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Módulo 2:
Epidemiología
Hasta 25% de la población general no obesa y no diabética tiene resistencia a la insulina de
proporciones similares a las que se encuentra en diabetes mellitus tipo 2 (DM2), de tal manera que
estos individuos no diabéticos tienen un riesgo más elevado de desarrollar DM2. Por otro lado, esta
población presenta un riesgo de hasta tres veces más de presentar un infarto agudo al miocardio y dos
veces más de morir secundario a estos eventos al compararse con la población sin SMet.
Por consiguiente, la obesidad no era considerada como un tema de relevancia para el “mundo en
desarrollo” (ahora calificados más apropiadamente como “países de bajo y mediano ingreso”), cuando
fue evaluada por primera vez como un problema importante al inicio de los años 1970´s, en EUA, por
Bray y colaboradores en los informes Fogarty y por el Departamento de Salud del Reino
Unido/Consejo de Investigación Médica. Estos informes se enfocan simplemente en la investigación
de la obesidad, su definición, sus comorbilidades y sus implicaciones para la salud.
Desde hace años, las compañías de seguros médicos se han interesado en evaluar los riesgos reales de
la obesidad y el exceso de peso era una discapacidad reconocida, particularmente cuando se
presentaba en adultos jóvenes.
Hace aproximadamente quince años, la Organización Mundial de la Salud (OMS) evaluó cómo clasificar
de la mejor manera a niños y adultos como desnutridos u obesos y, como parte de este nuevo análisis,
fueron observados los problemas tanto de sobrepeso como de bajo peso en América Latina y en
algunos otros países en vías de desarrollo utilizando los límites propuestos para IMC normal de 18.5-
24.9 kg/m2.
Esto derivó en la primera Consulta de Expertos en Obesidad de la OMS, en 1997, durante la cual la
OMS destacó el hecho de que la obesidad era ahora el problema no reconocido más importante de
salud pública a nivel global. El criterio para el IMC normal en el rango de 18.5-24.9 se mantuvo para
todas las edades.
La revaloración de la OMS demostró que el riesgo de muerte por ECV en relación con el IMC es más
claro que el riesgo relativo para todas las causas de muerte.
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Hoy en día las enfermedades cardiovasculares dominan como la principal causa de muerte en el
mundo. Además de acelerar la muerte prematura, causan un impacto negativo en la salud y la calidad
de vida de estos pacientes que necesitan llevar un tratamiento de por vida para su hipertensión,
hipercolesterolemia, DMT2 y otras comorbilidades. Así como un mayor número de hospitalizaciones,
un retiro temprano debido a limitaciones y dificultades en su desempeño laboral.
La circunferencia de la cintura, junto con una medición de colesterol HDL bajo, presión arterial
elevada, y una capacidad afectada para manejar glucosa y ácidos grasos (medidos como glucosa en
ayuno y triglicéridos elevados) fueron propuestos por primera vez como indicativos de una agrupación
de factores de riesgo denominado “síndrome metabólico”.
Hoy en día se han publicado objeciones importantes que impugnan la validez del concepto del
síndrome metabólico para que se garantice un análisis coherente de información global, referente a
este problema, en un intento por sobrellevar toda la confusión, en especial los diferentes enfoques
sobre si un incremento en la circunferencia de la cintura era crucial o no. Actualmente la IDF ha
cambiado sus políticas y reconoció el enfoque de EUA de simplemente tener la medición de cintura
como uno de los cinco posibles contribuyentes para el diagnóstico del síndrome metabólico aunque se
han mantenido con las mediciones más bajas de circunferencia de cintura.
Cualquiera que sea la manera como se clasifique, las tasas de prevalencia del SMET en los adultos
mexicanos continúa siendo muy alta, aunque aún no se encuentran en los niveles observados en los
Estados Unidos. Es sobresaliente que el incremento en los niveles promedio de colesterol en sangre ya
había ocurrido antes del año 2000 y habían mostrado un incremento adicional para el año 2006. Esto
significa que la epidemia cardiovascular se está intensificando en México y produciendo un problema
de salud pública aún mayor. Esto se debe atribuir al contenido nutricional inapropiado: alto en grasas
saturadas y posiblemente en grasas trans, de nuevos alimentos que son introducidos a la dieta
mexicana con el cambio de este siglo. La prevalencia total del síndrome metabólico en México de 25-
28% utilizando el criterio de la ATPIII se compara con la prevalencia ponderada promedio del síndrome
metabólico de los países latinoamericanos de 24·9 (rango: 18·8–43·3) %. El síndrome es ligeramente
más frecuente en las mujeres latinoamericanas (25·3%) que en los hombres (23·2%), en contraste con
la dominancia en México del síndrome en hombres. El grupo de edad con la prevalencia más alta en
América Latina es también el de 50+. Los componentes más frecuentes del síndrome metabólico en
América Latina fueron niveles bajos de colesterol HDL (62·9 %) y obesidad abdominal (45·8%).
Existe evidencia clara alrededor del mundo de que el contenido de grasa de la dieta, el cual incrementa
su energía densa, es un factor importante que afecta el desarrollo de obesidad y hay evidencia nueva
que muestra que los consumos de azúcar, en particular los refrescos, parecen eludir la habilidad del
cerebro para regular el número de calorías consumidas. Los intensos esfuerzos de la industria de
alimentos para satisfacer la demanda primigenia de grasa, azúcar y sal, las cuales en términos
evolucionarios eran rarezas en la dieta, han, desafortunadamente, satisfecho los gustos primitivos de
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Podríamos por lo tanto concluir que el uso de aceites vegetales y el consumo de comidas rápidas con
un alto contenido de grasa están contribuyendo de manera importante a la enorme carga de
enfermedad en América Latina, en donde el contenido de grasa en la dieta aún no es tan alto como en
EUA. Así, el contenido de grasa y de grasa saturada de la dieta mexicana parece no haber alcanzado
aún los niveles de EUA, aunque datos recientes de análisis de lípidos de la Encuesta Nacional en el año
2006 mostraron que una alta proporción de pacientes padecían de hiperlipidemia. Los niveles de HDL
de los mexicanos pudieran considerarse particularmente bajos pero esto pudiera reflejar, en parte, el
alcance de la adiposidad abdominal observada en México, así como las muy modestas cantidades de
ejercicio que realiza una alta proporción de los mexicanos que viven en las ciudades.
Lo que realmente significa es que en una sociedad tan desigual como México, con el Tratado de Libre
Comercio (NAFTA) acordado con EUA, las compañías de alimentos pueden usar a México como otro
mercado redituable, en donde pueden verter grandes cantidades de excedentes de grasa de su
industria de la carne y exportar cualquier exceso de maíz en forma de jarabes de fructosa y otros
alimentos baratos llenos de grasa y azúcar. Mucho del exceso de grasa y azúcar ha sido producido por
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décadas por subsidiarias Federales de EUA para la producción de grasa, aceites, azúcar y maíz; estos
subsidios van a parar a grandes compañías lucrativas.
Es bien sabido que las personas en México y en todo el mundo, eligen sus alimentos basados en el
precio, la disponibilidad y, también, por el alcance de la mercadotecnia. Mientras más pobre es la
gente, tiene una mayor conciencia de los precios, de manera que las personas pobres en México van a
pasar por tiempos difíciles a menos que puedan ser ayudados por los doctores a crear su propio
microambiente de alimentos de manera de que les sea posible, entonces, hacer grandes esfuerzos
para mantener una dieta baja en grasa, fructosa y otros azúcares refinados, a la vez de llevar una dieta
baja en sal y que contenga abundante fibra, como la tenían las dietas tradicionales tan comunes entre
la gente de México hace medio siglo. Este tipo de dieta es aún evidente entre los indios Pima de
México. Sólo con una muy buena dieta, en un ambiente bueno y propicio para hacer actividad física
rutinaria podría un grupo genéticamente susceptible esperar evitar el desarrollo de obesidad.
Es posible concluir que, por los estudios más recientes, que América Latina, (incluídas las tasas de
obesidad de México), no sólo ya alcanzó niveles alarmantes, sino que la tasa de aceleración de la
obesidad tanto infantil como en el adulto, es de gran preocupación. El hecho de que las tasas de DM2
estén creciendo tan rápidamente y ahora impongan una carga sustancial en la comunidad y los
servicios de salud, está en consonancia con el concepto de que los latinoamericanos, quizá por razones
relacionadas con su mal estado nutricional cuando eran niños, son especialmente sensibles a estas
comorbilidades.
Esto implica la necesidad de un cambio dramático en las políticas de salud pública en América Latina si
los países desearan evitar o, por lo menos, disminuir el avance tan rápido de las oleadas de
enfermedad y muerte prematura.
El reporte de la OECD también proporciona un análisis costo-beneficio de las diferentes opciones que
demuestran, con evidencia muy clara, que es inútil confiar en sólo decirles a las personas que cambien
su dieta y hagan más ejercicio. Se necesitan unas series de medidas regulatorias para combatir, con
efectividad, la crisis de obesidad que ya desbordan los servicios médicos en México.
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