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Especialización en Enseñanza de Escritura y Literatura en la Escuela Secundaria

Módulo Didáctica de la Teoría Literaria

Los comienzos de la teoría literaria.


La teoría, la literatura, la crítica. ¿Qué (no) es la teoría
literaria?

Estimados colegas,

¡Bienvenidos a la Clase 1!

El propósito de esta primera clase es:

 ofrecerles algunas definiciones generales de lo que, a partir de mediados del siglo


XX, se ha denominado teoría literaria;

Para ello deberemos:

 establecer de qué se ocupa (o de qué no se ocupa) la teoría literaria;

 determinar para qué (o a quiénes) sirve la teoría literaria;

 finalmente, precisar en qué consiste la impronta crítica de la teoría literaria.

Estos objetivos específicos implican tener especialmente en cuenta el hecho de que la teoría
literaria ha surgido y se ha consolidado a partir de 1970 -si no antes- como un contra-discurso
crítico que se sabe en contienda con la historia de la literatura, perspectiva dominante en las
instituciones escolar y universitaria. Esta es, quizá, la primera dificultad con la que nos
encontramos: la dimensión crítica y polémica propia de este campo disciplinar y la
consecuente paradoja de todo intento de formalización curricular.

Vinculadas con esta primera dificultad, encontramos otras dos: la dificultad de definir y
precisar cuál es el objeto de esta disciplina y, por otro lado, cuáles son los alcances
concretos de la teoría literaria. A priori, uno diría que el objeto de la teoría literaria es la
literatura. Y la literatura como objeto (al menos la literatura a la que la teoría suele prestarle
atención) ya es un problema, precisamente porque opera en y sobre los límites de lo
representable e imaginable. Pero, además, la literatura toma como asunto cualquier experiencia
humana y, en especial, la ordenación, interpretación y articulación de esa experiencia: trata de
la historia y también de lo inexistente, de la vida cotidiana así como de las experiencias límites,
de sí misma y de otras formas de representación de modo que por intermedio de ella ingresan
como objeto de reflexión otros objetos (los medios masivos de comunicación, la moda, la
cultura popular, etc.) que nos fuerzan a ampliar los alcances de la teoría literaria.

¿Cómo definir una disciplina, entonces, cuya autonomía es, precisamente, lo


que está puesto en cuestión?

Hablar hoy de la teoría literaria supone, ineludiblemente, hacer referencia a la pérdida de


autonomía de la literatura y de la propia teoría literaria; seguir ese recorrido que va desde su
constitución como una esfera autónoma en el siglo XVIII a su paulatina imbricación con otros
saberes y disciplinas. En efecto, como se viene señalando insistentemente desde la década del
setenta, la teoría literaria no solo hace uso de conceptos forjados en otras disciplinas, como la
lingüística, la filosofía, la historia, la antropología o el psicoanálisis, sino que, además, muchas
de las obras más significativas que se produjeron en su seno en los últimos cincuenta años no
se refieren, en rigor, a la literatura. Como contrapartida, la teoría literaria también sirve a estas
ciencias, que encuentran en su lenguaje las razones para poner en cuestión todo fundamento
exterior al propio discurso, como las nociones clásicas de verdad, realidad, neutralidad,
objetividad, etc. En consecuencia, tal y como sugiere Jonathan Culler, en la actualidad, en vez
de hablar de teoría literaria habría que hablar de teoría a secas (1984, p. 14).

Ahora bien, el momento en que la teoría literaria se revela como una fuente especialmente
provechosa para la descripción de las cuestiones de racionalidad y significación más generales
coincide, en palabras de Jorge Panesi, con “(…) el repliegue de la literatura en el mundo
contemporáneo, inclusive su marginalidad creciente” (2014, p. 329). La idea de la
centralidad y la utilidad política de esta disciplina se gesta y desarrolla en los estrechos
límites de la vida académica.

Como profesores de literatura esta contradicción interna o paradoja (el hecho


de que la dimensión verdaderamente crítica y política de la teoría literaria salga
a la luz y se consolide dentro de las universidades) nos coloca frente a dos
grandes tendencias que pueden resumirse (extremando las posiciones) de la
siguiente manera

 una tendencia que contempla o concibe el objeto literario en su


inmanencia, poniendo especial énfasis en su autonomía y en las
dinámicas que despliega. Esta tendencia asigna a la literatura
principalmente un valor cultural y fruitivo, y pregona su ausencia de
función social. La literatura se vincula, de este modo, al tiempo libre, al
entretenimiento, al ocio, al placer.

 la otra tendencia considera a la literatura como una integrante más


dentro del concierto de disciplinas y actividades que conforman el campo
cultural. En este caso, la literatura cede su autonomía para ganar
terreno en su campo de acción social y política, allí donde el discurso
(literario o no) sirve a determinados fines o propósitos: educar, difundir,
informar, interpretar, cuestionar, etc.
La ductilidad de la teoría literaria nos habilita a ampliar el horizonte de los materiales con los
que trabajamos e incorporar, así, los objetos de interés y de consumo cotidiano de nuestros
estudiantes: el chat, los blogs, las redes sociales y las series de moda también pueden ingresar
a los cursos de literatura para ser objeto de un análisis crítico a partir de las herramientas que
nos proporciona esta disciplina. En ocasiones, será la literatura misma la que nos fuerce a ir por
ese camino, como ocurre, por ejemplo, con la denominada “ciberliteratura”. Pero insistir en el
valor de un objeto que se sustrae a la economía utilitaria del sentido y a la lógica de la
obsolescencia programada (la lógica del comprar-tirar-comprar) también puede constituir una
estrategia interesante. La gratuidad e inactualidad constitutivas de la literatura tienen todavía
mucho que enseñarnos.

¡Esperamos que el recorrido sea de su agrado!

Los comienzos de la teoría literaria


La historia de la teoría literaria no se desarrolla con independencia de la historia de la literatura
y de la crítica literaria de modo que en este breve recorrido notarán que la historia de la teoría
literaria se superpone con la historia del discurso literario y crítico. Los textos literarios se
escriben sobre la base de determinados presupuestos teóricos que, en ocasiones, explicitan
ofreciendo así a sus lectores verdaderas teorías respecto de alguno de los temas recurrentes de
la teoría literaria: ¿cómo debe leerse una determinada tradición?, ¿cómo debe comprenderse el
papel del escritor?, ¿qué relación entabla el texto con su contexto?. De igual modo, el discurso
de la crítica y el de la teoría no necesariamente rehúyen de la prosa literaria, las valoraciones
explícitas o las apelaciones a la propia experiencia con lo cual los límites entre uno y otro
discurso, como verán a lo largo del Módulo y a propósito de los distintos contenidos, son
siempre porosos.

La teoría literaria se ha caracterizado desde sus comienzos por el antagonismo y enfrentamiento


con las ideas recibidas y establecidas y por la resistencia hacia ese conjunto de ideas previas.
Esto constituye una dificultad no menor a la hora de presentar una definición. Ahora bien,

¿cuáles son esos comienzos? ¿En qué momento empieza a consolidarse


la teoría literaria como una disciplina autónoma?

Como ocurre con la emergencia de la mayoría de los discursos, no hay pleno acuerdo respecto
de cuándo ubicar los orígenes de la teoría literaria: hay quienes consideran que nace con los
románticos alemanes y quienes atribuyen su surgimiento a los formalistas rusos. En cualquier
caso, la teoría literaria, al igual que la literatura (tal como la concebimos hoy) y la crítica, es
un discurso moderno que se gesta y formaliza hacia fines del siglo XVIII y comienzos del siglo
XIX, momento en que la producción y crítica de arte se institucionalizan en una esfera autónoma
separada del discurso científico, moral y jurídico, y regulada por lógicas propias (Habermas,
1993).

El proceso de autonomización de la esfera estética coincide y se superpone, entonces -aunque


no sin tensiones- con el proceso de racionalización, que alcanza en las sociedades capitalistas
su pleno desarrollo. En efecto, la literatura moderna surge en el Iluminismo como un modo de
integración de los individuos en la nueva estructura normativa de la sociedad en reemplazo de
la autoridad tradicional de los sistemas de fe. El funcionamiento de la economía de mercado
requería de la validez de normas morales y patrones de conducta del individuo acordes con el
comercio burgués. De este modo, en este primer estadio, las obras literarias sirvieron como
claros instrumentos de educación moral que si, por un lado, examinaban la legitimidad de las
normas, por otro, promovían su internalización.

Sin embargo, antes de la Revolución Francesa la modernización ya había dado origen a una
crítica fundamental de la sociedad burguesa. Con la literatura del Iluminismo comienza a
gestarse una crítica del principio dominante de utilidad que fue formulada por primera vez
por Jean Jacques Rousseau (1712-1778) y retomada después por los autores del Romanticismo
alemán(Johan W. Goethe, Friedrich Schiller, Novalis, Friedrich Hölderlin). Simultáneamente a la
escritura típicamente iluminista que fusionaba una intención didáctica con el principio de crítica
racional, se desarrolla lo que se conoce como estética del genio. Esta estética se caracterizará
por el deseo de una vida experimentada en su totalidad en clara oposición al principio de
utilidad y al sometimiento de todas las esferas de la vida a la mecanización y a la fragmentación
de las actividades. Poesía y razón se desarrollarán a partir de entonces en direcciones opuestas.

El Romanticismo y la estética del genio


El Romanticismo alemán constituye un antecedente fundamental para los estudios literarios. Si
bien la concepción de obra, de artista y de recepción que sostuvieron estos escritores resulta
algo anacrónica –como lo prueba el hecho de que ya ni siquiera empleemos esos términos para
hablar de los pilares de la producción estética (hoy diríamos “texto” en lugar de “obra” y
“escritor” o “productor” en lugar de “artista”)- hay tres características de este movimiento que
son plenamente actuales en virtud de los debates e interrogantes que todavía suscitan. Ellas
son:

- la autonomía del arte


- la crítica a la razón instrumental
- la crítica a la universalidad de los ideales del humanismo

La estética del genio forma parte de la autocrítica del Iluminismo que se encargó de poner de
relieve el carácter contradictorio del progreso: ya en ese entonces se empieza a advertir
que el desarrollo científico y tecnológico va de la mano de una regresión en las relaciones
humanas. En este sentido, la estética del genio puede pensarse como correlato de la crítica
rousseauniana de la civilización.

En rechazo a los principios de racionalidad y trabajo calculado, los escritores que integran esta
corriente le atribuirán una gran importancia a la sensibilidad sin restricciones, esto es, a un
tipo de producción y recepción artísticas no dirigidas u orientadas a fines específicos. La
revalorización de la espontaneidad e imaginación en la creación artística y de
la barbarie implicó una verdadera fractura de la esfera artística con la racionalidad y el
pensamiento moral vigente.

Lo interesante (y también paradójico) es que, como bien advierte Peter Bürger (1992), las tres
categorías centrales de la estética romántica relativas a la producción, la recepción y la obra de
arte se oponen a la modernización pero, al mismo tiempo, son una consecuencia de ese mismo
proceso sociocultural. Estas categorías son:
- El artista como genio: el artista así concebido se presenta como dotado de
facultades no racionales y modos de conducta como la inspiración.

- La recepción empática: la recepción desde esta perspectiva se comprende como


un acto de contemplación más próximo a las formas de apropiación de las creencias
religiosas. A diferencia de los procedimientos de apropiación racional, que
presuponen la distancia entre sujeto y objeto, la contemplación la vuelve borrosa
dado que el receptor se identifica y se funde con la obra.

- La obra de arte como una totalidad orgánica: se le asigna a la obra un estatus


cuasi natural en cuya génesis el genio-artista participa como mediador, en lugar de
considerarla como parte de un proceso productivo.

Por otra parte, la teoría literaria tiene una impronta netamente romántica al asumir la
relatividad geográfica e histórica del gusto estético. El relativismo romántico se oponía a la
doctrina clásica heredada del Iluminismo que concebía al arte y a la literatura según parámetros
canónicos, es decir, estables y universales que perduran aún en cierta crítica del siglo XX (ver,
por ejemplo, los trabajos de Harold Bloom, como El canon occidental). La valoración del
Romanticismo tanto del localismo y el folklore como del genio individual creador impulsó política
y culturalmente los nacionalismos europeos y la autonomía de los pueblos. En términos
estéticos, esto implicó un verdadero alegato a favor de la autonomía tanto del artista como de la
obra de arte lo que llevaría, paradójicamente, a fines del siglo XIX a propugnar la idea del “arte
por el arte”, es decir, una concepción del arte desvinculado de su contexto social y cultural.

La oposición entre “clasicismo y romanticismo” es solo una entre otras que van a atravesar el
presente curso, todas ellas estrechamente relacionadas: “imitación e innovación”, “antiguos y
modernos”, “tradición y ruptura”.

El Formalismo ruso
Antes de desarrollar los principales lineamientos de esta corriente teórica, es bueno recordar
que el Formalismo es impensable sin las rupturas que, simultáneamente, provocaron los
movimientos de vanguardia de principios de siglo XX en el campo artístico. Con
las vanguardias, como señala Peter Bürger (2000), el arte alcanza el estadio de la auto-
crítica al poner en cuestión no solo las tendencias artísticas precedentes sino también la
“institución arte” (esto es el aparato de producción y distribución del arte y las ideas que sobre
el arte dominan en una época dada) tal y como se ha formado en la sociedad burguesa. Y,
¿cómo llevan a cabo esta crítica? Exhibiendo los procedimientos y principios constructivos que
otras estéticas ocultaban o escamoteaban y proponiendo nuevas formas de producción y
circulación para los objetos artísticos. Volveremos sobre este punto en la clase dedicada a la
Representación.

En las primeras décadas del siglo XX surge en algunos círculos intelectuales del Este de Europa
una corriente que, a partir de diversas investigaciones y reflexiones en torno a la literatura,
cambiaría el pensamiento de Occidente: el Formalismo ruso (1915-1930). Los formalistas rusos
fueron, mayormente, un grupo de lingüistas que buscaron hacer del estudio de la literatura una
ciencia. Su principal preocupación fue buscar qué es lo que hacía de un texto cualquiera un
texto literario, es decir, indagar acerca de la “literariedad”, de lo propio y lo específico de la
literatura. Su objetivo era crear una ciencia de la literatura cuyo objeto no fuera la literatura
sino aquello que hacía de una obra concreta una obra literaria.
Y para los formalistas lo que hacía de una obra en particular una obra literaria era suforma.

¿Qué es la forma en un texto?

La forma se relaciona con la disposición y organización de la materia verbal y se vincula no


tanto con lo que se dice sino con cómo se lo dice. De allí el nombre de esta escuela que se
preocupó especialmente por el efecto literario, por la impresión que una obra de arte causaba
en el lector. Denominaron a este efecto como ostranenie o extrañamiento en español,
concepto que Víctor Shklovski (1893-1984) desarrolla en un artículo publicado originalmente en
1925, “El arte como artificio” y Boris Eichenbaum en “La teoría del método formal”
(1923). Desde este planteo formalista, la literatura tiene que ver con lo que hace ruido, con lo
que nos resulta extraño, es decir que lo propiamente literario es aquello que produce
extrañamiento (por lo bello, por lo feo, por lo siniestro o sublime; no importa el motivo, lo que
importa es que llama la atención).

Y la crítica literaria se va a centrar o a enfocar precisamente en estos ruidos, en buscar las


causas de esos efectos de extrañamiento. Es por eso que lo que un texto comunica literalmente,
lo que informa, no es lo central desde este enfoque sino su técnica. Un análisis literario tiene
que perseguir, como objetivo primero, dar cuenta de los mecanismos que emplea un texto para
generar en el lector ese extrañamiento.

La idea de mecanismo se relaciona por supuesto con el concepto de artificio y se opone a la


concepción romántica del arte que explica el texto como producto de una inspiración individual
exclusiva del genio. La concepción del texto literario como un artificio, un artefacto o un
mecanismo supone una nueva relación entre la instancia formal y la instancia del contenido de
la obra y demanda un nuevo tipo de abordaje del objeto: el crítico busca entender el texto en su
inmanencia, en su forma de composición.

Vemos, entonces, que el Formalismo ruso desplaza de su centro de atención al sujeto, al


escritor, a quien produce el texto literario. Este abandono, que no era sino una reacción al
psicologismo del siglo XIX, será retomado por una corriente central dentro de la teoría literaria y
del pensamiento del siglo XX (la antropología, la filosofía, la historia): el Estructuralismo y su
variante: el Postestructuralismo.

Para no dejar de lado a esta figura que ocupó buena parte de las reflexiones en torno a la
literatura hasta el siglo XX, vamos a dedicar nuestra segunda clase al autor.

Por otra parte, como nos recuerda Panesi (2014), al querer afirmarse como un conocimiento
objetivo y científico, la teoría literaria formalista incursionó en el análisis del discurso político y
cinematográfico, y contribuyó así a la constitución de un nuevo campo cognoscitivo para los
objetos culturales. Esta ampliación de los alcances de la teoría literaria, también se acentuaría
con la teoría estructural y semiótica de los años sesenta y setenta.

Para resumir, entre los principales aportes del Formalismo ruso, se


destacan:

- La concepción de la obra como artificio


- La noción de que la forma es lo predominante en la obra de arte

- La aplicación de las categorías y métodos de la lingüística al lenguaje


literario.

- La extensión de los alcances de la teoría literaria: la cultura popular y


proletaria ingresan como objeto de análisis y reflexión teórica.

El hecho de que muchos de sus presupuestos teóricos fueran retomados y profundizados por el
Estructuralismo y el Postestructuralismo pone de manifiesto la importancia del Formalismo ruso
como estadio fundacional de la teoría del siglo XX.

Estructuralismo y Postestructuralismo
La lingüística siguió constituyendo un modelo de trabajo y jugando un papel central en las
reflexiones teóricas y en las lecturas críticas de quienes se denominaron estructuralistas. Al
igual que sus antecesores los formalistas, relegaron el contenido temático y se centraron en la
relación lúdica o paródica de una obra con las formas, códigos y convenciones literarias. Los
trabajos de estos autores ofrecen “gramáticas” o inventarios de elementos y sus posibilidades
combinatorias para explicar la forma y significado de los textos literarios. Y no solo literarios, ya
que al interesarse fundamentalmente por las estructuras que producen el significado más
que por el valor de una obra, la crítica estructuralista (y luego la postestructuralista) incorporó a
sus análisis tanto los objetos banales de la cultura de masas (cine, moda, vida cotidiana,
mensajes publicitarios) como los objetos “serios” de otras especialidades como la filosofía o la
historia.

La lectura de estos objetos “al modo literario” los llevó, incluso, a afirmar la indistinción entre
el lenguaje literario y el no literario, colocando así a la teorización literaria en un lugar
destacado dentro del juego institucional de las disciplinas teóricas. Si todo discurso es una
construcción que se hace sobre la base de determinados códigos y convenciones de escritura,
qué mejor que la teoría literaria para identificarlos y describirlos, para descomponer sus
constituyentes. El rigor científico se pone al servicio del cuestionamiento del signo, la
representación y el sujeto y, llevado a un extremo, del socavamiento de toda “verdad”. La
especulación lógica así practicada nos conduce a los fundamentos “ilógicos” sobre los que se
erige todo sistema de pensamiento.

Con esta vertiente, entonces:

- La teoría literaria deviene teoría: no solo hace uso de distintos discursos


teóricos sino que, además, prácticamente cualquier objeto se vuelve digno
de análisis.

- El foco estará puesto en las estructuras y procesos vinculados con la


(re)producción de significado(s) en general.

- La teoría literaria asume una función liberadora como crítica ideológica al


exponer sus propios presupuestos y los de toda teoría.

- La teoría literaria se confina en el mundo académico y universitario.

No nos extenderemos más en la caracterización de esta corriente teórica ya que volveremos a


ella una y otra vez en las próximas unidades. En cierta medida, tanto el Estructuralismo como el
Postestructuralismo son las últimas grandes propuestas teóricas y constituyen el paradigma
teórico de nuestro tiempo.

La teoría literaria y su definición: lo que no es. La teoría literaria y su


relación con la literatura y la crítica literaria
Al hablar de teoría estamos presuponiendo una práctica que se corresponde con esa teoría.
¿Cuál sería entonces la práctica con la cual se relaciona la teoría literaria? La puesta en práctica
de la teoría literaria no es la literatura ya que no tiene por objeto enseñar a escribir textos
literarios. En cambio, la teoría literaria sí se aboca a los estudios literarios, es decir,
la historia de la literatura y la crítica literaria. Es desde este punto de partida que podemos
afirmar que la teoría literaria es una disciplina moderna que debe su existencia a los estudios
literarios inaugurados en el siglo XIX a partir del Romanticismo.

Las teorías de Platón y Aristóteles en torno a los géneros, las formas, los modelos y figuras no
pueden considerarse en rigor parte de la teoría literaria en la medida en que su interés se
centraba en la decodificación de la literatura misma y no de los estudios literarios, es decir, que
predominaba en sus planteos una impronta prescriptiva respecto de la producción de los
productos culturales de su época.

En este sentido, suele considerarse a la teoría literaria como una disciplina que nos proporciona
las herramientas necesarias para apreciar y valorar acabadamente los grandes textos literarios y
que es útil, por lo tanto, para llevar a cabo un trabajo de crítica literaria. Culler ha señalado con
cierta suspicacia esta definición que buena parte de los críticos ingleses y norteamericanos dan
por buena de una forma casi intuitiva y naturalizada: la teoría literaria vendría a ser la sierva de
una sierva ya que su propósito es colaborar con el crítico en vistas a la explicación de las obras
maestras (1984, p. 13). En última instancia, la teoría literaria se constituye como una disciplina
auxiliar de los estudios literarios.

Llegados a este punto, ya podemos aventurar algunas respuestas a los interrogantes que
planteamos en los objetivos de la clase. De lo dicho hasta aquí se desprenden las siguientes
definiciones que nos proporcionan un primer acercamiento a la materia:

- La teoría literaria se ubica en un terreno ambiguo e indefinible entre la


literatura y la crítica literaria.

- La literatura. Podríamos describir e identificarla no solo atendiendo a las


formas de circulación y difusión en distintos contextos históricos (como
orientación didáctica ligada a un saber tradicional, como entretenimiento o
como mercancía) sino también por la naturaleza ficcional de sus
enunciados. Deberemos tener en cuenta que la ficcionalidad depende, en
gran medida, de la verosimilitud de lo expuesto: más allá de que lo que se
cuenta sea verdadero o no, debe, ante todo, ser creíble.

- La crítica. Podemos reconocer a la crítica literaria por su relativa


dependencia respecto de la literatura. Consiste, ante todo, en el trabajo
concreto con el texto literario desde distintas perspectivas, dando mayor
o menor centralidad a aspectos como el autor, el contexto, las relaciones
intertextuales, la composición, los recursos retóricos (o procedimientos
formales) o el receptor (que puede ser tanto un lector como un espectador).

Sin embargo, y como ya hemos señalado en los apartados anteriores, la teoría literaria se
contrapone a los estudios literarios, tanto a la historia de la literatura como a la crítica literaria,
dado que analiza estas prácticas, las describe, expone sus presupuestos, en suma, las critica.
De este modo, podríamos decir que la teoría literaria es la crítica de la crítica,
o metacrítica (Compagnon, 1998, p. 19). Es una conciencia crítica que puede describirse como
una auto-reflexión literaria. Si la crítica literaria (que surge en los salones del siglo XVIII)
pone el acento en la experiencia de la lectura y aprecia, evalúa y juzga una obra, y
la historia literaria (nacida como disciplina académica en el transcurso del siglo XIX), por su
parte, atiende a los factores externos a la experiencia de la lectura, como la concepción o la
transmisión de las obras literarias, y explica el texto, la teoría literaria, en cambio, exhibe
los presupuestos según los cuales se evalúa o se explica una obra literaria: ¿a qué se
denomina literatura? ¿Cuáles son los criterios de valor literario? En definitiva, la teoría literaria,
lejos de ser un método o una técnica, insiste en poner bajo sospecha todo método o técnica y
nos incita a ser lectores suspicaces y escépticos.

En síntesis, desde esta última perspectiva, podemos deducir estas dos premisas:

- La teoría literaria y la crítica literaria se implican mutuamente y son


indisociables aunque esta relación no se haga explícita en un texto teórico o
en un artículo crítico. Toda teoría implica una forma de trabajo en
concreto con el texto literario, es decir, de hacer o llevar a cabo una
crítica del texto literario. Del mismo modo, todo estudio crítico,
contiene presupuestos teóricos, definiciones implícitas (a veces
explícitas) de lo que es la literatura.

- La teoría literaria es una meta-reflexión que involucra siempre el


cuestionamiento de los presupuestos de toda actividad literaria, crítica y/o
teórica. De esta condición meta-reflexiva provienen su complejidad y su alto
grado de polémica.

¡Hasta la próxima!

Bibliografía
 Bürger, P. (1992) “Literary Institution and Modernization”, en The Decline of Modernism,
Pennsylvania, Pennsylvania State University Press, pp. 3-18.
 Bürger, P. (2000) Teoría de la vanguardia, Barcelona, Península.
 Compagnon, A. (1998) Le démon de la théorie. Littérature et sens commun, París,
Seuil.
 Culler, J. (1984) Sobre la deconstrucción, Madrid, Cátedra.
 Habermas, J. (1993) “Modernidad, un proyecto incompleto”, en Casullo, Nicolás
(comp.), El debate modernidad posmodernidad, Buenos Aires, El cielo por asalto, pp.
131-144.
 Panesi, J. (2014) “La caja de herramientas o qué no hacer con la teoría literaria”, El taco
en la brea, 1, pp. 322-333.

Actividades obligatorias
Foro de intercambio

Abrimos el FORO “LA TEORÍA EN EL AULA”. Aquí intercambiaremos


experiencias y reflexiones en torno a la enseñanza de la Teoría literaria.
Se trabajará en base a los contenidos dados en las clases, la bibliografía
propuesta y la “enciclopedia” y experiencias personales de cada uno de
ustedes.

Como actividad de esta primera clase, la propuesta es que reflexionemos


colectivamente en este foro acerca de

 la relación que sus estudiantes suelen tener con la literatura y


 de la idea que tienen de lo que es un texto literario.

¿Reconocen en sus ideas la herencia de alguna de las corrientes que


vimos hoy? Para ello, además de la lectura atenta de la clase, les
sugerimos que consideren las siguientes cuestiones:

 ¿Leen por placer o por obligación?


 ¿Consideran que la literatura es una práctica prestigiosa, útil,
placentera, una pérdida de tiempo, cosa del pasado?
 En los casos en que notan cierta resistencia de los estudiantes a
leer literatura, ¿creen que prima el desinterés o la dificultad?
 ¿Qué prácticas literarias concretas realizan los estudiantes en el
aula? ¿Son conscientes de ellas?
 ¿Advierten usos literarios (juegos de palabras, parodias,
caricaturizaciones, ironías) en contextos, discursos y géneros no
literarios?

El foro permanecerá abierto hasta el martes 01 de noviembre.

Sala de Profesores

Por otra parte, para poder trabajar bien juntos es necesario que nos
conozcamos y que podamos compartir diferentes intereses e inquietudes
que puedan surgir a lo largo del curso. Los invitamos a presentarse y a
contar sus biografías y experiencias docentes en el Foro “SALA DE
PROFESORES”.
Lectura obligatoria

Panesi, J. (2014) “La caja de herramientas o qué no hacer con la teoría


literaria”, El taco en la brea, 1, pp. 322-333.

Actividad 1

En la clase de hoy daremos inicio a la confección de un glosario grupal de


Teoría literaria. Dada la carga teórica del módulo, nos pareció que podía
serles de ayuda reunir en un único recurso las nociones que vayan
apareciendo a lo largo del curso. Para ello hemos habilitado una wiki, que
permanecerá abierta hasta el 22 de noviembre.

En cada clase deberán relevar conceptos específicos de la disciplina,


redactar una breve definición y subirla a la página wiki en la plataforma.
Las definiciones deberán ajustarse al género entrada de diccionario
especializado, no superar las 200 palabras y estar ordenadas
alfabéticamente. Podrán elaborarlas a partir de las definiciones que se
ofrecen en el módulo y también de sus propias lecturas. Recuerden
diferenciar en todo momento su propia voz de los enunciados ajenos que
incorporen a sus textos ya sea a través de citas textuales indicadas con
comillas o paráfrasis, y señalar en cada caso la referencia bibliográfica
correspondiente.

Las entradas serán interactivas, es decir que sus compañeros de aula


podrán ampliar esa definición con reformulaciones, ejemplificaciones,
comparaciones o explicaciones de aspectos que no hayan sido
mencionados, procurando en todos los casos que el texto resultante sea
cohesivo y coherente y que no sea redundante. La idea es que la
confección del glosario sea un verdadero trabajo en equipo de modo que
sería deseable que todos aporten al menos una entrada al glosario y que
se involucren en la redacción colectiva de las definiciones. Al final de cada
entrada, no olviden incluir la bibliografía que citaron.

Actividades optativas
Foro de consultas:

También hemos habilitado un FORO DE CONSULTAS que permanecerá


abierto a lo largo de todo el Módulo para que puedan despejar todas las
dudas que aparezcan en el transcurso de las clases.
Autor :Equipo Especialización

Cómo citar este texto:


Equipo Especialización (2016). Modulo Didáctica de la Teoría Literaria. Clase 1. Los comienzos de la
teoría literaria. La teoría, la literatura, la crítica. ¿Qué (no) es la teoría literaria?. Especialización en
Enseñanza de Escritura y Literatura para la escuela secundaria. Ministerio de Educación y Deportes de la
Nación.

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