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33 La Trinidad El Misterio de Dios PDF
33 La Trinidad El Misterio de Dios PDF
CATEQUESIS
MONS. ESTEBAN ESCUDERO
OBISPO DE PALENCIA
La “señal de la cruz”.
Los cristianos comenzamos la Santa Misa y otros actos de piedad con unas
palabras que condensan brevemente el misterio central de nuestra fe en Dios:
“En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Igualmente, el
sacerdote, en algunas ocasiones, saluda al pueblo diciendo: “La gracia de
nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo
estén con todos vosotros”. Profesamos así el misterio del Dios Trinidad.
La Trinidad es un misterio, sin ninguna duda. Por otra parte no podría ser de
otra forma, tratándose de la misma realidad divina, que supera infinitamente
nuestras capacidades de comprensión intelectual. Pero quizás la catequesis ha
subrayado tan sólo un aspecto, el de la lejanía y de su incomprensibilidad. Hay
que subrayar, no obstante, otro aspecto del misterio de Dios, quizás más
sorprendente: el Dios trinitario como presencia en la historia de la salvación y
en el alma de la persona bautizada.
Sabemos que Dios no es soledad, sino que, en la unidad de su naturaleza
divina –hay un solo Dios-, es Padre, Hijo y Espíritu Santo. El Padre ha enviado
al mundo a su Hijo Unigénito para redimirnos y al Espíritu Santo para
santificarnos y llevarnos hacia él. La misión del Hijo y del Espíritu, tal como nos
la presenta la revelación cristiana, nos ha manifestado el misterio de Dios.
Por las palabras y por la vida de Jesús conocemos que Dios es su Padre. De él
procede y su misión en el mundo es cumplir la voluntad de salvación a los
hombres, que el Padre le confió. Cuando Jesús muere y resucita, terminada ya
su obra en el mundo, nos envía al Espíritu Santo, la tercera persona de la
Santísima Trinidad, para santificarnos y para llevar al hombre y a su Iglesia
hacia la verdad plena de lo que él nos ha enseñado.
Por eso la oración del cristiano va siempre dirigida al Padre, en unión con el
Hijo, nuestro hermano, y por el influjo del Espíritu de santidad en nosotros.
El evangelio según San Mateo termina con el mandato de Jesús: “Id, pues, y
haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28, 19). Es el anuncio de la Trinidad de Dios.
En el comienzo del evangelio según San Juan se nos dice que: “En el principio
existía el Verbo y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios...Y el Verbo
se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria
como el Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,1.14). Se nos
habla, pues, de Dios como Padre del Verbo. Este Verbo, Jesucristo, es el Hijo
Unigénito del Padre. Y este Verbo de Dios se hizo carne. Por lo tanto, hay que
distinguir entre Dios Padre y el Verbo que estaba junto a Dios y del que se dice
que era Dios. Tenemos, pues, dos realidades: el Padre y el Hijo. Y de ambos
se dice que son Dios. El Padre es Dios. El Verbo encarnado es el Hijo de Dios.
En otro lugar del evangelio, Jesús promete a sus discípulos que enviará al
Espíritu Santo: “El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús en pie gritó: ‘El
que tenga sed, que venga a mí y beba el que cree en mí; como dice la
Escritura: de sus entrañas manarán ríos de agua viva. Dijo esto refiriéndose al
Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en él. Todavía no se había
dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado” (Jn 7, 37-39). Textos
como éstos son muy abundantes en los libros del Nuevo Testamento.
46. ¿Qué nos revela Jesucristo acerca del misterio del Padre?
Jesucristo nos revela que Dios es «Padre», no sólo en cuanto es Creador del
universo y del hombre sino, sobre todo, porque engendra eternamente en su
seno al Hijo, que es su Verbo, «resplandor de su gloria e impronta de su
sustancia» (Hb 1, 3).