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PUBLICADO EN: AAVV: Cuestiones Complejas en los Procesos de Restitución

Internacional de Niños en Latinoamérica, Porrúa, Buenos Aires, 2017.

LA COOPERACIÓN JURÍDICA EN EL SIGLO ACTUAL


DESARROLLO HISTÓRICO Y DESAFÍOS ACTUALES
Javier L. Ochoa Muñoz1
SUMARIO: a.1 Introducción. a.2 Delimitación del concepto y
contenido de la Cooperación judicial internacional. a.3
Antecedentes históricos de la cooperación jurídica internacional.
a.3.1 Desde la Edad Media hasta la primera mitad del siglo XIX. a.3.2
Desde mediados del siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX.
a.3.4 Desde la segunda mitad del siglo XX hasta los inicios del siglo
XXI. a.4 La actualidad y sus desafíos.

a.1.- Introducción
La realidad del mundo globalizado ha puesto de relieve la importancia
práctica de los temas procesales del DIPr como aspectos claves en la solución
efectiva de los casos privados internacionales. Los ejes centrales esta disciplina
se desplazaron desde los problemas de determinación del derecho aplicable
hacia a los asuntos de índole procesal.2
En un pasado no muy lejano la situación era muy diferente. En especial,
la cooperación jurídica internacional fue menospreciada durante siglos, hasta

1 Profesor de Derecho Internacional Privado de la Universidad Central de Venezuela. Email:


javierochoa@hotmail.com
2 Fernández Arroyo, Diego P., “Aspectos esenciales de la competencia judicial internacional en vistas de
su reglamentación interamericana”, Estudios de Derecho Internacional, Libro Homenaje al Profesor
Santiago Benadava, T. II (Derecho internacional privado), Santiago, Librotecnia, 2008, pp. 119. Espinar
Vicente, José María, Espinar Vicente, José María, De lo tradicional y de lo nuevo en el Derecho
internacional privado contemporáneo, España, 2010, p. 295,
http://www.ehu.es/cursosderechointernacionalvitoria/ponencias/pdf/2010/2010_5.pdf. En el mismo
sentido Tellechea Bergman, Eduardo, La dimensión judicial del caso privado internacional en el ámbito
regional, Montevideo, Fundación de Cultura Universitaria, 2002, pp. 11-12.
que esta se alzó desde otros ámbitos conquistando sus espacios con sigilo,
pero con tendencia a consolidarse y fortalecerse cada vez más. En el DIPr
actual esta deja de ser un ocasional añadido de los temas procesales para
constituirse quizás en su eje principal, adquiriendo rango de principio
fundamental y criterio rector. Un repaso de los desarrollos históricos y
tendencias actuales de la cooperación jurídica internacional puede dar cuenta
de esta afirmación.
a.2.- Delimitación del concepto y contenido de la Cooperación
judicial internacional
Resulta necesario hacer algunas precisiones para poder abordar la
evolución de lo que hoy entendemos por cooperación jurídica internacional,
pues esta constituye un concepto impreciso, polisémico y polimórfico que sigue
sin recibir un tratamiento sistemático y mucho menos uniforme.3 Lejos de
pretender una definición exacta, nos limitaremos a señalar el alcance que le
damos en estas líneas.
En modo principal nos referiremos aquí a ese perímetro bastante
acotado de la cooperación jurídica internacional, entendida como “cooperación
judicial internacional” o “cooperación interjurisdiccional” (expresiones que
emplearemos igualmente), es decir, los mecanismos, procedimientos o
actividades de ayuda que se prestan las autoridades de los diferentes Estados
para la realización de sus funciones jurisdiccionales. Aunque este tipo de
cooperación se produce esencialmente entre autoridades judiciales, también
las autoridades administrativas participan en ella, pero se trata por lo general
de una participación en apoyo a actividades de naturaleza jurisdiccional. Tal
como apunta Capatina, esta es la diferencia específica que separa la
cooperación judicial de la cooperación administrativa, dirigida a facilitar la

3 García Cano, Sandra, La cooperación internacional entre autoridades en el marco de la protección del
menor en derecho internacional privado español, (tesis doctoral), Córdoba-España, 2002, pp. 5,
http://helvia.uco.es/xmlui/bitstream/handle/10396/405/13208299.pdf?sequence=1.
prestación de ciertos servicios públicos.4 Sin embargo, debe observarse que en
el contexto de la protección, adopción, restitución y manutención de niños, se
tiende a atribuir a las autoridades administrativas funciones jurídicas de
consistencia mixta que intercalan lo jurisdiccional con lo administrativo,
desarrollándose a su alrededor un intensa actividad de cooperación
internacional, respecto de la cual no resulta muy pertinente la distinción entre
la cooperación judicial y la cooperación administrativa.5
Nuestro enfoque se proyecta sobre la esfera civil y comercial, abarcando
el Derecho laboral, de familia y de la niñez. Algunas concepciones comprenden
dentro de la cooperación civil y comercial, a la materia fiscal y la administrativa
propiamente dicha, asumiendo que todo lo que no es materia penal, entra
dentro del campo de lo civil o comercial.6 Tenemos reservas sobre esta
concepción, no solo porque la misma parece ser extraña a los sistemas
jurídicos latinoamericanos y de Derecho continental en general,7 sino,

4 Capatina, Octavian, “L’entraide judiciare internationale en matière civile et commerciale”, R. des C., t.
179, 1983, p. 320.
5 García Cano, Sandra, op. cit., nota 3, p. 55. En la actualidad, también la protección de los adultos
mayores parece optar por mecanismos de cooperación jurídica internacional muy similares.
6 Entre nosotros, Cfr. Goicoechea, Ignacio, “Los nuevos desarrollos en la cooperación jurídica
internacional en materia civil y comercial”, Derecho internacional privado y derecho de la integración,
Libro Homenaje a Roberto Ruiz Díaz Labrano, Asunción, CEDEP, 2013, p. 476. “La cooperación jurídica
puede darse a nivel administrativo y/o judicial (la cooperación judicial la consideramos una especie,
comprendida dentro del género cooperación jurídica) y en líneas generales se la divide en materia penal
y materia civil y comercial (ésta última entendida en un sentido amplio, que incluye derecho comercial,
familiar, administrativo, laboral, impositivo, etc.).” Sin incluir la matera fiscal, pero sí la administrativa,
Cfr. Noodt Taquela, María Blanca, “Aplicación de las normas más favorables a la cooperación judicial
internacional”, XXII Anuario Argentino de Derecho Internacional 2013, AADI, Córdoba, 2014, p. 169.
7 Una muestra importante de esta concepción se refleja en la Convención Interamericana sobre Exhortos
y Cartas Rogatorias (Panamá 1975). Específicamente el punto se regula de la siguiente manera:
Art. 16: “Los Estados Partes en esta Convención podrán declarar que extiendan las normas de la misma
a la tramitación de exhortos o cartas rogatorias que se refieran a materia criminal, laboral, contencioso-
administrativa, juicios arbitrales u otras materias objeto de jurisdicción especial. Tales declaraciones se
comunicarán a la Secretaría General de la Organización de los Estados Americanos.”
fundamentalmente, porque la cooperación en los asuntos que conciernen a los
particulares se nutre de fundamentos distintos a los que animan la cooperación
respecto de otros intereses del Estado.8
Pero aun bajo esta concepción acotada, se abre un abanico de materias
cuya pertenencia al campo de la cooperación jurídica internacional se mantiene
en permanentes desacuerdos. Podría decirse que hay un núcleo común a todas
las concepciones en el que se ubican los actos de citaciones o notificaciones
internacionales, así como los actos de obtención de pruebas en el extranjero.
Las tesis más restrictivas del alcance de la cooperación judicial internacional se
reducen a estos tipos de actos. Sin embargo, parecen tener mayor aceptación
las concepciones amplias, a las cuales nos adherimos, que incluyen los temas
de ejecución de medidas cautelares, los asuntos de protección, restitución,
adopción y manutención internacional de niños, algunos mecanismos de
información acerca del Derecho extranjero, así como la eficacia de documentos
extranjeros. En relación a la eficacia extraterritorial de sentencias definitivas, la
mayor parte de los autores tienden a excluirlas de los temas de cooperación
jurídica internacional.9 Pensamos que la eficacia de las sentencias extranjeras

En cambio, ordenamientos jurídicos como el de los Estados Unidos, tienden a incluir en lo civil todo lo
que no se considera materia penal. El gobierno de los Estados Unidos al contestar los cuestionarios de
la Conferencia de La Haya sobre la Convención sobre Notificación y traslado en el extranjero de
documentos judiciales y extrajudiciales en materia civil y comercial de 1969, específicamente, en el
cuestionario de 2008 respondió: “En general, los Estados Unidos considerará cualquier solicitud de
notificación no penal que emana de un tribunal u otra autoridad con poderes jurisdiccionales como "civil
o comercial" para los propósitos de las notificaciones bajo esta Convención.” (Respuestas a las
preguntas 21 y 22 del cuestionario, https://assets.hcch.net/upload/wop/2008usa14.pdf.)
8 Aunque de algún modo todas las formas de cooperación comparten una porción de su fundamento en
los principios generales de cooperación entre Estados, es preciso advertir que la cooperación en materia
civil y comercial se fundamenta esencialmente en los derechos humanos y en especial, en el derecho
de acceso a la justicia.
9 Opertti Baddan, Didier, "La Asistencia judicial Internacional", Curso de Derecho Procesal Internacional
y Comunitario del Mercosur, Fundación Cultura Universitaria, Montevideo, 1997, p. 145. Tellechea
Bergman, Eduardo, “La cooperación jurisdiccional internacional con especial referencia al ámbito del
MERCOSUR y al derecho uruguayo”, DeCita (Litigio judicial internacional), 04.2005, Zavalia, Buenos
es un aspecto propio de la cooperación jurídica internacional, pero sus
especificidades y su propia importancia en la regulación del tráfico jurídico
externo, justifican su tratamiento de manera separada.
Hasta aquí hemos descrito el enfoque que le damos al concepto en su
acepción de actividad, que envuelve procesos y mecanismos de asistencia
entre los Estados. Pero también vamos a referirnos a la noción de cooperación
jurídica internacional como principio. En este sentido, la idea de cooperación
jurídica internacional sirve de fundamento y elemento configurador de los
sistemas de DIPr, desbordando su mera función enunciativa, para tomar un rol
instrumental en la elaboración, aplicación e interpretación de las
correspondientes normas, no solo las de cooperación judicial, sino las de toda
forma más amplia de cooperación jurídica en la materia.10 Cuando nos
refiramos a esta última acepción haremos expresa aclaratoria de la misma.
a.3.- Antecedentes históricos de la cooperación jurídica
internacional
La cooperación jurídica del siglo actual es en buena medida el resultado
de una serie de acontecimientos que remontan a la Edad Media, cuyo decurso
ha sido escasamente abordado por la doctrina.
A los efectos de ofrecer una perspectiva organizada podríamos exponer
la evolución de esta institución en tres etapas más o menos diferenciables, a
saber: 1) Desde la Edad Media hasta la primera mitad del siglo XIX. 2) Desde
mediados del siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX. 3) Desde mediados
del siglo XX hasta los inicios del siglo XXI.11

Aires, 2005, p. 392. García Cano, Sandra, op. cit., nota 3, p. 56. Capatina, Octavian, op. cit., nota 4, p.
325
10 GARCÍA CANO, Sandra, op. cit., nota 3, pp. 10-40. En el mismo sentido Ochoa Muñoz, Javier y Madrid,
Claudia, “Problemas de Acceso Transnacional a la Justicia en el Derecho Internacional Privado,
Perspectiva Latinoamericana”, Curso de Derecho Internacional, XLI, 2014, Comité Jurídico
Interamericano, Organización de Estado Americanos, Washington, D.C., 2015, pp. 330-335.
11 Se trata solo de una forma de organizar nuestra exposición. No pretendemos trazar etapas históricas
verdaderas, sino una perspectiva de análisis y exposición que nos facilite reseñar organizadamente
a.3.1.- Desde la Edad Media hasta la primera mitad del siglo XIX
Comenta el profesor Jorge Alberto Silva que durante todo el período
romano no había posibilidad de aplicar normativas procesales extranjeras ni de
cooperar con tribunales foráneos.12 De modo que el primer dato relevante se
obtendría a partir de las glosas de Acursio, en el siglo XIII, quien se refirió a la
forma de ejecutar en una ciudad las decisiones producidas en otra, lo que
implicaba para entonces la posibilidad de reconocer y ejecutar resoluciones
extrañas o extranjeras.13 Poco después Balduino hacía su famosa distinción
entre estatutos ordinatoria litis y decisoria litis, delimitando así el ámbito
espacial de aplicación de las normas procesales y substantivas,
respectivamente. Esta delimitación daría respuesta a la pregunta sobre cuál es
la ley aplicable al proceso, originando la regla forum rei sitae, que disciplinará
hasta nuestros días la ley aplicable al trámite de los actos de cooperación
interjurisdiccional.14 Advierte Silva que tales apuntes constituyen precedentes
históricos de la cooperación internacional sobre el proceso y es el momento
hasta donde se hunden las raíces teóricas de lo hoy conocemos como derecho
internacional sobre el proceso.15
Vale agregar que la función consular existió desde tiempos más antiguos
y la práctica de realizar actos procesales en territorios extranjeros a través de
los cónsules de manera directa, parece haberse originado con anterioridad.
Quienes se han ocupado de estudiar la historia de la institución consular relatan

algunos eventos que hemos considerado especialmente relevantes y determinantes de la evolución de


la cooperación jurídica internacional.
12 Algunos autores, no obstante, han advertido la existencia de casos aislados de cooperación jurídica
en los antiguos derechos griego y romano. Cfr. Capatina, Octavian, op. cit., nota 4, p. 382 (nota 3). En el
mismo sentido, Cfr. Juenger, Friedrich K., Derecho Internacional Privado y Justicia Material, traducción
de Diego Fernández Arroyo y Cecilia Fresnedo de Aguirre, Porrúa, Universidad Iberoamericana, México,
2006, pp. 7-11.
13 Silva, Jorge Alberto, Derecho internacional sobre el proceso, Procesos civil y comercial, McGraw-Hill
México, 1997, p. 49.
14 Cfr. Opertti Baddan, Didier, op. cit., nota 10, p. 134.
15 Ibidem, p. 53-55.
que hacia el siglo X muchos extranjeros se establecieron en Constantinopla y
en otras ciudades del Imperio Bizantino, atraídos por el floreciente comercio
internacional. Los comerciantes procedentes de una misma ciudad
acostumbraban a agruparse y residir en el mismo barrio, organizando
comunidades autónomas (cofradías, colonias), edificando allí sus almacenes,
oficinas y viviendas, incluso sus iglesias, rigiéndose por la respectiva ley
personal. Entre las ciudades italianas, Venecia, Génova y Pisa llegaron a
establecer importantes colonias en Constantinopla. De otras ciudades
europeas también se originaron colonias relevantes. Con el tiempo
consiguieron el reconocimiento de cierta autonomía, e incluso, el derecho de
nombrar magistrados especiales que empezaron a llamarse “cónsules” a partir
del siglo XII.16 Ejemplos muy similares de funcionarios con poderes
jurisdiccionales (praepositi, baili, telenarii) ya venían sucediéndose entre
diversas ciudades extranjeras, principalmente impulsados por los intereses del
comercio en un ambiente donde reinaba el sistema de la personalidad de la
ley.17 Aunque al principio estos funcionarios y los propios cónsules no
representaban oficialmente a las ciudades de origen, con el trascurrir del tiempo

16 Jaroslav Zourek, relator especial de la Comisión de Derecho Internacional de Naciones Unidas,


cuando se elaboraba el Convenio de Viena sobre relaciones consulares, explicaba también: “Así,
Venecia obtuvo en el año 1060 el derecho de enviar a Constantinopla magistrados encargados de juzgar
a sus conciudadanos en materia civil y criminal y, en el siglo siguiente, el emperador Alexis III, en su bula
de oro, concedió, en 1199, a los venecianos el privilegio de que sus propios magistrados juzgasen incluso
los litigios que pudieran tener con los súbditos del Imperio bizantino. En 1204, la República de Génova
obtuvo el derecho de ocupar, bajo la autoridad de sus magistrados especiales, un barrio de
Constantinopla desde donde sus mercaderes extendieron sus relaciones comerciales hasta las costas
meridionales del Mar Negro. En 1243, los comerciantes de la ciudad de Montpellier tenían un cónsul y
una calle en Constantinopla, y en 1340 la ciudad de Narbona obtuvo el derecho de instalar allí los suyos.”
(Informe de Jaroslav Zourek, Relator Especial, RELACIONES E INMUNIDADES CONSULARES,
Anuario de la Comisión de Derecho Internacional. Vol. II, DOCUMENTO A/CN.4/108,
http://legal.un.org/ilc/documentation/spanish/a_cn4_108.pdf)
17 Cfr. Maresca, Adolfo, La Relaciones Consulares, Traducción de Herminio Morales Fernández, Aguilar,
Madrid, 1974.
comenzaron a ser nombrados por sus respectivas ciudades de manera oficial. 18
Dadas las funciones jurisdiccionales que se atribuían a los cónsules, no es de
extrañar que, además de resolver controversias concernientes a sus
conciudadanos, asumieran desde temprano funciones delegadas de los otros
órganos jurisdiccionales de sus ciudades respectivas, conformándose a su
alrededor una práctica interna e internacional a la cual podríamos remontar
algunos inicios de lo que hoy conocemos como cooperación judicial
internacional.
Miaja De La Muela advertía que el origen de la comunicación entre
tribunales de diversas jurisdicciones a través de exhortos se ubica en la Edad
Media, y su fundamento descansaba en la idea de reciprocidad, de la misma
manera en que ocurría dentro del mismo Estado en aquellos tiempos. Y en este
sentido el profesor español apuntaba que la práctica había conservado de los
exhortos la fórmula “obligándome a otro tanto en casos análogos”.19 Por su
lado, Quintín Alfonsín también señaló que la institución de los exhortos o cartas
rogatorias es de origen medieval. Extrae de Valery el caso de “un exhorto
exhumado de los Archivos de la Señoría de Florencia, del año 1395, que
asombra por su similitud con los de nuestros días, y que una vez diligenciado
fue devuelto de Florencia al magistrado de Chantelet.” Es fácil, y así lo advierte
el gran maestro uruguayo, adivinar el origen de esta figura: “una mera extensión
al campo internacional del exhorto interno.” Aunque advierte las diferencias
fundamentales entre uno y otro, agrega que: “El exhorto internacional es, en

18 Maresca observa que ya los cónsules de Venecia en Constantinopla y de Génova en Caffa, habían
sido nombrados oficialmente por sus respectivas ciudades con el mismo procedimiento seguido para
nombrar a otros oficiales internos, y asimismo, habían sido formalmente aceptados por el Imperio
Bizantino. Ibidem
, p. 17.
19 Miaja de la Muela, Adolfo, Derecho Internacional Privado, Tomo II, Octava Edición, Madrid, 1979, p.
499.
suma, análogo al exhorto interno.”20 Haroldo Valladao precisaba que las cartas
rogatorias provienen del proceso romano-canónico,21 el cual se gestó en la
Edad Media de una conjunción entre el Derecho romano y el Derecho canónico,
penetrados de elementos germánicos.
Quedan entonces establecidas y exploradas dos soluciones
metodológicas fundamentales de la cooperación interjurisdiccional: 1) La
realización de los actos en el extranjero a través de los funcionarios consulares
de manera directa, lo que supone una cooperación pasiva o permisiva del
Estado requerido; y 2) La solicitud de cooperación al Estado requerido para que
el acto se realice en su territorio a través de los funcionarios de este, lo que
supone su cooperación de forma activa.
Pero en el contexto histórico medieval no existía el Estado como lo
concebimos en la actualidad, y ante la ausencia de normas positivas que
reglamentaran tales temas, los aportes de los maestros glosadores y
postglosadores, se concebían como expresión del derecho común en tanto que
interpretaban y explicaban el antiguo derecho romano, idealmente vigente en
el Sacro Imperio Romano Germánico. Mas las ideas que inicialmente
informaron las soluciones jurídicas en el contexto internacional, se ven en gran
medida impactadas y sujetas a replanteamientos teóricos profundos, a raíz de
los paradigmas consolidados con enérgico entusiasmo en los tiempos de los
acuerdos de Westfalia. Con la Paz de Westfalia, a mediados del siglo XVII, se
pone fin a décadas de guerras encarnizadas que azotaron al continente
Europeo, se acota el poderío político de la Iglesia, emerge la idea del Estado
nación y, con esta, se aviva la de soberanía que ya había hecho erupción la
Francia de Bodino en el siglo XVI. El tratado de Paz de Westfalia configuró al

20 Alfonsín, Quintín, “Un instrumento de cooperación judicial: El exhorto internacional”, Fundación de


Cultura Universitaria, Montevideo, s.f., Escritos Jurídicos, Tomo III, p. 85.
21 Valladao, Haroldo, Direito Internacional Privado, En Base Histórica e Comparativa, Positiva e
Doutrinaria, Especialmente dos Estados Americanos, Vol. III, Partes Especial, Livraria Freitas Bastos
S.A., Rio de Janeiro, 1978, p. 173.
menos durante un siglo la estructura política de Europa, representando un hito
fundamental del Derecho internacional, llegando a ser considerado por algunos
como el inicio del mismo.22 El desarrollo de las relaciones internacionales se
agiliza con este régimen, comenzándose a elaborar el sistema de misiones
diplomáticas y consulares permanentes bajo el control directo del Estado. No
obstante, en algunos aspectos los poderes de los cónsules se vieron
significativamente mermados. El ejercicio de la jurisdicción civil y penal por los
cónsules se hizo incompatible con el poder soberano del Estado territorial. 23
Las soluciones de la denominada Escuela Estatutaria Holandesa del
siglo XVII eran naturalmente previsibles en ese contexto: una consecuencia
lógica necesaria de los paradigmas que hacían efervescencia en el momento,
destilados también de los impulsos feudales y monárquicos que ya habían
orientado a la Escuela Estatutaria Francesa del siglo anterior.24 Los estatutarios
holandeses, con Huber, advirtieron que la aplicación de leyes extranjeras de
algún modo invade la soberanía del Estado, de modo que este sólo puede
aceptar dicha aplicación por razones de cortesía (comitas gentium) o interés
recíproco. Esta justificación de la aplicación de la ley extranjera, se extendería
tiempo después al reconocimiento de actos y sentencias, en otras palabras, a
la cooperación interjurisdiccional. La fuerza de esta idea necesariamente
determinará las soluciones jurídicas en torno a las relaciones internacionales,
públicas y privadas, y en especial determina profundamente el alcance de los
poderes jurisdiccionales de los Estados. La jurisdicción es una función y un
poder que, bajo esa concepción, se tiene como atributo de la soberanía. Por lo
tanto, es privativa del Estado, y se encuentra limitada a los confines territoriales
de este, donde la ejerce de manera exclusiva. De allí brota y se consolida la

22 Cfr. Nussbaum, Arthur, Historia del Derecho Internacional, traducción de Javier Osset, Editorial Revista
de Derecho Comparado, Madrid, 1949, pp. 91-92.
23 Zourek, Jaroslav, op. cit, nota 17, p. 81. Maresca, Adolfo, op. cit., nota 18, p. 20.
24 Kegel, Gerhard, Derecho Internacional Privado, Traducción de Miguel Betancourt Rey, Ediciones
Rosaristas, Bogotá, 1982, p.107-108.
noción de que no existe obligación alguna de cooperar jurídicamente con
Estados extranjeros, por lo que la posibilidad de hacerlo queda sujeta a
fundamentaciones como la de la cortesía, la conveniencia o el interés
recíproco.25
Muchas cosas tendrán que suceder después para observar
matizaciones y cuestionamientos de estos principios.
Observaba Valladao que la institución de las cartas rogatorias no fue
regulada en el Código de Procedimiento Francés de 1807 ni en los que le
siguieron más de cerca.26 Su tratamiento y tramitación estuvo principalmente
determinada por la costumbre consular y diplomática entre los Estados, así
como por la práctica judicial y administrativa interna. Algunas de estas
costumbres y prácticas fueron paulatinamente recogidas y reformuladas por las
normativas internas (leyes y reglamentos) relativos a las funciones diplomáticas
y consulares.
Se ha señalado que hasta finales del siglo XIX la cooperación jurídica
internacional se encontraba en un “estado anárquico”27 o de “caos procesal”.28
a.3.2 Desde mediados del siglo XIX hasta la primera mitad del siglo
XX
No obstante, las omisiones señaladas en el código adjetivo francés, es
válido destacar que algunos de los primeros códigos de procedimiento sí
regularon con mayor detalle la cooperación jurídica internacional.
Así, por ejemplo, la Ley de Enjuiciamiento Civil española de 1855 reguló
la citación del demandado domiciliado en el extranjero, estableciendo que al
efecto se dirigirá un exhorto según la forma prevista en los tratados o, en su

25 Cfr. Rodríguez Reyes de Mezoa, Mirian, Cooperación Judicial Internacional y Tutela Judicial Efectiva,
UCV-UNIMET, Caracas, 2014, pp. 33-34.
26 Valladao, Haroldo, op. cit., nota 22, p. 173.
27 Droz, Georges A L, citado por McClean, John David, International Co-operation in Civil and Criminal
Matters, Oxford University Press, Oxford, 2002, pp. 18-19.
28 M. Jones, “International Judicial Assistance: Procedural Chaos and a Program for Reform”, Yale
Law Review, 1953, t. 62, p. 515..
defecto, en la que determinen las disposiciones generales del gobierno (artículo
230).29 Asimismo, se establecieron extensiones de los lapsos probatorios para
los casos en que las pruebas hubieren de obtenerse en el extranjero (artículos
262-266). Se consagró expresamente que los documentos otorgados en
naciones extranjeras tendrían el mismo valor que los otorgados en España, “si
reúnen las circunstancias exigidas en aquellas, y las que además requieran las
leyes españolas para su autenticidad” (artículo 282).30
Por otro lado, la Ley consular italiana del 15 de agosto de 1858 y su
reglamento, establecieron que los tribunales italianos podían dirigir rogatorias
a los cónsules para la ejecución de sus fallos y providencias (artículo 171). Más
adelante, el Código de procedimiento civil italiano de 1865 contenía un título
especialmente dispuesto para la ejecución de los actos de autoridades
extranjeras (Della esecuzione degli atti delle autorita`stranieri), al tiempo que
contiene otras normas dispersas sobre la ejecución de actos del proceso civil
radicado en Italia que debían ser ejecutados en el extranjero. En dicho título
se reguló primeramente la fuerza ejecutiva de las sentencias extranjeras, previo
juicio especial sumario de delibazione que podría ser incoado por la parte
interesada o por vía diplomática (artículos 941 y 942). Se contempló también la
cooperación en materia cautelar, imponiendo al respecto el mismo proceso

29 Art. 230 LEC 1855. “Si, el demandado residiere en el estranjero, el exhorto se dirigirá en la forma que
se prevenga en los tratados, ó en su defecto, en la que determinen las disposiciones generales del
Gobierno.
En este caso, el Juez ampliará el término del emplazamiento por el tiempo que, atendidas la distancia y
la mayor ó menor facilidad de las comunicaciones, considere necesario.”
30 Agregaba el art. 284: “No habiendo conformidad, se remitirán por el Juez á la oficina de la interpretación
de lenguas para su traducción, sin que ésta pueda hacerse en ninguna otra forma.” Esta ley reguló por
primera vez en España la eficacia de las sentencias extranjeras, sujetándolas lo que establecieren los
tratados internacionales (art. 922), a falta de los cuales aplicaría el principio de reciprocidad (arts. 923 y
924). Se estableció un procedimiento y unas condiciones específicas para la ejecución de las sentencias
extranjeras (arts. 925-929).
dispuesto para las sentencias definitivas (artículo 943).31 Incluyó asimismo una
consagración del carácter ejecutivo de los actos auténticos extranjeros (actos
contractuales por notario u otro funcionario público facultado para ello), a través
del mismo procedimiento sumario establecido para las sentencias extranjeras
(artículo 944).
En el mismo título se reguló la ejecución en Italia de otros actos de
autoridades extranjeras para la instrucción del procedimiento, tales como
“testimoniales, pericias, juramentos, interrogatorios”, las cuales se llevarían a
cabo con el “simple decreto” de la Corte de apelaciones del lugar donde deba
ejecutarse el acto. Se estableció expresamente la posibilidad de que la
ejecución del acto sea solicitado directamente por la parte interesada, en cuyo
caso debía acompañar a la solicitud una copia auténtica de la providencia
extranjera. Asimismo, se contempló que si la ejecución es requerida por la
misma autoridad extranjera, debía transmitirse por la vía diplomática, sin
necesidad de adjuntar copia autentica de la providencia (artículo 945).32
Las notificaciones por parte de autoridades italianas en su territorio a
solicitud de autoridades extranjeras fue regulada en un artículo aparte. El
artículo 947 se refiere a “citaciones a comparecer ante autoridades extranjeras
o de simples notificaciones de actos provenientes de un país extranjero”, con lo
cual envuelve tanto a los actos judiciales como los extrajudiciales, que quieran
notificarse a través de las autoridades italianas.33

31 Aunque esta norma solo se refería a las sentencias de secuestro, la doctrina aclaraba que era aplicable
a toda forma de providencia cautelar. Cfr. Morelli, Gaetano, Derecho Procesal Civil Internacional,
traducción de Santiago Sentis Melendo, EJEA, Buenos Aires, 1953, p. 355.
32 La Corte de apelaciones deliberaba el asunto y proveía mediante decreto si permitía o no la ejecución,
y en caso de permitirla, encomendaba los actos exigidos a la autoridad judicial o al funcionario que según
la ley italiana fuere competente para recibirlos o hacerlos ejecutar. Ibidem, p. 258.
33 Apunta Morelli que la norma se interesa sólo por aquellos actos que conforme a la legislación de la
autoridad requirente deban efectuarse por medio de autoridades oficiales, desinteresándose por aquellos
que pueden comunicarse por el simple aviso del particular, los cuales pueden efectuarse en territorio
italiano sin necesidad de normas que lo autoricen, del mismo modo que se admite la trasmisión postal..
Si los particulares requieren de un acto de autoridad para ejecutar la notificación, se dispone que el
El Código Italiano contenía señales de una actitud muy favorable a la
cooperación. Se dispuso en una norma especial que si el requerimiento de
notificaciones, citaciones y actos de instrucción en general, se ha efectuado por
la vía diplomática y la parte interesada no había constituido un representante
que impulsara su ejecución, la autoridad judicial debía proceder de oficio; pero
si por circunstancias especiales el acto requiere diligencias de parte interesada,
se puede nombrar de oficio un procurador que la represente (artículo 946).
En cuanto a la citación o notificación del demandado que no se
encontrare en Italia a los efectos de un proceso radicado allí, se estableció el
cuestionable sistema francés de significtation au parque, que si bien concebía
que la notificación se perfeccionaba con la fijación de la boleta de
emplazamiento en la puerta del tribunal, al mismo tiempo ordenaba remitir la
copia de la citación al representante del Ministerio Público asignado al Tribunal,
a fin de que este lo remitiese al ministro de asuntos exteriores. Este último,
debía proveer la ulterior remisión al cónsul respectivo, quien debía encargarse
de hacer llegar la citación a la persona correspondiente, bien sea de manera
directa o transmitiéndola a las autoridades competentes del lugar; ello conforme
a lo pautado expresamente en el Reglamento Consular (artículo 103).34
En materia de pruebas concernientes a un proceso radicado en Italia,
que debían obtenerse en el extranjero, el código estableció que el requerimiento
debe hacerse en la forma establecida por el Derecho internacional (artículo
208). Aclaraba Morelli, que para el momento de entrada en vigencia del Código
no habían acuerdos internacionales que disciplinaran la forma de las rogatorias,
por lo que quedaría regulada “por la simple práctica diplomática seguida por los

Ministerio Público emita una autorización ante el tribunal donde debe efectuarse la notificación para
proceder a la misma. Si el requerimiento proviene de la vía diplomática el Ministerio Público autoriza el
acto y encomienda directamente a un funcionario judicial del tribunal para que lo ejecute (art. 947).
Ibidem, p. 244.
34 Ibidem., p. 266-267
Estados al requerir, aun independientemente de la existencia de una obligación
jurídica, la ejecución de actos instructorios por parte de Estados extranjeros.”35
Los vacíos normativos en las diferentes legislaciones, en efecto, fueron
generalmente suplidos por la costumbre y la práctica.
Pero en el siglo XIX todavía coexistían en los ordenamientos jurídicos
europeos las visiones contrapuestas de exaltación de la soberanía nacional y
el universalismo jurídico heredado del ius communne. Para Cappelletti los
códigos italianos de 1865 habían sido elaborados bajo los influjos de las
concepciones universalistas, que se mantenían latentes a través de la
influencia de planteamientos como el de Savigny, con su tesis de la Comunidad
Jurídica Internacional. Pero tales influjos cederían ante la fuerza de las ideas
contrapuestas. Cappelletti criticaba que las concepciones filosóficas
predominantes en Alemania, Francia e Italia, se alejaron más en ese siglo de la
idea universalista del derecho. En este sentido, se apoya en Van Hecke, para
quien el siglo XIX “se caracteriza por un ataque en regla contra el
universalismo”. Son tiempos en los que se consolidan ciertas nociones que, al
exacerbarse, obstaculizaron la cooperación jurídica internacional por mucho
tiempo. Entre tales, la idea de la plena separación recíproca de los
ordenamientos soberanos, con su consecuente extensión en materia de
jurisdicción, lo que conducía a la territorialidad estricta de la misma.36
Conceptos como estos, llevados hasta sus últimas implicaciones, constituían

35 “En sustancia –agrega Morelli- el art. 208, parágr. 2º, Cod. proc. civ., impone a los órganos estatales
italianos la obligación de realizar cuanto prácticamente sea necesario para obtener que se provea por
las autoridades extranjeras a la ejecución de los actos instructorios”. Ibidem, p. 274.
36 Ver Cappelletti, Mauro, Las Sentencias y Las Normas Extranjeras en el Proceso Civil, Traducción de
Santiago Sentis Melendo, EJEA, Buenos Aires, 1968, pp. 18-23. Para Anzilotti, quien marcó de algún
modo la orientación italiana dominante hasta hace poco, “el acto jurisdiccional, como acto de soberanía,
está necesariamente circunscrito en su eficacia al Estado de donde emana, no pudiéndose concebir que
el mandamiento de un Estado tenga de por sí valor en otro Estado”. Cit. en Morelli, Gaetano, op. cit.,
nota 32, p. 292.
para Cappelletti lo que Hessel E. Yntema denominaría “la despiadada lógica
del dogma de la soberanía.”37
Aun así, desde temprano se inició la codificación internacional de
diferentes aspectos de la cooperación jurídica internacional.
El primer antecedente directo se planteaba en nuestro continente con el
Tratado de Lima sobre Derecho Internacional Privado de 1878. En este se
dispuso que para obtener la ejecución de las sentencias y resoluciones
judiciales de los Estados parte, se pedirá al Tribunal de primera instancia del
lugar donde deba cumplirse mediante “exhorto con inserción de todas las
piezas necesarias” (artículo 41). Asimismo, se dispuso que los exhortos
referentes a “una simple notificación, recibir declaraciones o cualesquiera otras
diligencias de esta naturaleza, se cumplirán siempre que estuvieren
debidamente legalizados” (artículo 47).
Aunque este instrumento no llegó a tener vigencia, poco más de una
década después se suscribieron los tratados de Montevideo de 1889.
Específicamente el Tratado de Derecho Procesal Internacional reguló el
“cumplimiento de los exhortos, sentencias y fallos arbitrales”, estableciéndose,
entre otras cosas, los requisitos que deben tener las sentencias y los
documentos que deben acompañarse (artículos 5o y 6o), así como de los
exhortos y cartas rogatorias que tengan por objeto hacer notificaciones, recibir
declaraciones o practicar cualquiera otra diligencia de carácter judicial (artículo
9o), admitiéndose también la cooperación por vía de exhortos o cartas
rogatorias en materia de embargos, tasaciones, inventarios o diligencias
preventivas (artículo 11). El tratado de Montevideo no precisó las vías de
cooperación, pero dejó establecido que los exhortos y cartas rogatorias surtirán
sus efectos en los otros Estados signatarios, siempre que estén debidamente
legalizados (artículo 3o).38

37 Cappelletti, Mauro, op. cit., nota 37, p. 19.


38 “La legalización se considera hecha en debida forma, cuando se practica con arreglo a las leyes del
país de donde el documento procede, y éste se halla autenticado por el agente diplomático o consular
En Europa el primer antecedente de la codificación multilateral en la
materia lo constituye el Convenio de La Haya de 1896 sobre Procedimiento
Civil, en el que la vía diplomática fue elevada como sistema principal de
transmisión de las solicitudes de cooperación judicial entre los Estados. 39 El
cauce tradicional de la vía diplomática era el propio de las comunicaciones
internacionales: el órgano requirente (en este caso el tribunal) transmite la
solicitud al Ministerio de Justicia de su Estado, el cual la remite al Ministerio de
Asuntos Exteriores. Este a su vez la envía a su embajada acreditada en el
Estado requerido. La embajada remitía el requerimiento al Ministerio de
Asuntos Exteriores del Estado requerido, el cual reenviaba a su Ministerio de
Justicia, para que este finalmente lo retransmita a la respectiva autoridad
competente (normalmente un tribunal) de ese Estado. Una vez realizado el acto
procesal correspondiente, la solicitud regresa por el mismo trayecto. La
profesora Sandra García Cano, con toda razón, califica de rudimentario este
procedimiento de comunicación, que había sido descrito por Droz como “El
tiempo de los embajadores”, en el que todo se hacía con “majestad y lentitud”.40
Con el objeto de mejorar este sistema el Convenio de 1896 fue sustituido
por el de 1905, cuyo artículo 1o regulaba la comunicación de actos judiciales y
extrajudiciales en materia civil y comercial dando preponderancia a la vía
consular, salvo que los Estados firmantes declaren preferir la vía diplomática.
El Convenio regulaba también en los artículos 8o y siguientes las “comisiones
rogatorias” en materia civil y comercial, las cuales podrán dirigir las autoridades

que en dicho país o en la localidad tenga acreditado el Gobierno del Estado en cuyo territorio se pide la
ejecución” (art. 4).
39 Ello, salvo que las autoridades de los dos Estados concernidos admitiesen la comunicación directa.
Art. 6o: “La transmission des commissions rogatoires se fera par la voie diplomatique, à moins que la
communication directe ne soit admise entre les autorités des deux États.
Si la commission rogatoire n'est pas rédigée dans la langue de l'autorité requise, elle devra, sauf entente
contraire, être accompagnée d'une traduction, faite dans la langue convenue entre les deux États
intéressés, et certifiée conforme.”
40 Cfr. Gacía Cano, Sandra, op. cit., nota 3, p. 65.
judiciales de los Estados contratantes a las autoridades de otro, requiriendo que
se realice un acto de instrucción u otro de carácter judicial.41 Desde entonces
se deja ver la búsqueda de una mayor flexibilidad y amplitud en las vías de
transmisión de las solicitudes de cooperación. El Convenio de La Haya de 1905
ya establecía, en efecto, que el sistema de transmisión de la notificación a
través del cónsul no impedía la libertad de hacerlo por la vía postal, ni la
posibilidad de que la persona interesada lo solicite directamente a las
autoridades del Estado requerido, así como tampoco la posibilidad de que los
funcionarios consulares o diplomáticos del Estado requirente efectúen la
notificación de manera directa en el territorio del Estado requerido. Esta última
opción es procedente solo si existen acuerdos en ese sentido entre los
respectivos Estados o, en caso de falta de acuerdo, cuando el Estado donde
se ejecutare el acto no se oponga a ello. Se hacía la salvedad de que ese
Estado no podía oponerse a las notificaciones que se hicieren sin compulsión
a los nacionales del Estado requirente (artículo 6). En cuanto a las cartas
rogatorias dirigidas a la ejecución de otros actos procesales, se estableció que
la vía consular tampoco impide que los Estados contratantes acuerden permitir
la transmisión directa entre sus autoridades.
Por otro lado, se consagró la regla que hasta la actualidad determina la
ley aplicable a la forma y procedimiento de los actos de cooperación, esto es,
se aplica la ley del tribunal requerido, dejando a salvo las formas especiales
cuya observancia sea expresamente solicitada por la autoridad requirente,
siempre que no sea contraria a la ley del Estado requerido (artículo 16).42

41 El Convenio establecía la obligación de la autoridad judicial del Estado requerido de cumplir con el
acto respectivo, estableciendo tres excepciones a la misma: 1) Cuando no se ha establecido la
autenticidad del documento; 2) Cuando en el Estado requerido la actuación solicitada no entra en las
atribuciones del poder judicial, y; 3) Cuando el juez requerido considera que el acto atenta contra su
soberanía o seguridad (art.11).Cfr. Miaja de la Muela, Adolfo, Derecho Internacional Privado, op. cit.,
nota 20, p. 500.
42 Art. 16: “L'autorité judiciaire qui procède à l'exécution d'une commission rogatoire appliquera les lois
de son pays, en ce qui concerne les formes à suivre.
Estas características del Convenio de 1905 y la influencia general que
luego tuvo la Conferencia de La Haya sobre el la comunidad internacional,
hacen de aquel un hito de mayúscula importancia en la materia, que parece
trazar algunos de los derroteros principales de las fórmulas de cooperación que
se tienen en la actualidad.43 Desde entonces la codificación multilateral sería el
camino a seguir por la mayoría de la comunidad internacional, aun cuando
también proliferaron los convenios bilaterales entre muchos países. 44 El
Convenio de 1905 fue sustituido por el Convenio relativo al Procedimiento Civil
de 1957.
Otro referente temprano de la codificación multilateral en la materia lo
constituye el Acuerdo Boliviano sobre Ejecución de Actos de Estados
Extranjeros, suscrito en Caracas, en 1911, y vigente todavía entre Bolivia
Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. Sin embargo, tal como lo indica el propio
texto del Acuerdo,45 este procura incorporar a las naciones contratantes el

Toutefois, il sera déféré à la demande de l'autorité requérante, tendant à ce qu'il soit procédé suivant une
forme spéciale, pourvu que cette forme ne soit pas contraire à la législation de l'Etat requis.”
43 En el período entre la primera y segunda guerra mundial, la Liga de Naciones se interesó por el estudio
de las cartas rogatorias como parte de su intento por codificar el Derecho internacional. Sin embargo,
solo se trató la materia penal. Se consideró que el desarrollo de las cartas rogatorias en materia civil y
comercial debía efectuarse más bien expandiendo el Convenio de La Haya de 1905. Cfr. Soubbotitch,
Letters Rogatory, A Symposium Before the Consular Law Society, Federal Legal Publications, Inc.,
Nueva York, 1956, p. 93.
44 Incluso es de observar que los países del common law, se mantuvieron al margen durante muchos
años de los procesos de codificación multilateral en materia de cooperación jurídica, y apostaron más
bien a los tratados bilaterales. Thomas observa que entre las dos guerras, el Reino Unido suscribió
tratados en esta materia con más de 22 Estados. Estados Unidos, simplemente se mantuvo al margen
de estas políticas en lo que algunos calificaron como una "long policy of not collaborating on this kind of
endeavour". Thomas, Jeremy, “Judicial Assistance”, The Harvard Research in International Law:
Contemporary Analysis and Appraisal, 2007, pp. 337-380, esp. p. 340-343,
http://s1.downloadmienphi.net/file/downloadfile4/206/1392182.pdf.
45 "Los infrascritos, Plenipotenciarios de las Repúblicas del Ecuador, Bolivia, Perú, Colombia y
Venezuela, previo el canje de los respectivos Plenos Poderes, adoptan como ley común de dichas
Naciones, el Tratado sobre Derecho Procesal, sancionado por el Congreso de Montevideo el 11 de enero
de 1889, con las modificaciones contenidas en el siguiente pacto sobre Ejecución de Actos Extranjeros."
contenido del Tratado sobre Derecho Procesal de Montevideo (1889) con
algunas pocas modificaciones.46
La región latinoamericana seguiría aportando ejemplos de codificación
multilateral con el Código Bustamante, suscrito en La Habana en 1928. En
realidad, este instrumento procuró regular todas las materias del DIPr,
alcanzado incluso al Derecho penal internacional. Se incluyó un título sobre
“Exhortos o Comisiones Rogatorias” (artículos 388-393), estableciéndose en
primer lugar: “Toda diligencia judicial que un Estado contratante necesite
practicar en otro, se efectuará mediante exhorto o comisión rogatoria cursados
por la vía diplomática. Sin embargo, los Estados contratantes podrán pactar o
aceptar entre sí en materia civil o criminal cualquier otra forma de transmisión”
(artículo 388). Se dispuso que el trámite de tales actos “debe ajustarse en
cuanto a su objeto a la ley del comitente y en cuanto a la forma de cumplirlo a
la suya propia” (artículo 391). Se establecieron algunas condiciones de forma e
idioma para el exhorto: “…será redactado en la lengua del Estado exhortante y
será acompañado de una traducción hecha en la lengua del Estado exhortado,
debidamente certificada por intérprete juramentado” (artículo 392). Un paso
atrás se dio con la redacción de la última norma contenida en el referido título,

46 Aunque la mayoría de las modificaciones fueron meramente formales, hubo algunos cambios de
contenido. Cabe resaltar, tal como explica Parra-Aranguren, que «El Congreso Boliviano agregó nuevos
preceptos al Tratado de Derecho Procesal Internacional de Montevideo: de acuerdo con la letra b) del
artículo sexto fue necesario presentar "copia certificada de la demanda y de la contestación, o en caso
de haberse seguido el juicio en rebeldía al demandado, copia de la pieza en que conste este particular";
en el artículo décimo, relativo a los exhortos o cartas rogatorias para embargos, asaciones, inventarios
o diligencias preventivas, agregó la frase siguiente: "En este caso procederá el Juez con arreglo a las
leyes del País"; y se añadieron también dos artículos, el décimo tercero y el décimo cuarto, que leen
como sigue: “Artículo 13. Los gastos que originen los exhortos y cartas rogatorias serán pagados por el
Gobierno que los solicita, el cual a su vez los cobrará de los interesados. “Artículo 14. Los documentos
comunicados por las respectivas Legaciones no necesitan del requisito de la legalización".» Parra-
Aranguren, Gonzalo, “El Acuerdo Boliviano sobre Ejecución de Actos Extranjeros (1911) a la luz de la
jurisprudencia venezolana”, Revista de la Facultad de Derecho, Universidad Católica Andrés Bello,
Caracas, no. 22 (1975-1976), Caracas, 1976, pp. 21-23,
http://acienpol.msinfo.info/bases/biblo/texto/Parra-Aranguren/S-0100.pdf.
la cual ordena: “Los interesados en la ejecución de los exhortos y cartas
rogatorias de naturaleza privada deberán constituir apoderados, siendo de su
cuenta los gastos que estos apoderados y las diligencias ocasionen” (artículo
393). El Código reguló con detalle la ley aplicable a los diferentes aspectos de
la prueba y de la forma en que deben practicarse.47 Confirió a los documentos
otorgados en cada uno de los Estados contratantes el mismo valor en juicio que
los otorgados en el foro, siempre que reúnan los requisitos allí establecidos
(artículos 402 y 403). Estableció un fórmula de cooperación para la prueba o
información del derecho extranjero. “A falta de prueba o si el juez o el tribunal
por cualquier razón la estimaren insuficiente, podrán solicitar de oficio, antes de
resolver, por la vía diplomática, que el Estado de cuya legislación se trate
proporcione un informe sobre el texto, vigencia y sentido del derecho aplicable”
(artículo 410).48
El Tratado de Derecho Procesal de Montevideo de 1940 incorporó
algunas modificaciones al de 1889 en lo que concierne a la cooperación jurídica
internacional. Vale destacar que se amplió la regulación de la cooperación
cautelar. Al reafirmarse la regla sobre la aplicación de la ley del lugar de
ejecución de los exhortos o cartas rogatorias, se estableció sin embargo que la
procedencia de la medida se regirá y determinará por las leyes y los jueces del
lugar del proceso. “La traba del embargo, su forma y la inembargabilidad de los
bienes denunciados a ese efecto, se regirán por las leyes y se ordenarán por
los jueces del lugar en donde dichos bienes estuvieran situados” (artículo 13).
Igualmente se dispuso que la persona afectada por la medida de embargo, una
vez trabado este, “podrá deducir, ante el juez ante quien se libró el exhorto, la
tercería pertinente con el único objeto de que sea comunicada al juez de

47 Arts. 398-407.
48 Esta alternativa se refuerza en la siguiente norma: “Cada Estado contratante se obliga a suministrar a
los otros, en el más breve plazo posible, la información a que el artículo anterior se refiere y que deberá
proceder de su Tribunal Supremo o de cualquiera de sus Salas o Secciones, o del Ministerio Fiscal, o de
la Secretaría o Ministerio de Justicia” (art. 411).
origen”, ordenando a suspender el trámite del juicio principal por un término no
mayor de sesenta días a fin de que el tercerista haga valer sus derechos.49

Esta etapa histórica presentó importantes avances en el ámbito de la


cooperación jurídica desde el punto de vista de su desarrollo conceptual. Las
fórmulas principales, las pautas generales, la mayoría de sus vías y sus propios
alcances, fueron delineados desde entonces, pero de forma dispersa en el
contenido de diversos instrumentos jurídicos internacionales y locales. La idea
reinante era de la separación plena de las jurisdicciones, y el fundamento de la
cooperación jurídica se mantenía sujeto a argumentos de cortesía,
conveniencia o reciprocidad.50 A pesar de los válidos cuestionamientos que hoy
podemos hacer a esa concepción, pudo haber sido esta una de las causas por

49 La incidencia de tercería debe sustanciarse por el juez de lo principal, conforme a sus leyes. “Si la
tercería interpuesta fuese de dominio o de derechos reales sobre el bien embargado, se resolverá por
los jueces y de acuerdo con las leyes del país del lugar de la situación de dicho bien” (art. 14). Igualmente,
el Tratado de 1940 incorporó un título sobre el “concurso civil de acreedores”, estableciendo al respecto
la jurisdicción y la ley aplicable (art. 16), así como diversos aspectos importantes del concurso
internacional de acreedores tales como: 1) Las medidas cautelares extraterritoriales que el juez debe
tomar y la necesidad cumplimiento de las mismas, conforme a las misma reglas dispuestas para las otras
materias de cooperación según los artículos anteriores (art. 18). 2) La comunicación que debe hacerse
de la designación del síndico, así como los plazos para presentar los títulos creditorios (art. 19), 3) Los
casos de pluralidad de concursos (art. 21), 4) Los poderes extraterritoriales del síndico (art. 23).
50 Otro hecho que puede destacarse de este período histórico, es la sentencia de la Corte Permanente
de Justicia Internacional del caso Lotus, decidido en 1927, en el cual se reconoció que el Derecho
internacional deja a los Estados una amplia libertad de fijar los límites de su propia jurisdicción, la cual,
como poder derivado del concepto de soberanía, suponía una regla general, cuyas limitaciones no podían
presumirse, sino que debían considerarse de carácter excepcional, solo deducibles de una regla expresa
o imperativa del Derecho internacional. En ese sentido, se afirmó que la jurisdicción es ciertamente
territorial, siendo su primera y principal limitación el que un Estado no puede ejercerla de ninguna forma
en el territorio de otro Estado, salvo que exista una regla que se lo permita. Se reafirmaban las referidas
ideas que habían hecho furor en el siglo XVII, cuya aplicación al campo de la cooperación reduce el
fundamento de esta a la idea de la cortesía, reciprocidad o conveniencia, dejándose por entendido que
no existe obligación prestablecida de cooperar. El texto puede verse en: http://www.icj-
cij.org/pcij/serie_A/A_10/30_Lotus_Arret.pdf
las cuales creció exponencialmente la codificación multilateral y bilateral sobre
la materia hacia la segunda mitad del siglo XX.

Por supuesto, es de resaltar también que con la Carta de Naciones


Unidas aprobada en San Francisco en 1945, los Estados asumieron el
compromiso general de “[r]ealizar la cooperación internacional en la solución
de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o
humanitario, y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos
y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de
raza, sexo, idioma o religión” (artículo 1.3).51 El fin de la guerra y la creación de
las Naciones Unidas marcan un hito en la historia del mundo y del Derecho, y
constituye la puerta de entrada a un próximo período de profundos cambios.52
a.3.4 Desde la segunda mitad del siglo XX hasta los inicios del siglo
XXI
El desarrollo del Derecho internacional de los derechos humanos, el
acogimiento de estos en los procesos de reformas constitucionales que le
sucedieron, los procesos y ensayos de integración, el inicio de una cultura de
cooperación internacional, la expansión del comercio internacional, los
movimientos migratorios masivos, el auge del turismo internacional, los
avances tecnológicos de la comunicación, son todos elementos que
confluyeron en el desarrollo de la cooperación jurídica internacional. Algunos
de estos elementos articulan hoy el fenómeno de la globalización o

51 Diversos autores han manifestado que esta norma brinda un fundamento general al deber de
cooperación jurídica internacional, aunque no se refiera de manera directa a esta. Rodríguez Reyes de
Mezoa, Mirian, op. cit., nota 25, pp. 36-37. Por su parte, Miguel Rábago Dorbercker afirma que aunque
parece exagerado afirmar que de esta disposición se imponga una obligación de cooperar con
autoridades administrativas y judiciales de otros Estados, “…sí establece una declaración de buenas
intenciones en esta materia.” Rábago Dorbecker, Miguel, “Ley aplicable al proceso con elemento
extranjero, asistencia judicial internacional y cooperación internacional de autoridades”, Lecciones de
Derecho Internacional Privado mexicano. Parte General, Porrúa-UNAM, 2007, pp. 288.
mundialización, cuya permanente intensificación plantea en modo proporcional
nuevas necesidades de cooperación.
Durante la segunda mitad del siglo XX se dio un vertiginoso salto en esta
materia, superándose en buena medida las dificultades generalmente
señaladas en el pasado, en torno a las diferencias entre los sistemas jurídicos,
especialmente entre las instituciones procesales de los sistemas de derecho
continental y los sistemas del common law.
Capatina observa un desarrollo masivo de esta institución en el orden de
las relaciones internacionales que constituye un logro sobresaliente del siglo
XX en el plano general del Derecho.53
La formación de una multiplicidad de organizaciones y entidades
internacionales, luego de la formación de Naciones Unidas, marcaron la pauta
especialmente durante la segunda mitad del siglo XX. Algunas de estas
entidades se constituyeron expresamente sobre la idea de la cooperación. El
preámbulo de la Carta de la OEA, suscrita en Bogotá en 1948, destacaba que
el bienestar de los todos hombres, “…así como su contribución al progreso y la
civilización del mundo, habrá de requerir, cada día más, una intensa
cooperación continental”. Así, entre los propósitos esenciales de la
organización se estableció el “[p]romover por medio de la acción cooperativa,
su desarrollo económico, social y cultural” (art. 4.e).54 De modo más concreto

53 Capatina, Octavian, ob. cit., nota 4, p. 317.


54 «El Protocolo de Washington de reformas a la Carta de la OEA, adoptado en 1992, reafirmó que la
cooperación es uno de los propósitos esenciales del interamericanismo y el Protocolo de Managua,
aprobado en 1993, redefinió la misión de la Organización en este campo y estableció el Consejo
Interamericano para el Desarrollo Integral (CIDI) como órgano destinado a articular "las políticas, los
programas y las medidas de acción en materia de cooperación para el desarrollo integral"…
…De igual forma y después de un amplio y detenido proceso de examen con base principalmente en las
propuestas presentadas por el Secretario General y los Estados miembros se reestructuró la Secretaría
General, entre otras razones, para mejor cumplimiento y énfasis a sus responsabilidades en materia de
cooperación. Dentro de este contexto, se decidió reorganizar y concentrar en la Subsecretaría de Asuntos
Jurídicos el apoyo a los órganos en materia de desarrollo del derecho internacional, la promoción y
ejecución de programas o acciones de cooperación jurídica a nivel hemisférico y la difusión de los temas
hacia lo jurídico, el Tratado de la Comunidad Económica Europea (artículo 65),
luego el Tratado de la Unión Europea (artículo B) y el Tratado de
Funcionamiento de la Unión Europea (Título V, Cap. III, artículo 81),
establecieron expresamente la misión de desarrollar la cooperación jurídica
internacional.
En algunos de las reformas constitucionales se hicieron presentes las
diversas concepciones de la cooperación internacional en sentido general.55
La cooperación jurídica internacional protagonizó una suerte de
revolución sigilosa, gestada en los foros de codificación multilateral. La
expansión de la cooperación jurídica internacional fue abrumadora y
avasallante, pero al mismo tiempo se produjo manera gradual y paulatina.
Mientras la doctrina se concentraba en otros tópicos, casi sin notar lo que
pasaba en dichos foros, los convenios de cooperación jurídica de La Haya,
OEA, así como las normativas europeas y mercosureñas, fueron copando el
espacio de la codificación multilateral, hasta la confección de un complejo y
denso entramado de instrumentos. Es de destacar que el número de
ratificaciones tanto de los convenios de la Conferencia de La Haya como de las
convenciones interamericanas en materia de cooperación jurídica internacional,
ha sido significativamente mayor que el obtenido por los instrumentos
provenientes de los mismos foros relativos a otras materias del DIPr. A esto hay
que agregar la codificación bilateral que se produjo entre muchos países en un
número bastante significativo.56 Esta acumulación de fuentes conlleva a una

jurídicos que se discuten en el marco de la Organización.» Documento OEA (Documento presentado por
la Secretaría General/Subsecretaría de Asuntos Jurídicos), “La Cooperación Jurídica y Judicial en Las
Américas”, http://www.oas.org/juridico/spanish/doccoope.htm#CAPITULO SEXTO.
55 V.gr. Constitución Política de la República Federativa del Brasil (art. 4), Constitución Española
(Preámbulo), Constitución Política de los Estados Mexicanos (art. 89.X), Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela (Preámbulo, arts. 4, 152).
56 Con relación a España, Cfr. Fernández Tomás, Antonio, La celebración de Tratados bilaterales de
cooperación por España, Tirant lo blanc, Valencia, 1994. Con relación a Perú, Cfr. Marcela Arriola Espino,
“Cooperación Judicial Internacional en el Sistema de Derecho Internacional Privado Peruano”, Revista
Oficial del Poder Judicial, 1/1 2007,
situación de “inflación convencional”,57 planteando a menudo graves
dificultades de aplicación ante la pluralidad de regímenes simultáneamente
vigentes.58
Aunque la doctrina internacionalprivatista hasta finales del siglo XX,
evitaba ocuparse de los asuntos procesales, menos aun de la cooperación
jurídica internacional, desde temprano algunos autores comenzaron a
cuestionarse los fundamentos políticos o utilitaristas de la cooperación jurídica
internacional. Ya en su tiempo el maestro Quintín Alfonsín advertía que algunos
juristas, a los cuales parecía adherirse, cuestionaban tales fundamentos,
rechazando la idea de que la cooperación no se sostenía en una verdadera
obligación internacional.59
El auge de los derechos humanos en el terreno internacional y en el
contexto constitucional de los Estados, puso de relieve la preminencia del
derecho de acceso a la justicia, con lo cual se superan paulatinamente las
antiguas fundamentaciones, para dar paso al reconocimiento de una obligación
de cooperar jurídicamente entre los Estados, incluso más allá del plano

https://www.pj.gob.pe/wps/wcm/connect/1fbf618043eb7b7aa6b1e74684c6236a/6+Doctrina+Nacional+-
+Magistrados+-
+Arriola+Espino.pdf?MOD=AJPERES&CACHEID=1fbf618043eb7b7aa6b1e74684c6236a. Véase
también nota 25.
57 García Cano, Sandra, op. cit., nota 3, p. 63.
58 Cfr. Noodt Taquela, María Blanca, Aplicación de las normas más favorables a la cooperación judicial
internacional, op. cit.,, nota 7, p 169. Véscovi, Eduardo, “Problemas del Proceso Internacional y
Cooperación Jurídica”, Derecho Internacional Privado de los Estados del Mercosur, Argentina, Brasil,
Paraguay, Uruguay, Zavalia, Buenos Aires, pp. 372-373.
59 «Quiero decir, no se resignan a que la administración de la justicia se detenga en un Estado porque
otro Estado, el Estado exhortado, haciendo uso de su facultad de aceptar o no la comisión que se le
solicita, devuelva los exhortos sin diligenciar. Ningún Estado puede paralizar de ese modo la
administración de justicia; comete un acto muy similar a la denegación de justicia cuando substrae los
medios judiciales indispensables para la marcha del proceso. Y reniega de la comunidad internacional
de ideales y de intereses superiores cuando, invocando las facultades inherentes a su pretendida
independencia, desconoce las obligaciones inherentes a su convivencia internacional. Con arreglo a esta
última opinión, existe una norma jurídica internacional fundada en el interés de la justicia que obliga a
los Estado a prestarse recíprocamente cooperación judicial.» Alfonsín, Quintín, op, cit, nota 21, p. 87-88.
jurisdiccional. La realización y protección de los derechos humanos, en
especial, el derecho de acceso a la justicia, en el ámbito de las relaciones
privadas internacionales, exigen una intensa cooperación jurídica, sin la cual
tales derechos se verían permanentemente conculcados en la esfera global.60
Entretanto, la doctrina de DIPr deja atrás sus concepciones meramente
conflictualistas y cobra fuerza la visión tripartita, que concibe como áreas
temáticas fundamentales: 1) La determinación de la ley aplicable, 2) La
determinación de la jurisdicción y, 3) La eficacia de los actos de autoridades
extranjeras.61 Pero esa visión tripartita resulta hoy igualmente cuestionable, en
tanto que desconoce la importancia de la cooperación jurídica internacional. Tal
como lo expresa Ted M. de Boer, citando a Hans van Loom: “si el objeto de la
Conferencia de La Haya sirve de alguna indicación, el DIPr consiste en cuatro
temas principales: jurisdicción, conflicto de leyes, reconocimiento y eficacia de
sentencias extranjeras y cooperación jurídica internacional en asuntos
civiles.”62 La expansión de la cooperación jurídica internacional y su exitoso

60 GARCÍA CANO, Sandra, op. cit., nota 3, pp. 10-40. En el mismo sentido Ochoa Muñoz, Javier y Madrid,
Claudia, op. cit, nota 11, pp. 330-335.
61 Cfr. Fernández Rozas, José Carlos y Sánchez Lorenzo, Sixto, Curso General de Derecho Internacional
Privado, Segunda Edición, Madrid, Civitas, 1993, p. 35-36. Sandra García Cano observa también que la
“tesis intermedia, nuclear o tripartita”, con relación al contenido del DIPr mantiene coherencia con las
últimas tendencias doctrinales y legislativas. García Cano, Sandra, op. cit., nota 3, p 14, nota al pie de
página) En relación al sistema inglés y el de los EEUU, Cfr. Hartley, Trevor C, “The modern approach to
private international law international, Litigation and transactions from a common-law perspective,
General course on private international law”, R des C, 2006, T. 319, 2006, p. 27., p. 23. Hay, Peter,
Conflict of Laws, 3º Edición, St. Paul, Minnesota, Black Letter Series, West Group, 2000., p. 1. En la
reciente Ley de Derecho Internacional Privado de República Dominicana, de 18 de diciembre de 2014,
se establece:
Art. 1. “Objeto de la Ley. Esta ley tiene por objeto regular las relaciones privadas internacionales de
carácter civil y comercial en la República Dominicana, en particular;
1) La extensión y los límites de la jurisdicción dominicana;
2) La determinación del derecho aplicable;
3) Las condiciones del reconocimiento y ejecución de las decisiones extranjeras.”
62 de Boer, Ted M.: “Facultative choice of law, the procedural status of choice-of-law rules and foreign
law”, R des C, Vol. 257, 1996, p. 275.
despliegue en la reglamentación de situaciones privadas internacionales,
especialmente en materia de protección de la niñez, llevan incluso a sugerir la
duda a acerca de su inclusión como un aspecto fundamental del contenido del
DIPr, o su tratamiento como una disciplina o técnica de reglamentación
autónoma y separada.63
Pero usando la misma lógica de van Loom y de Boer, podríamos
parafrasearlos hoy, y decir que si el foco de la Conferencia de La Haya sirve de
alguna indicación, el DIPr consiste esencialmente en la cooperación jurídica
internacional en su sentido más amplio, que comprende no solo la cooperación
interjurisdicional, sino también la idea de cooperación jurídica como noción
directriz, la cual llama a articular todas las regulaciones con implicación en el
tráfico jurídico externo desde una perspectiva coordinada entre los sistemas
normativos y jurisdiccionales de los Estados.
Ha pasado casi desapercibido que la Conferencia de La Haya, principal
organismo codificador y orientador de las normas y prácticas concernientes al
DIPr, se defina a sí misma con el siguiente eslogan: “La Organización mundial
para cooperación transfronteriza en asuntos civiles y comerciales”.64
Hemos investigado el origen de esta definición, que de algún modo se
aparta del objetivo inicial que tenía la Conferencia de La Haya en la concepción
del DIPr que se tenía para la fecha en que se elaboraron sus estatutos.65 No

63 García Cano, Sandra, op. cit., nota 3. pp. 101-104. González Martín, Nuria, “La cooperación
internacional entre autoridades en el Convenio de La Haya de 1993 sobre protección de menores y
cooperación en materia de adopción internacional, a propósito de la Comisión Especial de 2010”, Las
personas frente a la dinámica y las exigencias del mundo globalziado, Jornadas ASADIP 2010, ASADIP-
CEDEP, Asunción, 2010, pp.196-198.
64 En inglés; "The World Organisation for Cross-border Co-operation in Civil and Commercial Matters".
En francés: “L'Organisation mondiale pour la cooperation transfrontalière en matière civile et
commerciale”.Véase la presentación de su portal de internet: https://www.hcch.net/.
65 El art. 1º de los Estatutos aprobados en 1955 señalaba que el objeto de la organización era la
“unificación progresiva del Derecho internacional privado”. (“La Conférence de La Haye a pour but de
travailler à l'unification progressive des règles de droit international privé”). En la modificación que se le
hiciera en 2005 a dicho texto, no se modificó el objeto.
encontramos publicados suficientes datos esclarecedores sobre esta
matización del objeto estatutario, que en realidad viene a ser una interpretación
extensiva y adaptada a la realidad que devino luego. Consultamos a Hans van
Loon, quien para el momento en que se estableció el mencionado slogan fungía
como Secretario General del organismo. Al respecto, nos aclaró que dicha frase
se incorporó pocos años después de la creación de su portal de internet y
después de haber presenciado una masiva expansión de su membresía. La
respuesta de van Loon constituye para nosotros un valiosísimo relato de la
evolución de la cooperación jurídica internacional desde la segunda mitad del
siglo XX hasta el presente, por lo que nos permitimos transcribirla:
«Queríamos expresar en unas pocas palabras lo que estábamos
observando como característica distintiva de la Conferencia, de un
modo que tuviera sentido para las personas y llamara su interés.
Para esa época, ya estaba claro que los más exitosos Convenios de La
Haya eran aquellos que establecían canales de cooperación
transfronteriza (en asuntos civiles y comerciales) entre autoridades
administrativas y tribunales. Primero los Convenios sobre
Notificaciones, Pruebas y Acceso a la Justicia, todos los cuales
emplearon el mecanismo de la Autoridad Central, pero luego, en
particular, los Convenios de Sustracción Internacional de Niños,
Adopción, Protección de Niños y Obligaciones Alimentarias de Niños,
las cuales ampliaron considerablemente los poderes y
responsabilidades de las Autoridades Centrales, y en algunos casos,
otras entidades públicas y privadas. A esto le siguió una intensa
cooperación entre tribunales, especialmente en casos de sustracción
internacional.
También había quedado claro que, con estos instrumentos y el rol
proactivo de la Oficina Permanente, con el apoyo de sus miembros, y
en cooperación con otras organizaciones internacionales, la
Conferencia de la Haya había establecido un rol de liderazgo global; un
rol que solo ha tendido a expandirse desde los comienzos de este siglo,
gracias también al exitoso trabajo llevado a cabo por la Oficina Regional
para Latinoamérica, y luego, la de Asia-Pacífico.
Mientras el adjetivo “global” ha estado justificado como característico de
la Conferencia solo durante los últimos 15-20 años más o menos,
“cooperación”, en un amplio sentido, ha sido siempre una característica
permanente de la organización.
Tobías Asser, el fundador de la Conferencia de La Haya, creía
firmemente en los Convenios, elaborados en negociaciones
multilaterales, y por lo tanto en la cooperación, como una forma de
unificar reglas de Derecho internacional privado. Este encontró fuertes
resistencias en otros prominentes juristas europeos, quienes preferían
el desarrollo individual de los Estados, por su propia cuenta, de normas
uniformes. Pero Asser persistió y venció. Asser, por cierto, se inspiró en
el trabajo pionero latinoamericano (los tratados de Lima y Montevideo
de finales del siglo XIX).
Sin embargo, una vez adoptados, la implementación de los primeros
Convenios de La Haya fueron dejados completamente a los Estados
contratantes. Las comunicaciones y la cooperación entre esos Estados,
por ejemplo para transmitir una solicitud de notificación de un proceso
tuvo lugar por los tradicionales canales diplomáticos y consulares: no
había cooperación transfronteriza directa, solo indirecta. Del mismo
modo, no había una organización permanente que apoyara los
procesos de negociación de nuevos Convenios, o que los promoviera,
o le hiciera seguimiento a la operación de los Convenios existentes, y
así no había un “motor” que estimulara la cooperación internacional.
Después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la Conferencia de La
Haya se estableció como organización permanente por quince Estados
europeos más Japón, el contexto internacional había cambiado, y la
cooperación internacional fue crecientemente asumida como una
necesidad. Un ciclo de cuatro años se estableció para la negociación
de los Convenios, a veces tres de estos al mismo tiempo, con
procedimientos rigurosos y la vez flexibles para establecer reglas
uniformes de DIPr, tema por tema, progresivamente. Allí las palabras
del artículo 1 de los Estatutos. Esto asentó las bases para los métodos
de trabajo de alta calidad de la Conferencia de La Haya, científicamente
sustentados; podría hablarse de un proceso estructurado de
cooperación legislativa. Y en retorno, esto constituyó las bases para el
desarrollo de las técnicas de cooperación transfronteriza judicial y
administrativa, a la que hice referencia arriba. Y otra vez, el hecho de
que tantos países, en creciente desarrollo, comenzaran a adherirse a
los Convenios de La Haya, especialmente a los Convenios de Adopción
y Sustracción de Niños, hicieron necesario desarrollar otras formas de
cooperación, incluyendo la “asistencia técnica” a fin de ayudar a esos
países para implementar apropiadamente los Convenios y capacitar a
sus autoridades y jueces para aplicarlos correctamente.»
La Conferencia de La Haya, en efecto, ha venido creciendo
significativamente en número de Estados miembros. Para 1990 unos 30
Estados la integraban. En el año 2000 ya contaba con 47. En la actualidad
forman parte de ella 81 Estados y la Unión Europea. Adicionalmente hay otros
68 Estados que forman parte de convenios de La Haya, sin ser miembros de la
misma, con lo cual se tienen 149 Estados más la Unión Europea, conectados a
sus convenios.66
No podríamos ocuparnos de comentar los contenidos de tantos
instrumentos pues ello desbordaría significativamente el espacio que nos
corresponde. Ya su simple enunciación, es de por sí muy extensa, y se
requeriría un esfuerzo de investigación mayor para incluir los tratados
bilaterales que se suman a este conjunto de instrumentos.

66 Información disponible en el portal de la Conferencia de La Haya: https://www.hcch.net.


Además, habría que añadir los procesos de reformas legislativas
internas, especialmente en el contexto procesal, en el que fueron
incorporándose normas reguladoras de la cooperación. A ello se sumó un
interés renovado en el ámbito del soft law que produjo importantes instrumentos
de cooperación jurídica internacional desde diversas fórmulas como códigos y
leyes modelos, principios, lineamientos, pautas, guías de buenas prácticas,
formularios modelos, etc.67

67 Por supuesto, el interés en soft law y su auge, no es una nota característica de la cooperación jurídica
internacional, sino que se trata de un fenómeno más general de distintas áreas del derecho, con más
acento en las que tienen repercusiones transnacionales. Cfr. Fernández Arroyo, Diego P., “The Growing
Significance of Sets of Principles to Govern Trans-boundary Private Relationships”, Eppur si muove:The
Age of Uniform Law Essays in honour of Michael Joachim Bonell to celebrate his 70th birthday, Vol. I,
UNIDROIT, Roma, 2016, pp. 251-272.
Entre los instrumentos que conciernen a la cooperación jurídica internacional creemos que deben
señalarse al menos los siguientes: 1) El Código Procesal Civil Modelo para Iberoamérica del Instituto
Iberoamericano de Derecho Procesal (1988). Tal como su nombre lo indica, es una propuesta de código
modelo, la cual abarca la generalidad de los temas de procesales, contiene aspectos del Proceso Civil
Internacional, entre ellos la cooperación judicial internacional, incluyendo la cooperación en materia
cautelar y el reconocimiento de sentencias extranjeras. Esta iniciativa se gestó laboriosamente durante
casi dos décadas de estudios y debates, con la participación de eminentes procesalistas de la región,
que culminaron con su aprobación durante las XI Jornadas Iberoamericanas de Derecho o Procesal (Río
de Janeiro, 1988). (http://iibdp.org/es/codigos-modelo.html). 2) Los Principios ALI-UNIDROIT sobre el
Proceso Civil Transnacional. El American Law Institute (ALI) y el Instituto Internacional para la Unificación
del Derecho Privado (UNIDROIT) aprobaron y publicaron conjuntamente estos principios en el año 2004,
los cuales conforme a su propio texto: “…son estándares para la solución jurisdiccional de los litigios
comerciales internacionales...” En materia de cooperación judicial solo establecieron el deber de
cooperación en términos generales (Disponible en:
http://www.unidroit.org/english/principles/civilprocedure/ali-unidroitprinciples-spanish.pdf). 3) El Código
Modelo para la Cooperación Interjurisdiccional (2007) para Iberoamérica del Instituto Iberoamericano de
Derecho Procesal. Se trata de otro trabajo del prestigioso Instituto Iberoamericano que tiene por finalidad
reunir de los principios fundamentales y reglas generales inherentes a la jurisdicción transnacional en
relación a la cooperación judicial. El texto definitivo se aprobó, luego de largas discusiones, en septiembre
de 2007, en El Salvador, en ocasión del XIII Congreso Mundial de Derecho Procesal de la Asociación
Internacional de Derecho Procesal (https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=2250843).
A estos se agregan una pluralidad de documentos más especializados elaborados por muy diversas
organizaciones, que nos abstenemos de enunciar en esta nota para evitar mayores extensiones.
El contexto evolutivo de la cooperación jurídica internacional en el marco
de los convenios que se erigieron al respecto, se caracterizó por una
intensificación de los mecanismos y fórmulas de cooperación, en la búsqueda
de su eficacia, de donde surge no sólo la amplitud y flexibilización de las
diferentes vías de cooperación que coexisten y funcionan simultáneamente,
sino que se crea y consolida la figura de la Autoridad Central, a partir del
Convenio de La Haya sobre notificaciones de 1965.68
La experiencia fue demostrando que los casos de DIPr encontraban
mejores soluciones, desde la perspectiva de la justicia material, cuando se
lograban afinar los mecanismos procesales, y en especial, los de cooperación
jurídica internacional.69 Precisamente cuestiones como la protección de la
niñez, la adopción y la obligación alimentaria, que antes eran resueltas
estrictamente desde la metodología clásica del conflicto de leyes, hoy han
encontrado soluciones más satisfactorias por la vía de la cooperación jurídica
internacional. Nuria González Martín manifiesta que la figura de las autoridades
centrales en los convenios de cooperación internacional entre autoridades “son
un paso más del DIPr hacia la materialización y eficacia del mismo”,
concibiendo a la cooperación jurídica internacional como un “derecho
internacional privado material”, y calificándola también como “una técnica sin
parangón ante la globalización”.70
Sobre este mismo razonamiento anota Espinar Vicente:
“Un examen del censo de tratados suscritos por España en materia de
Derecho internacional privado pone de relieve cómo el número de los
referidos a la cooperación entre autoridades prevalece, desde hace
algunas décadas, sobre el de los convenios que incorporan disposiciones

Especialmente en materia de adopción y restitución internacional de niños, son de tener en cuenta los
diversos instrumentos propuestos desde la Conferencia de La Haya. https://www.hcch.net/en/home.
68
Véase el epígrafe B.II.c de esta publicación.
69 Fernández Arroyo, Diego P., op. cit., nota 2, pp. 119.
70 Cfr. González Martín, Nuria, op. cit., nota 63, p. 196-197, 210.
basadas en los métodos clásicos. El estudio del régimen de las
adopciones internacionales en los países de nuestro entorno deja bien
claro que existen instituciones cuyo tratamiento jurídico se apoya, casi
exclusivamente, sobre esta técnica...
…Este es un dato muy importante por cuanto la configuración del
tratamiento jurídico en un gran número de materias hace muy difícil
establecer un Sistema de Derecho internacional privado eficaz sin atender
a este aspecto.”71
Llama la atención que tales mecanismos se han fortalecido más en áreas
donde existe una sensible necesidad de justicia (los asuntos de la niñez) que
obliga imperiosamente a poner de lado los dogmatismos para encontrar
soluciones más efectivas.
Se trata de cambios paradigmáticos de metodología fundamentados en
mecanismos de cooperación jurídica más amplios y eficientes, que tienden a
extenderse a otras áreas del DIPr. Ya estos cambios han tenido su impacto en
asuntos relacionados con los negocios internacionales, tal como lo explica
Ignacio Goicoechea, quien, a partir de la experiencia de la Conferencia de La
Haya, destaca el vínculo entre la cooperación jurídica internacional y el
desarrollo de los negocios internacionales.72 Goicoechea resalta el célebre
caso de la quiebra de Maxwell Communication Corp. plc del año 1991, que

71 Espinar Vicente, José María, op. cit., nota 2, p. 295.


72 El profesor Goicoechea cita primero dos ejemplos concretos. El primero es el Convenio de La Haya
sobre supresión de la exigencia de legalización de documentos públicos extranjeros, generalmente
conocido como “Convenio de La Apostilla”, cuya aplicación fue reconocida por el Banco Mundial como
una herramienta que facilita el inicio de los negocios para las compañías extranjeras, al tiempo que
califica con un punto adicional a los países que lo tienen en vigor, en un informe sobre inversiones
transfronterizas (“Investing Across Borders 2010”). El segundo ejemplo tiene que ver que con el Convenio
de La Haya de 30 de junio de 2005 sobre Elección de Foro, cuya ratificación ha venido siendo
insistentemente recomendada por la Cámara de Comercio Internacional, por considerar que el Convenio
implicará un avance significativo al reducir la carga de los tribunales y costos para el comercio
internacional ocasionados en largas batallas judiciales, producidas esencialmente por temas procesales.
Goicoechea, Ignacio, op. cit., nota 6, p. 477.
vinculó a las jurisdicciones de Estados Unidos y el Reino Unido, donde a
iniciativa de los jueces encargados, se llevó a cabo una inusitada comunicación
entre ambos procesos, dando lugar a una fórmula cooperativa a través de un
“protocolo de actuación”. El exitoso resultado de ese sistema hizo repetir
posteriormente la fórmula en otros casos de insolvencia transfronteriza, para
coordinar procedimientos multinacionales, pendientes simultáneamente en
varios países; todo lo cual fue recogido en la Ley Modelo sobre Insolvencia
Transfronteriza de la CNUDMI de 1997. Estas técnicas fueron de nuevo
desarrolladas por la misma Comisión en 2009, mediante la “Guía de Prácticas
sobre Cooperación en la Insolvencia Transfronteriza”, la cual está centrada en
los acuerdos que pueden alcanzar las jurisdicciones involucradas en estos
casos, estableciendo, entre otras cosas, unas “Pautas aplicables a las
Comunicaciones entre Tribunales en casos Transfronterizos”.73 Concluye
Goicoechea, y nosotros coincidimos plenamente con él, que no existe razón
para suponer que estas aproximaciones deban limitarse a los casos de
insolvencia, pues podrían ser útiles para cualquier situación en que se
necesiten normas equilibradas para desarrollar comunicaciones directas entre
tribunales de distintas jurisdicciones vinculadas con la misma causa.74
a.4 La actualidad y sus desafíos.
Obviamente, los primeros años del siglo XXI expuestos en el epígrafe
anterior forman parte de la actualidad.
Desde el punto de vista de la codificación interna es de destacar aquí
algunas de las más recientes reformas legislativas que se han producido, en
las cuales observamos un avance hacia una regulación más detallada de los
aspectos de la cooperación. Quizás el ejemplo más emblemático es el de

73 También con el objetivo de brindar mayor transparencia a las comunicaciones entre tribunales en
materia de insolvencia, el American Law Institute (ALI) aprobó en 2001 las “Pautas aplicables a las
comunciaciones de Tribunal a Tribunal en Casos Transfronterizos”, las cuales, a su vez, fueron
aprobadas y publicadas por el International Insolvency Institute (http://www.insolvenzrecht.jura.uni-
koeln.de/fileadmin/sites/insolvenzrecht/ieei/discussion_papers/ALI_Guidelines/spanish.pdf)
74 Goicoechea, Ignacio, op. cit., nota 6, pp. 483-485.
España con la Ley de cooperación jurídica internacional en materia civil del 30
de julio de 2015, que establece un robusto cuerpo de normas del proceso civil
internacional desde una concepción de la cooperación jurídica más amplia,
incluyendo la jurisdicción, la eficacia de sentencias extranjeras, información del
derecho extranjero, además de los temas clásicos de la cooperación judicial
internacional.75 En Brasil76 y la Argentina77 se aprobaron en los últimos años
reformas legislativas que también avanzaron en la regulación de la materia. En
Venezuela la Asamblea Nacional discute un proyecto de reforma del Código de
Procedimiento Civil, que incorpora una regulación detallada de sus diversos
aspectos.78
Dos ejemplos de soft law se suman al cuerpo de los instrumentos sobre
cooperación jurídica internacional más recientes. Nos referimos al Protocolo
Iberoamericano de Cooperación Judicial Internacional de la Cumbre Judicial

75 Véase al respecto un comentario general de Carballo Piñero, Laura, “España: la Ley de cooperación
jurídica internacional en materia civil”, en: https://cartasblogatorias.com/2015/11/26/1003/.
76 Reforma del Código de Procedimiento Civil aprobada en diciembre de 2014. Véase al respecto:
Luciane Klein Vieira y Renata Alvares Gaspar, Brasil: Habemus nuevo código procesal civil. Sus
principales alteraciones en el derecho procesal internacional. En:
https://cartasblogatorias.com/2015/04/21/brasil-habemus-nuevo-codigo-procesal-civil-sus-principales-
alteraciones-en-el-derecho-procesal-internacional/.
77 Nuevo Código Civil y Comercial de la Nación del 7 de octubre de 2014, el cual entró en vigencia en
enero de 2016. En realidad, el Código argentino no desarrolla en detalle la cooperación. Pero es de tener
en cuenta que no se trata de un código de procedimiento y, sin embargo, se incluyeron normas sobre
cooperación jurídica internacional, contemplando el deber general de cooperar, la cooperación cautelar
y las comunicaciones directas, entre otra cosas (arts. 2603,2611-2612).
78 Para el momento en que redactamos estas líneas no se encuentra disponible la versión actualizada
del proyecto.
Iberoamericana79 y a los Principios ASADIP sobre el Acceso Transnacional a
la Justicia.80
Hemos participado activamente en la elaboración de este último
documento, el cual fue aprobado por la Asamblea de la ASADIP, el pasado 12
de noviembre de 2016.81 En nuestra opinión, allí se reflejan las líneas
esenciales de la actualidad y el futuro próximo de la cooperación jurídica
internacional. Nos permitimos destacar algunas.
En primer lugar se eleva la idea de cooperación al rango de principio
general del proceso civil internacional: «“Principio de “cooperación jurídica
internacional”: El derecho de acceso a la justicia impone a todos los Estados y
sus autoridades la obligación de cooperar jurídicamente en la realización de la
justicia, más allá del plano meramente judicial, en cualquier situación que se
vincule con jurisdicciones foráneas» (artículo 1.1.e). Luego se establecen
algunas pautas de la “cooperación interjurisdiccional”, señalando que se trata
de una obligación internacional de todos los Estados que no solo se agota en
los actos de trámite común como notificaciones y pruebas, sino que se extiende
al plano cautelar (artículo 4.1). Como desarrollo del principio de cooperación
antes mencionado y del “principio del activismo judicial transnacional” (artículo
1.1.f), se afirma que las normas sobre la materia deben aplicarse e interpretarse
de manera “especialmente flexible, minimizando la relevancia de los
formalismos. Los tribunales del Estado requerido podrán actuar de oficio y

79Se trata de un extenso documento aprobado en 2014 por la Cumbre Judicial Iberoamericana, que
contiene varios Anexos, algunos de los cuales incorporan otros documentos ya existentes, concernientes
a la cooperación jurídica internacional. Disponible en:
http://www.cumbrejudicial.org/c/document_library/get_file?uuid=0db452e9-4509-43cb-bf2e-
629fa183db53&groupId=10124.
80 Vale mencionar también que en estos momentos se encuentra en desarrollo un valioso proyecto de
soft law del UNIDROIT y el European Law Institute, para la elaboración de unos principios transnacionales
sobre el proceso civil (ELI – UNIDROIT Transnational Principles of Civil Procedure). La información del
grupo de trabajo está disponible en: http://www.unidroit.org/work-in-progress-studies/current-
studies/transnational-civil-procedure.
81 Disponible en: http://www.asadip.org/v2/.
emprender las adaptaciones normativas que sean necesarias para lograr la
realización de la actuación procesal correspondiente” (artículo 4.5). Se apoya
expresamente las comunicaciones directas y espontáneas entre las
autoridades judiciales de diferentes Estados (artículo 4.6). Se llama a favorecer
el uso de las nuevas tecnologías de información y comunicación (artículo 4.7).
Pensamos que esta es una de las puntas de lanza del derecho actual,
especialmente, de la cooperación jurídica internacional. Además, se insta a
favorecer y emplear los mecanismos de enlace facilitados por las redes
internacionales de funcionarios públicos, (artículo 4.8). Igualmente, se sugiere
tener en cuenta las pautas, lineamientos, directrices o guías de buenas
prácticas elaboradas por instituciones y entidades de reconocido prestigio
internacional (artículo 4.9). Finalmente, se respaldan las fórmulas de
cooperación permisiva o pasiva, manifestando que los Estados deben permitir
la realización en su territorio de actos jurisdiccionales de mero trámite por parte
de autoridades o funcionarios extranjeros, salvo que tales actos comporten
algún tipo de coacción (artículo 4.4).
Cabe apuntar algunas otras orientaciones de la materia en la actualidad.
En nuestra opinión, la Conferencia de La Haya ha venido delineando uno
de los rumbos que debe seguirse en el plano global y probablemente también
en el regional. Los esfuerzos multilaterales deben reducirse en lo que concierne
a la codificación tradicional, y concentrarse en técnicas de “cooperación para la
cooperación”, es decir, activar todos los mecanismos de apoyo a la cooperación
que ya han venido surgiendo para mejorar la eficacia de los convenios
internacionales existentes. Entre tales mecanismos destacan las redes de
jueces, los programas de capacitación, las actividades de seguimiento de la
aplicación de los convenios, elaboración de manuales de aplicación,
formularios, lineamientos, pautas y guías de buenas prácticas, etc.
Es de desear que la codificación se active más bien en el contexto
interno de los Estados para recoger los principios antes enunciados, y
consagrar las diferentes vías de cooperación ya existentes en la codificación
internacional. En este sentido, consideramos muy aconsejable la consagración
de la Autoridad Central como figura permanente que funcione incluso cuando
no es aplicable algún convenio internacional que la prevea.
En el plano académico, apostamos por el desarrollo de un DIPr como un
Derecho de la cooperación jurídica en su sentido más amplio. La
sistematización científica y la enseñanza de nuestra disciplina debería partir de
este principio con el objeto de mejorar el acceso a la justicia.
Espinar Vicente explica que el deber de cooperar “…impone la
obligación de adscribir soluciones equitativas a los problemas internacionales,
respetando los mecanismos esenciales que protegen la organización política,
social o económica de los países vinculados al asunto y colaborando en la
salvaguardia y satisfacción de los intereses de la Comunidad Internacional en
su conjunto. Tal vez, por esta razón, los mecanismos de cooperación entre
autoridades judiciales y extrajudiciales y la maquinaria diseñada para el
reconocimiento de actos extranjeros y decisiones foráneas, tiendan a
convertirse en la clave futura de la ordenación del tráfico externo.” 82
La cooperación jurídica internacional puede constituirse en una
herramienta clave de la gobernanza global, contribuyendo a reforzar el rol del
Estado, pero en una actuación que procure sustituir el paradigma de la
soberanía para fundarse sobre el de coordinación. En esa coordinación no solo
deben tenerse en cuenta las jurisdicciones estatales, sino también los sistemas
transnacionales de arbitraje, para engranarse armónicamente con los mismos,
a fin de facilitar el acceso a la justicia en el orden global.
De la evolución histórica expuesta puede concluirse que la cooperación
jurídica internacional se debe abordar desde una pluralidad heterogénea de
enfoques. Entre tales se mantiene la importancia de un sustrato normativo
interno e internacional, que propenda a una cooperación verdaderamente
efectiva. Pero este sustrato no solo es de derecho positivo formal, sino también

82 Espinar Vicente, José María, op. cit., nota 2, pp. 294-295.


de soft law. Asimismo, se pone de manifiesto que junto a la vertiente judicial del
tema, se tienen significativas implicaciones administrativas, diplomáticas y
consulares, donde cabe revisarse y ampliarse la cooperación pasiva o
permisiva.83 No debe descuidarse tampoco que su naturaleza compleja y su
creciente importancia en la regulación de la vida privada internacional ameritan
esfuerzos desde los sectores académicos para su mejor desarrollo y difusión,
así como para la labor formativa de los operadores jurídicos.
Se trata de lograr una justicia global desde todos los espacios de
influencia.
Ta como apunta Ignacio Goicoechea: “…en el siglo XXI podemos ya
aspirar, y contribuir con la construcción de un espacio de justicia mundial, donde
toda persona tenga garantizado el acceso a la justicia y a una tutela efectiva de
sus derechos, en cualquier lugar del planeta en que se encuentre. Sin lugar a
dudas, la cooperación jurídica internacional será una de las piezas
fundamentales en la construcción de este gran espacio de justicia.”84

83
Nos referimos aquí a la permisividad de los Estados en cuanto a la realización en su territorio de actos
procesales por parte de funcionarios o personas delegadas de otros Estados.
84 Goicoechea Ignacio, op. cit, nota 6, p. 476.

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