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Descentralización y democracia.
Los aspectos programáticos de una propuesta descentralista en las actuales condiciones tienen
que ver con restituir plenamente las competencias y fortalecer las capacidades de las
municipalidades como órganos de gobierno local y células que organizan la convivencia
democrática desde las bases de la sociedad. Y, de otra parte, constituir nuevamente regiones en
el país a partir de los actuales departamentos y elegir mediante votación universal a sus
respectivos gobiernos regionales, y dotarlos de las competencias, organización y recursos
necesarios, no sólo para dar cumplimiento a lo dispuesto por la vigente Constitución Política, sino
para hacer reposar sobre nuevas bases el desarrollo nacional.
Autonomía.
Distribución de competencias.
Gobierno central:
Gobiernos regionales:
Gobiernos locales:
Provinciales:
Saneamiento ambiental.
Medio ambiente.
Distritales:
Seguridad ciudadana.
Programas de lucha contra la pobreza.
Se plantea limitar en una primera etapa la transferencia a competencias ejecutivas que permitan
poner las bases para el crecimiento, transformación productiva y desarrollo del potencial
competitivo de las regiones. Puesto que el marco general de competencias y rentas tendría
respaldo constitucional, se espera que los gobiernos regionales no sufran interferencia alguna, y
puedan desempeñar estas funciones con alta eficiencia. Se desplazan a una segunda etapa la
transferencia más amplia de poderes que incluyen capacidad legislativa regional, formulación de
políticas generales en su ámbito y por lo tanto un ejercicio pleno de la autonomía política
constitucionalmente reconocida.
Para que sea eficaz, el esquema de transferencia gradual de competencias debiera procurar:
Una ley orgánica debe normar la organización de los futuros gobiernos regionales, atendiendo a la
necesidad de contar con un órgano ejecutivo fuerte, con atribuciones y competencias que
garanticen una gestión eficiente y estable. La ley debe normar la composición del Consejo de
Coordinación Regional con presencia de alcaldes provinciales y un delegado de los distritales. El
órgano deliberativo se conforma por representación popular y elección directa y su elección debe
hacerse cuando las sociedades regionales han avanzado en constituirse como cuerpos orgánicos
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Preparado para la I Asamblea Nacional del PDS.
con intereses definidos, una vida política madura, con partidos regionales y mecanismos
democráticos de representación de intereses.
Respecto de la formación de recursos humanos, la ley establece las bases de una carrera pública
profesional como sustento de las capacidades técnicas de los gobiernos regionales.
Relaciones interinstitucionales.
Por su parte, el Ejecutivo y los demás poderes del Estado, así como todas las instancias del nivel
central deben adecuarse por ley al proyecto de descentralización. Ello envuelve, por lo tanto, una
reforma integral del Estado.
Una cuestión de importancia crucial por su sentido descentralista es la introducción del distrito
múltiple para la elección de representantes al Congreso Nacional, lo que representa una
reivindicación inmediata de las regiones.
Siendo este un paso de gran significación, hay que reparar, no obstante, que una reforma más
completa sobre el tema debiera considerar –vía modificación constitucional- el retorno al sistema
bicameral en el Parlamento, introduciendo los cambios necesarios para modernizar y hacer más
fluido el procedimiento legislativo y fiscalizador.
La Cámara de Diputados se elegiría por distrito múltiple, cuyo número y tamaño fijados por ley
debiera atender el crecimiento de la población electoral del país. El Senado sería elegido por
regiones, de modo de que éstas tengan una presencia definida en la política nacional.
Por eso, la condición básica para la descentralización productiva es la intervención selectiva del
Estado para alterar las tendencias del mercado y orientar una localización de inversiones
productivas fuera del gran centro metropolitano. A fin de promover esos centros alternativos que
compitan con la metrópoli nacional, el Estado busca apoyarse en las fuerzas del mercado. La
descentralización productiva combina entonces la acción del Estado y del mercado.
La salida propuesta es transformar los recursos naturales en las mismas regiones y localidades
donde se encuentran asentados. Esta transformación permitirá reducir costos de transporte,
incrementar la viabilidad económica de los recursos naturales y hacer de ellos una plataforma de
aprendizaje tecnológico y empresarial. Podrán convertirse ventajas estáticas en ventajas
adquiridas o dinámicas, y se posibilitará para el país el paso del actual patrón primario exportador a
otro de exportación diversificada, con valor agregado, y un importante potencial articulador de las
economías regionales. Ese es el primer eje de la descentralización productiva.
Así, las grandes ciudades provincianas, cumplen el papel de centros que compiten con la gran
metrópoli, en la atracción de población, capitales y recursos; expanden los mercados, articulan al
medio rural y al conjunto del espacio regional, densifican el tejido productivo, social e institucional,
generan economías de escala y se convierten en los núcleos de retención de excedentes y
calificaciones para cimentar el desarrollo regional. Este es el segundo eje de la descentralización
productiva.
Para que tenga lugar esta alimentación recíproca entre proyecto descentralista y desarrollo
exportador, debe operarse sobre la base de un territorio organizado, entendida como la
combinación de escenario geográfico, infraestructura, sistemas urbanos, actividades productivas,
tradición histórico-cultural y organización social. Estos territorios constituyen en el Perú regiones de
base económica, sustentadas en la articulación de mercados y sistemas urbanos, que han
mostrado una intensa dinámica en las últimas décadas.
Dentro de la interacción planteada entre economía, política y territorio, visto el problema con
perspectiva de una transición de largo plazo, es crucial asegurar una correspondencia estrecha
entre las fases que habrá de recorrer la descentralización y las secuencias de una estrategia de
desarrollo. En esa relación debe incluirse también el itinerario a cumplir por las regiones en
términos de ámbitos territoriales (paso de regiones departamentales a regiones basadas en la
asociación de dos o más departamentos) y el acceso gradual a competencias crecientes.
Dado el escenario y la concepción global arriba descritos, la intervención del Estado en las
regiones está dirigida a fomentar y aprovechar las posibilidades de descentralización productiva.
Por cierto, el marco obligado de las políticas regionales es la política macroeconómica a cargo del
gobierno central. Por ello hay que advertir qué requisitos deben reunirse en el nivel macro para que
las políticas de nivel intermedio o regional sean eficaces:
Lo segundo es que el gobierno central establezca las prioridades generales de las políticas
horizontales (tecnología, medio ambiente, política comercial, régimen general de promoción
de inversiones), de las políticas sectoriales (defina las actividades “ganadoras”), y aplique de
manera consistente programas globales productivos y de promoción de exportaciones.
Definido así este marco, las políticas regionales en modo alguno pueden poner en riesgo la
estabilidad, continuidad y objetivos de las políticas macroeconómicas y sectoriales.
Se propone, por lo tanto, incorporar en la Constitución las siguientes disposiciones respecto del
régimen de rentas de las regiones:
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Cuestiones de importancia crucial para la pequeña producción como son el financiamiento y el apoyo con
la capacidad de compra del Estado, son claramente políticas que corresponden al gobierno central.
La creación y distribución del Fondo de Compensación Regional.
c) El Fondo de Compensación Regional, en tanto provee recursos adicionales, debe asignarse con
base en criterios técnicos y transparentes. Es posible diseñar concursos de proyectos de
desarrollo y otros sistemas de premios para acceder a más recursos de este Fondo.
d) La ley orgánica que norme la estructura y funcionamiento de las regiones debe contemplar
mecanismos para generar capacidades y asegurar la eficiente ejecución del gasto, racionalizar la
distribución del canon y del fondo de compensación regional, y la creación de fondos de inversión
en apoyo al desarrollo regional.
Destaquemos que en la situación actual del país, junto su dimensión programática y estructural, la
descentralización cobra también un carácter de tarea política con algunas exigencias inmediatas.
La descentralización no solamente constituye una de las reformas estructurales que debemos
acometer en el mediano y largo plazo, sino que forma parte del presente período de transición
democrática abierto en el Perú. Ello significa que muchos aspectos sustanciales de la modificación
del régimen político fujimorista tienen que ver con las aspiraciones descentralistas y las demandas
regionales que emergen en el país.
En esa perspectiva, son dos las reivindicaciones principales que deben ser apoyadas por el PDS
para su solución en esta coyuntura de transición: (i) el distrito electoral múltiple para la renovación
del Parlamento, y (ii) las elecciones de autoridades de las regiones departamentales.
Sobre el primer punto existe ya una propuesta elaborada por el Partido. Sobre el segundo, el
criterio fundamental es que las nuevas elecciones generales convocadas para los primeros meses
del 2001, en las que el pueblo tendrá la oportunidad de liquidar políticamente al fujimorismo, son
también el momento apropiado para desmontar la estructura de poder impuesta a las regiones a
través de los CTAR, convertidos en correa de transmisión del autoritarismo centralista. En
consecuencia, para que la transición democrática no quede a medio camino hay que incluir en los
próximos comicios generales, la elección democrática de presidentes de las regiones constituidas
en cada departamento. Elegidos estos presidentes, será necesario luego instalar los consejos de
coordinación regional previstos por la actual Constitución y que están formados por los alcaldes
provinciales.