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LA COMUNA DE BOCONOÍTO (ESTADO PORTUGUESA): UN MOMENTO TÁCTICO

EN LA CONSTRUCCIÓN DEL SOCIALISMO GLOBAL

Cátedra Pensar el Socialismo. Área de Geohistoria

Escuela Venezolana de Planificación

Por: M. Sc. César Bencomo

Resumen

El presente artículo constituye una aproximación conceptual a la noción de comuna socialista,


como parte de los contenidos teóricos necesarios para la realización de un proyecto de
construcción de una comuna socialista en la población de Boconoíto (estado Portuguesa), mediante
la metodología de la investigación acción participativa (IAP). Discutimos acerca de la importancia
del estudio del pasado para comprender los procesos geohistóricos de construcción social del
espacio y para incidir políticamente en este, a fin de construir, mediante la praxis, una geometría
de la igualdad propia de la sociedad comunal socialista. Tomando en cuenta esto, concluimos en que
la comuna socialista viene a ser un “momento táctico” dentro de la estrategia global de construcción
del socialismo.

Palabras clave: comuna, socialismo, geohistoria, espacio socialmente construido.

Introducción

Quien escribe el presente artículo forma parte de un movimiento denominado “28 de Julio” (M28J),
cuyo objetivo es crear y promover espacios socialistas dentro de la sociedad. Actualmente
trabajamos en una comunidad campesina en la población de Boconoíto (estado Portuguesa). Desde
un principio, el interés que develaron hombres y mujeres de la comunidad fue el de fundar una
comuna socialista, a partir de un núcleo socio-productivo inicial que sentará la base para luego ir
conquistando mayores niveles de soberanía alimentaria y autonomía política.
El proyecto nace del reconocimiento de que laygeneradora de desigualdad y alienación, y sustituirla
por relaciones socialistas, basadas en la autogestión, la igualdad, el respeto mutuo y de la naturaleza,
la cooperación y la solidaridad. Reconocemos en las comunas, nodos concretos donde se concentran
relaciones socialistas integrales y efectivas, para la reproducción de las condiciones materiales de
existencia de la sociedad, que al establecer y fortalecer vínculos entre sí, con la naturaleza, con
individuos y con otras organizaciones similares pueden ir introduciendo cambios cuantitativos y
cualitativos esenciales en el seno de la sociedad capitalista. Estas relaciones, en suma, representan la
liberación y realización de la libertad plena de hombres y mujeres como seres sociales. Es un
proceso transformador ha de hacerse de manera dinámica, progresiva y envolvente. Estos
cambios terminarán socavando las bases del capitalismo hasta, finalmente, provocar su colapso. En
las reuniones realizadas, los voceros y voceras de la comunidad, para justificar la necesidad
imperiosa de crear la comuna, han recurrido a una sinóptica metáfora: el desarrollo de una
economía sustentable, con igualdad, equidad y cooperación mutua constituye el antibiótico que
puede curar a la sociedad de una grave infección llamada capitalismo, que genera mucho
sufrimiento y que si no se ataca ahora, acabará con la vida en el planeta.

El presente artículo es una elaboración conceptual acerca de la comuna socialista, que servirá de
insumo teórico en futuras sesiones de construcción colectiva del conocimiento con la comunidad.
Para lograr nuestro objetivo nos basaremos en la metodología de la Investigación Acción
Participativa (IAP), dinámica en la que nosotros, como agentes externos a la comunidad,
trabajamos integrados e integradas a ella en una relación horizontal y dialéctica.

El proyecto se estructura de la siguiente manera: 1. Pasado: construcción colectiva de un concepto


de comuna, a partir de la reflexión geohistórica y materialista histórica del pasado, haciendo mayor
énfasis en el de la región donde se encuentra el asentamiento. 2. Presente: elaboración de un
diagnóstico participativo que represente un estado inicial de la comunidad en cuanto a fortalezas y
debilidades, conocimiento acerca del espacio social construido, estado de los servicios, vida
cotidiana, formas de producir y relaciones sociales. 3. Futuro: diseño de la comuna como proyecto
de vida y la definición de un estado final. Supone fijar objetivos a corto, mediano y largo plazo, fases
y el plan de acción para el logro de dichas metas.

Presentaremos una primera aproximación al aporte teórico para la construcción del concepto de
comuna a partir del conocimiento del pasado. Explicaremos, de manera muy sintética, la
conformación de la región histórica a la que pertenece la población actual de Boconoíto, a fin de
entender cómo la actual comunidad representa la síntesis de un largo y complejo proceso
geohistórico. Luego haremos referencia al surgimiento y consolidación de las comunas medievales
que irrumpieron como una nueva geometría del poder contra la hegemonía feudal. Después,
haremos alusión a algunos movimientos sociales exitosos, orientados hacia lo comunal, en
Latinoamérica y específicamente en Venezuela. Finalmente, presentaremos un avance de la
información con la que contamos en el presente sobre la comunidad de Boconoíto y un breve
esbozo de lo que se vislumbra será el proyecto de construcción de la comuna.

1. El pasado y la construcción de una comuna

1.1. ¿Por qué el pasado?

Recurrir al pasado para conocer el presente, e imaginar un futuro posible, supone la comparación
de elementos de mundos diversos, y a la vez vinculados en el despliegue del proceso concreto total
de conformación de nuestra sociedad. Como dimensión dinámica y maleable de este proceso, el
presente puede ser concebido como un pasado en movimiento, y la historia, como la “ciencia de los
hombres [y las mujeres] en el tiempo” que tiene la necesidad de “unir el estudio de los muertos con
el de los vivos” (Bloch, 1982: 40).

El tiempo es la dimensión de la sucesión, del desarrollo o del devenir, mientras que el espacio es la
dimensión de la existencia coetánea de una multitud de cosas, de la simultaneidad de un abanico de
trayectorias (Massey, 2012:10). El presente de nuestra sociedad es la superficie y el límite
“externo” inmediato de su proceso de transformación permanente. En este plano podemos
experimentar, en primera persona, el movimiento inherente al cambio que sufre la sociedad como
materialidad, como un todo conformado por seres humanos vivos que se relacionan y como forma
de reproducción de la vida humana. Es esa la dimensión más dinámica, agitada, caótica y plástica, el
despliegue de la vida cotidiana, donde podemos incidir para generar transformaciones y cambios de
trayectoria de la sociedad. En las remotas y pretéritas profundidades la vida social ha quedado
fosilizada, y es allí donde podemos encontrar las claves para modelar el presente y, en cierta forma,
donde yacen “expresiones latentes del porvenir” (Vargas y Sanoja, 2015: 83).

La historia es un hecho total que contiene toda la experiencia colectiva de la humanidad, el presente
es el resultado final de este proceso, como concreción, y el futuro es el espacio social y el tiempo
histórico que aún no han sido construidos. Pasado, presente y futuro están compenetrados en el
proceso, en su concreción y en su abstracción. Necesitamos del pasado y del presente para
comprenderlos a cada uno en su especificidad y precisamos de ambos para proyectar la
construcción de la sociedad futura.

Efectivamente, tal como señala Marc Bloch (1982: 34), la sociedad no ha sufrido, en el pasado
inmediato, un cambio repentino y total, impelido por una suerte de “revolución de laboratorio” que
arrasó con todo vestigio de experiencia colectiva. Creaciones sociales, abortadas, caducas o incluso
desaparecidas, todas tienen “fuerza de inercia propia” (Bloch, 1982:35): son la fuerza
transformadora del pasado sobre el presente.

La cultura de una sociedad concreta, no surge de un vacío histórico, se gesta en el pasado. La cultura
capitalista nos fue injertada brutalmente hace 500 años y echó raíces, pero el socialismo comunal
venezolano tiene raíces más profundas, y esto se pone de manifiesto, transversalmente en toda
nuestra sociedad, en elementos que nos dotan de una singularidad cultural que es resultado de una
historia compartida, también singular. Estos elementos se presentan en distintos grados de
coherencia y articulación, llegando a expresarse como verdaderas formas comunales,
especialmente en comunidades campesinas, barriadas y cinturones de miseria de las grandes
ciudades (Vargas y Sanoja, 2015: 18-19).

Somos la síntesis de una sucesión de sociedades diversas, lo demuestra la persistencia de elementos


pretéritos tangibles e imprescindibles para nuestra existencia concreta como pueblo en el
presente. Las sociedades igualitarias, con formas autosustentables de reproducción de su
materialidad, dominaron el proceso histórico de la formación de nuestra sociedad durante más de
14 mil años. Las actuales etnias indígenas y, en un grado bastante importante, ciertos grupos
sociales campesinos, formas comunales evidentes en comunidades de desposeídos y desposeídas,
incluso rasgos presentes en toda la sociedad, son la expresión de la persistencia y revitalización
constante de elementos de este modelo de reproducción social gestado durante cientos de siglos, que
la violenta imposición del invasor europeo, como agente exógeno, no logró desintegrar. Por esta
razón, la construcción material y subjetiva del sujeto revolucionario que llevará a cabo el
movimiento socialista comunal, no significará la imposición de algo nuevo y ajeno desde una
alteridad externa, como ocurrió con la inoculación forzada y dolorosa del capitalismo. Será más
bien un proceso de procreación, de transformación endógena y proteica a partir del avivamiento de
lo existente, donde lo subordinado y latente devendrá en hegemónico y manifiesto.

Ahora bien, los procesos sociales suponen una sucesión de cambios, pero también el despliegue de
la multiplicidad en el espacio. En tal sentido, coincidimos con Doreen Massey en que el espacio es
el criterio para la percepción de los cambios, a tal punto que multiplicidad y espacio son co-
constitutivos: “sin espacio, no hay multiplicidad; sin multiplicidad, no hay espacio. Por otra parte, el
poder se hace evidente solo en la capacidad fáctica de conectar objetos concretos que de otra
manera estarían disipados e inconexos. El poder es el que permite construir espacio y, en
consecuencia, la relación entre espacio y poder es consustancial: las ideas y las prácticas políticas
tienen una relación recíproca con el espacio. En síntesis, la política es una realidad espacial
(Velázquez, 2013: 65).

De esto se desprende que el espacio es la medida y el objeto del cambio social que se realiza
mediante el ejercicio del poder, de manera propositiva y reflexiva, es decir, mediante la política.
Comprendemos que, desde esta noción de poder, Massey reconoce las siguientes características del
espacio: en primer lugar, es el producto de múltiples relaciones, transacciones y redes, cuya génesis
está en la complejidad de esta relaciones; en segundo lugar, las relaciones (o lo que es lo mismo, el
espacio), se basan en la existencia de la multiplicidad; por último dado su carácter relacional, el
espacio es un proceso, dinámico y abierto, producido y susceptible de ser intervenido
políticamente.

Pero, si el presente es dúctil, el pasado también lo es. Los hechos no se pueden cambiar, sólo
contamos con interpretaciones, estas sí son susceptibles al modelado, y su variabilidad es casi
infinita. El significado y la comprensión del pasado, depende del conocimiento del presente,
incluyendo la intencionalidad del investigador. En un ejercicio de dialéctica, ahora miramos el
pasado desde el presente. La aprehensión de hechos que, por pretéritos, son desconocidos, parte de
un presente conocido y de intenciones declaradas. Sobre esta base, Bloch (1982: 39), recomienda la
aplicación de método regresivo, un orden inverso al modelado por los acontecimientos: remontarse
hacia las múltiples determinaciones del presente conocido en proyección concatenada hacia el
pasado, es decir, “pasar la cinta al revés de como se tomaron las vistas” (1982: 40).

Prescindir del presente para construir una representación del pasado nos llevaría una estéril deriva
por la dialéctica de las ideas para, finalmente, naufragar en el idealismo contemplativo y
autocomplaciente. Algunos investigadores, tras esta pretendida objetividad se prestan, para
manipular la historia y construir un discurso del pasado que niega la posibilidad de comprender y,
por ende, de transformar el presente. Coincidimos con Navarrete (2004: 33) en que “las
necesidades individuales o colectivas de explicar el pasado solo pueden ser comprendidas en
función del presente”. Esto no quiere decir que no es posible una explicación científica del pasado.
La historia no es el arte de la interpretación instrumental del pasado que acomoda
pragmáticamente las interpretaciones a nuestras necesidades del presente. Por el contrario, la
verosimilitud del conocimiento se basa en la coherencia lógico-dialéctica del discurso explicativo y
totalizador del presente y del pasado.

1.2. El pasado concreto

Compartimos con Kropotkin (2013: 106) la noción de que la comuna es la célula casi universal y
primitiva de toda vida social. Desde los albores de la antropología, investigadores como Morgan
identifican la comuna aldeana como una forma de organización sedentaria e igualitaria, que se
corresponde grosso modo con lo que hoy denominaríamos neolítico o Formación Económico-Social
Tribal. Sin embargo, basándonos en las relaciones igualitarias como rasgo esencial, nosotros
extendemos el concepto a las sociedades cazadoras recolectoras e incluso a ciertas unidades
geohistóricas que, en el seno de una sociedad jerarquizada, dan lugar a un espacio social
fuertemente marcado por relaciones sociales igualitarias y de reciprocidad, en dimensiones
fundamentales de la reproducción de la vida material y de manera aislada en la cultura, aunque no
estén integradas de manera orgánica en una unidad geohistórica. En suma, nos referimos a grados
y matices de lo comunal.

Estas formas comunales, bien pueden obedecer a una estrategia propositiva de resistencia,
orientada a transformar la totalidad de la sociedad, a la pervivencia irreflexiva de elementos
ancestrales, o ambas razones.

1.2.1. La región histórica kaketía

La sociedad comunal del siglo XXI no puede ser un constructo “de laboratorio”. Por el contrario, es
resultado y a la vez continuidad de un largo proceso de transformaciones del espacio social. El
último capítulo de esta historia es, por ahora, la irrupción del invasor europeo, a principios del siglo
XVI, imponiendo un sistema colonial que se expresa en la construcción de una geometría de la
desigualdad.

Esta ocupación forzosa y violenta produjo rupturas y mutaciones profundas en el espacio


construido por las poblaciones ancestrales, pero se asentó en lo previamente existente. Muestra de
ello es la persistencia, pese a la violencia ejercida sobre la población, de los elementos culturales
indígenas, negroafricanos e incluso precapitalistas europeos que hoy son esenciales en la
conformación de nuestra identidad como pueblo y que están presentes en el espacio construido, tal
como lo podemos apreciar hoy.
La población de Boconoíto es la capital del municipio de San Genaro de Boconoíto, ubicado al oeste
del estado Portuguesa, en la frontera con el estado Barinas, a medio camino entre la ciudad de
Guanare y la de Barinas.

A juzgar por la forma como se inserta la región dentro de los procesos de ocupación humana
generales del norte de Sudamérica, el área de Boconoíto debió formar parte de una región histórica
orientada sobre el eje norte-sur, que va del actual estado Falcón hasta parte del actual estado Apure.

Lo fundamental en esta región es la ocupación inicial por parte de la sociedad de cazadores-


recolectores hacia el año 15 mil antes del presente, seguida de un poblamiento, entre los años 5 mil
antes del presente y principios del siglo XVI, de grupos agroalfareros en una secuencia histórica
que va de los pueblos de filiación arawaca, pasando por los de vinculación macro-chibcha y
finalmente, los caribes. En líneas generales, la construcción del espacio llevada a cabo por estos
grupos agroalfareros para dar lugar a una región histórica bien configurada, estaba sustentada en
un gran desarrollo agrícola y manufacturero desde fechas muy tempranas, que dio lugar a
complejos grupos sociales que, devinieron en sociedades jerarquizadas con importantes obras de
infraestructura agrícola y artesanal, especialmente la industria de la concha, textil y alfarera. El
núcleo de desarrollo y control político de esta región se ubicaba en el estado Lara, específicamente
en el valle de Quíbor.

Ya para el siglo XVI de nuestra era, este grupo social, identificado con el nombre de kaketíos,
constituía un Estado o señorío que ocupaba un vasto territorio que comprendía Curazao, Aruba y
Bonaire y una franja continental que iba desde los actuales estados Falcón, Lara, Portuguesa, parte
de Barinas y Apure. La influencia de este señorío se extendía hacia lo que hoy son los estados
Yaracuy, parte de Carabobo, Zulia, Trujillo y Mérida, y probablemente el valle de los caracas, los
actuales territorios insulares venezolanos y Las Antillas (Vargas y Sanoja, 2015). A juzgar por los
referentes arqueológicos, toda esta región constituía una red comercial, política y social bien
consolidada.

Los grupos sociales de la sociedad de cazadores recolectores y de la sociedad tribal igualitaria


representan la mayor expresión de la sociedad comunal. La distribución del trabajo y del producto
social ostentaban elevados, por no decir absolutos, niveles de igualitarismo y reciprocidad: no había
explotación. Tampoco explotaban la naturaleza de manera progresiva obedeciendo a una necesidad
metabólica del sistema socioeconómico, tal como ocurre con el capitalismo. No existía la propiedad
privada y las relaciones sociales de producción no generaban clases sociales. Referentes
etnográficos actuales de estos grupos sociales los podemos encontrar en pueblos indígenas de
América, África, Oceanía y Asia. En las sociedades tribales jerárquico-cacicales, se vislumbran los
inicios de la conformación de clases sociales, sin embargo, para el caso de los grupos sociales
indígenas que poblaron el territorio de la actual Venezuela, esta reproducción estructural de la
desigualdad, coexistía con elevados niveles de reciprocidad y respeto hacia la naturaleza1.

Entre los siglos XVI y principios del XIX, la dominación europea impuso en el espacio una
geometría de la desigualdad, expresión de un sistema productivo agrícola y pecuario en varios
rubros, mediante la explotación forzada y masiva de mano de obra, principalmente negroafricana y
también indígena. El desarrollo de la mano de obra esclava negra en la región histórica fue
proporcional de la prosperidad económica que desde fechas muy tempranas caracterizó a la
región. Como respuesta a la explotación, las poblaciones sometidas generaron rebeliones y además,
constituyeron comunidades que eran verdaderos reductos de resistencia para quebrantar la
continuidad témporo-espacial de la geometría de la desigualdad impuesta por el invasor europeo.
Finalmente, durante la era republicana, continuó la producción animal y vegetal, bajo la forma del
latifundio y el trabajo de campesinos independientes. También durante esta época, en la región la
insurgencia guerrillera operó para crear espacios liberados del capitalismo.

Hemos descrito brevemente el proceso donde la reproducción de la materialidad social conlleva a


que se establezcan relaciones sociales, cuya concreción histórica es el espacio social y el tiempo
histórico. Tiempo y espacio construido, compartido y utilizado colectivamente remiten a una
historia compartida, a la conformación de una singular y compartida forma de hacer la vida y
concebir el mundo, en suma, una identidad basada en una misma cultura. La actual población de
Boconoíto es síntesis de esas determinaciones históricas objetivas y su identidad cultural tiene
base en éstas. Las características del medio natural son el elemento condicionante básico de este
proceso y su consolidación, gracias a la relación transitiva que vincula determinados procesos de
trabajo con dimensiones no estrictamente económicas de la sociedad que configuran modos de vida
específicos. Se trata de la unidad concreta y coherente entre determinadas características del medio
y la cultura compartida de un grupo social en virtud de las relaciones que establecen las personas
entre sí y naturaleza para transformarla socialmente y reproducir la vida.

Por razones de espacio no podemos extendernos aquí en una caracterización más acuciosa de los grupos sociales
precapitalistas. Nos conformaremos con realizar este vuelo rasante ya que posteriormente habrá que elaborar un discurso
con estructura y contenidos acordes con las características de la dinámica grupal que se realizará con la comunidad.
De lo dicho anteriormente se desprenden importantes reflexiones para la contribuir a la
construcción de una comuna en la población de Boconoíto y que deben ser discutidas en reunión
con la comunidad:

1. El medio natural condiciona lo que se puede producir y cómo hacerlo, mientras que la historia
nos remite al tipo de relaciones sociales que pueden establecerse para producir, de manera
igualitaria y autosustentable. El trabajo de investigación con la comunidad, deberá estar orientado
en indagar sobre formas particulares de expresarse las fases del proceso productivo (reproducción,
producción de objetos y de mantenimiento) en el sentido amplio: producción, distribución, cambio,
consumo y desecho, así como las relaciones técnicas y sociales de producción. Es decir: fuentes de
materias primas, rubros que es posible producir (tomando en cuenta la variabilidad histórica
expresada en la sucesión de modos de vida), técnicas de producción, aprovechamiento de los
desechos, procesos y formas de organización igualitarias para el trabajo, división social y sexual del
trabajo, formas y redes de distribución e intercambio, equivalencias no monetarias entre productos
y servicios para fines de construir relaciones de reciprocidad, estructuras de parentesco, rutinas,
vida cotidiana, acopio de bienes y servicios no producidos dentro de la comuna, tecnologías
autóctonas, uso del tiempo libre, formas y tradición de tenencia de la tierra, ubicación de los
yacimientos arqueológicos, lo cual remite a antiguos asentamientos y a develar y entender el
proceso de transformación del espacio construido. Igualmente, es fundamental trabajar en la
incorporación al presente, de los conocimientos acerca de las formas de construir espacios de
resistencia, llevadas a cabo por ancestros esclavos negroafricanos, indígenas y durante la
insurgencia guerrillera del siglo XX.

2. La comuna de Boconoíto se emplazará en una vasta región que en el pasado estaba vinculada por
relaciones sociales con niveles de articulación y conflagración en función de determinados fines. La
persistencia de estas condiciones y relaciones en el presente puede representar una base material
geohistórica para ligar la comuna de Boconoíto con el mismo territorio ancestral y establecer en el
presente una red regional de relaciones entre comunas o cualquier otro tipo de organización socio-
productiva o con aliados políticos. Este y no otro, sería el camino para la creación de una nueva
geometría del poder, gracias a la reactivación de un espacio construido ancestral que sustituyera la
actual división administrativa y se constituyera en un espacio de resistencia.

Con relación a la transmisión de información a través de una red, existe un modelo que se basa en el
fenómeno conocido como percolación, propio de las estructuras fractales, y consiste en la
posibilidad de la comunicación a una velocidad relativamente alta entre dos o más puntos que se
encuentran a gran distancia, si están dentro de una red o conjunto de puntos (nodos) y existe un
“camino” o vínculo ininterrumpido entre dichos puntos, expresado en conexiones entre nodos
intermedios (Rodríguez et al., 1995). El modelo se presenta como una alternativa a las
explicaciones del cambio cultural basadas en la difusión démica, ya que la comunicación puede
darse entre nodos relativamente estáticos, con la única condición de que las conexiones
internodales puedan construir un “puente” que ponga en contacto puntos alejados. Una red
continua y robusta permite que la información generada en cualquier punto sea recibida
instantáneamente un todos los demás puntos, sin importar su distancia física2.

1.2.2. La comuna medieval

En la Europa Occidental, durante la llamada Baja Edad Media (siglos XII al XIV), hubo un repunte en
el desarrollo de la economía que generó un importante crecimiento demográfico y proporcionales
cambios en los otros ámbitos de la vida social. La decadencia del poder feudal y clerical, llevó a la
burguesía y al campesinado a constituir estos enclaves, espacios de resistencia al orden feudal, con
autonomía política y pleno reconocimiento de su libertad jurídica (Valenzuela, 2011). La comuna
fue la mejor forma de defender sus intereses de la amenaza de la nobleza, los señores feudales y el
clero. Muchas comunas, al ser asimiladas por el Estado terminaron institucionalizándose como
ayuntamientos, subordinados al Estado burocrático capitalista y perdiendo así toda su potencia
libertaria y transformadora (Portillo, 1989). En otras regiones, los municipios nacieron como
unidades político-administrativas, como clara imposición desde el Estado, de una geometría de la
desigualdad sobre la población y su territorio (Romero, 2012).

2. El presente

2.1. La cultura comunal en Latinoamérica. Casos exitosos

En el marco de la situación de lucha de clases y antiimperialista, iniciada en Latinoamérica hace 500


años, las prácticas pre-capitalistas en su revitalización permanente han asumido históricamente un
significado y un valor anti-capitalista. Los invaluables aportes del socialismo europeo se insertaron,
de manera compatible, apenas a principios del siglo XX. Esta cultura libertaria ha permanecido

2
Este fenómeno se produjo el 11 de abril de 2002 cuando, sin contar con telefonía ni ningún medio radioeléctrico de
transmisión de información, sino a través del “boca a boca”, millones de personas pudieron concertar una movilización
popular al Palacio de Miraflores exigir el regreso del presidente de la República, luego de haber sido secuestrado por
factores de la oposición. Sin duda alguna, este modelo sería de gran utilidad para explicar la transmisión de información,
por ejemplo, entre grupos sociales cazadores recolectores o tribales ancestrales en Sudamérica.
entretejida en una red de relaciones sociales, como singularidades dentro de la generalidad, que en
distintas dimensiones e intensidades modifican, acotan y subvierten el sentido de la cualidad
capitalista.

En el presente podemos visualizar y vivir esa síntesis, resultado de la vida ininterrumpida de lo que
antecede al capitalismo y que se expresa como anticapitalista en la vida cotidiana, hoy y en el
pasado inmediato, reproduciéndose incluso de manera irreflexiva. Esta revalorización y
resemantización de lo pre en lo anti capitalista y, más específicamente, hoy en lo socialista
nuestroamericano, es la clave de la vigor revolucionario de la sociedad comunal, por eso la
intelectualidad orgánica pro burguesa no pierde oportunidad para descalificar por igual ese pasado
y esa gente, esas prácticas y esos lugares, ya que hablaron y hablan de la resistencia popular, como
negación histórica del capitalismo. Aíslan en vitrinas epistemológicas dichas expresiones, como
fósiles o especímenes disecados de formas de vida ya desaparecidas, segregan a la gente y
pretenden imponer la idea de que su reivindicación no es más que un retorno romántico al pasado,
a lo superado y muerto, con oscuras intenciones populistas.

Ese capitalismo puro, sin el pasado que tanto incomoda a la burguesía y a sus intelectuales, no es
más que una entelequia, una simple idea que, como ideología solo pretende reforzar cada vez más la
hegemonía del capital. Mientras el capitalismo exista, el pasado siempre estará vivo, en forma de
relaciones contrahegemónicas y la gente y sus lugares, serán expresiones vivas de la resistencia.

Con un enfoque ontológico gradual, podemos visualizar una cartografía de las formas comunales en
Latinoamérica donde se evidencian grados de intensidad y continuidad de las relaciones y de su
eficiencia, de magnitud y extensión de las redes y nodos, combinados con gradaciones en cuanto a
las dimensiones de lo social que abarcan. Existen movimientos con un desarrollo tímido y poco
consistente que, debido a las circunstancias, se mantienen en un círculo vicioso que bloquea el
“despegue”. Otros movimientos se insertan orgánica y patológicamente dentro de redes de
relaciones clientelares y prebendistas, con los Estados y con el sector privado y financiero.

Algunos comportan distintos grados de funcionamiento, autonomía y eficiencia, abarcando de


manera diferencial distintos ámbitos de lo social: producción de alimentos, vivienda, manufacturas,
turismo, artes, gestión territorial, educación, salud, medio ambiente e identidad. De manera casi
universal, se expresa la unidad territorial y la reproducción de valores como la participación, el
protagonismo, la autogestión, la autodeterminación, la solidaridad y el igualitarismo.

La forma como la situación política de cada país condiciona esta topología comunal es bastante
compleja, muy interesante y requeriría de un estudio detallado, sin embargo, se hace evidente que
las manifestaciones comunales están presentes en todo el continente y no existe una relación
mecánica entre el desarrollo comunal y las posiciones favorables o antagónicas que puedan tener
hoy los distintos gobiernos hacia la los movimientos sociales (aunque desarrollos más importantes
parecen darse en ambientes políticamente hostiles, por ejemplo: Colombia y México). Esto
refuerza nuestra argumentación de que la dimensión de los procesos de larga duración iniciados en
el pasado más remoto es crucial para comprender y activar desde sus determinaciones más
profundas la cultura comunal como forma de resistencia y lucha. Igualmente, es innegable que la
cultura de la participación y el protagonismo popular, así como los movimientos sociales contra
hegemónicos han experimentado un desarrollo tan importante como irreversible, desde finales del
siglo XX en los países con gobiernos alineados con fuerte oleada progresista que comenzó con el
triunfo del comandante Hugo Chávez en las elecciones presidenciales de 1998.

Dentro de este espectro comunal latinoamericano hemos seleccionado algunos casos exitosos,
interesantes por su carácter emblemático, por su proximidad, por su pertinencia en función de
nuestro proyecto concreto, por la flexibilidad en la manera como se adaptan los saberes ancestrales
para la resolución de problemas del presente. Los casos a los que brevemente haremos referencia
reivindican también a los que obviaremos, porque dan cuenta todos de que la cultura comunal no es
una simple idea, es una realidad viva, imprescindible y actual que está presente en toda
Latinoamérica, como la única alternativa digna ante el capitalismo hegemónico.

2.1.1. Comunidad de Las Casitas de La Vega (Caracas, Venezuela)

Se encuentra en el barrio La Vega, municipio Libertador, en Caracas, Distrito Capital. Lo que en


1977 fue una aglomeración de familias damnificadas y desarraigadas asentada en la parte más alta
del barrio La Vega, se fue consolidando como comunidad, hasta construir la Escuela Comunitaria
Canaima, pionera en el barrio, que cuenta además con un huerto que genera productos para un
comedor escolar, ambos completamente gestionados por la comunidad. Esta escuela, que atiende a
más de quinientos niños y niñas, se ha constituido en un factor propiciador de la participación de
los vecinos y vecinas en el mejoramiento del nivel de vida de la comunidad.

Otros actores sociales que participan en el proceso de organización comunitaria son el Grupo
Cultural Caribes de Itagua, la Escuela Fe y Alegría, los padres jesuitas (subordinados a los
requerimientos de la comunidad) y una poderosa Asociación de Vecinos y Vecinas. Una historia
compartida de planificación, acciones de protesta y evaluación permanente ha sido fundamental
para la inserción de las y los habitantes en el trabajo comunitario, para el fortalecimiento de la
identidad local y por consiguiente, de la autonomía y la autogestión, independientes de la militancia
en los partidos políticos. Entre los frutos de este movimiento comunitario están la gestión del
mantenimiento de los espacios de la comunidad, la creación de espacios para la reunión y
esparcimiento, libres de la presencia de delincuencia y represión policial, un Mercal auto
gestionado, procesamiento comunitario de desechos sólidos y una emisora de radio comunitaria
(Calzadilla et al., 2000).

2.1.2. Unidad de Producción Las Tinajitas de Barquisimeto (estado Lara, Venezuela)

En el sector Las Tinajitas, al oeste de la ciudad de Barquisimeto (estado Lara), se desarrolla esta
experiencia exitosa de agricultura urbana autosustentable, en la misma región histórica donde se
encuentra la comunidad de Boconoíto, tal como hemos explicado anteriormente. Las Tinajitas
comenzó en 2005 con apenas 20 gallinas ponedoras emplazadas en patios productivos y
alimentadas con una dosificación específica de desechos orgánicos. Luego del éxito de la
producción en este rubro, ocuparon un terreno abandonado de una hectárea de superficie para
desarrollar una Unidad de Producción Social. Para el año 2015, existían ya 120 patios productivos
articulados en una Unidad de Producción Agrícola Integral, donde se crían 820 gallinas y 215 pavos,
se siembran hortalizas, plantas medicinales y se produce abono orgánico (Gutiérrez, 2015). Hoy, la
comunidad que emprendió este proyecto que comenzó como una Empresa de Producción Social,
se está consolidando como una comuna.

2.1.3. Comuna Villas de San José Bolívar (estado Lara, Venezuela)

Fundada en el año 2003, esta comuna comparte con Boconoíto la región histórica y está a unos
120 kilómetros al norte de dicha comunidad. Se encuentra emplazada en las laderas de la montaña
Loma El León, cerca de Quíbor (municipio Iribarren, estado Lara). Está conformada por 9 consejos
comunales de 7 comunidades aledañas. Ha desarrollado proyectos socio-productivos como una
herrería y una bloquera, y cuenta con Simoncito, Liceo Bolivariano y Consultorio Médico. Esta
comuna ha producido de manera autogestionaria una escuela, más de 30 viviendas (mediante el
Programa de Sustitución de Rancho por Vivienda), infraestructura eléctrica y de aguas (Olivares,
2008).

2.1.4. Cerro Cordillera, Valparaíso (Chile): Taller de Acción Comunitaria (TAC)


Esta organización comunitaria surgió en el año 1989 y tiene como fin promover el desarrollo
comunitario, generando nuevas prácticas en el territorio para mejorar las condiciones materiales
de vida y las relaciones entre las personas de los barrios del cerro Cordillera. Se basa en el
fortalecimiento de los vínculos y la participación comunitaria en acciones concretas para la
ejecución de proyectos, con sentido colectivo, asociativo, autogestionario y horizontal. Abarca los
ámbitos de la educación, capacitación sobre salud, medio ambiente, mercado, identidad y bellas
artes. En 1990, luego de la limpieza y rescate de una quebrada que había sido un basurero durante
décadas, continuaron las acciones de rescate de espacios, lo que fortaleció de manera determinante
el espíritu de cuerpo de la comunidad.

Entre los logros más resaltantes de esta organización, destacan la creación de 8 espacios de
encuentro, recreación y juegos; un anfiteatro con aforo para 630 personas, incorporación de
actividades comunitarias en el currículo de 7 universidades, 50 murales que expresan la identidad
de la comunidad, 12 huertos comunitarios, invernadero y vivero de árboles nativos. Han logrado una
apropiación real y simbólica del espacio a partir de la reflexión sobre la historia de las comunidades
que habitan el cerro Cordillera, reforzando relaciones comunitarias, la tolerancia, la solidaridad e
integración en la diferencia (Rojas, 2011).

2.1.5. Experiencias de gestión territorial comunitaria en las tierras altas de Bolivia

Son parte de la gestión general del gobierno de Evo Morales para reconocer y reforzar la existencia
de comunas indígenas, originarias y campesinas de las tierras altas (altiplano y valles) de Bolivia,
específicamente en el aspecto concerniente a la regularización de la tenencia de tierras de los
pueblos aymaras y quechuas. La historia de estos grupos indígenas, desde la llegada de los europeos
ha estado signada por la lucha con el Estado por el acceso a la tierra y el control del territorio. Este
proceso también ha significado el debilitamiento de los ayllus, unidades comunitarias
multifamiliares y la fragmentación de la propiedad comunal ancestral sobre sus tierras. El nefasto
resultado de este proceso histórico es que, para el año 2000, el 18 por ciento de los medianos y
grandes propietarios detentaban el 68 por ciento de la tierra bajo el régimen de propiedad agraria
(Colque, 2008).

Ante esa descomposición y fraccionamiento del régimen de propiedad comunal, esta experiencia
consistió en construir territorialidades indígenas de las comunidades autónomas campesinas de
acuerdo con sus particulares formas de gobierno y modos de vida. Las comunidades jugaron un
papel protagónico en la gestión de tierras y territorios comunales, aplicando de manera efectiva sus
propias normas. El proceso supone el reforzamiento de la comunidad como institución estratégica
para el desarrollo rural, concertando para el desarrollo sostenible, en la unidad de lo diverso, una
heterogeneidad de los territorios que es producto de complejos procesos geohistóricos. El
movimiento indígena ha concebido este proceso como la expresión de la construcción permanente
de su territorialidad, de manera autogestionaria, a partir de una situación de marginación y
exclusión histórica. La gestión logró compatibilizar el marco jurídico del Estado con los usos y
costumbres indígenas para proteger los derechos de propiedad, así como la utilización de los
variados mecanismos de negociación resolución de conflictos de estos pueblos para resolver los
problemas de tenencia de la tierra.

Contamos con el conocimiento de otras experiencias comunitarias en el resto de los países


nuestroamericanos, pero por razones de espacio no podemos referirnos a estas. Igualmente, en
Venezuela, sabemos de la existencia de expresiones comunales que en mayor o menor grado
constituyen formas de desarrollo de relaciones socialistas.

2.2. Boconoíto

2.2.1. Datos geohistóricos

El pueblo de Boconoíto fue fundado en 1760 por misioneros capuchinos. Se encuentra a unos 40
km al sur de Guanare y a 30 km al norte de la ciudad de Barinas, es la capital del municipio San
Genaro de Boconoíto, ubicado al oeste del estado Portuguesa. El paisaje predominante de la
localidad es de piedemonte y llanos altos. La principal actividad económica es la agricultura, seguida
de la producción de carne y leche de bovinos. Las tierras del municipio son de alta y muy alta
prioridad para uso agrícola y favorecen el cultivo de (en orden de importancia): maíz (Zea mays),
yuca (Manihot esculenta crantz), sorgo (Sorghum sp.), arroz (Oryza sativa), caraotas (Phaseolus
vulgaris), caña de azúcar (Saccharum officinarum) (Fudeco).

2.2.2. La comunidad3

El contacto inicial con la comunidad lo tuvimos con el Colectivo Chávez Vive, compuesto por unos
16 miembros activos, que representan aproximadamente a unas 10 familias nucleares. Estos
miembros se reúnen semanalmente en una sede fija, planifican actividades y pueden convocar
entre 200 y 250 personas, según la naturaleza de las acciones que se quieran emprender. Del total

3
La información que se presenta a continuación es un resultado preliminar de la primera visita que se realizó a la
comunidad. En visitas posteriores se producirá de manera sistemática, junto con la comunidad, más información.
de los 16 miembros, 6 son mujeres, cuya proporción aumenta en las convocatorias ampliadas. En
líneas generales, según pudimos observar, las relaciones entre los y las habitantes de la comunidad,
son cordiales, especialmente dentro del colectivo reducido, donde se pueden constatar nexos de
consanguinidad y sociopolíticos entre algunos de sus miembros, que son vecinos y vecinas. Existe
conciencia sobre las diferencias de género, y es un tema que suele abordarse en las discusiones
colectivas. En líneas generales, se puede observar respeto a las diferencias de género y orientación
sexual. Las y los miembros del colectivo se dedican a labores del hogar, al sector terciario o son
desempleados.

Cada familia cuenta con un terreno de unos 600 metros cuadrados, donde se ubica la vivienda, el
resto del terreno se destina en la mayoría de los casos para la construcción de alguna bienhechuría,
cría no sistemática de animales domésticos y aves de corral, cultivo de árboles frutales, cultivos
vegetativos de manera no intensiva y plantas ornamentales. Aproximadamente, 14 terrenos
constituyen una manzana, y la parte posterior de las casas queda al interior de la manzana, es decir,
las casas están espalda con espalda, separadas por sus respectivos patios traseros.

Hacia el sur del pueblo, cuentan con terrenos asignados por el Instituto Nacional de Tierras (INTI)
y algún miembro de la comunidad es propietario de cierta superficie no determinada de tierras.
Tanto el terreno de uso colectivo como el privado son mantenidos y parcialmente sembrados de
manera comunitaria. Para las jornadas de trabajo, ya sean de mantenimiento, siembra o cosecha se
realizan batidas colectivas de carácter festivo, donde participan también los niños y niñas, y en las
que se prepara una sopa o cualquier alimento elaborado con aportes del colectivo. Se lleva un
registro fotográfico y de video de las actividades realizadas. Para la realización de los videos efectúan
entrevistas acerca de la importancia del trabajo que se está ejecutando, en función de un proyecto
político socialista. Sin embargo, estas labores se ejecutan de manera intermitente y no cuentan con
una convocatoria creciente o al menos estable, por lo que la producción tampoco muestra un
crecimiento sostenido. El otro problema es que no cuentan con un apoyo técnico y financiero
constante y suficiente de las instituciones del gobierno, por lo que la producción agrícola se limita a
los escasos aportes personales del colectivo, que muchas veces no son suficientes para financiar
una cantidad necesaria de los fertilizantes y agroquímicos para el control de plagas, lo cual también
afecta negativamente la productividad.

2.2.3. Metodología

La Investigación Acción Participativa (IAP) es la metodología central que estamos poniendo en


práctica para producir colectivamente, mediante la participación plena de las y los miembros de la
comunidad, el conocimiento científico que permitirá generar los cambios necesarios. Se trata de un
proceso de reflexión, diálogo y acción cuyo resultado es el desarrollo económico y el
empoderamiento socio-político de la comunidad. Mediante esta metodología, el colectivo analiza la
información, la ordena y clasifica, logrando de esta manera conocer las causas de los problemas y
diseñando las formas de solventarlos, mediante la ejecución de acciones conjuntas y coordinadas
(Contreras, 2002).

En las dos reuniones que se han sostenido con el colectivo, se ha acordado establecer vínculos con
otras comunas, consejos comunales u organizaciones socio-socioproductivas del ámbito nacional,
especialmente de la región histórica que hemos descrito, a fin de intercambiar experiencias y
prestarnos apoyo mutuo. Igualmente, se consideró la necesidad de establecer contactos con grupos
en el exterior del país. Finalmente, se pactó con la comunidad, la realización de dinámicas, con la
metodología de la IAP, que abarquen los siguientes aspectos (el orden presentado no corresponde
estrictamente con una secuencia cronológica):

a. Mesa de trabajo socio-productiva. Mediante esta dinámica, la comunidad realiza un diagnóstico


participativo acerca de su situación socio-económica. Se discute sobre las fortalezas y debilidades
de la comunidad en relación con el objetivo de conformar unidades socioproductivas autónomas.
Se fijan objetivos concretos, a corto, mediano y largo plazo; se diseñan estrategias para alcanzar los
objetivos; se realiza un cronograma y un plan de acción y se establecen responsables.

b. Construcción de una comuna4. En esta sesión se generará conocimiento sobre las


características del capitalismo y del socialismo. Se discutirá, desde una óptica geohistórica, sobre la
necesidad de construir una comuna. Se analizará y discutirá la base jurídico-legal vigente. Se
establecerán prioridades acerca de las dimensiones de la sociedad que se irán transformando; se
establecerá un estado inicial (la comunidad actual) y un estado final (la comuna), así como las
estrategias para generar el cambio de un estado al otro y sus etapas; se generará una planificación
para conformar una comuna, de manera progresiva, expansiva, acumulativa, totalizadora y
envolvente.

c. Técnicas de catastro con gestión comunitaria. La comunidad alcanzará las destrezas necesarias
para el registro administrativo de tierras, utilizando el Sistema de Posicionamiento Global (GPS, por

4
Esta dinámica se basará en los contenidos desarrollados en el presente artículo.
sus siglas en inglés) como instrumento para levantar información que se incorporará a la base de
datos del Sistema de Información Geográfica del municipio (SIG o GIS, por sus siglas en inglés)5,
que va a permitir, entre otras cosas, el conocimiento y gestión del espacio mediante la integración,
edición y análisis de información geográficamente referenciada6.

d. Otras dinámicas. Utilizando la misma metodología participativa se acordó realizar sesiones de


discusión, a fin de generar conocimiento acerca de aspectos como metodología de discusión socio
comunitaria (“El Arte de Ponerse de Acuerdo”), igualdad de género, soberanía alimentaria, eco-
socialismo y ética socialista, formación de cooperativas y cultivos agroforestales.

3. El Futuro

3.1. El proyecto de la comuna de Boconoíto

En la primera reunión realizada con el colectivo, dentro del marco metodológico de la IAP, se esbozó
de manera muy general lo que sería la comuna. Su poligonal abarcaría una superficie, en el centro
del pueblo, de unos 750 x 443 metros (30 ha), lo que equivale, aproximadamente 25 manzanas,
donde hace vida un solo consejo comunal. Tomando en cuenta que en cada manzana habitan
aproximadamente 60 personas, la población de la comuna constaría de unas 1500 personas.

Surgieron ideas sobre las actividades socio-productivas que era posible desarrollar: pollos, huevos,
cerdos, conejos, codornices, lombrices y distintos rubros agrícolas, lo que abarca la producción de
semillas y plántulas. Tomando en cuenta que cada manzana posee un núcleo de vegetación, se
acordó realizar un inventario de árboles frutales, a fin de evaluar qué frutas no están aprovechando
los propietarios para su consumo. Se determinó, de manera preliminar, que había gran cantidad de
árboles de mango (Mangifera indica). La decisión unánime fue colectar y cosechar dichos frutos,
comercializarlos y reinvertir la ganancia en la producción comunitaria.

Se decidió desarrollar un proyecto de gallinas ponedoras en algunos de los terrenos familiares del
interior del pueblo. Los costos serían cubiertos por la misma comunidad, sin recurrir al
financiamiento del Estado, por lo que al principio sería la producción de huevos en pequeña escala

5
Para poder observar el avance de esta tarea, el lector puede dirigirse a:
http://www.arcgis.com/apps/Viewer/index.html?appid=fe51e511d89b44ab81ab476103ae132b. Aquí podrá ver las fotos
satelitales de la localidad y las capas que se han agregado donde se distinguen las distintas formas de construcción social del
espacio y la poligonal de lo que será la comuna.
6
Para más información, consultar: http://www.cepal.org/cgi-
bin/getprod.asp?xml=/esalc/noticias/paginas/1/12741/P12741.xml&xsl=/esalc/tpl/p18f.xsl&base=/esalc/tpl/top-bottom.xsl; y
http://es.slideshare.net/ismaelgonzales/introduccion-al-sig.
para ser vendidos a bajo costo en la comunidad. El dinero recaudado se reinvertiría en aumentar la
producción7 y, posteriormente, diversificar los rubros.

El objetivo de estos proyectos socio-productivos es que la comunidad vaya conquistando


gradualmente su soberanía alimentaria, mediante la apropiación de los medios de producción y el
control directo de la actividad productiva. Esto supone la activación y extensión de los espacios
productivos, diversificación de la producción, generar productos procesados con valor agregado y
abarcar el control de todas las fases del proceso productivo en el sentido amplio (producción,
distribución, cambio y consumo). El desarrollo de relaciones igualitarias en el ámbito socio-
productivo creará la base para fortalecer la dimensión socio-política. Al lograr determinado
desarrollo en dichos ámbitos, se realizarán los trámites administrativos de registro y consolidación
jurídica y formal de la comuna establecidos en la ley correspondiente.

3.2. Dificultades y recomendaciones

Falta de recursos para poner en marcha, aunque sea en pequeña escala, el proyecto socio-
productivo inicial, a partir del cual se podría generar el círculo virtuoso del crecimiento

escasez, con la anquilosante burocracia, con la corrupción, con el nepotismo y el clientelismo que
determinan el otorgamiento de los recursos monetarios, e incluso de los insumos

Contraloría social sobre las instituciones encargadas de promover el desarrollo comunal, ejercer
mediante los distintos mecanismos de la lucha popular, presión y la coacción sobre los funcionarios
corruptos y/o incompetentes

4. A manera de conclusión

a. Construcción del espacio: ruptura de la continuidad.

b. Vida cotidiana como praxis revolucionaria. El objeto de la praxis es la “transformación del


entramado relacional que define una topología del poder específica” (Velazquez, 2013) y, por
consiguiente, el fin de la praxis es generar un efecto en el espacio. El despliegue de la praxis
transformadora lo constituye la vida cotidiana

c. La comuna como “momento táctico” de una estrategia global. Tomando como criterio el grado
de politización de la vida cotidiana y el espacio construido como resultado de su despliegue,

7
Véase en este artículo, el apartado correspondiente a Las Tinajitas, como ejemplo exitoso
economía política de la vida cotidiana, podemos comprender que existan grados en cuanto a la
calidad táctica de las vidas cotidianas, como la capacidad de romper la pseudoconcreción, develando
las tramas de la geometría del poder hegemónico y actuando en consecuencia para transformar la
realidad. La comuna de Boconoíto, entendida como un “lugar” donde se desarrollan este tipo de
prácticas, consiste en un “nodo abierto de relaciones, una articulación, un entramado de flujos,
influencias, intercambios, etc.” (Massey, 2004: 78). Así, dentro de la red compuesta por comunas y
otras concentraciones de relaciones contrahegemónicas, como estrategia global, los lugares o nodos
de esa red vienen a ser “momentos tácticos” dentro de la praxis de la construcción del espacio
alternativo, como lucha política. La vida cotidiana en estos “lugares” deviene en estratégicamente
relevante dada su adscripción dentro de la totalidad de la red. La fortaleza y coherencia de la red es la
clave para producir el cambio cualitativo de la sociedad mediante la inducción de una saturación de
perturbaciones que hagan colapsar el metabolismo reproductor de la desigualdad.

d. La comuna: espacio construido científica y colectivamente. Dentro del esta concepción del
espacio socialmente construido y considerado, podemos entender que, existen espacios construidos
de manera irreflexiva, y no por esto dejan de reproducir la lógica de la desigualdad impuesta por el
poder hegemónico capitalista. De hecho, es en la naturalización de esta lógica en las prácticas de
vida cotidiana donde se expresa la hegemonía cultural burguesa como mecanismo de esta clase
para instrumentalizar a la población en función de su proyecto político. Pero así como existen estos
espacios generados irreflexivamente por sus propios constructores, hay unidades espaciales,
lugares diseñados científicamente, construidos y edificados tácticamente, es decir, de manera
reflexiva y obedeciendo a una razón instrumental orientada a la reproducción sistemática y
depurada de la desigualdad mediante el ejercicio unilateral y absoluto del biopoder. Son los
momentos tácticos más perfeccionados dentro de la estrategia global del ejercicio de la dominación.
Ejemplos de estos lugares que expresan la máxima concentración de la desigualdad son el pueblo de
misión, la colonia penal, la cárcel, el cuartel, el convento, las ciudades capitalistas diseñadas en
laboratorio, la maquila o la ciudad colonial. Esta última constituía un dispositivo diseñado y probado
con éxito por la corona española para imponer, verticalmente y por irradiación, desde un centro de
poder, una geometría de la desigualdad (Mirte, 1999). Para la construcción de la sociedad comunal,
precisamos de unidades geopolíticas comparables sólo en su efectividad táctica con la ciudad
colonial u otros dispositivos diseñados propositivamente para construir espacios sociales con
determinadas características. Es fundamental que la comuna socialista también deba ser diseñada
científicamente, pero, hasta ahí llega la similitud; de resto, la comuna socialista es diametralmente
opuesta a aquellos ingenios para producir desigualdad social. La comuna ha de ser la célula básica
de la red de comunas socialistas, como producto de las praxis de los nuevos sujetos revolucionarios
y expresión de una nueva geometría de la igualdad: la sociedad comunal socialista, producto de la
dialéctica entre la práctica y la teoría, de la investigación llevada a cabo por las mismas
comunidades, articuladas con instituciones del Estado, intelectuales orgánicos, profesionales y todas
las fuerzas vivas de la sociedad.

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