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Análisis del texto La constelación posnacional y el futuro de la democracia de Jürgen

Habermas

Por: Juan Diego Agudelo Molina

Introducción

La democracia, entendida como el gobierno que ejerce una sociedad sobre sí misma,
ha sido llevada a cabo históricamente, de manera más o menos exitosa, en el marco del
Estado-nación, ha sido en este modelo que se ha institucionalizado el proceso democrático
como forma de legitimar el estado de derecho y el ejercicio del poder político. La
constelación nacional implica que la idea de una sociedad que se gobierna a sí misma sólo
puede llevarse a cabo bajo el modelo de los Estados-nacionales, bajo la idea de ciudadanos
que se autogobiernan por medio de su participación en la esfera pública delimitada por
fronteras territoriales. Bajo esta perspectiva, en el ámbito interno se da una relación entre
ciudadanos, mientras en el ámbito externo o supraestatal se da una relación sólo entre
Estados-nacionales, por medio de negociaciones (pactos, convenios, o tratados
internacionales) que buscan regular la interacción estatal.

Esta constelación nacional ha entrado en crisis, ya que los Estados-nacionales están


perdiendo las características que se les atribuía conceptualmente. Los procesos de
integración entre Estados a nivel regional y mundial, la integración social por medio de la
tecnología, el fenómeno de la inmigración, el tráfico del mercado, la política al servicio de
una economía mundial, etc., son problemas que no pueden desarrollarse en el marco de un
modelo de análisis nacional. Estos procesos, que conocemos con el nombre de
globalización, precisan la elaboración de un modelo de análisis diferente.

Al igual que la “sociología crea su objeto de estudio mediante una determinada


perspectiva” (p. 81) la filosofía política requiere una determinada perspectiva de análisis
que traspase las fronteras nacionales, que haga de los problemas asociados a la
globalización desafíos políticos mediante un análisis posnacional, requiere una constelación
posnacional.
Para justificar el nuevo modelo de análisis es necesario, primero, mostrar las
características que conceptualmente se le atribuyen al Estado-nación, para luego mostrar el
modo en que han entrado en crisis y así proponer un nuevo paradigma posnacional. A
continuación se desarrollan estas características y se muestra cómo el fenómeno de la
globalización las afecta.

I.
1. Características Estado-nación

La fórmula Estado-nación ha llegado a ser la forma de organización política que han


tomado los Estados después de la revolución francesa y americana, y que se extiende hasta
nuestros días, esto se debe a que, como forma de organización política, ha posibilitado la
autodeterminación de grupos de personas que se sienten entrelazados por ciertos rasgos
comunes. Esta es la constelación actual que ha entrado en crisis y para entender el porqué
de esta situación es necesario evaluar los supuestos teóricos bajo los que se asocia la
fórmula Estado-nación:

a) Estado-administrador y estado-fiscal: Una de las funciones que se le atribuyen al


Estado democrático consiste en la administración pública. Esto se entiende como la
regulación de los individuos del cuerpo político mediante la toma de decisiones de carácter
colectivo, es decir, público. Esta función administrativa se apoya en la tesis de que el estado
detenta el monopolio del ejercicio legítimo de la violencia, y por medio de este monopolio
se encarga de dotar de valor político las decisiones y así mantener la paz tanto interior
como exteriormente. El Estado también se entiende como ente fiscal, que tiene por función
regular el flujo económico y administrar el tesoro público. Si bien el estado garantiza un
marco de acción privada para la interacción mercantil, ejerce una política de recaudación
fiscal mediante impuestos que buscan configurar un presupuesto público.

b) Soberanía territorial: El Estado, en tanto comunidad de individuos que se


gobiernan a sí mismos, requiere un espacio en el cual pueda ejercer su autogobierno. Este
espacio está delimitado tanto social como territorialmente, es decir, el Estado ejerce su
poder institucional al interior de unas fronteras territoriales y sobre un conjunto
determinado de personas que se encuentran al interior de esas fronteras. Así, puede
distinguirse dos tipos de soberanía, a saber, soberanía interior y soberanía exterior. La
soberanía interior se entiende como la facultad de los ciudadanos de autogobernarse al
interior de las fronteras territoriales. Y la soberanía exterior implica la protección de las
fronteras territoriales frente a agentes externos y, por tanto, el reconocimiento interestatal
de la soberanía interior.

c) Estado-nación: Otro elemento conceptual que se desprende de la constelación


nacional es la idea de que los individuos de un Estado se encuentran integrados socialmente
mediante la pertenencia a un pueblo común, esto es, a una nación con destino prepolítico.
Así, características compartidas como hablar la misma lengua, tener una procedencia
común, compartir una cultura, etc., crean una solidaridad entre individuos que se conciben
a sí mismos como nacionales. Esta solidaridad nacional crea una integración entre
individuos que, al sentirse identificados con una forma de identidad colectiva, participan
del procedimiento democrático.

d) Estado social de derecho: La legitimación del Estado se da por medio de la


satisfacción de los derechos humanos y los derechos políticos, este es el criterio normativo
que justificada el ejercicio del poder político. Pero el fenómeno del capitalismo, de la
acumulación del capital económico en pocas manos, ha hecho que los Estados
democráticos se conviertan en Estados sociales. Como las personas no pueden alcanzar por
sí mismas el desarrollo de sus dos autonomías, ya que la gran mayoría no tienen los medios
materiales para su ejercicio, el Estado toma la función de asegurar condiciones de vida
dignas, de esta manera se proporciona un entorno de satisfacción social y seguridad social
que hace posible que los individuos ejerzan sus libertades negativas y los derechos políticos
libres de la coacción externa propia de las reglas del mercado.

Globalización

Estas características del estado-nacional han entrado en crisis con la globalización.


Con el término globalización se hace referencia al proceso de internacionalización de los
sistemas económicos, políticos, sociales y culturales que hace que los mercados, los
sistemas de gobierno, las sociedades y las culturas se entiendan en términos globales, no
limitadas por fronteras territoriales. La interrelación de la economía mundial con la política
interior de un Estado nación, la cooperación interestatal, la integración social a escala
mundial que traen consigo las redes telecomunicativas, el multiculturalismo en regiones
delimitadas territorialmente, etc, son fenómenos que se asocian a los procesos de
globalización. “[El] empleo [d]el concepto de globalización [se utiliza] para la descripción
de un proceso, no de un estado final” (p. 90), es decir, el paso de un mundo de Estados-
naciones a una sociedad mundial interdependiente, donde no se reconocen las fronteras
nacionales, no ha llegado a su fin, en el momento actual esa transformación está en una fase
en la que el paradigma debe redefinirse.

Estos procesos de globalización, por sí mismos, no representan una imposibilidad


para el desarrollo del proceso democrático, pero si representan un problema para el modo
de legitimación democrática propuesto en el esquema conceptual del Estado-nación. Vale
aclarar que la intención no es realizar juicios valorativos sobre la globalización, no se trata
de decir si es buena o mala, el objetivo es realizar un diagnóstico sobre la forma de
legitimidad democrática de los Estado-nación, ante lo cual la globalización se presenta
como un fenómeno fáctico, como una situación que se da en la política real. La idea es
hacer de este fenómeno fáctico un desafío político, por lo cual es necesario, no la
valoración del fenómeno mismo, sino el cambio de paradigma desde el cual el fenómeno
pueda ser afrontado políticamente.

II. Cómo afecta la globalización a las características del Estado-nación


democrático

Después de especificar las características de los Estados nacionales, y de presentar


los procesos de globalización como un fenómeno fáctico, es necesario mostrar en qué
medida ese fenómeno afecta la legitimidad democrática en el marco conceptual de los
Estados-nación.

ad a) La administración pública, con el fenómeno de la globalización, se enfrenta


con la imposibilidad de regular problemas globales que se escapan de las fronteras de un
Estado determinado. El mejor ejemplo de un problema a escala global son los desastres
ecológicos que, como problemas que traspasan las fronteras nacionales, corresponde
afrontarlos a toda la humanidad. La imposibilidad del Estado-nación de regular estas
situaciones radica en que el margen de acción política se encuentra limitado al propio
Estado, por lo que una regulación a escala mundial se escapa de su poder administrativo.

Por su parte, la autonomización del mercado, que supone que el mercado sólo se
regula por las mismas reglas del mercado, la velocidad en el flujo del capital, la disposición
de las economías nacionales a imponerse en un sistema económico de competitividad
global hace que el sistema fiscal, del cual se sustenta el Estado, pierda su poder adquisitivo,
es decir, hacen que la mano invisible, de la que hablan los neoliberales, sea la encargada de
regular los mercados y, por tanto, de ejercer las competencias que por definición le
corresponde al Estado.

ad b) La discriminación entre asuntos internos y asuntos externos, es decir, entre


política interior y exterior, heredera del paradigma moderno del Estado-nación, también
resulta insuficiente ante el fenómeno de la globalización. El principio de soberanía
territorial que sostiene esta diferencia limita las decisiones políticas a un determinado
territorio, mostrando el Estado como un todo autosuficiente que no contempla la
posibilidad de lazos de integración interestatal. Las relaciones interestatales se muestran
bajo este modelo como un campo en el que los Estados interactúan sólo con el objetivo de
conseguir una ventaja competitiva en una economía a escala global. Los procesos de
globalización nos muestra que cada vez más Organizaciones internacionales están
apareciendo, las cuales se componen no sólo de relaciones interestatales, sino que también
se componen de actores autónomos no gubernamentales. Esta multiplicidad de actores que
aparecen a escala global muestra otro tipo de fronteras que no se identifican con las de
delimitación territorial y resalta la necesidad de redefinir la soberanía nacional en términos
no territoriales.

ad c) La forma de legitimación democrática de la constelación nacional está dada


por la idea de una identidad cultural, que crea lazos de solidaridad entre individuos al
interior de un cuerpo político, es decir, un conjunto de individuos se asocian con el fin de
gobernarse a sí mismos en la medida que se identifican como connacionales, esto es, en la
medida que comparten ciertas características comunes de origen, raza, religión, lengua, etc.
De nuevo el análisis de una sociedad mundial interconectada trae consigo ciertos problemas
que este modelo no es capaz de enfrentar.

Por ejemplo, aunque los Estados han tratado de cerrar sus fronteras y de esta manera
rechazar todo lo extraño, negando la entrada a no otorgándole la nacionalidad a todos
aquellos individuos que no comparten la misma identidad cultural, el fenómeno de la
inmigración es una realidad que se ha propagado por todo el mundo. Este fenómeno
provoca que en una misma comunidad política confluyan múltiples visiones
comprehensivas -por utilizar la expresión rawlsiana- del bien y de la vida buena, es decir,
provoca que la cultura originaria confluya con una pluralidad de nuevas culturas.

En principio el Estado-nación no es capaz de afrontar este problema ya que


fundamenta el proceder democrático en una solidaridad natural, esto es, prepolítica. Sin
embargo, este modelo, bajo la forma de un Estado constitucional democrático, transforma
la solidaridad prepolítica en solidaridad abstracta, es decir, la identidad cultural propia del
Estado, que se asociaba a características comunes, se convierte en una forma de identidad
colectiva dada a través del patriotismo constitucional. El patriotismo constitucional es
producto de la participación intersubjetiva en los procesos democráticos, y se considera
como forma de integración en la medida que cada individuo se reconoce como autor de las
normas que los rigen. En este sentido, la cultura nacional no está dada por la cultura
mayoritaria, sino por la cultura política reflejada en la Constitución.

ad d) El Estado social, que se ha convertido en una forma de legitimación del poder


político, también resulta afectado por la globalización. Las funciones distributivas de los
Estados son cada vez más débiles con la irrupción de un mercado liberal internacional. El
Estado social se está desmontando progresivamente y la asistencia estatal es cada vez más
débil. Esto se debe a que el poder de adquisición fiscal, como analizamos anteriormente, se
ha disminuido ante la velocidad del flujo del capital y ante la fuerza de un mercado global
desregulado. La presión de empresas multinacionales, las políticas económicas dadas por
Organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial,
las relaciones interestatales marcadas por el deseo de competitividad económica a nivel
global, etc., hacen que las políticas interiores de un Estado-nación se subordinen a unas
reglas impuestas exteriormente. Esto implica que el Estado social, entendido desde la
constelación nacional pierde la capacidad de influir en el bienestar social de los miembros
de la comunidad política.

III. Apertura y cierre de exclusas

Frente a la imposibilidad del estado-nacional de ejercer control sobre sí mismo a


causa de la globalización, se plantean dos tipos de discursos, a saber, uno proteccionista y
otro libertario. La retórica proteccionista propone un cierre total de fronteras, impidiendo
así el ingreso de todo lo externo, por su parte, la retórica libertaria, aboga por una apertura
de fronteras tanto sociales como territoriales y así acepta los procesos de globalización
acríticamente. Las fronteras funcionan como exclusas que, reguladas desde el interior de un
Estado-nación, permiten u obstaculizan el ingreso de corrientes sociales, económicas,
culturales, etc. El problema de estas dos retóricas es que, por un lado, la defensa de una
política proteccionista desemboca en un pesimismo que hace de la globalización un mal
que hay que frenar y, por tanto, se convierte en un intento de aislar la comunidad jurídica
de un mundo interconectado; por el otro lado, la defensa de una política libertaria conduce a
la aniquilación del Estado en una red posnacional que no distingue entre sus partes
constitutivas. Para no caer en uno de estos dos extremos la propuesta será proponer una
política de apertura de mundos de la vida a redes de integración funcional global, para
luego clausurarlos y reorganizar estos mundos de la vida.

Al interior de una sociedad se produce una forma de “integración social” dada a


través de los mundos de la vida. Estos se entienden como un conjunto de estructuras
prereflexivas de una comunidad que posibilitan el entendimiento en las prácticas
comunicativas. Cada nueva apertura de fronteras genera un ingreso de nuevos mundos de la
vida que desintegran el mundo de la vida vigente. Ante esta desintegración, es necesario
recurrir a una nueva clausura política para poder reorganizar lo que se ha desintegrado.

La globalización fuerza a los Estados nación a convivir en su interior con una


pluralidad de formas de vida culturales y, asimismo, hace que las fronteras de una forma
social determinada se desvanezcan en redes posnacionales, las cuales obedecen leyes de
mercado. Para afrontar estratégicamente estas situaciones se plantea un equilibrio entre
apertura y clausura política. Los mundos de la vida, que se abren ante una oleada de nuevas
formas de integración social y ante las condiciones de integración funcional del mercado,
tienen que clausurarse para no desvanecerse en redes posnacionales, de esta forma se logra
una reorganización de las formas de integración social nacionales. La apertura de las
fronteras de un mundo de la vida cerrado hace que el individuo se encuentre ante un
universalismo cultural sensible a las diferencias.

El equilibrio entre apertura y clausura de formas de integración social sólo es


posible si se genera una forma de autocontrol democrático que traspase las fronteras
nacionales, pues aunque se presenta como un proyecto nacional tiene que enfrentarse a un
mundo globalizado.

IV. Futuro unión europea

Ante el panorama que ofrece la globalización es necesario pensar en un nuevo


paradigma posnacional y, por tanto, en nuevas formas de autocontrol a escala
supranacional, buscando así consolidar un modelo de democracia posnacional. Como un
buen ejemplo de nuevas formas de autocontrol democrático se analizará la Unión europea,
el cual es un intento de consolidar un modelo posnacional a escala continental.

La unión europea es un organismo supranacional que busca incrementar la


integración económica, política y social entre los Estados europeos miembros. Esta idea de
una democracia a escala europea tiene defensores y adversarios, y el tema de debate versa
sobre las siguientes cuestiones:

a) Final de la sociedad del trabajo:

La tesis del final de la sociedad de pleno empleo sostiene la idea de que al Estado-
nación se le escapa la posibilidad de regular el mercado de modo tal que todos los
miembros de la comunidad política puedan ejercer una labor retribuida salarialmente. Los
procesos de globalización muestran una sociedad cada vez más desigual en términos
económicos. La competencia económica global hace que las condiciones de empleo se rijan
por una racionalidad productiva, es decir, que las reglas del mercado se conviertan en el
factor determinante de la oferta laboral. El desmantelamiento de las políticas de bienestar
social y de regulación de los mercados hace que la responsabilidad del empleo, que
originariamente tiene la sociedad, se traslade al individuo. Ante el fin de la sociedad del
pleno empleo, analizada bajo el modelo nacional, se requiere una respuesta de tipo
posnacional que afronte esta dificultad.

b) Neoliberalismo y justicia distributiva

El sistema económico neoliberal que impera en Europa se presenta insensible ante


las políticas de bienestar social. Ante la disputa entre justicia social y eficiencia del
mercado el neoliberalismo da una respuesta bastante cínica: los mercados eficientes
promueven una justa distribución de las riquezas mediante un sistema de intercambio que
garantiza condiciones de igualdad entre contratantes.

“El producto, lo que se compra, o el beneficio, es decir, lo que uno recibe, está en una
relación de ‘equivalencia’ con lo que se aporta, o lo que es lo mismo, con el gasto, la oferta o el
depósito, de forma que si y sólo si se produce el acuerdo, es decir, la conformidad de ambas partes,
ésta tiene lugar bajo condiciones estándar: los participantes deben tener la misma libertad de decidir
según sus propias preferencias.” (p.123)

Esta respuesta, que se hace llamar normativa, se basa en la idea de que en la sociedad sólo
hay hombres libres que contratan entre sí con ciertas garantías jurídicas, provocando un
intercambio justo en medio de una libre competencia.

El anterior argumento presenta dos problemas de carácter normativo. En primer


lugar, el concepto de persona propuesto es meramente instrumental y no moral. Esto quiere
decir que concibe a los individuos como racionales egoístas que buscan satisfacer sus
deseos a través de los medios más eficaces para conseguir dicha satisfacción. Desde esta
perspectiva, hay un reconocimiento del otro como un medio útil para alcanzar un fin y no
como una persona con carácter moral, con dignidad humana, como un fin en sí mismo. El
segundo problema que presenta esta perspectiva neoliberal es la consideración de que el
sistema jurídico se agota en la protección de las libertades negativas y no contempla la
posibilidad republicana de unos derechos políticos que garanticen el ejercicio de la
autonomía publica, es decir, no desarrolla la idea de las protecciones jurídicas de individuos
que se autorregulan por medio de procedimientos democráticos.
Estas consideraciones normativas, fuera de las consideraciones que podrían
realizarse sobre política real, muestran la indiferencia del neoliberalismo por políticas de
bienestar social y justicia distributiva, la preferencia por un mercado desregulado y la
ingenua creencia de un mercado que ejerce un autocontrol sobre sí mismo, generando de
esta manera una justicia de intercambio procurando así una distribución social de la
riqueza.

c) Posibilidad de la unión europea de suplir competencias del estado-nación

La posibilidad de una política de bienestar social europea que haga frente a los
problemas del fin de la sociedad de pleno empleo y a la indiferencia del neoliberalismo por
políticas redistributivas se puede lograr por medio del análisis del papel que cumple la
Unión Europea en cuanto a la integración estatal. Si la Unión Europea propone una
integración estatal negativa que busque acuerdo entre intereses nacionales, se reduciría a un
mediador entre intereses económicos nacionales que buscan imponerse competitivamente.
Pero si la integración es positiva, es decir, si propone medidas correctoras al mercado,
podría lograr una armonización entre política social y política del mercado de trabajo.

d) Identidad colectiva posnacional

La intención de consolidar una democracia posnacional a nivel europeo debe


legitimarse a través de la creación de una identidad colectiva europea. Esta integración debe
ser abstracta, es decir, no se trata de elevar las distintas nacionalidades europeas y
unificarlas en la idea de una nación europea de carácter prepolítico, sino de formar lazos
abstractos mediante la idea de una ciudadanía europea. La concepción de una nación con un
destino histórico fracasa ante el multiculturalismo que presenta una unión de Estados-
nación pluriculturales en sí mismos. Una solidaridad cívica, fundamentada en la idea de una
comunidad europea que actúa sobre sí misma, crea lazos de integración entre los individuos
en la medida que se reconocen como coautores de las normas que los rigen.

Todas estas reflexiones muestran los desafíos que debe afrontar una Unión europea
de carácter político. Así, esta organización requiere de una mayor soberanía, es decir, de
una mayor posibilidad de administración y de regulación, para lo cual es necesario que los
Estados le otorguen más poder mediante la unificación de los tratados que la regulan en una
única Carta política. Esta Carta política europea se debe entender como una ley
fundamental y debe contener los principios fundamentales de organización y
administración. Este proceso sirve de base para la posterior constitucionalización de los
principios de regulación europea, pero ésta sólo será posible cuando el procedimiento
democrático se dé efectivamente como modo de autocontrol político europeo.

El intento de una democracia posnacional a nivel europeo no sólo implica una forma
de identidad colectiva europea, sino que también supone la creación de un espacio público
europeo, que puede ser institucional o no institucional, en donde se delibere sobre asuntos
de interés común para Europa y, de esta manera, se forme una opinión y voluntad política
europea.

V. Política interior mundial

La intención de presentar los problemas de legitimación democrática que afrontan


los Estados-nación, una posible política de apertura y cierre de fronteras y el intento por
justificar la construcción Unión Europea es presentar un modelo de legitimación
democrática global, con fundamento en un nuevo paradigma político. El título del artículo,
La constelación posnacional y el futuro de la democracia, presenta un proyecto
cosmopolita democrático que enfrenta la crisis actual del modelo nacional. Bajo la consigna
de una política interior mundial se presenta una democracia libre de sus cadenas nacionales.

La constelación nacional supone el hecho de que la democracia sólo puede darse en


al ámbito interno de los Estado-nación y que las relaciones internacionales se agotan en la
negociación interestatal. El nuevo paradigma de una constelación posnacional abre la
posibilidad de una democracia trasnacional con base en el principio discursivo. El principio
normativo “sólo son legítimas aquellas normas que puedan ser aceptadas por todos los
posibles afectados como participantes en discursos racionales” puede ser elevado a un nivel
supranacional. Estos posibles afectados, que en la esfera nacional se identificaban con los
individuos se multiplican. La constelación posnacional presenta una pluralidad de actores
que no se identifican sólo con los individuos o con los Estados-nacionales. La posibilidad
de participación democrática de individuos, movimientos sociales, Estados-nacionales,
Organizaciones no gubernamentales, Asociaciones interestatales, etc., hace de la
constelación posnacional un escenario polifacético.

La idea de una democracia cosmopolita presenta otro desafío, la creación de una


forma de identidad colectiva que cree lazos de solidaridad entre los ciudadanos del mundo.
Evidentemente no es posible justificar una solidaridad basada en características
compartidas étnica, histórica, cultural o religiosamente, ya que los actores políticos son
diversos. Más bien se puede crear una solidaridad abstracta entre actores que se
identifiquen con un sistema político internacional en la medida que han participado de la
toma de decisiones mediante los procesos de participación democrática. Es decir, todos los
actores del escenario global se sienten vinculados a una asociación política mundial en la
medida que se autocomprenden como creadores de las normas que los rigen. A esto se
refiere la expresión política interior mundial, a la posibilidad de trasladar el modelo de
política deliberativa que se ha presentado en el marco nacional a una constelación
posnacional, logrando una integración mundial a través de los procedimientos democráticos
de creación del derecho. Esta idea de una política interior mundial no supone un Estado
mundial, sino que implica la idea de una asociación internacional de Estados-nación.

Hasta ahora, la ONU es el mejor intento de creación de una organización mundial,


sin embargo es muy pobre. Carece de un poder suficiente para tomar medidas que busquen
una corrección del mercado, es decir, de elaborar una política distributiva a escala global.
Asimismo, carece de un fundamento sólido de legitimación democrática y sus formas de
operación administrativa dejan mucho que desear. Sin embargo, es un buen comienzo para
alcanzar ese proyecto cosmopolita de una democracia mundial que no distinga entre interior
y exterior y, por tanto, que haga de todos los posibles actores políticos ciudadanos del
mundo.

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