Está en la página 1de 10

Las Psicofonias

La cara oculta de la psicofonía ( por Sinesio Darnel )

(Mi pequeño homenaje a Lluis V. Ballester, un beso allí donde estés, liszfree)

La psicofonía es el fenómeno paranormal más imprescindible de todos cuantos se incluyen en el


universo del misterio. En los últimos años, paralelamente a la evolución tecnológica, los métodos
aplicados a la investigación de las “voces sin rostro” se han sofisticado hasta límites inimaginables. Pese
a ello, la psicofonía continúa manteniendo un lado oscuro y aún más desconocido....

Entre revistas, separatas y opúsculos, tanto nacionales como extranjeros, es mucha la información que
recibo sobre el tema de las psicofonías o parafonemas. En el estudio comparado de todas esta
documentación, se observa – salvo honrosas excepciones – un denominador común, y este es “el matiz
de las comunicaciones”. Mayoritariamente el contenido de las mismas es simple y complaciente; en
algunas ocasiones tiene un tinte irónico, y pese a lo que se diga, ante preguntas de cierta trascendencia,
la contestación suele ser un tanto ambigua, que si bien en un principio no parece tener relación con la
pregunta realizada, a la larga, como piezas de un rompecabezas, estas contestaciones se juntan
adquiriendo un verdadero sentido.

El sonógrafo es un analizador electro-acústico de frecuencias que graban sobre una señal las principales
características del fenómeno verbal. Reproduce las tres dimensiones del sonido. En el caso de las voces
humanas, las formas resultan de la acción de las cavidades de resonancia del aparato fonatorio,
mientras que en las voces psicofónicas parecen resultar de otro proceso que podría individualizarse por
la oblicuidad de la manipulación paranormal del ruido o de frecuencias sucesivamente disponibles.

En fin, me parece que se ha reunido un máximo de elementos para poder afirmar la real paranormalidad
física de las voces psicofónicas, puesto que tanto las grabaciones objetivas, como los sonogramas,
demuestran que la frecuencia está ausente en las voces psicofónicas, siendo dado que en las voces
humanas ésta viene determinada por las vibraciones de las cuerdas vocales. Esto significa que el agente
desconocido se encuentra desprovisto de ellas... ¡Más paranormal que esto...!

Al parecer otros centros han confirmado estos resultados. Hace dos años una universidad brasileña llegó
a las mismas conclusiones. Durante los días 22, 23 y 24 de septiembre de 2001 fui invitado a dar unas
conferencias en la localidad italiana de Católica, en al costa del Adriático, a un congreso internacional de
transcomunicación. Desde mi punto de vista cabe destacar la documentadísima conferencia dada por el
ingeniero en electrónica Daniele Gullá, especializado en el estudio computerizado del espectro de las
grabaciones paranormales. Este investigador reafirma lo dicho por el “Instituto Ferraris”, de que las
voces psicofónicas presentan una estructura muy diferente a la humana. Afirma que el monograma de
una psicofonía comparado con la voz grabada sobre una cinta de esa persona en “vida” coincide en un
95 % en el espectro, sin aparecer en la psicofonía las características de la voz emitida por las cuerdas
vocales.

Por otro lado el conocido investigador Gérad Ferrandi también demostró paranormalidad de las voces
grabadas en un detallado estudio sobre 24 grabaciones de diferentes procedencias.

A finales de mes de septiembre de 2000, asistí a un congreso en internacional de transcomunicación en


Bélgica, donde diferentes investigadores de renombre como H.König, expusieron sus trabajos. König
mostró una cinta de vídeo con psicoimágenes en movimiento, acompañadas de grabación en audio. Este
investigador defendía igualmente la paranormalidad de las transcomunicación.

Los inicios

El gran divulgador François Brune advierte: “Cualquier práctica de transcomunicación es en realidad una
ventana abierta a otras realidades, ventana por la que pueden entrarnos “cosas” no deseadas”.
Comentario al que yo añado “En realidad no hay pruebas evidentes de la naturaleza de ese plano con el
que conectamos “. Por ellos hemos de ser muy precavidos al aceptar el contenido de la grabación.

Empecé a experimentar a mediados de 1974 casi a diario, y como se comprenderá la casuística y el


anecdotario acumulado me permiten llegar a algunas conclusiones, que en su mayoría han sido
confirmadas por otros experimentadores. Un hecho que está sobradamente demostrado es la capacidad
de mentir, de engañar y contradecirse de las “voces “ entre ellas, así como un gran desconocimiento del
valor del tiempo, al menos del nuestro. Estos hechos son mucho más abundantes en la práctica de
grabaciones por radio –transradio- que en la experimentación “vía acústica”, o sistema clásico. De mis
archivos personales expongo los siguientes casos, algunos de los cuales ya he comentado en otras
ocasiones:

1.- En cierta ocasión un buen amigo mío fue propuesto por la empresa donde prestaba sus servicios,
para que hiciera unos cursos de perfeccionamiento en el extranjero. Como sea que vivía con su madre
de avanzada edad, temía que mientras estaba fuera ocurriera lo peor. Insistió tenazmente para que
psicofónicamente preguntáramos si podía irse tranquilo. Poco después llegó la respuesta; con toda
claridad una voz le respondió: “morirá antes de Navidad”. Esto ocurría sobre el mes de septiembre. No
sé que explicación daría a la empresa, pero su estancia en el extranjero fue aplazada para más adelante.
Vivió unos meses de angustia y zozobra, pero el caso es... que llegó la Navidad y la madre la celebró
alegremente. Y no sólo eso; vivió bastantes años más. Sin lugar a dudas la contestación fue una “broma
de mal gusto”.

2.- En otra experiencia me dieron el nombre de un compañero de Madrid, que según “ellos “ acababa de
morir en un trágico accidente. No me atreví a llamar a su casa, pues preferí dejar pasar unos días. En el
mes de marzo de aquel mismo año, mi buen amigo el Padre José María Pilón, me invitó a dar una
conferencia en el “Salón Borja” de Madrid. Al llegar a la capital y transitar por el largo andén de la
estación de Chamartín, alguien me dio una palmada en la espalda, me volví, y cual no sería mi sorpresa...
agradable sorpresa, al contemplar el sonriente rostro de mi amigo, presuntamente fallecido.

3.- El caso más evidente de la poca fiabilidad de algunas grabaciones es aquel en el que una voz que creí
reconocer me comunicó, después de identificarse, que acababa de morir y necesitaba ayuda. Durante
dos o tres días, nada más localizar la onda -1.350 kHz- aparecía la voz del presunto difunto llamándome
por mi nombre, y en algunas ocasiones seguido de mis apellidos. Fueron muchos los detalles que no
encajaron. Por ejemplo, siempre nos habíamos tratado de “tu”, mientras que en las grabaciones
siempre me hablaba de “usted”. Total... unos días después cenaba con mi amigo en un restaurante de
Barcelona.

La curiosidad hizo que jornadas después volviera a experimentar en los 1.350 kHz... tal y como esperaba
volvió a aparecer la misma voz. Al oírla no pude por menos que increparla, diciendo que era una
mentirosa. “¿Por qué mientes?”, pregunté enfadado. La contestación fue tajante: “”Porque sí... me
divierte”. No sólo había sido víctima de un vulgar engaño, si no que hubo una clara suplantación de
personalidad. Pero no siempre es así; son muchas las precogniciones –menos alarmistas- y advertencias
que se han cumplido. El hecho de haber comprobado en algunas ocasiones mentiras y falsedades es
suficiente para poner en cuarentena “sus” comunicados, y para que recordemos la advertencia de
François Brune.

En transradio, cuanto más baja es la frecuencia con la que experimentamos, más desagradables resultan
las inclusiones. Esto es una simple observación de lo que seguidamente comentamos.

Comportamiento de las voces obtenidas en diferentes frecuencias


Por debajo de los 1.400 kHz encuentro una franja de comunicación que he denominado “zona del
olvido”. En ella las comunicaciones suelen ser imprecisas y divagatorias. A las preguntas que se realizan
suelen contestar: “No lo sé”, “no me acuerdo”, “quién soy”, “quién me llama”, “dónde estoy”, “no
puedo... todo es confuso”,”qué hago aquí”, “qué es esto”....

Igualmente se observa la repetición incansable de una palabra, por ejemplo, un simple saludo –“hola”-
produciéndose un efecto de eco invertido, -esto es, el primer saludo, o cualquier otra palabra es muy
débil- pero aumenta la intensidad a medida que se repita.

Sobre los 1.500,5 KHz entramos en una frecuencia en la que las contestaciones suelen tener ya una
intencionalidad, es decir, contestan prácticamente en un 80% a la pregunta formulada. Sin embargo
persiste el engaño o la suplantación de personalidad, no en exceso, pero ocurre. Llega un momento en
que la experiencia del operador hace que reconozca la “voz” que miente y falsea, pues normalmente
siempre es la misma, de igual modo que reconoce “aquella” que es fiable, puesto que en más de una
ocasión se comprueba la realidad de su comunicación.

La técnica de lo que llamo “franja negra”, que en realidad es una variante de lo que antes llamábamos
“ruido blanco”, será explicada detalladamente en un próximo trabajo, ya que en la realidad me falta
determinar ciertos vectores. La variedad de tonos y timbres de las grabaciones, de lo que en su tiempo
definí como “transradio” es amplísima. Encontramos voces completamente robotizadas, otras muy
graves, así como otras prácticamente normales. ¡Y cómo no!, también las hay de una gran agudeza que
son molestas de escuchar; voces de hombre, de mujer, de niños, y algunas siseantes de gran dulzura. Lo
que sí es cierto, es que cuando paulatinamente vamos subiendo la frecuencia de la portadora negra en
la radio, si bien el número de grabaciones tiende a descender, resultan más claras y entendibles, no sólo
porque la franja está mucho más limpia de ruidos de fondo, sino porque las voces están más
humanizadas en cuanto a tono y timbre.

Para la emisión de estas “bandas” se impone la utilización de una radio digital que permita una amplia
gama de frecuencias. Personalmente empleo un aparato que cubre desde 531 a 26.100 kHz, con la
particularidad de que puedo variar la frecuencia de uno en uno kHz, o afinar más, de décima en décima
de kHz. Lamentablemente las frecuencias que menciono no pueden generalizarse ya que da la impresión
de que éstas proporcionan resultados más o menos positivos dependiendo de las coordenadas
geográficas.

El conocidísimo investigador Ernst Senkowski me comentaba que realizando una serie de ensayos
preguntó que si durante los años de vida que le podía quedar, lograría encontrar y localizar
perfectamente la frecuencia ideal para sus transcomunicaciones, pregunta a la que contestaron que sí.
Pero como ya sabemos, no siempre dicen la verdad....

Otro factor a tener en cuenta es la meteorología durante la experimentación. Tengo sobradamente


comprobado el hecho de que cuando estamos bajo los efectos de una depresión generalizada, no sólo
baja el número de grabaciones, sino que llegan a desaparecer – de haber alguna es de bajísima calidad –
sobre todo cuando trabajo sobre los 1500,7 kHz. En frecuencias más elevadas, por ejemplo 15.000 kHz,
este fenómeno no es tan marcado.

Creando hipótesis

Como se habrá observado en el cuadro que acompaña a este trabajo, en la mayoría de los casos las
contestaciones, aún con diferentes palabras, guardan una relación ...pero otras no.

Hace ya años formulé la “teoría de la interfase”, en la cual exponía la idea de que entre una vida
terrestre –tridimensional- y una espiritual, etérica o astral, tenía que existir una zona intermedia una
interfase entre lo terreno y lo espiritual. El investigador Raymond A. Moody Jr, en sus libros sobre “vida
después de la vida” , mencionaba relatos de sus entrevistados, en los cuales se describe una “zona gris”
en la que los “trans-seres”, como los denomina H. Senkowski, deambulan indiferentes, ignorando su
propio “existir”, siempre cabizbajos y desorientados. Zona que correspondería a la franja de contacto
que denomino “zona del olvido”.
La interfase podría estar formada por diferentes planos con estadios de conciencia o de conocimiento
igualmente diferentes, como parece demostrar la seguridad de algunas contestaciones en distintas
frecuencias. El conocidísimo autor e investigador John Klimo nos dice que “....el físico Saul-Paul Sirga de
Berkeley, y el investigador médico Andrija Puharich, aluden a centenares de dimensiones que pueden
existir más allá de la realidad espacio-tiempo con la cual estamos familiarizados. No obstante, y para
lograr un posible consenso, podemos afirmar que el concepto de planos –niveles o dimensiones- es de
suma importancia para nuestra discusión, ya que uno de los modelos primarios para la canalización
explica cómo los seres de otros niveles pueden comunicarse a través de los canales que están en
nuestro plano....”.

Pienso que la psicofonía o”transaudio comunicación” no deja de ser un sistema de “canalización “,


tecnificado y al alcance de todos, ya que no se necesita de facultades psíquicas.

El físico Schabbath van Nes Ziegler , en su obra Teoría del universo multidimensional, nos habla también
de la multitud de dimensiones o planos existenciales que puede haber, formando éstos a su vez
diferentes sistemas. Por otro lado el profesor Régis Dutheil, en su obra no publicada en castellano El
hombre superluminoso, explica que existen tres planos de vida: el sublumínico, que es en el que nos
movemos; el lumínico, que corresponde al de la velocidad de la luz; y el último que corresponde al
superlumínico, donde la velocidad de la luz es superada, y donde pueden existir entidades sumamente
espirituales. El plano lumínico actuaría como límite divisorio –interfase- entre lo terreno y lo puramente
espiritual, permitiendo hasta cierto punto el transvase de información en ambos sentidos, y de
intenciones muy diversas.

El Padre François Brune, conocido por su honestidad, hace referencia a entidades engañosas, en el
prefacio de la magnífica obra de la psiquiatra Carl Wickland: Trente ans parmi les morts.

Lo expuesto nos puede aclarar – hipotéticamente – las diferencias halladas en el cuestionario del
cuadro. Los “entes “ que contestan (¿) pueden proceder de diferentes planos de existencia según su
grado de evolución, y por lo tanto, tener unos u otros conocimientos e interpretaciones . Dejando
aparte una posible mala intencionalidad, sería posiblemente aceptable que sus contestaciones fueran
simplemente el reflejo del estado de limitación en el que se encuentran.

Demostrada la paranormalidad de las grabaciones que se realizan, y prescindiendo de su origen –pese a


que todos tenemos nuestra opinión-, cabe preguntarnos: ¿cuáles son las contestaciones que
corresponde a una realidad .... y cuáles son fruto de engaño? La respuesta posiblemente se halle en la
cara oculta de la psicofonía.

Autor: Sinesio Darnell

Experimentación de contraste

Este tipo de experimentación consiste en que varios investigadores trabajen en base a un cuestionario
preestablecido. Una vez contestadas todas, se cotejan y analizan. Seguidamente expongo los resultados
de uno de dichos cuestionarios, con las preguntas del investigador en primer lugar.

Como ya he dicho, este cuestionario está concebido a propósito, con preguntas muy elementales. La
experiencia ha sido realizada con la colaboración de mi buen amigo y gran investigador don Luis Vicente
Ballester, de Sils (Gerona), experimentador incansable. Durante los tres meses que trabajamos en este
cuestionario, no nos hicimos mutuamente ningún comentario sobre los resultados. Una vez
completados, procedimos a la comparación de las grabaciones. En la actualidad se preparan dos nuevos
cuestionarios con preguntas más elevadas y determinantes.
Manuel Barrio

Como dice C. W. Leadbeater, hasta hace poco estaba de moda ridiculizar a cuantos se habían hallado
cara a cara con un morador del mundo invisible, y aunque semejantes apariciones no eran entonces
menos frecuentes que ahora, los interesados no hablaban del caso por temor a perder su reputación
como sensatos miembros de una sociedad materialista. Sin embargo, en estos últimos tiempos ha
reaccionado saludablemente la opinión pública en este punto, y la burla de los fenómenos psíquicos,
lejos de ser una prueba de vigor mental, lo es de ignorancia y presunción. Nada vale el necio grito de
"¡superstición!" en un tiempo en que existe una Sociedad de Investigaciones Psíquicas con miembros
tan famosos como William Crookes, Oliverio Lodge y el insigne político Arturo Balfour, que publicaron
numerosos libros de memoria referentes a dichos fenómenos, merecedores de cuidadosos y
prolongados estudios.

El examen imparcial de lo referente a las apariciones nos demuestra que en todos los países del mundo
hay atestiguados relatos de la vuelta eventual de los muertos. Estos visitantes rara vez dieron
pormenores del mundo de que procedían, aunque muchos pueden inferirse de la comparación y el
cotejo de varios casos. De todos modos, la supervivencia del hombre después de la muerte está
contrastada por cuantos investigaron sin prejuicios estos relatos.

Los fantasmas existen

Según W. Stead en su obra Verdaderas historias de fantasmas, de todas las supersticiones vulgares, de
las manías intelectuales, ninguna tan difícil de extirpar como la absurda falacia de que no puede haber
fantasmas cuya existencia conocen todos los hombres doctos que estudiaron atentamente el asunto.
Los investigadores sinceros ya no discuten la existencia de los fantasmas y, si alguien la pone en duda, le
dejan investigar por su propia cuenta para que, al cabo de seis meses o acaso de seis semanas y tal vez
de seis días, no pueda negar la existencia del fenómeno vulgarmente llamado "fantasma". Se darán mil
explicaciones más o menos ingeniosas sobre el origen y naturaleza de los fantasmas, pero no cabe duda
de la existencia de la entidad en sí misma.

Un estado superior

Aunque es indudable que por comparación y cotejo de las diversas apariciones y por conducto
mediúmnico pueden obtenerse conocimientos relativos a los estados postmortem, hay, sin embargo,
otro método mucho más preciso y satisfactorio para adquirir todos los pormenores de la vida en el otro
mundo, según nuestra inteligencia los comprende mientras permanecemos en el plano físico. Es
perfectamente posible que los llamados vivos entren en este otro mundo para investigarlo a discreción,
comunicarse con sus moradores y, vueltos de nuevo a la existencia física, describir cuanto hubiesen
visto.

El cuerpo físico, con el que creemos estar familiarizados, no es el único vehículo por cuyo medio puede
manifestarse el alma humana, ni son los cinco sentidos los únicos canales por donde recibe el
conocimiento del mundo exterior. Ya dijo San Pablo, hace siglos, que hay cuerpos terrenales y cuerpos
celestiales, y aunque con esto se refiriese tal vez al elemento del hombre que supera en nivel al mundo
astral, no dejan de convenir sus palabras a este superior estado. Porque es cierto que todo hombre
posee un cuerpo sutil, además del físico, y cuidadosos análisis demuestran que el alma dispone de varios
vehículos con sus medios particulares de percepción adecuados al respectivo plano de la naturaleza.

El que por primera vez saluda las enseñanzas de la Sabiduría debe convencerse ante todo de que en
nuestro sistema solar hay una serie de planos o mundos interpuestos, con su respectiva densidad de
materia. El más inferior es el mundo físico. También es cierto que el hombre corpóreo tiene diversos
grados de materia correspondientes a los planos en que efectúa su evolución; y así como la actividad
habitual de los sentidos corporales le capacita para recibir impresiones del universo físico, de igual
suerte -una vez despierta la actividad de los sentidos sutiles- le capacita para recibir impresiones de los
mundos de materia sutil que por todas partes le circundan. Cuando la muerte le separa del cuerpo físico,
el ego, o alma humana, se adapta a las nuevas condiciones de existencia y aprende a utilizar los sentidos
del vehículo inmediato, llamado cuerpo astral, que le capacita para darse cuenta del mundo astral
inmediatamente superior, o más bien compenetrado con el mundo físico, pero de materia menos densa.
Por lo tanto, para conocer la vida de ultratumba sólo necesitamos aprender a utilizar los sentidos
astrales durante la existencia terrena.

Mientras el cuerpo físico duerme

El primero y más importante hecho es que la vida astral no es una nueva vida, sino continuación de la
presente, y que, lejos de estar separados de los muertos, éstos nos rodean a todas horas. Lo que de ellos
nos aleja es la limitación de nuestra conciencia, verlos y hablarles como antes, según lo hacemos todos
constantemente, aunque poquísimos lo recuerden. Todo hombre puede aprender a enfocar la
conciencia en su cuerpo astral, aun estando despierto el físico; más esto necesita un desarrollo especial
y mucho tiempo en la generalidad de las gentes. Pero mientras el cuerpo físico duerme, todos los
hombres actúan más o menos extensamente en su cuerpo astral, y por este medio podemos
comunicarnos con nuestros difuntos. Algunas veces nos queda un parcial recuerdo de la comunicación, y
entonces decimos que hemos soñado con ellos, aunque lo más frecuente es que no nos acordemos de
tales encuentros y permanezcamos ignorantes de haberlos tenido. Sin embargo, es un hecho
comprobado que los lazos de afecto siguen siendo tan fuertes como antes, por lo que, apenas el hombre
afloja las cadenas de su cárcel terrena, busca espontáneamente la compañía de los seres a los que ama.
Así es que, en vez de pasar el día con ellos, pasa la noche y tiene conciencia astral, pero no física, de sus
visitas nocturnas.

Período de siembra

El mundo equivale, en cierto modo, a lo que conocemos por purgatorio; el mundo mental es la eterna
bienandanza que soñaron los monjes y cantaron los poetas, pero no un sueño adulto, sino viviente, y
una gloriosa realidad. La vida astral es dichosa para uno e infeliz para otros, según la disposición en que
previamente se colocaron; pero todos gozan, después de ella, la felicidad perfectamente adecuada a las
necesidades de cada cual.

En la mayor parte de los hombres no está la conciencia suficientemente evolucionada para actuar con
desenvoltura en los vehículos superiores, por lo que hay ciertas modalidades sólo accesibles mediante
los sentidos físicos, aunque una vez alcanzadas en pleno despertar aquí abajo, pueden proseguirse en
mundos más elevados. Así tenemos que, a pesar de lo ilusorio de la vida física, podemos considerarla
como el período de siembra durante el cual actualizamos fuerzas cuyo rendimiento cosecharemos en las
más favorables y fructíferas condiciones de las esferas elevadas.

Esto en nada altera el fundamento de la realidad superior de las más altas esferas ni debe entibiar
nuestro convencimiento de la eterna verdad de que la muerte es para nosotros el tránsito a mejor vida,
y que cuanto de glorioso y bello conocemos ahora, no es nada comparado con la belleza y gloria de los
mundos a que nos conduce, pues al atravesar la puerta de la muerte se nos cae la más tupida y opaca
venda de cuantas nos impiden ver el rostro de la eternidad.

Las primeras impresiones

¿Qué es lo primero que vemos al mirar en este nuevo mundo? Suponiendo que uno de nosotros
transfiriese su conciencia al plano astral, ¿qué mudanzas le llamarían primero la atención? Por lo pronto,
apenas advertiría la diferencia y pudiera suponer que está viviendo lo mismo que antes. Así como la
materia terrestre presenta tres estados -sólido, líquido y gaseoso- cuyas condiciones son distintas, así
también hay diferentes grados, densidades y condiciones de materia astral, análogos y correspondientes
a sus similares de la muerte física. Por lo tanto, el consciente en el plano astral seguiría viendo las
paredes y los muebles de su aposento, porque si bien la materia física de que están formados ya no sería
visible para él, la materia astral más densa bosquejaría aquellos objetos de modo que percibiría su
configuración tan claramente como antes. Si examinara el objeto de cerca vería moverse las moléculas
constitutivas, cuyo movimiento es invisible en el plano físico; pero como pocos moradores del plano
astral observan de cerca los objetos que les rodean, la mayor parte de los muertos cree de pronto que
no ha cambiado de condición, pues ve los familiares aposentos de su casa, las mismas personas con
quienes convivió, porque el cuerpo astral de estas últimas está al alcance de su nueva percepción. Poco
a poco nota la diferencia y luego advierte que ya no experimenta penas ni fatigas. Quien pudiera
comprender lo que esto significa, vislumbraría la realidad de la vida superior, pues ¿cómo dar idea de la
total carencia de cansancio y pena a quienes no tienen un momento de descanso en los afanes de la
vida y apenas recuerdan haber estado libres de ansiedad? Hemos adulterado de tal modo la doctrina de
la inmortalidad del alma, que con mucha frecuencia se resisten a creer los muertos que ya no están en el
mundo, puesto que oyen, ven, piensan y sienten. A veces suelen exclamar '¡Pero si yo no estoy muerto!
Estoy tan vivo como siempre y me siento mucho mejor que antes'.

Verdaderamente sigue viviendo, y así debiera haberlo esperado si no le aleccionaran erróneamente.

¿Qué ocurre durante los primeros días después de la muerte?

La conciencia astral se le consolida al difunto al percatarse de que no puede hablar con los parientes y
amigos a quienes está viendo, pues aunque trate de comunicarse con ellos, no lo oyen, y si les toca no
despierta en ellos sensación alguna. Entonces cree que está soñando y que luego despertará porque
otras veces (cuando los de la Tierra están durmiendo) sus parientes y amigos notan su presencia y
hablan con él como en vida. Poco a poco se va convenciendo de que se halla al otro lado de la tumba, y
entonces se inquieta a causa también de las erróneas enseñanzas recibidas, pues no comprende dónde
está ni qué le ha sucedido, dado que su situación no es la que esperaba desde el punto de vista
ortodoxo. Gradualmente irá viendo allí muchas novedades y no pocos aspectos complementados de
cuanto ya conocía, porque en el mundo astral los pensamientos y deseos toman forma visible,
constituida en su mayoría por la materia más sutil de dicho plano. Según transcurre la vida astral,
aquellas formas adquieren mayor relieve, porque entretanto ha ido atrayéndolas hacia sí cada vez con
más fuerza.

El ego emplea el primer periodo de su encarnación en sumirse en la materia y el segundo período en


desprenderse de ella con los resultados de su acción. Durante la vida física el hombre puede elevar sus
pensamientos y apartarlos más y más de las cosas terrenas hasta que llegue la hora de dejarlas junto
con el cuerpo. Entonces comienzo su vida astral, pero continúa el proceso de eliminación cuyo resultado
es que, según pasa el tiempo, aparta más y más su atención de la ínfima materia astral que constituye
las imágenes de los objetos físicos y la convierte a la submateria constitutiva de las formas de
pensamiento, tales como aparecen en el plano astral.

De este modo se habitúa a vivir en un ambiente mental y se desvanece ante su vista la imagen del
mundo físico, no porque él haya mudado de lugar en el espacio, sino porque su interés muda de centro.
Todavía subsisten sus deseos expresados en las formas circunstantes, y de la índole de estos deseos
dependerá la dicha o el infortunio de su existencia astral.

El estudio de esta vida superfísica nos muestra con toda claridad la razón de muchos preceptos morales.
La mayor parte de los hombres reconocen la maldad de las faltas que perjudican materialmente al
prójimo; pero se maravillan de qué tarnbién se tenga por maldad sentir envidia, odio o ambición, aun sin
concretar expresamente esos sentimientos en palabras u obras.
Una sorprendente compañía

(Extractado de "El Pensador Progresivo" del 13.XII.1902). Al advertir que iba a ser madre, noté también
instintivamente la presencia de una entidad visible que me pareció femenina y de bastante más edad
que yo. Gradualmente se robusteció la presunción de esta presencia y al cabo de tres meses empecé a
recibir de ella largas comunicaciones manifestando celoso interés por mi salud y bienestar. Con el
tiempo, llegué a oír distintamente su voz y a disfrutar de muchas horas de conversación con ella, de
suerte que me dijo cómo se llamaba y de qué país era, con otros pormenores biográficos. Parecía
ansiosa de que yo la conociese y amara por ella misma, según me dijo, a cuyo efecto se esforzó en
hacerse visible hasta conseguirlo, y desde entonces fue para mí una fiel compañera como si hubiese
tenido cuerpo físico. Tan sólo necesitaba yo echar las cortinas, de modo que el aposento quedase a
media luz, para que la entidad se me apareciera y hablase.

Dos o tres semanas antes de¡ nacimiento de la criatura, me declaró la entidad que el verdadero
propósito de su presencia era que infundiera en la nueva forma corporal apenas naciera, pues le
convenía ultimar una experiencia terrena. Confieso que no entendí lo que con ello quiso decirme y me
quedé muy preocupada. La víspera del alumbramiento vi por última vez a mi compañera, que se me
apareció y dijo, "Ha llegado la hora. Ten valor y todo nos irá bien". Tuve al día siguiente una niña que en
verdad era la perfecta miniatura de mi compañera espiritual, sin parecido alguno con los parientes de
ambas ramas de la familia y, al verla, decían todos: "¡Pero si no parece una recién nacida!"... Me
sorprendí en extremo al leer años después un libro muy antiguo: la biografía de la mujer cuyo nombre y
antecedentes me diera como suyos la entidad amiga, aparte de ciertos pormenores que nadie más
conocía. Sin embargo, no dije ni una palabra de cuanto me había pasado, porque era de suponer el
juicio de las gentes respecto a lo que afirmara una mujer de tan poca experiencia como yo.

Al cumplir mi hija quince años, pronuncié por primera vez en su presencia el nombre de la entidad
amiga y ella se volvió rápidamente hacia mí con aire de sorpresa, diciéndome: "Mamá, ¿me llamaba
papá por ese nombre?" Yo le respondí-. "No hija; nunca te hemos llamado así". Ella replicó: "Pues yo
estoy segura de que alguien, en alguna parte, me llamó por ese nombre".

Añadiré que el carácter de mi hija es muy semejante al histórico carácter de la mujer cuyo espíritu dijo
que se infundiría en la nueva forma.

La protección de los muertos

El testimonio de un tal doctor Neale, trascrito en Protectores invisibles, de Leadbeater, refiere que, poco
después de haber enviudado, estaba de visita con sus hijos, todavía pequeños, en una casa de campo
cuyos bajos tenían largos y oscuros corredores por donde los niños jugaban gozosamente al escondite.
Pero cuando más seguros se creían, toparon con unos escalones frente a los cuales se les apareció su
madre diciéndoles que volvieran atrás, como así lo hicieron. Posteriores pesquisas denotaron que los
escalones daban a un pozo descubierto, en donde los desprevenidos muchachos hubieran caído de no
evitarlo el maternal aviso.

En este caso parece indudable que la misma madre celaba a sus hijos desde el plano astral y que el
ardentísimo deseo de avisarles del peligro le dio bastante poder para manifestarse, visible y
auditivamente, por un momento, o también para infundir en la mente de los niños la idea de que la
veían y oían. Asimismo, es posible que el protector no fuera la misma madre y tomase la apariencia de
ésta con objeto de alarmar a los niños; pero lo más lógicamente probable es atribuir el fenómeno a la
acción del siempre vigilante amor maternal, no debilitado por la muerte.
¿Cómo actuar ante una aparición?

Según eminentes especialistas, los venidos del otro mundo se quejan de la manera con que los acoge la
generalidad de las gentes. Por lo común el difunto ha de hacer un gran esfuerzo para mostrarse, y así no
lo intenta más que por gravísimos motivos o en caso de necesidad extrema, y aun entonces sólo
mantiene la materialización por breves instantes, que le conviene en extremo aprovechar, pues no le
bastan ni para la mitad de lo que desea decir y, sin embargo, la mayoría de los vivos desperdicia este
fugaz intervalo en sobresaltos, azoramiento y huidas. Pongámonos en el lugar del difunto y veamos qué
le sucede cuando procedemos tan egoísta y pusilánimemente.

Si una persona atribulada por graves congojas en el plano físico viene a pedir nuestro auxilio, lo menos
que por ella hacemos es oír sus cuitas. ¿Por qué, pues, no hemos de hacer lo mismo cuando se trata de
un difunto? Ningún temor nos causaría éste si estuviese vivo, a pesar de que entonces poseería el
cuerpo físico por cuyo medio es capaz de dañarnos si quisiera, y en cambio le tememos muerto, no
obstante tener sobre él la ventaja de un vehículo más denso. Tan hombre y tan prójimo nuestro era en
vida como sigue siendo en muerte, sin que en lo más mínimo pueda dañarnos. ¿Por qué, entonces, la
actitud de receloso temor que respecto a los fantasmas observa la generalidad de la gente?

El yo subconsciente

Una extravagante teoría de los investigadores científicos es la que supone en todas las cosas, así visibles
como invisibles, la acción de un "yo sublimado". El doctor Alfredo Russel Wallace critica aceradamente
esta teoría y dice: "El yo subconsciente, con su rico acopio de conocimientos (que nadie sabe cómo
allegó), con su carácter distinto, su moralidad inferior y sus constantes contradicciones, es tan
especulativo y puramente teórico como el espíritu de un difunto o cualquier otro espíritu. Por lo tanto,
calificar de científica la hipótesis del yo subconsciente' y de anticientífica la del espíritu es tergiversar la
cuestión".

El fuego no quema

Un sorprendente y no muy común fenómeno de los producidos en las sesiones espiritas es el de


manejar el fuego sin riesgo alguno de quemadura. Escribe Leadbeater, "En una sesión tenida en Londres
una forma materializada puso intencionadamente la mano en medio de un montón de ascuas y,
tomando una de ellas, del tamaño de una pelota, me la ofreció, diciéndome sosegadamente. 'Tómala en
la mano'. Titubeé por un momento, como era natural, pero las muestras de impaciencia que en aquel
punto dio el materializado espectro me resolvieron a tomar el ascua, convencido de que por algo me lo
decía, y en todo caso me bastaba tirar el ascua al suelo, antes de que me abrasara. Alargué la mano y,
una vez puesto el fuego en la palma, no sentí ni la más mínima sensación de calor, a pesar de que al
aplicar el espectro un pedazo de papel, ardió instantáneamente. Por tiempo de un minuto y medio
sostuve el ascua, hasta que ya algo empañada me ordenó el espectro que la volviese a tirar al fuego. No
me quedó en la mano ni el más leve estigma, ni noté olor a chamusquina, y únicamente vi un poco de
ceniza".

El caso del rasguño

El caso, recogido por la Sociedad de Investigaciones Psíquicas con el testimonio del padre y el hermano
del protagonista, es relatado así por Andrés Lang en su obra Sueños y Fantasmas:

"El año 1867 falleció, de cólera fulminante, la señorita G., a los dieciocho años de edad en la ciudad de
San Luis. Nueve años después, en 1867, su hermano EG., que la quería en extremo, hubo de ir por
asuntos comerciales a San José y, mientras fumaba un cigarro redactando órdenes para sus
dependientes, echó de ver la figura de su hermana sentada a su izquierda con el brazo apoyado sobre la
mesa. Sin reparar en la imposibilidad del contacto iba presuroso a abrazarla, cuando se desvaneció
rápidamente. Se quedó EG. Con la pluma en el tintero, el cigarro en la mano y el nombre de su hermana
entre los labios. La había reconocido por el semblante, el traje, la mirada y la apostura, pero llevaba en
la mejilla derecha un arañazo de rojo intenso que su hermano nunca le había visto. El señor EG. Tomó el
primer tren que salía para San Luis y refirió en su casa lo que le había ocurrido. El padre quiso echar la
cosa a broma, pero la madre cayó desvanecida y, al recobrar el sentido, dijo que al vestir a la muerta le
había hecho, sin querer, un rasguño en la cara con la punta de un imperdible, y para que nadie se
enterase disimuló con polvos de arroz el arañazo. Conocido este pormenor, ya no pudo dudar EG. De
que había visto a su hermana".

El terror de la muerte

Del prejuicio falaz que supone incognoscible el mundo de ultratumba deriva, en gran parte, y está
directamente relacionado con él, el terror a la muerte que tan gravemente influye en la vida de muchos
hombres.

Nadie suele tratar este punto en la conversación ordinaria; pero quienes, como los sacerdotes, están en
íntimo contacto con un gran número de gentes, saben de sobra cuán intenso es el terror a la muerte en
algunos que la ven como espectro cuya constante amenaza no les deja ni una hora de sosiego.

Por supuesto, que quien teme la muerte teme también la de sus allegados, y cuando la de alguno de
ellos sobreviene, no sólo se entristece por la separación, sino por la suerte que la haya deparado el
destino. El conocimiento de las verdades relativas a la muerte desvanece al mismo tiempo el terror y la
ansiedad, y el hombre debidamente instruido en este punto considera la muerte como un paso de la
vida y se convence de que la existencia de ultratumba no es más temible que la terrena. El temor nace,
no tanto de vislumbrar algo espantoso, como del sentimiento de lo incierto y del horror a los abismos
sin fondo.

Cuando a esta falsa creencia sustituye el definido conocimiento de lo que con el mundo astral se
relaciona, el hombre cobra confianza y está dispuesto a arrostrar ecuánimemente su destino. La
convicción de que en los mundos superiores rigen idénticas leyes que en el nuestro, nos pone en más
íntimo contacto con ellos y nos acostumbra a mirarlos como residencia propia. Tenemos entonces la
certidumbre de que en todos los mundos estamos igualmente sujetos al mismo poder.

También podría gustarte