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Rompió la estructura rítmica convencional del vals peruano, y sus

melodías, de tesitura muy amplia, alternaron el nuevo lenguaje que


propuso con el de los antiguos valses de salón. Su producción también
revela una estrecha relación entre letra y melodía, que fue variando con
el tiempo hacia una tendencia poética cada vez más sintética.

Más adelante, Chabuca quebrantó incluso las estructuras de la


poesía convencional, y el ritmo de las canciones seguirá los pasos
de esa evasión de las rimas, consonancias y métricas dadas. A
esta última etapa pertenece un ciclo de canciones dedicadas a la
chilena Violeta Parra y a Javier Heraud, poeta peruano asesinado en
1963.
En sus últimos años, Chabuca Granda interpretó un repertorio
ligado al renacimiento de la música afroperuana que, a pesar de
haber estado presente en el país, había sido denostada por
razones sociales. Manejó con maestría “negra” el abanico de
ritmos que enriquecieron la música popular peruana y su poesía,
tomó el sesgo de la acuarela, el trazo sintético y sugerente de
colores y sensaciones.

Su voz y su vasta obra se extendieron más allá de las fronteras de


su país. Sus letras han sido cantadas también por intérpretes de
todo el mundo, que han visto en sus composiciones una fina y
sensible expresión de la música del Perú.

Rompió la estructura rítmica convencional del vals peruano y sus melodías alternaron con el nuevo
lenguaje que propuso con el de los antiguos valses de salón. En sus últimos años, Chabuca
interpretó un repertorio dedicado a la música afroperuana, que a pesar de haber estado presente
en el país, fue denostada por razones sociales.

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