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Adams Obvio.

Un hombre solitario estaba sentado cerca de la ventana, en la sala Dickens del


restaurante Tip Top de Chicago. Había terminado de cenar y estaba esperando
que se le sirviera el café.
Otros dos hombres entraron y fueron conducidos a una mesa próxima. En
seguida, uno de ellos cuchicheó a su compañero: "¿Ve aquel hombre sentado
allí?". "Sí", dijo el último, mirando distraídamente en la dirección indicada. "Bien,
aquel es Adams Obvio!".

"¿Aquél?" Esta vez, el otro hombre ubicó su silla para poder ver bien a la figura
más famosa del mundo de la propaganda. "Parece un hombre común, ¿no es
así?".

"Sí", mirándolo uno nunca se imaginaría que sea el famoso Adams Obvio, de la
mayor agencia de publicidad de Nueva York. Y para decir la verdad, no consigo
entender por qué es endiosado por todo el mundo".

"Yo lo oí hablar dos o tres veces en encuentros de la Asociación de Publicidad,


pero nunca dijo nada que nosotros no supiéramos. Mucha gente quedó confusa.
Confieso que fue una decepción para mí".
"Es gracioso, pero mucha gente dice lo mismo sobre él. Sin embargo, este mismo
Adams fue un factor importante en el éxito de empresas famosas. Más que
cualquier otro hombre."

Mientras los dos hablaban de él, Adams seguía trabajando para el éxito. Cerró el
menú e hizo algunos dibujos y anotaciones en el reverso. Para cualquier persona
que pudiese espiarlo, sus apuntes podrían parecer insignificantes, pero Adams
parecía muy contento con el resultado. Balanceó la cabeza en señal de
aprobación y guardó el menú en el bolsillo, mientras el mozo llegaba para ayudarle
solícitamente a ponerse el abrigo.

Una solución fácil.

Media hora más tarde, el teléfono sonó en la biblioteca de una suntuosa mansión
de una ciudad de Iowa. Y sonó una segunda vez, antes de que el hombre, que
estaba recostado en un gran sillón de caoba frente a la chimenea, se levantase a
tomar el teléfono. "Hola" dijo sorprendido y medio irritado por la interrupción. "Hola.
¡Ah!, ¿es usted Adams? ¡No esperaba tener noticias suyas tan pronto! ¿Dónde
está? ¿Chicago? Ah, ¿ya tiene un plan? Bien, yo estaba sentado, pensando
precisamente en eso y me mastiqué tres cigarros intentando imaginar lo que
deberíamos hacer al respecto."

Silencio en la biblioteca de la mansión. Después, una serie de gruñidos de


aprobación.
"Entendí su idea. Tiene que funcionar... claro, estoy seguro que va a funcionar. Es
una idea excelente y sé que va a resolver el asunto. Muy bien... tome el tren
nocturno, el mando mi auto a esperarlo en la estación, mañana en la mañana.
Buenas noches".
Por un largo minuto, el dueño de la mansión permaneció de pie mirando
pensativamente hacia la chimenea.

"¿Pero, por qué diablos ninguno de nosotros pensó en eso? Era la cosa más
natural del mundo y tuvimos que traer un hombre de Nueva York para que nos lo
mostrase. Sea como sea, ese Adams es una maravilla". Al no recibir respuesta de
las paredes, encendió su cuarto cigarro y fumó.

Esta era la otra cara de la moneda. Este era el modo en que las personas bien
informadas hablaban de Adams.

De atrás para adelante.

Hemos comenzado la historia por el final. Para conocer a Adams Obvio y para
entender el misterio de su éxito, precisamos conocer el inició de su vida.
Es la historia de un niño que comenzó como Oliver B. Adams, en una pequeña
tienda de comestibles, de una también pequeña población de Nueva Inglaterra y
que luego se volvió famoso en el mundo de los negocios como Adams Obvio.
Adams provenía de una familia muy pobre. Sus padres eran campesinos y tenían
apenas el curso primario de la escuela rural. Cuando Oliver tenía 12 años, su
padre murió y él comenzó a trabajar en un almacén. Era un chico común. No
mostraba mucha iniciativa y raramente tenía ideas brillantes. Pero de algún modo,
la tienda comenzó a crecer sólidamente, día a día. Cualquiera que conociese al
dueño, el viejo Ned Snow, diría que él no era el responsable de ese crecimiento,
pues no era del tipo emprendedor. Pero, el viejo Snow, cayó enfermo y murió.
Entonces, la tienda fue vendida y Oliver quedó sin empleo.

Comienzo difícil.

Los seis años siguientes en la vida de Adams transcurrieron sin que nadie oyese
hablar de él, y el mismo tenía muy poco para contar de aquel periodo. Cuando la
tienda fue vendida, Adams juntó el poco dinero que había conseguido economizar
y se fue a New York, donde trabajaba durante el día en el mercado municipal y de
noche asistía a la escuela.

Entonces, un día sucedió algo: el director de la escuela programó una serie de


charlas vocacionales para los estudiantes más avanzados. La primera fue hecha
por James B. Oswald, presidente de la famosa Oswald Advertising Agency y que
en aquellos tiempos era muy respetado. Fue uno de los más interesantes e
intuitivos conferencistas, pues tenía una habilidad especial para adecuar su
mensaje a las necesidades de los oyentes.
El joven Adams quedó extasiado durante toda la charla. Era su primera visión del
gran mundo de los negocios. Le pareció que Oswald era el hombre más
encantador que había conocido. Tuvo incluso la oportunidad de que se lo
presentaran y de felicitarlo después de la reunión. De camino a su casa, Adams
pensó en lo que el señor Oswald había dicho sobre el negocio de la publicidad y
concluyó que se trataba de un gran profesional. Mientras se preparaba para
acostarse en su pequeño apartamento del tercer piso, decidió que le gustaría
trabajar en publicidad. A la mañana siguiente, cuando se despertó, los dos
pensamientos se habían transformado en uno solo: le gustaría trabajar en
publicidad y para James B. Oswald. Lo más natural, por lo menos para Oliver
Adams, era ir a decírselo directamente.

A pesar de que el asunto lo asustaba un poco, nunca se le ocurrió ni por un


momento, que no fuese esa, exactamente, la actitud que debería tomar. Y
entonces, aquella misma tarde pidió permiso para salir por unas dos horas. Por la
tarde había poco movimiento. Después de lustrar cuidadosamente sus zapatos y
cepillar su ropa, Adams salió en dirección al enorme edificio donde quedaba la
Oswald Advertising Agency.

El que quiere puede.

La recepcionista comunico al señor Oswald que Adams estaba allí y que quería
una entrevista; pero el gran hombre estaba ocupado. Adams pensó unos
instantes: "Dígale que puedo esperar una hora y diez minutos".

La joven quedó sorprendida. No tenía costumbre de tomar ese tipo de recado para
el gran jefe. Pero había alguna cosa en la presencia y actitud del joven que hacía
que el mensaje pareciese perfectamente natural. Sin disimular su asombro, se lo
repitió al presidente palabra por palabra. Cuando salió, seguía sorprendida.

"Lo va a recibir dentro de aproximadamente 20 minutos".

El propio Oswald se complacía años más tarde en contar la entrevista: "Entró el


joven Adams, serio como un diácono. No lo reconocí como uno de los jóvenes que
me habían sido presentados la noche anterior aunque él mencionó nuestro
encuentro. Dijo que había pensado sobre el asunto y había resuelto que quería
entrar en la publicidad, que quería trabajar para mí y que para eso estaba allí..."
"Lo examiné. Era un muchachito bastante común, demasiado quieto y no parecía
muy brillante. Le hice algunas preguntas para verificar si al menos era despierto.
Adams respondió a todas con suficiente rapidez, pero sus respuestas no eran
particularmente inteligentes".
"Me agradó, pero encontré que le faltaba vivacidad, ese juego de cintura tan
importante en la publicidad. Finalmente le dije, tan gentilmente como fue posible,
que encontraba que él no estaba preparado para ser publicista y que lo sentía
mucho, pero que no podía darle un empleo. Le día algunos consejos paternales,
fueron realmente palabras elegidas, firmes pero gentiles".
"Recibió la cosa con clase, en lugar de suplicar una oportunidad, me agradeció y
al levantarse para salir dijo: ŸBien, señor Oswald, decidí que quiero trabajar en
publicidad y con usted, pensé que lo obvio era venir directamente a decírselo.
Usted parece no creer que pueda transformarme en un buen hombre de
publicidad, de modo que voy a tener que probarle lo contrario. No sé aún cómo
voy a hacerlo, pero lo intentaré. Le agradezco el tiempo que me ha dispensado .
Hasta luego, y salió antes que pudiese responderle."

"Quedé desorientado, todo mi pequeño discurso se había evaporado en el aire. Ni


consideró mi veredicto. Pensé en cinco minutos sobre el asunto y me molestó ser
menospreciado por un muchacho. Durante el resto de la tarde me sentí mal."

"Aquella noche, de camino a casa, volví a pensar en el asunto. Una frase me


había quedado grabada en la memoria. "Quiero entrar en la publicidad y deseo
trabajar para usted y encontré que la cosa más obvia era venir a decírselo". De
repente comprendí ¿cuántos de nosotros tenemos la suficiente sensibilidad para
identificar y para hacer lo obvio? ¿Cuántos tienen la persistencia para defender la
propia concepción de lo que es obvio? Cuanto mas pensaba en el asunto, más
convencido me quedaba de que debía hacer un lugar en nuestra agencia para un
joven capaz de ver y hacer eso. Alguien que fuese directo al punto, sin perder
tiempo, ni jactarse de ello."
"Al día siguiente mandé llamar al joven y le dí un lugar en el archivo de diarios".
Eso fue hace 20 años. Hoy Oliver B. Adams es vicepresidente de Oswald
Advertising Agency. El viejo Oswald pasa por la oficina dos veces por semana, se
reúne con Adams y claro, participa de las principales reuniones de directorio. Pero
en los hechos es Adams quien manda en la empresa. Todo sucedió con
naturalidad, todo vino a través de lo "obvio gritado", como decía el viejo Oswald
con muy buen humor.

Su primer aviso.

Antes de que Adams completase su primer mes en el archivo de diarios, fue a


hablar con el jefe y sugirió un cambio en el método de trabajo. El jefe lo escuchó y
le preguntó cuál sería la ventaja; Adams le dijo que habría una reducción
considerable en el tiempo y el manoseo de los diarios y sería casi imposible
cometer errores. El cambio era simple y Adams recibió autorización para aplicarlo.

Después que el nuevo plan llevaba tres meses funcionando fue nuevamente hasta
el jefe y le dijo que todo estaba marchando tan bien que cualquier joven, ganando
la tercera parte de su salario, podría ocupar su lugar. ¿No habría otro cargo mejora
para él? Adams agregó que había notado que los redactores estaban trabajando
hasta de noche

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