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Nos interesa seguir a Le Breton en este análisis para considerar cómo en el siglo XVI,
en las capas más formadas de la sociedad, se insinúa el cuerpo racional que prefigura las
representaciones actuales, el que marca la frontera entre un individuo y otro, la clausura
del sujeto. Es un cuerpo liso, moral, sin asperezas, limitado, reticente a toda
transformación eventual. Un cuerpo aislado, separado de los demás, en posición de
exterioridad respecto del mundo, encerrado en sí mismo. Los órganos y las funciones
carnavalescas serán despreciadas poco a poco, se convertirán en objeto de pudor, se
harán privados. Las fiestas serán más ordenadas, basadas más en la separación y la
distancia que en la confusión.
Le Breton señala que, en los sectores populares, la persona continúa subordinada a una
totalidad social y cósmica que la supera. Las fronteras de la carne no marcan los límites
del cuerpo individual. Un tejido de correspondencias entremezcla en un destino común
a los animales, las plantas, el hombre y el mundo invisible. Todo está vinculado, todo
resuena en conjunto, nada es indiferente, todo acontecimiento significa. Levy-Bruhl
hablaba de una mentalidad "primitiva" de las sociedades tradicionales. Ésta está regida
por las leyes de la participación, vinculada en una relación de simpatía con todas las
formas animadas o inertes que se juntan en el medio en el que vive el hombre. E.
Cassirer también hizo referencia a este sentimiento de continuidad, de "comunidad de
todo lo viviente", que imposibilidad la separación de una forma de vida del resto del
mundo.
Según Le Breton, a través de esta representación, no hay ninguna ruptura entre la carne
del hombre y del mundo. El principio de la fisiología humana continúa contenido en la
cosmología. El cuerpo humano es en las tradiciones populares, el vector de una
inclusión, no el motivo de una exclusión (en el sentido en que el cuerpo va a definir al
individuo y a separarlo de los otros, pero también del mundo). No es un universo
independiente, replegado sobre sí mismo como aparece en el modelo anatómico, en
los códigos del saber-vivir o en el modelo mecanicista. El hombre, bien encarnado, es
un campo de fuerza poderoso de acción sobre el mundo y está siempre disponible para
ser influido por éste.
Consideración que se extiende a la brujería popular, que también muestra esto: una
inscripción del hombre en un tejido holista en el que todo es interrelación, en el que un
gesto permite aprehender el cosmos y desencadenar fuerzas deliberadamente.
Señala Le Breton que Jan Van Eick fue quien inició este proceso de secularización de la
imagen, asignado en el retrato del Canciller Rolin, una simetría entre la figura humana y
la Divina.
Otro elemento revelador, para Le Breton, es la aparición de la firma en las obras de los
pintores. Los creadores de la Edad Media permanecían en el anonimato, justamente
porque eran parte de la comunidad de los hombres, como por ejemplo, los constructores
de las grandes catedrales. Los artistas del Renacimiento, por el contrario, le imprimen su
sello personal a las obras. El artista deja de ser el artesano anónimo de los grandes
objetivos colectivos, para convertirse en un creador autónomo. La noción de artista está
cargada de un valor social que la distingue del resto de las personas.
Le Breton señala que, junto con esta nueva visión del cuerpo humano surge el
saber anatómico en la Italia del Quattrocento. A partir de las primeras disecciones
oficiales, considera que se produce uno de los momentos claves del individualismo
occidental: antes el cuerpo no era la singularización del sujeto al que le prestaba
rostro. El hombre, inseparable del cuerpo, no estaba sometido a la singular
paradoja de poseer un cuerpo.
Le Breton nos refiere que la incisión de un bisturí en el cuerpo humano durante la Edad
Media se consideraba una violación al ser humano. Hasta el siglo XVI, el conocimiento
del interior del cuerpo humano provenía de la lectura de la obra de Galeno. Ahora, con
los anatomistas nace una separación implícita dentro del pensamiento occidental, entre
el hombre y su cuerpo. Allí se encuentra el origen del dualismo contemporáneo que
comprende al cuerpo aisladamente, en una especie de indiferencia respecto del hombre
al que le presta rostro.
"Al deseo de una figura anatómica objetiva, se agregan suplementos que surgen de un
imaginario inquieto, hasta torturado (...) Cortar al cuerpo en pedazos es romper la
integridad humana, es arriesgarse a comprometer sus posibilidades ante la perspectiva
de resurrección" Le Breton, 1990)
Grabado anatómico
Juan Valverde, 1559
El ángel de la anatomía,
Jacques Fabien Gautier d'Agoty 1746)
El cuerpo no es, para Vesalio, más que el cuerpo. Vesalio abre el camino pero se queda
en el umbral. Ilustra la práctica y la representación anatómica en un período en el que
quien osaba a realizar una disección no estaba totalmente liberado de sus antiguas
representaciones, arraigadas no sólo en la conciencia sino, sobre todo, en el inconsciente
cultural del investigador, donde mantienen durante mucho tiempo su influencia.
La aparición de "La Fábrica del cuerpo" revela las contradicciones, las tensiones
cargadas de angustia por la reducción epistemológica del cuerpo. Expresan el conflicto
que implica separar esos cuerpos del mundo simbólico al que pertenecían.
Como vemos, la geografía del rostro se transforma. Hay que tener en cuenta que el
rostro es la parte del cuerpo más individualizada, más singular. El rostro es la
marca de una persona, de ahí su uso social en una sociedad en la que el individuo
comienza a afirmarse cada vez más.
Le Breton plantea que la dimensión corporal del hombre acopia toda la carga de
decepción y desvalorización; por el contrario, el alma permanece bajo la tutela de Dios.
El cuerpo molesta al hombre; el cuerpo tiene una desventaja, ya que lo racional no es
una categoría del cuerpo, sino del alma. Por lo tanto, al no ser instrumento de la razón,
el cuerpo está condenado a la insignificancia.
Lugar del goce o del desprecio, el cuerpo es, en esta visión del mundo, percibido como
algo distinto y separado del hombre. El dualismo contemporáneo distingue al hombre de
su cuerpo.
Como propone Michel Bernard, la anatomía se constituyó sobre el modelo de un cuerpo
muerto, inmóvil, enteramente visible en todos sus órganos interiores y exteriores; y por
lo tanto, disecable. Bernard cita a Fedida, para proponer que, de esta manera, la ciencia
moderna construye una corporeidad desarraigada del mito, vaciada de misterio,
convierte el cuerpo en una enciclopedia científica y técnica.
Bibliografía
Acercamiento a la noción cognoscitiva de "representación colectiva". El caso histórico
de Lévy-Bruhl
Enrique Anrubia (2008)
http://www.gazeta-antropologia.es/wp-content/uploads/G24_43Enrique_Anrubia.pdf
Cuerpo y modernidad
Analía Negishi (2018)
https://lilianalopezforesi.com.ar/en/noticia/cuerpo-y-modernidad