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LABRARSE UN BUEN CARACTER El cardcter es para el hombre su destino, 1. UN D1ktoGo EN cLASE ‘Cuando doy clases de ética en la facultad, suelo emperar tratando de aclarar qué es eso dela ética y qué es eso de la moral, porque, como decia un excelente profesor mio, Fernando Cubells, las cuestiones de nombres son solemnes cuestiones de cosas, y por eso importa ante todo aclararlas para saber de qué estamos hablando. Dispuesta a llevar a cabo esa tarea en Ia asignatura de Introduc- cidn a la Etica, hace un par de cursos, conté a los alumnos uno de 80s ejemplos de lo que se ha llamado en la bibliografia anglosajona eanales sin dafio», para que debatiéramos si el problema que alli se planteaba era moral o de otro tipo. Como es sabido, algunas teorfas conde qu solohayproblemas morales cuando se danagin) = ‘me parecié un buen comienzo para dialo- gar sobre qué es eso de la moral. 29 En la bibliografia reciente hay muchos ejemplos sumamente ju- gosos de SIEBER. Como el de la familia que decide comerse a su perro, al que ha atropellado wn camién, para sacarle alguna utili- dad, una ver muerto, © el de la sefiora que seca el inodoro con la bandera nacional, por no tener otro pafio a mano.* En ninguno de estos casos se data a nadie, porque el perro ya muri y la bandera no siente, y tanto la familia como la sefiora actuaron a puerta cerrada, sin testigos, con lo cual ni siquiera pueden contagiar esa forma de conducta, Pero se trata de HGGHCSueIprOReeRIrepuRMANete 2 pri- ‘mera vista, un sentimiento al que se ha ligado en muchas ocasiones con el rechazo moral. Yo entiendo que son cosas distintas, pero los cjemplos resultan lo suficientemente chocantes como para desper- tar interés einiciar una discusién. Eso sf, para evitar confusiones en esta ocasin me parecié més prudente acudir a un ejemplo poco repugnante, al menos a primera vista. ‘Un joven promete asu madre, en ellecho de muerte, que le lleva- 14 flores a su tumba si ella fallece. Muere la madre, pero el hijo in- ‘cumple su promesa y no lleva las flores al cementerio, Con lo cual a madre no sufre ningtin dao, porque ya no le afecta, y cabe pregun- tar entonces siel hijo ha actuado moralmente mal. Mi propésite era averiguar si sabiamos lo que significan «giQralygaéticansporaue nadie parece saberlo, En cualquier caso, nunca pensé que el debate ibaa ser tan apasionante. -Emper6 una alumna asegurando que, en efecto, alli no podia ha- .d alguna, porque nadie resultaba dafiado. A fin blarse de inmor de cuentas la fallecida no sufria por el incumplimiento porque no se enteraba de nada; sino se enteraba no hay datio, y sino hay daft, no hay mal moral Esta posiciOn parecié generar un gran consenso en el aula 31 del aulario Ill, Hamado «multiuso». A pesar de la gran canti- 30 dad de tinta que ha corrido en la bibliografia del ramo sobre la obli- gacién moral de cumplir las promesas,tinico ejemplo del impera vo categérico kantiano que apenas presenta problemas, airmacién radical de Nietzsche de que el hombre es el animal capaz de hacer promesas, a mis alumnos no les parecfa en principio que la falta de fidelidad a la palabra dada tuviera la menor trascendencia. Todo un. descubrimiento. As{ andébamos cuando un segundo alumni terpel6 a la chica que acababa de hablar con un argumento bien interesante: que la madre no se entere no es una raz6n para asegurar que la accién no esta mal, porque tti puedes pasarte la vida engaando a tu pareja, «que no se entere y, sin embargo, eso estaria mal, Engafiar a quien confia en ti, lo sepa o no, es impresentable, estafar a quien te da su carifio, no se hace. Un segundo descubrimiento todavia mis intere- sante que el primero 1a clase tocaba a su fin y ahi parecia que nos ibamos a quedar, cuando una chica dijo, muy enfadada, «la inmoral es la madre por empefiarse en que el hijo le leve flores a la tumba». Me parecié justo echar un capotazo a la pobre madre y le repliqué: «no hay para tan- to, total se trata de levarle unas simples flores y la madre se est muriendo», Pero la chica cerr6 el didlogo con un rotundo «al fin yal cabo, lo que le pide es que haga un esfuerzo», Todo hay que decirlo, esta postura fue minoritaria, la mas aplau- sida entendia que datiar es malo, pero que también lo es engafiar a _ quien ha depositado en m{ su confianza, aunque de ahi no se siga = es verdad, pero también lo es que tiene que ver ‘con muchas cosas més. Es un juego con muchas cartas,al que no hay 31 2 eyuscopetastica Estrendbamos ese afio el controvertido «Plan Bolonia», con lo cual hubo que redactar una tonta guia de la materia, en la que figuraban el volumen de trabajo que se suponia que debia invertir un alumno ‘medio en hacerse con ella, los objetivos, y una infinidad de com- petencias, divididas en bisicas, generales y espectficas, a cul més inutil, Toda esa jerga burocratica con la que se estén empefiando cen destrozar poco a poco la universidad aquellos a los que corres- onde, y despues se quejan del nivel que alcanzan nuestras universi- dades en los indices mundiales. En cuantoal contenido, queen la marafia de formalidades parece irrelevante, cuando justamente es lo importante y por eso es lo que clabora con gusto y cuidado el profesor, trataba yo de ir mostrando <émo la ética se va tefiendo a lo largo dela historia a partir de tradi "Giones que ponen st acento enlascartasindispensablesparajugar al om: Laadquisicién dQUAMIR ve son es EREASPORIONCSA ODI (GBB awe vamos conquistando alo largo de la vida y que conforman el buen caricter. Desde el mundo homérico, el de la Miada y la Odisea, esas virtudes se entienden como GRERIEREASTARMEARACKEr, | virtuoso es el que se sittia por encima de la media en una actividad, como Aquiles en velocidad, Héctor en valor, Priamo en pruden- cia, Hoy seguimos hablando de virtuosos del piano o del violin, y también de las virtudes que es necesario conquistar para tener 32 tun buen caricter, AGSEiGiaipiiidenia oHaleza ROneSEGAM Fa - Elrecurso al didlogo para averiguar qué es lo bueno ylo justo, del gue echaron mano los sofistas, Sécrates y Platén, Nadie es capaz de sino que necesita entrar en ypuilagojcon otros para ir descubrién- dolo conjuntamente. La conviccién de que hay un fin de la vida humana que importa descubrir para intentar acceder a él, porque es la forma de vivir una vida digna de ser vivida. Todos convienen en entender que ese fin es la felicidad, pero no dan alla felicidad el mismo contenido. Aristéte- les aseguraba que consiste en la eudaimonta, en realizar aquellas ac- tividades que son més propias de un ser humano, como tratar de desentrattar los secretos del universo o dedicarse a la vida politica haciendo uso de la justicia y la prudencia. “felicidad en el placer, m han prolongado hasta nuestros dias, cobrando més fuerza en unos periodos u otros, reformulindose para responder a las nuevas exi- sgencias de los tiempos nuevos, y se trata de naipes indispensables para jugar el juego de la ética. Pero alo largo de la historia se han ido ganando oa Jos autores escocesess como la capa- idad de darse leyes a si mismo, que incluy6 Kant en el juego, 0 el eaunsosielosnalons ave tanto éxito viene teniendo en los éltimos tiempos, Podriamos ir aadiendo muchos otros naipes, pero conviene em- 33

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