Iñigo Manglano-Ovalle. Museo Tamayo Arte Contemporáneo,
Reforma y Gandhi s/n, Bosque de Chapultepec. Martes a domingo, de 10:00 a 18:00 horas. Del 10 de julio al 12 de octubre.
En 1998, Iñigo Manglano-Ovalle (Madrid, 1961) decidió poner al
día uno de los modelos de representación étnica más peculiares de la era colonial, los "cuadros de castas" que se produjeron en la Nueva España en el siglo 18, a fin de visualizar y nombrar las diversas combinaciones raciales surgidas de la mezcla de poblaciones europeas, aborígenes y africanas en el Nuevo Mundo. En lugar de apropiarse figurativa (o paródicamente) de ese género de pintura, Manglano lo tradujo al contexto de la ciencia e ingeniería genética de fines del siglo. Tomando prestado del Bosco el título de El jardín de las delicias -quizá por el modo en que el universo delirante del pintor flamenco pudiera ser una manifestación del cataclismo imaginario que produjo la colonización de América-, Manglano produjo 16 trípticos abstractos, compuesto cada uno por la "huella digital genética" de tres personas. Las imágenes eran ampliaciones de las representaciones cromógenas del análisis del ADN de 16 amigos del artista, quienes a su vez escogieron libremente dos personas con quienes afiliarse. Los cuadros resultantes sugerían una especie de punto ciego de los géneros artísticos tradicionales: eran "retratos" no figurativos y, sin embargo, perfectamente individuales y objetivos.
Contra la costumbre de las investigaciones históricas del arte
latino y latinoamericano, esos cuadros rechazaban toda retórica antropológica, teatral y antitecnológica. De hecho, proponían al espectador una especie de paisajística biológica: 48 cuadros acerca de individuos ligados por lazos de afinidad y amistad, que sugerían las nuevas comunidades de libre elección que poco a poco van sustituyendo en las sociedades actuales a las obligaciones biológicas de las ligas de origen familiar.
Para su primera retrospectiva en México, Manglano ha querido
cerrar el círculo ofreciendo una intervención sobre cuadros de castas originales. El artista consiguió en préstamo cinco obras provenientes de una colección particular de Monterrey, que ha montado sobre unos paneles recubiertos de formica, divididos en tres bandas de colores verticales.
Tituladas Color fields/Campos de color (2003), las nuevas
instalaciones sugieren una comparación entre la abstracción de razas claramente diferenciadas en el pensamiento colonial, y la búsqueda modernista de una pintura de planos monocromos de la abstracción americana de los años 50 y 60. Dos eras que en la diferenciación estética de "colores" apostaban por la construcción de una estructura de orden, tanto en el plano pictórico como en el social.
Manglano da relevancia a la forma en que el alto modernismo
coincide en el tiempo con la sociedad racista americana, al tiempo que invita a considerar el carácter artificial y arbitrario con que el colonialismo europeo intentó mantener un control simbólico sobre el proceso de hibridación en las colonias americanas. El carácter estricto de las divisiones colorísticas de los paneles de Manglano hacen pensar en las paradojas del sistema clasificatorio de la pintura de castas: una taxonomía que, en lugar de clasificar los sujetos existentes, los proyecta en el imaginario a partir de un sistema de combinación casi aritmética.
Sin sugerir al espectador una interpretación predigerida de esas
obras, Manglano pone a las pinturas de castas en una situación que obliga a replantearlas. Por ejemplo, para hacer notar que la Colonia era un proceso biológico ordenado, no un caos racial. Pues si la abstracción hard edge fue en parte una reacción ante la ansiedad y antiformalismo de la pintura-acción de Pollock, las pinturas de castas sugieren que en lugar de "híbridos" innombrables, la Colonia producía nuevas especies.
El conjunto se completa con dos contenedores de esperma, Bank
In Pink and Blue (V.S.) (1999), donde el artista ha ido acumulando muestras de semen clasificadas de acuerdo a la distinción de cromosomas Y y X. Apunte, nuevamente, a la forma en que tecnología y clasificación se alían para sugerir un territorio de sexos ordenados en una era donde las diferencias de género están en cuestión.
Instaladas como una especie de bisagra en el Museo Tamayo, esas
series "biopolíticas" introducen a diversas obras donde Manglano explora la fragilidad cultural, política y personal del presente, en la forma de alegorías sobre los efectos de las revoluciones de la ciencia. Particularmente eficaz es el cuarto donde Manglano exhibe videos unidos por una alusión apocalíptica de la belleza. En Oppenheimer (2003), muestra a un actor enormemente parecido al científico que tuvo a su cargo el desarrollo de la bomba atómica, parado en medio de un jardín idílico. La toma carece de narrativa: es una incitación a meditar acerca de la espiritualidad de los individuos que estuvieron detrás del desarrollo de las armas de destrucción masiva.