ustedes. Él siega donde no sembró y cosecha donde no aventó.
Toda vez que usted abra su boca para hablar a fin de desempeñar su función, de
inmediato abre la vía por la cual el Señor puede brotar. Él es rico en usted, pero
usted tiene que ejercer su función por fe. ¡Qué lamentable es ver que muchos
cristianos jamás se percataron que, después de ser salvos, necesitan ser vírgenes
prudentes que crecen en vida y también tienen que ser siervos apropiados que
sirven al Señor con los talentos que Él les dio! Todos tenemos que ser como las
cinco vírgenes prudentes y también ser aquellos que usan sus talentos. De otro
modo, cuando el Señor regrese tendremos un problema. Esto implica que en el
tiempo de la manifestación del reino tendremos que rendir cuentas por nuestras
carencias. Muchos cristianos se preocupan únicamente por una cosa: ser salvos
e ir al cielo. Ellos piensan que siempre y cuando sean salvos, un día irán al cielo
y todo estará bien. Ante este concepto, todos tenemos que decir un fuerte:
“¡No!”, pues todavía subsiste un problema.
El capítulo 13 de Mateo nos permitió ver que el Señor sembró una semilla y que
todos nosotros somos trigo; pero esto corresponde únicamente a la etapa de la
siembra. La cosecha de la mies es presentada en los capítulos 24 y 25. En el
capítulo 13 el Señor sembró la semilla y en los capítulos 24 y 25 Él viene a
cosechar. No podemos decir que el Señor no sembró nada en nosotros, por lo
cual tampoco podríamos afirmar que el Señor es un amo severo que recoge
donde no avienta. No sería justo decir esto, pues Él ha sembrado por lo menos
un talento en usted. ¿Podría usted afirmar que no ha recibido nada de parte del
Señor? Usted ha recibido por lo menos una pequeña porción de parte del Señor.
Sin importar cuán pequeño sea el don o talento que usted haya recibido del
Señor, tiene que usarlo. Cuanto más use ese pequeño don, más éste aumentará.
Si usted lo usa, se multiplicará. Cuanto más use su talento, más el Señor le dará.
Pero cuanto menos use su don y talento que el Señor le ha dado, más perderá. El
Señor le quitará algo a usted. Ésta es una situación muy seria.
Leamos también Mateo 25:30: “Al esclavo inútil echadle en las tinieblas de
afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes”. Tienen que ver que éstas son
palabras dichas por el Señor mismo. Según lo dicho por el Señor en este
versículo, incluso alguien que ha sido salvo puede ser echado en las tinieblas de
afuera. No me pregunten qué clase de tinieblas son ésas; ciertamente no será un
lugar placentero. ¿Piensan acaso que estarán riendo y regocijándose en las
tinieblas de afuera? Hay quienes afirman que este esclavo ocioso jamás fue
salvo, pero ¡esto no sería lógico! Si él jamás fue salvo, ¿cómo podría ser un
siervo del Señor? Más aún, si él jamás fue salvo, ¿cómo podría el Señor darle
algún talento o don? Sin duda alguna, este siervo indolente representa a alguien
que ha sido salvo. Los tres son esclavos y los tres recibieron algunos talentos.
Esto es prueba contundente de que todos ellos son salvos. En cuanto a la
salvación concierne, no hay diferencia entre estos tres. ¿Podríamos afirmar que
debido a que uno de ellos tiene menos talentos, éste no es salvo? ¿Acaso
podríamos decir que el siervo que recibió cinco talentos era completamente
salvo, el que recibió dos talentos era medio salvo y el que recibió un talento no
era salvo? Si él recibió un talento, ciertamente es salvo. Afirmar que una
persona puede perderse eternamente debido a su ociosidad indicaría que la
salvación no es por gracia, sino por obras. Pero según el principio divino, la
salvación es dada por gracia. Esta parábola no está relacionada con la salvación,
sino con algo que va más allá. Esta parábola se relaciona con la manera en que
servimos al Señor después de ser salvos.
Tanto las diez vírgenes son salvas como también lo son los tres esclavos. Lo que
estas parábolas recalcan es que, incluso los que somos salvos, debemos ser
diligentes para ser llenos del Espíritu como vírgenes prudentes y, además,
debemos ser fieles para servir al Señor como los esclavos diligentes.
El versículo 21 dice: “Su señor le dijo: Bien, esclavo bueno y fiel; sobre poco has
sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”. Este versículo no
se relaciona con la salvación, sino con la recompensa. Alguien fue invitado a
participar del gozo del señor. El siervo que recibió los cinco talentos fue hecho
gobernador sobre mucho y entró en el gozo de su señor. Asimismo, el siervo que
recibió dos talentos también fue puesto sobre mucho y entró en el gozo de su
señor. Aquí entrar en el gozo de su señor no se refiere a la salvación. Más bien,
significa que estas personas recibieron algo como una recompensa en adición a
su salvación.
Si somos esclavos fieles que usan los talentos que el Señor Jesús nos dio, cuando
Él retorne nos recompensará. Él nos dará la responsabilidad de regir como reyes
sobre muchas cosas y nos invitará a participar de Su gozo. Sin embargo, si
somos salvos pero perezosos y no somos fieles para usar los talentos que Él nos
dio, cuando Él regrese tendremos que rendirle cuentas. No piensen que puesto
que son salvos ya no tendrán problemas. Ciertamente tendrán un verdadero
problema si no son fieles en su servicio. Es del todo posible que ustedes vayan a
recibir algún castigo antes que una recompensa. Tenemos que atender a la
Palabra pura del Señor. No vayan a interpretar este capítulo totalmente de
forma “dispensacional”, colocándolo íntegramente en el futuro.
EL CALVINISMO Y EL ARMINIANISMO
Ahora debemos considerar dos conceptos básicos o escuelas en cuanto al tema
de la salvación. Una es la escuela calvinista y la otra es la escuela arminiana. La
escuela calvinista enseña la seguridad eterna de la salvación y cree en la
predestinación. Según la escuela calvinista, fuimos predestinados antes de la
fundación del mundo. Luego nacimos, fuimos llamados, justificados y salvos
conforme a la elección de Dios. Una vez salvos, tenemos la seguridad eterna. Sin
duda alguna esto es absolutamente correcto conforme a la Palabra de Dios, ya
que hay muchos versículos que apoyan la predestinación y la seguridad eterna.
El Señor Jesús, en Juan 10, dijo que una vez que recibimos la vida eterna, jamás
sufriremos la perdición. Por un lado los calvinistas están en lo correcto con
respecto a la seguridad eterna de la salvación, pero por otro, al no haber captado
Mateo 25:30, tienen una deficiencia importante. Ellos no han visto que una
persona puede tener problemas incluso después de haber sido salva. Ellos
erróneamente dicen que este versículo no se aplica a creyentes verdaderos sino a
creyentes falsos.
Como ya dijimos, el Evangelio de Mateo revela tres aspectos del reino de los
cielos. En Mateo 5, 6 y 7 vemos la realidad del reino. Allí el reino es revelado de
una manera real, pura y genuina. Aquellos que están en la realidad del reino son
pobres en espíritu, puros de corazón, manifiestan la justicia insuperable, hacen
la voluntad de Dios y han llegado a ser como niños. ¡Cuán puro y genuino es el
reino en este pasaje!
Sin embargo, la segunda sección, presentada en Mateo 13, tiene tres cosas
terribles: la cizaña, el gran árbol que crece desproporcionadamente y la levadura
que fue añadida a la harina fina. Hay un gran contraste entre estas dos
secciones. Ellas son tan diferentes entre sí que parecieran hablar de dos reinos
distintos, pero en realidad se refieren a dos aspectos de un mismo reino. El
primer aspecto es la realidad del reino, y el segundo aspecto es la apariencia
externa del reino.
Debido a que algunos afirman que Mateo es únicamente para los judíos y no
para nosotros, examinemos ahora el Evangelio de Lucas. En principio, lo dicho
en Lucas es casi exactamente lo mismo. En Lucas 19, mientras las personas
religiosas pensaban que el reino de Dios se aparecería, el Señor Jesús les relató
una parábola a fin de mostrarles que el reino no aparecería como ellos
pensaban. Incluso lo dicho por el Señor nos permite ver los dos aspectos del
reino: por un lado, el reino de Dios estaba entre ellos, por otro, el reino de Dios
venía. Comenzando en Lucas 19:11, el Señor dio a entender que el reino estaba
lejos. Aquí se nos habla de cierto hombre de noble estirpe que viajó a un país
lejano para recibir un reino y volver. En esta parábola el país lejano representa
los cielos, donde mora Dios el Padre. El Señor Jesús, representado como aquel
noble, viajó a este país lejano para recibir el reino. Esto le daba a entender a los
fariseos que el reino no aparecería inmediatamente, sino que estaba lejos. Aquel
noble, antes de irse a aquel país lejano, distribuyó su capital entre sus esclavos a
fin de que negociaran en nombre suyo mientras estaba fuera. Los principios
subyacentes a esta parábola son exactamente los mismos de Mateo 25. Tanto el
primer esclavo como el segundo fueron elogiados por aquel noble quien, les dio
autoridad sobre diez y cinco ciudades respectivamente como recompensa. Esto
corresponde a lo dicho por Pablo en el sentido de que reinaremos con el Señor
(2 Ti. 2:12). Reinar sobre las ciudades significa reinar como rey.
Fijémonos también en Mateo 24. Los versículos 47-51 dicen: “De cierto os digo
que sobre todos sus bienes le pondrá. Pero si aquel esclavo malo dice en su
corazón: Mi señor tarda en venir; y comienza a golpear a sus consiervos, y come
y bebe con los que se emborrachan, vendrá el señor de aquel esclavo en día que
éste no espera, y a la hora que no sabe, y le separará, y pondrá su parte con los
hipócritas; allí será el llanto y el crujir de dientes”. La Palabra dice que el Señor
le separará. Separar a alguien no significa matarle. Si este esclavo malo fuera
muerto, no habría llanto ni crujir de dientes. La expresión traducida “le
separará” es una expresión antigua que denota un castigo muy grave. Este
esclavo sigue vivo porque después de haber sido separado, él llora y cruje sus
dientes. ¿Qué denota el llanto y el crujir de dientes? No lo sé, pero ciertamente
sé que no será nada placentero. También tengo la certeza de que yo no quiero
pasar por eso. Yo no estoy aquí esperando a que el Señor regrese simplemente
para tener parte en el llanto y el crujir de dientes.
Cuando el Señor Jesús regrese y el reino sea manifestado, Él juzgará a todos los
cristianos. Él no juzgará primero a la gente del mundo, sino a los Suyos. Según
la parábola de las diez vírgenes, si somos insensatos, perderemos la oportunidad
de disfrutar de la fiesta de bodas. El Señor dejó esto bien claro. Además, según
la parábola de los talentos, no solamente nos perderemos aquella oportunidad,
sino que también padeceremos cierta clase de sufrimiento. No es un asunto de
simplemente perder algo, sino también de sufrir cierto castigo. No digan que
siempre y cuando sean salvos les bastará. En cuanto a la seguridad eterna de su
salvación, ciertamente basta con que sean salvos. Pero antes de la eternidad será
el tiempo del reino milenario. Al inicio del reino milenario el Señor nos juzgará
a todos nosotros, Sus creyentes, a fin de decidir si nos será permitido o no entrar
a la fiesta de bodas y reinar en el reino, esto es, en Su gozo. Además, Él decidirá
si debemos padecer algún castigo o no. Esto no es algo insignificante. Si hoy en
día vivimos en la realidad del reino, cuando el Señor Jesús regrese Él nos
invitará a participar de la manifestación del reino, y recibiremos la recompensa.
De no ser así, perderemos la recompensa de participar en la fiesta de bodas y
padeceremos cierto castigo.
Mateo 19 nos dice algo más sobre reinar y regir como uno de los aspectos del
reino. Allí se nos dice que cuando el Señor Jesús reine durante el milenio, Sus
apóstoles, tales como Pedro, Jacobo y Juan, también reinarán con Él. En Mateo
5, 6 y 7 no se aborda este aspecto en cuanto a reinar, pues en estos capítulos sólo
se habla de la realidad de la vida del reino. Tampoco en Mateo 13 se aborda el
tema de reinar y regir en el reino; más bien, se habla de la apariencia del reino
incluyendo el gran árbol, la cizaña y la levadura. Pero en Mateo 19:28 hay algo
adicional; esto es, que cuando el Señor Jesús venga como el Rey, Sus apóstoles
reinarán con Él. Esto no será meramente la realidad del reino, sino la
manifestación del reino. Con base en esto podemos ver que son tres los aspectos
del reino: la realidad del reino, la apariencia del reino y la manifestación del
reino. Mateo 20 también da a entender lo mismo. Allí se indica que durante el
tiempo en que el Señor reine en Su reino, algunos se sentarán con Él y reinarán
con Él. Ésta no es la realidad del reino, ni tampoco la apariencia del reino, sino
la manifestación del reino. En la manifestación del reino, algunos reinarán con
Él. Esto es confirmado en 2 Timoteo 2:12 donde se afirma que reinaremos con
Él.
Ahora llegamos al último libro del Nuevo Testamento: Apocalipsis. Aquí vemos
la cosecha. La semilla del reino fue sembrada en Mateo, y la cosecha tiene lugar
en Apocalipsis. En Mateo tenemos la semilla en cuanto al hecho de que
reinaremos juntamente con Cristo como Sus co-reyes y en Apocalipsis tenemos
la cosecha de este hecho. Todos aquellos que fueron fieles, los mártires, serán
levantados de entre los muertos, o sea, resucitados, y reinarán juntamente con
Cristo para gobernar la tierra por mil años (20:4-6). Ciertamente esto no es la
apariencia del reino ni la realidad del reino, sino la manifestación del reino.
Todos los versículos mencionados en la lectura bíblica guardan relación con tres
cosas: la segunda venida del Señor Jesús, la manifestación del reino y lo
concerniente a recibir una recompensa o sufrir pérdida. A muchos cristianos les
gusta hablar de la segunda venida del Señor Jesús y también del reino de Dios
venidero. Lamentablemente, muchas veces ellos hablan sobre estas cosas
basados en sus propios conceptos y no conforme a la Palabra pura hallada en las
Sagradas Escrituras. Si bien ellos hablan sobre la segunda venida y el reino, rara
vez hablan acerca de si los santos recibirán una recompensa o sufrirán pérdida.
Sin embargo, si nos remitimos a la Palabra pura, veremos que los versículos
enumerados en esta lectura bíblica son el desarrollo de lo sembrado en Mateo
16:27. En Mateo 16 está la pequeña semilla: “El Hijo del Hombre vendrá en la
gloria de Su Padre con Sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno
conforme a sus hechos”. Al leer la Palabra pura en las Escrituras podremos ver
algo de la revelación del Señor, así como de Su concepto con respecto a estas
cosas.
Mateo 16:27 no dice que cuando el Hijo del Hombre venga en la gloria de Su
Padre, salvará a todo aquel que crea en Él. Más bien, este versículo nos dice que
Él recompensará a cada uno conforme a sus hechos. Tampoco dice que les
recompensará conforme a su fe, sino conforme a sus hechos. La justificación es
por la fe, y no por obras. Ciertamente no fuimos salvos por medio de nuestras
obras, sino por medio de nuestra fe (Ef. 2:8-9). Mateo 16:27 no se relaciona con
el asunto de la salvación, sino con la recompensa. Me temo que muchos
cristianos no tienen la palabra “recompensa” en sus diccionarios cristianos.
Debe causarnos profunda impresión el hecho de que cuando el Señor Jesús
regrese, Él recompensará a cada uno conforme a sus hechos.
LA RECOMPENSA
La recompensa no es una mansión en los cielos. Nuevamente, tenemos que
considerar la Palabra pura de la Biblia. Para las vírgenes prudentes, la
recompensa es participar del disfrute de la fiesta de bodas. Para los esclavos
fieles, la recompensa es entrar en el gozo del Señor y tener el gobierno y la
autoridad sobre las naciones. ¿Tiene usted la certeza de que cuando el Señor
Jesús venga, usted será recompensado? Tal vez se sientan muy felices al saber
que el Señor Jesús viene pronto y que podrán encontrarse con Él, pero una vez
que se encuentren con Él, ¿serán recompensados? Me temo que cuando el Señor
venga no seremos recompensados, sino que seremos puestos al descubierto. La
recompensa se basará en nuestros hechos. De qué manera hayamos vivido,
actuado, desempeñado nuestra función y laborado para el Señor después de ser
salvos, será la base sobre la cual el Señor nos recompensará. Este concepto está
sembrado a manera de semilla en Mateo 16:27.
Algunos discutirán que debido a que la redención del Señor es completa y a que
el Señor murió por ellos, ya no será necesario que sufran ninguna clase de
castigo. Según su manera de pensar, todo se reduce simplemente a si somos
salvos o si habremos de perecer. Si ellos son salvos, un día irán al cielo y si están
perdidos, un día irán al infierno. Éste es el concepto miope y errado que muchos
cristianos tienen en la actualidad.
En 1 Corintios 4:5 se nos dice: “Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta
que venga el Señor, el cual sacará a luz lo oculto de las tinieblas y manifestará
las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de
Dios”. Este versículo también da a entender que en el tiempo del regreso del
Señor Él juzgará a Sus hijos. En aquel tiempo, Él no solamente juzgará lo
externo, sino también los motivos internos. Él traerá a la luz todo lo escondido y
revelará todo aquello que está escondido en nuestros corazones. En aquel
tiempo recibiremos ya sea una recompensa o una cierta clase de castigo de parte
del Señor.
No piensen que estos versículos en 1 Corintios se aplican a los judíos, o que trata
de un asunto dispensacional que no se aplica a los creyentes en Cristo. Por favor
recuerden que esta epístola estaba dirigida a los creyentes gentiles de la ciudad
de Corinto, una ciudad en Grecia. Ésta fue una epístola escrita a quienes invocan
el nombre del Señor en todo lugar (1:2), lo cual quiere decir que también está
dirigida a nosotros. Tenemos que prestar atención a estas palabras. Después que
fuimos salvos, jamás perderemos nuestra salvación. Una vez que Dios nos da la
salvación, ésta es eterna. Sufrir pérdida no se refiere de ninguna manera a
perder nuestra salvación. ¡Nuestro Dios no es tan sencillo! Incluso los padres
cuando disciplinan a sus hijos no son tan sencillos. Cuando sus niños se portan
bien, los padres les dan algunas cosas buenas a modo de recompensa. Pero
cuando se portan mal, probablemente les castiguen. Si incluso los padres
terrenales poseen esta clase de sabiduría, ¡cuánta más sabiduría poseerá nuestro
Padre celestial!
RECIBIR EL PREMIO
En 1 Corintios 9:24-27 se da continuación a este mismo concepto: “¿No sabéis
que los que corren en el estadio, todos corren, pero uno solo recibe el premio?
Corred así, para ganar. Todo aquel que compite en los juegos, en todo ejerce
dominio propio; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero
nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la
ventura; de esta manera lucho en el pugilato, no como quien golpea el aire, sino
que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo
predicado a otros, yo mismo venga a ser reprobado”. En estos versículos Pablo
dijo que temía ser reprobado. ¿Acaso significa esto que él temía perecer
eternamente? ¡No! Esto simplemente significa que él temía perder el premio, la
corona. A causa de tal temor, él se disciplinaba a fin de mantener su cuerpo en
sujeción. La palabra reprobado implica rechazo; esto es, ser rechazado en
cuanto a obtener el premio, no en cuanto a la salvación. Después que somos
salvos, tenemos que correr la carrera apropiadamente y tenemos que combatir
en la batalla de la manera correcta.
Según la Palabra pura de la Biblia, se nos ha dicho claramente que tenemos que
ser saturados del Señor y también se nos ha dicho que tenemos que madurar en
Él. Si no hemos madurado ni somos plenamente saturados en esta era presente,
tendremos que madurar y ser saturados en la siguiente era. Aunque el Señor no
nos da los detalles en cuanto a Su trato para con nosotros en ese entonces, Él sí
nos proporciona un principio muy claro. Este principio nos dice que después de
ser salvos, tenemos que cooperar con Él, disfrutarle, ser saturados de Él y
madurar en Él. De lo contrario, podemos estar seguros que padeceremos alguna
clase de sufrimiento. Perderemos algo y sufriremos en cierta medida. Pero si
cooperamos con el Señor, cuando Él regrese recibiremos un premio como algo
adicional a nuestra salvación. Esto sucederá en el tiempo de la manifestación del
reino y formará parte de la misma. Si no somos aptos, no tendremos
participación alguna en la manifestación del reino; si hemos de participar en la
manifestación del reino, es imprescindible que hoy vivamos en la realidad del
reino. Únicamente quienes hoy en día viven en la realidad del reino podrán ser
transferidos a la manifestación del reino en aquel día. Que el Señor, en Su
gracia, nos conceda cooperar con Él y le permitamos saturarnos de tal modo que
a Su regreso podamos entrar en la manifestación del reino a fin de obtener el
disfrute máximo de Cristo como recompensa.
LA TRANSFERENCIA DE LA
REALIDAD
DEL REINO A SU
MANIFESTACIÓN
Lectura bíblica: Mt. 24:30; 13:39b-43; Ap. 14:1-5, 14-16; 3:10; 12:5-6;
Éx. 23:19a; Lv. 23:22
Cuando el Señor Jesús regrese, pedirá cuentas a todos Sus esclavos. Los que
hayan sido fieles serán elogiados y recompensados, pero los que no le fueron
fieles sufrirán pérdida y serán castigados. Lo recibido de parte del Señor por los
que le fueron infieles, les será quitado y dado a otros. Si no somos fieles al Señor
hoy, cuando Él nos pida cuentas a Su regreso, perderemos el don que hayamos
recibido de Él y no podremos participar de la fiesta de bodas ni del gozo de
reinar con el Señor como co-reyes por mil años. Además, sufriremos cierta
disciplina, cierto castigo. Todo esto es según la Palabra pura del Señor revelada
en las Escrituras. Todos tenemos que recibir esta advertencia clara y seria a fin
de ser fieles al Cristo que mora en nosotros. Si abusamos de Su gracia hoy en
día, sufriremos a Su regreso.
¿Qué sucederá con la apariencia del reino? Cuando la realidad del reino sea
transferida a la manifestación del reino, la apariencia del reino será quemada y
eliminada. Durante la era presente, la realidad del reino y la apariencia del reino
progresan simultáneamente. Pero cuando el Señor Jesús regrese, Sus ángeles
atarán en manojos toda la cizaña y la echarán al fuego (Mt. 13:41-42). La cizaña
habrá causado gran daño al reino del Señor, por lo que Él estará muy enojado e
indignado con ellos. Por tanto, a Su regreso Él primero se encargará de la
apariencia del reino atándola y poniéndola en el fuego. Luego Él hará la
transferencia de la realidad del reino a la era siguiente a fin de que se convierta
en la manifestación del reino.
CRISTIANOS VERDADEROS
Y CRISTIANOS FALSOS
La transferencia de la realidad del reino a la manifestación del reino será
lograda mediante el arrebatamiento de los santos. La mayoría de los cristianos
sabe que al final de esta era el Señor Jesús regresará, y los creyentes serán
arrebatados. Cuando se complete esta era, habrá dos clases de cristianos: los
verdaderos, los que han sido regenerados, y los falsos, que son la cizaña. Los
cristianos falsos son los cristianos nominales, aquellos que sólo son cristianos
en nombre; y podrían ser llamados los “creyentes” incrédulos. Ellos no
solamente han causado gran perjuicio al reino del Señor, sino que además se
han convertido en un insulto y una blasfemia contra el propio Señor. Estos
cristianos falsos conforman la apariencia del reino que será quemada por
completo cuando el Señor regrese.
CRISTIANOS VENCEDORES
Y CRISTIANOS DERROTADOS
Entre los cristianos verdaderos y genuinos hay una clasificación adicional.
Algunos de ellos serán los cristianos vencedores, mientras que otros serán los
cristianos derrotados. Estos son cristianos verdaderos, pero han sido
derrotados. Si bien son verdaderos cristianos, su vida cristiana es un fracaso.
Sin embargo, esta clase de fracaso no implica que ellos no sean verdaderos
cristianos, pues ciertamente lo son. Por tanto, cuando el Señor regrese, nosotros
podemos ser o cristianos vencedores o cristianos derrotados.
Todos los cristianos vencedores estánen la realidad del reino y son dicha
realidad. Aunque los cristianos derrotados conforman la iglesia, ellos son los
llamados, más no son los escogidos. Recuerden lo dicho por el Señor en Mateo
22:14: “Muchos son llamados, y pocos escogidos”. Todos los que conforman la
iglesia han sido llamados, pero únicamente quienes viven en la realidad del
reino serán los escogidos. Cuando el Señor Jesús regrese, habrá estas tres clases
de cristianos: los cristianos falsos, los cristianos verdaderos que son vencedores
y los cristianos verdaderos que han sido derrotados. Quiera el Señor tener
misericordia de nosotros para que no seamos cristianos falsos ni tampoco
cristianos derrotados, sino los cristianos vencedores.
Cuando el Señor Jesús regrese, todos los cristianos verdaderos, tanto los
vencedores como los derrotados, serán reunidos con el Señor. El Señor tiene la
manera de reunirlos a todos ellos o, como se nos dice en la parábola, sabrá cómo
cosechar Su mies. Cosechar o recoger el trigo implica arrancarlo del campo. El
Señor Jesús nos arrancará del campo que es el mundo. Esto quiere decir que
todos los que sean cristianos verdaderos serán arrancados o arrebatados de la
tierra.
Mateo 13:30 nos dice: “Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega; y al
tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla
en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero”. En este
versículo el Señor dice que Él llevará el trigo al granero. ¿Qué es el granero y
dónde está? El Señor Jesús fue verdaderamente sabio al valerse de algo tan
sencillo como la agricultura a manera de ilustración del misterio del reino.
Todos sabemos que el agricultor no vive en el granero, sino en la casa. El
granero no se encuentra en el campo ni en la casa del agricultor, sino a mitad
del camino que va del campo a su casa. Puede ser que esté cerca de la casa, mas
no es la casa. En esta parábola el mundo está representado por el campo, y el
tercer cielo está representado por la casa del agricultor. La casa del Señor Jesús
está en el tercer cielo. ¿Qué hay entonces entre los cielos y el mundo? El aire
está en medio de ellos. En 1 Tesalonicenses 4:17 se nos dice que los que vivimos
y hayamos quedado serán arrebatados en las nubes para ir al encuentro del
Señor en el aire. No se nos dice que ellos se encontrarán con el Señor en la tierra
ni tampoco en los cielos, sino en el aire. El aire aquí corresponde al granero
mencionado en Mateo 13. Cuando abordamos estos asuntos, debemos ejercitar
nuestro discernimiento y estar alertas. No debemos ser descuidados y pensar
que ir al tercer cielo es lo mismo que ser llevado al aire. Hay una gran diferencia
entre estos dos, tal como hay una gran diferencia entre el granero y la casa del
agricultor. Es probable que el granero esté cerca de la casa, pero se encuentra en
algún lugar a medio camino entre el campo y la casa del agricultor.
Un día el Señor Jesús vendrá a los aires sentado sobre una nube. Ciertamente en
el tercer cielo, donde Dios mora, no hay nubes; pero en el aire que rodea la
tierra hay muchas nubes. “Miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno
sentado semejante al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona de
oro, y en la mano una hoz aguda. Y del templo salió otro ángel, clamando a gran
voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete Tu hoz, y siega; porque la hora de
segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura” (Ap. 14:14-15). ¿Quién
está sentado en la nube? ¡Ciertamente es el propio Señor Jesús! ¿Y qué es la
hoz? La hoz se refiere a los ángeles. El Señor Jesús enviará Sus ángeles a atar la
cizaña y arrojarla al fuego, así como a reunir todo el trigo en el granero. Mateo
13 nos dice que el trigo será recolectado en el granero, y 1 Tesalonicenses 4:17
nos dice que todos nos encontraremos con el Señor en el aire.
LAS PRIMICIAS
Antes que la cosecha sea recogida en Apocalipsis 14:14, ya habrá ocurrido una
primera siega. Apocalipsis 14:1 dice: “Después miré, y he aquí el Cordero estaba
en pie sobre el monte de Sión, y con Él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían
el nombre de Él y el de Su Padre escrito en la frente”. Según Apocalipsis 14:4,
éstos son primicias para Dios y para el Cordero. Las primicias no están en el
aire, sino sobre el trono, en el monte de Sión. Esto se refiere al monte de Sión en
los cielos donde Dios mora. Por tanto, las primicias no fueron llevadas al aire,
que es el granero, sino directamente a la casa del Padre en el tercer cielo. La
cosecha, sin embargo, será llevada al granero, al aire.
EL HIJO VARÓN
Apocalipsis 12:5 dice: “Ella dio a luz un hijo varón, que pastoreará con vara de
hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado a Dios y a Su trono”. El hijo
varón, quien representa a los vencedores, no será arrebatado al aire, sino al
trono de Dios que está en el tercer cielo. La cosecha será llevada al aire, que
corresponde al granero, pero las primicias irán al monte de Sión, al trono de
Dios, que corresponde a la casa del agricultor. El hijo varón también será
arrebatado al trono.
De acuerdo con Levítico 23:22, hay incluso una cosecha adicional. Después de
haber segado las primicias y haber recogido la cosecha en general, algunos
granos todavía no estarán maduros. Estos granos que están en las esquinas del
campo requieren de más tiempo para madurar bajo el sol abrasador. En Levítico
23 a estos granos que maduran tarde se les llama el sobrante o la rebusca.
En principio, la cosecha que Dios efectuará también tendrá tres etapas. Algunos
serán cosechados en calidad de primicias, la mayoría será recogida como la
cosecha general y unos cuantos serán dejados en el mundo como la rebusca que
quedó en las esquinas del campo, los cuales serán cosechados al final de la
tribulación. Este es un asunto muy serio. En el campo de trigo, los granos que
maduran primero son aquellos que están cerca del centro del campo, mientras
que los granos que se hallan en los bordes madurarán al final. Ellos tienen que
ser dejados por un tiempo más prolongado en el campo para ser depurados y
abrasados por el sol resplandeciente. Entonces ellos también madurarán y
estarán listos para la siega. Si deseamos madurar temprano, tenemos que estar
en el centro de la vida de iglesia. No se queden en la periferia de la vida de
iglesia; pues si lo hacen, es probable que sean dejados en el campo para que
puedan madurar.
LA NECESIDAD DE MADURAR
Nosotros somos la labranza de Dios (1 Co. 3:9), y como tal, nuestra cosecha
constará al menos de tres etapas diferentes. Aquellos que maduren temprano
serán cosechados primero por el Señor y serán los vencedores, quienes
constituyen las primicias. Éstos serán llevados por el Señor directamente al
trono de Dios en el tercer cielo para satisfacer a Dios mismo. La mayoría será
dejada en el campo por otro periodo de tiempo a fin de madurar antes de ser
cosechados. Unos cuantos, los cuales están en los bordes de la vida de iglesia, en
los rincones del campo, serán dejados hasta el final. El tipo correspondiente a
esta clase de cosecha está en Éxodo 23 y Levítico 23; su cumplimiento parcial se
halla relatado en Mateo 13, y su cumplimiento en plenitud se relata en
Apocalipsis 14. Allí vemos tanto las primicias como la cosecha. Según la
descripción hecha en Apocalipsis 14, las primicias son los santos que están
saturados del Señor Jesús. Ellos son aquellos cuyo ser ha sido completamente
ocupado por Cristo y quienes han sido plenamente conquistados por Cristo
hasta llegar a la madurez. El corazón me duele al ver a muchos de los hijos del
Señor que parecen ser en cierta manera ignorantes, descuidados y parecen estar
embotados con respecto a la necesidad de madurar. ¡Cuánta seriedad reviste el
hecho de que somos la labranza de Dios! ¡Somos el cultivo de Dios! Sin duda
alguna, somos el trigo, pero ¿cuán maduros estamos? ¿Seremos las primicias, la
cosecha o la rebusca? Les ruego que tomen muy en serio estas palabras y traigan
este asunto delante del Señor. Por medio de la siega del cultivo de Dios, también
llamada el arrebatamiento, el Señor Jesús efectuará la transferencia de la
realidad del reino a la manifestación del reino. Mateo 13:43 nos dice: “Entonces
los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos
para oír, oiga”. Aquí, los justos son los vencedores. Los que viven en la realidad
del reino de los cielos hoy, serán arrebatados y transferidos al reino del Padre
para llegar a ser aquellos que resplandezcan allí.
Oren pidiendo ser las vírgenes prudentes. Oren pidiendo que el Señor los salve
de ser vírgenes insensatas. No traten de captar los detalles, sino más bien capten
algunas palabras del Señor que sean vivificantes, reveladoras, motivadoras y
alentadoras. De otro modo, tal vez logren entender claramente algunos detalles,
pero perderán la oportunidad de participar en el arrebatamiento. Es posible que
pierdan la oportunidad de llegar a ser vencedores aun cuando estén claros con
respecto a algunos hechos o eventos. Entiendan el principio a fin de recibir la
advertencia. No caigan en la trampa que representa el deseo de adquirir
conocimiento con respecto a los detalles. Necesitamos ver cuál es el propósito y
la intención de Dios, y necesitamos ver en qué consiste nuestra responsabilidad
para cooperar con Él. Es necesario que disfrutemos de Cristo, participemos de
Él y le tomemos hasta que maduremos. A la postre, Él será expresado como
nuestro vestido de bodas, y seremos aptos para reinar como reyes juntamente
con Él. No tomen estos puntos con el fin de sistematizar la Biblia. Quiera el
Señor preservarnos a tal grado que lo único que nos importe sea simplemente la
revelación pura y verdadera de los principios que nos sirven de advertencia.
CAPÍTULO CUARENTA
Todas estas citas bíblicas revelan las medidas que el Señor tomará con respecto
a los creyentes cuando regrese. Estas medidas serán por juicio, por
arrebatamiento y por medio de Su selección.
Tomemos como ejemplo al apóstol Pablo. Debido a que él es un santo que murió
en el Señor, y ahora duerme hasta que llegue el tiempo de su resurrección.
Mientras él vivía en la tierra, su espíritu fue completamente ocupado por el
Señor, y su alma fue plenamente saturada del Señor y ocupada por Él. Pero hoy
él está bajo tierra aguardando la transfiguración de su cuerpo. Su cuerpo es
todavía algo viejo, algo que pertenece a la vieja creación. Aunque su espíritu fue
regenerado y su alma fue transformada, su cuerpo muerto permanece en la vieja
creación. Cuando el Señor Jesús regrese, Él cambiará los cuerpos tanto de los
santos que vivan como de los que murieron. Ambos, sea que estén vivos o
muertos, serán transfigurados. El Señor realizará una obra de transfiguración en
nuestros cuerpos.
La aplicación del poder del Señor a nuestros cuerpos es, en cierto sentido, el
arrebatamiento. Cuando el Señor Jesús nos arrebate al aire, Él no solamente
hará que cambie nuestra posición de la tierra a los cielos, sino que también
cambiará nuestros cuerpos viles a cuerpos gloriosos. Nuestros cuerpos viles
pueden ser comparados con gusanos horribles; y nuestros cuerpos
transfigurados, con mariposas hermosas. No me pregunten qué clase de cuerpos
gloriosos tendremos, pues no lo sé. Pero sí sé que este cuerpo vil será
transformado en uno glorioso. Sé que nuestros cuerpos serán como el del Señor
en resurrección. Después que el Señor Jesús fue crucificado, sepultado y
resucitado, Su cuerpo físico, la carne, fue transfigurado en algo que todavía era
físico, pero que era algo misterioso y glorioso.
EL PRINCIPIO DE LA COSECHA
Otros cristianos consideran que el arrebatamiento ocurrirá simultáneamente
para todos los cristianos. Ellos piensan que cuando el Señor Jesús regrese, todos
los creyentes verdaderos serán llevados de improviso de la tierra a los aires al
mismo tiempo. Este concepto descuida por completo el principio de la cosecha,
el cual nos dice claramente que el fruto es cosechado a medida que madura. Una
parte de los cultivos madura primero y es cosechada como las primicias. Ésta es
una minoría. Después viene la cosecha de la mayor parte de los cultivos.
Finalmente, viene la cosecha de la rebusca. Éstas son por lo menos tres etapas
diferentes de la cosecha. Este cuadro que nos presenta la Biblia es un tipo muy
claro. En las clases de jardín infantil se usan muchos cuadros para enseñar a los
pequeñitos. Del mismo modo el Señor se vale del cuadro de la cosecha para
mostrarnos claramente este asunto del arrebatamiento. Si lo único que
captamos son las palabras claras del Nuevo Testamento, posiblemente no
podamos entender muy bien el arrebatamiento; pero si vemos las figuras,
entenderemos con claridad. El tipo de la cosecha es un cuadro muy claro y
vívido del arrebatamiento. Éste es un tipo en el Antiguo Testamento que halla su
cumplimiento en el Nuevo Testamento. En Mateo 13 tenemos la cosecha y en
Apocalipsis 14 tenemos tanto las primicias como la mayor parte de la cosecha.
Al final, la mayor parte de los cultivos habrá madurado, y llegará el tiempo de la
cosecha. En un periodo muy cercano a este tiempo, unos cuantos habrán
madurado temprano y éstos llegarán a ser las primicias. La mayor parte
madurará después y ésta es la cosecha general. Sin embargo, algunos que
estaban en las esquinas o en los bordes del campo estarán todavía verdes y
requerirán de más tiempo para madurar. Éstos conforman la rebusca o el
sobrante.
Está muy claro que el Nuevo Testamento, desde Mateo hasta Apocalipsis,
enseña que el arrebatamiento no ocurrirá sólo una vez, sino varias veces. El
arrebatamiento de las primicias ocurrirá poco antes de la tribulación. La
tribulación principalmente abarcará un periodo de siete años. En el libro de
Apocalipsis se nos habla de siete sellos, y el último de los siete sellos está
conformado por siete trompetas. La última de las siete trompetas sonará poco
antes del fin de la tribulación. Si leemos Apocalipsis detenidamente,
comprenderemos que la gran tribulación probablemente comenzará cuando
suene la primera trompeta. No comenzará durante el tiempo del primer sello. El
primer sello prácticamente ya se ha cumplido. El segundo sello, el tercero y el
cuarto ya comenzaron a cumplirse y continúan cumpliéndose. Una vez que estos
cuatro sellos hallen su pleno cumplimiento, vendrán el quinto y el sexto sello, y
después que éstos concluyan, vendrá el séptimo sello. Las siete trompetas son el
contenido y la totalidad del séptimo sello. Recuerden que la gran tribulación
comenzará con la primera trompeta y continuará hasta la última trompeta.
Teniendo esto en mente debemos leer 1 Tesalonicenses 4:15: “Os decimos esto
en virtud de la palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos
quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron”. Esto
quiere decir que los creyentes que murieron serán resucitados primero, y
después los creyentes que hayan quedado vivos serán arrebatados. No es que
nosotros seremos arrebatados primero, y después los que murieron serán
resucitados. ¿Cuándo ocurrirá esto? El versículo 16 dice: “El Señor mismo con
exclamación de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá
del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero”. El tiempo en que
seremos arrebatados será cuando suene la trompeta de Dios. Pero ¿será esto
cuando suene la primera trompeta o cuando suene alguna otra trompeta? Para
responder a esta pregunta debemos leer 1 Corintios 15:52: “En un momento, en
un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los
muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transfigurados”.
Este versículo nos dice que seremos transfigurados a la final trompeta. Esta
trompeta final es sin duda alguna la séptima trompeta. Todos los creyentes que
murieron serán resucitados, y todos los creyentes que estén vivos serán
arrebatados cuando suene la séptima trompeta. Por supuesto, la última
trompeta sonará muy cerca del final de la tribulación. Esto da a entender de
manera contundente que no todos los creyentes serán arrebatados antes de la
tribulación.
Sin embargo, esto no quiere decir que todos los cristianos estarán aquí en el
tiempo que ha de cumplirse 1 Tesalonicenses 4 y 1 Corintios 15. La excepción
son las primicias, que serán arrebatadas antes. Esto es visto en Mateo 24 donde
hay dos que trabajan en el campo, uno será tomado y el otro será dejado. Hay
dos moliendo en casa, pero una será tomado y la otra será dejada. Esta parábola
nos indica que hay dos cristianos que están laborando juntos, uno será tomado y
el otro será dejado. Ésta es la palabra pura de la Biblia. Algunos de los santos
madurarán antes que los demás y serán arrebatados. Cuando ellos sean
arrebatados, será como cuando ciertas cosas muy preciosas son hurtadas.
Apocalipsis 3:3 muestra que el Señor vendrá como ladrón que viene a hurtar
algo. Cuando no nos percatemos de Su presencia, Él vendrá para hurtar lo más
precioso, no lo inservible. Únicamente aquellos que hayan madurado en la vida
divina y hayan sido transformados en su alma serán lo suficientemente
preciosos para ser hurtados por el Señor.
LA HORA DE LA PRUEBA
Apocalipsis 3:10 dice: “Por cuanto has guardado la palabra de Mi perseverancia,
Yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre toda la
tierra habitada, para probar a los que moran sobre la tierra”. Sin duda alguna,
las pruebas que sobrevendrán a todos los habitantes de la tierra a fin de
probarlos, se refieren a la tribulación. En este versículo el Señor Jesús prometió
que la iglesia en Filadelfia sería guardada del periodo de la tribulación, lo cual
indica que antes que se dé inicio al periodo de la tribulación, el Señor se llevará
de la tierra a estos creyentes. Éste es un arrebatamiento que ocurrirá antes de la
tribulación. Sin embargo, afirmar que toda la iglesia será arrebatada antes de la
tribulación carece de fundamento bíblico. Este versículo nos dice que los
vencedores, tales como los que conformaban la iglesia en Filadelfia, serán
arrebatados de la tierra antes del tiempo de la tribulación y serán guardados de
la hora de la prueba.
Si algunos de los que buscan más del Señor son arrebatados antes de la
tribulación, y usted es dejado, ¿cuál será su actitud? ¿Acaso seguirá amando el
mundo? La tribulación estará llena de toda clase de sufrimientos y problemas.
Los perjuicios y sufrimientos que afectarán a la humanidad procederán por lo
menos de tres direcciones; vendrán de parte de Dios, de parte del hombre y de
parte de Satanás. En ese tiempo Dios ejecutará Su juicio sobre los cielos y la
tierra. Debido al juicio de Dios, muchos fenómenos naturales sufrirán
alteraciones. El sol se oscurecerá; la tierra será sacudida por terremotos; y
sobrevendrán grandes lluvias e inundaciones. En Mateo 7:24-27 el Señor Jesús
dijo que la lluvia descendería, los ríos vendrían y los vientos soplarían. La lluvia
que desciende representa las pruebas enviadas por Dios; los ríos que se
acrecientan representan las pruebas procedentes del hombre; y los vientos que
soplan representan las pruebas que vienen de Satanás mismo, pues Satanás está
en los aires. Aquellas pruebas descritas en Mateo 7 son una representación en
miniatura de la tribulación que vendrá.
Una gran parte de la tribulación venidera consistirá en los cambios de los
fenómenos naturales que ocurrirán en la tierra y en los cielos. Estos cambios
vendrán de parte de Dios, pues será Dios mismo quien sacudirá la tierra. El sol
que solía ser tan placentero se convertirá en un adversario, y la luna se
oscurecerá. También habrá pruebas procedentes del hombre. El anticristo y
todos sus ejércitos perseguirán a todo aquel que tenga alguna relación con Dios.
Tanto los judíos como los cristianos padecerán la persecución que será desatada
por el anticristo y su ejército. Además, Apocalipsis 12 nos dice que Satanás
herirá la tierra con gran ira.
Hace muchos años, con la ayuda del hermano Watchman Nee, publicamos
varios artículos sobre el tema del arrebatamiento. De acuerdo con el estudio que
realizamos en la presencia del Señor, Su parusía comenzará a partir del
momento en que las primicias sean llevadas al tercer cielo. En aquel tiempo, en
cierto sentido el Señor no habrá dejado el tercer cielo, pero Su parusía habrá
comenzado. La parusía del Señor durará por lo menos siete años. Si estudiamos
todos los versículos que usan la palabra parusía, veremos que la parusía del
Señor abarca un largo periodo de tiempo. Ella comienza desde el tiempo en que
las primicias son llevadas a los cielos y continúa hasta que el Señor aparece
físicamente al mundo entero. Las primicias serán arrebatadas antes de la
tribulación, y la aparición del Señor a toda la tierra de una manera física y
visible ocurrirá después de la tribulación o, por lo menos, al final de la
tribulación. Aquellos que hayan madurado temprano, las primicias, serán
arrebatados al tercer cielo. Después retornarán con el Señor a los aires.
Entonces la mayoría de los cristianos, la cosecha, serán recogidos y arrebatados
a los aires, donde el Señor Jesús ejecutará Su juicio desde el tribunal de Cristo.
Éste no es el juicio que se ejecutará desde el gran trono blanco, el cual ocurrirá
después del milenio (Ap. 20:11-13). El juicio que se ejecutará desde el gran trono
blanco será sobre los incrédulos y tendrá relación con la salvación, mientras que
el juicio que se ejecutará en el tribunal de Cristo será sobre los creyentes y se
relacionará al otorgamiento de recompensas o castigos. Desde Su tribunal,
Cristo determinará quiénes entre los creyentes serán recompensados y serán
aptos para venir junto con Él a la tierra a fin de derrotar a Su enemigo. En ese
entonces el anticristo con su ejército estará en la tierra combatiendo contra el
Señor y contra el pueblo del Señor. En ese momento el Señor vendrá con Su
ejército, los santos vencedores. Después del arrebatamiento y después de haber
ejecutado juicio desde Su tribunal, el Señor escogerá a todos los vencedores que
vendrán con Él a combatir en contra del anticristo (Ap. 19:11-16).
UN CUADRO COMPLETO
Éste es el arrebatamiento tal como es revelado en el Nuevo Testamento. Algunos
cristianos argumentan que el arrebatamiento ocurrirá antes de la tribulación,
mientras que otros cristianos argumentan que ocurrirá después de la
tribulación. ¿Por qué discuten? Ellos discuten debido a que ambos han visto
únicamente parte del cuadro. Quienes han visto algo con respecto al
arrebatamiento que ocurre antes de la tribulación se aferran a ello, y quienes
han visto algo con respecto al arrebatamiento que ocurre después de la
tribulación también se aferran a ello. No obstante, tenemos que comprender
que el asunto del arrebatamiento es como las muchas piezas de un
rompecabezas. No debiéramos aferrarnos a una pieza, sino poner todas las
piezas juntas hasta que tengamos un cuadro completo. Entonces el cuadro
tendrá sentido y será bastante lógico.
Leamos ahora Apocalipsis 16:13-15: “Vi salir de la boca del dragón, y de la boca
de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de
ranas; pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de
toda la tierra habitada, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios
Todopoderoso. (He aquí, Yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y
guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza.)”. Tenemos
que fijarnos cuándo fue el momento en que el Señor dijo: “He aquí, Yo vengo
como ladrón”. Esto ocurre en el momento en que los tres espíritus malignos
salen a reunir el ejército del anticristo para Armagedón. Que el Señor diga: “He
aquí, Yo vengo como ladrón”, da a entender que todavía habrán quedado
algunos creyentes en la tierra incluso en ese entonces. Esto quiere decir que
ellos todavía no han madurado y que continúan en la tierra bajo el sol abrasador
que habrá de acelerar su proceso de maduración. Afirmar que todos los
creyentes serán arrebatados de una sola vez antes de la tribulación o después de
la tribulación es por completo contrario a las Escrituras. La advertencia que el
Señor hizo a Su pueblo en el capítulo 16 ocurre poco antes del final de la
tribulación. Esto da a entender que algunos de los Suyos serán dejados en la
tierra durante la tribulación.
Sin embargo, en ese tiempo también habrá muchos cristianos que no habrán
sido transformados. Ellos tendrán que ser disciplinados durante el milenio para
que también puedan ser transformados. Tales cristianos derrotados tendrán que
arreglar cuentas con el Señor. Lo que significa que sufrirán pérdida y recibirán
cierta clase de castigo de parte del Señor. Los cristianos falsos, la cizaña, serán
atados y arrojados al fuego.
LOS GENTILES
Ahora hemos de ver qué medidas tomará el Señor en Su segunda venida con
respecto a las naciones, los pueblos y los judíos. Leamos Joel 3:2: “Reuniré a
todas las naciones y las haré descender al valle de Josafat; allí entraré en juicio
con ellas a causa de Mi pueblo, de Israel, Mi heredad, al cual ellas esparcieron
entre las naciones, y repartieron Mi tierra”. Este versículo indica que el Señor
Jesús reunirá a todas las naciones y las derribará. Esto incluirá los ejércitos del
anticristo que se formarán en el futuro. A continuación, los versículos 9 y 12
dicen: “¡Proclamad esto entre las naciones, proclamad guerra, despertad a los
valientes! ¡Acérquense, vengan todos los hombres de guerra! [...] Despiértense
las naciones y suban al valle de Josafat, porque allí me sentaré para juzgar a
todas las naciones de alrededor”. Estos versículos dan a entender que en el
tiempo del regreso del Señor las naciones serán movidas a atacar a Jerusalén.
Las naciones pensarán que se congregan para atacar a Jerusalén, pero conforme
al propósito de Dios, ellas se juntarán allí para ser juzgadas. Zacarías 12:2-4
dice: “Yo pongo a Jerusalén como una copa que hará temblar a todos los
pueblos de alrededor; también contra Judá, cuando se ponga sitio a Jerusalén.
En aquel día Yo pondré a Jerusalén como una piedra pesada para todos los
pueblos; todos los que intenten cargarla serán despedazados. Y todas las
naciones de la tierra se juntarán contra ella. En aquel día, dice Jehová, heriré
con pánico a todo caballo, y con locura al jinete; pero pondré Mis ojos sobre la
casa de Judá y a todo caballo de los pueblos heriré con ceguera”. Estos
versículos también nos muestran que cuando el Señor Jesús regrese, las
naciones se juntarán para atacar a Jerusalén. En ese tiempo el Señor Jesús
descenderá desde los aires para derrotarlos y destruirlos. Al mismo tiempo,
ocurrirá algo maravilloso y lleno de gracia; lo cual está descrito en el versículo
10: “Sobre la casa de David y los habitantes de Jerusalén derramaré un espíritu
de gracia y de oración. Mirarán hacia Mí, a quien traspasaron, y llorarán como
se llora por el hijo unigénito, y se afligirán por él como quien se aflige por el
primogénito”.
Ahora debemos leer Daniel 2:34-35: “Estabas mirando, hasta que una piedra se
desprendió sin que la cortara mano alguna, e hirió a la imagen en sus pies de
hierro y de barro cocido, y los desmenuzó. Entonces fueron desmenuzados
también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como
tamo de las eras del verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara
rastro alguno. Pero la piedra que hirió a la imagen se hizo un gran monte que
llenó toda la tierra”. Sin duda alguna, la piedra que se desprendió sin que la
cortara mano alguna es el propio Señor Jesús. Él es la piedra cortada por Dios
que aplastará aquella gran imagen. El rey de Babilonia, Nabucodonosor, vio
aquella imagen que tenía cabeza de oro, hombros de plata, estómago de bronce,
piernas de acero y los diez dedos de los pies de acero mezclado con barro. La
visión de aquella gran imagen abarca todo el periodo de los gentiles, el cual se
inicia con Babilonia y concluye cuando el Señor Jesús regrese.
Tanto Daniel como Apocalipsis nos dice que después del Imperio Romano
surgirán diez naciones, que en Apocalipsis están representadas por diez cuernos
(Ap. 13 y 17). En esos dos capítulos de Apocalipsis, los diez cuernos representan
las diez naciones regidas por el anticristo. Estas diez naciones son también los
diez dedos de los pies. Daniel 2 dice que la piedra cayó sobre la imagen, esto es,
sobre los poderes gentiles. El Señor Jesús herirá la imagen. Al aplastar los diez
dedos de los pies, el Señor Jesús herirá la totalidad del poder de los gentiles.
Cristo es la piedra que herirá a las naciones gentiles. Lo que Daniel dijo
corresponde con lo dicho por el Señor Jesús en Mateo 21:44 sobre la piedra que
los edificadores desecharon: “Sobre quien ella caiga, le hará polvo y como paja le
esparcirá”.
La vendimia
El Antiguo Testamento nos habla del reino como profecía; pero en el Nuevo
Testamento trata de su cumplimiento. Apocalipsis 14 revela tanto las primicias
como la cosecha. Además de esta cosecha de trigo, está también la vendimia o la
cosecha de uvas. A los ojos de Dios hay dos campos o labranzas aquí en la tierra.
Una es la labranza de trigo que representa a los Suyos; la otra es la viña donde
crecen las uvas, la cual representa a la gente de este mundo. Mientras el trigo
representa a los cristianos, las uvas representan a los incrédulos. Según
Apocalipsis 14:17-20, los racimos de uva de la tierra fueron vendimiados y
arrojados en el gran lagar de la ira de Dios. El lagar fue pisado fuera de la
ciudad, y del lagar salió la sangre hasta los frenos de los caballos. No se nos dice
que salió jugo de uva, sino que salió sangre. Además, se nos dice que ésta llegó
hasta los frenos de los caballos; esto da a entender que allí habrá muchos
caballos. La sangre formó una corriente tan profunda que cubría unas dos
millas. Millones de personas de los ejércitos de la tierra serán puestos dentro de
este lagar y serán pisados como uvas.
¿Quién pisará ese gran lagar? Isaías 63:1-6 nos permite saber que es el Señor
mismo quien pisará el lagar. Ése será el día de la venganza del Señor; Él pisará a
tales personas en Su ira, y con Su furor las embriagará, derramando en tierra su
sangre. En esto consistirá la vendimia de los incrédulos.
Armagedón
Ahora debemos leer Apocalipsis 16:12-16: “El sexto ángel derramó su copa sobre
el gran río Éufrates; y el agua de éste se secó, para que estuviese preparado el
camino a los reyes que vienen de donde el sol sale. Y vi salir de la boca del
dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus
inmundos a manera de ranas; pues son espíritus de demonios, que hacen
señales, y van a los reyes de toda la tierra habitada, para reunirlos a la batalla de
aquel gran día del Dios todopoderoso. (He aquí, Yo vengo como ladrón.
Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y
vean su vergüenza.) Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama
Armagedón”. La bestia mencionada aquí es el anticristo. Mientras los gentiles se
preparan para la batalla y reúnen un ejército, el Señor Jesús hará llegar Su
advertencia a los creyentes. Este pasaje indica que todavía quedarán creyentes
sobre la tierra en aquel tiempo.
Ahora tenemos que leer Apocalipsis 9:13-18: “El sexto ángel tocó la trompeta, y
oí una voz de entre los cuatro cuernos del altar de oro que está delante de Dios,
diciendo al sexto ángel que tenía la trompeta: Desata a los cuatro ángeles que
están atados junto al gran río Éufrates. Y fueron desatados los cuatro ángeles
que estaban preparados para la hora, día, mes y año, a fin de matar a la tercera
parte de los hombres. Y el número de los ejércitos de los jinetes era doscientos
millones. Yo oí su número. Así vi en visión los caballos y a los que montaban
sobre ellos, los cuales tenían corazas de fuego, de jacinto y de azufre. Y las
cabezas de los caballos eran como cabezas de leones; y de su boca salían fuego,
humo y azufre. Por estas tres plagas fue muerta la tercera parte de los hombres;
por el fuego, el humo y el azufre que salían de su boca”. El río Éufrates también
es mencionado en este pasaje. Aquí se nos dice que una tercera parte de los
hombres serán muertos y que el número de las tropas de caballería será de
doscientos millones.
El lagar
Mientras el anticristo ataca a Jerusalén, los doscientos millones jinetes
procedentes del Oriente también se dirigirán hacia el mismo lugar, Jerusalén.
Esto quiere decir que los ejércitos de la tierra se juntarán en esta única ocasión
tal como todas las uvas de una vid se juntan en el lagar. Entonces el Señor Jesús
vendrá a pisar el lagar. Al pisar el lagar, el Señor Jesús destruirá los ejércitos del
anticristo y los doscientos millones de jinetes del Lejano Oriente.
Según Apocalipsis 17:12-14, los diez cuernos, que representan diez reyes, de
improviso serán investidos con autoridad de reyes por una hora juntamente con
la bestia, el anticristo. Éstos harán guerra contra el Cordero, pero el Cordero los
vencerá. Los que están con el Cordero, Sus ejércitos, serán los escogidos y fieles.
¿Quiénes son estos escogidos y fieles? Recuerden las palabras del Señor:
“Muchos son llamados, y pocos escogidos” (Mt. 22:14). Los escogidos son
aquellos que fueron fieles al Señor y llegaron a conformar Su ejército.
Según Apocalipsis 19, Sus ejércitos estarán vestidos de lino fino, blanco y puro.
La vestimenta de lino fino es la vestimenta para la fiesta de bodas y, a su vez, la
vestimenta para combatir. El vestido de bodas será también el vestido para
combatir. El Señor pisará el lagar y preparará un banquete para todas las aves
de los cielos. Cuando el inicuo aparezca, el Señor lo destruirá con una espada
aguda que saldrá de Su boca. Por tanto, todos los versículos del Antiguo y del
Nuevo Testamento son muy coherentes entre sí. El Señor Jesús vendrá a
destruir a todos los ejércitos rebeldes mediante el aliento de Su boca. Es debido
a esto que la sangre tendrá tal profundidad (Ap. 14:20).
Entonces, según Apocalipsis 11:15, el reinado sobre este mundo pasará a nuestro
Señor y a Su Cristo. Los ejércitos gentiles serán destruidos, y la imagen entera,
que representa la era de los gentiles, será desmenuzada.
LOS JUDÍOS
Ahora consideremos la manera en que el Señor se hará cargo de los judíos
cuando regrese. Durante la era de la iglesia, el Señor ha dejado temporalmente
al pueblo de Israel y lo trata como si fueran gentiles. Ellos tienen que recibir el
evangelio y ser salvos a fin de llegar a ser miembros de la iglesia. Pero al final de
esta era, según Zacarías 13 y Romanos 11, la nación judía experimentará un
avivamiento y se volverá al Señor. Debido a que esto ocurrirá durante la
tribulación, muchos sufrirán y morirán. Zacarías 13:8-9 también nos dice que
por lo menos dos tercios de los judíos que hayan quedado vivos serán raídos de
la tierra. Este número no incluye a los millones que murieron por Hitler.
Cuando el Señor Jesús venga de nuevo, el tercio restante se arrepentirá y creerá
en el Señor. La casa de Israel será salva en aquel tiempo.
Después que sean regenerados y salvos, los judíos serán trasladados al reino
milenario sobre la tierra a fin de ser los sacerdotes que enseñarán a las naciones
cómo servir a Dios (Zac. 8; Is. 2). Los vencedores entre los cristianos serán los
reyes, los gobernadores, durante el reino milenario, y los salvos de la casa de
Israel serán los sacerdotes. Aunque estos judíos serán regenerados y salvos, no
serán transformados ni sus cuerpos serán transfigurados para aquel tiempo.
Más tarde, justo antes del tiempo de la Nueva Jerusalén, ellos serán
transformados y cambiados en sus cuerpos. Romanos 11:25-26 dice que todo
Israel será salvo. Esto es confirmado por Jeremías 3:17: “En aquel tiempo
llamarán a Jerusalén trono de Jehová, y todas las naciones vendrán a ella en el
nombre de Jehová, a Jerusalén; y no andarán más tras la dureza de su malvado
corazón”. Después de la destrucción de los ejércitos gentiles y de la salvación del
pueblo judío, los gentiles que hayan quedado llamarán a Jerusalén el trono de
Jehová. Todas las naciones se reunirán en el nombre del Señor en Jerusalén.
Ellas ya no andarán más tras la dureza de su malvado corazón. Hoy los gentiles
todavía andan tras la dureza e imaginaciones de sus malvados corazones, pero
en aquel día irán a Jerusalén al nombre del Señor.
Isaías 11:10 también nos habla sobre aquel tiempo: “Acontecerá en aquel tiempo
que la raíz de Isaí, la cual estará puesta por pendón a los pueblos, será buscada
por las gentes; y su habitación será gloriosa”. Ciertamente, Cristo es la raíz de
Isaí y, como tal, Él será puesto como pendón o señal todas las naciones gentiles.
Las naciones gentiles irán en pos de Cristo, y el lugar de Su reposo, Su
habitación, será gloriosa.
Acerca de ese tiempo, Zacarías 8:20-23 dice: “Así ha dicho Jehová de los
ejércitos: Aún vendrán pueblos y habitantes de muchas ciudades. Vendrán los
habitantes de una ciudad a otra y dirán: „¡Vamos a implorar el favor de Jehová y
a buscar a Jehová de los ejércitos!‟. ¡Yo también iré! Y vendrán muchos pueblos
y naciones poderosas a buscar a Jehová de los ejércitos en Jerusalén y a
implorar el favor de Jehová. Así ha dicho Jehová de los ejércitos: En aquellos
días acontecerá que diez hombres de las naciones de toda lengua tomarán del
manto a un judío, y le dirán: „Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios
está con vosotros‟”.
Entre los antiguos judíos, los sacerdotes constituían una minoría entre el pueblo
de Dios. El pueblo recibía de los sacerdotes la enseñanza e instrucción en cuanto
a Dios. Ellos enseñaban a la gente de qué manera adorar y servir a Dios. Esto
era un cuadro de la situación que imperaría en el futuro durante el milenio.
Durante el milenio los gentiles tomarán como sus sacerdotes a los judíos
conversos. Diez gentiles acudirán a un judío pidiéndole que les enseñe cómo
servir al Señor. Debido a que escucharán que el Señor está con los judíos,
vendrán a ellos para aprender cómo servir al Señor. Esto quiere decir que,
durante el milenio, los gentiles serán las naciones y los judíos conversos serán
los sacerdotes, quienes enseñarán a los gentiles a adorar a Dios.
Hemos visto que algunos de los santos más maduros serán arrebatados como
primicias al tercer cielo antes de la tribulación. La cosecha general será recogida
en medio de la tribulación. Las primicias serán arrebatadas al tercer cielo, la
casa de Dios. Serán éstos quienes vendrán con el Señor Jesús al aire, adonde
será arrebatada el resto de la cosecha a fin de encontrarse con ellos. Allí el Señor
Jesús administrará Su juicio sobre todos los creyentes a fin de seleccionar a los
vencedores que formarán Su ejército. Mientras el Señor Jesús forma Su ejército
en el aire, todas las naciones formarán sus ejércitos sobre la tierra y serán
reunidos en Jerusalén (Ap. 16:14, 16; 19:19). Esto quiere decir que las uvas
procedentes de todos los confines de la vid serán reunidas en el centro del lagar
(Ap. 14:18-19). El Señor vendrá desde el aire con Su ejército de los llamados,
escogidos y fieles, y destruirá al anticristo y su ejército así como a los doscientos
millones de jinetes procedentes del Lejano Oriente (Ap. 19:11-21). Al mismo
tiempo, el Espíritu será derramado sobre el Israel que estará sitiado (Zac.
12:10), entonces ellos se arrepentirán, y toda la casa de David será salva.
La tierra entera pasará a ser el reino de Cristo (Ap. 11:15). La piedra que hirió el
mundo gentil se convertirá en el monte, el reino, que llenará toda la tierra (Dn.
2:35). Algunos de los gentiles seguirán vivos aun después de la batalla de
Armagedón y estos gentiles se convertirán en los pueblos, las naciones, sobre la
tierra. Los judíos conversos y salvos serán los sacerdotes en Jerusalén para
enseñar a las personas de qué manera deben servir al Señor. El Señor Jesús
establecerá a Jerusalén como Su capital y desde Su trono reinará como Rey
sobre toda la tierra.
¿Cuál será la base sobre la cual el Señor juzgará a tales personas? No es fácil
determinar esto. Ciertamente este juicio no podría tener como base la ley o el
evangelio. Si fuera un juicio conforme al evangelio, tendría que basarse en el
hecho de que ellos no se arrepintieron ni creyeron en el Señor Jesús. Si fuera un
juicio conforme a la ley, tendría que basarse en que ellos no guardaron la ley.
Pero el juicio de las naciones que hayan quedado no se basará en ninguna de
estas dos cosas; más bien, tendrá como base la manera en que ellos trataron a
los pequeños hermanos del Señor durante el tiempo de la tribulación (Mt.
25:31-46). Por medio de esto, podemos ver que el Señor tiene Su dispensación,
esto es, Su propia manera de juzgar a las personas. Durante la dispensación de
la ley, el Señor juzgó con las personas en conformidad con la ley. En la
dispensación de la gracia, el Señor juzga a las personas en conformidad con la
gracia. Pero durante el tiempo de la tribulación, el Señor no juzgará a las
naciones en conformidad con la ley o la gracia. Más bien, Él ha de lidiar con
ellas según la manera en que ellas trataron a Sus hermanos más pequeños —los
judíos y los cristianos que quedaron— durante el tiempo de la tribulación. Si las
naciones trataron bien a los más pequeños de Sus hermanos, serán
considerados ovejas; pero si ellos trataron mal a los pequeñitos, serán
considerados cabritos y serán destruidos.
Mateo 25:31-46 presenta la parábola de las ovejas y los cabritos. Muchos
maestros cristianos han aplicado erróneamente esta parábola afirmando que se
refiere a los cristianos. Ellos piensan que el Señor Jesús administrará Su juicio
sobre los creyentes al dividirlos en dos grupos. Un grupo sería el de los
verdaderos cristianos, representados por las ovejas, y el otro grupo estaría
conformado por los falsos cristianos, representados por los cabritos. Según su
concepto, los buenos serían salvos para entrar en el reino y los malos serían
arrojados al lago de fuego. Sin embargo, esta interpretación no es exacta. El
versículo 32 dice que todas las naciones serán reunidas delante de Él. La
palabra griega que aquí se tradujo como “naciones” es la misma que en otras
partes se tradujo como “gentiles”. Así pues, no serán los creyentes quienes serán
reunidos delante de Él, sino los incrédulos, los gentiles. Cuando los gentiles sean
reunidos delante de Él, el Señor los separará unos de otros como el pastor
separa las ovejas de los cabritos.
EL EVANGELIO ETERNO
Este juicio que el Señor ejecutará sobre las naciones no será realizado sin
advertencia previa. Apocalipsis 14:6-7 dice: “Vi volar por en medio del cielo a
otro ángel, que tenía el evangelio eterno para anunciarlo a los moradores de la
tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a gran voz: Temed a Dios,
y dadle gloria, porque la hora de Su juicio ha llegado; y adorad a Aquel que hizo
el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas”. El evangelio predicado en
estos versículos no es el evangelio de la gracia, sino el evangelio eterno.
Tampoco es predicado por un hombre, sino por un ángel. El evangelio de la
gracia, por otro lado, no es predicado por ángeles, sino por los hombres. Un
ángel ciertamente vino a Cornelio en Hechos 10, pero no le predicó el evangelio,
sino que le dijo que llamase a Pedro. Como hombre, Pedro había recibido el
privilegio y la autorización para predicar el evangelio de la gracia. En
Apocalipsis 14 es un ángel, no un hombre, quien predica el evangelio eterno.
Además, este evangelio no es predicado en la tierra, sino desde el aire.
Todos los habitantes de la tierra oirán este evangelio predicado desde los aires.
Tal proclamación abarcará toda la tierra. De todos aquellos que oigan este
mensaje, serán muy pocos los que lo reciban y que no persigan a los judíos y a
los cristianos. Los judíos y los cristianos padecerán gran persecución y
sufrimientos durante aquel tiempo, puesto que carecerán de alimentos, agua y
vestido. Serán perseguidos de un lugar a otro, convirtiéndolos en forasteros, y
serán encarcelados. Todos estos puntos son mencionados por el Señor Jesús en
Mateo 25. Los pueblos de las naciones que hayan cuidado de los pequeños
hermanos de Cristo durante aquel tiempo serán considerados ovejas, mientras
que aquellos que persiguieron a los judíos y cristianos durante ese tiempo serán
considerados cabritos.
Los buenos, los que trataron bien a los hermanos más pequeños del Señor
durante la tribulación, serán trasladados al reino milenario donde llegarán a
conformar las naciones. Los cristianos vencedores serán los reyes, y los judíos
convertidos serán los sacerdotes; pero los pueblos estarán conformados por los
buenos de entre las naciones a quienes el Señor considerará como las ovejas.
Por medio de estos juicios, el Señor Jesús producirá tres clases de personas: los
cristianos vencedores que serán los reyes, los judíos convertidos que serán los
sacerdotes y los gentiles que fueron guardados mas no regenerados, que
llegarán a formar el pueblo. Todos los malos, los cabritos, serán arrojados al
fuego.
Esta parábola de las ovejas y los cabritos en Mateo 25 corresponde a la parábola
de la red en Mateo 13:47-50. Las primeras seis parábolas en Mateo 13 están
relacionadas principalmente con los cristianos, pero una pequeña porción de las
mismas está referida a los judíos. El tesoro escondido en el campo se refiere
principalmente al reino con Israel. La perla que sale de las aguas representa a la
iglesia. A la postre, ambas entidades tienen como finalidad el reino. Así pues, en
Mateo 13 podemos distinguir también tres categorías de personas: los judíos
con el reino quienes son el tesoro escondido en el campo; los gentiles
regenerados y transformados en una perla, que es la iglesia; y, finalmente,
aquellos que son dejados en el mar, los gentiles. El Señor envió al ángel a reunir
a quienes fueron dejados en el mar. La red aventada al mar recoge toda clase de
criatura que no ha sido regenerada ni transformada. Esto se refiere a los
gentiles, el pueblo natural que procede del mundo corrupto. El Señor reunirá a
todos estos delante de Él y los juzgará. Los buenos serán recogidos en las
vasijas, es decir, en el reino milenario para ser las naciones, pero los malos
serán arrojados al horno de fuego.
De entre los cristianos, el Señor Jesús desea obtener un grupo de reyes que
reinen sobre la tierra junto con Él. De entre los judíos, el Señor Jesús desea
obtener un grupo de sacerdotes que enseñen a las personas de qué manera
deben servirle durante el milenio. Después, Él desea obtener un grupo de
personas provenientes del mundo gentil que constituyan las naciones durante el
milenio y durante el tiempo del cielo nuevo y la tierra nueva. Por tanto, tenemos
a los reyes, los sacerdotes y los pueblos. ¡Todas las cosas cooperan para el
establecimiento del reino! Tenemos que comprender que los gentiles en ese
entonces serán personas que fueron resguardadas, mas no regeneradas. Ellas
serán preservadas de ser condenadas y sufrir la perdición, mas no serán
regeneradas.
LA CREACIÓN ES RESTAURADA
Hechos 3:21 nos dice que es necesario que los cielos reciban al Señor Jesús
hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas. Desde el tiempo de la
caída del hombre, toda la creación se degradó. Desde entonces, todas las cosas
han estado sujetas a decadencia y corrupción. Según Romanos 8, toda la
creación gime bajo la esclavitud de corrupción. Toda cosa nueva pronto se hace
vieja, debido a que está sujeta a la ley de la decadencia y corrupción. Un bebé
puede verse muy lozano, pero un anciano ya no presenta esa lozanía porque está
sujeto al proceso de decadencia. Cuanto más crezcamos, mayor será la
decadencia que experimentemos. Nuestro cuerpo físico está sujeto a la
esclavitud de corrupción. Cuando el Señor Jesús regrese, traerá consigo la
restitución. La restitución es contraria a la corrupción. Todo será restaurado. La
restitución es una especie de restauración.
Refiriéndose a ese tiempo de restitución, Isaías 65:20 dice: “No habrá más allí
niño que muera de pocos días ni viejo que sus días no cumpla, sino que el niño
morirá de cien años y el pecador de cien años será maldito”. Durante ese tiempo
alguien que tenga cien años de edad será considerado un niño. Todos vivirán
cientos de años.
Isaías 11:6 añade: “Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se
acostará; el becerro, el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los
pastoreará”. En el tiempo de la restitución, o restauración, todas las fieras se
volverán mansas y dóciles. Los leones y los leopardos así como toda bestia
salvaje ya no harán daño a las personas. Los niños podrán jugar con los leones,
las víboras y las serpientes venenosas. Tampoco habrá más guerra, pues las
lanzas serán convertidas en arados. Ya no habrá más luchas; en lugar de ello, la
gente se dedicará a la agricultura. Ése será el tiempo de verdadera paz sobre la
tierra, pues todas las cosas serán restauradas o restituidas.
EL RESTITUCIÓN
Las naciones que sean consideradas como ovejas en aquel tiempo serán
guardadas, no por regeneración, sino por restitución. Hoy en día todos los
incrédulos que viven en la tierra son personas degradadas, pero durante el
milenio todas las naciones serán restituidas, serán personas restauradas. Pero
eso no quiere decir que ellas serán regeneradas. Como creyentes, nosotros
fuimos regenerados; hemos recibido otra vida en nuestro ser. Aquellas naciones
que participen en la restauración todavía tendrán la misma naturaleza y el
mismo elemento constitutivo en su ser. Lo que nosotros hemos experimentado
no es una mera restauración, sino la regeneración. Durante el milenio las
naciones no serán regeneradas, sino restauradas. Aunque algunas versiones han
usado la palabra regeneración en Mateo 19:28, en el griego no se usa la palabra
que normalmente se traduce como “regeneración”, sino que se usa una palabra
griega que denota una especie de restauración. La palabra que normalmente se
traduce como “regeneración” denota que hemos recibido otra vida además de
nuestra vida natural. Todos hemos recibido la vida natural de nuestros padres
por nuestro nacimiento natural. Cuando creímos en el Señor Jesús recibimos
otra vida, la cual es la vida de Dios, y fuimos regenerados.
Todos los buenos en Mateo 25, que serán considerados las ovejas, no nacerán de
nuevo. Ellos no recibirán otra vida, sino que Dios restaurará su vida creada a su
condición antes de la caída. Dios restaurará toda la creación degradada. Por
tanto, esta palabra que algunos traducen como “regeneración” en Mateo 19 no
significa regeneración en el sentido de nacer de nuevo. Cuando es aplicada a los
creyentes, la palabra regeneración significa nacer de nuevo, pero cuando es
aplicada a una era, ella denota restitución o restauración.
EL REINO MILENARIO
Después que el Señor haya juzgado a los cristianos, los judíos y las naciones, Él
introducirá el reino milenario. El reino del Señor sobre la tierra durará mil años.
Milenio significa mil años. Según el diagrama del reino en las páginas 360-361,
la quinta sección corresponde al milenio y está divida en dos partes. La sección
superior es la sección celestial y la sección inferior es la sección terrenal. En la
sección celestial tenemos la manifestación del reino con Cristo y los santos
vencedores. En ella también se incluye el reino del Padre donde los justos
resplandecerán como el sol en el reino de su Padre (Mt. 13:43). Ésta es la
sección celestial del reino del Padre, la sección superior del reino. La sección
inferior es llamada el reino del Hijo del Hombre. En esta sección se encuentran
los israelitas convertidos, quienes serán los sacerdotes que conducirán a los
pueblos a adorar a Dios, y alrededor de ellos, dentro de esta misma sección,
estarán las naciones que fueron guardadas, restauradas y restablecidas. En
Mateo 13:41 el Señor Jesús dijo que Él enviaría Sus ángeles a recoger de Su
reino todo lo que sirva de tropiezo y a todo el que haga iniquidad. Por tanto,
todos los perversos habrán desaparecido; los judíos convertidos serán los
sacerdotes; y las naciones que hayan sido restablecidas, restauradas y
conservadas serán los pueblos. Así pues, habrá tres clases de personas durante
el milenio: los reyes, los sacerdotes y el pueblo. La creación será restaurada y
restablecida. Ya no habrá guerra, y toda la tierra estará llena de paz. ¡Qué reino
tan maravilloso y glorioso será éste!
Sin embargo, al final del milenio algunas naciones serán inducidas por Satanás
a rebelarse una vez más en contra de Dios (Ap. 20:7-9). Los rebeldes serán
entonces destruidos al ser arrojados al lago de fuego, y quienes no se rebelaron
serán trasladados al cielo nuevo y la tierra nueva para ser las naciones.
Apocalipsis 21:24 nos dice que en ese entonces las naciones andarán a la luz de
la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén estará compuesta por todos los que
fueron regenerados, salvos y transformados, pero las naciones estarán allí
sencillamente como personas naturales que fueron restauradas.
El fruto del árbol de la vida servirá de alimento para todos los habitantes de la
Nueva Jerusalén, y sus hojas serán utilizadas para sanidad de las naciones a fin
de que éstas puedan existir. Desde la Nueva Jerusalén un grupo de reyes y
sacerdotes gobernarán a las naciones restauradas.
Para las ovejas, las naciones, el reino milenario será el reino que fue preparado
desde la fundación del mundo (Mt. 25:34). Sin embargo, quienes nacieron de
nuevo son aquellos que fueron escogidos en Él desde antes de la fundación del
mundo (Ef. 1:3-4). Las naciones recibirán algo que les fue preparado desde la
fundación del mundo, mientras que los creyentes recibirán algo que les fue
preparado desde antes de la fundación del mundo. Ésta es otra prueba
contundente de que estas ovejas no son los creyentes, sino que pertenecen a otra
categoría de personas. Durante el milenio nosotros no seremos las naciones,
sino que seremos la familia real, pues seremos los reyes. ¿Quiénes conformarán
los pueblos? Los pueblos estarán conformados por las naciones restauradas.
Según Isaías 65:20 esas personas restauradas todavía podrían morir después de
cumplir varios cientos de años. Esto quiere decir que ellos no son personas
regeneradas. Nosotros, por haber sido regenerados, jamás veremos la muerte.
Pero ellos debido a que aun están bajo la maldición, morirán. Esto nos permite
ver que ser salvos hoy implica estar bajo una dispensación de Dios y que ser
salvos al regreso del Señor implica estar bajo otra dispensación. Dios tiene
diferentes dispensaciones mediante las cuales Él produce diferentes categorías
de personas. Mediante la dispensación de la ley, Dios producirá al pueblo judío
como un pueblo de sacerdotes. Mediante la dispensación del evangelio de la
gracia, Dios producirá vencedores que serán los reyes. Mediante la dispensación
del evangelio eterno de Dios, Él producirá al pueblo que conformará las
naciones durante el milenio y durante el cielo nuevo y la tierra nueva.
EL CRECIMIENTO Y LA
COSECHA
DE LA REALIDAD DEL REINO
Anteriormente dijimos que muchos de los asuntos en cuanto al reino se
encuentran en Mateo en forma de semilla. También indicamos que el reino tiene
tres aspectos: la realidad, la apariencia y la manifestación. La semilla de la
realidad del reino se encuentra en Mateo 5, 6 y 7. Ahora será necesario que
veamos en qué consiste el crecimiento y la cosecha de la realidad del reino. En
un capítulo anterior abordamos siete aspectos de la realidad del reino, los cuales
incluyen: el carácter de los hijos del reino bajo el gobierno de los cielos, la
influencia que los hijos del reino ejercen sobre el mundo, la justicia de los hijos
del reino bajo la restricción de la ley de vida, la pureza de los hijos del reino al
realizar sus buenas obras, la actitud de los hijos del reino con respecto a
mammon o las riquezas, el principio que rige a los hijos del reino en sus
relaciones con los demás y las bases sobre las cuales los hijos del reino para su
andar y obrar. Estos siete aspectos se encuentran en Mateo en forma de semillas
y son desarrollados en los siguientes libros, especialmente en las Epístolas, y
son cosechados en el libro de Apocalipsis.
POBRES EN ESPÍRITU
El primer aspecto que concierne al carácter de los hijos del reino que están
sujetos al gobierno de los cielos es que ellos son pobres en espíritu. Este punto
fue sembrado en Mateo y desarrollado en las Epístolas y en Apocalipsis.
Debemos leer Romanos 8:16 y 1:9: “El Espíritu mismo da testimonio
juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios [...] Porque testigo
me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de Su Hijo, de que sin
cesar hago mención de vosotros siempre en mis oraciones”. Mateo nos insta a
ser pobres en espíritu, y Romanos 8:16 nos dice que el Espíritu testifica
juntamente con nuestro espíritu. Si no somos pobres en espíritu, no estamos
vacíos en nuestro espíritu, le será imposible al Espíritu hallar cabida en nuestro
interior y testificar juntamente con nuestro espíritu. Una vez que somos pobres
en espíritu, el Espíritu podrá venir a nuestro ser y llenarlo consigo mismo. El
Espíritu está con nuestro espíritu. Más aún, en Romanos 1:9 Pablo dijo que él
servía a Dios en su espíritu. Originalmente su espíritu estaba desocupado y lleno
de cosas sin valor, pero ahora todas esas cosas vanas se han desvanecido. Ahora
el Espíritu de Dios llena su espíritu, y él sirve a Dios en su espíritu.
En Apocalipsis 1:10 Juan dijo: “Yo estaba en el espíritu en el día del Señor, y oí
detrás de mí una gran voz como de trompeta”. La traducción correcta de este
versículo debería omitir el artículo definido que precede a la palabra “espíritu”.
Además, ésta no se escribe con “e” mayúscula, sino minúscula, para denotar
correctamente el espíritu humano. Juan estaba en su espíritu humano en el día
del Señor y oyó detrás de él una gran voz. Después que escuchó la voz, se nos
dice en el versículo 12: “Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y
vuelto, vi siete candeleros de oro”. Este versículo nos muestra que para poder
ver las iglesias, tenemos que estar en nuestro espíritu humano. Romanos 8 nos
dice que tenemos que ser pobres en espíritu a fin de que el Espíritu pueda entrar
en nuestro ser. Romanos 1 da a entender que después que el Espíritu haya
llenado nuestro espíritu, podremos servir a Dios en nuestro espíritu. Después,
en Apocalipsis 1:10 y 12, se da a entender que a fin de ver a las iglesias tenemos
que estar en nuestro espíritu.
LLORAR
La semilla referente a llorar fue sembrada en Mateo 5:4, que dice:
“Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados”. Ahora leamos
algunos versículos que nos muestran el desarrollo de esta semilla. Primero
tenemos Hechos 20:31: “Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de
noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno”. Que Pablo
amonestase a la iglesia con lágrimas de día y de noche denota que él lloraba a
causa de la condición en que se encontraba la iglesia y los creyentes. En
Romanos 9:2 Pablo nos dice: “Tengo gran tristeza y continuo dolor en mi
corazón”. Este versículo nos muestra cómo Pablo lloraba por el pueblo de Israel
para que éste fuera salvo. Él tenía gran tristeza y continuo dolor en su corazón a
causa de ellos. Finalmente, 2 Corintios 7:7 dice: “No sólo con su venida, sino
también con la consolación con que él había sido consolado a causa de vosotros,
haciéndonos saber vuestro gran afecto, vuestro llanto, vuestro celo por mí, de
manera que me regocijé aún más”. Este versículo denota que no solamente
Pablo, sino también los corintios lloraban con respecto a cierta situación. Por
tanto, podemos ver que este asunto de llorar es desarrollado en las Epístolas.
MANSEDUMBRE
La tercera semilla de la realidad del reino sembrada en Mateo es la
mansedumbre. En Mateo 5:5 dice: “Bienaventurados los mansos, porque ellos
recibirán la tierra por heredad”. Efesios 4:2 desarrolla el tema de la
mansedumbre al decir: “Con toda humildad y mansedumbre, con longanimidad,
soportándoos los unos a los otros en amor”. Este versículo no solamente nos
habla de la mansedumbre, sino también de la humildad y longanimidad, así
como de soportarse los unos a los otros en amor. Esto es mucho más que
simplemente mansedumbre y denota un rico desarrollo de este tema. Tito 3:2
dice: “Que a nadie difamen, que no sean contenciosos, sino apacibles,
mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres”. Ser apacibles y
manifestar mansedumbre para con todos los hombres es el desarrollo de la
mansedumbre mencionada en Mateo 5:5. Jacobo 3:13 dice: “¿Quién es sabio y
entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en la
mansedumbre de la sabiduría”. Estos versículos muestran cuán rico y pleno es
el desarrollo de la semilla de mansedumbre que fue sembrada en Mateo.
MISERICORDIOSOS
El asunto relativo a mostrarse misericordiosos es desarrollado en Romanos
12:8b: “El que hace misericordia, con alegría”. Este versículo da a entender que
incluso mostrar misericordia es un don. Muchos cristianos jamás han
reflexionado sobre esto. Según el contexto de Romanos 12, el hecho de mostrar
misericordia es considerado como un don al ser enumerado junto a los dones de
enseñar, presidir, exhortar y profetizar. En este capítulo incluso el ejercer la
hospitalidad es un don. Tanto el hacer misericordia como el ejercer la
hospitalidad son dones. Finalmente, Colosenses 3:12 dice: “Vestíos, pues, como
escogidos de Dios, santos y amados, de entrañas de compasión, de bondad, de
humildad, de mansedumbre, de longanimidad”.
PUROS DE CORAZÓN
La semilla en cuanto a ser puros de corazón es desarrollada en 2 Timoteo 2:22c:
“Con los que de corazón puro invocan al Señor”. Aquí algo es añadido al asunto
de ser puros de corazón, indicando que uno tiene que procurar la justicia, la paz
y el amor con todos los que invocan al Señor con un corazón puro. No solamente
nos habla de ser puros de corazón, sino también de invocar al Señor con tal
corazón. Mateo 5 sólo se nos habla de ser puros de corazón, pero aquí Pablo
añade el hecho de ir en pos del Señor así como de invocarle junto con otros. En
2 Corintios 3:16 se nos dice: “Cuando su corazón se vuelve al Señor, el velo es
quitado”. Éste es el mismo corazón al cual se hace referencia en el versículo 15.
Siempre que nuestro corazón se vuelve al Señor, los velos son quitados. Éste es
un desarrollo adicional en cuanto a ser puros de corazón. Ser puros de corazón
significa que nuestro corazón se ha vuelto al Señor de tal modo que todos los
velos sean quitados.
HACER LA PAZ
El asunto de hacer la paz es desarrollado en Hebreos 12:14 que nos dice: “Seguid
la paz con todos, y la santificación, sin la cual nadie verá al Señor”. Efesios 4:3
dice: “Diligentes en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”.
Finalmente, Jacobo 3:18 dice: “El fruto de justicia es sembrado en paz por
aquellos que hacen la paz”. La paz y la justicia están siempre relacionadas entre
sí, pues si no tenemos justicia, nos será imposible tener paz. La justicia tiene
que venir primero, y entonces vendrá la paz. ¿Por qué no hay paz en la tierra?
No hay paz en la tierra porque no hay justicia. Debido a que las naciones no son
justas, ellas no disfrutan de paz. Tener al Señor Jesús es tener la verdadera
justicia, y sólo entonces tenemos paz. Es por esto que primero tenemos que
buscar la justicia y después seguir la paz.
Con base en todos estos versículos, podemos ver el desarrollo de la realidad del
reino revelada en Mateo 5. A manera de conclusión sobre este tema será
necesario que primero leamos 2 Corintios 6:4-10: “Antes bien, nos
recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha perseverancia, en
tribulaciones, en necesidades, en angustias, en azotes, en cárceles, en tumultos,
en trabajos, en vigilias, en ayunos; en pureza, en conocimiento, en
longanimidad, en bondad, en un espíritu santo, en un amor no fingido, en la
palabra de verdad, en el poder de Dios; mediante armas de justicia a diestra y a
siniestra; a través de gloria y de deshonra, de mala fama y de buena fama; como
engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como
moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; como
entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos;
como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo”. En el versículo 6 la frase
“espíritu santo” debe escribirse en minúsculas porque nuestro espíritu se ha
convertido en un espíritu santo. En el idioma original no hay un artículo antes
de esta expresión.
Como luz
Mateo 5:14 nos dice que somos la luz del mundo. Esta semilla es desarrollada en
Filipenses 2:15-16a: “Para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin
mancha en medio de una generación torcida y perversa, en medio de la cual
resplandecéis como luminares en el mundo; enarbolando la palabra de vida,
para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni
en vano he trabajado”. La semilla en cuanto al hecho de que los discípulos del
Señor son la luz del mundo alcanza su más pleno crecimiento en Apocalipsis
1:20: “El misterio de las siete estrellas que has visto en Mi diestra, y de los siete
candeleros de oro: las siete estrellas son los mensajeros de las siete iglesias, y los
siete candeleros son las siete iglesias”. Este versículo nos muestra no solamente
una pequeña lámpara, sino un candelero. En Mateo 5 hay solo una pequeña
lámpara, pero en Apocalipsis 1 hay siete candeleros. Éste es el desarrollo pleno
de que seamos la luz del mundo. Apocalipsis 2:5 dice: “Recuerda, por tanto, de
dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré a ti,
y quitaré tu candelero de su lugar, si no te has arrepentido”. Este versículo
también muestra que los cristianos como la iglesia, al final deben ser un
candelero. En Mateo 5 hay apenas una pequeña lámpara, mientras que en
Apocalipsis tenemos el desarrollo en plenitud de los candeleros que
resplandecen en la oscuridad.
Hay otros cinco asuntos relacionados con este tema de la justicia. La semilla en
cuanto a la necesidad de ser reconciliados en contraste con el mandamiento de
no matar se desarrolla en Colosenses 3:13: “Soportándoos unos a otros, y
perdonándoos unos a otros si alguno tiene queja contra otro. De la manera que
el Señor os perdonó, así también hacedlo vosotros”. Tal vez sea necesario que
los hermanos y hermanas solteros así como las esposas y esposos oren-lean este
versículo. Después, Efesios 4:32 nos dice: “Sed bondadosos unos con otros,
tiernos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros
en Cristo”. He aquí el desarrollo de la semilla de la reconciliación.
En Mateo 5:34-37 el Señor Jesús dijo: “No juréis de ninguna manera”. Esta
semilla es desarrollada en Jacobo 5:12, que dice: “Ante todo, hermanos míos, no
juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que
vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis bajo juicio”. Lo dicho
por el apóstol Jacobo es casi lo mismo que dijo el Señor Jesús. Es posible que
Jacobo todavía recordase lo dicho por el Señor Jesús en el monte. Efesios 4:25
también desarrolla esta semilla con respecto a no jurar: “Por lo cual,
desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos
miembros los unos de los otros”. Debido a que somos miembros los unos de los
otros, debemos desechar la mentira y hablar con la verdad cada uno con su
prójimo. Todos tenemos que aprender a ser sencillos y responder sí, sí o no, no.
El Señor también dijo que no debemos inquietarnos por nuestra vida, qué
comeremos, o qué beberemos, o qué ropa nos hemos de poner. Nuestro Padre
celestial sabe que tenemos necesidad de todas estas cosas, y no es necesario que
estemos ansiosos por ello. Si buscamos primeramente Su reino y Su justicia,
todas estas cosas nos serán añadidas. Podemos ver un desarrollo de esta semilla
en Hechos 4:32: “La multitud de los que habían creído era de un corazón y un
alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían
todas las cosas en común”. Y continúa en los versículos 34 y 35: “No había entre
ellos ningún necesitado; porque cuantos eran dueños de heredades o casas, las
vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles;
y se repartía a cada uno según su necesidad”. Por estos versículos queda claro
que los creyentes de la iglesia primitiva no estaban ansiosos con respecto a las
cosas materiales. Su actitud con respecto a las riquezas era muy liberada, muy
libre. Por el contrario, la gente de este mundo ansiosamente se aferra a todas las
cosas que poseen. Nosotros los cristianos no debemos ser iguales a ellos.
Tenemos que ser liberados de ser poseídos por las cosas materiales.
Después Pablo citó al Señor Jesús al reiterar: “Más bienaventurado es dar que
recibir” (Hch. 20:35). Nuestra actitud debiera ser que nos encanta dar antes que
recibir. En 1 Timoteo 6:8-10 se nos dice: “Teniendo sustento y abrigo, estemos
contentos con esto. Mas los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y
en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción
y ruina; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual persiguiendo
algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”. No
debemos amar el dinero, sino estar contentos de que tenemos qué comer y con
qué vestirnos. Los versículos 17-19 continúan diciendo: “A los ricos de este siglo
manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en lo inseguro de las
riquezas, sino en Dios, que nos provee todas las cosas en abundancia para que
las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, que estén
prestos a repartir sus bienes, dispuestos a compartir; acumulando para sí el
tesoro de un buen fundamento para lo por venir, a fin de que echen mano de la
vida que lo es de verdad”. Finalmente, leamos Romanos 12:13a: “Contribuyendo
para las necesidades de los santos”. Esto quiere decir que siempre que hay una
necesidad entre los santos y estamos en capacidad de dar algo, debemos
hacerlo. Todos tenemos que mantener esta actitud apropiada con respecto a las
riquezas.
La palabra de Cristo
La palabra de Cristo como base para los hijos del reino es sembrada en Mateo
7:24 y desarrollada en Colosenses 3:16: “La palabra de Cristo more ricamente en
vosotros en toda sabiduría, enseñándoos y exhortándoos unos a otros con
salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando con gracia en vuestros
corazones a Dios”. Primero tenemos que ser llenos de la palabra de Cristo;
después, la palabra de Cristo tiene que ser lo que manifestamos en nuestro vivir.
La palabra de Cristo se convertirá en el terreno sobre el cual vivamos, andemos
y laboremos.
LA SEMILLA DE LA EDIFICACIÓN ES
DESARROLLADA
EN LAS EPÍSTOLAS Y EN APOCALIPSIS
¿Habían notado que el Señor Jesús terminó Su discurso en el monte
hablándonos de la edificación? El sermón del monte termina hablándonos de un
edificio. El Señor Jesús dijo que tenemos que edificar nuestra casa sobre tierra
firme, la cual puede soportar las pruebas procedentes de tres direcciones. Puede
soportar las pruebas que vienen en forma de lluvias procedentes de los cielos, en
forma de ríos procedentes de la tierra y en forma de vientos procedentes de los
aires. Dijimos anteriormente que éstas representan las pruebas procedentes de
Dios, del hombre y del enemigo, Satanás. Estas tres pruebas vienen sobre el
edificio. Todo cuanto somos y hacemos así como nuestra obra para el Señor se
relacionan con la edificación. Al final, la Biblia entera termina con un edificio: la
Nueva Jerusalén. Mateo 5, 6 y 7 contienen esta semilla. Después, las Epístolas y
Apocalipsis nos presentan el crecimiento y la cosecha de esta semilla de la
edificación.
El discurso del Señor abarcado en Mateo 5—7 comienza con ser pobres en
espíritu y termina con el edificio. Yo creo que muchos cristianos jamás vieron
que el discurso que el Señor dio en el monte alcanza su consumación con el
edificio. En la realidad del reino lo que seamos, hagamos y la obra que
realicemos debe ser para el edificio. De otro modo, nuestra obra jamás será
firme, pues todo lo que hayamos realizado será destruido o quemado.
La vida de la realidad del reino es para el edificio. Sabemos esto debido a que el
discurso dado por el Señor en el monte referente a la realidad del reino tiene
como conclusión el edificio. Lo que somos, lo que hacemos y toda nuestra obra
tiene que servir al propósito de la edificación de este edificio. Tenemos que
prestar mucha atención a lo que edificamos y cómo edificamos. Quizás
podríamos edificar algo que no soportará la prueba procedente de Dios. Es
posible que pasemos las pruebas procedentes de los hombres e incluso las que
envíe Satanás, pero jamás pasaremos aquéllas procedentes de Dios. Si vivimos
en la realidad del reino, y si andamos y laboramos según la vida interior,
tomando a Cristo como nuestra vida, a la postre edificaremos algo que podrá
soportar las pruebas procedentes de cualquier dirección. Finalmente, todo el
edificio llegará a ser, en su consumación, el edificio eterno de Dios: la Nueva
Jerusalén.
Ya vimos en Daniel 2 que aquella piedra se hizo un gran monte. Esa piedra
representa al Señor Jesús, y el monte representa al reino, el cual llena toda la
tierra. Debemos comprender que esta piedra está en nuestro interior. Cristo es
la piedra para el edificio de Dios y, como tal, está dentro de nosotros. Es esta
piedra en nuestro interior la que se expandirá a medida que le tomemos a Él
como nuestro nutrimento y deleite. A Su regreso, cuando Él se manifieste desde
nuestro interior, ello será la realidad del reino. El reino simplemente será el
agrandamiento del Cristo que mora en nuestro ser. La vida del reino que ha sido
sembrada en nuestro ser tendrá como consumación el edificio. Los Evangelios
nos muestran que el Señor Jesús se sembró en nuestro ser como la semilla del
reino, y las Epístolas nos muestran cómo esta semilla crece y se desarrolla en
nuestro ser. Finalmente, Apocalipsis muestra que tal crecimiento llega a su
consumación en un edificio: la Nueva Jerusalén. ¡Alabado sea el Señor! ¡Esto es
el reino! Éste es el Señor Jesús como la semilla, el crecimiento y la cosecha de la
realidad del reino.
EL CRECIMIENTO Y LA
COSECHA
DE LA APARIENCIA DEL REINO
En el último capítulo abordamos el crecimiento y la cosecha de la realidad del
reino, y en este capítulo trataremos del crecimiento y la cosecha de la apariencia
del reino. La apariencia del reino es revelada principalmente en Mateo 13 por
medio de tres parábolas: la parábola de la cizaña, la parábola de la semilla de
mostaza que se convierte en un gran árbol y la parábola de la levadura. Estas
parábolas abordan tres asuntos muy negativos.
LA CIZAÑA
Primero es necesario considerar algunos versículos que nos hablan de la cizaña,
los falsos cristianos. Éstos son aquellos que son cristianos de nombre solamente,
es decir, son cristianos nominales. Hoy en día hay muchos cristianos nominales.
Sin embargo, algunas personas son indiferentes, pues consideran que no es
importante si los cristianos son verdaderos o falsos. Pero esto es de suma
gravedad. En realidad, ser un falso cristiano es peor que ser una persona que no
se llama cristiana. Como vimos en un capítulo anterior, cuando el Señor Jesús
regrese, el primer grupo de personas que Él juzgará de forma muy severa será el
de los falsos cristianos. El Señor Jesús enviará a Sus ángeles para atar la cizaña
en manojos y arrojarla al lago de fuego. El anticristo y el falso profeta serán
arrojados vivos al lago de fuego, y el hecho de que los falsos creyentes también
serán arrojados vivos al lago de fuego nos muestra cuánta gravedad reviste este
asunto. El Señor Jesús dijo claramente que Él los ataría en manojos y los
arrojaría al fuego, el cual denota el lago de fuego. Hoy en día muchos pastores y
ministros son indiferentes con respecto a si los miembros de su congregación
son verdaderos o falsos cristianos. Siempre y cuando ellos cuenten con una
feligresía numerosa y una buena asistencia a sus reuniones, y siempre y cuando
sigan recibiendo ingresos significativos, se sienten satisfechos. Pero tenemos
que acudir a la Palabra de Dios para ver cuán grave es ser un falso cristiano.
En Hechos
Hechos 20:29-30 dice: “Porque yo sé que después de mi partida entrarán en
medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros
mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí
a los discípulos”. ¿Se refieren estos versículos a los falsos creyentes o a los
verdaderos creyentes? La Biblia nos dice que se trata de lobos. Incluso durante
el primer siglo, el apóstol Pablo les dijo a los ancianos de la iglesia en Éfeso que
algunos lobos rapaces se introducirían en la iglesia y no perdonarían al rebaño.
También les advirtió que incluso algunos de estos surgirían de entre ellos
mismos para hablar cosas perversas y arrastrar tras de sí a los discípulos.
Ciertamente estos son cizaña.
En Romanos
Romanos 16:17-18 dice: “Ahora bien, os exhorto, hermanos, que os fijéis en los
que causan divisiones y tropiezos en contra de la enseñanza que vosotros habéis
aprendido, y que os apartéis de ellos. Porque tales personas no sirven a nuestro
Señor Cristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas
engañan los corazones de los ingenuos”. No piensen que todos los cristianos son
ovejas, pues algunos son lobos. Estos versículos nos dicen que tenemos que
fijarnos en quienes causan divisiones y son factor de tropiezo. Estas personas
engañan a los ingenuos con suaves palabras y lisonjas. ¿Cree usted que estos son
auténticos cristianos? Ciertamente deben ser cizaña, pues son falsos y engañan
a otros por amor a sus vientres. Ellos no sirven al Señor, sino a sus propios
vientres. Su dios es su vientre.
En 2 Corintios
Leamos también 2 Corintios 11:13-15: “Porque éstos son falsos apóstoles,
obreros fraudulentos, que se transfiguran para hacerse pasar por apóstoles de
Cristo. Y no es de maravillarse, porque el mismo Satanás se transfigura en ángel
de luz. Así que, no es gran cosa si también sus ministros se transfiguran para
hacerse pasar por ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras”.
Estos versículos indican que hay algunos falsos apóstoles. Ciertamente éstos son
cizaña; son ministros del enemigo, Satanás. Algunos ministros hoy en día no
son ministros de Dios, sino ministros del enemigo. La palabra que se tradujo
“transfiguran” en el versículo 13 debe entenderse como “se visten o disfrazan”.
Ellos adoptaron la apariencia de los apóstoles de Cristo; pero no es una
verdadera transformación, sino un disfraz externo.
La última parte de 2 Corintios 11:26 dice: “Peligros entre falsos hermanos”. Este
versículo muestra que aquellos falsos hermanos se convirtieron en un peligro
que amenazaba al apóstol Pablo, quien padeció a causa de ellos.
Verdaderamente, si tenemos falsos hermanos en la iglesia, ellos representarán
una especie de sufrimiento para nosotros así como un verdadero peligro.
En Gálatas
Gálatas 2:4-5 también desarrolla el tema de la cizaña: “Y esto a pesar de los
falsos hermanos introducidos a escondidas, que se infiltraban para espiar
nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a esclavitud, a los
cuales ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del
evangelio permaneciese con vosotros”. Los falsos hermanos se infiltraron a
escondidas, como lo haría una serpiente, a fin de hacer daño y envenenar.
En Filipenses
Pablo hace mención de esto mismo en Filipenses: “Guardaos de los perros,
guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo” (3:2).
¿Quiénes son los perros mencionados aquí? Ellos son los falsos predicadores.
En el nombre de Cristo predicaron algo concerniente a la circuncisión. Esto
significa que ellos eran perros, falsos cristianos. A su vez, Filipenses 3:18-19
continúa diciendo: “Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas
veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo, cuyo
fin será destrucción, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria se halla en su
vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal”. Éstos son también falsos creyentes.
Son enemigos de la cruz de Cristo, y su dios es su vientre. Todas estas clases de
personas son cizaña.
En 1 Timoteo
En 1 Timoteo 1:19-20 dice: “Manteniendo la fe y una buena conciencia,
desechando las cuales naufragaron en cuanto a la fe algunos, de los cuales son
Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás como castigo para que
aprendan a no blasfemar”. ¿Piensan que Alejandro e Himeneo eran auténticos
cristianos? Incluso la Biblia nos dice que eran malvados; sin duda alguna ellos
eran terrible cizaña.
En 2 Timoteo
En 2 Timoteo 4:14-15 se menciona nuevamente a Alejandro, el calderero:
“Alejandro el calderero me ha causado muchos males; el Señor le pagará
conforme a sus hechos. Guárdate tú también de él, pues en gran manera se ha
opuesto a nuestras palabras”. Aquí “males” denota “daños”, lo cual implica que
Alejandro le causó mucho daño a Pablo.
En Hebreos
Ahora leamos Hebreos 12:15: “Mirad bien, no sea que alguno caiga de la gracia
de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos
sean contaminados”. Aquí la raíz de amargura denota a aquellas personas que
podrían surgir a fin de causarnos problemas y contaminarnos. Ellos se volverán
personas amargas. Sin duda estas son las personas falsas.
En 2 Pedro
“Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como también entre
vosotros habrá falsos maestros, que introducirán secretamente herejías
destructoras, y aun negarán al Amo que los compró, acarreando sobre sí mismos
destrucción repentina. Y muchos seguirán su lascivia, por causa de los cuales el
camino de la verdad será injuriado, y en su codicia harán mercadería de
vosotros con palabras fingidas. El juicio pronunciado sobre ellos hace tiempo no
está ocioso, y su destrucción no se duerme” (2 P. 2:1-3). ¡Esto es
verdaderamente terrible! Ciertamente éstos eran falsos cristianos, la cizaña.
En 1 Juan
La cizaña también se halla desarrollada en 1 Juan 2:18-19: “Niños, ya es la
última hora; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora se han
presentado muchos anticristos; por esto conocemos que es la última hora.
Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de
nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se
manifestase que no todos son de nosotros”. Éstas son personas que se levantan
en contra de Cristo, por lo cual son llamados anticristos. No solamente existe el
anticristo que surgirá en el futuro, sino que también hay pequeños anticristos
que ya estaban presentes en aquel entonces. Que ellos salieran de la iglesia
primitiva y no permanecieran en ella demuestra que se trataba de falsos
cristianos, la cizaña. Nos dice 1 Juan 4:1: “Amados, no creáis a todo espíritu,
sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han
salido por el mundo”. Si hubo muchos falsos profetas en los primeros días de la
iglesia, ¿cuántos habrá ahora? ¿Creen ustedes que en la actualidad no hay falsos
profetas? Ciertamente hay más falsos profetas ahora que durante el primer
siglo.
En 2 Juan
Ahora leamos 2 Juan 7: “Porque muchos engañadores han salido por el mundo,
que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el
engañador y el anticristo”. Tales personas no confesaron que el Señor Jesús es el
propio Dios que se encarnó para ser un hombre. Hoy en día hay también
personas así. Los versículos del 9-11 dicen: “Cualquiera que se extravía, y no
permanece en la enseñanza de Cristo, no tiene a Dios; el que permanece en esta
enseñanza, ése sí tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros, y no trae
esta enseñanza, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Regocíjate! Porque el que le
dice: ¡Regocíjate! participa en sus malas obras”. Hoy en día hay quienes no
permanecen en la enseñanza de Cristo, sino que van más allá de la misma. Esto
significa que ellos no creen que el Señor Jesús es Dios, que Él murió en la cruz
para nuestra redención, que resucitó y que ahora está en los cielos. Y, por
supuesto, tampoco creen que Él vendrá por segunda vez. Esto es muy grave, y
debido a que tales personas han ido tan lejos, se nos advierte que no debemos
recibirlos en nuestras casas, ni comer con ellos, ni siquiera saludarlos. Esto
reviste gran seriedad delante del Señor. No debemos ser indiferentes con
respecto a tal clase de persona.
En Judas
El libro de Judas también desarrolla la semilla concerniente a la cizaña. En el
versículo 4 se nos dice: “Porque algunos hombres se han introducido
encubiertamente, los que ya desde antiguo estaban inscritos para este juicio,
hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y
niegan a nuestro único Amo y Señor Jesucristo”. Aquí se usó la palabra
introducido; algunos hombres se introdujeron encubiertamente. Hoy en día
sucede lo mismo. Algunos se introdujeron encubiertamente en la vida de iglesia
con la intención de causar daño a la iglesia. Ciertamente éstos son falsos
creyentes.
Continuemos con Judas y los versículos 8-16: “No obstante, de la misma manera
también estos soñadores contaminan la carne, menosprecian el señorío e
injurian a las potestades superiores. Pero cuando el arcángel Miguel contendía
con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir
juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda. Pero éstos
maldicen lo que no conocen; y en lo que por naturaleza entienden, se corrompen
como animales irracionales. ¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín,
y se lanzaron por lucro en el error de Balaam, y perecieron en la rebelión de
Coré. Éstos son escollos ocultos en vuestros ágapes, que comiendo con vosotros
sin temor se apacientan a sí mismos; nubes sin agua, arrastradas por los
vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados; fieras
ondas del mar, que espuman su propia vergüenza; estrellas errantes, para las
cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas. De éstos
también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor
con millares de Sus santos, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a
todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de
todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra Él. Éstos son
murmuradores, quejumbrosos, que andan según sus propias concupiscencias,
cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho”.
Ciertamente todos éstos son cizaña y, según la profecía de Enoc, el Señor
primero se encargará de ellos.
En Apocalipsis
Ahora leamos Apocalipsis 2:2b: “Y has probado a los que se dicen ser apóstoles,
y no lo son, y los has hallado mentirosos”. ¿Se habían percatado de que hay
tantos versículos en el Nuevo Testamento con respecto a la cizaña? No
solamente hay versículos en cuanto a personas comunes y laicas que son cizaña,
sino también con respecto a clérigos que son cizaña. De hecho, la mayoría de la
cizaña mencionada en estos libros pertenece a la clase religiosa, los ministros.
Ellos no son ministros de Dios, sino ministros de Satanás. En el recobro del
Señor tenemos que permanecer alertas en contra de esta clase de falsedad.
Espero que los hermanos que asumen el liderazgo en todas las iglesias puedan
leer y orar-leer estos versículos y asimilarlos hasta comprender los hechos con
respecto a los falsos maestros, profetas y ministros. ¿Se imaginan que incluso
algunos de estos falsos creyentes osarán proclamarse como apóstoles? Todos
estos versículos conciernen a la situación en la iglesia primitiva en tiempos de
los apóstoles. Pero ciertamente en la actualidad la situación es incluso peor.
EL GRAN ÁRBOL
Aunque leeremos apenas unos cuantos versículos con respecto al desarrollo del
gran árbol, todos ellos son muy significativos. En primer lugar debemos leer
Apocalipsis 2:12-13: “Y escribe al mensajero de la iglesia en Pérgamo: El que
tiene la espada aguda de dos filos dice esto: Yo conozco dónde moras, donde
está el trono de Satanás; pero retienes Mi nombre, y no has negado Mi fe, ni aun
en los días de Antipas Mi testigo, Mi siervo fiel, que fue muerto entre vosotros,
donde mora Satanás”. Aunque estos dos versículos no mencionan un gran árbol,
en ellos tenemos la palabra Pérgamo, que denota una torre muy elevada. En
realidad, Pérgamo tiene dos significados: uno es torre muy alta, el otro es
matrimonio. Literalmente significa matrimonio y simbólicamente significa una
torre alta. Ambas acepciones son muy significativas. Según la historia de la
iglesia, la iglesia en Pérgamo representa el estado particular en que se
encontraba la iglesia al inicio del siglo cuatro. Al inicio del siglo cuatro, en el año
313 d. C., Constantino, el emperador del Imperio Romano, adoptó el
cristianismo como su religión e hizo que la iglesia se convirtiera en una
institución grandiosa. Mediante el matrimonio del Imperio Romano con la
iglesia, ésta vio un gran aumento tanto en el número de sus feligreses como
también en su popularidad. Antes que esto sucediera, Satanás había perseguido
a la iglesia, pero no logró nada con tal persecución. Con el tiempo, Satanás se
dio cuenta de que esa táctica era ineficaz, ya que cuanto más él perseguía a la
iglesia, más era derrotado. Así que astutamente cambió de táctica y, en lugar de
perseguir a los cristianos, les dio la bienvenida. Constantino dio la bienvenida al
cristianismo en el seno del Imperio Romano. La iglesia perseguida se convirtió
en la iglesia bien recibida. El resultado fue que muchísimos incrédulos se
bautizaron para integrarse al cristianismo, lo cual hizo que la cristiandad se
convirtiera en un gran árbol lleno de falsos creyentes. Antiguamente, era una
semilla de mostaza, pequeña y comestible. Pero desde el año 313 d. C. se
convirtió en un gran árbol que contenía muchas cosas malignas, personas
malignas e incluso espíritus malignos. Muchas cosas malignas vinieron a
alojarse en las ramas de este gran árbol.
LA LEVADURA
En Hechos
Ahora debemos ver todas las cosas malignas que están contenidas dentro de la
gran Babilonia. Estas cosas pueden ser consideradas como levadura. Primero
debemos leer Hechos 5:1-11: “Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira
su mujer, vendió una heredad, y se reservó parte del precio, sabiéndolo también
su mujer; y trayendo una parte, la puso a los pies de los apóstoles. Mas dijo
Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que engañases al
Espíritu Santo, reservándote parte del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no
se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba bajo tu autoridad? ¿Por qué propusiste
esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios. Al oír Ananías
estas palabras, cayó y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo
oyeron. Y levantándose los jóvenes, lo envolvieron, y sacándolo, lo sepultaron.
Pasado un lapso como de tres horas, sucedió que entró su mujer, no sabiendo lo
que había acontecido. Entonces Pedro le dijo: Dime, ¿vendisteis en tanto la
heredad? Y ella dijo: Sí, en tanto. Y Pedro le dijo: ¿Por qué convinisteis en poner
a prueba al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han
sepultado a tu marido, y te sacarán a ti. Al instante ella cayó a los pies de él, y
expiró; entonces entraron los jóvenes y la hallaron muerta; y la sacaron, y la
sepultaron junto a su marido. Y vino gran temor sobre toda la iglesia, y sobre
todos los que oyeron estas cosas”.
Podríamos afirmar que éste es el primer relato donde vemos cómo la levadura
se introduce en la vida de iglesia. ¿Qué clase de levadura era ésta? Esta levadura
era la levadura de la hipocresía, la falsedad o simplemente el deseo de hacer
alarde. Ellos hicieron algo a fin de exhibirse pretenciosamente. Si bien no eran
tan consagrados, pretendieron serlo. Ésta es la primera clase de levadura que
Satanás intentó introducir en la vida de iglesia. Este relato nos muestra que en
la vida de iglesia es imprescindible que seamos puros. Tenemos que estar en la
realidad del reino y tenemos que ser puros al hacer el bien. Si hacemos el bien,
no debemos hacer sonar trompeta ni hacer exhibición alguna, sino que es mejor
que nos escondamos cuando hacemos el bien. No debemos pretender ni fingir;
tampoco debemos procurar vanagloria alguna. Es necesario que todos seamos
cuidadosos en la actualidad. Especialmente con el asunto del dinero existe una
gran tentación. Hay quienes o no dan nada o, si dan, lo hacen procurando cierta
gloria para ellos mismos. Esto es levadura. Tenemos que ser cuidadosos. Todos
los hermanos que participan del liderazgo tienen que permanecer alerta a fin de
mantener cerrada la puerta para tal clase de levadura. A veces cuando alguien
hace alguna donación a la iglesia, lo hace con una actitud de quien procura
vanagloriarse. Ésta es la primera clase de levadura que se introdujo en la vida de
iglesia.
En 1 Corintios
En 1 Corintios 5:1-2 más levadura es mencionada: “De cierto se oye que hay
entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se da entre los gentiles;
tanto que alguno tiene la mujer de su padre. ¡Y vosotros estáis hinchados de
orgullo! ¿No debierais más bien haberos lamentado, para que fuese quitado de
en medio de vosotros el que cometió tal acción?”. Después, los versículos 6-8
dicen: “No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda
toda la masa? Limpiaos de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin
levadura como sois; porque nuestra Pascua, que es Cristo, fue sacrificada. Así
que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y
de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad”.
En Efesios
Efesios 4:14 indica que incluso enseñanzas sacadas de la Biblia pueden
convertirse en una especie de levadura si son usadas incorrectamente. “Para que
ya no seamos niños sacudidos por las olas y zarandeados por todo viento de
enseñanza en las artimañas de los hombres en astucia, con miras a un sistema
de error”. Tenemos que comprender que un viento de doctrina puede corromper
la vida de iglesia. No es sabio enfatizar mucho la doctrina, o seremos leudados.
En Filipenses
Filipenses 1:15a nos dice: “Algunos predican a Cristo por envidia y contienda”.
Incluso al predicar a Cristo puede haber levadura. Es muy bueno predicar a
Cristo, pero toda envidia y contienda es una especie de levadura. Después el
versículo 17a dice: “Pero aquellos anuncian a Cristo por ambición egoísta, no
con intenciones puras”. Aquí la predicación que se hace de Cristo más la
rivalidad es una especie de levadura.
En Colosenses
El libro de Colosenses también desarrolla este asunto de la levadura. En 2:8
dice: “Mirad que nadie os lleve cautivos por medio de su filosofía y huecas
sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del
mundo, y no según Cristo”. La filosofía de hombres es una especie de levadura.
Colosenses 2:18-19a dice: “Que nadie, con humildad autoimpuesta y culto a los
ángeles, os defraude juzgándoos indignos de vuestro premio, hablando
constantemente de lo que ha visto, vanamente hinchado por la mente puesta en
la carne, y no asiéndose de la Cabeza”. Incluso no asirse de la Cabeza es una
especie de levadura. Todos tenemos que asirnos de la Cabeza, Cristo.
Los versículos 20b-23 nos dicen: “¿Por qué, como si vivieseis en el mundo, os
sometéis a ordenanzas (no manejes, ni gustes, ni aun toques; cosas que todas se
destruyen con el uso), en conformidad a mandamientos y enseñanzas de
hombres? Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto
voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno
contra los apetitos de la carne”. La humildad autoimpuesta, el culto a los ángeles
y la apariencia de sabiduría son una especie de levadura.
En 2 Tesalonicenses
También podemos ver la levadura en 2 Tesalonicenses. En 2:2 leemos: “Que no
os dejéis mover fácilmente en vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por
espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que
el día del Señor ha llegado”. En tiempos antiguos, algunos pretendían ser
autoridades al hablar o escribir algo en cuanto al regreso del Señor. Ésta es una
especie de levadura. “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá
sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de iniquidad, el hijo
de perdición” (v. 3). Todos los medios por los cuales se engaña a los hijos del
Señor son una especie de levadura.
En 1 Timoteo
Pablo escribió mucho a Timoteo con respecto a la levadura. En 1 Timoteo 1:3-4
se nos dice: “Como te exhorté, al irme a Macedonia, a que te quedases en Éfeso,
para que mandases a algunos que no enseñen cosas diferentes, ni presten
atención a mitos y genealogías interminables, que acarrean disputas más bien
que la economía de Dios que se funda en la fe”. Aquí Pablo considera que otras
doctrinas, las fábulas y las genealogías, todas son levadura. Luego en los
versículos 6-7 se nos dice: “De las cuales cosas algunos, habiéndose desviado, se
apartaron a vana palabrería, queriendo ser maestros de la ley, sin entender ni lo
que hablan ni lo que afirman con tanta seguridad”. Querer ser maestros es una
especie de levadura. Si uno enseña algo que no sabe, tal enseñanza es también
una especie de levadura.
Después seguimos al 4:1-3: “Pero el Espíritu dice claramente que en los tiempos
venideros algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a
enseñanzas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo
cauterizada la conciencia como con un hierro candente, prohibirán casarse, y
mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias
participasen de ellos los que son creyentes y tienen pleno conocimiento de la
verdad”. Ciertamente todas estas cosas son levadura.
En 2 Timoteo
En 2 Timoteo 2:16-18 Pablo dice: “Mas evita profanas y vanas palabrerías,
porque conducirán más y más a la impiedad. Y su palabra se extenderá como
gangrena; de los cuales son Himeneo y Fileto, que se desviaron en cuanto a la
verdad, diciendo que la resurrección ya sucedió, y trastornaron la fe de
algunos”. ¡Qué gran levadura es ésta! Ellos enseñaban que la resurrección ya
había ocurrido y que no habría más resurrección. Luego el versículo 20 nos dice:
“Pero en una casa grande, no solamente hay vasos de oro y de plata, sino
también de madera y de barro; y unos son para honra, y otros para deshonra”.
Sin duda alguna los vasos de madera y barro que son para deshonra son una
especie de levadura.
En Tito
Podemos ver más sobre la levadura en el libro de Tito. En 1:10-11 dice: “Porque
hay muchos hombres indomables, habladores de vanidades y engañadores,
mayormente los de la circuncisión, a los cuales es preciso tapar la boca; que
trastornan casas enteras, enseñando por vil ganancia lo que no deben”. Aquí se
mencionan hombres rebeldes, habladores de vanidades y engañadores.
Ciertamente éstos son una especie de levadura.
En Hebreos
La levadura se desarrolla aún más en el libro de Hebreos. En Hebreos 12:16
dice: “No sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que a cambio de
una sola comida entregó su primogenitura”. Aquí un profano es levadura. Luego
Hebreos 13:9 dice: “No os dejéis llevar de enseñanzas diversas y extrañas;
porque buena cosa es que el corazón sea afirmado por la gracia, no con
alimentos ceremoniales, que nunca aprovecharon a los que andaban confiados
en ellos”. Aquí las enseñanzas diversas y extrañas ciertamente son levadura.
En 3 Juan
Leamos ahora 3 Juan 9-10: “Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, el cual
quiere ser el primero entre ellos, no nos recibe. Por esta causa, si yo voy,
recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra
nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que
quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia”. Diótrefes era una
persona que deseaba tener una posición de preeminencia en la iglesia. Tal
persona es una especie de levadura en la vida de iglesia.
En Apocalipsis
Ahora, en el libro de Apocalipsis venimos a la cosecha del tema de la levadura.
Leamos primero Apocalipsis 2:6: “Pero tienes esto, que aborreces las obras de
los nicolaítas, las cuales Yo también aborrezco”. Los nicolaítas se refieren a los
religiosos o clérigos. Las obras de los nicolaítas son las obras de los clérigos. Sus
obras son una especie de levadura. Luego los versículos 14-15 dicen: “Pero tengo
unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a algunos que retienen la enseñanza
de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a
comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación. Asimismo tú
también tienes a los que retienen la enseñanza de los nicolaítas”. Hay dos clases
de enseñanzas mencionadas aquí: la doctrina de Balaam y la doctrina de los
nicolaítas. En el versículo 6 estaban las obras de los nicolaítas, pero a la postre
estas obras se convirtieron en una especie de enseñanza. La levadura siempre es
introducida en la iglesia de esta manera: primero por medio de las obras y, con
el tiempo, como una especie de enseñanza. Estas enseñanzas son una especie de
levadura que corrompe a la iglesia.
En los versículos 20-24 se nos dice: “Pero tengo contra ti que toleras a esa mujer
Jezabel, que dice ser profetisa, y enseña y seduce a Mis esclavos a fornicar y a
comer cosas sacrificadas a los ídolos. Y le he dado tiempo para que se
arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación. He aquí, Yo la arrojo
en cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten
de las obras de ella. Y a los hijos de ella heriré de muerte, y todas las iglesias
sabrán que Yo soy el que escudriña las entrañas y los corazones; y os daré a cada
uno según vuestras obras. Pero a vosotros, a los demás de Tiatira, a cuantos no
tenéis esa enseñanza, y no habéis conocido lo que ellos llaman las
profundidades de Satanás, Yo os digo: No os impondré otra carga”. Estos
versículos son una descripción real y exacta de la Iglesia Católica Romana. Ella
tiene los ídolos, la fornicación, las enseñanzas y las profundidades de Satanás.
Todos estos elementos son sencillamente levadura. Esta mujer Jezabel es la
misma mujer mencionada en Mateo 13, la cual escondió la levadura en la harina
fina.
¿En qué ciudad está usted? Me temo que todavía tolere algo de la levadura de
Babilonia la Grande. Por favor, dediquen algún tiempo para que reciban una
profunda impresión con respecto a las diversas clases de levadura. ¡Alabado sea
el Señor que hemos visto algo en cuanto al reino! Después de leer todos estos
capítulos, ¿podría usted decir que jamás vio nada en cuanto al reino? ¿Podría
decir que estos capítulos de Mateo continúan siendo un misterio para usted?
Hemos visto la realidad del reino, la apariencia del reino y la manifestación del
reino. ¡Alabado sea el Señor por la realidad y por la manifestación del reino!
Pero debemos permanecer alerta y ser cuidadosos con respecto a la apariencia
del reino. No nos interesa la levadura, sino la realidad. No estamos a favor de
Babilonia, sino de Jerusalén. Ésta es la palabra pura del Señor y es muy clara
para nosotros. La realidad del reino tiene como resultado la Nueva Jerusalén,
mientras que la apariencia del reino tiene como resultado Babilonia la Grande,
la consumación de la falsedad.
Ahora debemos ver algo más en cuanto al reino con base en el libro de Hebreos.
Con la excepción de Mateo y Apocalipsis, Hebreos es el libro del Nuevo
Testamento con más referencias relativas al reino. La mayoría de cristianos
jamás ha considerado Hebreos como un libro que trate sobre el reino. Muchos
piensan que Hebreos es simplemente un libro donde se nos dice que Cristo es
superior a todos los elementos principales del judaísmo. Si bien esto es correcto,
tenemos que darnos cuenta de que Cristo es superior a todos los elementos del
judaísmo con miras al reino. Cristo es para el reino.
Según la revelación del Nuevo Testamento, Cristo vino por causa del reino. El
concepto de la mayoría de los cristianos es que Cristo vino solamente para
efectuar nuestra redención. Ellos jamás han considerado que Cristo haya venido
para establecer el reino. Si bien es cierto que Cristo vino para efectuar la
redención, ésta no era la meta final. La redención es el proceso que conduce a la
meta, y esta meta es el reino. El propósito de Dios es obtener un reino. Dios creó
al hombre a Su imagen para que éste pudiera ejercer dominio sobre todas las
cosas y expresar Su gloria. Esto quiere decir que Dios creó al hombre a Su
imagen de modo que Él pudiese tener un reino.
LA META DE DIOS
La meta de Dios es el reino. Incluso la iglesia tiene como finalidad el reino. ¿Por
qué necesita Dios de la iglesia? Es debido a que mediante la iglesia, por la
iglesia, con la iglesia y en la iglesia Dios puede tener un reino. Dios no tiene otra
manera de obtener un reino a fin de expresar Su gloria excepto por medio de la
iglesia. En Mateo 16:18-19 estos dos asuntos: la iglesia y el reino, están
estrechamente vinculados. En el versículo 18 el Señor Jesús dijo que Él
edificaría Su iglesia y en el versículo siguiente dijo que le daría a Pedro las llaves
del reino. Las llaves del reino están relacionadas con la edificación de la iglesia.
La iglesia es edificada para obtener el reino.
Durante estos años, los años finales de esta era, el Señor nos ha dado la carga
del reino. No estamos aquí solamente para hablar de la redención, el evangelio,
la santificación y otras cosas parecidas. Estamos aquí particularmente por causa
de la iglesia a fin de traer el reino. Estamos aquí para obtener el reino. Por tanto
tiempo el Señor ha sido demorado. El Señor Jesús ha procurado obtener el reino
durante más de veinte siglos, pero el reino aún no ha venido. La demora no se
debe a Él, sino a nosotros. El problema radica en que carecemos de la madurez
adecuada en términos de la vida divina. Por muchos años hemos recalcado esta
única cosa: la vida y la madurez de dicha vida. La madurez de la vida tiene como
finalidad tener el reino.
En Mateo, Cristo es la semilla que producirá el reino. ¡En el primer capítulo se
nos presenta a esta Persona maravillosa! Él es fruto de cuarenta y dos
generaciones mezcladas con el Dios Triuno. Su nombre es “Jehová +” y “Dios+”.
Él es la semilla que deberá forjarse en todos nosotros, semilla que con el tiempo
se convertirá en la cosecha. La semilla es Cristo, y la cosecha es el reino.
Por favor recuerden la visión en Daniel 2. En ese capítulo vemos que una piedra
es cortada no por mano humana y que ella aplasta al mundo gentil, para
finalmente convertirse en un gran monte. La piedra presentada en Daniel 2
representa al Señor Jesús, y el gran monte representa el reino. La piedra se
convierte en el monte, lo cual significa que Cristo se convierte en el reino. Esto
indica que el reino es simplemente el agrandamiento de Cristo. Tal vez nos
sorprenda oír decir que el reino es el agrandamiento de Cristo, pero según
Daniel 2 la piedra se convirtió en el gran monte. La piedra representa a Cristo, y
el monte representa al reino.
El libro de Hebreos no nos dice que la buena tierra sea Cristo; más bien, nos
dice que la buena tierra representa el reposo. En Hebreos 3 y 4 la buena tierra se
revela como el reposo para el pueblo de Dios. Ellos dejaron Egipto, atravesaron
el desierto, cruzaron el río Jordán y entraron en la buena tierra. En
Deuteronomio 12:9 la buena tierra es llamada el lugar de reposo. Pero la buena
tierra no era meramente un reposo para el pueblo de Dios. El propósito de Dios
al introducir a Su pueblo Israel en Canaán era, además de darles reposo, que el
reino fuera edificado. No solamente el pueblo de Dios necesitaba el reposo, sino
que Dios mismo deseaba un reino. El propósito de Dios al introducir a Su
pueblo en la buena tierra de Canaán era el de establecer Su reino sobre la tierra.
Allí en la buena tierra Dios edificó un reino por medio de Su pueblo, con Su
pueblo y entre Su pueblo. Ése era el reino de Dios sobre la tierra.
Antes de aquel tiempo, Dios era el Dios de los cielos (Neh. 1:4) y Él estaba
ansioso y anhelante de descender a la tierra a fin de expresarse a Sí mismo. Sin
embargo, había una gran carencia de coordinación humana. Por tanto, Él
laboraba de continuo con la expectativa de obtener un grupo de personas que
cooperasen con Él. Con el tiempo, liberó a Su pueblo del dominio de Satanás
sacándolo de Egipto y le hizo atravesar el desierto para introducirlo en la buena
tierra. Por último, derrotó a todos los enemigos en la buena tierra por medio de
Su pueblo, el cual edificó el templo y la ciudad. Cuando la ciudad y el templo
fueron edificados, eso representó la edificación del reino. Después que el templo
fue completado y mientras era dedicado, la gloria de Dios lo llenó. La gloria de
Dios es sencillamente Dios mismo. Dios mismo descendió de los cielos para
entrar en Su morada. Pero Él no solamente obtuvo una casa en la que pudiese
morar, sino también una ciudad donde estuviese dicha casa. Gracias a la ciudad,
Su morada era accesible y estaba resguardada. La ciudad, que protege la morada
de Dios, representa el reino y la autoridad. Finalmente Dios tenía una casa sobre
la tierra, y esta casa se encontraba dentro de la ciudad, la cual es símbolo del
reino en donde Él puede morar y expresarse a Sí mismo. Así pues, la buena
tierra no solamente tipifica a Cristo como reposo para el pueblo de Dios, sino
que también tipifica a Cristo como el reino.
EL REINO EN HEBREOS
¡Cuán maravilloso es el libro de Hebreos! Nos revela que Cristo es superior a
todos los elementos que componen el judaísmo. Este Cristo es finalmente el
reino. Hebreos es un libro que trata sobre el reino. ¿Cómo podemos demostrar
esto? Leamos Hebreos 1:8: “Mas del Hijo dice: „Tu trono, oh Dios; por el siglo
del siglo; cetro de rectitud es el cetro de Tu reino‟”. Este versículo dice: “Mas del
Hijo dice: „Tu Trono‟” y “Tu reino”. No dice “Tu redención”, ni tampoco “Tu
salvación”, ni “Tu amor”, ni aún “Tu poder”. El hecho de que diga “Tu trono” y
“Tu reino” denota el reino.
¿Qué dice de los ángeles? Los ángeles son simplemente espíritus ministradores.
Ellos no pueden compararse a Cristo. Él es una Persona tan maravillosa y Él es
nuestra salvación. Nuestra salvación no es una “cosa”, sino una Persona
maravillosa! ¡Oh cuán grande salvación! Al escritor de Hebreos le faltaban
palabras para describir esta salvación tan grande, así que sencillamente dijo:
“¡Tan grande!”. ¡Cuán grande salvación! Es imposible describir cuán grande es.
Pero el escritor también nos advierte que si descuidamos una salvación tan
grande, ciertamente padeceremos algún sufrimiento (He. 2:3).
¿Se habían dado cuenta de que el libro de Hebreos no fue dirigido a incrédulos,
sino a los creyentes hebreos? Todos ellos eran salvos. Pero existía un problema:
ellos habían sido distraídos del disfrute de Cristo. Ellos eran salvos y habían
comenzado a participar de Cristo, pero estaban en una posición sumamente
peligrosa al grado de ser distraídos de Cristo y llevados nuevamente al judaísmo.
Si esto hubiese sucedido, entonces habrían perdido el disfrute de Cristo en su
máxima expresión. Esto quiere decir que descuidarían una salvación tan grande.
Si ellos eran distraídos de Cristo y descuidaban una salvación tan grande,
padecerían una especie de castigo de parte del Señor. Si descuidamos una
salvación tan grande, ¿cómo escaparemos de alguna clase de castigo? No
piensen, sin embargo, que esto significa perder nuestra salvación. ¡No! Nuestra
salvación es para toda la eternidad. Una vez que hemos sido salvos, jamás
podremos caer en la perdición eterna. Hebreos incluso llama a nuestra salvación
la “eterna salvación” (He. 5:9). Pero después de haber sido salvos, tenemos que
avanzar a fin de disfrutar más y más de Cristo hasta la consumación. Ya no es
cuestión de si seremos salvos o no, sino de obtener el mayor y más elevado
disfrute de Cristo. Si descuidamos el disfrute de una salvación tan grande,
sufriremos pérdida.
SUPERIOR A MOISÉS Y JOSUÉ
La segunda sección de Hebreos, que consta principalmente de los capítulos 3 y
4, nos dice que Cristo es muy superior a Moisés y Josué. Tanto Moisés como
Josué fueron enviados por Dios para conducir a Su pueblo, pero Cristo es
superior a ambos. Moisés fue enviado por Dios como un apóstol, y Cristo
también fue enviado por Dios; así pues, Él es nuestro Apóstol, nuestro Líder.
Como tal Él es superior a Moisés. Si bien Moisés fue fiel sobre la casa de Dios,
Cristo fue Aquel que la construyó. Como Aquel que construyó la casa, Cristo
tiene más gloria que la casa misma.
Sin embargo, Moisés no introdujo al pueblo de Dios en el reposo. Más bien, fue
Josué quien introdujo al pueblo en el reposo. Por supuesto, Josué es el nombre
hebreo equivalente a Jesús. Josué tipificó a Cristo y, como tal, introdujo al
pueblo en la buena tierra. Al final de cuentas, tanto Josué como la buena tierra
son sencillamente Cristo. El Cristo que es nuestro reposo llega a ser el reino.
Sin embargo, Josué no condujo al pueblo a la buena tierra por sí mismo; él tenía
un compañero llamado Caleb. Según Hebreos 3:14 nosotros somos los “Calebs”
de Cristo. Somos Sus socios y compañeros. La palabra griega usada aquí no
solamente significa participantes, sino también socios. Josué tenía un solo
compañero, Caleb; pero hoy en día Cristo tiene muchos compañeros. Todos los
miembros de Su Cuerpo son Sus compañeros. Somos socios junto con Cristo en
una gran empresa. Aunque los cristianos hebreos habían sido hechos
compañeros de Cristo, todavía existía el peligro de que ellos fueran distraídos y
no entrasen en la buena tierra. Todo el pueblo de Israel debía haber sido
compañero de Josué, pero en realidad sólo uno entró con Josué en la buena
tierra, y ése fue Caleb. Si somos distraídos del disfrute de Cristo, ya no seremos
Sus compañeros y nos perderemos la recompensa de la manifestación del reino.
Más aún, todos ellos vagaron en el desierto, pero únicamente cuatro entraron en
la buena tierra. De aquella generación dos entraron vivos a la buena tierra:
Josué y Caleb, y dos entraron muertos: Jacob y José. Esto también sirve de tipo
para nosotros y quiere decir que cuando el Señor Jesús regrese, algunos santos
que estén vivos así como algunos santos que ya murieron, todos los cuales serán
vencedores, entrarán en la manifestación del reino. Son muchos los cristianos
que han cruzado el mar Rojo y se encuentran vagando en el desierto, pero según
el tipo, no son muchos los que cruzarán el río Jordán y entrarán en el reposo.
Tenemos que tomar esto como una advertencia muy seria que nos debe hacer
reflexionar mucho. Ésta es una amonestación muy severa a fin de que no
permanezcamos en nuestra mente, sino que nos volvamos a nuestro espíritu,
donde podremos disfrutar a Cristo como nuestro reposo. Únicamente en
nuestro espíritu podemos obtener el pleno disfrute de las riquezas a Cristo, lo
cual tendrá por consumación el reino.
Los versículos 4-6 dicen: “Porque es imposible que los que una vez fueron
iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu
Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo
venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento,
crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a la
ignominia”. En estos versículos Pablo aborda varios asuntos. Él dice que
algunos de los santos fueron iluminados, fueron hechos partícipes del Espíritu
Santo y gustaron del don celestial. Ellos también gustaron de la buena palabra y
de los poderes del siglo venidero. ¿En qué consiste aquel don celestial?
Ciertamente es algo procedente de los cielos. Podría ser el perdón de pecados o
el gozo de nuestra salvación. Sabemos que cuando fuimos salvos tuvimos cierto
regocijo auténtico. Ciertamente experimentamos el gozo, la paz, el consuelo, el
perdón y otras cosas. ¿Piensan ustedes que una persona podría ser iluminada,
gustar del don celestial, ser hecha partícipe del Espíritu Santo y gustar tanto de
la buena palabra como de los poderes del siglo venidero y, aún así, todavía no
ser salva? ¡Esto es imposible! Sin embargo, la mayoría de los maestros
cristianos consideran que este pasaje se refiere a personas que todavía no han
sido salvas. El versículo 6 nos dice que algunos de ellos recayeron, pero recaer es
muy distinto a caer en la perdición eterna. Muchas personas que fueron salvas
han recaído. Incluso después de haber nacido en términos físicos, podemos caer
muchas veces. Pero que cayéramos no hace de nosotros personas falsas.
Algunos usan los versículos 4-6 para afirmar que una vez que una persona ha
vuelto a caer le será imposible ser salva. Pero el versículo 1 dice: “Vayamos
adelante”. Tenemos que proseguir hacia adelante, dejando atrás el fundamento.
El primer aspecto de este fundamento es el arrepentimiento. Podríamos afirmar
que ésta es la primera piedra del fundamento. El fundamento ya fue establecido
con seis piedras, entre las cuales está la piedra del arrepentimiento. El concepto
de Pablo consiste en que, puesto que los creyentes hebreos ya habían puesto el
fundamento, ellos simplemente debían avanzar. No era necesario que pusieran
el fundamento nuevamente. Incluso si quisieran hacerlo así, sería imposible
volver a poner el fundamento. Tomemos como ejemplo una pareja que ha
contraído matrimonio. Supongamos que después de cierto tiempo se divorcian y
que posteriormente vuelven a juntarse. Aunque tal vez digan que se han vuelto a
casar, en realidad es imposible que lo vuelvan a hacer porque ya estaban
casados. El matrimonio ya había sido puesto como fundamento. Asimismo, los
cristianos hebreos ya habían puesto el fundamento; todo lo que necesitaban
hacer era avanzar. Ellos no debían demorarse quedándose en el fundamento.
Tenemos que avanzar para disfrutar a Cristo como nuestro gran Sumo
Sacerdote, quien nos ministra en el santuario celestial, no según los
mandamientos de la ley, sino según el poder de una vida indestructible. Él es
nuestro Sumo Sacerdote, no según el orden de Aarón, sino según el orden de
Melquisedec, por lo cual puede salvarnos por completo. Nosotros simplemente
tenemos que disfrutarle más y más, sin preocuparnos por el pasado ni por nada
que hayamos dejado atrás. ¡Tenemos que seguir adelante! Satanás siempre nos
recuerda nuestro pasado y lo que hicimos ayer, pero tenemos que decirle que
únicamente nos importa el día de hoy así como la expectativa que tenemos para
mañana. No nos importa el día de ayer. Todos tenemos que olvidar las cosas que
quedaron atrás y extendernos a lo que está delante. Prosigamos hacia adelante
para disfrutar más de Cristo.
SUPERIOR AL VIEJO PACTO
Hemos abarcado ya tres secciones de Hebreos. En la primera sección vimos que
Cristo es superior a los ángeles; en la segunda sección vimos que Cristo es
superior a Moisés y Josué; y en la tercera sección vimos que Cristo es superior a
Aarón y a todos los sacerdotes. En la cuarta sección, del capítulo 8 al 10, se nos
muestra que Cristo y Su sangre son muy superiores al viejo pacto. El Nuevo
Testamento no nos da la letra de la ley como algo externo a nosotros, sino la ley
de vida como algo que está dentro de nuestro ser. Por tanto, no tenemos
necesidad de que nadie nos enseñe (He. 8:8-11). Tenemos la ley viva en nuestro
interior, la cual es mucho mejor que la letra de la ley que es externa a nosotros.
Más aún, Pablo les dijo que no debían dejar de congregarse con los creyentes
(10:25). Ellos no debían descuidar el reunirse con los otros cristianos. Dejar de
reunirse con los creyentes implicaba retornar al judaísmo, lo cual era
pecaminoso a los ojos de Dios. Retroceder al judaísmo era pecar
voluntariamente. ¡Cuán grave era esto!
No pecar voluntariamente
Hebreos 10:26 dice: “Porque si pecamos voluntariamente después de haber
recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio de toros y machos
cabríos por los pecados”. Algunos maestros cristianos han enseñado de manera
imprecisa este versículo dando a entender que si pecamos voluntariamente no
podremos ser perdonados. Éste no es el entendimiento correcto de este
versículo. El entendimiento correcto es que todos los sacrificios del Antiguo
Testamento fueron cumplidos cuando el Señor Jesús murió en la cruz y, para el
Señor, que retrocedamos a aquellos sacrificios de animales es algo pecaminoso.
Retornar al judaísmo después del sacrificio del Señor Jesús en la cruz equivale a
pecar voluntariamente. En cuanto a Dios concierne, no hay más ofrenda por el
pecado, pues Su Hijo se ofreció a Sí mismo una vez y para siempre.
Pablo también dio a entender que si los cristianos hebreos retrocedían a ofrecer
sacrificios de animales, Dios los juzgaría (He. 10:27). Que ellos retrocedieran
hubiese sido equivalente a hacer común la sangre de Cristo. Pero esta sangre no
es común, como lo es la sangre de un buey o de una oveja. En realidad, la sangre
del sacrificio de animales no podía redimir, pero la sangre de Cristo sí puede
redimir. Retornar al judaísmo y ofrecer la sangre de un buey o una oveja a
manera de sacrificio por el pecado sería hacer común la sangre de Cristo, lo cual
provocaría el juicio de Dios.
EL CAMINO DE LA FE
Ahora abordaremos la quinta sección del libro, la cual comienza con el capítulo
11. En esta sección Pablo nos muestra el camino de la fe. A medida que
avancemos con el Señor, tenemos que tomar la fe como nuestro camino. En
nuestro camino tendremos una gran nube de testigos que nos rodea. El camino
de la fe es un camino prevaleciente. Aquí tenemos al Señor Jesús como el Autor
y Consumador de nuestra fe. Todos tenemos que fijar nuestra mirada en Él. No
debemos estar preocupados por las situaciones que nos rodean. Nosotros
simplemente ponemos nuestros ojos en el Señor Jesús como el camino que
tenemos para avanzar. Si no miramos al Señor Jesús como nuestro camino,
sufriremos cierta pérdida y cierto sufrimiento. Puesto que recibimos un reino
inconmovible, tenemos que echar mano de la gracia a fin de avanzar de manera
positiva. No debemos turbarnos con situaciones o circunstancias difíciles.
Avancemos por fe. El Señor Jesús es tanto el Pionero como el Perfeccionador de
nuestra fe. Nosotros simplemente fijamos nuestra mirada en Él. Así somos
fortalecidos para seguir hacia delante.
CORRER LA CARRERA
El capítulo 12 nos muestra que debemos despojarnos de todo peso y correr la
carrera. Si uno se cae mientras corre una carrera, sencillamente debe levantarse
y continuar corriendo. No necesita retroceder a los comienzos, sino que
simplemente deberá comenzar a correr desde donde cayó. Ningún corredor que
se cae en el curso de una carrera sería tan tonto como para regresar al inicio
para comenzar de nuevo. Más bien, él se levantará de donde cayó y continuará
corriendo la carrera.
No obstante, son muchos los cristianos que hacen esto. Todos los años, cuando
llega el tiempo de algún avivamiento, ellos retornan al inicio y se arrepienten
una vez más. No es necesario que ellos hagan eso. Únicamente tienen que
levantarse de donde cayeron y correr la carrera para el reino.
Debemos ver que tenemos a este Cristo maravilloso, quien es superior a todo lo
demás. Él es superior a los ángeles, a Moisés y Josué, a Aarón y los sacerdotes, y
al viejo pacto. Además, tenemos un camino prevaleciente por el que podemos
avanzar, el cual es el camino de la fe. Tenemos que avanzar a fin de disfrutar a
Cristo y tomar el camino victorioso. Con el tiempo, tendremos el pleno disfrute
de Cristo que consumará en el reino. Sin embargo, si no avanzamos para
disfrutar a Cristo de una manera tan maravillosa, perderemos algo y sufriremos
algo. Todos estos puntos en Hebreos representan el desarrollo de las semillas
sembradas en el libro de Mateo con respecto al reino.
¿En qué consiste la cosecha del reino? El primer aspecto de la cosecha del reino
son los siete candeleros, y la cosecha máxima y final del reino será la ciudad
santa: la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén es sencillamente la máxima
cosecha del reino. En ella el reino será manifestado en plenitud. Incluso durante
el milenio todavía no tendremos la manifestación suprema del reino, sino que la
Nueva Jerusalén será la suprema consumación y plena manifestación del reino.
ÉFESO
Dejar el primer amor
En los capítulos 2 y 3 de Apocalipsis, o sea, en las epístolas dirigidas a las siete
iglesias, el Señor Jesús hizo un llamado a los vencedores. En Su llamado a los
vencedores, el Señor Jesús reveló cuál es la condición apropiada de la iglesia
para el reino. En Apocalipsis 2:4 el Señor le dijo a la iglesia en Éfeso: “Pero
tengo contra ti que has dejado tu primer amor”. Si hemos de ser la iglesia
apropiada que introducirá el reino, es imprescindible que el Señor Jesús sea
nuestro primer y mejor amor. Éste es el primer requisito. Tenemos que cuidar
de nuestro amor por el Señor. Hoy en día muchos cristianos han perdido su
primer amor hacia Él. Ellos todavía siguen laborando para el Señor, son muy
buenos para ello y hacen muchas cosas para el Señor, pero no le aman como al
principio. Esto quiere decir que ellos perdieron su primer amor, su amor
original, su mejor amor, por el Señor. Ellos tienen obras, pero no tienen amor.
Por tanto, el primer llamado del Señor a los vencedores es que retornen a Él y le
amen al máximo, que le amen con el mejor amor. El Señor prometió: “Al que
venza, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en el Paraíso de Dios”
(Ap. 2:7). Si retornamos a nuestro primer y mejor amor por el Señor, se nos
dará a comer del árbol de la vida.
El Paraíso de Dios
El árbol de la vida también está en la Nueva Jerusalén, lo cual nos muestra que
la Nueva Jerusalén es el verdadero paraíso de Dios. El huerto de Edén, descrito
en Génesis 1 y 2, podría ser considerado como el primer paraíso de Dios. En
Lucas 23 el Señor Jesús le dijo al ladrón crucificado que él estaría con el Señor
en el paraíso. Ese paraíso no es el huerto de Edén ni tampoco la Nueva
Jerusalén, sino que se refiere a la parte del Hades donde hay gozo y consuelo,
que es donde los espíritus de todos los santos que han muerto son guardados.
Éste es el segundo paraíso que nos presenta la Biblia. Al final, el pueblo de Dios
estará concentrado en la santa ciudad, Jerusalén, y ése será el paraíso eterno
con el árbol de la vida en su centro. La promesa del Señor en Apocalipsis 2 es
que si vencemos sobre la situación imperante en la actualidad y recobramos
nuestro primer y mejor amor hacia Él, nos será concedido el derecho a entrar en
la Nueva Jerusalén como el paraíso de Dios y a comer del árbol de la vida a
manera de recompensa.
ESMIRNA
Esmirna es la iglesia que padeció persecución. Si todos retornamos a nuestro
primer amor por el Señor, ciertamente nos sobrevendrán persecuciones.
Durante el primero, segundo y tercer siglos, la iglesia padeció mucha
persecución. Satanás usó al Imperio Romano para perseguir a la iglesia y matar
a muchos creyentes. El Libro de los mártires escrito por el Sr. Foxe nos relata la
manera en que muchos de esos primeros cristianos fueron perseguidos y
muertos como mártires por causa del Señor Jesús. El Señor Jesús les prometió a
quienes fueron perseguidos que si ellos vencían, recibirían la corona de la vida y
no sufrirían la segunda muerte. Ser heridos por la segunda muerte no quiere
decir que caeremos en la perdición eterna, sino que padeceremos en cierta
medida. Ninguna clase de sufrimiento es placentero. No debemos preocuparnos
por los detalles en cuanto a la segunda muerte. Simplemente recibamos esta
advertencia hecha por el Señor. El Señor Jesús no nos proporciona detalles a
este respecto porque Su expectativa es que no tengamos que estar en tal
posición. Él espera que todos nosotros recibamos la corona de la vida. Por
supuesto, la corona de la vida no es dada hoy, sino que es dada durante el
tiempo del milenio. No importa cuánto sufra usted por el Señor Jesús en la
actualidad, no recibirá una corona en la era presente. Incluso el apóstol Pablo
todavía no ha recibido su corona. Él todavía está a la espera del milenio para
poder recibirla. En aquel tiempo todos los vencedores reinarán como reyes
junto a Cristo y recibirán una corona.
PÉRGAMO
La persecución que Satanás desató contra la iglesia no tuvo éxito. Cuanto más
perseguía a la iglesia, más fuertes se hacían los cristianos. Así que él recurrió a
un ataque más sutil. Al inicio del cuarto siglo, en tiempos de Constantino,
Satanás cambió de táctica. En lugar de perseguir a la iglesia le dio una cálida
bienvenida. Esto está representado por la iglesia en Pérgamo. Pérgamo
literalmente significa matrimonio y simbólicamente denota una torre elevada.
Esto significa que la iglesia había contraído una especie de matrimonio maligno
con el mundo y se había vuelto algo muy grande. Constantino introdujo el
mundo dentro de la iglesia y llevó a la iglesia de regreso al mundo. Éste fue un
matrimonio maligno e ilegítimo. La iglesia se casó con el mundo. Debido a que
la iglesia contrajo matrimonio con el mundo, se convirtió en algo grande como
una torre alta.
Estos fueron los inicios del gran árbol mencionado en Mateo 13. Dentro de
Pérgamo estaban las enseñanzas de Balaam y de los nicolaítas (2:14, 15). Estas
enseñanzas eran una especie de levadura maligna introducida en la iglesia. El
Señor Jesús intervino para llamar a los vencedores a salir y les prometió dos
cosas: el maná escondido y una piedrecita blanca. Una piedra es útil para la
edificación, y el color blanco denota que esto es algo aprobado por el Señor y
que es placentero para Él. En la piedrecita blanca está grabado un nuevo
nombre que nadie conoce sino aquel que lo recibe. Muchas veces debemos tener
experiencias especiales con el Señor que los demás no pueden entender. A veces
incluso nuestra propia familia no puede entender nuestras experiencias con el
Señor. En ellas hemos experimentado algo nuevo y fresco que los demás no
pueden comprender. El nuevo nombre denota experiencias frescas y nuevas del
Señor.
TIATIRA
Después de Pérgamo, que denota el matrimonio ilegítimo de la iglesia con el
mundo, viene Tiatira. Tiatira representa a la Iglesia Católica Romana, la cual
está llena de toda clase de levadura corruptora. Los ídolos, la fornicación, las
enseñanzas malignas y las prácticas de Jezabel son la levadura en el interior de
la Iglesia Católica Romana. Ésta es la malvada mujer descrita en Mateo 13 que
escondió la levadura en las tres medidas de harina. El Señor también hizo un
llamado a los vencedores que hay dentro de Tiatira, pues les llamó a vencer la
fornicación, las enseñanzas malignas y toda práctica maligna. Las prácticas en la
Iglesia Católica Romana de encender velas, quemar el incienso y adorar a todas
sus imágenes de ídolos constituyen una verdadera blasfemia contra el Señor.
Algunos podrían argüir que ellos fueron ayudados por la Iglesia Católica
Romana y que ha habido muchos queridos creyentes dentro de esa institución.
Indudablemente la Iglesia Católica Romana está recubierta con muchas
personas y cosas muy preciosas, pero esto es para engañar a la gente; es una
fachada falsa. La parte externa de la copa está recubierta de oro, perlas y piedras
preciosas, pero por dentro la copa está llena de abominaciones (Ap. 17:4). Todos
nosotros tenemos que vencer tales abominaciones como los ídolos, la
fornicación espiritual y toda clase de levadura. Tenemos que ceñirnos a lo que el
Señor nos ha mostrado. Finalmente, los vencedores regirán sobre las naciones
durante el milenio.
Si hemos de reinar con el Señor Jesús como reyes, tenemos que ser entrenados y
disciplinados estrictamente por Él. El joven príncipe que ha de ser el próximo
rey de Inglaterra diariamente está sometido a un constante y estricto
entrenamiento y disciplina. Ese entrenamiento está diseñado para hacerlo apto
con miras a que sea el rey. Él está aprendiendo a verse como un rey, a hablar
como un rey y a comportarse como un rey. Y ¿qué con respecto a usted? Si en la
actualidad usted participa de chismes y murmuraciones además de ser
descuidado, ¿estará listo para reinar como rey? ¿Es usted apto para ser un rey?
Esto nos permite ver que simplemente ser un creyente no es suficiente para ser
un vencedor y gobernar y reinar juntamente con Cristo. Tenemos que ser
entrenados y disciplinados por el Señor; de otro modo, ¿cómo reinaremos sobre
cinco o diez ciudades (Lc. 19:17, 19)?
SARDIS
La iglesia en Sardis representa a la iglesia de la Reforma. En cierto sentido los
protestantes de la iglesia reformada son mucho mejores que los católicos. Sin
embargo, el Señor afirma que aunque ellos fueron reformados y avivados,
todavía eran muy débiles. En Apocalipsis 3:1 el Señor dijo que Sardis tenía
nombre de que vive, pero estaba muerto. En el versículo 2 Él les dijo que era
necesario que fuesen vigilantes y afirmasen las cosas que quedan, las que están
a punto de morir. La característica sobresaliente de las iglesias protestantes es
su escasez de la vida divina. Quizás muchas cosas sean correctas, pero hay poca
vida. Casi todo lo relacionado con el cristianismo fundamentalista: la oración, la
lectura de la Biblia y la predicación del evangelio, es débil y está a punto de
morir. En realidad, tienen poco impacto. Sin embargo, el Señor les dijo: “Pero
tienes unas pocas personas en Sardis que no han contaminado sus vestiduras; y
andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas” (3:4). Las
vestiduras contaminadas denotan la presencia de la muerte o la ausencia de
vida. Ser un vencedor en medio de tal situación consiste en guardarse de toda
muerte.
Esto quiere decir que tenemos que estar vivos y fuertes, y que debemos tener
impacto. Incluso cuando compartamos un testimonio en alguna reunión no
debemos hacerlo de una manera muerta; más bien, debemos hablar con nuestro
espíritu fortalecido y liberado. Tenemos que vencer la situación de muerte
imperante en el protestantismo. Tenemos que vencer toda clase de muerte.
Debemos vestirnos con vestiduras blancas, que no tienen mancha de muerte. Si
logramos esto, nuestro nombre no será borrado del libro de la vida (3:5) Que el
nombre de alguien sea borrado del libro de la vida no significa que se perderá
eternamente, sino que esto guarda relación con la recompensa o el castigo. A fin
de entender la Biblia es imprescindible que siempre nos ciñamos a los
principios básicos. El principio en cuanto a la salvación es que ésta es eterna.
Una vez salvos, somos salvos eternamente. Jamás podremos perdernos. Por
tanto, que nuestro nombre sea borrado del árbol de la vida no implica la pérdida
de nuestra salvación, sino la pérdida de una recompensa de parte del Señor. Si
no vencemos toda clase de situaciones de muerte y somos vivientes, sufriremos
pérdida.
FILADELFIA
El Señor Jesús no reprendió a Filadelfia en ningún aspecto. Más bien, les dijo
que debido a que ellos habían guardado Su palabra y no habían negado Su
nombre, Él los guardaría de la hora de la prueba que vendrá sobre la tierra. Esto
significa que Él los arrebatará antes que la tribulación venga y que, incluso, los
hará columnas en el templo de Dios. En el capítulo 2 tenemos la piedrecita
blanca y en el capítulo 3 tenemos una columna edificada dentro del templo.
Todos los vencedores tienen como finalidad la edificación del templo de Dios, y
esto es para el reino.
LAODICEA
La iglesia en Laodicea es la iglesia en Filadelfia que cayó y entró en degradación.
Ellos son muy orgullosos y piensan tenerlo todo, saberlo todo y haber visto todo.
Pero a los ojos del Señor son pobres y están desnudos. Por tanto, el Señor les
aconsejó que comprasen oro así como colirio para poder ver (3:18). Ellos
necesitan arrepentirse de su orgullo y abrirse al Señor de tal manera que Él
pueda entrar. Al final, los vencedores de entre ellos celebrarán banquete con el
Señor y se sentarán en el trono del Señor durante el milenio.
En Mateo 12:28 el Señor Jesús dijo: “Pero si Yo por el Espíritu de Dios echo
fuera los demonios, entonces ha llegado a vosotros el reino de Dios”. Éste no es
el reino de los cielos, sino el reino de Dios. Mateo 19:23-24 menciona ambas
clases de reinos: “Entonces Jesús dijo a Sus discípulos: De cierto os digo, que
difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Otra vez os digo, más fácil
le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino
de Dios”. Mateo 21:43 también menciona el reino de Dios: “Por tanto os digo,
que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a una nación que
produzca los frutos de él”. Al leer estos versículos, podemos ver que el reino de
Dios ya estaba presente, pero que el reino de los cielos todavía no había venido.
Mateo 13:41 nos habla del reino del Hijo del Hombre: “Enviará el Hijo del
Hombre a Sus ángeles, y recogerán de Su reino todo lo que sirve de tropiezo, y a
los que hacen iniquidad”. El reino del Hijo del Hombre es la tercera clase de
reino mencionado en las Escrituras.
EL INICIO Y EL FINAL
DEL REINO DE LOS CIELOS
Y SU PROCESO
El reino de los cielos se divide en dos periodos: el periodo que corresponde a la
apariencia y la realidad del reino, y el periodo que corresponde a su
manifestación. Tanto la apariencia como la realidad del reino se inician,
progresan y finalizan con la iglesia. La manifestación del reino de los cielos se
inicia, progresa y finaliza con el milenio. En Mateo 3:2; 4:17 y 10:7 se nos
muestran varias cosas. En primer lugar, se nos muestra que el reino de los cielos
tuvo un inicio. Este reino vino en un tiempo definido y, antes de venir, se había
acercado. En segundo lugar, se nos muestra que antes que Juan el Bautista
viniera, el reino de los cielos todavía no había venido. En tercer lugar, cuando
Juan el Bautista salió a predicar, el reino de los cielos todavía no había venido,
pero se había acercado. En cuarto lugar, incluso cuando el Señor Jesús comenzó
a predicar, el reino de los cielos todavía no había venido, sino que estaba cerca.
En quinto lugar, aun cuando el Señor Jesús envió a los doce discípulos y a los
setenta discípulos a predicar, el reino de los cielos todavía no había llegado, pero
estaba cerca. Mateo 11:11 nos dice: “De cierto os digo: Entre los que nacen de
mujer no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista; pero el más
pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él”. Este versículo demuestra que
en tiempos del Antiguo Testamento el reino de los cielos todavía no había
venido. El reino de los cielos no había venido incluso en tiempos de Juan el
Bautista, ya que tanto los profetas del Antiguo Testamento como Juan el
Bautista no eran personas que estaban en el reino de los cielos. Según Mateo
11:12, desde el tiempo en que Juan el Bautista salió a predicar hasta el tiempo en
que fue puesto en prisión, el reino de los cielos todavía no había venido de
manera oficial. El periodo que abarca desde Juan el Bautista hasta la venida
oficial del reino de los cielos fue un periodo de transición. Durante ese periodo
de transición, aunque el reino de los cielos no había llegado oficialmente, los
hombres podían entrar en él si así lo deseaban. A manera de ejemplo podemos
usar una tienda nueva que hace ventas antes de su inauguración oficial. Después
que ha hecho negocios por cierto tiempo, se celebra su gran inauguración. La
gran inauguración del reino de los cielos ocurrió el Día de Pentecostés, pero
personas como Pedro y Juan habían entrado en el reino de los cielos antes de
ese día.
En casi todos los casos, Mateo usó el término el reino de los cielos; sin embargo,
en Mateo 12 se deja constancia que el Señor dijo: “el reino de Dios”. El Señor
Jesús era muy cuidadoso en Su hablar. En ese capítulo Él dijo reino de Dios en
lugar de reino de los cielos porque en ese tiempo el reino de los cielos todavía no
había llegado oficialmente. Cuando el Señor Jesús echó fuera demonios y
manifestó la autoridad de Dios delante de los judíos, aquello simplemente era el
reino de Dios que venía a ellos, no el reino de los cielos. Esto indica que antes
que el reino de los cielos viniera, el reino de Dios ya existía.
Ahora bien, leamos Mateo 21:43: “Por tanto os digo, que el reino de Dios será
quitado de vosotros, y será dado a una nación que produzca los frutos de él”.
Este versículo demuestra que el reino de Dios, no el reino de los cielos, estaba en
medio del pueblo judío en aquel tiempo. La parábola que se encuentra en Mateo
22:2-4 nos muestra que el reino de los cielos comenzó en el tiempo de la
predicación del evangelio después que el Señor Jesús murió, resucitó y efectuó
la redención.
En la parábola del sembrador relatada en Mateo 13, el Señor Jesús no dijo: “El
reino de los cielos es semejante a”. Fue cuando llegó a la parábola de la cizaña
que el Señor dijo: “El reino de los cielos es semejante a” (v. 33). Esto se debió a
que la apariencia y la realidad del reino de los cielos tuvieron su inicio a partir
del evento del cual se habla en la parábola de la cizaña, esto es, a partir de lo que
sucedió el Día de Pentecostés.
En Mateo 16:18-19, después que el Señor Jesús dijo que Él edificaría Su iglesia,
también dijo que le daría a Pedro las llaves del reino de los cielos. Esto
demuestra que cuando el Señor edificara Su iglesia, ése sería el tiempo para que
Pedro usara las llaves del reino de los cielos. Fue en Pentecostés que Pedro usó
las llaves del reino de los cielos para abrir la puerta a fin de que los hombres
creyeran y entraran al reino de los cielos. También fue en ese tiempo que el
Señor edificó Su iglesia. Por tanto, el inicio de la iglesia en Pentecostés también
fue el inicio del reino de los cielos.
Una vez que la iglesia comenzó, había creyentes vencedores en la iglesia que
vivían en la realidad del reino de los cielos, según consta en Mateo 5—7. Por
consiguiente, la realidad del reino de los cielos se inició en ese tiempo. Por otro
lado, una vez que la iglesia vino a existir, Satanás mezcló a los falsos cristianos,
la cizaña, con los verdaderos cristianos. Por tanto, la apariencia del reino de los
cielos también comenzó en aquel tiempo. Así pues, tanto la realidad como la
apariencia del reino de los cielos comenzaron casi al mismo tiempo, esto es,
junto con la iglesia y después de Pentecostés.
Mateo 18:17-18 muestra que la autoridad del reino de los cielos que Pedro
poseía al inicio de la iglesia fue también poseída posteriormente por la iglesia.
Bajo condiciones normales, la iglesia tiene la autoridad del reino de los cielos
para atar lo que los cielos ataron y para desatar lo que los cielos desataron. Esto
demuestra que el reino de los cielos y la iglesia progresan juntamente. Allí
donde está la iglesia, también están los creyentes vencedores que viven en la
realidad del reino de los cielos. Al mismo tiempo hay falsos creyentes que se
mezclan con los verdaderos para producir la apariencia del reino de los cielos.
Por tanto, la realidad y la apariencia del reino de los cielos comenzaron juntas
con la iglesia y progresaron juntamente con ella. La realidad y la apariencia del
reino de los cielos avanzan juntamente con la iglesia y son dependientes de ella.
Por un lado, la realidad del reino de los cielos está escondida en la iglesia; por
otro, la apariencia del reino de los cielos está presente en la periferia de la vida
de iglesia. Cuando el Señor Jesús regrese y ponga fin a la era de la iglesia, la
realidad y la apariencia del reino de los cielos también llegarán a su fin. En ese
tiempo, el Señor Jesús quemará en el fuego la apariencia del reino de los cielos,
esto es, la llamada cristiandad. Al mismo tiempo, la realidad del reino de los
cielos llegará a ser la manifestación del reino de los cielos.
Daniel 7:13-14 nos muestra que al final de esta era el Señor Jesús recibirá el
reino de parte de Dios y vendrá a la tierra para establecer Su reino. Daniel 2:44
nos dice que al final de esta era el Señor aplastará las naciones de la tierra
desmenuzándolas para establecer Su reino. Apocalipsis 11:15 revela que al final
de esta era, después que el Señor haya desmenuzado a las naciones, el reino de
este mundo se convertirá en el reino de nuestro Señor.
En 1 Corintios 15:24-26 se nos dice que cuando llegue el fin, al final del milenio,
el Señor habrá destruido todos los poderes satánicos. El último enemigo que
destruirá será la muerte. Entonces Él le entregará a Dios el reino que había
recibido de Dios. Cuando el milenio llegue a su fin, la manifestación del reino
también llegará a su fin. A partir de entonces habrá un cielo nuevo y una tierra
nueva, el reino eterno de Dios.
Así como la realidad y la apariencia del reino de los cielos tuvieron un inicio,
están en progreso y llegarán a su fin junto con la iglesia, también la
manifestación del reino de los cielos tendrá un inicio, un progreso y llegará a su
fin junto con el milenio. Para hacer un breve resumen, el reino de los cielos tuvo
su inicio junto con la iglesia y llega a su fin junto con el milenio. Antes de la
iglesia, no existía el reino de los cielos; y después del milenio, tampoco existirá
más el reino de los cielos. El reino de los cielos se halla contenido en dos
dispensaciones: la de la iglesia y la del milenio, abarcando ambas
dispensaciones. El inicio de estas dispensaciones es el inicio del reino de los
cielos; el proceso de ambas dispensaciones es el proceso del reino de los cielos; y
el final de estas dispensaciones es el final del reino de los cielos.
LA DIFERENCIA ENTRE
EL REINO DE LOS CIELOS Y EL REINO DE
DIOS
Ahora debemos considerar las diferencias que hay entre estas dos clases de
reinos. Primero consideraremos la diferencia entre el reino de los cielos y el
reino de Dios. Hay una diferencia entre estos dos reinos, pero no podemos
separarlos. Por ejemplo, podemos diferenciar nuestra mano de nuestro cuerpo,
pero no podemos separarlos. El cuerpo es la totalidad, mientras que la mano es
una parte del cuerpo. Así pues, podemos diferenciarlos, pero no separarlos. De
la misma manera, el reino de Dios es la totalidad, mientras que el reino de los
cielos es parte de esta totalidad. Ellos pueden diferenciarse, pero no pueden
separarse.
Daniel 7:13-14 nos muestra que el reino que el Señor Jesús trae consigo en Su
segunda venida es el reino eterno que Dios establecerá sobre la tierra (Dn.
2:44), el cual es recibido de parte del Anciano de días (Lc. 19:12, 15) y le
pertenece al Anciano de días, esto es, a Dios mismo. Esto demuestra que el reino
que el Señor Jesús establecerá en la tierra es el reino de Dios y también muestra
que este reino existe desde tiempos antiguos, desde la eternidad.
Mateo 3:2; 4:17 y 10:7 nos da a entender que cuando Juan el Bautista, el Señor
Jesús y los discípulos salieron a predicar, el reino de los cielos todavía no había
venido, sino que se había acercado. Mateo 21:43 muestra que desde antes que el
reino de los cielos viniera, el reino de Dios ya estaba en medio de los israelitas.
Sin embargo, debido a que ellos no produjeron el fruto correcto, el reino de Dios
les fue quitado y dado al pueblo que daría los frutos, esto es, a la iglesia. Por
tanto, el reino de Dios hoy es la iglesia. Esto demuestra que tanto la nación de
Israel en el Antiguo Testamento como la iglesia en el Nuevo Testamento son el
reino de Dios y forman parte del reino de Dios.
Leamos ahora Lucas 13:28-29: “Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando
veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y a
vosotros os echen fuera. Vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur,
y se reclinarán a la mesa en el reino de Dios”. Estos versículos demuestran que
el milenio en el futuro también forma parte del reino de Dios. Lo que aquí se
menciona con respecto a aquellos que se reclinarán a la mesa en el reino de Dios
guarda relación con el milenio. Aunque corresponde al milenio, la Palabra nos
dice que se trata del reino de Dios. Esto se debe a que el milenio forma parte del
reino de Dios.
En Efesios 5:5 y Apocalipsis 11:15 se revela que el reino de los cielos en el futuro
también forma parte del reino de Dios. Estos versículos también mencionan el
reino de Cristo y de Dios así como el reino de nuestro Señor y de Su Cristo. En el
idioma original, en ambos casos se usa un sustantivo singular para referirse al
reino, lo cual demuestra que el reino de Cristo y de Dios así como el reino de
nuestro Señor y de Su Cristo no son dos reinos, sino uno. Este reino es el reino
de los cielos en el futuro y también el reino eterno de Cristo mencionado en 2
Pedro 1:11. Este reino de los cielos en el futuro es el reinar de Cristo como Rey;
por tanto, es el reino de Cristo. Al mismo tiempo, es el reinar de Dios; por
consiguiente, también es el reino de Dios.
En 1 Corintios 15:24 se nos dice que al final, esto es, al final del milenio, Cristo
habrá destruido todo el poder de Satanás, con lo cual traerá el reino de Dios.
Esto comprueba que después del milenio, durante el tiempo de los cielos nuevos
y la tierra nueva, el reino de Dios seguirá existiendo. Así pues, los cielos nuevos
y la tierra nueva en el futuro también formarán parte del reino de Dios.
Por tanto, de acuerdo con las Escrituras, el reino de Dios se extiende desde la
eternidad y hasta la eternidad, sin principio ni fin. La esfera que este reino
abarca es muy amplia. El reino de los cielos tiene un inicio y un fin y, aunque
forma parte del reino de Dios, abarca una esfera menos amplia. Antes que
comenzara el reino de los cielos, ya estaba presente el reino de Dios. Después
que el reino de los cielos termine, el reino de Dios continuará existiendo por la
eternidad. Durante el tiempo que dura el reino de los cielos, el reino de los cielos
es el reino de Dios. Por consiguiente, a veces el reino de los cielos es también
llamado el reino de Dios.
LA DIFERENCIA ENTRE
EL REINO DE LOS CIELOS Y EL MILENIO
El milenio se refiere al tiempo después que el Señor regrese a reinar sobre el
mundo como rey, el cual es un tiempo que precede a los cielos nuevos y la tierra
nueva (Ap. 20:4-6). Está dividido en dos partes: la parte celestial y la parte
terrenal. La parte terrenal es el reino del Mesías, la cual los judíos esperan, o
sea, el reino del Hijo del Hombre mencionado en Mateo 13:41. Este reino está
conformado por dos grupos de personas. Un grupo está formado por las
naciones (las ovejas mencionadas en Mateo 25) que constituirán el pueblo de
dicho reino; el otro grupo está formado por el pueblo judío como los sacerdotes,
quienes conducirán a las naciones a servir a Dios y tendrán la Jerusalén terrenal
como su centro (Zac. 8:20-23; 14:16-17; Is. 2:2-3; Jer. 3:17).
Por tanto, el milenio es el periodo en que Cristo reina sobre el mundo como Rey,
mientras que el reino de los cielos (refiriéndonos a la manifestación del reino de
los cielos) es la parte celestial del milenio en la cual Cristo y los santos
vencedores reinarán como reyes sobre el mundo (Ap. 2:26-27; 20:4-6; 2 Ti.
2:12; Lc. 19:17, 19).
LA DIFERENCIA ENTRE
EL REINO DE LOS CIELOS Y EL REINO DEL
MESÍAS
En el Antiguo Testamento el Señor prometió al pueblo judío que “el Ungido”,
esto es, el Mesías (en hebreo “Mesías” significa el Ungido), vendría a heredar el
trono de David y restaurar la nación judía, es decir, la nación de Israel. Podemos
ver esto en Gn. 49:10; 2 S. 7:13, 16; Sal. 2:8-9; 72:1-20; 89:4; 110:2-3; Is. 9:6-7;
11:1-5, 10; Jer. 23:5-6; 30:9; 33:14-17; Ez. 21:27; 34:23-24; 37:24, 28; Dn. 2:35;
7:14; Os. 3:5; Am. 9:11-12; Zac. 3:8; 6:12-13; 9:9-10.
Cuando el Señor Jesús vino la primera vez, el pueblo judío esperaba al Mesías
que restauraría Su reino (Lc. 2:25; 3:15; 7:19; Jn. 1:41; 7:27, 41). Sin embargo, Él
no restaurará el reino mesiánico (Mt. 23:39) hasta Su segunda venida. El reino
que el Señor, el Mesías, restaurará —el reino del Mesías o el reino de Israel que
será restaurado en el futuro (Hch. 1:6)— es la parte terrenal del milenio, “el
tabernáculo de David” que el Señor reedificará (15:16), y el reino que Dios ha
preparado desde la fundación del mundo para las “ovejas” que serán los pueblos
de la tierra durante el milenio (Mt. 25:32-34). El Señor se sentará en el trono de
David y “reinará sobre la casa de Jacob” (el pueblo judío, Lc. 1:32-33),
gobernando a las naciones de la tierra durante el milenio (Sal. 2:8; 72:8; Dn.
7:14; 2:35).
Por tanto, el reino de los cielos es definitivamente diferente del reino del Mesías.
El reino del Mesías es la parte terrenal del milenio. El reino de los cielos, esto es,
la manifestación del reino de los cielos, es la parte celestial del milenio. El reino
del Mesías es terrenal, mientras que el reino de los cielos es celestial. Antes de la
venida del reino del Mesías, el reino de los cielos, esto es, la realidad del reino de
los cielos, ya estará presente entre los creyentes vencedores. El reino del Mesías
es para el pueblo judío que será restaurado en el futuro y para los gentiles como
“las ovejas”, mientras que el reino de los cielos es para los vencedores en la
iglesia. Que sea establecido el reino futuro del Mesías es la expectativa que
tienen los judíos; pero el reino de los cielos en el futuro, esto es, la
manifestación del reino de los cielos debe ser la expectativa de los creyentes (los
vencedores). El reino del Mesías estará conformado por el pueblo judío como
los sacerdotes y por los gentiles como el pueblo. En el futuro reino de los cielos
solamente estarán los reyes, no así el pueblo. El pueblo que será regido por los
reyes del futuro reino de los cielos estará conformado por aquellos que estarán
en el reino del Mesías. Por tanto, el reino del Mesías estará subordinado al
futuro reino de los cielos; el futuro reino de los cielos será la autoridad
gobernante del reino del Mesías. Los vencedores en las iglesias reinarán con
Cristo por mil años en el reino de los cielos, gobernando sobre los judíos y
gentiles en el reino del Mesías (Ap. 20:4, 6; Mt. 19:28; Ap. 2:26).
LA DIFERENCIA ENTRE
LOS CIELOS Y EL REINO DE LOS CIELOS
Los cielos de los cuales se nos habla aquí se refieren al tercer cielo, donde Dios y
el Señor Jesús moran. El tercer cielo es la morada de Dios y del Señor Jesús en
la actualidad. El reino de los cielos es el reino, el regir de los cielos hoy, donde
los creyentes buscadores se sujetan a la autoridad celestial y reciben la
disciplina celestial, el gobierno celestial y el adiestramiento celestial. En el
futuro, el reino de los cielos será la manifestación del gobierno de los cielos
durante el reino milenario. En ese tiempo, el Señor Jesús y los santos
vencedores gobernarán el mundo. El tercer cielo está en el cielo, mientras que el
reino de los cielos está en la tierra.
LA DIFERENCIA ENTRE
EL REINO DE LOS CIELOS Y LA IGLESIA
La iglesia no es un edificio material, ni tampoco es un lugar, ni una
denominación, ni un grupo evangélico. La iglesia en el idioma original es la
palabra ekklesía, que significa “la asamblea de los llamados a salir”. La iglesia es
el grupo de personas a las cuales Dios llamó a salir fuera del mundo. La
totalidad de este pueblo es, por un lado, “el Cuerpo de Cristo” (Ef. 1:23) y, por
otro, “la casa de Dios” (1 Ti. 3:15). El Cuerpo de Cristo denota tanto la relación
que la iglesia tiene con Cristo como también la función que ella desempeña para
Él. La casa de Dios alude a la relación que la iglesia tiene con Dios y a la función
que cumple para Él. Con relación a Cristo, la iglesia procede de Cristo y posee la
vida de Cristo. Por consiguiente, la iglesia es el Cuerpo, la plenitud de Cristo: Su
continuación, Su extensión y Su propagación. Ella es apta para expresar a Cristo
y testificar de Él en todo momento y en cualquier lugar. Con relación a Dios, la
iglesia nació de Dios y posee Su vida. Por tanto, la iglesia es la familia y la casa
de Dios, Su morada, y como tal, le provee a Dios un lugar en la tierra donde Él
pueda descansar, expresar Su deseo, cumplir Su propósito y manifestar Su
gloria.
Tenemos que estar claros con respecto a una cosa: la iglesia es diferente del
cristianismo. A los ojos del mundo, el cristianismo es la iglesia. Pero a los ojos
de Dios y a los ojos de aquellos que conocen a Dios, hay una gran diferencia
entre el cristianismo y la iglesia. El cristianismo es aquello que los hombres han
organizado en el mundo; la iglesia es aquello que Dios ha sacado del mundo. El
cristianismo es una organización religiosa, esto es, la apariencia externa del
reino de los cielos; mientras que la iglesia es un organismo viviente, esto es, el
Cuerpo de Cristo y la morada espiritual de Dios.
Formar parte del cristianismo requiere únicamente pasar por el ritual de ser
bautizados y unirse al cristianismo. Por medio de esto, uno puede convertirse en
un cristiano nominal. Para tener parte en la iglesia se requiere tener la
regeneración por medio del arrepentimiento delante de Dios y mediante la fe en
Cristo, lo cual hace que lleguemos a ser miembros de Cristo e hijos de Dios. A
los ojos del mundo, aquellos que están en el cristianismo son la iglesia; pero a
los ojos de Dios, es posible que no todos los que están en el cristianismo
conformen la iglesia. Esto se debe a que en el cristianismo hay muchos que no
fueron regenerados mediante el arrepentimiento para con Dios y la fe en Cristo.
Por tanto, ellos no son miembros de Cristo ni tampoco son hijos de Dios.
UNA COMPARACIÓN
DEL REINO DE LOS CIELOS,
EL REINO DE DIOS Y LA IGLESIA
La apariencia del reino de los cielos abarca una esfera muy amplia e incluye a
todos los que se llaman cristianos, independientemente de si son cristianos
verdaderos o falsos. No todos los que están en la apariencia del reino de los
cielos están en la iglesia, pues no todos ellos son salvos. Únicamente los que son
salvos entre ellos están en la iglesia. Así pues, la esfera que abarca la iglesia es
más reducida que la esfera que abarca la apariencia del reino de los cielos. La
iglesia incluye solamente a los que son verdaderos creyentes, los que poseen la
vida de Cristo.
Todos los que están en la iglesia también están en el reino de Dios, pues durante
la dispensación de la iglesia, la iglesia es el reino de Dios. La esfera que abarca la
iglesia y la esfera que abarca el reino de Dios durante la dispensación de la
iglesia es la misma. Sin embargo, no todos los que están en la iglesia están en la
realidad del reino de los cielos, pues no todos ellos son vencedores. Únicamente
los vencedores en la iglesia están en la realidad del reino de los cielos. Por tanto,
la esfera de la realidad del reino de los cielos es más reducida que la esfera que
abarca la iglesia y el reino de Dios, pues la primera incluye únicamente a los
creyentes que llevan un vivir celestial y son vencedores.
Aquellos que hoy sean disciplinados en la realidad del reino de los cielos serán
los que reinarán en la manifestación del reino de los cielos en el futuro. Por
tanto, el campo de la realidad del reino de los cielos es igual al campo de la
manifestación del reino de los cielos.
La apariencia del reino de los cielos, la cristiandad, se relaciona con los
cristianos nominales. La iglesia y el reino de Dios se relacionan con las personas
salvas. La realidad del reino de los cielos y la manifestación del reino de los
cielos se relacionan con los creyentes vencedores. Un cristiano nominal está
apenas en la apariencia del reino de los cielos, esto es, en la cristiandad. Una
persona que es salva está en la iglesia y en el reino de Dios. Únicamente quienes
son salvos y buscan ser vencedores, sujetándose a la autoridad celestial y
recibiendo la disciplina celestial, están en la realidad del reino de los cielos hoy y
podrán entrar en la manifestación del reino de los cielos en el futuro.
¿Por qué entonces el campo que abarcan estas tres entidades se ha hecho
diferente en cada caso? ¿Por qué el campo abarcado por la apariencia del reino
de los cielos es más amplio que el abarcado por la iglesia y el reino de Dios? Y
¿por qué el campo que abarca la realidad del reino de los cielos es más reducido
que el que abarca la iglesia y el reino de Dios? Estas diferencias se deben a la
confusión sembrada por Satanás como también a la degradación de los
creyentes. Si Satanás no hubiera introducido a falsos creyentes y si los
verdaderos creyentes no se hubieran degradado, entonces el campo que abarca
el reino de los cielos, el reino de Dios y la iglesia sería uno y el mismo.
La apariencia del reino de los cielos abarca un campo más amplio que el de la
iglesia y el reino de Dios debido a que Satanás introdujo mucha cizaña, muchos
falsos creyentes, en la cristiandad. Estos falsos creyentes son, aparentemente,
diferentes a la gente mundana, pero en realidad no lo son. Ellos siguen siendo
gente mundana que no ha cambiado y que meramente adoptó el nombre de
cristianos. Aparentemente ellos están en la iglesia, pero en realidad están fuera
de la iglesia. La iglesia difiere de ellos del mismo modo que difiere de la gente
mundana. Debido a que estos falsos creyentes se han unido a la cristiandad, ésta
ha crecido enormemente y ha llegado a tener un campo mucho más amplio que
el de la iglesia y el reino de Dios.
El campo que abarca la realidad del reino de los cielos es más reducido que el de
la iglesia y el reino de Dios, debido a que un gran número de creyentes en la
iglesia, o sea, en el reino de Dios, se han degradado y no llegan al estándar
propio del reino de los cielos. Aunque todos los creyentes salvos están en la
iglesia y en el reino de Dios, muchos han caído de la realidad del reino de los
cielos. Aunque ambos, tanto los creyentes derrotados como los creyentes
partícipes de la realidad del reino de los cielos, están tanto en la iglesia como en
el reino de Dios y son inseparables, sin embargo, los creyentes derrotados han
perdido la posición celestial que le corresponde a la iglesia y han descuidado la
vida divina del reino de Dios. La salvación efectuada por Dios los ha liberado e
introducido en la realidad del reino de los cielos, colocándolos en una posición
muy exaltada; no obstante, debido a que se insubordinaron contra el gobierno
del reino de los cielos y desobedecieron al reino y disciplina celestiales, ellos han
caído de la salvación de Dios. La posición celestial de la iglesia es tan exaltada
como la realidad del reino de los cielos. La realidad del reino de los cielos es la
posición celestial de la iglesia. Que aquellos creyentes caigan de la realidad del
reino de los cielos no podrá revertir el hecho de que están en la iglesia, pero sí
podría hacer que ellos pierdan la posición celestial de la iglesia. Aunque
continúan siendo hijos de Dios, son niños que están lejos del estándar fijado por
Dios, el cual es, la realidad del reino de los cielos. Pese a ser el pueblo celestial,
ellos no viven como el pueblo celestial, pues han caído apartándose del gobierno
celestial. ¡Oh, cuántos cristianos caídos hay en la actualidad! Por todas partes
hay muchos creyentes que cayeron de la salvación de Dios, del nivel propio de la
salvación de Dios, de la posición celestial que le corresponde a la iglesia y de la
realidad del reino de los cielos. ¿Cuántos de aquellos que fueron salvos no han
perdido la posición propia de la salvación de Dios, la posición celestial de la
iglesia y la naturaleza de la realidad del reino de los cielos? Un gran número de
cristianos ha caído, alejándose de estas cosas. Por lo tanto, el campo que abarca
la realidad del reino de los cielos se ha hecho más reducido que el que abarca la
iglesia y el reino de Dios.
Es por esto que Juan el Bautista clamó: “Arrepentíos, porque el reino de los
cielos se ha acercado” (Mt. 3:2). Era necesario que los hombres se arrepintiesen
y se sujetasen al gobierno celestial. Cuando el Señor Jesús vino con el reino de
los cielos, Él fue rechazado por el pueblo judío; así que se volvió a los gentiles y
estableció Su iglesia entre éstos. Dentro de la iglesia, Él puso todas las cosas
bajo el control y gobierno de los cielos. Es en la iglesia donde tenemos el regir y
el gobierno celestiales así como la realidad del reino de los cielos. Sin embargo,
durante el periodo correspondiente a la era de la iglesia, el reino de los cielos, el
gobierno celestial, no se manifiesta de una manera pública, sino más bien, es un
regir celestial de una manera muy misteriosa y escondida. Aunque todavía no se
ha manifestado, la realidad del gobierno celestial ya está presente. En la iglesia,
por lo menos algunos cristianos, están sujetos al gobierno de los cielos, y con
ellos está la realidad del reino de los cielos.
Cuando el Señor Jesús hizo que el reino de los cielos pasase a la iglesia, Él sacó
del mundo un grupo de personas y los trajo bajo el control celestial. Mediante la
regeneración todos los cristianos fueron introducidos al reino de los cielos. Esto
quiere decir que todos los cristianos, en virtud de su regeneración, fueron
traídos bajo el control de los cielos. Éste es un comienzo maravilloso, pero
después de tal comienzo efectuado mediante la regeneración, no muchos
estuvieron dispuestos a ser regulados por los cielos. Por tanto, si bien el Señor
los regeneró y los salvó, ellos se encuentran derrotados. Tuvieron un buen
comienzo, pero no tuvieron una buena continuación. Fueron introducidos en el
reino por medio de su nuevo nacimiento, pero en la práctica concreta ellos no
continuaron en el reino al no estar dispuestos a ser regulados por el gobierno
celestial. En la iglesia los verdaderos creyentes fueron regenerados y traídos al
reino de Dios; pero de estos verdaderos creyentes, muchos están derrotados y
apenas un pequeño número es victorioso y vencedor. Los vencedores son
aquellos que están dispuestos a sujetarse al control que ejerce el reino de los
cielos. Ellos están dispuestos a vivir, andar y hacerlo todo de acuerdo con las
enseñanzas del Señor concernientes a la realidad del reino, detalladas en los
capítulos del 5 al 7 de Mateo. Son personas santificadas que han vencido el
pecado, su ego, la carne y el mundo, y se encuentran en el proceso de ser
transformadas.
Como el pueblo celestial, nosotros tenemos que estar sujetos al control celestial,
sujetos al reino de los cielos. Ésta es la realidad del reino de los cielos. El
propósito de Dios al regenerarnos es conducirnos a estar sujetos a Su control
celestial. Pero muchos de nosotros, después de ser regenerados, no estamos
dispuestos a ser controlados por el regir celestial; estamos en la iglesia, mas no
en la realidad del reino de los cielos.
El reino de los cielos pertenece a quienes son pobres en espíritu, puros de
corazón, mansos, cuya justicia supera la justicia de los fariseos y que hacen la
voluntad de Dios. Todo aquel que vive de este modo está en el reino de los
cielos, y el reino de los cielos le pertenece. La Palabra no dice que será de ellos,
sino que es de ellos. Cuando somos puros de corazón y pobres en espíritu, el
reino es nuestro. Esto quiere decir que ahora mismo estamos en el reino y que
ahora mismo estamos regidos por el gobierno del reino de los cielos.
Tal vez usted sea un miembro de la iglesia que ha sido regenerado y, sin
embargo, no está sujeto al control de los cielos. Aunque usted está en la iglesia,
no está en la realidad del reino de los cielos. Si es un cristiano derrotado que no
vive en la realidad del reino de los cielos, ¿dónde estará cuando el Señor Jesús
regrese? En el pasado algunos enseñaron que aunque uno sea un cristiano
derrotado hoy, cuando el Señor Jesús regrese será tratado igual que los
cristianos vencedores y victoriosos, por lo cual entrará en la manifestación del
reino de los cielos a fin de ser uno de los reyes que reinarán con el Señor. Pero
esto no es lógico.
¿Cuándo será que los vencedores, los victoriosos, heredarán el reino de Dios?
Ciertamente será en el tiempo en que el Señor Jesús regrese. Hoy en día el reino
no es un disfrute para nosotros, sino un ejercicio. Hoy en día no lo disfrutamos
ni lo heredamos, sino que nos ejercitamos. Pero cuando el Señor Jesús regrese,
el reino será para nosotros un disfrute. En ese tiempo disfrutaremos del reino y
seremos reyes que reinarán con el Señor Jesús. El reino será una herencia para
nosotros. Ser salvos y entrar en el reino es una cosa, pero heredar el reino de
Dios es otra cosa.
SUFRIR PÉRDIDA
Cuando el Señor Jesús retorne, el apóstol Pablo heredará la manifestación del
reino. Pero, ¿qué sucederá con aquel hermano pecaminoso mencionado en 1
Corintios 5? ¿Heredará él el reino de Dios? ¡No! ¿Qué sucederá con él? La
respuesta se encuentra en 1 Corintios 3:13-15: “La obra de cada uno se hará
manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego es revelada; y la obra de
cada uno cuál sea, el fuego mismo la probará. Si permanece la obra de alguno
que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno es consumida, él
sufrirá pérdida, pero él mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego”.
Cuando el Señor Jesús regrese, el fuego pondrá a prueba toda obra de los
hombres. Si la obra de alguien permanece, recibirá a cambio, no la salvación,
sino la recompensa. Estos versículos no guardan relación alguna con la
seguridad de nuestra salvación, sino que se relacionan con el hecho de si hemos
de recibir una recompensa o sufriremos pérdida cuando el Señor Jesús regrese.
El versículo 15 dice: “Él sufrirá pérdida, pero él mismo será salvo, aunque así
como pasado por fuego”. No deben pensar que siempre y cuando ustedes sean
salvos, no tendrán problemas. Ser salvos es una cosa, y otra muy distinta es ser
recompensados o sufrir pérdida. Es posible que usted sea salvo y aun así sufra
pérdida. Y aunque usted sufra pérdida, todavía será salvo. Una vez salvo, ya
jamás puede perderse (Jn. 10:28-29). Pero una vez que somos salvos, podemos
ser recompensados por el Señor o podemos sufrir pérdida.
Ahora leamos Mateo 24:37-44: “Porque como fueron los días de Noé, así será la
venida del Hijo del Hombre. Pues así como en los días antes del diluvio estaban
comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que
Noé entró en el arca, y no se dieron cuenta de que venía el juicio hasta que vino
el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre.
Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado.
Dos mujeres estarán moliendo en el molino; la una será tomada, y la otra será
dejada. Velad, pues, porque no sabéis en qué día viene vuestro Señor. Pero
sabed esto, que si el dueño de casa supiese en qué vigilia el ladrón habría de
venir, velaría, y no permitiría que penetrasen en su casa. Por tanto, también
vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no
pensáis”. Estos versículos nos muestran que el Señor Jesús no retornará como
una visita, sino como un ladrón, ya sea para llevarnos o dejarnos. Cuando el
ladrón viene, siempre se lleva lo que es precioso. Por tanto, si usted es precioso,
cuando el Señor Jesús regrese, usted será llevado. Pero si usted es un creyente
derrotado, no será muy precioso para el Señor; por lo cual será dejado. Las
palabras del Señor fueron: “Estad preparados; porque el Hijo del Hombre
vendrá a la hora que no pensáis”.
Leamos también Mateo 24:45-51: “¿Quién es, pues, el esclavo fiel y prudente, al
cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a su debido tiempo?
Bienaventurado aquel esclavo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo
así. De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá. Pero si aquel esclavo
malo dice en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comienza a golpear a sus
consiervos, y come y bebe con los que se emborrachan, vendrá el señor de aquel
esclavo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le separará, y
pondrá su parte con los hipócritas; allí será el llanto y el crujir de dientes”. No
piensen que el esclavo que fue separado representa a un incrédulo. El hecho de
que sea un esclavo da a entender que se trata de una persona salva. Reflexione
sobre su propia condición. Usted es salvo, pero ¿es usted un esclavo fiel al
Señor? ¿Es usted como el primer esclavo o como el segundo? Si usted es como el
primer esclavo, el Señor Jesús lo pondrá sobre todos Sus bienes cuando regrese.
Pero si usted es como el segundo esclavo, usted será apartado de Su
manifestación reinante y, además, padecerá sufrimientos. Usted llorará y crujirá
sus dientes.
A la medianoche se oyó un grito: “¡He aquí el novio!” (Mt. 25:6). Entonces todas
las vírgenes se levantaron y prepararon sus lámparas, lo cual quiere decir que
ellas se levantaron en resurrección. Los santos que habían muerto se levantaron
y prepararon sus lámparas. Entonces las insensatas les pidieron a las prudentes
que les dieran aceite, ya que sus propias lámparas se apagaban, y no tenían más
aceite en sus vasijas. Que sus lámparas se apagasen nos indica que éstas estaban
encendidas, indicio de que estas vírgenes eran salvas. Aun las vírgenes
insensatas tenían sus lámparas encendidas, pero carecían de una porción extra
de aceite que pudieran usar. Así pues, se les dijo que debían ir y comprar aceite
para ellas mismas. Mientras iban a comprar, vino el novio, y las que estaban
preparadas entraron a las bodas con él, y la puerta fue cerrada. Después,
vinieron las vírgenes insensatas deseando entrar en la fiesta de bodas, pero la
respuesta del Señor fue que Él no las conocía. Las vírgenes insensatas sufrieron
una gran pérdida, ya que no pudieron entrar en la fiesta de bodas.
Cuando el Señor Jesús regrese, todos los santos que murieron serán resucitados,
y todos los que estén preparados disfrutarán de la fiesta de bodas. En otras
palabras, como labranza del Señor (1 Co. 3:9), ellos habrán madurado y
alcanzado el crecimiento debido, de modo que estarán preparados para entrar
en la fiesta de bodas del Cordero. La fiesta de bodas no es otra cosa que los mil
años del milenio. El día de la boda del Señor Jesús durará mil años. Es probable
que su fiesta de bodas haya durado apenas un día, pero el día de la boda del
Señor durará mil años. Para el Señor mil años son como un día (2 P. 3:8). El
milenio será el día de la boda del Señor, y en ese día se celebrará la fiesta de
bodas. Si usted está preparado, si ha madurado, si ha alcanzado el crecimiento
debido y es un cristiano victorioso, entonces el Señor le invitará a esa fiesta de
bodas. Tal fiesta de bodas también es la manifestación del reino de los cielos.
Supongamos que una persona cree en el Señor, pero después de haber creído en
Él y ser salva, no busca más del Señor y no le ama. En lugar de ello, esta persona
vive como cualquier otra persona mundana. Después de veinte años muere sin
haber crecido, sin haber madurado. Cuando el Señor Jesús regrese ciertamente
juzgará a tal persona. ¿Piensan ustedes que tal persona está preparada para
encontrarse con el Señor? El apóstol Pablo ciertamente está preparado, pero
aquella persona no lo está. El apóstol Pablo maduró y está listo para ser
cosechado, pero esa persona no. En principio, podemos tener la certeza de que
el Señor tendrá que tomar ciertas medidas para hacer que esa persona madure y
esté lista. En principio, tal persona tendrá que pagar cierto precio para madurar.
Aunque el Señor no nos da los detalles, podemos ver que en principio los
cristianos derrotados no estarán preparados para disfrutar de la manifestación
del reino de los cielos. Ellos tendrán que pagar cierto precio y sufrir pérdida a
fin de madurar.
Si hemos de cumplir con los requisitos de una norma tan elevada, debemos
tener una vida que esté en un nivel igualmente elevado. De otro modo, nos será
imposible conformarnos a un estándar tan elevado. Únicamente la vida divina
es capaz de conformarse a un estándar tan elevado. Únicamente la vida divina
puede satisfacer las exigencias del gobierno celestial. El reino es el requisito del
evangelio del Nuevo Testamento, y la vida eterna, la cual es Cristo mismo, es el
suministro. La vida divina puede satisfacer las exigencias del reino. Una vez que
vemos el reino, vemos cuán elevado es el estándar que nos exige el evangelio.
Después de ser salvos, en nuestro ser tenemos una exigencia celestial que nos
demanda vivir en un nivel elevado. Podremos alcanzar este nivel, únicamente
por el suministro de la vida divina.
Indudablemente, una vez salvos, lo somos para siempre. Nuestra salvación nos
ha sido asegurada por la eternidad. Pero por otro lado, además de la salvación
efectuada por Dios, está la sabiduría de Dios. Tenemos la verdad en cuanto al
reino. Además de la salvación está el asunto del reino. Hoy en día el reino
representa para nosotros un ejercicio. Después que fuimos salvos, Dios puso
delante de nosotros el reino como una práctica en la que debemos ejercitarnos.
En cierto sentido hemos nacido en el hogar de Dios; pero nos debemos ejercitar
en el reino de Dios. Mientras que el hogar es un lugar propicio para nacer y
deleitarse, el reino es un lugar para hacer ejercicio y tomar responsabilidad.
Después que hemos sido regenerados, tenemos que ejercitarnos. El hogar es el
lugar donde disfrutamos de la gracia, pero el reino es el lugar donde ejercemos
ciertas responsabilidades. No debemos tomar lo uno y descuidar lo otro.
Tenemos que recibir la gracia, y también tenemos que tomar la responsabilidad.
Disfrutamos del hogar y somos partícipes del mismo al ser partícipes de la
gracia. Somos partícipes del reino al ejercitarnos en asumir responsabilidades.
En la actualidad, en la era de la iglesia, el reino es un ejercicio para nosotros. En
la era venidera, el milenio, el reino será una recompensa para nosotros. Si nos
ejercitamos debidamente en nuestras responsabilidades hoy, el Señor nos
recompensará en aquel día; de lo contrario, perderemos la recompensa del
reino. Por este medio se hace patente la sabiduría de Dios y se mantiene la
justicia de Dios.
CUATRO DISPENSACIONES
EN RELACIÓN CON EL TRATO DEL SEÑOR
Debemos saber que hay cuatro dispensaciones o eras en las cuales el Señor lleva
a cabo Su obra. Hubo una era que abarcó desde Adán hasta Moisés (Ro. 5:14);
luego, otra era abarcó desde Moisés hasta Cristo (Jn. 1:17); después está la era
de la iglesia; y otra era será la era del milenio. La última de estas cuatro, el
milenio, será una era de restauración, no una era de perfección. Esto quiere
decir que incluso esa cuarta era continuará siendo una era en la que el Señor
aplicará Su disciplina dispensacional, una era en la que el Señor llevará algo a
cabo. Durante el tiempo del milenio, todavía persistirá cierta medida de
maldición sobre la tierra. Algunos morirán, e incluso al final del milenio las
naciones se rebelarán contra Dios. Esto demuestra que el milenio no es la era de
perfección, sino una era de restauración. La disciplina que el Señor dispensa a
Sus creyentes ocurre principalmente en dos eras: la era de la iglesia y la del
milenio. Si estamos dispuestos a recibir la disciplina completa del Señor en esta
era, disfrutaremos de la recompensa en la era siguiente. Pero si no estamos
dispuestos a recibir el trato del Señor en toda su plenitud en esta era, Él todavía
deberá disciplinarnos cuando regrese. En un momento u otro tendremos que ser
disciplinados, ya sea en esta era o en la siguiente. Pero hay una gran diferencia;
si estamos dispuestos a recibir la disciplina del Señor en esta era, seremos
recompensados. De lo contrario, en la era siguiente seremos castigados. De
cualquier modo, seremos disciplinados por el Señor.
¿Por qué tendrá el Señor que disciplinarnos aún en la era siguiente? Es debido a
que somos Su cosecha, Su mies. Por ser Su mies, debemos estar listos para ser
cosechados; de otro modo, el labrador no podría recibirnos en su granero. Si no
estamos listos para ser cosechados en esta era, el Señor hará que maduremos en
la era siguiente. Si no hemos madurado en esta era cuando el Señor regrese, Él
hará que maduremos en la era siguiente. Que la mies tenga que madurar es un
principio inalterable. Tenemos que madurar. Por ser la mies del Señor, tenemos
que madurar y estar listos. Si estamos dispuestos a madurar en esta era hasta
estar listos, el Señor nos recompensará por ello. Si no estamos dispuestos a
madurar hasta estar listos en esta era, el Señor hará que maduremos y estemos
listos para ser cosechados en la era siguiente, pero sufriremos.
En Gálatas 5:19-21 se nos dice: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son:
fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades,
contiendas, celos, iras, disensiones, divisiones, sectas, envidias, borracheras,
orgías, y cosas semejantes a éstas; acerca de las cuales os prevengo, como ya os
lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de
Dios”. Por tanto, tres pasajes de la Biblia: 1 Corintios 6, Efesios 5 y Gálatas 5,
nos dicen básicamente lo mismo: es posible que usted sea salvo, pero si todavía
vive en pecado e inmundicia, no heredará el reino de Dios. Usted no tendrá
parte en la manifestación del reino de los cielos, porque sencillamente no es
apto para ello.
En 2 Tesalonicenses 1:5 dice: “Esto da muestra evidente del justo juicio de Dios,
para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo
padecéis”. Este versículo da a entender que padecer persecución hace que uno
sea digno del reino de Dios; puede hacernos aptos para heredar el reino de Dios.
Leamos también 2 Timoteo 4:18, 7-8, 1: “Y el Señor me librará de toda obra
mala, y me salvará para Su reino celestial. A Él sea gloria por los siglos de los
siglos. Amén [...] He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he
guardado la fe. Y desde ahora me está guardada la corona de justicia, con la cual
me recompensará el Señor, Juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también
a todos los que aman Su manifestación [...] Delante de Dios y de Cristo Jesús,
que juzgará a los vivos y a los muertos, te encargo solemnemente por Su
manifestación y por Su reino”. Estos versículos, escritos cerca del final de la vida
de Pablo, indican que él tenía la certeza de estar en el reino celestial debido a
que había peleado la buena batalla, había corrido bien la carrera y había
guardado la fe.
CAPÍTULO CINCUENTA
UNA RICA ENTRADA EN EL
REINO
Lectura bíblica: Jac. 2:5; Lc. 12:29-32; 9:62; 2 Ti. 4:1, 18; 2 P. 1:1, 3-11;
3:11-12a, 18
Casi todos los escritores del Nuevo Testamento, incluyendo a Pablo, Juan y
Pedro, tienen algo que decir con respecto al reino; lo mismo sucede con Lucas e
incluso Jacobo, cuya epístola, pese a ser tan breve, contiene un versículo
precioso con respecto al reino: “Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido
Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino
que ha prometido a los que le aman?” (Jac. 2:5). No solamente somos aquellos
que son ricos en fe, sino también los herederos del reino que Dios prometió dar
a quienes le aman. El reino es un asunto relacionado con la promesa de Dios y,
como tal, es un don. ¡El reino es un don gratuito! Dios nos dará el reino según
Su promesa. Lucas, en su Evangelio, dijo lo mismo: “No temáis, pequeño
rebaño, porque vuestro Padre se ha complacido en daros el reino” (Lc. 12:32).
Dios no solamente prometió darnos el reino, sino que dárnoslo es Su
beneplácito. Dios está tan contento de darnos el reino. Darnos el reino es Su
beneplácito, Su buena intención y Su gozo.
Primero una pequeña semilla hace que se desarrollen las raíces. Luego este
organismo se desarrolla para producir primero el tallo y después las ramas. En
las ramas se desarrollan las hojas, y después brotan los capullos. Nosotros ya
tenemos la fe en nosotros como la semilla, y ahora todo lo que necesitamos
hacer es abrirnos a Él. Es necesario que oremos-leamos Su Palabra y amemos al
Señor a fin de que entre en nuestro ser. Si día tras día le seguimos, le hacemos
caso e internamente obedecemos Su dirección, algo se desarrollará en nuestro
ser. Algo crecerá en nuestro interior. Éste es el crecimiento en vida. Al final de
su epístola Pedro nos dice: “Creced en la gracia” (2 P. 3:18). ¿Qué quiere decir
esto? Esto implica el desarrollo de aquella semilla que fue sembrada en nuestro
ser.
El crecimiento en vida
Por un lado, les aconsejo y les animo, y también les encargo que busquen el
reino; por otro, quisiera compartir con ustedes que el maravilloso camino por el
cual ustedes pueden entrar en el reino es por medio de desarrollar paso a paso
todas las cosas que ya poseen (2 P. 1:5-11). Pedro nos dice que mediante esta
clase de desarrollo obtendremos una rica entrada en el reino eterno de Cristo. El
camino por el cual podemos entrar en el reino es el camino del crecimiento en
vida. Me gusta esta expresión: “rica y abundante entrada”. Esto quiere decir una
rica entrada en el reino eterno. No es que nosotros simplemente entremos en el
reino, sino que tenemos que crecer y desarrollarnos hasta llegar a ser el reino. El
secreto para entrar en el reino es sencillamente crecer en vida. La semilla de
vida ya está en nuestro ser, y ahora hay algo que tiene que desarrollarse a partir
de la vida de esta semilla. Todos poseemos una maravillosa vida en forma de
semilla en nuestro ser. Pero tenemos que hacer algo para que crezca y se
desarrolle esta semilla. Entramos en el reino día tras día mediante el
crecimiento de la vida interior.
No piensen que pueden orar y ayunar por tres días y tres noches a fin de ser
hechos aptos para entrar en el reino. No, esa no es la economía divina, ni es el
camino correcto. El camino correcto consiste en que desde el día en que
creyeron en el Señor Jesús, ustedes recibieron una pequeña semilla, la cual fue
sembrada en su ser. En realidad no es necesario que ustedes crezcan tan rápido;
sencillamente alégrense en el Señor y agradézcanle. Acudan al Señor, denle
gracias y alábenle. Abran su ser al Señor. Denle gracias al Señor por haberse
sembrado en ustedes, por estar creciendo y propagándose dentro de ustedes. El
camino del Señor es el camino de la vida, y el camino de la vida es muy sencillo.
Si usted siembra una semilla de clavel, no tiene que orar y ayunar; todo lo que
tiene que hacer es sembrar la semilla correctamente, y después irse a casa y
descansar. De vez en cuando, tendrá que regar esa semilla, pero ella crecerá sin
que usted tenga que esforzarse para ello. Para entrar en el reino nosotros
simplemente tenemos que crecer en vida y crecer en gracia.