Podemos conocer la resonancia de manera rápida y fácil como
si un cuerpo es capaz de vibrar, en el cual una fuerza pequeña en un momento exacto, hace que la amplitud sea muy grande. Visto de otra forma, la podemos notar, empujándonos en un columpio, en los microondas, etc. Ya que su estructura interna es bastante sencilla. Una fuerza externa periódica con la frecuencia adecuada, cuando algo no quiere moverse de donde está, todo esto es capaz de hacer estallar copas o incluso hundir puentes. Aunque la resonancia pueda parecer una situación física muy compleja, está detrás de algunos fenómenos que podemos observar en nuestra vida cotidiana. Por ejemplo cuando notamos que el motor de un carro está vibrando es porque, a esa velocidad, entra en estado de resonancia, una situación que podemos solucionar tanto acelerando como reduciendo la velocidad. Para poder hablar de resonancia, necesitamos un sistema que pueda vibrar. Esto no es difícil, ya que la grandísima mayoría de las máquinas, objetos y dispositivos cotidianos a nuestro alrededor vibran. Unos más, otros menos… Tomemos un vaso y démosle un golpe con el dedo: El vaso emite un tono que se va apagando. Si el vaso es muy grueso, el tono se apaga enseguida; si el vaso es de paredes muy delgadas, tipo copa de champán, pues durará más. Explicado esto, se conoce, que el colapso del puente de Tacoma (el cual fue en su momento el tercer puente más grande del mundo), un hermoso puente colgante, inaugurado el 1 de julio de 1940. Una mole compuesta por miles de toneladas de acero y cemento, diseñado para durar. Y duró exactamente 4 meses. La causa de su caída, fue debido a un fenómeno resonante ocurrido por el resultado de fuerte ráfagas de viento. Desde el primer día que se abrió al tráfico, los habitantes de Tacoma se dieron cuenta de que el puente se ondulaba de un extremo al otro al pasar los coches o cuando soplaba una pequeña brisa. Este extraño comportamiento le valió el sobrenombre de Gertrudis Galopante. Está visto que en la naturaleza, existen muchos sistemas que alejadas de la posición de equilibrio, tienden a volver a él. Se conoce por medio de la física ya estudiada en otros cursos que la naturaleza, suele imponer algunas fuerzas como la, viscosidad, rozamiento, amortiguamiento.
En este caso, el puente estaba formado por un tablero
horizontal y dos paneles verticales a los lados (todo sujeto a dos grandes torres por medio de la consabida maraña de cables), de forma que si le diésemos un corte transversal tendríamos una figura en forma de H, con el trazo horizontal mucho más largo que los verticales. El viento viene horizontalmente, digamos de izquierda a derecha. Cuando topa con el panel izquierdo, se desdobla en dos flujos de aire, que recorren el puente. Pero como el puente carecía de línea aerodinámica, el aire formaba remolinos en la parte superior, y también en la inferior. Cada vez que se inclinaba lateralmente, se generaban remolinos, los cuales ejercían un momento de torsión que retorcía el puente cada vez más. A cada oscilación, la torsión crecía, lo que incrementaba el tamaño de los remolinos, que a su vez aumentaba la torsión, y así sucesivamente. El efecto es un “bombeo” de energía del viento al puente. En apenas una hora, la energía cinética acumulada partió el puente y lo derrumbó. Según algunas investigaciones utilizadas, las velocidades críticas provocan altas amplitudes de vibración que pueden ser catastróficas, por eso, se debe evitar a toda costa trabajar a estas velocidades. El objetivo es separar la frecuencia de operación de la frecuencia natural en un ±20% como mínimo. Las frecuencias naturales no pueden ser eliminadas, pero pueden minimizarse sus efectos o pueden desplazarse a otras frecuencias mediante diversos métodos