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LA CORPORACIÓN: INSTITUCIONES O PSICÓPATAS

Según una página web llamada debitoor, una corporación es una asociación de
personas autorizadas para actuar como una única sociedad según la ley,
teniendo derechos y obligaciones distintos de los individuos que están
formando el organismo. Pero, ¿qué pasa cuando esas organizaciones omiten
la ley, se olvidan de sus obligaciones y abusan de sus derechos? Daños a los
trabajadores, daños a la salud humana, daños a los animales, daños a la
biosfera, y todo ello resumido en un diagnóstico: psicópatas.

La evolución de las cosas a veces no es tan buena como se espera. Las


corporaciones de antes, eran identidades subordinadas, no eran dueñas de
otras empresas, actuaban conforme a la ley. Hoy día podemos observar que
aquellas corporaciones quedaron en el pasado, que el funcionamiento de estas
organizaciones se basa en la idea de adquirir el mayor beneficio posible a
costa de los demás. Siendo organizaciones tan amplias y con tantos ingresos
de por medio, deberían contribuir al buen desarrollo de la sociedad, deberían
actuar en beneficio de la sociedad, pero no, ellos simplemente se preocupan
por sus accionistas y obviamente por sí mismos.

Michael Moore, cineasta documentalista estadounidense, menciona en su


película Capitalismo, una historia de amor, una realidad evidente, una verdad
innegable: “Nunca son esos tipos los que pagan, no. Siempre pagan los que no
comen ni un trozo del pastel, porque los otros se lo han quedado todo, les han
dejado sin nada, les han dejado morir. (…) ”

Y claro que así es, las corporaciones se han adueñado de la vida de otras
personas, de la vida de muchos animales, de los hábitats de muchos animales,
de cuanto recurso encuentren a su paso. Miles de personas hacen parte de
grandes organizaciones que tienen grandes cantidades de dinero en sus
cuentas, pero lamentablemente de esas grandes cantidades de dinero solo les
corresponden las migajas a los trabajadores. Para contextualizar un poco esta
idea pondré en consideración el ejemplo de la empresa multinacional
estadounidense Nike. En esta empresa los límites para producir una camiseta
son aproximadamente de 6,6 minutos y el pago por hora a los trabajadores es
de 70 céntimos, esto quiere decir que del precio total del producto, al trabajador
sólo le pagan el 3,3%. ¿Qué es esto? ¿Desde cuándo el trabajo se convirtió en
una acción de mendicidad? Un trabajador no está mendigando un sueldo, un
trabajador está intercambiando su oficio por dinero, está haciendo un “trueque”,
está haciendo un negocio, está dando lo que otros necesitan para recibir lo que
él necesita. No le está pidiendo limosna a nadie.

Las grandes corporaciones se aprovechan de la lamentable situación


económica por la que pasan algunos países para minimizar sus costos y
aumentar su producción. Se respaldan en ideas tontas como que le están
haciendo un bien a esas personas brindándoles una oportunidad de trabajo,
pero si se observa de fondo, es claro que no es así, ellos no están pensando
en el bien de aquellas personas, simplemente están sacado el máximo
provecho a costa de la desgracia de otros.

Ahora bien, debemos observar la otra cara de la moneda, Milton Friedman,


Premio Nobel de Economía, en una de sus tantas alocuciones hace referencia
a algo a lo que él denomina Igual salario por igual trabajo. Entre sus palabras
menciona lo siguiente: “(…) Porque si hay alguna actividad en la cual por
cualquier razón un hombre es preferible a una mujer o viceversa, la única arma
que el sexo menos productivo tiene es la de ofrecer trabajar por menos (…)” Es
decir, la única arma que, en este caso, poseen las personas habitantes de
países atropellados por la pobreza es la de ofrecer trabajar por lo que les
quieran dar. No importa cuánto sea, lo importante es tener “algo” y digo “algo”
entre comillas porque realmente estamos hablando de un nada.

Lamentablemente la necesidad hace que las personas recurran a soluciones


como estas, a regalar sus trabajos, a perder su dignidad, a convertirse en
esclavos, en obreros de una abeja reina que está llenándose de dinero por
doquier.

Ahora bien, refiriéndonos un poco a los daños causados por estas


corporaciones a la salud humana podemos indagar un poco más acerca del
funcionamiento de estas organizaciones. Productos peligrosos, desechos,
tóxicos, polución, sustancias químicas sintéticas, temerario desprecio por la
seguridad de los demás, muerte del nacimiento.

En 1940 con el surgimiento de la era petroquímica, se crearon compuestos


químicos sintéticos que provocaban cáncer y malformaciones en recién nacidos
y animales. Gracias a estos compuestos químicos, uno de cada dos hombres y
una de cada tres mujeres desarrollarán cáncer con el paso del tiempo. Samuel
S. Epstein decía que la mayoría de las industrias conocían esos riesgos y que
han intentado trivializarlos, pero aun así son ellas las responsables de la actual
arrolladora epidemia de cáncer.

Considero que eso es un acto de egoísmo imperdonable. Sí, es cierto que


aunque no debiera ser así, la mayoría de las personas, si es que no son todas,
piensan que prima el bien individual sobre el bien colectivo, pero, ¿cómo puede
ser posible que ese bien individual prime sobre la salud e incluso la vida de
miles de personas más?, ¿cómo puede ser posible que la avaricia y la
ambición cobren la vida de personas inocentes?, ¿cómo puede ser que un niño
que hasta ahora va a iniciar su vida ya tenga problemas encima como
deformaciones o enfermedades mortales? Para no dar tantas vueltas en el
asunto, me limito a citar unas palabras del actual Papa Francisco dichas en el
Encuentro de Movimientos sociales y populares celebrado en Bolivia: “Y detrás
de tanto dolor, tanta muerte y destrucción, se huele el tufo de eso que uno de
los primeros teólogos de la Iglesia, Basilio de Cesárea, llamaba «el estiércol del
diablo» -afirmó-. La ambición desenfrenada de dinero que gobierna, ese es el
estiércol del diablo (…) El servicio para el bien común queda relegado –
constató-. Cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los
seres humanos, cuando la avidez por el dinero tutela todo el sistema
socioeconómico, arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en
esclavo, destruye la fraternidad interhumana, enfrenta pueblo contra pueblo y,
como vemos, incluso pone en riesgo esta nuestra casa común, la hermana y
madre Tierra”.

Continuando con esta lista de perjuicios provocados por las grandes


corporaciones, encontramos también daños causados a los animales:
destrucción del hábitat, granjas-factoría, experimentación, el RBGH/POSILAC,
actos inhumanos.

Las corporaciones en su afán de producir y producir para adquirir muchas más


ganancias, han llegado a un punto en el cual nunca nada es suficiente. ¿Por
qué permitir que la avaricia nos desprenda de la moral, del buen actuar?
Samuel S. Epstein menciona en el documental lo siguiente:

“Hacia finales de 1989 recibí una caja grande documentos en mi oficina sin
ninguna indicación de dónde provenían. Los leí y encontré unos archivos de
Monsanto, archivos que trataban sobre las pruebas toxicológicas de vacas a
las cuales se les había dado RBGH. (…) Entonces Monsanto decía que no
había ninguna evidencia de efectos adversos y que no usaban antibióticos.
(…)”

Es aquí donde podemos analizar el comportamiento egoísta y desquiciado de


estas organizaciones, es aquí donde se puede observar hasta dónde puede
llegar el deseo de dinero en las personas. No importa cómo, no importa quién,
lo que importa es tener grandes cantidades de dinero. Monsanto aseguró que
esta hormona no provocaba daños ni a las vacas ni a las personas, pero
realmente producían zonas de inflamación crónica en el corazón, en los
pulmones, en los riñones, en el vaso, problemas de reproducción y otra serie
de efectos. Monsanto ocultó información verdaderamente importante a la
población, prácticamente podríamos estar hablando de que Monsanto le ocultó
a las personas que los estaban matando de a poco. Esto realmente es un acto
muy bajo para provenir de corporaciones tan prestigiosas como esta.

Pienso que la grandeza de una persona, de una organización, no se mide por


la cantidad de dinero que posea, ni por la cantidad de propiedades de las que
sea dueño, sino que se es grande por la cantidad de valores que hay en su
corazón. No es justo que un grupo de personas se llene los bolsillos de dinero
a costa de personas, que sin saberlo, están siendo objeto de un homicidio
múltiple.
Vemos entonces, que a estas corporaciones no les importa el beneficio de los
demás, sólo les importa llenarse de dinero, sin tener en cuenta las graves
consecuencias que esto puede traer. Tanta organización y planeación para que
a fin de cuentas resulten inmersos, al igual que el resto de la población, en un
mundo de enfermedades, contaminación, muerte. Sí, se enriquecen, pero sin
darse cuenta están acabando también con ellos mismos, están destruyendo el
hogar de todos y cada uno de los habitantes de la tierra, sin excluir a nadie, ni a
ellos mismos, ni a sus familias, ni a sus amigos, ni a sus socios, a nadie.

No estoy en contra el crecimiento de estas empresas, no estoy en contra de


que produzcan una utilidad para la sociedad, estoy en contra de la
deshumanización que presentan estas empresas, estoy en contra de la falta de
conciencia por parte de estas, estoy en contra de ese desprendimiento tan
absurdo que han generado con respecto al medio ambiente, a la fauna y los
mismos seres humanos. Es momento de pensar si esto es lo que les queremos
dejar a las futuras generaciones, un mundo sucio, porque esa es la mejor
palabra para describir lo que estas empresas están convirtiendo al planeta, es
momento de pensar si realmente el dinero va a servir de algo cuando todo lo
que nos rodee sea desgracia. Los daños causados a la sociedad y al medio
ambiente no se sanan con dinero, el dinero no es nada en este mundo, es algo
terrenal y efímero.

Terminando este ensayo quisiera mencionar una frase del obispo y filósofo San
Agustín que dice: “Buscad lo suficiente, buscad lo que basta. Y no queráis más.
Lo que pasa de ahí, es agobio, no alivio; apesadumbra en vez de levantar.”
Entonces es momento de pensar si queremos agobio, o por el contrario alivio.
Un psicópata no puede ser dueño de la sociedad.

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