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lemnidad excepcional de su promulgación.

El papa secuencias más obvias para el momento actual, se


Pío XII había hecho ya algo a este respecto en su sobreentiende que es con el único objeto de aclarar
famosa enCÍclica Mediator Dei. Pero la doctrina de la doctrina misma en cuanto sea posible. Porque éste
la Constitución Conciliar está mucho más elaborada, es el propósito principal de los Padres conciliares.
y se nos presenta en un texto que no es una simple Creemos que su doctrina puede resumirse adecua-
exhortación paternal -por mucho que se acentúe en damente en cinco puntos fundamentales. El primero
ella este matiz-, sino una formulación solemnÍsima es que la liturgia es la encarnación del gran misterio
de la doctrina de la Iglesia. Todos los obispos cató- de nuestra fe, fuente de toda la vida espiritual de
licos, a una con el sucesor de Pedro, aparecen aquí los cristianos, denominado por el Concilio como el
ejerciendo su magisterio en su forma más terminante: misterio pascual de Cristo, que muere y resucita para
«PauLus, episcopus, servus servorum Dei, una curn salvarnos. El segundo punto es que, por consiguiente,
Patribus concilii, ad perpetuam rei memoriam ... Pa- este misterio es, con toda propiedad, el misterio del
blo, obispo, siervo de los siervos de Dios, juntamente culto cristiano, no sólo porque está en la base de la
con los Padres conciliares, para perpetua memoria ... }} liturgia de la Iglesia, sino porque hace de todos sus
En este caso no se trata de un decreto sobre proble- miembros los adoradores, en espíritu y en verdad,
mas disciplinares, sino de una constitución, esto es, que busca el Padre. El tercer punto no es más que
de una irrevocable declaración de lo que cree la Igle- una consecuencia del segundo; el misterio litúrgico
sia. Por tanto, aunque no se incluya ninguna nueva es también el misterio de la Iglesia, no sólo porque
definición dogmática sobre cualquier punto .doctrinal su proclamación al mundo y su continua celebración
en concreto, este texto expone, en primer lugar, lo es el gran ministerio confiado a su cuidado, su que-
que la Iglesia entiende por liturgia. Es cierto que hacer apostólico, sino porque es también el misterio
esta doctrina se presta a ulteriores desarrollos de tipo de su propia vida, de su constitución como cuerpo
práctico, distintos de los expresamente formulados místico del mismo Cristo.
para el momento presente, y que, incluso, es posible Luego trataremos de descubrir el papel tan cen-
que esta misma doctrina tenga que ser complemen- tral que ha de desempeñar la liturgia en toda la ac-
tada en el futuro. Pero lo que no puede ocurrir es tividad de la Iglesia. El Concilio la considera como
que deje de ser nunca la doctrina fundamental de la la cumbre a la cual tienden las actividades misione-
Iglesia en lo que respecta a lo que ella hace en sus ras de la Iglesia y, al mismo tiempo, como la fuente
actos de culto. Por ello, aunque mencionemos aquí de la que ha de manar toda la vida cristiana.
algunas de las principales aplicaciones de la doctrina Veremos finalmente cómo el Concilio pone bien
enseñada por el Concilio señalándolas como sus con- de manifiesto que la liturgia, además de presentar-
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nos el misterio objetivamente considerado, con su ro- 1. EL MISTERIO PASCUAL
paje sacramental, trata de intensificar nuestra más
provechosa recepción del mismo: nuestra respuesta
subjetiva al maravilloso don divino de la gracia.

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La Constitución Conciliar se abre con una afir-
mación cuyo alcance no puede pasar inadvertido.
La Iglesia sanciona con ella uno de los principa-
les puntos sostenidos por aquellos teólogos que han
contribuido a darIe al movimiento litúrgico su ver-
dadera importancia. Más concretamente, representa el
fruto más logrado del trabajo de adalides tales como
Dom Odo Casel y con él toda la escuela de Maria-
Laach, que recibe ahora su debido reconocimiento. No
es mi intención, por supuesto, afirmar que con ello
se canonizan todas las teorías de tales pensadores re-
ligiosos. Sería mejor decir que la autoridad suprema
de la Iglesia ha esclarecido ahora lo que hay de ver-
dad incontrovertible en el pensamiento de estos pala-
dines y lo que son meras hipótesis'uopinione? per-
sonales. Sin embargo, hasta:h;ace:bl'enpq'~o se venía
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rechazando sin discriminación alguna este mismo nú- na una forma de predicación muy al uso todavía, se
cleo de verdad a la vez que las demás teorías, más refleja con más claridad en el artículo siguiente.
o menos discutibles. Aun en el mismo Concilio se «(Por esta razón, así como Cristo fue enviado por
pudo oír voces sosteniendo que afirmar que la litur- el Padre, El a su vez envió a los apóstoles, llenos
gia es el misterio de salvación, que se proclama y del Espíritu Santo. No sólo los envió a predicar el
realiza ahora en nosotros, carece de sentido: es una Evangelio a toda criatura y a anunciar que el Hijo
idea vaga y quimérica, dudosamente 'Ortodoxa, com- de Dios, con su muerte y resurrección, nos libró del
pletamente ajena a la sana teología, y cosas por el poder de Satanás y de la muerte, y nos condujo al
estilo. reino del Padre, sino también a realizar la obra de
Pero, a pesar de estas continuas objeciones o mal- salvación que pr'Üclamaban mediante el sacrificio y
entendidos, el Concilio ha decidido declarar ahora, los sacramentos, en torno a los cuales gira toda la
como la base en que se asienta su doctrina sobre la vida litúrgica ... »
liturgia, que «(Cristo) realizó su obra principalmen- Así, pues, la conclusión que se deduce de este
te por el misterio pascual de su bienaventurada pa- texto es que, «desde entonces, la Iglesia nunca ha
sión, resurrección de entre los muertos y gloriosa as- dejado de reunirse para celebrar el misterio pascual:
censión. Por este misterio, 'c'Ün su muerte destruyó leyendo 'cuanto a él se refiere en toda la Escritura'
nuestra muerte y con su resurrección restauró nues- (Lc 24, 27), celebrando la eucaristía, en la cual 'se
tra vida.' 1 Pues del costado de Cristo dormido en la hace de nuevo presente la victoria y el triunfo de
cruz nació 'el sacramento admirable de la Iglesia en- su muerte,' 3 y dando gracias al mismo tiempo 'a Dios
tera'» 2 (art. 5). por el don inefable' (2 Cal' 9, 15) en Cristo Jesús,
Esto da paso a una visión de la acción salvífica 'para alabar su gloria' (Ef 1, 12), por la fuerza del
de Cristo y, más en general, a una comprensión de Espíritu Santo» (art. 6).
toda la fe cristiana, que pone todo su énfasis no en Estos textos admirables nos devuelven con toda
algunas nociones abstractas, sino en la unidad vivien- su lozanía una visión del cristianismo que ya tenían
te de la obra de la salvación que ha de hacerse nues- los Padres de la Iglesia, tanto griegos como latinos,
tra en la Iglesia a través de su sacramentalidad. Pero orientales y occidentales. Con ello se significa, una
esta visión, tan distinta de la mentalidad que im- vez más, que la fe no es solamente un asentimiento "\
pregna muchos manuales de teología y que condicio- a una serie de proposiciones dogmáticas, sino un ha-
cerse cargo de que hay una historia divina y humana
Prefacio pascual del misal romano.
1
Cf. la oración después de la 2.&lect. del sábado santo, an-
2 3 Conc. Trid., seso XIII (11 oct. 1551), Decr. De Ss. Eucha-
tes de la reforma de la semana santa. ristia, c. 5.

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que debe y puede ser, de hecho, nuestra propia his- por considerar que había ido demasiado lejos. Como
el mismo Concilio declara abiertamente, ésta es la
toria. Esta historia no es otra que la historia sagrada
de nuestra salvación. Como tal, ha ocurrido ya de posición de la Iglesia; y es inalterable porque está
una vez y para siempre, alcanzando su punto culmi· refrendada precisamente por toda la Escritura. La
nante en la vida de nuestro Señor y, particularmente, Iglesia ha entendido siempre que la palabra de Dios
en su cruz. Pero, a pesar de ello, nos atañe directa- da de sí esta conclusión, y que pasarla por alto sería
mente a cada uno de nosotros. Lo cual no significa darle la espalda a su divino Maestro.
simplemente que la historia de la salvación ha de Es preciso reconocer, al llegar a este punto, que,
tener mayores consecuencias todavía. Más bien sig- en su afán por sacar a luz esta idea, la escuela de
nifica que nosotros estábamos -todo el género hu- Maria-Laach dio quizá la impresión, algunas veces, de
que esto era algo que pertenecía al pasado, que pro-
L mano lo estaba- envueltos en ella. Y, sobre todo, venía de una cultura religiosa que no podía ser res-
que debemos sentirla ahora de forma misteriosa, pero
tablecida de nuevo. El intento de explicar el miste-
plenamente real, como parte de nuestra propia his-
toria. Al citar a san Pablo y declarar el verdadero rio cristiano, apoyándose exclusiva o principalmente
sentido de sus palabras, el Concilio dice: « ... por el en los misterios paganos de los primeros siglos, fue
bautismo los hombres son injerÚtdos en el misterio más o menos desafortunado porque, aun a pesar de
los deseos de sus mismos promotores (Dom Casel
pascual de Jesucristo: mueren con El, son sepultados
con El y resucitan con El; 4 reciben el espíritu de adop- y sus disCÍpulos), tendía a oscurecer la originalidad
ción de hijos 'por el que clamamos: Abba, Padre', creadora y perenne validez que se aprecian en aque-
y se convierten en los verdaderos adoradores que lla dimensión tan importante del cristianismo. No
busca el Padre)) 5 (art. 6). obstante, el Concilio se limita a dejar de lado todas
Esta visión de la fe, que era la de los Padres y las polémicas inútiles que han surgido a propósito
que está expresada en los textos tradicionales de la de tal idea equivocada, y nos lleva a las fuentes es-
liturgia católica, no es precisamente una teoría ca- criturÍsticas para atenerse a la definición bíblica del
prichosa que ellos se inventan. Ni es tampoco una misterio.
explicación meramente retórica, más imaginativa que Primeramente presenta el misterio pascual no co-
tea lógica, que debe descartarse por «vaga)) o «desusa- mo el producto de un determinado medio cultural,
da», según han afirmado con insistencia aquellos que, sino como la plenitud de una manifestación de Dios
hasta hace poco, rechazaban el movimiento litúrgico en su palabra, que es también acción, revelación y
acontecimiento salvífico, además de palabra. «Dios,
4 Cf. Rm 6, 4. que 'quiere que todos los hombres se salven y lleguen
5 Cf. Jn 4, 23.
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al conocimiento de la verdad' (1 Tim 2, 4), 'habien- Haremos más extensamente después- la razón de la
do hablado antiguamente en muchas ocasiones de di- i insistencia con que el Concilio señala como requisito
ferentes maneras a nuestros padres por medio de los indispensable para toda renovación litúrgica el fami-
profetas' (Heb 1, 1), cuando llegó la plenitud de los liarizarse con la Escritura para conocerla más y
tiempüs envió a su Hijo, el Verbo hecho carne, un- mejor.
gido por el Espíritu Santo, para evangelizar a los ¿Cuál es, pues, el significado de la palabra «mis-
pobres y curar a los contritos de corazón, como 'mé- terio» en la Escritura, y cuál la clave que ésta mis-
dico corporal y espiritual,' mediador entre Dios y
G
ma nos da para entender la expresión «misteriü pas-
los hombres. En efecto, su humanidad, unida a la
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cuab?
Persona del Verbo, fue instrumento de nuestra sal- En primer lugar, un misterio ('O mejor, eL miste-
vación. Por tanto, en Cristo 'se realizó plenamente rio) en la Sagrada Escritura no es exactamente cual-
nuestra reconciliación y se nos dio la plenitud del quier verdad que debemos aceptar sin ser capaces de
culto divino.' 8 Esta obra de la redención humana y explicarla completamente e incluso de entender. Ni
de la perfecta glorificación de Dios, preparada por es tampoco, como es el caso de algunos cultos del
las maravillas que Dios obró en el pueblo de la an- paganismo de última época, un rito sagrado reser-
tigua alianza, Cristo la realizó principalmente por el vadü celosamente a un clan esotérico y que debe
misterio pascual de su bienaventurada pasión, resu- mantenerse fuera del alcance y conocimientü de los
rrección de entre los muertüs y gloriosa ascensión» no iniciados. Es el gran secreto del designio de Dios
(art. 5). para la salvación del mundo. Tal secreto no puede
Es inmediatamente después de estas palabras cuan- ser descubierto ni siquiera por la más alta sabiduría
do el Cüncilio da la definición de misterio pascual humana. De tal manera sobrepasa su capacidad que
que hemos citado anteriormente. No cabe duda de que no puede cümprenderlo ni aun después de serIe re-
con ellas se pone este misterio en la perspectiva que velado: los sabios de este mundo se quedan sencilla-
le corresponde; la única desde la cual se le puede mente aturdidos cuando se les revela. Les parece
entender plena y adecuadamente. Es la perspectiva como una necedad. Lo cual no resulta tan extraño
de la palabra de Dios que va alcanzando su plenitud si se tiene en cuenta que ni los hombres -por sabios
desde el Antiguo Testamento a través del Nuevo. que sean- ni tan siquiera los mismos ángeles po-
Esta es -adelantémoslo ya ahora aunque lo desarro- drían conocerlo, de no ser por una revelación espe-
cial de Dios y por la comunicación que hace a la
G SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Ad Ephesios, 7, 2.
7 Cf. 1 Tim 2, 5. vez de su mismo Espíritu.
8 Sacramentarium Veronense (Leonianum), ed. C. Mohlberg Esta es la razón por la cual, ya desde el primer
(Roma 1956), n. 1265; cf. también n. 1241, 1248.
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momento en que se habla de él en los capítulos ini-
ciales de la primera carta de san Pablo a los cris- pírituque no nos puede llegar sino gracias a Cristo
tianos de Corinto, este misterio está en estrecha re- "resucitado.
lación con la sabiduría y su manifestación: la reve- El misterio se convierte desde esta perspectiva en
lación de su palabra. la gran revelación de la sabiduría de Dios en Cristo.
En el Antiguo Testamento, sobre todo en el se- y nos llega a nosotros porque la palabra que Dios
gundo capítulo de Daniel, encontramos ya la palabra dirige al hombre alcanza en Cristo su plenitud defi-
«misterio» guardando esta misma relación con sabi- nitiva. Esta palabra es a un tiempo revelación y he-
duría y revelación. Allí se puede ver también desde cho, tanto en Cristo como en toda la Biblia, al que
el primer momento cómo se trata de un secreto que ésta prefiguraba. Se nos revela plenamente en lo que
atañe a la historia humana y cómo ha de a:canzar Cristo dijo, pero todavía más en lo que El ha hecho
su plena realización por la intervención de Dios. El, entre nosotros, en lo que El es y en lo que El re-
que es el único y verdadero rey del mundo y, por presenta para nosotros en su gloria celestial. Se nos
lo tanto, el sabio por antonomasia, aparece en Daniel manifiesta principalmente en su cruz, en la luz que
como el único que sabe lo que sucederá en la ple- ésta arroja sobre toda la historia sagrada que nos
nitud de los tiempos por depender enteramente de preparó a ella, en la luz que arroja también sobre
su voluntad. También en san Pablo aparece Dios co- nuestra propia historia humana, aun cuando nos des-
mo el único que posee una sabiduría digna de tal cubre algo de lo más inescrutable de la vida divina:
nombre. Es decir, sólo El conoce todo el curso de la el amor paternal que Dios nos tiene.
historia porque lo tiene totalmente en sus manos. Su Cuando se nos revela este misterio, toda la Escri-
designio es el que la gobierna, y todas las cosas y tura, toda la historia sagrada, toda la historia hu-
todos los hombres sin excepción alguna han de con- mana, se convierten entonces, a la luz del amor de
formarse a él. La clave definitiva de este designio Dios, en algo maravilloso. Por nuestra parte necesi-
divino es la cruz de Cristo. tamos la ayuda de toda la Escritura si queremos des-
cubrir, por la iluminación interior del Espíritu, lo
La sabiduría de Dios, que va camino de su plena
realización y manifestación definitiva al mismo tiem- que significa la cruz para todos nosotros y para todo
po, sólo puede percibirse en Cristo y, más concreta- el mundo, al enfrentamos con la más profunda ex-
periencia del sufrimiento y pecado del hombre y al
mente, en su pasión y resurrección a la que aquélla
insaciable deseo del corazón humano.
abre paso. Pero, así y todo, esta sabidurfa trasciende
De esta forma logramos pasar del misterio en ge-
toda inteligencia creada de tal manera que sólo puede
ser abarcada por la fe mediante el Espíritu; el Es- neral al misterio pascual. ¿Por qué aplicamos esta
categoría al misterio de la cruz? No precisamente
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separado de entre la multitud de los hombres per-
porque la crucifixión de Cristo tuvo lugar el día en
didos en la indiferencia y en el pecado.
que se celebraba la Pascua, sino porque esta celebra-
El uso del término «Pascua» se explica principal-
ción apuntaba, ya en el Antiguo Testamento y desde
mente por el hecho de que Dios, «visitando» Egipto
un principio, a la cruz, siendo 10 que nos descubriría
la noche en que los hebreos tomaban la comida pas-
definitivamente su significado. El mismo san Pablo,
cual, «pasó de largo» por sus casas. Es decir, salvó.
y con él toda la Iglesia primitiva, entendió e inter-
a los que esperaban la liberación de manos de Dios,
pretó la cruz como la verdadera Pascua, como el
en tanto castigaba a los que hacían burla de ellos
misterio que estaba contenido desde el principio en
y de su fe en El. La muerte iba a entrar al día si-
10 que la Pascua preparaba, bosquejaba y prometía
guiente en todos los hogares de Egipto en los que
al pueblo fiel de Dios: «Nuestro cordero pascual, no se hubiera observado esta celebración. Sólo se li-
Cristo, ha sido inmolado ... »(1 COI'5, 7).
braron del castigo las casas de los israelitas fieles,
La Pascua se había limitado a ser en un princi-
con tal que pudiera verse la sangre del cordero en
pio una de las fiestas de primavera, exactamente
el dintel de la puerta.
igual a las que más tarde habían de seguir que-
Pero ya en el Antiguo Testamento encontramos,
dando en el centro de los misterios paganos del he-
junto a esta primera interpretación, la idea de que
lenismo. Era una fiesta en la que se celebraba la
Dios, pasando por Egipto y «pasando de largo» por
reaparición de la vida después de la muerte aparente
del invierno. Pero luego había asumido un sentido Israel, hizo que éste fuera con El desde Egipto a la
totalmente nuevo merced a un cambio decisivo en tierra prometida. Atravesarán el Mar Rojo, el de-
sierto y después el J ordán; se trasladarán de la tierra
la historia de Israel. A partir de entonces, no sería
de la esclavitud a la de la libertad, del destierro a
ya para los israelitas una fiesta de la creación, re-
lacionada con las fuerzas de la naturaleza. Se con- su propio hogar. Y esto es de por sí algo más que
una simple liberación material. Fue una completa re-
vertiría, y ya para siempre, en una celebración de
la redención con motivo de un solo suceso: la inter- novación (si es que no una total creación) del sen-
timiento filial de Israel para con su Dios. Fue, por
vención singular de Dios en la historia de los hom-
tanto, un pasar de la oscuridad a la luz, de la muerte
bres. Sería, por lo tanto, una conmemoración: la de
a la vida. Fue una redención en el pleno sentido de
la intervención salvífica de Dios por la que había
la palabra: el pago de un rescate para libertar a un
realizado para siempre algo nuevo en tal historia.
esclavo haciéndole por fin hombre libre y, en este
Sería el memorial de un suceso portentoso por el
caso, un hijo adoptivo de Aquel que le ha rescatado.
que un pueblo de Dios, a quien El adopta y por el
Por ello, la muerte de Cristo en la cruz la vís-
cual es reconocido como su único Dios, íba a ser
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pera de la Pascua, en el preciso momento en que ley de nuestra condenación y entramos en la gracia
debía inmolarse el cordero pascual, será interpretada del amor infinito. Los lazos con que el demonio nos
como la verdadera Pascua: aquella en que se con- tenía esclavizados se han convertido en la libertad
vierten en realidad perfecta y definitiva todos los de los hijos de Dios. Toda la creación puede ver en
símbolos y promesas relacionados implícita o explí- esa libertad un presagio y también una realidad de
citamente con la Pascua antigua. Es, en primer lugar, la gloria de Dios, que se nos ha de manifestar pronto
una intervención de Dios en nuestra historia para a través de una creación que ha vuelto a entrar de
demostrarnos hasta lo indecible su misericordia, su
nuevo en el marco del eterno designio de Dios.
inefable amor por nosotros, destituyendo y privando Por otra parte, la Pascua se renovaba anualmente
a nuestros enemigos espirituales de todo su poder en el Antiguo Testamento como un recuerdo perenne
sobre nosotros. El pecado y la muerte misma, que de la acción salvífica de Dios, y no sólo en el sen-
es su consecuencia más terrible y patente, han sido tido de que este suceso único se conmemoraba año
vencidos. El mundo, que nos induCÍa al pecado, nues- tras año. «Memorial» significa mucho más en la Bi-
tra propia carne, cuyos rebeldes instintos nos llevaban blia y en la tradición judía, como ha demostrado cla-
a la muerte, y también el demonio, que se servía de ramente el exegeta protestante Jeremías. Decir que
ambos para apartarnos de nuestro Creador, se ven la Pascua era el memorial del éxodo, equivalía para
ahora impotentes para separarnos del gran amor que los judíos a decir que en ella se haCÍan partícipes
El nos ha revelado en su Hijo, crucificado en carne del gran suceso mismo. La Haggada, narración de la
humana por nuestros pecados. Incluso su propia ley Pascua que todavía hoy recitan las familias judías
no puede ya amedrentarnos u oprimirnos: el castigo durante la comida pascual, dice: «Nosotros somos li-
que, de acuerdo con ella, mereCÍamos ha sido clavado berados hoy de los egipcios... Nosotros atra vesamos
en la cruz por la que nos hemos reconciliado con hoy el Mar Rojo ... Nosotros entramos hoy en nues-
Dios en el cuerpo de su Hijo. tra heredad ... » De la misma forma, aun cuando la
Por lo tanto, el misterio de la cruz es también la cruz se les reveló a los disCÍpulos en la cena del
Pascua por la que pasamos del poder de las tinieblas Señor como la Pascua eterna para la redención del
al reino de la cruz, al reino de ese amor inefable del género humano, cada eucaristía de los cristianos iba
Padre que el Hijo nos ha revelado. Por la muerte de a convertirse en el memorial de la cruz. Si, como
Cristo, en ella, somos llevados de la muerte a la dice san Pablo, «cuantas veces coméis de este pan y
vida, de la muerte de este mundo a la resurrección bebéis de este cáliz, vais anunciando la muerté del
del mundo futuro. Pasamos con Cristo resucitado de Señor, hasta que venga», no es solamente como un
la muerte y de la carne al espíritu. Escapamos a la recuerdo de algo pasado. Eso es así porque por la
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i I

eucaristía, por nuestra común participación en el tiana, no obsta a su realidad actual. Más aún, es su
cuerpo y en la sangre de nuestro Señor crucificado, causa. En este memorial que nos da Cristo, el Verbo
nos hacemos partícipes de su cruz. Este es con toda Salvador mismo, El nos asegura que está todavía pre-
propiedad el sentido definitivo del misterio pascual sente con nosotros para hacer que la gran obra que
contenido en la liturgia. Como nos dice el Concilio, realizó por nosotros sea plenamente nuestra. Por lo
en la celebración cristiana se hace no sólo la pro- que a nosotros respecta, tantas cuantas veces, per-
clamación del misterio de Cristo por el ministerio maneciendo fieles a este mandato y obedeciendo su
apostólico de la Iglesia, sino que también se realiza voluntad, presentamos su memorial al Padre, nos
en ella la obra de nuestra salvación: opus redemp- comprometemos a vivir en adelante, no para nosotros,
il tionis exercetur. Esta fórmula del Sacramentario Leo- sino en su unigénito Hijo, con la fuerza de su cruz
niano -todavía usada en nuestro misal y tan signi- y de su resurrección y por el Espíritu por el que
ficativa- fue siempre citada por Dom Casel en el clamamos: «Abba, Padre.)) Por lo tanto, el memorial
sentido de que con ella se desvela la realidad mis- del misterio pascual es -antes que nada en la
teriosa de todo el orden sacramental. Y el Concilio, misa, pero también por toda la celebración sacra-
como puede verse por ese texto tan fundamental de mental- el gran sacramento de la Iglesia, por el que
la Constitución citado anteriormente, se ha basado nos llega toda la gracia del Padre celestial, y tam-
en ella para expresar de la mejor forma posible la bién el sacrificio perfecto del Cristo total, gracias al
presencia activa del misterio pascual en la liturgia. cual el cuerpo y su cabeza divina se vuelven acep-
El Concilio cita, acto seguido, a modo de comentario tables a los ojos del Padre ...
las palabras de san Pablo a propósito del bautismo Cuando consideramos la presentación de la verdad
y de la eucaristía. «y así, por el bautismo los hom- católica a la que nos hace volver el Concilio -ya
bres son injertados en el misterio pascual de Jesu- en las mismas palabras iniciales del primer docu-
cristo: mueren con El, son sepultados con El y resu- mento aprobado por él-, ¿podemos dejar de percibir
citan con EL.. Asimismo, cuantas veces comen la la maravillosa unidad del panorama abierto así a
cena del Señor, proclaman su muerte hasta que nuestra fe? ¿No advertimos al mismo tiempo cómo
vuelva ... )) (art. 6). tal perspectiva hace que la verdad siga siendo al-
Por lo tanto, así como proclamar la palabra de go vigente para los hombres de hoy y para los
Dios, en el pleno sentido bíblico de esta expresión. de todos los tiempos? O mejor: hace que nos perca-
es hacerla plenamente eficaz por razón de su propia temos de la permanente lozanía, de la llamada vi-
virtud, la conmemoración del misterio de Cristo, que brante que lleva consigo la verdad divina tal como
constituye el núcleo central de la celebración cris- la encontramos en la misma palabra de Dios. El mé-
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• Pascual, ha surtido poco o ningún efecto? ¿Es que
rito incomparable y definitivo de los Padres de la
Iglesia fue haber sabido guardar la verdad divina podía esperarse otra cosa, si se tiene presente que
el pueblo cristiano no ha llegado a darse cuenta del
en esta su primitiva presentación. Y es prerrogativa
significado de estas celebraciones tan sagradas de la
permanente de la liturgia mantenernos esta unidad
Iglesia? Y, ¿cómo se quiere que las entiendan los
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de vida siempre tan pura, tan viva, tan idéntica. Por-


fieles si los mismos sacerdotes permanecen tan in-
que esto no es simplemente una interpretación posi-
ble de la liturgia. Es la que ella misma da de sí, si sensibles y, en consecuencia, tan poco influenciados
en su vida espiritual o en su predicación por el es-
prestamos atención a lo que ella nos dice y a cómo
nos lo dice. píritu de la liturgia misma? Así, pues, el porvenir
No obstante, ¡cuán lejos hemos estado de esta pre- de todo el movimiento litúrgico y de toda la vida
sentación de la verdad tan ideal y verdadera a un de la Iglesia depende principalmente no tanto de
cualquier reforma de los ritos -por muy importante
tiempo! ¿Qué queda de ella, no sólo en nuestros mo-
dernos manuales de teología, sino también en nues- que sea esto- como de que los sacerdotes lleguen
a entender plena y prácticamente la doctrina tan fun-
tra catequesis y en nuestra predicación diaria? La
damental que el Concilio nos enseña sobre el miste-
verdad es que la hemos substituido por una árida co-
rio pascual.
lección de fórmulas correctas, pero faltas de inspi-
ración, que enrarecen el ambiente de las aulas y con-
servan apenas nada de la fragancia propia de las
palabras de Dios. Si es que queremos convertir de
nuevo la liturgia en una realidad viva y atrayente,
hemos de empezar primero a pensar y hablar así de
ella. El Concilio insiste en la necesidad, que tienen
e

antes que nadie los sacerdotes, de poseer no sólo un


conocimiento legalista y rubricista de la liturgia, sino
de comprenderla, de tener en consideración la riqueza
e inspiración que encierra, para poder llevar así al
pueblo a una «plena, consciente y activa participa-
ción». De no ser así, cualquier intento de renovar
la liturgia será inútil. ¿Cuántos sacerdotes hay que
se quejan todavía de que la reforma de la Semana
Santa, especialmente la restauración de la Vigilia
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I
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1/1
I

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,

Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que la


Consti tución Conciliar ha consagrado la doctrina de
la escuela de Maria-Laach, sobre todo en lo que se
refiere a la descripción del cristianismo como el mis-
terio pascual de Cristo. Pero todavía podemos ir más
lejos y afirmar que la Constitución ha dejado bien
patente que Dom Casel y sus discípulos estaban en
lo cierto al insistir en que este misterio es el mis-
terio del culto; es decir, el misterio cuya realidad
se esconde en la liturgia. Este punto era probable-
mente el que les resultaba más difícil de admitir a
muchos teólogos contemporáneos. A la vista de las
objeciones que se le plantearon, podemns descubrir
el racionalismo de muchos de aquellos que se llaman
a sí mismos tomistas, pero que, más que pensadores
profundos para quienes la analogía del ser, y no su
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" 111
!IIIII

univoddad, es la única base posible de la teología, afectarnos y alcanzarnos todavía a todos nosotros a
son en realidad decididos partidarios de las ideas través de cada época, aun cuando hayan ocurrido, de
«claras y distintas» tan del gusto de Descartes. una vez y para siempre, en un período determinado
Esta idea tan profunda de que el misterio está de tiempo? Por lo tanto, hubiera estado más dispues-
siempre presente en los ritos sagrados, de que les to a aceptar el admirable análisis, que hace el abad
da su contenido espiritual, les parecía a sus adver- Vonier, de la acción y presencia sacramentales, ba-
sarios un concepto nebuloso simplemente. ¿Cómo era sándose en santo Tomás. Desde este punto de vista,
posible entender, deCÍan, que pudiera repetirse un la acción sacramental no es precisamente una nueva
suceso pasado de forma que llegara a convertirse en acción, sino una prolongación hasta nosotros, a través
una realidad actual? Dom Casel se abstuvo siempre del ritual, de una acción que Cristo, la cabeza, rea-
de intentar siquiera explicar este hecho, mostrándose lizó de una sola vez y por todas, pero que interesaba
más cauto en este punto que en algunas otras ex- desde un principio a todo el cuerpo místico y que,
plicaciones del misterio, donde quiso apoyarse en el por fin, se va extendiendo ahora por todo él. Esta es
fundamento tan problemático que le ofreCÍan los mis- la misma línea de pensamiento que desarrollaría más
terios paganos. En este caso se limitó muy certera- tarde de forma tan vigorosa el P. Schillebeeckx.
mente a insistir en que no se podía entender ni los Pero el Concilio, como era de presumir, no ha
textos litúrgico s mismos ni los comentarios que a entrado en tales discusiones técnicas, por muy inte-
ellos hicieron los Padres, si no se admitía este hecho; resantes que sean. No obstante, ha hecho suyos los
o mejor, si no se admitía que esto era también un puntos esenciales: «los hombres son injertados en el
hecho cierto para ellos. Quizá fueron menos afortu- misterio pascual de Jesucristo» por los sacramentos,
nados algunos intentos de darle una explicación fi- y esto es posible porque «se hace de nuevo presente
losófica, según pretendió Sohngen, afirmando que la la victoria y el triunfo de su muerte» (art. 6), es-
idea de la participación en la actualidad de un su- pecia:mente cuando se celebra la eucaristía. Este úl-
ceso ya ocurrido podía ser más admisible sobre la timo texto, mortis ejus victoria et triumphus reprae-
base de la filosofía de Platón que sobre la de Aris- sentatw', que pertenece al Concilio de Trento, cobra
tóteles .. Casel no dejó de advertir que esto no era aquí especial significación porque fue citado una y
un problema filosófico, y que desde esta posición otra vez por Casel, a pesar de que sus adversarios
tan general y abstracta no sería posible dar una so- intentaron probar que no significaba tanto como él
lución satisfactoria a este problema. Porque se tra- quería, y porque hace patente que es eso precisa-
I1I taba, más bien, de un problema teológico: ¿cómo es mente lo que significa para el Concilio.
posible que las acciones de Dios en Cristo puedan Así, pues, más que entrar en un análisis de la
36 37
forma en que la obra de Cristo se hace nuestra en Dios es perfectamente glorificado y los hombres san-
la liturgia, el Concilio insiste en el hecho de que El tificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadí-
sima esposa, la Iglesia, que invoca a su Señor y por
11
está siempre presente en la Iglesia, sobre todo en
las acciones litúrgicas. y no parece sino que son los El tributa culto al Padre eterno» (art. 7).
1,

múltiples aspectos de esta presencia los que, según Creo que en estas pocas líneas se halla contenida
el Concilio, mejor pueden ayudarnos a ver en el cre- una gran riqueza y profundidad de doctrina. Vamos
I

púsculo de la fe cómo el misterio de Cristo ha de a intentar ahora explicarla lo mejor posible, añadién-
ser -tal como aparece en las epístolas paulinas de dole lo menos que podamos de nuestras propias ideas.
la cautividad- «Cristo entre nosotros, la esperanza Es tan rica, de por sí, que lo mejor es dejarla hablar
11:1 de nuestra gloria» (Col 1, 27). a ella misma. El Concilio alude, en primer lugar, a
El Concilio añade estas palabras tan significativas la presencia de Cristo en el sacerdote, visto de forma
después de mencionar la celebración ininterrumpida particular en su aspecto de ministro de la eucaristía.
del misterio pascual en la liturgia de la Iglesia: Esto nos lleva a considerar el ministerio apostólico
«Para realizar una obra tan grande, Cristo está como el fundamento de toda la vida de la Iglesia.
siempre presente a su Iglesia, sobre todo en la acción Todo cuanto ocurre en la Iglesia sucede porque Cristo
litúrgica. Está presente en el sacrificio de la misa, ha enviado a unos hombres -los apóstoles- en quie-
sea en la persona del ministro, 'ofreciéndose ahora nes está El presente de alguna forma, igual que Dios
por ministerio de los sacerdotes el mismo que enton- lo estaba en Cristo, su enviado. Volvamos a las pa-
ces se ofreció en la cruz',l sea sobre todo bajo las labras iniciales del arto 6 (ya comentado anterior-
especies eucarísticas. Está presente con su fuerza en mente): «Así como Cristo fue enviado por el Padre,
los sacramentos, de modo que, cuando alguien bau- El a su vez envió a los apóstoles, llenos del Espíritu
tiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su Santo.)) Como se recordará, éste fue el punto de par-
palabra; pues, cuando se lee en la Iglesia la Sagrada tida para la predicación de los evangelios y la rea-
Escritura, es El quien habla. Está presente, por úl- lización de los sacramentos, especialmente el de la
timo, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el eucaristía. ¿Qué significa esto? Significa que .la mis-
mismo que prometió: 'Donde están dos o tres con- ma Iglesia no tiene otro sentido que el de hacer
gregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de llegar hasta nosotros, por así decirlo, la presencia
ellos' (Mt 18, 20). activa de Cristo. Lo cual es posible porque Cristo ha
»Realmente, en esta obra tan grande por la que expresado su voluntad de estar con nosotros de una
forma misteriosa, a través del ministerio de los após-
1 Conc. Trid., seso XXII (17 sept. 1562), Doctr. De Ss. Missae toles (y de los obispos, en cuanto que son sucesores
sacrif., C. 2.

38 39
de aquéllos, y fínalmente a través de cada sacerdote
carísticas, nos limitaremos ahora a concentrar nuestro
en cuanto que es el colaborador de su obispo). Así,
pensamiento en la definición tomista de este sacer-
pues, lo que llega hasta nosotros no es una simple
repetición material de la palabra de Cristo, sino que dacio: un poder sobre el cuerpo físico de Cristo, en
es realmente El mismo quien sigue hablándonos. De orden al desarroll'Ü de su cuerp'Ü místico. De nuevo
la misma f'Ürma, la obra más decisiva realizada por nos preguntamos: ¿qué significa esto? Significa que
El durante su vida terrena, €l misterio pascual, puede el cuerpo de Cristo, ese cuerpo que fue muerto para
llegar hasta nosotros en la acción sacramental; 0', si redimirnos y que resucitó nuevamente para nuestra
justificación, se hace ahora presente a través de la
se prefiere así, somos injertados en él.
1IIIi celebración de la eucaristía. Y se nos hace presente
Esta es la presencia fundamental de Cristo en y
con la Iglesia. Y ésta es la razón de por qué la Iglesia en forma de comida. Es decir, de modo que podamos
unirnús con él y en él. C'Ümo dice san Pablo: «El
está edificada sobre el fundamento de los apóstoles
(es decir, el fundamento que son ellos qua apóstoles). pan que partimos ¿no es comunión del cuerpo de
Cristo? .. Porque es un solo pan, Süinos todos un solo
No 'Obstante, esto es solamente un medio para lle-
gar a un fin. De acuerdo con la explicación tan com- cuerpo; ya que todos participamos de ese único pan»
pleta que da santo Tomás, así como el bautismo es (1 COI' 10, 16-17). Volviendo de nuevo a santo Tomás:
tenemos el pan como un simple signo (sacramentum
la base de toda vida cristiana particular, el sacra-
mento del orden lo es de la vida de toda la Iglesia tantum); y ese signo lo es de una realidad que está
en cuant'Ü que prolonga el apostolado primitivo a ahí, pero solamente como 'Otro signo que, a su vez,
través de los siglos. Pero la Iglesia, sigue diciendo lleva más lejos todavía (res et sacramentum): el
santo Tomás, está construida sobre este fundamento cuerpo de Cristo crucificado que está ahora glorioso
en el cielo; y finalmente, la realidad última a la cual
principalmente por la celebración de la eucaristía. El
sacerdocio ministerial, por el que se prolonga hasta nos lleva (por nuestra comunión, con ella y en ella)
111

nosotros el ministerio apostólico, se ejerce par ex- es la perfecta unidad del cuerpo místicü de Cristo,
ceHence en la misa. Más adelante veremos cómo de- la Iglesia, que sólo se realizará plenamente en el
cielo (res tantum).
bemos entender esto en un sentido más profundo del
que le suelen dar los comentaristas. Significa mucho Con otras palabras: la proclamación del evangelio
de la cruz por el ministerio apostólico y la celebra-
más que el poder de consagrar. No obstante, siguien-
do el pensamient'Ü del Concilio, que nos lleva inme- ción eucarística en la que se nos ha anunciado y co-
municado tienen como finalidad hacernos entrar a
diatamente desde la presencia de Cristo en el sacer-
formar parte del cuerpü (místico) de Cristo a través
docio ministerial a su presencia en las especies eu-
de nuestra participación de su cuerpo (físico), pues-
40
41
ir más allá de lo que éste nos enseña, conseguiremos
to que El mismo ha pasado con él de la muerte a
la vida eterna. quizá ver de la forma más clara posible cómo el mis-
terio está siempre presente en el corazón del culto
En los otros sacramentos distintos del de la euca-
de la Iglesia.
ristía, a los cuales se refiere después el Concilio,
Cristo está allí presente por su propio poder (virtute y lo está porque Cristo, una vez crucificado y
sentado ya para siempre en la gloria del Padre, está
sua), de la misma forma a como lo está en el mi-
todavía presente en la Iglesia. No obstante, su pre-
nisterio apostóhco. Gracias a ello podremos compren-
sencia actual no es la mis~a que la del Calvario: no
der cómo en estos otros sacramentos (antes que
nada en el bautismo), más que hacernos Cristo pre- lo tenemos presente ante nuestros propios ojos, sino
sente el misterio de la cruz, actualizado ya por la que lo tenemos como un objeto de nuestra fe, como
eucaristía de una forma singular, «somos injertados un modelo a plasmar en nuestra vida, de manera
que ésta no sea ya simplemente nuestra vida, sino
en él» (mysterio inseruntur). Con otras palabras: en
los otros sacramentos somos, por así decirlo, confor- Cristo viviendo en nosotros. Finalmente, esto es po-
mados con Cristo y los diferentes aspectos de su mis- sible sólo por la acción del Espíritu de Dios, cuya
fuente perpetua es Cristo resucitado -gracias a su
terio, de forma que podamos participar de él por la
aceptación de la pasión- y que El nos da aquí y
eucaristía, y no sólo presenciarlo como lo hicieron
ahora en forma de «memoriah de la pasión. De este
los testigos de la pasión al pie de la cruz: viéndolo,
modo, sólo nosotros podemos participar del misterio
tocándolo quizá, pero sin poder tomar parte en él.
Todo esto se consigue, bajo los signos visibles de y, formando un cuerpo perfecto y completo, alcan-
zar aquella plenitud de vida a que ha llegado y en
la gracia que el mismo Cristo nos ha dado, «por la la cual permanece para siempre nuestra Cabeza tras
fuerza del Espíritu Santo)) (art. 6) que El dio a la
haber seguido aquel camino, aquella Pascua, aquel
Iglesia a través de ellos; sin esta fuerza, tales signos transitus.
se reducirían a ser un mero espectáculo. Por último,
Así, pues, en este punto de la liturgia no se hace
los signos sacramentales no son otra cosa que la pro-
otra cosa que presentarnos la relación de Cristo con
longación hasta nosotros, realizada por el mismo Cris-
nosotros siguiendo la línea de pensamiento trazada
to, el Verbo hecho carne, del admirable sacramento
por la epístola a los hebreos. Cristo es descrito en
original que es El mismo, por el cual se nos ha dado
esta epístola como nuestro sumo sacerdote, pero este
el Espíritu de Dios.
título se nos explica luego con más detalle tomándolo
[111

111 Con sólo tratar de reunir los aspectos complemen-


tarios del misterio según la perspectiva en que nos en el sentido de que El es nuestro guía: El ha sido
III!I·I quien, por la oblación de su sangre, nos ha abierto
111
los presentan las palabras del Concilio, sin pretender
43
42
a todos nosotros el acceso a la presencia inmediata la misma boca de Dios, cristalizan inmediaiarnctlt('
del Padre. Sobre esta base podremos descubrir pron- en un hecho: en una acción divina que, aun siendo
to un sentido más profundo de este misterio al que divina, no pretende suprimir la acción del hombre,
hemos calificado de misterio del culto. Sin embargo, sino rehabilitarla. La mano de Dios ha de tocamos,
volvamos ahora a los dos últimos puntos de la enu- ha de prendernos, para que podamos hacer lo que,
meración que hace el Concilio de las formas distin- de no contar con su ayuda, seríamos incapaces de
tas y complementarias de la presencia de Cristo con realizar. No obstante, la mano de Dios, igual que su
su Iglesia en el culto. «Está presente en su palabra; voz, nos toca solamente en el Dios-hecha-hombre. De
pues, cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, esta forma, lejos de absorber nuestra libertad bajo
es El quien habla. Está presente, por último, cuando su fuerza poderosa, la hará más fecunda. La palabra
la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que pro- de Dios no se nos dirige sino con el propósito de
metió: 'Donde están dos o tres congregados en mi provocar nuestra respuesta: una respuesta de todo
nombre, allí estoy Yo en medio de ellos' (Mt 13, 20») nuestro ser. Tal respuesta tendrá el mismo carácter
(art. 7). sacrificial que la palabra que se nos dice. Pero al
igual que el sacrificio del Verbo, nos llevará a la
¿En qué sentido debemos entender este último
texto? ¿Nos encontramos acaso ante dos nuevas for- plenitud y abundancia de vida. Y la respuesta, como
mas de estar Cristo presente en su Iglesia, y que la palabra, debe culminar en hechos, en acción. Pero,
han de añadirse a las ya estudiadas anteriormente como esta respuesta lo es de unos seres inteligentes
y libres, debe empezar, de igual forma que la pala-
para completarlas? No creo que este texto dé pie a
ello. Lo que sí creo es que la presencia de Cristo bra divina misma, con palabras humanas. Estas pa-
ha de considerarse, tanto en la palabra dirigida a la labras son las de la oración, especialmente la de
Iglesia como en la respuesta que ésta suscita en la alabanza, porque la primera oración en respuesta a
Iglesia, como el alfa y omega de la presencia sacra-
la palabra divina ha de ser siempre de álabanza.
mental bajo sus aspectos complementarios. El en- En la oración del hombre, sobre todo en la ora-
cuentro del hombre con Dios, o mejor, el de Dios ción de alabanza más perfecta, la eucaristía, el Dios-
con el hombre, que tiene lugar dentro del cristianis·· hecho-hombre se nos presenta tal y corno lo estaba
primero en la palabra dirigida a nosotros. Incluso
mo, se perpetúa en la liturgia. Como siempre, este
encuentro empieza al hablarle Dios al hombre e in- puede decirse que El mismo se hizo presente con nues-
tervenir en su vida a través de su palabra. La pri- tra carne, con palabras y acciones humanas, con el
mera manifestación de la palabra de Dios se hace único propósito de estar finalmente presente en nos-
otros: en nuestras propias palabras y en toda la vida
siempre con palabras humanas que, por proceder de
45
44
111

1,1

que ellas suponen. Esta última presencia, que nos precisamente en habérsele hecho capaz de dar gloria
da una nueva vida plenamente humana y plenamen- a Dios, queda patente en este texto:
111

I te divina a la vez por la acción del Espíritu de Dios, «Realmente, en esta obra tan grande por la que
del Espíritu del Señor Jesucristo que fue crucificado, Dios es perfectamente glorificado y los hombres san-
per:o que, habiendo resucitado nuevamente, está ya tificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadí-
para siempre a la derecha del Padre, es el objetivo sima esposa, la Iglesia, que invoca a su Señor y por
de toda la presencia sacramental de Cristo con nos- El tributa culto al Padre eterno.
otros. Por ella, el Espíritu y la esposa claman juntos: »Con razón, entonces, se considera la liturgia como
«¡Ven, Señor, ven pronto!» Porque el Espíritu que el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella, los
está en nosotros nos hace esperar la última y defi·· signos sensibles significan y, cada uno a su manera,
nitiva venida del Señor en su gloria, para la que realizan la santificación del hombre; y así el cuerpo
nos prepara su venida oculta en la palabra y en los místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miem-
sacramentos: en aquella última venida nos tomará bros, ejerce el culto público Íntegro.
El consigo para siempre y nos llevará en su com- »En consecuencia, toda celebración litúrgica, por
pañía a la presencia inmediata del Padre. ser obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo, que es
Esto nos abre el camino para un entendimiento la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya efi-
más profundo del misterio del culto. No es solamente cacia, con el mismo título y en el mismo grado, no
el misterio subyacente en el culto de la Iglesia, sino la iguala ninguna otra acción de la Iglesia)) (art. 7).
el misterio que nos capacita para adorar al Padre En estos puntos encontramos una vez más algu-
«En Espíritu y en verdad». Como dice el Concilio: nas de las más importantes enseñanzas de Dom Casel,
por nuestra participación en el misterio, nos conver- expresadas a menudo incluso con sus mismas pala-
timos «en los verdaderos adoradores que busca el bras. De la misma forma, aquí se nos remite doctrina
Padre» (art. 6). fundamental de Dom Lambert Beauduin, el gran pro-
Es sorprendente ver cómo, por regla general, cada motor de todos los movimientos litúrgicos del siglo
vez que se menciona en la Constitución Conciliar el veinte, basados en el que él mismo inició en Bélgica
efecto santificador de la liturgia en aquellos que to- antes de la primera guerra mundial. La liturgia es
man parte en ella, se complementa inmediatamente el ejercicio de la función sacerdotal de Cristo, que
tal expresión con una alusión a la glorificación de en ella asocia a la Iglesia consigo. Y, precisamente
Dios que se realiza por ella. Que el Concilio no in- por ello, pone de manifiesto que la santificación del
dica con ello simplemente que ambas cosas se dan hombre alcanza plenamente su fin al hacer de éste
a la vez, sino que la santificación del hombre consiste un verdadero glorificador o adorador del Padre. Des-

46 47
de esta perspectiva, la santificación del hombre es tanto corporales como espirituales; en una palabra:
un movimiento hacia arriba por el que éste consigue toda nuestra vida humana tanto individual como
social.
reorientarse sin quedar cerrado en sí mismo O'en el
mundo, sinO'haciendo a solo Dios el eje en torno al Este es el sentido del sacerdocio real que se nos
cual giran ambos. La alabanza, la exultante glorifi- describe en la primera epístola de san Pedro. Según
cación de Dios, la ofrenda de sí mismo y la sumisión ella, tanto los seglares como los sacerdotes -todo
no sólo a la voluntad de Dios sino exclusivamente a el pueblo de Dios- han de convertirse, dentro de la
su gloria, aparecen como el supremo fin de toda ac- unidad del cuerpo místico, en partes de un único
tividad humana. Naturalmente, como dijo san Ireneo, sacerdocio cósmico, haciendo de todo el universo una
Dios queda ya glorificado al hacer al hombre un ser única ofrenda al Padre celestial. Por eso Cristo, ac-
viviente: Gloria Dei, vivens hamo! tuando como el sumo sacerdote del Padre, asocia en
Pero esto carece de sentido si no nos damos cuen- la liturgia a su esposa, la Iglesia, con su función
sacerdotal. Esta es la visión que la epístola a los
1
ta primero de que la verdadera vida para el hombre,
por estar dotado de inteligencia y corazón, es cono- hebreos nos da de su crucifixión, que lleva a su re-
I!IIII
I111I111

cer y amar a Dios. En esto consistirá nuestra vida surrección y ascensión. La consecuencia más obvia
eterna. Y nos prepararemos ya aquí en la tierra para de todo ello, como se ve por la misma epístola, es
entrar en ella, en la medida en que seamos capaces la descripción de la Iglesia como el «panegyry» o
de empezar ya ahora esta vida que muy bien pode- asamblea festiva en la que se da alabanza a Dios por
!IIII: mos llamar eucarística: una vida de adoración y con- toda la eternidad. De aquí mismo toman su origen
las grandes visiones del Apocalipsis: las de los ele-
1
templación de Dios. Este es el sentido último de la
liturgia y de todo el cristianismo. Por supuesto, la gidos, los testigos fieles del cordero que están unidos
liturgia tiene algo más que enseñarnos, como vere- con El ante la presencia inmediata de Dios, para to-
mos más adelante. Pero es esta vida de adoración lo mar parte en el eterno sanctus de la creación angélica.
que, en definitiva, nos ha de enseñar. La liturgia ha Esto es precisamente lo que nos recuerda la Cons-
de transformar de nuevo nuestro ser, restaurarlo, ele- titución Conciliar en el artículo que sigue al ante-
varlo: esto es lo que entendemos por santificación. riormente citado:
Pero ésta se reducirá a nada si no llega a ser una «En la liturgia terrena pregustamos y tomamos
consagración de toda nuestra vida a dar gloria a Dios parte en aquella liturgia celestial que se celebra en
con todas nuestras fuerzas, con nuestra mente y con la santa ciudad de Jerusalén, hacia la cual nos diri-
nuestro corazón, incluyendo en nuestra ascensión gimos como peregrinos, y donde Cristo está sentado
hacia Dios nuestros cuerpos Y nuestras actividades a la diestra de Dios como ministro del santuario y
49
48
del tabernáculo verdadero; 2 cantamos al Señor el se centra evidentemente en la misa, en el sacrificio
himno de gloria con todo el ejército celestial y, ve- eucarístico; pero nunca entenderemos correctamente
nerando la memoria de los santos, esperamos tener qué es el sacrificio cristiano en sí mismo conside-
parte con ellos y gozar de su compañía; aguardamos rado, si no lo vemos primero a la luz de la plegaria
al Salvador, nuestro Señor Jesucristo, hasta que se en la cual es ofrecido. Si esta plegaria se llama de
manifieste El, nuestra vida, y nosotros nos manifes- acción de gracias, o eucarística, no es simplemente
temos también gloriosos con Eln 3 (art. 8). en el empobrecido sentido de que en ella expresamos
Este texto tan precioso no puede considerarse co- nuestra gratitud a Dios por el beneficio de su gracia.
mo una explosión de entusiasmo por parte de los Lo ha de ser en el sentido original de alabar cum-
Padres del Concilio y, menos aún, como un destello plidamente todas las magnalia Dei, las maravillosas
de retórica ornamental. Si no lo tomamos en serio, obras de Dios, que se centran y logran su perfección
nunca descubriremos la esencia de la liturgia. Más solamente en la oblación de nuestra Cabeza. El pue-
adelante expondremos con todo detalle cómo la li- blo de Dios se presentará con El y en El ante la faz
turgia no puede ser rectamente entendida si sólo tra- de Dios diciendo, o mejor, cantando con todo lo que
tamos de usarla, de recurrir a ella, llevados sola- hay en el hombre pUl~ificadoy elevado por el Espí-
mente aun de nuestras mejores preocupaciones pe- ritu Santo: «¡Padre nuestro, que estás en l'Os cielos,
dagógicas o pastorales. No cabe duda de que, por santificado sea tu nombre!»
supuesto, la liturgia es también de una enorme efi-
cacia pastoral y contiene una pedagogía maravillosa.
Pero nunca nos cansaremos de repetir que la peda-
gogía litúrgica es una pedagogía de culto. Por lo tan-
to, su finalidad pastoral no puede ser otra que la de
hacer de toda la congregación de los cristianos -lo
diremos con la frase tan feliz de Dom Guéranger-
«la sociedad de la alabanza divina».
Sólo redescubriendo la enorme importancia del
oficio divino, considerándolo, antes que nada, como
una gran oración de alabanza, volveremos a encon-
trar a su vez el carácter esencial de la liturgia. Esta

2 Cf. Ap 21, 2; Col 3, 1; Heb 8, 2.


3 Cf. FJp 3, 20; Col 3, 4.

50 51
.......
.......
.......
Por todo lo que llevamos dicho debe haber que-
dado bien clara la íntima relación que hay entre el
misterio y la Iglesia. Esto es algo tan obvio, según
se deduce de la doctrina del Concilio, que el mis-
terio del culto debe realmente llamarse con la mis-
ma exactitud el misterio de la Iglesia. Tenemos que
hacer constar nuevamente que con ello nos referi-
mos principalmente al misterio que ha de descubrirse
en la Iglesia, pero que luego será visto como el mis-
terio que la misma Iglesia es: el misterio de su vida,
de su progresiva edificación en la historia.
Si el misterio es lo que hemos descrito anterior-
mente, debemos considerar, en consecuencia, que la
liturgia, en la cual se encarna, debe ser tenida como
el gran tesoro de la Iglesia y, por lo tanto, el objeto
par exceLlence de la responsabilidad de aquellos que
55
detentan la autoridad en la Iglesia. Porque este te- »Para conservar la sana tradición y abrir, con
soro no es algo de lo cual puede disponer libremente todo, el camino a un progresO' legítimo, debe preceder
la Iglesia como si fuera de su entera propiedad. Es siempre una concienzuda investigación teológica, his-
un tesoro confiado a su cuidado, a su ministerio, pero tórica y pastoral acerca de cada una de las partes
para entregarlo a todos los hombres. Ella no es la que se han de revisar. Téngase en cuenta, además,
propietaria de este tesoro con libertad para usar o no sólo las leyes generales de la estructura y men-
abusar de él, sino simplemente su custodio. La litur- talidad litúrgica, sino también la experiencia adqui-
gia, en la que se nos manifiesta la palabra de Dios, rida con la reforma litúrgica reciente y los indul-
en la que se realizan los sacramentos y a través de tos concedidos en diversos lugares. Por último, no se
la cual se introduce el hombre en el misterio pascual introduzcan innovaciones, si no lo exige una utilidad
y se convierte en adorador «en Espíritu y en verdad)) verdadera y cierta de la Iglesia, y sólo después de
del Padre, constituye la misión más importante del haber tenido la precaución de que las nuevas formas
ministerio apostólico. Los apóstoles y los obispos, se desarrollen, por decirlo así, orgánicamente, a par-
sus sucesores, son responsables de ella. Por lo mismo, tir de las ya existentes.
ninguna otra autoridad distinta de la de ellos puede ¡)En cuanto sea posible, evítese también las dife-
reglamentar la celebración de la liturgia.INi siquie- rencias notables de ritos entre territorios contiguos))
ra los sacerdotes más celosos o inteligentes tienen (art. 22-23).
atribuciones para alterar substancialmente nada de Tal insistencia sobre la competencia exclusiva del
ella. Es de notar la insistencia del Concilio en este cuerpo episcopal, de acuerdo siempre con la Sede Ro-
punto. «La reglamentación de la sagrada liturgia es mana, no quiere decir que este derecho es un poder
de la competencia exclusiva de la autoridad ecle- que puede ejercerse arbitrariamente. La liturgia no
siástica; ésta reside en la Sede Apostólica y, en la puede ser considerada, como se ha dicho a menudo,
medida que determine la ley, en el obispo. como algo externo, decorativo, como simples ceremo-
))En virtud del poder concedido por el derecho, la nias, y que, por lo tanto, la autoridad puede regla-
reglamentación de las cuestiones litúrgicas corres- mentarla sin atender a ningún principio ° ley supe-
ponde también, dentro de los límites establecidos, a rior. Creer esto supondría, en primer lugar, olvidar
las competentes asambleas territoriales de obispos de que en la liturgia tenemos una sacratísima expresión
distintas clases, legítimamente constituidos. y realización de la verdad divina, y, en segundo lu-
))Por lo mismo, que nadie, aunque sea sacerdote, gar, que la autoridad apostólica que ejercen los obis-
añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa pro- pos no es un poder que los faculta para modificar
pia en la liturgia. substancialmente, o hacer caso omiso de algo que les
56 57
ha sido transmitido a ellos y que proviene de los es descrita por el Concilio no como una renovaClOn
doce apóstoles. Entender la autoridad apostólica de de la tradición, sino como una más fuerte fidelidad
los 'Obispos en tal sentido sería confirmar todos los a ella. La tradición no se opone al progreso, sino
más fuertes prejuicios que tienen los protestantes que es el principio vigoroso de un desarrollo fiel a
contra la doctrina católica sobre la sucesión apostó- la semilla, por muy cambiado que esté el terrenü en
lica. Si fuera éste el significado de tal doctrina, los que ha de brotar, florecer y fructificar. Y el Conci-
protestantes tendrían indudablemente toda la razón lio se preocupa de que quede bien claro que, en
al denunciarla e impugnarla como una corrupción contraposición a todas las falsas reformas -que na-
esencial del Evangelio. No obstante, el sentido exac- cen de ideas abstractas únicamente-- la tradición no
to es precisamente todo lo contrario: la autoridad puede mantenerse ni por innovaciones radicales ni
apostólica les ha sido dada no para destruir o alterar por arcaísmüs artificiales. No se le puede añadir a
10 que ha sido establecido ya para siempre por los la liturgia elementos totalmente extraños a ella, co-
apóstoles, sino para conservarlo y mantenerlo en vi- mo tampoco hacerla volver a una visión idealizada
gor. Con otras palabras: solamente tienen facultad del pasado. Lo que sí se puede, e incluso se debe
para cambiar aquello que, por el paso del tiempo, ya alguna vez, es podar o enriquecer la liturgia, pero
no expresa o lleva a cabo 10 que se propusieron los manteniéndose siempre en contacto con el organismo
apóstoles. Pueden modificar la liturgia, pero sólo en viviente que nos ha sido transmitido por nuestros an-
orden a mantener su autenticidad puesta en peligro tecesores, respetando las leyes de su estructura y cre-
por un cambio de circunstancias. Esta es precisamen- cimiento. Por lo tanto, así como no puede aceptarse
te la razón por la que la mayoría de modificaciones ninguna innovacción por el simple deseo de hacer
introducidas por mandato de los obispos se reducen algo nuevo, tampoco puede ser ninguna reforma el
a una vuelta a prácticas más antiguas, que se han resultado de un simple anhelo de evasión romántica
olvidado por rutina, negligencia o ignorancia, mien- hacia un pasado ya superado. La continuidad y ho-
tras que las pocas innovaciones reales que podemos mogeneidad de la tradición deben ser mantenidas en
notar siempre tenderán a dar una equivalencia subs- este caso pür la autoridad, como conditio sine qua
tancial (y no meramente material) de lo que hicie- non de la existencia perenne de una realidad que
ron los apóstoh:~sen circunstancias en que los recur- no sólo es enormemente sagrada, sino que es incluso
sos materiales de que éstos se sirvieron no podían la misma vida del cuerpo místico.
ya ser entendidos en el sentido que ellos les dieron. Por último, precisamente porque la liturgia es la
Este es el motivo por el cual la acción de los obis- vida del cuerpo de Cristo en la tierra, solamente los
pos, en lo que se refiere a la reforma 'O adaptación, obispos tienen potestad para intervenir en ella, por-
58 59
que son ellos los únicos a cuyo cuidado ha sido con- bres. Porque el obispo, sea el mIsmo papa o bien el
fiada tal vida. obispo de la diócesis más pequeña, no es fundamen-
Para entender esto plenamente, debemos ver aho- talmente un administrador: es un sacerdote y, más
ra lo que dice el Concili'Orespecto de la singular re- concretamente, un pastor. Esto significa que su tarea
no tiene nada que ver con una burocracia anónima
lación que existe entre el obispo y la Iglesia, tal
como aparece en la misma celebración litúrgica. e inhumana, sino que se realiza con vistas a unos
«El obispo debe ser considerado como el gran seres humanos que viven juntos, que se unen for-
sacerdote de su grey, de quien deriva y depende en mando una verdadera comunidad y cuyos lazos de
cierto modo la vida en Cristo de sus fieles. unión son plenamente humanos y muy sagrados: «una
))Por eso conviene que todos tengan en gran apre- misma eucaristía, una misma 'Oración, junto al mis-
cio la vida litúrgica de la diócesis en torno al obispo, mo altar.)) Lo cual significa, a su vez, que la visibi-
sobre todo en la Iglesia catedral, persuadidos de que lidad de la Iglesia, aquella en que se manifiesta al
la principal manifestación de la Iglesia se realiza en mundo su verdadera naturaleza, no está primaria-
la participación plena y activa de todo el pueblo san- mente en una organización mundial, sino en la per-
to de Dios en las mismas celebraciones litúrgicas, fecta unión de todos los hombres con sus prójimos
particularmente en la misma eucaristía, en una mis- (en el sentido que el Evangelio da a este término)
ma oración, junto al único altar donde preside el obis- en la celebración de la eucaristía y por ella. ComO'se
po, rodeado de su presbiterio Y ministros» (art. 41). I ha dicho muy acertadamente, la eucaristía es la epifa-
Aquí tenemos una de las más importantes decla- nía fundamental de la Iglesia. PO'r lo tanto, es prin-
raciones sobre una doctrina, olvidada demasiado a cipalmente en la celebración de la eucaristía, que en
menudo, en lo que respecta, en primer lugar, al obis- ella se realiza, donde el mismo O'bispo manifiesta la
verdadera naturaleza de su poder en cuant'O sucesor
po y, en segundo lugar, a la eucaristía, vistos ambos
en relación a la Iglesia. de los apóstoles. Porque es allí donde él continúa su
La autoridad tanto individual como colectiva de trabajo de edificar la Iglesia como el cuerpo místico
los obispos no puede entenderse como la de un sis- de Cristo: anunciando el misterio pascual de Cristo
tema administrativo grande y complejo, organizado y haciendo que los hombres participen de tal miste-
en torn'O a la 8eJ.e Romana, así como tampoco puede rio, por cuya participación son hechos uno en el cuer-
considerarse a la Iglesia como una potencia univer- po de Cristo, muerto y resucitado ya para siempre.
sal que pretende someter a su yugo a todos los hom- Por todo lo que se lleva dicho, podemos ahora
entender por qué los dos últimos papas han procu-
1 Cf. SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Ad lViagn. 7; Ad Phi!. 4; Ad rado siempre celebrar la eucaristía en medio de su
Smyrn. 8.

60 61
en la cuenta de que la Iglesia es, por encima de todo,
propia iglesia local. Porque a ningún obispo se le
la comunidad hecha un solo cuerpo por la celebra-
puede ver actuando como tal obispo -y menos que
nadie aquel que ha de presidir la caridad universal ción actual de la eucaristía. En este sentido, no cabe
duda de que el misterio litúrgico es finalmente el
(como dice san Ignacio refiriéndose a la Iglesia Ro-
mana)- si no está en medio de su rebaño alimen- misterio de la misma Iglesia, que nace y se manifies-
tándolo con la palabra y con el cuerpo de Cristo, tá en la celebración litúrgica.
preocupándose de la oración comunitaria y de la ca- Es indudable que, precisamente porque cada pa-
ridad universal de aquél. rroquia celebra su propia eucaristía en comunión con
Al mismo tiempo, esto nos ayuda a comprender su obispo (cuyos cooperadores locales son los pasto-
el hecho de que el misterio litúrgico no es solamente res de almas), y porque cada obispo está unido con
un misterio confiado a la Iglesia para el mundo, sino todos los obispos católicos en torno a la Sede Roma-
precisamente este mismo misterio gracias al cual se na, la Iglesia se extiende invisiblemente a todos los
construye la Iglesia en este mundo. Porque la Iglesia confines del mundo en cada celebración local de la
no se edifica con la administración o legislación, por misa. Pero la Iglesia no está solamente «representa-
muy necesarias que sean ambas. La Iglesia se forma da», sino representada en su actual constitución, prin-
allí donde hay dos o tres re\tnidos en el nombre de cipalmente por la común celebración de la eucaristía.
Cristo y donde el ministerio apostólico los reúne, con Es en ella y por ella por 10 que los hombres se con-
todo lo que esto supone, anunciándoles el Evangelio vierten en miembros vivos y verdaderos de un único
y partiéndoles el pan de vida. cuerpo, el cuerpo del mismo Cristo, y el orden más
Esto es de una importancia excepcional para la
elevado del ministerio en la Iglesia tiende primaria-
vida de la Iglesia, como muy bien dice el Concilio
mente a promover y consagrar esta asamblea sagra-
con las siguientes palabras:
da, origen de toda la liturgia y también de toda la
«Como no le es posible al obispo, siempre y en vida cristiana.
todas partes, presidir personalmente en su Iglesia a
toda su grey, de,be por necesidad erigir diversas co- De aquí nace la importancia, subrayada por el
munidades de fieles. Entre ellas sobresalen las parro- Concilio, de la acción litúrgica y, sobre todo, de la
quias distribuidas localmente bajo un pastor que celebración de la misa, que aparece -de por sí_ como
hace las veces del obispo: ya que de alguna manera una acción plenamente pública y común en la cual
se hacen uno con Cristo todos los en ella reunidos.
representan a la Iglesia visible establecida por todo
el orbe» (art. 42). «Las acciones litúrgicas no son acciones privadas,
Nada podía ser más expresivo para hacernos caer sino celebraciones de la Iglesia, que es 'sacramento

62 63
de unidad', es decir, pueblo santo congregado y or- esto está estrictamente prohibido por el Derecho Ca-
denado bajo la dirección de los obispos. 2 nónico y por las rúbricas, que obligan a que, por lo
»Por eso pertenecen a todo el cuerpo de la Iglesia, menos, esté presente un fiel, sea el ayudante o cual-
influyen en él y lo manifiestan; pero cada uno de quier otra persona que haga ya posible el diálogo),
los miembros de este cuerpo recibe un influjo di- es completamente inútil exigir que se preste aten-
verso, según la diversidad de órdenes, funciones y ción o estimular la participación actual de aquellos
participación actual. que asistan a ella. La doctrina del Concilio ha re-
»)Siempre que los ritos, cada cual según su natu- ducido ad absurdum esta pieza maestra de sofisterÍa.
raleza propia, admitan una celebración comunitaria, Ni qué decir tiene que la verdad es precisamente lo
con asistencia y participación activa de los fieles, in- contrario. Por la misma razón de que no puede ha-
cúlquese que hay que preferirla, en cuanto sea po- ber misa que no sea, por principio, pública (es decir,
sible, a una celebración individual y casi privada. si no es para congregar a todos los hijos de Dios que
»Esto vale sobre todo para la celebración de la están dispersos), toda misa, siempre que sea posible,
misa, quedando siempre a salvo la naturaleza pú- ha de celebrarse de la forma más pública que se
blica y social de toda misa, y para la administración pueda; es decir, con la adecuada atención y partici-
de los sacramentos» (art. 26-27). Aquí debemos ver pación del pueblo.
nuevamente en toda su amplitud la doctrina ense- Más en particular: es abiertamente opuesto a la
ñada por el Concilio. La liturgia, y sobre todo la misa, misma esencia de la misa el celebrar más de una en
es la expresión y realización actual de este «sacra- el mismo lugar y, por supuesto, al mismo tiempo,
mento de unidad» que es la misma Iglesia. Por tanto, cuando sea posible evitarlo. Por lo tanto, debe des-
menospreciar en la práctica este carácter público y aparecer el desagradable espectáculo que ofrecen mu-
comunitario es oponerse a su finalidad y a su misma chos sacerdotes cuando, con motivo de cualquier re-
esencia. El Concilio expone aquí, de una vez y por unión, celebran distintas misas a la vez, ignorándose
todas, la enorme inconsistencia de la posición de al- unos a otros (¡ya menudo sin ni siquiera un mínimo
gunos teólogos cuyo abstracto legalismo los ha lle- de respeto y aun de decoro!). Esto no es más que
vado a las formas más extremas del nominalismo. una innovación bastante reciente y ell'esultado de una
Ha habido algunos que, guiados por esta mentalidad, deficiente comprensión (por no decir otra cosa peor)
han llegado a decir que, partiendo del supuesto de de lo que es la misa. Si es de alabar la idea de que
que toda misa es en y por sí misma un acto público, cada sacerdote debe celebrar misa lo más a menudo
aunque no haya nadie con el sacel'dote (por más que que le sea posible, lo otro, es decir, creer que lo más
2 SAN CIPRIANO, De cath. eccl. unitate, 7; cf. Ep. 66, n. 8. 3. normal es hacerla de esa forma, no tiene nada que

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pertenece juzgar de la oportunidad de la concele-
ver con lo primero. La concelebración es la única bración:
forma normal y, además, tradicional de hacerlo, siem-
a) En la misa conventual y en la misa prin-
pre que no sean necesarias distintas misas para dis-
tintas asambleas de fieles. Aunque en la concelebra- cipal de las iglesias, cuando la utilidad de los fieles
ción sea uno sólo el sacerdote que preside la euca- no exija que los sacerdotes presentes celebren por
ristía, actuando como locum tenens del Señor entre separado;
nosotros, todos los demás sacerdotes se hacen real- b) En las misas celebradas con ocasión de
mente uno con él en la consagración del sacramento cualquier clase de reuniones de sacerdotes, lo mismo
y del sacrificio, participando ministerialmente del seculares que religiosos. Con todo, corresponde al
único sacerdocio de Cristo. Por lo tanto, el Concilio obispo reglamentar la disciplina de la concelebración
ha decidido solemnemente que se vuelva a poner en en la diócesis)) (art. 57).
vigor en la Iglesia Occidental, tal como lo ha estado Aquí hay un punto que merece destacarse muy en
en la Oriental, un rito para la concelebración en que particular. Se recomienda especialmente la concele-
se logre aquella plena participación, de una forma bración cuando los sacerdotes se reúnen con su obis-
tradicional y plenamente expresiva. Lo cual significa po (con motivo de un sínodo o siempre que él cele-
que ya no la podemos considerar como una práctica bre en público), porque con ello se hace patente que
extraordinaria (como ocurre ahora en que sólo se el sacerdocio de aquéllos es una participación del de
hace con motivo de la misa para la consagración epis- éste. Si ellos son sus cooperadores, es principalmente
copal o cuando se confiere el orden del presbiterado). en la misa donde debería ponerse de manifiesto. Esta
He aquí lo que dice expresamente el Concilio: «La es la razón por la cual el Pontifical Romano declaró
concelebración, en la cual se manifiesta apropiada- -sobre todo en lo que se refiere a la celebración de
mente la unidad del sacerdocio, se ha practicado hasta
la Pascua en la catedral- que lo corriente debiera
ahora en la Iglesia, tanto en Oriente como en Occi-
ser que nadie tratase de tener su propia celebración
dente. En consecuencia, el Concilio decidió ampliar
por separado cuando el sumo sacerdote de la diócesis
la facultad de concelebrar a los casos siguientes:
ejerce solemnemente su función de pontífice.
1.0 a) El jueves santo, tanto en la misa crismal
Por una razón diferente, pero no menos perento-
como en la misa vespertina;
ria, lo tradicional ha sido que los obispos conceiebren
h) En las misas de los concilios, conferen-
cuando se reúnan, como es el caso de un Concilio,
cias episcopales y sínodos;
para poner de manifiesto la unidad de todas las igle-
c) En la misa de bendición de un abad.
sias locales en la Iglesia católica, en la eucaristía y
2.° Además, con permiso del ordinario, al cual
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66
por medio de ella. La colegialidad de los obispos en- Otro de los detalles más importantes en lo que
cuentra con ello su más clara expresión. respecta a la celebración litúrgica (y sobre todo a
Sin embargo, se puede notar que en el pasado se la eucarística, considerada como la realización de este
distinguía entre la concelebración de los obispos y «sacramento de unidad» que es el misterio de la Igle-
la de los sacerdotes, ya fuera con su obispo o bien sia) es la restauración de la comunión bajo ambas
con un sacerdote que actuaba como su representante. especies para todos los fieles cristianos.
En el pr¡mer caso, se consideraba como lo más apro- «Se recomienda especialmente la participación más
piado para que la igualdad de los concelebrantes que- perfecta en la misa, la cual consiste en que los fie-
dara bien clara, distribuir entre ellos o decir conjun- les, después de la comunión del sacerdote, reciban
tamente algunas de las oraciones principales que eran del mismo sacrificio el cuerpo del Señor.
dichas de ordinario por sólo el celebrante. No obs- ))Manteniendo firmes los principios dogmáticos
tante, en la antigüedad cristiana la cosa era bien dis- declarados por el Concilio de Trento, '\ la comunión
tinta en el caso de que los concelebrantes fueran de bajo ambas especies puede concederse en los casos
un orden inferior, por la sencilla razón de que su que la Sede Apostólica determine, tanto a los cléri-
sacerdocio es solamente una derivación del que posee gos y religiosos como a los laicos, a juicio de los
el obispo. Sea como fuere, el Concilio ha indicado obispos, como, por ejemplo, a los ordenados en la misa
que, pareciendo conveniente por la praxis de la Igle- de su sagrada ordenación, a los profesas en la misa
sia que los sacerdotes debieran ejercer frecuentemen- de su profesión religiosa, a los neófitos en la misa
te su sacerdocio de una forma plena en la eucaristía que sigue al bautismo» (art. 55).
(por ser los representantes del obispo en las distin- La desaparición de la comunión bajo ambas es-
tas parroquias o entre los grupos más reducidos de pecies en Occidente para todos (laicos o no), menos
fieles), es de desear se introduzca algo de esta pmxis para el celebrante, tuvo lugar de forma progresiva
en toda concelebración. Por lo tanto, la comisión pos- en la edad media, pasando de ser una simple cos-
conciliar ha elaborado un nuevo rito, secundando el tumbre a convertirse en ley. Fue, por una parte, el
deseo del Concilio, 3 de forma que la concelebración resultado de la dificultad práctica de dar la comu-
sea no sólo plenamente eficaz, sino que ponga clara- nión con el cáliz a asambleas muy numerosas, y, por
mente de manifiesto también el hecho de que todos otra, de una reverencia no siempre bien entendida a
los concelebrantes consagran juntos bajo la dirección las sagradas especies (¿no fue acaso esta práctica la
del obispo y cooperando con él. que llevó realmente a la desaparición de una comu-

3 "Elabórese el nuevo rito de la concelebración, e inclúyase 4. Conc. Trid., seso XXI (16 jUlio 1562), Doctr. De Commu-
en el pontifical y el misal romanos" (art. 58). nione sub utraque specie et parvu!orum, caps. 1-3.

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mon numerosa en la misa hasta hace bien poco'?). comunión es tan completa como la de los sacerdotes.
Cuando los protestantes reaccionaron contra esta El buen criterio de ir introduciendo paulatinamente
práctica, parecía que la Iglesia aceptaba en principio esta reforma se refleja también en la decisión toma-
sus críticas en este punto. Fue finalmente el Conci- da por el Concilio en lo que respecta a la concele-
lio de Trento el que las rechazó de plano, apoyándose bración, por muy deseable que sea: «Sin embargo,
principalmente en que los reformadores protestantes quede siempre a salvo para cada sacerdote la facul-
habían empezado a decir que la Iglesia «había ne- tad de celebrar la misa individualmente, pero no al
gado la copa a los laicos)) (así lo decían literalmente) mismo tiempo ni en la misma Iglesia, ni el jueves
para reservar la comunión completa a sólo los sacer- de la cena del Señof)) (art. 57). Lo que verdadera-
dotes. Y también es cierto que había por entonces mente necesitamos en ambos casos es redescubrir el
algunos católicos que sostenían ideas equivocadas, pleno sentido de la misa, lo cual no puede lograrse
tales como la de que la manducación real de la euca- simplemente por decretos abiertamente coactivos,
ristía había de entenderse en un sentido materialis- sino por una restauración progresiva. No obstante, y
ta. Por este motivo, el Concilio de Trento declaró tal como lo exige la conclusión del último texto que
que la presencia real del cuerpo y sangre de Cristo hemos citado, no es posible ya mantener ciertas prác-
resucitado había de entenderse de una forma espiri- ticas directamente opuestas al verdadero sentido de
tual (¡lo cual no se opone a real!), de modo que se la eucaristía. Se le puede permitir a un sacerdote ce-
recibe toda la humanidad y divinidad del Salvador lebrar privadamente en tanto tenga, o crea tener, una
con sólo tomar la más pequeña de las partículas de buena razón para hacerla así, pero debe terminarse
las especies sacramentales. Así y todo, puesto que (¡ojalá para siempre!):; aquella costumbre inacepta-
los sacramentos deben expresar lo más completamen- ble por todos los conceptos, prohibida por toda la
te posible su realidad invisible a través de su simbo- tradición antigua, de celebrar más de una misa al
listno visible, es cierto que el mejor rito será aquel mismo tiempo y en la misma iglesia.
en que se exprese plenamente la participación de los Pero hay que evitar entender erróneamente la
fieles. Por lo tanto, sin tener que suprimir de golpe unidad de la celebración y su carácter comunitario
una costumbre que cuenta ya con muchos años y que (puesto que, en ella, la Iglesia misma se construye y
sin duda alguna facilita mucho la distribución de la se manifiesta al mundo en su unidad). Porque no es
comunión, el Concilio sugiere que, para empezar, se que con ello se quiera decir que todos han de decirIo
lleve a cabo en ciertos casos una re introducción de
:; Algunos traductores se equivocan en este punto: el Con-
la práctica primitiva. Esto aclarará definitivamente cilio no dice que se prohibe la celebración privada cuando y
donde hay concelebración, sino donde y cuando hay cualquier
que la participación de los seglares en la sagrada misa pública.

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o hacerlo todo simultáneamente. Más concretamente, fueran oraciones públicas par excellence. Esta última
la participación plena de los seglares no supone una y más reciente deformación, que ha alcanzado enor-
desaparición de la función peculiar del ministerio mes proporciones en muy corto espacio de tiempo,
apostólico que ha de presidir la eucaristía y ha de es un punto muerto del cual debe salir cuanto antes
consagrar en el nombre del mismo Cristo. Ni una el movimiento litúrgico. Fue introducida a instancias
celebración comunitaria significa, tampoco, una ac- de la necesidad sentida por los fieles de seguir una:,
ción tan colectiva que el individuo tenga que des- acciones litúrgicas realizadas en un idioma caído en
aparecer absorbido por una masa anónima. Todos desuso. Por ello mismo, la nueva puesta en vigor de
estos errores son abiertamente opuestos a la descrip- la lengua vernácula en la liturgia debe hacer que
ción que san Pablo hace del cuerpo místico, en la se suprima la enorme incongruencia que supone pri-
cual afirmó tan rotundamente que hay variedad de var al sacerdote de su esencial función de director
dones y ministerios, si bien cada uno de ellos debe de la oración. Es ciertamente un descuido terrible,
ser ejercido de forma armónica con vistas al bien nacido de demasiadas innovaciones que se supone li-
común. Esto es precisamente lo que nos enseña el túrgicas, haber llegado a que el sacerdote desempeñe
Concilio, de una forma que nos recuerda la doctrina su función pública como si fuera una parte estricta-
COLstante de los antiguos Padres sobre este punto mente privada, como una seudoliturgia que se des-
tan importante, aunque no se haya comprendido en arrolla independientemente, allá a lo lejos. Si esto
absoluto o, por lo menos, se la haya entendido equi- continuara así, significaría sencillamente la muerte
vocadamente con demasiada frecuencia. de la verdadera liturgia. Sólo la lengua vernácula
«En las celebraciones litúrgicas, cada cual, minis- podía librarnos de esta fatal contradicción.
tro o fiel, al desempeñar su oficio, hará todo y sólo Ni qué decir tiene que existe una aberración no
aquello que le corresponde por la naturaleza de la menos patente, condenada aquí de la forma más ter-
acción y las normas litúrgicas» (art. 28). minante, y que se trata de una invención igualmente
Si se consigue entender bien todo esto, ya no será reciente y mal entendida, que pretende lograr la par-
posible ver misas en que los fieles no son más que ticipación activa del pueblo: recitar todos colectiva-
simples espectadores o en las que la parte que co- mente (en lengua vernácula por lo general) las ora-
rresponde al sacerdote es doblada por un comentador ciones del sacerdote, especialmente las del canon.
que atrae hacia sí toda la atención, sustituyendo con Aquí puede verse la enorme confusión provocada por
sus traducciones (io paráfrasis!) la parte que corres- una interpretación errónea de la idea de que la misa
ponde genuinamente al sacerdote, y haciendo que éste es una función pública o colectiva. El sacerdocio de
se limite a musitar unas fórmulas que se pretendía los seglares, o más exactamente, el de todo el pue-
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blo de Dios, no puede significar ni por asomo que de llevar a cabo su función específica en la vida de
los seglares puedan o deban asumir todos juntos la todo el conjunto y para ésta. Sólo así podremos com-
parte del sacerdocio ministerial. Esto no es otra cosa prender que el sacerdocio real de todo el pueblo de
que la idea equivocada del sacerdocio común de los Dios es realmente verdadero (y no metafórico, como
fieles, introducida por los reformadores protestantes, se ha dicho a veces echando mano de una expresión
aunque no me consta de ninguna Iglesia protestante nada feliz) -es, con otras palabras, una participa-
que haya llevado esta idea a tan fantástico extremo. ción real del sacerdocio del mismo Cristo- y que
Si esta idea bíblica, tan fundamental, de que los se- solamente el ministerio apostólico puede hacerla así
glares participan del sacerdocio de Cristo llegó a di- de real poniendo a Cristo, la cabeza, en contacto di-
fuminarse tanto en la Iglesia Católica durante los recto y actual con sus miembros que forman una
últimos siglos, fue por una inevitable reacción con- comunidad.
tra el error de aquéllos. Por lo tanto, si es que la Las formas en que puede expresarse la participa-
hemos de retomar ahora, debemos evitar volver a ción universal en la liturgia son descritas por el Con-
caer en este mismo absurdo tan lamentable, Y al que cilio con una serie de palabras, cada una de las cua-
ninguna secta se ha atrevido todavía a introducir. Los les merece igual atención: «Para promover la par-
Padres habían entendido desde un principio, según ticipación activa, se fomentarán las aclamaciones del
una línea de pensamiento que el Concilio ha vuelto pueblo, las respuestas, la salmodia, las antífonas, los
a tomar ahora, que el sacerdocio de los seglares tenía cantos y también las acciones o gestos y posturas cor-
que ser ejercido en la liturgia, sobre todo en la misa, porales. Guárdese, además, a su debido tiempo, un
en unas acciones específicas: orar, ofrecer, comulgar. silencio sagrado» (art. 30).
Pero adviértase que los mismos Padres afirmaron, Con ello se aclara que toda participación ha de
no menos claramente, que sólo el sacerdocio minis- ser algo más que una asistencia pía y atenta. El pue-
terial tiene derecho a anunciar con toda autoridad blo participa tomando parte, su parte, y ciertamente
la palabra de Dios en la Iglesia, a dirigir las oracio- muy completa, en el desarrollo. Porque es de la esen-
nes comunes y, finalmente, a decir la plegaria euca- cia de la liturgia expresar (y aun crear) la partici-
rÍstica y a consagrar de esta forma la ofrenda de los pación interna a través de una participación visib:e,
fieles, de modo que puedan éstos recibirla de nuevo, audible y materialmente activa. Con todo, en estas
pero convertida ahora en el cuerpo y sangre de su últimas palabras tenemos una refutación muy opor-
Salvador. Esta y no otra es la práctica tradicional, en tuna de un error demasiado común y extendido. Mu-
la que la vida comunitaria de la Iglesia se manifiesta chos decididos partidarios del movimiento litúrgico,
como la de un cuerpo en el que cada miembro ha cuya inteligencia no está a la altura de su celo, han

74 75
silenciü dedicados a que los fieles asimilen de forma
provocado ya entre los fieles una reacción en contra.
Un libro como Liturgia y Contemplación de Jacques personal lo que hayan captado en los textos litúr-
Maritain, aunque cünteniendo algunas expresiones gicos. Así puede deducirse también claramente de las
erróneas que aluden a la liturgia como si ésta fuera explicaciones de los Padres; pürque, cuando se refe-
rían a la oración como la acción esencialmente sa-
algo puramente externo, manifestó algunas sospechas
cerdotal de los fieles, aludían en primer lugar a estas
muy serias y ampliamente justificadas. No consegui-
remos hacer participar al pueblo haciendo que esté oraciones que deben hacerse después del oremus, an-
constantemente levantándose, sentándose o arrodi- tes de la colecta 'Oen el üfertorio y antes de la pos-
llándose, al tiempo que se les grita o incluso se les comunión. La oratio fidelium del mismo ofertorio,
increpa. La oración pública y colectiva no supone en que el Concilio quiere que se vuelva a introducir, y
absoluto la exclusión de la privada y personal. Muy que ya se hacía en las orationes sollemnes (emplea-
al contrario, con aquélla se intenta nutrir ésta, y no das todavía el viernes santo) de la misa romana, era
sólo fuera de la liturgia, antes o después de ella, una sucesión de estas oraciones en silenciü, que res-
sino en ella. Si el pueblo no ora -y no cabe duda pondían a las exhortaciones del diácono para pedir
de que no se puede orar si no se hace más que hacel' por todas las intenciones que pudieran tener los cris-
suyas las palabras de otro: él tiene que hacerla tam- tianos y que debían concluir cada vez con la oración
bién con sus propias palabras, o mejor aún, de una del sacerdote. En ningún momento se creyó que estas
forma que trascienda las mismas palabras-, si el oraciones hechas en silenciü eran algo al margen de
pueblo no ora en la liturgia porque un incesante al- la liturgia -y mucho menos ajenas a ella- sino una
boroto no le deja hacerla, la liturgia, por muy rui- parte indispensable de la misma.
dosa y ajetreada que sea, está entonces muerta in- Más tarde volveremos sübre muchos de estos pun-
teriormente. tos. Ahora vamos a ver cómo la celebración litúrgica
El silencio es, pues, una parte integrante de la descrita y explicada tan perfectamente por el Con-
liturgia. Debemos entender esto no sólo en lo que cilio, y de acuerdo con él, debe referirse también a
otrüs aspectos de la vida de la Iglesia y de los cris-
respecta a la atención silenciosa que los fieles pres-
tianos.
tan a las 'Oraciones del sacerdote, especialmente en
el canon, sinü también en lo que se refiere a los
momentos de silencio en lüs que cada uno debe des-
arrollar por sí mismo, con su propio estilo, los temas
que le suscita el texto litúrgico. La más antigua tra-
dición litúrgica contiene también estos momentos de
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76
Lo que llevamos dicho hasta ahora debe haber
bastado para disipar cualquier duda sobre el papel
central que la liturgia desempeña en la vida de la
Iglesia. No obstante, y precisamente en orden a re-
afirmar esta importancia, la liturgia no puede con-
vertirse en el todo, lo cual equivaldría a hacerla sim-
plemente algo. Debemos tener muy en cuenta el he-
cho de que la liturgia es para los fieles y no para
aquellos que están todavía fuera de la Iglesia. Con-
cretamente, a éstos se les abre la liturgia sólo cuando
son llevados al umbral de la Iglesia en las partes
preparatorias de la liturgia bautismal. Lo cual signi-
fica que sería un esfuerzo pastoral inútil pretender
adaptar la liturgia de forma que aun los no creyen-
tes pudieran seguirla y entenderla fácilmente. Esto
supondría no una adaptación saludable de la litur-
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gia, sino más bien su destrucción. Era preciso aclarar des misioneras de la Iglesia, y sobre todo de su doc-
esto por la confusión que ha producido en muchos, trina, a aquellos que están fuera de ella, no tendría
y también el enorme desconcierto que se ha ocasio- sentido alguno sin una conveniente adaptación de
nado en la celebración, debido a algunos intentos de estos mismos a la vida de los fieles. A este respecto,
falsear la liturgia según una idea equivocada de lo el Concilio añade más adelante: «No obstante, la li-
que ésta debería ser. Hasta hay algunos que han pre- turgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de
tendido sustituir la liturgia tradicional (¡la única que la Iglesia.
00)) Y también: «Pues los trabajos apostó-
merece este calificativo!) por una «liturgia del fu- licos se ordenan a que, una vez hechos hijos de Dios
turo» más o menos caprichosa. El Concilio condena por la fe y el bautismo, todos se reúnan, alaben a
estos errores afirmando con toda claridad la doctrina Dios en medio de la Iglesia, participen en el sacri-
siguiente: «La sagrada liturgia no agota toda la acti- ficio y coman la cena del SeñOr>!(art. 10).
vidad de la Iglesia; pues, para que los hombres pue- Una de las consecuencias de esto es que la adap-
dan llegar a la liturgia, es necesario que antes sean tación de la Iglesia y de su tarea misionera ha de ser
llamados a la fe y a la conversión: '¿Cómo invocarán tal que lleve finalmente a los anteriormente no cre-
a Aquel en quien no han creído? ¿O cómo creerán yentes a la vida de la fe encarnada en la liturgia, y
en El, sin haber oído de El? ¿Y cómo oirán, si nadie no simplemente a una abstracta aceptación de la doc-
les predica? ¿Y cómo predicarán, si no son enviados?' trina cristiana. Por este motivo, toda predicación que
(Rm 10, 14-15). pretenda ser verdaderamente misionera, por muy ne-
»)Por eso, a los no creyentes la Iglesia proclama cesario que sea realizarla de forma que resulte com-
el mensaje de salvación para que todos los hombres prensible y finalmente aceptable a los hombres de
conozcan al único Dios verdadero y a su enviado J e-
toda época y civilización, deberá también disponer-
sucristo, y se conviertan de sus caminos haciendo pe- los a aceptar un cristianismo que no esté diluido o
nitencia» (art. 9).1 alterado. Será necesario, más bien, procurar orien-
Con otras palabras: la actividad propiamente mi- tarlos desde un primer momento hacia aquella plena
sionera no es de la incumbencia de la liturgia. Esta
y adecuada comprensión de la fe y vida cristianas
tarea de la Iglesia debe realizarse, de distintas for-
que se manifiestan principalmente en la liturgia tra-
mas, antes de que pueda celebrarse la liturgia. No
dicional. Pertenece por entero a la apologética procu-
es ésta, sino la predicación del mensaje de salvación,
rar salir al paso de las objeciones o dificultades de
la que debe adaptarse a los no creyentes como tales.
No obstante, esta misma adaptación de las activida- los no creyentes; más aún, la primera predicación del
Evangelio que se haga con vistas a ellos ha de ir más
1 Cf. Jn 17, 3; Le 24, 27; Hech 2, 38. allá de un método meramente negativo o preparato-
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rio. Deberá realizarse movida por un estímulo de su plenitud y autenticidad. Pero, si no es así, ni los
atraerlos a un aprecio positivo de la palabra de Dios métodos sociológicos o sicológicos, ni la más aguda
tal como resuena sin cesar en la liturgia. Esta pala- sagacidad para rebatir las objeciones, servirán real-
bra les ha de ser traducida, explicada, y, sobre todo, mente para llevar a los hombres a Dios, tal como se
progresivamente descubierta, con una progresión si- nos ha revelado en Cristo. Lo que verdaderamente
milar a la de la formación del Pueblo de Dios de importa aquí es comprender cómo la palabra de Dios
entre la masa de los hombres. Pero deberá orientarse, es, dentro del terreno litúrgico, una palabra de vida.
ya desde un principio, en torno a la plenitud que sólo Esto logrará no solamente tocar con más efectividad
puede ser encontrada en la Iglesia, mediante la plena el corazón de los hombres, sino también llevarles al
revelación de la palabra divina hecha con los mismos santuario mismo de la vida litúrgica.
términos elegidos por Dios. Por este mismo motivo, Por este motivo, lo que, según el Concilio, debe
es preciso que haya en todas las adaptaciones misio- preceder a la liturgia en la actividad de la Iglesia ha
neras una continuidad mantenida con aquella expre- de complementarse inmediatamente con lo que ha de
sión plena y suprema que debe ser finalmente en- seguirla. En otra ocasión hemos citado ya estas pa-
contrada en la liturgia misma. Solamente esto podrá labras: «No obstante, la liturgia es la cumbre a la
facilitar la tarea de predicar a los no creyentes, lejos cual tiende la actividad de la Iglesia.» Y añade a
de hacerla más ardua. Porque no hay ninguna ex- continuación: «y al mismo tiempo es la fuente de
presión de la verdad divina tan plenamente humana, donde mana toda su fuerza. Pues los trabajos apos-
tan susceptible de crear de inmediato una respuesta tólicos se ordenan a que, una vez hechos hijos de
positiva en cualquier hombre, que la elegida por el Dios por la fe y el bautismo, todos se reúnan, alaben
mismo Dios. La necesidad más apremiante que con a Dios en medio de la Iglesia, participen en el sa-
ello se nos presenta es la de que los mismos misio- crificio y coman la cena del Señor.
neros han de estar de tal manera imbuidos de ella,
»Por su parte, la liturgia misma impulsa a los
que puedan expresarla con sus propias palabras; pa- fieles a que, saciados con los sacramentos pascuales'
labras capaces de llegar al corazón y a la mente de sean 'concordes en la piedad'; 2 ruega a Dios que 'con-
cualquier hombre. Si están así penetrados de la ver-
serven en su vida lo que recibieron en la fe'; 3 y la
dad divina, llegarán entonces espontáneamente a renovación de la alianza del Señor con los hombres
comprender a los demás hombres -sus contemporá- en la eucaristía enciende y arrastra a los fieles a la
neos- por muy alejados que puedan estar del Evan-
gelio, y congeniarán con ellos de forma que hagan 2 Poscom. de la Vigilia Pascual y del Domingo de Resu-
rrección.
comprensible y atractivo el mensaje divino en toda 3 Oración de la misa del martes de la Octava de Pascua.

84 85
apremiante caridad de Cristo. Por tanto, de la litur- a su cumbre. La obra misionera del ministerio apos-
gia, sobre todo de la eucaristía, mana hacia nosotros tólico tiende, finalmente, a producir a través del mis-
la gracia como de su fuente, y se obtiene con la terio litúrgico, a través del misterio de la Iglesia, la
máxima eficacia aquella santificación de los hombres prueba de amor que será su propia justificación y
en Cristo y aquella glorificación de Dios, a la cual su más firme apoyo.
las demás obras de la Iglesia tienden como a su fim) Pero, aun para los mismos cristianos bautizados
(art. 10). -sobre todo hoy día cuando hay tantos que son re-
A modo de resumen de este último artículo, po- cibidos en la Iglesia por el bautismo a una edad muy
demos decir que la liturgia ha de ser prolongada a temprana y que luego no llegan a percatarse lo su-
toda la vida de los cristianos y de toda la Iglesia, y ficiente de lo que esto significa-, existe la necesidad
que la forma de conseguirlo es la caridad. Por su de ser instruidos en la doctrina cristiana y de reno-
parte, esta misma caridad, que ha de manar de la var su vida según sus ineludibles consecuencias. Así,
experiencia de la vida litúrgica y particularmente de pues, también a dIos les debe enseñar la Iglesia, una
nuestra participación en la eucaristía, debe dar al y otra vez, las verdades fundamentales y predicar les
ministerio apostólico de la Iglesia su argumento más la penitencia. Pero, sobre todo, la Iglesia debe pro-
concluyente para convertir a los no creyentes: el tes- porcionarles todo eso como una renovada introduc-
timonio de vida cristiana en un terreno personal y ción al espíritu de la liturgia, de forma que ésta se
en el de la comunidad cristiana. ¿Qué mejor prueba convierta en el mejor medio de ahondar en su cris-
de la doctrina evangélica puede ofrecerse al mundo tianismo, aunque se la complemente con otros me-
sino la de la caridad practicada por los cristianos, dios de acceso más elementales. Como dice el Con-
primero entre ellos mismos y luego por todos ellos, cilio: «y a los creyentes les debe predicar continua-
así como también por cada uno en particular para mente la fe y la penitencia, y debe prepararlos, ade-
con todos los hombres? ¿Qué mayor incentivo para más, para los sacramentos, enseñarles a cumplir todo
atraer a todos los hombres a la celebración eucarís- cuando mandó Cristo 4 y estimularlos a toda clase de
tica en que la Iglesia se transforma en el cuerpo de obras de caridad, piedad y apostolado» (art. 9).
Cristo, que este efecto visible que se da en aquellos Es así como deben conservarse y estimularse los
que ya toman parte en ella? diversos ejercicios piadosos, de manera que se con-
De esta forma, lo que precede y lo que sigue a la viertan en una preparación para la liturgia. Pero esto
significa que debe evitarse a toda costa el que puedan
liturgia en la vida de la Iglesia se unen formando un
suplantar alguna vez a la liturgia misma; lo que hay
todo. Lo que mana de la fuente de la vida litúrgica
es lo que ha de llevar con más eficacia a los hombres 4 Cf. Mt 28, 20.

86 S7
que hacer es armonizarlos deliberadamente con su el Apóstol. 6 y el mismo Apóstol nos exhorta a llevar
espíritu. siempre la mortificación de Jesús en nuestro cuerpo,
«Se recomiendan encarecidamente los ejercicios para que también su vida se manifieste en nuestra
piadosos del pueblo cristiano con tal que sean con- carne mortal. 7 Por esta causa pedimos al Señor en
formes a las leyes y a las normas de la Iglesia, en el sacrificio de la misa que, 'recibida la ofrenda de
particular si se hacen por mandato de la Sede Apos- la víctima espiritual', haga de nosotros mismos una
tólica. 'ofrenda eterna' para SÍ» a (art. 12).
»Gozan también de una dignidad especial las prác- Ya hemos advertido anteriormente que incluso en
ticas religiosas de las iglesias particulares que se ce·- la liturgia habrá hoy en día una oración real, sola-
lebran por mandato de los obispos, a tenor de las mente en el caso de que los cristianos, uno por uno,
costumbres o de los libros legítimamente aprobados. hagan suya propia la oración colectiva, lo cual su-
»Ahora bien, es preciso que estos mismos ejerci- pone dar cabida en ella al silencio y a la meditación
cios se organicen teniendo en cuenta los tiempos li- personal. Más aún, la participación en la oración li-
túrgicos, de modo que vayan de acuerdo con la sa- túrgica debe ser tenida no tanto como el todo de
grada liturgia, en cierto modo deriven de ella y a nuestra vida de oración, sino más bien como el im-
ella conduzcan al pueblo; ya que la liturgia por su pulso y el alimento de aquella oración personalísima
naturaleza está muy por encima de ellos» (art. 13).
sin la cual no podemos ser verdaderamente acepta-
Esta declaración, tan categórica de por sí que no ne- bles a los ojos de Dios Padre. Y, teniendo en cuenta
cesita un ulterior comentario, da razón de por qué el
la insistencia de Cristo sobre este punto, ello nos su-
Concilio pone antes que cualesquiera «ejercicios pia-
pone a cada uno de nosotros un entrar en lo más
dosos particulares» y por encima de ellos la necesi-
dad de un «ejercicio piadoso» (en singular) que con- recóndito de nuestra morada interior y en el santua-
siste en hacer plenamente personal la oración que la rio de nuestro propio corazón. Ninguna oración co-
Iglesia nos ha enseñado y el sacrificio al que nos ha munitaria puede eximirnos de esta otra más perso-
introducido sacramentalmente. nal, que ha de ser nutrida por aquélla. De la misma
«Con todo, la participación en la sagrada liturgia forma, nuestra unión al sacrificio de Cristo en la misa
no abarca toda la vida espiritual. En efecto, el cris- no tendría sentido alguno, si no fuera para poner de
tiano, llamado a orar en común, debe, no obstante, manifiesto su realidad por el hecho de tomar nues-
entrar también en su cuarto para orar al Padre en tra cruz en el momento presente para seguirle en
secreto; 5 más aún, debe orar sin tregua, según enseña 6 Cf. 1 Tes 5, 17.
7 Cf. 2 Cor 4, 10-11.
5 Cf. Mt 6, 6. a Secreta del lunes de la Octava de Pascua.

88 R9
nuestra vida catidiana. SólO' a través de nuestra sa- V. DON OBJETIVO Y RECEPCION SUBJETIVA
crificiO' y aración persanales la aración pública y el
sacrificiO' de la Iglesia derramarán en nuestra carazón,
por la fuerza del Espíritu, el verdadera amar de Dias.
Tadas estas implicacianes en la vida actual, en la
vida catidiana de cada unO'de nasatras, padrán llevar
únicamente entances a los hambres a CristO' y a su
. misteriO', mostrándales su gracia maravillosa. «Para
que se panga de manifiestO' que los fieles, sin ser de
este mundo, son la luz del mundO' y dan gloria al
Padre de las hombres»(art. 9).

90
En orden a hacer que la liturgia produzca el fruto
que anteriormente hemos visto, debe realizarse de
forma que se convierta en algo vivo para los cris-
tianos y, sobre todo, que sea comprendida por ellos.
Estas son las palabras del Concilio: «Mas, para ase-
gurar esta plena eficacia, es necesario que los fieles
se acerquen a la sagrada liturgia con recta disposi-
ción de ánimo, pongan su alma en consonancia con
su voz, y colaboren con la gracia divina, para no
recibirla en vano. 1 Por esta razón, los pastores de
almas deben vigilar para que en la acción litúrgica
no sólo se observen las leyes relativas a la celebra-
ción válida y lícita, sino también para que los fieles
participen en ella consciente, activa y fructuosamen-
te» (art. 11).
1 Cf. 2 Cor 6, 1.

93
Con ello ab'Ürdamos uno de los puntos más impor-
creían que la liturgia misma p'Odíaproporcionárnosla,
tantes. Ninguna renovación litúrgica podrá producir si se celebraba no sólo «correcta» sino también inte-
algo de real y duradera importancia, si no se le pres- ligentemente. Este extraño divorcio es el error más
ta la debida atención. En todas las controversias con
importante a subsanar en orden a llevar a cabo una
los reformadores protestantes se ha recalcado que auténtica renovación de la liturgia. Su valor tan sin-
todos ellos habían perdid'Ü de vista, más o menos, la
gular radica en el hecho de que el don objetivo de
eficacia ex opere operato de los sacramentos. No cabe
Dios se combina en ella, en la acción sacramental,
duda de que la gracia se nos da a través de la acción de la forma más orgánica posible con los medios más
sacramental, siempre que ésta se realiza válida y lí-
apropiados en orden a su adecuada recepción subjeti-
citamente, merced al poder soberano de Dios e inde- va. Pero esto es algo que no puede percibirse si no
pendientemente de nuestras disposiciones, puesto que se toma en serio el problema de conseguir lo que el
El mismo ha concedido sus d'Ünes a los signos que
Concilio llama una y otra vez una «participación ple-
los representan y que nos han sido dados por Cristo. na, consciente y activa)).
Así y todo, el don 'Objetivo de la gracia será infruc-
«La Santa Madre Iglesia desea ardientemente que
tuoso si no se lo recibe con la debida disposición y,
se lleve a todos los fieles a aquella participación ple-
sobre todo, con una fe recta y plenamente desarr'O-
na, c'Onscientey activa en las celebraciones litúrgicas,
llada. Pero durante muchas generaciones se ha pro-
que exige la naturaleza de la liturgia misma y a la
curado conseguir este don de la gracia con medios cual tiene derecho y obligación, en virtud del bau-
que tienen poco 'Onada que ver con la liturgia, aun- tismo, el pueblo cristiano, 'linaje escogido, sacerdo-
que no se la haya dejado completamente de lado. La cio real, nación santa, pueblo adquirido' (1 Pe 2, 9;
liturgia se solía celebrar a veces con gran dignidad, d. 2, 4-5).
creyendo que era lo más adecuado en atención a la )lAl reformar y fomentar la sagrada liturgia, hay
presencia en ella de los poderosos dones de la gracia, que tener muy en cuenta esta plena y activa parti-
pero sin prestar atención a lo que aquélla contenía, cipación de todo el pueblo, porque es la fuente pri-
y que eran unos medios cuyo fin primordial era ha- maria y necesaria de d'Ünde,han de beber los fieles
cernos reparar en tales dones, y abrirnos a su influen- el espíritu verdaderamente cristiano; y por lo mismo
cia. Quizá se le daba una solemnidad exterior al fiel los pastores de almas deben aspirar a ella con dili~
cumplimiento de las rúbricas, pero eso era todo. La gencia en toda su actuación pastoral, por medio de
recepción de la gracia sacramental se esperaba de una educación adecuada» (art. 14).
otra clase de prácticas piadosas, más o menos extra- Podrá advertirse que la afirmación sobre una ver-
ñas a la liturgia y a su espíritu. Eran POCDS los que
dadera participación considerada como «la fuente pri-
94
95
maria y necesaria de donde han de beber los fieles Cristo o por la Iglesia para significar realidades di·
el espíritu verdaderamente cristianOl), es Uné'. cita del vinas invisibles. Por tanto, no sólo cuando se lee 'lo
famoso Motu Proprio de san Pío X, del cual había que se ha escrito para nuestra enseñanza' (Rm 15, 4),
hecho Dom Lambert Beauduin el lema del movimien- sino también cuando la Iglesia ora, canta o actúa,
to litúrgico en Bélgica. El Concilio hace suya ahora, la fe de los asistentes se alimenta y sus almas se ele-
de forma dara e inequívoca, la interpretación que van hacia Dios a fin de tributarle un culto racional
aquél hizo, a pesar de que se le llegó a acusar de y recibir su gracia con mayor abundancia» (art. 33).
exagerar y tergiversar el sentido de tal frase. Una de las más espectaculares reformas de la li-
El Concilio consagra especialmente la idea, tan turgia, nacidas directamente de estos principios, será
fundamental, de que la instrucción necesaria para la de una mayor introducción de la lengua vemácu-
realizar el culto de la forma debida se halla de modo la, especialmente en la misa.
irreemplazable en este mismo. Esta otra frase de «Se conservará el uso de la lengua latina en los
Pío XI (que no hace mucho fue calificada por algu- ritos latinos, salvo derecho particular. Sin embargo,
nos sacerdotes como desafortunadísima) y según la como el uso de la lengua vulgar es muy útil para
cual «la liturgia es el órgano principal del magiste- el pueblo en no pocas ocasiones, tanto en la misa
rio ordinario de la Iglesia», puede citarse como el como en la administración de los sacramentos y en
compendio de una de las partes más importantes de otras partes de la liturgia, se le podrá dar mayor
la Constitución Conciliar. cabida, ante todo, en las lecturas y moniciones, en
«Aunque la sagrada liturgia sea principalmente algunas oraciones y cantos, conforme a las normas
culto de la divina Majestad, contiene, también, una que acerca de esta materia se establecen para cada
gran instrucción para el pueblo fiel. 2 En efecto, en caso en los capítulos siguientes» (art. 36).
la liturgia Dios habla a su pueblo; Cristo sigue anun- Es cosa de sentido común que las lecturas en la
ciando el Evangelio. Y el pueblo responde a Dios liturgia, dirigidas directa y exclusivamente a instruir
con el canto y la oración. al pueblo, debieran hacerse en un lenguaje que le
»Más aún, las oraciones que dirige a Dios el sacer- resultara inteligible. El que se haya podido olvidar
dote -que preside la asamblea representando a Cris- esto durante tantO' tiempo es una amarga evidencia
to- se dicen en nombre de todo el pueblo santo y de la fuerza que, por desgracia, tiene la rutina (que
de todos los circunstantes. Los mismos signos visibles muchos confunden con la tradición). Y, como ha in-
que usa la sagrada liturgia han sido escogidos por dicado el Concilio, esto debiera ser lo más lógico
también cuando se trata de los cantos variables y de
2 Cf. Cone. Trid., seso XXII, Doetr. De Ss. Missae ~acrijic.,
e. 8. las oraciones correspondientes a las lecturas. Todo

96 97
ello se habría realizado ciertamente hace ya siglos, to al latín en el culto significaría una pérdida muy
si la Reforma protestante no hubiera unido desgra- seria para los sacerdotes, que han de estar familia-
ciadamente la traducción de todas estas partes de la rizados directamente con la tradición cristiana, por-
liturgia a cambios tan radicales, que llevaron a una que supondría apartarse de todas las fuentes de la
ruptura más o menos completa con la tradición. cultura cristiana en Occidente.
No obstante, no debemos suponer por este moti- Además, no está tan claro, como parecen creer al-
vo, como advierte también el Concilio, que la lengua gunos, que el latín debiera ser sencillamente supri-
vernácula debe ser introducida en toda la liturgia, ni mido. La gran oración eucarística, que es siempre la
que, menos aún, sería suficiente para hacerla inte- misma en la tradición occidental, al menos substan-
ligitble por completo. cialmente, puede y debe hacerse familiar a cada cris-
En lo que al primer punto se refiere, debemos tiano por el empleo de traducciones debidamente co-
afirmar ante todo la necesidad de mantener un texto mentadas. Es ciertamente una gran ventaja, si se
canónico de las oraciones de la Iglesia, en su forma logra hacer esto, seguir el acto de culto más impor-
tradicional, que sirva de base para todas las traduc- tante de la Iglesia con las mismas palabras que ya
ciones. Es ésta una necesidad tan clara que todas las emplearon nuestros antepasados desde el siglo ter-
iglesias influidas por la Reforma protestante, y que cero por lo menos. Lo mismo vale, como dice expre-
no han perdido por completo un cierto sentido de la samente el Concilio, para los cinco grandes himnos
tradición, lo han visto también así. La primera y del ordinario de la misa. Incluso a la gente de poca
principal liturgia luterana en Alemania fue la Formu- cultura le puede resultar fácil llegar a conocerlos y
la Missae de Lutero, que él escribió en latín insis- entenderlo s, y sería una pena que ya no pudieran
tiendo en que se la debía conservar en tal lengua, ser cantados en la Iglesia Católica en gregoriano, que
por lo menos en los colegios, en beneficio especial- es su música original, cuando hay algunas iglesias
mente de los candidatos al sacerdocio. Lo mismo cabe luteranas que los conservan todavía con esta misma
decir de la liturgia sueca, e incluso el mismo Cran- música (véase arto 54).
mer, quizá el más experto de los autores de una li- Así como sería poco razonable y opuesto al bien
turgia moderna en lengua vernácula, se cuidó mucho de las almas aferrarse exclusiva y fanáticamente al
de confeccionar una edición típica de su devocionario latín, es igualmente poco razonable querer suprimir
en latín tradicional. También es interesante advertir todo uso de una lengua antigua. Es cierto que el ar-
que la Iglesia de Inglaterra (anglicana) ha decidido, caísmo no debe cerrar nuestros ojos a las necesidades
no hace mucho, que se restablezca aquel texto, al reales, pero no es menos cierto que no podemos pre-
menos en algunas colegiatas. Renunciar por comple- tender hacer encajar a la fuerza un ritual dentro del

98 99
molde rígido de la contemporaneidad. La lengua an- religosa que se ha perdido completamente en muchos
tigua es una parte del ritual cristiano, y también de
casos. Por muy importante que sea el ampliar el uso
cualquier otro ritual, que nos une a una experiencia de la lengua vernácula, el Concilio está en lo cierto
multisecular, y no aceptarla supondría descartar prác- al recalcar la necesidad, todavía mayor, de una ini-
ticamente no sólo cuanto hay en nuestras ceremonias
ciación a la Biblia. La liturgia no llegará a ser nunca
rituales, sino incluso también el uso de la Biblia.
la oración familiar de los cristianos, si la Biblia es
Se olvida demasiado a menudo que nuestro Señor
para los fieles como un libro sellado, lo cual es cierto
mismo participó siempre en el culto según el ritual
desgraciadamente no sólo para la mayoría de ellos,
de la sinagoga palestinense, en la que solamente se sino también para demasiados sacerdotes. La razón
usaba la lengua vernácula para las lecturas y algu- de todo ello se debe a que la Biblia no solamente
nas oraciones inmediatamente unidas a ellas. Las
nos facilita las lecturas que hay en la liturgia, sino
grandes oraciones invariables para la recitación de que también la inspira a ésta en su totalidad. Y sería
la shema, las dieciocho bendiciones y el berakah para traicionar al verdadero cristianismo soñar con una
la última copa de la comida (las tres fuentes más
nueva liturgia en que aquélla pudiera dejar de ser
importantes de nuestras oraciones eucarísticas), se
la verdad. El fin primordial de cualquier liturgia
conservaban en hebreo, que era por entonces una len- que merezca tal nombre es darnos la palabra de Dios
gua tan muerta como lo es el latín ahora por estar
en su expresión primitiva y directamente inspirada.
ya fuera de uso. Si a nuestro Señor le hubiera pa- Por esto mismo, lejos de reducir el uso litúrgico de
recido intolerable esta costumbre, no cabe duda de
la Sagrada Escritura, el Concilio sugiere que se haga
que no la habría aceptado sin criticarla, y más te- un mayor uso de ella, tal como se haCÍa en la comu-
niendo en cuenta lo implacablemente que solía de- nidad cristiana primitiva a la vez que insiste en la
nunciar el formalismo de los fariseos. misión fundamental que tienen los sacerdotes de ini-
La fobia por el latín, que ha sucedido en algunos ciar a los fieles en su adecuada interpretación y hacer
CÍrculos litúrgicos a un apego casi increíble a su uso que se vuelvan a familiarizar con ella.
exclusivo, se basa, las más de las veces, en el ingenuo El Concilio dice: «En la celebración litúrgica la
supuesto de que la barrera del idioma es el único importancia de la Sagrada Escritura es sumamente
obstáculo que se opone a una perfecta y fácil com- grande. Pues de ella toma las lecturas que luego se
prensión de la liturgia. A decir verdad, lo único que explican en la homilía, y los salmos que se cantan,
se conseguirá con la gradual desaparición del latín las preces, oraciones e himnos litúrgicos están pe-
será facilitar el esfuerzo de explicar y, principalmen- netrados de su espíritu y de ella reciben su signifi-
te, la ineludible tarea de volver a crear una cultura cado las acciones y los signos.
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»Por tanto, para procurar la reforma, el progreso aunque todavía en vigor en la misa celebrada según
y la adaptación de la sagrada liturgia, hay que fo- el llamado rito ambrosiano, más fiel en esto, y en
mentar aquel amor suave y vivo hacia la Sagrada otras cosas más, a la más antigua tradición romana).
Escritura que atestigua la venerable tradición de los Pero también deberá incluir, sobre todo en los do-
ritos, tanto orientales como occidentales» (art. 24). mingos después de la Epifanía y Pentecostés, dos o
Todo esto se puede resumir diciendo que la base más series de lecturas alternas de epístolas y evan-
de toda iniciación a la liturgia es una iniciación a gelios, abasteciendo a la vez a las celebraciones dia-
la Biblia. Y puesto que la mejor forma de entender rias durante todo el año. En lo que se refiere al oficio
la Biblia -que es un mundo completo de pensamien- divino, deberá proporcionar una selección racional de
to, maravillosamente vario, pero no menos maravi- los textos de cada libro de la Biblia, dando al menos
llosamente engarzado en una unidad viviente- es lo esencial de su mensaje.
familiarizarse con ella, la primera decisión del Con- «2) Por ser el sermón parte de la acción litúr-
cilio, en lo que respecta a este punto, es abrir lo más gica, se indicará también en las rúbricas el lugar más
posible los tesoros de la Sagrada Escritura a todo el apto, en cuanto lo permite la naturaleza del rito; cúm-
pueblo de Dios. Al mismo tiempo, el Concilio reco- plase con la mayor fidelidad y exactitud el minis-
mienda a los sacerdotes que se preocupen no sólo de terio de la predicación. Las fuentes principales de la
predicar en las celebraciones litúrgicas, sino de dar predicación serán la Sagrada Escritura y la liturgia,
a sus fieles una verdadera homilía; es decir, un co- ya que es una proclamación de las maravillas obra-
mentario a los textos leídos, aplicando a la vida es- das por Dios en la historia de la salvación o misterio
piritual de los fieles el sentido que se deriva de de Cristo, que está siempre presente y obra en nos-
aquéllos. otros, particularmente en la celebración de la litur-
«Para que aparezca con claridad la íntima cone- gia» (ibid.).
xión entre la palabra y el rito en la liturgia: El hecho de devolver a la predicación el lugar que
»1) En las celebraciones sagradas debe haber le corresponde en la liturgia nos dice también cómo
lecturas de la Sagrada Escritura más abundantes, ha de ser aquélla. Ya que no es una interrupción de
más variadas y más apropiadas» (art. 35). Esto apun- la liturgia, sino que forma un todo orgánico con ella,
ta a una revisión del leccionario del misal y del ofi- no puede reducirse a ser meramente una especie de
cio divino, tarea de la que se ha hecho cargo una instrucción religiosa. Debe ser, en primer lugar, un
comisión posconciliar. En lo que respecta al misal, comentario directo a los textos bíblicos que se han
debe restablecerse la lectura del Antiguo Testamen- leído, situándolos en su contexto litúrgico completo;
to (ausente la mayoría de las veces del rito romano, es decir, ha de ser también una explicación de las
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oraciones y ceremonias, de forma que la comunidad la consagración de una iglesia o, quizá, una ordena-
que oye la palabra de Dios pueda comprender su ción). Pero es del todo punto necesario que no en-
actualidad. La homilía ha de intentar siempre hacer torpezcan la acción litúrgica y, por encima de todo,
entrar a los hombres en la historia de la salvación, que no destruyan la atmósfera de oración, ni subs-
revelándoles la presencia del misterio de Cristo que tituyan la participación real por una instrucción he-
se manifiesta en la liturgia. Si no consigue esto, será cha a toda prisa y sin cuidado (como ocurre muchas
una hermosa lección de teología, de historia religio- veces), ante la cual permanecen los fieles en una ac-
sa o de ética cristiana, pero no una homilía. titud meramente pasiva. Esto supone, en primer lugar,
«3) Incúlquese también por todos los medios la que el comentario lo ha de hacer o bien el sacerdote
catequesis más directamente litúrgica, y, si es preciso, celebrante o su ministro (es de desear que, si es po-
ténganse previstas en los ritos mismos breves moni- sible, sea un diácono), y que sea breve, hecho a su
ciones que dirá el sacerdote u otro ministro compe- debido tiempo y que se ciña rigurosamente al tema.
tente, pero sólo en los momentos más oportunos, con El Concilio no se limita, sin embargo, a pedir un
las palabras prescritas u otras semejantes» (ibid.). mayor uso de la Sagrada Escritura y una mejor ini-
Todo esto requiere como parte de toda catequesis ciación a ella en el contexto de las ceremonias que se
cristiana, y, aparte del mismo sermón, una iniciación celebran ahora, especialmente en la misa. También
general y detallada a los ritos y a su significado. Pero estimula a volver a la práctica, tan extendida en la
las palabras que emplea el Concilio (no al tratar de antigüedad, de las celebraciones de la palabra de Dios,
la instrucción general, ni del sermón mismo) al re- sobre todo en las vísperas de las fiestas más solem-
ferirse a los «comentarios» que se han hecho tan fre- nes, en las ferias de cuaresma y adviento y en los do-
cuentes (y tan superfluos las más de las veces) en mingos y días festivos. No sólo esto, sino que incluso
los últimos años, indican la enorme necesidad de propone que estas celebraciones se hagan bajo la di-
cierta cautela. Tales comentarios podían ser necesa- rección de un diácono, o de cualquier otra persona au-
rios cuando, como ocurre a menudo, no se empleaba torizada por el obispo, en los lugares en que no haya
la lengua vernácula en la liturgia, o cuando la ho- sacerdote (ibid., n.O4).
milía no tenía nada que ver con la liturgia. Pero Este punto pone de manifiesto, como ningún otro,
una vez subsanados estos dos defectos, disminuirá la cómo la iniciación a una «plena» y, aún antes de eso,
necesidad de los comentarios, que deberán ser con- «consciente» celebración de la liturgia significa -pa-
servados en la liturgia solamente en casos especiales ra el Concilio- un volver a familiarizarse con la pa-
(con motivo de una función extraordinaria a la que labra de Dios, para que nuestra oración, como ocurre
no están acostumbrados los fieles, como, por ejemplo, siempre en la liturgia, sea una respuesta a ella. No
104 105

[1
obstante, lo que, según estos principios, ha de ser la fortalezcan en la mesa del Señor, den gracias a Dios,
participación plenamente «activa)) (no sólo en la ora- aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia
ción de la Iglesia, sino en la acción litúrgica por ex- inmaculada no sólo por manos del sacerdote sino jun-
celencia, esto es, en la presencia del misterio de Cris- tamente con él, se perfeccionen día a día por Cristo
to) se describe con más detalle en el programa a se- mediador, 5 en la unión con Dios y entre sÍ, para que,
guir en orden a la renovación de la celebración euca- finalmente, Dios sea todo en todos» (art. 47-48).
rística, con la que terminaremos nuestro estudio. No Esto nos describe a la perfección lo que debe ser
cabe duda de que en ella participaremos no sólo por aquella «participación consciente, piadosa y activa)
un recto entendimiento de lo que se está desarrollan-
que es la meta que se propone alcanzar toda la Cons-
do ante nosotros, sino con una oración que nos lleva
titución. En primer lugar, los hombres han de escu-
a abandonarnos ante la presencia de Cristo y nos in-
char la palabra de Dios, palabra que alcanza su ple-
troduce en el misterio sacratísimo de nuestra salva-
nitud en el Verbo hecho hombre y en su sacrificio
ción.
1:'111.11

11I de la cruz. Luego, deberán orar en respuesta a esa


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«Nuestro Salvador, en la última cena, la noche que
palabra: dando gracias a Dios por este misterio suyo
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le traicionaban, instituyó el sacrificio eucarÍstico de


tan maravilloso. Y, finalmente, serán atraídos a él, en
su cuerpo y sangre, con el cual 1ba a perpetuar por
la celebración del sacrificio perenne, ofrecido una vez
los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y a
confiar así a su esposa, la Iglesia, el memorial de su y por todas en la cruz, y que ahora es ofrecido sacra-
muerte y resurrección: sacramental de piedad, signo mentalmente para que todos nosotros juntos poda-
de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual, en
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mos ser ofrecidos a la vez con él y llegar a ser todos
el cual se come a Cristo, el alma se llena de gracia y uno en el único mediador, y reconciliarnos con Dios
se nos da una prenda de la gloria venidera. 4 Padre y unos con otros en el cuerpo de su Hijo hecho
))Por tanto, la Iglesia, con solícito cuidado, procura hombre.
que los cristianos no asistan a este misterio de fe co- Sigue a continuación todo un plan para la revi-
mo extraños y mudos espectadores, sino que, compren- sión de la liturgia eucarística dentro de estas coorde-
diéndolo bien a través de los ritos y oraciones, parti- nadas. Para que la palabra de Dios pueda ser escu-
cipen consciente, piadosa y activamente en la acción chada en toda su plenitud, el Concilio precisa con nue-
sagrada, sean instruidos con la palabra de Dios, se vos detalles este tema: «A fin de que la mesa de la
3 Cf. SAN AGUSTÍN, In Ioannis EvangeLium, tract. XXVI, c. 6,
palabra de Dios se prepare con más abundancia para
n. 13; PL, 35, 1613.
4 Breviario Romano, en la fiesta del Santísimo Cuerpo de 5 Cf. SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA, Comm. in Ioannis Evange-
Cristo, antífona del Magníficat de II Vísperas. Lium, lib. XI, caps. 11-12; PG 74, 557-564.

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los fieles, ábranse con mayor amplitud los tesoros de la Constitución nos da su palabra definitiva sobre la
la Biblia.» participación en la realidad del misterio, que ha de
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Es de notar aquí mismo el paralelismo que ya tra- conseguirse por una adecuada comprensión del ver-
zaban los Padres de la Iglesia primitiva entre la mesa dadero significado de la liturgia. Allí podemos ver,
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de la palabra hablada, que ha de nutrir nuestra fe, por fin, cómo la participación en la liturgia no es
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y la de la palabra encarnada, que nutre todo nuestro otra cosa que la recepción por la fe -iluminada yen-
ser. cendida en la liturgia- de la gracia sacramental.
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'I'~ I i «De modo que, en un período determinado de años, «Los sacramentos están ordenados a la santifica-
se lean al pueblo las partes más significativas de la ción de los hombres, a la edificación del cuerpo de
Sagrada Escritura. Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios; pero, en
I »Se recomienda encarecidamente, como parte de la cuanto signos, también tienen un fin pedagógico. No
misma liturgia, la homilía, en la cual se exponen du-
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sólo suponen la fe, sino que, a la vez, la alimentan,


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rante el ciclo del año litúrgico, a partir de los textos la robustecen y la expresan por medio de palabras y
sagrados, los misterios de la fe y las normas de la vida cosas (ver bis et re bus),. por esto se llaman sacramen-
cristiana. Más aún, en las misas que se celebran los tos de la fe. Confieren ciertamente la gracia, pero
domingos y fiestas de precepto con asistencia del pue- también su celebración prepara perfectamente a los
blo, nunca se omita, si no es por causa grave. fieles para recibir fructuosamente la misma gracia,
»Las dos partes de que consta la misa, a saber, la rendir el culto a Dios y practicar la caridad» (art. 59).
liturgia de la palabra y la eucaristía, están tan íntima-
mente unidas que constituyen un solo acto de culto.
Por esto el sagrado sínodo exhorta vehementemente a
Si es que hemos de añadir algo a modo de epílogo
los pastores de almas para que, en la catequesis, ins-
a este estudio del contenido doctrinal de la Consti-
truyan en toda la misa, sobre todo los domingos y fies-
tución Conciliar, nada mejor que transcribir la solem-
tas de precepto» (art. 51, 52, 56).
ne amonestación que hace el Concilio a los sacerdo-
El Concilio pide a continuación una restauración tes, en los siguientes términos:
de la «oración COmÚlll),u «oración de los fieles», des-
«y como no se puede esperar que esto ocurra, si
pués de la homilía, para que participemos en la ora-
antes los mismos pastores de almas no se impregnan
ción y sacrificio eucarísticos pidiendo «por todos los
totalmente del espíritu y de la fuerza de la liturgia ... »
hombres y por la salvación del mundo entero» (art. (art. 14). La liturgia no es una especie de ingenio mo-
53). derno que ha de usarse como cualquier otro recurso
Pero es en el apartado de los sacramentos, cuando pastoral, en orden a galvanizar artificialmente la vida
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de los fieles. Aquellos que han de hacer que el pueblo INDICE
tenga vida por ella son los primeros en quienes se
debe realizar esto mismo. No podemos ser los sacerdo-
tes de una religión de la que no somos realmente los
fieles.

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INTRODUCCION 7
I. EL MISTERIO PASCUAL
II. EL MISTERIO DEL CULTO
nI. EL MISTERIO DE LA IGLESIA
IV. EL LUGAR DE LA LITUIlGIA EN LA VIDA
LA IGLESIA
V. DON OBJETIVO Y RECEPcrON SUBJETIVA

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