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Habermas
Introducción
La democracia, entendida como el gobierno que ejerce una sociedad sobre sí misma,
ha sido llevada a cabo históricamente, de manera más o menos exitosa, en el marco del
Estado-nación, ha sido en este modelo que se ha institucionalizado el proceso democrático
como forma de legitimar el estado de derecho y el ejercicio del poder político. La
constelación nacional implica que la idea de una sociedad que se gobierna a sí misma sólo
puede llevarse a cabo bajo el modelo de los Estados-nacionales, bajo la idea de ciudadanos
que se autogobiernan por medio de su participación en la esfera pública delimitada por
fronteras territoriales. Bajo esta perspectiva, en el ámbito interno se da una relación entre
ciudadanos, mientras en el ámbito externo o supraestatal se da una relación sólo entre
Estados-nacionales, por medio de negociaciones (pactos, convenios, o tratados
internacionales) que buscan regular la interacción estatal.
I.
1. Características Estado-nación
Globalización
Por su parte, la autonomización del mercado, que supone que el mercado sólo se
regula por las mismas reglas del mercado, la velocidad en el flujo del capital, la disposición
de las economías nacionales a imponerse en un sistema económico de competitividad
global hace que el sistema fiscal, del cual se sustenta el Estado, pierda su poder adquisitivo,
es decir, hacen que la mano invisible, de la que hablan los neoliberales, sea la encargada de
regular los mercados y, por tanto, de ejercer las competencias que por definición le
corresponde al Estado.
Por ejemplo, aunque los Estados han tratado de cerrar sus fronteras y de esta manera
rechazar todo lo extraño, negando la entrada a no otorgándole la nacionalidad a todos
aquellos individuos que no comparten la misma identidad cultural, el fenómeno de la
inmigración es una realidad que se ha propagado por todo el mundo. Este fenómeno
provoca que en una misma comunidad política confluyan múltiples visiones
comprehensivas -por utilizar la expresión rawlsiana- del bien y de la vida buena, es decir,
provoca que la cultura originaria confluya con una pluralidad de nuevas culturas.
La tesis del final de la sociedad de pleno empleo sostiene la idea de que al Estado-
nación se le escapa la posibilidad de regular el mercado de modo tal que todos los
miembros de la comunidad política puedan ejercer una labor retribuida salarialmente. Los
procesos de globalización muestran una sociedad cada vez más desigual en términos
económicos. La competencia económica global hace que las condiciones de empleo se rijan
por una racionalidad productiva, es decir, que las reglas del mercado se conviertan en el
factor determinante de la oferta laboral. El desmantelamiento de las políticas de bienestar
social y de regulación de los mercados hace que la responsabilidad del empleo, que
originariamente tiene la sociedad, se traslade al individuo. Ante el fin de la sociedad del
pleno empleo, analizada bajo el modelo nacional, se requiere una respuesta de tipo
posnacional que afronte esta dificultad.
“El producto, lo que se compra, o el beneficio, es decir, lo que uno recibe, está en una
relación de ‘equivalencia’ con lo que se aporta, o lo que es lo mismo, con el gasto, la oferta o el
depósito, de forma que si y sólo si se produce el acuerdo, es decir, la conformidad de ambas partes,
ésta tiene lugar bajo condiciones estándar: los participantes deben tener la misma libertad de decidir
según sus propias preferencias.” (p.123)
Esta respuesta, que se hace llamar normativa, se basa en la idea de que en la sociedad sólo
hay hombres libres que contratan entre sí con ciertas garantías jurídicas, provocando un
intercambio justo en medio de una libre competencia.
La posibilidad de una política de bienestar social europea que haga frente a los
problemas del fin de la sociedad de pleno empleo y a la indiferencia del neoliberalismo por
políticas redistributivas se puede lograr por medio del análisis del papel que cumple la
Unión Europea en cuanto a la integración estatal. Si la Unión Europea propone una
integración estatal negativa que busque acuerdo entre intereses nacionales, se reduciría a un
mediador entre intereses económicos nacionales que buscan imponerse competitivamente.
Pero si la integración es positiva, es decir, si propone medidas correctoras al mercado,
podría lograr una armonización entre política social y política del mercado de trabajo.
Todas estas reflexiones muestran los desafíos que debe afrontar una Unión europea
de carácter político. Así, esta organización requiere de una mayor soberanía, es decir, de
una mayor posibilidad de administración y de regulación, para lo cual es necesario que los
Estados le otorguen más poder mediante la unificación de los tratados que la regulan en una
única Carta política. Esta Carta política europea se debe entender como una ley
fundamental y debe contener los principios fundamentales de organización y
administración. Este proceso sirve de base para la posterior constitucionalización de los
principios de regulación europea, pero ésta sólo será posible cuando el procedimiento
democrático se dé efectivamente como modo de autocontrol político europeo.
El intento de una democracia posnacional a nivel europeo no sólo implica una forma
de identidad colectiva europea, sino que también supone la creación de un espacio público
europeo, que puede ser institucional o no institucional, en donde se delibere sobre asuntos
de interés común para Europa y, de esta manera, se forme una opinión y voluntad política
europea.