Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
de Sandra Cisneros
El universo una tela, y toda la humanidad entretejida. Cada una de las personas conectadas a mí y yo
a ellas, como las hebras de un rebozo. Tiras de un hilo y se deshace todo.—SANDRA CISNEROS,
Aunque ha estado publicando poemas, cuentos, ensayos y novelas de la más alta calidad
desde fines de la década de 1980, Sandra Cisneros, autora de las novelas leídas
transnacionalmente La casa en Mango Street (1991) y Caramelo, o puro cuento (2002), todavía es
ciertamente injusta.119 Existen signos, sin embargo, que sugieren que el trabajo de Cisneros
está siendo leído en la esfera pública estadounidense con el mismo entusiasmo que ha
generado en escuelas públicas, donde La casa en Mango Street recibe gran atención como texto
icónico, y en México, donde fue traducida al español por la novelista feminista mexicana
Elena Poniatowska (ver Cisneros 1994ª). Si bien importantes críticos literarios y culturales
totalidad.120 Y hay buenas razones para esta demora. Sandra Cisneros es una compleja
categorizar. Los críticos buscan en vano puntos adecuados de comparación. La casa en Mango
Street, por ejemplo, como la mayor parte de la literatura imaginativa escrita por latino-
estadounidenses, ha sido infantilizada por los editores con etiquetas de “adulto joven” o de
cuentos experimentales.121 ¿Por qué no considerar una lectura más seria de La casa en Mango
Street, como su intento de escribir una gran novela estadounidense (transnacional)? ¿O como
Chicago, su ciudad natal, añade elementos para esta confusión. Al igual que la apasionada
lo que llama “poética del hombre común” (1985, 65), pero ello no significa que su trabajo,
tan lleno de referencias a los barrios de Pilsen en los bajos del Este de Chicago, la conviertan
en una escritora local de color en rebelión contra su tiempo. También es cierto, no obstante,
Si bien es cierto que Cisneros escribe sobre confrontar lo que caracteriza como “la
1985, 64), su obra inicial no está teñida de temas moralizantes. De hecho, la novela La casa en
Mango Street contiene una galería de inmigrantes coloniales pobres localizados dentro y contra
asediada multicultura del Gran México, trasladada a los hostiles barrioescapes de Chicago, en
términos morales. Sus novelas La casa en Mango Street y Caramelo, o puro cuento no culpan a la
providencia ni a la fortuna ni a los muchos destinos de los que cruzan la frontera méxico-
estadounidense. Tal vez la admiración de Cisneros por el escritor moderno Jorge Luis
Borges pueda ser provisionalmente relevante para una clasificación inicial de su ficción, pues
también está interesada en lo que Borges describió como “infamia” en tanto estética o
principio formal de diferencia, y que ella aplica a sus poemas, novelas y cuentos.124 Muchos
desplazadas de la frontera, como Cleófila en “El arroyo de la Llorona”; poemas de amor del
Área de la Bahía, San Francisco, en Loose Woman (1994b); historias de milagros religiosos en
transmoderno en las calles de Chicago, San Antonio y Ciudad de México en Caramelo, o puro
Una buena ilustración de ello puede observarse en uno de los cuentos publicados en
articulada por Televisa, las historias de Cisneros suelen leerse como una combinación híbrida
Anzaldúa y del duo dinámico Jorge Luis Borges y Gabriel García Márquez—con la salvedad
que ellos son mucho más sucintos y enrevesadamente más melodramáticos.126 En su
reescritura alegórica del mito mexicano de los amantes imposibles Iztaccihuatl (la mujer
blanca) y Popocateptl (la montaña que fuma), cuento titulado en spanglish “Bien Pretty”, la
protagonista Lupe Arredondo, una aspirante a pintora de Berkeley, quiere “hacer una versión
moderna del mito de los volcanes del príncipe Popocatépetl y la princesa Ixtaccíhuatl”—tan
conocido por millones de chilangos urbanos como “esa historia de amor trágica
metamorfoseada de una imagen clásica a una imagen bien bien kitsch, toda pretensiosa y de mal
gusto, como las de esos calendarios que te dan en la Carnicería Ximénez o en la Tortillería
pechugona como una Jane Mansfield indígena. Y detrás de ellos, haciendo eco a sus siluetas,
los volcanes que llevan sus nombres” (Cisneros 1996, 159; mi cursiva). En “Bien Pretty”, los
perdidamente del machote Flavio (Popo). Sin embargo, en un giro de feminismo chicano “a
sentimientos estructurados a lo Sinatra, Lupe la pintora nos da la frase clímax del cuento:
“Regresé a la pintura de los volcanes gemelos. Se me ocurrió una buena idea y rehice todo el
asunto. El príncipe Popo y la princesa Ixta intercambian lugares. Después de todo, quién
dice que la montaña dormida no es el príncipe y la mirona es la princesa, ¿verdad? Así que lo
hice a mi manera. Con el príncipe Popocatépetl acostado boca arriba en lugar de la Princesa.
Por supuesto, tuve que hacer algunos ajustes anatómicos para simular las siluetas geográficas.
Creo que le voy a poner El pipí del Popo. Como que me gusta” (Cisneros 1996, 181-82). Y
estadounidense, Flavio, quien en “Bien Pretty” actúa como la “alimaña” (vermin) que debe
exterminar en su trabajo, puede ser visto también como una “alimaña” (varmaint) que cruza la
frontera méxico-estadounidense.127
localización. No hay final feliz para Lupe, no obstante, pues ella acaba devastada por la
consolar su alma de nueva mestiza “buscando películas mexicanas viejas. María Félix, Jorge
Negrete, Pedro Infante, cualquier cosa por favor, donde alguien cante montado en un
caballo” (Cisneros 1996, 179). El retrato de la artista chicana creado por Cisneros usa la
frontera, y sus mundos son prototipos de una ficción transmoderna altamente estilizada. Por
constituye el estilo transnacional distintivo de Cisneros (ver de la Mora 2004). Sus cuentos y
novelas, como busco demostrar, son alegorías de la geografía y el estilo en que a menudo
están escritos. Antes de concentrarme en el estilo de la geografía fronteriza del Gran México
mantenido por la modernidad occidental. De hecho, a medida que uno lee este texto, uno se
quien asume una suerte de alegoría minorizada del poeta en tanto figura que reverbera el
diferencia sexual desde la “vida desnuda” y violencia (legal) del “urbanismo mágico” del
Norte Global,132 la novela de Cisneros dramatiza los roles cruciales de la opresión material.
Es decir, como sugiere Mike Davis (2000, 54), los inmigrantes latino-estadounidenses están,
en el sentido más fundamental, luchando por reconfigurar las geometrías congeladas de los
viejos órdenes espaciales del Norte Global para nutrir un urbanismo más cálido, exuberante
y mágico.
Uno de los penúltimos capítulos de la novela, “Una casa propia” (“A House of My
Own”, que resuena el icónico título de Virginia Woolf A Room of One’s Own), resume las
narrativización de su tiempo y espacio (el cronotopo) en uno de los barrios del Norte Global
departamento interior. No la casa de un hombre. Una casa que sea mía. Con mi[s]… libros y
mis cuentos… Sólo una casa callada como la nieve, un espacio al cual llegar, limpia como la
hoja antes del poema” (Cisneros 2009, 110; mi cursiva). Al igual que el capítulo inicial de la
novela, “Una casa propia” fija una identidad para la inteligencia central de la novela,
Esperanza, mediante un mapeo dialéctico negativo de su entorno. Ella enfatiza que no está
pensando en departamentos y tampoco en una casa de hombre. Así, Cisneros usa el
cronotopo de la casa y su vínculo metonímico a las calles Mango, Loomis, Paulina y Keeler
para examinar las raíces y rutas migratorias de su familia desde el Sur Global hasta las calles y
casas del Norte Global. Lo que Esperanza recuerda mejor de su pasado es “haberse mudado
un montón” (Cisneros 1991, 3). Además, Cisneros anticipa y subraya en ese transcurso la
imagen unificadora del “espacio vacío” en su novela—la casa tan “limpia como la hoja antes
del poema”.
En consecuencia, creo que Cisneros está menos interesada en tematizar una poética
existencial del espacio, y más en una consideración profética de las esferas dialécticamente
252) y Ramón Saldívar (1990, 182) han notado en contextos diferentes, el “oikos” es una
especialmente en las diversas formas en que las “vidas desnudas” de otras latina-
(Mama Grande)—y sus familias, como sugiere la etimología de “oikonomía”, es “la persona
que maneja el hogar”. Y Esperanza constantemente hace notar los espacios superpuestos de
espiritualizado.
Hasta aquí he bosquejado uno de los capítulos finales y el inicio de La casa en Mango
Street (quizás esto resulta familiar para ustedes) para tratar de mostrar el modo, método, tono
y atmósfera del texto de Cisneros, en tanto respuesta a una discusión de postgrado sobre
(al igual que el lenguaje del oikos como la casa del poeta) es frecuente en el texto. Como
presente—como si se levantara de la tumba para rectificar los daños sufridos en manos del
casa sagrada, la casa profética “callada como la nieve… limpia como la hoja antes del
poema” (Cisneros 2009, 110), y como la casa en que el lenguaje inefable encuentra su forma
extrema en “Un cuarto propio” (“A Room of My Own”). Así considerada, podemos elogiar
a Cisneros por establecer en su primera novela transnacional una idea de lo que había sido
complejiza este patrón en La casa en Mango Street. Como cimiento de esperanza, Esperanza se
debes acordarte de volver” (Cisneros 2009, 107). Entonces Esperanza, a quien le gusta
“contar cuentos”, nos cuenta “el cuento de una niña que no quería pertenecer” a los
barrioescapes del Norte Global. Ella no pertenecía a las calles Loomis, Paulina ni Keeler, y
tampoco pertenecía a la “triste casa roja” en Mango Street. “Lo escribo en en papel”, explica
Esperanza, “y entonces el fantasma no duele tanto. Lo escribo y Mango [Street] me dice
adiós algunas veces. No me retiene en sus brazos. Me pone en libertad” (Cisneros 2009,
112). Pero, ¿por qué la triste casa roja es un fantasma para Esperanza? ¿Qué tipo de
confirma la función, incluso el deber, del poeta y del historiador radical del Gran México.
112) constituye un acto político para Cisneros, acto que involucra a los lectores con sus
imágenes de poder económico, del espacio vacío y de reclamo de los poderes proféticos y
sagrados del lenguaje poético. Estas constelaciones de imágenes de La casa en Mango Street se
reescritura de Marx, Benjamin (1969, 261) nos recuerda que “la antigua Roma fue para
historia”.
histórico que se encaja y se inyecta en una idea profética y sagrada, casa la historia con lo
poético y lo sagrado. Asimismo, Cisneros nos da en La casa en Mango Street el lenguaje poético
“ventanitas tan chicas que parecen guardar su respiración” y “ladrillos [que] se hacen
pedazos en algunas partes” (Cisneros 2009, 4)—, es decir, con la vida desnuda de la
multicultura del Gran México en el Norte Global: pobreza, violencia callejera, injusticia
estas situaciones. Pero, al mismo tiempo, Cisneros les ofrece a sus lectores esperanza.
En consecuencia, en La casa en Mango Street encontramos diversas propuestas: las
que viene con esta esperanza, rigor histórico y revelación poética. Asimismo, las
temporalidades de la “vida desnuda” espacializadas en los barrios del Norte Global se alzan
Gran México. Pero Esperanza tiene una clara misión redentora: la obligación de sujetar los
de “A las mujeres”, anunciada al comienzo de la novela. Esperanza bosqueja así (al igual que
historicismo tradicional), en la cual propone una noción de redención que implica una
relación empática con el pasado y una obligación que vincula a los sujetos en el tiempo. En
protagonista de Cisneros está mirando también hacia atrás en un intento de tender un puente
deseo, en el capítulo titulado “Sire”, de ser “toda nueva y brillante” y de mirar hacia atrás
“con energía” a los vándalos del barrio de Mango Street; y los comienzos de su “propia
y cruel” (Cisneros 1991, 72, 89)—, los rellenos narratológicos en La casa en Mango Street se
manera en que Esperanza se vincula a la convivencia multicultural del Gran México. ¿Acaso
puede el lenguaje poético (sagrado) de Cisneros tocar realidades de los barrioescapes que son
muy difíciles de representar—algo así como la causa ausente de Althusser? ¿Acaso estas
menuditos”, por ejemplo, la madre de Esperanza les da a ella y sus amigas del barrio algunos
pares usados de zapatos de taco alto. Aquí el sujeto de convivencia que las niñas crean debe
negociar más allá del oikos doméstico, en la altamente comercializada y fetichizada polis. Es
decir, las niñas de Mango Street tienen que lidiar con sus roles de género en el tráfico de un
oikos sexual. Al usar los fetichizados tacos rojos (tal vez como Dorothy en El mago de Oz),
las niñas se encuentran casi engendradas como partes de cuerpo: “Tenemos piernas. Flacas y
con cicatrices brillosas… pero… agradables de ver y largas”. Experimentando con sus
nuevos roles, Esperanza y sus amigas se “pavone[an] toda[s] sobre los mágicos tacones
apropiadamente (Cisneros 2009, 41). La metamorfosis de las niñas del barrio es tan
seductora que el Sr. Benny, abarrotero de Mango Street, las sermonea sobre los “peligros” de
los zapatos rojos. “Son muy chiquitas para trair zapatos desos”, dice él. Ofendido por el
estado de emergencia sexualizado que Esperanza y sus amigas parecen estar iniciando en
Mango Street, justo frente a sus ojos, el Sr. Benny sólo imagina aplastar la revolución cuasi-
sexual de las niñas amenazándolas con que, si no se quitan los zapatos rojos, él tendrá que
llamar “a la polecía”. Luego, una persona que va pasando por la calle detiene a Esperanza
cerca de una taberna de Mango Street, fetichiza sus “zapatitos alimonados” y le ofrece “un
novela, La casa en Mango Street concluye con los cuentos de la multitud de trabajadores
de baile de Mango Street. Todos los Geraldos que trabajan en la economía de servicio—“Ya
sábado” (Cisneros 2009, 67). Marín es el último en ver a Geraldo vivo cuando ella baila con
él y comparte algunas convivencias durante las cumbias y rancheras. Luego, esa misma
noche, él es atropellado y asesinado por un conductor que se echó a la fuga. “Ni dirección, ni
nombre”, le dice Marín a Esperanza. “¿No es una lástima?… Sólo un bracero más de esos
que no hablan inglés” (Cisneros 2009, 67). “Geraldo sin apellido” no es nadie para Marín—
ni amigo ni amante. Para Esperanza, sin embargo, “Geraldo sin apellido” representa a los
Geraldos cuyas casas están en otros países. Tampoco en México recuerdan a Geraldo; las
únicas memorias (espectrales) de Geraldo en México son comentadas por un amigo local:
“ése se fue al norte… nunca volvimos a saber de él” (Cisneros 2009, 67).
Mamasota, en realidad, porque Esperanza explica que Mamacita era una “enorme” y elegante
mujer (como un personaje de las pinturas de Fernando Botero), con una “agitación de
caderas” y “bonita de ver desde la puntita rosa salmón de la pluma de su sombrero hasta los
botones de rosa de sus dedos de pie” (Cisneros 2009, 78-79). Mamacita permanece atrapada
en el espacio de su esposo y rehusa salir de su “tercer piso al frente”, medita Esperanza, “por
los tres tramos de escaleras” o “porque”, como mujer recién llegada del Sur Global, “tiene
“Todo el día”, dice Esperanza, Mamacita “se sienta junto a la ventana” cantando
“todas las canciones nostálgicas de su tierra con voz que suena a gaviota”. Cuando se queja
con su marido bilingüe, “¿Cuándo, cuándo, cuándo?” (80)—¿cuándo pueden volver a casa
en el Sur Global?—, él responde fríamente: “¡Ay caray! Estamos en casa. Esta es la casa”
(Cisneros 2009, 80). Con su respuesta local al deseo transnacional de Mamacita de tener una
casa rosada en otro país, “con un chorro de luz azorada”, él ignora el sufrimiento de su
esposa rompiendo así “el delgado hilito que la mantiene viva, el único camino de regreso a
aquel país” (Cisneros 2009, 80). Como si esto no fuera suficientemente devastador,
Esperanza concluye esta historia de barrio recordando que el niño pequeño de Mamacita le
Pepsi que aprendió de la tele” en “un idioma que suena a hoja de lata” (Cisneros 2009, 80).
“No speak English, no speak English”, la multitud de Mango Street escuchó a Mamacita gritarle
a su sorprendido niño.
sus oídos, Mamacita chilla y sólo puede volcarse a las canciones de convivencia multicultural
del Gran México que asemejan gaviotas—canciones que vuelan sobre el océano diaspórico
que conecta el Sur Global con el Norte Global. ¿Puede existir para Mamacita—se pregunta
diciendo “Yo también lloraría”. En cada uno de estos capítulos sobre “Geraldo sin apellido”,
domésticos, Esperanza negocia con las asediadas realidades de la multicultura del Gran
México. En las experiencias compartidas con mujeres como Minerva y Mamacita, así como
con los Geraldos sin nombre y sin cara, e influida básicamente por un oikos global, Cisneros
ayuda a crear en La casa en Mango Street un espacio fantasmático alternativo para los sujetos
del Gran México que no son sometidos ni perseguidos por la homogeneidad matemática del
sólida, madura y voluminosa, en La casa en Mango Street. Según hemos visto, personajes como
Mamacita están espolvoreados de un vocabulario visual del Sur Global basado en formas
humanas sensuales. Al igual que las complejas pinturas de Botero emparentadas con el estilo
cubista, el texto de Cisneros ofrece una polémica visual en la generosidad, solidez y gracia de
la “agitación de caderas” de Mamacita. Para Cisneros, como para Botero y García Márquez,
la asociación de la hermosura con la redondez de una pera gigante sugiere la razón por la
“ampliación” del cuerpo humano que la distorsión de lo real hecha por Cisneros se torna
elemento determinante del estilo. Domina cada figura y cada objeto de la historia de
generosidad formal.
Concluyo esta sección de La casa en Mango Street y sus conexiones estéticas con el
realismo mágico extra-grande de Botero y García Márquez, comentando que en abril de 1960
un joven García Márquez terminaba uno de sus ensayos periodísticos más bombásticos
(García Márquez 1992c, 667). Con esta alarmante crítica de la literatura colombiana y su
estaban siendo abofeteados por el violento subdesarrollo del país y que, por tanto, eran
testigos de “una gran novela”, García Márquez deduce que el novelista colombiano todavía
no tenía acceso a las técnicas narratológicas que se necesitaban para escribir la gran novela
colombiana.137
García Márquez les ofreció a los lectores de su ensayo periodístico una desafiante
crítica cultural de los límites del imaginario nacional. También les dio una explicación sobre
“En realidad, Colombia no estaba culturalmente madura para que tras la tragedia política y
social de los últimos años nos dejara algo más que medio centenar de testimonios crudos”
(García Márquez 1992c, 665-66). Él concluye también que este fracaso narratológico
colombiano era una condición del subdesarrollo nacional porque la literatura imaginativa
había sido escrita, principalmente, por una generación de escritores gastados y agotados: “No
existiendo las condiciones para que se produzca el escritor profesional, la creación literaria
queda relegada a las ocupaciones que dejen libre las ocupaciones normales. Es,
periodista García Márquez finaliza su crítica de la novela colombiana llamando a crear una
Márquez por una historia de violencia, los pintores de Colombia habían logrado crear un arte
de liberación en sus trabajos. Trabajando en ese espacio, pintores como Botero expresaban
luego, en el proceso de su trabajo, “ejerciendo al mismo tiempo una vigorosa presión contra
el medio” (García Márquez 1992b, 666). En otras palabras, artistas como Botero criticaban el
Márquez describía como un “buen viento que sopla al norte de la pintura”, y la circulación
de la obra era recibida con una crítica comprometida, ante lo cual afirma: “Lo más saludable
que podría ocurrirle a la literatura [de Colombia] es la aparición de una crítica semejante”
(García Márquez 1992b, 667). Las pinturas de Botero (en que el arte es una acusación) se
ubican junto al realismo mágico extra-grande que hallamos en Cien años de soledad (1967) de
García Márquez, y en La casa en Mango Street de Cisneros; ambas obras literarias proveen una
El centro del universo ficcional de la novela transnacional de Cisneros Caramelo, o puro cuento
(2002), juega radicalmente con los actos borgianos de disimulación, suplantación e infamia,
comienza con actos de duplicidad. Caramelo, o puro cuento, la segunda y popular novela de
quien personifica el deseo de Cisneros de ser una antropoeta.138 Al comienzo del itinerario de
ocho capítulos de la novela, Celaya (también conocida como Lala) insiste en un descargo de
responsabilidad ante sus lectores, que sus “historias son puro cuento, pedazos de hilo,
retazos hallados aquí y allá, bordados y entrelazados para crear algo nuevo. He inventado lo
que no sé y exagerado lo que sé, para continuar con la tradición familiar de decir mentiras sanas”
(Cisneros 2002, i; mi cursiva). El mundo novelesco de Caramelo está desde el principio lleno