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1.

Crisis orgánica en los partidos políticos peruanos

Hablar de crisis de partidos políticos es habitual. Sin embargo es necesario hacerlo.


Existen enfoques diferentes. Algunos tratan de apartarlos definitivamente de la
intermediación política (estado-sociedad), otros consideran como el único causante de los
problemas al modelo neoliberal. Lo innegable es que el problema existe y tiene un alcance
macro.

Esta crisis de los partidos en nuestro país no es la primera y tampoco será la última que se
viva. El desarrollo dinámico de las sociedades traen consigo nuevas corrientes de
pensamiento social que finalmente se expresan en nuevos partidos políticos, tal como lo
ocurrido a finales del mandato del presidente Leguía 1929, con la desaparición definitiva
del Partido Civil, de Manuel Pardo, el Partido Demócrata, de Nicolás de Piérola, del Partido
Constitucional, de Cáceres y otros, que fueron superados por la incursión de nuevas
corrientes de pensamiento social de esa época, expresadas en el aprismo, con Víctor Raúl
Haya de la Torre, el Socialismo con J. C. Mariátegui y después en el comunismo con sus
diferentes denominaciones, etc. cumpliéndose así, el proceso de superación dialéctica (ley
de negación dialéctica).

Tal pareciera que el destino de los llamados partidos tradicionales en nuestro país, es vivir
la misma suerte de los anteriores, concluir su ciclo de vida. Durante la década del ochenta,
la organización y funcionamiento del Estado y la denominada clase política fue el eje
fundamental de la sociedad peruana. A partir de los noventa tuvo un giro radical
«convirtiéndose en el causante de todos los males del país, según los neoliberales». Razón
principal de la actitud de desaprobación y notorio rechazo de la sociedad hacia todo lo que
significa la alusión a la política y a los partidos políticos tradicionales principalmente,
situación que con mayor intensidad vivimos en estos tiempos, ¡Bastaron solo diez años!, a
partir de 1990, fue que surgen los «independientes» en nuestro país como líderes de la
«Nueva Democracia» sin los partidos tradicionales; significaba «el ansiado cambio» para la
sociedad peruana y con el solo respaldo de grupos de amigos o socios, orgullosos de no
ser «políticos» y no haber pertenecido antes a partidos políticos.
Crisis orgánica, originada por los conflictos internos de sus dirigentes por el poder
generando divisiones profundas irreconciliables, la lucha generacional de sus jóvenes
militantes por alcanzar las dirigencias y la resistencia de los viejos por mantener el poder
interno, Sus bases en su mayoría se encuentran frustradas por diferentes motivos, el
manejo orgánico de cúpulas de amigos o familiares, etc. Todo provoca una crisis orgánica
que afecta seriamente sus estructuras internas.
2. Crisis moral en los partidos políticos peruanos
Crisis moral, sus dirigentes instauraron círculos amicales o de interés por lazos familiares
en las cuales rotan los cargos diligénciales y esto origina frustración en otros aspirantes
que por lo general terminan abandonado los partidos y forman los independientes, existe
una pobreza moral muy profunda en los grupos dirigenciales. Es claramente notorio que los
intereses son más personales que los del partido y es la razón de la lucha política, que
desarrolla tremendamente el lobismo político de corrupción y las negociaciones de cupos
de candidatos en tiempos de elecciones, aprovechamiento de los cargos públicos de
pequeñas cúpulas preferenciales en periodos de gobierno. Todas estas acciones hacen
que los partidos se degeneren moralmente y caigan a extremos de asemejarse a
organizaciones ilícitas.
3. Los riesgos de vivir sin partidos políticos solidos
La falta de agrupaciones políticas eficientes que refuercen la representación
ciudadana y respalden el proyecto político de quien llega al gobierno genera, cuando
menos, conflictos sociales que suelen poner en jaque al Estado, pero también la irrupción
de grupos que, como el Movadef, solo debilitan la democracia.
Francesca García.

Imagine un club de fútbol en el que los socios no se sientan representados por su dirigencia.
Con una institución ineficiente y sin un equipo que respalde sus decisiones, el grupo en el
poder deberá lidiar con conflictos entre sus miembros, problemas que, a su vez, serán
difíciles de resolver por su poca capacidad de negociación. Con jugadores principales
novatos, ajenos a una mística de equipo y propensos a marcar autogoles, el sistema y la
forma de seleccionar del equipo se pondrían en duda.
Ahora llame a ese club 'Perú', y verá cómo la metáfora deportiva se refleja claramente
en nuestra realidad política.

Durante varias décadas el Perú ha visto interrumpida su línea de democracia por regímenes
autoritarios que aprovechan los vicios del sistema para alzarse como la solución a los
problemas. La causa principal, se dice, es la ineficiencia del sistema político en
general, y de los partidos en lo específico.

Dicta la doctrina que la democracia moderna es una democracia de partidos. Estos últimos,
entendidos como un engranaje que facilita al grupo en el poder las condiciones necesarias
para la búsqueda de consensos que le permitan gobernar. En nuestro país,
contraviniendo la teoría, más de un régimen ha gobernado sin este soporte.
GOBERNAR SIN PARTIDOS

A partir del 2001, tras la caída del régimen autoritario de Alberto Fujimori, con el gobierno
de transición de Valentín Paniagua y posteriormente durante la gestión de Alejandro
Toledo, se inició la reestructuración de las instituciones del Estado y el
fortalecimiento de los partidos políticos.
Elegido presidente luego de protagonizar la oposición contra el gobierno de Alberto
Fujimori, Alejandro Toledo llegó al poder en julio del 2001 con Perú Posible, agrupación
fundada en 1994. Su gestión evidenció, entre conflictos sociales y escándalos
políticos, los límites de una democracia sin partidos sólidos.

Con un grupo mejor constituido, en el quinquenio siguiente Alan García gobernó con
menos altibajos que su antecesor y forjó –con el apoyo de la bancada fujimorista– una
mayoría en el Congreso que le permitió impulsar normas. Pese a lo anterior, no fue ajeno
a las protestas sociales y su maquinaria partidaria no evitó tragedias como la de
Bagua.
Por su parte, Ollanta Humala llegó a la Presidencia de la República en julio del 2010 con
la coalición electoral Gana Perú, integrada por el Partido Nacionalista y varias
agrupaciones de línea izquierdista.

Fundado en el 2005, el PNP era una agrupación en pañales cuando se aventuró a su primer
intentó presidencial. La alianza electoral que formó junto a Unión Por el Perú (UPP) perdió
las elecciones generales frente al Apra. Sin embargo, se convirtió en la segunda
fuerza política en el Parlamento.
Lo que siguió encaja en las historias pasadas. El débil vínculo que agrupaba a la bancada
opositora se evidenció con la separación de quienes habían sido elegidos por UPP y no
faltaron los nacionalistas que resaltaron por los escándalos.

"BAJA" DEMOCRACIA

Steven Levitsky, politólogo y profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Harvard,


explica que la principal consecuencia de un gobierno sin un Estado eficiente y el respaldo
de un partido político sólido es la baja calidad de la democracia. Esto –añade– si bien no
implica la “muerte” del sistema, sí es un factor que provoca una desvinculación entre
los que gobiernan y los ciudadanos.

"Los conflictos sociales se generan porque el gobierno no tiene lazos sólidos con las bases,
no tiene cuadros, operadores y aliados en los gobiernos locales”, explicó.
El analista añadió que lo anterior provoca que, al no poder asegurar la gobernabilidad a
través de un engranaje propio, el grupo de poder intente conseguirlo por medios que a
veces son poco transparentes y que suelen dar paso al "clientelismo" y la
"corrupción".

La elección de los llamados outsiders –novatos en la política– es otro de los más fuertes
pasivos. Levitsky opina que en países con agrupaciones partidarias sólidas las personas
electas suelen ser políticos de carrera con una experiencia previa de gobierno,
condición que "reduce los autogoles” en el manejo de un país y permite afrontar
mejor las crisis.
“Si repasamos los últimos 20 años en América Latina, los presidentes que han respondido
a las crisis con medidas autocráticas, cerrando Congresos con autogolpes, casi siempre
son los que no tienen experiencia, como Fujimori, (Rafael) Correa, Chávez y Lucio
Gutiérrez. Los políticos experimentados suelen saber responder a la crisis de una
forma más democrática", sentenció.

El politólogo Rodrigo Barrenechea considera que cuando un gobierno no cuenta con


partidos políticos que cumplan con la función de canalizar los "conflictos"
y "contradicciones" de ciertos sectores, llegar a acuerdos en las decisiones políticas
es muy complicado.
"Lo que requieres es capital organizativo, y un partido puede ser utilizado para armar
redes de apoyo que le permitan sostenerse", refirió.
4. Los partidos políticos personalistas en Peru
El carácter personalista de nuestras agrupaciones políticas es una herencia de la crisis de
partidos de fines de los años 80, opina a su turno Nelson Manrique. El sociólogo e
historiador refiere que la violencia generada por los grupos terroristas y la crisis económica
del primer gobierno de Alan García derivó en un desprestigio de las agrupaciones
políticas que posteriormente se profundizó con Alberto Fujimori.

“Fujimori inauguró el estilo de gobierno en que se dice una cosa y se hace otra. Constituyó
un poder personalista y de ahí en adelante hemos vivido en esa lógica”, sostuvo.
Otro riesgo de un gobierno con un partido desarticulado, opina Rodrigo Barrenechea, es la
imposibilidad de “legitimar” su proyecto político, es decir, que no cuente con representantes
en distritos, provincias y regiones que trabajen para conseguir el apoyo social
necesario, dejando el riesgo de que se busquen a ello soluciones "policiales y
militares”.

“Muchos de los que gobiernan regiones y municipios son operadores políticos sin partidos
y se dedican a canalizar su propia carrera política o la de líderes o grupos poco orgánicos
cada cuatro o cinco años. No trabajan para ningún proyecto de largo plazo”, precisó.
Por su lado, el historiador Antonio Zapata reconoce que en el Perú no existe una tradición
de partidos políticos y que, por el contrario, el electorado ha inclinado la decisión de su
elección por personas más que por organizaciones.

Zapata coincide con Manrique y Barrenechea en que la dirección que tome el gobierno de
Humala dependerá del equipo que logre formar y con quienes diseñe y ponga en
práctica las políticas de gobierno.

Lo anterior, añade Levitsky, dependerá además del crecimiento de la economía, que frente
a los problemas podría brindarle al gobierno actual "cierto margen de maniobra".

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